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33. EL ARTE BARROCO EN ESPAÑA. - 33. BARROCO EN ESPAÑA

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33. EL ARTE BARROCO EN ESPAÑA.

33.1. Panorama histórico-cultural.

Durante el siglo XVII España entró en decadencia: perdió la hegemonía en Europa, perdió Portugal y su imperio colonial tras la crisis de 1640 y conoció una crisis económica de la que sólo empezó a salir a partir de 1680. Sin embargo, el arte se desarrolló como nunca antes. Del Barroco se dice que es el Siglo de Oro de España. Es el siglo de Velázquez, Ribera, Murillo y Zurbarán entre otros.

El Barroco ocupó los reinados de los Austrias menores Felipe III (1598-1621), Felipe IV (1621-1665), Carlos II (1665-1700) y de los Borbones Felipe V (1700-1746) y Fernando VI (1746-1759) y Carlos III (1759-1788).

España fue paladín de la Contrarreforma. Ello explica que durante el siglo XVII la Iglesia fuese cliente principal y el barroco religioso; por el contrario, durante el siglo XVIII el barroco el cliente principal fue la Corona y el barroco civil y palaciego.

33.2. Arquitectura.

Las características de la arquitectura barroca española son las siguientes:

 Predominio de lo ornamental en edificios que adoptan líneas clásicas por influencia del estilo herreriano y del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, lejos del barroco de línea curva que distinguió a Borromini.

 Empobrecimiento de los materiales de construcción; se usó el ladrillo, y la piedra sólo en la parte principal de la fachada.

 Los edificios religiosos fueron muchos, pero de poca trascendencia. La arquitectura barroca española pasó por tres etapas:

 Madrileña (1600-1660).  Churrigueresca (1660-1750).  Academicista (1720-1770).

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Durante la etapa churrigueresca (1660-1750) el barroco español gana en movimiento al usar la columna salomónica y la ornamentación va cubriendo más superficie de los edificios. Los arquitectos más destacados fueron Pedro Ribera, José Churriguera, Alberto Churriguera, Narciso Tomé, Casas y Novoa, Conrad Rudolf, Jaime Bort, Leonardo de Figueroa y Alonso Cano.

Pedro Ribera construyó edificios civiles. Su obra más importantes es el Real Hospicio del Ave María y San Fernando (1722), del que destaca la fachada, que se divide en dos cuerpos, separados por una cornisa curva en el centro; el segundo piso alberga una hornacina que acoge una estatua de san Fernando; el movimiento ascensional de la fachada se consigue utilizando elementos arquitectónicos y decorativos, como estípites, óculos y rocallas, que culmina en un frontón curvo partido. Otras obras suyas son el cuartel del Conde-Duque (1717), la ermita de la Virgen del Puerto (1718) y el puente de Toledo (1732).

De José Churriguera es el retablo mayor de la iglesia conventual de San Esteban de Salamanca (1693); destacan las columnas salomónicas que amparan el tabernáculo central; están adornadas con motivos vegetales; entre las columnas se cobijan las esculturas de santo Domingo de Guzmán y san Francisco de Asís; corona el retablo el cuadro Martirio de san Esteban, de Claudio Coello. También es suyo el conjunto urbanístico de Nuevo Baztán en Madrid (1713), de estructura simétrica; destacan el palacio de Juan Goyeneche y la iglesia de San Francisco Javier.

De Alberto Churriguera es la Plaza Mayor de Salamanca (1728-55). Presenta planta cuadrangular irregular, cada lado tiene una longitud distinta a los otros; está cerrada por edificios porticados de tres alturas sobre soportales, de los que destacan el Ayuntamiento y el Pabellón Real.

Narciso Tomé levantó la fachada de la Universidad de Valladolid (1717). Su mejor obra es el Transparente de la catedral de Toledo (1732), que consta de dos cuerpos de forma cóncava, el primero ampara la escultura de la Virgen con el Niño y el segundo la de la Última Cena; la luz llega a través de un óculo cenital.

Casas y Novoa debe su fama a la fachada del Obradoiro de la catedral de Santiago de Compostela (1738-50). Presenta estructura piramidal, enmarcada por dos torres de mayor altura que en cuerpo central, que está dividido en tres calles separadas por columnas; cuenta con ventanales de gran tamaño que permiten la iluminación del pórtico de la Gloria y de la nave central de la catedral.

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Durante la etapa academicista (1720-1770) la Corona fue el principal cliente. El Barroco es civil y palaciego. Destacan el palacio de la Granja (1721-24), el Palacio Real de Madrid (1736-64) y la ampliación del palacio de Aranjuez (1772).

En el palacio de la Granja, sobre el edificio de Ardemans, Juvara levantó una gran fachada clásica. El edificio está rodeado por amplios jardines inspirados en los versallescos de Le Nôtre.

El Palacio Real de Madrid se levantó en el lugar que ocupaba el Alcázar, que se incendió en 1734. Juvara y Sacchetti levantaron un edificio solemne que respondiese a las nuevas necesidades y gusto de los Borbones. Presenta planta rectangular con torres esquineras, que no sobresalen en altura. Se organiza alrededor de un patio central. Las fachadas ofrecen tres alturas, en la primera se distingue la sillería, en la segunda columnas y pilastras de orden gigante, que separan ventanales coronados con arcos triangulares y curvos, y en la tercera una balaustrada. Se prescindió del ladrillo y se utilizó granito y piedra caliza, lo que dio al edificio una bicromía en blanco y gris. El conjunto palaciego se completa con los jardines de Sabatini.

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33.3. Escultura.

Las características de la escultura barroca española son las siguientes:

 Realismo en la expresión de los sentimientos y en las formas, que se subraya por el uso de postizos (ojos de vidrio, pelucas, etc.).

 Movimiento gracias a composiciones en diagonal y escorzos, pero sin llegar al grado del barroco italiano.

 El material más utilizado fue la madera policromada y estofada.

 Las esculturas son exentas, muchas veces formando parte de retablos y pasos procesionales. También se esculpieron sillerías de coro.

 La temática religiosa es predominante y se ajusta a los principios de la Contrarreforma debido a que la Iglesia fue casi el único cliente.

Se distinguen dos escuelas dentro de la escultura barroca española:

 Castellana. El realismo castellano es hiriente y no usó el estofado. Destacó Gregorio Fernández.

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Gregorio Fernández es el mejor representante de la escuela castellana de escultura barroca. Estuvo influido por Alonso de Berruguete y Juan de Juni. Evolucionó desde el manierismo al barroco. Se ajustó a los principios de la Contrarreforma. Su obra se caracteriza por: sólo hizo esculturas de temática religiosa; dramatismo de las expresiones; estudio anatómico de los cuerpos; fuerza expresiva concentrada en rostro y manos de los personajes; desnudos masculinos; uso de madera tallada y policromada en colores sobrios; uso de postizos para reforzar el realismo de las figuras (los postizos utilizados fueron cristal para los ojos, marfil para los dientes, asta para las uñas, resina para el sudor y las lágrimas y corcho para los coágulos de sangre); y ropajes con pliegues muy marcados para favorecer los contrastes lumínicos.

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Juan Martínez Montañés trabajó en Granada y Sevilla. Se le reconoce como el creador de la Escuela sevillana de escultura barroca. Se ajustó a los principios de la Contrarreforma. Toda su producción es religiosa, excepto el busto de la estatua Felipe IV a caballo (1640) de Pietro Tacca; la mayor parte de su producción son imágenes devocionales o retablos; combinó realismo y expresividad serena; y trabajó madera policromada, marfil y barro cocido policromado. Creó dos tipos de imágenes nuevos: la Inmaculada Concepción y el Cristo viviente en la cruz, con las piernas cruzadas y cuatro clavos. Sus mejores obras son: Santo Domingo penitente (1605), Cristo de la Clemencia o de los Cálices de la catedral de Sevilla (1606), el retablo mayor del monasterio de Santiponce (1613) e Inmaculada Concepción de la catedral de Sevilla (1631).

Alonso Cano se formó con Martínez Montañés. Trabajó en Andalucía y Madrid. Fue el primer escultor andaluz en no trabajar el estofado. Sus obras destacan por su expresividad y dinamismo. Su mejor obra es Inmaculada del facistol de la catedral de Granada (1655), una Inmaculada adolescente; y San Diego de Alcalá (1657).

Pedro de Mena se formó con su padre Alonso de Mena, Bernardo de Mora y Alonso Cano. Trabajó en Andalucía, Toledo y Madrid. Siguió los principios de la Contrarreforma. Toda su producción es religiosa, excepto las imágenes de los Reyes Católicos de las catedrales de Granada y Málaga. Se ajustó a los principios de la Contrarreforma, por lo que la tipología y la expresividad de las imágenes está muy definida (el Ecce Homo y la Dolorosa con el dolor y la Magdalena penitente con el arrepentimiento); las imágenes son exentas y de pequeño tamaño; el aspecto del rostro de las imágenes femeninas se ajusta al canon establecido por Alonso Cano: cara ovalada, nariz fina, boca pequeña, cabello largo peinado con raya en medio y piel pálida; tratamiento realista de las imágenes, en especial de las encarnaduras; policromía en tonos intensos; vestimentas de pliegues finos; y progresiva simplificación de formas y volúmenes. Sus mejores obras son la sillería del coro de la catedral de Málaga (1658), San Francisco de Asís (1663), Magdalena penitente (1664), Ecce Homo (1673) y Mater Dolorosa (1675).

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En Madrid no se desarrolló una escuela de escultura como en Castilla y Andalucía. Destacó Manuel Pereira; su mejor obra es San Bruno (1652), en la que el santo parece conversar con la muerte, representada por la calavera que sujeta con la mano izquierda; se distingue por su sobriedad y monumentalidad.

De Juan Alonso de Villabrille es Cabeza de san Juan (1707), obra con la que el realismo llega al paroxismo.

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33.4. Pintura.

El siglo XVII es el Siglo de Oro de la pintura española por la cantidad de pintores de primer nivel y la cantidad de cuadros que pueden considerarse obra maestra.

Las características de la pintura barroca española son las siguientes:  Gusto por el realismo y el naturalismo.

 Estudio de la luz, distinguiéndose dos momentos: en la primera mitad del siglo XVII predomina el tenebrismo, que se ajusta al espíritu austero de la sociedad española; en la segunda mitad de siglo se pierden los fondos oscuros y se impone una pintura más luminosa y colorista por influencia de Rubens.

 Composiciones sobrias, por lo general simples y con yuxtaposición de personajes.  Movimiento contenido.

 La temática predominante es la religiosa por ser la Iglesia el cliente principal, y se ajusta a los principios de la Contrarreforma, con el fin de reforzar la fe católica de los creyentes. Otros temas importantes son el retrato y el bodegón. Temas poco trabajados son el mitológico y el desnudo.

Se distinguen tres escuelas en la pintura barroca española:  Valenciana, con Ribalta y Ribera.

 Andaluza, con Zurbarán, Murillo, Alonso Cano, Valdés Leal y Sánchez Cotán.  Madrileña, con Velázquez, Antonio de Pereda, fray Juan Ricci, Francisco Herrera

el Mozo, Juan Carreño Miranda, Claudio Coello y Juan van der Hamen.

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Ribera desarrolló la mayor parte de su carrera artística en Nápoles. Recibió la influencia de Caravaggio. Su pintura se caracteriza por la precisión en el dibujo, la pincelada pastosa, la monumentalidad de las figuras y la expresividad de los personajes; además, hasta 1639 la mayoría de sus cuadros son tenebristas, y desde esa fecha fue abandonando el tenebrismo. La casi totalidad de sus cuadros son religiosos, con predominio de los martiriales (Martirio de san Andrés (1628), Asunción de la Magdalena (1636), Inmaculada Concepción (1636), El sueño de Jacob (1639), Martirio de san Felipe (1639) y San Jerónimo penitente (1652)); mitológicos para reivindicar la Antigüedad clásica (Sileno borracho (1626) y Apolo y Marsias (1637)) y retratos, en los que buscó dignificar al personaje (La mujer barbuda (1631) y El patizambo (1642)). También realizó grabados (Lágrimas de san Pedro (hacia 1620)).

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Murillo se formó en el taller de Juan del Castillo. No se sabe que viajase al extranjero, pero estudió las pinturas flamenca, holandesa e italiana a través de estampas Desarrolló su carrera artística en Sevilla. Evolucionó desde una pintura tenebrista a otra vaporosa. Pintó cuadros religiosos de carácter devocional (Sagrada Familia del pajarito (1650), Rebeca y Elíecer (1655), Virgen del Rosario con el Niño (1655), La Anunciación (1660) y La Virgen de la servilleta (1666)), destacando los de temática mariana (fue conocido como “el pintor de las Inmaculadas” (Inmaculada Concepción de El Escorial (1665), Inmaculada Concepción de los Venerables o Inmaculada Concepción de Soult (1678) e Inmaculada de Aranjuez (1680)) y de santos (San Diego de Alcalá dando de comer a los pobres (1645), San Francisco abrazado a Cristo en la Cruz (1668) y Los niños de la concha (1670)), sin embargo, apenas pintó martirios (Martirio de san Andrés (1682)); costumbristas (Mujeres en la ventana (1670)), destacando los de temática infantil, muchas veces para denunciar la pobreza de los niños de Sevilla (Niños comiendo uvas y melón (1650), Joven mendigo (1650), Niños jugando a los dados (1675)); y retratos, casi todos al gusto flamenco dado que muchos de sus clientes eran flamencos (Retrato de Nicolás de Omazur (1572)); también pintó Autorretrato (1675).

Alonso Cano fue pintor de Cámara del Felipe IV. Sus cuadros presentan composiciones equilibradas y pincelada definida, aunque también puede ser vaporosa; además, creó un tipo de belleza femenina a partir de líneas ovaladas. Hay que citar El milagro del pozo (1640), Inmaculada Concepción (1648) y San Jerónimo penitente en el desierto (1660).

Valdés Leal pintó cuadros tenebristas, en particular en los cuadros de muerte. Hay que citar In icti oculi (1671) y Finis gloriae mundi (1672), reflexiones moralizantes sobre la fugacidad de la vida y la vanidad de la gloria terrenal; son verdaderos bodegones de la muerte en los que se reproduce la putrefacción de la carne de una manera muy efectista y teatral; las calidades son perfectas.

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Velázquez es el pintor más representativo y universal de la pintura barroca española. Fue pintor de Cámara de Felipe IV y caballero de la Orden de Santiago.

Su producción no es extensa, pero desarrolló todos los géneros, incluyendo varios en mismo cuadro. Se atrevió a desarrollar todos los géneros, también los que eran ajenos a la pintura española, caso del mitológico y del desnudo femenino.

Algunas de las características de la pintura de Velázquez son las siguientes: pintara alla prima, sin dibujo previo, lo que le llevó a practicar el arrepentimiento o superponer una imagen sobre otra hasta conseguir la versión definitiva; sus obras no están dominadas por el movimiento; buscó la profundidad; practicó el sfumato; y buscó reflejar la personalidad de la persona retratada. Otras características son propias de cada etapa en la carrera artística de Velázquez.

La trayectoria artística de Velázquez se divide en seis etapas:

 Sevillana o de formación, hasta 1623. Velázquez tuvo como maestros a Herrera el Viejo y Francisco Pacheco, de quien tomó el gusto por el color mate. Su técnica se caracterizó por una plasticidad dura, el tenebrismo caravaggiano, los tonos madera, un dibujo preciso y la factura lisa de la pincelada. Pintó bodegones, cuadros de género, retratos y cuadros religiosos; en ocasiones en un mismo cuadro reunió más de una temática.

Sus bodegones tienen un fondo melancólico y de respeto hacia la pobreza; además, se confunden con la pintura de género, caso de Vieja friendo huevos (1618) y El aguador de Sevilla (1620), donde figuras y objetos tienen el mismo protagonismo.

Entre los cuadros religiosos destacan Inmaculada Concepción (1619), inspirada en los tipos de Pacheco y Montañés, y La Adoración de los Magos (1619), donde la humanidad y realismo de los personajes da pie a pensar que es un retrato de familia; en estos cuadros Velázquez abrió la composición al paisaje.

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 Primera etapa madrileña, de 1623 a 1628. Velázquez apuesta por el retrato aislado y los cuadros de temática histórica y mitológica.

Los retratos responden a un tipo semejante al de Tiziano, pero tienen la particularidad de que la figura destaca sobre un fondo más claro y se limita a lo accesorio; aunque se mantiene la dureza del contorno de la etapa sevillana, la pincelada se hace más suelta y ligera, desaparece el tenebrismo y el tono madera, se aclara la paleta, aparecen pigmentaciones rosadas y blanquecinas, y predomina la luz; destacan El infante don Carlos (1628) y Felipe IV de negro (1628); los retratados aparecen de cuerpo entero, vestidos a la moda española, de negro riguroso, con la gola blanca como único detalle de color, y se sitúan en un espacio indeterminado, pero no irreal.

Realizó un cuadro de contenido histórico, Expulsión de los moriscos (1627), que no se conserva.

La temática mitológica se reconoce en El triunfo de Baco (1628), que trata con absoluto realismo; la escena se sitúa al aire libre, lo que impidió a Velázquez practicar el tenebrismo; la pincela se hace más suelta; y los personajes, la luz y el color hacen que la pintura sea un bodegón.

 Primer viaje a Italia, de 1629 a 1631. Velázquez realizó su primer viaje a Italia influido por Rubens, que visitó España en 1628. Visitó Roma, Génova y Venecia, estudió las obras de Cortona, Miguel Ángel y Rafael, tuvo contacto con Ribera, estudió San Pedro del Vaticano y residió en Villa Medici. Su paleta se transformó: desaparecieron los betunes negruzcos, su pincelada se hizo más fluida, se interesó por el desnudo y el paisaje, y utilizó la perspectiva aérea.

De esta etapa son representativas La túnica de José (1630), de temática religiosa, y La fragua de Vulcano (1630), de temática mitológica. En ellas hay un equilibrio entre figuras y ambiente. La túnica de José representa el momento en el que Jacob se entera de la presunta muerte de su hijo José. La fragua de Vulcano recoge el momento en que Apolo comunica a Vulcano la infidelidad de su esposa; apenas ha hablado Apolo, cuando el rostro de Vulcano se enciende de sorpresa e indignación; lo mismo se aprecia en sus compañeros.

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 Segunda etapa madrileña, de 1631 a 1649. Velázquez se afianza en la Corte. Siguiendo a Lafuente Ferrari se divide en tres periodos: de 1631 a 1635, de 1636 a 1643, y de 1643 a 1649.

De 1631 a 1635 Velázquez manifiesta una actitud discreta en los temas religiosos; en Cristo crucificado (1631) se reconoce en la cabeza y el torso la influencia del Cristo de la Clemencia de Montañés, y en el modelo iconográfico la de Pacheco; ha sustituido el patetismo por el sentimiento de serenidad y emoción contenida en el rostro de Cristo, reclinado y oculto en parte por el cabello, con ausencia de los detalles cruentos de la crucifixión. Otro cuadro religioso es Tentación de santo Tomás de Aquino (1632), que recoge el momento posterior a la tentación, es decir, cuando ya ha vencido las insinuaciones de la mujer pecadora, que se retira al fondo. Durante estos años participó en la decoración del Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro de Madrid con los retratos Felipe III a caballo, Felipe IV a caballo, El príncipe Baltasar Carlos a caballo, La reina Margarita de Austria a caballo y La reina Isabel de Borbón a caballo (todos de 1635). La obra cumbre de este periodo es el cuadro histórico La rendición de Breda (1635), en el que retrató el dolor psicológico de la derrota, por lo cual situó en el centro del cuadro al general Justino Nassau entregando las llaves de la ciudad al general Ambrosio de Spinola que, en un alarde de caballerosidad, interrumpe la humillante genuflexión que debía prestarle el vencido; pero también pintó la concordia a través de las figuras que se abrazan.

De 1636 a 1643 la pincelada gana fluidez. En el retrato Pablo de Valladolid (1637) desparece el fondo; en Don Gaspar de Guzmán, Conde-duque de Olivares, a caballo (1638) el barroquismo es evidente en la composición en la que el caballo imprime un impulso tan intenso hacia atrás que el jinete queda fuera de la silla.

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 Segundo viaje a Italia, de 1649 a 1651. Velázquez realiza su segundo viaje a Italia con el encargo de comprar cuadros para las galerías reales españolas.

De estos años son dos retratos sobresalientes: Juan de Pareja (1650), su criado mulato, e Inocencio X (1650), en el que Velázquez supo retratar la psique del papa con toda la dignidad de su cargo.

En los lienzos de Villa Medici aparece prefigurado el impresionismo; se observa el aire y la filtración de los rayos del Sol hasta el suelo; del realismo del tema se pasa al impresionismo en su factura, como ocurriera en el siglo XIX.

Bajo la influencia del ambiente italiano Velázquez pintó Venus del espejo (1650); le hace original la composición: Venus aparece de espaldas al espectador y le muestra su rostro al reflejarse en un espejo.

 Tercera etapa madrileña, de 1651 a 1660. En esta etapa la paleta se hace líquida, esfumándose la forma y logrando calidades insuperables; la pasta se acumula a veces en pinceladas rápidas y gruesas. En esta etapa pintó sólo retratos y mitología. De estos años son sus obras maestras Las Meninas (1656) y Las hilanderas (1657).

En Las Meninas consiguió la perspectiva atmosférica perfecta, la presencia del aire entre objetos y personas, diluyendo los contornos de los cuerpos del fondo, la figura del aposentador, apenas está abocetada. Es un retrato de la familia real de Felipe IV en el Alcázar de Madrid y un autorretrato. La estructura del cuadro es un diálogo entre lo que parece estar pintando Velázquez, es decir, los reyes, que aparecen reflejados en el espejo del fondo, y lo que ha pintado para el espectador, es decir, la infanta Margarita que entra en la estancia para ver a sus padres y a las meninas que la rodean, y que no puede estar pintando Velázquez pues se encuentran a su altura. El espectador al observar el cuadro lo completa al situarse donde se supone que están los reyes. Por otra parte, hay un trasfondo que afecta a la propia estimación de la pintura; los reyes al visitar a Velázquez en su taller elevan la categoría de la pintura a arte liberal.

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En 1659 Velázquez recibió el nombramiento de caballero de la Orden de Santiago en reconocimiento de su arte. Pero el reconocimiento por el gran público es muy posterior por dos motivos: sus pinturas religiosas son escasas y casi toda su producción permaneció inaccesible en los palacios reales. Todo cambió entre 1819, año en el que se abrió el Museo del Prado, y 1865, año en el que Manet, tras visitar Madrid, definió a Velázquez como “pintor de pintores y el más grande pintor que jamás ha existido”.

Antonio de Pereda destacó por el uso del tenebrismo, el dibujo nítido y las texturas de máxima calidad. Pintó cuadros históricos (El socorro de Génova por el segundo marqués de Santa Cruz (1635)), de altar (La Anunciación (1637)), de santos (San Jerónimo (1643)) y para invitar a reflexión (El sueño del caballero (1650)).

Fray Juan Ricci usó el tenebrismo para ensalzar la santidad de los protagonistas de sus cuadros. La pincelada es amplia y seca. Hay citar La cena de san Benito (1660).

Francisco Herrera el Mozo se formó en Sevilla e Italia y fue nombrado pintor de Corte de Felipe IV. Su obra maestra, Triunfo de san Hermenegildo (1654), se ajusta al tema de la apoteosis de santos en Rompimiento de Gloria; de composición helicoidal, pinceladas líquidas y difuminadas y colores brillantes y luminosos.

Juan Carreño Miranda destacó como retratista de la Corte de Carlos II. Retrató a la familia real y a los bufones de palacio. Hay que citar Carlos II de España en el Salón de los Espejos (1675).

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