CON RECONOCIMIENTO DE VALIDEZ OFICIAL DE ESTUDIOS DE LA SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PÚBLICA, SEGÚN ACUERDO
No.20130401 DE FECHA 9 DE JULIO DE 2013
BITÁCORA DE LA CARNE
P R E S E N T A
QUE PARA OBTENER EL GRADO DE
MAESTRA EN LITERATURA Y CREACIÓN LITERARIA
SANDRA EDITH MONCAYO CUAGLIOTTI
MÉXICO, D.F. 2016
A José,
mi compañero en la poesía de la vida.
A mis padres, Lucía y Elpidio,
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Cantar es arribar a la carne. Se descifran y cifran ritmos, ecos, en imágenes que sueñan, palpitan, huelen. Cuando la carne canta, los mitos, teorías y religiones apagan sus pabilos. Todo se ilumina bajo el encanto de este sentido que transgrede y nombra nuevos universos. La carne desprende su enigma, surge el poema y el cuerpo es: nombra el mundo con su torrente, ritmo bermellón que atestigua la expresión vital en la materia, incluida la del espíritu. Todo, en íntima concordancia: Se derrama la vasija de mi vientre/ respiración que se prolonga en la hierba llorosa/ en la sórdida sonrisa del bote de basura/ y en las alas rotas que el viento vivifica.
En Bitácora de la carne también se atestigua que la vida es la muerte y se embellece con ella. Con la muerte por aliada, la carne se expresa en toda su plenitud: recinto de dioses, festín de gusanos. Su impronta queda impregnada en nuestra consciencia trascendental. El adentro es el afuera: cuando la carne canta, evoca y provoca: nombra sin ambages nuestro ser transitorio, parte del eterno retorno.
El poemario se inicia refiriendo los opuestos cuerpo y espíritu. La carne es intersección de lo terrenal y lo divino, donde lo uno no es sin lo otro: Canto hereje de mis huesos/ residencia de dioses/ festín predilecto de gusanos/ ...mi carne.
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vivos y revelan sus cualidades y transgresiones: La mariposa despliega su negro./ Artesana de la sombra/ entretejió sus pliegues en las palabras ocultas,/ (algo de mí quedó entre las costuras)/... No me atreví a respirar/ no quise perturbar ese beso que amanece.
Cuando la muerte besa copulan los contrarios y la lucha cede por intermediación del suntuoso recinto: placer-dolor, vida-muerte, infancia-adultez, materia-espíritu se expresan en síntesis que refuta nuestra consciencia dual. Como loba que amamanta los sentidos, olfatea otras significaciones, nuevas relaciones existenciales que desembocan y dan forma a los temas que inquietan al sujeto lírico y que se cohesionan por las cualidades de la materia. Temas como el duelo, la infancia, la belleza, la muerte, la sensualidad son también determinados por un tiempo no lineal, que bien puede ser salto, círculo o silencio. La especie preserva su acervo vital en la carne: Palpitante papiro donde desemboca la corriente. Estos poemas-cantos son conjuros contra el miedo, contra la muerte e invocan a otros seres que viven en el inconsciente, en los elementos, en las palabras: la niña, la del rostro desfigurado, los náufragos, las hienas; incluso deidades como Cerridwen o Coatlicue. Todos, personajes que expresan cualidades místicas en un mismo tenor: el terrenal. No podría ser de otra manera, se sirven de la existencia de los objetos para manifestar sus mensajes íntimos, ocultos, así como los submundos que habitan entre nosotros. Y hay también una insistencia por concederles un lugar a los no nacidos,
construirles un nido donde puedan continuar entre nosotros.
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posibilidades a la imaginación: Puedo sentir el suave aleteo de la hierba y/ el vaho de la luna humedeciendo las rocas./ Cae tierra negra de mis muslos.
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Mar se inunda del gozo del navío, puta en el gozo funda su puerto. Suntuosa hiena a sus crías amamanta.
Canto hereje de mis huesos residencia de dioses
festín predilecto de gusanos
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Él y ella liberan sus peces
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Confidencia salitre
ola
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Canta los fragmentos frente al mar
la del rostro desfigurado.
Desentierro
palpitante la vagina de una niña.
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Alguien respira en mi esqueleto. Anda por ahí
lo sé por el vagido de las cerraduras y las tuberías por la oquedad en mi vientre,
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La carne huele a musgo de minutos, retornan gusanos y escarabajos, la cotidianeidad de sus ofrendas.
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Cuando la carne cede su arrogancia se llena lentamente del instante: piedras rumian alegóricos gusanos, y el polvo se amaina en la luz. Pelamos la vaina con tal suavidad
que la lengua queda entumecida de la blanca y lechosa savia del día.
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Merodea la mosca en mi trópico
sigilosas patas incitan este muslo desnudo.
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Hoy es uno de esos días en que quiero besar lagartijas,
dejar que la tristeza se acurruque en mis piedras,
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Todo lo reflejan las piedras: rostros furtivos,
disertaciones de la piel, miasma de nuestros cuerpos.
Me gusta verlas pasar en el torrente del camino.
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Desnudo, rojizo paisaje
miro en esta piedra, una mujer roja me entorna los ojos,
la sombra cruza el acantilado de las pupilas,
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¿Habrá por fin un nicho para mi rostro
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Dialogo con la hierba.
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Carne nuestra de cada día,
deja que la oscuridad te acaricie los contornos.
En ti se aparean gusanos
y la lengua incuba los huevecillos.
22 Mesa, humo sinrazones antipoema. Rojo cielo ojos nervados válvula abierta aves como manos.
Niña de mundos subrepticios.
Cuerpo desnudo humeante mesa roce de vísceras.
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He dado el salto
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Coloco un rehilete en la boca del viento.
Desde lo alto un pájaro me observa con sus molinos paralelos.
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Puedo sentir el aleteo de la hierba y
el vaho de la luna humedeciendo las rocas. Cae tierra negra de mis muslos.
Exacta lasitud
caverna que vuelca sus murciélagos sobre la noche de los cuerpos.
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¿Y si de pronto el mar y el cielo se contaran su secreto y los seres del aire construyeran acertijos entre los corales y las parvadas formaran nuevos cuerpos a las olas
y la espuma abriera alas
y las sirenas subieran hasta las ramas de los árboles para cantarnos que es la hora del celo?
Dar a luz en la marea.
Todo se gesta en la vasija azul.
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Se derrama la vasija de mi vientre,
respiración que se prolonga en la hierba llorosa en la sórdida sonrisa del bote de basura
y en alas rotas que el viento vivifica.
El suntuoso vuelo de zopilotes y el negro-azul de tordos
me devuelven la quietud intuida.
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Me gusta abrir los ojos
y encontrarte matizada de la mañana serpenteando tus lenguas y acertijos.
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Majestuosa Cerda, Cerridwein,
en la rosa de tu vientre se mezclan nuestros aromáticos fluidos. Canto, contubernio de la sangre.
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Se elonga en mi lengua un rumor de luna los tordos incitan el amanecer
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Quisiera dibujar el sol
que lame la silueta de las casas
y cómo a parvadas nos apacienta el cielo,
pero se me han perdido en el sepia las palabras, y los musgos van quedando desnudos.
Preguntas si aún guardo alguna esquina fresca para nuestro cántaro,
y te cuento de evaporados sueños, de mis gatos azules ahogados
y de atardeceres anegados entre los juncos (no sé de cierto, mi ciudad se desmorona)
El sol ya muerde las paredes, puedo rozar los labios amoratados. Retorna la parvada a mi boca,
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Los perros del sol lamen mi herida,
por mis pliegues escurren ardientes jadeos y mi voz ya no soborna al instinto.
El minuto deja sus larvas en mi carne,
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Retorna la del rostro desfigurado,
busca atajos hacia el patio de la infancia (único soplo que no disturba los ojos).
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Con pies nervados anduve el silencio, desnudé mundos en la hierba.
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La hiena parió en mi yugular,
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Sin herencia,
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Este andar con el ombligo desgajado, vaciando la mirada en las alcantarillas.
Del yo al nosotros,
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El tordo ya no resiste el tercer carro sobre sus alas. Deseo colocar su pecho sobre mi pecho,
cifrar los recovecos de sus ojos en fuga, mantenerme en el filo del instante.
¿Arrastro las pequeñas patas por mis labios, unto con su sangre mis comisuras y el silencio?.
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Mi mano es un ave de alas desterradas se arrastra en los suburbios del vientre. Canto de una desposeída
a sus fetos acurrucados en el sueño de las lilas.
Aguja infranqueable
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En esta madrugada
sesea la hora muy cerca de mi oído,
es lo impasible, mi mano con sus tormentas, canto de los no nacidos.
Sus ombligos vuelven a caer sobre mis años. Estrujo al tordo tan amado:
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En el patio de la infancia todo crece al canto de la sal. Un gusano recorre mi carne
desde entonces no me distingo de este andar protuberante.
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Sembrada en el silencio, Yin, mi gata, me toca con su canto de serpientes menguantes.
No puedo apartarme de las ubres.
La ciudad de León ya va enrojeciendo y yo me vacío en la tarde.
Los ancestros me muestran los árboles secretos
me sostengo de sus ramas como una garza victoriosa, brota calostro de cada una de tus letras, Cerridwen. Taliesin sopla en mi ombligo vocablos fulminantes.
Todo es camino,
hilo a hilo nos hilvanamos
en las alas heridas de los días vamos vivificando máscaras,
taciturno canto,
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La pala canta al borde de la madriguera inédita respiración.
Un día de luna llena seguí la voz del mar, ahora soy esta sombra inmarcesible que ha viajado por los espejos.
En los ojos del corcel, el llano en llamas. Mi nombre se deshace de sus apetencias. Solo queda esta flácida verdad:
esta tumba tan amada tan cierta
47 a n i m a l m e n g u a n t e
lengua que se recrea en su propio lamido.
Espléndida arteria,
corren infantes por tus cavernas.
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En mis pies, el agua de la madrugada ríe hienas pariendo en mi piel.
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Cópula en mi torrente bermellón. Tu ponzoña crispa mis glándulas. Con dulce y jugoso canto
hieres la gaviota de mi entrecejo.
Quiero vivir así
descifrando precipicios
de polvo y de sangre. Ser en la lejanía.
(Hermoso alacrán,
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Horas subrepticias lágrimas rasgadas.
Canto donde el llanto también es el paraguas. Humedecezco las manos
en el vuelo gris de la golondrina.
Esta gracia de parir un alacrán cantando
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Asciendo por las viseras,
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Cerridwen, Cerda blanca
Maenawr Pennard, Cerda carroñera Blodeuwedd, Lechuza y Diosa del amor Yegua
Luna Madre.
Tus nombres ocultos en los árboles hacen sonar las caracolas.
Crece musgo en nuestros náufragos.
Me entrego a esta nota que destempla los huesos y abre el camino a la tierra profunda.
Mujeres de todos los tiempos me lamen, susurran mi nombre.
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En este correr
la sangre va dando maromas.
Una se va rindiendo a la travesía de la especie.
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Ya no tengo más preguntas a la muerte, (la conozco desde antes de nacer)
solo este olor silvestre de mi pubis
y el patio amarillo donde la niña solitaria me sonríe.
Me pruebo el vestido nuevo sin mirar al espejo,
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También soy estos hombres que con la pala hacen versos: mezcla y sudor
grava y vacío
silencio.
Hoy les dono mis axilas para sus desiertos y sus ríos, configuro en mis comisuras el aliento de sus músculos (notas graves que aguardan en el destierro).
Desde el regazo se hace un pacto con las piedras Desmontar, erguirse
y desovarlas en palabras.
Fósiles luminosos bajo la gracia de este techo, tumbas en las encías, lápidas de silencio.
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Monda su playa esta mar nocturna, las olas forman vocablos
y la espuma fugaz es el bosquejo de lo infinito, mi carne suelta la rebaba.
Voy llegando donde las iguanas liban pensamientos, viajo entre serpientes cargadas,
a mi paso crujen huesos.
Ya rechina la puerta,
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Tengo este lodo fresco
y esta saliva emancipada para resanar cuerpos (los ancianos y los niños no tienen que formarse).
La araña teje el secreto
desde el fondo de mi cresta iliaca. Bebo del pozo de la herida, centro de mis flores negras.
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Es más fácil cantar el deseo
que seguir su rumor en mi cuerpo, las notas rozan mis encías,
mis ingles, mis dedos... levanto la tapadera a la noche
humedezco la lengua en el líquido desangrado; lavo los ojos
llegan las olas, me inunda la marea.
Es la luna que canta,
la carne soltando plegarias,
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Copulé con el rugido
y se desató mi criatura izquierda.
Ahora soy desertora
que busca refugio en la carne. Vivo en el lado rojo de la luna
con la piedra encajada en lo profundo. Descifro raíces
grillos
aves desahuciadas.
Ofrendo mis huesos al oráculo encendido.
Con vocablos subversivos desprendí el hilo al desierto y me entregué al aliento de Coatlicue
(hacía tiempo me incitaba en los sueños). Desperté así como me ves.
No vociferes, madre
que estos cantos clarifican mis cabellos de ti.
El sentir de las cañadas ha vuelto a tomar mi piel.
¡Ah! Estos manantiales estos recovecos de voz. Ya escucho lo ríos nombrar mi sexo,
se abren cavernas en mis dalias.
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Esta mañana me siento tan breve
que puedo alcanzar el mar y su cornejo, descansar a la sombra de palabras exiliadas, respirar la disidencia de sus ramas.
Mujeres levan sus cilios hacia mi cuerpo desnudo, puedo ser nuevamente tierra,
exhalar el nombre verdadero,
rapaz, descifrar las águilas del vuelo.
Reverente ante el pabilo de la tarde que se marcha, me impregno del estridente silencio:
ciénagas grillos,
revuelcos en el cerebro,
flores descansan su desierto sobre mi rostro. (Es posible acariciar los pétalos de la sombra).
El animal nocturno inicia su danza, mis labios juntan su cielo y su tierra.
Soy breve y puedo besar el centro de las piedras, vasta como el metal de los altares
dócil al movimiento de los dedos que lo lustran. Resueno al roce del viento
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Pero la piel es también marea, basta mover los huesos
y la sangre se renueva en el oleaje, sal
salmos
en nuestro paraje profundo.
En su vuelo solitario el ave levanta olas en mis pupilas, quedan tordos en mi pecho,
enigmática envergadura,
alborada sobre mi tumba anticipada.
Nada atormenta más nuestra estupidez que la ceremonia marina del tiempo que se nombra en la carne.
Cuando la razón atasca las arterias y marchita los lirios del cuerpo
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La mariposa despliega su negro. Artesana de la sombra
entretejió sus pliegues en las palabras ocultas, (algo de mí quedó entre las costuras).
Retornaron los desterrados a mis pupilas.
Una vez terminado su lienzo voló.
No me atreví a respirar