• No se han encontrado resultados

Corrección y Edición a cargo de “Oveja Negra”

N/A
N/A
Protected

Academic year: 2019

Share "Corrección y Edición a cargo de “Oveja Negra”"

Copied!
72
0
0

Texto completo

(1)

S

S

EERRIIEE

N

N

EECCEESSSSAARRYY

,

,

2

2

A

(2)

Argumento

Mercy Howe sabe lo que quiere. Caleb. En su cama, en su vida. Ella amaba al guerrero were desde que la rescató del incendio que mató a su familia. El hecho que Caleb fuera un guerrero-acoplado a Kerrick, un antiguo esclavo, no importa. Mercy desea a Kerrick también, y quiere seguir la tradición de su manada, donde las mujeres pueden tener varios compañeros.

Sin embargo, la manada Orión es diferente. A las mujeres se les permite un compañero y debe permanecer célibe hasta su 22 cumpleaños. Mercy está decidida a cambiar eso, y un fin de semana en la ciudad le da la oportunidad que necesita. Ahora todo lo que tiene que hacer es convencer a Caleb y Kerrick que la dejaran entrar en sus corazones y a su unión feliz. Ella considera sus acciones como una seducción muy necesaria.

(3)

Agradecimientos

Agradecemos Cereza Salvaje por la traducción y a Oveja Negra por la corrección y la

edición.

Traducción a cargo de “Cereza Salvaje”

Loli

Corrección y Edición a cargo de “Oveja Negra”

Mayuli

(4)

Prólogo

La chica estaba enferma, una abominación.

La figura de negro se acercó más a la orilla del río, observando a la chica espiar a los hombres que había seguido durante la noche. Los hombres estaban haciendo exactamente lo que deberían hacer. Era la noche de reclamar su pareja y estaban celebrando su compromiso, consolidando las promesas que se habían hecho con pasión. Ellos eran naturales y puros. Era la chica mirando la que pecaba, ensuciando un momento sagrado con sus miradas indiscretas.

La sombra no podía negar que los hombres eran hermosos. El hombre más alto, rubio, con su pelo corto, se arrodilló entre los muslos de su amante, deslizando amorosamente sus labios alrededor de la polla gruesa del otro hombre. El guerrero fornido hundió los dedos en los hombros de su nueva pareja, instándolo a tomar su polla cada vez más profundamente. Sus gemidos y gritos, los ruidos de dos weremen en celo, era increíblemente excitante. Pero este momento no era un espectáculo puesto para la diversión de una pervertida espiando. Era sagrado, inviolable. Era...

Cuando la chica se deslizó las manos entre los muslos, la figura hizo todo lo que pudo para no lanzarse desde las sombras y estrangularla.

¿Cómo se atreve? ¿Cómo se atreve a manchar a ella misma y a las mujeres de la manada con su miserable lujuria? Las mujeres de la manada se mantenían puras hasta que su pareja las reclamara. Ellas no debían interactuar con los miembros del sexo opuesto, no podían saciar su lujuria entre ellas y nunca arriesgaban la fertilidad de sus vientres con sus pequeños y atareados dedos entre sus piernas. Los médicos de la manada las instaban a evitar por completo el deseo sexual hasta el cumpleaños 22 de una mujer. No era fácil, pero las mujeres autenticas, las mujeres que se preocupaban por la baja tasa de natalidad de la manada de Orión, estaban dispuestas a hacer todo lo necesario para asegurarse que la manada sobrevivía.

Algunos tenían la teoría que si los hombres de Orión redujeran la intensidad de su entrenamiento guerrero, los embarazos y nacimientos aumentarían. Esa no era una opción viable, sin embargo, en un mundo donde sólo las manadas más fuertes sobrevivían a las guerras. A la mayoría de las mujeres no les importaba el sacrificio. Pero la mayoría de las mujeres no eran extrañas criadas en el pecado, rameras que claramente pensaban que se merecían dos o más esposos en su cama.

(5)

Capitulo 1

UN ANO DESPUÉS

Las manos de Mercy se sacudían mientras alisaban su pelo largo por la cara, metió la última de sus cosas en su maleta pequeña, con ruedas, y cerró la cremallera. Pequeño vestido negro, listo. Ropa interior roja de encaje, lista. Tres pequeños tubos de lubricante metidos en los calcetines por si su madre adoptiva decidía meter la nariz en sus cosas, listos.

Mierda. Ella tenía lubricante en sus calcetines. La idea hizo reír a Mercy... y estremecerse.

Resultaba imposible creer que finalmente iba a hacer este viaje. Que por fin iba a tener la oportunidad de hacer lo que había estado soñando durante casi un año. Desde aquella noche en el bosque, cuando ella había visto a los hombres que había conocido uniéndose en la oscuridad. Aún podía recordar cómo la piel pálida de Kerrick había resplandecido con la luz de la luna, cada perfecto músculo ondulándose mientras dirigía su polla dentro de Caleb. Podía oír los gruñidos de Caleb mientras tomaba cada embestida feroz, prácticamente sentía el éxtasis que llenó al hombre mientras Kerrick lo rodeaba para agarrar su polla, masturbando, masturbando, masturbando, hasta que ambos se corrieron con gritos gemelos.

Ellos cambiaron pocos segundos después de su orgasmo. Kerrick, el guerrero más bajo con el pelo en punta negro, tomó la forma de una pantera gris. Caleb, el alto, el dios rubio que Mercy había deseado desde el momento en que la sacó del fuego que había matado a su madre, tres padres de la manada y ocho hermanos y hermanas, se convirtió en un felino rubio arenoso. Y ambos habían tomado conciencia de su aroma. Las bragas y los dedos de Mercy se habían empapado, su cuerpo le traicionó después que había tratado tanto estar en silencio mientras los había observado tocarse, saborearse y divertirse.

Ella se transformó y corrió tan rápido como pudo, tan rápido como sólo un miembro de la manada Artemis podría correr. Ella no había sido capturada por Kerrick o Caleb esa noche, o ninguna de las noches después. No habían sido muchas, por desgracia, pero habían sido suficientes para mantener a Mercy en un constante estado de excitación frustrada.

Incluso observar a Kerrick y Caleb cocinar la cena, en la cocina amplia de Caleb, podría ponerla húmeda. Se daba la vuelta de la ventana y corría a lo profundo del bosque, desesperada por llevar su mano debajo de la falda, para deslizar los dedos ansiosos en los pliegues lisos. La manada Orión ni siquiera permitía a sus mujeres jóvenes masturbarse. Si una familia descubría que una de sus hijas de la manada estaba haciendo cualquier cosa que ellos creyeran que pondría en peligro su capacidad de reproducir, tomaban medidas drásticas para evitar el comportamiento destructivo.

A una chica supuestamente le habían prescrito un cinturón de castidad que llevaba debajo de su ropa. Su padre tenía la llave y sólo le permitía quitárselo para bañarse. Por supuesto, ese rumor no pudo ser confirmado... ya que ver a otras mujeres que no estaban emparejadas desnudas estaba prohibido.

Las viudas y las mujeres que no estaban en edad de procrear se desnudaban y hacían todo lo posible para tentar a los hombres jóvenes durante las pruebas de la tentación de la edad adulta. Hacían todo lo posible para comprometer a los hombres en las relaciones sexuales, demostrando con ello que los hombres eran indignos para reclamar una pareja femenina, ya que carecían de la disciplina para controlar su lujuria. Sin embargo, las demás mujeres debían mantenerse puras.

(6)

el azul brillante de sus ojos, lo que contrastaba muy bien con su cabello negro. Por debajo de su nariz fina, su lápiz labial rojo destacaba sus labios carnosos. Parecía tentadora, se decía a sí misma. Esperemos que los muchachos piensen lo mismo.

Ella respiró hondo y sacudió los brazos y las piernas, tratando de liberarse de algunas tensiones que su propia lujuria descontrolada había causado. No sirvió de mucho.

Ningún ejercicio, dieta, trabajo voluntario, tejer o exfoliación compulsiva. Mercy había intentado todo para frenar sus deseos e integrarse a su familia y a su manada adoptiva. Pero no estaba funcionando y no iba a esperar más. Tenía veinte años. Si tenía que esperar dos años más para aparearse con un hombre, un hombre que su padre adoptivo eligiese, perdería su cabeza Era el momento de hacer lo que debería haber hecho hace un año. Iba a decirle a Kerrick y a Caleb lo que sentía por ellos, por ambos, y a la maldición las consecuencias.

Por lo menos, rogó que pudiera convencerlos para llevarla a su cama. Tenía demasiados recuerdos de las mujeres de su manada tirando de sus maridos hacia sus habitaciones particulares con sonrisas secretas sobre sus rostros por nada más que por ese tipo de placer, ese tipo de cercanía. Estaba hambrienta de eso, cada terminación nerviosa de su cuerpo estaba ansiosa por ser tocada.

Y no sólo por ella misma. Ahora ya no. Ella quería un hombre. Quería dos hombres, aquellos hombres, del modo en que había sido cuando era una niña y se había quedado dormida segura y protegida sabiendo que sus padres de la manada estaban en la habitación de al lado. Quería hacer lo que su madre había hecho, y dormir entre dos cuerpos fuertes y duros, cálida y segura y satisfecha, con su olor por toda la piel, dentro de ella.

En la manada Orión no se hacían ese tipo de cosas. Mercy pensó que era hora que comenzaran. ¿Por qué las tontería de las tentaciones y las reglas? ¿Por qué en el mundo debería a las fuertes y saludables mujeres jóvenes en la flor de sus vidas, sus hormonas corriendo a través de sus cuerpos ansiosos, negársele el placer

mientras que a los hombres se les permitía jugar todo lo que querían antes del apareamiento?

No había ninguna razón. La manada Orión podía seguir sus reglas y sus mujeres podían obedecerlas. Mercy no era de la manada Orión. Era una hija de Artemis, la última hija de Artemis. Dependía de ella mantener la cultura y la sólida tradición de su manada, enseñar a la próxima generación lo hermosas que esas tradiciones habían sido. No les permitiría ahogarlas bajo las leyes sofocantes y la mojigatería de Orión.

Agarró el asa de su pequeña maleta con ruedas y abrió la puerta de su dormitorio, sus entrañas temblando con una combinación de miedo y excitación. Cinco noches. Tenía cinco noches para triunfar, cinco noches en las que hacer su juego para conseguir todo lo que siempre había querido.

No podía fallar.

Caleb inclinó la cabeza hacia atrás, dejando que el agua caliente golpeara su pecho y estómago. Esta era la última ducha en su casa durante seis días y tenía la intención de disfrutar de cada minuto de ella. No era que no le gustara viajar. Le gustaba. Pero echaría de menos la casa que él y Kerrick habían construido por sí mismos, la cama grande donde se amaban hasta el agotamiento.

Amaba a su casa. No le gustaba dejarla por mucho tiempo. ¿Y qué? ¿No es posible que un guerrero también fuera una persona hogareña?

- Son sólo cinco días, - dijo Kerrick mientras salía de la ducha.

Caleb se volvió y cogió la toalla que le lanzó Kerrick, sorprendido por no sorprenderse al saber que su compañero guerrero no sólo le prestara atención, sino que había adivinado sus pensamientos. - Cinco noches.

(7)

Caleb se echó a reír mientras secaba el agua de su piel. - La ruidosa y sucia ciudad. Con gente por todas partes y una habitación con muy poca privacidad. Llevamos cinco mujeres con nosotros, Kerrick. En realidad no son unas vacaciones sibaritas.

- No me obligues a buscar en la Web, Caleb. Kerrick era tan listo como él, pero prefería pasar su tiempo ampliando su repertorio de técnicas de combate en lugar de su vocabulario. Sin embargo, no dudaba en preguntar las definiciones cuando las necesitaba. Era una de las muchas cosas que Caleb encontraba adorable de su compañero.

Tenías que amar a un hombre que no pretendía saberlo todo.

- Sibarita. Dedicado al lujo y al placer, - dijo Caleb, sin perderse el modo en que la respiración de Kerrick se había acelerado. La sola mención del placer que se daban el uno al otro era suficiente para ponerlos a los dos duros.

- Podría ser. - Kerrick se acercó más, de tal modo que sus palmas calientes presionaron contra el desnudo y todavía húmedo estómago de Caleb. - Las chicas no serán ningún problema. Van a ir de compras todo el día, acabarán con una cena a las ocho y exhaustas en la cama a las diez. Vamos a tener toda la noche, todas las noches.

Caleb cerró los ojos cuando los labios de su compañero guerrero tocaron su hombro. Su polla reaccionó, endureciéndose ligeramente.

No se trataba solamente que los labios de su compañero le afectaran. Estaba pensando en esas chicas. Las jóvenes que estarían escoltando y protegiendo. Una en particular.

Mercy Howe había sido siempre un volcán y una de las personas favoritas de Caleb. Desde el día en que la había sacado de los escombros de su casa familiar durante los últimos días de la guerra, que casi había destruido su manada, tenía un punto débil en su corazón por la niña. Pero en lo últimos tiempos, cuando el cuerpo delgado de la muchacha se había convertido en toda una mujer, había empezado a pensar... cosas que no debería haber estado pensando. Él era guerrero, apareado y ese era el final de la historia.

En la manada Orión un hombre tenía que elegir, un compañero guerrero o una compañera femenina. Amaba a Kerrick. Lo amaba con todo su corazón. Por lo que había elegido la única opción que podía. ¿Cómo podía haber elegido una pareja mujer y dejar atrás su amor? No podía imaginar una vida sin su filete de la noche de fin de semana, o sus viajes de verano a Washington con el vino del país. Le dolía pensar en un mañana sin la sonrisa torcida de Kerrick, o una noche sin las grandes manos del otro hombre rozando su piel.

No se arrepentía de su decisión, y nunca lo haría. Pero estaría mintiendo si no admitiera que el pensamiento de esa mujer, esos pechos suaves, su cálido cuerpo, todavía tenía el poder para excitarlo.

Pero no tanto como Kerrick lo hacía. Metió la mano detrás de él, pasando la mano por el culo vestido con vaqueros de Kerrick, tirando de él más de cerca.

- Quiero durante el día también.

- Eres un hombre demasiado hogareño. - Kerrick deslizó la mano más abajo, parando justo encima de donde la mancha oscura del vello púbico de Caleb empezaba. ¿Caleb había estado medio tieso antes? Ahora ya no. Su polla se extendía ante él, cada vez más dura. Dispuesta. Teniendo la mano de su compañero tan cerca, el cuerpo de su compañero tan cerca, nunca dejaba de funcionar su magia.

- Tengo una buena razón para querer quedarme en casa, - respondió con voz ronca. - Hemos pasado suficiente tiempo separados.

(8)

debían luchar contra la ley de Orión, que insistía en que los compañeros guerreros no sirven juntos en la batalla. Luchar contra la ley de Orión no era nada más que una pérdida de tiempo y energía. Sus leyes eran de piedra.

Ningún despliegue había durado mucho, pero cualquier momento que estaban separados era demasiado para Caleb. Cuando la oportunidad de retirarse de la fuerza de la batalla y el trabajo como guardaespaldas de la manada había surgido, se lanzó a la oportunidad de servir a su gente en una competencia que le permitiera que él y Kerrick estuvieran juntos todos los días. Sabía que su compañero perdió la emoción de la batalla, pero a Caleb le gustaba pensar que le daba una clase diferente de emociones. Del tipo que encontraron en el dormitorio y la cocina, y la bañera caliente en su porche. Y aquí... en el baño.

- Mmm., Sí. Pero a veces... - La mano de Kerrick acabó su viaje, envolviendo con su calor la base de la erección de Caleb. Caleb contuvo el aliento en su pecho. - A veces es bueno tener un cambio de escenario.

Sus dientes rasparon la espalda de Caleb. Su otra mano se extendió más abajo, ahuecando la bolsa de Caleb, moviendo sus huevos suavemente. La cabeza de Caleb cayó hacia atrás y los labios de Kerrick presionaron contra su garganta. Caleb hundió los dedos en los músculos gruesos de las nalgas de su compañero, deseando poder hacer desaparecer los jeans que Kerrick llevaba con un pensamiento.

El botón de los jeans de Kerrick se abrió con un pop audible. Parecía que su compañero estaba leyéndole la mente. Caleb ayudó a Kerrick a empujar el vaquero grueso y su bóxer de algodón hacia abajo alrededor de sus muslos.

- Supongo que una habitación de hotel podría ser agradable. - La voz de Caleb sonaba muy lejana en su propia cabeza. La conciencia de todo excepto Kerrick se desvaneció en la distancia. La desnuda erección de Kerrick presionó contra su culo, caliente y dura. Movió su mano alrededor para frotarla.

Kerrick le mordió el hombro. - Va a estar mejor que bien. Su mano se movió, deslizándose hacia arriba a la punta de la polla de Caleb apretándola suavemente, y luego hacia abajo. - Va a ser divertido.

Caleb gimió. Sus caderas se desplazaron hacia adelante, sintiendo la piel de su polla deslizándose en la mano de Kerrick. La palma de la mano de su amante seguía ahuecando los huevos, levantándolos, tirando de ellos suavemente. - ¿Me lo prometes?

Kerrick le dio la vuelta, girándolo de modo que quedó frente a Caleb. Se dejó caer de rodillas. - Te lo prometo.

Caleb gimió de nuevo mientras su caliente amante, envolvía con su boca húmeda su polla. Oh, eso era bueno, era tan bueno, siempre lo era. La lengua de Kerrick se burlaba de él, deslizándose alrededor de la longitud gruesa de Caleb. Sus grandes ojos marrones miraron hacia arriba, encontrándose con los de Caleb. Su mano aún trabajaba la bolsa, empuñando la base de su pene.

Caleb puso la mano sobre la cabeza de Kerrick, sintiendo el pelo oscuro de su amante suave y fresco entre sus dedos. No se había puesto gel esta mañana a petición de Caleb. Eso le daba un aspecto aún más joven que sus veintinueve años.

- Promete... promete que no pararás de hacer esto.

Kerrick sacó su boca y dio a Caleb una sonrisa maliciosa. - Te lo prometo.

Volvió a su trabajo. Su lengua bailaba arriba y abajo de la longitud gruesa de Caleb, caliente y húmeda, antes de ponerlo en su boca de nuevo, todo el camino, chupando. Chupando fuerte. Caleb sintió la parte posterior de la garganta de Kerrick presionando contra su sensible cabeza, luego retirarse. Arriba y abajo, arriba y abajo, hasta que el mundo giró y Caleb tuvo que agarrarse a los hombros de su amante.

(9)

saliva, empujó el dedo, deslizándose dentro. Caleb se quedó sin aliento cuando el dedo de su amante se movió, entrando y saliendo. Se inclinó aún más hacia Kerrick. Pronto no podría sostenerse en pie.

Por supuesto, estar de pie estaba sobrevalorado.

Le tomó casi toda su voluntad, pero Caleb se apartó. Los dedos y la boca de Kerrick en su polla eran increíbles, pero quería su boca contra la suya. Cayó de rodillas delante de su compañero, agarrando la mandíbula de Kerrick entre sus manos y tirando de él cerca. Sus bocas se encontraron en una maraña caliente de labios y lenguas, los dedos de Kerrick se clavaron en los músculos del culo de Caleb, apretando y soltando, apretando y soltando, haciendo que el agujero de Caleb se contrajera y doliera.

No había planeado esto de nuevo tan pronto, había tomado la polla de Kerrick en su culo la noche anterior y todavía estaba un poco dolorido, pero no podía negar que él deseaba a su compañero. Además, sabía que Kerrick ahora prefería ser el penetrador en lugar del penetrado. Fue una de las cosas que hizo que Caleb se preguntase si Kerrick tenía el mismo sentimiento que él tenía... si su compañero se había preguntado alguna vez ¿cómo sería estar apareado con una mujer, y nunca tener la cuestión de dónde va cada cosa entrando en escena?

- Te quiero a ti. Quiero tu culo, - dijo Kerrick, murmurando las palabras contra los labios de Caleb mientras tiraba de las caderas de Caleb imposiblemente cerca. Sus pollas se rozaban, insertándose entre los planos duros de sus abdominales.

Duro. Todo duro. Nada suave. No era algo de lo que quejarse, no del todo. ¿Pero era lo que ambos querían para siempre? ¿Serían los dos tentados por la visión y los olores de las mujeres de la manada que estarían protegiendo esta semana?

¿Se puso la polla de Kerrick un poco más gruesa cuando Mercy Howe atravesó el claro en las noches de las ceremonias de la tentación? ¿Miró sus piernas fuertes, bronceadas mientras ella corrió a su lugar en la manta de su familia adoptiva? ¿Pensó en lo que se sentiría con esas piernas alrededor de su cintura, lo que sería ver esos brillantes ojos azules apretados cerrados en éxtasis mientras ella...?

- Caleb...

- Hazlo. Folla mi culo, - dijo Caleb, dándose la vuelta en sus manos y rodillas, presentando su agujero para su amante. Es hora de dejar de pensar en cosas que nunca tendría y comenzar a sentir. Esta podría ser la última oportunidad para estar tan completamente solo con Kerrick durante cinco largas noches. Agarró la botella de lubricante de la caja y la sostuvo hacia arriba. Los dedos de Kerrick lo rozaron mientras la cogía.

- Dios, Caleb. Eres... todo.

(10)

Capitulo 2

Raney, Penny, Waverly, Katy y Mercy.

Las cinco cargas menores de edad tenían los nombres que rimaban. Las cinco tenían un elegante, fuerte y flexible cuerpo de mujer werepantera entrando en su mejor momento sexual. Las cinco olían como el cielo y se veía incluso mejor. Las mujeres de la manada Orión tan bellas como ellas eran poco frecuentes. Fue lo que hizo que los hombres se mataran entre ellos en medio de las pruebas de la tentación para ganar una propia.

Kerrick había pasado años trabajando como un hombre tentador antes de Caleb y de decidir que su relación era más que sexual y tomar la decisión de ser su compañero guerrero. Caleb había amado a las mujeres, pero amó más Kerrick. Fin de la historia. Kerrick había sentido lo mismo. Nunca se había preguntado cómo habría sido su vida si hubiera nacido en la manada Orión y hubiera tenido la oportunidad de ganar una pareja mujer. Amaba a Caleb, quería a Caleb. Había sido una decisión fácil.

Kerrick siempre había visto las cosas en blanco y negro. Era lo que lo convirtió en un buen guerrero. Así que, incluso estando rodeado de hermosas y sensuales mujeres, generalmente era fácil resistir el impulso instintivo de responder a la hembras de la especie. Incluso las cinco magníficas mujeres jóvenes saliendo de la furgoneta de la manada Orión, riendo mientras corrían para entrar a uno de los mejores hoteles de Seattle, no le habría afectado. Era lo que lo convirtió en una buena elección de un guardaespaldas para las hembras vírgenes de la manada. Kerrick estaba por encima de la tentación.

O al menos eso pensaba. Pero una de estas chicas aparentemente idénticas no era como las otras. Mercy Howe se quedó un poco atrás de sus amigas. Sacó una pequeña maleta de la mitad del tamaño de las bolsas gigantescas de las otras chicas. No se reía, no hablaba sin cesar de qué tienda quería visitar primero, uno de los dos viajes de compras que se les permitiría durante todo el año. Las jóvenes de la manada sólo venían a Seattle dos veces al año. Una vez en invierno y una vez en primavera y siempre estaban fuertemente custodiadas. No era seguro para ellas viajar solas. Había muy pocas mujeres werepantera en el mundo y los compañeros eran escasos. Los enemigos de la manada Orión en el norte y en el sur eran conocidos por secuestrar a las mujeres de otras manadas.

La mandíbula de Kerrick se apretó e hizo otra exploración de la zona. Todavía era muy temprano un lunes por la mañana y sólo unas pocas personas estaban en las calles disfrutando del aire de la primavera. Flores rosadas ondeaban al viento ligero y los pétalos caían sobre las muchachas, a medida que se abrían paso en el vestíbulo del hotel. No había nada que temer, nada de qué preocuparse.

¿Por qué entonces sus entrañas estaban tan retorcidas en su interior? ¿Había allí peligros acechando a las mujeres que él y Caleb habían venido a proteger? ¿O era Mercy Howe, preciosa en un sencillo vestido azul marino y chaqueta blanca que acentuaba su piel de marfil, lo que le hacía tener miedo?

Porque él no era el único mirando a la chica. Había visto charlando a Caleb con Mercy durante el viaje, riéndose de una broma que ella hizo, sonriéndole cuando su pequeña mano alcanzó a apretar su brazo. Kerrick había estado en la parte trasera de la furgoneta y no había podido escuchar, pero los había visto bien.

Podía ver que su compañero estaba tan tentado por Mercy como él. Quizás aún más tentado.

(11)

-Mierda, - murmuró entre dientes Kerrick.

Iba a estar atrapado en el hotel durante cinco noches con una bella muchacha que estaba deseando a su compañero guerrero, un compañero guerrero que también podría estar deseándola y él estaba definitivamente deseando a los dos.

Nunca debería haber dejado que Caleb lo convenciera de aceptar este trabajo de guardaespaldas. Sabía en sus entrañas que la batalla era infinitamente más fácil que lidiar con las mujeres.

Esta era su primera oportunidad para dar forma al resto de su vida. Mercy dudó en la puerta de su habitación, escuchando atentamente para asegurarse que las otras chicas no estaban en el pasillo o seguían riendo en su suite. Gracias a Dios que le dieron una habitación para ella sola... las otras cuatro chicas eran amigas desde su nacimiento y nunca tuvieron la intención de excluirla, pero lo hicieron.

A Mercy no le importaba. Darse pedicura y tratamientos faciales sonaba muy bien, pero había un tipo diferente de fiesta de pijamas en mente.

Su aliento salió al abrir la puerta y se asomó por el pasillo. Todo estaba tranquilo. La manada Orión tenía el octavo piso entero para sí mismos. Kerrick y Caleb estaban en una pequeña suite cercana a las escaleras. El ascensor sólo pararía en la planta superior, si se tenía una clave de acceso especial, por lo que la escalera sería la mejor esperanza de un secuestrador para colarse dentro y agarrar a una de las hembras de la manada de Orión.

Mercy podría haber estado preocupada porque una cosa así sucediera en otro momento, en otro lugar. Pero incluso si no estuviera tan centrada en las mariposas en su estómago y en la sensación de hormigueo debajo de ella, Caleb y Kerrick nunca permitirían que tal cosa ocurriera. Nunca. Su fe en ellos era absoluta, no era una cosa fácil para ella. Las guerras se habían llevado a su familia, su manada entera. Era difícil imaginar que alguna vez se sintiera segura de nuevo, sobre todo en esas noches en la cama que era de ella pero no la suya, cuando se despertaba sudando y temblando, recordando la noche en que su casa fue invadida y quemada. Recordando los gritos de su madre y los gritos de sus padres.

En esas noches, a lo único que podía aferrarse era al recuerdo de la cara amable de Caleb. Sus ojos azules tan atentos. Sus anchos hombros y fuertes brazos levantándola, llevándola lejos de los restos, y su voz baja, hablando tan suavemente. -Estás segura, - le dijo, palabras que todavía la hacían estremecer. - Te tengo, estás a salvo.

No había mentido. En aquel momento la había tenido. Su corazón y su alma. Ahora era el momento para convencerlo para que reclamara su cuerpo.

La mano le temblaba mientras se ajustaba el dobladillo del pequeño camisón rojo. Apenas cubría su trasero, era bajo en la parte frontal para exponer la mayor cantidad de sus pechos mientras ella se atrevía.

Por debajo del camisón no llevaba nada. El ambiente del hotel con el aire acondicionado enfriaba su piel desnuda y la sensible piel entre sus piernas de tal forma, que la hizo retorcerse.

Bueno, el aire y su excitación. Sólo la idea de lo que estaba a punto de hacer la hizo humedecerse. Esa sensación, combinada con sus nervios, significaba que ella estaba tan cerca de un desastre total como era posible estar y aún no funcionar, pero ella haría que funcionara. Ella iba a hacer esto, sin dar marcha atrás.

(12)

Caleb la había mirado así. Su mano había tocado su brazo en la furgoneta y le había sonreído. Había visto esa mirada, ese deseo. Él la quería. Así como Kerrick. Había sentido sus ojos en ella al entrar en el hotel. Su atención era más que la de un guardaespaldas de vigilancia. Lo sabía.

Así que respiró hondo, sintiendo sus pezones duros moviéndose contra la seda roja que los cubría. Un escalofrío le atravesó el cuerpo entero por la sensación. La seda estaba caliente por el calor de su cuerpo, pero sus manos estaban más calientes. Su boca estaba más caliente aún.

Sus nudillos golpearon la puerta, tres veces. No muy fuerte, ni demasiado suave. Lo suficientemente fuerte para que lo escucharan pero con suavidad suficiente como para que nadie más lo hiciera. Había practicado la cantidad de presión correcta durante semanas.

Su corazón martilleaba en su pecho. ¿Quién abriría la puerta? ¿Le dejarían entrar? Mierda, ¿qué pasaba si ni siquiera la dejaban entrar? No podría quedarse allí y desde luego no podría intentar una seducción en el pasillo. No con las otras chicas tan cerca. Cualquiera de ellas podría decidir asomar la cabeza en cualquier momento.

El pomo de la puerta giró. Apenas se atrevía a respirar. Era Caleb.

Gracias, Dios. Ella lo conocía mejor. Se sentía más próximo a él que a cualquier otra persona en su nueva manada, que a nadie más en el mundo. Sabía que le permitiría entrar, porque la sentía como una responsabilidad y Kerrick no, nadie más lo hacía.

Sus ojos se abrieron muy levemente, y la exploraron de arriba a abajo, deteniéndose en sus pechos. - ¿Estás bien, Mercy?

Su nerviosismo se alivió un poco. Eso era lo que le gustaba de él. No le preguntó lo que estaba haciendo allí, o por qué lo estaba molestando. No le preguntó por qué había aparecido en su puerta cerca de la medianoche llevando prácticamente nada. Le preguntó si estaba bien. Y parecía que realmente le importaba.

Dios, ella lo quería. Cuando habló, su voz era ronca. - Caleb, ¿puedo entrar un minuto?

Él tragó saliva. - No creo que sea una buena idea, Mercy, lo siento. Pero en realidad es tarde, y no hay ninguna acompañante.

Bueno, había una acompañante, la madre de Raney, Cassia, había llegado poco antes de la cena. Estaba en la habitación al lado de la suite de las chicas y las acompañaría mientras hacían sus compras, asistían al teatro y comían en los mejores restaurantes de Seattle. Las madres rara vez iban en los viajes de compras, prefiriendo confiar en el guerrero apareado guardaespaldas, pero Cassia era sumamente dominante. Nadie se sorprendió al ver su programa y anunciar que estaría cuidando la honra de las chicas mientras se encontraban en de la ciudad.

Por supuesto, Mercy no tenía ninguna intención de despertar a la mamá de Raney y pedirle que se sentara en esta charla en particular.

- Sólo un minuto - dijo, echando una mirada furtiva por el pasillo.

- No. Creo que no, Mercy. Kerrick está fuera de rondas, así que no hay realmente nadie más aquí. Oh, no. Esto no era lo que había imaginado. Tenía que dejarla entrar, simplemente tenía que hacerlo. Sacó el pecho un poco, sabiendo que probablemente parecía desesperada, pero la decisión no le importó. Tenía que entrar a esa habitación. Especialmente si Kerrick no había regresado todavía. - Por favor.

(13)

Abrió la puerta del todo. Oh Dios. Estaba sin camisa, su pecho desnudo tan fuerte y hermoso, tuvo que apretar los puños para evitar alcanzarlo para tocarlo. Su estrecha cintura desaparecía dentro de los jeans ajustados y descoloridos, deteriorado en las rodillas y en el ligero abultamiento en la parte delantera.

Pasó junto a él. ¿Su perfume aún persistía? Pensó que debería, ya que lo había puesto, simplemente con un pequeño toque, antes de salir de su habitación. No es que importara. Caleb sería capaz de oler lo que le hacía, el modo en que lo necesitaba. Era parte animal y tenía los sentidos aumentados, eso iba junto con ser un hombre pantera.

La habitación era más grande que la suya, con una amplia cama de matrimonio, todavía perfectamente hecha, y una pequeña sala de estar frente a un ventanal. Las sillas parecían bastante cómodas, frente a la televisión, sintonizada en la estación de noticias veinticuatro horas, pero ella no les hizo caso y se inclinó sobre la cama en su lugar, estirando las piernas delante de ella. La mirada de él recorrió de arriba a abajo su piel desnuda, y la esperanza surgió en ella.

- Yo...Yo tuve un mal sueño, - dijo. - Sobre aquella noche. - Dios... lo siento. Debe ser difícil.

- Así es. - ¡Él era tan bueno! Tan buen hombre. Sus cejas se juntaron y dio un paso más cerca de ella con la mano extendida. Todo su cuerpo se estremeció anticipándose a su toque, y cuando llegó tembló.

- Mercy... No sé qué decir.

Debería decir algo, lo sabía. Debería hablar más. Pero no podía. La sensación de su piel contra la de ella le hizo girarse y prácticamente se arrojó en su pecho. Rodeó su cintura, su mejilla presionó contra su piel caliente. Tan suave sobre cómo sus músculos duros. - Caleb... ¿tú simplemente me sostendrías?

Y de repente ella no actuó más. Quería simplemente que él la sostuviera. Simplemente quería sentirse cerca de él, sentir sus brazos alrededor de ella. Su pecho era tan fuerte contra su mejilla, tan cálida.

Y se sentía tan bien, estar presionada contra su cuerpo masculino. Tan perfecto para sentir esos bíceps duros, los fuertes brazos de hombre envolviéndola a su alrededor.

Le dio un salto el corazón y tocarlo hizo que surgiera crema caliente de la parte superior del interior de sus muslos. Tenerlo tan cerca, limpio, el aroma dulce y almizclado de él... Era un afrodisíaco como ninguna otra cosa. Sin pensarlo o realmente querer hacerlo, abrió la boca y arañó con sus dientes su pecho.

El contuvo la respiración. Sabía lo que estaba pensando. Estaba preguntándose si era un error, si debería retirarse. Podía sentir su indecisión.

Eso no era todo lo que podía sentir, tampoco. Contra su estómago su polla estaba endurecida, caliente a través de sus jeans y ella apenas tenía tela en el camisón. El conocimiento que respondiera a ella, atraído por ella, le hizo difícil respirar.

Bueno. Este era, el momento de hacerle realmente saber sus intenciones. Ella abrió la boca de nuevo, y lentamente, deliberadamente, tiró de su pequeño pezón con la lengua.

Él jadeó. Comenzó a alejarse. - Mercy...

- Caleb. - Lo dejó ir, pero no hasta el final. Le miró a los ojos que él le sostenía, mantuvo sus manos en su cintura. - Caleb, hazme el amor. Por favor.

- No puedes hablar en serio.

- Lo estoy - Bueno, no la estaba lanzando a la cama y rasgándole la ropa. Pero aún estaba allí. Y tampoco había imaginado la llamarada de puro calor en sus ojos.

(14)

Perder a su familia y terminar adoptada por la manada de Orión había fortalecido eso. Ella era una mujer poderosa de la manada de Artemis y no dejaría que el miedo le impidiera la caza.

Deslizó su mano sobre por su parte delantera, frotó su mano suavemente sobre el bulto en sus jeans. Oh Dios, eso... fue increíble. Realmente, realmente increíble. Podía imaginarlo en su cabeza, el aspecto que tenía con Kerrick, su cuerpo desnudo...

Sus pestañas se agitaron, pero él se apartó. - No puedo.

- Sí puedes. - Dio un paso más cerca. Él no retrocedió de nuevo. - Sé que tú y Kerrick llevan a otros hombres a la cama de vez en cuando. ¿Por qué no yo?

- Tú no eres un... espera, ¿qué? - Yo dije, que se que tu...

- ¿Cómo lo sabes? ¿Cómo puedes saber lo que ocurre en la privacidad de mi habitación entre mi compañero guerrero y yo?

Oh. Mierda. Esto no iba como lo había planeado. ¡Nada! Lo miró a los ojos azules, aterrorizada que se enojara. Pero, por suerte parecía más curioso que molesto. Estaba aun interesado. Otra oleada de amor barrió algunas de sus preocupaciones. Este era Caleb. Él no la castigaría por lo que había hecho de la forma en que su padre adoptivo lo haría.

Sin embargo. Se trataba de una confesión embarazosa de hacer. - Te he observado.

Se quedó boquiabierto. Y... ¿era su imaginación o sus ojos se oscurecieron de nuevo? Casi como si... como si le gustara la idea que ella los mirara.

No era lo que había planeado, pero podría funcionar.

- Te he observado, - dijo de nuevo, suavemente, la espalda apoyada en la cama y abriendo las piernas un poco. - Muchas veces. Me escapaba de mi habitación por la noche y os observaba a ti y a Kerrick desde el árbol fuera de tu ventana del dormitorio. Y cuando lo hago, yo... yo me toco. Aquí.

Pasó una mano sobre la curva de su pecho, sobre el pezón duro. Se lo pellizcó suavemente entre el pulgar y el dedo índice y suspiró cuando la sensación pasó a través de todo su cuerpo, una flecha disparando directamente a su coño.

- Mercy, - dijo él. Su voz era áspera y seca, sonaba como si estuviera forzando las palabras fuera. - No deberías...

Lo ignoró, siguió como si él no hubiera hablado. - No sólo aquí, sin embargo. Esto es bueno, - se pellizcó los pezones una vez más, permitiéndose un estremecimiento pequeño, - pero no es suficiente. Así que muevo mi mano hacia abajo, de esta manera.

Mercy tenía la esperanza que su pequeño show pudiera excitarlo. No contó con lo mucho que iba a excitarla a ella. Cuando puso su dedo entre sus piernas y le dio a su clítoris el más mínimo toque, su cuerpo entero se sacudió y un jadeo que no podía parar escapó de sus labios. - Me toco aquí, Caleb. Finjo que me tocas. Quiero tanto que me toques. Mira. Te voy a enseñar donde quiero tus caricias.

Pensó en subir a la cama y acostarse, pero no. Ella quería ser capaz de ver su rostro. La mirada de él estaba fija en su mano, lanzando su lengua fuera para mojar sus labios, sus puños a los costados.

Y debajo de sus jeans la polla con la que fantaseaba cada noche estaba desesperada por escapar. Lo sabía. La podía ver, dura y gruesa contra la, de repente demasiado apretada, tela.

No, ella quería verlo. Así que cambió su peso un poco, usando la otomana para apoyar su pie izquierdo de manera que sus piernas quedaron abiertas. Echó un vistazo, levantando el rojo borde de su camisón fuera del camino para que su coño quedase totalmente expuesto.

(15)

Lo haría. Sabía que lo haría. No se podía permitir dudar y arruinar lo que había empezado. Tenía que seguir adelante, haciendo caso omiso de la voz que poco a poco en la parte de atrás de su cabeza le gritaba que estaba haciendo el ridículo.

Dejó que su dedo deslizara sobre su clítoris duro, enviando escalofríos de placer a través de todo su cuerpo. Dios, estaba tan caliente. Tan caliente que podría correrse justo allí, ya, con un poquito de estimulación. Viendo que la miraba, representándolo para él, era increíblemente excitante.

Y estaba increíblemente húmeda. Él tenía que haber olido su aroma en este momento, tenía que estar atormentándolo tanto como a ella su pequeño show. - Se siente tan bien, - susurró. - Estoy muy mojada ahí, Caleb. Así es como yo estoy siempre cuando yo...cuando pienso en ti. Cuando hago esto. Mira.

Su dedo estaba cubierto con una brillo fino de sus jugos. Por mucho que le dolió alejarse de su palpitante y necesitado coño, lo hizo y se lo mostró. - ¿Por qué no me tocas, Caleb? Sólo tienes que tocarme. Eso es todo. Por favor.

- Mercy... - Era una advertencia, una oración, una maldición, todos en esa sola palabra. Una parte de ella le dijo que dejara lo que estaba haciendo, pero no podía. Lo necesitaba demasiado gravemente.

- Por favor, - repitió, concentrando cada pedacito de su deseo en la última súplica.

No lo vio moverse. Lo único que supo era que de repente ahí estaba él delante de ella, sus intensos ojos azules mirándola mientras su mano derecha se metía entre sus muslos.

Oh Dios... ¡sí! No pensaba que realmente lo había dicho en voz alta, pero había gritado justo eso. Y lo hizo de nuevo cuando él le frotó con el dedo alrededor de su entrada, extendiendo su humedad arriba y abajo los labios de su sexo, explorándola. Por un segundo, ella pensó que él podría deslizarse dentro de ella y todo su cuerpo se apretó con anticipación, pero no lo hizo. En su lugar movió sus dedos hacia arriba, encontrando que su clítoris prácticamente vibraba desesperado porque lo tocaran.

Su corazón latía y su respiración era pequeños jadeos mientras él frotaba donde le dolía. Ella podía oír su respiración más rápida también, áspera y trabajosa.

- Sí, - logró decir ella. - Sí, por favor ...

Su mano se movía más rápida, más ligera. Nunca supo si él había estado con mujeres antes pero debió haber estado. Tenía que haber estado porque no había manera que supiera como tocarla así si no lo había hecho. La yema de su dedo índice apenas rozaba la extra sensible cabeza de su clítoris, con la cantidad justa de presión para hacer que todo su cuerpo se sintiera atravesado por un rayo.

No la estaba tocando en otro sitio, pero se mantenía lo suficientemente cerca como para sentir el calor de su cuerpo. Podía su olor, ese hermoso olor picante, esa excitación salada, hombre mezclado con necesidad.

Ella miró hacia abajo. Vio su mano allí, entre sus piernas. Vio su crema en sus dedos. Sentía su piel demasiado pequeña, demasiado apretada. Era realmente Caleb. Caleb tocándola, acariciándola. Ella podía ver la carne más oscura de su mano contra sus muslos pálidos.

El miró hacia abajo también. - Dios, Mercy, eres tan... Mierda, estás tan caliente. Tan húmeda. Jesús,...no debería...

- No pares. - No quería dejarlo terminar la frase. - Caleb, no te detengas, yo estoy casi , por favor ... Casi no estaba allí. Estaba allí. Algo como decirle por favor, algo como oírlo decir su nombre añadido a la increíble habilidad de esos ágiles dedos y lo sintió otra vez. Ella lo escuchó gemir. Su cabeza cayó hacia atrás. - Sí, Dios, ¡sí!

(16)

todo, pero la sensación de su mano que seguía moviéndose, le envió otro antes que el primero hubiera terminado.

El segundo apenas había muerto cuando lo alcanzó, sus dedos ansiosos por rasgar los jeans y liberar su hermosa polla. Ella estaba lista. Ninguna duda sobre qué perdiendo su virginidad se sentiría como ahogarse en un maremoto de necesidad era lo que Caleb había despertado en su interior.

(17)

Capitulo 3

Caleb rebuscó el botón de sus pantalones y rompió la cremallera, con las manos temblando como un niño durante su prueba de la primera tentación. No, peor que eso. Nunca había sufrido durante una prueba de la forma en que sufría hoy. Nunca había querido a ninguna de las mujeres que lo tentaron de la forma en que quería a Mercy. Fue un infierno alejarse de ella, pero tenía que hacerlo. Si la dejaba tomar su polla en su pequeña mano suave se habría acabado. Nunca sería capaz de controlarse a sí mismo.

La empujó de espaldas a la cama, abrió sus cremosos muslos y apretó su interior. No importaba que fuera virgen, no importaba que la arruinara y cometer un delito contra la manada, no importaba que estuviera violando las promesas que le había hecho a su compañero guerrero.

Él y Kerrick habían acordado no tomar nunca a otro hombre en su cama sin antes discutirlo y no participar nunca en actos sexuales con un hombre de la manada por su propia cuenta.

Pero nunca se dijo nada acerca de participar en actos sexuales con una mujer.

Caleb gimió. Se bajó los jeans y los bóxers lo suficiente para liberar su dolorida polla y tomarla en la mano. Él no iba a escuchar la voz de su cabeza, no iba a ceder a la tentación de tener este encuentro con Mercy nunca más. Había ido ya demasiado lejos. Ni siquiera debía hacer lo que estaba a punto de hacer pero no podía ayudarse a sí mismo. Necesitaba un poco de alivio o dudaba que fuera capaz de dejar que la chica saliera por la puerta sin tocarla otra vez, sin arrancarle el camisón rojo y aparearse con ella en la forma en que todo su cuerpo pedía a gritos que él hiciera.

Maldita sea, pero él la deseaba. Más de lo que había imaginado.

Empezó tirando, áspero y duro, trabajándose con rapidez hacia el borde. La visión de Mercy se extendía ante él, su coño enrojecido e hinchado, lo mareó en segundos. Él se iba a correr, justo con unas cuantas sacudidas más.

- Caleb, por favor, déjame...

- No, - le advirtió cuando ella lo alcanzó. Él mismo se sacudió un poco más rápido, seguía sin poder apartar la mirada. Era tan hermosa, tan pequeña y suave y femenina. Era lo contrario de su compañero guerrero en todos los sentidos. Parecía imposible que él la deseara tanto como lo hacía, pero la deseaba. Quería follar a Mercy tanto como alguna vez había deseado follar a Kerrick.

Le hacía sentir miserable y malo, pero eso no le impedirá correrse.

-

¿Qué demonios está pasando? - Resonó la voz de Kerrick a través de la sala justo cuando Caleb explotó. La polla en su mano tembló y se corrió desde la profundidad de sus huevos, brotando chorros espesos en el muslo de Mercy.

Ella ahogó un grito mientras los jugos calientes salpicaban su piel, pero no miró hacia abajo. Solo tenía ojos para Kerrick.

- ¿Por eso me has enviado a revisar el perímetro?, - preguntó Kerrick, con enojo en su voz.

(18)

Por supuesto, debería estar pensando en otras cosas, como si Kerrick pediría la disolución de su unión o no. Era una cosa rara, pero sucedía. Por lo general, cuando un compañero le había sido infiel al otro. Una pareja era una cosa seria en su manada. La infidelidad no era tomada a la ligera o perdonada fácilmente.

La sabía antes de haber tocado a Mercy, pero aun así no había sido capaz de detenerse. Era un hombre débil, más débil de lo que jamás había imaginado. No importa cuánto había fantaseado con esta chica, nunca debería haber dejado que la fantasía se entrometiese en su muy preciada realidad.

Ese pensamiento serio le hizo metérsela deprisa de vuelta dentro de sus jeans.

-

No estoy enojado contigo. Tienes veinte años y no naciste en la manada de Orión, - dijo Kerrick, parándose a unos metros de distancia, apenas dándole un vistazo a la chica con la que hablaba. Sus ojos eran todos para su compañero insensato que lo había engañado.

Caleb tragó. Fuerte. - Kerrick, yo...

- Soy lo suficientemente mayor para saber lo que quiero y ser responsable de mis acciones, - dijo Mercy, poniéndose de pie y caminando un poco más hacia Kerrick. - Y no haber nacido en la manada de Orión es la cuestión. Es por eso que vine aquí esta noche.

Caleb se volvió para mirarla. ¿Cuándo había llegado a ser tan segura de sí misma? ¿Cuándo la niña asustada que había sacado del fuego se había convertido en una mujer de tal convicción? Un vistazo a Kerrick reveló que él se había vuelto hacia Mercy, a pesar que no parecía estaba sorprendido.

Él siempre había dicho que Mercy era un problema. El cariño en su voz cuando él había dicho las palabras de lo que Caleb había hecho, Kerrick asumió que significaba problemas del tipo color rojo sangre de las jóvenes mujeres , pero tal vez había querido decir algo más. ¿Había imaginado que Caleb codiciaba a la chica?

- ¿Así que crees que mereces el castigo por follar con mi compañero guerrero? ¿Una acción que va contra la ley de la manada y nuestro pacto de unión?

Mercy se estremeció y un poco de miedo se introdujo en sus ojos. Kerrick podría ser un hombre que asustaba cuando quería hacerlo y estaba claro que quería hacerlo en este momento. Sin embargo, cuando Mercy habló, su voz era estable y firme. - No hemos hecho otra cosa que tocarnos. Sigo siendo virgen.

- Bien, - gruñó Kerrick.

- Pero yo no quiero serlo y no me importaría si me castigas, Kerrick. - Dio un pequeño paso hacia el otro hombre. - No he venido aquí para intentar alejar a Caleb de ti. Yo vine aquí para entregarme a los dos.

Hubo un golpe de sorprendido silencio, sólo roto por el sonido de la presentadora de noticias anunciando un accidente de tren. Qué apropiado. Tren con restos por todas partes.

¿Qué demonios había estado pensando Mercy? Realmente no podía decir que quería dos hombres en su cama. A pesar de su educación, tenía que darse cuenta que tal cosa era imposible. Varios maridos iban en contra de la ley y la práctica cultural. Nunca ocurriría.

Incluso si hubiera hombres como Caleb que estaban intrigados por la idea de compartir una mujer con su guerrero. Dios, ¿por qué no lo había pensado antes? ¿Él y Kerrick, piel con piel con Mercy y entre sí, los tres disfrutando de los innumerables placeres que podían darse los unos a los otros? Era la solución perfecta para sus errantes pensamientos y deseos en conflicto.

- ¿Quieres a dos hombres en tu cama? - El tono de Kerrick no dejaba dudas que encontraba ese pensamiento absurdo y extraño. Pero claro, su compañero guerrero veía la vida en términos absolutos. No había matices de gris en el mundo de Kerrick.

(19)

Los ojos oscuros de Kerrick se deslizaron arriba y abajo de Mercy de pies a cabeza, y luego hacia Caleb. - Está loca.

- Yo no lo creo. Sólo... diferente, - dijo Caleb, agradecido que la ira en los ojos de Kerrick se hubiera enfriado un poco.

Sin embargo, no podría decir exactamente lo que su compañero estaba pensando. No sólo era un estado preocupante de las cosas sino también el gran despertar de algo. ¿Qué era lo que corría a través de la mente ágil de su pareja? ¿Qué diría Kerrick? ¿Lo haría? La incertidumbre hizo correr la sangre de Caleb más caliente y su polla comenzó a hincharse entre sus piernas una vez más.

- No, ella está loca.

- ¡No estoy loca! - Mercy cruzó sus brazos, empujando hacia arriba sus pechos impertinentemente incluso más altos.

- Y una delincuente, - añadió Kerrick, acercándose hacia Mercy, aunque su mirada permaneció en Caleb.

- Yo no soy una delincuente. Yo soy...

- Y, sin embargo, la tocaste. - Kerrick la alcanzó para envolver un brazo fuerte alrededor de la cintura de Mercy, provocando un suave suspiro en la chica. - Puedo oler su aroma sobre ti.

- Lo hice. Lo siento, - dijo Caleb sorprendido por cómo lo excitaba la visión de su compañero guerrero tocando a Mercy. Si hubiera tenido tiempo para pensar en ello, habría supuesto que estaría celoso pero no lo estaba. En su lugar, se encontró deseando que Kerrick tocara el pecho de Mercy, para rodar su pezón entre los dedos hasta que estuviera más mojada y con calor entre sus muslos.

- Pero no la besaste, ¿verdad?, - preguntó Kerrick, tirando de Mercy aún más cerca, su cuerpo desnudo se apretaba contra él. El aliento de Mercy, se aceleró y sus manos fueron tentativamente a la cintura de Kerrick.

Caleb negó con la cabeza.

- Siempre descuidando los preliminares. - Se volvió para mirar hacia abajo a Mercy. - Mis disculpas. Él comería el postre primero todas las noches si se lo permitiera.

Y entonces Kerrick bajó los labios y besó a Mercy a fuego lento, tan sensualmente, que hizo girar la cabeza de Caleb, como si fueran sus propios labios los que besaban a Kerrick.

Era sólo un beso, simplemente un beso para enseñar una lección a Caleb. No debería haber dado picor a la piel de Kerrick o dolor en sus huevos. No debería haberle hecho gemir en Mercy, dentro de su dulce boca y tirar de ella aún más. No debería haber querido mucho más que un beso. Pero lo hizo.

En cuestión de momentos, la dulce lengua de Mercy se deslizó en su boca, la sensación de sus dedos excavando en su culo a través de sus jeans, destrozó su intención original. Eso no significaba que ya no fuera consciente de Caleb, porque lo era, muy consciente del deseo en los ojos de su amante, del sonido de su respiración y el olor de su sudor apasionado. De hecho, eso lo hizo peor. Besar a Mercy fue suficiente para que sus rodillas se pusieran débiles. Besarla y saber que Caleb estaba observando ¿Caleb estaba excitándose por eso? Eso hizo que su polla se sacudiera en su pantalón. Lo que hizo, que sin darse cuenta llegara más lejos alrededor del caliente y delgado cuerpo de Mercy, pasando su mano por la madura curva detrás de ella y la sumergiera entre sus piernas.

(20)

Quería hacerlo todo mientras Caleb observaba.

Ella ahogó un grito en su boca. Sus manos ya no eran tentativas, recorriéndolo de arriba y abajo desde la espalda hasta su culo, apretando. Ella comenzó a dar pasadas lentas por la entrepierna más y más cerca. Sus caderas se movían bajo su mano, haciendo que la tocara deliberadamente donde él sabía que ella más deseaba. Tuvo el efecto adicional de hacer que pelvis se meciera contra su erección dolorida. Mierda, su cuerpo era tan pequeño y delicado contra el suyo. Estaría tan apretada y quería sentir eso tanto, tanto que apenas podía pensar. Y ahora ella estaba haciendo pequeños sonidos en su boca con cada movimiento de sus caderas. Quería follarla. Tenía que hacerlo. Tenía que follarla, no podía... Oh Dios, ¿qué estaba haciendo?

Él se apartó lejos de ella con una violencia que lo hizo tropezar contra la pared. Su respiración raspó su pecho. Cada célula de su cuerpo le gritaba que la agarrara otra vez, aplastarla contra él, tomarla. Fuerte. Brutalmente.

Caleb tenía los ojos muy abiertos. Kerrick lo miró, al hombre que amaba más que a nada y sintió una presión en el pecho. Oh, mierda. Estaban en un gran problema ¿no?

Él la deseaba. Deseaba a Mercy. Malo. Al igual que Caleb.

Y deseaba a Caleb tan gravemente como deseaba a Mercy. Incluso ahora, su deseo era desabrocharse los pantalones y dejar que su polla dura brotara libre, meterla en el coño de Mercy o en la boca de Caleb, no importaba. Tenía una imagen de los tres entrelazados juntos, cuerpos calientes, lenguas y lugares calientes frotándose entre sí. Tocando. Besando.

Pero seguir adelante con eso, agarrar de nuevo a Mercy, que estaba parada frente a él, sus hermosos pechos agitados, su rostro sonrojado, magnífico con la suave luz, agarrar a Caleb también, los condenaría a todos. La manada Orión no acepta estos apareamientos.

Y Kerrick había nacido esclavo. Su posición en la manada fue duramente ganada tras años de lucha, tanto convertirse en un hombre que unos temían y otros querían de su lado en la batalla como estar con el hombre que amaba. Ser un respetado miembro y de pleno derecho de la manada le importaba casi tanto como a Caleb.

¿Cómo iba a renunciar a eso? ¿Cómo iba a destruirlo todo, simplemente dando a Mercy lo que obviamente quería, lo que él quería, lo que quería Caleb?

No podía. Con un dolor en el pecho, meneó la cabeza. - Mercy, tienes que irte.

Su rostro, su hermoso rostro, se puso pálido. ¿Eran lágrimas? Oh, no, él no podía controlar eso. No quería hacerle daño. A él... a él le gustaba. Siempre lo había hecho.

Esa pasión podría ir a más, si él lo permitiese. Pero no podía.

- Lo siento, - añadió. - Pero es muy tarde y estoy cansado. Necesito estar a solas con mi pareja.

Ella se envolvía con sus propios brazos. Abrazándose a sí misma. Sus pezones todavía estaban duros, él lo notó. ¡Qué perfecta era, allí en medio de la habitación con la luz de la lámpara acariciando esas hermosas curvas maduras! Todavía podía olerla. No sólo el intoxicante aroma de su excitación, tan dulce y almizclado en el aire, sino su piel. Su cabello. El perfume que se había puesto, era magnifico y evocador. Sabía que nunca iba a poder olerlo de nuevo sin pensar en ella y en su increíble belleza.

No sólo su belleza tampoco. Su dignidad. Su mirada estaba en lo que él sabía que era su muy evidente erección y la excitación de Caleb era igualmente obvia. Ella vio la desesperada necesidad en sus ojos.

(21)

- Nos veremos por la mañana, - dijo, con una dignidad que fue directamente a su corazón. - Buenas noches.

Ambos la vieron salir de la habitación, con sus hombros cuadrados y su espalda recta, su culo delicioso oscilando bajo la seda de color rojo. Dios, era preciosa. Sin embargo tenerla significaría perder todo por lo que había estado trabajando toda su vida.

Al segundo de cerrarse la puerta se volvió hacia Caleb. Los ojos de su amante muy abiertos. Un poco asustado. - No sabía que iba a venir aquí, - dijo. - Yo no lo planeé, lo siento...

Eso no era lo que quería escuchar Kerrick, y no creía que pudiera centrarse en una gran discusión de todos modos. Así que se lanzó hacia delante, una mano extendida para agarrar a Caleb por el pelo, abriendo su cinturón y los pantalones.

Caleb parecía saber lo que quería. Siempre lo sabía. Su voz se detuvo, pero su boca permanecía abierta, moviendo su cabeza, hasta que encontró la cabeza de la recién expuesta polla de Kerrick y chupó profundamente dentro de la caverna caliente y húmeda de su boca.

Kerrick empujó sus caderas hacia delante, de forma rápida para encontrar un ritmo duro, rápido, follando la boca de Caleb de la forma en que hubiera querido follar el coño de Mercy. - Chúpame. Mierda, chúpame fuerte.

La mano izquierda de Caleb pasó alrededor de su culo, agarrándolo con fuerza. Metió su mano derecha en su aún abierta bragueta.

- Sí, - murmuró Kerrick con los dientes apretados. - Déjame ver. Acaríciate. Más rápido. Quiero verte llegar.

Caleb obedeció, su puño una imagen borrosa en torno a su polla hinchada. Sus ojos azules muy abiertos, encontrándose con los de Kerrick. En ellos Kerrick vio el mismo conocimiento terrible de los problemas en su propia mente.

Él, Kerrick, estaba imaginando los labios de Mercy alrededor de su polla. Caleb estaba imaginando lo mismo.

Y justo antes que esa imagen le hiciera estallar en la boca del hombre que amaba, se preguntó qué era exactamente lo que eso significaba para los dos.

No tenía idea de si estaba horriblemente avergonzada o había aprovechado al máximo un descubrimiento inesperado. Si había fracasado por completo o había empezado a tener éxito.

Su cuerpo aún se estremecía. Todos esos años de imaginar, de fantasear. Nunca había pensado que sería tan bueno como realmente había sido. El cuerpo de Caleb cerca del suyo, su mano... oh Dios, esos dedos talentosos. No sabía cómo había logrado aguantar el orgasmo tanto como lo había hecho.

Había sido todo lo que había soñado, su hermoso rostro cerniéndose sobre el de ella, el deseo desnudo en sus ojos.

¡Pero Kerrick! Ella había esperado que fuera igual de bueno, pero ni imaginaba en sus sueños que haría temblar la tierra, que un solo beso haría que todo su cuerpo fuera como gelatina. Incluso ahora, casi una hora después, todavía se estremecía. Su piel se sentía demasiado tirante y muy caliente, demasiado delicada de alguna manera. Como quería escapar y correr hacia atrás por el pasillo y lanzarse en la cama con el hombre.

Y él también lo sintió. Ella lo sabía. Igual que Caleb. Había sentido sus ojos.

(22)

Su cadera se sacudió debajo de la sábana, su cuerpo respondiendo a la imagen mental del semen de Caleb caliente contra su muslo. Nunca había estado tan excitada como lo había estado en ese momento.

Pero después, cuando Kerrick la empujó lejos, el frío repentino en el aire le hizo sentirse muy mal. Peor de lo que se había sentido en años.

Se lo había esperado, por supuesto. No era una niña. No era tonta. Aun en sus fantasías más salvajes no había pensado que al entrar en su habitación y ofrecerse la aceptarían. Incluso si eso era lo que querían hacer, iría contra la tradición de la manada. Ni Caleb ni Kerrick era imprudentes o tontos. No le darían la bienvenida con los brazos abiertos, no de inmediato.

Es posible que no le dieran la bienvenida en absoluto...

Pero se negó a considerar eso. Ellos la aceptarían. Tenían que hacerlo. Ella no podría soportarlo de otro modo. ¿Ser apareada a algún guerrero al azar? No. Ella los conocía a todos, por supuesto. Incluso le gustaron algunos de ellos. Pero ella no los podía amar. No los podía querer como quería a Caleb y Kerrick.

Les había entregado su corazón a ellos. Era así de simple.

El optimismo era bueno, pero un escalofrío que no tenía nada que ver con el modo en que su coño todavía latía la recorrió. ¿Que estarían haciendo los hombres que amaba en este momento? ¿Estarían discutiendo? Si hubiera dañado su amor mutuo, destrozado su unión, nunca se lo perdonaría. Ella no podría soportar la idea de luchar contra ellos.

Pero no estaba segura de poder soportar la idea que no estuvieran pensando Pero no estaba segura de poder soportar la idea que no estuvieran pensando. Que no significaba nada para ellos, que lo que había pasado en su habitación era tan insignificante que acabaran acurrucados y dormidos.

Entonces, ¿qué estaban haciendo? ¿Gritándose? ¿Hablando? ¿Durmiendo? ¿Se habían vuelto el uno hacia el otro después que ella se había ido y comenzado a tocarse mutuamente, haciendo el amor?

Ese pensamiento era demasiado para su cuerpo sobrecalentado. Sus caderas se movieron bajo la sábana otra vez y esta vez no luchó.

No se había molestado en ponerse las bragas antes de subir a la cama y apagar la luz, por lo que no existía barrera entre sus dedos y la piel caliente, resbaladiza de su coño. En su cabeza vio la cara de Caleb otra vez, sintió que su mano entre sus piernas en vez de la suya. En su mente, sintió los labios de Kerrick en ella, su mano en su trasero.

Se acarició el clítoris ligeramente, tratando de mantener a raya su placer para que la fantasía pudiera crecer y profundizar en su mente. Kerrick no la apartaría de esta nueva fantasía, una vieja fantasía, en realidad, pero con una nueva dimensión ya que había sentido su piel contra la de ella.

En vez de eso él la levantaba y la ponía en la cama. Y Caleb, en vez de simplemente observar, se acercaba a ellos. Los dos hombres se besaban, entrelazando sus lenguas, mientras que ella se inclinaba lo suficiente como para desatar los vaqueros de Kerrick y tomar su dura polla en su boca.

Lo probaba, sorprendida por la sensación de sostenerlo entre sus labios, mientras que Caleb se agachaba para acariciarla. Sus dedos, los dedos que ella fingía jugaban entre sus piernas, apretando su clítoris suavemente, tirando de sus labios resbaladizos, deslizándose alrededor de su entrada. En su fantasía, Kerrick se inclinaba para acariciar su pezón y eso fue demasiado.

Quería retrasarlo, quería que la fantasía fuera más allá. Pero no podía. Estaba demasiado abrumada, demasiado caliente, demasiado necesitada. Sus piernas se extendían tan abiertas que creyó que su pelvis podía romperse, sus caderas se levantaron imposiblemente altas desde la cama y se corrió. Fuerte, con su boca abierta en un grito que no podía expresar y sus tacones hundiéndose en el suave colchón.

(23)
(24)

Capitulo 4

Las mujeres jóvenes eran horribles para guardar secretos. Incluso cuando podían mantener su boca cerrada, sus cuerpos las delataban. Cada movimiento realizado por Mercy, cada paso, incluso la forma en que sus dedos permanecían en la manga de seda de una blusa nueva mientras revoloteaba nerviosamente en torno a la planta baja del centro comercial, la llevaba lejos. Las furtivas miradas que lanzaba hacia el guardaespaldas de la manada Orión confirmaban su lujuria culpable.

Pero era el aspecto caliente de los dos hombres, Kerrick y Caleb, lo que hizo que cierta figura determinara que había llegado la hora de tomar medidas contra la puta de Artemis. No podía permitir que atrajera a dos hombres buenos a una tríada de pecado.

¿Quién podría decir si terminarían en una tríada? Las mujeres de la manada Artemis habían sido conocidas por tomar hasta cuatro y cinco maridos. Eran una raza de prostitutas y putas esclavas y merecían el genocidio que había caído sobre ellos. Merecían ser borrados de la tierra por completo.

Sin embargo, el resto de la manada Orión parecían conformarse con que este tipo de cáncer creciera y se enconara en medio de ellos. Incluso les gustaba la chica. La figura observaba desde la distancia como Mercy se echó a reír con las otras mujeres jóvenes de la manada y contestó una llamada de su madre adoptiva llamada de su madre adoptiva a sus preciosos hijos.

Pero Mercy no era una hija de Orión. Era una hija de la maldad. Una maldad que pronto sería castigada.

Caleb asumió que nada podría ser peor que observar las compras de Mercy. El modo en que alisaba con dedos curiosos la tela le provocaba un picor en la piel, celoso del afortunado artículo de ropa que estaba bajo su mano. Viéndola surgir de un vestidor en un apretado vestido negro o incluso en un par de perfectos y ajustados vaqueros y una camiseta sin mangas, lo que mostraba su saludable y estilizado cuerpo, era suficiente para ponerlo duro. E imaginarla desnuda en el vestuario a unos pocos metros, desnudándose entre los trajes, fue casi suficiente como para hacerle abandonar su puesto e ir a ella.

Había fantaseado con derribar la puerta y tomarla contra la pared del vestuario tantas veces que había tenido que poner su cuerpo detrás de un mostrador de ropa con el fin de ocultar su evidente excitación. En cada versión del apareamiento, el sexo había sido más y más caliente. Y en cada versión, Kerrick había llegado a la escena tal como lo había hecho la noche anterior. Excepto que esta vez, Kerrick no los detuvo, se unía, empujando su polla en el culo de Caleb al igual que Caleb penetraba a Mercy por primera vez.

Las imágenes mentales habían sido suficientes para que Caleb estuviera fuera de sí.

Y dudaba que Kerrick estuviera mucho mejor. Especialmente ahora, sentado justo en la mesa donde Mercy estaba tomando un filete pequeño, espárragos y patatas alevines.

Su compañero siempre había tenido un poco de fetiche con la comida. Él había confesado desde el principio de su relación que le encantaba ver a Caleb comer, que la forma en que Caleb deslizaba un tenedor en su boca o lamía un poco de azúcar que estaba fuera de sus labios lo ponía duro.

Eso hizo que Caleb se preguntara...

Kerrick únicamente saltó un poco cuando Caleb se inclinó y rozó casualmente su mano contra la erección de Kerrick bajo el mantel. Sí, lo suficientemente duro como para hacer añicos el cristal.

(25)

- Viendo si estas tan encendido como pensé que estabas. - Caleb se permitió una pequeña sonrisa mientras retiraba su mano y regresó a cortar su propia carne. - Me pregunto ¿en qué estado estarías si estuviera comiendo un cono de helado?

- No hay nada gracioso en todo esto, Caleb. - Kerrick frunció el ceño, pero no quitó sus ojos de Mercy. Que estaba deslizando un delicado tallo verde en su boca. Espárragos, no era el más erótico de los alimentos, pero Caleb sabía que eso no le importaría a su compañero. Era la forma en que Mercy lo deslizaba sensualmente en su boca, disfrutando de uno de los placeres de la carne lo que volvía loco a Kerrick. -Tenemos que poner fin a esto.

- ¿Y cómo vamos a hacerlo?, - preguntó Caleb, su sonrisa desvaneciéndose.

Él y Kerrick no habían hablado de lo que había sucedido con Mercy. Habían evitado el tema deliberadamente durante todo el día. Eso hizo que Caleb estuviera dudoso. ¿Estaba Kerrick hablando de poner fin a sus fantasías mutuas? ¿O bien de poner fin a su unión como compañero guerrero? Incluso después del paréntesis abrasadoramente caliente que habían compartido antes de acostarse la noche anterior, Caleb no estaba completamente seguro.

- Vamos a llamar a los ancianos de la manada y decirles que te has puesto enfermo y pedir que envíen dos guardias de reemplazo. Podemos estar de regreso en nuestra cabaña mañana por la tarde. Vamos a poner todo esto detrás de nosotros, pretender que nunca pasó.

Caleb respiró un poco más fácilmente. Kerrick parecía haberle perdonado su debilidad. Pero entonces, eso no sería difícil cuando su compañero compartía la misma. - Eso no va a resolver el problema. Ella estará en casa al final de la semana. ¿Qué haremos entonces?

- Ignórala. - La voz de Kerrick tenía una nota de tristeza.

- Nos ha estado observando, - susurró Caleb en voz baja, - subiendo al árbol que está fuera de nuestra ventana del dormitorio para ver.

Kerrick maldijo. - Está loca. - Sabes que no, - dijo Caleb. - Ella es salvaje.

- Absolutamente. - Caleb atrapó los ojos de Kerrick, no se sorprendió al ver la admiración en la mirada de su compañero. Kerrick era salvaje, de corazón, a pesar que años de jugar según las reglas le habían hecho un poco rígido. - Y determinada.

- Y hermosa.

Caleb no sabía si estar emocionado o aterrado que pareciera que la resolución de su compañero se estuviera debilitando. Kerrick era el lógico de su relación. ¿Qué pasaría con ellos si perdían la cabeza?

- Y ella quiere ser nuestra, - dijo Caleb. - Eso no es posible. Sabes que no lo es.

- Lo sé. - Lo sabía, pero aún así... todavía. - Pero tal vez podríamos... sólo por una noche. - Una noche que la arruinaría para su verdadero esposo.

Ahora era el turno de Caleb para fruncir el ceño. No quería pensar en el verdadero marido de Mercy, no quería pensar en las manos de otro hombre en la muchacha que estaba empezando a considerar como suya. A menos que fueran las manos de Kerrick, por supuesto.

- A menos que... - La voz de Kerrick se fue apagando mientras negaba con la cabeza. - Pero yo no creo que pudiera hacerlo.

Referencias

Documento similar

O Campus do Mar, proxecto liderado pola Universidade de Vigo e no cal tamén participan as da Coruña e Santiago, xunto co CSIC, o Instituto Español de Oceanografía e outras

Este libro intenta aportar al lector una mirada cuestiona- dora al ambiente que se desarrolló en las redes sociales digitales en un escenario de guerra mediática mantenido por

o esperar la resolución expresa" (artículo 94 de la Ley de procedimiento administrativo). Luego si opta por esperar la resolución expresa, todo queda supeditado a que se

- Un curso formativo para los técnicos de laboratorio de la UPV sobre la prevención de los residuos en los laboratorios, que se llevará a cabo los días 23, 24, 25, 26 y 27

aprovechar mejor el agua, también comenzaremos a plantar productos que no necesiten tanta agua, así.. tendremos más para nuestro

fortalecer el movimiento de la Reforma en Alemania. Los príncipes pidieron a Carlos que en su ausencia cada príncipe pudiera interpretar el Edicto de Worms según dictaba su

Quizás tengas muchas ideas nuevas, quizás las situaciones sean demasiado desconocidas para ti, quizás te falta información para poder decidir, en todas ellas la solución es

Reglamento (CE) nº 1069/2009 del parlamento Europeo y del Consejo de 21 de octubre de 2009 por el que se establecen las normas sanitarias apli- cables a los subproductos animales y