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1. Vida y evolución - 10 Nietzsche

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EL VITALISMO DE NIETZSCHE

1. Vida y evolución

Federico Guillermo Nietzsche (1844-1900) nace en Röcken, cerca de Leipzig (Prusia), de ascendencia polaca (su padre) y alemana (su madre). Recibe su formación humanística en una de las más famosas escuelas, la de Pforta, en Turingia. Pronto se aficiona a la música. Y comienzan las enfermedades (dolores de cabeza). En 1864 inicia los estudios de filosofia clásica en Bonn; y al año siguiente continúa en Leipzig, donde descubre la filosofia de Schopenhauer, que le entusiasma. En l868 conoce a Wagner; su música le apasiona. En 1869 es nombrado catedrático extraordinario de filología clásica de la Universidad de Basilea, aunque lo que ya le interesa realmente es la filosofía. En esta época se afianza su amistad con Wagner, que por entonces era todavía un espíritu rebelde y revolucionario, seguidor de Schopenhauer en filosofía. También de entonces data su amistad con el teólogo radical F. Overbeck y con Paul Rée. En 1872 publica El nacimiento de la tragedia. En 1878 rompe su amistad con Wagner, y al año siguiente las enfermedades le obligan a abandonar su cátedra de Basilea. Tiene treinta y cinco años, y comienza una vida errante, viajando siempre, especialmente hacia el Mediterráneo y los Alpes suizos, atormentado continuamente por dolores de cabeza, de ojos, y vómitos. En 1881, en la Alta Engadina (Suiza), a orillas de un lago, recibe la inspiración del «eterno retorno», la idea central de Así habló Zaratustra. En 1892 conoce a Lou Andreas Salomé, que rechazará su petición de matrimonio, pero que le inspirará un nuevo deseo de vivir. En 1889 sobreviene la catástrofe: sufre un colapso en una plaza de Turín y debe sez internado en una clínica psiquiátrica. Diagnóstico: parálisis progresiva. A partir de entonces, perdida definitivamente la razón, queda al cuidado de su madre y de su hermana, y muere en 1900. La primera edición de las Obras completas aparece entre 1901-1913. Sin embargo, la hermana de Nietzsche falsificó numerosos pasajes, especialmente de las cartas. A partir de 1954 se inicia la revisión crítica de las obras de Nietzsche, gracias a K. Schlechta.

Se pueden distinguir cuatro períodos en el pensamiento de Nietzsche. Las expresiones empleadas por el mismo Nietzsche dan pie a denominarlos según los cuatro momentos del día:

1º Período romántico. Filosofia de la noche

Período de Basilea. Nietzsche se inspira en los presocráticos (especialmente Heráclito), Schopenhauer y la música de Wagner. La obra fundamental es El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música (1871), dedicada a Wagner (en cuyas óperas ve la continuación de la tragedia griega). Nietzsche considera entonces el arte como el medio de penetrar en la realidad, en el fondo nocturno de la existencia (lo dionisíaco), contrapuesto con la luminosidad de lo apolíneo. Dioniso, el dios de la noche, y el artista (el poeta trágico) son en este período las figuras de la actitud auténtica ante la vida. La contraposición dionisíaco-apolíneo (resuelta en favor de lo dionisíaco) será «el tema» de Nietzsche, sobre el que volverá continuamente. Sócrates aparece ya como el gran enemigo. De la misma época son las cuatro Consideraciones intempestivas (1873-1876), y estudios sobre la filosofia griega (Nietzsche se inclina por Heráclito).

2º Período positivista o ilustrado. Filosofia de la mañana

Fin del período de Basilea; primeros años de viajes. Aparentemente, brusca ruptura con el período anterior. Ruptura con Wagner, abandono de Schopenhauer. Se inspira en Voltaire y los ilustrados franceses, y adopta una postura «positivista» o «científica» para condenar la metafísica (sobre todo, la platónica), la religión y el arte. La figura es ahora «el hombre libre». En Humano, demasiado humano (1878), escrita ya a base de aforismos, denuncia Nietzsche todos los ideales de la cultura occidental, desvelando su trasfondo: «allí donde vosotros veis cosas ideales, veo yo cosas humanas, ay, demasiado humanas». El libro está dedicado a Voltaire. La lucidez «científica» (en realidad, crítica psicológica) de que quiere hacer gala Nietzsche le conduce a decir que se trata de una «filosofia de la mañana», La misma orientación tienen las otras dos obras de esta época, cuyos títulos son muy significativos: Aurora (1881) y La gaya ciencia (1882).

3º El mensaje de Zaratustra. Filosofia del mediodía

Es ahora cuando Nietzsche llega a su máxima altura, cuando su pensamiento alcanza el «mediodía». Escribe su obra fundamental, más allá de la cual ya no será capaz de remontarse: Así habló Zaratustra, Un libro para todos y

para nadie (1883-1884). Y Nietzsche se encarga de decir que lo que representa Zaratustra «es el concepto mismo

de Dioniso» (ibid., p. 102). Zaratustra es la figura, pero también el superhombre.

4º Período crítico. Filosofia del atardecer

Nietzsche señala que después del Zaratustra sus obras cambiaron de signo. Ataca directamente a toda la cultura occidental: la religión, la filosofía, la moral tradicionales. Este período enlaza, pues, con el segundo, por su intención e incluso por la metodología empleada. Pero es mucho más violento y apasionado. Es Zaratustra que baja de la altura hacia la profundidad, hacia una civilización que está en su ocaso –el atardecer–, minada por el nihilismo. La expresión es cada vez más agresiva. La figura es, entonces, el filósofo «a martillazos» que maldice al «último hombre» (el que precede al «superhombre»). Las obras son las siguientes: Más allá del bien y dei mal, preludio

de una filosofia del futuro (1886), en la que se hace «una crítica de la modernidad», La genealogía de la moral, un escrito polémico (1887), Crepúsculo de los ídolos, o cómo se filosofa con el martillo (1889); El Anticristo, Maldición contra el cristianismo (1888; publicada en 1894), y Ecce Homo. Cómo se llega a ser lo que se es

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2. Dioniso y Zaratustra

Nietzsche subtituló Así habló Zaratustra de esta manera: Un libro para todos y para nadie. Ésta es la ambigüedad fundamental de sus obras y de su pensamiento. No es un autor sistemático; emplea habitualmente el aforismo y el poema; su estilo es fascinante. Sus obras parecen escritas «para todos». Pero la ausencia de un vocabulario técnico y bien definido crea graves dificultades de comprensión. Los términos fundamentales –voluntad de poder, nihilismo, etc.– escapan a toda definición, estallan en significados contrapuestos. No hay razonamientos o deducciones, sino intuiciones como relámpagos. No evita el contradecirse. Y, además, es violento y agresivo. Lo más fácil es entenderle mal. Sus escritos parecen, pues, ser también «para nadie». Además, el uso del símbolo impide una interpretación unívoca. Tal sucede con la «personalidad» de sus dos «profetas». Dioniso y 2aratustra.

1º Dioniso

El nacimiento de la tragedia es la primera obra de Nietzsche. Dedicada a Wagner, se inspira en Schopenhauer (y, por tanto, en Kant). Según Nietzsche, la tragedia griega se originó gracias a la fusión de dos elementos contrapuestos del espíritu griego: lo dionisíaco y lo apolíneo.

Dioniso era el dios griego del vino, la embriaguez y la vegetación. Su culto procedía de Tracia, y se introdujo en Grecia en fecha relativamente tardía, pero se extendió muy rápidamente, sobre todo en el Ática (ss. V-IV), y más tarde en Italia (s. Il a.C.). Recibía numerosos sobrenombres: Baco, Ditirambos, Zagreo..., y se pensaba que habitaba en lo alto de las montañas. Los cultos dionisíacos consistían en orgías místicas, que permitían la unión con el dios por medio del «furor báquico», en el Ática se organizaban en primavera fiestas del vino, concursos de poesía ditirámbica y representaciones teatrales (cfr. Eurípides, Las bacantes), En cambio, Apolo era un dios del Olimpo, dios del sol, la luz y la claridad; su santuario principal se encontraba en Delfos.

Inspirándose en El mundo como voluntad y representación, de Schopenhauer, Nietzsche establece la siguiente contraposición entre los dos dioses:

Dioniso: Noche, oscuridad, voluntad irracional, cosa-en-sí, el Uno primordial, impersonal, embriaguez, dolor cósmico. Música, danza, coro (pueblo).

Apolo: Día, luminosidad, razón, apariencia-fenómeno, «principio de individuación», ensueño, alegría solar. Palabra, personajes (reyes).

Según Nietzsche, «la tradición antigua nos dice resueltamente que la tragedia griega surgió del coro trágico, y que en su origen era únicamente coro y nada más que coro». Sin embargo, en la tragedia clásica se añade el elemento apolíneo: «Hemos de concebir la tragedia griega como un coro dionisíaco que una y otra vez se descarga en un mundo apolíneo de imágenes». Pero lo esencial sigue siendo el fondo dionisíaco de la tragedia. Gracias a él, el espectador rompe los lazos de su propia individualidad, se funde con los demás hombres y descubre la suprema unidad de todas las cosas. De este modo, el heleno conseguía el «consuelo metafisico» que le salvaba del peligro de «anhelar una negación budista de la voluntad».

Así pues, en la tragedia el héroe único es Dioniso, aunque «oculto tras la máscara de las figuras de la escena». Pero la tragedia griega pereció desde el momento en que Eurípides trivializó los personajes y quitó importancia al coro: con él, según Nietzsche, desapareció el elemento dionisíaco. Pero también desapareció Apolo: el único «dios» que queda es Sócrates. «En Sócrates reconocemos el adversario de Dioniso». Sócrates es el gran corruptor: con él triunfa el «hombre teórico» sobre el «hombre trágico», él impone el optimismo de la ciencia; con él, el diálogo platónico substituye a la tragedia griega, con él, el saber se convierte en medicina universal, y el error es el supremo mal. Nietzsche afirma que existe una «lucha eterna entre la consideración teórica y la consideración trágica del mundo». Gracias a la filosofia alemana (Schopenhauer) y la música alemana (Wagner) vuelve a triunfar lo trágico-dionisíaco. A pesar de su alejamiento de Schopenhauer, y de su ruptura con Wagner, Nietzsche no abandonará nunca su aceptación de Dioniso. Zaratustra no será sino Dioniso transfigurado.

2º Zaratustra

Así habló Zarafustra es la obra fundamental de Nietzsche. En ella se contiene lo esencial de su mensaje. Si Nietzsche substituye a Dioniso por Zaratustra es para que «se mande al diablo todo consuelo metafisico», como dice él mismo en la Autocrítica de El nacimiento de la tragedia, Es decir: Dioniso se identificaba demasiado con la metafisica de Schopenhauer; la nueva visión del Nietzsche de la tercera época rechaza toda metafisica y se mantiene únicamente en el campo axiológico de los valores morales (e igualmente, en lugar de hacer «teoría del arte», habla artísticamente, es decir, poéticamente). Justamente por eso, Nietzsche escoge la figura de Zaratustra, ya que ve en él al «creador de la moral» –la contraposición bien mal–; por eso mismo, invirtiendo su significación histórica, lo convierte en el que supera la moral, en el que va «más allá del bien y del mal».

Sin embargo, en su afirmación de la vida y de la voluntad de vivir, en su decir sí al mundo, Zaratustra representa lo mismo que Dioniso: Zaratustra es Dioniso despojado de la metafísica de Schopenhauer. Su gran enemigo es también Sócrates, Platón y todo lo que ellos representan. Sólo que ahora Nietzsche representa a ese enemigo en la civilización «cristiana». Dioniso contra Sócrates; Zaratustra contra el «cristianismo». 0, en una fórmula cruzada, como se dice al final del Ecce Homo: «¿Se me ha comprendido? Dioniso contra el Crucificado».

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convierte en una joya de la literatura alemana, es de difícil interpretación. Las alusiones a la Biblia –que es la gran antítesis del Zaratustra– son continuas.

3. El mensaje de Zaratustra

1º La voluntad de poder (Wille zur Macht)

El Nietzsche siempre enfermo nos confiesa que intentó sanarse a sí mismo y que «así descubrí de nuevo la vida [...] y convertí mi voluntad de salud, de vida, en mi filosofia» (Ecce Homo, p. 24), El mundo, el hombre, la vida, son voluntad de poder. Pero ¿qué significa esta expresión? Nietzsche no la define claramente en ningún sitio (nunca lo hace), pero se refiere a ella con mucha frecuencia. En primer lugar, no es la «voluntad» de los psicólogos (una voluntad abstracta e indiferente). Ni tampoco coincide con la «voluntad» de Schopenhauer. Es en este doble sentido en el que Nietzsche afirma que «no hay voluntad». Tampoco es la voluntad pasiva, la «voluntad de obedecer», o la «voluntad de la nada» del nihilismo (voluntad aniquiladora únicamente). Tampoco es la «voluntad de verdad» del hombre teórico (simple reflejo pasivo del mundo); o la voluntad que busca el placer y evita el dolor (el dolor no es algo negativo, según Nietzsche: actúa como estimulante de la voluntad). Ni siquiera es, simplemente, una «voluntad de vida», Al contrario, la vida es voluntad de poder, y esta última es la voluntad de ser más, vivir más, superarse, demostrar una fuerza siempre creciente; en una palabra, es voluntad de crear. «Soy aquel – dice Zaratustra – que es impelido a superarse a sí mismo constantemente». Y más que una «facultad» del hombre, es todo el conjunto de fuerzas y pulsiones que se dirigen «hacia» (zur) el «poder» (tal y como se ha definido). No es correcta, pues, una definición estrictamente biologista» de esta voluntad (Nietzsche critica a Darwin), ni menos todavía una interpretación política o racista. El preponderante interés de Nietzsche por los valores morales hace que la voluntad de poder sea, en gran medida, voluntad creadora de valores (y aniquiladora de los anteriores valores).

2º El eterno retorno (Ewige Wiederkehr)

Según Nietzsche, éste es el tema clave de Así hablo Zaratustra (especialmente de su tercera parte). El tema está tomado de la mitología y de los presocráticos, pero en Nietzsche apenas si tiene sentido cosmológico. Sin embargo, en La voluntad de poder intenta refutar la concepción lineal y teleológica del Universo. «Si el Universo tuviese una finalidad, está debería haberse alcanzado ya. Y si existiese para él un estado final, también debería haberse alcanzado». De este modo, Nietzsche afirma que no hay más mundo que éste (negando así el «transmundo» platónico y el «otro mundo» cristiano), Así pues, éste es nuestro único mundo, y toda huida a otro mundo es una pérdida de la realidad, Por tanto, hay que permanecer fieles a la tierra.

El "eterno retorno" adquiere un sentido axiológico: es la suprema fórmula de fidelidad a la tierra, del sí a la vida y al mundo. En esta fórmula, Nietzsche une dos afirmaciones: el valor del devenir y la afirmación (a favor de Heráclito y contra el platonismo) y el valor de la vida y la existencia (contra cualquier doctrina pesimista). El eterno retorno, en su continuo girar, simboliza que este mundo es el único mundo (una historia lineal conduce hacia "otro" mundo); además afirma que todo es bueno y justificable, puesto que todo debe repetirse. La imagen del mundo que gira sobre sí mismo sin avanzar, como una peonza, es la imagen de un alegre juego cósmico: Zaratustra es presentado como un danzarín.

3º La inversión de los valores (Umwertung der Werte)

Hasta ahora, la Humanidad ha valorado todo lo que se opone a la vida, y la moral vigente procede de un espíritu enfermo y decadente. Hay que invertir los valores, valorar y afirmar de nuevo la vida. Sólo en este sentido, Nietzsche se llama a sí mismo "inmoralista", y afirma que hay que recuperar la inocencia primitiva y estar "más allá del bien y del mal".

4º El superhombre (Übermensch)

El superhombre que anuncia Zaratustra no es sino el nuevo hombre. Pero es fundamentalmente en tipo moral. Nietzsche no es racista ni piensa que el superhombre deba aparecer como resultado de la aparición biológica. Se limita a anunciarlo, contraponiéndolo al "último hombre".

Cómo aparecerá el superhombre es algo que Nietzsche no explica. Quizá hay que entender que lo traerá el eterno retorno y que es el "hombre primero", el inocente hombre primitivo que aún perdura en los presocráticos. En cualquier caso, Nietzsche presenta al superhombre como el fruto de "tres transformaciones": "cómo el espíritu se convierte en camello, el camello en león, y el león en niño". El camello se arrodilla para cargar con el peso que le arroja el gran dragón: "¡Tú debes!" Pero entonces el espíritu se transforma en león que quiere conquistar su libertad, arrojar los antiguos valores y poder decir: "¡Yo quiero!" Pero todavía no es capaz el león de crear nuevos valores. Para eso hace falta que el león se transforme en niño.

El superhombre posee la inocencia del niño, está "más allá del bien y del mal", posee el poder de crear valores, vive fiel a la tierra. No es un personaje terrible, es un niño.

4. Crítica a la civilización occidental

Esta crítica –la parte de la filosofia de Nietzsche que dice «no», y que llena las obras de su segundo y cuarto períodos– muestra siempre las mismas constantes:

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posibilidades se convierte en genealogía de los valores, empleado en La genealogía de la moral, obra en la que Nietzsche intenta dilucidar «las condiciones y circunstancias en que aquéllos (los valores morales) surgieron, en las que se desarrollaron y modificaron (la moral como consecuencia, como síntoma, como máscara, como tartufería, como enfermedad, como malentendido...)» (o.c., Alianza, p. 23).

Un mismo diagnóstico. Todo procede de un instinto único, la voluntad de la nada, el odio –o el temor– a la vida. En consecuencia, la cultura occidental está sumida en el nihilismo, en su propia autodestrucción.

Un mismo enemigo. La critica de Nietzsche se dirige a todos los aspectos de la cultura occidental; la ciencia, el arte, la religión, la filosofia, la moral, lo alemán, el socialismo, etc. Pero todo ello se resume en una sola palabra: cristianismo. Así pues, Nietzsche no ataca tanto el cristianismo «en sí mismo», como toda la cultura occidental en su conjunto.

1º El diagnóstico: el nihilismo

Nihilismo (del latín nihil, nada) es un término empleado, en general, para descalificar (polémicamente) cualquier doctrina que niegue o no reconozca realidades o valores que se consideran importantes. También se llamó «nihilismo» al sentimiento de «desesperanza» creado en Rusia en el siglo xix después del hacaso de las refonnas de Alejandro Il. Los nihilistas intentaban romper con toda la tradición (de ahí su nihilismo) y fundar la sociedad sobre bases científicas (inspiración en Comte). Suponía, pues, una ruptura con el romanticismo anterior. Posteriormente, los nihilistas pasaron a la acción política, y por eso fueron confundidos frecuentemente con los anarquistas.

«Lo que cuento es la historia de los dos próximos siglos. Lo que sucederá, que no podrá suceder de otra manera: la llegada del nihilismo (Voluntad de poder, Pról., 2, Schlechta, III, p. 634). Pero Nietzsche emplea el término «nihilismo» al menos en un doble sentido:

«Nihilismo. Posee una doble significación:

A. Nihilismo como signo del creciente poder (Macht) del espíritu: el nihilismo activo. B. B. Nihilismo como decadencia y retroceso del poder del espíritu: el nihilismo pasivo.

El nihilismo se define, pues, en función de la voluntad de poder. Cuando esa voluntad –que es la esencia misma de la vida– disminuye o se agota, da lugar al nihilismo pasivo. El diagnóstico de Nietzsche es que este tipo de nihilismo está a punto de llegar. En efecto: todos los valores creados por la cultura occidental son falsos valores, son la negación misma de la vida, y proceden, en el fondo, de una «voluntad de la nada»: "Nihilismo como consecuencia de la interpretación que se ha hecho hasta ahora del valor de la existencia". Cuando esos valores se derrumben –y se derrunbarán, porque son ilusorios– llegará el nihilismo necesariamente: "¿Qué significa el nihilismo? Que los valores supremos pierden validez". Por tanto, la civilización occidental se quedará sin los valores que ha poseído hasta ahora: del «Dios es la verdad» se pasará a decir que «todo es falso», se perderá el «sentido de la existencia», toda meta, todo «para qué»... Tal estado no ha llegado todavía, pero se anuncia en el pesimismo: (sobre todo en el pesimismo budista de Schopenhauer), en la «decadencia» y el agotamiento generales. Cuando aparezca, será el tiempo de «el último hombre». Contra este nihilismo pasivo quiere reaccionar Nietzsche con su nihilismo activo. Por un lado, es una «potencia violenta de destrucción», que procede de un creciente poder del espíritu para el que los valores hasta el momento vigentes ya no pueden tener vigencia alguna. Es un nihilismo «activo» porque, en este caso, los valores no se derrumban por sí solos, sino que son destruidos directamente por la «voluntad de poder» (que dice «no» a esos valores). Por otro lado, es la condición para que, a continuación, la voluntad de poder cree valores nuevos (con lo cual se manifiesta el «sí» del superhombre a la vida). Toda la crítica de Nietzsche a la cultura occidental es manifestación de este nihilismo activo que intenta adelantarse al nihilismo pasivo y crear una civilización nueva antes de que se derrumbe definitivamente la antigua.

2º La crítica a la filosofía

La filosofia occidental ha quedado corrompida –según Nietzsche– desde Sócrates y Platón: Sócrates hizo triunfar a la razón contra la vida, a Apolo sobre Dioniso;

Platón, por su parte, creó otro mundo desvalorizando éste (ilusión del «mundo verdadero»), al mismo tiempo que «inventó el espíritu puro y el bien en sí. Ahora bien, para Nietzsche, «en el filósofo nada, absolutamente nada es impersonal», y toda verdad filosófica no hace sino revelar un instinto, un temor o un deseo inconfesados. ¿Qué se esconde detrás del «idealismo» de Sócrates y de Platón (y, por tanto, en toda la metafisica occidental)? El espíritu de decadencia, el odio a la vida y al mundo, el temor al instinto.

Nietzsche no perdona casi nada a la filosofia occidental –sólo parece salvar a Heráclito–: «todo lo que los filósofos han venido manejando desde hace milenios son momias conceptuales, de sus manos no salió vivo nada real». Así, ataca los principales conceptos metafisicos como engaños gramaticales o del lenguaje. El peor de todos ellos es el concepto de «ser», una ficción vacía. Igualmente rechaza los conceptos de «yo» (Descartes), «cosa en sí» (Kant), substancia, causa, etc. Todos estos conceptos –dice Nietzsche– proceden de una desestimación del valor de los sentidos y una sobreestimación de la razón. Por el contrario, Nietzsche afirma que hemos de aceptar el testimonio de los sentidos: lo real es el devenir (Heráclito), el fenómeno, la apariencia. En definitiva, el supremo error de la metafisica es haber admitido un «mundo verdadero» frente a un «mundo aparente», cuando sólo éste último es el real. La historia de la filosofia puede ser narrada, pues, como una historia de la liberación del fantasma del «mundo verdadero».

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no es sino «voluntad de poder». Es verdad lo que aumenta el poder, lo que sirve a la vida. Y contra el dogmatismo metafisico, Nietzsche defiende un perspectivismo: «no hay hechos, sino interpretaciones (Auslegungen)», «no hay cosas en sí, sino perspectivas (Perspektiven)», la pregunta ¿Qué es esto?, no es sino la pregunta: ¿Qué es esto para mí? Y la perspectiva es ya una valoración (hecha por la voluntad de poder):

3º La crítica a la moral

Las críticas a la religión (cristianismo) y a la ciencia no añaden, realmente, nada nuevo a esta crítica de la filosofia. El cristianismo, dice Nietzsche, no es sino «platonismo para el pueblo», y adolece, por tanto, de sus mismos defectos. Por otro lado, Nietzsche ataca a la ciencia mecanicista y positivista: no todo es materia y movimiento mecánico; hay sobre todo «fuerzas» (vitalismo dionisíaco); y el Universo no está sometido a leyes deterministas, es un caos de fuerzas.

En La genealogía de la moral (1887) aborda Nietzsche la crítica de la moral vigente a partir del estudio del origen de los prejuicios morales. Para ello, emplea el método genealógico, consistente en una investigación etimológica e histórica de la «evolución de los conceptos morales» (hay que recordar que Nietzsche era filólogo). La obra se divide en tres tratados. El primero –"Bueno y malvado, bueno y malo"-es el más interesante, y el único que se expondrá aquí. Nietzsche afirma que su investigación filológica en diversas lenguas le condujo al siguiente resultado: en todas las lenguas «bueno» (gut) significó primitivamente «lo noble y aristocrático», contrapuesto a «malo» (schlecht) en el sentido –no moral– de «simple, vulgar, plebeyo». Estas dos denominaciones «bueno-malo» son creadas, pues, por los nobles y poderosos, en la medida en que son ellos los que tienen el poder de darse y dar nombres,

Sin embargo, más tarde surge otra contraposición: la de «bueno» (gut) y «malvado» (böse), ya de carácter moral. Esta nueva contraposición se enfrenta a la anterior y la desplaza. El origen histórico (ya no etimológico) de tal desplazamiento es, según Nietzsche, el siguiente: los que eran considerados «malos» (en el sentido de «bajos, plebeyos») se rebelan, se llaman a sí mismos «buenos», y denominan a los «nobles» como «malvados» (böse). Esta transmutación fue realizada por los judíos y continuada por los cristianos.

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