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Calidad del cuidado institucional en niños de cero a tres años de edad en proceso de adopción

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CALIDAD DEL CUIDADO INSTITUCIONAL EN NIÑOS DE CERO A TRES AÑOS DE EDAD EN PROCESO DE ADOPCIÓN

Ana María González C, Ángela Pradilla R & María José Mejía A Directora y Co-autora: Olga Alicia Carbonell Blanco

Co-directora: Paola Andrea Peña

Trabajo de Grado

Pontificia Universidad Javeriana-Facultad de psicología Junio 2011

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TABLA DE CONTENIDO

RESUMEN

... 11

0. INTRODUCCIÓN

... 12

0.1 Justificación y planteamiento del problema

... 15

0.2 Fundamentación bibliográfica

... 16

0.2.1Constructo de apego ... 17

0.2.1.1 Los vínculos y su relación con la sensibilidad del cuidador ... 17

0.3.1 Constructo de sensibilidad materna ... 19

0.4.1 Otros Modelos de Crianza y Parentalidad ... 21

0.4.1.1 Pautas y aptitudes parentales de crianza ... 21

0.5.1 Ruptura del vínculo y abandono ... 24

0.5.1.1 Ruptura del vínculo antes de los dos años ... 24

0.6.1 Cuidados alternativos ... 26

0.7 Objetivos

... 29

0.7.1Objetivo general ... 29

0.7.2 Objetivos específicos ... 29

0.8 Categorías de análisis

... 29

0.8.1 Sub categorías ... 29

1. MÉTODO

... 31

1.1 Tipo de estudio y diseño metodológico

... 31

1.2 Participantes

... 31

1.3 Instrumentos

... 31

1.3.1 Escalas del Comportamiento Materno ... 31

1.4 Procedimiento

... 32

2. RESULTADOS

... 33

2.1 Análisis intra – sujeto

... 33

2.1.1 Resultados Cuidadora 001 ... 33

2.1.2 Resultados Cuidadora 002 ... 40

2.1.3 Resultados Cuidadora 003 ... 49

2.1.4 Resultados Cuidadora 004 ... 55

2.1.5 Resultados Cuidadora 005 ... 63

2.1.6 Resultados Cuidadora 006 ... 70

2. 2 Análisis inter – sujeto

... 76

3. DISCUSIÓN

... 90

4. REFERENCIAS

... 100

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LISTA DE TABLAS

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LISTA DE FIGURAS

Figura1. Comparación grafica de las puntuaciones obtenidas por cada una de las tres observadoras en las once escalas del comportamiento de la cuidadora 001 junto con la puntuación final ... 34 Figura 2. Puntaje final de las once escalas del comportamiento de la cuidadora 001 ... 35 Figura 3. Porcentaje en las once escalas del comportamiento de la cuidadora 001 ... 35 Figura 4. Comparación grafica de las puntuaciones obtenidas por cada una de las tres observadoras en las once escalas del comportamiento de la cuidadora 002 junto con la puntuación final ... 41 Figura 5. Puntaje final de las once escalas del comportamiento de la cuidadora 002 ... 42 Figura 6. Porcentaje en las once escalas del comportamiento de la cuidadora 002 ... 42 Figura 7. Comparación grafica de las puntuaciones obtenidas por cada una de las tres observadoras en las once escalas del comportamiento de la cuidadora 003 junto con la puntuación final. ... 50 Figura 8. Puntaje final de las once escalas del comportamiento de la cuidadora 003 ... 51 Figura 9. Porcentaje en las once escalas del comportamiento de la cuidadora 003 ... 51 Figura10. Comparación grafica de las puntuaciones obtenidas por cada una de las tres observadoras en las once escalas del comportamiento de la cuidadora 004 junto con la puntuación final ... 56 Figura 11. Puntaje final de las once escalas del comportamiento de la cuidadora 004 ... 57 Figura 12. Porcentaje en las once escalas del comportamiento de la cuidadora 004 ... 57 Figura13. Comparación grafica de las puntuaciones obtenidas por cada una de las tres observadoras en las once escalas del comportamiento de la cuidadora 005 junto con la puntuación final ... 64 Figura 14. Puntaje final de las once escalas del comportamiento de la cuidadora 005 ... 65 Figura 15. Porcentaje en las once escalas del comportamiento de la cuidadora 005 ... 65 Figura16. Comparación grafica de las puntuaciones obtenidas por cada una de las tres observadoras en las once escalas del comportamiento de la cuidadora 006 junto con la puntuación final ... 71 Figura 17. Puntaje final de las once escalas del comportamiento de la cuidadora 006 ... 72 Figura 18. Porcentaje en las once escalas del comportamiento de la cuidadora 006 ... 72 Figura 19. Distribución de los puntajes de las seis cuidadoras en las once escalas cualitativas del comportamiento ... 77 Figura 20. Representación gráfica del promedio obtenido por cada cuidadora luego de sumar y dividir sus puntuaciones finales en cada una de las once categorías del comportamiento ... 78 Figura 21. Distribución de los porcentajes de las seis cuidadoras en las once escalas cualitativas del comportamiento ... 79 Figura 22. Representación grafica de los puntajes obtenidos por cada cuidadora en la categoría de prontitud de la respuesta y el promedio general ... 79 Figura 23. Representación grafica de los puntajes obtenidos por cada cuidadora en la categoría de efectividad de la respuesta y el promedio general ... 81 Figura 24. Representación grafica de los puntajes obtenidos por cada cuidadora en la categoría de consistencia comportamental y el promedio general ... 82 Figura 25. Representación grafica de los puntajes obtenidos por cada cuidadora en la categoría de equilibrio de las respuestas de la cuidadora frente a las demandas competitivas y el promedio general ... 83 Figura 26. Representación grafica de los puntajes obtenidos por cada cuidadora en la categoría de equilibrio del contacto físico y la interacción social prontitud de la respuesta y el promedio

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LISTA DE APÉNDICES

Apéndice A. Categorías cualitativas escalas-ordinales ... 105

Apéndice B. Formato puntuación categorías cualitativas escalas-ordinales ... 110

Apéndice C. Planillas escalas cualitativas ... 111

Apéndice D. Registros cuidadora 001 ... 113

Apéndice E. Categorización de los registros de la cuidadora 001 en la planilla de escalas cualitativas ... 118

Apéndice F. Registros cuidadora 002 ... 170

Apéndice G. Categorización de los registros de la cuidadora 002 en la planilla de escalas cualitativas ... 174

Apéndice H. Registros cuidadora 003 ... 231

Apéndice I. Categorización de los registros de la cuidadora 003 en la planilla de escalas cualitativas ... 235

Apéndice J. Registros cuidadora 004 ... 291

Apéndice K. Categorización de los registros de la cuidadora 004 en la planilla de escalas cualitativas ... 295

Apéndice L. Registros cuidadora 005 ... 349

Apéndice M. Categorización de los registros de la cuidadora 005 en la planilla de escalas cualitativas ... 352

Apéndice N. Registros cuidadora 006 ... 441

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CALIDAD DEL CUIDADO INSTITUCIONAL EN NIÑOS DE UNO A TRES AÑOS DE EDAD EN PROCESO DE ADOPCIÓN

RESUMEN

El desarrollo del presente trabajo, constituye un estudio de tipo descriptivo y exploratorio con el cual, se pretenden describir y caracterizar la calidad de cuidado de 6 cuidadoras institucionales que tienen a cargo niños de cero a tres años de edad en situación de abandono. Lo anterior, se realizó por medio de un análisis cualitativo de estudios de caso, utilizando las Escalas Cualitativas del Comportamiento construidas por Alzate, Carbonell, Posada y Bustamante (1999). Los resultados fueron presentados a través de un análisis descriptivo considerando las categorías que definen las Escalas del Comportamiento para describir el sistema de cuidado más característico de las cuidadoras institucionales. Se encontró que en un 50% las cuidadoras institucionales son altamente sensibles a las necesidades de los niños. Este estudio es relevante social y disciplinariamente, debido a las estadísticas sobre abandono infantil en el país y a la vulnerabilidad psicológica generada en los niños por la ruptura temprana de los vínculos afectivos. De ahí, la importancia de evaluar e indagar las estrategias de cuidado infantil en instituciones privadas para responder a dicha problemática.

Palabras claves: Abandono (PN 168 SC 00005), Calidad del cuidado (PN 3645 SC 42484), Constructo de sensibilidad en la crianza (PN 13157 SC 32125), Cuidado institucional (PN 6171 SC 44080).

ABSTRACT

The development of the following work, is based on a descriptive and exploratory study in wich it is entended to describe and characterize the quality of care of 6 institucional care-takers of abandoned kids between the ages of 0 to 3 year old. This was developed by a qualitative analysis using the qualitative scales of behavior built by Alzate, Carbonell, Posada and Bustamante (1999). The results are presented by a descriptive analysis taking into consideration the categories that define the scales of behavior to describe the most characteristic care system for the institutional care-takers. In the 50% of the cases the institutucional care-takeres are highly sensitive to the needs of children. Socialy and disciplinary speaking the importance of this study because of the heavy statistics of child abandonment in the country and the psychological vulnerability that children experience because of the early rupture in their affective ties. From that, the importance in evaluating and inquiring in private institutions strategies for child care so we can give a solution to the mentioned problem.

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0.

INTRODUCCIÓN

La presente investigación es importante para la psicología, y en particular para la psicología del desarrollo infantil, en el ámbito socio-emocional, puesto que busca indagar la calidad del cuidado que proveen cuidadoras institucionales a niños de cero a tres años de edad que se encuentran en condición de abandono y en proceso de adopción. Siendo así, se explorará la importancia de la calidad del cuidado y las capacidades parentales desde el constructo de sensibilidad en la crianza, de la paternalidad social en relación con la teoría de las relaciones vinculares (Seifer & Schiller, 1996), teniendo en cuenta que una de las hipótesis centrales de dicha teoría hace referencia a la importancia de la calidad del cuidado del proeeve el cuidador como uno de los organizadores principales de la seguridad emocional del bebé (Ainsworth et al., 1978).

En consecuencia, esta investigación permite describir y explorar las dinámicas de cuidado institucional, y establecer hipótesis de como estas pueden llegar a afectar el desarrollo emocional y social de los niños pequeños que han sido abandonados o privados con anterioridad de la presencia de sus progenitores. Esto permitirá aportar a nivel conceptual a la comprensión de constructos relacionados con las relaciones vinculares, tales como, el establecimiento y la ruptura del vínculo, los sistemas de cuidado, la separación y pérdida de la figura primaria (Bowlby, 1980; Ainsworth et al., 1978, Barudy & Dantagnan, 2010), los cuales explican las vivencias que han tenido la población de niños objeto de este estudio. De igual forma, permitirá prevenir a través de una calidad de cuidado competente la incidencia negativa en el desarrollo infantil (cerebral, emocional, social, cognitivo y de la personalidad) a partir de la separación, rupturas tempranas y abandono materno (Barudy & Dantagnan, 2010; Rygaard, 2008).

Por otra parte, es relevante examinar la generalidad y aplicabilidad de los constructos originados en contextos culturales y socio-económicos de sociedades occidentales urbanas a otras realidades sociales y culturales como la colombiana (Posada et al., 1999); en el caso de este estudio, explorar si el constructo de sensibilidad en la crianza, es aplicable a una muestra de cuidadoras principales con características particulares, como es la condición de cuidadoras dentro de una institución privada, que asumen roles maternos que no están determinados por razones biológicas (Bowlby, 1993a; George & Solomon, 2008).

Ahora bien, Bowlby (1980) resalta la importancia de la conducta de apego entre la madre y el niño durante los primeros años de vida. Así, la mayoría de los bebés alrededor de los cuatro primeros meses diferencian a la madre de otros por medio de una discriminación perceptual. Por ello, cuando se presenta la ausencia de la madre es posible identificar que el niño busca la proximidad de la misma evidenciando un vínculo ya existente entre hijo y madre (Bowlby, 1980).

No obstante, la conducta de apego entre la díada hijo y madre varía de acuerdo a la respuesta de la madre frente a factores ambientales y orgánicos. En estos últimos, se citan el hambre, el dolor, la enfermedad, la fatiga y la desdicha, aspectos que conllevan a que el bebé desarrolle conductas en las cuales busca la proximidad y contacto con la madre, convirtiéndose ésta en un refugio de seguridad (Bowlby, 1980). En cuanto a los factores ambientales se hace referencia a situaciones estresoras o donde el bebé se siente alarmado y necesita la presencia del cuidador principal (Bowlby, 1980).

Pese a lo anterior, la interacción que se desarrolla entre el pequeño y su madre está basada en el resultado de la contribución de cada uno y en la manera en que sus conductas influyen sobre las otras. Por ende, desde esta perspectiva, se puede mencionar que es necesario que exista un equilibrio dinámico entre madre e hijo (Bowlby, 1980).

Además, es posible mencionar que en la mayoría de los niños la selección de la figura vincular o de apego principal se desarrolla en torno al primer año de vida. Por ello, después de los seis ó nueve primeros meses de edad, en niños criados en ambiente familiar, suele evidenciarse respuestas de temor ante la aparición de figuras extrañas, y en consecuencia a finales del primer año es más difícil que se genere y desarrolle un vínculo afectivo con una nueva persona. Desde esta postura, Bowlby (1980) afirma que la pérdida de la figura materna en los primeros años de edad es determinante en el desarrollo infantil de la personalidad.

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trauma son aun más intensos, cuando ante dicha situación el bebé es trasladado a un contexto extraño al de su núcleo primario.

Ahora bien, para la presente investigación es necesario indicar que existen diversos tipos de conductas de las cuidadoras que son fundamentales para el establecimiento del vínculo entre el bebé y el cuidador como lo son: la protección, el cuidado y la crianza.

En relación con la calidad de cuidado se evidencian hallazgos teóricos que ilustran la importancia de este aspecto cuando se habla de la relación de cuidador y niño. Barudy (2005) propone, que un buen cuidado radica en tanto el cuidador principal responda adecuada y oportunamente a las necesidades físicas y emocionales del bebé, pues estas conductas permiten el establecimiento de un adecuado vínculo. Sin embargo y pese a ello, hay ciertas condiciones que podrían alterar el adecuado funcionamiento de la conducta del cuidador como lo son: las variables orgánicas, el contenido hormonal y la historia personal del cuidador.

Desde este punto, es necesario resaltar que el cuidado que se da en la primera infancia debe caracterizarse por ser continuo y permanente, ya que en esta edad el bebé se dota con todos los elementos y recursos necesarios para que se dé un buen desarrollo biológico y social. (Barudy, 2005)

No obstante, y según lo planteado por Barudy (2005), es necesario que el cuidador cuente con ciertas habilidades fundamentales que permitan que la relación vincular se desarrolle de la mejor forma. Ejemplos de estas habilidades son: la empatía, que hace referencia a la capacidad de responder de manera adecuada a las necesidades y demandas del bebé. Los modelos de crianza en estos, es posible evidenciar rutinas de aprendizaje por parte del cuidador. Por último, la Capacidad de apego: la cual hace referencia a los recursos emocionales y comportamentales que tienen los cuidadores para responder de manera afectiva. Es importante aclarar en este punto que el concepto de apego desde la teoría de Bowlby (1980), es la conducta de búsqueda de proximidad y contacto con el cuidador. Sin embargo, Barudy (2005) lo utiliza como capacidad fundamental de los cuidadores.

Finalmente, en cuanto a la elección de la edad de los niños, la razón por la cual se toma la primera infancia (0-3 años) es en base a los argumentos de Freud citado por Bowlby (1980) quien sostiene que durante aproximadamente los cinco primeros años, todos los seres humanos son más vulnerables a que la separación, perdida y abandono de la figura materna generen consecuencias psicológicas a largo plazo. Así mismo, este período es bastante relevante dado que durante este momento de la vida el yo es débil e inmaduro y por consiguiente no logra afrontar exitosamente algunas situaciones en las que se siente en peligro y que con el paso del tiempo son más fáciles de afrontar.

Ahora bien, habiendo mencionado la relevancia teórica de la presente investigación, es necesario resaltar la importancia social que implica la pregunta investigativa del estudio. En Colombia los niños se han convertido en una población que preocupa tanto a organismos gubernamentales como no gubernamentales por esta razón, entidades como el ICBF, la UNICEF, y el centro para la educación y el Desarrollo Humano (CEDHU) han desarrollado acciones que promulgan el interés por la restitución de los derechos de los niños en estado de abandono, sin embargo la situación sigue siendo crítica. (Mustard, 2003).

En Colombia, en la mayoría de los casos el cuidado oportuno para garantizar el adecuado desarrollo emocional, social, físico y cognitivo de los niños en la primera infancia, no se presenta integralmente (Mustard, 2003). Es por esto, que desde el año 1968 nace el ICBF como una entidad que busca enfrentar el reto de brindar apoyo y ayuda efectiva a los menores que les son vulnerados sus derechos. Así, el ICBF cuenta con varias modalidades de atención a las que los usuarios pueden acceder. Uno de estos servicios, es conocido como el programa de adopción como una medida de restitución de derechos, y para lo cual están autorizados ellos como ICBF y las instituciones que ellos vean competentes para ello (Código de la Infancia y la Adolescencia, 2006).

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lineamientos que garanticen un cuidado temprano de calidad. Es por esto, que al realizar una investigación sobre la sensibilidad en la crianza por parte de las instituciones privadas que acogen a niños en situación de abandono, se está contribuyendo en la profundización de uno de los temas más relevantes en Colombia pero menos estudiados: La importancia del establecimiento de un sistema de calidad del cuidado temprano, el cual sea universal, para niños y niñas de todos los niveles socioeconómicos.

Ahora bien, es importante aclarar que este establecimiento de un sistema de calidad de cuidado temprano es un tema que tiene relevancia para diferentes disciplinas además de las psicología, tomando en cuenta que son múltiples los aspectos que se entrelazan en el desarrollo infantil a nivel físico, motor, cognitivo, social y afectivo.

En las ciencias de la salud, especialmente en el área de la pediatría, la neurología y la psiquiatría, comprender las condiciones de cuidado alternativo y la vinculación afectiva es de interés debido a que los aspectos emocionales y sociales en la crianza por parte de los cuidadores principales, se relacionan con el desarrollo físico, motor y neuronal en la infancia (Barudy & Dantagan, 2010; Mustard, 2003; Rana, 2002; Rygaard, 2008; Shonkoff & Phillips, 2000).

Siguiendo este postulado es posible argumentar desde el área de la Pediatría que el cuidado proporcionado a los niños durante sus primeros años es fundamental debido a que el desarrollo óptimo en esta etapa, depende de una buena nutrición, el cuidado de su salud, una estimulación adecuada del ambiente para su aprendizaje y desarrollo intelectual, seguridad, caricias y afecto para un desarrollo emocional y psicosocial adecuado, teniendo en cuenta que la etapa de los tres primeros años de vida representan una “ventana óptima” del desarrollo, es decir una etapa determinante para la adquisición de ciertas habilidades que luego del periodo crítico difícilmente se podrán adquirir (Amar, 2003).

A su vez, Schor (1999, citado por Amar, 2003) identifica la infancia temprana como la etapa en la que se aprende rápidamente y en la que los cuidadores son la principal fuente de estimulación y de donde se adoptan patrones de pensamiento que intervienen en la regulación emocional. Por ello, cuando existen condiciones de abandono, negligencia o abuso que pueden generar estrés crónico que afecta las conexiones neuronales incrementando el nivel de cortisol en el organismo y llegando a producir retraso cognitivo, social, motor y el detenimiento de la hormona del crecimiento.

Para las ciencias económicas y administrativas, es posible argumentar que un desarrollo óptimo se relaciona con mejores niveles de productividad y la disminución de costos en programas curativos para la primera infancia. Así mismo, Amar (2003) justifica que el desarrollo óptimo en la infancia está relacionado con el nivel de productividad comprobando que aquellos niños que participan en programas de atención basados en políticas públicas, logran mejores resultados cognitivos, conductuales y sociales, adaptándose mejor a las exigencias de la escuela, son menos propensos a problemas de salud lo cual implicaría menos gastos en recursos de programas curativos y de costos referentes a la repetición de años escolares.

De igual forma, Heckman (2004) menciona que una intervención de calidad durante la primera infancia tiene efectos duraderos de aprendizaje y motivación en los individuos. Además, contribuye a largo plazo en el desarrollo social pues, se convierten en adultos productivos.

Para las ciencias jurídicas, es imprescindible la importancia de instaurar programas de cuidado alternativo como por ejemplo los centros de adopción que van en pro de buscar una calidad de cuidado para los niños que tienen a su cargo, significando esta una verdadera forma de reparación de los derechos del niño para un desarrollo adecuado tal y cómo lo dictamina la Ley 1098 del 2006 en el Artículo 50 y el Artículo 53 (Código de la Infancia y la Adolescencia, 2006).

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En conclusión, para todas las disciplinas es importante reconocer que la “estimulación temprana” en la primera infancia (Banco Mundial, 1998, citado por Amar, 2003) se justifica como una fuerte inversión que prevendría posibles comportamientos antisociales o delictivos, consumo de alcohol y sustancias psicoactivas, lo cual representa un costo enorme para la economía mundial.

0.1 Justificación y Planteamiento del Problema

Garrido (2006) basándose en Bowlby (1980) habla sobre la teoría del apego que concibe que el ser humano tiende a establecer lazos afectivos sólidos con personas significativas y diferenciadas a lo largo de su vida, las cuales son consideradas como personas más fuertes y/o sabias hacia quienes los niños manifiestan conductas que tienen como fin conseguir o mantener proximidad (Cooper, Hoffman, Powell, & Marvin, 2007).

Esta experiencia es un hito fundamental en la capacidad para establecer vínculos afectivos posteriores, siendo los cuidadores quienes proporcionan una base desde la cual el niño se siente seguro para explorar y aprender de nuevas experiencias, teniendo en cuenta que verá a sus cuidadores cómo aquellos que lo contienen y protegen cuando éste lo necesite o cuando se siente amenazado, funcionando dichas figuras como refugio de seguridad (Cooper et al., 2007; Garrido, 2006). A partir de la esta relación vincular primaria se construyen los modelos internos de trabajo que son representaciones mentales sobre las expectativas que el bebé o el niño pequeño tiene de sí mismo y de los demás, permitiendo anticipar, interpretar y responder a la conducta de las figuras objeto de su afecto (Bowlby, 1980)

Ahora bien, la sensibilidad y responsividad de los cuidadores principales frente a las señales y comunicaciones de los niños parece ser la clave en el desarrollo de la relación de apego seguro versus una relación de apego inseguro (Ainsworth, Blehar, Waters & Wall, 1978). Por tanto, en los casos en que el cuidado durante los primeros años se encuentra ausente, el establecimiento de un apego seguro y de un desarrollo adecuado se ven obstruidos, teniendo esto como consecuencia el retraso en el desarrollo físico, emocional, intelectual y social del niño, así como es probable la aparición de síntomas de trastornos mentales. (Barudy y Dantagnan, 2010; Bowlby, 1953; Rygaard, 2008)

Una de las situaciones en que el cuidador puede estar ausente puede ser por negligencia o abandono, en donde sus secuelas o efectos dependen de la edad en que el abandono sucede, la duración de este abandono y el grado de esta situación (Bowlby, 1953). Ahora, esta problemática es preocupante en el contexto colombiano ya que la situación de abandono, maltrato y abuso sexual en Bogotá del año 2001- 2005 presenta altas tasas y según un reporte en el año 2002 se reportaron 602.555 casos niños que fueron apartados del lado de sus padres por estos hechos y en el 2006 el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) Regional Bogotá registra mensualmente un promedio de 926 niños en Bogotá en dichas condiciones (Universidad Nacional de Colombia, 2006).

A su vez el Ministerio de la Protección Social, Ministerio de Educación Nacional y Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (2007a) registra que entre el 2000 y el 2006 se llevaron a cabo procesos de adopción con un total de 15.353 familias, de las cuales 7.445 eran colombianas, entregándose en adopción un total de 15.353 niños en situación de abandono, y 10.857 de estos niños fueron menores de 6 años.

Frente a dicha situación el Estado Colombiano se compromete al restablecimiento de los derechos de los niños a través del reconocimiento de su dignidad e integridad como sujetos y debe realizar un ejercicio adecuado de los derechos vulnerados. Entre estos derechos se encuentra el desarrollo pleno y armonioso de la personalidad dentro de un ambiente de cuidado, afecto, comprensión, seguridad moral y material, preferiblemente bajo el amparo y responsabilidad de sus padres, en donde en caso de la ausencia de los mismos, el Estado tiene la obligación de cuidar especialmente a estos niños que carezcan de familia o de suficiente sustento (Código de la Infancia y la Adolescencia, 2006).

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restablecimiento del derecho vulnerado, ubicación inmediata en medio familiar, ubicación en centros de emergencia para los casos en que no procede la ubicación en los hogares de paso, la adopción” (Código de Infancia y de la Adolescencia, 2006).

Ahora bien, la ubicación en instituciones privadas es una opción de protección provisional, pues éstas se comprometen a cuidar y prestar la atención necesaria a niños en situación de abandono, ya que hacen parte del sistema nacional del ICBF y tienen licencia para ofrecer programas de protección y adopción, así como también tienen licencia para seleccionar otras instituciones privadas para que realicen dichos procesos (Código de Infancia y de la Adolescencia, 2006).

Por lo tanto, las instituciones privadas deben proveer al niño de todos los recursos necesarios para su desarrollo a nivel cognitivo, motor, psicológico y afectivo, teniendo en cuenta que un hito fundamental en el desarrollo es el establecimiento de un vínculo primario seguro a través de cuidados propicios. Para ello, se invita a que en el ejercicio de restablecimiento de derechos en los niños se tenga en cuenta como imprescindibles los comportamientos de afecto y protección como parte de la interacción niño – cuidador en las instituciones en las que se encuentran involucrados.

De esta forma, Bowlby (1953) plantea algunos principios de cuidado infantil adecuado en los procesos de adopción o en el traslado del bebé o niño pequeño a un hogar de paso. Primero plantea que este cambio no debe representar una ruptura intensa entre el infante y su hogar, refiriéndose a que una ruptura definitiva y basada en la creencia de que si se le prohíbe a los cuidadores anteriores ver al niño, éste se olvidará de ellos con facilidad. Bowlby (1953) cita un estudio en niños evacuados a Cambridge durante la Segunda Guerra Mundial donde las visitas de sus cuidadores anteriores eran benéficas para los niños presentándose conductas que indicaban mayor seguridad y tranquilidad a comparación de quienes fueron separados definitivamente de sus cuidadores.

En segunda instancia, este autor argumenta que el cuidado institucional brinda una calidad provisional, ya que los niños a su cargo viven siempre en dos mundos, el presente (institución) y el pasado (hogar anterior) viendo todo lo presente como una imitación pobre de lo que vivió en un pasado, causando a su vez frustración en el niño y en su cuidador actual ya que para ninguno de los dos se cumplen las expectativas afectivas deseadas. Por último, Bowlby (1953) afirma que son necesarios planes pertinentes proyectados a largo plazo en donde el niño no siga en procesos de traslado de un instituto a otro, ya que esto incrementa la incertidumbre y la angustia ante la posibilidad real o imaginaria de una próxima separación.

Adicionalmente en los cuidadores institucionales se puede generar una inhibición de acercamiento emocional con el niño ante la realidad prevista de que la permanencia de éste en el hogar será temporal, y al mismo tiempo los cuidadores muestran decepción ante muchas conductas irregulares de parte de los niños que no llegan a comprender y que les hace sentir frustrados de sus acciones como cuidadores institucionales. Dichas conductas irregulares tienen relación con la historia previa de ruptura y pérdida afectiva de los padres, quienes seguramente no representaban un ambiente de cuidado de calidad sino de abuso y negligencia (Zeanah & Smyke, 2007).

Ahora bien, todas estas barreras en el cuidado del niño pueden obstaculizar la calidad del mismo, lo cual como ya se mencionó tiene consecuencias determinantes en el desarrollo de los niños, y por ello es de interés para este estudio describir como es el cuidado seis cuidadoras institucionales en particular.

Por estas razones, el estudio plantea la siguiente pregunta investigativa: ¿Qué caracteriza la calidad del cuidado brindado en una institución privada por parte de 6 cuidadoras institucionales, evaluadas desde el constructo de la sensibilidad en la crianza, a niños de 0-3 años de edad en condición de abandono y en proceso de adopción?.

0.2 Fundamentación bibliográfica

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esta investigación, es decir describir y caracterizar la calidad de cuidado institucional de seis cuidadoras institucionales con niños de uno a tres años de edad, se realiza en primer lugar, una presentación de los constructos teóricos de apego y los efectos del vínculo seguro e inseguro en el desarrollo infantil. Posteriormente, se profundizó en el constructo de sensibilidad en la crianza, las capacidades fundamentales de la parentalidad y los modelos de crianza, para así poder llegar a relacionarlos con las pautas de crianza y capacidades parentales de una madre no biológica, lo cual permitirá en el apartado de conclusiones determinar la generalidad y aplicabilidad del constructo de sensibilidad en la crianza planteado desde la conceptualización de Ainsworth, Bell & Stayton (1974) a la muestra de cuidadoras institucionales seleccionadas. En tercer lugar, como la calidad del cuidado no puede ser observada sin tener en cuenta los miembros de la díada que interactúa, es necesario presentar una revisión de la literatura sobre la evidencia empírica y teórica sobre las características de los niños abandonados y las consecuencias que esta situación genera en su desarrollo, para de esta manera caracterizar a la población que se pretende investigar. Por último, se presentarán algunas de las investigaciones sobre la calidad del cuidado institucional y sus secuelas en el desarrollo infantil.

0.2.1 Constructo de Apego

Teniendo presente el propósito de la presente fundamentación teórica, es importante realizar una introducción a la teoría del apego, antes de empezar a desarrollar a profundidad los conceptos anteriormente expuestos. La teoría del apego plantea que “los seres humanos tienden a establecer intensos vínculos afectivos con otras personas y explica las múltiples formas de padecimiento emocional y de trastornos de la personalidad, incluyendo la ansiedad, la ira, la depresión y el desapego emocional, cuando esto no se presenta adecuadamente.” (Bowlby, 1953, p. 60).

Ahora bien, la conducta de apego se entiende como cualquier serie de comportamientos que emita una persona, indicando deseo de proximidad y cercanía hacia una figura humana específica, que cuando es asequible y sensible a los llamados, gestos, necesidades de quien emite estas demandas, se manifiestan intercambios audibles o visuales que pueden ser saludos o miradas. Estas conductas de apego comienzan en la relación del progenitor con el bebé y luego se manifiestan entre pares en la edad adulta, es decir que se encuentran activas a lo largo de toda la vida. Las conductas de apego se activan con mayor intensidad en circunstancias como la ausencia de la figura de apego y/o una situación o contexto desconocido que genere ansiedad, por lo cual solo se desactivan con la presencia de dicha figura y sus cuidados (Bowlby, 1953).

Ainsworth, Blehar, Waters & Wall (1978), diseñaron el dispositivo experimental de la “Situación Extraña” en la que se observa la interacción madre – hijo, la cual permitía evaluar tres patrones de apego: seguro, inseguro - evitativo y ambivalente-resistente. Posteriormente, Main & Solomon (1990) citado por Lyons-Ruth & Jacobvitz (2008) describieron el patrón desorganizado/desorientado.

0.2.1.1 Los vínculos seguros e inseguros y su relación con la sensibilidad del cuidador

El apego seguro motiva conductas de exploración activa y aunque demuestran disgusto y ansiedad ante la separación de su cuidador se consuelan con facilidad ante el regreso de éste, buscando contacto físico durante unos instantes para posteriormente seguir explorando. En este tipo de apego es evidente que tanto la o el cuidador como el niño a su cargo disfrutan de las interacciones y la compañía. (Ainsworth et al., 1978). Este apego, según Barudy & Dantangnan, (2010) será generado por aquellos cuidadores competentes que se encuentran emocionalmente disponibles, perceptivos y capaces de sintonizar con los estados mentales del bebé y de brindar respuestas satisfactorias a las demandas del bebé, generando de esta forma un apego seguro que l proveerá al bebé de la experiencia continua de estar vinculado a una fuente se seguridad.

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será generado por aquellos cuidadores emocionalmente inaccesibles o reactivos, poco perceptivos y atentos, con deficiente capacidad para responder adecuadamente y que pueden mostrar actitudes de rechazo o violencia física hacia el niño.

El apego inseguro ambivalente es aquel que se distingue porque ante la separación del cuidador emergen conductas ansiosas donde los niños lloran y se aferran al cuidador, muestran rabia y se les dificulta calmarse, interrumpiendo de esta forma la exploración activa. (Ainsworth et al., 1978). Dicho apego, según Barudy & Dantangnan, (2010) será generado por aquellos cuidadores incompetentes para percibir los que el bebé siente y necesita, son incoherentes y negligentes en el momento de responder a las demandas de sus niños y tienden a atribuir sus propios estados mentales al niño o a poner como prioridad sus propias necesidades.

Por último, el apego de tipo desorganizado - desorientado, posee conductas que son descritas como contradictorias debido a que el niño percibe a su cuidador como fuente de consuelo y a la vez como fuente de peligro, por ello, los niños en presencia del cuidador están siempre estresados y sienten simultáneamente la necesidad de proximidad y de huida por el miedo que les causa dicha figura (Main y Hesse, 1990, citado por Lyons-Ruth, 2006). También se describe que en las ocasiones en que la cuidadora debe ausentarse, el niño parece “congelarse” en una posición rígida aferrándose a ella pero sin verla a la cara. (Rygaard, 2008).

Ahora, dentro de las razones por las cuales se presenta este tipo de apego Lyons (2006) encuentra que existe una comunicación parental afectiva perturbada en las respuestas parentales de retirada, en las respuestas negativas-intrusivas, en las respuestas de rol confuso, en las respuestas desorientadas y los errores de comunicación afectiva, que incluyen el que la cuidadora emita simultáneamente respuestas contradictorias y poco efectivas a las demandas afectivas del niño. A su vez, este autor afirma que la ausencia de respuestas por parte del cuidador también genera el apego de desorganización en el niño. Estas afirmaciones se comprueban con varios estudios que han indicado que el 83% de los niños que sufren de privación de la figura materna, abusos o negligencia despliegan conductas de este tipo de apego hacia los padres o nuevos cuidadores (Carlson y col., 1989, citado por Lyons-Ruth, 2006).

Se puede concluir entonces, que Ainsworth et al. (1978) tenía razón afirmando que la sensibilidad y responsividad de las cuidadoras a señales y comunicaciones de los niños parece ser la clave en el desarrollo de la relación de apego seguro versus una relación de apego inseguro. De allí, parte una de las hipótesis básicas de la teoría del apego (Bowlby, 1953; Ainsworth, 1974) donde se conecta la sensibilidad del cuidador y la seguridad del apego es decir, la sensibilidad del cuidador principal es uno de los organizadores de la seguridad del apego del bebé. Es por esto que Barudy & Dantangnan (2010) consideran que el vínculo que se genera y desarrolla entre el niño y sus cuidadores por medio de un proceso relacional desde la vida intrauterina en adelante, permite un adecuado desarrollo físico, cognitivo, emocional y social del bebé.

En otras palabras, el apego es un medio que mantiene unidos a padres e hijos y que se presenta especialmente en la primera infancia, ya que existe mayor tendencia a emitir conductas de proximidad en la díada, generando una sensación de seguridad, lo que permite que posteriormente se produzca una internalización de una figura estable y disponible, siendo ésta la representación de base segura que incentiva en el bebé la exploración de su entorno físico, sentimientos de pertenencia, de confianza y de aceptación por parte del medio en el cual se encuentra inmerso (Barudy & Dantangnan, 2010).

Adicionalmente, esta base segura “internalizada” le permitirá al bebé vincularse y relacionarse con otros de manera adecuada, generando a su vez recursos que le permiten manejar situaciones emocionales difíciles o estresantes que impliquen la posibilidad real o imaginaria de ruptura y pérdida (Barudy & Dantangnan, 2010).

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Teniendo claro la relevancia de los aportes de la teoría vincular, en las conclusiones que se derivan acerca de la importancia de una adecuada calidad del cuidado en las edades tempranas, es posible en este punto empezar a desglosar los conceptos teóricos que acompañan la variable principal de esta investigación: Constructo de Sensibilidad en la crianza.

0.3.1 Constructo de Sensibilidad del cuidador

Mary Ainsworth, psicóloga estadounidense del siglo XX, fue una de las primeras psicólogas del desarrollo que investigó sobre la importancia del cuidado en edades tempranas del desarrollo. Sus estudios, hallazgos y conceptualización sobre este tema, son hoy fundamentales para la comprensión de la seguridad emocional en la infancia y en etapas posteriores de la vida. Ainsworth, Bell, & Stayton (1974) afirman que, socialmente la norma indica que las madres aman a sus hijos y por ello no rechazan o ignoran sus necesidades, aceptando al bebé como sujeto hacia quien manifiestan sus sentimientos y expresiones abiertamente. De esta manera, se deduce que para ello es necesario que la madre cuente con la capacidad de percibir y de interpretar correctamente las señales y el comportamiento de su bebé para así poder brindar una respuesta adecuada y pronta.

A partir de este supuesto, Ainsworth et al. (1974) proponen e identifican en la sensibilidad de la cuidadora, algunos componentes esenciales como la conciencia de las señales y la interpretación exacta que conduce a una respuesta adecuada y pronta. Cuando se refieren a la conciencia de las señales es necesario en primera instancia que exista cierta accesibilidad para que exista comunicación entre ella y el bebé. Sin embargo, no se considera una condición suficiente pues la cuidadora puede ser consciente de las necesidades del niño, pero esto no significa que sea sensible frente a éstas. Ahora, la interpretación que ella da a las señales emitidas por el bebé, por lo general dependen de la atención que una cuidadora tenga ante las mínimas señales del niño, puesto que si es así, aprenderá y recordará dichas señales y en consecuencia lo más probable es que la interprete de forma adecuada.

Dentro de la capacidad de la cuidadora para interpretar de manera adecuada las necesidades de su hijo es posible encontrar dos componentes principales que son la ausencia de distorsión y la empatía. Cuando se hace referencia a la distorsión se indica que es necesario que la cuidadora no confunda sus propios deseos, sentimientos e intenciones con los que el bebé emite. En relación con la empatía es importante mencionar que la ausencia de ésta, puede conducir a que la cuidadora solo emita respuestas razonables y poco afectuosas a las necesidades y señales del bebé (Ainsworth et al., 1974).

No obstante, lo más importante de la sensibilidad de la cuidadora es la interacción que ésta busca con el niño. Así, cuando se presenta la interacción social o juego es pertinente que la estimulación sea adecuada y que en la interacción el bebé o niño entienda que la cuidadora se encuentra disponible cuando el niño la requiere. Para Ainsworth et al. (1974) esto es denominado como disponibilidad psicológica, la cual hace alusión a la capacidad que tiene la cuidadora de hacerse consiente de la presencia del niño a su cargo. Es decir, debe existir una conciencia perceptual, lo que se traduce en que ella identifique a nivel espacio-temporal la ubicación del bebé. Entonces se habla de descuido psicológico, cuando la cuidadira no es asequible y no está a disposición de su bebé, pues para ella es más importante satisfacer sus propias necesidades (Ainsworth et al., 1974).

A partir de la definición del constructo de Sensibilidad del cuidador según Ainsworth et al. (1974) es pertinente mencionar aquellos aspectos que permiten identificar a una cuidadora altamente sensible y las características comportamentales que la definen. Así pues, una cuidadora altamente sensible es quien se encuentra en sintonía con su bebé logrando emitir respuestas prontas y apropiadas según la circunstancias, diferenciando las emociones y necesidades que le corresponden a ella y las que corresponden al niño.

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cuidadora percibe e interpreta erróneamente las señales de lo que el bebé requiere. Por otra parte, se encuentran las cuidadoras que son muy insensibles, las cuales se caracterizan en su gran mayoría porque buscan solo guiarse por sus propios deseos, estados de ánimo ó actividades. (Ainsworth et al., 1974).

Finalmente, se encuentra la cuidadora que interrumpe constantemente la actividad del niño y no es consciente de lo que pasa, siendo sus respuestas imponentes o impertinentes ante las necesidades, demandas o metas del niño, observándose entonces fricción en la díada o simplemente evidenciándose que existe el dominio de las metas de uno de sus miembros sobre las del otro. Se evidencia entonces, que la cuidadora no reconoce al bebé como un ser autónomo y como una persona independiente cuyos deseos tienen validez. En consecuencia, ello correspondería a una cuidadora que siente que el bebé es suyo y que por ello puede hacer con él lo que ella desee, interrumpiendo sin previo aviso la actividad del niño (Ainsworth et al., 1974).

Adicionalmente, Ainsworth et al. (1974) afirma que el tiempo transcurrido entre las señales emitidas por el niño y la respuesta de la cuidadora, y la satisfacción del niño ante la respuesta de la cuidadora son determinantes para calificar a una conducta como sensible o poco sensible. Ahora bien, a partir de los hallazgos encontrados por Ainsworth en sus investigaciones sobre las características de las cuidadoras sensibles, se han realizado otro tipo de aproximaciones desde diversas perspectivas, que ayudan a complementar el constructo de sensibilidad del cuidadora y sus diferentes variables. Dentro de estas perspectivas se encuentra la construida desde la teoría del procesamiento de la información social, en donde la sensibilidad del cuidador consiste en la percepción continua de señales o conductas del bebé o niño, donde posteriormente actúa basándose en interpretaciones que resultan en respuestas precisas correspondientes a la necesidad del niño que se encuentra a su cargo (Cerezo, Trenado & Pons, 2006).

Desde esta perspectiva, Lamb y Easterbrooks (1981) y Cerezo et al (2006) coinciden afirmando que la sensibilidad del cuidador depende a su vez de componentes cognitivos, atencionales y conductuales, que si de algún modo se encontraran afectados, esto podría dificultar la calidad de cuidados o la presencia de respuestas insensibles Adicionalmente, si la capacidad de autorregulación del cuidador es poca ante situaciones estresantes es de esperar que con estados anímicos de estrés, ansiedad o malestar psicológico por conflictos con otros o consigo mismo, el afecto y los cuidados sensibles se conviertan en conductas abusivas o agresivas.

Estas conductas agresivas o abusivas por parte del cuidador se explican por la ausencia de regulación del cuidador de sus propias emociones negativas y dificultad para contener las del bebé. Esto es visible en respuestas inadecuadas a las señales del bebé, produciendo en éste último mayor irritabilidad y molestia, incrementando a su vez el nivel de estrés y malestar psicológico en el cuidador (Cerezo, et al, 2006).

Lo anterior es comprobado en el estudio realizado por Cerezo et al (2006) donde las cuidadoras con menores niveles de estrés respondían secuencial y afectuosamente a las señales del niño o bebé, inhibiendo conductas intrusivas, las cuales se definen como aproximaciones afectivas que interfieren en el espacio y las acciones del niño, que incluyen la demanda de tareas que están por encima de las posibilidades o capacidades del niño.

Por otro lado, las cuidadoras con mayores niveles de estrés y menor regulación de su estado anímico se mostraban menos sintonizadas con las señales del niño, percibiendo sus propias necesidades como la prioridad y respondiendo neutralmente o intrusivamente a las conductas del niño. Es decir, que con bajos niveles de autorregulación la atención de los cuidadores es dirigida hacia sí mismos, lo que significa la aparición de conductas de desatención a las señales, conductas y necesidades del bebé (Cerezo et al, 2006).

Ahora, uno de los problemas de estas conductas intrusivas es el hecho que en ocasiones para las cuidadoras dichas conductas son desde sus puntos de vista muestras de cooperatividad o de sensibilidad hacia el niño y no parecen percibir los signos de malestar y molestia del mismo. Por ello, cuando éstas no son conscientes de las necesidades del bebé, de una u otra forma irrumpen sin saberlo en el desarrollo de la autonomía del niño a su cargo (Ainsworth et al., 1974).

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o no se elabora la suficiente empatía (Ainsworth& et al., 1974).

Ahora bien, en cuanto a las investigaciones realizadas en el contexto colombiano y complementariedad con lo que se ha descrito anteriormente del constructo de sensibilidad del cuidador, es necesario indagar sobre las investigaciones realizas sobre la calidad de cuidado en Colombia.

Al respecto Alzate, Carbonell, Posada & Bustamante (1999) y Posada, Carbonell, Alzate & Plata, (2004) realizaron un estudio con metodología etnográfica que quería describir y caracterizar el cuidado en la primera infancia en contextos naturales y luego comparar si la conceptualización de Ainsworth y colegas era aplicable a las características de cuidado en el contexto cultural colombiano. A partir de este estudio construyeron las escalas del comportamiento que pretenden describir y evaluar la calidad de cuidado en función de la prontitud y efectividad de la respuesta; la consistencia de las actitudes y el tono emocional y afectivo durante las interacciones; la capacidad para equilibrar entre las respuestas a las demandas del bebé frente a otra demandas del entorno; la capacidad para equilibrar la interacción social y el cuidado físico durante las rutinas como el baño, la alimentación, cambio de pañal, entre otras; la capacidad de ajuste comportamental a las necesidades mutuas y metas discrepantes, de tal manera que exista sincronía y satisfacción en las interacciones; la cantidad y la calidad del contacto físico; las muestras de goce mutuo en las interacciones y por último, la cantidad y funcionalidad de las conductas verbales que emite la cuidadora hacia el niño. Dichas categorías no serán ahondas puesto que las Escalas de comportamiento son el instrumento que se utilizó para la descripción y evaluación de las seis cuidadoras institucionales y serán profundizadas en el apartado de método.

Ahora bien, partiendo del constructo de sensibilidad del cuidador definido por Ainsworth y colegas (1974), Lamb y Easterbrooks (1981) y Cerezo et al (2006) y las categorías comportamentales que emergieron desde la observación etnográfica en el contexto Colombiano (Alzate et al., 1999), es posible relacionarlas con otros modelos de crianza y parentalidad propuestos por Barudy y Dantangnan (2010), para así complementar las características de un cuidado oportuno y poder evaluar de acuerdo a criterios teóricos vigentes la calidad del cuidado institucional.

0.4.1 Otros Modelos de Crianza y Parentalidad

La teoría de la parentalidad planteada por Barudy y Dantangnan (2010), es una propuesta innovadora y actual, sobre las prácticas de crianza y modelos parentales que hoy en día están explicando y ampliando los hallazgos en relación con la teoría del apego desarrollada por Bowlby (1953). El aporte de esta nueva teoría a la psicología del desarrollo, especialmente en términos de la importancia de construir vínculos seguros para un adecuado desarrollo emocional, se encuentra enfocado principalmente en la descripción de pautas y modelos de crianza, aptitudes y capacidades relacionales parentales, y la explicación de la tipología de una parentalidad disfuncional, incompetente y maltratante. A continuación, se expondrán los diferentes conceptos y sus implicaciones para la presente investigación.

0.4.1.1 Pautas y aptitudes parentales de crianza

Ramírez (2008) menciona que la crianza debe ser entendida como la responsabilidad que tienen los cuidadores de enseñar a los niños a conocer, ser y hacer en diversos contextos. Desde este punto de vista, el desarrollo de un individuo sano está ligado a los procesos de crianza que están mediados por el hecho que los cuidadores sean capaces de brindar atención a los comportamientos de los niños, brindando aprobación verbal y cubriendo todas las necesidades de los niños a su cargo. Por esta razón, es de vital importancia tener prácticas de crianza adecuadas, ya que estas influyen en el desarrollo y bienestar físico y psicológico de los niños.

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hayan tenido un cuidado oportuno durante su infancia, en la mayoría de los casos lo replicaran en su modelo de crianza con los niños.

Complementando lo anterior, la forma en que se reproduce dicha memoria varía entre un proceso implícito y explícito. El proceso explícito se refiere a los proyectos de crianza que cada cuidador ofrece al niño a su cargo de forma razonable y planeada. Mientras que en el proceso implícito se condicionan formas espontáneas y no planeadas para dar respuesta a las conductas del niño. Esto hace evidente que existe una conexión entre el modo en que las experiencias pasadas modelan en el cuidador formas de crianza que se pueden replicar con los miños (Barudy&Dantagnan, 2010).

De dichas formas de crianza se configuran modelos adquiridos en la vida familiar y llamado de otro modo corresponden a la “herencia adquirida” que al presentarse de manera adecuada permiten que a los cuidadores llegar a ser tutores del desarrollo de los niños. (Barudy&Dantagnan, 2010).

Ahora bien, teniendo en cuenta la importancia que tiene un modelo de crianza adecuado en la construcción de un cuidado oportuno, Barudy & Dantangnan (2010) plantean el concepto de la parentalidad como aquel que agrupa todas aquellas capacidades y competencias mediante las cuales se logra el bienestar infantil, teniendo como base el buen trato hacia el niño. Dentro de estas capacidades y competencias básicas, se encuentra el interés incondicional por los niños a su cuidado, que corresponde a ser conciente de las necesidades del niño, aceptarlas y esforzarse por satisfacerlas; la sincronía, que se refiere a comunicar al niño a través de gestos y conductas que son personas importantes e interesantes como interlocutores en la interacción; la asertividad y la consistencia, en donde muestren que pueden las competencias y los recursos para guiar al niño (s) y, por último, se encuentra la capacidad de influenciar a sus niños, a través de comportamientos coherentes y auténticos, y de conversaciones o actividades lúdicas y entretenidas.

Ahora bien, es relevante diferenciar entre una parentalidad biológica y otra social, donde la primera se refiere a la capacidad de procrear, mientras que la segunda se refiere a la capacidad que tiene el cuidador de atender las necesidades de carácter biológico, protector, educativo y social de los niños a su cargo Una parentalidad social sana y competente se identifica principalmente por la capacidad de los cuidadores para responder de manera sensible y empática ante las necesidades de los niños. Esto se presenta principalmente cuando se brinda al niño recursos emotivos, cognitivos y conductuales permanentemente.

Desde esta postura, es posible identificar que el aporte de un buen cuidador no solo depende de una estructura familiar común padre y madre, sino que es posible evidenciar que el aporte de otros como tíos, abuelos, madre soltera, padres acogedores o adoptivos puede brindar buenas dinámicas relacionales, que proporcionen al niño los cuidados y la calidad de un buen trato que son necesarios para el desarrollo normal. Es así que, Barudy&Dantangnan (2010) argumentan que una buena parentalidad no depende de una vinculación biológica exclusivamente, ya que el componente social puede ser desempeñado por otras figuras que brinden la satisfacción de éstas necesidades.

Teniendo en cuenta lo anteriormente mencionando, el concepto de parentalidad social resulta relevante para este estudio ya que, cuando un niño es adoptado o acogido voluntariamente por una institución, ésta busca el bienestar del pequeño ejerciendo una parentalidad social y así desarrollando un sistema de cuidado oportuno y adecuado, que ofrece una verdadera medida de reparación y un desarrollo sano (Barudy & Dantangnan, 2010).

Ahora bien, este desarrollo sano dentro de la parentalidad social como se ha mencionado anteriormente depende del desarrollo de un apego seguro, que se presenta cuando los cuidadores desarrollan rutinas de cuidado sensibles y oportunas a las necesidades de los niños, y por tanto dependen de lo que Barudy y Dantangnan (2010) denominan como capacidades y funciones en la parentalidad social.

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En cuanto a las funciones de la parentalidad social, Barudy & Dantangnan (2010) mencionan cinco funciones que caracterizarían un buen desempeño parental. En primer lugar, se encuentra la función nutriente en donde se ofrece la alimentación necesaria para asegurar el crecimiento, y el aporte de experiencias sensoriales, afectivas y sociales que permitan que el niño perciba el ambiente familiar como un lugar seguro y la construcción de un apego seguro. Esto será poco posible cuando el cuidador se siente frustrado y estresado por aspectos en el ambiente que no se los permiten

En segundo lugar, se encuentra la función socializadora, en la que los cuidadores brindan recursos para que los niños a su cargo desarrollen un autoconcepto, identidad y autoestima desde como los cuidadores los perciben y como los traten, por ejemplo el autoestima alta estaba relacionada directamente con tratos no cohercitivos. (Barudy & Dantangnan, 2010).

En tercer lugar, se encuentra la función educativa que indica la capacidad de los cuidadores para garantizar que los niños sean capaces de establecer relaciones en donde prime el respeto por sí mismo y por los que están a su alrededor. Esta educación parte de los tratos sensibles con el niño que al ser tratado de esta forma puede reflejar esto en comportamientos posteriores con sus pares. Esta función educativa también puede establecer pautas para una comunicación basada en la escucha activa, en donde el cuidador respeta los ritmos del niño aunque en ocasiones deba limitarlo a través de una autoridad afectuosa, que permitirá en un futuro procesos de autocontrol emocional y conductual. (Barudy & Dantangnan, 2010).

La cuarta función, es la protectora la cual se describe como la ejerce el cuidador para mantener a salvo a los niños de los riesgos del ambiente. La quinta función de la promoción de la resiliencia se fundamenta en las cuatro funciones anteriores permitiendo que el niño tenga las capacidades para enfrentar las dificultades u obstáculos que la vida le presente. (Barudy & Dantangnan, 2010).

Teniendo en cuenta, estas dos capacidades y cinco funciones parentales expuestas anteriormente, es posible observar que algunas de las variables que se desprenden del constructo de sensibilidad del cuidador de Ainsworth et al (1974) y de la Escala del comportamiento de Posada et al (2004) se relacionan y complementan con las capacidades y funciones parentales propuestas por Barudy y Dantangnan (2010).

Ahora bien, lo anteriormente expuesto se refiere a lo que los teóricos han identificado como

parentalidad sana, competente y bienentrante. Sin embargo, cuando esto no se da de manera satisfactoria por parte de los cuidadores, es posible hablar de un daño y sufrimiento causado a los niños lo que nos permite hablar de una parentalidad incompetente y maltratante.

Diversos estudios han aportado y han distinguido tres tipos de parentalidad incompetente teniendo en cuenta la historia de los malos tratos, las pérdidas y la desprotección que sufrieron en la infancia los propios cuidadores y que no les permiten generar modelos para cuidar adecuadamente a los niños. Desde esta postura, se presenta la parentalidad mínima, este tipo de modelo ilustra que los cuidadores no cuentan con las capacidades necesarias para asegurar el desarrollo sano de los niños. Seguido de este modelo encontramos la parentalidad parcial, en ella y al igual que la anterior hay una deficiencia las capacidades parentales. Sin embargo, en este modelo los cuidadores son conscientes de sus carencias y por ello buscan que los niños tengan una mejor vida de la que ellos han podido tener y permiten recibir ayuda y apoyo de otros (Barudy&Dantangnan, 2010).

Finalmente y en tercer lugar encontramos una parentalidad disfuncional severa y crónica. Allí, cabe resaltar que este tipo de modelo se convierte en algo mucho más peligroso, puesto que atenta contra la vida de los niños y genera daños severos comprometiendo la integridad psicosocial del desarrollo. Para identificar este tipo de modelo se deben distinguir lo siguiente: Los cuidadores evidencian dificultad para establecer relaciones afectivas cercanas y empáticas con los niños al igual, que carecen de la disponibilidad generando entonces cuidados inestables que hacen que los niños desde muy temprana edad vivan situaciones caóticas y ambientes cargados de dolor y de estrés. Desde allí, lo que define unas prácticas parentales incompletas es la falta de eficacia en las respuestas de los cuidadores en relación con lo que los niños solicitan, es decir que existe una deficiencia en los modelos de crianza.

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graves que se pueden generar en los niños, al no estar expuestos a un cuidado de calidad. A continuación, se ampliará este tema, contextualizando la situación de los niños en Colombia y las implicaciones que esto ha traído en términos de la ruptura vincular y el abandono.

0.5.1 Ruptura del Vínculo y Abandono

El abandono infantil es definido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la falta de atención a las necesidades básicas de un niño, el cual puede ser abandono físico, entendido como una supervisión inadecuada y/o poco segura del niño; abandono médico, en el que se le niega al niño la atención o tratamiento médico que necesite o le hayan prescrito; abandono educativo, que es el incumplimiento de las leyes del estado respecto a educación infantil obligatoria y por último,

el abandono emocional, que consiste en ignorar las necesidades del niño que le permiten tener un adecuado desarrollo social y emocional (Zamani, 2010).

Desde esta perspectiva, muchos de los niños que participan del programa de adopción de la institución seleccionada para el presente estudio, sufrieron algún tipo de abandono y por esta razón es importante explicar las consecuencias que esto trae al desarrollo en los niños, para así lograr una mayor comprensión de algunas de las prácticas de crianza que aplican las cuidadoras institucionales en el cuidado de estos niños. Se presentan entonces a continuación las consecuencias de la ruptura del vínculo antes de los dos años, las consecuencias de separaciones traumáticas y finalmente las repercusiones de estas experiencias a nivel neurológico.

0.5.1.1 Ruptura de vínculo ó contacto antes de los dos años

Como se ha venido mencionando, el contacto que se establece entre la madre y el hijo es fundamental, ya que allí emerge una comunicación continua entre la díada, lo que genera que se establezca e interiorice una organización en los sistemas funcionales internos primarios del niño, permitiendo que tenga acceso a procesos afectivos, de aprendizaje y de funciones psicológicas que se crean el concepto de madre, aunque para esto último es necesario que el niño experimente un cuidado estable (Rygaar, 2008).

Ahora bien, los investigadores proponen un modelo en el cual es posible ver la función interna del niño y la relación con el ambiente externo que es representado por la madre, en el cual identifican como primera fase la simbiosis. En esta fase el comportamiento del niño es desorganizado mientras que en la madre es organizado, ritualizado y previsible proporcionando una protección en contra de estímulos que representan incomodidad en el bebé. Posteriormente, cuando el niño percibe la permanencia y consistencia de la madre se encuentra en disposición para aprender y para ser receptivo al contacto. (Rygaar, 2008).

La segunda fase de este modelo es una transición entre la función externa e interna. Allí, en el niño es posible encontrar ciertas características como: La construcción de la permanencia, una función imprevisible y variable, un comportamiento de ensayo y error y una ambivalencia en el contacto. Mientras que en el caso de la madre continúa habiendo una organización y permanencia, además de esquemas receptivos frente a las necesidades del niño que la madre acepta y corrige. (Rygaar, 2008).

En la última fase es posible ver la función del niño y la madre en el establecimiento del contacto. En la díada es posible encontrar en el niño una permanencia e independencia en el contacto, mientras que en la madre se encuentran nuevas situaciones que permiten desarrollar una permanencia en el niño (Rygaar, 2008).

Teniendo en cuenta el modelo propuesto, se puede indicar que en el momento en que se presenta la ruptura, el ambiente externo es decir la madre, no es constante durante la primera y segunda fase de la función interna, produciendo una ruptura del contacto e interrumpiendo una comunicación mutua, lo que más adelante puede generar en el niño un trastorno de apego reactivo. En dicho trastorno la madre se encuentra ausente o es poco sensible a las necesidades del bebé, poco empática y con poca prontitud para responder al llamado del niño (Rygaar, 2008).

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destruir agresivamente lo que lo rodea y en consecuencia el niño presente una permanente inadaptación en el entorno.

Ahora, es importante mencionar que las experiencias de separación en el niño son más significativas y traumáticas cuando el pequeño ya recuerda a la figura materna, ya que al ser abandonados se sienten inseguros y rechazados, al punto de creer que no merecen ser amados. Simultáneamente, el niño será dependiente de la figura que le muestre afecto y se negará a recordar a la madre (Rygaar, 2008).

Así, Rygaar (2008) plantea que todo niño en abandono maneja problemas de apego por el hecho de haber vivido una o varias separaciones traumáticas, pasando en un corto periodo por diversos duelos tanto de personas como de lugares, generando que su adaptabilidad a un hogar adoptivo o institucional sea difícil por sentimientos de miedo y aflicción del niño frente a los nuevos cuidadores.

Adicionalmente, el Centro Nacional de Intercambio de Información acerca del Abuso y Abandono Infantil (National Clearinghouseon Child Abuse and Neglect Information, 2009) menciona algunas consecuencias psicológicas del abandono.

Las consecuencias psicológicas y comportamentales se han asociado con trastornos de angustia, neurosis histéricas, hiperactividad o déficit de la atención, trastorno de estrés postraumático y los trastornos reactivos de la vinculación. A nivel cognitivo las consecuencias que se asocian al abandono son alteraciones en el desarrollo del lenguaje y el logro académico (Kortenkamp & Ehrle, 2002).

En la adolescencia, se ha encontrado que los niños que son víctimas de abandono tienen un 25 por ciento más de posibilidades de poseer comportamientos delictivos, embarazos no deseados, bajos logros académicos, consumo de drogas y alcohol, problemas de salud mental. (Community Services Commission 2000; Fernández, 2009).

Ahora bien, Bowlby (1953) explica que las secuelas o efectos del abandono dependen de tres aspectos: la edad en que el abandono sucede, la duración de este abandono y el grado de esta situación. En cuanto a la edad, el autor explica que en una edad menor a los siete años y especialmente en las primeras semanas de vida los efectos de la privación materna son claramente perceptibles en reacciones menos expresivas e intensas de los niños ante los rostros o sonrisas humanas, mal apetito, dificultades para aumentar de peso aun si alimenta a tiempo y adecuadamente, trastornos del sueño y poca iniciativa en sus acciones. Desde allí, es importante para el presente estudio tener en cuenta la edad en que los niños fueron abandonados ya que esta variable influye en la manera ó habilidades con las que debe contar el cuidador para generar y garantizar un buen desarrollo. (Bowlby, 1953)

Ahora bien, el tono emocional del niño en situación de abandono entre los dos y seis meses de vida es depresivo y triste, comportándose generalmente indiferente, apartado, callado, incapaz de responder a un halago o una sonrisa, permanece estático o sentado, tendiendo a un estado de estupor. De igual forma, no establece contacto con un extraño puesto que no le interesa mantenerse en interacción. (Bowlby, 1953).

Otras reacciones en el niño en situación permanente o recurrente que menciona Bowlby (1993) son una manifestación de la ira tan intensa y persistente que logra debilitar la relación con su cuidador principal y utiliza actos vengativos parta disuadirlo. Dicha manifestación disfuncional es probable que se presente en situaciones de separación o perdida. Por ello, de esta conducta de airado descontento nace un profundo resentimiento y un afecto incierto que tiende a un vínculo y comportamientos ansiosos.

Teniendo claro, las consecuencias a nivel emocional y afectivo, que produce el abandono en menores, por último se hará una breve explicación de las consecuencias físicas que genera, especialmente a nivel neuronal. Mustard (2003) indica que el desarrollo cerebral esta medido tanto por factores ambientales como por una influencia genética, indicando así que tanto lo social como lo biológico se encuentra estrechamente vinculado, por ello hoy en día las pautas de crianza en los primeros años tienen un gran efecto en el desarrollo neuronal.

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central (SNC) en el cual la causa principal es la falta de estimulación táctil y vestibular, es decir de los movimientos en la comunicación del bebé (Rygaar, 2008).

Se evidencia un retraso en el desarrollo neuronal especialmente en el sistema límbico, en el sistema nervioso autónomo y el neocortex. Lo cual se presenta por falta de programación emocional y del comportamiento social; problemas de atención, de regulación de la actividad y de sueño; dificultades en el procesamiento de la información sensorio - motriz y en la planificación y control de las emociones. (McLean citado Rygaar, 2008).

Por otro lado, la estimulación vestibular permite que se liberen endorfinas las cuales hacen que el contacto del cuidador principal sea una experiencia mucho más agradable y que ante la ausencia de contacto el niño llore, por ello, si los periodos de separación son bastante largos se corre el riesgo que el deseo de proximidad física desaparezca (Rygaar, 2008).

Barudy & Dantagnan, (2010) argumenta también que cuando el cuidador acaricia, alimenta nutritivamente, les habla suavemente y los mece se crean sinapsis y redes neuronales que construyen las diferentes formas de expresión de la mente, se avanza en la mielinización que contribuye a una mayor conducción de los estímulos, por tanto a la adquisición y progresión de nuevos aprendizajes. A su vez afirman que los niños bien tratados y estimulados poseen un cerebro emocional con mayor cantidad de conexiones neuronales que se activan ante dichas conductas afectivas del cuidador. (Barudy&Dantagnan, 2010).

Lo anteriormente expuesto por Rygaar (2008), muestra claramente las consecuencias a nivel afectivo y físico que produce en el niño una ruptura del vínculo antes de los dos años, lo que demuestra una vez más la importancia de un cuidado materno oportuno y de calidad durante esta etapa. Ahora, ya que los niños que se encuentran en instituciones, vivieron innegablemente esta experiencia de separación, se convierte en una tarea relevante, asegurar que dichas cuidadoras institucionales estén proporcionando el cuidado que ellos necesitan, de acuerdo a estas necesidades afectivas, para así prevenir peores consecuencias emocionales en los niños.

No obstante, aunque las consecuencias del abandono son nefastas estos resultados son posibles de evitarse durante el primer año de vida si recibe el cariño y atención de una figura materna sustituta. Pero cuando esto se presenta durante el segundo y tercer año de vida, es aun más severa la angustia en relación con la separación de su madre, llegando al punto de rechazar al sustituto y sus cuidados como ya se había mencionado anteriormente. Por ello, es fundamental que cuando el niño se enfrenta a situaciones de abandonado cuente con un tutor o cuidador sustituto en la brevedad posible para así disminuir los daños y consecuencias generados. (Bowlby, 1953).

Es por esto que dicha situación llama al Estado a cumplir con su compromiso en el restablecimiento de los derechos de los niños especialmente al de un desarrollo pleno y armonioso de la personalidad dentro de un ambiente de cuidados, afecto, comprensión, seguridad moral y material (Declaración de los Derechos del niño, 1959). Por ello, medidas como el cuidado temprano institucional que fueron pensados para tal fin (Código de la Infancia y Adolescencia, 2006) resultan una medida relevante dentro del contexto colombiano, que debe ser estudiada e investigada, para así poder contribuir positivamente en el desarrollo emocional, cognitivo, físico y social adecuado de muchos niños que actualmente se encuentran en situación de abandono.

Siguiendo este planteamiento y por último dentro de esta conceptualización teórica, se profundizará en la definición, características y posibles problemáticas que se pueden presentar en las instituciones de cuidado temprano.

0.6.1 Cuidados Alternativos a los niños en condición de abandono

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TABLA DE CONTENIDO
Tabla 1  Puntuaciones de las tres observadoras, en las 11 escalas del comportamiento de la cuidadora 001
Tabla 3  Resultados de las interacciones completas de la cuidadora 001, con su puntaje final y el porcentaje obtenido en cada categoría
Tabla 7  Puntuaciones de las tres observadoras, en las 11 escalas del comportamiento de la cuidadora 003
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