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Atención del abuso sexual infantil, tan difícil el problema como la solución

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ATENCIÓN DEL ABUSO SEXUAL INFANTIL, TAN DIFÍCIL EL PROBLEMA COMO LA SOLUCIÓN

Ángela Patricia Sierra Bernal

Trabajo de grado para optar por el título de comunicadora social Campo profesional: periodismo

Directora Marisol Cano Busquets

Pontificia Universidad Javeriana Facultad de Comunicación y Lenguaje

Carrera de Comunicación Social Bogotá

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Bogotá Noviembre 20 de 2013

Señor Decano

JOSÉ VICENTE ARISMENDI Facultad de Comunicación y Lenguaje Pontificia Universidad Javeriana Ciudad

Apreciado Decano:

Es para mí un gusto presentarle mi trabajo de grado titulado Atención del abuso sexual infantil, tan difícil el problema como la solución., el cual reúne la investigación hecha durante un año y medio sobre la problemática del abuso sexual en Colombia y los problemas en los procedimientos de atención exigidos por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar a las instituciones de protección integral.

En él realizo un análisis riguroso sobre algunos aspectos de la legislación colombiana que dificultan la atención a los menores víctimas de este flagelo y hago una reflexión sobre la pertinencia de algunas normativas y requisitos en el contexto cultural, social y político del país.

Un saludo afectuoso

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ARTÍCULO 23

“La Universidad no se hace responsable por los conceptos emitidos por los

alumnos en sus trabajos de grado, solo velará porque no se publique nada

contrario al dogma y la moral católicos y porque el trabajo no contenga

ataques y polémicas puramente personales, antes bien, se vean en ellas el

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Agradecimientos

En primer lugar debo agradecer a Dios y mi familia, especialmente a mi mamá y hermanas, que han sido mi guía y apoyo durante todo este proceso y que seguirán siendo la luz que ilumine el camino por el que debo andar.

A mi asesora, Marisol Cano Busquets por haber creído en este proyecto y apoyarme incondicionalmente, sin su interés, paciencia y dedicación hoy esto no sería posible.

A mis sobrinos por ser mi fuente de inspiración para buscar un mundo mejor en el que ellos puedan crecer, un mundo un poco más justo, un poco menos indiferente y al que puedan iluminar con muchas más sonrisas.

A la fundación Asociación Hogar Niños por un Nuevo Planeta, especialmente a su creadora y directora Paola Franceschi, quien con su labor inspiró en mí esta búsqueda.

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Tabla de Contenido

Introducción ... 9

CAPÍTULO I ... 11

Abuso sexual infantil, sin límites entre las fronteras ... 11

Abuso sexual infantil, teoría y realidad ... 11

Cada número, un niño ... 16

Todos están en riesgo ... 17

Mantén los ojos abiertos ... 20

¿El abuso o los abusos? ... 22

Abusos y abusadores ... 24

Víctimas ... 25

Consecuencias ¿un problema individual o social? ... 26

Aspectos que contribuyen a que las consecuencias se agraven ... 30

Esto apenas empieza ... 31

CAPÍTULO II ... 33

Abuso sexual, agenda y políticas públicas ... 33

CAPÍTULO III ... 38

Medios de comunicación y abuso sexual ... 38

CAPÍTULO IV ... 42

La ética periodística en el abordaje de la violencia sexual infantil ... 42

CAPÍTULO V ... 51

Legislación colombiana ... 51

Constitución Política de Colombia ... 52

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Ley 1098 de 2006 ... 55

Reglamentando el abuso... 55

La ley encima de las instituciones ... 56

La ley reglamenta cómo reglamentará la ley el ICBF ... 57

Resolución 03899 ... 60

Licencias de funcionamiento ... 60

CONCLUSIONES ... 69

No todo está escrito sobre la violencia sexual ... 69

¿Abusos grandes y abusos chicos? ... 70

El poder de las cifras ... 72

Las consecuencias las pagamos todos ... 73

Legislación colombiana... 74

Ley 1098 de 2006... 74

Resolución 03899... 75

ANEXOS ... 78

Anexo A – Entrevista Paola Franceschi I ... 78

Anexo B. Entrevista Paola Franceschi II ... 87

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Introducción

Trabajar casos socialmente coyunturales y que, además, generan reacciones de malestar en el público es en todos los casos difícil, pero así como complicado, es necesario. Precisamente fue esa necesidad de mostrar públicamente un problema social que afecta anualmente a miles de niños en el país de donde surge el interés de realizar la presente indagación.

El tema que se tratará es el abuso sexual infantil, entendido como la participación en actividades sexuales con un niño o niña –bien pueden ser de contacto físico, estimulación o gratificación sexual– en las que el abusador –quien no necesariamente es un adulto– se aprovecha de una posición dominante y ejerce coerción sobre el niño o niña para que este participe de forma no consentida en las mismas.

Este fenómeno además de ser sufrido por miles de niños anualmente en el país, como ya se dijo antes y como se podrá verificar con cifras un poco más adelante, se caracteriza porque en la mayoría de los casos puede mantenerse en secreto durante años, lo que disminuye la capacidad de las autoridades y las familias para reaccionar oportunamente ante los casos que se presentan.

En este contexto del problema, la institución encargada de restablecer los derechos de los niños, que a través de la denuncia logran que sus casos salgan a la luz pública, es el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF). Esta entidad del Estado fue creada en 1968 y de acuerdo con su página web sus funciones son:

“trabajar por la protección integral de la primera infancia, la niñez, la adolescencia y

el bienestar de las familias en Colombia (…) con sus servicios brinda atención a

niños y niñas, adolescentes y familias, especialmente a aquellos en condiciones de

amenaza, insolvencia o vulneración de sus derechos”

Teniendo en cuenta lo anterior, los protocolos de atención que este instituto asigna a las fundaciones que trabajan con población infantil vulnerable –para este caso con niños abusados sexualmente– revisten gran importancia para la sociedad, pues de estos van a depender los cursos de acción para que los derechos de estos niños sean restablecidos y por ende poder brindarles un mejor presente y futuro.

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Bienestar Familiar tiene para otorgar las licencias de funcionamiento a las instituciones que se encargan de atender estos casos. El propósito de dicho análisis, es dar una apreciación acerca de la pertinencia de los requisitos exigidos a estas instituciones teniendo en cuenta siempre el contexto colombiano.

La idea es dar una nueva visión del problema, poniendo la lupa en la posibilidad real de que dichos requisitos sean cumplidos a cabalidad por una institución que funciona en Colombia; teniendo presentes los diversos problemas económicos, políticos, de violencia, etcétera a los que se enfrenta la sociedad colombiana diariamente.

El trabajo finalmente me deja la satisfacción personal de haber empezado un cambio, de poner los ojos donde pocos los ponen y empezar a alertar sobre esta situación. Aunque en muchos momentos sentí rabia, dolor, cansancio, hoy siento que valió la pena, el

resultado es más de lo que había esperado y espero abrir la posibilidad de hacer visibles los inconvenientes que encontré.

Como periodista, decidí hacer esta aproximación por medio de un reportaje

periodístico, en el que sinteticé la investigación y los resultados que se encuentren a través de la misma.

Durante la realización del presente trabajo se me fueron presentando retos diferentes a los contemplados en el momento de entregar la última versión, correspondiente al trabajo entregado durante proyecto profesional II.

En primer lugar, el tiempo no fue suficiente para realizar un trabajo de campo dentro de la institución, lo cual hizo imposible realizar una observación conductual y una

inmersión en la realidad del problema. Por otra parte, adicional al reportaje se pensó en hacer algunas crónicas sobre historias de menores abusados que fueran acordes a los principios éticos y morales que implican estos escenarios para la labor periodística, sin embargo no fue posible en primer lugar por la dificultad en el acceso a estas historias y en segundo lugar por dificultades de tiempo.

Por último, a las Políticas Públicas de los últimos años se les mencionó, más no fueron analizadas en el sentido de demostrar si eran o no adecuadas. Lo referente al análisis en esta materia se limitó a reseñar aquellos trabajos de estudiantes de la Pontificia

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CAPÍTULO I

Abuso sexual infantil, sin límites entre las fronteras Abuso sexual infantil, teoría y realidad

El abuso sexual infantil es uno de los problemas sociales que más ha interesado a la comunidad nacional e internacional durante las últimas tres décadas. Desde madres y padres hasta académicos e investigadores se han venido cuestionando acerca de las causas, efectos y modos de prevenir estos actos violentos en contra de la población infantil.

Los estudios que pretenden determinar las características del fenómeno, buscar mecanismos de prevención o posibles intervenciones y tratamientos son innumerables, y así como diversos son los estudios también lo son los modos de entender el fenómeno. Por supuesto que existe cierto consenso en algunos aspectos, pero aun cuando organismos de reconocimiento internacional como el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) o la Organización Mundial de la Salud (OMS) han aceptado cierta forma de definir el problema, lo que se encuentra es que la mayoría de investigadores tienen sus propios límites acerca de lo que implica el abuso sexual infantil.

En el marco de este proyecto se trabajará con una manera de entender el abuso sexual que resulta de algunos acuerdos esenciales entre las diferentes posiciones que se tienen sobre el tema y que además ayudará a guiar los propósitos de la investigación. Con esta propuesta no se pretende invalidar o negar la importancia de las demás, sino tomar los aspectos más relevantes, además de generar un modo de entender el problema de tal manera que diferentes autores y propuestas converjan de la manera más completa y beneficiosa posible.

Antes de exponer mi propuesta, haré un recorrido por los autores, investigaciones e instituciones que ayudaron a concretarla y que son la base sobre la que se sostiene.

La primera definición que tuve en cuenta al momento de determinar el curso de acción que voy a mantener para entender el abuso sexual, fue la dada en el Convenio del Consejo de Europa para la Protección de los Niños contra la Explotación Sexual y el Abuso Sexual realizado en el año 2007. Esta primera definición es aceptada por diferentes

organismos internacionales como UNICEF y es sobre la que se basa la mayoría de

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De acuerdo con los artículos 18 – 23 del Convenio, el abuso sexual infantil implica: a) Participar en actividades sexuales con un niño que, de acuerdo con las disposiciones

de las leyes nacionales, no ha alcanzado la edad legal para mantener actividades sexuales.

b) Participar en una actividad sexual con un niño en donde:

- Se use la coerción –fuerza, amenazas, etc.

- El abuso es cometido por una figura reconocida o de confianza para el niño, que tenga influencia o autoridad sobre él, incluyendo sus propios familiares

- Cuando el abuso es cometido en una situación particularmente vulnerable para el niño, como por ejemplo una discapacidad mental o física o si se trata de un niño que está en situación de dependencia.

*Debe anotarse que lo propuesto en el parágrafo a) no pretende gobernar sobre la actividad sexual consensuada entre menores de 18 años.

El Consejo de Europa también considera abuso sexual infantil y explotación sexual la prostitución infantil y la pornografía infantil; la participación de un niño en actuaciones pornográficas (incluyendo el reclutamiento, coaccionar y hacer que un niño participe en espectáculos pornográficos, lucrarse con ello o explotar de cualquier otra manera a un niño para tales fines. Participar en estas actuaciones a sabiendas de la participación de menores), ser testigo de un abuso sexual o actividades sexuales aun cuando no se participe en esta e incitar a niños con propósitos sexuales (Consejo de Europa, 2007)

Esta manera de abordar el problema implica un modo de ver la situación desde un ámbito principalmente legal, precisamente para que los países que se adhieren a dicho convenio puedan tomar medidas a partir de allí que estén en armonía con su propia legislación.

Como lo mencioné al principio, a pesar de que existe una definición oficial y

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tema, mantienen sus propias definiciones, debido entre otras razones a las distintas orientaciones teóricas o metodológicas de los mismos.

Beate Besten (1997) pedagoga y psiquiatra infantil y juvenil, le da un lugar al abuso sexual infantil dentro de la violencia infantil y considera que “supone, entonces, la

explotación de una relación de poder sobre los niños para la gratificación sexual de un

adulto o sobre los niños para la gratificación sexual de otro niño significativamente mayor”.

De acuerdo con esta autora, lo que define el abuso sexual infantil es, por una parte, la relación de poder que existe entre el victimario y la víctima y por otra, la incapacidad del niño de dar su consentimiento en dicho acto sexual (Besten, 1997, p. 17)

Según lo propuesto por Besten, el abuso sexual “siempre constituye una forma de

violencia física y/o mental, por la cual el adulto se aprovecha tanto de la confianza del niño

como de su superioridad (…) se produce cuando el adulto se sirve de su autoridad para

aprovecharse de la relación de dependencia del niño.” (Besten, 1997, p. 18)

Cabe señalar que en esta segunda definición empieza a tenerse en cuenta el abuso sexual infantil por parte no solamente de adultos sino de otros menores. Ciertamente este elemento incorpora un aspecto de la realidad social importante, pues como se verá más adelante una buena parte de los abusos contra los menores se da en manos de otros menores de edad. Por otra parte, aquí también se acepta el hecho de que este tipo de abuso sirve exclusivamente para satisfacer las necesidades sexuales del abusador e implica violencia (no necesariamente física) para llevarlo a cabo.

Felix López Sánchez (1997) psicólogo español y catedrático de psicología de la sexualidad en la Universidad de Salamanca, propone en el libro Niños maltratados –en el que colabora con el capítulo Abuso sexual, un problema desconocido– que el abuso sexual debe ser definido a través de la coerción y la asimetría de edad:

“La coerción (con fuerza física, presión o engaño) debe ser considerada, por sí misma, criterio suficiente para que una conducta sea etiquetada de abuso sexual de un menor, independientemente de la edad del agresor. La asimetría de edad impide la verdadera libertad de decisión y hace imposible una actividad sexual común” (López Sánchez, 1997, p. 162)

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se ejerce sobre un niño víctima de abuso sexual infantil no es necesariamente física. La incorporación de la coerción al entendimiento del fenómeno implica una delimitación del

término ‘violencia’ que puede resultar amplio en exceso.

De acuerdo con la definición de la Real Academia la coerción es un término que se utiliza para referirse a la presión ejercida sobre alguien para forzar su voluntad o su conducta y en ese sentido ha sido tenida en cuenta por otros autores, como Lucía Barbero (2006), psicoanalista, miembro de la Dirección del Departamento de Psicanálise do Instituto Sedes Sapientiae (Instituto de Psicoanálisis Sede de la Sabiduría) de Sao Paulo, quien a través del término victimización hace un aporte similar y que en última instancia lleva a entender el mismo fenómeno.

Para esta autora “la victimización es una forma de aprisionar la voluntad y el deseo

del niño, de someterlo, por lo tanto, al poder del adulto para coercionarlo a fin de satisfacer los intereses, expectativas o pasiones de éste” (Barbero, 2006, p. 17). Para Barbero el poder de la coerción se evidencia a través del miedo del niño, este miedo puede tener diferentes razones como lo explican Enrique Echeburúa y Cristina Guerricaechevarría: el niño puede sentir temor a no ser creído o incluso a terminar siendo acusado de incitar la situación, miedo a destrozar la familia o a las posibles represalias del agresor, etc. (Echeburúa & Guerricaechevarría, 2001, p. 87).

Enrique Echeburúa, catedrático de Psicología Clínica en la Facultad de Psicología de la Universidad del País Vasco y Cristina Guerricaechevarría –licenciada en psicología de la misma institución y especialista en Psicología Clínica y en el tratamiento psicológico de la violencia familiar y sexual–concluyen que el abuso sexual se refiere a “cualquier conducta

sexual mantenida entre dos personas (al menos una de ellas menor de edad) entre las que existe una situación de desigualdad –ya sea por razones de edad o de poder– y en la que el

menor es utilizado para la estimulación sexual de la otra persona” (Echeburúa &

Guerricaecheverría, 2001, p. 82).

Para estos autores “las conductas abusivas incluyen un contacto físico (genital, anal,

bucal), o suponen una utilización del menor como objeto de estimulación sexual del agresor (exhibicionismo o voyeurismo) o incluso de terceras personas, como cuando se utiliza a un

niño para la producción de pornografía” (Madansky, 1996) en (Echeburúa &

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conductas sexuales mediante las cuales los abusadores se aprovechan de su posición dominante frente a los niños para que estos últimos les generen placer.

Y en este último sentido, el de generar placer, el abuso sexual es definido por José Soriano –psiquiatra y psicoterapeuta familiar– y Josefina Ruiz –psicóloga y terapeuta familiar, docente de la Escuela de Terapia Familiar del Hospital de Sant Pau, Barcelona, España–como “la actividad encaminada a proporcionar placer sexual, estimulación o gratificación sexual a un adulto, que utiliza para ello a un niño/a, aprovechando su situación

de superioridad.” (Soriano & Ruiz, 2009, p. 93). Esa generación de placer, como se ve en estos últimos autores, puede darse a través de diferentes mecanismos, lo que aporta una visión más compleja de la situación.

Con lo que llevo dicho hasta ahora, me parece que puedo ofrecer mi propia definición del abuso sexual infantil, que no es más que la unión de los elementos más importantes de las anteriores definiciones y que lo hago con el único propósito de abordar el tema lo más ampliamente posible para el estudio de la legislatura colombiana.

El abuso sexual será entendido entonces como la participación en actividades sexuales con un niño o niña –bien pueden ser de contacto físico, estimulación o

gratificación sexual– en las que el abusador –quien no necesariamente es un adulto– se aprovecha de una posición dominante y ejerce coerción sobre el niño o niña para que este participe de forma no consentida en las mismas.

Para los propósitos de la presente investigación solo se tendrán en cuenta los abusos que se dan de manera sistemática y no aquellos que se presentan como un caso aislado, estos últimos los reconozco y considero en igual grado de importancia, pero no serán tenidos en cuenta, en primer lugar, debido a la necesidad de delimitar el problema, en segundo lugar, por el curso de acción que se maneja en estos casos en la legislatura colombiana, ya que no permite hacer un seguimiento constante de dichos casos; y por último, debido a que el abuso sexual infantil por lo general no se produce de forma aislada, en la mayoría de casos se trata de acciones repetidas y que se prolongan durante muchos años (Besten, 1997, pp. 18, 77). Adicionalmente, el hecho de que pasen años sin que

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Cada número, un niño

Como lo mencioné anteriormente, muchas veces los casos de abuso sexual infantil permanecen en secreto durante años, algunos incluso, nunca salen a la luz pública. Se ha llegado a afirmar que “los abusos sexuales afectan a un 75% de las niñas y a un 25% de los niños” (Besten, 1997, p. 76)

En Colombia, de acuerdo con el Informe Sexológico Forensis 2011 del Instituto

Nacional de Medicina Legal, durante ese año “se practicaron [en toda Colombia y sobre población de todas las edades] 22.597 exámenes sexológicos forenses en presuntas víctimas

de delitos sexuales”. De este total un 84% se realizó en mujeres y un 16% en hombres. El

informe concluyó que:

El 72% del total correspondió a casos de abuso sexual, un 13% a casos de asalto

sexual y el 15% restante no tiene suficiente información (…) Los grupos etarios más

prevalentes en las víctimas de sexo masculino fueron los que abarcan la niñez, con 94% y del sexo femenino, las niñas y adolescentes tempranas con 85%” (Insituto Nacional de Medicina Legal, 2011).

La anterior información arroja que 19.208 de las denuncias efectivamente

corresponden a casos de violencia sexual. De esos casos confirmados, los hombres fueron víctimas en alrededor de 3.000 casos, mientras que las mujeres lo fueron en promedio de 16.000. De estos, aproximadamente 2.820 niños y 13.600 niñas fueron perjudicados.

Pues bien, si hasta este momento las cifras y los resultado parecen escabrosos –ya que evidentemente la primera conclusión a la que puede llegarse con este informe es que los niños en Colombia están siendo las víctimas más prevalentes en los casos de violencia sexual– lo que ha encontrado esta misma institución es que solamente entre un 5% y un 10% de los casos son denunciados. Esto nos llevaría a que anualmente se presentan en Colombia alrededor de 225.000 casos de violencia sexual, de los cuales unos 192.000 serían sobre niños y niñas (esto, en el mejor de los casos y asumiendo que se denuncian un 10% de los casos totales).

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Investigación de la Fiscalía (CTI) diariamente se capturaban en Colombia seis agresores sexuales de niños (CTI, 2012). Durante este año se están presentando alrededor de 400 casos de abuso sexual a menores mensualmente (El Espectador, 2013)

Algunos autores consideran que el hecho de que la mayor parte de los casos no sean denunciados en el momento en el que suceden, limita los métodos de investigación del fenómeno (López Sánchez, 1997, p. 162). Adicionalmente, es casi imposible calcular la incidencia ya que “es [un fenómeno] construido en secreto y apoyado en la vergüenza, que además no deja marcas físicas en el 70% de los casos” (Sanz & Molina, 1999, p. 31).

Tanto niños como niñas se están viendo afectados por actos de violencia sexual, sin embargo, es evidente que el grupo poblacional más afectado es el de las niñas y

adolescentes. De acuerdo con un informe entregado en marzo de este año por el

Observatorio del Delito de la Dirección de Protección y Servicios Especiales de la Policía

Nacional “Cada hora una niña entre 10-14 años es víctima de un delito sexual. Cada tres horas una adolescente entre los 15-17 años es víctima de un delito sexual. Cada cuatro horas una niña entre los 0-4 [años] es víctima de un delito sexual” (Policia Nacional, 2013).

La anterior información confirma que “la relación abusiva puede darse en cualquier momento” (Soriano & Ruiz, 2009, p. 93). Pero además, no solamente puede darse en

cualquier momento del ciclo vital del niño o la niña, sino que el agresor puede ser cualquier persona y contrario al imaginario, de cualquier edad. De acuerdo con algunos autores aproximadamente un 20% del abuso sexual infantil es provocado por otros menores (Echeburúa & Guerricaecheverría, 2001, pág. 83). En Colombia, lamentablemente no se tienen cifras exactas de la cantidad de abusos que son cometidos por menores de edad, pero las cifras entregadas por diversas investigaciones a nivel mundial confirman este panorama.

Todos están en riesgo

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sobre el tema han coincidido en que existen ciertos escenarios más abiertos a que se den estos asaltos.

Uno de los estudios que mayor información tiene sobre este tema es el de Abuso sexual. Concepto, factores de riesgo y efectos psicopatológicos de Enrique Echeverúa y Cristina Guerricaevecherría (2001, pp. 89, 90). Allí se hace una descripción detallada de las principales situaciones en las que se puede dar el abuso sexual infantil:

- Ser niña mujer: Dos o tres niñas son abusadas por cada niño, además la mayoría de los agresores son varones heterosexuales.

- Las edades de mayor riesgo son de 7 a 8 años y de 10 a 12: Más del doble de casos de abusos sexuales se dan en la pre-pubertad.

- Son mucho más vulnerables los niños con capacidad reducida para resistirse o revelarlo: Los niños y niñas que todavía no hablan y los que muestran retrasos del desarrollo y minusvalías físicas y psíquicas.

- Niños con carencias afectivas familiares: Pueden sentirse alagados por la atención y hacerlos más vulnerables.

- Niños víctimas de abandono y rechazo físico y emocional.

- Ausencia de padres biológicos: No se trata únicamente de aquellos niños que han sido abandonados, por ejemplo si la madre presenta una incapacidad o enfermedad que no le permite brindarles cuidado o si el trabajo de la madre es fuera del hogar y deja los niños mucho tiempo solos en casa. Los problemas de pareja también influyen en este ítem.

- Familias constituidas por padres dominantes y violentos o por madres maltratadas.

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se pueden dar intrafamiliarmente para que exista mayor riesgo de abuso sexual. (Sanz & Molina, 1999, p. 58)

a) Alcoholismo o drogadicción en el núcleo familiar: El abusador puede usar el

alcohol o las drogas como medio desinhibidor, o para calmar la culpa producida por los actos abusivos. También es preocupante cuando es la madre la que utiliza el alcohol o las drogas, ya que esto la inhabilita para ejercer una función de protección.

b) Violencia intrafamiliar: La presencia de conductas violentas es sinónimo de ausencia de control impulsivo y hace más grave la posibilidad de abuso, pues la coerción física puede ser usada para someter al niño antes o después del acto abusivo.

c) Enfermedad mental o retraso mental: Un padre con estas características presenta un pobre juicio crítico y dificultades con el control impulsivo. Si el adulto no ofensor sufre enfermedad mental, lo limita en su capacidad de protección. Por último, si el niño es discapacitado mental, eleva el riesgo de su vulnerabilidad por la limitación de entender las consecuencias perjudiciales de la interacción sexual con un adulto; además sufriría mayor resistencia a ser creído si decidiese relatar lo que le pasó.

Es importante entender que el abuso sexual es un fenómeno multicausal y que aunque existen algunas generalidades cada caso es único e irrepetible, ninguno es igual a otro. Sin embargo, hay algunas barreras que se deben sobrepasar para que estos casos de violencia se den. En el libro mencionado anteriormente, por ejemplo, se hace una pequeña reseña de lo encontrado por David Finkelhor –quien durante la época de los 90 fue uno de los autores que tuvo en el mundo una mayor producción en el tema de abuso sexual– acerca de esos aspectos que se deben superar para que se presente un caso de abuso en contra de un menor, lo que encontró este investigador fue lo siguiente:

Para que se produzca abuso sexual deben superarse tres barreras. La primera es la barrera de inhibición interna a la activación de los impulsos. La superación de esta barrera podría estar mediatizada por la intoxicación con sustancias, desórdenes mentales tales como la psicosis, el retraso mental, la senilidad.

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supervisión del niño y la inmediatez de las relaciones familiares son factores facilitadores en la superación de esta barrera.

La tercera barrera por superar es la resistencia de la víctima a ser abusada. Las maniobras de seducción, manipulación psicológica y coerción hacen del niño desprotegido y necesitado de afecto una presa fácil para el entrampamiento vincular abusivo. (Sanz & Molina, 1999, pp. 52, 53)

Mantén los ojos abiertos

Entendiendo entonces cuáles son esos escenarios en los que es más probable que se presente estas situaciones, lo siguiente será estar atentos a los indicadores que van

presentando los niños que son víctimas de abusos sexuales. Existen, de acuerdo con la mayoría de investigadores, algunos cambios a nivel físico y psicológico que revelan que algo fuera de lo normal está sucediendo con los niños. El principal reto tanto para los investigadores como para las familias de los menores, es determinar si estos cambios corresponden a actos de violencia sexual o a otros tipos de violencia que se ejercen sobre los niños (violencia física intrafamiliar, trabajo forzoso o violencia psicológica, por ejemplo).

De acuerdo con algunas investigaciones, la mayoría de comportamientos que empiezan a presentar los niños violentados son parecidos, sin embargo, aquellos que son abusados sexualmente se caracterizan porque empiezan a tener comportamientos a nivel sexual que no corresponden con los conocimientos que deben tener de acuerdo a su edad:

“Los únicos fenómenos observados con mayor regularidad son las alteraciones en la esfera

sexual, la depresión y el conjunto de síntomas característicos del trastorno de estrés

postraumático, así como un manejo inadecuado de la ira”. (Echeburúa &

Guerricaecheverría, 2001, p. 97)

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Un importante número de autores considera que el abuso sexual lleva a conductas sexualizadas en muchos niños. Pueden mostrar un interés especial por los asuntos sexuales o manifestar un conocimiento atípico del sexo. También pueden tener confusión sobre la sexualidad y su orientación sexual.

[Otras conductas como]La interacción sexual con sus pares, la agresión sexual a niños más pequeños, las conductas seductoras con adultos (…). Se han de entender

como comportamientos aprendidos, por lo que es importante no acusar a la víctima por su conducta.

Una indicación de posible abuso sexual a niños pequeños es un conocimiento sexual avanzado, más allá de lo que le corresponde a su edad: si tienen información sobre penetración digital, erecciones, eyaculación, felación, cunnilingus o que el semen

sabe a…, se debe explorar la posibilidad de un abuso sexual.

En el artículo científico titulado “Una revisión acerca de la sintomatología del abuso sexual infantil” realizado entre cuatro investigadores de Colombia y España y que pretende hacer un estado del arte sobre los síntomas característicos de este tipo de violencia se encontró que:

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Es importante entonces estar atentos a cualquier cambio en la actitud de los niños y por supuesto en cualquier indicio físico de abuso. Pero es indispensable estar pendientes de los cambios en el comportamiento sexual de los menores pues es esta la principal

advertencia de abuso sexual. Hay que tener en cuenta que aunque esto parece facilitar un poco las cosas, este tipo de comportamientos no son tan abiertamente expresados como aparecen en las investigaciones, precisamente el miedo a que los casos puedan salir a la luz pública genera en muchos casos que el niño se retraiga de expresar ese nuevo conocimiento sexual, por lo que puede ser muy difícil de notar.

¿El abuso o los abusos?

Existen diferentes tipos de abusos sexuales, unos son divididos por el tipo de

actividad sexual en la que introducen al menor y otros de acuerdo con el victimario que lo realiza. Algunos de los autores en los que me voy a basar para explicar este aspecto consideran que determinados actos sexuales son más graves que otros; en este trabajo se respetan estas posiciones, pues no se puede de ninguna manera negar el bagaje

investigativo que tienen, pero para los efectos de esta investigación y teniendo en cuenta el modelo de abuso sexual en el que estoy basando el trabajo, cualquier tipo de abuso será considerado con la misma importancia.

En el libro Abuso sexuales en los niños Besten(1997, pp. 26, 27) distingue tres categorías basada en el modelo de Saller (1987):

1. Manifestaciones claras e inequívocas

- Relaciones sexuales genitales-orales

- Penetración en el ano del niño con dedo(s), pene u objetos extraños - Penetración en la vagina de la niña con dedo(s), pene u objetos extraños 2. Otras formas de abusos consideradas “de menor gravedad” por algunos adultos, si

bien constituyen una “utilización” del cuerpo infantil para satisfacción de los

adultos

- Tocamiento o manipulación de los genitales del niño

- Obligar al niño a tocar los genitales del adulto o manipularlos, a menudo

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- Masturbación en presencia del niño

- Obligar al niño a masturbarse en presencia del adulto - Frotamiento del pene contra el cuerpo del niño - Mostrar ilustraciones pornográficas al niño

- Hacer fotografías pornográficas o películas del/con el niño

3. Por último, los siguientes comportamientos se consideran abusos sexuales incipientes

- El adulto se muestra desnudo delante del niño - El adulto le muestra sus genitales al niño

- El adulto quiere ‘dar el visto bueno’ al cuerpo del niño

- El adulto observa al niño al desvestirse, bañarse, lavarse, en el aseo; en algunos casos puede ofrecerle su ayuda para ello

- El adulto besa al niño de forma muy íntima (‘beso con lengua’)

- Iniciar prematuramente al niño en la sexualidad para satisfacer las necesidades exhibicionistas y/o de mirón del adulto

Algunas conductas mencionadas por este autor son, como bien las califica él, inequívocas y se consideran abuso sexual en cualquier situación en las que se presenten. Sin embargo, las del último grupo deben ser revisadas con particular cuidado –

especialmente las que implican la desnudez del adulto y el niño– pues depende en gran parte del entorno familiar que estos actos sean considerados abusivos. En algunas familias, es natural, por ejemplo, que los padres se bañen con sus hijos hasta cierta edad; dependerá de las intenciones del adulto y de lo poco natural que resulte este tipo de acciones que se puedan calificar como abuso sexual.

Los otros tipos de abusos se diferencian por el tipo de abusadores que los perpetúan, de acuerdo con Echeburúa y Guerricaechevarría en su libro Abuso sexual. Concepto, factores de riesgo y efectos psicopatológicos (2001, p. 85) existen tres tipos de abusadores que terminan por identificar tres tipos de abusos:

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“La situación incestuosa habitual suele ser la siguiente: un comienzo con caricias; un

paso posterior a la masturbación y al contacto bucogenital y solo en algunos casos, una evolución al coito vaginal, que puede ser más tardío (cuando la niña alcanza la pubertad). Al no haber huellas fácilmente identificables, los abusos sexuales en niños

pueden quedar más fácilmente impunes”.

“Este tipo de contacto es el más traumático porque supone la disolución de los

vínculos familiares más básicos”.

2. Personas relacionadas con la víctima: profesores, entrenadores, monitores, tíos, hermanastros, abuelos y novios.

Alrededor del 65% de los casos de abuso sexual en niños son cometidos por este grupo de personas.

3. Agresor desconocido: es generalmente limitado a situaciones aisladas pero puede estar ligado a conductas violentas o amenazas de ellas.

Como lo mencioné anteriormente, el último tipo de abuso sexual mencionado por este autor no tiene cabida dentro de esta investigación, sin embargo, al igual que los otros lo considero de altísima importancia. La razón para sostener una posición en la que cualquier tipo de abuso es de igual importancia, es que las consecuencias pueden darse en diferentes momentos de la vida, pero difícilmente se puede decir que unas son peores que las otras.

Las evidencias físicas de abuso generan que estos casos sean visibles mucho más rápido, lo que puede derivar en una intervención más eficaz y oportuna. Por el otro lado, cuando no existen evidencias físicas del abuso, este puede perdurar mucho más tiempo sin ser descubierto, lo que genera consecuencias psicológicas lamentables para los menores víctimas.

Teniendo en cuenta lo dicho anteriormente, considero que me es imposible tomar una posición y determinar si existen actos sexuales abusivos que son más graves que otros, por lo que mi decisión es mantenerme neutral y considerarlos en igual grado de importancia.

Abusos y abusadores

Como ya lo mencioné, existen diferentes clases de abusadores, algunas

(29)

particularidades del fenómeno; otros sin embargo, los analizan como una variable del problema que debe ser estudiada de manera particular.

El primer tipo de abusador que analizaré es el del círculo familiar (padres, padrastros, hermanos o familiares cercanos). Los abusos que perpetúan estas figuras en la vida del menor generan consecuencias en la vida emocional del niño muy impactantes ya que se rompe la relación de protección que socialmente debe propiciar la familia. La mayoría de

investigaciones concuerdan en que “en la mayor parte de los casos, el autor proviene del entorno social del menor” (Besten, 1997, p. 18).

En el año 2011 en Colombia el 39% de los casos totales denunciados de violencia sexual –8.106 en total– se dieron a familiares y fueron estos los principales perpetuadores. A estos les siguieron otros conocidos 22% y 17% desconocidos. Las cifras entregadas por el Instituto Nacional de Medicina Legal confirman que efectivamente son los más cercanos los que con más frecuencia abusan de los niños y niñas.

Aunque se piensa que el abuso sexual se da únicamente a manos de hombres, y efectivamente la mayoría de casos se dan de esta manera, existen evidencias de que las mujeres también son abusadoras, sin embargo estos casos son mucho más reducidos o menos denunciados. De acuerdo con el informe de Forensis 2011 del Instituto Nacional de Medicina Legal, en Colombia durante ese año se denunciaron 16 casos en los que la

abusadora era la misma madre o la madrastra. Por supuesto, las cifras son exorbitantemente lejanas, pero no por eso debe dejar de tenerse en cuenta esta tendencia.

Víctimas

No existe una receta para describir el tipo de niño que puede ser víctima de abuso sexual; estos actos se presentan en todos los estratos sociales, a niños de todos los niveles de escolaridad y con todas las diferencias emocionales y familiares posibles. Aun así, se ha llegado a algunos acuerdos acerca de circunstancias que favorecen una mayor

vulnerabilidad de los niños. Este punto se relaciona directamente con los factores de riesgo mencionados previamente.

(30)

edad algunos casos de abuso no sean reconocidos como tales por los niños muy pequeños o, simplemente, no los recuerden (López Sánchez, 1997, pp. 164, 165)

Efectivamente, las cifras entregadas por el Instituto Nacional de Medicina Legal confirman que las niñas entre los 10 y los 14 años son las más afectadas por esta situación, pero en el caso de los niños la realidad colombiana difiere de lo encontrado por este autor ya que el grupo etario más afectado por el abuso sexual es el de los 5 a los 9 años. Aun así, en ambos sexos el pico más alto de incidencia de este fenómeno es entre los 5 y los 18 años, a partir de esa edad las denuncias empiezan a disminuir.

Existen otros estudios que analizan a la víctima de acuerdo a la vulnerabilidad que puede otorgar la edad a la que se presente el hecho a generar consecuencias, es el caso de Echeburúa y Guerricaecheverría (2001, p. 99) quienes encontraron que:

En cuanto a la edad no se llega a un consenso: algunos estudios dicen que mientras la víctima es más joven resulta más vulnerable (Bagley y Ramsay, 1986; Rowan, Foy, Rodríguez y Ryan, 1994). Mientras que otros consideran que la misma ingenuidad y falta de entendimiento que tienen los niños a corta edad, lo protegen y hacen que el impacto sea menor.

Sin embargo un hecho evidente es la posibilidad de que las víctimas adolescentes

queden en embarazo producto de una violación sexual “una mayor edad aumenta la

probabilidad de que se lleve a cabo la penetración y de que se emplee la violencia física, ya que existe una mayor capacidad para resistirse frente a ella”.

Consecuencias ¿un problema individual o social?

Es complicado determinar la diferencia entre los indicadores de abuso y las

consecuencias del mismo, en este trabajo las hemos dividido para darle mayor orden, sin embargo, como se irá haciendo evidente a lo largo de este apartado muchas de las

consecuencias, dependiendo del periodo en el que se den, pueden ser también un indicador de que un menor está siendo víctima de abuso sexual.

(31)

señala que los efectos a largo plazo no son tan fácilmente identificables por la cantidad de variables que influyen a lo largo de la vida para que ciertos comportamientos se generen.

En el caso de las víctimas adolescentes una de las principales consecuencias que encontró López fue el desarrollo de conductas promiscuas o la introducción en el mundo de la prostitución. De acuerdo con este autor puede hacerse una subdivisión de la

sintomatología (ahora entendida como consecuencias) en cuatro categorías

a) Trastornos funcionales: incluyen problemas del sueño (pesadillas, terrores nocturnos), dificultad para conciliar el sueño, miedo a la oscuridad;

trastornos de la alimentación (picar a todas horas, anorexia, bulimia,

mantenerse gorda para no atraer a los hombres), (…) estreñimiento.

b) Problemas conductuales: incluyen pataletas, rabietas, llanto incontrolado, agresión física a otros niños pequeños o adultos; pueden mostrarse retraídos, sin amigos, expresar rabia hacia la madre, negarse a bañarse o a desnudarse, no querer hacer gimnasia; realizar dibujos sexualizados.

c) Problemas escolares: una de las consecuencias del abuso sexual infantil puede ser la pérdida de confianza, prerrequisito fundamental para su

desarrollo posterior, que incluye su desarrollo cognitivo. Los niños pequeños víctimas de abuso pueden presentar problemas de concentración, atención, memoria y en su desarrollo escolar. Durante la adolescencia pueden darse escapadas del colegio.

d) Niños asintomáticos: Hay algunos niños que pueden vivir el abuso sexual y no manifestar signos de trauma. No se debe concluir por ello que

necesariamente estos niños no han sido afectados por el abuso; se ha de investigar si los síntomas han sido aplazados o si el niño ha sido socializado por el ofensor, y en algunos casos por la familia para no revelar signos de su estrés.

(32)

aunque efectivamente una buena parte de las víctimas presentan la mayoría de los síntomas, como hemos venido viendo, no se puede generalizar ninguno como específico de la

violencia sexual infantil. (Echeburúa & Guerricaecheverría, 2001, p. 91)

En la tabla 1.0 se exponen los criterios diagnósticos del Trastorno por estrés postraumático de acuerdo con el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales en su cuarta versión (DSM-IV).

Uno de los pocos autores que se han atrevido a proponer un modelo que explique la sintomatología que presenta el niño tras el abuso es Finkelhor, este autor publicó en 1988 su modelo traumatogénico en el cual daba las razones explicativas del impacto psicológico por cuatro categorías principales, estas categorías son explicadas por Echeburúa y

Guerricaecheverría (2001, pp. 91-92)

La sexualización traumática: interferencia del abuso en el desarrollo sexual normal del niño. Éste aprende a usar determinadas conductas sexuales como estrategia para obtener beneficios o manipular a los demás, adquiere aprendizajes deformados de la importancia y significado de determinadas conductas sexuales, así como

concepciones erróneas sobre la sexualidad y la moral sexual.

Tabla 1.0: Criterios diagnósticos para Trastorno de Estrés Postraumático según DSM-IV

A. La persona ha estado expuesta a un acontecimiento traumático en el que han existido 1) y 2)

1) La persona ha experimentado, presenciado o le han explicado uno (o más) acontecimientos caracterizados por muertes o amenazas para su integridad física o la de los demás

2) La persona ha respondido con un temor, una desesperanza o un horror intensos B. El acontecimiento traumático es reexperimentado persistentemente a través

de una (o más) de las siguientes formas:

1) Recuerdos del acontecimiento recurrentes e intrusos que provocan malestar y en los que se incluyen imágenes, pensamientos o percepciones

2) Sueños de carácter recurrente sobre el acontecimiento, que producen malestar 3) El individuo actúa o tiene la sensación de que el acontecimiento traumático está

ocurriendo (se incluye la sensación de estar reviviendo la experiencia,

ilusiones, alucinaciones y episodios disociativos de flashback, incluso los que aparecen al despertarse o al intoxicarse)

4) Malestar psicológico intenso al exponerse a estímulos internos o externos que simbolizan o recuerdan un aspecto del acontecimiento traumático

(33)

C. Evitación persistente de estímulos asociados al trauma y embotamiento de la reactividad general del individuo (ausente antes del trauma), tal y como indican tres (o más) de los siguientes síntomas:

1) Esfuerzos para evitar pensamientos, sentimientos o conversaciones sobre el suceso traumático

2) Esfuerzos para evitar actividades, lugares o personas que motivan el recuerdo del trauma

3) Incapacidad para recordar un aspecto importante del trauma

4) Reducción acusada del interés o la participación en actividades significativas 5) Sensación de desapego o enajenación frente a los demás

6) Restricción de la vida afectiva (p. ej., incapacidad para tener sentimientos de amor)

7) Sensación de un futuro limitado (p. ej., no espera obtener un empleo, casarse, formar una familia o, en definitiva, tener la esperanza de una vida normal) D. Síntomas persistentes de aumento de la activación (arousal) (ausentes antes

del trauma), tal y como indican dos (o más) de los siguientes síntomas: 1) Dificultad para conciliar o mantener el sueño

2) Irritabilidad o ataques de ira 3) Dificultades para concentrarse 4) Hipervigilancia

5) Respuestas exageradas de sobresalto

E. Estas alteraciones (síntomas de los Criterios B, C Y D) se prolongan más de 1 mes

F. Estas alteraciones provocan malestar clínico significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo

Fuente: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. DSM-IV

La pérdida de confianza: puede no solo centrarse en la relación con el agresor, sino generalizarse a las relaciones con el resto de la familia por no haber logrado librar a la víctima de estas experiencias e incluso ampliarse a otras personas.

Estigmatización: es sentida como culpa, vergüenza, pérdida de valor, etc. Esta serie de connotaciones negativas se incorporan a la autoimagen del niño.

Sentimiento de indefensión: se traduce en una creencia en el niño de no saber cómo reaccionar ante las situaciones y de tener poco control sobre sí mismo y sobre cuanto le sucede. Todo ello crea en la víctima una sensación de impotencia y un temor de lo que le pueda suceder en el futuro, provocando actitudes pasivas, poco asertivas y de retraimiento.

(34)

(2002) quienes son citados por Soriano y Ruíz (2009), lo que encontraron estos investigadores fue que:

Si un niño ha sufrido perturbaciones de este tipo antes de los 6 años, su modo de aprender la realidad será deficitario, debido al bloqueo del desarrollo de la causalidad. En ese caso, el sufrimiento moral vivido será menor al no haber elaborado los

vínculos lógicos que relacionan los acontecimientos entre sí. El niño concluye que lo que vive es vivido de la misma forma por los otros, que lo que le sucede es normal, pues su pensamiento es egocéntrico, sin descentralización, y por lo tanto, sin comparación posible.

A partir de los 7 años el abuso sexual producirá una desviación hacia el pensamiento figurativo y lo vivido será traumático, pero desprovisto de la noción de temporalidad, sin devenir. Lo vivido es fijado en el aquí y el ahora. Así, se dirá que lo que le sucede es un acontecimiento único y no establecerá ningún vínculo con los otros

acontecimientos idénticos que se suceden, ni con la pertinencia de los actos de los protagonistas (Florenzano, Weil y Cruz, 2002) en (Soriano & Ruiz, 2009).

Aspectos que contribuyen a que las consecuencias se agraven

Puede decirse que la gran mayoría de los estudios sobre el tema coinciden en que la duración de las agresiones, el grado de violencia que se ejerce sobre la víctima y la cercanía

en la relación con el agresor aumentan la gravedad de las consecuencias. “Cualquier abuso sexual tiene consecuencias negativas para las víctimas, si bien éstas siempre dependen del grado de sometimiento, la edad, la gravedad del abuso, su duración, el grado de violencia y

lo íntima que sea la relación entre el autor y la víctima” (Besten, 1997, p. 79).

El tipo de agresión y la cercanía con el abusador son los aspectos más comúnmente mencionados como se puede ver en dos de los estudios que he citado hasta este momento:

“Los efectos de los abusos sexuales son muy variables, dependiendo del tipo de agresión, la edad del agresor y la víctima, el tipo de relación entre ambos, la duración de la agresión, la

frecuencia de la agresión, la personalidad del niño agredido, la reacción del entorno, etc.”

(35)

El segundo estudio que señala los dos aspectos antes expuestos es el de Echeburúa y Guerricaecheverría (2001, pp. 99 - 100) quienes determinan la gravedad de las

consecuencias de acuerdo con dos factores:

1) Características del acto abusivo (frecuencia, severidad, existencia o no de violencia o amenazas, cronicidad, etc.) La gravedad de las secuelas está en función de la frecuencia y duración de la experiencia, así como el empleo de fuerza y de amenazas o de la existencia de una violación propiamente dicha (penetración

vaginal, anal o bucal)”

2) Relación con el abusador. No importa tanto el grado de parentesco como la intimidad emocional existente entre ambos. A mayor intimidad emocional mayor impacto psicológico.

Los abusos cometidos por adolescentes tienen menos impacto psicológico que los cometidos por adultos

La manera en la que se afronta el problema es también un factor determinante de los

subsecuentes resultados que tiene el hecho: “El alcance de las consecuencias va a depender del grado de culpabilización y de la victimización del niño por parte de los padres, así como

de las estrategias de afrontamiento de que disponga la víctima.” (Echeburúa &

Guerricaecheverría, 2001, pp. 92, 93)

Esto apenas empieza

Como lo indiqué en el último apartado, la forma en la que se afronta el problema una vez sale a la luz pública puede determinar el rumbo de la recuperación o doble

victimización de la persona que se ve afectada por el problema.

“Si las víctimas se atreven a romper el silencio, se enfrentan con la incredulidad, el

rechazo, los reproches e incluso con los insultos de todos” (Besten, 1997, p. 78). Es

(36)

únicamente el 15% se denuncia a las autoridades, y tan solo el 5% se encuentran envueltos

en procesos judiciales”. (Echeburúa & Guerricaecheverría, 2001, pág. 87)

Lamentablemente existe una tendencia a revictimizar a los niños que se atreven a hablar sobre estas situaciones. Hay que entender que afrontar un caso de violencia sexual no es fácil para nadie, pero precisamente depende del buen direccionamiento que se le dé al caso la posibilidad de superación del mismo. “El prejuicio suele moverse en dos

direcciones: hacia la veracidad del niño y su alegato, en el caso en que puedan encontrarse

elementos que hagan a este niño ‘sospechable’ o hacia aquellos adultos del entorno que

opten por creer y validar el testimonio infantil; cuanto más devastadora y grave sean la acusación y los hechos alegados, mayor será la carga de la prueba que se impondrá sobre

los adultos del entorno, y los profesionales que tienen a su cargo la evaluación” (Sanz &

Molina, 1999, p. 32).

Hay algunos elementos que resultan indispensables para que los niños que han sido violentados sexualmente puedan empezar un proceso de recuperación tras denunciar los hechos. El apoyo de la madre es clave para esa adaptación, entender que el único culpable es el agresor y jamás culpar al niño de la situación y aprender a afrontar las consecuencias familiares (ruptura familiar, salida de la víctima o el victimario de la casa, etc.) y judiciales que implica este proceso son solo algunos de los más importantes (Echeburúa &

Guerricaecheverría, 2001, pp. 100, 101).

Existen otros factores, principalmente sociales y económicos que pueden generar que

los niños víctimas pasen a ser victimarios de la familia una vez hablan del tema. “Es

probable que el alejamiento del ofensor cause mayor disrupción en el núcleo familiar que el alejamiento de la víctima. Con frecuencia, la economía familiar está sostenida por el

perpetrador, y la desprotección económica que se produce con su alejamiento suele provocar la hostilidad de la madre y de los hermanos. La mujer suele sentirse tironeada entre proteger a su hija y sostener su dependencia frente al proveedor familiar, tironeo que no siempre termina en favor de la víctima. Por lo tanto, un factor determinante en las

medidas por tomar es el grado de fortaleza del adulto no ofensor”. (Sanz & Molina, 1999,

p. 56)

(37)

haya alguien 100% preparado para afrontar una noticia de esta naturaleza. Sin embargo, lo ideal es entender la victimización del niño, creerle y apoyarlo, pues la denuncia de los hechos es apenas el comienzo de un proceso largo y tortuoso hasta la administración de justicia, el restablecimiento de derechos y la recuperación de la víctima

CAPÍTULO II

Abuso sexual, agenda y políticas públicas

Después de haber hecho el recorrido por los aspectos más importantes de la violencia sexual y teniendo un entendimiento general de la problemática, es momento de mencionar aquellos trabajos que desde la academia y la investigación han hecho aportes para el entendimiento del tema desde diferentes perspectivas.

En Colombia, la Facultad de Ciencias Políticas de la Pontificia Universidad Javeriana ha realizado diferentes estudios que no solamente complementan los conocimientos sobre abuso sexual, sino que amplían el campo de entendimiento de las políticas públicas y acciones gubernamentales tendientes a prevenirla y tratarla.

Johanna Jiménez Correa (2008) estudiante de Ciencias Políticas, en su tesis

‘Dinámica de posicionamiento de la explotación sexual comercial de niños, niñas y adolescentes como tema de agenda pública en Colombia’ revisa leyes, programas e

instituciones que velan por la protección de los niños que son explotados sexualmente. De

acuerdo con esta autora “en Colombia, la legislación ampara a todos los niños y niñas, con

artículos como el 44 de la Constitución Política Colombiana de 1991 por medio del cual se le reconocen a NNA [Niños, niñas y adolescentes] menores de dieciocho años sus

derechos” (Jiménez Correa, 2008, p. 15). De igual manera, menciona que a medida que se han puesto en evidencia más problemas sociales que afectan a la población infantil, las leyes se han ido acomodando a estas nuevas exigencias, por ejemplo, se creó la ley 1098 de 2006 (ley de infancia y adolescencia) “que hace referencia a la protección, reconocimiento

y prevención de las amenazas de los derechos de niños, niñas y adolescentes, y que también

(38)

Según Jiménez (2008), la existencia de las leyes no garantiza su cumplimiento, por lo que éstas deben acompañarse de programas que propendan por la atención, prevención y erradicación de la explotación sexual comercial de niños, niñas y adolescentes. Entre los programas de apoyo que menciona, hay ciertos dirigidos al abuso sexual infantil como el Plan Distrital para la Atención Integral a Niños y Niñas Víctimas de Abuso y Explotación Sexual, los ofrecidos por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y los brindados por la Secretaría de Integración Social.

Por su parte, Daían Jiménez Acero (2008) también politóloga, explica en su tesis ‘La

articulación de las políticas públicas nacionales y las políticas públicas distritales en

materia de abuso sexual infantil’ que los niños y niñas enfrentan problemas principalmente

“asociados a los factores de maltrato infantil, y por ende relacionados con el abuso sexual y el maltrato psicológico” (p. 38). Teniendo en cuenta lo anterior, propone que la única manera de aproximarse al problema de manera integral y efectiva es entendiendo en qué consiste el abuso sexual infantil y las formas de intervención que se tienen sobre éste, para esto utiliza la definición ofrecida por Escartín Maggie: “El abuso ocurre cuando un adulto o alguien mayor usa su poder o autoridad, o se aprovecha del respeto o la confianza, para

involucrar a una niña o a un niño en actividades sexuales, con o sin contacto físico”1, y a

partir de allí concluye que el verdadero problema con la violencia sexual infantil radica en que la niñez es una etapa de gran vulnerabilidad por lo que una buena manera de intervención es conociendo el marco de competencias nacionales y distritales con el fin de determinar si estas logran influir positivamente en el tema de abuso sexual infantil (Jimenez Acero, 2008, p. 31).

Siguiendo por esta misma línea, Natalia Grajales Urrego (2009) también estudiante de Ciencias Políticas y quien tituló su tesis ‘Explotación sexual de niños, niñas y

adolescentes en Bogotá: pertinencia de la política pública distrital 2001 –2009’ parte de la

pregunta: ¿Cuál es la pertinencia de la Política Pública Distrital contra la explotación sexual comercial de niños, niñas y adolescentes frente a la complejidad de esta problemática en Bogotá desde el año 2001 hasta la actualidad [2009]? para continuar con una revisión de las

1

ESCARTÍN MAGGIE. Abuso sexual a Niños y Niñas: Preguntas y Respuestas. Asociación AFECTO. Bogotá 2003.

(39)

políticas públicas implementadas en Bogotá durante el periodo ya mencionado. Algunos de los programas y políticas públicas a los que analiza bajo la lupa de esa pregunta son:

 Plan Distrital para la atención integral a los niños y niñas víctimas de abuso y explotación sexual 2001-2004

 Política por la calidad de vida de niños, niñas y adolescentes Bogotá “Quiéreme bien, quiéreme hoy” 2004 – 2008

 Plan distrital para la prevención de la violencia intrafamiliar, el maltrato infantil, la violencia y explotación sexual 2007

 Plan estratégico de atención y prevención de las violencias sexuales en Bogotá 2009

De acuerdo con esta autora, este abordaje reviste vital importancia porque “aporta un

acercamiento alternativo al tema de las políticas públicas en la medida que lo aborda desde el punto de vista de la pertinencia de estas frente a los problemas que intenta intervenir”

(Grajales Urrego, 2009, p. 9). Sin embargo, llega a la conclusión -después de un análisis exhaustivo de las políticas públicas, sus propósitos, implementación, relación con diversos factores desencadenantes del problema, etcétera- que la pertinencia de las políticas públicas

llevadas a cabo en Bogotá es parcial ya que “sus acciones son en una gran variedad de

casos aisladas (cuando tocan algunos factores y ejes sin contemplar su total cobertura) y descuidan ámbitos importantes en los que se manifiestan los diferentes factores de esta

problemática, como son los ámbitos familiar, individual y económico” (Grajales Urrego, 2009, p. 73). A esta conclusión habría que agregarle que la pertinencia de una política pública tambien depende de que los problemas que intenta solucionar sean expuestos y tratados en su dimensión real y en el contexto adecuado.

A pesar de esta conclusión, Grajales (2009) recalca el alto grado de articulación de las políticas públicas distritales con la normatividad nacional e internacional ya que esto

permite mantener un “frente estable de intervención contra este fenómeno [Explotación

sexual comercial de niños, niñas y adolescentes] que puede devenir en el fortalecimiento de

las políticas diseñadas en cualquiera de las entidades territoriales” (Grajales Urrego, 2009, p. 74). Con respecto a esto, Daían Jiménez (2008), cuya tesis ya fue mencionada

(40)

vista de principios, debido a que ambos, Nación y Distrito, se mueven en el marco de la

garantía de los derechos de niños y niñas”, sin embargo, en el campo de acción “ambos

ámbitos chocan y los esfuerzos concretados a través de políticas y planes, se diluyen, al parecer los enfoques de gestión que uno y otro manejan no logran llevar a la Nación y al

Distrito a un punto de coincidencia” (Jiménez Acero, 2008, p. 54). Entonces, si bien las políticas públicas nacionales y distritales pueden coincidir en sus principios y tener articulación en algunos de sus propósitos, la manera en que se llevan a cabo termina por distanciarlas sustancialmente.

Otro estudio titulado ´Trata de personas. Aproximación al fenómeno de explotación sexual de niños, niñas y adolescentes en Colombia´ realizado por Ivonne Jiménez Osorio (2009) analiza porqué la explotación sexual infantil sigue en aumento a pesar de que la legislación colombiana ha realizado evidentes esfuerzos por contrarrestarla, en este sentido dice:

Se reconoce el esfuerzo realizado por Colombia en los avances en la formulación de

una legislación integral que abarque la complejidad del fenómeno (…) Sin embargo,

ha sido un proceso lento, incompleto, e insuficiente frente a la magnitud de la problemática, y mucho de lo estipulado, aún se encuentra en el papel. (p. 43)

Allí también se señala el papel de los medios de comunicación, particularmente de la prensa escrita, en la difusión de información que ayude a alertar sobre la problemática. De acuerdo con una muestra aleatoria de veinte noticias publicadas por diferentes medios de comunicación en la web, esta autora llega a la conclusión de que:

En general hace falta un mayor conocimiento sobre el tema por parte de los periodistas, y una mayor indagación sobre la situación ya que en varias ocasiones se

limitan a comentar la noticia basados en información del ejecutivo local (…) En el

análisis, no se evidenció ninguna entrevista o cita de la víctima, algún familiar o del agresor. Los niños, niñas y adolescentes debieron ser los primeros consultados ya que

(41)

Si bien no podría cuestionar la primera parte de esta afirmación, pues concuerda con la observación que personalmente he hecho, considero que cada profesional debe hablar desde su campo y no tratar de influir sobre otro del que no tiene conocimiento, entrevistar a un menor de edad víctima de abuso sexual para publicarlo en un medio, es tal vez la mayor falta de profesionalismo y respeto que puede tener un periodista que pretenda cubrir esta problemática, sin mencionar que es condenado legalmente por la Ley de Infancia y Adolescencia.

Por último, Johanna Carreño Rojas y Luna Torres Vega (2007) en su trabajo de grado

para Psicología de la Pontificia Universidad Javeriana “Narrativas que los adolescentes y adultos de la inspección de San Joaquín - Cundinamarca construyen acerca del abuso

sexual infantil” se enfocaron en analizar las narrativas desde cinco categorías (narrativas,

significados, creencias, emociones y acciones) definieron narrativas como “proceso

discursivo reflexivo, de ida y vuelta, que construye las experiencias y es a su vez utilizado para comprender las experiencias. El vehículo de este proceso es el lenguaje. Se usa para

construir, organizar y atribuir significado a las historias (Anderson, 1997)” y por medio de

una muestra de ocho personas (cuatro mujeres, cuatro hombres, dos de los cuales son adolescentes y dos adultos) llegaron a concluir que dichos discursos están atravesados por dos variables principales: la edad y el sexo, ya que se presentan variaciones en las

narrativas de los diferentes grupos.

Por un lado, las diferencias generacionales muestran que los jóvenes son más abiertos a hablar del tema y adicionalmente sienten mayor empatía hacia los niños abusados, pues sus edades no tienen una brecha tan grande, por el contrario, los adultos se muestran más cerrados y se ponen en una posición en la que son los custodios, por lo que sus discursos están referidos al cuidado de los niños vulnerables. Por otra parte se encuentran los dos grupos de género, en los que se muestra una mayor preocupación y participación por parte de las mujeres.

Para finalizar, una de las conclusiones de ese grupo fue que algunas de las personas

(42)

no existe abuso alguno. Esta aproximación al problema desde otro contexto de lenguaje (sin mencionar el abuso sexual, sino el contacto sexual entre adulto y menor de edad) permitió una aproximación menos contaminada por prejuicios morales y más cercana al problema desde la cotidianidad.

Los habitantes de la Institución consideran que no existe una única causa para que este fenómeno se presente y creen además que los niños abusados formulan su propio sistema de creencias para justificar el abuso por parte del abusador.

CAPÍTULO III

Medios de comunicación y abuso sexual

La manera en la que los medios de comunicación transmiten al público los hechos y las implicaciones de las problemáticas sociales como la que se manejan este trabajo de grado, se convierte en una ventana para visibilizar y darle un estatus a la situación social en cuestión. En este sentido, se han realizado algunas investigaciones que mantienen diferentes posturas respecto al manejo de dicha información por parte de los medios masivos de comunicación en Colombia, que vale la pena referenciar como parte del estado del arte de este campo.

Alejandra Grillo Roa (2009) en su tesis en Comunicación Social titulada ‘Maltrato, abuso y explotación sexual infantil. Su manejo en los medios impresos’ plantea que la falta

de profesionalismo y la tendencia a mostrar el tema como parte del sensacionalismo

popular “es debido a que a los periodistas nunca se les ha dado un manual ni se les ha enseñado cómo manejar estos temas sin llegar a herir la sensibilidad del directo afectado y

de su familia”, lo anterior basándose en la falta de delicadeza de algunos medios al hacer

públicos contenidos como imágenes, descripciones inadecuadas o información personal de la víctima que pueden dañar aún más al afectado (Grillo Roa, 2009, p. 3).

(43)

profesionales en este oficio. Precisamente más adelante se ampliará este panorama sobre la responsabilidad del periodista y la guía que los códigos éticos pueden ofrecer para la adecuada presentación del problema.

Esta autora propone que lo primero que debe hacerse antes de publicar información de este estilo es entender el significado de violencia, qué tipos de violencia existen, sobre quienes se ejerce y qué consecuencias tiene sobre las víctimas. De acuerdo con lo anterior, hace una búsqueda documental enfocada en la violencia sexual y sus definiciones (desde diferentes autores, instituciones y desde el Código Penal Colombiano) y basándose en esto, desarrolla la definición del abuso sexual en niños y niñas desde la ‘Guía para atención al menor maltratado del Ministerio de Salud como el “contacto o interacción entre un niño -niña y un adulto, en el que el niño--niña es utilizado para satisfacción sexual del adulto o de

terceros, desconociendo el desarrollo psicosexual del menor de edad”. También menciona

los aspectos que conllevan a una mayor vulnerabilidad de los niños y jóvenes a ser objeto de abuso sexual por parte de familiares, desconocidos o pares.

Por otra parte, referencia cómo a partir de la comercialización de la imprenta, se ha llevado lo que antes era netamente privado a la agenda pública, basada en ese legado intenta hacer una descripción del tratamiento que hace la prensa de los casos de abuso sexual de niños y niñas partiendo de la pregunta: ¿por qué para los medios es tan importante en su agenda manejar temas de violencia sexual en los que se vean involucrados niños? La conclusión a la que llega es que: “En este momento, los medios impresos se

encuentran en una competencia en la que lo único que se busca es mantener y aumentar el

nivel de lectores de los diarios” (p. 51).

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