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Artemio Cruz y lo mexicano: ser doble… doble ser y múltiple

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Academic year: 2020

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RTEMIO CRUZ

Y LO

MEXICANO:

ARALIA

SER DOBLE...

LOPEZ

DOBLE SER

GONZALEZ~_-.-

_ _Y

MULTIPLE

¿Estamos seguros del hombre? ¿Es el hombre un hombre o varios hombres? Dos por lo menos: uno que va, otro que viene. Casi siempre, dos que se acompañan. Mientra uno vive, otro lo contempla vivir. ¡Extraño engendro polar! El hombre es el hombre y el espejo. Y es que el hombre no camina solo.

Alfonso Reyes,La experiencia literaria.

La literatura, entre otras defmiciones, se dice que es el arte de las apariencias sugestivas o de un suceder imaginario, como lo enunció Alfonso Reyes. Mucho se ha intentado explicar el fenómeno literario, cómo es y dónde es. Lo innegable es que se trata de ficción, pero de una ficción que se nutre de la realidad, por ello, podemos solicitar de Lamuerte de Artemio Cruz ciertas

conclusio-nes existenciales y referirlas al marco nacional que las engendró. La literatura es una forma que se desarrolla con palabras y con ellas se materializa. Surge de la necesidad humana de expresarse, de explicarse, de recrearse para contemplarse fuera de la propia intimidad. Es una urgencia. Una urgencia de afirmación que se logra mediante un encuentro con uno mismo y después con otro o con muchos, un encuentro en la emoción, en el fluir de las sensaciones y las ideas de Yo conmigo y con el otro. Ocurre. Por lo tanto, tiene un tiempo y un espacio. Tiempo cronológico y psicológico. Espacio geográfico y anímico. Pero el tiempo y el espacio que más nos interesa es el que se produce en el 'encuen-tro'. Por lo mismo, el tiempo y el espacio de la literatura se localiza en lo humano, y en lo humano dentro de lo íntimo del ser cuando se expresa y se intercomunica.

Artemio Cruz, objeto y sujeto de la historia, objeto y sujeto de la muerte cuando lo conocemos, compendia una multiplicidad de seres y de historia. Mediante el desdoblamiento y la introspección de un Yo que se observa en un Tú que es espejo tan to de su vivir como de su ahora en que contempla morir, este hombre literario nos cuenta su experiencia individual que es, a la vez, reflejo de la nacional. Y esta experiencia, en su complejidad vivencial, converge siempre en una historia de ultraje. Ultraje y acorralamiento del ser humano por otros; y de otros seres huma-nos y de él mismo por las' circunstancias: "eres un hijo de la chingada/del ultraje que lavaste ultrajando a otros hombres/ del

olvido que necesitas para recordar/ de esa cadena sin fin de nuestra injusticia". Y esa historia es también la historia de México, cicatriz susceptible de convertirse en herida por donde mana, sin más alternativas, esta concepción cínica, amarga y desmoralizada: "Este mundo se divide en chingones y pendejos y hay que escoger ya".

Una concepción donde no hay lugar para los valores éticos superiores del hombre, una concepción competitiva y encarnizada, de sobrevivencia del más fuerte, y el más fuerte es el que se acanalla o puede acanallarse más. Primero los aztecas chingones y

todos los otros pendejos; después los conquistadores chingones y

todos los mexicanos pendejos; después y siempre después, unos chingones -los más fuertes política y econórnicamente- y otros pendejos -los débiles o los íntegros espiritualmente. Ser bueno es ser pendejo, ser noble equivale a dejarse chingar. No caer entre

estos últimos es la gran preocupación vital de Artemio Cruz, un mexicano chingón, porque ha tenido que elegir, o ha querido elegir este 'status' en un mundo en el cual, a pesar de los esfuerzos de la ciencia y la técnica, todavía no se puede decir que la especie ha dejado atrás la condición de sobrevivencia a cambio de la condi-ción de vivir "humanamente" a todos los niveles. Así dice Arternio Cruz: "reconocerte a tí mismo:/ reconocer a los demás y dejar que ellos te reconozcan: y saber que te opones a cada individuo,

porque cada individuo es un obstáculo para alcanzar tu deseo:/

elegirás, para sobrevivir elegirás..." (el subrayado es nuestro). Y lo que Artemio elige es justamente lo que se dice a sí mismo: ultrajar para lavar el ultraje de que ha sido objeto desde que nació. Pero al elegir este camino, también se mutila como ser humano y en la hora de su muerte, y quizá también a lo largo de toda su vida, la nostalgia convive con el materialismo, una nostalgia que linda con una protesta casi metafísica por un mundo mejor, una protesta humana que se rinde a la evidencia de un pesimismo que no obstante, no es totalmente subjetivo, sino un pesimismo que purga y padece por él y por todos los hombres; un pesimismo que se sustenta en un "para qué", en un fatalismo cercano al misticismo oriental. Mientras más se acanalla y se entrega al egocentrismo, más sufre la revelación del "para qué" de toda la especie que acumula el dolor de la ausencia del bien trascendental y la imposibilidad de trascenderse más allá de la piel.

Elegir es un suplicio, una especie de condenación fatal, porque la elección implica siempre, en el mundo de Artemio Cruz, una destrucción: la de su cuerpo o la de su conciencia. Elegir es siempre morir, porque "elegirás, para sobrevivir elegirás, elegirás entre los espejos infinitos uno solo, uno solo que te reflejará irrevocablemente, que llenará de una sombra negra los demás espejos (...) te sacrificarás al escoger, dejarás de ser todos los hombres que pudiste haber sido, querrás que otros hombres -otro- cumpla por ti la vida que mutilaste al elegir: al elegir sí, al elegir no, al permitir que no tu deseo, idéntico a tu libertad, te señalara un laberinto sino tu interés, tu miedo, tu orgullo: temerás al amor. ..". y como ser humano y también nacional que teme al amor -lujo de vivir no de sobrevivir-·, amará la ausencia y las

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desembocará en una constante de traición a sus sentimientos y

emociones, negará su vida afectiva. Pero negar es la forma más segura de afirmar, y Artemio niega sus emociones, las ignora, pero ignorarlas es un modo de aceptarlas. Si y No se nutren mutua-mente, ser y no ser se generan en un proceso infinito, en él existe la conciencia de Dios y el Diablo como una unidad que aparente-mente se polariza para jugar un juego cómico, y él debe jugar el juego. Pero la conciencia del juego lo tortura obligándolo, en lo más íntimo de su ser, a compadecerse -no arrepentirse- de sí mismo y de los compañeros de su desesperanza. Porque en el fondo de Artemio Cruz existe, existió, seguirá existiendo, una nostalgia por la unidad, y por lo absoluto, por la trascendencia que la realidad social rechaza como inútil en cuanto al objetivo de la sobrevivencia a secas. Al plegarse a las normas de las instituciones sociales se desune de sí mismo, sacrifica su integridad individual, se enferma de sobreviven cia. No puede haber reconciliación entre el ser y las normas absolutamente materiales y urgentes de sobrevi-vencia que le impone una sociedad que también vive, constante-mente, en un estado de emergencia. Por eso, Artemio Cruz no es una unidad, sino una multiplicidad de fragmentos RESENTIDOS que no alcanzan siquiera a componer una posición escéptica o nihilista como la entedemos occidentalmente. Su resentimiento se convierte en un pesimismo sentimental, místico: si no hay trascen-dencia en el bien, que la haya en el mal. Pero tampoco puede engañarse: no hay trascendencia en el mal; lo único que ha logrado es sobrevivir, yeso no basta. Consciente de su dualidad, más bien multiplicidad, Artemio se entrega a la culpa aunque 10disimule. Y aunque no se arrepiente, la nostalgia por el otro, por lo otros que desdeñó basándose en el interés, el miedo, el orgullo y tantos por, se aferra al recuerdo de Regina, de Lorenzo, de Lunero, de Sebastián, de sus olores natales donde todavía la máscara no petrificada era capaz de llorar, de amar, de confiar: "Vas a -vivir. .. Vas a ser el punto de encuentro y la razón del orden universal. .. Tiene una razón tu cuerpo... Tiene una razón tu vida. .. Eres, serás, fuiste el universo encamado ... Para ti se encenderán las galaxias y se incendiará el sol... Para que tú ames y vivas y seas... "

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duele de sobrevivir por lo que ha sacrificado de sí mismo. Y sin embargo, se hamantenido firme al elemental imperio biológico, ha sobrevivido y ha logrado, vicariamente, sustitúir todos los valores éticos por la orden cosificante que estimula y glorifica el sibaritis-mo. Pero los cadáveres de Lunero, de Regina, de Bernal y Tobías, de Lorenzo, que son los cadáveres de su ternura inmolada, aun sin acusarlo lo perturban desde su yo-t4-él que pudo elegir "abrazar a ese soldado herido que entra al bosquecillo providencial", decir a Laura sí, decir "a ese hombre gordo en ese cuarto desnudo, pintado de añil: no", ( ...) "permanecer allí con Bernal y Tobías, seguir su suerte, no llegar a ese patio ensangrentado a justificar-(se)", no visitar al viejo Gamaliel en Puebla, no tomar a Lilia, sí romper el silencio esa noche, hablarle a Catalina, pedirle que lo perdonara, que lo aceptara con sus culpas, elegir quedarse con Lunero en la hacienda, nunca abandonar ese lugar, elegir no ser Arternio Cruz.

En este amontonamiento de traiciones que traicionan al ser ético, en este ser para dejar de ser, se debate el hombre literario, quizá también su creador y la nación; es el debate entre seguir siendo, creciendo y la pregunta ¿hacia dónde? No se sabe, no lo sabemos, crecer y ser es seguir siendo para una pregunta sin respuesta, pero ello mismo México y toda Latinoamérica -esa Patria Grande-, es tan diferente de otras culturas. Así lo reconoce el mismo Artemio Cruz cuando compara los Estados Unidos con México: " ...no puedes ser como ellos, puedes sólo ser una calca, una aproximación, porque después de todo, dí: ¿tu visión de las cosas, en tus peores· o en tus mejores momentos, ha sido tan simplista como la de ellos? Nunca. Nunca has podido pensar en blanco y negro, en buenos y malos, en Dios y Diablo: admite que siempre, aun cuando parecía lo contrario, has encontrado en lo negro el germen, el reflejo de su opuesto: tu propia crueldad, cuando. has sido cruel ¿no estaba teñida de cierta ternura? Sabes que todo extremo contiene su propia oposición ( ...) Acaso porque más desamparados, no queremos que se pierda esa zona intermedia, ambigua, entre la luz y la sombra: esa zona donde podemos encontrar el perdón".

y esa zona donde se encuentra el perdón, parece identificarse con el purgatorio, zona ambigua cubierta por una atmósfera transparente a pesar de tanta máscara que es el mismo ser nacional; un ser nacional que se identifica orientalmente occidenta-lizado, con el cristianismo, y en el cristianismo, con la primera etapa mística: un purgatorio que se contempla a sí mismo y se autoabastece porque "¿Quién será capaz en un solo momento de su vida -como tú- de encarnar al mismo tiempo el bien y el mal...? (...) Tú mismo impedirás el olvido, tu valor será gemelo

de tu cobardía, tu odio habrá nacido de tu amor; toda tu vida habrá contenido y prometido tu muerte: que no habrás sido bueno ni malo, generoso ni egoísta, entero ni traidor". Y fundiéndose, al

estilo oriental, pero sin fundirse, al estilo cristiano, el mexicano es distinto, ajeno a la simplificación, aunque deseándola. También lo reconoce así Octavio Paz en El laberinto de la soledad: "Me parece que para los norteamericanos el mundo es algo que se puede perfeccionar; para nosotros algo que se puede redimir. (...) los mexicanos, antiguos y modernos, creen en la comunión y en la fiesta; no hay salud sin contacto. Tlaxoltéotl, la diosa azteca de la inmundicia y la fecundidad, de los humores terrestres y humanos, era también la diosa de los baños de vapor, del amor sexual y de la confesión. Y no hemos cambiado tanto: el catolicismo también es comunión." Esta dualidad que intenta desvanecerse en la comunión, da origen a un profundo sentimiento réligioso. y ahí está la semilla de una idiosincracia complicada que se abraza al mito como también al rito en una invocación perenne de perdón mientras más se acanalla, con la inaplazable esperanza de llegar, a pesar de todo, a la iluminación y después a la unión con el poder supremo. El crimen parece ser la fuente del perdón. Sin el crimen no hay redención posible, sin la muerte tampoco hay resurrección. Condenarnos para después redimirnos y volvernos a condenar para seguir redimiéndonos. La redención se alcanza mediante el pecado, sin pecado se agotaría la misma fuente y oportunidad de reden-ción. La falta es la condición, pues, del perdón. Faltay perdón

son el núcleo de una visión de mundo que se nutre de una especie de erotismo religioso. Para los mexicanos, la vida toda es susceptible de convertirse en religión, y más que en religión, en misticismo abortado. No hay religión ni misticismo sin sentimiento de culpa: "no sientas vergüenza, no sientas nada y en cambio olvidarás tus penas ( ...) pues ¿cómo ha de haber contri-ción verdadera sin el reconocimiento del mal verdadero en noso-tros? ¿Cómo hemos de darnos cuenta del pecado cuyo perdón . hemos de implorar de rodillas si antes no cometemos el mismo pecado? (...) Vivir es traicionar a tu Dios; cada acto de la vida, cada acto que nos afirma como seres vivos, exige que se violen los mandamie.ntos de tu Dios;".

En efecto, no hay religión ni sentimiento místico sin sentimien-to de culpa. Octavio Paz nos dice desde El laberinsentimien-to de la soledad que "Mentiría si dijera que alguna vez he visto transformado el sentimiento de culpa en otra cosa que no sea rencor, solitaria desesperación o ciega idolatría". Y ya estamos en el mismo centro del yo-tú-él de Artemio Cruz y tal vez de una nacionalidad que rencor, solitaria desesperación o ciega idolatría, en Cruz o en el mexicano son motivaciones superpuestas, simultáneas, alternadas, combinadas o momentos cirnales, pero siempre ahí, empujando a una acción que son esfuerzos vanos por fundirse a un absoluto todo amor, todo pureza que se alimenta, paradójicamente, de la existencia del pecado. Entre Oriente y Occidente está, tal vez, lo mexicano.

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'lerdadero purgatorio. Ese anhelo persiste en una vida que se apaga pero sigue deseando: "desear que tu deseo y el objeto deseado sean la misma cosa; soñar con el cumplimiento inmediato, en la identificación sin separaciones del deseo y lo deseado ..." Es decir, desear la perfección de una simbiosis entre el cuerpo satisfactory

el cuerpo del deseo, el cumplimiento inmediato de la fusión que niegue y anule para siempre la posibilidad de separación. Porque Artemio Cruz está fatigado de separaciones, de rupturas: "Y la escopeta pesaba, con un poder que prolongaba la ira silenciosa del niño: ira porque ahora sabía que la vida tenía enemigos y ya no era ese fluir ininterrumpido del río y el trabajo; ira porque ahora descubría la separación." También el México conquistado, indepen-dizado, revolucionado, institucionalizado, está fatigado de rupturas y traiciones que se afrrman y se niegan dejando siempre nuevos presentimientos de rupturas y separaci nes. Artemio Cruz no puede amar, no puede dar paso a la ternura: le mataron a umero, mucho antes ya era huérfano, le matar n su am r en el cuerpo de Regina, le mataron su capacidad de separación en el rencor irremediable de Catalina, lo ma taran otra vez en su hijo, le mataron su fe y su dignidad en el río de la componenda política rapaz, en su concepción de venta y compra de la patria. Su vida es un suceder de separaciones y ultrajes, esperanzas y desencantos que corresponden a su .. tros" que van quedando en el camino y a quienes intenta rescatar en el momento de u muerte mediante una elaboración regresiva de los hechos má significativos de su vida. Pero Artemio no quiere lástima, se ha comprometido y sigue comprometido con su elección sí-no, con el siniestro juego ininte-rrumpido de culpa-perdón, entiende la dualidad y la multiplicidad así como sus incomodidades y las asume, he ahí el decoro en medio de su gran corrupción. El destino es la historia cumplida, pero aunque no para Artemio Cruz, para México queda mucho destino todavía, un destino que se irá cumpliendo en el forcejear de la dualidad y quien dice dualidad, también multiplicidad de exPeriencias y elecciones; igual que la novela abierta de Fuentes la historia está abierta para México, con breves resúmenes, pero sin

cierre.

Carlos Fuentes, con su ojo mítico, hace de Artemio Cruz otro mito: el mito del México burgués, del antihéroe que renace en la muerte sin contradecirse ni autojustificarse porque ... en la culpa tuvo su penitencia, el chingón entero que también tiene sus sentimientos, la culpa y el perdón en una circularidad intermina-ble, problemas de conciencia que se ajustan no "rajándose". Tal 'leZ ya podemos designar, a manera de arquetipo, a muchos triunfadores mexicanos con el nombre de Artemio Cruz, pero realmente ¿será posible perdonarlos? En la regresión del antihéroe moribundo hacia su infancia, se nos muestra la atormentada voluntad de ser que recurre, en situaciones límites, a la anulación del mismo ser para insistir en seguir siendo. Este desollado

torturado por la existencia, se empeña en ganarle el juego a la fatalidad. Con la ironía del caso, Arternio Cruz viene a ser un "self made man" en la circunstancia mexicana. La influencia de estos desheredados que con el pretexto de la Revolución advienen en una nueva oligarquía, se pone de manifiesto en la novela en cuanto a la vida política, social yeconómica del país.

"Artemio Cruz. Así se llamaba, entonces, el nuevo mundo surgido de la guerra civil; así se llamaban quienes llegaban a sustituirlo (...) este hombre acarreaba una nueva experiencia, forjada a martillazos, acostumbrado a jugarlo todo porque nada ten ía". Esta es una de las definiciones de La Revolución encarnada en un símbolo: Arternio Cruz, el mestizo huérfano: México. Salta inmediatamente la analogía con otro antihéroe, también mito, también mestizo y huérfano: Pedro Páramo y su hijo, Juan Preciado, también huérfano y mestizo que sólo encuentra muertos en y desde una larga peregrinación por la muerte. "Sobrevivir", palabra clave en esta novela de Fuentes. Sin embargo, quien nada tiene tampoco nada debe. Se produce así un grupo de hombres sin sentido de responsabilidad con el prójimo, se forja una muchedum-bre que no reconoce en los demás sus iguales, sino sus enemigos:

"y saber que te opones a cada individuo, porque cada individuo es un obstáculo más para alcanzar tu deseo". Sobrevivir, esa es la ley, no vivir. La solidaridad se desvanece ante este mandato ciego. Nada debe Artemio Cruz, él solamente sobrevivió. Esto quiere decir: escapé. La vida viene a ser, así, una trampa en la que acecha la violencia, la hipocresía, la injusticia, "esa cadena sin fin de nuestra injusticia".

Con la conciencia de una injusticia primigenia, original, crece Artemio Cruz y también una parte, la mayor parte, de un pueblo al que representa. Un Artemio Cruz que es un ser múltiple colonizado por extranjeros y por compatriotas, independiente y

aún colonizado, porfirista, revolucionario, priista y todavía coloni-zado, siempre indio-blanco-negro, mestizo y,huérfano desde la Conquista. Uama la atención en la novela, la elección étnica que hace Fuentes, pues hace intervenir en Artemio la sangre africana, pocas veces tomada en cuenta en los personajes mexicanos, tal vez de ese modo jntensifica más aún la condición de esclavos más colonizados, más sin destino salvo sobrevivir en tierra que siendo propia es como si fuera extranjera. Tal vez, así también, explica la intensa sensualidad, el erotismo vital, la frenética decisión de vivit que tiene Cruz en contraste que rebasa la pasividad fatalista del indígena.

Este Artemio Cruz, social y civilmente desposeído en un principio, crece, repetimos, con 1" conciencia de una injusticia

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con el maestro Sebastián.. .'· Por eso, sólo tiene dos alternativas ante sí: pendejo-perecer; clúngón-sobrevivir. Para sobrevivir tendrá que utilizar todos los medios, el primero, acallar el natural anhelo ético y deformar y retorcer la conciencia para reflejar la experien-cia. Pero Artemio se dice: "No querrás pensar en todo eso. Tu detestarás a yo por recordártelo". Y lo que detesta Artemio es recordar que ha tenido que utilizar miles de máscaras, escoger entre ellas según la ocasión, fragmentar el ser y corromperlo en sus posibilidades. Máscaraigual que sobrevivencia, es otra palabra clave en la novela. Enmascarar el Yo para hacerlo yo-tu-él-todos, negán-dose, "ninguneándose" en cuanto verdad para salvarse como mentira. En El laberinto de la soledad Octavio Paz esclarece esta institución cultural que es el "ninguneo". "El ninguneo es una operación que consiste en hacer de Alguien, Ninguno. La nada de pronto se individualiza, se hace cuerpo y ojos, se hace Ninguno.. (. ..) Ninguno es la ausencia de nuestras miradas, la pausa de nuestra conversación, la reticencia de nuestro silencio. Es el nombre que olvidamos siempre por una extraña fatalidad, el eterno ausente, el invitado que no invitamos, el hueco que no llenamos. Es una omisión. Y sin embargo, Ninguno está presente siempre. Es nuestro secreto, nuestro crimen y nuestro remordimiento. Por eso el Ninguneador también se ningunea: él es la omisión de Alguien. y si todos somos Ninguno, no existe Ninguno de Nosotros".

Del mismo modo, Artemio Cruz, al "ningunearse", también se ha omitido a sí mismo, ha olvidado el nombre y el rostro de Regina que rescata trabajosamente en su memoria moribunda, ha olvidado a su otro vivido en Lorenzo, los asesinatos previamente ocurridos como filicidio al ser "ninguneado" por el padre que atropelló a la madre y lo de-sconoció como .hijo. Artemio ha ninguneado a Sebastián y a Lunero, a Gonzalo Bernal, a Gamaliel

Bernal, a Catalina Bernal, su tormento debido a la ternura y la sensualidad negada por la mujer que no perdona, que también se cierra al amor para acariciar el odio como única forma de seguir .. siendo. Ha ninguneado a México. Pero, ¿qué otra cosa podía hacer? Artemio Cruz no tendrá "respuesta para los dos códigos opuestos e impuestosJ tú inocente, /tú querrás ser inocente,/ tú no escogiste, aquella noche." "Y todas las cosas tendrán el mismo nombre ... Ninguno". Y atormentado por el ser que no fue, en sus tres tiempos: pasado, presente y ya sin futuro, batallará aún por seguir sobreviviendo.

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máscara y sobrevivencia: " ¿Morirás? No será la primera vez. Habrás Vivido tanta vida muerta, tantos momentos de mera gesticulación". Y Artemio se sabe un gesticulador, se sabe hipócri-ta y traidor: "Recordarás primero lo que te condena, y salvado allí.sabrás que lo otro, lo que creerás salvador, será tu verdadera condena: recordar lo que quieres". Porque debió morir con umero, protector paternal, con Regina, el amor, o con la Patria, la esperanza. y el mexicano, ser profundamente místico, resentido por la injusticia, por la ausencia del bien, resentido de amor, decepcionado de la experiencia y burlado en su trascendencia como se nos muestra en su novelística y en su folklore musical, avasallado pero no vencido: "Avanzar(á) y penetrar(á) en la nave

del

ba,iel, donde el exterior castellano habrá sido vencido por la plenitud, macabra y sonriente, de este cielo indio de santos, ángeles y dioses indios", y seguirá sintiendo el horror al vacío, seguirá gesticulando mientras protege, con sus gestos, sus verdade-ros dioses, "ángeles y santos con el rostro del Sol y de la Luna, los rostros de piedra detrás de las má caras", protegiendo su

naturale-za

mística y mítica que se redime continuamente en el ciclo de falta y perdón, conservando su verdadero rostro, rebelde a ser ''ninguno'' mientras se ríe de "alguien", porque detrás de la máscara el mexicano sigue teniendo una especial capacidad para trascender lo cotidiano. conformando un ámbito donde la realidad y la fantasía no se excluyen sino que se complementan para crear un nuevo tipo de realidad que de tan profundamente subjetiva toca las más hondas raíces de la especie y por lo tanto, se convierte en humana y universal. Un aire de fatalismo, "un ser así de las cosas" flota en la literatura mexicana. Considerada así. existe una servidumbre a un principio natural inalterable, casi parecido' a las nociones griegas y más antiguamente orientales. No es una literatura combativa, impulsiva, emocional, por el contrario, es generalmente contenida, intelectual, en cuanto producto de un largo asumir y elaborar como pueblo, un destino trascendente más allá de los marcos de la realidad inmediata. El mexicano, a través de su literatura, parece eludir el tiempo.

Arternio Cruz, como Pedro Páramo también, es "un rencor vivo". un enamorado y decepcionado del bien absoluto, un violador violado que repite la agresión con la esperanza de librarse de ella. Pero, ¿quién reconocerá detrás de ese agresor un enfermo de sobrevivencia y un desesperado de amor? El mexicano es un enamorado irredento del bien supremo. ¿Enamorado de la muer-te? No, obligado por la muerte a reclamarle al más allá su amor, a trascender al Yo, al tiempo, a la realidad para decir con soberbia de despechado "No vale nada la vida: la vida no vale nada", exigiendo con interna porfía la perfección de lo ultraterreno divino, de lo eterno.

La literatura es una recreación que culmina con el reconoci-oúento. a veces sin intentarlo, del ser. también del ser nacional en

ocasiones. Pero Carlos Fuentes parece. propositivamente, haber intentado descubrir, desentrañar sin disimulo el rostro de México a veces tan patético, a veces tan oblicuo, a veces tan insospechado en el sofisma metafísico y en la conciencia mística. a veces tan contradictorio en la descomunal violencia que sólo puede producir. paradójicamente, una también descomunal ternura y sensibilidad. Artemio, del griego, quiere decir perfecto. incólume. Así nació Artemio, un hombre, un mexicano; la cruz, en su sentido de padecimiento, lo convirtió en Artemio Cruz. Fuentes. no obstante su fidelidad en esta novela a la filosofía sartreana, o quizá por ello mismo, resalta aquí el tormento de "ser"

escogiendo

sin muchas alternativas donde escoger. Regina, del latin la reina, la que trae el orden, muere, sólo le queda Catalina, del griego el tormento, ¿y todo esto para qué, para quién? Para Teresa, la hija legítima, la cosechadora, marioneta inútil poseedora de una fortuna ganada por Artemio a cambio de traicionarse a sí mismo yvender la patria. Artemio Cruz •. el poderoso, el mexicano "chingón", no es más que un huérfano y un mendigo. Tan vulnerable, que no puede ni sabe pedir amor ni perdón, así esconde su debilidad y su desamparo afectivo. Huérfano y mendigo se afirma en el Poder con la violencia, una violencia que añade más culpa y desolación. ¡Es tan difícil amar! ¡Es tan difícil ser amado y conservar lo amado! Entonces, el odio ha de instalarse en el lugar que deja vacío el amor; no obstante, el odio, inevitablemente, corrompe a su habitante. Artemio Cruz no pide, se apodera. y en ese apoderarse se vacía, porque cada acto de afrrmación lo aleja más de sí mismo, de sus "olores natales", de Regina y su ternura, del "cada uno poseído del centro del otro", de la luz, del calor, de la vida en la tierra. Sólo el amor redime, y esa posibilidad le está cerrada porque "lo chingan", y el amor está obligado a convertirse en soberbia, en orgullo, en disimulo y rodeo, en atropello y violación. El mexicano que es Artemio Cruz, es un amante despechado que ha decidido matar para vengarse, que ha decidido negar la vida para acariciar el vacío, supuestamente indoloro. Antes que me vacíen me vacío. Antes que me atropellen, atropello. Pero al ningunear la vida atropellándola, solamente anestesia el sufrimiento y simula olvidar el hospicio mientras sigue aniquilándose en un antropocentrismo sin remedio, en una competencia con la muerte en la que mata su querencia para no llorar, porque los machos

nunca lloran. .

Referencias

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