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LEER Y DESCARGAR: el libro n° 107. “ESTRUCTURA SOCIAL DE LA COLONIA”

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Colección

SOCIALISMO y LIBERTAD

Libro 1 LA REVOLUCIÓN ALEMANA

Víctor Serge - Karl Liebknecht - Rosa Luxemburgo Libro 2 DIALÉCTICA DE LO CONCRETO

Karel Kosik

Libro 3 LAS IZQUIERDAS EN EL PROCESO POLÍTICO ARGENTINO Silvio Frondizi

Libro 4 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA PRAXIS Antonio Gramsci

Libro 5 MAO Tse-tung José Aricó

Libro 6 VENCEREMOS Ernesto Guevara

Libro 7DE LO ABSTRACTO A LO CONCRETO - DIALÉCTICA DE LO IDEAL Edwald Ilienkov

Libro 8 LA DIALÉCTICA COMO ARMA, MÉTODO, CONCEPCIÓN y ARTE Iñaki Gil de San Vicente

Libro 9 GUEVARISMO: UN MARXISMO BOLIVARIANO Néstor Kohan

Libro 10AMÉRICA NUESTRA. AMÉRICA MADRE Julio Antonio Mella

Libro 11FLN. Dos meses con los patriotas de Vietnam del sur Madeleine Riffaud

Libro 12MARX y ENGELS. Nueve conferencias en la Academia Socialista David Riazánov

Libro 13 ANARQUISMO y COMUNISMO Evgueni Preobrazhenski

Libro 14 REFORMA o REVOLUCIÓN - LA CRISIS DE LA SOCIALDEMOCRACIA

Rosa Luxemburgo

Libro 15 ÉTICA y REVOLUCIÓN Herbert Marcuse

Libro 16 EDUCACIÓN y LUCHA DE CLASES Aníbal Ponce

Libro 17LA MONTAÑA ES ALGO MÁS QUE UNA INMENSA ESTEPA VERDE Omar Cabezas

Libro 18 LA REVOLUCIÓN EN FRANCIA. Breve historia del movimiento obrero en Francia 1789-1848. Selección de textos de Alberto J. Plá

Libro 19MARX y ENGELS.

Karl Marx y Fiedrich Engels. Selección de textos

Libro 20 CLASES y PUEBLOS. Sobre el sujeto revolucionario Iñaki Gil de San Vicente

(5)

Libro 22 DIALÉCTICA Y CONSCIENCIA DE CLASE György Lukács

Libro 23 EL MATERIALISMO HISTÓRICO ALEMÁN Franz Mehring

Libro 24 DIALÉCTICA PARA LA INDEPENDENCIA Ruy Mauro Marini

Libro 25 MUJERES EN REVOLUCIÓN Clara Zetkin

Libro 26 EL SOCIALISMO COMO EJERCICIO DE LA LIBERTAD Agustín Cueva - Daniel Bensaïd. Selección de textos

Libro 27 LA DIALÉCTICA COMO FORMA DE PENSAMIENTO -DE ÍDOLOS E I-DEALES

Edwald Ilienkov. Selección de textos

Libro 28 FETICHISMO y ALIENACIÓN - ENSAYOS SOBRE LA TEORÍA MARXISTA EL VALOR Isaak Illich Rubin

Libro 29 DEMOCRACIA Y REVOLUCIÓN. El hombre y la Democracia György Lukács

Libro 30 PEDAGOGÍA DEL OPRIMIDO Paulo Freire

Libro 31 HISTORIA, TRADICIÓN Y CONSCIENCIA DE CLASE Edward P. Thompson. Selección de textos

Libro 32 LENIN, LA REVOLUCIÓN Y AMÉRICA LATINA Rodney Arismendi

Libro 33 MEMORIAS DE UN BOLCHEVIQUE Osip Piatninsky

Libro 34 VLADIMIR ILICH Y LA EDUCACIÓN Nadeshda Krupskaya

Libro 35 LA SOLIDARIDAD DE LOS OPRIMIDOS

Julius Fucik - Bertolt Brecht - Walter Benjamin. Selección de textos Libro 36 UN GRANO DE MAÍZ

Tomás Borge y Fidel Castro Libro 37 FILOSOFÍA DE LA PRAXIS Adolfo Sánchez Vázquez

Libro 38 ECONOMÍA DE LA SOCIEDAD COLONIAL Sergio Bagú

Libro 39 CAPITALISMO Y SUBDESARROLLO EN AMÉRICA LATINA André Gunder Frank

Libro 40 MÉXICO INSURGENTE John Reed

Libro 41 DIEZ DÍAS QUE CONMOVIERON AL MUNDO John Reed

Libro 42 EL MATERIALISMO HISTÓRICO Georgi Plekhanov

Libro 43 MI GUERRA DE ESPAÑA Mika Etchebéherè

(6)

Libro 45 MARX DESCONOCIDO Nicolás Gonzáles Varela - Karl Korsch Libro 46 MARX Y LA MODERNIDAD Enrique Dussel

Libro 47 LÓGICA DIALÉCTICA Edwald Ilienkov

Libro 48 LOS INTELECTUALES Y LA ORGANIZACIÓN DE LA CULTURA Antonio Gramsci

Libro 49 KARL MARX. LEÓN TROTSKY, Y EL GUEVARISMO ARGENTINO Trotsky - Mariátegui - Masetti - Santucho y otros. Selección de Textos Libro 50 LA REALIDAD ARGENTINA - El Sistema Capitalista

Silvio Frondizi

Libro 51 LA REALIDAD ARGENTINA - La Revolución Socialista Silvio Frondizi

Libro 52 POPULISMO Y DEPENDENCIA - De Yrigoyen a Perón Milcíades Peña

Libro 53 MARXISMO Y POLÍTICA Carlos Nélson Coutinho

Libro 54 VISIÓN DE LOS VENCIDOS Miguel León-Portilla

Libro 55 LOS ORÍGENES DE LA RELIGIÓN Lucien Henry

Libro 56 MARX Y LA POLÍTICA Jorge Veraza Urtuzuástegui Libro 57 LA UNIÓN OBRERA Flora Tristán

Libro 58 CAPITALISMO, MONOPOLIOS Y DEPENDENCIA Ismael Viñas

Libro 59 LOS ORÍGENES DEL MOVIMIENTO OBRERO Julio Godio

Libro 60 HISTORIA SOCIAL DE NUESTRA AMÉRICA Luis Vitale

Libro 61 LA INTERNACIONAL. Breve Historia de la Organización Obrera en Argentina. Selección de Textos

Libro 62 IMPERIALISMO Y LUCHA ARMADA Marighella, Marulanda y la Escuela de las Américas Libro 63 LA VIDA DE MIGUEL ENRÍQUEZ

Pedro Naranjo Sandoval

Libro 64 CLASISMO Y POPULISMO

Michael Löwy - Agustín Tosco y otros. Selección de textos Libro 65 DIALÉCTICA DE LA LIBERTAD

Herbert Marcuse

Libro 66 EPISTEMOLOGÍA Y CIENCIAS SOCIALES Theodor W. Adorno

Libro 67 EL AÑO 1 DE LA REVOLUCIÓN RUSA Víctor Serge

Libro 68 SOCIALISMO PARA ARMAR

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Libro 69 ¿QUÉ ES LA CONCIENCIA DE CLASE? Wilhelm Reich

Libro 70 HISTORIA DEL SIGLO XX - Primera Parte Eric Hobsbawm

Libro 71 HISTORIA DEL SIGLO XX - Segunda Parte Eric Hobsbawm

Libro 72 HISTORIA DEL SIGLO XX - Tercera Parte Eric Hobsbawm

Libro 73 SOCIOLOGÍA DE LA VIDA COTIDIANA Ágnes Heller

Libro 74 LA SOCIEDAD FEUDAL - Tomo I Marc Bloch

Libro 75 LA SOCIEDAD FEUDAL - Tomo 2 Marc Bloch

Libro 76 KARL MARX. ENSAYO DE BIOGRAFÍA INTELECTUAL Maximilien Rubel

Libro 77 EL DERECHO A LA PEREZA Paul Lafargue

Libro 78 ¿PARA QUÉ SIRVE EL CAPITAL? Iñaki Gil de San Vicente

Libro 79 DIALÉCTICA DE LA RESISTENCIA Pablo González Casanova

Libro 80 HO CHI MINH Selección de textos

Libro 81 RAZÓN Y REVOLUCIÓN Herbert Marcuse

Libro 82 CULTURA Y POLÍTICA - Ensayos para una cultura de la resistencia Santana - Pérez Lara - Acanda - Hard Dávalos - Alvarez Somozay otros Libro 83 LÓGICA Y DIALÉCTICA

Henry Lefebvre

Libro 84 LAS VENAS ABIERTAS DE AMÉRICA LATINA Eduardo Galeano

Libro 85 HUGO CHÁVEZ José Vicente Rangél

Libro 86 LAS GUERRAS CIVILES ARGENTINAS Juan Álvarez

Libro 87 PEDAGOGÍA DIALÉCTICA

Betty Ciro - César Julio Hernández - León Vallejo Osorio Libro 88 COLONIALISMO Y LIBERACIÓN

Truong Chinh - Patrice Lumumba

Libro 89 LOS CONDENADOS DE LA TIERRA Frantz Fanon

Libro 90 HOMENAJE A CATALUÑA George Orwell

Libro 91 DISCURSOS Y PROCLAMAS Simón Bolívar

Libro 92 VIOLENCIA Y PODER - Selección de textos

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Libro 93 CRÍTICA DE LA RAZÓN DIALÉCTICA Jean Paul Sartre

Libro 94 LA IDEA ANARQUISTA

Bakunin - Kropotkin - Barret - Malatesta - Fabbri - Gilimón - Goldman Libro 95 VERDAD Y LIBERTAD

Martínez Heredia-Sánchez Vázquez-Luporini-Hobsbawn-Rozitchner-Del Barco

LIBRO 96 INTRODUCCIÓN GENERAL A LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICA Karl Marx y Friedrich Engels

LIBRO 97 EL AMIGO DEL PUEBLO Los amigos de Durruti

LIBRO 98 MARXISMO Y FILOSOFÍA Karl Korsch

LIBRO 99 LA RELIGIÓN Leszek Kolakowski

LIBRO 100 AUTOGESTIÓN, ESTADO Y REVOLUCIÓN Noir et Rouge

LIBRO 101 COOPERATIVISMO, CONSEJISMO Y AUTOGESTIÓN Iñaki Gil de San Vicente

LIBRO 102 ROSA LUXEMBURGO Y EL ESPONTANEÍSMO REVOLUCIONARIO Selección de textos

LIBRO 103 LA INSURRECCIÓN ARMADA A. Neuberg

LIBRO 104 ANTES DE MAYO Milcíades Peña

LIBRO 105 MARX LIBERTARIO Maximilien Rubel

LIBRO 106 DE LA POESÍA A LA REVOLUCIÓN Manuel Rojas

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JURAMENTO DE SIMÓN BOLÍVAR EN MONTE SACRO

1

Roma. 15 de Agosto de 1805

Simón Rodríguez

Después de la coronación de Bonaparte viajábamos Bolívar y yo,en estrecha compañía y en íntima amistad, por gran parte del territorio de Francia, Italia y Suiza. Unas veces íbamos a pie y otras en diligencia. En Roma nos detuvimos bastante tiempo. Un día, después de haber comido, y cuando ya el sol se inclinaba al Occidente, emprendimos paseo hacia la parte del monte sagrado.

Aunque esos llamados montes no sean otra cosa que rebajadas colinas, el calor era tan intenso que nos agitamos en la marcha lo suficiente para llegar jadeantes y cubiertos de copiosa transpiración a la parte culminante de aquel mamelón. Llegados a ella, nos sentamos sobre un trozo de mármol blanco, resto de una columna destrozada por el tiempo.

Yo tenía fijos mis ojos sobre la fisonomía del adolescente, porque percibía en ella cierto aire de notable preocupación y concentrado pensamiento.

Después de descansar un poco y con la respiración más libre, Bolívar, con cierta solemnidad que no olvidaré jamás, se puso en pie y como si estuviese solo, miró a todos los puntos del horizonte, y a través de los amarillos rayos del sol poniente, paseó su mirada escrutadora, fija y brillante, por sobre los puntos principales que alcanzábamos a dominar.

–¿Conque éste es el pueblo de Rómulo y Numa, de los Gracos y los Horacios, de Augusto y de Nerón, de César y de Bruto, de Tiberio y de Trajano? Aquí todas las grandezas han tenido su tipo y todas las miserias su cuna. Octavio se disfraza con el manto de la piedad pública para ocultar la suspicacia de su carácter y sus arrebatos sanguinarios; Bruto clava el puñal en el corazón de su protector para reemplazar la tiranía de César con la suya propia; Antonio renuncia los derechos de su gloria para embarcarse en las galeras de una meretriz; sin proyectos de reforma, Sila degüella a sus compatriotas, y Tiberio, sombrío como la noche y depravado como el crimen, divide su tiempo entre la concupiscencia y la matanza. Por un Cincinato hubo cien Caracallas, por un Trajano cien Calígulas y por un Vespasiano cien Claudios. Este

1 De un impreso: “Homenaje de Colombia al Libertador Simón Bolívar en su Primer

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pueblo ha dado para todo: severidad para los viejos tiempos; austeridad para la República; depravación para los Emperadores; catacumbas para los cristianos; valor para conquistar el mundo entero; ambición para convertir todos los Estados de la tierra en arrabales tributarios; mujeres para hacer pasar las ruedas sacrilegas de su carruaje sobre el tronco destrozado de sus padres; oradores para conmover, como Cicerón; poetas para seducir con su canto, como Virgilio; satíricos, como Juvenal y Lucrecio; filósofos débiles, como Séneca; y ciudadanos enteros, como Catón. Este pueblo ha dado para todo, menos para la causa de la humanidad: Mesalinas corrompidas, Agripinas sin entrañas, grandes historiadores, naturalistas insignes, guerreros ilustres, procónsules rapaces, sibaritas desenfrenados, aquilatadas virtudes y crímenes groseros; pero para la emancipación del espíritu, para la extirpación de las preocupaciones, para el enaltecimiento del hombre y para la perfectibilidad definitiva de su razón, bien poco, por no decir nada. La civilización que ha soplado del Oriente, ha mostrado aquí todas sus faces, ha hecho ver todos sus elementos; mas en cuanto a resolver el gran problema del hombre en libertad, parece que el asunto ha sido desconocido y que el despejo de esa misteriosa incógnita no ha de verificarse sino en el Nuevo Mundo. ¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por la Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español!

https://elsudamericano.wordpress.com

HIJOS

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EL PERIPLO INTELECTUAL DE UN CIENTÍFICO

SOCIAL LATINOAMERICANO

*

ESTRUCTURA SOCIAL DE LA COLONIA

ENSAYO DE HISTORIA COMPARADA DE AMÉRICA LATINA

PRÓLOGO

Capítulo Previo

CASTAS Y PUEBLO EN LAS SOCIEDADES INDÍGENAS PRECOLOMBINAS

Capítulo I

EL PROCESO FORMATIVO DE LAS CLASES

Capítulo II

EL PROCESO TRANSFORMATIVO DE LAS CLASES

Capítulo III

ORGANIZACIÓN SOCIAL Y CLASES SOCIALES

Capítulo IV

CONFLICTOS DE CLASES

Capítulo V

ORDENACIÓN POLÍTICO-JURÍDICA Y CLASES SOCIALES

Capítulo VI

DESINTEGRACIÓN DE GRUPOS SOCIALES

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EL PERIPLO INTELECTUAL DE UN CIENTÍFICO SOCIAL

LATINOAMERICANO

Entrevista incluida en el libro-homenaje Sergio Bagú, un clásico de la teoría social latinoamericana, coordinado por Jorge Turner y Guadalupe Acevedo. México, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, 2005.

Luis Gómez (L. G.).- Dr. Sergio Bagú, ¿dónde nació usted y cuál era el contexto de su época infantil-juvenil?

Sergio Bagú (S. B.).- Nací en Buenos Aires, en el año 1911. La infancia y la juventud fueron las de cualquier niño y cualquier joven, apenas está marcada de cierto interés biográfico mi militancia en el movimiento estudiantil en Argentina con conexiones con otros países latinoamericanos; fuimos la segunda generación de la Reforma Universitaria, la que corresponde a la decena de los años treinta. Esa fue mi gran escuela de formación. Yo no tuve militancia política partidaria, salvo una efímera militancia en el Partido Socialista de la Argentina; hubo por allí algún Partido Socialista Argentino al cual no me refiero. Fue una militancia efímera, no tiene valor autobiográfico. ¡Pero sí la tiene la militancia estudiantil!

L. G.- ¿Cuál es el significado de esta militancia?

S. B.- Fue una época de definiciones frente al oleaje fascista. En la década de los treintas, cuando la influencia de los movimientos fascistas europeos llega a Latinoamérica, se forman agrupaciones decididamente fascistas, con expresión pública, con militancia callejera; hay una gran propensión a la lucha callejera, con consignas tremendamente reaccionarias, como las tenía el fascismo europeo. Como movimiento estudiantil nos enfrentamos al fascismo, además de las otras reivindicaciones universitarias, ya que en la Reforma Universitaria de Córdoba, que inicia en 1918, se va formando un programa de modernización universitaria; en muchas de las carreras, en las disciplinas que se estudian en la Universidad, la reforma fue organizando un programa de renovación conceptual e inclusive pedagógica. Fue un movimiento esencialmente universitario que rápidamente asumió la obligación de la lucha política, enfrentada a esta nueva realidad que vivían los países latinoamericanos que fue el fascismo y las organizaciones fascistas de aquella época.

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S. B.- Efectivamente, más entre la comunidad alemana que entre la italiana. La comunidad italiana era muy grande porque la proporción de los inmigrantes italianos que llegaron fue extraordinaria, y tuvo una gran influencia de carácter cultural. La comunidad italiana fue una comunidad que muy rápidamente se asimiló a la vida nacional. La comunidad alemana, mucho más pequeña, se mantuvo más aislada y allí penetró con más fuerza la ideología fascista. Se formaron grupos de militancia que fueron grupos de una peligrosidad considerable; el gobierno alemán le daba importancia a la penetración por la vía de las comunidades alemanas, como también ocurrió en Chile. Esto no quiere decir que todos los descendientes de alemanes tuvieran esa ideología, pero como la comunidad de habla alemana no era muy numerosa, la presencia de estos grupos se hacía notar considerablemente. Recuerdo haber visto una película que es un verdadero testimonio histórico desconocido para nosotros. Casi al finalizar la guerra, yo estaba en Estados Unidos. Entre las cosas que el ejército de Estados Unidos había capturado al ejército alemán estaba una película de propaganda para la tropa alemana. Estando en Nueva York, me invitaron a su exhibición privada a la que concurrimos diez o quince personas. La película trataba sobre la Argentina, estaba muy gastada, se había pasado muchísimas veces para la tropa en campaña. Presentaba a la Argentina de una manera fantástica, como si fuera un país de indios primitivos, que habían sido civilizados por el ario rubio que aparecía ya en una primera escena montado a caballo, al lado de un indio semidesnudo y con plumas en la cabeza. La película se concretaba a la vida y la actividad nazi en las comunidades alemanas que estaban diseminadas por todo el país. Esta película es un testimonio extraordinario, nunca se exhibió en salas comerciales.

L. G.- ¿Qué tipo de actividades desarrollaba el movimiento estudiantil frente a esta situación?

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En buena parte, los dirigentes radicales, políticos radicales de la década de los treintas, de la década de los cuarentas, fueron egresados universitarios que se habían formado políticamente en el movimiento de la Reforma. Es decir, ocurrió en Argentina lo que pasó en otros países de América Latina. En Perú, el caso de APRA, que es un partido político que surge del movimiento estudiantil. En Venezuela, el caso de Acción Democrática, que surge también del movimiento estudiantil. De modo que por esta vía, la Reforma escribió un capítulo interesante en la vida política, no porque fundara partidos políticos sino porque fue la escuela de adiestramiento de la militancia política democrática y de izquierda. Dirigentes socialistas y algunos comunistas se formaron allí, aunque muchos de ellos tenían otro origen, un origen obrero a diferencia de los socialistas y radicales. Me estoy refiriendo siempre a la década de los treinta.

L. G.- En este contexto, Sergio Bagú, después de haber sido presidente de la Federación Universitaria Argentina no opta por la política, opta por un camino intelectual, un interés por el conocimiento. En este camino se encuentra con la figura de José Ingenieros, ¿qué nos puede decir de estos intereses?

S. B.- Es la verdad estricta. Yo no tenía vocación de político; siempre he tenido una definición política de la vida, siempre he estado muy atento a todas las definiciones del cambio político en mi país y en América Latina, pero nunca he sentido la vocación política. La política es una forma de vida; es difícil tomarla como pasatiempo. La política envuelve todo, exige una definición primordial en el individuo. Yo tenía una extraordinaria vocación por las tareas intelectuales, por el análisis, por el estudio.

La figura de Ingenieros tuvo una influencia muy grande en mi juventud. He tenido dos influencias y las dos me llegaron de lejos: una fue Ingenieros, que era argentino y había fallecido cuando yo era un adolescente –no le conocí personalmente– pero su obra y presencia tenían un gran significado para mí y la gente de mi generación. Fue una figura latinoamericana. Un hombre definido en materia de ideas, pero sin militancia político-partidaria; un grandioso, un hombre que inició muchas cosas en su especialidad médica. Fue siquiatra pero fundamentalmente un estudioso que se definió frente a los problemas públicos.

La otra figura, mucho más cercana, fue la de Ramón y Cajal, con su libro

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L. G.- Además de estas dos grandes influencias intelectuales, inclusive morales, que marcan un derrotero en términos de una aspiración a una investigación cercana a este concepto suyo de verdad, aparece en el horizonte América Latina como un conjunto con una gran diversidad y dentro de esta diversidad la existencia de trabajos muy aislados. Conocemos de su interés por explicar el funcionamiento de la sociedad colonial latinoamericana, ¿cómo llega ahí el profesor Bagú?

S. B.- Mi entrada en la historiografía latinoamericana se produce en años posteriores, e inmediatamente después escribí mi primer libro: Vida ejemplar de José Ingenieros, que fue una radiografía de José Ingenieros con una metodología muy rigurosa. Allí yo entrevisté a una gran cantidad de gente. No tenía ninguna preparación técnica para hacer eso, de manera que tal metodología la creé yo mismo. Era un modesto estudiante de Derecho y no de Antropología, ni de Sociología. La carrera de Sociología no existía en Argentina, de manera que inventé los cuestionarios e intenté el método de investigación; en ese sentido fue un libro muy completo, expositivo y muy riguroso. Cada dato está sopesado, medido, reconstruye toda una época, con una gran cantidad de personajes y con un personaje central.

Los trabajos sobre el periodo colonial empezaron años después, cuando yo tenía ya otro tipo de experiencias completamente distintas. Tenía treinta años cuando gané un concurso interamericano de trabajos sobre la clase media. La mayor parte de este libro permaneció inédita, sólo una parte se publicó. Como consecuencia de esto –ocurría en plena Segunda Guerra Mundial–, el gobierno de Estados Unidos me invitó a realizar una gira por ese país. A los treinta años, vivía una etapa plenamente juvenil, y me fui a Estados Unidos con mi compañera, acababa de casarme, vivimos allí varios años.

Fue una experiencia formativa, porque Estados Unidos tenía ya una cultura muy estructurada, campos de investigación científica y artística. Era la época en que se inició el ballet moderno, nosotros lo vimos nacer. Allí comencé a encontrar el camino de la historia latinoamericana, con todas sus conmociones, sus connotaciones de tipo teórico y metodológico.

L. G.- ¿Y hubo algún contacto con la migración intelectual judío-alemana y española en Nueva York?

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Economía de la sociedad colonial es una obra cuya edición actualizada apareció en 1993 y estuvo a cargo del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA). Este libro apareció en 1949, pero tiene una elaboración de varios años, tiene un intento de formación de teoría y metodología. Es una búsqueda diferente de interpretar el proceso histórico y, simultáneamente, es un gran esfuerzo por encontrar la unidad latinoamericana a través de la multiplicidad de las historias nacionales. Significó en ese momento un esfuerzo enorme. Un esfuerzo de búsqueda material que inicié en Estados Unidos –en las más extraordinarias bibliotecas de ese país– y que seguí en Montevideo y Buenos Aires, en bibliotecas que tenían un buen acerbo del periodo colonial latinoamericano.

Me costó mucho trabajo. Tenía que encontrar una síntesis que fuera a la vez teórica y metodológica; las publicaciones de la época en realidad no me ayudabanmucho,porqueeraneminentementedocumentales, de reconstrucción de los caracteres nacionales. Había muy pocos intentos de reconstruir una historia unificada para el conjunto de América Latina.

Tuve que resolver algunos problemas teóricos que tenían una importancia muy grande y siguen teniéndola. El problema central es: ¿cómo conciliar la realidad de la estructura con la realidad del proceso del cambio incesante?

La estructura no perdura, sino que cambia, pero como el cambio se va transfigurando en una estructura, para mí era un problema filosófico de primera importancia.

Y para poder hacer este planteamiento, yo tenía que depender en buena forma, en buena manera, de mi propia iniciativa, porque encontraba pocos antecedentes de esta temática.

L. G.- Hablando de esta obra: por un lado, el papel de la administración colonial, la lejanía de España y de Europa, y al mismo tiempo la constitución de un nuevo mundo; por otro –recuerdo una exposición que nos hizo en algún momento–, estas formas peculiares de circulación económica a través de establecimientos religiosos, conventos y monasterios que había en la región latinoamericana. ¿Nos puede usted recordar algo a este respecto?

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El trabajo fue comparativo, de manera que tuve que estudiar también la organización económica y social de Brasil, así como de las colonias inglesas y francesas de la zona antillana.

Todo esto hoy es más fácil, porque hay mucha más literatura y una producción historiográfica de la mayor importancia. Yo tenía que depender de los trabajos escritos de difícil acceso y generalmente en países lejanos.

Lo que fue surgiendo es el perfil de un tipo de sociedad inédito, que no era ni el precolonial que había tenido una formación de centenares de años, ni lo que nosotros fuimos conociendo como países independientes de los siglos XIX y XX, sino que tenía un perfil propio, radicalmente diferente de los otros y que a la vez fue suscribiendo algo totalmente diferente al siglo XVI. Y lo que yo veía cada vez con más claridad en este trabajo, era esa cierta unidad latino-americana tan difícil de definir, pero que existe como una realidad propia e indiscutible. Existe desde épocas muy lejanas, a lo largo de los siglos y con distintas eventualidades. Hay un perfil latinoamericano que se ha ido construyendo de una manera distinta a como se construyó el perfil colonial anglo-francés en la América del Norte y en otras regiones del mundo.

Este trabajo fue también la afirmación de una latinoamericanidad que surge en el mismo proceso histórico, que no se inventa, que no es el canto de un poeta, sino el producto de una realidad histórica que se ha ido construyendo de manera distinta.

L. G En esta búsqueda, Sergio Bagú se sentía un solitario o había un conjunto, un grupo, algún tipo de intelectuales y de historiadores que estaban en esta misma vertiente?

S. B.- Había cursos de historia de América que estaban basados en lo que llamaríamoselcriterioneopositivista en historiografía: relato de acontecimientos que generalmente llegaban hasta la declaración de la independencia o hasta la mitad del siglo XIX. Había un texto de historia de la colonización española, de un autor español con un criterio neopositivista para el cual el acontecimiento político y el contexto jurídico son lo fundamental. Lo que quise hacer fue una cosa completamente distinta. No conocía ningún antecedente; existían algunos en trabajos publicados en ciertos lugares de América Latina. Yo no los conocía. Las visiones teóricas generales que circulaban en ambientes intelectuales latinoamericanos eran muy esquemáticas y generalmente tomadas de manuales europeos en los cuales aparece la historia latinoamericana considerada en bloque y de una manera muy superficial, de manera que eso tampoco me servía.

L. G.- ¿Esto estableció un paralelismo fortuito? ¿Podríamos hablar de trayectorias paralelas con la historiografía que más tarde configuró la corriente de Les Annales franceses y la figura de Fernand Braudel?

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El estaba haciendo su doctorado en esa época. Yo supe de los Annales

después de publicar ese trabajo y no cabe la menor duda que me habría sentido muy identificado con la posición metodológica de los Annales. Pero esto para mí fue un descubrimiento tardío.

L. G.- ¿Más tarde hubo algún tipo de contacto con ellos?

S. B.- No, contacto de carácter personal, no. He seguido los Annales, he leído a Braudel, pero sobre todo a Marc Bloch. Creo conocer bien a Marc Bloch, muchas de cuyas obras fundamentales tengo en mi biblioteca en ediciones originales. Marc Bloch es una figura de la mayor importancia, sin la menor duda.

L. G.- ¿Y el regreso a la parte sur del continente? ¿Regresa a enseñar en las universidades de Argentina?

S. B.- En Estados Unidos pasamos dos periodos: el primero fue un contacto fundamental con el ambiente académico, como estudiante, pero además enseñaba; y el segundo, el trabajo que realicé en las Naciones Unidas. Entre un periodo y otro escribí Economía de la sociedad colonial. Una gran parte la redacté en Montevideo completándola después en Buenos Aires. Ingresé al mundo académico, a la enseñanza universitaria, a mi regreso del segundo viaje por Estados Unidos. Esto fue después de 1955. Desde entonces he trabajado en universidades argentinas y de otros países latinoamericanos. Cuando se produce el golpe de Pinochet en 1973, tenía trabajando tres años en FLACSO (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales), en Santiago de Chile. Antes participé en la reorganización de la Universidad de Buenos Aires, principalmente bajo la rectoría de Rizzieri Frondizi, una de las rectorías más dinámicas y creativas que tuvo la historia de la universidad argentina.

Además he enseñado en Uruguay, Perú y Venezuela –bastante tiempo en Venezuela– y desde luego, después en México.

L. G.- Volvamos a la política. Hablemos de las dictaduras militares, ¿cómo afectaron las dictaduras a la producción de conocimiento y a la libertad dentro de las universidades?

S. B.- En varios países latinoamericanos las dictaduras –que son casi siempre dictaduras militares– son un verdadero azote para la cultura y por supuesto para el cuerpo social todo.

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Esto se exacerbó extraordinariamente en Argentina, Uruguay, Chile y Brasil, con las últimas experiencias dictatoriales que ya sucedieron en años más cercanos a los nuestros.

Esta fue una experiencia que tenía cierta antigüedad en varios países, no en Chile precisamente. En Chile la dictadura de Pinochet fue una innovación de la vida política, pero Argentina había tenido ensayos en etapas anteriores. Lo que se destruye en materia cultural no se reconstituye con facilidad cuando un gobierno brutal saquea una biblioteca intencionalmente, retira libros de ciertos autores, quema públicamente otros; es el caso de lo ocurrido en Argentina con la dictadura de 1976. La reconstrucción de esas bibliotecas es lenta y difícil, generalmente esas bibliotecas van a conservar esta cicatriz durante varias generaciones.

L. G.- Es un ataque a la memoria de los pueblos.

S. B.- Así es. No es de extrañar que muchos investigadores latinoamericanos encuentren el material que buscan, material originado en países latinoamericanos, en las extraordinarias bibliotecas de Estados Unidos o de Francia. Desde luego esto depende un poco de los temas. No es lo mismo para todos los tópicos, pero para algunos es una verdad rigurosa.

L. G.- Después de haber producido Economía de la sociedad colonial, ¿cuáles han sido los intereses principales de Sergio Bagú?

S. B.- Siempre me he movido en el límite de la Historia y la Sociología, y por lo tanto en el límite de la Economía y de la vida social. Economía de la sociedad colonial tiene un título que hay que descifrar. Lo que yo traté de reconstruir fue un mecanismo colonial, pero insertado en un contexto social, es decir, en una sociedad. No es una historia económica, no es tampoco estrictamente una historia social.

Cuando fui a Chile en 1970 acababa de terminar otro libro que para mí fue muy importante como definición cultural. Tiempo, realidad social y conocimiento es un libro que recoge una experiencia de muchos años, particularmente de cátedra, que tiene también una trascendencia latinoamericana a pesar de ser un libro estrictamente teórico.

L. G.- Una dimensión, podríamos decir, casi filosófica.

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Este libro ha tenido mucha fortuna, más que otros libros míos, probablemente porque fue adoptado como texto en muchos cursos, de manera que se reeditó constantemente. Durante veinte años siempre ha habido alguna reedición.

L. G.- Qué nos puede decir de su experiencia chilena en FLACSO y de lo que podríamos llamar la “tragedia chilena”, con esta innovación política de la dictadura pinochetista, después de la crisis política que se produce con la caída del gobierno de Allende.

S. B.- La crisis de Chile fue muy importante. Porque yo sin proponérmelo viví todo el periodo de Allende; digo sin proponérmelo porque a mí me llevó FLACSO, yo estaba en Buenos Aires y FLACSO me ofreció un contrato. Allí nos instalamos hasta el golpe de Pinochet. No tenía una relación directa con el gobierno, nunca tuve una relación directa con el gobierno de Chile en ese momento, pero vivimos todo el proceso de una manera muy intensa. Chile se transformó en ese momento en uno de los grandes centros culturales. Cobró un impulso extraordinario todo lo latinoamericano, y FLACSO era uno de estos instrumentos. Pero estaban otras escuelas: las de economía, la de demografía, todas tenían alumnos latinoamericanos, y estaba la CEPAL, que entonces tenía una actividad envolvente en la temática latinoamericana. De tal manera que en una ciudad pequeña como era Santiago, todos estábamos en contacto intelectual pero también en contacto físico, porque estábamos unos cerca de otros y a Santiago llegaban no digo grupos de latinoamericanos, sino torrentes de latinoamericanos que querían ver la experiencia chilena de cerca o que iban a participar en estos cursos y a especializarse. No pocos especialistas y profesores de la generación de la UNAM, de Ciencias Sociales, pasaron por Santiago de Chile en esa época, generalmente como alumnos y otros como visitantes.

De manera que Santiago de Chile se transformó en una especie de oráculo latinoamericano durante tres años.

L. G.- ¿Santiago fue una fiesta?

S. B.- Efectivamente, donde todos se encontraban, se encontraban en las instituciones, pero también se encontraban en la calle. Se convivía, y se producía. Santiago de Chile produce en materia social, en Ciencias Sociales, en esta época, una cantidad increíble de cosas, incluyendo todo lo que producía la CEPAL, que era entonces un organismo muy activo, cuyos investigadores se hicieron nuestros colegas y amigos porque nos veíamos constantemente. Nos encontrábamos, le vuelvo a decir, en la calle simplemente caminando.

(21)

mejor. No me refiero a nada político, pero me refiero a la pornografía gráfica, por ejemplo, y a otras formas de expresión gráfica que surgen en climas de absoluta libertad de imprenta y que no son precisamente lo más saludable para generar una conciencia nacional.

L. G.- Después de la fiesta viene la noche negra de Pinochet... Me imagino que además de la persecución política se genera también la persecución cultural y las instituciones más críticas y liberales van a sufrir también. Esto abre para Sergio Bagú la necesidad de salir de Chile y abre también el horizonte de México. Dirigía la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales Víctor Flores Olea, quien fue importante para la recuperación de intelectuales chilenos y argentinos en México. Se generó una actividad de rescate. Con estos mecanismos llega Sergio Bagú a México.

S. B.- La figura de Flores Olea es central. No sólo en esta coyuntura biográfica mía, sino en la de muchos chilenos, argentinos y uruguayos. Flores Olea había estado en Chile, visitó por primera vez el país siendo presidente Allende. Se puso en contacto muy rápido con todos estos centros culturales que había en Santiago. Lo conocí personalmente en esa oportunidad.

Cuando se produjo el golpe de Pinochet, Flores Olea invitó a varios de los profesores que suponía perseguidos, a dar cursos en la Facultad de Ciencias Políticas, en la UNAM. Algunos vinieron inmediatamente; no fue mi caso porque nosotros habíamos regresado a Buenos Aires, yo seguía perteneciendo a FLACSO, que estaba organizando su sede en Buenos Aires, y estaba terminando algunos trabajos. Pedí a Flores Olea un plazo antes de aceptar su invitación.

A fines de 1974 hicimos el viaje a México, que para nosotros iba a ser central, ya que aquí nos hemos quedado muchos argentinos, uruguayos y chilenos. La Facultad le debe mucho a Flores Olea, porque él la reorganizó, le dio un clima de renovación a muchos de los estudios que se hacían ahí; abrió cauces e incitó al análisis renovador, a la discusión en el sentido más constructivo, fue una etapa brillante en la vida de la Facultad.

L. G.- Ya en México, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, cuando llega Sergio Bagú, el Centro de Estudios Latinoamericanos de hecho ya existía. Fue un Centro que agrupó a estos intelectuales latinoamericanos. ¿Qué nos dice Sergio Bagú de estos primeros años en el CELA?

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En el CELA muchos latinoamericanos escribieron sobre sus países, lo que probablemente no habrían podido terminar en sus propios países, no sólo por persecución política. El CELA les creó un ambiente favorable para la producción. El conjunto de lo producido durante todos estos años tiene mucha importancia en la interpretación de los fenómenos latinoamericanos.

En el CELA se publicó mi libro Argentina 1875-1975. Yo no lo habría escrito nunca. Tuve que venir a México, insertarme en la Facultad y pertenecer al CELA. De ese libro se hizo una edición mexicana primero, después se hizo una en Argentina. Ese libro fue un esfuerzo interesante, porque es un estudio de la bibliografía de cien años, de todos los temas abarcados por las ciencias sociales, pero en relación con el desarrollo de los problemas respectivos. De modo que es un estudio paralelo de la problemática y de la respuesta bibliográfica de esa problemática.

L. G.- Y de los compañeros latinoamericanos en el CELA, en la vida vigorosa de estos años, estaban obviamente Ruy Mauro Marini...

L. G.- y S. B.- (al unísono) Carlos Quijano.

S. B.- Clodomiro Almeida, sí, había gente de mucho valor, algunos de ellos desaparecidos ya, como Quijano, Gregorio Selser, Agustín Cueva, que son latinoamericanos de primera importancia, y todos con una obra notable. Quijano sobre todo en el ambiente periodístico, Selser un hombre periodista e historiador, porque fue las dos cosas y en ambas le fue muy bien. Y Cueva, que ha sido un maestro de la sociología latinoamericana.

De modo que la coincidencia de toda esta gente en un momento dado –pero no estamos mencionando otras gentes de mucho valor que sólo como una injusticia puedo no mencionarlos–, fue en realidad un conjunto excepcional. Algunos volvieron a sus países, otros se quedaron en el CELA y con el curso de la sucesión generacional, la especialidad latinoamericana fue pasando a manos de gente joven, la mayor parte de ellos mexicanos; es lo que podríamos llamar la generación joven del CELA. El centro tiene ya una generación aún más joven, también mexicana; pero la que estuvo en contacto directo con estos latinoamericanos en un momento determinado, fue un grupo de cuarenta, poco más o menos.

L. G.- Hablemos de lo que fue el XXX Aniversario del CELA. En 1990 el Centro de Estudios Latinoamericanos cumplió treinta años. Con este motivo se organizó dentro de la Universidad, con una concurrencia enorme y con una participación extensísima de investigadores de América latina, una conmemoración, un acto académico que podemos denominar simbólicamente importante. ¿Qué nos puede contar de esta experiencia?

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Ha tenido mucho que ver con el posgrado en Estudios Latinoamericanos, que tiene también su historia y también ha cumplido una función. Por la especialidad de Estudios Latinoamericanos, dentro del posgrado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, han pasado alumnos de una gran cantidad de países, de todos los países, sin ninguna excepción, de América Latina continental, además de Puerto Rico, Haití, República Dominicana y de Cuba, que pertenecen a la zona de las Antillas; también alumnos de Canadá, Estados Unidos, España, Francia, Inglaterra, Japón, Corea del Sur y he tenido una alumna que venía de Islandia, país todavía bastante exótico para los latinoamericanos.

Esto significa que el programa cumple una función, con las debilidades y los problemas que reconocemos y que debe superar. Efectivamente, hubo momentos en que el posgrado de Estudios Latinoamericanos era un verdadero punto de concentración de profesores de universidades de todas partes de América Latina. Esto ha cambiado un poco, se han creado especialidades de estudios latinoamericanos en varias universidades de países latinoamericanos en los años más recientes.

L. G.- Esta conmemoración que se llevó a cabo en 1990 se convirtió en un gran evento porque pudo convocar a una gran cantidad de latinoamericanistas, que prácticamente exigían participar, no solamente de los estudiosos del continente, sino de fuera de éste. Se convirtió en un gran congreso que revisó el conjunto de las actividades latinoamericanistas en el mundo, lo cual, desde mi perspectiva, realza con justicia la actividad que ha realizado este centro y lo ubica como un lugar privilegiado dentro de aquellas instituciones que se dedican a esta actividad.

S. B.- Sí, estoy completamente de acuerdo con lo que usted dice. El CELA ha sido formativo para mucha gente, inclusive para los viejos del centro que han terminado su obra allí. Es difícil hacer un catálogo de las producciones surgidas en el CELA porque mucho material se ha publicado por distintas vías, en distintas revistas o editoriales.

L. G.- Además quedaron muchos materiales inéditos y muchos materiales para estudiantes.

S. B.- En otras palabras creo que es un centro universitario que ha cumplido una función.

L. G.- Me interesaría mucho que habláramos de su reciente libro: La idea de Dios en la sociedad de los hombres.

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Estaba haciendo un largo trabajo sobre ciertas etapas de la evolución histórica, y en un momento determinado fui observando que yo iba adquiriendo una imagen muy precisa de la idea de Dios, una imagen muy precisa de cómo se había ido gestando la idea de Dios en distintas coyunturas fundamentales de la historia. De modo que lo fui tomando como tema particular. La idea de Dios en la sociedad de los hombres es un libro relativamente pequeño, pero con mucho material histórico y sociológico. La categorización del problema la quise hacer fundamentalmente sociológica y antropológica, pero ubicada siempre en un contexto histórico. De manera que si lo tuviera que definir como especialidad en ciencias sociales, diría que es una sociología y una antropología a la vez ubicadas en un contexto historiográfico. Aquí se trataba de descubrir, de tomar posición sobre cuáles son las posiciones sociales y culturales que generan una concepción teológica, la concepción de un ser divino. Yo llegué a la conclusión de que no podía haber habido idea de Dios en una primera y muy larga etapa de la formación social humana, por el tipo de material cultural, económico y social que podía manejar el individuo. Esto a partir de un presupuesto, y es que la idea de un Dios no es una idea fácil, es una idea compleja.

En la vida contemporánea, una gran cantidad de personas la maneja como una idea sencilla, para ellas es una idea sencilla, porque la reciben ya elaborada. Porque es un fruto histórico. Si tuvieran que partir de cero, el ascenso hasta la idea de un Dios resultaría tremendamente difícil, que sólo pueden lograr en ciertas condiciones muy especiales. Es una abstracción, empezando por eso, es una abstracción. Y no se puede llegar a una abstracción cultural, no se puede llegar a una idea abstracta, el ser humano no puede llegar a una idea abstracta si no ha superado etapas críticas de lo concreto, en la vida física, en la vida económica y en la vida organizativa. No puede llegar a concebir un ser divino sin haber solucionado antes ciertos problemas de la organización social. Esa es la tesis a la cual llegué, la conclusión a la cual llegué.

L. G.- Digamos las condiciones de la concepción del Dios único pasando por la idea de los dioses múltiples.

S. B.- Sí, efectivamente. Primero, lo difícil es concebir la idea de Dios sea cual sea, eso es lo difícil, y el ser humano debió haber pasado muchísimo tiempo antes de llegar a esa idea. Sólo por una aproximación podemos hacer una hipótesis; viendo ciertos dibujos uno puede llegar a la conclusión de que el autor de esos dibujos manejaba ya ideas abstractas, con cierto grado de elaboración compleja.

L. G.- ¿Se refiere a los dibujos rupestres?

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Ahora, la hipótesis es que una mentalidad que llega a esa etapa de abstracción, muy probablemente ya haya tenido la idea de Dios, ya haya concebido a una divinidad, una divinidad elemental, no la que nosotros conocemos ahora.

L. G.- Esto me recuerda de alguna manera a Gianbattista Vico y la Cienza Nova, donde él plantearía ideas que a lo mejor ahora suenan completamente actuales, pero que eran tremendamente distintas para las ideas de la época, porque eran ideas que podían ser contra ilustradoras, sin al mismo tiempo ser oscurantistas. Contra los ilustradores Vico decía: “atención con el mito, porque el mito dice más de lo que enuncia”, y agregaba: “las palabras también son cadenas de palabras”, son construcciones que a lo mejor retrospectivamente llevan a la idea de Dios. ¿Hay alguna relación en estas ideas que menciono? S. B.- Hay mucha relación, no directamente con Vico, porque yo tengo un conocimiento sólo parcial de la obra de él, nunca la he leído, nunca he encontrado en realidad el libro clave de Vico, de modo que me he guiado por fragmentos. Pero algunas de estas ideas han sido retomadas en épocas recientes, después de la guerra. Trabajos que deben ser considerados con seriedad, algunos de aspecto muy polémico, esencialmente polémico, que llegan hasta la negación de una posibilidad científica; cosa que uno puede no compartir, pero han sido retomados en planteamientos que son muy interesantes, que deben tenerse en cuenta, efectivamente.

Volviendo al tema de la religión, yo fui a desembocar a la tesis de que el hombre tiene que haber pasado la mayor parte de su historia sin ninguna idea de Dios, porque no es concebible que haya tenido la capacidad suficiente como para imaginarse un Dios o todos los dioses que quieran; la idea de Dios es una idea difícil como elaboración colectiva, lo que es fácil es adherirse a la idea de Dios cuando ya está formada, cuando ya existe como un acervo cultural generalizado.

L. G.- Y que además ha construido toda una serie de instituciones alrededor de ella, ¿no?

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Y después lo más extraordinario del caso, yendo siempre a la idea de Dios, es que hay cierto momento en la historia de la elaboración de esa idea en que parece que ya todo se consumó, porque después del monoteísmo de Cristo parece haberse extenuado la posibilidad de creación teológica. No hay testimonio de nada realmente original en materia religiosa. Tomando todas las religiones, las asiáticas y todas las demás.

L. G.- ¿O sea que al mismo tiempo es un agotamiento? S. B.- Parecería que fuera una creación de un agotamiento.

L. G.- Una idea última, por decir algo.

S. B.- Que han surgido muchísimas religiones, por supuesto. Todos los años surgen religiones. En Estados Unidos se lleva una estadística sobre las religiones nuevas. Todos los años aparecen, pero no son religiones, son cuerpos religiosos que trabajan sobre ideas preexistentes, que las mezclan de maneras distintas, no son religiones propiamente dichas.

Como teoría filosófica, como pensamiento filosófico, el pensamiento filosófico-religioso culmina con Cristo. Es la depuración.

L. G.- Digamos que es difícil pensar mayor creación.

S. B.- Efectivamente, ¿ahora por qué, por qué? Bueno, si uno tiene en cuenta que el pensamiento se desliza por ciertos canales por donde cree que puede resolver problemas y que cuando un canal le resulta insuficiente inventa otro canal, se va por otro lado, o se traslada a otro canal preexistente y sigue razonando, podemos adoptar una explicación. Es el agotamiento de un canal, de un cauce de pensamiento, del cauce de pensamiento a partir de la idea de una dificultad. Todo se explica en relación con una divinidad, pero parecería que todos esos problemas que hasta entonces se explicaran en relación con la divinidad quedan agotados, no se pueden explicar más.

L. G.- Se fija, digamos, por decirlo de alguna manera.

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L. G.- Digamos, ¿siguen constituyendo utopías?

S. B.- Efectivamente, así es. Y aquí cabría la defensa de la utopía, cosa que han hecho varios autores. La importancia de la utopía como instrumento de relación cultural. Pero esto no es nuevo, esto ya se ha hecho (risas).

L. G.- No, lo que se ha hecho ahora es más bien construir su negación y a veces de manera muy inteligente, a veces de manera extremadamente superficial.

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ESTRUCTURA SOCIAL DE LA COLONIA

ENSAYO DE HISTORIA COMPARADA DE AMÉRICA LATINA

PRÓLOGO

Este trabajo ha sido escrito de acuerdo a las mismas líneas metodológicas que

Economía de la sociedad colonial. Uno y otro pertenecen a una serie de ensayos sobre historia comparada de los pueblos de América Latina, que estaránvinculadospor sus ideas fundamentales y su concepción metodológica, aunque conservando cada uno enteramente su autonomía como libro.

El estudio de nuestros pueblos desde el ángulo de la historia comparada arroja una luz reveladora sobre sus problemas actuales, todos los cuales tienen alguna lejana raíz pretérita. Es por ello que la mejor comprensión de un proceso histórico jamás deja de tener cierta proyección contemporánea. Por otra parte, el método comparativo, aunque a veces puntualice diferencias más que semejanzas, vigoriza siempre el sentimiento de proximidad, entre los pueblos, en particular entre los que existe un obvio paralelismo histórico, como es el caso de los de América latina.

Cuando en este trabajo hablamos de clase social aludimos a un conjunto de individuos que desempeñan, dentro del proceso económico una función semejante y que, a consecuencia de ello, ocupan dentro de la sociedad una ubicación parecida. El hecho de que esos individuos sean propietarios o usuarios de los medios de producción, o titulares de capital fiduciario, o mano de obra sin la propiedad de los medios de producción que utiliza es un factor fundamental para determinar a qué clase social pertenecen.

No queremos con esto ofrecer una definición del concepto, ni agotar su complejidad, sino fijar un punto de partida para el estudio que aquí hacemos. Para nosotros, las clases sociales son, en primer término, una realidad económico-social. Pero eso no implica que reduzcamos nuestro esfuerzo a seguir el rastro de las clases sociales tan sólo en lo económico y en lo social. La historia –es decir, la vida humana– es un todo y nada hay en ella, nada absolutamente, que no se integre dentro del conjunto, que no guarde relación con lo demás.

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Cuando un agregado humano de ese tipo presenta, como característica muy bien definida, la de constituir un grupo social cerrado prácticamente impenetrable, lo denominamos casta. Pero, a nuestro entender, no hubo

castas propiamente tales en la sociedad colonial hispano-portuguesa y así lo sostenemos en el texto.

No creemos necesario –por lo menos, no sería fácil hacerlo si fuéramos a respetar todos los escrúpulos históricos y lingüísticos– utilizar un término único para referirnos a la clase social que era, –económica, social y políticamente– la más poderosa de la colonia. La aludimos llamándola clase de los grandes poseedores, clase dominante, clase privilegiada o de los privilegiados. Estas denominaciones no aspiran a tener precisión técnica en este trabajo.

Dentro de una clase social existen lo que denominamos grupos, categorías o estratos sociales, cuyos miembros tienen entre sí cierta afinidad de intereses o de ocupación, o semejanza en su función económica, social o política.

Los estratos sociales son muy numerosos en la historia hispano-lusa y no intentarnos estudiarlos minuciosamente a todos, ni siquiera enumerarlos en forma completa. Muchas veces, la denominación específica se refiere a la actividad económica que los caracteriza y de la cual derivan su poder político y social: mineros, ganaderos, senhores de engenho, fazendeiros de gado, comerciantes monopolistas, negreros, etc. Otras, a la propiedad territorial, en la cual pueden llevarse a cabo diversas actividades productivas: terratenientes, latifundistas, rancheros, estancieros. Otras, al nombre tradicional: los Gran Cacao, de Venezuela; los cargadores, como en algunas partes se llamaba a los que participaban del tráfico ultramarino.

Llamamos inmovilidad o inmutabilidad a la tendencia de algunas clases y grupos sociales a cerrarse en sí, a parecerse a las castas en cuanto a la marcada dificultad que otros elementos ajenos a ellos encuentran para ingresar en esas clases o grupos y a la casi imposible contingencia de que uno de sus miembros deje de serlo. Al hablar de mutabilidad, o movilidad nos referimos a la tendencia de clases y estratos a mudar su estructura, su asiento económico y su ubicación social; así como a perder miembros que cambian de clase y a. ganar oíros nuevos, que provienen de otra clase. Reservamos el nombre de estratificación social a jerarquización de los distintos grupos o estratos sociales entre si, a la ubicación que tienen éstos en la sociedad Sólo dos palabras queremos agregar sobre la estructura de este libro. Cada capítulo ha sido concebido como síntesis y en él se enuncian las conclusiones de una investigación. Las acotaciones que siguen a cada capítulo amplían a menudolosconceptos,omultiplicanlosejemplos,oexplicanmás detenidamente por qué caminos ha corrido el pensamiento para llegar a las conclusiones que exponemos en el texto del capítulo.

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bibliográficas, en una materia que las requiere con tan singular abundancia. Por esa misma razón en la Bibliografía, que ocupa la segunda parte de este volumen, hemos incluido un índice temático de la misma, con el cual, además de facilitar el camino a otros investigadores, exponemos ante el lector la ruta que ha ido siguiendo nuestra investigación en el complejo mosaico de problemas humanos que es todo ensayo de historia.

La concisión es sin duda, el fruto de un largo esfuerzo intelectual y uno de los legados más preciosos que el autor puede trasmitir al lector. Es signo de probidad profesional en el escritor buscarla, con ahínco, especialmente en estos nuestras tiempos que en tan dispersas y apremiantes direcciones reclaman la atención del hombre. Con ser en sus días mucho más lento el ritmo de la existencia, no creemos que Cervantes haya pensado sino en ella cuando puso en boca del caballero de la Mancha el consejo que hemos respetado escrupulosamente. “Se breve en tus razonamientos, que ninguno hay gustoso si es largo”.

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CAPÍTULO PREVIO

CASTAS Y PUEBLO EN LAS SOCIEDADES INDÍGENAS

PRECOLOMBINAS

Cuando los conquistadores establecen su dominio en estas partes de América, los pueblos indígenas que tienen organización social más estable y signos de más avanzada civilización conservan aún, como célula económico-social de su organismo, la comunidad agraria primitiva.

Núcleo éste de economía agraria cerrada, con propiedad colectiva de la tierra, con medios de producción muy poco desarrollados y cuyos productos están casi todos destinados al consumo propio, no ha sido aún disuelto por la apropiación individual de los medios de producción, la producción para el mercado y el intercambio comercial, como ya había ocurrido con tantas otras comunidades semejantes en varios continentes.

Es posible que en algunas regiones hayan comenzado a asomar ciertas mudanzas en la estructura comunal que, a la larga, pudieron haber dado lugar a la formación de clases sociales. Pero en los más de los casos, según comprueban ya entonces los cronistas españoles más sagaces, la comunidad sigue en pie como en sus tiempos primitivos –el ayllu, que era anterior a los incas; el calpulli. que existía antes de que los aztecas llegaran al valle de México.

En la gran mayoría, al menos, de estas comunidades, persiste el sentido igualitario en las relaciones sociales entre sus miembros y no hay grupos privilegiada ni clases que se beneficien con el esfuerzo de los demás. Algunos pocos cargos administrativos son provistos por medio del sufragio periódicamente, reunidos en asamblea las mujeres y los hombres adultos de la comunidad. Institución ésta de tan puro acento democrático y que aún conservan algunas comunidades quechuas de la sierra peruana, como Ciro Alegría ha narrado en su admirable novela.

Como en la gens íroquesa estudiada por Morgan y en otras organizaciones primitivas donde aún no ha aparecido una superestructura estatal bien definida, el sínchi, jefe guerrero del ayllú, es elegido por un plazo limitado de tiempo y su poder no deja nunca de ser compartido por un consejo. No habiendo continuidad en la función, ni un sistema hereditario que la transfiera obligatoriamente dentro de ciertas familias, no aparecen los síntomas característicos de la formación de clases o castas.

I. ORIGEN DE LAS CAPTAS ARISTOCRÁTICAS

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En las sociedades primitivas, la conquista da origen a las castas, por superposición de vencedores sobre vencidos, En la historia de las sociedades indígenas precolombinas, hay varios capítulos que, aunque para nosotros llenos de lagunas, reproducen este proceso. Así, la llegada de los aztecas al valle de México es una empresa de conquista militar en perjuicio de las tribus que lo pueblan de antiguo, lo que da lugar a que se forme la confederación azteca. Quienes la gobiernan ya no son elegidos indiscriminadamente entre la masa de la población, sino entre ciertos grupos que se reservan el ejercicio del poder como propio de su nueva condición social. El jefe militar de la confederación a la llegada de Hernán Cortés –el cargo que desempeñaba Moctezuma– tiene todavía carácter electivo, pero quienes lo eligen son sólo unos pocos dirigentes y el jefe elegido debe pertenecer, según todos los indicios, a un grupo social dado. Hay, incuestionablemente, un sistema de castas en pleno funcionamiento; gobernando la confederación azteca cuando se le enfrentan los invasores blancos.

Entre loa mayas de Yucatán, en los últimos tiempos del denominado Nuevo Imperio, el poder político se encuentra en manos de castas y Morley señala varios indicios aceptables que hacen pensar que esas castas son de origen azteca, es decir, emparentadas con los invasores aztecas que dominaron la región.

En la historia política del Imperio Incaico, que nos es mejor conocida que la de otras sociedades indígenas y que alcanzó estadios de evolución superiores, hay un hecho inicial revelador: una tribu, la de los Incas, conquista a otras y establece sobre ellas su predominio militar y político. Poco a poco, esa tribu dominante va levantando una compleja estructura político-administrativa, un Estado que le permita prolongar indefinidamente sus derechos de dominadora. Los conquistadores se transforman en casta aristocrática.

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II. ARISTOCRACIAS Y COMUNIDADES AGRARIAS

Los Incas fueron, originariamente, una tribu de agricultores y, después de transformados en casta dominante, respetaron la integridad del ayllu. El

callpulli fue también respetado por los dominadores aztecas. Tanto el ayllu

como el calpulli pasaron a ser el cimiento de la nueva realidad política y económica.

Transcurren años y siglos. La tribu, primero; la confederación y el imperio, después, se embarcan en arriesgadas aventuras guerreras. El territorio dominado se dilata. Una cultura con personalidad auténtica se va manifestando. Los mayas, los aztecas, los incas cuentan ya por decenas sus héroes nacionales y sus jefes, a cuya memoria se ligan hechos grandiosos y períodos agitados. Pero lo que no sufre alteración sustancial es aquella expresión básica de la estructura económica y social: el calpulli en el norte, el

ayllu en el sur. Ayllus y calpullis hubo que se expandieron; otros, que se extinguieron; otros, que cambiaron de índole. Pero los más perduraron, en una suerte de historia sin historia.

La superposición de una estructura política confederal o imperial sobre esa multitud de comunidades primitivas no altera, básicamente, los modos de producción de estos pueblos. La agricultura continúa siendo su actividad más importante, sin que haya ganado mayor, ni manufactura que no sea la doméstica. El campesino produce para su consumo y paga un tributo a la confederación o al estado imperial; en ciertos casos excepcionales, destina todo su esfuerzo a obras planeadas por la autoridad política central. No ha perdido la posesión ni el usufructo de la tierra, ni el dominio de sus primitivos medios de producción. Hay apenas un escaso intercambio de productos, más intenso al parecer bajo los Incas, cuya política económica les llevó a organizar el envío regular de alimentos y otros productos de una zona, en la que abundaban, a otra en que escaseaban. No hay moneda propiamente tal, ni esclavitud, ni servidumbre como instituciones económico-sociales.

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III. JERARQUÍA DE CASTAS Y ÉTICA SOCIAL

a) En el Incario, la historia de la casta imperial nos es relativamente bien conocida y es posible, en sus lineas generales, que sea semejante a la historia de las castas dominantes de los aztecas y de los dos grandes períodos mayas. Los incas se transformaron en grupo político y social cerrado, con privilegios hereditarios y monopolio de la cultura. Tomaron sobre sí la enorme tarea de organizar el estado y la llevaron a cabo con asombrosa intuición de estadistas. En el rígido escalonamiento político-administrativo que establecieron, los cargos superiores fueron reservados a los miembros de la casta dominante. Hubo también una nobleza incaica, tal vez constituida por familias lejanamente emparentadas con el emperador, a cuyos miembro?, que los españoles llamaban “orejones”, se encomendaron otras funciones menos importantes en la escala imperial.

Las castas aristocráticas de las tribus dominadas, cuando las había, ingresaban igualmente en esta organización jerárquica y ejercían funciones de carácter regional.

Los funcionarios de menor importancia eran elegidos, según varios autores, por el sufragio de la masa de los tributarios de una región.

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c) Aquellas castas aristocráticas no aparecen, sin embargo, en la historia precolombina como minorías parasitarias, cuyos ocios se alimenten del dolor de millares y cuya belicosidad resulte un fin en sí misma. Sobre sus miembros, por lo contrario, gravitan serias responsabilidades. En el caso de los Incas, la completa planificación económica, la conquista de nuevas tierras para el cultivo cuando las ya poseídas resultan insuficientes, la orientación del rito religioso, que en los indígenas es entonces tan obsesionante y sincero para el aristócrata como para el plebeyo.

Se explica así que el aprendizaje a que eran sometidos los miembros de la realeza incaica haya constituido una verdadera escuela de carácter, tan en violento contraste con el clima de perversión moral que predominaba en muchas dinastías, aristocracias y burguesías de Europa en la época de la conquista. Aquella audaz y gigantesca construcción imperial descansaba sobre una economía de limitadas posibilidades, de elementales recursos, dicho esto sin cometer la injusticia de olvidar los prodigios de los ingenieros agrónomos del viejo Perú. Sin esa disciplina ascética de los que mandaban, sin un fiero sentido social en las castas dirigentes, se hubiera resquebrajado con rapidez. Esa ineludible tensión por mantener un edificio enorme sobre cimientos débiles concede extraño acento de grandeza y osadía a la faena política de los Incas, sin duda la más original y vasta de todas las emprendidas en el continente en la era precolombina.

Una mentalidad europea superficial, al comprobar la presencia, en las sociedades indígenas más evolucionadas, de sacrificios humanos, de castas y de una obsesionante idolatría politeísta, puede cerrarse a toda otra consideración y afirmar que lo existente basta para asignarles una baja categoría ética. Así procedieron algunos de los cronistas de los siglos 16 y 17, muchos sacerdotes y la enorme mayoría de los funcionarios de la corona española. Pero la altitud ético-social de un conglomerado humano nunca se puede juzgar mediante procedimientos tan mecánicos.

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Hay oficios que envilecen, porque su ejercicio descansa sobre la mentira a sabiendas o sobre la persecución de lo ostensiblemente noble y justo. En la Europa del siglo 16 había multitud de ellos y, no pocos, en las más altas esferas políticas y religiosas. No puede demostrarse que fuera oficio vil ninguno de los ejercidos por las castas aristocráticas ni por los sacerdotes de las sociedades indígenas precolombinas, por más que debamos ubicar sus modalidades, desde un ángulo técnico-histórico, en un estadio de la barbarie.

d) La circunstancia de que las etapas de la ganadería, el comercio, la moneda y la acumulación de riquezas en gran escala no hubieran aún aparecido en la historia de la comunidad agraria indígena, permitió que ésta no cesara de ser escuela de trabajo, de amor por la tierra y el esfuerzo físico, de dignidad personal, de sobriedad y espontaneidad. La codicia por los bienes materiales se manifestó en escala tan ínfima que no emponzoñó el conjunto social. El fraude no tenía razón de ser, ni parece haberse ejercitado sistemáticamente. No hubo explotación sin límites del trabajo ajeno, ni desprecio del trabajo manual, ni divorcio del hombre con la naturaleza. No existieron la esclavitud ni la servidumbre como instituciones económicas, la primera de las cuales ha sido el más formidable elemento de corrupción social en todos los siglos. Esto que decimos del tono ético-social predominante en la sociedad agraria puede ser repetido, con algunas salvedades, de las superestructuras políticas más complejas y, por cierto, del Imperio Incaico, la más avanzada de todas, en la cual fueron desconocidos la desocupación y el hambre.

Cúmulo éste de circunstancias históricas que explica que las castas aristocráticas permanecieran en la América indígena más en contacto con la masa del pueblo y tuvieran una tendencia mucho menos marcada a la injusticia que las aristocracias europeas de la época.

IV. ARISTOCRACIA Y ARTE

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el respeto de sus subordinados y la disciplina interna de su imperio, pero no hay documento alguno valedero que induzca a creer que ese hálito extrahumano de inviolabilidad que !e rodea sirve, por ejemplo, para consumar el despojo de las comunidades agrarias, arrebatar la tierra a las familias, doblegar hasta la extenuación en el trabajo sin recompensa al campesino humilde.

Lo que no resultó actividad exclusiva de minorías fue el arte. Muy por el contrario, todo –modo de vida, apetencias, necesidades materiales– tendía a hacer del arte una actividad de grandes masas y parte misma de las necesidades diarias del hombre anónimo.

Por esa ancha puerta penetramos en el más íntimo y, sin duda, más grandioso recinto del alma de aquellas lejanas sociedades indígenas. La admiración que pueda producirnos la arquitectura administrativa y económica del Incario, la sabiduría sencilla que preside la asamblea del calpulli se desvanecen un poco cuando entramos en contacto –y aquí el contacto sí es directo– con aquella otra arquitectura de las pirámides, los templos, las ciudades muertas; las estatuillas, las cerámicas, los frescos.

Quiénes eran los artistas. Cuántos y de dónde venían. Cuál fue su categoría social. Es lógico pensar, teniendo en cuenta la vastedad de esa producción artística, que hubo en una época dada centenares y acaso millares de artistas dedicados totalmente a su oficio. Por más admirable que haya sido la intuición estética del indígena –lo es hoy mismo– hay multitud de piezas precolombinas que requieren además un amplio dominio técnico y un concepto artístico que no se adquieren sino en virtud de una absorbente dedicación de muchos años. Debía existir, pues, una verdadera carrera de artista y lo más verosímil es que el acceso a la misma no haya sido difícil.

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