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Las cerámicas de la Cueva de El Mirador (Ibeas de Juarros, Burgos) en el contexto del Bronce Medio de la Submeseta norte

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Academic year: 2020

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(1)LAS CERÁMICAS DE LA CUEVA DE EL MIRADOR (IBEAS DE JUARROS, BURGOS) EN EL CONTEXTO DEL BRONCE MEDIO DE LA SUB-MESETA NORTE* SERGIO MORAL DEL HOYO** JOSÉ ANTONIO RODRÍGUEZ MARCOS** J. CARLOS DÍEZ FERNÁNDEZ-LOMANA**. Resumen Desde 1999 un equipo multidisciplinar viene excavando en una pequeña cavidad de la sierra de Atapuerca conocida como El Mirador. Aquí presentamos el registro cerámico exhumado en los paquetes de la Edad del Bronce, cuya mayor singularidad reside en la ausencia de las ya clásicas decoraciones de Cogotas I. Esta circunstancia nos lleva a su vez a cuestionar la adscripción de El Mirador y de toda la Sierra de Atapuerca en su conjunto al núcleo de gestación del horizonte material de Cogotas I, tratando de precisar el momento de su arribada y su filiación con yacimientos del valle del Ebro. Abstract Since 1999, a multidisciplinary team has been digging at El Mirador, a small cave in the Sierra de Atapuerca (northern Spain). This paper presents the ceramic record exhumed in Bronze Age packages. Its major feature is the lack of the now classic Cogotas I motifs. This has led us to question the inclusion of El Mirador and indeed the Sierra de Atapuerca as a whole in the heart of the development of the Cogotas I material horizon, while also striving to define the time of its upsurge and relationship with sites in the Ebro River valley.. * Este trabajo se incluye dentro del Proyecto del Ministerio de Ciencia y Tecnología BXX2000-1258-C0301 y Unidad Asociada al CSIC. Agradecimientos: A Dª Marta Negro, conservadora del Museo Provincial de Burgos, por su entera disposición y eficacia a la hora de llevar a cabo la revisión de los fondos del museo. Al Equipo Mirador, por todo. Los dibujos han sido realizados por L. Ibáñez. ** Área de Prehistoria. Departamento de Ciencias Históricas y Geografía. Facultad de Humanidades y Educación. Universidad de Burgos..

(2) 58. S. MORAL DEL HOYO, J. A. RODRÍGUEZ MARCOS Y J. C. DÍEZ FERNÁNDEZ-LOMANA. 1. Introducción El yacimiento de El Mirador es una pequeña cavidad que se abre al sur de la Sierra de Atapuerca en un terreno conocido con el nombre de “La Paredeja”, situado a unos 15 kilómetros al Este de la capital burgalesa dentro del término municipal de Ibeas de Juarros. Con una altitud de 1032 metros sobre el nivel del mar, sus coordenadas geográficas son 42º 20’ 58’’ Norte y 3º 30’ 33’’ Oeste (Ver figura 1).. Fig. 1. Localización de la cueva de El Mirador. Geomorfológicamente la cueva se asienta sobre calizas y dolomías del Cretácico superior, formando parte del sistema kárstico de la Sierra a modo de antigua dolina hoy colapsada por los procesos erosivos de la vertiente. Sus condiciones de habitabilidad y la situación geográfica de que goza, dominando desde su exterior un gran campo visual sobre el Valle del Arlanzón, a la sazón principal aporte hídrico del entorno, hacen que potencialmente el enclave haya sido un lugar idóneo para el establecimiento de diferentes grupos humanos a lo largo de la Prehistoria. Este hecho propició la decisión del equipo directivo del Proyecto de Investigación de la Sierra de Atapuerca de intervenir arqueológicamente en su interior con el fin de conocer la secuencia ocupacional que cobijó la cueva. 2. Procedencia de los materiales En una primera toma de contacto con la cavidad a la hora de planificar la excavación pudimos observar como su superficie presentaba algunas alteraciones producidas tanto por las madrigueras que lagomorfos y otros animales habían escarbado en su interior, como por las cada vez más comunes actividades furtivas..

(3) LAS CERÁMICAS DE LA CUEVA DE EL MIRADOR (IBEAS DE JUARROS, BURGOS). 59. De hecho tenemos conocimiento de que el Grupo Espeleológico Edelweiss (GEE) denunció en los años 80 a una serie de personas pertenecientes al grupo de espeleología Ramón y Cajal sorprendidos pico en mano “excavando” en la zona norte de la cavidad. Dicho lugar, cuya morfología responde a la de un laminador que se abre en la misma dirección, presenta aún hoy una serie de restos humanos esparcidos por su superficie, lo que sugiere podría tratarse de una zona de enterramiento, si bien desconocemos el paradero actual de los materiales allí expoliados y por ende su cronología. La única intervención de que existe constancia por escrito es la que hace referencia a una pequeña cata realizada a principios de la década de los 70 por miembros del GEE. En ella se hallaron, según uno de sus autores, una punta metálica, varias lascas de sílex, un punzón de hueso y numerosos fragmentos de cerámica que en su momento fueron clasificados como Eneolíticos y del Bronce (Osaba y Ruiz de Erenchun 1978: 79). La revisión de los fondos del Museo Provincial de Burgos nos ha permitido localizar algunos de estos materiales de los que daremos razón posteriormente. Por su parte, nuestra actuación durante 1999 y 2000 ha consistido hasta el momento en una cata de 6 m² (ver figura 2) en la que han sido identificados cuatro niveles estratigráficos, denominados de techo a base Mir-1, Mir-2, Mir-3 y Mir-4. Dado que una descripción más detallada de esta secuencia estratigráfica ha sido recientemente publicada por el equipo de excavación (Vergès et al. 2002), únicamente vamos a exponer un resumen de la misma para describir el contexto en que comparecen los materiales protagonistas del presente artículo: Mir-1: Se trata de un nivel superficial. En él han aparecido diversos materiales arqueológicos fundamentalmente cerámicas junto a un escaso número de piezas en sílex y de restos de fauna. Su base está en contacto con el nivel Mir-3. La presencia de algunas cerámicas de época moderna nos marca su carácter revuelto. Mir-2: Nivel producto de la bioturbación producida por animales conejos principalmente que han excavado sus madrigueras en el sedimento del lugar. Los materiales arqueológicos exhumados de este nivel se encuentran, por tanto, en posición secundaria, si bien es cierto que los numerosos remontajes efectuados con material procedente del resto de los niveles nos indican que su desplazamiento no fue excesivo. Mir-3: Es el primero de los dos niveles inalterados. Destaca la presencia de varios fragmentos calizos que por su orientación aleatoria y su falta de patrón en la distribución podemos interpretar como procedentes del techo de la cavidad. El límite con el techo de Mir4 es irregular, probablemente erosivo. Mir-4: Está formado por un sedimento arqueológico compuesto principalmente por aportes de origen antrópico. Morfológicamente se pueden apreciar varias facies que forman sucesiones rítmicas con un carácter variable. Pueden yacer horizontalmente o con inclinación baja, siempre en dirección con componente Norte u Oeste. Su formación parece derivar de diversos procesos de combustión de excrementos animales y paja llevados a cabo periódicamente en el interior de la cavidad. La base de este nivel está datada en 3400 ± 40 B.P. (Beta–153366, carbón), mientras que el techo tiene una datación de 3040 ± 40 B.P. (Beta–154894, carbón) (Vergès et al. 2002)..

(4) 60. S. MORAL DEL HOYO, J. A. RODRÍGUEZ MARCOS Y J. C. DÍEZ FERNÁNDEZ-LOMANA. 3. Descripción de los materiales En el ámbito cerámico han sido recuperados 594 fragmentos que se reparten entre los niveles de la siguiente manera: 29 en Mir-1, 145 en Mir-2, 174 en Mir-3 y 246 en Mir-4. Pese a sus diversas procedencias, si exceptuamos algunas cerámicas de Edad Moderna y Contemporánea halladas en los niveles 1 y 2, el grueso de los materiales forma una colección bastante uniforme, lo que entendemos que hace viable un estudio de los mismos de forma conjunta. De este modo, en líneas generales se trata de materiales cuyas pastas han sido preferentemente bien decantadas, presentando en su mayoría tonalidades negruzcas indicativas del ambiente reductor en el que han sido cocidas. Diversos tipos de desgrasantes fueron empleados en su elaboración, advirtiendo preferentemente el uso de calizas y cuarcitas; en menor medida chamota e inclusiones vegetales. En un alto porcentaje las cerámicas muestran algún tipo de tratamiento sobre sus superficies: predomina el alisado con un 50%, no estando exentos tratamientos tales como el bruñido, 14%, o el escobillado, 8%. 3.1 Formas: El elevado grado de fragmentación que afecta a la mayor parte de los materiales dificulta en gran medida la identificación de las formas presentes en el yacimiento. Pese a todo, ha sido posible elaborar una tabla de formas sobre 67 piezas identificables que presentamos en la figura 2. Como era de prever aparecen formas tanto simples (A y B) como compuestas (C, D y E), siendo las primeras las más numerosas, con un 47,7% y 19,4% respectivamente. Entre ellas se muestra una cierta variedad de los recipientes cuenquiformes que se presentan de forma cilíndrica, con tendencia esférica de mayor o menor desarrollo e incluso cónicos. Perfiles ovoides y globulares de distintas dimensiones, que en ocasiones muestran un borde simple entrante y en otras dibujan un corto cuello de desarrollo vertical, completan este apartado. Las formas compuestas están integradas por tazas carenadas de distinta morfología (10,4%), y ejemplares de perfil en “S”. Estos últimos pueden presentar tendencia tanto entrante (forma D, 20,8%) como saliente (forma E, (1,4%). La tabla también presenta en último lugar distintos tipos de fondos planos que en ocasiones aparecen reforzados mediante una moldura. El repertorio de las formas cerámicas se completa con la presencia de dos piezas que no se corresponden con ninguna de las formas anteriormente señaladas. Una “ficha recortada”, que en nuestro caso se presenta con forma ovalada, y un fragmento de cuchara a la que le falta el mango y parte del borde (Figura 3: 3 y 4), ambos recuperados en el conjunto Mir-1..

(5) LAS CERÁMICAS DE LA CUEVA DE EL MIRADOR (IBEAS DE JUARROS, BURGOS). 61. Fig. 2. Tabla de formas cerámicas identificadas en los paquetes de la Edad del Bronce de la cueva de El Mirador.. 3.2 Decoraciones: El elenco cerámico se muestra preferentemente liso (94,3%), si bien incluye algunas muestras de decoración ciertamente interesantes. La técnica decorativa más común es la impresión, seguida de la incisión, la decoración plástica y la excisión. En ocasiones algunas de estas técnicas aparecen combinadas formando parte de sintaxis decorativas más complejas, que en ningún caso llegamos a reconocer dado el reducido tamaño de los fragmentos que han llegado hasta nosotros..

(6) 62. S. MORAL DEL HOYO, J. A. RODRÍGUEZ MARCOS Y J. C. DÍEZ FERNÁNDEZ-LOMANA. Por lo que se refiere al capítulo de las impresiones, éstas han sido realizadas preferentemente con la ayuda de algún tipo de instrumento (13 ocasiones) y en menor medida con los dedos (8 ocasiones) y las uñas (7 ocasiones). Tales motivos se ubican preferentemente sobre los labios de los barros y los cordones aplicados. En algún caso –un par de ejemplares– presentan toda la superficie ornamentada con una sucesión de ligeros pellizcos (Figura 3: 10). Mediante la incisión se representan motivos muy simples del estilo de líneas rectas, generalmente subsidiarias de otro tipo de decoración. Excepcionalmente nos encontramos con una serie de líneas pseudoparalelas dispuestas en vertical, extremadamente finas, que aparentemente recorren toda la superficie del pequeño vaso sobre el que se representan. Asimismo en el nivel Mir-2 ha aparecido un fragmento que muestra bajo la carena un par de finas incisiones oblicuas (Figura 3: 7). Nos ha parecido conveniente incluir los cordones aplicados en este apartado aún siendo conscientes de la doble función de decoración y sujeción que estos elementos pudieron desempeñar. En el caso que nos ocupa la mayor parte de ellos poseen un carácter múltiple, por lo que es posible pensar que la exclusiva función de sujeción de dichos elementos ya se ha visto superada. Por su parte, los que aparecen aislados se hallan en piezas cuyo tamaño se nos antoja insuficiente para afirmar su individualidad. Sea como fuere, todos ellos presentan algún tipo de impresión sobre su superficie. Por último, las cinco piezas que ostentan elementos excisos lo hacen sobre motivos triangulares bien definidos y de considerable tamaño. Únicamente en uno de los casos se muestran como elemento exclusivo, formando parte en el resto de sintaxis compositivas más complejas realizadas por combinación con otras técnicas como son la impresión o la incisión (Figura 4). Otros elementos sobresalientes del perfil son un pequeño pezón resaltado y un botón aplicado situados en el borde y cuello de las piezas respectivamente. Junto a ellos también nos encontramos con un asa aislada de sección en cinta (Figura 3: 2) y el arranque de otro ejemplar de iguales características situado junto a la carena. 4. Materiales de El Mirador depositados en el Museo de Burgos Entre los materiales procedentes de El Mirador exhumados en la intervención de 1970 y que permanecían inéditos en los fondos del Museo Provincial de Burgos, destacan varios elementos de sílex, un par de fragmentos de hueso trabajado, una punta de aletas y pedúnculo fabricada en cobre su análisis ha sido publicado dentro del programa Arqueometalurgia de la Península Ibérica (Rovira et al. 1997: 123) y únicamente tres fragmentos cerámicos. Dichos fragmentos, de considerable tamaño, se caracterizan por pertenecer a recipientes de gran capacidad y ostentar, además de impresiones sobre sus labios, una serie de elementos aplicados sobre su pared externa: cordones, mamelones y una ligera lengüeta cercana al borde (Figura 5)..

(7) LAS CERÁMICAS DE LA CUEVA DE EL MIRADOR (IBEAS DE JUARROS, BURGOS). 63. Fig. 3. Cerámicas exhumadas en El Mirador durante las campañas de 1999 y 2000. Dibujos 1, 7 y 8 procedentes de Mir-2. Dibujos 2, 3, 4 y 9 procedentes de Mir-3. Dibujos 5, 6 y 10 procedentes de Mir-4..

(8) 64. S. MORAL DEL HOYO, J. A. RODRÍGUEZ MARCOS Y J. C. DÍEZ FERNÁNDEZ-LOMANA. Fig. 4. Cerámicas con decoración excisa recuperadas en la cueva de El Mirador. Dibujos 1, 3 y 5 procedentes de Mir-3. Dibujo 2 procedente de Mir-4. Dibujo 4 procedente de Mir-2..

(9) LAS CERÁMICAS DE LA CUEVA DE EL MIRADOR (IBEAS DE JUARROS, BURGOS). Fig. 5. Materiales procedentes de antiguas intervenciones en El Mirador depositados en el Museo de Burgos.. 65.

(10) 66. S. MORAL DEL HOYO, J. A. RODRÍGUEZ MARCOS Y J. C. DÍEZ FERNÁNDEZ-LOMANA. 5. Interpretación y discusión En el artículo de presentación del yacimiento se dieron a conocer las fechas radiométricas y los argumentos que permitían situar cronológicamente la ocupación de El Mirador, llegando a la conclusión de que ésta se produjo desde los inicios del Bronce Medio hasta el Bronce Tardío (Vergès et al. 2002: 120). Tal apreciación viene, a su vez, avalada por el conjunto de formas cerámicas presentes en nuestro yacimiento, las cuales guardan grandes semejanzas respecto a las que comparecen en otros yacimientos datados a partir del Bronce Medio: tal es el caso de Los Tolmos de Caracena (Jimeno y Fernández 1991), El Balconcillo (La-Rosa 1991;1995), El Caserío de Perales del Río (Blasco et al. 1991), o las cuevas de El Asno (Eiroa 1979) y Arevalillo de Cega (Fernández-Posse 1981), por citar sólo algunos de entre los más destacados. Tales semejanzas, empero, no podemos hacerlas extensibles a uno de los elementos que tanto caracterizan las producciones cerámicas de estos enclaves: nos referimos a las clásicas decoraciones motivos incisos a partir de zigs-zags, espinas de pescado, triángulos rellenos de líneas oblicuas paralelas, bandas reticuladas, etc. que, en proporciones realmente notables, comparecen sobre los barros de los yacimientos citados y sobre los de infinidad de lugares cuya cronología se enmarca dentro del más clásico Bronce Medio meseteño, y que ha servido como principal argumento para la definición de un horizonte material con personalidad propia en la Meseta: Cogotas I. Antes de continuar con nuestra exposición hemos de aclarar aquí nuestra postura frente a las antes mencionadas decoraciones excisas (Figura 4). A pesar de que en la actualidad continúan constituyendo uno de los fósiles-guía más importantes para acercar la cronología de los yacimientos con materiales Cogotas hacia el final de la Edad del Bronce (Fernández-Posse 1986-87), en nuestro caso concreto, debido no sólo a la cronología extraída de los diferentes carbones analizados, sino también a la falta de elementos materiales representativos de dicho periodo, hace cuanto menos cuestionable su adscripción a este tipo de manifestaciones. Ni las formas aparecidas en nuestro yacimiento, ni los motivos decorativos ni tan siquiera el tipo de excisión efectuada hacen aconsejable el acercar dichas piezas a la tradición excisa de Cogotas I. Por otra parte, no son estas las únicas excepciones que al respecto se conocen en la Península Ibérica. Otros recipientes como el vaso exciso proveniente de la Cova dels Encantats de Serinyá, conservado en el Museo Arqueológico de Barcelona (Molina y Arteaga 1976. Fig. 3-1), encuadrado en el Bronce Medio Avanzado y el Bronce Final I y relacionado con el grupo Saint Vérédème, los ejemplares excisos de El Cabezo Redondo de Villena, en Alicante (Soler 1987), un ejemplar procedente de Urrea de Jalón, en Zaragoza (Pérez Casas 1986. Fig. 2-1) o la taza carenada de La Cueva del Asno en Soria, (Eiroa 1979. Pág. 130) por poner algunos de los ejemplos más significativos, siempre han planteado serios problemas a los investigadores a la hora de reconocer sus excisiones. Precisamente en relación a este último ejemplar ha sido publicado un artículo donde se propone su afinidad con el Grupo francés de Duffaits (Delibes et al. 2000). Este grupo, adscrito al Bronce Medio o Bronce Final I en Francia (Gomez de Soto 1995), fue definido a partir de las excavaciones llevadas a cabo en el yacimiento epónimo por Gomez de Soto en los años 70 (Gomez de Soto 1973). Actualmente se contempla como una de las culturas indígenas mejor definidas de ese periodo. Sus decoraciones cerámicas se caracterizan, según.

(11) LAS CERÁMICAS DE LA CUEVA DE EL MIRADOR (IBEAS DE JUARROS, BURGOS). 67. Coffyn (Coffyn 1979), por la utilización de diversas técnicas como son la excisión, el estampado, la incisión, las acanaladuras y la impresión, a menudo empleadas al mismo tiempo. Otra característica técnica de este grupo transpirenaico es, según Gomez de Soto (Gomez de Soto 1995), que las excisiones se suelen realizar previa delimitación del motivo, así como que acostumbran a presentar cierto cuidado interno del mismo. Por último, la sintaxis decorativa presenta muy comúnmente las bandas horizontales de triángulos excisos o estampados, con un marco realizado a base de líneas incisas o impresiones. Teniendo en cuenta todos estos atributos creemos necesario una detallada descripción de las piezas para poder entrar a valorar su adscripción, al menos formal, al grupo de Duffaits. Figura 4.1: Fragmento que presenta una cocción reductora y un buen bruñido en ambas superficies. Su pasta está igualmente bien decantada y en ella sólo es posible apreciar finísimos granos de cuarzo. Su decoración consiste en dos líneas incisas paralelas que, más que verse, únicamente se advierten en los extremos superior e inferior de la pieza. Entre dichas líneas se sitúan los restantes motivos decorativos. Parece como si unas incisiones oblicuas perpendiculares y quebradas dividieran el friso en varios espacios triangulares que, dos a dos, aparecen rellenos de puntos impresos y triángulos excisos. En el caso de la impresión, el número mínimo de puntos apreciables es de siete. Llama de la misma forma la atención el cuidado que presenta el fondo del triángulo exciso. En el dibujo hemos realizado una reconstrucción de dicha composición. Realmente es esta la pieza más difícil de paralelizar de nuestro grupo, ya que en ninguno de los casos hemos encontrado puntos impresos ocupando espacios triangulares. Sin embargo, tanto las técnicas empladas como la disposición que presentan, hacen aconsejable no separarla del resto del grupo de cerámicas excisas halladas en el Mirador. Figura 4.2: Pequeña pieza que muestra una cocción reductora y restos de bruñido en su cara externa, algo que no se aprecia en su cara interna. Está muy bien decantada y el único desgrasante parece ser el cuarzo finamente molido. En su parte exterior se advierte una línea incisa horizontal que separa dos triángulos excisos cuya hipotenusa corre paralela a la incisión. En el triángulo de la parte superior parece apreciarse como si con una profunda incisión se hubiese marcado el lugar por donde debía de hacerse la excisión. Sólo se observa un vértice de cada triángulo, habiendo reconstruido el resto de los mismos. Es esta una de las sintaxis decorativas más comunes del periodo. Podemos observar multitud de paralelos en la Grotte des Perrats à Agris (Gomez de Soto 1995) o en Le Bois du Roc à Vilhonneur (Ibidem), ambos yacimientos en Charente. Obsérvese como en estos ejemplos los triángulos enfrentados por su hipotenusa tienen diferente tamaño, algo que también se puede apreciar en nuestra pieza, lo que se convierte en una prueba más de su afinidad cultural. Figura 4.3: Fragmento cerámico de color negro tanto en su pasta como en sus superficies externas. Como las anteriores, presenta en su pasta pequeñas partículas de cuarzo. Su cara exterior ha sido bruñida, mientras que su cara interior también presenta algunos signos de dicho tratamiento. Su decoración se limita a un triángulo exciso del que sólo conservamos uno de los vértices. A partir de él se puede advertir un aspecto bastante cuidado del fondo. Su disposición es enteramente similar a la de la pieza anteriormente descrita, volviendo a repetirse una profunda incisión dentro del triángulo que podría venir a marcar la zona donde este debía de ser realizado. Dada su similitud con la pieza anterior no podríamos asegurar su pertenencia a distintos recipientes, pero lo que es cierto es que no remontan y que el grosor de sus paredes es diferente, por lo que nos inclinamos a pensar que aunque con.

(12) 68. S. MORAL DEL HOYO, J. A. RODRÍGUEZ MARCOS Y J. C. DÍEZ FERNÁNDEZ-LOMANA. motivos iguales, la piezas eran dos. Los paralelos de la pieza anterior son enteramente extrapolables para esta. Figura 4.4: Excelente pieza bruñida por ambas caras que en nada se diferencia de las anteriores en cuanto a pasta y desgrasantes. Tampoco hay diferencias en cuanto al motivo representado por la excisión, ya que vuelve a ser el triangular el elegido. En este caso se trata de un triángulo invertido del que sólo conservamos su vértice superior derecho. A pesar de ello, el arranque del triángulo deja claras evidencias sobre la limpieza de la extracción ejecutada. Paralelas a su lado derecho se percibe el arranque de dos líneas incisas. Esta pieza tiene especial interés porque es la única que pese a su reducido tamaño nos permite adivinar la morfología del vaso. Se trata en este caso de un recipiente carenado bastante abierto en su boca que ostenta la decoración en el cuerpo inferior de su carena. Ésta, a su vez, se ve resaltada por un ligero adelgazamiento del cuerpo superior del vaso. Los vasos carenados de Perrats à Agris (Gomez de Soto 1995) presentan grandes semejanzas con nuestra pieza. Figura 4.5: Se trata de un fragmento cerámico de pasta negra bien decantada con minúsculos granos de cuarzo en su interior. La cara interna presenta un color grisáceo y ha sido alisada, mientras que la externa posee un color marrón oscuro con evidentes signos de bruñido. Al menos tres técnicas decorativas y otros tantos motivos han sido empleadas en la realización de esta cerámica. Una línea horizontal con al menos cuatro impresiones oblicuas que queda cortada debido a la fractura de la pieza. Bajo esta línea se presenta un triángulo exciso con el vértice hacia abajo. Es muy alargado y solamente le faltan dos de sus vértices para estar completo. La calidad en la excisión es algo inferior a la mostrada en las anteriores ocasiones, pudiendo advertirse algunas pequeñas rugosidades de barro en su interior. Bajo la excisión, y continuando con el ángulo marcado por el triángulo, aparece una línea incisa quebrada justo en el vértice triangular, que no parece haber sido hecha sin levantar el instrumento. Bajo ella, se puede ver un pequeño tramo inciso cuyo desarrollo debió discurrir paralelo al anterior. Ambas incisiones poseen una anchura considerable, siendo por ello quizás más apropiado definirlas como acanaladuras. Inmediatamente nos llama la atención el enorme parecido que posee esta pieza con la hallada en la Grotte de Rancogne (Charente) (Gomez de Soto 1995). Tanto el tipo de triángulo como las incisiones que bajo ella se realizan son casi idénticas a las de nuestro ejemplar. Incluso el escaso tramo de perfil que hemos podido reconstruir parece apuntar a una forma muy semejante. Únicamente en la pieza de Charente echamos en falta la línea de impresiones que enmarca la banda triangular por la parte superior, al estilo del ejemplar de la Grotte du Quèroy à Chazelles (Charente) o del de Le Bois du Roc à Vilhonneur (Gomez de Soto 1995). Con todo lo dicho hasta el momento, y en función de las similitudes que presentan nuestras piezas con las de este grupo transpirenaico, no podemos por menos que sopesar la posibilidad de que nos encontremos ante un fenómeno de iguales características al producido en estas mismas fechas en la Cueva del Asno. Esto vendría avalado no sólo por las semejanzas en cuanto a técnica, motivo y ejecución, sino que además la única forma reconocida en el Mirador, la taza carenada de la figura 4.4, coincide plenamente con una de las formas que soportan este tipo de decoraciones en el grupo Duffaits (Gomez De Soto 1995. Pág. 80 Fig. 11), incluso algunas de ellas muestran un marcado resalte en la transición del cuerpo inferior al superior, algo que, por otro lado, tampoco es ajeno a dicha pieza. Por otra parte, y siguiendo con el tema de las decoraciones, cabe también llamar la atención sobre una circunstancia que creemos sumamente interesante. Es el hecho de la aparición en nuestro yacimiento de ciertos motivos decorativos que no se aprecian en los.

(13) LAS CERÁMICAS DE LA CUEVA DE EL MIRADOR (IBEAS DE JUARROS, BURGOS). 69. ambientes de la zona de la Ribera del Duero y que, sin embargo, son relativamente frecuentes en yacimientos de la zona Norte y cuenca del Ebro. Nos estamos refiriendo a las cerámicas decoradas mediante impresiones con las uñas o proporcionando ligeros pellizcos cuando el barro está aún fresco, y a las cerámicas denominadas peinadas. Estas modalidades decorativas, presentes entre la cerámica de El Mirador (Figura 3:5 y 10), son fáciles de rastrear en yacimientos de la franja septentrional de la Península, siendo cada vez más raras ante la proximidad del Duero. Véanse como ejemplos el poblado de Moncín (Harrison et al. 1994. Fig. 14.9 y 18.89) o las cuevas de Los Husos (Apellániz 1974. Fotos 17 y 19), Solacueva de Lakozmonte (Llanos 1991. Fig. 11), Tarrerón (Apellániz 1973. Figs. 5 y 6), Lumentxa (Ibidem Fig. 45), Sagastigorri (Ibidem Fig. 29) y Urratxa III (Ruiz Idagarra 1997. Fig. 5) por citar algunos ejemplos. Este hecho ya venía siendo advertido por uno de nosotros para las estaciones del Bronce Medio en el sector norte y centro de la provincia, en relación a lo que sucede en la Ribera del Duero burgalesa (Rodríguez Marcos e.p.). 7. Conclusiones Esta serie de hechos nos llevan a plantear, dentro del contexto geográfico en el que se ubica la Sierra de Atapuerca, una cierta afinidad de su cultura material con respecto a ambas zonas antes mencionadas, hecho que podría producirse por la proximidad de una vía de comunicación natural como es el paso de Pancorbo hacia el Corredor de la Bureba, o el puerto de La Pedraja hacia tierras riojanas, algo de lo que, por otro lado, ya se han hecho eco diferentes investigadores para explicar las concomitancias existentes entre ambos territorios (Fernández-Posse 1986-87). La presencia de cerámicas decoradas al estilo Cogotas I en el cercano yacimiento de El Portalón de Cueva Mayor (Mínguez 2001) no deja lugar a las dudas, pero ¿en qué momento se produce su arribada? Una posible justificación para la ausencia de cerámicas cogotianas en el registro de El Mirador sería el atribuir a la presencia de tales especies decorativas un significado cronológico; es decir, considerar la posibilidad de que la ausencia de los motivos decorativos de Cogotas I en los citados niveles Mir-3 y Mir-4 estuviera en relación, simplemente, con que la expansión de esta forma de decorar las cerámicas pudiera no haber alcanzado aún el entorno de la Sierra de Atapuerca cuando tales niveles se estaban “formando”. Asumiendo esta posibilidad, que sería tanto como admitir que la llegada de tales especies es el resultado de un “proceso de irradiación” en el que, partiendo desde un “foco originario”, se alcanzan distintos ámbitos y/o enclaves en momentos dispares (por circunstancias, sin duda, íntimamente relacionadas con sus vías de expansión), nos llevaría a intentar establecer en qué momento se produjo su arribada a nuestro entorno próximo. Su relativa lejanía respecto al Duero Medio, sector que pasa por ser el foco originario de esta moda decorativa (Abarquero 1996), puede ser un argumento que contribuya a avalar la llegada tardía de estos motivos decorativos a las proximidades de la Sierra de Atapuerca, aunque la falta de estratigrafías completas y bien datadas es, hoy por hoy, un hándicap difícil de superar. Aún así con los datos de que disponemos actualmente, a pesar de no ser una muestra excesivamente amplia, vamos a tratar de determinar de forma más o menos precisa el momento de su llegada. La secuencia obtenida por Clark para su intervención en el Portalón de Cueva Mayor (Clark 1979) contempla cinco episodios, de los cuales tres abarcarían una secuencia bastante.

(14) 70. S. MORAL DEL HOYO, J. A. RODRÍGUEZ MARCOS Y J. C. DÍEZ FERNÁNDEZ-LOMANA. completa de la Edad del Bronce, denominados Final Bronze Age III (niveles 8 a 16), Bronze Age II (niveles 17 y 18), y Bronze Age I (niveles 19 y 20). En esta secuencia, estudiada por el profesor Apellániz, podemos apreciar como hasta el nivel 16, en los inicios de lo que el profesor Apellániz catalogó como Bronce Final, no comienzan a encontrarse algunas decoraciones típicamente cogoteñas. Los niveles inferiores, sin embargo, destacan por la ausencia de este tipo de decoraciones y por la presencia de unas formas eminentemente lisas. Curiosamente, las formas representadas en los episodios de la Edad del Bronce I y II de esta excavación en nada desdicen de las que podemos observar en los niveles 3 y 4 de la Cueva de El Mirador. En la misma línea diremos que el propio Apellániz realizó de nuevo, a partir de 1974, una serie de excavaciones en el Portalón con el fin de corroborar la secuencia anterior. Una serie de descripciones de dicho material se ofrecen en el estudio publicado sobre la cercana Galería del Sílex (Apellániz y Domingo 1987). Aquí se señala la presencia de decoraciones estilo Cogotas I en los niveles que se atribuyen al Bronce Final, datados según los análisis de carbono 14 en 3170 BP. En la tesis doctoral defendida por María Teresa Mínguez (Mínguez 2001) se analizan estos niveles de finales de la Edad del Bronce, dando a conocer una serie de materiales sin duda adscritos a la moda decorativa de Cogotas I. Sin embargo, ¿qué es lo que ocurre en los momentos previos? Al respecto, las someras descripciones aportadas por Apellániz y Domingo hacen referencia a una serie de cerámicas decoradas a partir de verdugones digitoungulados y pitones aplanados. Los primeros se disponen en zigs-zags, ondulaciones y arboriformes que parten de un verdugón horizontal situado en el arranque del hombro, mientras que los pitones ocupan los campos acotados por ellos. También describen un motivo consistente en bandas horizontales realizadas a base de impresiones punzantes efectuadas de “abajo hacia arriba”. Todos estos materiales encuentran paralelos incontestables entre las cerámicas de El Mirador (Figuras 3 y 5). Ni tan siquiera la excavación de urgencia llevada a cabo por la empresa Aratikos en la cueva sepulcral denominada Barrio de la Revilla (Palomino y Abarquero 1999, 2000), situada en la propia localidad de Atapuerca, ha arrojado claras evidencias de su adscripción al horizonte material de Cogotas I, a pesar de que sus autores sitúan, con buen criterio según nuestra opinión, su actividad en torno al Bronce Medio. No hemos de pasar por alto tampoco el hecho de que ni en los trabajos de prospección del Inventario Arqueológico Provincial llevados a cabo sobre la zona, ni en las prospecciones intensivas que desde 1999 se vienen desarrollando desde la Universidad de Burgos con el fin de conocer el poblamiento y el uso del espacio prehistórico en el entorno de la Sierra de Atapuerca (Navazo 2002), haya sido hallado ningún fragmento de cerámica que evidenciase su adscripción material al horizonte Cogotas I, a pesar de que han sido cientos los fragmentos de cerámica a mano recuperados en las inmediaciones de la Sierra pertenecientes al menos a una docena de yacimientos de la Edad del Bronce. En definitiva, toda esta serie de circunstancias nos lleva a plantear una ligera modificación de lo que tradicionalmente se ha venido denominando la Zona Nuclear o el Núcleo de Gestación del horizonte material de Cogotas I (Abarquero 1996). Como ya hemos visto anteriormente, dicha zona incluiría la cuenca del Duero, a la cual pertenece la Sierra de Atapuerca, y el margen derecho del Alto Tajo. Incluso algunos autores consideran también zona nuclear la zona de la Rioja alavesa debido a la densidad de hallazgos allí perpetrados (Delibes y Romero 1992). Dadas las observaciones realizadas en nuestro entorno, creemos que sería más acertado considerar que los enclaves de la Sierra de Atapuerca deberían de ser.

(15) LAS CERÁMICAS DE LA CUEVA DE EL MIRADOR (IBEAS DE JUARROS, BURGOS). 71. incluidos en los inicios de lo que diversos investigadores han venido denominando como Zona de Contacto, sector caracterizado por la presencia de yacimientos en los que las cerámicas decoradas al estilo meseteño se muestran de una forma más dispersa e incluyen aspectos arqueológicos ajenos a la más pura tradición cogoteña (Abarquero 1996). En este sentido cobra un especial interés no sólo la relación que parecen tener nuestros materiales con la cultura material desarrollada en el cercano Valle del Ebro durante estos momentos, sino también la presencia de una serie de materiales que fácilmente se podrían calificar como de “influencia foránea”. Tal es el caso tanto de las cerámicas excisas anteriormente mencionadas como del hacha de rebordes fundida en bronce hallada en el nivel Mir-3 de El Mirador (Vergès et al. 2002: 121-122), cuya procedencia no descartamos sea la misma.. Bibliografía ABARQUERO MORAS, F. J. (1996). “Rasgos de identificación de la cerámica de tipo Cogotas I fuera de la Meseta”. II Congreso de Arqueología Peninsular, III Tomo. Primer Milenio y Metodología. Zamora: 113-128. ALMAGRO BASCH, M. (1939). “La cerámica excisa de la Primera Edad del Hierro de la Península Ibérica”. Ampurias I: 138-158. APELLÁNIZ, J. Mª. (1973). Corpus de materiales de las culturas prehistóricas con cerámica de la población de cavernas del País Vasco Meridional. Munibe Sup. 1 San Sebastián. APELLÁNIZ, J. Mª. (1974). El grupo de Los Husos durante la prehistoria con cerámica. Estudios de Arqueología Alavesa, 7. Vitoria. APELLÁNIZ, J. Mª. (1979). “Analisys of artifactual materials from test excavations at the cueva Mayor de Atapuerca, Ibeas de Juarros, Burgos, Spain”: 158-209. En Clark, G.A. (Ed.) Bronze and Iron archaeology on the Meseta del Norte (Province of Burgos, North-Central Spain). The North Burgos Archaeological Survey. Arizona State University. APELLÁNIZ, J. Mª. y DOMINGO, S. (1987). Estudios sobre Atapuerca (Burgos). II Los materiales de superficie del Santuario de la Galería del Sílex. Cuadernos de Arqueología de Deusto. Bilbao. BLASCO, Mª. C., SÁNCHEZ, Mª. L., CALLE, J., ROBLES, F. J., GONZÁLEZ, V. M. y GONZÁLEZ, A. (1991). “Enterramientos del Horizonte Protocogotas en el valle del Manzanares”. Cuadernos de Prehistoria de la Universidad Autónoma de Madrid, 18: 55-112. CLARK G.A. (ed.) 1979. “Bronze and Iron archaeology on the Meseta del Norte (Province of Burgos, North-Central Spain).” The North Burgos Archaeological Survey. Arizona State University. COFFYN, A. (1979). “La ceramique excisée dans l’ouest de la France. Sa difusion en Espagne”, Actas del XV Congreso Nacional de Arqueología, Lugo, 1977, Zaragoza: 631-654. DELIBES DE CASTRO, G., FERNÁNDEZ MANZANO, J. (1981). “El castro Protohistórico de La Plaza en Cogeces del Monte (Valladolid). Reflexiones sobre el origen de la fase Cogotas I”. B.S.A.A. XLVII: 51-70. DELIBES DE CASTRO, G., FERNÁNDEZ MANZANO, J., FONTANEDA, E. y ROVIRA, S. (1999). Metalurgia de la Edad del Bronce en el piedemonte meridional de la Cordillera Cantábrica. La colección Fontaneda. Monografías, 3. Zamora. DELIBES DE CASTRO, G. y ROMERO CARNICERO, F. (1992). “El último Milenio a. C. en la Cuenca del Duero. Reflexiones sobre la secuencia cultural”, en ALMAGRO GORBEA, M. y RUIZ ZAPATERO, G. (eds). Complutum 2-3, Actas de la reunión sobre Paleoetnología de la Península Ibérica. Madrid 1989. Universidad Complutense de Madrid: 233-258..

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