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Las capitulares de los libros de coro

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Academic year: 2020

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(1)

J U L I O

P R I E T O

LAS

CAPITULARES

D E L

O

S

L 1 B

e

R

o

S

o

R

D E

o

EDICIONES DE LA UNIVERSIDAD NACION AL DE MEXICO

(2)

m

FOTOS DE

LOLA ALVAREZ BRAVO

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.r\LERTO

PRIETO,

el desaparecido pintor, estu-vo formando, durante

Ya-ríos años, una cJlección de capitulares ele libros de co-ro, consultandu los origina-les existentes en Jos coros de las catedrales de :\léxico y algunas cíudades de pro-vincia, así como Jos pocos ejemplares consen'ados en el Á'iuseo l'\aciollal y en la Bi-blioteca N aciana!. Al tiem-po que lograba la co!ccción inició la redacción de algu-llas notas sobre el tema, y parte de éstas, las que se re-fieren a la ornamentación de las primeras páginas de Jos antifonarios, las transcribo en seguida. Por otra parte, el valor de estas orna-mentaciones resulta tan importante para apreciar la e\'olución de la pintura en J'vléxico, que creí no ser exageradamente audaz al atreverme a ordenar ;llg-u-nas ideas sobre este tema. Sin embargo, el mérito de todo estudio sobre el particular recae en el paciente investigador que con tanto amor formó la colec-ción de que trato.

"Antifonario se llama el libro que contiene, con caracteres de canto llano, todas las melodías de antífonas, salmos e himnos que componen las horas, vís-peras, completas, maitines, etc.

(4)

---

ser

"Los an-tifonarios (libros de coro) com-p¡'enden el gradual conloscan-tos usados durante la mísa y el responso-ríal que contiene los respon-sos y antí-fonas de las horas.

"En los coros dl' los conven-tos que po-blaron la Nueva Es-paña, y en las cate-drales, descansaban sobre los facistoles de cecl ,'o o maderas finas, de atormentados perfiles y decorados, según la riqueza del coro, hasta convertirse en verdaderos I1JCnL1l11entos, con incrustaciones de carey, aplicaciones de plata y tallas de ma-dera o marfil, los grandes libros empastados en becerro, con chapetones, bulas y cierres de cobre o hierro forjado. Algunas tapas son ejemplares valiosos de arte decorativo, por

el

trabajo en piel, y las aplicaciones de metal.

"Con cien o doscientas páginas trazadas sobre grueso pergamino, en góti-ca española y con la notación del góti-canto llano: cuadradas, breves, semibreves, Illuestran los libros de coro la habilidad de los trazos hechos con pluma de ave o palillo y que en manos de Fray Miguel de Aguilar, agustino del siglo XVIII, llenan un libro de 97 páginas en tres meses, según nos dice la relación de la pri-mera página y confirma el colofón que cierra el libro.

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"Casi nunca se encuentran los nombres de los calígrafos, miniaturistas o di-bujantes..\Igunos, con letra muy fina, en el cuerpo de una capitular o al pie de una miniatura des\'aída, dejan el nombre; otros, al dedicar el libro que ordena el Dean o regala el Arzouispo, ornamentan con maravilloso escudo de armas la portada, terminan con laborioso colofón y dejan únicamente las iniciales del ar-tífice que pasó una vida miniando la complicada heráldica .

.. Exceptuando los libros hechos a fines del siglo XVIII y principios del XIX-por regla general muy inL~rioresen caligrafía y ornamentación a los del X\T[ y X\"lII, que mencionan los nombres del dibujante-, son escasos los da-tos que ~e tienen para hacer el estudio de los decoradores y calígrafos que traba-Jaran en los ;1.l1tifonarios·'.

Del estudio en preparación: "Capitulares de los libros de CO'ron) por Valerio Prieto .

r.a

ornamentación ele las letras capitales en la primera página de los l11iSa-les y al1tifonari()s. nació junta con el empleo de estos libros.

Ya en los misa1cs de la Edad ilIcdia escandinava se encuentran las capitu-lares aln1l1<1antclllentc ornamentadas. y a ellas se rdiere, ele manera muy sing'u-lar, \Vorring'lT, al explicar las características del espíritu del artífice nórdico . .\ la ;\ue\'a Espaíb l1cg'aron antifonarios europeos de diversos países, que fueron los modc1 es en <1()11cL.: s~ inspi ra ron los copistas criollos, y aun cuando

empeza ran a cu rti rse perg'alllinos y a im provisarse tintas con elementos ele la tie-rra, la importación ele libros de coro fue constante durante la Colonia, sien-do siempre moti \"() eL esp:xial aprecio pa ra el coro de cada iglesia el contar con libros de origen europeo,

La procedencia tan eliversa ele los pr imeros libros importados fue causa ele

qu~ los miniaturistas ele la Colonia sig'ui~ranal principio corrientes gráficas muy distintas también, p~ro en un

plazo rcla ti va men te corto f uc-ron asimiladas las enseñanzas europeas y se contó ya can un estilo propio que ftt~ modificán-dose, dentro ele su cauce particu-lar, por las influencias quc afec-taban a toela la plástica ele la

época. Mas esta~; influ'~ncias ja-más fueron suficientes para ha-cerlo pereler l;~s ca racterísticas, tan personalcs, que encontrara una vez tenn;naelo el período ele lmitac:ón inic;a1.

Fer otra parte, y en vista ele los altís:11l0S ]L'ecios que los libros imJl~)rtad()s

alcanzaban, muchas iglesias exigieron a sus artífices (siempre miembros eld clero mismo y no art:stas seglares, como en el caso de los pintores), que si-guieran fielmente, esto es, que copIaran modelos europeos. Por esta

circulls-"

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tancia y por la presencia de numerosos extranjeros-italianos, portugueses,

fla-mencos-en el clero de la Colonia, es por lo que se encuentran constantemente, al lado de ornamcntaciones típicamente criollas, otras de características cxc!usi-,·amen te europeas.

C~1110 principales sitios de origen de los libros importados a la Nueva

Espa-ña, podrían seilalars~tres.

J,os ele procedencia flamenca y alemana, quc conservan restos de los peculia-res entrelaces escandinavos donde las bandas de los lazos sufren en un atormen-tado y anguluso tejido y rematan en cabezas y en picos de aves marinas, en ga-rras o en corvas extremidades que no conservan ya más que una remota as-cendencia orgánica, marcada a menudo por un ojo, único resto de la primitiva cabeza de pájaro.

Llegaron a la Colonia también los de origen italiano, donde las capitulares se abrían en la colorida flora antropomJrfica del Renacimiento; fueron éstos, en verdad, los que imprcsionaron más hondamente a los artífices criollos, yalrede-ciar de las estructuras de hojas de acan to, de cuyo centro surgen amorcillos, s'~

crearon los tipos principales e1c la ornam~ntación colonial.

Por ctra parte, los miniaturistas d~ los libros pro~luc:dosen España tenían aún presente la decoración árabc y por esto muchas dc las letras ornamentadas cn misales españolcs, y muchas de las tr lzadas aquí, están formadas dentro del universo de entrelaces rígidamente g.~ométricos,y s;:¡bia111ente armónicos, t:m l);"opio de toda la decoración musulmana.

Para la existencia ele un estilo autócLmo, es necesario conocer el factor per-sonal. Es cierto que durante los dos primeros siglos de la Colonia, no se admi-tieron inelios cn el clero, por lo que no se puede hablar aquí de fenómenos de interpretación. como ocurre con la escultura colonial, pero sí hay que tomar en cuenta el mundo en que vivía el

miniaturista criollo. Un universo de ycg·etación impresionante. con una fauna siempre maravillosa

-1110110S, pericos,

armadil10s-a~í como el fenómeno d~ los cho-ques de razas y castas, y el 111a rco

de una arquitectura de '2k~mentos

mestizos.

Así, el criollo tenía ya una sen-sibilidad propia, y tanto como en las artes populares seglares, la rc-vcla en este campoele la orn:unen-taciún cl~ las capitulares; porque, a pesar de tener una función re-ligiosa, no muestra en absoluto la limitación e1el cuadro de historia

sagraela. 1,os clementos a que nos he1110:; referido como caractcrísticos cn las di-ferentes letras ornamentadas ele origen europeo, fueron modificándose,

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trazo duro de la letra se cubre de follaje, de redondas y carnosas hojas que re-corren todos los quiebres góticos. y el t raza mismo se ha hecho más flúido, más sinuoso, aunque ha adquirido cierta torpeza y pierde Illucho de su áspera ener-gía. Es una corriente que, tras de corta r su camino cn jos roquizos ¡jurels. se estira ahora por las blandas arcillas lL:l altiplano.

Las elegantes curvas de los entrelaces morisco::, adquieren un mo\'imiento más vital, se alejan de su rigurosa simetría y se rc\'isten de cieno carácter tala-bartero; han abandonado el ritmo d~ las inscripciones is1:'tmicas para tener ahora la línea del lazo de los caporales.

y la convencional veg'~tacjóndel Renacimiento se ve recorrida por una sa-via nueva y agresi"a, que la hace perde r los perfiles clásicos de sus acantos para hincharse en follajes bulbosos que producen, no solamente amorcillos, a guisa de flores, sino que se transforman, directamente, sin la transición de la c(J;'ola, en elementos antropomorfos. Las hojas mismas se encuentran ele prcnto

C(11)-biadas en mascarones grotescos y ntre este follaje negro y húmedo \'iv~ una fauna tropical, dende el León c1~ San Marcos es el soberano de una soc~edac1ele pericos, venados, monos y pájarcs heráldicos.

En dos ccasiones, cn la ornamentación nónlica y en la ornamcntación {tra-be, hemos visto qu'~ el cuerpo de las letras capitales está constituíc1o por entre-laces cruzados, conforme a determinada:; leyes. según el caso de quc se trat;:.

Al pasar a la Colonia, el entrdac~ perck;-ú blta11Jlntc su carúcler bidimen-sional para moverse en nuestro 11Jundo real de tres c1imension:.:s.

Repentinam::nte, el listón 52 arranca del plano y se agita con una

ondula-ción reRular Y continua, para después en rascarse en espirales, estirarse en

ban-to

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t-das, anudarse con su punto de origen y describir, por sí solo, la forma toda de la letra.

La asimilación no se ha detenid o allí. Los entrelaces abstractos se ven reemplazados por un nuevo elemento: dos tallos vegetales, dos lianas que se abrazan, se enlazan, convirtiéndose verdaderamente en un cable, por lo que hace a la regularidad de sus curvas, y viviendo, no obstante, con la actividad intensa de una planta trepadora. Constituyen el cuerpo, lo grueso, de la letra. Los del-gados serán ramas que se alejan violen tamenet de este tronco.

Así, la capitular ornamentada en Nueva España se ha fundido ya con el barroco mexicano; ha logrado el milagro maravilloso de dotar de vida orgáni-ca a los fríos elementos decorativos europeos.

Es el mismo caso de las fachadas suntuosas, donde la piedra misma fruc-tifica en espléndidos ramos de granadas, de peras y de mangos.

Pero si el cuerpo de la letra ha sufrido un cambio tan extraordinario, el clima en que se mueve se ha alterado todavía más profundamente.

Las letras europeas yacían en fondos decorativos más o menos accidenta-dos. Las capitulares Renacimiento sobre púrpura profundo, sobre negro o bre oro. Las iniciales de origen árabe en fondos de tierras-ocre, siena-o so-bre el claro beige del pergamino. Y los góticos austeros en el negro, rojo y azul de los miniaturistas del norte.

Ahora el fondo, atmósfera de la letra, irá adquiriendo una importancia ca-da vez más grande, hasta que llegue el trascendental momento en que se convier-ta en ilustración del canto contenido en el antifonario y haya dejado a la letra trocada en un mero accidente.

Al principio, el fondo irá llenándose con una decoración quizá más sim-ple que la de los modelos europeos, pero resueltamente independiente de éstos,

y por ello bárbara, chillona y revelando una ingenua ternura al colocar, casi siempre, tiestos de flores en los espacios vacíos de la letra. Después irá convir-tiéndose esta ornamentación floral en una caligrafía de hábiles trazos de pincel,

ENTRELACS

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ARA8E •

fHTREUCE

MEXIC4KO

SICitLO xVIII

T~O GooT1C~

~l"JCIC4NoICOII OR"ÁTO t>EIiOJ,\S

v ~LOR,,:>

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lllUV

-

scmejantes a los qne adornan la 'I'alaH'r;1. (1 bien. indnd:lbkllll'1l1e illfluida

.

por este tipo ele cer;'lI11ica. se orclenar:'l cn Illosaico,' IllSClllll'llll' dis\,u,'SIIIS. IiUf_' recuerdan los rc\'estimientus dc las fuelltl's, Lfn poco 11l;'IS (;¡nk, :SIIIS Illllsaicos se limitarán a fUrJnar un n1arco cu;dra11g-ll1:tr ." l'lllpl'Z;lr;'11l a ;[\,;lr,'('5 fig-Ilras en los huecos de la capitular. a!udi,,'lldu al Il'IIl;1 del libro,

Desde este 11 lOI1H:11 to, la Ielra. a pCS;lr (Lo su grall 1ll'lkza. l'lllp,-'z:lr;'1 a per-der importancia y tuda nuestra atl'nci¡'lll sc C IlCl'Ilt rar:'l l'l1 los flllldos, \' 110

su-lamente nuestra atenciún, sillo UlInbiéll la del Illillialllrisla, I'orqul' cld;l H'Z aparecerán las fig-u ras 111ÚS fin:ullcnte t rahaj;ldas, l'XIi uisiLt111,'11k di huj:ldas las facciones y las manos. y prolijalllentc descritos 10:; 1'1ieg'ul's de las \'l'stidur:l:i, ,\1

principio las figuras estarán aisladas sobre ,L;Tanr1es fl)!Hlus lis(ls, \','1'11 pront:l

aparecen detalles del paisaje: {u'boles, nuhes, \-ag'as indicaciolles del tnre11U, I.u(,'-go el paisaje se define: ya hay casas. ig'lcsias, m,ntalías. y en lus aires se cier-nen, primero, aislados serafinC's. y después. escuadrilbs enleras ek ;\11g','1::S. ar-cángeles, tronos y potestades.

Pero la importancia de esta atmós iera donde se' ha cu]ucad(l la let ra se ha-ce evidente cuando notamos qu~ el paisaje no es el escenario comTncional c1:: la

gran pintura religiosa: por el contrario. es la representación m;ls o l1L'no'i in-fantil del paisaje y vegetación-magueyes-dc la altiplanicie.

1 mismo tiempo las figuras han ido perdiendo su solemne ppsicil'm de "imágenes" y se mue\'CI1 ahora. con toda familiaridad. en pintorescas actitu-des. La Historia Sagrada regresa aquí a la 1100'ela de a\-cnturas, que f le ('n U11

principio, y los santes se caen del caballo. luchan a machetazos con el dcmonio y luego se tienden a dormir la siesta a la sombra de los capulincs, Entretanto la

E.

\fOl.UCION

DE.l. PR\M\T\'JO

L..'STO~ ~E

1.05

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vegetación ha crecido y desborda

d

marco de

la

capitular: por los múrgel1es de la página se retuercen las yides y sobre ellas trepan los rosales. Pero conforme el miniaturista ha ido interesándose en la anécdota, el acabado de las figuras ha bajado de calidad: las letras de este período son de un primiti\·ismo enérgico, singularmente parecido al de los retablos de la pintura popular.

Paralelamente a esta evolución, en la ornamentación de las capitulares se encuentran algunos casos-p::;co abundantes, pero de mucho interés-donde la letra antropomórfica ha llegado a su expresión máxima y es, en r-;:-alidac1, un monstruo humano el que, con su cuerpo mismo, forma la letra, o como en el caso de los libros para el Oficio de Difuntos, la letra estú hecha con huesos y

calaveras.

Los tipos que hemos tratado, podemos decir que llegan hasta los fina1cs del siglo XVII. Conforme se establece la transición arquitectónica entre el barroco y el neoclásico, también la decoración de los antifonarios la resi::'nL~.

y cuando los grandes templos herrerianos se levantan, las capitulares ad-quieren un tono de elaborada retórica religiosa. Ocupan lll[IS ele la cuarta parte

de la hoja de pergamino y se cOlwiertcn en pretenciosas y pcdant~s reproduc-ciones de los asuntos y fondos de la pintura de esa época-grandes perspectivas de arcos y pilastras, muy a lo Vignole-, las figuras adoptan la musculatura artificiosa de las "academias" y se produce, l·ápidamente, una decadencia en es-ta interesante actividad.

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De un modo bastante espontáneo surge la cuestión de las relaciones cntre la letra miniada del libro de coro y la producción tipográfica contemporánea.

Estos dos casos, el dcl libro tipográ fico y el del libro misal, corresponden a funciones muy distintas. )' como consecuencia natural, su cstructura será muy diferente.

No es este el lugar para hablar de la e\'olución del libro: bástenos decir que su verdadera y más importante base es el hecho de la "reproducción", es decir, de la multiplicidad de ejemplares, y es suficiente este hecho para diferenciarlo ra-dicalmcnte de! libro de coro, que es un p reducto característico del artesanado, y no, como el etro, de condiciones ya industriales.

Porque si bien es cierto que el copi sta dc libros de coro ejerce la función

prop~al11entcde reproducir ejemplares, las cantieléldcs así obtenidas son

exagera-•

I

(12)

damente p~queña:'. si s las comp:lra con las que se obtienen por medio de la im-prenta.

El yolumen mismo eL1 libro, ü s::-a su estructura material, no guarda más

que semejanzas aparenL:3 con ellib;'o ele origen tipográfico. Sus materiales son muy otros-cuero. madera y p':rgamino. en lugar de cartón y papel-y su dis-po<ciún ante el lector es también muy oLa. Carece ele índices, capítulos, falsas.

etc. En algun::s casos aislados presen-ta un solo elemento, tomado elel

1110-d~lotipográfico: la portada. Y en ellas sí intenta el nóliaturista seguir la co-rriente de las portada~, grabadas en mac1e:-a o e11 cobre, el~ la época con-temporánea. \-elllos entonc~s unas in-genuas réplicas de la típica arquitectu-ra de las porta~las tipográficas y t1l1:t

técnica mestiza. en la que bs clcm-.:n-tos dccorativus a p:nccl se mezc~all

C<.11 h15 ümatos elel grabado.

Pt:ro este caso de los lihros con !Jor-t,tc1a es poco abundante. Y aun en esos

~,-.J

lihros, una n:z salyada ésta, recobra

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pierde, desde tal momento, todo parentesco con la tipografía de la época, puesto que el cuerpo del libro muestra la capital diferencia de que lo que en UllO, en el

impreso, es texto de líneas de palabras, en el otro es simplemente fajas de penta-grama, casi siempre gruesas barras de rojo minio, cruzadas por las notas "cua-dradas" que se trazaban con ayuda de una varita de madera mojada, aquí en la Nueva España, en la parda tinta de huizache que fue el único sustituto po-sible de la tinta de "sepia" europea. Es así evidente que el libro de coro 110

os-tentará números de página ni de folio, y como al mismo tiempo cada libro contiene un solo canto, carecerá también de división en capítulos.

Son todas estas desemejanzas las que nos hacen considerar que los libros de coro, como productos de elaboración directamente manual, no guardan lnfls que una afinidad relativa con las creaciones de la tipografía.

Ya estos apuntes dejan suponer el interés que para un estudio de la pintura popular mexicana reportaría la edición, preparada C011 amplitud y

técnic:tnlc11-~,

I

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Referencias

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