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Academic year: 2017

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VIA CHRISTI

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PÓRTICO

LA humanidad moderna, engreída en el tiempo, tiene que hacer, urgentemente, un curso de eterni-dad. Y el poeta debe ser su profesor. Porque para redimirla, él, y sólo él, puede ser héroe en el sentido car-lyleano, con su triple carácter de santo, sabio y artista. Y porque el bien, la verdad y la belleza, las tres pe-rentorias necesidades del mundo, —que en el fondo son una sola,— tienen en él su gestor natural, su ge-nuino campeón.

La humanidad, ahora, busca su felicidad en el tiempo, solamente en el tiempo. Y, en el afán de hallarla, se ha engolfado en un dédalo de placeres frenéticos, de realizaciones mecánicas, de intereses. crematísticos, de logros momentáneos, en que pierde toda noción de grandeza augusta, desdeña todo propósito suprate-rreno y desdice de su racionalidad.

Por eso, en lo filosófico, se desentiende de todo interés espiritual y vive la tragedia de sentirse atraída por teorías contradictorias y falsas, ninguna de las cuales reporta la solución para el gran problema moral del mundo. Así, olvidando a Jesucristo, se torna locamente optimista al seguir a Darwin, a Spencer, a Haeckel, a Nietzsche, a quienes la inducen a creer que se mueve en una parábola ascendente, inconmensurable, para llegar evolutiva y necesariamente a la perfección absoluta, a la deificación. Pero cuando se convence de su pecabilidad, más aún, de su perversidad ante el horror de las guerras mundiales; cuando ve borrarse la curva ascendente del progreso entre las ruinas amontonadas por el choque de los intereses en pugna, se hace pe-simista, desgarradoramente pesimista con Freud, con Sartre, con quienes, según la afirmación de Sheen en su profundo estudio sobre estas oscilaciones pendulares de la mentalidad moderna, la hacen creer que el sexo es el único motor de ella y que la muerte es su única finalidad.

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Circunscrita dentro de la materia deificada, vive apresuradamente, en sus afanes de progreso mecánico y de placer hedonista, insensible a los grandes estímulos metafísicos. Y ha convertido la naturaleza rebelde en esclava humilde que le obedece sus despóticos mandatos y la complace hasta en sus menores caprichos. Eso está muy bien en cuanto que con ello define su realeza sobre el mundo. Pero al desplazar su actividad frenética desde el plano serenamente racional, hasta el brutalmente biológico, merece aquello de Wells: "Se parece a un solitario simio que anda en automóvil, aterrorizado por su éxito desproporcionado".

La ciencia y la técnica culminan ya en realizaciones que, como el desencadenamiento de la energía nu-clear, superan nuestras esperanzas y nos brindan insospechadas posibilidades, pero nos horrorizan a la vez. Nuestros instrumentos de trabajo y de combate, hoy por hoy, son superiores a nuestra excelencia moral y más fuertes que el amor que nos une. Por eso debemos avanzar muchísimo en nuestra espiritualización, en nuestra cristianización, antes de usar tan formidable maquinaria.

Somos admirables, pero no envidiables; poderosos pero tristes... En todas partes, a toda hora, no es-cuchamos nada distinto de esta cantinela: revolución, reacción, deportes, cemento, es decir, en el sentido monista de Buckner, materia, materia, material! -.. Nuestra vida se ha tornado asordadora, vertiginosa, ma-reante, como si la naturaleza esclavizada se vengara de nosotros en esta forma comunista. Porque uno de los tormentos de la tcheka contra sus víctimas era el de obligarlas a oír día y noche el himno soviético, gra-bado en un disco. Los presos más resistentes se enloquecían o se idiotizaban en setenta y dos horas. Es nuestro caso!

Al mirar la tierra, sufrimos la misma impresión del Padre Marchal al contemplar a Londres desde la cú-pula de San Pablo y ver la urbe "envuelta en bruma y humo y denunciada apenas por una especie de gemido sordo y monótono", en que se mezclaban los largos padecimientos y los cortos placeres de la muchedumbre.

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Nos agitamos sórdidamente dentro del universo físico, al modo de esos insectos que, en la termitera descrita por Maeterlink, nacen y mueren dentro de su tenebroso antro, del cual apenas se escapan los ala-dos por los estrechos resquicios, en busca de la luz. Sólo que entre nosotros son poquísimos los que poseen alas, y es el poeta quien debe darlas a los demás.

Pero es de creer que el cálculo fenicio, el criterio utilitario que confía en los medios materiales y no en el sentido moral para el éxito en la acción, se irá desacreditando por sus desastrosas consecuencias. Para ello se impone un proceso de psicoterapia, más urgente hoy cuando la luz es cada vez más exigua. En el Mi-serere de la Capilla Sixtina, dice Marchal: " a cada estrofa que se canta se apaga una vela. El canto continúa llorando, más triste a medida que la oscuridad va siendo más profunda. Después, cuando todos los resplan-dores se han desvanecido, una voz. canta sola, brillante y pura. Feliz el que se pone en estado de oír, para ser consolado en sus tinieblas, la voz de la esperanza".

Esa voz, en la procelosa oscuridad contemporánea, debe ser, tiene que ser la del poeta, como apóstol, como sabio, como artista.

Cuando Teseo penetró en el Laberinto de Creta, donde tantos exploradores se perdieron para siempre, llevó consigo el ovillo de Ariadna para desenvolverlo a medida que avanzaba en las inextricables galerías y enrollarlo para salir de ellas. Por eso recorrió aquellas lóbregas encrucijadas y regresó indemne después de matar al Minotauro. Y hoy cuando la humanidad se interna en un laberinto donde las complicaciones de la vi-da sin objetivo sobrenatural vi-dan la impresión de una vorágine que nos traga, el ideal cristiano es la única cuerda salvadora que hemos de seguir. Y es el poeta quien debe desenvolverla y enrollarla, como lazarillo de la humanidad.

Por algo dice Valencia:

Sólo el poeta es lago sobre esto mar de arena. Sólo su arteria rota la humanidad redime.

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LUIS GUTIERREZ

Cantor de Jesucristo

LUIS Gutiérrez, poeta antioqueño, una de las glorías literarias de esta porción de la patria no obstante su

modestia, coronada ya luminosamente una etapa notable de su vida, ha templado su lira, muy apreciada por sus acordes cadenciosos, para entonar con lengua enamorada, corazón desbordante de sentimiento y mente inspirada, en su obra "Vía Christi", un himnario de sonetos perfectos, rotundos y armoniosos a la gloria de Dios y a la grandeza de Jesucristo.

Empieza con una invocación a María, madre de Jesús, como auténtico cristiano, para que ella le mues-tre y le ilumine el camino. Porque anhela "buscar a Cristo, como en largo vuelo busca el alción la paz de los ribazos". Luego, en 16 preciosos sonetos, bellamente denominados y bruñidos, ve a Dios en todo, como mís-tico de la mejor escuela. Ya dijo San Juan de la Cruz: "Mil gracias derramando, pasó por estos setos con pre-mura. Y yéndolos mirando, con sólo su figura vestidos los dejó de su hermosura".

Luis Gutiérrez se extasía en la contemplación de la naturaleza, principalmente en la lejana luz de las constelaciones y en el concierto acompasado de los mundos. Las mariposas multicolores que vuelan como flores aladas en la libertad de los cielos; las aves canoras, los riscos y los montes, la curva del iris, todo cuanto hermosea el universo le inspira un canto al Creador. Porque, como bellamente dice, "cansado de vivir en prosa, leo sencillamente, sin esfuerzo, hasta en el ala de una mariposa el poema total del universo".

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El poeta dedica después 5 magistrales sonetos a la Divina Eucaristía, que es su devoción predilecta a juzgar por su elevada entonación y por la persistencia en el tema y en las alabanzas. Abundan en ellos arranques soberanos, como éstos:

"Aunque en la Eucaristía te escondiste, yo, Señor, te encontré en la Eucaristía. Y aunque todo lo puedes, no pudiste hacerte sordo a la plegaria mía.

Porque la fe, la llama, que encendiste dentro de mí, me ilumino la vía

para buscarte siempre, hasta que fuiste preso en mí pecho, como yo quería.

Y cuando estremecido en el encanto de hallarte en la hostia, desborde mi llanto

y me purifiqué para abrazarte,

viniste a mí tan amorosamente,

que yo, aunque débil, me hice omnipotente, omnipotente sí, para adorarte".

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Luego consagra otros 16 sonetos a la infancia, la adolescencia y la juventud del Hijo de Dios, desde la anunciación hasta el bautismo. Un formidable aletazo poético se siente en todos ellos, como en ése en que alaba a la luna porque iluminó el sendero del Dios infante en la desolación del desierto, hacia Egipto, y acaba por definirla como "la limosna de luz que arroja el cielo a las manos oscuras de la tierra".

Después canta en 21 sonetos la vida del Salvador, desde su bautismo hasta la hora tremenda de su agonía en el huerto. En ellos tiene muchas estrofas como ésta del Sermón de la Montaña: "Amad a quien os odia. Es necesario, si anheláis en mi reino estar conmigo, abrir el corazón como un nectario para que beba miel vuestro enemigo".

Y de aquí hasta que muere, "mientras se oye en la tierra el llanto de los cielos, y en los cielos el llanto de la tierra", junta 16 sonetos más, varios de ellos destinados a exaltar con alientos de esperanza redentora la crucifixión del Maestro Divino, que volverá desde la oscura noche del sepulcro a encender en un derroche de luz, "su aurora eterna sobre el mundo". Entre estos sonetos, agrupados bajo el título común de "Plenilu-nio", hay dos, llamados Tesis y Antítesis el uno y Síntesis el otro, que son dignos, como muchos de ellos, de la mejor antología, porque su originalidad es muy difícil en estos temas bíblicos, tan trillados ya por los poe-tas de todo el mundo.

Tiene, por último, varias poesías polimétricas, que son un primor, como Poeta, Los Arboles, Girasol, Panmorpho y El Amor.

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El Evangelio es el libro por excelencia, no sólo por su carácter y su inspiración divina sino por su con-tenido: la vida de Jesucristo y sus enseñanzas. Muchos se apasionan por las biografías de los caudillos ilus-tres, pero olvidan la del Héroe Divino. Pensar que hay católicos que están muy al tanto de la historia de los grandes hombres y que ni una sola vez han leído por entero la del Dios-Hombre! El que no conoce el Evan-gelio ignora el tesoro que pierde. Rousseau decía: "La majestad de las Escrituras me asombra. La santidad del Evangelio habla a mi corazón. Ved los libros de los filósofos con toda su pompa. Qué pequeños son al lado de éste!"

Por eso, cuando se quiere seriamente escuchar los latidos del corazón del hombre, como dice un sa-bio, de ese viejo corazón inmortal, cuyo ritmo profundo y misterioso, en todas las latitudes y en todos los si-glos, es acompasado siempre por las mismas energías; todas las veces que se quiere escuchar los latidos del corazón humano, con seriedad, es preciso siempre buscar a Cristo.

Esto ha hecho el poeta Luis Gutiérrez en este libro admirable, "Vía Christi". Y ha sido recompensado, porque su talento poético ha encontrado nuevos e inspirados pensamientos, sonora entonación y majestad divina.

HUMBERTO BRONX.

DEPRECACIÓN

Oh María, Orientadora!

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Tú que indicas las rutas misteriosas a las estrellas, al incienso leve, a los ciclones, a las mariposas, al universo que hacia Dios se mueve,

indícame la mía, porque anhelo buscar a Cristo, como en largo vuelo busca el alción la paz de los ribazos.

Buscar a Cristo! Y si a mi espalda rugen los huracanes, ojalá me empujen

para llegar más pronto hasta sus brazos!

Galope de los Mundos

SEÑOR! Los astros, en veloz carrera, avanzan hacia Ti, Dios soberano, al ver desde la cósmica pradera la paternal llamada de tu mano.

Sólo la humanidad quedó a la vera del camino, a la sombra del manzano fatal, mientras retumban por doquiera tus tristes gritos al llamarla en vano.

Y yo, perdido entre los orbes, quiero correr con ellos y llegar primero a tus brazos, Señor. Y en mis profundos

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la triunfal emoción de haber dejado muy atrás el galope de los mundos.

ORIENTACION

Embajador del Firmamento

EL universo, que en tus manos gira, es anchuroso. Pero lo he medido, como el sinsonte que al cantar remira las amplias dimensiones de su nido.

Por eso ya su inmensidad me inspira para elevar el canto enternecido, que sube como el eco de una lira a descargar su música en tu oído.

Y por eso, ante el mundo turbulento, soy el embajador del firmamento: para gritarle las verdades bellas,

que, aunque tan repetidas por tus labios, ignoran todavía nuestros sabios

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El Poema en el Ala

EL cosmos me revela en cada cosa, —en el peñasco, en el estanque terso, en la curva del iris, en la rosa,— toda tu inspiración, como en un verso.

Y yo, cansado de vivir en prosa, leo sencillamente, sin esfuerzo, hasta en el ala de una mariposa el poema total del universo.

Y me lo aprendo, misteriosamente publicado en un risco, en una fuente, en un pétalo, en la hoja que resbala...

Y me eternizo en la emoción suprema de recitarle al mundo tu poema, sintetizado en el temblor de un ala.

Primeros Rastros

YO, atraído una vez por el señuelo de las filosofías engañosas, no vi brillar tus rastros en el cielo

y en la tierra: en los astros y en las rosas.

Y después recorrí —por el anhelo

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Y te busqué en los átomos que vibran y en los dos hemisferios que equilibran la balanza del orbe. Y al momento

te encontré afuera, en la extensión del mundo, y adentro, muy adentro, en lo profundo de mi ser: en mi propio pensamiento.

Aterrizaje Universal

YO tan sólo llegaba hasta el lucero con las turbias pupilas de la ciencia; mas la fe me demuestra que primero que los astros fulgura tu existencia.

Y me indica el sagrado derrotero por donde tú, con sabia providencia, vas empujando el universo entero, en los alardes de tu omnipotencia

Por eso ahora, al complacer mi anhelo, siento la inmensidad lanzada al vuelo hacia mí, por tu mano prepotente.

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Vidas Sincronizadas

YA logré, con un claro silogismo que no flaquea por ningún sofisma, probar con creces el paralelismo de tu existencia y mi existencia misma.

Y que en un misterioso paroxismo, como el del sol en lóbrega marisma, fulges en las tinieblas de mi abismo como la luz en el cristal del prisma.

Y que tu vida está sincronizada con mi vida, como la llamarada con el aceite que arde en la linterna.

Y que, fundidos en abrazo puro, seremos, en la noche del futuro, fuego y aceite en unidad eterna.

Ideas y Estrellas

CRUZAS la inmensidad. En la serena noche de luna efundes tu sonrisa, y un lucero a los otros se encadena en cada punto que tu planta pisa.

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te voy siguiendo como la falena sigue a la antorcha en cuya luz se irisa.

Y cruzas las regiones del espacio, como un emperador en su palacio. Y al imprimir en la extensión tus huellas,

haces brotar, en surcos de portentos, al cielo estrellas como pensamientos, y a mi alma pensamientos como estrellas!

La Voz Distante

YO suspendo una lira en mi sereno hogar, y una profunda resonancia vibra en su fondo al reventar un trueno o vibrar otra lira en la distancia.

Y elevo el corazón, y entre su seno repercute también, por consonancia, tu voz distante, oh dulce Nazareno!, como el eco en la lira de mi estancia.

Y vibra en él, como en sensible antena o en frágil caracol donde resuena la voz del mar con melodioso acento,

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HALLAZGO

El Escondite Transparente

AUNQUE en la Eucaristía te escondiste, yo, Señor, te encontré en la Eucaristía, y aunque todo lo puedes no pudiste hacerte sordo a la plegaria mía.

Porque la fe, la llama que encendiste dentro de mí, me iluminó la vía

para buscarte siempre, hasta que fuiste preso en mi pecho, como yo quería.

Y cuando, estremecido en el encanto de hallarte en la hostia, desbordé mi llanto y me purifiqué para abrazarte,

viniste a mí tan amorosamente,

que yo, aunque débil, me hice omnipotente, omnipotente sí, para adorarte!

La Diminuta Inmensidad

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Y al recibir, en sacrosanto rito, la hostia, tan diminuta en apariencia, siento en mi estrecho corazón contrito la augusta inmensidad de tu presencia.

Y por su influjo tengo el poderío para triunfar con impetuoso brío en el furor de mi batalla interna,

y al modo de los grandes capitanes, regir una cuadriga de huracanes en mi entrada triunfal a la Urbe Eterna.

El Divino Banquete

EN tu banquete, en el momento santo en que tu alma confluye con la mía, somos un mismo ser en el encanto indeficiente de la Eucaristía.

Y lloramos de amor un mismo llanto en un mismo arrebato de alegría, como el espicanardo y el acanto lloran rocío al despuntar el día.

Porque tú, Rey Divino, un gozo inmenso me das en mi dolor humano. Y pienso que, a pesar de mis culpas y mis penas,

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porque ningún arcángel ha tenido tu sangre borbotando entre las venas.

Las Bodegas Sacras

TE contemplo, Señor, en estos prados ubérrimos del mundo, cuando riegas tu simiente sagrada en los collados y en los fértiles valles y en las vegas.

Y cuando, ya maduros los sembrados, siegas el trigo y los viñedos siegas, por tener pan y vino almacenados para la humanidad en tus bodegas.

Y cuando haces del pan tu cuerpo mismo y del vino tu sangre, en un abismo de misterios que no explican los sabios.

Y cuando, al recibir la hostia bendita, tu abrumadora eternidad gravita

sobre el tiempo en la pulpa de mis labios.

El Aleteo Angélico

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Y sería dichoso, y viviría musicalmente bajo el aleteo de los ángeles, y recibiría tu mensaje de amor en un orjeo.

Porque la eternidad de tu doctrina cabe toda en la nota cristalina y fugaz de un sinsonte en la mañana,

cuando el sol "finge una hostia en el oriente", y la hostia finge un sol resplandeciente que va emergiendo en la conciencia humana.

Desde el Monte Celeste

EN tu afán eucarístico, a la hormiga enrumbaste a las vegas y los llanos a traernos, feliz en su fatiga, el trigo primordial desde tus manos.

Y sobre el mundo se curvó la espiga que volcó su depósito de arcanos para dar tiernamente a la mendiga humanidad el oro de sus granos.

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misteriosas, alegre en su trabajo, el insecto minúsculo nos trajo

la inmensidad temblando en sus antenas.

Siguiendo a Cristo

JESUS! Cuando iracundo hinqué la espuela en el ijar del huracán, y ardido

de coraje asalté la ciudadela de la humanidad y fui vencido,

despedacé la espada y la rodela para seguirte, de tu amor urgido, como el insecto trémulo a la vela para ser en sus llamas consumido.

Y te sigo a las puntas de la estrella de los vientos, besando cada huella de tus pies. Porque así, Padre querido,

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ALBORADA

El Mundo en la Rosa

YA el arcángel, en un grandioso vuelo, bajó a la tierra y le anunció a María que, como el polen en el asfódelo, el Verbo en sus entrañas gestaría.

Y ella, sumisa ante el divino anhelo, se abrió, como la flor de la alquería, al rubio polen que cayó del cielo a su cáliz, según la profecía.

Y dio ese fruto en que el amor divino unió al dolor humano, y el destino

de Dios unió al del hombre. Y fue la hermosa

flor en que se adormece el universo, como una mariposa que en su esfuerzo llegase a descansar en una rosa.

El Cielo por un Taller

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fulge el reflejo de lejana estrella.

Y dejando el Empíreo, humildemente bajaste al mundo, en pos de la doncella, a cambiar tu mansión resplandeciente por un taller, para encarnar en ella.

Y cuando naces, tembloroso y tierno, bajo las frías nieblas del invierno que blanquea de nieve los ribazos,

ella te abraza y llora al bendecirte, pero tú le sonríes al sentirte

más Dios en la ternura de sus brazos.

Los Astros Complacidos

SEÑOR! Antes de todo cuanto existe, la contemplabas abstraído en una beatitud inefable, y presentiste su dolor ante el frío de tu cuna.

Y, para amarla más, la concebiste sumida en un silencio de laguna, y misteriosa y vagamente triste ante la humanidad, como la luna.

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sientes, ante los astros complacidos, la eternidad y el tiempo resumidos en la gozosa plenitud de un beso.

Carga de Fulgores

EN el portal, los rústicos pastores te dan leche, polenta, miel y lana, en tanto que los ángeles cantores te dan himnos de paz en la mañana.

Y yo, Niñito, para que no llores, te doy mi vida como pompa vana de jabón que se carga de fulgores y navega en los vientos por liviana.

Te la doy, Jesús mío, porque anhelo darte siquiera un poco de consuelo. Y porque, ante el desdén de los humanos,

quiero que juegues con la leve pompa de mi existencia, hasta que se rompa en la misericordia de tus manos.

Renglones del Desierto

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se fragmentó sobre los jaramagos florecidos en torno de la gruta.

Y la mirra te dan, de olores vagos, y el incienso, de lánguida voluta, y el oro, fulgurante en sus amagos de hacerse sol en la caverna bruta.

Y al tornar a sus reinos milenarios, con las pisadas de sus dromedarios, bajo la noche azul, en rumbo incierto,

trazan, para leerlos las estrellas, los borrosos renglones de sus huellas en las páginas grises del desierto.

El Sol en Trizas

MARIA y José caminan por la senda, contigo, rumbo al templo. El buen anciano trae tan sólo, de la pobre hacienda, dos tórtolas dormidas en su mano.

Y sonríen al darte como prenda

de amor a Dios, mientras allá, en lo arcano, El sonríe feliz, porque la ofrenda

eres tú, tan divino y tan humano.

(26)

al presentir la cruz de tu tormento.

Y tus lágrimas brillan en la sombra, como si el sol, con ímpetu que asombra, saltara en trizas desde el firmamento.

Semilla Primordial

SEÑOR! Allá los niños inocentes caen bajo el furor de la cuchilla que esgrimen los esbirros inclementes de Herodes en Belén. Son la semilla

primordial que revienta en las vertientes ubérrimas del mundo, mientras brilla la espigación geórgica, y tus gentes siegan la mies para empezar la trilla.

Quizás ignora el mísero tirano que de la pequeñez de cada grano la inmensidad de las cosechas brota,

y que el trigal que arruina se renueva, porque la savia del martirio lleva tu omnipotencia actuando en cada gota.

Cortando el Universo

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regiones donde, en ámbito tranquilo, las pirámides multimilenarias cortan el universo con su filo.

Al tetrarca, de manos sanguinarias, prefieres el monstruoso cocodrilo que asecha entre las ondas silenciarias a quienes cruzan el caudal del Nilo.

Y tus huellas --- renglones del desierto--- son la elegía gris del mundo muerto que concretó en la Esfinge su tristeza.

Y Tú, tan débil ante los escombros, sientes ya gravitar sobre tus hombros el mundo nuevo que contigo empieza.

Lágrima de la Naturaleza

Ahora la luna en la extensión callada Del desierto difunde su belleza Y hace sentir lo interior de cada corazón un impulso de grandeza.

Y es más azul, más honda tu mirada ante el dolor cristalizado de esa lágrima refulgente congelada en el rostro de la naturaleza.

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una gota de llanto de la Esfinge, en que el arcano universal se encierra;

O, concreción de amargo desconsuelo, la limosna de luz que arroja el cielo a las manos oscuras de la tierra.

El Galope del Sol

VUELVES a Nazareth. Y ante la tropa de los otros chiquillos, juguetones, sonríes al correr de tu garlopa sobre la tosquedad de los tablones.

En tu espejada sierra el sol galopa cuando estás aserrando los cuartones, y el aserrín, al sacudir tu ropa,

luce en el aire sus irisaciones.

Porque al cetim, al cedro, al sicómoro, arrancas finas polvaredas de oro bajo las dentelladas de la sierra.

(29)

Ante los Ruiseñores

EN el taller, ante los ruiseñores que vienen a cantarte en la ventana, alzaste, sudoroso en tus labores, el escabel que hiciste en la semana.

Y lo llevas, ardido en los rigores del sol, para venderlo en la lejana tienda de avaros especuladores que lo revenderán en Ecbatana.

Omnipotente ayer, el universo llevabas en tus manos, sin esfuerzo, como una pluma. Y hoy, en mis asombros,

te veo ejercitarte con el mueble, para llevar, escuálido y endeble,

la dura cruz sobre tus blandos hombros...

El Buen Patriarca

JOSÉ, para los castos labradores, torna en lechos nupciales la madera que monte fue bajo cuyos verdores entre cada cubil nació una fiera.

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frente en invierno y alma en primavera.

Y sigue y sigue sus faenas diarias. Y eleva al cielo férvidas plegarias: porque, sumido en sus afanes bellos,

al ir labrando las maderas brutas hace saltar las trémulas virutas como una catarata de destellos.

Visión Onírica

COMO te quiere tanto el Buen Patriarca, nadie logra que el ánimo recobre cuando piensa que en toda la comarca no hay un niño tan solo ni tan pobre,

y cuando toda tu misión abarca al verte triste, reclinado sobre

dos maderos en cruz, mientras se encharca en tus ojos la lágrima salobre.

Pero al dormir se regocija en una onírica visión, bajo la luna:

de tantos lechos, en tropel sonoro,

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Revoloteo de Estrellas

Y MARÍA, la Virgen nazarena, en la heredad cultiva con esmero, para el parco yantar, una colmena colgada en el taller, bajo el alero.

Y goza al encontrarla siempre llena de miel mejor que la de Hibla. Empero, no ve cruzar la atmósfera serena ni una abeja en trabajo lisonjero

Y piensa y piensa; pero no se explica el milagro de hallar la miel más rica donde no hay del enjambre ni las huellas,

hasta que ve, una noche de desvelo, que en torno al colmenar, con miel del cielo, están revoloteando las estrellas.

Olas de Corderos

Rosa de Nazareth! En tu retiro, me parece, al sentir tu casto aroma, que por el aletazo de un suspiro reventara el cristal de una redoma,

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para poder, cuando la luna asoma, descifrar los renglones que en su giro traza en la inmensidad una paloma,

y de la tierra ante el horrendo drama explicar a los pueblos el programa de paz que les ofrecen los luceros,

y enseñarles amor a los leones, al encresparse, en vastas extensiones, como en un mar, las olas de corderos..

La Espiral de la Vida

CON tus razonamientos, cristalinos como el tumbo de la ola en la ribera, confundes a los sórdidos rabinos que interpretan la Ley a su manera.

Los confundes, porque con tus divinos preceptos del amor, —ya sin frontera,— abres a las naciones los caminos

para llegar hasta tu primavera.

Los confundes, porque ellos estancaron el pensamiento y lo petrificaron

entre un círculo angosto, sin salida,

(33)

en la espiral inmensa de la vida.

Bajo las Alas del Paráclito

YA del Jordán en la corriente pura emerges, adorable en tu decoro, marmóreamente blanco, en la tersura de las ondas, al pie de un sicómoro.

Juan derrama en tu espléndida hermosura el agua bautismal, y en el sonoro

remanso se refleja tu blancura como en espejo marginado de oro.

El Padre Eterno, con la omnipotencia de su voz, te proclama, por esencia, único Hijo de su amor fecundo.

Y el Paráclito baja desde el cielo, y extiende, en la grandeza de su vuelo, la amplitud de sus alas sobre el mundo.

MERIDIANO

Un Lucero Licuado

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de la añosa bodega el vino tierno.

—Hijo! Ya están las ánforas vacías, dice la Virgen. Y al amor eterno le debes dar, para sus alegrías, mucho vino, más suave que el falerno.

Y transmutas el agua en rojo vino: en un vino espumante, cristalino, que no se acaba. Y la festiva tropa

de convidados a las libaciones, ve fulgurar bajo tus bendiciones un lucero licuado en cada copa.

La Carcajada de las Rocas

Que transmutes las piedras en manjares? Que te arrojes del vértice atrevido de la torre del templo si anhelares descender como un ala sobre un nido?

Qué te da la grandeza de los mares y el orbe todo, de esplendor henchido, si postrado a sus plantas lo adorares como ante el vencedor cae el vencido?

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el desierto, al mirarle, abre sus rocas burlonamente, como grandes bocas que revientan en una carcajada...

La Tristeza Azul

TU templo es ya "una cueva de ladrones" que antes de los litúrgicos oficios venden, en una feria de ambiciones, hasta los bueyes de los sacrificios.

Y tú, con un azote de escorpiones, los fustigas; apagas sus bullicios, y les riegas el oro que a montones destinaban al fausto y a los vicios.

Pero el templo se queda solitario, y apenas se insinúa en el santuario el fulgor de las lámparas tranquilas.

Y tú, sumido en pensamientos graves, resumes la tristeza de las naves en la tristeza azul de tus pupilas.

El Rubor de las Lomas

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mientras fulguran en el horizonte los lampos de un crepúsculo de grana.

Al escucharte, el cruel rinoceronte abreva mansamente en la fontana junto al niño, y la mirla y el sinsonte nada temen del águila, su hermana.

Ante tu honestidad, en el paisaje las neblinas recubren como un traje la desnudez morena de las lomas.

Y las naciones, en tu amor unidas, hacen silencio porque están dormidas en los cuernos del toro las palomas.

La Risa de la Luz

Y DICES: —Vuestro Padre, providente, se complace en oír ruegos prolijos, y jamás os arroja una serpiente si le pedís un pez. Ama a sus hijos!

Subid en pos de mí por la pendiente erizada de cardos y de guijos, para beber en la sagrada fuente que suspira en la paz de mis cortijos.

(37)

bajo la risa de la luz florecen,

y como alegres pájaros que viven buscando sin afán, porque reciben de la mano de Dios cuanto apetecen.

Bajo el Ala de la Brisa

ES el momento vago en que se esfuma el crepúsculo, en lampos diluido, y en su lenguaje abscóndito la bruma habla de paz, de ensoñación, de olvido;

la hora en que nuestro espíritu se abruma de silencios, y ahonda en el sentido de la vida y advierte que la suma de las voces del mundo es el gemido;

la hora en que bajo el ala de la brisa, tan débil ya que ni siquiera riza los estanques, el orbe es un gran nido

en cuyo fondo, en calmas misteriosas, ante el vasto reposo de las cosas se va quedando el corazón dormido...

La Selva de Arreboles

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si anheláis en mi reino estar conmigo, abrir el corazón como un nectario para que beba miel vuestro enemigo.

Si desnudo lo veis, dadle el vestuario, y si hambriento lo halláis, brindadle el trigo, y si os toca la puerta, solitario,

abrid: no le tiréis con el postigo!

Dices. Y en la montaña, allá muy lejos, la luz besa con tímidos reflejos la frente colosal de los peñoles.

Y el sol se esfuma en la distancia roja, como una enorme flor que se deshoja en medio de una selva de arreboles.

De acuerdo con los Ruiseñores

SEÑOR! Por tu doctrina, las naciones pueden labrar los surcos como franjas verdes; mirar las fructificaciones en los densos follajes de las granjas;

prever la madurez de los melones en los granos que gestan en las zanjas, y chuparse las melificaciones

del jugo en el panal de las naranjas.

(39)

vivir de acuerdo con los ruiseñores. Y en vez de los estruendos de la guerra,

escuchar el rumor de los enjambres y la explosión vital de los estambres en todos los vergeles de la tierra.

La Catarata Rubia

N0 me sorprende como al fariseo tu perdón a la hermosa Magdalena, por cumplir tu recóndito deseo de transmutar la ortiga en azucena.

No me sorprende, no, porque te veo exprimir en el mundo tu colmena, y libertar de la carlanca al reo y quitar al esclavo su cadena.

Pero me abismo en la emoción sublime de verla, por la angustia que la oprime, desatar ante ti sus bucles bellos,

(40)

Revolviendo Resplandores

TÚ que al cumplir tus sempiternos planes empujaste los orbes en lo arcano, para girar, en cósmicos afanes, bajo la omnipotencia de tu mano;

Tú, que estallar hiciste los volcanes y arrancaste creaciones del pantano e impulsaste galopes de huracanes en toda la extensión del océano,

revuelves hoy, rodeado de cariños, las suaves cabelleras de los niños ante la castidad de los viñedos.

Y sonríes al paso que te alejas, al ver resplandecer unas madejas de oro en la ternura de tus dedos.

El Orbe, Poeta

JESUS! El orbe, al verte recorriendo del valle al cerro, de la aldea al agro, andando sin cesar, yendo y viniendo a pie o a lomo del paciente onagro,

y verte, taumaturgo, bendiciendo

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para cada dolor algún milagro

sus potencialidades alborota en esfuerzo vital; concibe y brota, como estrofas de amor, frutos opimos;

eleva un canto de oro en los trigales, e improvisa, al mirarte en los parrales, un jugoso poema de racimos.

Con el Pan Sobrante

SEÑOR! Los cinco panes de cebada y los dos peces partirás en vano. Muy poco son para la gente hambreada, y el yantar de cada uno está lejano.

—Traedlos, y tendréis en la jornada, para darle ampliamente a cada hermano, la escasa provisión multiplicada

bajo las bendiciones de mi mano.

Y a tanta multitud sacias el hambre. Y sobran doce espuertas como fiambre para la humanidad, si se recobra

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Olas de Lana

E NCONTRASTE la oveja descarriada, no entre frondas de dóciles cohombros sino en los matorrales de erizada zarza, entre la aridez de los escombros.

Y vuelves con la túnica rasgada por los espinos, ante mis asombros, pero con la alegría en la mirada y con la oveja díscola en los hombros.

Hoy, Jesús, es mayor tu desengaño, porque huyó del redil todo el rebano. Pero lo buscas, con dolientes quejas,

para reír de regocijo cuando vuelvas de los desiertos empujando las olas de un océano de ovejas.

Abrazando las Estrellas

SEÑOR! Por tus parábolas divinas se toman tan piadosos los humanos, que ya las mariposas peregrinas liban miel en el cuenco de sus manos.

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viven en paz las tiernas golondrinas con los esparavanes, como hermanos.

Porque en ellas les hablas con dulzura de la verdad, del bien, de la hermosura. de la paz... Y al oír cosas tan bellas,

la inmensidad se toma en un gran nido para dormir el hombre confundido en abrazo de amor con las estrellas.

La Luna Enternecida

PEDRO, Santiago y Juan, tus compañeros, te ven resplandecer como solías

resplandecer cuando en los derroteros del espacio los soles encendías.

Y al acercarse a ti por los senderos del Tabor, te oyen, con Moisés y Elias, hablar de lo que dicen los luceros en concordancia con las profecías.

Y al hablar del amor, —fuerza inmanente que empuja el universo eternamente a las culminaciones de la vida,—

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Aplauso del Viento

TE aplaude cariñosamente el viento y te revuelve las guedejas blondas, porque cruzas el mar, a paso lento, sobre el tumulto de las aguas hondas.

Y el palmar, en alegre movimiento, te aplaude con el ritmo de sus frondas, porque fracasa el mar en el intento de hundirte en la bravura de sus ondas.

Y yo también te aplaudo al contemplarte cruzando el mar humano sin ahogarte en sus furores, con poder que asombra:

porque tu amor amansa la tormenta, y las espumas en que el mar revienta se tienden a tus pies como una alfombra.

Página de Arena

MIRA, Señor, la adúltera insolente que con el oro del pecado medra! Hazla morir inexorablemente, según la ley. Su crimen nos arredra.

(45)

les respondes: —Aquél que esté inocente tírele pronto la primera piedra.

Pero, —búhos que vuelven a sus nidos,— aquellos fariseos, confundidos,

se alejan rezongando en sus enojos.

Y ella, feliz, para tornarse pura, se baña en la cascada de ternura que salta del misterio de tus ojos.

El Derrumbe Infinito

DESPIERTA ya, Señor! El viento brama en rededor con ímpetu salvaje, y un nubarrón su cólera derrama sobre tu grey en el horror del viaje.

Y despiertas. Y gritas tu proclama de paz en la violencia del paisaje, y se va serenando el panorama y se va adormeciendo el oleaje.

Y hoy cuando está la humanidad sintiendo en torno suyo el huracán furendo, en bravo mar, bajo la noche incierta,

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Agua Eterna

MITÍGAME la sed, samaritana! Mira mis labios por el sol ardidos, porque no pude hallar ni una fontana en los agrios desiertos recorridos.

En cambio yo te doy, oh buena hermana!, agua eterna de los desconocidos

hontanares del cielo: agua que mana para siempre en mis cármenes floridos.

Y la mujer, aunque dudosa estuvo, rebosa de agua transparente el cubo y te la ofrece por amor bendito.

Y en ese instante de ternura eterna, como un ojo encharcado, la cisterna resplandece en la faz del infinito.

El Orbe es un Nido

ES el momento vago en que se esfuma el crepúsculo, en lampos diluido, y en su lenguaje abscóndito, la bruma habla de ensueño, de perdón, de olvido...

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de la vida, y advierte que la suma de las voces del mundo es el gemido;

la hora en que, bajo el ala de la brisa, tan débil ya que ni siquiera riza

la paz del agua, el orbe es como un nido

donde, hermanado con las mariposas, entre el vasto reposo de las cosas se va quedando el corazón dormido.

Un Trino en Cada Rama

OYE, Señor, las ovaciones de esa multitud que te aclama en el camino, al pasar hacia la urbe tu realeza, humildemente, a lomo del pollino.

Y escucha, en homenaje a tu grandeza, —síntesis de lo humano y lo divino,— cómo al cruzar el monte y la dehesa en cada rama te saluda un trino.

Pero escucha también la voz del viento. que se va dilatando en un lamento y en profunda elegía se convierte:

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CREPUSCULO

Oro Oscuro

JAMAS sufriste tan intensamente

como esta noche, en que tu sangre exudas, al sentir en el mármol de tu frente

atormentada el ósculo de Judas, . .

Y el traidor, satisfecho porque siente frías monedas en sus manos rudas, se hunde en la noche como la serpiente en una charca, entre las aguas mudas.

Pero aunque aprieta y besa su tesoro, no ve jamás el resplandor del oro:

porque —sierpe en el légamo profundo—

todo se entenebrece en su presencia! El crimen le oscurece la conciencia, y la conciencia le oscurece el mundo.

La Augusta Mudez

(49)

Pensó al verte con él la taifa injusta que eras un pajarillo ante el milano, y asumes la grandeza de la adusta águila desdeñosa ante el gusano .

Y el tetrarca, enfrentado a tu mutismo, es la nube fugaz que en el abismo bajo tu resplandor se desvanece;

la hoja seca, el relámpago, la bruma, la brevedad del tiempo que se esfuma bajo la eternidad que permanece.

El Universo Prosternado

LA soldadesca infame, ante el tumulto, te ha fustigado con horrenda saña, y ya bajo el azote y el insulto

tu cuerpo en sangre y en sudor se baña.

Después, gozosa en el escarnio estulto, te da por cetro la irrisoria caña

y se prosterna simulando el culto rendido al Rey con apariencia extraña.

Porque estás con la púrpura en andrajos y la corona de punzantes gajos

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Y no obstante tu gloria es sempiterna, porque, mientras te insultan, se prosterna sollozando a tus pies el universo.

La Colmena Mística

DESANGRARTE en la cruz! Esa es la pena que te impone, Señor, el juez pagano, como si condenase a la falena que llegara en la brisa del verano.

Ignora que eres mística colmena,

panal que, opreso en nuestra ruda mano, al derramar su miel por cada vena le da dulzuras al linaje humano...

E ignora, al sentenciarte en el pretorio, que por su veredicto proditorio para hacerte morir en dos maderos,

desatará, por el dolor profundo de verte desangrado sobre el mundo, una sublevación de los luceros.

La Inmensidad en un Grano

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del torbellino multitudinario.

Subes con ella como subiría

el labrador que en el esfuerzo diario llevara la simiente que debía tirar al surco, en el afán agrario.

Y, propulsor de las sagradas trillas, subes sobrecargado de semillas para sembrarlas en el predio humano.

Y aunque caes, Señor, en la pendiente, serás dichoso el día en que reviente la inmensidad que late en cada grano.

Gasa de Bruma

AL ver ensangrentada tu blancura y oscurecida de dolor inmenso, la Verónica llora de amargura

y te enjuga el semblante con un lienzo.

Y le das, en arranque de ternura, tu retrato en el lino. Y ahora pienso que esa pobre mujer con su dulzura hace tu padecer menos intenso.

(52)

Y al fin la humanidad, al ver que pasas, me romperá por ásperas mis gasas y enjugará con besos tu semblante.

Lágrimas de Granito

LLORAN las fieras, lloran los corderos, llora la inmensidad con ronco grito y riega en el dolor de los senderos lágrimas congeladas en granito,

al verte, en los instantes postrimeros, crucificado, en el Supremo Rito, sobre la tosquedad de dos maderos que te quedan de todo el infinito,

y verte ya, en la última congoja, como una débil flor que se deshoja bajo el furor del aquilón que aterra,

en tanto que, en profundos desconsuelos, se oye en la tierra el llanto de los cielos, y en los cielos el llanto de la tierra.

Bajo el Huracán

(53)

como espiga que al ímpetu del remo del huracán se inclina y se desgrana.

Y te veo sufrir hasta el extremo en que tu omnipotencia soberana se torna miserable ante el blasfemo pueblo esclavo del águila romana.

Y te veo beber hiel y vinagre, sin que el ingrato pueblo te consagre siquiera el agua... Y me arrodillo al verte,

cuando, ya desangrado en el martirio, te vas despétalando como un lirio para darme la vida... con tu muerte!

La Tierra, Lámpara Votiva

AHORA la impía humanidad se inclina de dulce amor, como inefable aliento para el abrazo místico, y proclama la paz de Dios tras el vivir violento.

Porque brilla en el agrio panorama el fuego de la fe, por un momento. y está revoloteando ante la llama la mariposa azul del pensamiento.

(54)

que arde por un instante bajo el viento.

Y así la tierra, en llamarada viva, es una enorme lámpara votiva ante el arco toral del firmamento.

La Escala Infinita

PERO es breve, tan breve su ternura, como la niebla en la inquietud del viento, porque en los pueblos el rencor perdura y el amor es impulso del momento .

Porque desoyen, en su desventura, la insinuación de paz del firmamento, sin ver jamás en la celeste altura toda tu omnipotencia en movimiento.

Y porque ignoran que la mariposa del amor está uncida a la carroza del mundo, al pie de la infinita escala,

para arrastrar, en portentoso esfuerzo, la humanidad y todo el universo hacia ti con el ímpetu del ala.

Huracán en un Suspiro

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por la crueldad, y empuñan los aceros, y se hacen, exaltados de locura, la guerra ante la paz de los luceros.

y fingen lobos de la selva oscura que asaltan el rebaño en los senderos y clavan su punzante dentadura en la carne de todos los corderos,

en la cruz, cuyas ramas extendidas cubren el mundo, se abren tus heridas a manera de flores misteriosas.

Y el huracán, en su violento giro, se va desvaneciendo en un suspiro... para no despertar las mariposas.

Maderos y Clavos

SlENTO la amarga dicha de tenerte en la cruz al alcance de mis manos, como racimo del parral que vierte su jugo para todos los humanos.

Y siento el triste júbilo de verte vaciar tu sangre sobre mis pantanos, como ubérrima savia que convierte la esencia de mis légamos en granos.

(56)

de espinas, al pensar en tu pobreza: porque, mísero más que los esclavos,

te quedan sólo, en el Supremo Rito, de tus tesoros en el infinito

apenas dos maderos y tres clavos...

El Oro de mi Llanto

CRISTO! De Emperador allá en la altura celeste, por los ángeles servido, te tornaste indigente en esta hondura del mundo, por los hombres abatido.

Por eso, al desangrarte en la negrura de la cruz, no te queda ni el vestido inconsútil pegado a la blancura de tu cuerpo afrentosamente herido.

Y al verte asi, misérrimo y desnudo y exangüe y triste frente al orbe mudo, llego aunque tarde. Y en silencio santo,

(57)

El Abrazo Inmenso

DE tu muerte nos queda el regocijo de tener como Madre y Soberana la Madre misma de quien eres hijo; así la humanidad es ya tu hermana.

Porque tu labio al expirar bendijo tan nobles nexos. Y la grey cristiana convive tiernamente en tu cortijo con esta Madre de la estirpe humana.

Y el gozo de tenerla es tan intenso,

que el mundo al fin, para el abrazo inmenso, detendrá la violencia de su giro.

Porque los pueblos de la tierra saben que cabrán en sus brazos como caben la eternidad y el tiempo en un suspiro.

Hermano!

AUNQUE nosotros te martirizamos, y —ante tu augusta Madre adolorida— la túnica inconsútil te arrancamos, a tus llagadas carnes adherida,

(58)

para tu boca por la sed ardida,

tú por divino amor nos das el cielo, pero piensas que es poco, y en tu anhelo de darnos mucho más, ya en agonía,

nos das hasta tu Madre, cuya tierna bondad nos colma de ventura eterna, mejor que muchos cielos todavía.

Melificación Universal

LA CRUZ en el Calvario se me antoja un árbol cuyas ramas florecidas salpicaste al saltar tu sangre roja como un torrente desde tus heridas;

un árbol que concreta la congoja de tu muerte. Y las almas redimidas se beben dulcemente en cada hoja y en cada flor las gotas esparcidas.

Y cuando veo tu cadáver triste

al pie de ese árbol sacro en que moriste, oigo volar, como en la selva al cierzo,

(59)

Lágrima de Hielo

YA MORISTE, Señor, según tu anhelo. Y al hundirse en la fosa tu grandeza, la luna es una lágrima de hielo en el rostro de la naturaleza.

Ya se van hermanando tierra y cielo en la augusta orfandad y en la tristeza, y se extiende en la noche el ritornelo doloroso del céfiro que reza.

Mas yo predigo, aunque te veo muerto y amortajado y desangrado y yerto y hundido en el sarcófago profundo,

que volverás desde la oscura noche del sepulcro a encender, en un derroche de luz tu aurora eterna sobre el mundo.

PLENILUNIO

El Sol Varado

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ser como tus pupilas el diamante.

Y, faro eterno erguido en la ribera, tornas a encaminar al navegante que estaba oteando desde su galera tu luz para seguir hacia adelante.

Y el mundo, en afanoso movimiento, avanza, avanza desafiando el viento, hacia tu resplandor, fanal bendito:

porque tú, fulgurante en lontananza, mientras la inquieta humanidad avanza eres un sol varado en lo infinito.

Motín de Estrellas

ECHA las redes, Pedro, aunque te abrumen

los grandes peces al saltar en ellas. Hay tantos en el fondo, que presumen en el lago un motín de las estrellas.

—Es inútil, Señor! Pasó el cardumen bajo las ondas sin dejar ni huellas, y puede suceder que se me esfumen en loco afán mis esperanzas bellas.

(61)

Y tú, como gloriosa recompensa, le das el universo: charca inmensa, honda y azul, para pescar naciones.

Remolcando el infinito

Y te remontas al Empíreo. Y veo que ya la humanidad, arrebatada de las garras del mal, es el trofeo que llevas en tu mano ensangrentada.

Por eso, complacida en el deseo. de seguirte en la ruta iluminada, llena el espacio con su clamoreo y perfora el cenit con su mirada.

Porque subes como águila imponente que desplegando el ala omnipotente en las inmensidades, rumbo al cielo,

en espiral magnífica se eleva, fulgurante de gozo porque lleva lo infinito en el ímpetu del vuelo.

Tesis y Antítesis

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que te entregó a la turba de soldados por las treinta monedas, oh Maestro!

Uno dice: —El traidor fue aniquilado por la tierra voraz. Os lo demuestro porque ya en su sarcófago sellado no queda nada... al alcance nuestro.

Otro responde: —Hasta la misma tierra le tiene asco a ese réprobo y lo encierra en la profunda oscuridad del lodo.

Pues lo aborrece tan intensamente, que para detestarlo eternamente no lo consume: lo conserva todo.

Síntesis

PEDRO dice: —El Traidor es ya esqueleto! Y responde Tomás: —Tengo mis dudas... Y de la noche azul en el secreto

destapan el sarcófago de Judas.

Lo encuentran consumido. Es ya un escueto armazón con las vértebras desnudas; una ruina infeliz bajo el discreto palidecer de las estrellas mudas.

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del beso aquél que te colmó de agravios.

Y tiene aún, dentro de la caverna, la plenitud de la Verdad Eterna ardiendo en la mentira de sus labios!

La Cruz del Sur

Mira, Señor, crecer esa tormenta que ruge en los abismos traicioneros y en sus horrores destruir intenta tu cruz, formada con los dos maderos.

Pero en la azul inmensidad se obstenta otra cruz: la que hiciste de luceros, como fanal lejano que revienta en resplandores sobre los senderos.

Pero si el rayo troncha los augustos leños de la Pasión, siempre a los justos les quedará, para tu eterno rito, bellamente forjada con estrellas, insensible al furor de las centellas, la Cruz del Sur erguida en lo infinito.

La Humanidad Divinizada

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y dar tu cuerpo y sangre, en pan y vino, a los pueblos unidos como hermanos,

y como me arrancaste al torbellino del mundo, con la fuerza de tus manos, para que te siguiese en el camino hacia tu reino en ámbitos lejanos,

yo, cruzando el desierto y la aldehuela y la urbe, —como el pájaro que vuela rumbo del nido en el vergel distante,—

seguí la ondulación de tus senderos, y siento ya, detrás de los luceros, toda tu eternidad en cada instante.

SUPLEMENTO

Jesucristo!

SEÑOR! Tú de la nada forjas el infinito, y enfloreces de auroras tallos de oscuridad, y ves ante tu trono, en sempiterno rito, postrarse humildemente toda la inmensidad.

(65)

Y en el polen minúsculo planificas el monte, y dilatas el circulo azul del horizonte para lanzar el ala contra la tempestad.

Y el gran dolor del mundo conviertes en sonrisa al congelar la lágrima en diamante que irisa, entre el cofre del tiempo, toda la eternidad.

Panmorpho

Panmorpho, artista al fin, tomó una esfera de blanda cera

y modeló una diosa;

la diosa transformó en un crucifijo; el crucifijo en una primorosa rosa de blancos pétalos, y dijo: —La rosa para qué? Mejor es una maravillosa medialuna.

e hizo la insignia de Mahoma.

Después, de aquella insignia, una paloma; de ésta una hostia divina

como las hostias que la fe consagra, y de la hostia una esbelta figulina tan graciosa, tan fina

como las de Tanagra, y de la figulina un imponente trono, tan bello como no se ha visto, para exaltar definitivamente

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El pedazo de cera contenía virtualmente las cosas que veía el noble artista, caprichoso y pulcro, que a la materia amorfa le imponía

la forma de un sepulcro la de una calavera, la de un vecino jorobado y zafio,

la de una urna historiada, o la de un camafeo bizantino,

o la de un mausoleo con un tierno epitafio, o la de un ilusorio vaso lacrimatorio al pie de un cenotafio...

Cierto día su amada le suplicó que hiciera la variedad del mundo con la cera.

Y el artista fecundo,

que más que artista único era un mago, hizo la inmensidad en miniatura, con los mares, los montes, la llanura..., hasta la garza escuálida en el lago! Y su amada quedó maravillada.

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en un lampo fugaz: era la Gloria!

Y era que aquel artífice tenia la potencialidad con que la vida todo lo transfigura y lo renueva.

Y es que la cera. tan humilde, lleva en su interior la creación dormida.

Y vosotros tenéis a vuestra mano, mejor que blanda cera, vuestra vida. Lleváis latente en vuestro fondo humano un resumen del cosmos soberano, una infinita creación dormida. Esculpid las imágenes de todo lo bello que os obcede y os rodea. Mirad que en bronce o en marfil o en lodo puede anidar el ave de la idea,

y más en vuestro ser, donde dormita calladamente la creación entera, al modo de la diosa, el crucifijo, la rosa, la paloma,

el signo de Mahoma, la hostia, la figulina y la imagen divina

(68)

como el sublime artista de mi cuento, multiplicad las formas de natura por la virtualidad del pensamiento. Os aseguro, como cosa seria, que en la vida podéis ganar la palma: porque mayor que la de la materia es la plasticidad de vuestra alma.

EI Amor

AVIVAD el amor! No frente al gesto de la muerte el espíritu decline, y busque eterna inspiración en esto que se siente y que nunca se define.

Amar es libertar. El amor llena para todos la fuente en el convite de la vida. Y exprime la colmena y reparte la miel, y escucha el ruego del que quiere más miel y le repite la copa plena. Y rompe la cadena

del esclavo. Y derrite

el metal con que forja los anillos nupciales, Y le arranca los colmillos a la sierpe infernal. Y apaga el fuego

de la Ciudad de Díte. Y libra al preso

(69)

escribe el epitafio. Amor es eso que perdona, que arrulla, que redime, que devuelve la risa, con un beso en los labios, al huérfano que gime. Eso que es ala al viento, pero anida en la concavidad de los regazos, cuando sobre la mar enfurecida, por coger las cigüeñas de la vida se elevan hacia el cielo nuestros brazos. Eso para calmar la horrenda tromba del odio que se yergue hacia la comba celeste, con empuje furibundo, y gira y truena y su ramaje alarga en los vientos, como árbol que descarga su floración de rayos sobre el mundo.

Amor es Jesucristo: el Dios-Cordero que al ver la humanidad en el sendero del tiempo, sitibunda y desangrada, le ofrece, allá en el Gólgota remoto, para saciar la sed, una cascada de eternidad desde su pecho roto.

Su Santidad Pío XII

YA levanta su mano fina y leve, que de tanto ser leve y temblorosa finge el cansancio de una mariposa

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Y traza sobre el mundo, en giro breve, una cruz invisible más borrosa

que el rastro de una abeja en una rosa o en el aire el camino de la nieve...

Y bajo la ternura de su mano es un suspiro el huracán humano: porque los pueblos, en grandioso rito,

están orando tan humildemente que ante la débil mano omnipotente cae al fin prosternado el infinito.

Océano!

DIOS hunde en ti su formidable mano y revuelve tus aguas cristalinas, como desmenuzando piedras finas en tus ondas, espléndido océano.

Y finges por su empuje soberano, cuando tus olas en el viento empinas, una explosión de gigantescas minas en lo profundo de tu azul arcano.

Y yo, humilde, también hundo la mía, para pulsar tu inmensidad bravía, tu ritmo intenso, tus tormentas hondas;

(71)

porque mi mano trémula se aprieta con la mano de Dios entre tus ondas.

Oh Redentor!

MI MADRE cultivaba en su cortijo un jardín de violetas perfumadas, para regar corolas delicadas a los pies de su viejo crucifijo.

Ella tenía el pensamiento fijo en tus divinas carnes laceradas. que son, por nuestro amor crucificadas, símbolo eterno del dolor prolijo

.

Y una tarde, por fin!, colmó su anhelo de irse a vivir contigo alla en el cielo: recogió de corolas un tesoro;

y al surcar el espacio con sus huellas, iban apareciendo las estrellas como un reguero de violetas de oro!

Pangenesia

ESTA noche el panorama está inundado de alma universal,

(72)

y de un sentido sobrenatural. Ahora desde el fondo de las cosas nos habla Dios con frases misteriosas, de ideales puros y de eternidad.

La tierra, enamorada del firmamento, deja adivinar,

por las luces que tiemblan en la sombra, una preocupación astral.

Y ya los seres duermen fraternalmente. Y la armonía es tal que el firmamento siente un bienestar paterno y la tierra tiene una inefable dulzura maternal.

El Colono

UNA selva del trópico. Un gran río. Una plácida noche lunar...

Ritma el colono un canto en el bohío, bajo una sugestión de eternidad. Cuelga por fin su hamaca y se tiende a soñar

ante el silencio místico del agua

y el silencio del bosque y el silencio estelar. Y piensa: —Allá en la luna, hamaca de oro curvada en la celeste inmensidad,

(73)

El Loto Augusto

JESUS, el Buen Rabí, como piloto conquistador de toda lejanía, de Nazareth los campos recorría plácidamente hacia el confín remoto.

Acariciado por el alboroto de follajes que el viento sacudía, llegó a un estanque donde refulgía la luna llena, semejante a un loto.

Y el Pastor de lo Azul, Rey de lo Arcano, hundió en el agua su marfílea mano y bendijo el espléndido tesoro.

Y al santiguarlo se rompió la luna, y hubo en las ondas turbulentas una conflagración de pétalos de oro.

Girasol

TRABAJA más, trabaja! Es muy temprano. Son las tres nada más en mi reloj.

—Ya no puedo, no puedo. Estoy cansado, y son las seis, señor.

(74)

están cubriendo el sol?

—Lo sé, porque ya está muy inclinado hacia el poniente el girasol.

El reloj del patrón está atrasado. Pero le queda al trabajador

esta flor que se inclina sobre el campo y le indica las horas que han pasado, porque ella es el cronómetro de Dios.

Hunde tu Alma en Todo

DEJA el mundano yugo y el vulgar deleite,

y como las raíces en el jugo del suelo, o el pabilo en el aceite, .

hunde tu alma en las charcas del cosmos inexhausto, con la voracidad de los monarcas que hunden sus manos en las ricas arcas

(75)

tórnalo luego en resplandor arriba.

Porque así, transmutando el cieno en flores y el negro aceite en luminosidad,

habrá en tus inquietudes interiores muy poco tiempo y mucha eternidad.

El Templo de la Candelaria

UN DÍA Antioquia, oh sacro megalíto!, labró fragmentos de sus farallones, y estructuró —en su idioma de peñones— un eterno poema de granito,

para expresar en sacrosanto rito la fe de todas las generaciones, y pregonar, en ásperos renglones, su insofrenable anhelo de infinito.

Así surgiste, colosal santuario, concreción del esfuerzo milenario de la raza. Y al verte me provocas

para gritar, infatigablemente,

que en tus muros está la sangre ardiente de nuestro pueblo coagulada en rocas.

La Torre de Manrique

(76)

obelisco del cosmos; la piedra en el intento de desflecarse en bruma se tornó filigrana.

Sol prisionero en frágil cárcel de porcelana;

geiser de espumas trémulas congelado en el viento; mástil de un barco inmóvil: al contemplarte siento que en tu cristalería se varó la mañana.

Estilógrafo erguido: la estirpe de Pelayo, que logró sobre la urbe diamantizar un rayo, buriló tus aristas; te mojó de infinito,

y en el cielo de Antioquia, donde Dios se solaza, escribe eternamente, en misterioso rito,

con tinta de horizontes la oración de la raza.

La Estatua del Salvador

MEDELLIN se prosterna ante tu peana colosal, esculpida como un verso, al sentir el vaivén del universo columpiado en tu diestra soberana.

Y tú bendices la ciudad cristiana desde tu pedestal de mármol terso, porque a tus pies, en portentoso esfuerzo, se rompe el tumbo de la ola humana.

(77)

de forjar y forjar creaciones grandes,

tú, en un hondo silencio de ternura, la contemplas radiante de blancura entre los brazos negros de los Andes.

Los Arboles

LOS árboles son unos profesores de idealidad,

porque alzan en sus brazos tembladores su tributo de flores

hacia la inmensidad. Y yo soy su discípulo, atento a su santa lección:

ellos elevan hacia el firmamento su follaje; yo elevo el corazón. Y así, mientras al Cielo tributamos homenaje de flores y de amor, los árboles y yo nos hermanamos en un mismo fervor.

Poeta

POR vanidad, por arte o por piedad, dale tus versos a la humanidad; pero tan saturados de dulzura como un suave panal.

(78)

Nunca a los hombres les repartas hiel. En el mundo, erizado de cardos heridores, sobra amargura:

lo que falta es miel.

Sé tal como el rosal que le dio al viento sus hojas y sus flores,

y que con los olores del follaje opulento

perfumó el soplo de la tempestad, y conservó tan sólo sus espinas, puntiagudas y finas,

por no clavarlas en la inmensidad!

Defunción del Sol

YO SOY tan sensible al doliente acento del orbe, en la tarde, cuando muere el sol, tan musicalmente sensible, que siento si en el himno cósmico disuena un bemol.

Por eso me afligen los gritos del viento cuando se tropieza en algún peñol,

y aquellos naufragios que el mar turbulento me cuenta al oído, en un caracol.

Y al oír el himno ritual de los seres, y sus elegías y sus misereres, en la inenarrable defunción del sol,

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y aplico el oído por saber si el mundo en su canto lúgubre malogra un bemol.

Transfusión Celeste

FUI tan audaz al descorrer el velo que me ocultaba el fondo de las cosas, y leer el renglón que deja el vuelo taquigráfico de las mariposas,

e indagar los propósitos del cielo en el polen que vuela de las rosas, y descubrir el perentorio anhelo

vital que late en todo, hasta en las fosas,

que ya tengo una estrella diluida en mi sangre, y la imagen de la luna acuatiza en mis ojos, por las penas,

y el firmamento ennobleció mi vida al saturarme de infinito en una

transfusión de su azul entre mis venas.

Telaraña Ideal

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como vuela del valle al firmamento, del firmamento a la áspera montaña, de la montaña al mar, del mar violento a la tranquilidad de la cabaña,

y como vuela y vuela y no reposa, y, en paciente labor, en cada cosa anuda su plateado filamento,

el orbe al fin —coleóptero sonoro—, hará vibrar sus élitros de oro

entre la malla de mi pensamiento.

Venganza de Luz

ORA empinado en el peñón escueto, ante el mar en rabiosas contorsiones, afirmo mi existencia como un reto a la impetuosidad de los ciclones.

Ora en fiordo pacífico interpreto del océano las sordas expresiones, y descubro en la atmósfera el secreto entre la tierra y las constelaciones.

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Y el huracán sus iras desenfrena, y me combate y ruge; pero ejerzo mi venganza de luz sobre las olas.

La Flor Universal

DIOS arrojó la prístina simiente sobre la inmensidad estremecida, que a impulso de su fuerza incontenida se abre en forma de flor resplandeciente.

Y en la corola universal se siente el estremecimiento de la vida: el borbollón de savia que trepida en su interioridad, como un torrente.

Y a impulso de la fuerza que labora en su extensión, la inmensidad se enflora y despliega sus pétalos al viento.

Y de esperanzas los abismos riega por su explosión de polen cuando llega vibrando el colibrí del pensamiento.

La Bendición de Dios

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simboliza la gloria americana.

La testa ingente, de expresión arcana, —soberbia esfinge de entrecejo adusto—, sempiterniza su silencio augusto

sobre la bulliciosa caravana

de los pueblos. Y otea desde el monte la curvatura azul del horizonte, en callada oración sobre la sierra:

porque a lo lejos, en grandioso rito, la Cruz del Sur denota en lo infinito la bendición de Dios sobre la tierra.

Esta Inmensa Armonía

ESTA inmensa armonía que en el éter resbala como un ritmo sereno de vocablos profundos, finge la cariñosa docilidad de un ala

extendida en la noche para arrullar los mundos.

Dios —autor de esa música, a la que otra no iguala para tornar los siglos en amables segundos,— entre la melodía de los orbes exhala

un suspiro formado de silencios fecundos.

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Sintonizo el espacio; y la eterna armonía

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