Colección
Alborada
N.p
8
■//
(ur-n)
Treinta
y
tn
nm
pintísnm©
BIBLIOTECA NACIONAL
Interesantísima y auténtica re/ación de ladistinguidaedu cacionista chilenaseñora Mer cedes Echeverría de Vargas
W
Santiago
de ChileEsc.
Tip.
"La Gratitud Nacional" Avd. B.O'Higgins
2303Arzobispado
deSantiago
de ChileSantiago,
23de
Enerode
1937PUEDE REIMPRIMIRSE Y PUBLICARSE
Fariña,
V. G. S.Guzmán,
Prosecr.MMMMMiáMÉáMáá
Treinta
y tres
días
di
Espiritismo
i
Cdmo y por
qué
mehice
espiritista
•La historia del
espiritismo
se remonta a lospri
mitivostiempos, quizás
desde laépoca
de la crea ción delmundo,
o más bien desde nuestrosprimeros
padres
cuando habitaban en el Paraíso terrenal.. Perorefiriéndome al
espiritismo
dehoy, podría
mosfijar
la fecha reciente en que se nospresenta
con nuevas y misteriosas formas.
Cansado el
pobre Weekman,
que así se llama ba estehombre,
de tan misteriosoalboroto,
resolviópor fin irse a otra
parte
y abandonaraquella
habita ción.No había transcurrido mucho
tiempo,
cuando vi nieron a habitar la misma casa el matrimonio Foxcon sus
hijas
Catalina yMargarita.
•Pocos días
después
de lallegada
de esta familiaprincipia
nuevamente a sentirse la lluvia de golpa-zos hasta molestar a los Fox. Estos alprincipio
no le dieron granimportancia,
loatribuyeron
solamente a abundancia de ratas o ratones. Al efecto toma ron sus medidas para acabar con todos ellos. Sin
embargo,
con asombro se vio que no había tales bichos en la casa; y losgolpes lejos
dedisminuir,
aumentaron en fuerza y cantidad. Losgolpes,
li-jeros
alprincipio
tomaron enseguida
la forma y fuerza de martillazos o dechasquidos
delátigos.
Un día la señora
Fox,
fastidiada de tantabulla,
hace lapregunta
siguiente:
¿Quién
llama y mete tanto ruido? Losgolpes
cesaron alpunto.
La seño ra continuó haciendo variaspreguntas
y todas eranseguidas
de uncompleto
silencio. Se le ocurre preguntar:
¿Es
algún espíritu
el quegolpea?
Se sin tió entonces ungolpe
seco yprolongado.
Muchas otras
preguntas
sesiguieron,
pero no hubo contestación. Al fin dice la señora:¿Qué
edad tiene mihija mayor?
Se sintieron catorcegolpes,
claros y bien marcados.¿Y
mihija
menor? Die ron docsgolpes seguidos.
Era esto muy exacto; los
golpes
correspon dían a la edad de las niñitas.de él las mismas
pruebas
agregando
además otraspreguntas
que fueron contestadas en el acto; continuando un
diálogo
animado y asombrando por completo
a Mr. Fox.A
partir
de ese momento, corrió por todo el estado que el comunicarse con los seresinvisibles,
era moneda corriente.Pareciéndole al
práctico
señor Fox que la for tuna venía en subusca,
tomó la resolución de noperder
laoportunidad
que se lepresentaba
e hizo que tal novedad se la pagaran losyanquis
aprecio
de oro. Alefecto,
se trasladó a la ciudad de Roches-ter y abrió allí una oficina de comunicaciones con losespíritus
donde acudían lasgentes
a millares.Los
espíritus,
por suparte,
no ledejaron
mal. acudiendo con frecuencia a las citas que sepermi
tían darle las señoritas Catalina yMargarita
Fox,
heroínas o "médium" deaquella
que desde un principio
llamaron"Religión Espiritista".
A medida que avanzaba el
tiempo,
las apari ciones de todogénero
se sucedían. Enfin,
las trans formaciones iban en aumento y lacaja
de Mr. Fox se llenaba de oro conrapidez.
Los Fox tuvieron la habilidad de
ayudar
a losespíritus, proporcionándoles
una clave que les hi ciera más fácil la comunicación con losvivos,
la cual consistía en dar tales y tantosgolpes
para cada una de laspreguntas
másusadas,
y losespí
ritus laaceptaron
gustosísimos.
Pero como esto sería discurrir muy poco, por que así no
podría seguirse
una conversación sino amedias,
acordaron servirse del abecedario y de laescritura;
así de ese modopudo llegar
a estable— 6 —
Tal noticia no
podía
menos depicar
la curiosidad de
muchos,
así es que la familia Fox tuvo nu merososcompetidores;
pero ellos como descubrido
res .tuvieron
siempre
preponderancia
sobre los demás. Noticia de tal
magnitud
nopodía quedar
solo entre losamericanos;
llegó
muy en breve a Europa y con la
rapidez
del rayo,esparcióse
por todos lospaíses, distinguiéndose
por su entusiasmo lasciudades de
Turín, Londres,
Genova,
Veneciay otras en que se dieron
repetidas
sesionespúblicas
dé espiritismo
a las cuales asistían personas derespeta
ble
posición
social.Pasaré ahora a referir cómo y por
qué
me hiceespiritista
:Esto fué solo debido a una casualidad:
Jamás había llamado mi atención todo cuanto se relaciona a
hechicerías,
mesasgiratorias, espi
ritismo o cosasparecidas.
Siempre
creí que todo esto no era más quepérdida
detiempo
y purassupercherías:
de consiguiente
siempre
me creí a cienleguas
distante delespiritismo.
Fui una noche a hacer una visita a una respe table familia
amiga
mía.A mi
llegada,
notéalgo
extraño enaquella:
reunión;
ciertafrialdad,
que francamente me mortificó un tanto. En un instante
llegué
a creer quemi visita era
inoportuna
y fué para mí un momento de confusión. La dueña de casa, amable e inte
ligente
señora, muyluego
mequitó
tal idea. Me dijo:
"Estamos en una sesión deespiritismo, ¿qui
siera usted ver?" Yo mesorprendí;
pero en el acto contesté a miamiga
que sí.Acepté
más bien por no— 7 —
*
Me
fijé
entonces que al extremo del salón ha bía unapequeña
mesa y mediodiseminados,
cerca de ella, varias señoritas y caballeros que se habían levantado en el acto de millegada.
Al oír la voz de mi
amiga,
que les hacía continuar, cuatro personas se sentaron alrededor y
extendieron sus manos sobre la mesita.
En ese momento la sala
quedó completamente
silenciosa;
nadie hablaba: las cuatro personas dela mesa
permanecieron
serias ycabizbajas.
Yo por mi
parte,
no me daba cuenta de lo que estabapasando;
mefijaba
en cada una de las personas, las cuales
permanecían
absortas;
parecía
quea todos se les había olvidado que hacía apenas un momento que yo había
llegado. Quise
hablar y nome
atreví;
ni halléquién
estuviera endisposición
de oírme.
Por fin, al cabo de diez minutos de
religioso
silencio,
una de las cuatro personas que rodeaban la mesa, hizo estapregunta: ¿Hay
aquí algún espí
ritu ? La vozacompasada
y el tonobajo
en que fue ronpronunciadas
yluego
losojos fijos
en un solopunto
de la mesa, me causaron tanta extrañeza que nopuedo
explicarlo.
Estepersonaje
era unjoven
como de veinte y seis años deedad,
de semblantepálido
y unagorrita
depaño
que caía sobre su frente, no sé si sería para ocultar su rostro de las cua tro luces de gas que había en el
salón;
o porqueasí
podría
reconcentrar supensamiento
paraalgo
que lo
preocupaba
mucho: lo cierto es, que eljo
ven tenía en ese momento unagravedad particular.
Ahora que lo
sé,
puedo
decir queaquel joven
hacia de "médium" en esa sesión.— 8 —
¿Hay aquí
algún
espíritu?
Se lopreguntaban a:la
mesa.
Debo advertir que sobre la mesa había escri
to un alfabeto de la
lengua
castellana.La mesa dio un
golpe.
El "Médium"
dijo: ¿A quién
llamamos?Todos fueron de
opinión
que se llamara alespí
ritu de ungrande
homlbre,
de un héroemuy conocv
do de todos. Médium. —
Espíritu quién
sea que fueres di-nos¿podrá
venir elespíritu
de . . . ? La mesa dio ungolpe.
Médium . —
Bien,
puede
venir,
loesperamos!
Transcurridos cincominutos,
la mesa se movió a distintos lados.
Médium.—
¿Qué espíritu
hallegado?
La mesa
principió
a dargolpes,
de modo quecada tantos
golpes
correspondía
a una letra denuestro
alfabeto,
hastallegar
aformar,
con todaclaridad,
el nombre yapellido
del héroe que todospedían.
Cuando se anunció la
llegada
de este personaje,
no sólo el"médium",
sino todos los de la reunión lo saludaron con
respetuoso
cariño.El,
por medio de la mesa y con sus
respectivos
golpes,
formóla
palabra "gracias!".
Hasta entonces yo no hacía otra cosa que reír
me interiormente y mi sorpresa subía de
punto
al ver que con tantorecogimiento
y seriedadpudie
ran
jugar
con una mesa.¿Cómo
esposible, pensaba
yo, quejóvenes
inteligentes,
caballeros y señoras derespeto
estén haciéndose los que creen, y
puedan
permanecer tan formales.¿O
será por burlarse de mí? ¿Todas estas— 9 —
Médium.—
¿
Qué
sepregunta
alespíritu
de. . . ?' La señoraentonces,
me dio lapreferencia
para quepreguntara
algo
referente a mi familia. Indiqué
saber si mipadre,
ausente muchosaños,
vivíao nó.
E¿ "médium"
repitió
mipregunta.
La mesa contestó por un
golpe
que sí. Médium—¿En
qué parte?
La mesa formó con
golpes
laspalabras
siguientes
"Washington,
Lyberty
Street, número 2.221."Esto,
aunque mesorprendió,
no me hacía creertodavía.
Seguí
haciendo infinitaspreguntas,
las que el"Médium"
repetía
y la mesa con sistemática pun tualidad contestaba.Yo decía continuamente: Ustedes
muejven
lamesa!
A pesar de esto no
conseguí
queaquellos
caballeros y
aquellas
señoras,
dejaran
de estartranqui
lamenteserios,
como cuando se trata de un asunto de muchaimportancia.
El "Médium" continuaba
preguntando
y reci biendo con todapaciencia
las contestaciones de la mesa.Por último se me ocurrió hacer una
pregunta,
cuyo datosólo erasabido en esa reunión por mi misma y creí
imposible
que la mesapudiera
contestar.Pues, la mesa por medio de sus
golpes
contestócon toda exactitud!
El oir tal
contestación,
me causó gran asombro,
yquedé
comopetrificada,
no me reí ya; creí que había en todo esto un fenómeno desconocido— 10 —
saber
qué
pensar; larespuesta
que la mesa acaba ba de dar no
podía
ser casual.El
"Médium",
al verme tan seriapreguntó:
¿Se
haequivocado
acaso elespíritu?
Dije:
precisamente
es lo que que yopuedo
asegurar, que no se ha
equivocado.
El
"Médium",
dio por terminada lasesión,
despidiéndose
delespíritu
con toda cortesía y dándole lasgracias
por haber tenido la amabilidad de querer venir a hablar con nosotros.
Yo me retiré a mi casa muy
preocupada
con lo que acababa de ver. No deseaba creer; pero sí que ríaindagar
para cerciorarme por mí misma si fuera
posible,
qué
había de verdad.Deseaba saber si era un
juego
hábilmente coor dinado, o era cierto que losespíritus
venían. Tomé la resolución de hacerpruebas
hasta convencerme. Por otraparte,
me encontraba sin tener conquién
hablar confidencialmente sobre elparticular.
Al día
siguiente
teniendo muy en mi memorialo que los
espíritus
habían dichorespecto
de mi pa dre, escribí tres cartasdirigidas
a personas que re siden en EstadosUnidos,
enviándoles al mismotiempo
las señas delugar
calle y número de la casa habitada por mipadre.
Lespedía
también,
en casode que existiera, me enviasen un
telegrama.
Dada la
respetabilidad
de las personas aquie
nes medirigía
yo estaba segura quecumplirían
con exactitud mis encargos. Eso sí que tuve buen cui dado de no decirles en mis cartas, que tales noti cias las había obtenido por medio delespiritismo;
porque temí que esos señores, entre ellos uno que es
mi
propio
hermano, me tuvieran por loca.— 11 —
diera
semejante
paso.¡Se
trataba de unpadre
au sente tantos años!Me
dediqué,
pues, a hacer laprueba
de si po dríaconseguir magnetizar
la mesa.Arreglé
al al fabeto en la forma que se me indicó. Hicealgunas
preguntas
que me fueron contestadas con bastan tenegligencia.
Faltaba saber
quién
en mi casapodría
ser "Médium".Hice esta
pregunta
y la mesa valiéndose porprimera
vez delabecedario,
dio conligereza
losgol
pes necesarios hasta formar mipropio
nombre yapellido.
No
puedo
negar que tal revelación me llenó desatisfacción;
pues ya tendría yoamplio
campo para descifrar el misterio de lo desconocido; para tras mitir a los demás lo que enseñaran losespíritus.
¡Qué
de cosas útiJes iba a saber!¿Sería
verdad ;ae vinieran losespíritus?
Dicen eme son las almas de los que mueren: Entonces vendrían a mi llamado los bienaventurados que están en elcielo;
las almas de los que estánpurificándose
en elpurgatorio:
habla ríamos también con losdesgraciados
quedesprecian
laley
de Dios en este mundo porseguir
suspropios
instintos y allá habrán recibido elcastigo
de sus malasobras;
ellos mismos nos contarán todo esto. Consolaré a misamigos
dándole la buena nueva de cómo deben llevar susnegocios. ¡Oh,
sí esasí,
qué
grande
es elespiritismo! ¿Por
qué
todos no sonespiritistas
?Todas estas reflexiones me hice, y otras más cuando supe que
podía
servir de "médium".— 12 —
Todo el
tiempo
que misocupaciones
de dueña de casa me lopermitían,
me sentaba alrededor de la mesa con dos o tres personas que meacompaña
ban en esta tarea. Momentosdespués
la mesa semovía y los
golpes
no se hacían esperar.Cada
día,
el fluido o losespíritus
sepresenta
ban con más facilidad. La escritura era lenta a!principio, luego pude
hacerlo con sumarapidez.
Apenas
mis manos tocaban lamesita,
losespí
ritus sepresentaban
dando a conocer sus nombres.Pocos días habían trascurrido y ya la lista de los
espíritus
evocados era muylarga,
de nacionali dades distintas. Unos eran americanos, otros italianos, franceses,
españoles,
ingleses,
chinos,
ale manes, etc.Demostraciones de
golpes
en lostechos,
en laspuertas,
sombras,
durante y fuera de las sesiones no faltaban.En fin yo
progresaba
en el arte de losespíri
tus.Hubo vez que la mesa no
esperó
que yo fueraa
buscarla,
elia sola se vino a recibirme. En esta tareapasé
"treinta y tres días".¿Me
convencí de que elespiritismo
existe,
ie que es bueno, de que efectivamente vienen a nues tro llamado las almas de los que mueren?•<SS^«53B^«^K»*^K*K>«»
H
¿Existe
elespiritismo?
Creo que el
espiritismo
existe;
porque no seríasuficiente motivo que
dos,
tres o mas personas for men una cadenajuntando
las manos sobre una me sa y ésta se.mueva a voluntad del individuo que hace las veces de
presidente
o de "médium".Creo que al infiltrar el fluido sobre la mesa, éste sirve de trasmisor para atraer allí una inteli
gencia superior
que contesta a unapregunta,
queescribe,
que dagolpes,
que lee y trasmite alpapel
elpensamiento
de una persona.Que
a veces acierta con la hora y el momento, con la edad de una persona que no está allípresente
y que los que están reunidos también
ignoran;
conel año, mes, día y -hora en que murió tal o cual per sona etc.
Es
preciso
que la mesa entienda, lapregunta
que se hace para dar una
contestación,
porque si nofuera
así,
golpearía
al acaso, sin tino ni orden yno-
podría
formar unapalabra
hasta dar unacontes-ción. Mientras por el contrario se ve que
elige
con— 14 —
pregunta
quealguno
hace por allá retirado de lamesa.
Otras veces la mesa toma
parte
en laalegría
general
de lareunión,
corre,desviándose
de las manos que la
sujetan;
se le dice que baile y lo hace; vaya e inclínese delante de
aquella
persona v también lo hace.Me
ocurrió
en varias ocasiones entrara una pieza donde sin saberlo yo,
magnetizaban
y
eletri-zaban una mesa y esta corrió a mi
encuentro;
va rias personas se esforzaron ensujetarla
cargándo-dose en
ella,
y nopudieron conseguirlo
hasta quellegó
a mi yquedó
afirmada sobre mi brazo. En otra ocasión cité a unespíritu
a las nuevey media de la noche y como no me fué
posible
a esa hora acercarme a la mesa, a la misma hora convenida,
se sintieron fuertes"pasos"
en-lapieza
siguiente
ygrandes
golpes
en laspuertas.
Apenas
puse las manos sobre la mesa
principio
a moverse, y también mi mano derecha. Tomépapel
ylápiz
ymi mano escribió "He
llegado
conexactitud,,
meanuncié por pasos y por
golpes".
Me ha acontecido
también,
que estando sola yen actitud de
escribir,
apenas en miimaginación
hoformulado una
pregunta,
mi mano ha contestadoinmediatamente y he formado un
diálogo
mudo pormi
parte
y escrito por mipropia
mano. Las coa-testaciones de este extrañodiálogo,
me hacíanasombrarme,
porque eran contestaciones raras. Lo mismo que cuando dos personas tratan de un asunto
importante;
pero que no están de acuerdo en todo: el uno dice: "tal
razón",
el otro:"pero
hay
queagregar esto, porque daría tal resultado".—No
me
parece dice el
uno".:
"pues
es así dice el otro".me-— 15 —
sa
hay
"dos"voluntades, puesto
que el uno di&í negro y otro dice blanco. >Hay
entonces unainteligencia
que hace moverla mesa.
Un
pedazo
da madera n0entiende,
nohabla,
nopuede
obedecer,
niresponder
a unapregunta.
Dije
una vez: ¿enqué
estápensando
don Fu lano? caballero que estaba distante de la mesa.La mesa escribió por mi mano: "en tal cosa'. Era exacto; pero el caballero
dijo
en el momento:"pero
faltaalgo".
Mientras el caballero hacía estaobservación,
ya mi manocompletaba
elpensamien
to del caballero.Hay
personas que dicen: nohay
talespiritis
mo, es solo un fenómeno dehipnotismo.
Entienden por
hipnotismo
la trasmisión de la voluntad o elpensamiento
de una persona a otra.. Peroaquí
en lo que se llamaespiritismo
vemosque no
hay
trasmisión de lavoluntad,
porque al contrario vemos en eldiálogo
anterior,
el "mé dium" tenía una idea y la mesa o unespíritu
tenía otra.Ahora,
¿cómo
mi mano escribió elpensamiento
de una persona que se encontraba a gran distantir* de nosotros?¿quién impulsó
la voluntad del caballero para atraerla hasta mi mano?
Otro
ejemplo
nosprobará
que nohay
aquí
tras misión de la voluntad del "médium": una persona■escribió en un
papel algo, lejos
de la mesa, y en unsobre cerrado lo puso sobre ella: Me dice:
"que
conteste a eso". Por medio de
golpes primero,
y por la escritura
después,
recibió los datos quepedía
den tro del sobre y con exactitud.—
16 —
¡caso que antecede no ha habido modo de que se tras mita la voluntad.
Los
hechos,
la razón me dicen que existe elespi
■*saK»«^K»«a^«^^«<3£^
BIBLIOTECA
NACIONAL«F.CCION CHILENA
m
«
¿Qué explicación
tienen los fenómenos delespiritismo?.
. .En el presente
capítulo
meocuparé
en narraralgunos
diálogos
que tuve en distintas sesiones deespiritismo.
Omitirépor
completo algunos
de ellos, por creer losinconvenientes,
o porque teniendo quesuprimir
nombrespropios
se hace más difícil la redacción: Además necesitaríamos de muchoespacio
para refe rirlos todos.Señalaré para mayor facilidad y evitar
repeti
ción denombres,
lapalabra "médium",
con solo "M"y
"Espíritu"
con la inicial "E". 'Cuando me
introduje
alespiritismo, quise
observar con estricta
escrupulosidad,
todas lasreglas
del arte, es
decir,
hice lo que se medijo
que hacíanlos
grandes
espiritistas
cuando evocaban a los des carnados.Con la
mejor
intención y devociónprincipiaba
lassesiones,
dirijiéndome
a Dios parapedir
que alejara
alosespíritus
malos,jocosos
o burlones y man dara alrededor de ia mesa sóloespíritus
benévolos,
— 18 —
Hecha esta
oración,
con elrecogimiento
debido,
pedía
que viniera el"espíritu"
de ungrande
hombre,
si así me lopedían.
Momentosdespués
la mesa seponía
enmovimiento,
yarápido
olento,
según
el carácter que el evocado tuvo en vida.Desde los
primeros días>
no me cupo duda que eranespíritus
los que contestaban a mispreguntas.
Undía,
llamábamos a una persona de mi fami-dia; la mesa comenzó a moverse, o más bien a remecerse.
Médium.—
¿Ha llegado
elespíritu
que llamé? La mesa se movió.Pasado un rato volvió a
principiar
el mismomovimiento brusco que al
principio,
como llamando la atenciónM.—
¿Qué
espíritu
se encuentraaquí?
E.—"Soy
E. G."(con
todas sus letras). La admiración de toda la fanülia fué muy gran de al oír tal nombre. El nombre que acababa deaparecer era el de una
amiga
que habíadejado
de existir hacía muchos años y nadie tenía porqué
re cordarla aún.M.—
¿Por
qué
ha venido?¿Se
le ofrecealgo?
E.-^Sí.M.—
¿Qué
necesita? E.—Doce rosariosy una misa (1).
Este
espíritu
senegó
a hablar porgolpes,
movió mi mano como para que
escribiera;
tomé unlápiz
y escribí porprimera
vez con gran asombro de todos.(1)
Astucia muy frecuente del demonio paraengañar
a las personasreligiosas
y timoratas so bre el carácter diabólico delespiritismo.
(Nota de— 19 —
M.—Le
prometemos
a usted hacer lo que nospide.
E.—Gracias.
Pasados
algunos
días estábamos en comunica ción con unespíritu
que la historia nos cuentasabía mucho de astronomía. Concluíamos la sesión con lo
siguiente.
M.—
¿Y
en la lunahay
habitantes? E.—Eso lo sabrásel día del Juicio Final. M.—Nada más
puedes
decirnos?E.—
Sí,
dice E. G, que le manden decir la misa que ofrecieron hace días.Ciertamente, dijeron
todos,
le debemos la misa.Como habíamos
cumplido
rezándole los rosarios no nos habíamos acordado de mandar decir la
misa a la E. G.
Un día puse las manos en la mesa y en el acto
se movió.
M.—
¿Quién
se encuentraaquí?
E.—E. G.M.—
¿Cómo
lo pasa E. G?E.—Tu
hermano que está en el Perú ha muerto.
Como yo no creia todavía en el
espiritismo,
lanoticia,
aunque detrascendencia,
no me causó mucha
impresión.
M.—¿Es
verdad? E.—Sí,
hace ocho años. M.—¿Fué
a caso una herida que le hizo un bandido?E.—
No,
de esa herida sanó: ha muerto de una enfermedad quecontrajo
en las minas.M.—
¡Ha
muerto en una mina!— 20 —
había casado y su
mujer
tiene el dinero que a élpertenecía.
M.—
¿Deberé
yoexijir'algo
de ese dinero? E.—No,
porque ella espobre
y son poco más de ocho mil pesos.M.-—
¿Podría
yo hablar con mi mismo hermano,
puesto
que ha muerto? E.—Sí.(desapareció).
La noticia de mi hermanoy los muchos deta lles que omito me hicieron creer que era verdad. Al mismo
tiempo alguien
recordó que mi hermano había hablado de una rica mina en una ocasión. Me decidí a llamar alespíritu
de mi hermano.M.—
¿Qué espíritu
se encuentra con nosotros? E.—Tuhermano E. F. R. (con todas sus le
tras).
M.—Eres tú
en realidad!
¿Entonces,
es verdad que has muerto?E.—
Sí,
en ellugar
de. . . hace ocho años. M.—¡Qué
gusto tengo
de que estésaquí!
E.—Mucha satisfacción
es para mí
poder
ha blar con mi familia.M.—
¿Primera
vez que te encuentras con nosotros? E.—
Siempre
he estado conustedes;
donde tú vas ahí teacompaño
ysiempre
teacompañaré.
Una hermana mía que estaba
presente
pe.-ono en la mesa,
dijo:
y ¿porqué
sólo a tí te acompañará? Esta fué una consideración que hicimos apar te, sin
preguntar
a la mesa. Pero la mesa contestóinmediatamente, como persona que está atenta a una conversación.
E.—A todas las
acompaño
a veces; pero a. . .por-— 21 —
que ella tiene
compasión
de A. y S. que son muydignas
de sucuidado;
ya que se haimpuesto
estedeber,
cúmplalo
y yo por estotengo
muchaalegría.
M.—
¿Eres
feliz en el mundo donde vives?E.—
Sí, así,
así.M.—
¿Te
faltaalgo
para ser feliz? E.—Sí, algo.
M.—
¿O
estás en el infierno? E.—No.M.—
¿Mucho
te falta parallegar
a la presencia de Dios?E.—Sí.
M.—
¿ Estás en el
purgatorio?
E.—Sufro.M.—
¿Te gustará
que tus hermanas ruegenpor tí? E.—
Mil
gracias,
mishermanas; sí, sí,
sí.M.—
¿Quieres
misas? E.—Catorce.M.—
¿La
misa es devoción muygrande?
E.—X.M.—Antes de
despedirnos,
para que nos ma-fiestes que erestú,
saluda a tus hermanas con unainclinación.
Así lo hizo; la mesa
giró
yllegó
donde estaban sus hermanas y sobrinas y seinclinaba; pasando
delargo
por enfrente de las que no eran susparien
tes.M.—No
te vayas, dime
¿quién llega
y cómose llama? E.—"G.
. . mi cuñado
querido".
Al mismo
tiempo
se movió la mesa y se inclinó al lado de éste.
M.—
— 22 —.
E.—
"Washington,
mipadre
vive,
debes ir túallá,
fortuna cuantiosa".M.—
¿Entonces
tú también sabes de mipadre?
E.—"Debes llevar hábil
abogado chileno,
no-norario cuarenta mil
pesos".
M.—Adiós, querido
hermano. E.—Adiós.Todo lo que escribió este
espíritu
fueron siem pre, muchos y buenosconsejos
y con frecuencia seaparecía,
y yo le recibía con grangusto.
Ya no era
posible
dudar delespiritismo.
Con la venida delespíritu
de mihermano,
casi me decidía«¿3B&<x^>«$m><¿^>«$m^
rv
Los ocho o diez días
primeros,
sepresentaron
espíritus
que casi no medejaron lugar
a dudasde que fueran almas de los que vivieron en este mundo.
Algunas
vecestambién,
llegaban espíritus
jo
cosos, e
interrumpían
laconversación;
pero gene ralmente eranespíritus
muybuenos, devotos,
pru
dentes,
bienintencionados,
sepresentaban
dandobuenos
consejos.
Si se hacía
alguna
vez unapregunta
algo
indiscreta,
parecía
que sesonrojaban,
al menos asíse me
figuraba,
y contestaban: "No lo sé" "Nopue do contestar a eso" o en lo
mejor
de una conversación se callaban sin querer moverse ni la mesa, ni
la mano, aunque se
repitiera
muchas veces la pregunta
y aunque se estuviera escribiendo muy rápidamente,
como hedicho,
si lapregunta
no eraprudente,
la manoparaba
alpunto.
Pero si la pregunta cambiaba,
la manoseguía
escribiendo y lamesa contestando sus
golpes.
Yocreía,
como dicen losespiritistas,
"Losespíritus
no delatan a nadie" corroboraba con lo que yo estaba viendo. A nadie hastaentonces,
habían delatado losespíritus.
Ibacreyendo:
losespiritistas
tenían razón.— 24 —
materia de
espiritismo,
quiso
un díapresenciar
unasesión; con la
convicción,
porsupuesto
de divertirse un poco y viendo
tan de cerca, para
poderse
convencer que todo era una farsa. Había leídoalgo
sobre
espiritismo
y a nada había dado crédito.Principiamos
la sesión colocándose él como r un metro de distancia para cerciorarse si nosotrosmovíamos la mesa.
—
¿A quién
quiere
usted quellame?,
pregunté. .
—Al
espíritu
de mipadre,
contestósonrién-dose.
M.—
Deseamos que venga el
espíritu
del señorR. . .
A los cinco minutos la mesa se movió.
M.—
¿ Ha venido el
espíritu
del señor R ? E.—No.M-—
¿Qué espíritu
habla?E.—
R. (el mismo
apellido).
M.—
¿Es
elpadre
del señor R?E.—No.
La mesa se
agitaba
moviéndose para todos la dos.M.—
¿Quién
estáaquí
en la mesa entonces? E.—R.M.—Deseo
que venga a la mesa el señor R.
E.—No
puede
venir. M.—Usted nosengaña, díganos ¿quién
es? E.—"R".Estábamos confundidos por tanta
negativa;
;>querer decir que era
padre
del señor R. siendoel,
mismoapellido.
— 25 —
M.—
¿Tenga
la bondad de decirme enqué lugar
se encuentra usted?.E—
Estoy
condenado. M.—¿Dónde?
E.—En el
infierno.
M.—
¿Por
qué
está condenado? E.—Fui hombre malo, indiferente.El señor R. al oír esto se
sonrojó
y un¡Ah!
sele
escapó
ydijo:
Mipadre
era bueno!El caso era para mi
apurado.
La mesaprimero
hablaba por
golpes;
pero a fin deligerear
más, qui
sieron que yo escribiera.Ahora estar echando al infierno a una persona
que había dado en su vida
ejemplo
devirtud,
nopodía
ser: en ese momento hubieraquerido
encontrarme muy
lejos
de losespíritus!
El señor R. po dría creer que no había talesespíritus
y yo le ha cía una broma de tanpésimo
gusto.
Mientras mi mano
escribía,
yopensaba
¿qué
pregunta
hago
que sea acertada?Revolviendo mi
imaginación,
encuentro la siguiente.
M.—
¿Es
elpadre
del señor R. el que está coa-denado ?E.—Nó.
M.—
Diga
nombre yapelhdo paterno
y materno.
E.—N. R.
C. (con todas sus letras).
—
¡Ah! dijo
el señor R., compquien
sale deuna
pesadilla!
efectivamente;
ha existido ese hom bre yera como éldice,
malo eindiferente;
como abogado
tuve ocasión deconocerlo;
lleva miapellido
porque erapariente
mío.M.—
— 26 —
E.—
Quiero
que R.sepa donde me
encuentro,
-quiero
darlesatisfacciones.
M.—Para
qué
¿no desea usted que él vaya almismo
lugar?
E.—Noquiero
que los que están en el mundovengan
aquí.
M.—
¿Por
qué?
E.—Me
horroriza referir los sufrimientos de
los condenados. M.—
¿Nos podremos
librar de las penas del infierno?
E.—Sí. M.—
Cómo, ¿rezando
distintas oraciones? E.—Observando los mandamientos de Dios.
M.—
¿Saldrá
ustedalguna
vez del infierno?E.—Jamás
podré llegar
a lapresencia
de Dios. M.—Si ustedquiere
darle unasatisfacción,
camine donde el señor R.
La mesa caminó derecho donde
él,
áe ladeó yquedó
moviéndose sobre elpecho
del señor R. Este muyconmovido,
le habló en latín y, lamesa contestó por mi mano, lo
siguiente:
E.—
Sí,
es
efectivo,
se paga hasta el último ma ravedí.M.—
¿Usted
es uno de los condenados que mássufren?
Al oír tal
pregunta,
la mesa sé nos arrancóde las manos, corrió como tres metros en dirección a la
puerta
de salida. Fui a traerla al mismo lugar y continué:
M.—
-Entonces
hay
otros que sufren más? E.—Sí,
mucho más.Habían trascurrido cerca de dos
horas,
y el— 27 —
M.—
¿Qué
desea?E.—El
perdón.
M.—¿Les
sirve elperdón
a los que están eael infierno?
E.—Satisfacción
.
M.—
¿Le agrada
que el señor R. loperdone?
E.—Sí,
sí.El señor R. que durante la sesión en varias ve
ces no había
podido
contener laslágrimas,
seace.'-có y puso una mano sobre la mesa y con voz tem blorosa le
dijo:
Teperdono,
¡adiós!
La mesa se
agitó
por un momento y nos retiramos de ella.
El caballero se
despidió
diciendo,
"¡esto
es al■fl
*^^«^^-^8^<^^«<^¿»
V
Al
espíritu
familiar de mi hermano quisoagregarse uno más. Era este el de una
respetabilí
sima
amiga
mía que había muerto años ha y porla cual tuve
siempre
respeto
y cariño.Una tarde estaba
sola,
con la manopuesta
sobre la mesa en actitud de escribir. Llamé a mi es
píritu
familiar,
pues deseaba consultar un asunto deimportancia
para mí. Mi manoprincipió
a, moverse, mirando yo distraída a otra
parte;
hice unapregunta
y alfijarme
en elpapel,
veo escrito el nombre yapellido
de miantigua amiga
C. B. Mesorprendí
sobre manera, no era este nombre el queyo
esperaba.
Congusto
la saludé. Ella contestó consu carácter entre serio y
jocoso
que tuvo en vida.M.—
¿Cómo
ha venido ustedamiga
mía?E.—Seré tu
espíritu
familiar, te diré lo que te conviene, teacompañaré
donde vayas.M.—
¿Está
usted en el cielo?E.—Todavía
no, pero muy
luego
iré allá. M.—¿Necesita algo
de mí?E.—
Nada más que atiendas mis
consejos.
M.—
¿Entonces
usted iráconmigo,
aun fuera de casa?E.—Donde tú estés.
M.—
Dígame,
¿es verdad elespiritismo?
— 29 —
M.-—
¿Debemos
creer en él? E.—Sí,
sí.M.—
¿ La misa es devoción muy
grande
? E.—(no
contestó)
.M.—
¿La
misa es de gran valor? E.—Estúpida,
chascona. M.—¿Qué significan
estos insultos? E.—La.. . . (insultos
groseros).
M.—
¿Es
usted la señora que va a ser miespí
ritu familiar?E.—No.
Entonces me
persuadí
que habíallegado
unespíritu
burlón ydejé
la mesa.Muchas veces llamé a mis dos
espíritus
fami liares:siempre
se manifestabanprudentes
como dos buenosamigos;
pero en varias ocasiones fuéinterrumpida
nuestra conversación porJalgún
espíritu
burlón queprincipiaba
a saltar por el medio de lapieza
o a bailar hasta estrellarse con los mue bles ocasionando en lospresentes
una hilaridadgeneral.
-Varias veces
también,
queriendo
saber cosas desconocidas para nosotras o deimportancia
general, al ir a contestar, se
presentaba
unespíritu
grosero, diciendo cosas muy
impropias,
insultán dome y diciéndomepalabras
desconocidas y confu sas. Estabaclaro,
ese no eraespíritu
bueno.Según
losespiritistas,
en el mundoinvisible,
se cruzan losespíritus
a millares, no era raro entonces que ese hubiera
aparecido;
el remedio era re tirarse de la mesa hasta un momentodespués.
Lo que me
parecía
muy raro, era que todos losespíritus
que asistían a mis sesiones, o alprincipio
— 30 —
que, aunque habían sido en
vida,
unospobres ig
norantes
campesinos,
sabían escribir a laperfec
ción la difícilpalabra
deWashington.
Algunas
veces meenojaba
y lespreguntaba:
que si
querían
burlarse de mí que sin conocerme sabían que mipadre
vivía enWashington.
Me decían: "es que te conviene".
Otra vez
dije
a unespíritu
desconocido: M.—¿Por qué
hedé.
iryo a Estados Unidos y
no mi
esposo?
E.—Oh,
es muynatural,
tu ereshija,
pues.Arregla
tusmaletas,
no sea que tu hermano que está allá. . . treintay seis millones tiene tu
padre.
Esto mepareció
un absurdo. Un hombre con 36millones,
llevando miapellido
y que no hubierallegado
a mis noticias ni a las de mifamilia,
esto no era cierto.Para cerciorarme de la
verdad,
y conocer quetodos los
espíritus
seequivocaban
en estepunto,
dije:
nadiemejor
que el mismoWashington
me lo dirá.M.—
¿Espíritu
deWashington
tendrá la bon dad de venir a mi llamado?M.—
¿Qué espíritu
hallegado?
E.—Washington.
M.—¿Quién
esWashington?
¿qué
puesto
ocupó
en el mundo?E.—Primer Presidente de Estados Unidos.
Toda la reunión lo saludó con el debido
respeto.
M.—Podrá ustedseñor, contestar a mis pre
guntas
en castellano? E.—Sí.M.—Deseo saber si mi
de-— 31 —
jó. ¿Podría
ir a ver todo esto? E.—Sí.M,—(diez minutos
después).
Ya estáaquí. ¿Ha
llegado
señor?E.—Su
padre
vive enWashington,
se llama (mismo nombre yapellido)
nunca se ha cambiadonombre,
edad 84 años (el nombre de mimadre)
dejó
en Chile. . .hijos.
Calle. . . numen». . . rico.Exactamente
igual
a la noticia dada por el espíritu
chileno laprimera
vez que vi los fenómenosdel
espiritismo.
BIBLIOTECA NACIONAL
■*^^*^B^^^*s^^^*é^^
VI
Trascurrían los días y yo no cesaba de recibir
consejos
de mis dosespíritus
familiares. Se mez claban ya hasta en nuestrosnegocios.
Uno de ellos instaba a mi esposo para que fuera a talfundo,
ysacara un entierro de pepas de oro que
dejó
enterradas,
en taltiempo
donN.;
precisaban
ellugar
en donde se encontraba y
agregaban
que al dar elespíritu
de don N. talriqueza,
lo hacía por pagar serviciosprestados
a él por nuestra familia.Yo no sabía ya que pensar de lo que
pasaba;
me tenían tan
preocupada
losespíritus,
que por dondeandaba,
creía verlos.Jamás he tenido
miedo,
pero cosa rara, ahorauna sombra me
asustaba;
pero en elacto,
tambiénse
presentaban
a miimaginación
mis dosespíritus
familiares yparecía
que ellos"
me sonreían y me
daban valor.
Yo trataba de convencerme de si lo que decían
los
espíritus
era verdad.Volviendo a los
espíritus
familiares,
casi nopasaba
día que no metrajeran
un asunto nuevo y me daban acerca de ellopaternales consejos.
En muchas ocasiones mequedé
sola con las manospuestas
en la mesa, en actitud deescribir,
desarrode-— 33 —
lante de
todos;
pero esosí,
probando
la confianzaque tenían
conmigo,
seespresaban
con mucha claridad.
Por
ejemplo
haciéndome ver que no conveníatal
amigo;
que nocreyéramos
en su amistad.A veces defendía yo: Pero
¿cómo puede
s?rasí? esta persona es de reconocida bondad. "Te en
gañas,
es unhipócrita".
"No fíen en su
amistad,
destiérrenlo de la casa, como a un condenado a muerte".
Llamé al
espíritu
familiar de mi hermano, yllegó.
Deseábamos varias personas hacer
preguntas
que nos interesaban vivamente. Al
efecto,
después
de saludar a mi hermano hice una
pregunta
y esperábamos con ansia la contestación: hela
aquí:
E.—Quiero
hablar con don N. (caballero que estaba distante de la mesa y ni sefijaba
en lo quehacíamos)
que se acerqueaquí
a la mesa.M.—Pero será
después
que nos contestes a nosotros !
E.—A nada
contestaré,
si N. no se acercaaquí.
Le avisamos lo que
pedía
elespíritu;
y él muysorprendido
seallegó
a la mesa.M.—
¿Qué
deseas -del señor N? ya estáaquí.
Yo noquise
escribir;
pero la mesa conrápidos
y
apresurados golpes principia
a comunicar al ; eñor N. una historia de familia: al mismo
tiempo
sdarle
consejos
sobrequé partido
debía tomar. To dos yprincipalmente
el señor N. me indicaron que tomara lapluma
porque así iríamos másligero,
Elespíritu
hablaba con tantointerés,
que nodeja
ba
tiempo
para que yorepitiera
lapregunta,
sinoque si hacía una
objeción,
o manifestaba una duda,— 34 —
en el acto mi mano contestaba o esclarecía las du
das. Fué un
diálogo
interesantísimo,
en el que elprimero
o más bien dicho elespíritu,
hacía las ve ces deconsejero
ojuez
y el señor N. de reo.El señor N. confundido y
sonrojado,
seolvidó,
porcompleto
que hablaba con un ser invisible y así se defendía con todas sus fuerzas. No me esposible
referir esta sesión.Las personas que
presenciaron
esta escena, también estaban confundidas.Otro día
evoqué
alespíritu
de un hombre que fué en vida una notabilidad. Entre otras cosas meno me contestó muy
satisfactoriamente,
contestó así:M.—Don N.
¿tiene enemigos?
E.—Muchos. M.—
¿Por
qué
tiene tantos? E.—Por envidia.M.—
¿Usted
fuéenemigo?
E.—Sí,
ahora no lo soy. M.—¿Por
qué
está muerto? E.—Porque
ahora lo conozco. M.—Y¿tiene
amigos?
E.—
Sí,
uno. M—¿Quién?
E.—Dios. M.—
¿Qué
enfermedad tiene laseñora?,
(pre
sente)
.E.—Cáncer al
estómago.
M.—¡Qué imprudencia!
E.—Nó,
espura broma.
En el
penúltimo
caso, en la historia de familia,— 35 —
historia desconocida para todos los
que rodeaban la mesa, y también usó de un modo
imperativo
ynos
impuso
conenergía
que no "contestaría anada,
si no venía la persona que él señalaba".
Cuando en las sesiones había
acompañantes,
yo no miraba lo que
escribía;
conversaba o trataba de entretenerme paraprobarles
que mi mano era impulsada a moverse por otra fuerza que la mía.Así muchas veces tuve que cortar una sostenida conversación al oír las risas de mis
acompañantes
que iban
siguiendo
con la vista lo que yo escribía y había veces que salían cosas un poco saladasp?-ra
alguien
de la reunión.Cuando yo estaba sola,
sí,
miraba lo que es cribía por hacerlo másderecho;
perofijaba
miimaginación
enalguna idea,
pues, nunca escribía sobre lo que yo deseaba sino que salía un asuntonuevo y
completamente
desconocido.Una de esas veces mi
espíritu consejero
quesiempre
era tanbueno,
principia
a recordarme auna
joven,
y mi mano escribe unaespecie
de biografía
de ella.Era
juzgada
tan cruelmente la infeliz que yoquería
sujetar
la mano; peroescribía,
escribía con sumarapidez,
como deben hacerloquizás,
las malaslenguas.
—Por fortuna
estoy sola,
dije,
y al levantarme de mi asientorompí
elpapel
con horror.Llamé al
espíritu
de un sacerdote de reconocida virtud y saber. Me
acordé,
que nadie como élpodría
ilustrarme en varias dudas. M.—Primeramente,
dígame
señor:¿la
misa es— 36 —
M.—Por
segunda
vez me han dicho X.¿qué
quiere
decir?E.—
M.—
¿Quiere
decir devoción por excelencia?E.—Sí.
M.—
¿Por
qué
por excelencia? E.—J. S. C.M.—
¿Por qué
escribe iniciales? Ustedseñiv,
fué en el mundo persona tanilustrada,
¿no encuen tra una contestación fácil que darme?E.—
Bruta,
ojos
cárnica,lesa,
pacheca
. . .La mesa
principió
a saltar por todaspartes.
M.—
¿Es
este elespíritu
del sacerdote N?E.—Nó.
Dije
entonces: Otra vez unespíritu
burlón!«^^«^^^K»*^K»«^g£»
VII
Raro fué el día que
alguien
no viniera a misa a
presenciar
una sesión deespiritismo,
y muyraro también que esas mismas personas no volvie ran
gustosísimas
apresenciar
otra y otras.Un día
dijo
un caballero que deseaba viniera elespíritu
de su esposa: vino ésta y dio a su maridomuchos
consejos prudentes
ymorales;
pero a renglón seguido
principió
aestampar
en elpapel
barbaridades en disfavor del mismo
caballero,
calumniándole
groseramente.
—
Oh,
dijimos
todos,principalmente
un anti guoespíritu
que se encontraba allí ¡esespíritu
jo
coso,
dejémosle!
Yo decía de cuando en
cuando;
parece que esverdad esto del
espiritismo;
porque noto que el carácter de las personas que he
llamado,
es idéntico al que tuvieron en vida.—Si el
espiritismo
es cosa deldemonio,
se meocurrió decir un
día,
buen chasco se ha llevado connosotros, pues nunca hemos estado más devotos y más buenos que ahora.
Nos
pedían
rezosalgunos
de ellos y nosotrostratábamos de
complacerlos.
— 38 —
modo irónico con que se
presentó.
Saludó como tenia costumbre de hacerlo
en vida.
M.—
¿Conoce
a las personas que están presentes?
E.—
(Las
nombróa todas menos a una. efecti
vamente no la había conocido en
vida).
M.—¿Quién
esaquel
caballero?E.—Mi
hijo.
M.—Vaya
a saludarlo.Resueltamente se movió a un metro de distan
cia y retrocedió. Esto lo hizo dos
veces y no Mesró
donde él. 5
M.—
¿Es
que no haquerido
saludarlo? E.—No.M.—
¿Por qué?
E.—¡Hijo ingrato!
El caballero mudó de semblante
y
dijo:
efecfi-vamenté me he
potrado
mal conusted,
papá,
leprometo
que seré otro. La mesa se tambaleó a ailado y otro. M.—
¿Cree
en lo que le dice suhijo?
E.—
Lo dudo. M.—Se lo
promete
suhijo.
¿En
qué lugar
seencuentra? E.—En el
purgatorio,
necesito cinco misas. M.—Mañana mismose las mandará decir. E.—
Gracias,
mihijo querido.
M.—Yopor mi
parte
le recordaré a suhijo
lo que acaba deprometerle.
E.—Gracias.
Al caer la tarde del día
siguiente,
me empujan
Un brazo tocándome fuertemente con un dedo.No había nadie a mi alrededor. Al otro día se pre