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Un espacio fronterizo entre dos estados en expansión

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3° Jornadas de Historia de la Patagonia Bariloche 6 -8 de noviembre de 2008

Mesa temática: Identidades étnico nacionales y fronteras culturales en la Patagonia (D.2)

Un espacio fronterizo entre dos estados en expansión

Carla G. Manara (UNCo - CEHIR) cmanara@infovia.com.ar

Uno de los objetivos prioritarios de la política borbónica de las últimas décadas del siglo XVIII fue fortalecer el control sobre los espacios fronterizos americanos que aún permanecían bajo el dominio indígena. Pese a la vigorizante legislación y al despliegue burocrático emanado del proyecto no fueron suficientes para revertir situaciones de larga data como la que se vivía en las fronteras andinas del sur.

El vasto espacio fronterizo se extendía desde el Pacífico hasta el Atlántico y fun-cionaba de acuerdo a su propia dinámica, fuera del alcance de las autoridades virreinales. Allí se habían consolidado redes de vínculos y circuitos mercantiles conectando a pobla-ciones de ambos lados de la cordillera. Con las guerras de independencia, las fronteras del sur no sólo mantuvieron su tradicional funcionamiento sino que se convirtieron en escena-rio de la pugna entre “patescena-riotas” y “realistas”. La adhesión de los grupos nativos a uno u otro bando incidió significativamente en el proceso de construcción del estado argentino como del estado chileno a lo largo del siglo XIX.

Entonces las relaciones entre los gobiernos de Chile y Argentina giraron en tor-no a pactos de cooperación alternados con profundas rivalidades. Estas relaciones, a veces ambiguas y hasta contradictorias que ya provenían de la época colonial, se fueron profundizando en adelante. Pensando en resolver definitivamente la situación fronteriza, ambos gobiernos emprendieron las últimas campañas militares contra las parcialidades nativas a fines del siglo XIX. Si bien el “problema indígena” era compartido al mismo tiempo reactivó viejas competencias y generó nuevos conflictos.

Desde una perspectiva comparada se corrobora que, en forma casi simultánea, se dieron procesos semejantes a lo largo de las respectivas historias y que, más allá de las particularidades que ofrece cada caso, estuvieron estrechamente vinculados en distintas circunstancias. Además se evidencia un paralelismo muy interesante en cuanto a la exis-tencia de intereses en común, beneficios recíprocos y factores de conflictividad. Buena parte de esos intereses y conflictos estuvieron directamente ligados a las fronteras del sur, más específicamente podemos afirmar que la mayor parte de ellos emergieron en el seno de estos espacios

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A partir de lo dicho, el objetivo central de este trabajo consiste en analizar la rele-vancia que tuvo Varvarco como enclave estratégico fronterizo. Región de ricos valles ubi-cada el noroeste de la actual provincia de Neuquén que estaba bajo el dominio de los pe-huenche y que fue disputada por los gobiernos de Chile y Argentina en plena expansión de sus fronteras. Varvarco estuvo en el centro de la encrucijada política planteada entre los estados vecinos y encendió una acalorada disputa a través de la prensa. A tal fin, analiza-mos las particularidades del caso atendiendo a la continuidad del conflicto detectado y a la interacción entre los protagonistas dentro y fuera del mundo fronterizo.

En el ámbito de la historia regional encontramos posibilidades operacionales pa-ra pensar la región fronteriza como un espacio abierto, dinámico y en construcción sin los límites rígidos tradicionales1. Procuramos pensar el proceso desde la región en estu-dio replanteando las historias nacionales para obtener una mirada panorámica y diversi-ficada contrarrestando el impulso a la centralización2.

En relación a las fuentes

Muchos interrogantes derivados de los ámbitos fronterizos presentan ciertas dificultades metodológicas, a veces por la no disponibilidad de fuentes apropiadas para abordar esa perspectiva o por la dispersión y fragmentación de las mismas. En este caso, hemos recurrido a la complementariedad de fuentes muy diversas y de distinta procedencia como estrategia para avanzar en el tema propuesto, sobre lo cual creemos oportuno hacer un breve comentario.

En primer instancia, nos dedicamos a hacer una relectura de una obra clásica como la del Coronel argentino Manuel Olascoaga 3 -adalid de la ocupación militar- para identificar cuestiones propias del mundo fronterizo. Más allá del relato oficial, Olascoaga era un gran conocedor -como pocos en su época- acerca de la situación en las fronteras andinas4. A su vez, los partes militares de la Cuarta División del Ejército Expedicionario a cargo del Teniente Coronel Don Napoleón Uriburu que eran enviados al Ministro de Gue-rra, Julio A. Roca también aportan a la reconstrucción del espacio fronterizo. Estas fuerzas partieron desde Mendoza y se internaron en tierras del noroeste neuquino hasta la con-fluencia de los ríos Neuquén y Limay dejando abundantes datos sobre las poblaciones que encontraban a su paso.

1 BANDIERI, Susana: “La posibilidad operativa de la construcción histórica regional o como contribuir a una historia nacional más complejizada”. En: Fernández, Sandra y Dalla Corte, Sandra (comps.): Lugares para la historia, espacio, historia regional e historia local en los estudios contemporáneos, Rosario, UNR editora, 2001.

2 PEREZ HERRERO, Pedro (comp.): región e Historia en México. (1700-1850). México, UNAm, 1991, p. 9

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En la misma dirección, consultamos otra obra de Olascoaga5 mucho menos di-fundida que la anterior, en la cual el autor recarga sus tintas contra los males que aque-jaban al país “desde tiempo inmemorial en sus fronteras sud”. También busca refrescar la “historia tremenda” de las cordilleras y la Pampa acusando abiertamente a Chile de la “rapiña de ganado bajo el impulso organizado en las vecindades de ultra cordillera”, en términos del mismo Olascoaga6. Esta fuente aporta datos para analizar el trasfondo de la disputa sostenida entre ambos estados por el control de las tierras de Varvarco.

Para confrontar y ampliar los datos disponibles recurrimos a otras fuentes éditas que brindan información sobre la sociedad pehuenche tales como los diarios del jesuita Havestadt 7 y del franciscano Espiñeiras8, misioneros provenientes de Chile quienes tuvieron contacto con los grupos indígenas de la región a lo largo de sus viajes. Ya para principios del siglo XIX es relevante el diario del viajero De la Cruz9 en su tránsito por la misma región. Este corpus documental descripto se amplió con diarios de la época publicados en Santiago de Chile, Mendoza y Buenos Aires, particularmente entre los años 1878 y 1882, período durante el cual la prensa difundió con ahinco la confronta-ción política suscitada a raíz del conflicto fronterizo.

Por último, cabe señalar que no disponemos de publicaciones específicas sobre el tema a no ser algunos esfuerzos por describir la geografía y los recursos de la región. Un avance al respecto ha sido la reconstrucción de los patrones de asentamiento y los circuitos mercantiles que controlaban las tribus pehuenches10 y el análisis de las redes sociales e interacciones regionales11.

El espacio fronterizo compartido

A partir del proceso independentista, los sucesivos gobiernos de Chile como los de Argentina debieron enfrentar el desafío de sociedades indígenas resistentes que do-minaban las extensas tierras al sur, la Araucanía y la Patagonia respectivamente. Estas regiones estaban separadas físicamente por la cordillera de los Andes pero esto nunca había sido un obstáculo, por lo que los grupos nativos se movilizaban de un lado al otro recreando viejos vínculos. De esta forma, ambos estados compartían un mismo conflicto y por ende, un mismo interés en controlar a los indígenas “no sometidos”. Pero al

5 OLASCOAGA, Manuel:

El brujo de las cordilleras. Bs. As, 1895 6 Ibidem, p.12

7 HAVESTADT, Bernardo: " Itinerario del viaje apostólico del Fray... en el norte del país de los Pehuen-ches" (parte VII de la obra " Chilidigu" cuya traducción se encuentra en: San Martín, Felix: Neuquén. Buenos Aires, Biblioteca del Suboficial, 1930.

8 ESPIÑEIRA, Pedro Angel (Fray):"Relación del viaje y misión a los Pehuenche, 1758". En: Pinto Rodri-guez y otros: Misioneros en la Araucanía. 1600-1900. Temuco, Ed .Univ. de la Frontera. 1988.

9 DE LA CRUZ , Luis: “Viaje desde el puerto de Ballenar hasta la ciudad de Buenos Aires”. En: Pedro de Angelis (comp.), (comp.), Colección de Obras y Documentos relativos a la historia del Río de la Pla-ta. Bs. As., Plus Ultra, 1969, T. II. Sobre esta fuente en particular véase el análisis de VARELA, Gladys: “El viaje de Luis de la Cruz a través de tierras pehuenches del Neuquén”. En: Aguerre, Ana M. y Tapia, Alicia (comp.) Entre médanos y caldenes de la pampa seca. Arqueología, historia, lengua y topónimos. Bs. As., UBA, 2002.

10 VARELA, Gladys y MANARA, Carla: “Particularidades de un modelo económico en un espacio fronterizo nordpatagónico. Neuquén, siglos XVIII y XIX". En: Revista Quinto Sol, Universidad del Sud, 1999.Varela, G., Font, L.; Cúneo, E. y Manara, C.: :Los hijos de la tierra. Algunos capítulos de la historia indígena de Neuquén. Editado por Sec. de Cultura de San Martín de los Andes, 1998.

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mo tiempo, entablaron una muy dura competencia por las tierras, los recursos y otros diversos beneficios. Por lo tanto, cualquier decisión tomada al respecto incidía en el accionar de las partes en pugna e involucraba al conjunto fronterizo.

En pro de un proyecto modernizador, Chile llevó adelante la “pacificación de la Araucanía 12 así como desde Argentina se organizó la llamada “campaña al desierto”13. Ambos proyectos pusieron en jaque las relaciones entre los gobiernos, situación que se agudizará con el conflicto de límites a partir de 1881. Un punto clave entre ambas histo-rias fue el sitio de Malbarco o Varvarco (grafía actual), ubicado en el corazón de las tierras pehuenches, en el actual noroeste neuquino14. Esta fue una de las áreas más codiciadas y siempre estuvo en el centro de la pugna, cuestión que hasta ahora no se ha explicado en detalle.

La expansión militar como proceso de extensión de fronteras y corrimiento del in-dígena fue paralelo en Argentina y Chile, por lo tanto, la campaña cordillerana fue una cuestión de las dos repúblicas, como plantea Ricardo Keun15. Las autoridades de ambos países enfrentaban preocupaciones muy similares durante el siglo XIX y en ocasiones las tropas de uno u otro país ingresaban en ciertas franjas territoriales ajenas sin mayores pro-blemas, incluso se intercambiaban informaciones y datos estratégicos.

Las permanentes dificultades para avanzar en las fronteras pudo hacer pensar que las autoridades desconocían los verdaderos problemas fronterizos y que, en consecuencia, las medidas adoptadas no respondían a las circunstancias. Sin embargo, existieron estudios y propuestas de acción muy específicos, como lo demuestra el plan ofensivo elaborado por el ya mencionado Olascoaga. Por su parte, Cornelio Saavedra -como Comandante General de Armas de Valparaíso- tuvo una destacada influencia en Chile16. En ambos casos los planes de operaciones elaborados evidencian un amplio conocimiento geográfico de las regiones, de los recursos y de las poblaciones indígenas. Olascoaga conocía el detalle de los puntos claves del territorio neuquino, en especial aquellos nudos de comunicación, que eran tan atractivos para la población trasandina, como era específicamente el caso de Var-varco. Incursiones previas de viajeros, comerciantes, misioneros y militares que habían transitado por la región eran las fuentes de consulta y en su mayoría, ya daban cuenta de los intereses chilenos en la región.

Por lo tanto, el objetivo de la campaña militar dirigida por Uriburu al noroeste neu-quino no consistía sólo en terminar con el “problema indígena” sino también en expulsar a la población chilena establecida en aquellos ricos valles. Además Olascoaga insistía en que

12Véase PINTO RODRIGUEZ, Jorge (ed.):Modernización, inmigración y mundo indígena. Temuco, Ed. Universidad de la frontera, 1998.

13 Véase BANDIERI, Susana: “Estado nacional, frontera y relaciones fronterizas en los andes nordpata-gónicos: continuidades y rupturas”. En: Bandieri, S.: (Coord): Cruzando la cordillerra. Neuquén , Unco- Cehir, 2001.

14 Esta región está comprendida por los actuales departamentos de Minas, Chos Malal, Ñorquin y Loncopué 15 KEUN, Ricardo Ferrando: Y así nació la frontera. Conquista, guerra, ocupación, Pacificación 1550-1900. Santiago, Antártica, 1986, p. 485.

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el país vecino usufructuaba esas tierras “con total impunidad”. Esto era cierto en la medida que el gobierno argentino no controlaba efectivamente esa región. De hecho se había ido formando un considerable núcleo de población chilena con el aval de los mismos caciques pehuenches, aspecto que analizaremos más adelante.

Varvarco en el centro del conflicto

Según las crónicas del siglo XVIII, Varvarco estaba ocupada por los llamados “pe-huenches de Varvarco” y ya se la caracterizaba como una zona estratégica por sus ricos recursos, sus abrigos naturales y por la cercanía de pasos cordilleranos17. Para fines del siglo XIX, cuando llegaron las tropas expedicionarias argentinas, Varvarco era el único asentamiento fronterizo con población blanca de procedencia chilena.

La historiografía tradicional marca el año 1879 como el inicio de la historia neu-quina, señalando la instalación del Fuerte IV División en Chos Malal (cerca de Varvarco) como hito histórico. Sin duda, la ubicación de la primera base militar en el territorio no pudo haber sido más acertada ni estratégica. Chos Malal fue decididamente el punto neu-rálgico en la nueva línea de frontera y se resolvieron dos problemas al mismo tiempo: los pehuenches y la población chilena. La llegada de la primera autoridad argentina a la región erradicó al delegado chileno que estaba instalado allí desde hacía tiempo para resguardar los intereses trasandinos. En adelante, se fomentará la fundación de pueblos imponiendo un reordenamiento del espacio para garantizar el control del estado argentino18. A partir de entonces la historiografía se ha ocupado especialmente de esta nueva etapa tendiendo a cortar lazos –o a dar por superado- el pasado.

Pero lo que ocurría en Varvarco no era una novedad. Su historia se remonta a va-rias décadas atrás. En tiempos de las reformas borbónicas había estado en el centro de atención y con la revolución emancipadora se incrementó el interés por la región. Por tal motivo, nos interesa indagar en algunos antecedentes significativos que registraba Varvar-co Varvar-como enclave fronterizo y que han quedado excluidos de las versiones tradicionales, o bien, han sido fragmentados por la historia oficial. Consideramos que la formación de este enclave, orientado siempre a los intereses de Chile, respondió a ciertos factores de peso y que éstos se fueron forjando desde la época tardocolonial hasta colocar a Varvarco en una encrucijada de muy difícil resolución. Buscamos entonces analizar estos factores articulán-dolos entre sí con continuidad en el tiempo.

En primer lugar, la ubicación estratégica de Chos Malal y de Varvarco estaba ya claramente establecida en el patrón de asentamiento de las tribus pehuenche19. Desde estos

17 La región en estudio era particularmente atractiva además por las condiciones climáticas y la potencialidad de los valles entre las cuencas de los rios Reñileuvú, Curi-Leuvú, Neuquén, Varvarco y Agrio.

18 A partir de los fortines comenzaría la creación de pueblos acorde a la organización espacial impuesta por el nuevo esquema de dominación véase: BANDIERI, S. "Actividades económicas y modalidades de asenta-miento". En: Bandieri,, Favaro, Morinelli y otros: Historia de Neuquén. Buenos Aires, Plus Ultra, 1993. cap.IV.

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puntos se controlaba efectivamente la circulación por el espacio neuquino y se accedía a la nordpatagonia en general ya que eran paso obligado en circuitos económicos que se exten-dían desde las pampas bonaerenses hasta regiones trasandinas. Sin duda, la relevancia de Varvarco es mayor en la medida que la pensamos articulada a un macro espacio.

En segundo lugar, en Varvarco se había constituido un nudo poblacional con una muy particular convivencia entre criollos chilenos y los pehuenches que arrendaban sus campos a aquéllos para la cría y el engorde de ganado. Pero estas relaciones habían co-menzado durante la etapa colonial y fueron fomentadas por los mismos borbones. Du-rante las guerras de independencia los vínculos existentes se profundizaron cuando se instalaron allí las fuerzas realistas vencidas en la batalla de Maipú (1818) en Chile20. Ya entonces, los pasos cordillleranos garantizaban una permanente movilización hacia am-bos lados de los Andes, cuestión que fomentó el acceso de hacendados y comerciantes así como también espías, bandidos, exiliados y refugiados que aprovechaban la inexis-tencia de autoridades argentinas.

En tercer lugar, el fuerte liderazgo de Feliciano Purrán como cacique principal de los pehuenches es un factor central en el proceso que estudiamos. El poder de Purrán fue particularmente notorio desde la década de 1870 por su capacidad de negociar con las au-toridades para mantener la autonomía y el control de los recursos de la región. Este cacique siempre se mostraba reacio a tratar con las autoridades argentinas y fue quien enfrentó a las tropas cuando ingresaron en sus dominios en 1879. Fiel a su objetivo de resistir a la domi-nación del blanco procuraba salvaguardar a su gente calculando los pro y beneficios de su accionar en medio de la encrucijada en la que se encontraba. En tal situación, el cacique priorizaba su alianza con las autoridades chilenas y protegía a los hacendados que tenían ganado en sus tierras, lo cual ya formaba parte del funcionamiento de la región. De este modo, unos y otros obtenían beneficios al participar en los circuitos mercantiles alimenta-dos por los ganaalimenta-dos capturaalimenta-dos en las pampas. Ante los hechos, se fueron acrecentando las discordias gubernamentales y desde Buenos Aires se sostenía, tal como ya había afirmado Olascoaga, que “los chilenos hacían grandes fortunas con los animales robados en las haciendas porteñas”. A continuación, intentaremos explicar de qué modo se fueron articu-lando estos factores .

Los circuitos mercantiles del “desierto”

La gran movilidad y circulación de población indígena y chilena por la región an-dina, era un factor de riesgo para el avance de las tropas militares. En la época se sabía que la zona constituía “una encrucijada de varios caminos, que vienen del alto, y parten a dis-tintas direcciones" 21. El movimiento continuo de ganados y jinetes fue surcando caminos que se convirtieron en las grandes arterias que cruzaban el vasto territorio fronterizo. De modo que conocer los cruces de esa compleja red era esencial para moverse en tan amplio espacio.

Choele- Choel o hasta donde encuentre las fuerzas que han de marchar de las fronteras de Buenos Aires y Patagones". En: Olascoaga, op. cit, p. 68.

20 MANARA, Carla: “La frontera surandina: centro de la confrontación política a principios del siglo XIX”. En: Mundo Agrario- Universidad nacional de La Plata (UNLP)- N° 10, Diciembre 2005. (WWW.mundoagrario.unlp.edu.ar)

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Los pehuenches, como dueños de un territorio codiciado por su ubicación estraté-gica y recursos, se convirtieron en los intermediarios por excelencia de estos circuitos. Uno de los puntos neurálgicos que controlaba el cacique Purrán era Tilgüe, tal como destacan los partes militares:

"Tilgue reune 3 caminos que vienen de la Pampa, dos de ellos pasan el Neuquén y si-guen al oeste hasta Chile, son caminos indispensables para los araucanos, picunches, muluches, etc, que para invadir las fronteras de Mendoza, San Luis, etc, pasan por ellos".22

Como dijimos, el noroeste neuquino se articulaba a un espacio mayor en donde las rastrilladas se bifurcaban hacia distintos rumbos permitiendo la comunicación de los pe-huenches con sus aliados ranqueles23, con las tolderías de Calfucurá en Salinas Grandes y con tribus araucanas. Estas rastrilladas , que verificaban y a la vez señalaban el rumbo de los permanentes arreos de ganado, se convirtieron en la vía de escape que facilitaba el ac-ceso a los refugios cordilleranos para los indígenas que huían durante la campaña militar. Olascoaga reconocía que la imagen dominante del “desierto” poco tenía que ver con la realidad “tierra adentro”, tal como expresó en una carta que envió al Ministro de Guerra y Marina Carlos Pellegrini, en mayo de 1880:

"...la Pampa no es un desierto, es una región generosamente dotada de todas las condi-ciones de producción y de vida, y que los que en ella habitaban tenían razón de ser fuer-tes y poderosos guerreros...lejos de ser un desierto se abrigaban en ella infinidad de poblaciones de indios y cristianos..."24

Al mismo tiempo afirmaba que a través de estos circuitos persistía el robo de ganado en las ricas tierras de la pampa para beneficiar a provincias chilenas:

"...y era la parte productora diremos pasiva de una gran comercio y tráfico que daba por sí sólo, directamente movimiento y una riqueza a las provincias chilenas com-prendidas en la misma zona de la Pampa, lo que en escritos anteriores creo haber llamado con propiedad ZONA DE LOS ROBOS ... hasta la sección comprendida en-tre los ríos Colorado y Negro, que ya se había hecho proverbial el calificar de terre-no inservible y que alguterre-nos han llegado a decir era un arenal uniforme desde la cor-dillera al mar, resulta hoy ser terreno de excelente calidad, abundante de monte para leña y aún de buenos pastos que vienen espontáneamente con las lluvias.." .25

En la misma carta, Olascoaga, señalaba que dichas rastrilladas eran consecuencia del paso constante de hombres y ganados durante siglos, lo cual no dejaba duda sobre lo consolidadas que estaban estas prácticas:

"...el piso retroqueado, duro; hondas sendas a 2 pies de distancia unas de otras, ocu-pando entrelazadas y paralelamente una extensión de 2 millas; los huesos en des-composición de distintas fechas, todo indicando el tráfico constante desde siglos atrás hasta el presente, de millones de hombres y animales... no son esos grandes ca-rriles la huella de reducidas tribus nómadas que han cruzado 4 o 6 veces por año, con ocasión de sus merodeos. Son toda una vialidad entre grandes centros

22 Ibid., p 238.

23 De esta forma, no era casual que Leuvucó, centro político del cacicato ranquel y asiento de la toldería de Mariano Rosas, estuviera ubicado en una zona de cruce de caminos.

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les son las verdaderas arterias de comunicación por donde va la vida, la riqueza y el progreso de unos pueblos a otros..”. 26

Olascoaga insistía en que esta red de caminos cruzaba vastas extensiones y terminaba desembocando en Chile comunicando distintos centros comerciales des-de el Atlántico hasta el Pacífico:

.

“Esas grandes carreteras que acompañan toda la costa del Río Negro desde Patago-nes a la cordillera, penetran a las provincias chilenas de Concepción, Arauco, Valdi-via y Llanquihue; las que siguen las riberas del Colorado, saliendo de Bahía Blanca y otros puntos del extremo sur de la provincia de Bs.As y van a entrar por Malbarco, Antuco, Cordillera de Pichachen y del Viento a las provincias chilenas de Linares, Maule, Ñuble, Concepción y Arauco ...".27

En tales circunstancias, y siguiendo el análisis de Olascoaga, los habitantes chile-nos resultaban ser responsables por estimular los malones que los indios perpetraban en las pampas. Para él los roles estaban muy claros: Chile era el más favorecido económicamente a costa de “las pérdidas e inseguridad en la frontera de Argentina” y los pehuenches eran los "corredores activos" es decir, los intermediarios que habían consolidado esas prácticas desde el siglo XVI. Las explicaciones concretas las expresó de la siguiente forma:

"... El contacto antiguo entre Chile y el otro lado de la cordillera, la importancia del artículo en las poblaciones trasandinas donde siempre fue escaso por lo inadecuado y estrecho de los campos para hacer crianzas en gran escala y la facilidad de adqui-rirlo por la mano de los indios, con baratura e irresponsabilidad, era de esperar abriera a ese negocio muy amplio camino... Los ganados descansaban e invernaban tranquilamente en la Pampa o en las faldas de los Andes. Allí venían los comercian-tes cristianos a cambalacharlos por chaquiras, tejidos, bebidas, etc, para transpor-tarlos a la cordillera. Del otro lado, a 1 y 2 días de camino estaba el Mercado, siem-pre en demanda de ganados baratos y las poblaciones chilenas prosperaban rápi-damente al impulso de aquél negocio en el que los indios eran corredores activos.... así han pasado 300 años (desde Siglo XVI en que Chile se extendió hasta Valdivia mientras que del otro lado desde el sur de Mendoza no había sino desierto y pobla-ción india) y entre tanto, todas las poblaciones trasandinas, vecinas de la Pampa,

convertían en riqueza nuestras pérdidas, en adelantos y paz estable nuestra insegu-ridad, criaban nuevos establecimientos en proporción que los nuestros eran desluci-dos..." 28 ( el resaltado es nuestro)

La preponderancia de los hacendados trasandinos

La zona de Varvarco era la elegida por los hacendados chilenos, varios de ellos de importante capital y miembros de la burguesía chilena que se establecieron en tierras transcordilleranas arrendandas a los pehuenches. Estos arrendatarios a su vez solían subarrendar las tierras a pequeños hacendados. La riqueza característica de la zona les aseguraba el pastaje y engorde de sus numerosos ganados destinados a la comerciali-zación en Chile, fruto de lo cual habían logrado sus fortunas. El ganado lo obtenían me-diante los malones realizados por los indígenas en las llanuras pampeanas, motivo por el cual estimulaban la continuidad de esta práctica aunque también colaboraban directa-mente en la realización de la misma. De este modo, un fuerte vínculo mercantil unía a

26 Ibid. p. 166.

27 Ibid.

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los hacendados con los pehuenches dando lugar a una convivencia aparentemente cor-dial en la que cada cual obtenía beneficios. Esto no significaba la ausencia total de con-flictos ya que los caciques reclamaban y amenazaban a los pobladores chilenos cuando las pautas acordadas no se cumplían. De igual modo, los pactos firmados con el gobier-no chilegobier-no dependía en gran parte del respeto de las cláusulas firmadas.

Además del traslado de animales existían cultivos en la región y esto modifica la creencia de que por el predominio de la actividad ganadera no se practicaba la agricultu-ra. Sobre esto también hay datos en los partes militares:

" Los habitantes de Mal Barco y de todos estos puntos exportaban sus ganados y hasta los granos de sus sementeras a Chile, proveyendo a las necesidades de los indios con artículos introducidos de Chillán y otras plazas próximas a la cordillera ". 29

Es viable pensar, de modo generalizado, que las haciendas beneficiadas con este comercio existían en distintas provincias chilenas y que gran parte de los cuantiosos gana-dos que albergaban provenía de las pampas argentinas. Además, a muchos hacendagana-dos les resultaba más conveniente trasladarlos a los ricos pastos del este andino y retirarlos una vez engordados, ahorrando trabajo y evitando al mismo tiempo ser objeto de los asaltos de los mismo indígenas.

Otros actores sociales tomaron parte en este proceso. Participaban de pequeños comerciantes a grandes capitalistas y empresarios; minoristas, mayoristas y comisionistas y desde mercachifles hasta agentes exportadores. Todas estas categorías deben ser revisadas en forma particular para comprender mejor la dinámica y los roles de cada caso. Por el momento reconocemos que la interacción y la retroalimentación entre estos actores fue una constante y que el papel de intermediarios que cumplieron los pehuenches no puede enten-derse desvinculado de este proceso.

No fue casualidad, que al inicio de la ocupación de la frontera, tanto en Argentina como en Chile, los agentes del comercio eran quienes mejor conocían la realidad y los códigos indígenas, producto de una larga interacción comercial30. Tampoco podemos ge-neralizar en cuantoa la categoría de "comerciantes" ya que es muy diversificada. Así como hubo comerciantes que hicieron buena fortuna y constituyeron la base de la clase burguesa y terrateniente chilena, también hubo casos de supuestos comerciantes que habrían actuado como espías o informantes. Incluso hubo bandidos y delincuentes que se refugiaron en tierras indígenas gestando sus propios negocios en las fronteras sureñas. Muchos comer-ciantes que se introducían en las fronteras eran los mejores informantes de los caciques y además les suministraban armas.

La campaña militar en Chile provocó que muchos mapuches emigraran hacia las pampas argentinas bajo la dirección de los caciques Purrány Montri de Perquenco quienes, según Keun, “ encontraron campo propicio para sus asaltos y crímines con total impuni-dad”. Impunidad que muchas veces contaba con el amparo de las autoridades que obtenían beneficios31.

29 Ibid. p.105

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Las fuentes consultadas nos permiten particularizar la presencia de dos poderosos hacendados como Méndez Urrejola y Price. A los fines de esta investigación procuramos una mayor aproximación sobre los mismos, aunque hay datos sobre varios otros32. En el caso de Méndez Urrejola, procedente de Concepción, vemos que su establecimiento de-nominado "Látigo verde", estaba a 5 km. de la confluencia del río Varvarco con el Neu-quén. Sumaba 20.000 las cabezas de ganado y poseía más de 100 trabajadores que cose-chaban frijoles, papas, alberjas, trigo, manzanas, etc, de superior calidad33. La mitad de ese ganado serían vacas, muy demandas por Chile durante el siglo XIX. Este establecimiento agrícola- ganadero contaba con ejército propio con unos ochenta hombres armados y uni-formados y 300 hombres más con el objeto de hacer la policía.34

Nos preguntamos, cuál era la necesidad de una fuerza policíaca de ese tipo. Si Méndez Urrejola tenía tan buena relación con los indios y se consideraba amigo de Purrán, inferimos entonces, que dicha amistad era muy relativa y que estaba latente la posibilidad de enfrentamientos y malones. En otro sentido, puede inferirse que tal cantidad de hombres uniformados era para colaborar en los malones llevados a cabo junto con los pehuenches, y en función de esto el hacendado obtenía su parte del botín.

Cuando llegaron las tropas a Varvarco Méndez Urrejola tuvo una actitud dual. Pre-tendiendo estar en buenos términos con las partes apoyaba al ejército argentino aludiendo temor ante los probables malones de los indios cuando al mismo tiempo seguía en contacto con los mismos. Esta ambigüedad permite interpretar que ante las circunstancias desfavo-rables a sus intereses buscó ganar tiempo mientras trasladaba su hacienda a Chile, hacia donde se dirigió él posteriormente35.

El caso del acaudalado hacendado procedente de Chillán, Price o Pray, de origen inglés difiere del anterior. Este se hallaban asentado en el valle de las lagunas de Epulaf-quen, al oeste del actual departamento Minas, justo al límite con Chile. El establecimiento fue desalojado cuando entró la Cuarta División en las cordilleras y Price volvió a Inglaterra con su familia, aparentemente con una buena fortuna, pero quedaron en el lugar los traba-jadores de la hacienda a cargo de un capataz. La descripción de su establecimiento es muy particular y da cuenta de edificios grandes y potreros cercados de madera labrada y varios instrumentos de tortura, cepos, argollas y postes de castigar, restos visibles sobre lo que Olascoaga informó más tarde cuando asumió como primer gobernador de Neuquén36.

32 El testimonio oral de Roberto Cofré, poblador del noroeste neuquino (norte de Caepe Malal), nacido en 1900, nos ofrece datos ilustrativos sobre estos hacendados. Cofré narró, por ejemplo, que su abuelo era peón de uno de los grandes hacendados chilenos, don Antonio Méndez, cuyo ganado se desparramaba por la zona. También mencionó a otros hacendados, como Nolasco Varilla que tendría campos hasta Malar-hue y a Francisco Ferra. Asimismo recordó que hasta 1925 se compraban mercaderías en Chile por las lagunas de Epulafquen, lo que confirma la persistencia de prácticas comerciales a través de la cordillera. Pocos datos hay sobre unos dinamarqueses que le arrendaban al cacique Quilospe. Cfr. HUX, Meinrado: Caciques pehuenches. Bs.As, Marymar, 1991.

33 RAONE, Juan M.: Fortines del desierto. Buenos Aires, Biblioteca del Suboficial, 1969. Tomo 2, p.469. 34 Nota del Comandante Rufino Ortega al Ministro de Guerra. Mendoza, 3 de Febrero de 1879. En: Olascoa-ga, op. cit.,p.148.

35 Según los partes militares un tal Pedro Herrera era el capataz de Méndez Urrejola quedó a cargo del esta-blecimiento en Varvarco cuando este huyó a Chile con la mitad de su hacienda. Los capataces hacían las tareas de cría y engorde del ganado en ausencia del hacendado, trasladando los animales a Chile después de cada invernada, para su comercialización.

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Junto a los hacendados que arrendaban tierras, las ocupaban y administraban per-sonalmente, existía otros que poseían ganados en tierras que ni habitaban y ni siquiera co-nocían. Por lo tanto, tenían un capataz o encargado, que podían ser los mismos indígenas. En su mayoría eran políticos y militares importantes, prósperos propietarios de tierras en Chile y activos comerciantes de la hacienda proveniente de Argentina. La historia chilena los considera "pro-hombres" de la patria. Pueden citarse, entre otros, a los generales Mos, Basilio Urrutia (General en Jefe de Arauco) y Bulnes. Este último fue quien nombró a los subdelegados que actuaban como autoridad en Varvarco.

Cabe notar la participación de militares prestigiosos que conocían muy bien la re-gión desde décadas anteriores cuando habían ingresado con determinados fines, tal como fue la persecución de las fuerzas pincheirinas pro realistas hasta 1832. Estos militares se convirtieron en hombres políticos del sur llegando algunos de ellos a la presidencia de la nación y fueron beneficiarios de los circuitos indígenas que cruzaban desde las pampas. Suele marcarse la diferencia con los importantes acaudalados del norte que hicieron su fortuna en la actividad minera.

Esta situación era repudiada y denunciada por las autoridades argentinas, tal como lo manifestara Olascoaga en una carta confidencial al Dr. Federico Cibils en 1901:

" Todos los que fomentaron los malones a la Pampa y Buenos Aires, é hicieron gran-des fortunas con los ganados baratos, han ocupado los supremos puestos de la Repú-blica. Los Prieto, Bulnes, Pérez, Errázuris, Santa María, etc. fueron presidentes, pero no lo han sido los Matta, Gallo, Edwards, Reyes, Lastarria, Godoy, prohombres del norte, primeras ilustraciones y fortunas de Chile, levantadas en los centros industria-les mineros -que tal vez no habrían protegido las especulaciones vandálicas del sur..." 37

Por último, sumamos la presencia de pobladores con permiso de asentamiento otorgado por los comisionados chilenos. Se trataba de pequeñas parcelas, posiblemente subarrendadas a los hacendados acaudalados. Se instalaban en tierras de buenos pastos para el engorde de una reducida cantidad de animales. Según informan los partes, había varios puestos de invernada de ganado ocupados por individuos chilenos que habían veni-do para tener sus haciendas con un permiso otorgaveni-do38.

La resistencia de los pehuenches

Cuando las tropas expedicionarias del ejército transitaron por la región del noroeste neuquino encontraron una sociedad indígena políticamente centralizada, económicamente organizada y socialmente estructurada. En efecto, la historia de los pehuenches -o “picun-ches” (gente del norte) como registran los partes militares- que controlaban estas tierras era antigua pero los cambios que mostraban durante el siglo XIX fue llamando la atención de los gobiernos. En especial el poder e influencia que había adquirido el cacique Feliciano Purrán, cuya alianza con el gobierno chileno provocaba inquietud en las esferas políticas porteñas.

Las tolderias pehuenches siempre habían estado resguardas por estar alejadas de los centros políticos y esto había beneficiado a todos quienes se llegaban hasta allí en busca de

37 Carta fechada el 18 de Mayo de 1901, San Fernando, Buenos Aires. En Archivo Histórico de la Provincia de Neuquén.

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refugio. Tal como en ocurrió en 1879 cuando grupos indígenas provenientes de las pampas se vieron forzados a huir de las tropas y encontraron asilo en las tierras de Purrán. El mis-mo cacique supo alentar la unión de los grupos haciendo causa común frente a la expan-sión estatal y daba auxilio a los emigrados. Lo interesante de estos datos, es que confir-man el conocimiento que tenían esos otros grupos de la región de Varvarco y sus adya-cencias, ya sea por la participación que habían tenido durante mucho tiempo en los cir-cuitos comerciales hacia Chile o bien por las estrechas relaciones y frecuente comunica-ción que mantenían con los pehuenches.

Para las autoridades argentinas la protección que daba Purrán a los hacendados chi-lenos era una clara muestra de la rebeldía que siempre habían mostrado los pehuenches39. Una larga tradición de resistencia caracterizaba a estas tribus ya desde los tiempos colo-niales y se había fortalecido aún más durante el período revolucionario cuando las fuer-zas realistas vencidas en la batalla de Maipú (1818) cruzaron la cordillera para asentarse en los valles de Varvarco. En medio de la llamada “guerra a muerte” entre “realistas” y “patriotas” se conformó una numerosa aldea multiétnica en donde –por temor o por convicción- la población pudo sobrevivir a la violencia imperante. Por entonces, el aval de los caciques aliados fue clave para la convivencia entre chilenos, españoles, indíge-nas y mestizos alineados bajo la bandera del rey. El liderazgo de estas fuerzas recayó en los hermanos Pincheira, de origen chileno, quienes alentaron la permanencia de estruc-turas coloniales obstaculizando la organización inicial de los estados de Chile y Argen-tina40.

Cuando las fuerzas pincheirina fueron vencidas por el general chileno Manuel Bulnes en 1832 habría sido una buena oportunidad para el asentamiento de hacendados trasandinos incluidos los mismos partícipes de la campaña contra los “bandidos pincheiri-nos”41. Desde aquella convivencia en tiempos revolucionarios se habían consolidado lazos con la población chilena la cual siguió arribando a la zona hasta 1879. Estos datos confirman que la ocupación y el usufructo que hacían los pobladores provenientes de Chile en tierras pehuenches, no sólo eran permitidas y estimuladas por las mismas auto-ridades, sino que se realizaban como si Chile tuviera jurisdicción sobre las mismas.

Así, los hacendados se proveían de abundantes animales obtenidos en las pam-pas. Estos ganados pastaban en la zona de Varvarco y posteriormente los hacendados las trasladaban a Chile, comercializándolo en las ferias locales o en empresas más comple-jas, entre ellas la exportación a través de los distintos puertos sobre el Pacífico. A su vez, los indígenas, obtenían ganancias con el arriendo de las tierras, tenían un perma-nente estímulo para emprender los malones y obtenían de los hacendados regalos para restar el peligro eminente de asaltos en sus propias haciendas. Estos datos modifican la idea acerca del papel pasivo y temeroso que guardaban los pehuenches frente a la pobla-ción chilena que se asentaba en sus tierras. El dominio seguía siendo efectivamente de los

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nativos. Los pactos, las negociaciones y los mismos malones actuarían de mecanismos para frenar los abusos y los intentos de boicotear sus demandas.

De dicha convivencia emergían las correrías, los tratos comerciales y hasta empre-sas económicas de las que se beneficiaban ambas partes. Olascoaga comentó esto en los siguientes términos:

"Como se ve, los chilenos de esas regiones y los que habían extendido hasta aquí mismo, o más abajo, con sus familias o sin ellas, no sólo se mantenían con los indios en la más buena ar-monía y relación, sino que la mayor parte tomaban una participación activa en sus correrías a las poblaciones de la frontera y a la Pampa, haciendo con ellos vida íntima y activando el comercio que siempre han mantenido con aquella República”42.

Todo indica que el acceso fluido y directo que tenía Chile en las tierras de Var-varco aumentaba en la medida que no existió una autoridad argentina hasta la llegada de la Cuarta División. La fuente citada afirma en relación a Chile que:

“...por su parte, ha conservado hasta ahora, últimamente un subdelegado civil, nombrado por las autoridades de Chillán, y en la parte militar intervenían los jefes de la frontera de Angol, llegando a adquirir bastante prestigio entre los salvajes, el coronel chileno Bulnes, comandante de esa frontera anteriormente"43

En tal sentido, las prácticas de intercambio, las relaciones sociales, la asidua cir-culación de población chilena y la interacción con las haciendas y mercados chilenos sumado a la alianza con caciques pehuenches, son claras muestras acerca de cuál era el funcionamiento de la región andina. Esta realidad chocaba con las pretensiones del go-bierno argentino que en consecuencia cuestionaba la connivencia del gogo-bierno chileno en la ocupación de tierras que no le pertenecían. Es decir, la ocupación de hecho que existía en las tierras andinas complicaba los planes expansivos que el gobierno argenti-no estaba preparando para acceder a esa región.

Un aspecto importante es el trato que tenía el gobierno chileno con los caciques pehuenches aliados. Estos recibían un sueldo y raciones a cambio de garantizar la seguri-dad de los hacenseguri-dados instalados en Varvarco y de no participar en las malocas arauca-nas44. Hacia 1879, las fuentes mencionan una población aproximada de 600 habitantes lo cual daba lugar a un vecindario importante sobre los valles inmejorables con gran acopio de granos y 15.ooo cabezas vacunas. Desde entonces se convirtió en un centro receptor de población donde "ya la afluencia de emigrados de Chile se siente. Suben a más de 900 personas que se encuentran en la jurisdicción de Barrancas (límite norte de Malbarco)".45

Dicha convivencia se vio alterada al llegar la noticia de que las tropas argentinas estaban preparadas para avanzar. Todos los asentamientos fueron abandonados y los estancieros alcanzaron a trasladar algunos miles de animales hacia Chile. La autoridad local era un delegado chileno quien también poseía tierras cordilleranas. Para reempla-zarlo llegó el Comandante Recabarren como primera autoridad civil en la región y al

42 OLASCOAGA, op. cit.105. 43 Ibidem

44La relación entre Purrán y el gobierno chileno se consolidó con un junta realizada en 1873 en la que el caci-que reconoció al gobierno de Chile y se comprometió a no auxiliar a los mapuches en sus levantamientos recibiendo 120 pesos anuales y 100 para sus caciques secundarios. Cfr. KEUN, op. cit, 481-482.

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finalizar la campaña fue nombrado el Comisario Benjamín Belmonte. Aún así, la impo-sición de la nueva autoridad no quebrará totalmente los tradicionales esquemas de inter-cambio y comercio con el país vecino.

La disputa a través de la prensa

La pugna sostenida sobre Varvarco terminó alimentando los problemas limítro-fes entre Chile y Argentina a partir de la década de 1880. Como hemos intentado mos-trar, Varvarco era centro de diversos problemas e intereses por los que ambos países se mantenían enfrentados.

Esta rivalidad y competencia se advierte en la prensa de la época. Era permanente el cruce de acusaciones y críticas sobre el accionar de las partes. La situación en las fronte-ras andinas seguía siendo un tema de conflicto y la discusión en los ámbitos políticos fue tomando mayor fuerza.

La prensa resultaba ser un canal de confrontación entre las autoridades de Chile y Argentina. Las opiniones cruzadas generaban debates que llegaban a la opinión pública mostrando las distintas posturas y sus argumentos. En los años previos a la campaña de 1879 ya se evidencia un constante ataque por parte de la prensa argentina acusando al go-bierno chileno de ser los “amparadores sistemáticos del robo de ganado en Argentina”. Chile contra atacaba justificando su postura o en algunos casos pretendiendo desconocer lo que ocurría en las fronteras. Un interesante ejemplo del cruce de argumentos, es la respuesta dada por el reconocido militar y político chileno, Vicuña Mackenna, en una carta que fue posteriormente publicada: “...el robo de animales que se supone introducidos en Chile por la Araucanía , asunto que produce una irritabilidad extraordinaria en el espíritu público de los argentinos y afecta en cierta manera el honor de nuestro país...” 46

Por lo cual, le pidió a Cornelio Saavedra, quien había sido muchos años inten-dente de la provincia de Arauco y jefe del ejército de la frontera que le diera datos pre-cisos para echar luz y “sincerándonos así de ser los “amparadores sistemáticos” de un comercio ilícito y contrario al derecho internacional”. Saavedra le aseguró que desde 1867 a 1871 que permaneció en Arauco tuvo especial cuidado de vigilar el comercio de ganados que hacían los indígenas del sur y que fue muy rara la ocasión en que se pre-sentase algún animal con marca argentina. Le sugiere asimismo que le pregunte al res-pecto a Olascoaga, “jefe inteligente que conoce toda nuestra organización política, militar en Arauco”, según expresa la misma fuente.

Resulta poco creíble que Saavedra no estuviese al tanto de la situación y más ex-traño aún, su sugerencia de recurrir al apoyo de Olascoaga, quien sabemos era entonces el principal crítico del accionar chileno en el ámbito fronterizo. El intento de minimizar el problema fue advertido por el diario El Constitucional de Mendoza tal como puede leerse en estas líneas:

“Estas denuncias que han sido renovadas en estos últimos tiempos, ha dado motivo a una carta dirigida a un caballero chileno residente entre nosotros el Sr. Vicuña. Mackenna, que en el interés de averiguar la verdad ha pedido datos al coronel Saa-vedra de Chile, que por la posición que ha ocupado en el ejército de aquella repúbli-ca y su larga residencia en Arauco, puede hablar con propiedad al respecto...Parece,

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según los datos que da Saavedra que el comercio ilícito de que tanto se ha acusado a los chilenos no existe realmente, al menos en la importancia que se ha tratado de ha-cerlo aparecer entre nosotros”. 47

A fines del año 78 el diario El Constitucional de Mendoza, confirmaba que los valles de Purrán y su aliados eran la “zona de los robos cuantiosos”, depósito de vacas y establecimiento de diversas estancias bien pobladas que sostenían a especuladores chi-lenos en campos argentinos hasta entonces sin ninguna protección del gobierno nacio-nal.

El gobierno mendocino experimentaba de cerca la presencia de los hacendados chilenos y veía como se iban apoderando de los ricos valles neuquinos. Además las noticias que llegaban desde Chile eran alarmantes y mantenía a las autoridades mendo-cinas en guardia permanente, como se infiere en estas líneas:

“Los diarios de Chile se sorprenden de que nuestro ejército recorra territorios argentinos al sud de esta provincia parece que por el hecho de haberse situado algu-nos hacendados chilealgu-nos en los campos de esta república, se pretende también que deba ejercer la jurisdicción chilena” 48.

Es interesante señalar que los mismos hacendados que huyeron anticipadamente de Varvarco para evitar enfrentarse con las nuevas autoridades llegaron a Chile difun-diendo la versión de que los argentinos estaban usurpando tierras chilenas. Por su parte, la prensa chilena se hizo inmediatamente eco de estas denuncias, en especial el diario

El Ferrocarril de Santiago que cuestionaba el avance argentino y comentaba, por ejem-plo, que el avance de los argentinos ya había provocado más de mil muertes de indios domiciliados en Chile. Asimismo, daba cuenta de que:

“Enrique Price, uno de los vecinos más respetables de nuestro dpto. nos ha comunicado que los argentinos tratan de adueñarse ya por la fuerza de una parte de nuestro territorio. Han impartido órdenes a los mayordomos y administradores de los fundos situados en territorio chileno para que se pongan a disposición de un jefe argentino (Recabarren reemplaza a la au-toridad chilena que existía en el lugar) que ha venido a ese lugar con 2000 hombres. En es excursión sabemos que los argentinos han muerto a más de 1000 indios domiciliados en chile y les han quitado todo” 49. (el resaltado es nuestro)

Ahora más que nunca, las tierras del cacique pehuenche estaban siendo disputa-das por ambos gobiernos con el objetivo de imponer la soberanía sobre las mismas. Sin embargo la ocupación de hecho de población chilena, la alianza del gobierno chileno con los pehuenches y la existencia de una autoridad propia en la región avalaban los derechos que Chile creía tener sobre estas tierras. Tal circunstancia era muy poco favo-rable para los planes de Argentina, como se advierte en el párrafo que citamos a conti-nuación:

47 “Robo de Ganado”, en El Constitucional, tomo 15,24 enero de 1878, año XXVII, época IV, N° 1010. (AHM)

48El constitucional, 3 de abril de 1878 ( AHM)

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El paraje en que está asentado población chilena como Coichico en Neu-quén con autoridades chilenas es argentina. ¿Con qué facultad Chile ha fundado esa población y ejerce jurisdicción sobre ella? Parece que ya no es sólo el Estrecho (Magallanes) lo que necesita. Este hecho es grave y no puede pasarse en silencio”50

Desde el periódico también se le cuestionaba al gobierno chileno que se había de-clarado dueño de la Patagonia y que había fundado poblaciones en valles cordilleranos, ejerciendo jurisdicción sobre tierras argentinas. Pero la misma prensa expresaba que esa delicada situación era producto de la falta de firmeza y energía del gobierno para concretar el dominio y ocupación efectiva sobre las mismas.

“...el gobierno chileno se ha declarado dueño de la Patagonia, ha fijado límites y ha llegado a imponer terminantes prohibiciones a la República. Argentina de ejer-cer jurisdicción dentro de su propio territorio...ese es el estado vergonzoso a que nos ha conducido la falta de firmeza y energía de nuestro gobierno que ha dado lu-gar a que se llelu-gara a este extremo”.51

Mientras tanto el gobierno argumentaba la necesidad de la campaña militar fren-te a las “agresiones chilenas” para tomar posesión real y efectiva de la Patagonia, empe-zando por llevar población al Río Negro capaz que sustente numerosos pueblos52. Hasta las últimas instancias, cuando el ejército fue tras los rastros de los indígenas que huían lle-gó imprevistamente hasta el río Bío Bío, en pleno territorio chileno, donde primero presio-nó a Purrán para parlamentar y luego lo capturó. Las dificultades para alcanzar a Purrán fue otro argumento para repudiar la intromisión de los trasandinos:

“...y a las hordas del Neuquén, ensorberbecidas por su número y por el concurso de nuestros vecinos de allende los Andes, el correctivo más vigoroso y eficaz toma-do su jefe supremo, el célebre cacique Purrán, y capturatoma-dos o muertos otros de in-dudable importancia, no quedará a esas tribus sino una disyuntiva total o reple-garse a la lejana regiones patagónicas”53

El avance de las fuerzas argentinas sobre el territorio vecino no dejó de ser una provocación, y el 22 de febrero de 1880, el diario chileno El Arauco, se hizo eco confir-mando que 1500 hombres del ejército argentino se habían posesionado de Lonquimay. Daba cuenta de que junto con la captura del cacique pehuenche se habían robado no me-nos de 2000 animales.El avance del ejército se vio favorecido por la participación de Chile en la Guerra del Pacífico, lo cual provocó la emigración allende los Andes de buena parte de la población asentada en este territorio desde hacía tiempo. Muchos chi-lenos e indígenas huyeron sin llevar sus haciendas y otros acataron las órdenes del Co-mandante Recabarren quien llegó como primera autoridad a Varvarco. Uriburu creó en el lugar la colonia “Roblecillos” a la que definió , como la “mejor tierra conquistada”.

Pero la situación de dominio fue inicialmente muy precaria. El paraje se convir-tió en una suerte de “far west”, al punto que el primer comisario nombrado, Benjamín

50 El constitucional. año XXVII, época IV, N°1068, 11 de junio de 1878 (AHM)

51 “Cuestión límites”. En El constitucional 7 de febrero, de 1878, N°. 1016.(AHM)

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Belmonte, fue asesinado en 187954. La historiografía prácticamente no da cuenta de los ataques y asaltos que siguieron realizando los grupos indígenas. El mismo Purrán buscó agrupar a los suyos para recuperar sus tierras y así fue como atacó varias veces el Fuerte IV División en Chos Malal y robaba los recursos de las tropas, muy escasos por cierto, pero seguramente con la idea de provocar su retirada del lugar.

Finalmente, Purrán fue capturado en 1881 y estuvo ocho años prisionero hasta que escapó. Logró llegar a tierras chilenas en donde recibió la ayuda de algunos hacen-dados, viejos amigos que seguramente veían en él a aquél férreo defensor de sus inter-eses en los ricos valles neuquinos, tierras que ya para entonces estaban bajo el dominio de las autoridades argentinas.

Finalmente, con la creación de los territorios nacionales en 1884, el Coronel Manuel Olascoaga sería el primer gobernador del Neuquén, cargo que ocupó hasta 1891. Durante su gestión se estableció la capital en Chos Malal y se fomentó la crea-ción de pueblos para modificar la dinámica regional a favor del gobierno argentino. Si bien esta etapa excede el objetivo de este trabajo, podemos señalar que hasta las prime-ras décadas del siglo XX será muy visibles la subsistencia de viejas prácticas fronterizas así como la vigencia de los vínculos transcordilleranos. Los ricos valles de Varvarco siguieron siendo un centro de atracción, tanto como lo había dicho Olascoaga y como lo dirán cronistas en las décadas siguientes55.

A modo de conclusión

Avanzar más allá de la línea de frontera significó un gran desafío para los go-biernos de Chile y Argentina durante todo el siglo XIX. También lo fue para las poblacio-nes nativas que dominaban esos espacios y que debieron lidiar con los plapoblacio-nes expansionis-tas de los países vecinos.

La vasta región de fronteras que se extendía por las tierras del sur expuso a am-bos estados a reiterados encuentros y desencuentros. Un espacio fronterizo en el cual se habían forjado redes sociales y circuitos mercantiles desde antaño se convirtió en el objetivo de sendas campañas militares que buscaron controlar esas tierras.

El caso de Varvarco que hemos analizado se inserta en el proceso de consolida-ción de los estados nacionales y en la articulaconsolida-ción de los espacios fronterizos hacia fines del siglo XIX. Estos valles dominados tradicionalmente por los pehuenches fueron un punto nodal en la expansión de ambos países. Asimismo la región quedó en el medio de una pugna política y diplomática con profundas incidencias dentro y fuera del mundo de fronteras. Varvarco significó varias cosas al mismo tiempo y para ambos gobiernos simutáneamente. La ocupación de las tierras, el ususfructo de los campos, el ejercicio de la soberanía, la contrucción de las identidadades étnico-nacionales, la alianza de los pehuenches y el control de los pasos andinos, fueron factores decisivos en el proceso de expansión paralelo.

En medio del litigio, la sociedad pehuenche desarrolló sus propias estrategias frente a las presiones que recibía de ambas partes. El comportamiento del cacique Purrán procuró

54 BANDIERI, Susana: “Acerca de las actividades económicas y organización social de las poblaciones indígenas en la segunda mitad del siglo XIX”. En: Boletín del departamento de Historia. Neuquén, Univ. Nac. del Comahue, 1988, p. 26

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responder a las demandas externas pero también las de su gente. La posición de interme-diarios estratégicos de los pehuenches los hizo partícipes de los circuitos económicos a larga distancia controlando bienes en gran escala y además, les dio ventajas para negociar sin perder su autonomía hasta la llegada de la Cuarta División.

Referencias

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