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Conversación en Salamanca con Antonio García y García

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Academic year: 2020

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Javier OT A D U Y

El Profesor Antonio García y García (O.F.M.) ha dirigido su investigación histó-rica hacia las fuentes jurídicas medievales, especialmente hacia las fuentes canónicas. Su biografía elemental podría diseñarse más o menos como sigue. Nació en Bretona (Lugo) el 7 de enero de 1928. Estudió Filosofía en el Seminario Mayor Franciscano de Chipiona (Cádiz). En 1952 fue ordenado sacerdote. Cursó los estudios de la licenciatura de Dere-cho Canónico en el Pontificio Ateneo Antoniano de Roma entre 1952 y 1955. En 1956 obtuvo el doctorado. A lo largo de los años siguientes, hasta 1959, fue profesor de Dere-cho Canónico y Teología moral en el Seminario Mayor de Chipiona (Cádiz). En ese año obtuvo la cátedra de Historia del Derecho Canónico en la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad Pontificia de Salamanca, cátedra que ha regido hasta la actualidad. Desde mediados de los años 50 entra en relación con Stephan Kuttner y con el Institute of Medieval Canon Law, con largas estancias en la Universidad de California-Berkeley. En esta breve reseña no es oportuno detenernos en su extensa bibliografía, que consta casi de trescientos títulos. Tampoco parece preciso hacer el elenco de sus méritos y dis-tinciones. Se está preparando una miscelánea en su honor, que se publicará próximamen-te en Roma. Allí podrá consultarse cómodamenpróximamen-te su biobibliografía actualizada, confec-cionada por el Prof. Mariano Sanz González.

Conversamos el 20 de abril de 1996. El Profesor García y García me esperaba a las once de la mañana en el local del Instituto de Historia de la Teología. Es un local modesto, repleto de libros y de útiles, en el tercer piso del edificio de la Universidad Pontificia de Salamanca. El Instituto tendrá pronto otra sede mejor, más grande y más alta: «con un panorama precioso sobre la crestería de las catedrales». D. Antonio tiene los hábitos adquiridos de un historiador de las fuentes, sobre todo el rigor y la pulcritud. Ha escrito unos folios sobre los temas que le había propuesto para nuestra charla. Des-pués no harán falta, porque los asuntos fluyen con mucha naturalidad. Nos sentamos a ambos lados de la mesa, en el centro de la habitación.

Pregunta. Si le parece, D. Antonio, podemos comenzar por hablar de su tesis doctoral. Fue, si no estoy mal informado, sobre el jurista Lorenzo Hispano.

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Respuesta. Así es. La defendí en junio de 1956 en el Pontificio Ateneo Antonia-no de Roma'. La tesis me la dirigió el canadiense Guy Brisebois. Era juez de la Rota y no era especialista en esto. En plan de buenos colegas me pidió que acudiera al Prof. M. Brlek de nacionalidad croata; éste realmente era un hombre muy competente, sucesor de Bertrand Kurtcheid, un profesor famoso del Antonianum. Brlek seguía el manual de su maestro pero enriqueciéndolo mucho, abriendo nuevas perspectivas, ante todo metodoló-gicas, sobre el modo de trabajar, de modo que me ayudó mucho. Y la tesis me la leyó cuidadosamente, a porfía.

P. ¿Le bastó con el latín, el italiano y el castellano para trabajar en la bibliografía de Laurentius?

R. Tuve la suerte de que necesité aprender alemán. Yo comencé con la idea de que las fuentes y la bibliografía serían en latín o en español, de modo que no tendría que molestarme con fuentes alemanas o inglesas, lenguas que por entonces no conocía. Cuando vi el panorama, que todo lo que había escrito sobre Laurentius —y muy bueno, además— era en alemán (de Franz Gillman) y en inglés (de Gaines Post), me fui corrien-do para Alemania. Y fui a parar a Mönchengladbach, a un seminario de los franciscanos donde estaba toda la biblioteca de Kurtcheid, incluso sus notas personales, difíciles de entender en verdad porque estaban en letra manuscrita (hacía falta seguir un curso para entender aquello). Pero estaban todas las revistas y todos sus libros.

P. ¿Cuánto tiempo le llevó el aprendizaje de la lengua?

R. El alemán no se acaba de aprender bien nunca; después he tenido otras estan-cias en Alemania; de todas formas para final de aquel verano ya era capaz de entender la bibliografía alemana. Tuve la suerte de que allí había un profesor, Marianus Müller, pro-fesor de teología dogmática. Había escrito un libro que se titulaba Die Verheißung des Herzens (La promesa del corazón), que se tradujo al español, no me acuerdo exactamen-te con qué título. Todos los días después de comer dábamos los dos un largo paseo por un viejo cementerio; iba corrigiendo mi alemán hablado. Era un santo varón. Total, que estuve ese largo verano en Mönchengladbach. Después otros veranos en Friburgo de Brisgovia, desde donde me dirigía a bibliotecas donde estaba presente Laurentius. Como se ve, Laurentius me llevó muy lejos. Pero donde me llevó realmente fue a un gran tema, al derecho romano-canónico medieval. Laurentius fue la puerta para la gran opción en la que me embarqué.

P. ¿Podría hablamos de la publicación de su tesis y de su vinculación con el Ins-tituto Jurídico Español de Roma?

R. El día de la defensa de mi tesis, más que pensar en su defensa pensaba yo dónde podría publicarla. El tema sólo había sido estudiado por alemanes y por un ameri-cano, como ya he dicho. Yo estaba muy preocupado porque en Alemania y en Norteamé-rica no me iban a publicar esa tesis; yo no conocía a nadie allí por entonces. Y pensaba

I. Laurentius Hispanus. Datos biográficos y estudio crítico de sus obras (Cuadernos del Institu-to Español 6), Madrid 1956, XIV-154 pp.

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que en España tampoco iba a interesar a nadie. Entonces apareció por allí un futuro ami-go, José Bonet Correa, que estaba encargado por Alvaro d'Ors de atender el Instituto Ju-rídico Español de Via de Villa Albani, mientras D. Alvaro no estaba en Roma. Fue a comprar unos libros a la biblioteca del Antonianum. Allí todas las tesis se defienden a fi-nal del curso; había un panel lleno de pequeñas tarjetas que anunciaban las tesis. Las fue mirando y vio un García y García entre tantos nombres no españoles (ese día defendía-mos un maltes, un egipcio, un italiano y yo). Le faltó tiempo para entrar. Al terminar se acercó amablemente a felicitarme y me dijo que deseaba que esa tesis se publicara pron-to; como un libro, no como artículos sueltos. Le dije que ése era precisamente mi pro-blema: «en qué repisa pongo yo esto», le dije. El no era quién para decidir, pero me aconsejó que hablara con Alvaro d'Ors, como director del Instituto. Yo no sabía ni que existiera ese Instituto.

P. ¿Conocía usted a Alvaro d'Ors?

R. Lo conocía de nombre, pero no lo conocía personalmente, desde luego. Fui en su busca a Santiago de Compóstela. Me presenté a su madre. Pero la señora, que ya no oía muy bien, entendió que me interesaba por su marido y me dijo que había muerto. Aquello me consternó y pensé que las cosas se complicaban muchísimo. Menos mal que ella estaba tomando el té en el Hotel Compostela con otra señora, y ésta consiguió hacer-le entender que por quien me interesaba era por su hijo Alvaro, no por su marido. Por fin fui a su casa, en Santiago, pero estaba de vacaciones. Vi por la rendija de la puerta un montón de correspondencia, eso es todo. Pregunté a unas amas de casa, que me miraban de reojo, y me hicieron saber que estaba en Carballedo, una aldea perdida, en un pazo que había sido de la familia de su mujer. Allí me presenté. El autobús me dejó en medio del campo, en un bosque, y sin referencias; el conductor era de la opinión que bastante hacía con parar y no tenía por qué dar más explicaciones. Comencé a andar con mi ma-leta y de repente oí voces de niños. Yo no sabía si era un espejismo. No lo era, eran los hijos de Alvaro d'Ors, que me llevaron hasta su casa.

P. Una auténtica aventura...

R. Por lo menos es una historia interesante. Para mí la historia de la tesis es más interesante que la tesis. Yo iba de hábito, y Palmira, la señora de Alvaro d'Ors, mandó traer cien pesetas —que era dinero en aquellos tiempos— para dármelas y colaborar con eso a la obra para la cual suponía que yo trabajaba. Le hice saber que no venía por el di-nero, sino por ver a su marido. Me dijo que eso era imposible, que tenía dada orden ta-jante de que mientras él estaba estudiando no se le interrumpiese de no ser que ardiera el

pazo. Yo no sabía qué hacer. Contraviniendo órdenes y sin que sirviese de precedente, fue a avisarle. Me hizo pasar, y por vez primera me vi delante de Alvaro d'Ors. Es un hombre que impresiona; por su fisonomía, por esa mirada profunda. Me miró de arriba abajo, de este a oeste, y me dijo: «¿Qué es lo que desea exactamente?». Le expliqué el motivo de mi visita y él me dijo: «Muy interesante, pero comprenderá que sin leerlo yo no puedo decir ni sí ni no; quédese usted una semana aquí en mi casa y una vez que haya leído el trabajo le contestaré». Era así: aut... aut, una alternativa perfectamente definida; un hombre íntegro y exacto.

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P. ¿ C u á n t o t i e m p o d u r ó esa estancia en Carballedo?

R. D o s o tres días. M e dieron una habitación, c o m í a con ellos. P o r la n o c h e yo dirigía el rezo del Rosario: m e ponía en situación estratégica para que m e oyeran todos: la criada, la señora q u e trabajaba en no sé q u é , los niños que estaban no sé d ó n d e , y D. A l v a r o , m u y serio, m á s c e r c a d e mí. Era una c a s a patriarcal, inolvidable, e n c a n t a d o r a . Vivir en u n a situación así m e parecía increíble. A los dos días, sin alterarse ni sonreír, m e dijo q u e d e b í a m o s h a b l a r por fin d e la tesis. Y o m e dije para mis adentros q u e el asunto e s t a b a c o n c l u i d o : n o había n a d a q u e hacer. P e r o resultó q u e no. M e dijo q u e le había g u s t a d o m u c h o ; q u e había m é t o d o y materia; q u e le había agradado tanto en los as-pectos d e f o r m a c o m o en el fondo, y q u e m e la p u b l i c a b a e n c a n t a d o . M e hizo, e s o sí, una serie d e o b s e r v a c i o n e s . P r i m e r o m e m a n d ó traducirla del latín al castellano. E n Es-paña no p o d í a m o s publicarla en latín. A d e m á s m e advirtió que mi latín no era b u e n o ; era c o m o un rio q u e d i s c u r r í a p l á c i d a m e n t e — s e n o t a b a q u e tenía detrás m o d e l o s litera-r i o s — , pelitera-ro d e vez en c u a n d o ex abrupto aparecían cascadas en las q u e u n o podía estre-llarse. S o b r e el castellano m e hizo bastantes observaciones que m e fueron muy útiles y que nunca olvidé. A d e m á s , el Prof. d ' O r s m e manifestó que estaba dispuesto a publicar en la m i s m a serie cualquier otra tesis o libro sobre la m i s m a especialidad histórico-jurí-dica, siempre y c u a n d o contara con mi visto bueno. Y así fue, se editaron allí otras tres tesis doctorales2.

P. ¿ H a s t a q u é p u n t o su tesis condicionó o delimitó el c a m p o de su trabajo futu-ro? ¿ T u v o usted d e s d e el principio d e su formación universitaria propensión hacia la in-vestigación d e fuentes o se trata m á s bien de un interés sobrevenido?

R. Sí lo delimitó. A m í la historia m e gustó siempre y ya desde un principio pen-saba elegir un t e m a histórico. Iba a ir a R o m a para estudiar Sagrada Escritura. M e había fijado en los libros históricos y había leído m u c h o sobre eso; obras generales, de conjun-to, se entiende; a veces también monográficas sobre tal o cual libro de la Sagrada Escri-tura. Pero a última hora se puso enfermo quien iba para derecho canónico, y los superio-res m e m a n d a r o n a mí. E s o e s lo q u e m e llevó al d e r e c h o c a n ó n i c o y a L a u r e n t i u s Hispanus. A u n q u e n o m e desagradaba, no estaba propiamente entre mis preferencias.

P. V a m o s a continuar con sus maestros. Sin d u d a ha sido Stephan Kuttner la per-sona q u e m á s ha influido en su formación. A d e m á s , ha estado (y está) usted en estrecha relación de trabajo con el Instituto d e Derecho C a n ó n i c o Medieval d e Berkeley, la gran creación de Kuttner. ¿ C u á n d o lo conoció?

R. L o c o n o c í en m a r z o d e 1954, en R o m a . Y o tenía la tesis m á s o m e n o s diseña-da, en una primera redacción q u e había sido la m e m o r i a de licenciatura. A q u e l l o m á s o m e n o s era y a la tesis en sustancia. Se la envié a W a s h i n g t o n con una carta en a l e m á n , s u p o n g o q u e con bastantes defectos. M e contestó también en alemán (me dijo q u e si lo

2. Son las de los doctores Bernardo Alonso Rodríguez, sobre el jurista Juan Alfonso de Bena-vente; Servando García Cruzado, sobre el jurista salmantino Gonzalo García de Villadiego; y de Ja-vier Ochoa, sobre Vicente Hispano.

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3. Desde 1988 el Profesor García y García es miembro del Committee of Directors del Institute of Medieval Canon Law (Berkeley, USA). Forma parte también del Comité directivo del Bulletin of Medieval Canon Law, editado por ese mismo Instituto.

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prefería me escribiría en inglés), sugiriéndome la posibilidad de que nos viéramos, si a mí me parecía bien. Para mí eso era el no va más. El me mandó una serie de páginas de adiciones, correcciones, rectificaciones, consejos; en fin, a mí se me abrió un horizonte. Y nos citamos en la Biblioteca Vaticana a las doce de la mañana de un veintitantos de marzo del año 54. Ese día, al entrar en la biblioteca, vi un hombre que parecía hebreo (Kuttner lo es), con sus barbas, ya anciano, y me dije: tiene que ser éste. Lo fui siguien-do. El se dio cuenta y me preguntó si deseaba algo. Pero no era Stephan Kuttner, me ha-bía equivocado. Así pasé toda la mañana, desde las ocho hasta las doce. A las doce en punto vinieron el vicebibliotecario de la Vaticana, que era Joseph Ruyscaert, flamenco, y otro señor; venían hablando en alemán; cuando llegaron a mi altura, preguntó a Ruys-caert si conocía a un joven franciscano que se llamaba Antonio García. Por el tono con que lo dijo, yo me levanté enseguida y me presenté. El flamenco se quedó estupefacto de que un imberbe franciscano tuviese una cita con todo un patriarca, porque Kuttner había sido Scriptor de la Biblioteca Vaticana, un alto cargo que le dio Pío XI, del que fue muy amigo.

P. Pero para aquellas fechas, ¿había residido ya Kuttner en Roma?

R. Sí. Él escapó de Alemania porque era judío y peligraba su vida. Vino a Roma en los años treinta, con su mujer y sus primeros tres o cuatro hijos, de los nueve que han tenido. Pío XI, que lo conocía ya de cuando era arzobispo de Milán, y otro monseñor que lo conocía también —no sé si era monseñor Dell'Acqua— le buscaron un cargo en el Vaticano; probablemente también una vivienda, porque habían llegado con lo puesto. Después, el Vaticano se encargó de hacerle salir hacia Norteamérica, vía España precisa-mente. Y le arreglaron un puesto como profesor de Derecho romano en la Universidad Católica de América. Allí fue donde yo le escribí y más adelante lo visité.

P. Usted ha sido Visiting Professor de la Universidad de California, en Berkeley. ¿Qué ha supuesto para usted esta experiencia americana?

R. Efectivamente, mi experiencia americana va unida a seis visitas al Institute of Medieval Canon Law3. La primera tuvo lugar en Washington, en 1962; y las siguientes

en Berkeley, en 1969, 1972, 1980, 1985 y 1988. Cada una duró varios meses. No sólo me permitieron enriquecer mis conocimientos y preparación con el magisterio de Ste-phan Kuttner, sino entrar en contacto con numerosos investigadores americanos y euro-peos que en todo momento frecuentan este Instituto.

P. ¿Podría decirnos qué incidencia ha tenido el trabajo de Kuttner y del Instituto en la revalorización a lo largo de este siglo de los estudios sobre las fuentes canónicas medievales?

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me invitaba a formar parte de él. Me dijo: «no sé lo que dará de sí, pero algo haremos». Y tanto que hizo. Ese Instituto (Institute of Medieval Canon Law) con su serie de publi-caciones Monumento ¡uris Canonici4y los diez Congresos internacionales5 —ahora

ten-dremos el décimo en Syracuse— son la prueba mayor del éxito de una persona: que es-tando él ahora postrado en cama y enfermo (tiene 86 años) y no siendo capaz más que de recibir las tarjetas que nosotros le enviamos, los congresos siguen creciendo; este último será el más numeroso de todos, supera al de Munich, que parecía imposible de superar. Así ha sucedido con los anteriores. Se celebran alternativamente cada cuatro años, una vez en América y otra en Europa. Y ciertamente esto ha renovado por completo la pano-rámica de la historia del derecho canónico medieval. Esta materia, tomada en su mayor amplitud (como derecho romano medieval y su proyección en los ordenamientos moder-nos), es lo que yo he trabajado a lo largo de toda mi vida.

P. Usted escribió en 1967, por motivos fundamentalmente docentes, una Historia del derecho canónico (I. Primer milenio)6. Es un manual que se ha convertido en punto

de referencia obligado en nuestro país. Parece una obra de madurez. Sin embargo, la es-cribió antes de llevar a cabo la mayor parte de sus trabajos de investigación histórica. ¿Se puede ser un buen teórico de la historia del derecho canónico sin un fundamento de investigación documental o de fuentes?

R. Yo creo que no. No se puede ser buen maestro de nada si uno no conoce las fuentes. Esa es mi opinión. Es verdad que ese libro está publicado en 1967; pero para en-tonces tenía yo en el telar, muy avanzadas, las obras que aparecerán editadas en los años setenta y ochenta. Y sobre todo estaba el magisterio de Kuttner de por medio, con largas estancias, primero en Washington y después en Berkeley.

P. ¿Por qué no tiene continuidad su Historia del derecho canónico! ¿Por qué no el segundo milenio?

R. Eso me pregunta todo el mundo, empezando por mis alumnos. Yo suelo con-testar humorísticamente que no ha terminado el segundo milenio para hacerle la historia. Pero esta es una respuesta de mal pagador, sin duda. La razón es sencillamente que no he tenido tiempo. Además, a mí siempre me tienta mucho más dar a conocer fuentes —co-sas nuevas, no conocidas— que hacer un trabajo de síntesis. Desde luego, es muy impor-tante para difundir estos conocimientos, pero lleva basimpor-tante tiempo; y me he dejado lle-var por la tentación de publicar estas obras más amplias de fuentes. De todas formas deseo hacerlo.

4. La serie Monumento. luris Canonici del Institute of Medieval Canon Law editada por la Bi-blioteca Apostólica Vaticana, tiene tres secciones: A) Corpus glossatorum (comentarios de los ju-ristas de la Edad media a los textos legales); B) Corpus collectionum (edición crítica de textos le-gales); C) Subsidia (estudios monográficos e instrumentos de trabajo).

5. Lovaina (1958), Boston (1963), Estrasburgo (1968), Toronto (1972), Salamanca (1976), Ber-keley (1980), Cambridge-Inglaterra (1984), San Diego (1988), Munich (1992), Syracuse-N.Y. USA (1996).

6. Historia del Derecho Canónico, 1. El primer milenio (Instituto de Historia de la Teología Es-pañola, Subsidia 1), Salamanca 1967, 452 pp.

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7. El Profesor García y García fue también, durante los años 1964-1968, Decano de la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad Pontificia. Desde 1984 es también el director de la Revista Española de Derecho Canónico, que tiene su sede en la misma Universidad.

8. Salamanca 1965, 1970 y 1975. Sus actas se publicaron en los siete volúmenes del Repertorio de Historia de las Ciencias eclesiásticas en España (Salamanca, 1967-1980).

9. Entre otros: Manuscritos del Decreto de Graciano en España (Bolonia 1963, París 1965); Ma-nuscritos de la Hispanic Society of America (Nueva York y Salamanca 1963); Biblioteca del Cabil-do de ToleCabil-do (1970); Manuscritos del civilista Bartolo de Saxoferrato en España (Florencia 1973), Biblioteca del Cabildo de Córdoba (1976); Biblioteca del Cabildo de Sigüenza (Roma 1978); Ma-nuscritos del Colegio de España en Bolonia (Milán 1994); MaMa-nuscritos canonísticos de la Universi-dad de Salamanca (1996); Biblioteca del Cabildo de Seo de Urgel (en prensa).

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P. En 1959 se incorpora usted al claustro de la Universidad Pontificia de Sala-manca, en la Cátedra de Historia del Derecho canónico7. En diciembre de 1963 se inicia

el Instituto de Historia de la Teología española, del que usted es impulsor, cofundador y presidente. El Instituto se propuso llevar a cabo un inventario general de las fuentes ma-nuscritas existentes en las bibliotecas y archivos españoles sobre materias eclesiásticas. ¿Cuál ha sido el resultado de este proyecto tan ambicioso?

R. Precisamente estamos hablando en la sede del Instituto. Ahora me han dado una sede nueva, mucho mejor. Está encima de la Iglesia de la Clerecía, con un panorama precioso sobre la crestería de las catedrales. Tuvimos tres congresos8 y fruto de ello fue

una primera obra de conjunto que trata de poner al día la historiografía sobre las distintas ramas de las ciencias eclesiásticas. Son los volúmenes del Repertorio de Historia de las ciencias eclesiásticas en España. Pone al día, con algunas lagunas, la etapa que corre hasta Trente

P. ¿Qué razón aconsejó suspender la publicación de los Repertorios desde 1980? R Debo reconocer que no encontró mayor colaboración por parte de los estudio-sos de las demás ciencias eclesiásticas. La verdad es que en las Facultades de Teología españolas no se suele enseñar mucha historia de la Teología. No obstante, yo he tratado de seguir adelante con la rama de ciencias jurídicas: derecho romano, canónico y dere-chos seculares ibéricos. También hemos publicado bastantes cosas fuera de las series del Instituto.

P. Para hacernos cargo de la naturaleza de la investigación del Instituto, ¿qué tipo de trabajos acomete el Instituto?, ¿cuáles destacaría usted?

R. Hemos hecho bastantes cosas. De aquí han surgido toda una serie de catálo-gos9, como es el catálogo de la biblioteca del cabildo de la catedral de Córdoba, muy rica

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sustancialmente el archivo de la Seo de Urgel; es una biblioteca también increíble; se descubre todo un mundo, ese espacio que no era España ni Francia: el Midi de la France, norte de Cataluña, Huesca, Navarra, toda una zona que universitariamente tenía una uni-dad. Aparecen estudiantes de la otra zona de los Pirineos y aparecen también obras de allá y de acá; de manera que eso va a ser muy novedoso. Y después personalmente yo he hecho, con la colaboración de algún otro, catálogos de fondos más pequeños, de Sigüen-za, de Salamanca; este último sale ahora en una miscelánea en honor de Weigand, prepa-rada en Würzburg; una miscelánea que el Card. Stickler publica en el Vaticano, en Stu-dia Gratiana.

P. Si no estoy mal informado, se está preparando también en esa misma sede una miscelánea en su honor1 0.

R. Así es. En esa sede se han publicado la miscelánea de Kuttner (cuatro tomos), la de Fransen (dos tomos), la de Weigand, que serán otros dos tomos, supongo, y la mía que son otros dos o tres. Es admirable la bondad del Cardenal Stickler de acoger eso, porque son publicaciones costosas. Pero lo cierto es que van a su sede natural, porque es donde han escrito todas esas personas; son doscienta cincuenta las que se mueven en ese mundo. Si lo publicamos aquí, con todo el aprecio que tengo por esta Universidad, que es mi casa madre, no se vende, ni hay especialistas que se dediquen a esto, excepto algu-nas persoalgu-nas que se han formado conmigo.

P. ¿Tiene este Instituto de Salamanca alguna iniciativa editorial en marcha?

R. Ahora edita el Instituto una obra muy importante: el Libro de las confesiones de Martín Pérez, un autor hasta ahora desconocido, que escribía a principios del siglo XIV. Tiene una traducción al portugués al final de siglo. No es una summa que reúne lo que dijeron los otros; se nota en cada página su observación personal. En la parte segun-da describe los vicios y defectos de los principales, empezando por las jerarquías más al-tas de la Iglesia y acabando por los últimos; es cosa que no se suele hacer. Y dice cosas que sólo una persona creativa y con ideas puede hacer. Era un hombre muy observador y de una gran formación. Va desde la mujer que vende ajos y cebollas en un mercado, y cómo los vende verdes diciendo que son maduros, hasta el arzobispo que es un pania-guado del rey o que vende los beneficios eclesiásticos, o el beneficiado eclesiástico que anda también en ese engranaje. Todo ese trapicheo. Es un espejo de la sociedad de su tiempo y había quedado ignorado para la investigación moderna. Una obra interesantísi-ma también como idiointeresantísi-ma. Está en castellano. Es tan bueno, que el primer interesantísi-manuscrito del que se dio noticia (en León) se atribuyó a Alfonso X el Sabio.

10. Los méritos académicos del Profesor García y García quedarán reflejados en la bibliografía que se publicará en esa miscelánea. Pero querríamos destacar aquí algunos de ellos. Es Doctor Ho-noris causa por las Universidades de Siena y Lisboa; miembro de la Academia Portuguesa de His-toria (emérito desde 1991) y de la Academia de las Ciencias de Lisboa; miembro correspondiente de la Academia de Bellas Artes y Ciencias históricas de Toledo. Obtuvo en 1989 el premio interna-cional Galileo Galilei (Pisa), y en 1994 el premio de Ciencias Sociales y Humanidades de la Junta de Castilla y León.

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P. ¿ C ó m o se interesó usted por esa obra?

R. Se decía que era un trozo de las Partidas. C o m o d e la primera Partida existen varias recensiones, era posible. Pero c u a n d o lo estuve viendo había cosas allí que no m e rimaban, porque de las Partidas tenía yo alguna idea. E m p e c é a estudiarlo y encontré que en el p r ó l o g o m i s m o lo dice: «yo, Martín Pérez...». El c a s t e l l a n o se podría confundir c i e r t a m e n t e con el d e las Partidas p o r q u e e s el m o m e n t o en el q u e el castellano llega a ser v e h í c u l o a d a p t a d o para la e x p r e s i ó n del p e n s a m i e n t o c u l t o . El castellano del siglo XII o primeros del XIII era una lengua p o c o pulida para e s o , un castellano precoz. Este es un castellano adulto, formado y vivo. A d e m á s , curiosamente, en el texto castellano se han e l i m i n a d o las notas de la bibliografía en que él se basa, las fuentes que va citando. Y se recuperan, al m e n o s en parte, con el texto portugués. Se ve q u e la edición castellana era para alguien que pidió que se la copiaran sin notas, c o m o h a c e m o s hoy por ejemplo para las ponencias de los congresos: una primera copia que se reparte va sin notas.

P. Otro de sus grandes proyectos ha sido (es todavía) el Synodicon hispanum y la edición d e los sínodos americanos. V e r d a d e r a m e n t e ahí se tropieza u n o , c o m o usted ha dicho m u c h a s veces, con la vida m i s m a , con la fenomenología j u r í d i c a real. ¿ H a sido ése el m o t i v o (conocer la vida del derecho) para a c o m e t e r esta obra tan costosa?

R. Sí, efectivamente, la razón fue ésa, de m o d o que la pregunta es certera. T o d o el m u n d o sabe que el derecho escrito es en buena parte letra muerta desde el día en que se escribe, entonces y hoy. Hay m u c h a s cosas que no se observan; por lo que sea, ahora no nos vamos a meter en eso. Esto ya lo advertía Gabriel L e Bras en sus publicaciones, p o r q u e aparte de historiador del d e r e c h o era s o c i ó l o g o , y en Francia fue precisamente d o n d e e m p e z a r o n a publicar los sínodos o por lo m e n o s a escribir s o b r e ellos; recorde-m o s a M a d a recorde-m e P o n t a l " . Esa literatura recorde-m e atrajo. L a encontré interesante. N o es que en los sínodos todo sea derecho viviente, pero g e n e r a l m e n t e lo es. Y se nota enseguida ade-más c u a n d o no lo es, c u a n d o es una fantasía oriental lo que se pide a los cristianos de a pie, y que obviamente no se va a cumplir. E s o fue lo que nos lanzó sobre ello.

P. ¿Cuál es en estos m o m e n t o s la situación editorial del Synodicon hispanum!

R. H e m o s publicado ya seis tomos y está para salir el séptimo del Synodicon his-panum. C o n esto cubrimos ya casi la mitad de la Península: Galicia, Portugal, Asturias, L e ó n , E x t r e m a d u r a y Castilla la V i e j a1 2. D e m o d o q u e yo ya no e s t a r é a q u í c u a n d o se

acabe. Pero s o m o s el país q u e la llevamos m á s adelantada. En Francia, el Conseil

Natio-I Natio-I. O . PO N T A L , Les Statuts Synodaux français du Xllle siècle précédés de l'historique du

Syno-de diocésain Syno-depuis ses origines, I. Les Statuts Syno-de Paris et le Synodal Syno-de l'Ouest {Xllle siècle), Pa-ris 1971. Obras posteriores de O. PO N T A L, son: Histoire des conciles mérovingiens, Paris 1989 y

Les conciles de la France capétienne jusqu'en 1213, Paris 1995.

12. La serie, dirigida por Antonio García y García, recoge hasta el momento la edición crítica y un estudio previo de los sínodos de las siguientes regiones: I. Galicia, Madrid 1981, XXXIX-627 pp.; 2. Portugal, Madrid 1982, XXII1-516 pp.; 3. Astorga, León y Oviedo, Madrid 1984, XXI-668 pp.; 4. Ciudad Rodrigo, Salamanca y Zamora, Madrid 1987, XX-474 pp.; 5. Extremadura, Madrid

1990, X1X-570 pp.; 6. Ávila-Segovia, Madrid 1993, X1X-618 pp.; 7. Burgos-Palencia, (en prensa).

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nal pour la recherche scientifique está publicando una obra paralela a la nuestra; empeza-ron antes y les falta m á s q u e a nosotros. Los ingleses sólo han p u b l i c a d o el siglo XIII, a u n q u e ellos tienen un siglo XIII q u e nosotros n o t e n e m o s1 1. Y d e s p u é s Polonia.

Sawic-k i1 4 publicó creo q u e son diez t o m o s , una publicación m u y bien hecha, con un papel muy

m o d e s t o , p o r q u e lo hizo en c o n d i c i o n e s m u y a d v e r s a s , en la é p o c a del c o m u n i s m o . En otros países apenas hay nada.

P . Sorprenden afirmaciones c o m o ésta, d e un ilustre hispanista británico, q u e us-ted ha citado en alguna ocasión: «España es el país del m u n d o q u e va a tener la m a y o r y mejor edición d e s í n o d o s m e d i e v a l e s y del r e n a c i m i e n t o » ( D . W . L o m a x ) . I m a g i n o q u e no se podrá proyectar esto al conjunto d e la investigación histórica. ¿ G o z a d e tan buena salud la investigación histórica del derecho canónico y d e la teología e n E s p a ñ a ?

R. L a frase del llorado Derek W. L o m a x hay q u e reconocer q u e contiene un jui-cio muy positivo sobre nuestra labor editorial. Y o n o soy buen j u e z para valorarla. Pero la salud d e la investigación d e la historia eclesiástica en E s p a ñ a y o diría q u e no es buena, por varias razones. U n a d e ellas muy simple: b u e n a parte d e estos d o c u m e n t o s están en latín. Q u e levanten la m a n o los q u e sepan latín, incluso nuestro bajo latín. E s m u y poca la gente q u e lo sabe en c o n d i c i o n e s d e llevar a c a b o una edición crítica.

P . Pero usted ha c o n s e g u i d o m u c h o s c o l a b o r a d o r e s para la edición d e los síno-dos. ¿Cuántos ha conseguido?

R. N o los he contado, bastantes. Pero no es fácil. Hay algunos q u e son fijos, que son los q u e llevan el peso del día y del calor y otros a escala local. Para volver a ver una y otra vez los manuscritos d e determinado lugar es m u y b u e n o tener allí a alguien al que le resulte fácil acceder a ellos. Si p o d e m o s , e l e g i m o s archiveros. E n Galicia eran archi-veros: el d e M o n d o ñ e d o y el d e Orense, muy buenos los d o s . Pero en las d e m á s regiones no eran archiveros, aunque eran personas q u e tenían vocación para este tipo de estudios. De todas formas es difícil encontrar gente con preparación para este tipo d e trabajo. An-tes e r a fácil. M u c h o s d e los q u e colaboran son antiguos alumnos míos. Estos sabían latín, incluso tenían una noción d e castellano antiguo. A h o r a m u c h a g e n t e habla mal hasta la lengua actual, hablan e s e lenguaje televisivo, con faltas garrafales d e sintaxis. L a s condi-ciones generales n o ayudan a q u e se encuentre gente q u e trabaje e n este ámbito. Mejor dicho, encontrarla es fácil, pero luego es inútil su colaboración. E s una cosa de la época que nos ha tocado vivir.

P . ¿Ocurre lo m i s m o en los d e m á s países?

R. En Italia c r e o q u e sí, n o sé si tanto c o m o aquí. E n A l e m a n i a y en Estados Unidos no ocurre esto. E n Norteamérica, q u e es lo q u e yo c o n o z c o m á s , hay

universida-13. F . M . PO W I C K E- C H . R . CH E N E Y , Councils and Synods with other documents relating to the

English Church (1205-1313), 2 vol.. Oxford 1 9 6 4 .

14. J. T H . SA W I C K I , Concilia Poloniae, I (Lublin 1 9 6 1 ) , 2 - 3 (Warszawa 1 9 4 8 y 1 9 4 9 ) , 4 (Lublin

1 9 4 8 ) , 5 - 6 (Warszawa 1 9 5 0 y 1 9 5 2 ) , 7 (Poznan 1 9 5 2 ) , 8 - 9 (Wroclaw 1 9 5 5 y 1 9 5 7 ) , 1 0 (Wroclaw-Warszawa-Krakow 1963).

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d e s d e todos los m o d e l o s . Hay Colleges q u e no son nada; q u e son, d i g a m o s , u n a cosa glorificada, en d o n d e se ve que t a m p o c o el profesorado es gente q u e calza m u c h o . A h o -ra bien, las g-randes universidades son ot-ra cosa completamente distinta. Quien quie-ra ser profesor en Berkeley (o en cualquiera d e las o c h o sedes d e la Universidad de California) o en la U n i v e r s i d a d d e H a r v a d , o en C o l u m b i a ha d e ser m u y c o m p e t e n t e ; en fin, en cualquiera d e e s a s g r a n d e s u n i v e r s i d a d e s se hila fino todavía. Y las gentes j ó v e n e s q u e yo c o n o z c o (con las q u e m e encontraré en Syracuse, por ejemplo) d o m i n a n el latín d e la E d a d media. N o sólo e s e bajo latín q u e en el m u n d o eclesiástico hasta lo hablábamos. En este s e n t i d o están en m e j o r e s c o n d i c i o n e s q u e nosotros, c o n o c e n con m á s precisión lo que era el latín medieval.

P. D e m o d o q u e nos ha faltado formar gente competente en estos terrenos

R. Sí, nos ha faltado. Y esto condiciona m u c h o . N o sólo el saber o no saber latín. Es q u e también nos h e m o s hecho a la facilonería. Resulta q u e un libro es el resumen de o t r o s libros; e s o e s un libro n u e v o p a r a m u c h a gente. Y en realidad la historia, c o m o cualquier otra materia, es t o m a r las fuentes y mirarlas por un lado y por el otro y al tras-luz, para saber qué es lo q u e da y qué es lo que no da cada una.

P. Hablaba usted d e varias razones para explicar la peor salud de la investigación histórica española. U n a era la preparación d e los futuros investigadores. ¿Hay más razo-nes?

R. L a más importante es q u e la investigación d e la historia eclesiástica en Espa-ña ha perdido en estos últimos años toda la ayuda del Estado, y eso no puede m e n o s de notarse en la cantidad y en la calidad del resultado. Hay que mirar alrededor. En los de-más países d e nuestro entorno el erario público financia series historiográficas y revistas. L o s títulos son bien e l o c u e n t e s : Histoire de l'Eglise en Franee, Rivista di Storia della Chiesa in Italia, Church History, Zeitschrift für Kirchengeschichte, Journal of Ecclesias-tical History, etc. Por volver a lo q u e d e c í a m o s antes: en Francia es el Consejo Nacional para la Investigación el q u e financia la edición d e los sínodos franceses. En c a m b i o , la serie d e los Sínodos a m e r i c a n o s1 5, por la que usted m e preguntaba, ha naufragado dentro

de la política de liquidación por parte del E s t a d o de los Institutos d e h u m a n i d a d e s del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

15. La serie contiene los siguientes volúmenes: Juan García Palacios, Sínodo de Santiago de Cuba de 1681 (Sínodos americanos 1), Madrid 1983, XXXVI-230 pp.; Bernardino Carrasco Saa-vedra-Manuel de Alday i Aspee, Sínodos de Santiago de Chile de 1688 y 1763 (Sínodos americanos 2), Madrid-Salamanca 1983, XX-424 pp.; Pedro Felipe de Azúa e Iturgoyen, Sínodo de Concep-ción (Chile) (Sínodos americanos 3), Madrid-Salamanca 1984, 52-XVI-256 pp.; Damián López de Haro, Sínodo de San Juan de Puerto Rico de 1645 (Sínodos americanos 4), Madrid-Salamanca 1986, LXXII-170 pp.; Diego de Baños y Sotomayor, Sínodo de Santiago de León de Caracas de 1687 (Sínodos americanos 5), Madrid-Salamanca 1986, LVI-486 pp.; Bartolomé Lobo Guerrero-Fernando Arias de ligarte. Sínodos de Lima de 1613 y 1636 (Sínodos americanos 6), Madrid-Sala-manca 1987. 484 y 522 pp.

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P. N o están sólo los s í n o d o s d i o c e s a n o s ; también ha d e d i c a d o su atención a los concilios particulares y universales. Especialmente el Concilio IV de Letrán de 1215. En su d í a e d i t ó a d e m á s las C o n s t i t u c i o n e s c o n c i l i a r e s1 6. Y tiene en p r e p a r a c i ó n u n a o b r a

para la historia d e los C o n c i l i o s dirigida por W . Brandmiiller1 7. ¿ Q u é e s lo q u e le atrajo

de este Concilio?

R. Mi interés por el L a t e r a n o IV parte de u n a base objetiva: es el b l o q u e m á s sustancial d e la legislación pontificia medieval sobre reforma de la Iglesia. F u e m u y de-sigualmente recibida y aplicada en el m e d i e v o . Trento volvió a lanzarla con m á s éxito a m e d i a d o s del siglo X V I ; d e h e c h o , la reforma tridentina tiene m u c h o m á s d e lateranense de lo q u e o r d i n a r i a m e n t e se r e c o n o c e . Letrán I V tuvo un gran relieve. L o s tres primeros L a t e r a n e n s e s pasaron b a s t a n t e i n a d v e r t i d o s ; e m p i e z a n a ser significativos c u a n d o I n o -c e n -c i o III los retoma, sobre t o d o el ter-cero de ellos, q u e es el úni-co q u e m e n -c i o n a expre-s a m e n t e en laexpre-s conexpre-stitucioneexpre-s.

Pero lo q u e m e atrajo d e s d e un punto d e vista m á s personal fue el c o m e n t a r i o q u e le dedicaban tres c a n o n i s t a s , un alemán, un h ú n g a r o y un portugués: J u a n T e u t ó n i c o , Dá-m a s o H ú n g a r o y V i c e n t e H i s p a n o . A d e Dá-m á s d e otros tres o c u a t r o escritos breves anóni-mos. Al transcribir las glosas d e estos autores, alguna q u e otra vez m e salía el comenta-rio d e u n a palabra q u e no estaba en el texto de las e d i c i o n e s . E s t o m e llevó a mirar m a n u s c r i t o s del C o n c i l i o . V e í a q u e en algunos constaban esas variantes. L o g r é r e c o g e r noticia de todos los manuscritos q u e había, unos ochenta, q u e es una difusión e n o r m e ; de los anteriores Concilios no hay nada parecido. L a edición q u e yo hice está basada sobre unos veinte, q u e son los m á s antiguos, los m á s c e r c a n o s al original. El original se perdió. Se asentó en el registro d e I n o c e n c i o III, y el t o m o d e ese aflo se perdió. P e r o estos in-mediatos fueron copias hechas sobre el original para m a n d a r a c a d a obispo. Están prefe-rentemente en Inglaterra y en Francia. El texto base está en una fundación j u n t o al lago de Ginebra; procederá d e alguna abadía de aquella zona, q u e es zona francesa.

P. I n d u d a b l e m e n t e hay m u c h a distancia entre el Occidente del siglo XIII y el del siglo X X ; y m u c h a t a m b i é n entre Inocencio III y P a b l o V I . D e todas formas, ¿existe al-gún parangón entre la labor d e reforma del Concilio I V de Letrán y la del Concilio Vati-c a n o n? ¿Hay algo proyeVati-ctable a nuestra époVati-ca?

R. Sí, salvadas siempre las distancias temporales y ambientales de cada m o m e n -to de la his-toria de la Iglesia. L o q u e hay de parecido es q u e los 71 c á n o n e s del Concilio IV de Letrán son la parte m á s sustancial de la legislación d e reforma q u e la Iglesia pro-m u l g ó en la E d a d M e d i a . Y la prueba es q u e todos esos c á n o n e s han ido p a s a n d o intac-tos primero a la c o m p i l a c i ó n IV antigua, luego a G r e g o r i o LX, d e s p u é s al C ó d i g o d e de-recho c a n ó n i c o de 1917, d o n d e el Letrán IV está citado al pie doscientas dieciocho veces (a través de G r e g o r i o IX, pero es siempre el contenido de Letrán). Basta c o n o c e r un poco la historia del m o m e n t o para darse cuenta de q u e va a la reforma de puntos muy

esencia-16. Constitutiones Concila quarti Lateranensis una cum Commentariis glossatorum

(Monumen-ta iuris canonici. Series A: Corpus glossatorum 2), Città del Vaticano 1981, XII-518 pp.

17. Das Viene Laterank0n7.il, para la serie «Konziliengeschichte», dirigida por W. Brandmiiller.

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A H l g 6 ( l 9 9 7 ) 341 les. La reforma paralela de Juan XXIII y Pablo VI (el Vaticano II en definitiva) trata de ser el concilio para el tercer milenio, aunque no sabemos dentro del tercer milenio cuán-tos concilios nos esperan. Tiene un valor emblemático parecido.

Ahora, concretando: es bastante diferente el papel que juegan los dos Papas, por-que Inocencio ITJ hizo el Concilio pero no le tocó aplicarlo. Murió en los primeros meses del 1216, y el concilio terminó en diciembre del 1215. Inocencio III no sólo dirigió el Concilio; además, según mi opinión, él mismo redactó la constituciones; pudo pasarlas al examen de alguien de la Curia, pero hay muchos fragmentos que en mi edición figuran como literales en cartas precedentes suyas; además, hay muchas cosas que stavano a cuore de Inocencio III, como dicen los italianos; eran cosas que él tenía muy claras y re-sultaban muy suyas. En cambio, el caso de Pablo VI es inverso. Él no hizo el Concilio, pero en cambio le tocó aplicarlo, y además con qué garbo abordó la aplicación del Con-cilio, que no es tampoco una música fácil de ejecutar.

P. Y el Laterano IV ¿resultó una música fácil de ejecutar?

R. Hoy que nos extrañamos tanto de que el Vaticano J3 ha calado en algunas co-sas, en otras no... Eso es desconocer la naturaleza humana; las cosas humanas son así. El Concilio IV de Letrán, pese a que tuvo unos Papas de enorme impacto para la aplicación, como fue Honorio III, como fue Gregorio IX nada menos —que incluso luego lo intro-dujo en el Corpus iuris— sólo se aplicó relativamente bien en Inglaterra y en Francia. Por lo que respecta a la Península ibérica, en la Corona de Aragón bastante bien; en Cas-tilla muy mal: un desaprobado general. Se envió aquí un legado muy bueno que convocó el Concilio de Valladolid de 1228. Fue letra muerta. Castilla no estaba para eso. En cam-bio se invierten las tornas con otro Concilio legatino de 1322, en Valladolid también. En ese contexto viene la reforma de las órdenes religiosas; en ese mismo contexto aparecen más tarde los Reyes católicos, que se vuelven más reformistas que el Papa; y por eso aquí en Castilla se da una reforma pretridentina, es decir, una reforma tridentina avant la lettre, diríamos. En Italia se aplicó mal. En el Imperio se aplicó también de una manera muy desigual. La mayoría de aquellos obispos alemanes eran a la vez señores temporales y estaban muy ocupados con otro tipo de asuntos que no eran de Iglesia. Estos fueron los avatares del Concilio IV de Letrán.

P. Si no recuerdo mal, la Omnis utriusque sexus de Letrán IV sobre el cumpli-miento pascual con el Sacerdos proprius tampoco fue muy aplicado.

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P . El elemento sinodal y conciliar ha estado siempre en el horizonte d e su inves-tigación. T a m b i é n ahora los o b i s p o s se reúnen, pero f r e c u e n t e m e n t e d e m o d o distinto. N o son habituales los concilios ni los sínodos. ¿ C ó m o ve en esta perspectiva el fenóme-no d e las conferencias episcopales?

R. E s una cosa d e naturaleza distinta. H a venido a o c u p a r el e s p a c i o q u e tenían los concilios. Por e s o ahora los concilios difícilmente se reúnen. P o r otra parte, las Con-ferencias e p i s c o p a l e s p r o d u c e n m u c h o material q u e no es del m i s m o nivel. E m i t e n en o n d a s diferentes.

P . « L a investigación y el e s t u d i o d e los textos j u r í d i c o s m e d i e v a l e s constituye una aportación, importante c o m o pocas, para el c o n o c i m i e n t o d e la identidad histórica d e Occidente», ha dicho usted e n el p r ó l o g o d e Iglesia, sociedad y Derecho. Pero esas raí-ces ¿están vivas?; ¿se p u e d e pensar q u e e s a identidad histórica d e Occidente tiene un re-flejo verdadero en la E u r o p a del siglo X X I ?

R. M u c h a s son ideas l a i c i z a d a s , pero algo q u e d a a h í e n el fondo. H o y día, por ejemplo, decimos q u e la d e m o c r a c i a viene d e los teóricos del iluminismo del siglo XVIII y d e la propia revolución. Pero hay libros al día, escritos incluso p o r estudiosos cualifi-c a d o s cualifi-c o m o Kenneth Pennington y Brian Tierney, q u e dicualifi-cen q u e las raícualifi-ces últimas d e la d e m o c r a c i a actual están en la E d a d M e d i a , n o e n el iluminismo. Esto lo ven gentes que no son sospechosos d e o s c u r a n t i s m o . A d e m á s , sin conocer las teorías políticas medieva-les n o sabremos d ó n d e e s t a m o s , ni por q u é e s t a m o s donde estamos.

P . P e r m í t a m e a b u n d a r en e s t a m i s m a línea. S e habla d e la reevangelización de Occidente; el Papa remite m u c h a s veces a las raíces cristianas d e Europa. L a fe común, las instituciones c o m u n e s , el d e r e c h o c o m ú n d e tantos siglos, ¿cree usted q u e pueden, o incluso deben, estar en la base d e la unidad de E u r o p a ?

R. Y o creo q u e d e b e n estar. Entre s u s raíces, la principal q u e tiene E u r o p a es ésa. Y a cuenta poco en E u r o p a q u e u n o venga d e u n a cultura u otra. En el fondo, el úni-co factor que los une (por ejemplo, el m u n d o eslavo y el m u n d o no eslavo) es el cristia-nismo. Y dentro d e él, el o r d e n a m i e n t o j u r í d i c o d e la Iglesia es u n a d e las raíces m á s vi-vas. Prueba d e ello es u n a institución c o m o la d e Kuttner, q u e se d e d i c a en exclusiva a e s o y reúne a estudiosos d e t o d a s las t e n d e n c i a s . O b v i a m e n t e , c o n las publicaciones nuestras no se va a reevangelizar Europa, sin m á s . Pero es un factor positivo q u e esto se estudie. Pocas raíces d e E u r o p a están tan vivas en la m e n t e d e tantos estudiosos c o m o el derecho d e la Iglesia. Y es curioso, p o r q u e en este Instituto d e Kuttner hay católicos, hay protestantes d e distintas confesiones, luteranos sobre todo, a n g l i c a n o s ; hay t a m b i é n al-gún ortodoxo griego; hay también agnósticos. Entre estos últimos hay g e n t e muy entu-siasmada con esta especialidad; y e s o les hace mirar con g r a n d e respeto a la Iglesia. Al-gunos d e ellos me han llegado a decir: m e gustaría poder creer en lo q u e usted cree.

P . La m e t o d o l o g í a del q u e h a c e r historiográfico e histórico es muy compleja, muy especializada, sobre todo c u a n d o se trata d e las fuentes clásicas. Parece un coto ve-dado a los no técnicos. Incluso a los técnicos a veces les cuesta ponerse d e acuerdo sobre cuestiones metodológicas. ¿Es cierto q u e existen familias dentro d e la investigación del

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AHIg6(1997) 343 d e r e c h o c a n ó n i c o m e d i e v a l ? ¿Es posible q u e en un ámbito tan técnico q u e p a n familias metodológicas? ¿ Q u é significa e s o ?

R. Dentro del grupo que viene a estos congresos yo creo que no hay m á s q u e una familia, que es la d e Stephan Kuttner. L o s que no siguen ese c a m i n o , no vuelven. Se dan cuenta de que se han e q u i v o c a d o d e ventanilla.

P. ¿Quiénes no siguen ese c a m i n o ? Quiero decir, ¿qué tendencias serían las que no conectan con la posición de Kuttner? N o le pido nombres...

R. N o m e pide n o m b r e s porque a d e m á s sería c o m o decir a q u í la letanía d e todos los s a n t o s y a l g u n o m á s . Son t o d o s los q u e siguen la historia a la m o d a del m o m e n t o . Q u i e r o d e c i r m á s en c o n c r e t o la historia des Annales en las sucesivas r e e n c a r n a c i o n e s que va teniendo: historia marxista, historia económica, historia de las mentalidades...

P. Pero la mentalidad cuenta a la hora de hacer historia...

R. Las fuentes yo creo q u e hay q u e e x a m i n a r l a s sin intentar trasladar a ellas lo que nosotros pensamos. T o d o esto d e las mentalidades y de los distintos m o d o s d e hacer historia en cierta m a n e r a está bien. Está bien poseer un e s q u e m a c o m o éste con el cual me está usted interrogando; ahora bien, s u p o n g a m o s que hay preguntas en las que yo no tengo n a d a que decir. P u e s tendré q u e reconocerlo: no tengo nada que decir, no he pen-sado n a d a . E s t o e s lo m i s m o . E n t r e nosotros existe una m e t o d o l o g í a , q u e es la q u e si-guen todos en lo esencial. Otra cosa e s q u e u n o imprima en cursiva lo q u e otro imprime en redonda; eso no e s cosa de metodología científica sino tipográfica. Pero no hay fami-lias diferentes. L o q u e p u e d e pasar es que hay gente que va a estos c o n g r e s o s y vuelve diciendo que no comparten nuestra historiografía. C a b e decir: m u c h a s gracias, igualmen-te. Están en otros modelos d e historia. Nosotros no nos dedicamos a eso.

P. ¿Existen o b r a s g e n e r a l e s y monografías con buena base histórica en el d e r e -cho canónico? ¿Son fiables?

R. Sí existe u n a tradición d e fiabilidad histórica en el d e r e c h o c a n ó n i c o . Sobre todo en la escuela a l e m a n a del siglo pasado, de la cual el último e x p o n e n t e e s Stephan Kuttner (exponente a lo grande, porque exponentes ha habido muchos, e incluso contem-poráneos a él; pero d e la talla de él es difícil: yo creo que los supera a todos). E n c a m b i o no ha existido la m i s m a tradición en estos m u n d o s nuestros. M e acuerdo, c u a n d o y o era seminarista, q u e d e historia del d e r e c h o canónico no había nada, las cuatro cosas q u e po-día decir el padre Regatillo, que n o era historiador ni se le popo-día pedir q u e lo fuera. Era un buen m a n u a l ; eran los cánones del C ó d i g o c o m p e n d i a d o s en una redacción sistemáti-ca, y basta. Y luego estaban los g r a n d e s c o m e n t a r i o s al C ó d i g o en m u c h o s t o m o s , por ejemplo el de Michiels. Michiels tenía sensibilidad histórica, mucha. Otros tenían m e n o s , c o m o Coronata, por ejemplo.

P. D e todas formas, D. A n t o n i o , también es una ventaja tener un d e r e c h o senci-llo, o r d e n a d o , sin tantas capas de historia.

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en vigor las colecciones medievales de las fuentes. P o r lo tanto, la base histórica era tre-menda. E n E s p a ñ a t u v i m o s la N o v í s i m a Recopilación hasta el C ó d i g o , hasta finales del siglo pasado. H a s t a el j u r i s t a m á s práctico del d e r e c h o d e b í a tener c o n c e p t o s históricos muy perfilados. Se hacen los C ó d i g o s y entonces se corta esta línea. Con los C ó d i g o s no q u e d a m á s q u e el d e r e c h o positivo. N o hay m á s d e r e c h o q u e el q u e está en el c ó d i g o . T o d a v í a G a s p a r r i , q u e tenía el sentido d e la historia, hizo los Fontes™. A h o r a , p a r a el C ó d i g o n u e v o no han sido capaces de hacer n a d a mejor y por lo tanto remiten a los Fon-tes de Gasparri para los cánones que tienen su fundamento en el C ó d i g o viejo. Sólo han a ñ a d i d o las fuentes n u e v a s , sobre todo del V a t i c a n o II y de la legislación posterior. D e ahí que incluso hoy día un canonista advenedizo fácilmente pierde todo sentido d e la his-toria. E n realidad dirá: a m í m e basta con las fuentes q u e trae el C ó d i g o del 8 3 . Esto en el m u n d o eclesiástico. En el m u n d o civil, a pesar d e q u e hay una cátedra d e historia del d e r e c h o español, de droit français, etc. ocurre tres cuartos de lo m i s m o . L o s juristas van a ganarse la vida resolviendo pleitos en tal y tal área del o r d e n a m i e n t o jurídico, sirvién-d o s e e x c l u s i v a m e n t e sirvién-del sirvién-d e r e c h o positivo. Hay m u c h o s que no r e c u e r sirvién-d a n n a sirvién-d a sirvién-d e su vida m á s allá del día d e ayer. También hay q u e r e c o n o c e r que la historia hay que saber hacerla y saber explicarla. N o cualquier historia es valedera: una historia al estilo retóri-co del siglo pasado sirve para poretóri-co, es difícil de digerir.

P. O sea, q u e según la famosa distinción de Stutz entre dogmática del d e r e c h o e historia del d e r e c h o , la dogmática le ha ganado la partida a la historia.

R. E x a c t o . D e todas formas, en el C ó d i g o de derecho canónico es e n o r m e la can-tidad de c á n o n e s q u e son los m i s m o s que estaban ya presentes en el C ó d i g o del 17. In-cluso hay algún texto apócrifo, que ha entrado tal cual estaba y sigue en el m i s m o sitio.

P. D í g a m e alguno.

R P o r ejemplo, «Prima sedes a nemine iudicatur». Este es un apócrifo del siglo VI q u e le l a n z ó un a n t i p a p a a otro con ocasión d e la vacante de la sede r o m a n a . H a b í a dos pretendientes, y u n o de ellos sentó este principio, q u e realmente está m u y bien for-mulado. P o r falta de conocimiento de la historia i m a g i n o que los codificadores pensaron que la fórmula era perfecta. Parece de Pío XII o del padre W e m z .

P. J u d í o s , m o r o s , indios. Se ha t r o p e z a d o usted en su trabajo con f e n ó m e n o s muy característicos d e la subjetividad, por decirlo d e a l g u n a m a n e r a . ¿ S e p u e d e e n c o n -trar un derecho canónico de la persona q u e sea c o m ú n para todos e s o s supuestos? ¿ P u e -d e rastrearse una uni-da-d en el tratamiento -d e to-dos esos h e c h o s subjetivos -diferenciales?

R. L a s minorías étnico-religiosas. H e d e d i c a d o a l g u n o s de mis trabajos a m o r o s y j u d í o s , y ciertamente el derecho canónico medieval se o c u p ó m u c h o d e ellos. Precisa-m e n t e la legislación d e los concilios visigóticos sobre esta Precisa-materia fue t o Precisa-m a d a en parte por el Laterano IV. Es una legislación bastante restrictiva con las etnias. L o s m a h o m e t a -nos llegaron a q u í c o m o invasores. C o n los j u d í o s , a fuerza de c o n t r o v e r s i a s religiosas,

18. P. GASPARRI-I. SEREDI, Codicis iuris canonici fontes, 9 vol., Typis Poliglottis Vaticanis 1 9 2 3 - 1 9 3 9 .

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las cosas se vinieron a situar en un plan polémico, tal vez innecesario. Pero también hay que decir q u e m u c h a s veces las cosas discurrieron m u y p l á c i d a m e n t e . M u c h o s o b i s p o s tenían c o m o m é d i c o a un j u d í o , y los reyes igual.

L o s indios son o t r a historia. Al principio los m i s i o n e r o s llegaban con el Corpus iuris canonici bajo el b r a z o ; es lo q u e había. F i g u r a e n las relaciones d e la C a s a d e In-dias d e Sevilla; e n los i n v e n t a r i o s d e libros q u e llevaban había m u c h o s ejemplares del Corpus iuris canonici y también d e sus comentarios. P e r o pronto se dieron cuenta d e q u e m u c h a s cosas no encajaban. Y entonces n o intentaron aplicar a los indios el régimen d e las m i n o r í a s d e j u d í o s y m o r o s ; e n t e n d i e r o n q u e a q u e l l o e r a o t r o m u n d o y tuvieron la flexibilidad suficiente para aplicar la ley d e o t r a m a n e r a y b u s c a r s e otro d e r e c h o para una situación c o m p l e t a m e n t e distinta. Esto es u n a tónica d e t o d o el derecho indiano.

P . P e r d o n e la pregunta en lo q u e tenga d e insensato: ¿ n o le ha tentado n u n c a lle-var a c a b o u n a edición d e las obras d e los grandes decretistas y decretalistas? Sin necedad d e q u e sea u n a edición crítica. U n a especie d e M i g n e para los canonistas d e los si-glos X I I al X V . A l g o parecido al Corpus Hispanorum de Pace; o semejante al trabajo en el q u e usted tan activamente intervino sobre el De legibus d e S u á r e z1 9.

R. E s u n p r o b l e m a en el q u e h e pensado m u c h a s veces. Pero es algo q u e e x c e d e por c o m p l e t o las p o s i b i l i d a d e s n o sólo d e un particular c o m o y o , sino d e u n Instituto c o m o el d e Kuttner o cosa parecida. Esto se está resolviendo hasta cierto punto a través de las ediciones fotomecánicas. D e hecho ya t e n e m o s u n a b u e n a cantidad d e obras clási-cas, del d e r e c h o c a n ó n i c o medieval, q u e le permiten a cualquiera acceder a estos autores. Por ejemplo, la Summa d e Gofredo d e T r a n n o e s un volumen c o m o el Código d e la B A C y allí está t o d o el d e r e c h o c a n ó n i c o m e d i e v a l , la p a r t e práctica, q u e en definitiva es la que m á s interesa a la mayoría. Y también se han h e c h o ediciones d e este tipo para obras con m u c h a m á s parte teórica, c o m o es por ejemplo el Hostiense. O d e Inocencio I V (Si-nibaldo dei Fieschi), q u e es un gran teórico del derecho.

P . D e m a n e r a q u e n o le parece a usted u n a insensatez lanzarse a un tipo d e edi-ción así.

R. N o , al contrario. E s u n a idea aprovechable q u e incluso se autofinanciaría. Re-quiere u n a fuerte inversión primera para lanzar u n a b u e n a selección d e estas obras d e la canonística. Deberían llevar un prólogo, cono el q u e hizo Kuttner al Hostiense. E s e pró-logo tiene q u e ser c o m o un estudio previo; decirle al lector c ó m o está hoy día e s e autor, ese libro. Y e s o sí q u e n o e s tan difícil. Ahora, e s o requiere u n a e m p r e s a q u e d i s p o n g a de unos fondos iniciales, q u e hacen falta. Pero d e s p u é s e s a entidad sin duda recupera el dinero. Y n o es tan difícil. El estudioso q u e haga e s a s introducciones existe. Entre esas

19. Antonio García y García ha participado en numerosas obras de la serie Corpus Hispanorum de Pace del C S 1 C , realizando ediciones críticas y comentarios de obras jurídicas clásicas. Por ejem-plo: Francisco SUÁREZ, De legibus ac Deo legislatore, Lib. III-IV, Madrid 1 9 7 7 - 1 9 7 9 ; Francisco DE VITORIA, Relectio de iure belli, Madrid, 1 9 8 1 ; Diego PÉREZ DE MESA, Política o razón de Estado, Madrid 1 9 8 0 ; Juan DE LA PEÑA, De bello contra insulanos, Madrid 1 9 8 2 ; José DE ACOSTA, De pro-curando indorum salute, Madrid 1 9 8 4 y 1 9 8 7 .

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doscientas personas que hoy día se dedican a esto, malo será que no haya una para cada autor o para cada obra. Que no todos esos estudios previos sean igual de buenos tampo-co es un problema, porque eso ocurre tampo-con todo.

— Y, además, lo mejor es enemigo de lo bueno. Muchas gracias, D. Antonio. ***

El Profesor García y García me acompaña a conocer el edificio de la Universi-dad. En el patio interior me enseña a distinguir el color de la piedra. Visitamos el aula antigua de sesiones académicas y la biblioteca. Nos detenemos en la escalinata, para leer los nombres de los obispos que han sido alumnos de la universidad Pontificia. Pasamos un rato en la hermosa iglesia de la Clerecía, aneja al edificio de la Universidad. En Sala-manca casi todo seduce, no sólo el color de la piedra. Hace un día precioso, de primave-ra. El tiempo que queda hasta el almuerzo lo gasto en las calles, en el entorno de las uni-versidades.

Javier Otaduy Facultad de Derecho Canónico Universidad de Navarra E-31080 Pamplona

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