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Apuestas culturales al desarrollo integral de América Latina

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“Apuestas culturales al desarrollo integral de América Latina”

FORO-BID, París, 11-12 de marzo de 1999

Saúl Sosnovski

University of Maryland, College Park

Es cada vez rnás frecuente la presencia del condicionante "cultura" en la consideración de incentivos para

fortalecer el desarrollo económico y social de América Latina por parte de bancos que no por ello han dejado de

privilegiar los índices financieros en el diseño de políticas y normas prestatarias, Diversos factores contribuyen a esta

nueva situación; entre ellos, las severas crisis financieras en países que afectan la economía regional y mundial

(México 1994, Brasil 1998-99) y el hecho de que las altas tasas de crecimiento en "países modelo" también

consignan cifras alarmantes de desigualdad en la distribución del ingreso con secuelas de inequidad, indigencia,

marginación y violencia1.

A pesar de la enorme inversión de capitales: en América Latina y del crecimiento sostenido de varios países

(Chile, Colombia, Argentina, entre ellos), las estadísticas señalan que los sectores más pobres tienen un acceso

restringido a programas de ayuda; indican, además, una acentuada diferencia entre áreas geográficas que responde,

en cierta medida, a deficiencias institucionales y a una eficacia limitada en la administración de tales programas, En

menor medida y en forma derivada, las falencias se hacen asimismo evidentes en la falta de cohesión social.

Si aceptamos que el desarrollo no es medible sólo en términos de crecimiento económico -como la situación

actual de América Latina lo confirma- la fragmentación individual y social registrada en el continente, con variados

cuadros de gravedad exige un análisis más amplio que reconozca las funciones de la cultura. A medida que el Estado

disminuía sus funciones restando credibilidad y confianza en áreas que previamente eran de su responsabilidad, la

sociedad ha ido desplazando la función de cohesión social, supervivencia y crecimiento, hacia los valores de su

cultura. En tal sentido, entran en juego no sólo las dimensiones económicas de la cultura -que aún aguardan la

definición de indicadores y estadísticas precisas- sino las redes culturales que sostienen el sentido y la práctica

comunitaria y sirven de base para toda gestión participativa. Mediante diversas estrategias, se trata de capitalizar la

capacidad creativa de la población, entendida ésta en la esfera más restringida y propia del arte, así como en la

fuerza inventiva que engendra -como sostenía Guattari- "calidades de ser inesperadas". Ésta calidad de ser,

instalada en una percepción solidaria del mundo, generará precisamente los resultados que se anticipan tras las aún

incalculables ecuaciones de cultura-desarrollo.

Más allá del encuentro estético altamente individual, la cultura es la dimensión que se comparte:

apunta a la sociabilidad, a reconocer(se) en valores y aspiraciones, a un sistema de creencias y saberes y a gustos

que saborean otros miembros de la comunidad. Proyectándose a esferas cada vez más amplias, estos elementos

serán compartidos con quienes habitan una misma zona, una misma nación, una región que posee rasgos similares

de identidad y apuestas al futuro. Tal sociabilidad implica no sólo el reconocimiento de quien es similar, sino que

impone la tolerancia y el derecho de los otros a ser diferentes. De los orígenes y las culturas compartidas se avanza

1Banco Interamericano de Desarrollo, América Latina frente a la desigualdad. Progreso económico y social en América Latina, Informe 1998-1999. Washington, DC: BID, 1998

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hacia formas de sociabilidad de evidente raigambre social y económica entre ellas, asociaciones de beneficencia y

ayuda mutua, cooperativas de crédito, clubes sociales y deportivos, organizaciones partidarias, etc. La constitución

de lo compartido está enraizada en un pasado y en una educación formal que se ve constantemente desafiada por

nuevos saberes, por la impronta de lo audiovisual y -para una selecta pero creciente y notoria minoria- por el acceso

a fronteras transnacionales. En el espacio cibernética se diluyen las fronteras que delimitan el territorio nacional; los

hitos fronterizos pertenecen a un concepto de nación aún vigente pero que, en parte por la propia reestructuración del

Estado, se enfrenta a interrogantes contestatarios. Estos parten desde la globalización económica e incluyen la

factura cultural que uniforma amplias zonas del planeta dejando escaso margen para lo distinto. Que ante la

globalización se produzca un mayor énfasis en identidades nacionales, con su correlato de enfrentamientos bélicos

entre etnias y naciones, puede resultar paradójico, si bien es coherente con una educación arraigada en historias

montadas sobre la diferenciación. Ello en sí no indica la bondad de una identidad única virtual, ni que la diversidad

cultural deba ser cancelada; apunta, más bien, a una construcción basada en la tolerancia y el respeto de la

diversidad y por nuevas identidades2.

El desfasaje entre la euforia neoliberal, la panacea de la reducción del estado en favor de un indiscriminado

régimen de privatizaciones, dominante en los años 1980 y los primeros años de esta década, y los acotados

beneficios para la vasta mayoría de la población latinoamericana, han contribuido a que hoy ya sea un lugar común

decir que el desarrollo no debe permanecer circunscripto a la esfera propiamente económica. Esta situación debe ser

considerada, además, en el contexto de las redemocratizaciones y de una mayor apertura en el ejercicio de la

política3. Por lo tanto, cuando la eficacia y el rédito de la administración democrática se ven asociados a índices de crecimiento macroeconómico que marginan y afectan negativamente a las capas medias creando "nuevos pobres" y

aumentado niveles de indigencia, el propio proceso e ideario de una democracia como sistema que favorece y

promueve la integración social adquiere una valuación contradictoria4 Y ello aún al margen de severos y legítimos cuestionamientos sobre la administración de la justicia, la organización electoral, la corrupción y el enriquecimiento

ilícito, la evasión impositiva, etc. Desde esta perspectiva, estimo obligatorio considerar las relaciones de cultura y

desarrollo en función del futuro democrático de la región y de la legitimidad misma de democracia5 Es ineludible prestar atención tanto a las estadísticas que registran los desniveles en el crecimiento económico de América Latina,

como a las encuestas que indican que la democracia ha dejado de ser un factor de prioridad ciudadana y está siendo

reemplazada Dar la obtención de seguridad. También en este rubro, la cultura y la educación -entiendo la cultura

también como educación continua- desempeñan un papel fundamental ya que la instrucción de valores cívicos puede

inclinarse a favor de regímenes autoritarios o hacia los que garantizan y exigen una mayor participación y

responsabilidad ciudadana. No sorprende, por tanto, que en tales condiciones, a pesar de la resistencia ejercida por

2Ver Rubén George Olíven, "Nación e identidad en tiempos de globalización", en Rubens Bayardo y Mónica Lacarrieu, comps., Globalización e identidad cultural Buenos Aires: Ediciones Ciccus, 1997, pp. 113-29

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Es importante en este sentido la publicación de Enrique Calderón y Daniel Cazés, Tecnología ciudadana para la democracia. Una guía de observación electoral independiente (México: UNAM Desarrollo de Medios, 1994), que comienza diciendo: "El propósito principal de este libro consiste en mostrar cómo la informática y las telecomunicaciones conforman una tecnología sencilla y poco costosa que cualéluier grupo de ciudadanos puede poner al servicio de la democracia" (p. 7).

4 Algunos de los desafíos a los que se enfrenta la formalidad democrática aparecen en Democracias posibles El desafío latinoamericano,

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la fe economicista, la dimensión social y, cada vez más, la cultural, sean incorporadas a la ecuación del desarrollo.

Se habla del elemento subjetivo del desarrollo de la capacidad y el derecho del individuo a medir en términos de su

propia materialidad el valor de las medidas económicas. Se trata, asimismo, de aceptar que si bien la cultura es

propia de una política social que genera divisas, no toda medición debe ser hecha en virtud de un retorno inmediato:

larga repercusión tienen las palabras; no es menos larga la de ila producción cultural.

Como evidencia de este cambio de actitud podemos señalar, por ejemplo, que las carpetas de la conferencia

copatrocinada por el Banco Mundial y UNESCO sobre "Culture lD Sustainable Development" (Washington, 28-29 de

setiembre de 1998) resumían el pensamiento rector del Presidente del Banco Mundial, James D. Wolfenshon, en los

siguientes términos: "We must respect the rootedness of people in their own societal context. We must protect the

heritage of the past. But we mu'st also foster and promote living culture in all its many forms. As recent economic

analyses have consistelltly shown, this also makes sound business sense. From tourism to restoration, investments in

cultural heritage and related industries promote laborintensive economic activities that generate wealth and income".

Las declaraciones de Federico Mayor sostenían, como lo ha hecho a lo largo de su gestión: "Culture draws on the

boundless human capacity for creative diversity and is both a key ingredient and an essential goal of endogenous,

sustainable development. UNESCO works to improve understanding of the unique relationship between culture,

diversity and development, which forms a central foundation of a culture of peace"6 En su propia exposición, El Presidente del BID, Enrique Iglesias, afirmó: "Culture is a central piece in our fight lar economic and social

development" y tomó nota de la necesaria colaboración con los gobiernos para fomentar una confianza cada vez

mayor en el papel que desempeña la cultura en el desarrollo económico; para dejar de verla corno residual o artículo

de lujo y pasar a considerar la inversión en la cultura, así como en la educación, como inversiones en el desarrollo

social del país. Solidaridad, autoestima, integración son componentes de una ecuación que trata de llevar a la cultura

desde los márgenes hacia el centro de toda decisión financiera.

En la categoría "cultura y desarrollo sostenible", son cada vez más numerosas las asignaciones de bancos

multilaterales y de agencias de cooperación para recuperar el patrimonio histórico y preservar las reservas naturales.

Ello responde a que son iniciativas con un perfil material tangible de inmediata repercusión en el mercado laboral y

con una alta capacidad para ser integradas al turismo cultural y ecológico de rápido crecimiento -ya se trate de

reconstrucciones urbanas y manutención de museos, o de la protección de misiones jesuíticas y ruinas arqueológicas

o de parques nacionales.

Por otra parte, la inversión en el patrimonio histórico se basa en el reconocimiento de los fundamentos sobre

los cuales se han construido los estados nacionales. Frente al estado en el que se hallan numerosas expresiones

culturales de las comunidades de la región -algunas de las cuales ya están en el umbral de extinción-, hay una clara

conciencia de que éstas deben ser preservadas, tal como lo indica la nómina de proyectos y las convenciones de

protección del patrimonio cultural7 Es significativo, si bien nada sorprendente, que cuando la globalización mina la diversidad cultural, tales emprendimientos se constituyen en paliativos eficaces para promover identidades

nacionales diferenciadas y subrayar presencias soberanas.

5

Cf. José Alvaro Moisés, Os brasileiros e a democracia. Bases sócio-políticas da legitimidade democrática Sao Paulo: Editora Atica, 1995; Evelina Dagnino, comp., Años 90: Política e sociedade no Brasil. Sao Paulo: Editora Brasiliense, 1994.

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El análisis y las propuestas de UNESCO aparecen en el informe Our Creative Diversity. Report of the World Commission on Culture and Developrnent, presidida por Javier Pérez de Cuéllar. París: UNESCO, 1995.

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Organizaciones multilaterales, previamente sumidas en el "pensamiento único", atraviesan una etapa de

transición: la diversidad cultural está dejando de ser un obstáculo y comienza a adquirir valor como factor decisivo en

la constitución de todo proyecto socio-económico. Para el Estado implica adoptar un papel más activo en el

otorgamiento y administración de recursos que hacen a su patrimonio, en el fomento de la formación artístico-cultural

y en la difusión de los bienes culturales; le cabe, asimismo, facilitar o intervenir en actividades de patrocinio y

mecenazgo cultural, - que promueven una cultura participativa en eldesarrollo de las artes- sin llegar a transformarse

en el organismo ejecutor de políticas culturales8. Para la mayoría de nuestros países, ello significa incorporar a los sectores sociales más pobres, que incluyen indígenas y otros grupos minoritarios, y a las crecientes comunidades de

inmigrantes, en el diseño e implementación de planes de desarrollo sustentable. En términos históricos implica el

abandono de una política que exigía adoptar la versión impuesta desde la colonia, y corporizada corno "Occidente",

siendo vista ésta como única vía de acceso a matizadas, pero consensuadas, nociones de civilización y progreso.

Indica que no aceptamos la equivalencia entre "pobreza material" y "pobreza cultural". Frente a esto, cabe recordar

sin embargo, que en algunos países de Centroamérica y de la región andina, se esgrime aún hoy la necesidad de

forzar al indio a abandonar su lengua y prácticas ancestrales para integrarlo finalmente al Estado nacional

precisamente cuando el Estado está siendo debilitado por un orden económico que lo lleva a renunciar a las

prerrogativas asumidas como propias desde su fundación.

En esta coyuntura es necesario tener presente que "desarrollo" es en sí un concepto cultural que exige el

abandono de su perfil rnonolítico, el ejercicio de fórmulas hechas para solucionar carencias básicas o para proponer

con esquemas uniformes la mejora del standard de vida en cualquier lugar del mapa. En esta relación, entonces, una

cultura diferenciada no es lo que debe ser superado en aras de la imposición de normas económicas, sino la

dimensión que condiciona, aporta y define la adopción de pautas para impulsar mecanismos de desarrollo social.

Recordemos por ende, que ambos conceptos, "cultura" y "desarrollo", al estar inscritos en procesos históricos, están

sujetos a su propias redefiniciones. Y además, a contextos específicos y diferenciados que obligan a pluralizarlos,

particularmente en nuestra región. Por un lado, entonces, "culturas", que se conjugan en diversas temporalidades

(modernas, tradicionales, arcaicas, residuales) y espacios (urbano y rural, con sus correspondientes variantes). Por

otro, estrategias de desarrollo alternativo para dar cuenta de las condiciones propias, por ejemplo, de comunidades

indígenas en sus múltiples expresiones culturales y de producción, así como de in/migrantes en cinturones urbanos.

Las dificultades en la formulación de una política cultural -que no puede ser concebida como definitiva estriban

precisamente en que no se debe diseñar, y menos aún imponer, una estrategia dirigista cuando sus receptores distan

de ser homogéneos y cuando estos no son pasivos sino, muy por el contrario, participantes activos en la

implementación de toda política (micro o macro) que los afecta en la raíz misma de su singularidad cultural y en sus

modos de vida.

Las estrategias que tienen las mejores posibilidades de éxito son justamente las pensadas en función de la

heterogeneidad americana; las que recuperan la diversidad del patrimonio originario de las naciones y hablan de

cultura y democracia, teniendo en cuenta el estado de las respectivas bases materiales y la participación comunitaria

8 Cf. los análisis de situación, legislación y prácticas vigentes en Argentina, Brasil, Chile; Venezuela, México, EE.UU. y Europa en el volumen compilado por Saúl Sosnowski y Roxana Patiño, Economía de la cultura: Mecenazgo. Buenos Aires: Fondo Nacional de las Artes (en prensa). Para estos fines son de particular interés los estudios de José Álvaro Moisés, Enrique Saravia y Hermano Thiry-Cherques sobre Brasil, de Manuel Antonio Garretón sobre Chile y de Joanne Scheff para EE.UU.

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en la organización de políticas apropiadas para la diversidad territorial. En cuanto al Estado –aún teniendo en cuenta

la creciente restricción de sus funciones- sigue siendo de su competencia proteger la diversidad étnica y las cultural,

regionales, así como generar incentivos para una mayor participación en la vida nacional y regional, sin por ello tener

derecho a exigir la renuncia a lenguas e identidades diferenciadas. Le corresponde, asimismo, asumir plenamente su

responsabilidad en el área de las industrias culturales normativizando el espacio audiovisual con alternativas a su

comercialización; es decir, aportar opciones creativas y, de ese modo competitivas, desde las bandas que le

corresponden sin interferir en el mercado. Yano, entonces, una política estatal única, sino la atención pormenorizada

a los sujetos productores de cultura.9

En el más amplio ámbito social, la articulación de políticas culturales conlleva la formación de hábitos

culturales. En tanto la cultura opera como una mediadora simbólica que ordena y disciplina el cuerpo social y, por lo

tanto, constituye un instrumento de cohesión, la reflexión en torno a sus funciones en la red de Interacciones sociales debe ser el punto de partida en todo análisis que pretenda, obtener de ella un uso político o económico. Con “cultura"

no nos referimos sólo al restringido conjunto de bienes conocidos como "alta cultura", sino que, sin excluirlos,

consideramos el entramado simbólico que resulta de una serie de intervenciones realizadas por el Estado, las

instituciones privadas y los diferentes grupos de acción cultural con el fin de promover y orientar el desarrollo

simbólico así como su injerencia en la sociedad.

Si tomamos la "cultura" en el sentido, también implica que la entendernos. No como un área de interés

privilegiado para selectas minorías, sino más que nada como elemento de formación social, como herramienta

productiva para el aprendizaje de nuevos hábitos sociales que incluyen, entre otros, valores de participación y

solidaridad10 Estos promoverán, a su vez, el diálogo y la interacción pero no la renuncia a otras identidades. Cuando nos preguntamos qué propuestas concretas podrían realizarse para cambiar las condiciones actuales y para situar la

cultura en el centro de la problemática del desarrollo, es necesario considerar las observaciones realizadas por

antropólogos y otros estudiosos de la cultura, en relación al fracaso de las políticas en materia cultural:

1. Antes de tomar cualquier iniciativa, es imprescindible revisar las necesidades y prioridades de la gentpara

evitar nuevos fracasos en términos de interés e impacto de las políticas culturales. En este sentido, un estudio de los

modos de recepción y comportamientos culturales de los destinatarios (sus modos de apropiación de los bienes

culturales, opiniones en relación a la oferla cultural, etc.) es indispensable para evitar suponer intereses que el

público no posee, o para imponerle productos ajenos a su realidad material y simbólica.

2. Proponer una nueva versión de las funciones de la cultura en la que los componentes “prácticos” y “lúdicos” no estén ausentes.

9

En un registro más amplio, ver Néstor García Canclini, Consumidores y ciudadanos. Conflictos. culturales de la globalización. México: Grijalbo, 1995. Ver también los estudios de Jesús Martín Barbero, De los medios a las mediaciones. Comunicación. cultura y hegemonía. México: Gustavo Gili, 1997; "Las transformaciones del mapa: Identidades, industrias y culturas", trabajo presentado en el Seminario "Hacia la consolidación de un espacio cultural común latinoamericano", convocado por el Convenio Andrés Bello, Sevilla, 28-30 de octubre de 1998 (en prensa).

Sobre el caso argentino, por ejemplo: Octavio Getino, Las industrias culturales en la Argentina. Dimensión económica y políticas públicas. Buenos Aires: Colihue,1995.

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Por ello, antes de recomendar planes de desarrollo, es imprescindible emprender estudios de campo

detallados a través de los cuales puedan conocerse estas necesidades e intereses y, en consonancia con ellas,

diseñar propuestas culturales. Por sobre todo, corresponde tener presente que en América Latina coexisten modos

de vida y estadíos de desarrollo radicalmente diferentes y que éstos exigen tratamientos y propuestas idóneas. Esto

implicará desplazar de la exclusividad los intereses patrimonialistas que han presidido las decisiones en materia de

cultura y dejar de valorar solamente la cultura de los sectores dominantes. En este sentido, los saberes populares

(urbanos o rurales) serán un potencial para reformas y no un obstáculo a ser superado para imponer formas de

desarrollo preestablecidas. Una respuesta ajustada deberá atender, al menos, a las dos realidades más importantes

de organización social en términos geográficos y culturales: el mundo urbano y el mundo rural11 En cuanto al primero, una de las claves para pensar la incorporación de los sectores urbanos populares a una nueva dinámica económica

seria, por ejemplo, su ingreso al sistema a través de un régimen de capacitación que respondan en términos reales y

prácticos a los altos índices de repitencia y deserción escolar. Al mismo tiempo, frente al aporte cada vez más

limitado de la escuela pública, habría que contraponer los posibles usos educativos de la televisión.

Respecto del mundo rural, la necesidad de trabajar con los medios y elementos que producen sus habitantes

es la pauta básica para considerar su incorporación al actual sistema económico. Dejando de lado cuestiones

relativas a la protección de la "autonomía" y "pureza" de las comunidades, podrían sugerirse medios para inscribir su

producción al régimen del consumo contemporáneo en beneficio de los propios artesanos Por ejemplo, cabría

generar condiciones para que éstos avancen, mediante estímulos a la autogestión comunitaria, hacia acciones que

creen o mejoren la comercialización de sus productos.

Por otra parte, y al margen de las especificidades indicadas, se debe considerar, en términos generales,

cómo el espacio audiovisual y cibernético genera nuevos términos de exclusión, entre quienes poseen acceso a

internet, entre quienes frente a una posible sociabilidad optan por recluirse frente al aparato de televisión o la pantalla

de la computadora.

Crear hábitos sociales duraderos es uno de los desafíos a los que se enfrentan las políticas culturales

actuales. Como lo ha destacado García Canclini en varios análisis y corno se infiere del estudio del II Festival de la

Ciudad de México y de sus asistentes, la publicidad en si no crea hábitos culturales12 Quien visita un museo porque una muestra fue muy publicitada, por lo general no volverá cuando ya no medie el efecto de la propaganda. La oferta

cultural -particularmente el impacto domiciliario de la televisión y del video- tampoco garantiza su aprovechamiento.

Ello subraya, por una parte, la necesidad de crear hábitos culturales y, a la vez, la de producir programas que hagan

uso del encuadre doméstico y de su acceso a los medios. En ambos casos, además, se deberá apuntar a su larga

repercusión y no a un rendimiento a corto plazo.

Como ha reflexionado Bernardo Kliksberg con respecto al gasto social13 también para el cultural debemos pensar si es finalmente una pérdida o una ganancia. Cuando consideramos la relación entre "cultura" y "desarrollo",

11 Véanse los casos estudiados en Charles David Kleymeyer, ed., Cultural Expression and Grassroots Developmem. Cases from Latin America and the Caribbean. Boulder, CO: Lynne Rienner, 1994.

12

Néstor García Canclini et al. Públicos de Arte v Política Cultural. Un estudio del II Festival de la Ciudad México. México: Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Iztapalapa, 1991, y su ya mencionado Consumidores y ciudadanos. Conflictos culturales de la globalización.

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no entran en juego bienes sofisticados e improductivos, sino las formas de producción y la reforma de la conducta de

los individuos; se trata de la capacidad modeladora que tiene la cultura para crear necesidades y hábitos, para

imponer normas y orientar las actividades de los individuos. Hablamos, pues, de la cultura como instrumento para el

cambio, no sólo como instrumento de placer y ocio por parte de quienes más tienen.

En las condiciones actuales de desarrollo industrial y tecnológico se impone salir de los paradigmas

tradicionales de transmisión y difusión cultural por ejemplo valiéndose de la infraestructura disponible, o a ser

construida, habría que utilizar la televisión y otros medios para incentivar la educación y promover una cultura con

bases locales en los mismos protagonistas.

En la medida en que toda política de desarrollo considera las necesidades de la población, es necesario que

incorpore las políticas culturales en ese mismo sentido. El desarrollo económico debe estimular la acción colectiva, la

creación popular, impulsar a que los propios sujetos produzcan el arte y la cultura que requieren para resolver sus

propios problemas y afirmar su propia identidad. Corno lo indicara anteriormente, no deja de ser significativo que en

esta época en la cual se pregona y rige el dogma de la globalización, la identidad diferenciada sea asumida como

factor dominante cuando sectores y pueblos marginados o dominados demandan derechos cívicos. Ante un

paradigma de sofisticada exclusión, surge una propuesta de inclusión desde la imagen propia de la diversidad.

No hay pueblo homogéneo ni cultura homogénea y, en consecuencia, tampoco debe haber una sola política

cultural para un país, ni mucho menos para toda la región. La variedad de la oferta cultural claramente indica la

necesidad de que existan variantes homólogas en el diseño de políticas culturales. Más allá de las identidades

específicas, se requiere también pensar en categorías de género y de edad (desde actividades en programas

pre-escolares y centros juveniles a centros para la tercera edad). La proliferación de casas de la cultura y centros

juveniles en numerosos estados del Brasil, en Chile y Colombia, así como el proyecto paradigmático de las orquestas

juveniles de Venezuela -cuya meta es atraer menores carenciados y chicos de la calle para desarrollar actividades

artísticas y así incorporarlos a una viabilidad social- son modos puntuales de traducir las artes visuales, la música y el

teatro, en medios de sociabilidad y desarrollo.

Esto exige, a su vez, una reforma democrática del sector cultural precisamente en función del desarrollo,

Implica promover legislaciones de incentivos a la cultura que democraticen desde ese polo el espacio público. En

términos funcionales, todo programa económico debería incluir documentación equiparable a los análisis de impacto

ambiental, lo cual requiere, a su vez, la preparación de un banco de datos de los presupuestos asignados a la

actividad cultural desglosado conforme a las correspondientes unidades administrativas Por otra parte, exige redefinir

las estructuras centralistas y unidireccionales del sector estatal; impulsar una mayor participación del sector priivado

en la actividad cultural; incentivar el fortalecimiento del tercer sector y ampliar la base de agentes intervinientes y

beneficiarios; generar un polo de desarrollo desde la cultura a través de la implementación de nuevos proyectos que

articulen la cultura con áreas que van desde la recuperación del patrimonio y el turismo cultural y la ampliación de

multimedios culturales, hasta pensar desde la cultura estrategias de resolución de conflictos y construcción de

medidas de paz.

A modo de conclusión y en el contexto de "Apuestas culturales al desarrollo integral de América Latina",

mencionaré dos casos derivados del proyecto "Una cultura para la democracia en América Latina" que se está

realizando en la Universidad de Maryland14.Con apoyo del BID (Proyecto TC-97-04-24-9-RG), el Ministerio de Cultura

14

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8

de Brasil -a cargo del Ministro Francisco Weffort-, y el Latin American Studies Center de Maryland están llevando

adelante una serie de estudios bajo la rúbrica de "Uma cultura para a democracia" con el fin de proponer alternativas

viables en áreas puntuales de la cultura para fortalecer desde sus diversas instancias la institucionalidad y las

prácticas democráticas. El proyecto comprende tres módulos: el primero, llamado "Promoción de la cultura

democrática en Brasil", está compuesto por investigaciones que elaboran y analizan indicadores de la cultura

democrática brasileña en el sistema educativo, los medios de comunicación, y en espacios no institucionalizados en

cuatro líneas de investigación: "Juventud y valores democráticos"; "Educación y cultura democrática"; "Medios de

comunicación y cultura democrática" y "Nuevos espacios de participación democrática" El segundo, "Perspectivas de

la Reforma del Estado en el sector cultural y comunicacional", comprende estudios y análisis específicos de las

estructuras institucionales del sector público en cultura y comunicación, así como trabajos comparativos en otras

regiones o países. Su objetivo es proporcionar información precisa sobre las condiciones del sector y ofrecer un

repertorio de propuestas para la reforma del mismo según criterios y parámetros que favorezcan la democratización

de la cultura. Este módulo abarca: "Estructura institucional del sector cultural en Brasil"; "Estructura institucional del

sector cultural en los países del MERCOSUR, Chile y Bolivia"; "Análisis comparativo de las estructuras institucionales

y políticas de financiamiento del sector cultural y comunicacional (México, Estados Unidos, Francia, Alemania e

Inglaterra)" y "Sector cultural y políticas comunicacionales". El tercer módulo, "Integración cultural en el

MERCOSUR", estudiará el proceso de integración cultural y comunicacional en los países miembros, a partir de dos

líneas de investigación: "Nuevas identidades e integración cultural" e "Industrias culturales e integración regional".

Para presentar los resultados de los primeros dos módulos, se ha programado el "Seminario Regional sobre Cultura

Democrática y Reforma del Sector Cultural", a realizarse en Sao Paulo entre el 18-20 de agosto de 1999.

El segundo ejemplo consigna los resultados de una iniciativa surgida de propuestas culturales para contribuir

a la resolución del conflicto fronterizo entre Perú y Ecuador15 El programa se estableció con líderes de la sociedad civil de ambos países ("Diplomacia ciudadana" o de "segunda vía") para que luego de asimilar técnicas de resolución

de conflictos, pasarán a la formulación de recomendaciones precisas tendientes a resolver el conflicto fronterizo. Los

participantes formularon propuestas en las siguientes áreas: 1. los problemas ambientales en la región del conflicto;

2. el rol de la prensa y los medios de comunicación en la formación de la opinión pública; 3. el papel de la educación

en el conocimiento mutuo: 4. el rol de los empresarios en el desarrollo de la economía del área; y 5. las posibles

contribuciones de la sociedad civil a la diplomacia de primera vía.

Las siguientes son algunas de las múltiples propuestas surgidas de ambos encuentros y que ya han sido

concretadas o se están realizando 1 Crear un programa de ordenamiento ambiental para luego pasar a un inventario

y análisis de la factibilidad económica/ambiental de proyectos de desarrollo ya ejecutados, existentes o potenciales

para la región fronteriza. La propuesta de crear un "Parque de la Paz" - incorporado a la firma de la paz entre ambos

países- surgió del encuentro realizado en College Park en agosto de 1997. 2. Apoyar a las poblaciones locales para

su participación activa y plena en un "Programa de Desarrollo Transfronterizo", creando programas específicos para

las comunidades nativas y fortaleciendo los ya existentes. 3. Crear una página Web para informar sobre condiciones

resultados serán publicados en 1999 por el Fondo de Cultura Económica (México) pueden ser obtenidos en:

http:/www.inform.umd.edu/EdRes/CoIleges/ARHU/Depts/LAS/dernocracy 15

Los detalles de los encuentros realizados en la Universidad de Maryland y en la Pontífica Universidad Católica de Ecuador, así como la nómina de integrantes del Grupo y sus recomendaciones pueden ser obtenidas en la página Web o en versión impresa. .

Desde la firma de los acuerdos de paz entre los presidentes Mahuad y Fujimori, "Ecuador and Perú: Towards a Democratic and Cooperative Conflict Resolulion Initiative", está elaborando medidas puntuales qué contribuyan a la construcción de la paz en la región fronteriza y aun mayor acercamiento de ambos pueblos mediante actividades educc.livas y culturales. Ver

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en la región y difundir propuestas sobre la construcción de la paz y el desarrollo 4. Organizar programas de

intercambio de periodistas de prensa, radio y televisión. 5. Promover un diálogo cívico militar dentro de cada país, así

como entre ambos países, reforzando la iniciativa que ya ha desarrollado para su país la Pontificia Universidad

Católica del Ecuador. 6. Crear un premio binacional para aquella persona, organismo o institución que más

contribuya al proceso de paz entre los dos países 7. Hermanar ciudades ecuatorianas y peruanas como un modo de

integración de los pueblos 8. Modificar los textos escolares que acentuar el distanciamiento y el conflicto entre

peruanos y ecuatorianos y considerar la redacción de una historia binacional a ser usada en ambos países. 9. Solicitar una Cátedra UNESCO de Resolución de Conflictos que lleve el nombre "Ecuador-Perú” u otra variante que

simbolice el acercamiento entre ambos pueblos. 10. Crear una agenda de programas comunes entre las Cámaras de

Producción de Ecuador y Perú, que también abarque otros aspectos de la economía. 11. Buscar la cooperación

técnica internacional necesaria para la eliminación y limpieza de los campos minados en la región del conflicto.

La ayuda prestada por los miembros del Grupo -que incluyen empresarios, líderes de comunidades indígenas

y representantes de la iglesia, rectores y profesores universitarios, expertos en política ambiental, periodistas y

especialistas en educación cívica y derechos humanos- ha sido ampliamente cubierta en la prensa de ambos países

y reconocida por sus respectivas cancillerías.

Saul Sosnowski

Latin American Studies Center University of Maryland, College Park College Park, MD 20742/ USA.

Referencias

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