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FRANCISCO DE GOYA Y LUCIENTES (1746-1828)

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Las artes europeas a finales del siglo XVIII y primera mitad

del siglo XIX. El neoclasicismo en arquitectura (Juan de

Villanueva). Goya.

El marco que nos ocupa estilísticamente se corresponde con el neoclasicismo y el romanticismo, modelos contrapuestos que acaban siendo contemporáneos. En este ambiente, destacará sobremanera la figura de un pintor, Francisco de Goya, en el que confluyen ambos estilos y que nos servirá por tanto para ver el comportamiento de los mismos.

Contexto histórico y cultural del Neoclasicismo.

El Neoclasicismo surgió a mediados del s. XVIII volviendo a tomar como modelos las construcciones y esculturas de la antigüedad clásica. Como si la historia del arte fuera un movimiento pendular, a la razón renacentista siguió la “pasión” barroca y ahora, agotada ésta, retorna la “Razón” a la que apelan los ilustrados para transformar el mundo. Es el arte de la Ilustración y del racionalismo.

Una mención especial merecen las “academias” creadas a lo largo del siglo XVIII, encargadas de dar uniformidad al gusto de la época y de buscar un arte único que se debe inspirar en el arte clásico, al que consideran el más perfecto. Pero el Neoclasicismo es también, y ya a partir de finales de siglo, un lenguaje plástico de los revolucionarios empeñados en borrar cualquier vestigio estético del Antiguo Régimen.

Arquitectura.

En arquitectura se utilizan los elementos más representativos del arte greco-romano: orden dórico con fuste acanalado, jónico o corintio, frontones poblados de estatuas, cúpulas, etc. Templos clásicos convertidos en iglesias como la Madeleine en París, arcos romanos en el Arco de la Estrella de París, puertas como la de Brandemburgo en Alemania, etc.

En España entre los arquitectos más destacados encontraríamos a Francisco Sabatini, de origen italiano, y que interviene en el Palacio Real de Madrid y la Puerta de Alcalá; Ventura Rodríguez y la fachada de la catedral de Pamplona o, fundamentalmente, Juan de Villanueva autor del Museo del Prado (1785) y del Observatorio astronómico.

Escultura.

En escultura, se imponen los ideales de la escultura clásica, especialmente la griega. Proporciones, armonía, el tema del desnudo, el retrato, el mármol blanco (así se pensaban que eran las griegas), etc. son constantes en la nueva escultura. La sensación que provocan es de una gran perfección técnica pero, a la vez, de una gran frialdad, al valorarse el orden, el equilibrio y la serenidad. El autor más representativo, que influye en todos los demás es el italiano Antonio Cánova, de quién son las obras Amor y Psiquis, Paulina Bonaparte.

Pintura.

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Contexto histórico y cultural del Romanticismo

La Revolución francesa, las guerras napoleónicas que azotan Europa y la crisis interna de los sistemas de Antiguo Régimen provocan la pérdida de la fe en la Razón. Como reacción, aparece una nueva sensibilidad que se caracteriza por conceder un valor primordial al sentimiento, la exaltación de las pasiones, la intuición, la libertad imaginativa y al individuo. El romanticismo es, ante todo, una manera de sentir. En el terreno artístico se volcará fundamentalmente en la pintura.

La pintura romántica.

• Utiliza diferentes técnicas; el óleo, acuarelas grabados y litografías.

• La textura comienza a ser valorada en sí misma y aparecen las superficies rugosas junto con las formas más sutiles. La pincelada es libre, viva y llena de expresividad.

• Desaparece la línea frente al color. Se recupera la potencia sugestiva del color, liberándose las formas y los límites excesivamente definidos. Es el agente emocional de primer orden • La luz es importantísima y se cuidan sus gradaciones dando un carácter efectista y teatral. • Las composiciones tienden a ser dinámicas, marcadas por las líneas curvas y los gestos

dramáticos. Algunos autores prefieren esquemas geométricos más reposados.

• Los temas son variados. Se cultiva el paisaje como recurso para transmitir los estados de ánimo, dominado por lo infinito de la naturaleza ante la que el hombre aparece relegado y oprimido. Otros temas son las revoluciones políticas, los desastres, religiosos, retratos, lo exótico y fantástico.

1. El Romanticismo francés: Los dos autores más representativos son Géricault y Delacroix, maestros del color, la representación del vigor, de la voluntad y de la energía contenida. Del primero destaca su obra La Balsa de la Medusa que se convierte en un alegato político contra la pasividad del gobierno cuya incompetencia provoca el naufragio de la fragata Medusa. Delacroix se consagra como el máximo exponente del romanticismo con su obra La Matanza de Quíos, donde reflejaba la carnicería realizada por las tropas turcas contra los griegos. Pero la obra más notable es el cuadro que conmemora la Revolución de 1830 y que lleva por título La Libertad guiando al pueblo.

2. El Romanticismo alemán: La figura más importante es Friedrich. La representación de la naturaleza alcanza la expresión más elevada donde el hombre cumple el insignificante papel de espectador frente a la magnitud del paisaje. Algunas de sus obras son Salida de la luna sobre el mar o Viajero sobre un mar de niebla.

3. El romanticismo inglés: En los últimos años del siglo XVIII, Inglaterra aporta su contribución a la pintura del paisaje romántico a través de las figuras de Constable y Turner. Su obra expresa la preocupación por el color y la luz que utiliza de manera revolucionaria al representar los medios por los que el color parece propagarse a través de la atmósfera: niebla, vapor y humo. Con su obra Lluvia, vapor y velocidad, se convierte en abanderado de la pintura moderna.

FRANCISCO DE GOYA Y LUCIENTES (1746-1828)

Primera etapa. 1760-1774. Goya antes de Goya

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3 Junto con esta influencia del último momento de la pintura barroca, Goya admiró profundamente a dos genios de la fase madura del estilo: Velázquez y Rembrandt.

Segunda etapa. 1774-1792. El camino hacia la Corte

A partir de 1774 su carrera parece discurrir ya por caminos diferentes y socialmente más fecundos. Los temas preferidos de Goya no celebran la grandeza y el poder, sino la alegría de la vida y la belleza; se relacionan con lo festivo y lo galante. Goya pintará más de 50 cartones de temática costumbrista. Los títulos reflejan las costumbres del pueblo de Madrid, a quien Goya retrata.

En 1780 con su Cristo Crucificado consigue convertirse en académico de San Fernando, hecho que le permitirá obtener trabajos para iglesias y casas como los duques de Osuna y Medinaceli. Al año siguiente es nombrado pintor de la corte junto a su cuñado, primero de Carlos III y después de Carlos IV, monarcas ambos a los que retrató con frecuencia. Es el despegue de la trayectoria de Goya como retratista, protegido y apreciado por las más importantes familias de la aristocracia madrileña. Es nombrado Pintor de Cámara en 1789 y ello le obligó a realizar los retratos reales.

Tercera etapa. 1792-1808. Años de gloria

La consecución de sus aspiraciones personales se verá sin embargo rota muy pronto por un hecho trascendental. En 1792, sufre una enfermedad que le deja como secuela la sordera, factor que contribuyó a aislarle y a favorecer su creación de un mundo propio repleto de pesadillas y miedos personales, que se reflejan en su obra, cada vez más tormentosa y oscura. Esta tara física, contribuyó sin duda poderosamente a enriquecer la vida interior del artista y a propulsar su imaginación hacia zonas no exploradas hasta entonces, las del "Goya visionario". Otros hechos explica también el proceso evolutivo del pintor. Así, los acontecimientos de la Francia revolucionaria, con la que España entró en guerra. Pero será precisamente a partir de ahora cuando Goya, se manifestará cada vez más abierto a las preocupaciones "progresistas" de crítica social.

A partir de estos momentos, Goya será también el antecedente inmediato y el primer gran representante del estilo que dominará el arte europeo en la primera mitad de siglo: el Romanticismo. Y lo será tanto a efectos formales, con su preferencia por la factura abocetada, los colores cálidos y las composiciones dinámicas; como en los motivos iconográficos: el mundo de lo nocturno, de lo demoníaco, la representación de lo grotesco y lo deforme se convertirán en tópicos del arte romántico. El final de siglo es solo el comienzo de una exploración que continuará durante el XIX.

Es ahora cuando se convierte en "inclasificable" para los historiadores de los estilos. Goya usa los Caprichos para expresar su disgusto de los errores del hombre y problemas en la sociedad. Al mismo tiempo que realiza las planchas de Los Caprichos, Goya lleva a cabo su obra maestra en el campo del fresco: la decoración de San Antonio de la Florida. Libre de condicionantes externos y pudiendo trabajar con entera libertad, realiza una obra enteramente novedosa, tanto en la distribución de los temas por la iglesia como en la elección de tipos o en el original cromatismo.

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4 facciones, gestos y vestidos que pueden mostrar actitudes y emociones. Esa visión espiritual es particularmente cruda cuando se trata de la realeza. Mencionar finalmente su amplia serie de autorretratos a modo de su admirado Rembrandt, que permiten seguir la vida, los deseos y el estilo del pintor.

Cuarta etapa. 1808-1828. Crisis. Los años difíciles

La Guerra de la Independencia contra los franceses (1808-1814) supone para Goya, como para el resto de los españoles, una etapa difícil y amarga. También vivió intensamente las contradicciones en las que se debatieron los ilustrados españoles entre la acogida entusiasta a las medidas liberalizadoras que promulgó José Bonaparte, el rey intruso, y el rechazo a las atrocidades cometidas por el ejército invasor. Con una extraordinaria lucidez retrata los acontecimientos bélicos en todo su horror y desde el punto de vista de las víctimas. Por primera vez en la historia del arte la guerra no es heroica sino una excusa para dar rienda suelta a cuanto hay de brutal en el ser humano. Varios cuadros, entre ellos El coloso o los célebres “dos y tres de mayo” y sobre todo la serie de estampas Los Desastres de la Guerra son la consecuencia de estos trágicos años.

En relación a los dos primeros, Goya prescinde del héroe real, del príncipe, y representa al pueblo, especialmente al pueblo llano que protagonizó la resistencia. En el 2 de mayo de 1808, conocido también como La carga de los mamelucos (1814), nos ofrece una imagen de los acontecimientos sucedidos en Madrid, destacando el enfrentamiento de los madrileños con la caballería francesa, su fiereza así como la desigualdad de armamento. Goya sitúa la escena sobre un fondo de casas sesgadas que tiene la virtud de centrar todo el interés en el primer término, un fondo que actúa a la manera de un embudo, que intensifica el dramatismo de los sucesos y nos sitúa como espectadores privilegiados, casi como parte de ellos. También nos son próximas las ejecuciones de El 3 de mayo de 1808, conocido también como Los fusilamientos de la Moncloa o Los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío (1814). El artista ha recurrido a una composición que es habitual en los Desastres y que ya estuvo presente en algunos cartones para tapices: la escena se desarrolla en una ligera loma a la que nosotros tendríamos acceso por delante, desde el punto en que, como espectadores, la contemplamos. Ahí, bajo la iluminación de un farol que deja en la oscuridad a los soldados franceses e ilumina a los patriotas, tienen lugar los fusilamientos. Los que van a ser ejecutados suben por el otro lado de la loma. Detrás la noche y un paisaje madrileño. Los historiadores han destacado ante todo dos notas de esta pintura: en primer lugar, el diferente tratamiento de ejecutores y ejecutados; después, segundo, la diversidad de figuras, personalidades y actitudes de los que están siendo fusilados o van a serlo. Ha convertido a los soldados franceses en una anónima máquina de matar que permanece en la oscuridad; toda la luz ilumina a los patriotas, convertidos así en el centro de atención de la pintura.

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5 Dos elementos posteriores a la guerra, uno personal y otro externo condicionarán su vida. El primero se refiere a la muerte de su esposa, Josefa Bayeu, en 1812, sustituida por Leocadia Zorrilla, joven que le acompañaría hasta el final de sus días. Y, en segundo lugar, la vuelta a Madrid de Fernando VII en 1814, que desata la más brutal persecución contra los liberales y aquellos que habían colaborado con el gobierno intruso, entre los que se contaban algunos de los mejores amigos del pintor. Goya no se vería libre de sospechas y durante un año es sometido a un expediente de depuración para determinar su comportamiento durante los años de la guerra.

En estos años pinta Goya sus composiciones religiosas más conmovedoras para las Escuelas Pías de Madrid como La última comunión de San José de Calasanz (1819) donde prescinde de los aspectos retóricos del acto religioso y se concentra en la vivencia existencial del individuo, en este caso del santo; una sensibilidad profundamente moderna, que destaca los rasgos individuales sobre los institucionales y eclesiales -y ello a pesar de que se trata de una imagen temáticamente eclesial-, y hace de la atmósfera expresión de los mismos.

El nefasto ambiente político de la capital pudo impulsar a Goya a adquirir, en febrero de 1819, una propiedad situada a las afueras de Madrid, junto al río Manzanares, que posteriormente será llamada Quinta del Sordo. Al año siguiente comienza a decorar su nueva casa con pinturas murales al óleo que se extienden por dos salones de la planta baja y del primer piso: son las Pinturas Negras, sobre las que existe un gran desconocimiento, incluso sobre el propio título de las mismas, a lo que no ayuda la falta de un programa temático en las mismas, pues algunas hacen referencia a asuntos que podemos considerar contemporáneos Duelo a garrotazos, La romería de San Isidro, Paseo del Santo Oficio-, otros, por el contrario, poseen un fuerte sentido mitológico -Atropos o Las Parcas, Asmodea, Satumo-, otros resultan de difícil adscripción: qué tipo de asunto es el de El perro, quizá la pintura más enigmática entre todas las de la Quinta. En general, el dolor y la muerte son los temas predominantes. En este sentido, se consideran el antecedente del “expresionismo” por su recurrencia a la deformación como medio de expresión A ello contribuyó el colorido, predominando el negro, el marrón, los verdes muy oscuros y algún tono rojizo. En cualquier caso, este conjunto constituye sin duda la obra más revolucionaria de Goya: un mundo de imágenes de pesadilla con algunas de las más turbadoras escenas de la historia de la pintura occidental.

En 1820 la sublevación de Riego abre paso de nuevo a la esperanza para los liberales españoles y la Constitución de Cádiz es puesta en vigor otra vez, pero el envío de los Cien Mil Hijos de San Luis por parte de las potencias de la Santa Alianza supone el restablecimiento de los derechos absolutos de Fernando VII y el comienzo de una oleada de terror y represión. La situación es potencialmente peligrosa para Goya y decide salir de España. En junio de 1824 parte hacia Francia. Su afán creador no ha descendido y de su mano salen algunas de las más conmovedoras imágenes de su obra. Goya muere en Burdeos el 16 de abril de 1828.

La trascendencia posterior de Goya

Hemos comprobado que, a pesar de partir de una base barroca, con influencias de Rembrandt o Velázquez, Goya acaba suponiendo una ruptura con la tradición porque se atreve a crear su propio mundo, llegando a considerar la pintura como arte de testimonio y transformación más que de representación.

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6 Numerosos artistas, en momentos posteriores, acudirán a Goya como fuente de inspiración. Entre ellos Manet, que viene a España a estudiar la obra de Velázquez y de Goya, en el que se inspira para pintar La ejecución de Maximiliano en México. Asimismo, los impresionistas se inspiran en técnica en el tratamiento de las manchas.

Los expresionistas evocan el mundo de las pinturas negras al tratar de no separar arte y vida, al intentar plasmar el dolor y el miedo, el mundo interior de seres turbados (como El grito, de Munch, o las escenas de temática religiosa, de Nolde). Goya, en sus Pinturas negras ya había utilizado el color con una finalidad expresiva más allá de la imitación de la realidad.

Cuando los surrealistas se afanan en expresar el mundo de los sueños incorporando a su pintura las técnicas del psicoanálisis, no “inventan" un arte nuevo, sino que continúan una tendencia que se ha mantenido en el arte pictórico desde El Bosco hasta Goya. Los elementos de crítica, de simbolismo y de visión interior del mundo son los mismos: ahí están los cuadros que representan las experiencias de la guerra de Dalí o Miró.

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