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Salvador Allende : Revolucionario, demócrata y socialista (Debate Ideológico)

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Academic year: 2017

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Director

Francisco Muñoz Jaramillo

Comité Editorial ad hoc Santiago Ortiz Franklin Ramírez

Editor Ángel Enrique Arias

Consejo Editorial Jaime Arciniegas, Augusto Barrera, Jaime Breilh, Marena Briones, Carlos Castro,

Galo Chiriboga, Eduardo Delgado, Julio Echeverría, Myriam Garcés, Luis Gómez,

Ramiro González, Virgilio Hernández, Guillermo Landázuri, Luis Maldonado Lince, René Maugé, Paco Moncayo, René Morales,

Melania Mora, Marco Navas, Gonzalo Ortiz, Nina Pacari, Andrés Páez, Alexis Ponce, Rafael Quintero, Eduardo Valencia, Andrés Vallejo,

Raúl Vallejo, Gaitán Villavicencio

Coordinadora Editorial María Arboleda

Diseño y Diagramación Verónica Ávila / Activa Diseño Editorial

Fotografías Archivo Activa

Auspicio ILDIS - FES

Avenida República 500, Edificio Pucará Teléfono (593) 2 2 562 103

Quito - Ecuador www.ildis.org.ec

Impresión Gráficas Araujo

08 44 90 582

Los editores no comparten, necesariamente, las opiniones vertidas por los autores, ni estas comprometen a las instituciones a las que prestan sus servicios. Se autoriza a citar o reproducir el contenido de esta publicación, siempre y cuando se mencione la fuente y se remita un ejemplar a la revista.

© de esta edición: cada autor ISSN: 13902571 Octubre/Noviembre de 2008

oct

/

nov

2008

8

Hugo Barber

Kintto Lucas

Hernán Reyes Aguinaga

Rafael Guerrero B.

Milton Cáceres

Virgilio Hernández E.

Alberto Acosta

Diego Borja Cornejo

René Ramírez Gallegos

Gerardo Venegas

Betty Tola

Rocío Rosero Garcés

Solanda Goyes Quelal

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Editorial

Convergencia de las izquierdas en el marco del acuerdo nacional Francisco Muñoz Jaramillo

5

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Los convidados de piedra:

El referéndum y sus resultados

Hugo Barber

11

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Tendencias difusas y correlación de fuerzas Kintto Lucas

16

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La derecha y el referéndum Hernán Reyes Aguinaga

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Correa y Nebot: identidad y diferencia Rafael Guerrero B.

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Iglesias y referéndum Milton Cáceres

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El escenario post referéndum Virgilio Hernández E.

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¿Otra crisis financiera o un cambio fundamental en el capitalismo

financiero?

Marco Romero Cevallos

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Postergar para reinar

Juan Cuvi

95

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¿Son conciliables producción y

protección climática? Claudia Detsch

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De Santa Cruz al

Porvenir: los dilemas de la derecha boliviana Hervé Do Alto

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La compleja tarea de construir democrática-mente una sociedad democrática

Alberto Acosta

43

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El desafío de la transformación pasa por un amplio acuerdo democrático

Diego Borja Cornejo

49

49

El nuevo pacto de convivencia

para Ecuador (2008): Vivir como iguales, queriendo vivir juntos René Ramírez Gallegos

56

56

Mundialización y liberación

Gerardo Venegas

62

62

Un día después…

Los retos para darle vida a la nueva constitución Betty Tola

69

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Los derechos de las mujeres en la constitución del 2008 Rocío Rosero Garcés Solanda Goyes Quelal

77

77

Organización y funciones del Estado: la función electoral Jorge Moreno Yanes

83

83

Sustentabilidad y equidad:

hacia nuevos paradigmas de

desarrollo en América Latina

Carlos Larrea

114

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¿Cómo es el socialismo del siglo XXI?

María Paula Romo

119

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Salvador Allende: Revolucionario, demócrata y socialista Enrique Ayala Mora

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endencia  D E B A T E I D E O L Ó G I C O 123 Larga lucha por el socialismo

Salvador Allende Gossens nació el 26 de junio de 1908, a inicios del siglo XX y lo vivió con intensidad. Desde sus años de estudiante de medicina en la Universidad de Chile, se destacó como dirigente y abrazó la militancia de izquierda. En 1933 fue uno de los fundadores del Partido Socialista, que se convirtió en eje de la política chilena y un referente latinoame-ricano. Siempre tuvo un gran sentido de la militancia y la disciplina. Priorizó en su vida la organización y entregó a su partido enormes esfuerzos de luchador y organizador.

En la década de los treinta, siendo todavía muy joven, fue Ministro de Salud del gobierno de coali-ción popular dirigido por el Presidente Pedro Aguirre Cerda. En las tres décadas siguientes fue electo en forma seguida, para varios períodos, como senador de la República. Desde su escaño se destacó como líder de la izquierda y de la organización popular chi-lena y como uno de los políticos más distinguidos de su país. Sus discursos parlamentarios, pronunciados al calor de los debates en el Senado, son piezas ora-torias de gran contenido, que ahora pueden leerse también como textos clásicos de la política chilena y latinoamericana. Esto decía como senador en 1959:

Dentro del ángulo y la firmeza de nuestras ideas, nosotros conceptuamos antipatriotas y califica-mos con dureza a quienes actúan entregando el cobre, el salitre, el petróleo o el uranio, en la creencia de que nuestra condición de pueblo en desarrollo nos obliga a someternos más y más a la prepotencia del imperialismo financiero, el cual, por lo demás, siempre trae aparejado el someti-miento político. Nunca jamás, hemos dejado de decir que no aceptamos ningún tipo de imperia-lismo y que no somos colonos mentales de nin-guna tendencia foránea. Y si hay algo respetable, es nuestra firmeza para defender lo que nosotros entendemos por libertad y autodeterminación y soberanía de los pueblos; porque, desde estos bancos - no ahora, sino siempre -, hemos protes-tado por las ignominiosas dictaduras del Caribe y las diversas satrapías que desgobiernan a los pueblos de la América Latina.

Allende era marxista y socialista. Por ello tenía una postura indeclinable de independencia en su pen-samiento y en su postura frente al mundo. Pedía a sus adversarios de derecha que dijeran la “verdad frente a España, mancillada por la sangrienta dicta-dura de Franco, pues muchos de ustedes han ido a ese país, como yo estuve en Moscú, de lo cual no me arrepiento. Con la diferencia de que a mi regreso, no vine al Senado a decir que el régimen soviético era un paraíso; sostuve que no era ni un paraíso ni un infierno; que era un régimen social distinto; que para nosotros éste era diferente y difícil de comprender; que toda transformación social implicaba errores que se van desfigurando o desdibujando a medida que el tiempo pasa….” Expresar independencia frente a la Unión Soviética en esos tiempos demandaba valen-tía. Como también era muy serio identificarse fron-talmente con un futuro socialista para el mundo:

Creemos con profunda sinceridad que el des-tino de la Humanidad esta marcado por la ruta del socialismo. Y lo creemos no solo porque él representa, en el progreso técnico y económico, un concepto distinto de la convivencia y porque tiende a poner al servicio de todos lo que es el patrimonio común -cultura, técnica, saber y cien-cia -, sino también por el respeto a la personali-dad humana y por el sentido humanístico que en el fondo tiene el socialismo. Porque una cosa es hablar de respeto a la personalidad humana, a las ideas y a los principios, y otra cosa es dictar leyes que no los representan y que persiguen a los que no piensan como uno.

Allende fue uno de los grandes parlamentarios de América Latina. Pero su actividad política no fue solo parlamentaria. Estuvo presente en la vida de los sindicatos, en la acción de las representaciones de vecinos, en las luchas de los colegios profesionales y en la solidaridad internacional. Fue ante todo un político de acción. Marxista convencido, creía que el socialismo chileno y latinoamericano debía tener profundas raíces propias, pero al mismo tiempo tenía que ser radical. Para él la socialdemocracia era un fenómeno europeo, no una opción de izquierda con raíces y posibilidades entre nosotros. No escri-bió libros ni tuvo una postura destacada como

Salvador Allende: Revolucionario, demócrata y socialista

Enrique Ayala Mora

Enrique Ayala Mora— DPhil (PhD) Oxon, historiador, ex legislador, militante socialista, rector de la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador. Fue designado Presidente del Comité Nacional Salvador Allende, formado por el centenario de su natalicio.

Salvador Allende:

Salvador Allende:

Revolucionario, demócrata

Revolucionario, demócrata

y socialista

y socialista

Un gran latinoamericano

Salvador Allende es uno de los grandes de la historia de América Latina. Vivió como patriota y socialista. Murió defendiendo sus principios y la democracia. Lo recordamos ahora como un revolucionario, cuyo ejemplo es parte medular de nuestra trayectoria continental. Pero no solo es una gran figura del pasado, sino, también, un gran refe-rente para los procesos que hoy se llevan adelante en el continente. Su ideal y la razón de su vida son ahora ejemplo y propuesta para el siglo XXI.

Allende, como Simón Bolívar, Andrés Bello, Juan Montalvo, Augusto César Sandino, entre otros, más allá de su nombre, es un símbolo continental y una invitación a la acción. Por ello, recordar ahora a Allende, cuando se cumple el centenario de su natali-cio, no solo es admirar sus largos años de lucha, su controvertida pero brillante gestión de gobierno y su reconocido acto final de consecuencia al entregar su vida por sus principios. Es, también, buscar en su pensamiento y en su acción los mensajes claros y los aportes enriquecedores que nos permitan construir, en el futuro, una nueva rea-lidad de democracia y justicia social.

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124 D E B A T E I D E O L Ó G I C O Salvador Allende: Revolucionario, demócrata y socialista 125

veces llegaron a ser significativas.

Desde el primer momento de la administración de Allende, los grandes poderes económicos levan-taron una cerrada oposición, que se expresó en el Congreso y también en la vida diaria. El respeto a la organización se topó con acciones de boicot y huel-gas expresamente organizadas para desestabilizar al gobierno de la Unidad Popular. Se dio una profunda división del país. Por meses la economía chilena y el gobierno popular soportaron golpe tras golpe. El desabastecimiento fue un grave problema. La tónica general del gobierno, pese a todo, fue de optimismo. El impulso de solidaridad internacional así como la integración andina y latinoamericana fueron dos de sus consignas principales y Allende hizo varias giras internacionales que acrecentaron su prestigio mundial. En uno de sus viajes llegó al Ecuador y fue recibido con expresiones de admiración por el pre-sidente Velasco Ibarra, pero sobre todo con un des-bordante entusiasmo por el pueblo ecuatoriano.

En la aplicación del plan de gobierno, hubo grandes éxitos y no pocos errores. Pero no cabe duda de que la gente tenía la impresión de que el proceso avanzaba. En 1970, la Unidad Popular había logrado un 34 por ciento de los votos y en 1973 llegó al 43 por ciento de los sufragios en una elección munici-pal intermedia. Los grandes intereses económicos del país, empero, agudizaron su campaña de des-estabilización y boicot. El gobierno norteamericano desplegó una acción mundial contra el gobierno de Chile, y también desató una serie de acciones inter-nas de apoyo activo a la oposición más extrema. En 1972, ante las Naciones Unidas, declaraba Allende:

No siempre se percibe que el subcontinente lati-noamericano, cuyas riquezas potenciales son enormes, ha llegado a ser el principal campo de acción del imperialismo económico en los últimos treinta años. Datos recientes del Fondo Moneta-rio Internacional nos informan que la cuenta de inversiones privadas de los países desarrollados en América Latina arrojó un déficit en contra de ésta de diez mil millones de dólares entre 1960 y 1970. En una palabra, esta suma constituye un aporte neto de capitales de esta región al mundo

opulento, en diez años.

Chile se siente profundamente solidario con América Latina, sin excepción alguna. Por tal razón, propicia y respeta estrictamente la Polí-tica de No Intervención y de Autodeterminación que aplicamos en el plano mundial. Estimulamos fervorosamente el incremento de nuestras rela-ciones económicas y culturales. Somos partida-rios de la complementación y de la integración de nuestras economías. De ahí que trabajamos con entusiasmo dentro del cuadro de la ALALC y, como primer paso, por la formación del Mercado Común de los Países Andinos, que nos une con Bolivia, Colombia, Perú, Ecuador.

En esos años, el aparato de información norteame-ricano decía que las denuncias de intromisión eran falsas. Pero las propias fuentes oficiales de Estados Unidos, que se conocieron luego, revelaron que la CIA montó una multimillonaria campaña de acoso al régimen. Se financiaba bandas de agitadores de los paros y huelgas, y de saboteadores de la produc-ción en las fábricas públicas y privadas. Con plata norteamericana se pagaba a los transportistas para que no sacaran sus buses al servicio público y se agudizara esa deficiencia. Se fomentaba la especu-lación y el mercado negro. Se promovía el desabas-tecimiento. Por confesión del propio Henry Kissinger, Secretario de Estado del Presidente Richard Nixon, se conoció que esa administración consideraba un problema de seguridad nacional el proceso chileno y, por ello, financió primero las operaciones ilegales de la oposición de ese país y luego organizó, también con recursos pagados por los contribuyentes esta-dounidenses, un golpe de Estado contra el sistema constitucional chileno. Esa no era una excepción sino la norma. Así habían procedido en toda América Latina.

El golpe

La crisis se fue agudizando. El Presidente logró man-tener el proyecto político y la constitucionalidad venciendo los impulsos acelerados de las tenden-cias más radicales de la Unidad Popular y al mismo académico, pero no era superficial ni solo apegado a

la coyuntura, como muchos políticos. Sus posiciones eran sólidas y orientadoras. Reflejaban gran cultura, muy buen conocimiento de las realidades del país y el mundo. También una preocupación permanente por la participación de la ciudadanía en las decisio-nes y por la formación de los cuadros políticos.

En Chile, el esfuerzo de unir a todas las fuerzas polí-ticas de izquierda se dio en forma repetida desde los años treinta a los sesenta. Los partidos de izquierda se juntaron en sucesivas coaliciones que planteaban un gobierno revolucionario, con respeto a la demo-cracia y a las diversas tendencias. Salvador Allende se constituyó en uno de los más destacados actores de esa unidad. Fue candidato presidencial en 1951, en 1958 y en 1964. A pesar de ser derrotado, la ten-dencia acumuló fuerzas y el candidato se conoció y ganó mayor prestigio.

Para las elecciones presidenciales de 1970 se formó la Unidad Popular, un amplio acuerdo político de seis organizaciones de izquierda, entre las que estaban los partidos socialista y comunista. El poeta Pablo Neruda, que era el precandidato comunista, declinó su postulación por la unidad y se lanzó a Salvador Allende, reconociendo que era la figura de mayor presencia y capacidad de liderazgo del proceso. La campaña electoral fue intensa, con un despliegue de movilización popular e inclusive de desarrollo cultu-ral y artístico. Pese a una feroz campaña de miedo e intimidación, Allende obtuvo un sólido primer lugar en las votaciones y el Congreso lo confirmó luego como Presidente de Chile.

Socialismo y democracia

La Unidad Popular había planteado un plan de gobierno que postulaba “la vía chilena al socialismo”, dentro de un régimen constitucional y representativo. Era la primera vez que un revolucionario de izquierda había ganado una elección, rompiendo el mito de que los marxistas radicales jamás podrían ganar en las urnas. Luego de su triunfo, en un masivo acto, Allende ratificó que mantendría la tradición repu-blicana y democrática, recalcando: “Sin renunciar a

sus metas revolucionarias, las fuerzas populares han sabido ajustar su actuación a la realidad concreta de las estructuras chilenas...” Para añadir luego:

Sin precedentes en el mundo, Chile acaba de dar una prueba extraordinaria de desarrollo político, haciendo posible que un movimiento anticapita-lista asuma el poder por el libre ejercicio de los derechos ciudadanos. Lo asume para orientar al país hacia una nueva sociedad, más humana, en la que las metas últimas son la racionalización de la actividad económica, la progresiva socializa-ción de los medios productivos y la superasocializa-ción de la división de clases.

El nuevo gobierno chileno fue una innovación pro-funda y un gran referente no solo latinoamericano sino mundial. No por conveniencia, no por formu-lismo, sino por profunda convicción, el gobierno de Allende se propuso la difícil tarea de hacer la revo-lución sin violencia, dentro de los límites de la insti-tucionalidad. “Nuestro programa de gobierno se ha comprometido –decía Allende– a realizar su obra revolucionaria respetando el Estado de derecho. No es un simple compromiso formal sino el reconoci-miento explícito de que el principio de legalidad y el orden institucional son consustanciales a un régi-men socialista a pesar de las dificultades que encie-rra para el período de transición.”

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126 D E B A T E I D E O L Ó G I C O Salvador Allende: Revolucionario, demócrata y socialista 127

Latina, buena parte de Europa y muchos países del mundo, hay una enorme corriente de admiración por Allende. Con ocasión de conmemorarse el centena-rio de su natalicio, se constituyó un Comité Nacio-nal, cuya principal responsabilidad es promover el conocimiento de su vida y obra. Entre el 2008 y el 2009 se realizarán varios actos con ese objetivo. El Comité congrega a personas de las más diversas posturas ideológicas y a una gran diversidad de insti-tuciones representativas de la sociedad ecuatoriana. Por ello, sus actividades se desarrollan con amplio sentido pluralista. Son un testimonio de respeto y admiración al patriotismo de Salvador Allende, a su vocación latinoamericana, a su convicción profunda-mente democrática, a su sentido de justicia social, a su consecuencia con los principios por los que vivió y murió.

En la conmemoración del centenario de su naci-miento, Allende recibe la admiración y respeto del pueblo ecuatoriano. Porque, más allá de nuestras diferencias ideológicas, todos los que creemos en el futuro podremos repetir con esperanza las palabras finales con las que cruzó el umbral de la muerte y entró en la Historia de América Latina: “mucho más temprano que tarde se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre”.

tiempo abriendo su gabinete a la presencia de varios jefes militares leales a la democracia. Hubo un primer intento de golpe protagonizado por miembros del ejército, que fue sofocado. Una multitudinaria mani-festación popular respaldó al régimen el 4 de sep-tiembre de 1973, aniversario del triunfo de la Unidad Popular. Pero el 11 de septiembre, en la madrugada, el golpe castrense se ejecutó en forma precisa y san-guinaria. Aviones, tanques y tropas de asalto ataca-ron el Palacio de de La Moneda, sede del gobierno, y varios objetivos estratégicos. El Presidente Salvador Allende resolvió no abandonar su despacho de La Moneda y dirigió un mensaje por radio:

En nombre de los más sagrados intereses del pueblo, en nombre de la Patria, los llamo a uste-des para decirles que tengan fe. La historia no se detiene ni con la represión ni con el crimen. Esta es una etapa que será superada. Este es un momento duro y difícil; es posible que nos aplas-ten. Pero el mañana será del pueblo, será de los trabajadores. La Humanidad avanza para la con-quista de una vida mejor.

Ya no había tiempo para discursos largos, porque en pocos minutos las radios que difundían las palabras del Presidente serían bombardeadas. Con voz pau-sada pero firme, agradeció entonces la lealtad de los trabajadores, de las mujeres, de los jóvenes, con-denó la traición de los generales. Consciente de que esas eran sus últimas palabras concluyó diciendo:

Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y en su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en que la traición pre-tende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.

En pocos minutos el Palacio cayó bajo el peso de un ataque de aviones, tanques y artillería. Los soldados asaltaron el edificio en llamas. Allende entregó su vida por la causa de Chile, la democracia y el socia-lismo. Ese fue el comienzo de una de las secuencias de represión y barbarie más feroces de toda la His-toria latinoamericana. Muchos de los que intentaron

resistir y hasta de los que eran simples sospechosos de respaldar al gobierno de izquierda fueron masa-crados. Uno de los primeros caídos fue un socialista ecuatoriano que se había comprometido con el pro-ceso chileno, Sócrates Ponce. Por meses, hombres y mujeres fueron asesinados sin fórmula de juicio, encarcelados, torturados, expulsados de su país. Aún hoy todavía existe una extensa lista de desapa-recidos, cuyo fatal destino sigue oculto.

En la conspiración y el golpe contra Allende partici-paron activamente las oligarquías de ese país, los mandos militares extremistas, las viejas elites políti-cas, los grupos “gremialistas” de extrema derecha y el Gobierno de Estados Unidos. Ese fue el operativo más grande de la CIA en el continente y el propio Henry Kissinger lo reconoce en sus memorias. Los golpistas fueron allí, sin duda alguna, la derecha y el imperialismo, con las Fuerzas Armadas como instrumento.

El legado de Allende

La dictadura que asoló Chile por casi dos décadas ejerció la represión sin límite e intentó borrar a Sal-vador Allende de la memoria social. Deformó su per-sonalidad y su obra, prohibió su nombre en la vida pública. Hasta impidió que se visitara su tumba. Pero al cabo del tiempo, lejos de perderse, su obra y su mensaje son –cada vez más– vivos referentes de dignidad, soberanía y justicia social. Allende es ahora uno de los grandes latinoamericanos, admirado y respetado por su rectitud y coherencia. Los militares que lo traicionaron y derrocaron, los que domina-ron Chile en la noche dictatorial, con Pinochet a la cabeza, pese a sus esfuerzos de encubrimiento, fue-ron a parar a las alcantarillas de la historia, censura-dos por la conciencia de la humanidad, no solo como represores y asesinos, sino como delincuentes que se apoderaron de inmensas cantidades de recursos públicos para su beneficio personal y familiar.

Referencias

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