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TEORÍA DE GRUPOS APUNTE DE CLASES

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UNIVERSIDAD DE LA REPÚBLICA FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES LICENCIATURA DE TRABAJO SOCIAL

PSICOLOGÍA SOCIAL II

Curso 2004

GUÍAS DE ESTUDIO

Unidad Temática 3

TEORíAS DE LOS GRUPOS

3.1

Introducción a la discusión sobre la naturaleza de los grupos: breve noticia de las principale s posiciones en el campo de la psicología so cial. El equívoco status teórico de los llamados "pequeños grupos".

La h istoria del términ o grupo h a sido narrada varias veces en distintos manuales, y no viene al caso repetirla.1 Baste recordar que la palabra se incorpora a los usos modernos a través del italiano groppo (en la forma arcaica) o gruppo (más usual hoy) referido a una pintura o una escultura que representa a varios individuos, constituyendo un tema plástic o nor-mado por ciertos cánones estéticos. Desde allí se desliza al lenguaje co-rriente, en distintas lenguas, para adoptar el significado fundamental de “con junto de personas”.

Nos sentimos inclinados a pensar que grupos hubo siempre, en todas las sociedades humanas, y ni siquiera privativamente en ellas: también en las sociedades animales es fácil encontrar infinidad de ejemplos. Adop-tan muy distintas formas, y esta diversidad se refleja en que la categoría grupo parezca contener, hasta en el lenguaje científico, un a diversidad abrumadora de configuraciones sociales muy diversas entre sí.

Esto ha llevado a unas cuantas discusiones sin salida, por cuanto n o siempre estamos seguros de estar diciendo lo mismo cuando usamos la misma palabra. Suele suceder que un mismo autor se preocupe por

1 Para quien pueda estar interesado, ver Didier Anzi eu y Jacques-Yves Martin: La dy-namique des groupes restreintes, Paris: Presses Universitaires de France, 1968 (existe traducción castellana: La dinámica de l os grupos pequeños, Buenos Aires: Kapelusz, 1971), y los comentarios que sobre este texto teje Ana María Fernández: El campo gru-pal. Notas pa ra una genealogía. Buenos Aires: Nueva Visi ón, 1989, Capítulo I; también “Evolución histórica del concepto de grupo”, d e Sabino Ayestarán, en Ayestarán (ed.)

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tipular su significado, y a vuelta de página lo olvide y recaiga en el uso corriente, más abarcativo e impreciso.

Sin embargo, la mayor parte de la investigación psicosociológica sobre grupos se refiere especialmente a lo que suele ser llamado grupo peque-ño. Aquí comienzan otras discusiones escasamente decidib les, empeña-das en determinar el número mágico de participantes a partir del cual lo que llamábamos grupo debería pasar a llamarse de otra manera, sin que se dé cuenta claramente de criterios que fundamenten razonablemente la transición de fase propuesta.

Anzieu y Martin h an intentado una tipología de los grupos, que se sinte-tiza en el siguiente cuadro2:

ESTRUCTURA (1)

DURACIÓN NÚMERO DE

INDIVIDUOS RELACIONES ENTRE LOS INDIVIDUOS EFECTOS SOBRE CREENCIAS Y NORMAS CONCIENCIA

DE LAS METAS ACCIONES COMUNES

MUCHEDUMBRE M u y d é b i l A l g u n o s m i n ut o s a

al g u n o s dí a s

G r a n d e C o nt ag i o d e l a s em oc i o n e s

I r r u pc i ó n d e l a s c r ee n c i as

l at e n t es

D é b i l A p at í a o a c c i on e s p a r o xí st i

-c as

BANDA D é b i l A l g u n a s

h o r as a al g u n o s m es e s

P e q u e ñ o B ú s q u e d a d e l o s e

-m ej a n t e

F or t a l e c i -m i en t o

M e d i an a E s p o nt á -n e a s p e r o

p oc o i m p or t a n -t e s p ar a e l

g r u p o

AGRUPAMIENTO M e d i an a V ar i a s s em an a s a

v a r i o s m es e s

P eq u eñ o, m ed i a n o o g r an d e

R e l a c i o n e s hu m a n a s s up e r f i c i a

-l es

M an t e n i -m i en t o

D é b i l a m ed i an a

R e s i st e n -c i a p a s i v a o a c c i o n es l i m i t ad as

GRUPO PRIMARIO O PEQUEÑO

E l ev a d a T r e s dí a s a d i e z

a ñ o s

P e q u e ñ o R e l a c i o n e s hu m a n a s

r i c as

C am bi o E l ev a d a I m p or t a n t es , es -p on t á n e a s

y h a st a i n n o v ad o

-r a s

GRUPO SECUNDARIO U ORGANIZACIÓN

M u y e l e -v ad a

V ar i o s m es e s a

v a r i o s d ec e n i o s

M e d i a n o o g r an d e

R e l a c i o n e s f u n c i on a

-l es

I n d u c c i ó n m ed i a n t e p r es i o n es

D é b i l a el ev a d a

I m p or t a n t es , h a b i -t u al e s y p l a n i f i c a

-d a s

( 1 ) G r a d o d e or g an i z a c i ó n i n t e r n a y d i f e r e n c i ac i ó n d e r o l e s .

Los propios autores señalan que su clasificación

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posee sobre t od o un alcance h eurístico. El cuadro hace a pa re cer hipóte-sis, que corresponderá a la observa ción cuantitativa y a la experimenta-ción verificar.3

Y, para dar cuenta de la confusión que pese a todo sigue reinando en este campo, Anzieu y Martin dicen lo siguiente:

A través de las edades y los países, siempre se ha hablado de grupos, pe-ro mediante metáforas. Y cuando una teoría científica ha sido esbozada, hay todavía d os metáforas que se han im pue sto, una biológica y ot ra me-cánica: el grupo com o orga nismo viviente, donde lo moral es pe nsad o por ana logía con tejidos y órganos, y e l grupo com o máquina servicial, donde la a ut os ugestión está representada por analogía con el feed-ba ck. Estas metáforas no están va cías de sentid o. Pero no se fundamenta un a cien cia s obre sentid os implícit os ni s obre comparaciones popula res.4 La desconfianza de los autores hacia el uso de metáforas parece excesi-va. Por lo menos en este pasaje no parecen discernir entre su utilidad heurística y su poder de fascinación, que puede engendrar seudoteorías cerradas a toda comprobación. Pero es compartible su malestar con la imprecisión autocomplaciente de buena parte de las teorías del grupo en circulación.

Para peor, algunas teorías pretendidamente generales han sido cons-truidas desde la familiaridad del investigador c on un tipo particular de grupos. Tanto Bion5 como Pichon6 se interesaron inicialmente en grupos encuadrados institucionalmente, en los cuales metas y tareas tienen más importancia estructurante que en grupos espontáneos construidos a par-tir de afinidades. La propia Ana María Fernández, de cuya aspiración teorética no se puede dudar, se interesó sobre todo en el grupo terapéu-tico.7 La mayor parte de la investigación experimental sobre grupos pro-dujo sus propios objetos de observación, como no podía ser de otra ma-nera, infiriendo de allí propiedades generalizables a “los grupos”, sin más, como si ello no requiriera poner en claro las mediaciones que per-miten pasar del cobayo al espécimen silvestre. En este caso, sin embar-go, el experimen talismo se encontró con sus propios límites: la escuela de Ginebra, depositaria de la tradición piagetiana, logró fin almente dar cuenta del grupo experimental como dispositivo para poner a prueba a escala reducida las con diciones exactas de situaciones reales (grupales o no).8 Desde esta perspectiva, el grupo experimental guarda con los

3 Ibíd.: 29. 4 Ibíd. : 15.

5 W. R . Bion: Experiencias en grupos. Barcelona: Paidós, 1980.

6 A lo largo de toda su obra, de la que puede ser buena muestra, en este punto, El proceso grupal, Buenos Aires: Nueva Visión, 1985.

7 Op. C it. supra, Cf. nota 1.

8 Cf. Willem Doise, Jean-Claude Deschamps y Ga briel Mugny: Psicología socia l

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pos “naturales” el mismo tipo de relación que cualquier sujeto experi-mental respecto al campo fenoménico con el cual queda ligado por un marco teórico preciso.

En otro extremo, algunas teorías del grupo llegan a ser tan abarcativas como para designar con ese nombre

cualquie r cas o de acción colectiva en la vida real, como un ejé rcit o e n una batalla, una masa manifestándose, un partido político en una con-vención o, inclus o, una nación al borde de algún a contecimient o hist óri-co de im porta ncia9.

Por cierto, en este caso aparece, además, otro problema, del cual no es-tán exentos los autores previamente citados, de diferente manera: el en-cuadre teórico adoptado produce otro tipo de recorte en el objeto, que aquí es visto casi exclusivamente en la dimensión cognitiva (de ahí el valor otorgado a la emergencia de la identidad como umbral de la exis-tencia del grupo), así como en Bion, Pichon o Fernández puede pasar a primer plano una dimensión afectivo-fantasmática.10

Es casi obvio decir que, como suele suceder en las ciencias humanas y más allá de ellas, las opciones teóricas (y metateóricas) del investigador inducen nuevas fragmentaciones del objeto. Lo dicho sugiere la con ve-niencia de leer críticamente cada una de las propuestas con las que un a se encuentra (comenzando por las aquí presentadas).

En todo caso, n o es posible despojarse de cargas metateóricas, ni hay observador exento de subjetividad (precisamente por ser sujeto). Una vez más, aun sin que los propios in vestigadores lo perciban, sus voces se suman a la polifonía, tejen (a veces a ciegas y como sin querer) un discurso social que, por la observancia de ciertas reglas de composición, consideramos cien tífico.

Desde quien se asoma al conocimiento de esta ingente acumulación, sin esperanzas de abarcarla entera y sin poder articular ajustadamente ni siquiera aquella parte que llega a alcan zar, es demasiado fácil la actitud crítica hacia lo que cada un o ha ido aportando. Nada fácil, en cambio, resulta arriesgar una síntesis.

Mucho más modestamen te, se tratará aquí de sumar una voz al coro, guiados por afinidades electivas sólo en parte advertidas, con la inten-ción de indicar los bordes de algunas diferencias y de insinuar, cuan do sea posible, conexiones que ayuden a orden ar el campo. Dada la impor-tancia que concedo a la noción de vínculo, se apostará a bosquejar una

9 John C. Turner: Redescubrir el grupo social. Una teoría de la categorización del yo. Ma-drid: Morata. 1990: 26.

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concepción provisional del grupo a partir de la polaridad entre redes vin culares y redes institucionalizadas.

Propongo, en primer lugar, distinguir dos grandes modelos de construc-ción de redes sociales, que, distinguibles tipológicamente, se entretejen múltiplemente en los procesos fácticos.

El primero de ellos puede ser descrito como una red de comunicación cuyos nodos están ocupados por actores individuales, y que permanece regida por la articulación entre las matrices vinculares de que éstos son portadores.11

El hecho de que lo que aquí denominamos “vínculos” sean intrasubjeti-vos (aun que construidos en el curso de la historia de las relacion es so-ciales en que se ha construido la persona misma) da cuenta de la persis-tente necesidad de hablar de “psicología del grupo” o de “grupo psic o-lógico”, a riesgo de convocar el fan tasma de una men te grupal.12 Se po-dría c onsiderar estas redes como casos de lo que Luhmann13 llama “sis-temas de in teracción”.

En el otro polo se sitúan redes de comunicación e interacción regidas por sistemas de valores y normas explícita y formalmente contenidos en el discurso público, ya sea que provengan del contexto social en el cual dichos sistemas emergen, que se in stituyan autónomamente en él, o que resulten de alguna combinación de estos dos procesos típicos.

Hecha esta distinción básica, propongo considerar grupo a todo sistema de interacción diferenciado en el interior de un contexto social dado (dotado, por consiguiente, de identidad), regido predomin antemente por la expresión de las matrices vinculares de que son portadores los sujetos que en ella participan, sin perjuicio de estar sometida hasta cierto punto a las constricciones resul-tantes de atravesamientos institucionales14 provenientes del entorno.

De esta distinción se infieren algunas consecuencias:

a) Se hace posible replantear el trillado problema del tamaño de eso que llamamos grupo. El número de actores individuales involucrados no es un factor diferencial que actúa, pitagóricamente, por la magia del núme-ro como tal (alg o que parece sugerido por la costumbre de hablar de

11 Las categorías “vínculo” y “matriz vincular ” son estudiadas en la Uni dad 2. 12 Las vacilaciones a que ello lleva pueden ser ilustradas por la casi pintoresca erran-cia de Turner en su libro citado antes, que promete en el título hablar del grupo so-cial, se interroga en la segunda línea de la introducción por un grupo social y psico-lógico y al final del segundo párrafo dice grupo psicopsico-lógico (o, estrictamente hablan-do, sociopsicológico). Cf. Op. cit.: 24.

13 Cf. Niklas Luhmann: “Sociedad e interacción”, cap. 10 de Si stema s sociales. Linea-mientos pa ra una teoría general. Luhmann sería más radical en la exclusión de los sis-temas psíquicos, pero en esto no sigo su propuesta.

14 Sobre este concepto, ver Leonard o Schvarstein: Psicología socia l de la s orga

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grupos pequeños). Pero la posibilidad de que la red sea configurada pri-mordialmente desde el vínculo decrece con el incremento del número de participantes, por cuanto se dificulta la copresencia cara-a-cara entre todos los actores y se crea un espacio adecuado para la c onstrucción de un orden institucion al “objetivo”.

b) Desde este punto de vista las organizaciones no son meramente gru-pos grandes, sino redes principalmente configuradas a partir del orden institucion al. Lo cual permite diferenciar entre grupos y microorganiza-ciones, con arreglo a un criterio estructuralmente más relevante que el meramente cuantitativo.

c) La definición propuesta respalda c onsistentemente las orientaciones metodológicas (en la investigación y en la praxis) que hacen lugar a un análisis multidimensional de la realidad grupal, haciendo posible su-perar, integrando sus términos, las dicotomías (c onsciente/inconscien te, cognitivo / afectivo) que han insumido tanta energía dialéctica a lo larg o de la historia de la disciplina.

d) A la luz de la definición adoptada se hace posible, por añadidura, entrever con mayor claridad la articulación entre lo inconscien te (que corresponde al orden psíquic o) y lo indecible (propio del orden comuni-cativo), lugar donde suelen encallar las metáforas salvajes proliferantes en el discurso acerca del grupo. En ambos casos es decisiva una opera-ción de desalojo (Verdrängung): de la conciencia en el orden psíquico, del discurso público en el comun icativo. Una analogía estructural y un a función de refuerzo recíproco religan doblemente ambos planos, sin que por ello sea necesario confundirlos.

La cen tralidad que en esta perspectiva adopta lo discursivo en la con s-trucción y reproducción del grupo ha alentado la idea de an alizar el proceso grupal como discurso. La idea tiene fuerte valor heurístico, en tanto discurso y acción están estructurados secuencialmente y son por-tadores de sentido. Inclusive, provee las bases para una aproximación metodológica sumamente fecunda al estudio de los grupos. Pero puede conducir a todo tipo de equívocos, si no se tiene en cuenta que la simili-tud entre secuencias discursivas y secuencias pragmáticas no equivale a identidad entre ambas.15

3.2

Estructuras. Liderazgo. Pro ce so s decisorios y fenóme-nos de influencia en los pequeños grupos. Teoría y aplicaciones.

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La noción de estructura tiene una larga tradición en psicología social, allí donde se entretejen el funcionalismo estructural sociológico con una parte del c ognitivismo psic ológico (y hasta, Parsons mediante, una gotas de psicoanálisis leído desde la preocupación por el control social16). La definición propuesta más arriba17 in volucra la idea de que todo grupo posee cierto grado de organización, man ifestado por ejemplo en la asig-nación de diferentes roles a sus integrantes. Es de esto que hablamos cuando decimos “estructura”, precisamente, y es sobre esto que se han invertido los mayores esfuerzos de la investigación sobre grupos. En pleno auge de los estudios sobre los pequeños grupos, un distinguido académic o de la Sociología los evaluaba con acritud:

L os in vestigadores ign oran de un m od o asombros o los est udios más importantes en los campos de los problemas que in vestigan.

A pesar de la fuerte inclina ción de nuest ros explorad ores a las pesadas “concept ualizaciones” y “teorizaciones”, s us conce pt os, definicion es, hipótesis y formulaciones son not oriame nte torpes, vagos y defect uos os —lóg ica, semántica y empíricamente—. Muy raramente, si es que l o hacen, re velan un mínim o de claridad, lógica o iluminadora penet ra-ción.

Sus descubrimient os abundan en perog rulladas, rectas y errón eas; en multit ud de propos iciones ta ut ológicas; en proposiciones válidas labo-riosamente conseguidas, pero descubie rtas mucho antes de ellos; e n n umerosas con clusiones un ilaterales, en part e ciertas, pero en parte fal-sas, a pesar de que se han hecho form ula ciones adecuadas por in vesti-gadores psicosociales previos; en una plét ora de “polvos y col orete ” seudoexperimentos, índices seud ocuantitat ivos, terminolog ía seudo-cient ífica, se udoartefact os, etc. —que ocult an el rostro defect uoso de sus teorías y procedimient os; y, por últim o, con una sobreabundancia de pretensiones m uy ambiciosas s obre s u pa pe l vangua rdista, y en un a s obrea bundancia de felicitaciones m ut uas e ntre los miem bros de “ clu b cerrado”. Paseando rea lmente por un parque bie n cuidado, se pintan a sí mism os com o grandes e xploradores y pioneros que descubren tierras hasta ahora desconocidas.18

Téngase en cuenta que el blanco de las iras de Sorokin no es ningún in-vestigador de segun da fila, sin o nombres tan famosos como Moreno, Lewin, Bavelas, Bales, Homan s. Lo sustancial de esta crítica apunta, más allá de señalamientos de índole metodológica que merecen ser atendi-dos, se refiere a una doble falencia de los fundadores de la “dinámica de

16 Cf. Tal cott Parsons: El sistema social, Madrid: Alianza Editorial, 1988,

especialmen-te el Cap. 6:193 ss., et passim.

17 Pero lo mismo valdría para cualquier otra de las que habitualmente circulan en los ámbitos psicosociológicos.

18

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grupos”: por un lado, su pretensión de que los pequeños grupos son modelos adecuados para c omprender el funcionamiento social en cual-quier tipo de grupos (es decir, en cualcual-quier nivel de estructuración de la vida social); por otro, su curiosa ignorancia de todo lo que ya se llevaba investigado, a esa altura, por otras vías, y que daba a sus resultados de investigación un aire de novedad inmerecido.

Pese a todas estas reservas, el estudio de las estructuras de los (peque-ños) grupos se abrió camino y ha pasado a formar parte de los marcos teóricos utilizador constantemente por quienes intervienen en situacio-nes sociales donde la grupalidad es relevante.

La estructura de roles, las formas y proc esos de liderazgo, los procesos de influencia y conformidad, han sido examinados una y mil veces, y se ha acumulado una espesa literatura al respecto, dentro de la cual es po-sible encon trar muchos in strumentos utilizables en la intervención, to-madas todas las precauciones del caso. La propia tradición pichonian a se inscribe den tro de esta c orriente, no sin agregar sus propios aportes y disidencias.19

En torno a estos problemas clásic os de la investigación sobre grupos se entreteje la cuestión del poder, uno de los problemas centrales de la so-ciedad en que vivimos (y de toda soso-ciedad humana, como ya ha sido vis-to).

Sin embargo, no es la única lectura posible del término. En una perspec-tiva freudiana, por ejemplo, estructura y dinámica se reclaman y se en ri-quecen recíprocamente, bastante más allá de las contradicciones en bus-ca de solución en que tropezaba Parsons. Introduzco aquí una cita, ape-nas como invitación a releerla y repensarla en su contexto20:

El conce pt o de estruct ura grupal, ent onces, debe delimitar un tipo espe-cial de determina ción (estruct ural) de los efe ctos como res ultantes de le-yes del sistema grupa l, inferibles a partir de y a través de los dat os em-píricos, cuya inteligibilidad sólo se alcanza en y desde una “ot ra es ce-na”. La inteligibilidad de una estruct ura manifiesta (de liderazgo, de com unicación) descripta y perimetrada —a veces en forma magistral — por la “Dinámica de Grupos” o “ Sociometría” tradicionales, s ólo se al-canza rá, cons idero, en y desde la perspectiva de una est ruct ura latente, corres pondie nte al orden de lo determina nte. Estruct ura grupal que ope-ra desde una “latencia” con rela ción a la concien cia de los a ct ores, por-que dicha con ciencia —desde una pe rspe ctiva psicoanalítica — se

19 Una buena a proxi mación a estos temas está contenida en: J. Francisco Morales, M ª Soledad Navas y Fernando Molero: “Estructura de grupo y liderazgo”; Francisco Gil y Miguel García Sáiz: “Los procesos de influencia social en el grupo”; Pilar González López: “La eficiencia en los grupos”, en: Sabino Ayestarán: Op. Cit., 79-151. Este ma-terial va acompañado de frondosa bibliografí a, para quien quiera saber más sobre el punto.

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tra, ella también, como las percepciones, mem oria, atención, etc., s obre-determinada: los integra ntes de un grupo son “s ujet os sujetados”, act o-res y eje cut oo-res en una es cena manifiesta de tramas gestadas en otra es-cena latente.

El lugar del poder se agudiza en torno a la cuestión del liderazg o y la de la influencia grupal (influencia parece ser, a veces, el casto eufemism o detrás del cual h ay que leer poder, y hasta la mala palabra dominación).21 Alrededor de ellas c omparecen no sólo las consideraciones relativas al orden, sino también al funcionamiento eficiente (dicho de otro modo, a la productividad) de los grupos. Del tratamiento de estos temas ha de-pendido en gran medida el éxito (y el financiamiento) de la psicología social.

Esta comprobación puede llevar c onsigo el riesgo de suponer que todo este aspecto de la teoría de grupos es un engendro de la sociedad capita-lista en que vivimos, y que una praxis liberadora exigiría una decidida ruptura con este tipo de enfoque.

Cabe preguntarse, críticamente, si esta conclusión es sostenible. En la medida en que los grupos asumen múltiples funciones en el interior de todo sistema social, la efectividad de su acción (por ejemplo) ha sido tematizada por la sociedad capitalista, pero n o se agota con ella. ¿En qué medida la productividad de los grupos sigue siendo una preocupa-ción válida en el supuesto de una organizapreocupa-ción social diferente de la que nos ha tocado en suerte? ¿Es posible erradicar de las preocupaciones centrales de una praxis liberadora los problemas de la productividad de los grupos? En esa perspectiva, ¿se trata de cen surar lo aportado por la investigación “burguesa” o de releerla críticamen te? Una vez más, las preguntas quedan abiertas, y se encomienda a los estudian tes hacer una lectura crítica de algunos textos que trabajan estos puntos22.

21 Una lectura estrictamente psicosociológica sobre esta materia, recomendada para

quienes quieran reflexionar con mayor profundidad: Tomás Ibáñez: Poder y Liberta d. Barcelona: Hora, 1983. El libro, luj o aparte, está prologado por Robert Pagès.

22 Ver también: Serge Moscovici (ed.) Psicología Social I (Barcelona: Paidós, 1985): Doise, Willem y Serge Moscovici: “Las decisiones en grupo”. Específicamente, el te-ma de la influencia social es objeto de un muy interesante tratamiento en la Parte

Primera, sección 2, de Willem Doise, Jean-Claude Deschamps y Gabriel Mugny:

(10)

3.3

Relaciones intergrupales: una mirada sobre el prejuicio y el conflicto. La cuestión del grupo mínimo y la noción de identidad social.

Cuando tomamos distancia de lo que acontece en el interior de los gru-pos y consideramos el problema de las relaciones intergrupales, el tejido de la sociedad, en su dimensión macroestructural, vuelve al primer pla-no. Con él, aparecen dos temas cuya relevancia desborda también el campo de los “pequeños” grupos: el prejuicio y el conflicto social. Los grupos actúan (e inter-actúan) toda vez que los actores que a ellos pertenecen actúan (e inter-actúan) en tanto que pertenecientes a algún grupo. Sutilizando un poco, se podría decir que las relaciones intergru-pales se dan también dentro de la vida mental de un mismo y solitario actor, en la medida, por ejemplo, en que sus pertenencias a diferentes grupos entran en conflicto o se refuerzan recíprocamente. Pero, sin lle-gar a tanto, puede ser fácil de entender que los actores se comportan como miembros del grupo en tanto son portadores de representaciones, valores, pautas propias del grupo al cual pertenecen, y que esas repre-sentacion es, valores y pautas determinan su acción. Aquí, exactamente, la relación de ida y vuelta entre los aspectos cognitivos y pragmáticos de la acción social se vuelve patente: n o solamente la acción está “guia-da” por la cognición, sino que ésta construye la distin ción entre “noso-tros” y “los o“noso-tros”, entre agentes y destinatarios de la acción: la identi-dad del grupo (asumida por vía de identificación en cada sujeto, hasta el punto de con stituir parte de su subjetividad misma) es producida y re-producida en la imagen que cada uno tiene de “nosotros” y de “los otros”. Y aquí radica y encuentra su función el prejuicio.

No se desarrollará el tema en esta guía. Se remite, en cambio, al primer capítulo del texto de la Escuela de Ginebra, titulado precisamente “Los prejuicios en acción”23 , y al reexamen que Stephen Reicher24 realiza acer-ca de un conflicto que había sido analizado, déacer-cadas antes, n ada menos que por Floyd Allport, cabeza de la más individualista de las psicologí-as sociales que en el mundo han sido.

Para la cuestión del grupo mínimo y la noción de identidad social, recu-rrir asimismo al documento 10.

3.4

Grupos y Equipos. Semejanzas y diferencia s a tener en cuenta en la interacción.

23Doise et alii: Op. C it, 5-28.

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Que los equipos están de moda, sobre todo en el ámbito de las organiza-ciones, es poco discutible. Por ejemplo, se pueden cotejar los párrafos iniciales de dos enfoques recientes del tema. El primero dice así:

Existe un claro conse ns o e ntre los especialistas de psicología industrial y orga niza cional e n considerar al “e quipo de trabajo” como la piedra ang ular de las organ izaciones fut uras [...]. Ello se de be, en bue na medi-da, a la cre ciente complejidad de las tareas que de be n realizar los traba-jadores. La eje cución de tareas complejas re quie re, normalme nte, la co-laboración de varias pers onas. Es important e subrayar esta primera ra-z ón para j ustifica r la necesidad de los equipos de tra bajo: es la mism a

tarea la que exige la rea liza ción del trabajo en equipo. Est o sign ifica que la incapacidad o la dificultad para tra bajar en equipo s upone reducción de productividad y, por lo mism o, pérdidas econ ómicas.

P ero también las pe rsonas exigen una ma yor pa rticipación en la organi-zación, ejecución y control de la tarea. A me dida que sube el nivel cul-tural de los tra bajad ores y la dem ocracia se impone como la mejor for-ma de organización política, la participación de los trabajadores en la t oma de decisiones que afe ctan a su tra bajo se hace cada vez más ne ce-saria.25

Y así se expresa el segundo:

El trabajo en equipo se ha instalado en el ámbit o de las organizaciones como una as piración altame nte valorada. Mucho de ello se debe tal ve z al enorme espacio y al tiempo que ocupa en nuestra s ociedad el deporte profesional. L os log ros de los equipos de clubes y na cionales se festeja n h oy día como se festejaban antañ o los triunfos en las batallas y en las g uerras. Y much os e ntrenadores s on cont ratados por las más grandes corporaciones pa ra instruir a s us empleados acerca de los requisit os pa-ra ser un equipo exit os o.

Esto tiene sin duda conn otaciones ide ológicas que exceden los a lca nces de este trabajo. Me limit o a señalar a este respe cto, que por esta vía se instit uyen dis positivos de identificación y de pe rtene ncia a la com uni-dad que s ustituyen a ot ros basados en ideas y va lores más ele vad os; y que al erigir el de porte profesional en tema de con versación ins oslaya-ble y cotidiana, se pretende ocultar, a mi juicio, otras penosas realida-des tales com o la realida-desigualdad social, la injusticia, el ham bre y las en-fermedades, por sólo mencionar algunas.26

El lector atento de ambos textos discernirá, más allá de la coincidencia en comprobar la importancia conferida al trabajo en equipo, diferen cias de enfoque notorias. Puede ser un buen ejercicio el de identificar clara-mente estas diferencias.

25 Sabino Ayestarán y Javier C errato: “La creación de equipos de trabajo en las orga -nizaciones”, en Ayestarán: Op. Cit.:233-249. La cita proviene de la página 233.

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En la continuación de su trabajo, Ayestarán y Cerrato se adentran en la consideración de tres formas de organización de trabajo en equipo que han conocido cierto auge y sobre las cuales existe una abundante biblio-grafía académica: los círculos de calidad, los grupos semiautónomos y los equipos de investigación y desarrollo. Los interesados encontrarán una buena exposición introductoria y abundantes referencias bibliográficas en el text o citad o.

Nos limitaremos a subrayar aquí algunos lineamien tos centrales del tex-to de Schvarstein. Este autex-tor, a quien ya conocemos desde el curso de Psicología Social I, parte de la definición de grupo acuñada por Pich on Rivière27:

C onjunt o restringido de personas que, ligadas por constantes de tiemp o y es pacio y articuladas por s u m ut ua re pres entación interna, se propo-nen en forma explícita o implícita una tare a que constit uye su finali-dad, interact uand o a tra vés de com plejos mecanism os de as unción y ad-judicación de roles.

Admite Schvarstein que la definición alberga ambigüedades, pero les adjudica un valor positivo en cuanto han permitido avanzar en el cono-cimiento de un campo fenoménico amplio y poco estructurado. Dentro de ese campo destaca la existencia de una variedad particular, el equi-po, que se especifica a partir de ser un tipo de grupo dotado de un obje-tivo común y de una exigencia de responsabilidad de los participantes en cuanto al logro de dicho objetivo. En palabras del autor comentado:

• El camin o del grupo al equipo es equipara ble al que hay ent re la

ambigüedad y la espe cificación. Dicho de ot ra manera, la defini-ción de grupo ofrece ma yores má rgen es de ambig üedad que la de equipo, y el pasaje del grupo al e quipo en la orga niza ción im pli-ca un a va nce en la dirección de la efipli-cacia y de la eficiencia en el logro de los objetivos y en el cumplimient o d e las tareas.

• El pasaje del grupo al equipo im plica la es pecificación de los si-g uientes parámetros:

- un propósit o com pa rtido y significativo para sus miem bros y para la organización;

- los objetivos y metas asociados a dicho propósit o, s us al-cances, los planes para cum plirlos y los criterios pa ra eva-luarlos y los indicadores para medirlos;

- los roles de los m iem bros, adjudicados en ba se a la utiliza-ción com plementaria de sus conocimient os y ha bilidades;

- los mét odos de trabajo para lle var a cabo las actividades que cond ucen al logro de los resultados;

27 En El proceso grupa l, Buenos Ai res: Nueva Visi ón, 1975. Trascrito según cita en

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- una actit ud de cooperación ent re los miem bros, fundada en la con vicción de que e l res ultado pretendido sólo puede ser alcanzado con el esfue rz o y el compromis o de todos.

• La especificación de los pa rámetros que definen al equipo nunca puede ser com pleta. De manera análoga a la existencia de un re-sto incons ciente e n ps icoanálisis, y en virtu d de la am bigüedad inhe rente a la com unicación humana que t ra nscurre en el le ngua-je, siempre queda rá un resto por es pecificar (y por entender) que permane cerá no form ulado, no estruct urado, informe.

• La relación e ntre ambigüedad y especificación es dialé ctica, por-que la ambigüedad es la negación de la es pecificación y el proce-so que va en dirección a esta última nun ca termina, ya que cad a nue va especificación trae apa rejado s u propio marg en de am bi-güedad. En este sentido, el proceso de es pecificación es análog o a la ca racteriza ción que Sartre hizo del g rupo com o t otalidad in-acabada, siempre en curs o (Sa rtre, [Critique de la raison dialecti-que]).

Se concluye ent onces en que la relación e ntre grupo y equipo de tra bajo también es dialéct ica, y que, desde e sta pers pe ctiva, am-bos s on m oment os de la prog resión del cole ctivo ha cia la resolu-ción de su tarea.

• El hecho de que la relación ent re am big üedad y especifica ci ón sea dialéctica im plica que el m ovimient o e ntre ambos moment os n o es unidire ccional. P or un lado, se transita del grupo al equip o por vías de la espe cificación de los parámetros señalados. P or e l otro, el equipo se t ransforma en grupo cuand o se “en cuent ra ” con las ine vita bles ambigüedades de sus especifica ciones. Grup o y equipo son, en este sentido, dos moment os de un proces o dia-léctico refe rido a un mism o conjunt o de pers onas, y el pasaje del equipo al grupo no significa una “re gres ión”.

• El pasaje de un moment o a ot ro no es ne cesariamente product o de la voluntad de los miembros ni de la organización que los contiene. Un grupo puede transformarse en equipo a pesar s uyo, por imperio del context o o de las circunstancias. Un equipo d e tra bajo de vendrá en grupo cua ndo t ransite por sus bordes, cuan-d o se acerque a sus límites, cuancuan-do ope re fue ra cuan-de las concuan-dicio- condicio-nes preestablecidas y emerjan las ansiedades que ello provoca a sus miem bros.

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u-ma de sus partes” (Morin, [El método. La naturaleza de la Naturale-za]).

• Las fuentes de las ansiedades que surgen en los e quipos de tra-baj o son internas y externas. F uentes externas s on la incidencia del contexto organizacion al y del ent orn o más amplio, que intro-ducen varia bles no cont roladas por el propi o equipo. Fuentes in-ternas s on las dificultades que emergen de la tarea misma y las actitudes de los propios m iem bros frente a ella. Estas ansiedades deben ser e xplicitadas y ela boradas si se pretende progresa r e n la dirección del cumplimient o de los objetivos del equipo, y tal ela bora ción se produce en los mome nt os de grupo.

• Se “ga na” y se “pie rde” cuando el grupo va hacia el equipo, y cuando el e quip o va hacia el g rupo. De l grupo al e quipo se gan a en eficacia, eficiencia, productividad, cohesión, s olidaridad. De l equipo al grupo se gana en refle xión, ela boración, es pontanei-dad, aut onom ía (entendida como la capacidad de operar en con-diciones distintas de las inicialme nte establecidas).

La relación dialéctica entre especificación y am bigüedad no es la única que motiva el pasaje del moment o del equipo al grupo y vice-versa. La interacción social e ntre sus mie mbros en el marco de l cumplimient o de una tarea, e l ca rácter im plícito que la misma puede adquirir según la definición de grupo que hem os considerado, las diversas necesidades que se satisfacen e n el proces o, permiten aña-dir las siguientes dialécticas.

• El moment o del equipo está signado p or la orienta ción a la satis-facción de los intereses técnicos del conjunt o, aque llos que pro-mue ve n el control y la ma nipulación del medio ambiente y da n cuenta de la actitud de “ las pe rsonas ante las cosas”. En el m o-ment o del grupo, prevalecen los interese s prácticos que condu-cen a cada uno de sus miembros e n dirección al e ncuent ro con los ot ros s ujet os pa rlantes y actuantes de su ent orno, y que po-nen de manifiest o la actit ud de “la pers ona ante las pers onas ” (Habermas [Knowledge and Hu man Interest]).28

• La sucesión de m oment os de grupo y de equipo puede ser consi-derada com o un discurso caracterizado por las argumentaciones acerca de cuatro pretensiones de validez que se hacen problemá-ticas (Ha bermas, [Teoría de la acción comunicativa]). Las preten-ciones de verdad de los conten idos prop osicionales y de inte ligi-bilidad de los enunciados, en tant o rela cion adas con la es pecifi-cación, rigen los m omentos de equipo. Las argumentaciones e n

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t orno de la rectit ud de las intenciones y de la confianza de las re-laciones signan los m omentos de grupo.

• En cons onancia con lo anterior, y desde el marco concept ual de los sistemas s ocioté cnicos, la explicitación de los objetivos de un equipo y de los criterios de eficiencia para logra rlos, da cuent a de la dimensión técnica de su existencia, que siem pre coexiste con ot ra dimensión social en la cual se establece n y se desarro-llan los vínculos P ich on Rivière [Op. Cit.]) entre sus integra ntes. • Tales vínculos se establecen e ntre los miem bros prep

onderante-mente en fun ción de s u carácter de actore s, y en este sentido son más com plejos y trascienden las rela ciones que se impone n ent re ellos exclus ivame nte com o personajes al se rvicio de un objetiv o (Goffman, [Internados]).

• El moment o del equipo está ine quívocamente señalado por la de-dicación de t odos sus miem bros al logro de los objetivos pla n-teados (tarea explícita), mient ras que e l m omento del grup o permite la ela boración de las ansiedades anteriorm ente señaladas que se gene ran en el trayect o (tarea implícita).

• El cum plimiento de la tarea se lle va a ca bo generalmente en e l marco de rela ciones de poder entre los miembros. Q uienes ocu-pan posiciones de liderazg o pueden ejercer este pode r e n form a más aut ocrática o democrática. A este res pect o, cabe n seña lar que cua nt o más coe rcit ivo sea el poder ejercido, mayor será la distancia que se esta blezca e ntre la pers ona (act or) y el rol que desempeña (pers onaje), y por lo ta nt o, ma yores ansiedades emer-gerán en el acontece r grupal. Ello t raerá a s u vez a parejada un a mayor necesidad de mome nt os “ grupales” y, dado el carácter coercitivo de la organización, tenderán a se pararse los es pa cios y los tiem pos del equipo y del grupo. Mient ras el prime ro transcu-rrirá e n los espacios y en los tiem pos “oficia les” instituidos pa ra la tarea, el segundo tenderá a manifestarse en los intersticio s

(los descans os, los pasillos, los bañ os, la cocina, el comedor) de la organización (Rousillon, [“Espacios y prácticas instit ucionales. La liberación y el intersticio”, en R. Kaës y ot ros]).

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LE CTURAS COMPLEME NTARIAS

Ayestarán, Sabino (ED.): El grupo como construcción social. Barcelona: Plural Ediciones, 1996

Bion, W. R.: Experiencias en grupos. Barcelona : Ediciones Paidós Ibérica, 1980 Ferná ndez, Ana María: El campo grupal. Notas para una gen ealogía. Buenos Ai-res: Ediciones Nueva Visión, 1989

Käes, René: El aparato psíquico grupal. Construccion es de grupo. Barce lona: Gra-nica Edit or, 1977

Lapassade, Ge orges: Grupos, org anizaciones e instituciones. La transformación de la burocracia. Barcelona: Edit oria l Gedisa, 1977

Pagès, Max: L a vida afectiva de los grupos. Esbozo de una teoría de la relación humana. Barcelona: Fontanella, 1977.

Pichon-Rivière, Enrique: El proceso grup al (Del psicoan álisis a la psicología social 1). Edición am pliada. Buenos Aires: Nue va Visión, 1985, Prólog o, págs. 7-12. Rome ro, Robert o R.: Grup o. Objeto y teoría. Buenos Aires: Lugar Edit orial, 1987 - 1995 (3 vols.).

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