• No se han encontrado resultados

El terrorismo como "contrapoder" frente a los EE.UU. tras la desaparición de la URSS

N/A
N/A
Protected

Academic year: 2017

Share "El terrorismo como "contrapoder" frente a los EE.UU. tras la desaparición de la URSS"

Copied!
22
0
0

Texto completo

(1)

El vacío dejado por el contrapoder al

hegemón norteamericano no acertó a

ser ocupado sino por un actor no

es-tatal que tomaría decididamente un

protagonismo como “enemigo

públi-co Nº 1”: el Terrorismo.

I- Plant eo General del Tema

La lógica de las Relaciones Int ernacionales nos marcó durant e la segunda part e del Siglo XX que exist ieron clarament e dos superpot encias que práct icament e hegemonizaron el concept o de “ poder” en t odo el período, los Est ados Unidos de América y la Unión de Repúblicas Socialist as Soviét icas, quienes se compor-t aban como “ Jef es de

Bloque” de dos enor-mes áreas de división polít ica del Planet a. La desaparición de la Unión de Repúbli-cas Socialist as Sovié-t icas, pese a la ilu-sión t ransmit ida por

el ent onces President e George Bush, no evolucionó hacia “ diez años de paz, democracia y desarrollo” en el mundo, sino en que el vacío dejado por el cont rapoder al hegemón nort eamericano no acert ó a ser ocupado sino por un act or no est at al que t omaría decididament e un prot agonismo como “ enemigo público Nº 1” luego del 11 de Set iembre de 2001: el Terrorismo.

No obst ant e lo que ant ecede, est e cont rapoder se maneja con principios y lógicas propias, casi imposibles de ser combat idas por el Est ado-Nación en su conf iguración clásica.

De est a manera, el Est ado t al cual lo conocemos se enf rent a a una realidad preocupant e, y en la práct ica virt ualment e incapaz de enf rent ar exit osament e a est e nuevo act or, como lo est á de-most rando la polít ica del President e George W. Bush.

El t errorismo como

“cont rapoder” f rent e a los

EEUU t ras la desaparición de

la URSS

Pablo M . W ehbe*

(2)

II- El Terrorismo: Un Act or No Est at al

Aspiramos a demost rar que el t errorismo puede seguir proce-sos lógicos suscept ibles de ser descubiert os y explicados. M anif es-t aremos que el es-t errorismo es una f orma de recurrir a la violencia como elección volunt aria, t omada por una organización por razo-nes polít icas o est rat égicas, en lugar de asumirlo como un resul-t ado no inresul-t encional de f acresul-t ores psicológicos o sociales.

En los t érminos propios de est e enf oque analít ico, se supone que el t errorismo present a una racionalidad colect iva. Se consi-dera que una organización polít ica radical es el act or principal en el drama t errorist a. El grupo t iene pref erencias o valores colect i-vos y elige el t errorismo como un curso de acción ent re una serie de alt ernat ivas posibles. La ef icacia es el principal est ándar por el que se compara el t errorismo con ot ros mét odos para lograr f ines polít icos. Se ut ilizan procedimient os de t oma de decisión razona-blement e regularizados para hacer una selección int encional, an-t icipándose conscienan-t emenan-t e a las consecuencias de los dif eren-t es cursos de acción o de inacción. Las organizaciones emieren-t en juicios colect ivos sobre la ef icacia relat iva de las dif erent es est ra-t egias de oposición, basándose en la observación y en la expe-riencia, así como en las concepciones est rat égicas abst ract as, de-rivadas de los supuest os ideológicos. De ese modo, est e enf oque permit e la incorporación de t eorías del aprendizaje social.

Las t eorías de la elección racional convencional relat ivas a la part icipación individual en la rebelión, ampliada para incluir las act ividades t errorist as, se han considerado generalment e inapropiadas debido al problema del “ usuario que usuf ruct úa pero que no part icipa” . Es decir, se supone que los benef icios de una campaña t errorist a llevada a cabo con éxit o serían compart idos por t odos aquellos que apoyan individualment e los f ines del grupo, sin import ar en qué medida part icipen act ivament e. Frent e a eso, ¿por qué debería hacerse t errorist a una persona racional, dados los elevados cost os asociados con la resist encia violent a, y la expect at iva de que t odo aquel que apoye la causa se benef iciará, t ant o si part icipa como si no? Una respuest a es que los benef icios de la part icipación son psicológicos.

Ot ra respuest a dif erent e, sin embargo, apoya un análisis est ra-t égico. Sobre la base de las invesra-t igaciones llevadas a cabo en Nueva York y en Alemania, los cient íf icos de la polít ica sugieren que los individuos pueden ser “ colect ivament e racionales”11111. La gent e se da cuent a de que su part icipación es import ant e debido al t amaño del grupo y al t ema de la cohesión. Son sensibles a las

(3)

implicaciones de usuf ruct uar sin part icipar, y perciben su elevada inf luencia personal en la aport ación de bienes públicos. Los aut o-res argument an que “ los ciudadanos medios pueden adopt ar un concept o colect ivist a de la racionalidad porque reconocen que lo que es individualment e racional es colect ivament e irracional”22222. Se considera que los

incent ivos select ivos son en gran medida irrelevant es.

Una de las vent a-jas de enf ocar al t e-rrorismo como opción est rat égica colect

iva-ment e racional es que permit e la const rucción de un crit erio a part ir del cual medir las desviaciones. Por ejemplo, el int errogan-t e cenerrogan-t ral sobre la racionalidad de algunas organizaciones errogan-t erro-rist as, como los grupos germano-occident ales de la década de los años set ent a, o el Weat her Underground en Est ados Unidos, es si t ienen o no suf icient e comprensión de la realidad (alguna aproxi-mación, por imperf ect a que ést a sea) para prever las posibles consecuencias del curso de acción que eligen. No es posible obt e-ner un conocimient o perf ect o de las alt ernat ivas disponibles y de las consecuencias de cada una de ellas, y los errores de cálculo son inevit ables. El Frent e Popular para la Liberación de Palest ina, por ejemplo, planeó el secuest ro de un avión de la TWA proce-dent e de Roma en agost o de 1969, para hacerlo coincidir con un discurso del President e Nixon, programado para una reunión de la Organización Sionist a de Est ados Unidos, pero en lugar de asist ir, el President e envió una cart a33333.

Sin embargo, no t odos los errores en las decisiones son de cálculo. Hay varios grados de racionalidad limit ada. ¿Ocupan algunas organizaciones un lugar t an bajo en la escala de raciona-lidad como para est ar en una cat egoría dif erent e de aquellos ot ros grupos más proclives a la est rat egia? ¿En qué medida se ve modif icado el razonamient o est rat égico por las necesidades psi-cológicas o de ot ro t ipo? El marco de la elección est rat égica nos proporciona crit erios sobre los que f undament ar est as dist incio-nes. También nos lleva a plant earnos cuáles son las condiciones

Una de las ventajas de enfocar al

te-rrorismo como opción estratégica

co-lectivamente racional es que permite

la construcción de un criterio a partir

del cual medir las desviaciones

2 Ibid., pág. 484. Los aut ores t am bién plant ean un int errogant e desconcert ant e que puede respon-derse ya sea en t érm inos psicológicos o de la racionalidad colect iva. La gent e que esperaba ser cast igada por su com port am ient o rebelde t enía una m ayor probabilidad de ser rebeldes pot enciales. Est a predisposición puede explicarse por el síndrom e del m árt ir (es decir, cuando se espera host ilidad por part e de las f iguras de aut oridad), o por la int ensidad de las pref erencias: se consideraba que el régim en era m uy represivo y precisam ent e por ello m erecía ser dest ruido.

(4)

que promueven o desalient an la racionalidad en las organizacio-nes violent as clandest inas.

La ut ilización de est e enf oque t eórico t ambién t iene vent ajas en cuant o sugiere import ant es int errogant es sobre las pref eren-cias o los f ines de las organizaciones t errorist as. Por ejemplo, la decisión de t omar rehenes para negociar con los Gobiernos, ¿vie-ne dict ada por consideracio¿vie-nes est rat égicas o por ot ros mot ivos menos inst rument ales?

El enf oque de la op-ción est rat égica t ambién es út il para int erpret ar l a r eal i d ad . Desd e l a Revolución Francesa, la est rat egia del t erroris-mo ha evolucionado gra-d u al m en t e co m o u n medio para producir cambios polít icos opuest os a los Gobiernos est ablecidos. El análisis del desarrollo hist órico del t errorismo re-vela similit udes en el cálculo de f ines y medios. La est rat egia ha cambiado con el t iempo para adapt arse a nuevas circunst ancias que of recen dif erent es posibilidades para la acción disident e, como por ejemplo la t oma de rehenes. Sin embargo, la act ividad t erro-rist a, considerada en su conjunt o, muest ra una unidad f undamen-t al de propósiundamen-t o y concepción. Aunque esundamen-t e análisis sigue hacién-dose en gran part e en un nivel abst ract o, podemos esbozar en esos t érminos la evolución hist órica de la est rat egia del t errorismo44444.

Un últ imo argument o a f avor de est e enf oque adquiere la f or-ma de una advert encia. El amplio espect ro de la act ividad t erroris-t a no puede desecharse como “ irracional” , y, por lo erroris-t anerroris-t o, como pat ológico, ilógico o inexplicable. Recurrir al t errorismo no t iene por qué ser, necesariament e, una aberración. Puede const it uir una respuest a racional y calculada a las circunst ancias. Decir que el razonamient o que lleva a elegir el t errorismo puede ser lógico, no es un argument o sobre su just if icación moral. Lo que sí sugiere, sin embargo, es que la creencia de que el t errorismo es oport uno represent a un medio de superar las inhibiciones morales.

III- ¿Exist en condiciones para el Terrorismo?

El problema cent ral consist e en det erminar cuándo consideran las organizaciones ext remist as que el t errorismo es út il. Los ex-t remisex-t as buscan ya sea un cambio radical en el sex-t aex-t us quo, lo que

Desde la Revolución Francesa, la

es-trategia del terrorismo ha

evoluciona-do gradualmente como un medio

para producir cambios polít icos

opuestos a los Gobiernos establecidos

(5)

Tal vez el terrorismo sea la última de

una secuencia de alternativas

debi-do a que los grupos reconocen

len-tamente la amplitud de los límites de

la acción. Representaría, así, el

resul-tado de un proceso de aprendizaje

conf eriría una nueva vent aja, o bien la def ensa de los privilegios que ellos creen amenazados. Su descont ent o con la polít ica del Gobierno es ext remado y sus exigencias implican a menudo el desplazamient o de las elit es polít icas exist ent es55555. El t errorismo no es el único mét odo para conseguir los f ines radicales y, por t ant o, debe compararse con las est rat egias alt ernat ivas de que disponen los disident es. ¿Por qué es at ract ivo el t errorismo para algunos oponent es del Est ado, pero no para ot ros?

Quienes pract ican el t errorismo af irman con f recuencia que no t ienen ot ra opción sino esa, y de hecho es ciert o que el t errorismo aparece a menudo después del f racaso de ot ros mét odos. En la Rusia del Siglo XIX, por ejemplo, el f racaso de los movimient os no violent os cont ribuyó al surgimient o del t errorismo. En Irlanda, el t errorismo surgió después del f racaso del const it ucionalismo de Parnell. En el conf lict o palest ino-israelí, el t errorismo hizo su apa-rición t ras el f racaso de los esf uerzos árabes en una guerra conven-cional cont ra Israel. Por lo general, los “ usuarios no est at ales o sub-est at ales” del t errorismo (es decir, los grupos de oposición en cont raposición al Gobierno mismo), se ven limit ados en sus opcio-nes por la f alt a de

apo-yo masivo act ivo y por el poder superior f or-mado en su cont ra (un desequilibrio que ha au-ment ado con el desa-rrollo del moderno Es-t ado-Nación, cenEs-t raliza-do y burocrát ico). Pero

est as limit aciones no han impedido que las oposiciones t omen en consideración ot ros mét odos y rechacen el t errorismo. Tal vez el t errorismo sea la últ ima de una secuencia de alt ernat ivas debido a que los grupos reconocen lent ament e la amplit ud de los límit es de la acción. Represent aría, así, el result ado de un proceso de apren-dizaje. La experiencia en la oposición proporciona a los radicales inf ormación sobre las consecuencias pot enciales de sus alt ernat i-vas. Es probable que el t errorismo sea una opción razonablement e bien inf ormada ent re las alt ernat ivas disponibles, algunas de ellas probadas sin éxit o. Los t errorist as t ambién aprenden de las expe-riencias de los demás, conocidas con f recuencia a t ravés de los medios de comunicación. De ahí, la exist encia de paut as de cont a-gio en los incident es t errorist as66666.

5 W illiam A. Gam son, “ The St rat egy of Social Prot est ” , Hom ew ood, Illinois, Dorsey Press, 1975.

(6)

El desequilibrio entre los recursos

que son capaces de movilizar los

te-rroristas y el poder del régimen

res-pectivo es un aspecto decisivo en la

toma de decisiones

Por ello, es necesaria la exist encia del ext remismo o de un pot encial de rebelión para recurrir al t errorismo, aunque eso no lo explica por sí mismo, ya que muchas organizaciones revolucio-narias y nacionalist as lo han repudiado explícit ament e. Los mar-xist as rusos argument aron cont ra el uso del t errorismo durant e años77777. Por lo general, las organizaciones pequeñas recurren a la violencia para compensar lo que les f alt a en número de miem-b r o s88888. El desequilibrio ent re los recursos que son capaces de movilizar los t errorist as y el poder del régimen respect ivo es un aspect o decisivo en la t oma de decisiones.

M ás import ant e que la af irmación de que el t errorismo es el arma de los débiles, de quienes carecen de miembros o del suf i-cient e poder milit ar convencional, es la explicación de su debili-dad. En part icular, ¿por qué una organización carece del pot en-cial para at raer suf icient es seguidores para cambiar la polít ica del Gobierno o para derrocarlo?

Una posible explicación es que la mayoría de la población no compart e las opiniones ideológicas de los resist ent es, que ocupan una posición polít ica t an ext rema que su llamamient o se ve inherent ement e limit ado. Est a incompat ibilidad de pref erencias puede ser purament e polít ica, y ref erirse, por ejemplo, a si uno pref iere el socialismo o el capit alismo. La mayoría de los alemanes occident ales consideraron, oport unament e, que las premisas para el f ut uro plan-t eadas por la Facción del Ejérciplan-t o Rojo no sólo eran excesivamenplan-t e vagas sino repugnan-t es. Tampoco la mayo-ría de los it alianos apo-yaron los f ines de los grupos neofascistas que iniciaron la “ est rat egia de la t ensión” en 1969. Ot ros grupos ext remis-t as, como la Euzkadi Ta Askaremis-t asuna (ETA) en España, o el Ejérciremis-t o Provisional Republicano Irlandés (Provisional Irish Republican Army) en el nort e de Irlanda, sólo at raen a minorías ét nicas, religiosas o de ot ro t ipo. En t ales casos, exist e un grupo pot encial de elect ores compuest o por individuos ent regados a la misma causa y del mismo parecer, pero cuyos límit es est án f ijados y limit ados. A pesar de la int ensidad de las pref erencias de una minoría, el número de miem-bros nunca será suf icient e para t riunf ar.

7 Véase el est udio de David A. New ell, “ The Russian M arxist Response t o Terrorism : 1878-1917” , t esis de doct orado, St anf ord Universit y, Universit y M icrof ilm s, 1981.

(7)

Una segunda explicación de la debilidad del t ipo de organiza-ción que más probablement e recurrirá al t errorismo reside en el f racaso para movilizar apoyo. Sus miembros pueden most rarse reacios o ser incapaces de invert ir el t iempo y el esf uerzo necesa-rios para realizar una t area de organización masiva. Tal vez los act ivist as no posean las habilidades, o la paciencia necesarias, o no esperen ut ilidades proporcionales a sus esf uerzos en t al sent ido. Las masas no se rebelan espont áneament e, sin que import e lo aguda o generalizada que sea la insat isf acción popular; para ello se requiere movilización99999. Los líderes de la organización, que reco-nocen las vent ajas de cont ar con un gran número de miembros, p u ed en co m b i n ar l a o r g an i zaci ó n d e m asas co n act i vi d ad es conspirat ivas. Pero los recursos son limit ados y el t rabajo organizat ivo es lent o y dif ícil, incluso en circunst ancias f avorables. Además, las recompensas no son inmediat as. Est as dif icult ades se mult iplican en un Est ado aut orit ario, donde es seguro que la organización de una oposición independient e producirá cost os elevados. Combinar la provocación violent a con los esf uerzos por la organización no violent a solament e act uará en det riment o de ést a últ ima.

Por ejemplo, el debat e sobre si se debe ut ilizar exclusivament e una est rat egia clandest ina aislada de las masas (t al como es ine-vit ablement e el caso del t errorismo), o t rabajar con la gent e mediant e esf uerzos de propaganda y organizat ivos, dividió a los grupos it alianos de ext rema izquierda, en los que las Brigadas Rojas escogieron el camino clandest ino y la Prima Línea pref irió mant ener el cont act o con el movimient o más amplio de prot est a. En la Rusia prerrevolucionaria, el part ido Socialist a Revoluciona-rio combinó las act ividades de un part ido polít ico legal con la campaña t errorist a de la clandest ina Organización Combat e. El IRA t iene su cont rapart ida legal en el Sinn Fein.

Una t ercera razón para explicar la debilidad de las organiza-ciones disident es es propia de los Est ados represivos. Es impor-t animpor-t e recordar que el impor-t errorismo no se resimpor-t ringe en modo alguno a las democracias liberales, aunque algunos aut ores rehúsan de-f inir la resist encia al aut orit arismo como t errorismo1010101010. Es posible que la gent e no apoye a una organización de resist encia debido al t emor que se t iene a las sanciones negat ivas del régimen, o porque la censura de la prensa impide ent errarse de la posibili-dad de la rebelión. En est a sit uación, una organización radical

9 El t rabajo de Charles Tilly dest aca la base polít ica de la violencia colect iva. Véase Charles Tilly, Louise Tilly y Richard Tilly, “ The Rebellious Cent ury 1830-1930” , Cam bridge, Harvard Universit y Press, 1975; y Charles Tilly, “ From M obilizat ion t o Revolut ion, Readings, M ass., Addison-W esley, 1978.

(8)

puede creer que exist en seguidores, aunque sean incapaces de manif est arse. M ient ras no se derroque al Gobierno no hay posibi-lidad de medir la int ensidad de ese apoyo lat ent e, o de movilizar a los act ivist as.

Tales condiciones son f rust rant es, ya que la probabilidad del descont ent o popular aument a a medida que disminuye la proba-bilidad de su expresión act iva. La f rust ración t ambién puede f oment ar expect at ivas irreales ent re los oposit ores del régimen, incapaces de poner a prueba su popularidad. De ese modo, las expect at ivas racionales se ven socavadas por suposiciones f ant ás-t icas sobre el papel de las masas. No obsás-t anás-t e, ás-t ales f anás-t asías t ambién pueden prevalecer ent re los grupos clandest inos radica-les de las democracias occident aradica-les.

Además del peque-ño número de miembros del grupo, las limit acio-nes de t iempo cont ri-buyen a la decisión de ut ilizar el t errorismo. Los t errorist as se sient en im-p aci en t es im-p o r act u ar . Claro que esa impacien-cia puede deberse a f ac-t ores exac-t ernos, como la presión psicológica y organizat iva. La personalidad de los líderes, las exigencias de los seguidores o la compet encia de los rivales, const it uyen a menudo impediment os para el pensamient o est ra-t égico. Pero para explicar la urgencia senra-t ida por algunas organi-zaciones radicales no hace f alt a aducir razones ext ernas a un marco inst rument al. La impaciencia y el af án por act uar t ambién encuent ran sus raíces en cálculos sobre f ines y medios, como ocurre cuando la organización se percat a de la exist encia de una oport unidad inmediat a para compensar su inf erioridad f rent e al Gobierno. Un cambio en la est ruct ura de la sit uación puede alt e-rar t emporalment e el equilibrio de los recursos de que disponen las dos part es, cambiando así las relaciones de f uerza ent re el Gobierno y los cont rincant es.

Tal cambio en la perspect iva de la organización radical (la combinación del opt imismo y de la urgencia) puede producirse cuando el régimen aparezca repent inament e vulnerable al desa-f ío. Est a vulnerabilidad puede ser de dos clases: primera, cuando el régimen ve disminuida su habilidad para responder con ef ect i-vidad y reprimir a los disident es, o ve debilit ada su habilidad para prot eger a los ciudadanos y sus propiedades. Eso sucede cuando las f uerzas armadas se ven desplazadas a ot ro lugar,

Si el clima de la opinión internacional

(9)

como lo f ueron, por ejemplo, las f uerzas brit ánicas durant e la Primera Guerra M undial, moment o en que el IRA apareció por primera vez y desaf ió el poder brit ánico; o como sucede cuando se ext ienden en exceso sus recursos coact ivos. Así, se pone en evidencia la seguridad inadecuada en embajadas, aeropuert os o inst alaciones milit ares. Por ejemplo, los cuart eles de inf ant ería de Est ados Unidos en Beirut , def icient ement e prot egidos, se con-virt ieron en un blanco t ent ador. En t al caso, la est rat egia del Gobierno se halla mal adapt ada para responder al t errorismo.

Segunda: cuando el régimen aparece como moral o polít ica-ment e vulnerable, auica-ment ando con ello la probabilidad de que los t errorist as at raigan el apoyo popular. Se cree que la represión del Gobierno t iene ef ect os cont radict orios: desalient a a la disi-dencia al mismo t iempo que provoca una reacción moral1111111111. Al percibirse el régimen como injust o, se mot iva a la oposición. Si las acciones gubernament ales hacen que el ciudadano medio est é dispuest o a suf rir cast igo por apoyar causas ant igubernament ales, o a dar crédit o a las exigencias de los oposit ores radicales, la organización ext remist a puede verse t ent ada de explot ar ese aument o t emporal de la indignación popular. Una oleada de desaprobación popular puede hacer que los Gobiernos liberales se muest ren menos dispuest os (en cont raposición a ser menos capaces de) a ut ilizar la coacción cont ra la disidencia violent a.

El malest ar polít ico t ambién puede generarse a nivel int erna-cional. Si el clima de la opinión int ernacional cambia de t al manera que reduce la legit imidad de un régimen det erminado, los rebeldes se sent irán est imulados a correr el riesgo de suf rir una represión que conf ían se verá limit ada por la desaprobación ext erna. En t ales circunst ancias, se espera que la propia brut ali-dad del régimen permit a ganar seguidores para la causa de sus oposit ores. La sit uación en Sudáf rica sirve de ejemplo. Así pues, el aument o de la sensibilidad ant e la injust icia puede producirse t ant o por las acciones gubernament ales como por act it udes pú-blicas cambiant es.

La ot ra f orma f undament al en que la sit uación cambia a f avor de los oposit ores es a t ravés de la adquisición de nuevos recursos. Los nuevos medios de apoyo f inanciero const it uyen una vent aja evident e, lograda quizás mediant e una alianza ext ranjera con un Gobierno simpat izant e o con ot ro grupo revolucionario más rico, o bien a t ravés de medios criminales como el robo a bancos o el secuest ro para pedir rescat e. Aunque el t errorismo es un mét odo de violencia ext remadament e económico, la exist encia de f ondos

(10)

es esencial para el apoyo de las act ividades de los miembros “ liberados” , la compra de armas, el t ransport e y la logíst ica.

Los avances t ecnológicos en armas, explosivos, t ransport es y comunicaciones t ambién mejoran el pot encial dest ruct or del t e-rrorismo. Por ejemplo, los revolucionarios y los anarquist as del Siglo XIX creían que la invención de la di-namit a equilibraría la relación ent re el Gbierno y los oposit o-res. En 1885, Hohann M ost publicó un pan-f let o t it ulado “ la Cien-cia de la Guerra Revolucionaria” , en el que se abogaba explícit a-ment e por el t errorismo. Según Paul Avrich, los anarquist as con-sideraron la dinamit a como “ una gran f uerza igualit aria, que permit ía a los t rabajadores comunes levant arse cont ra los ejérci-t os, las milicias y la policía, por no hablar de los pisejérci-t oleros a sueldo de los pat ronos”1212121212. Se creía que, al proporcionar un arma t an poderosa y t an f ácil de ocult ar, la ciencia había dado una vent aja decisiva a las f uerzas revolucionarias.

La innovación est rat égica es ot ra f orma import ant e de adqui-rir nuevos recursos por part e de una organización desaf iant e, que puede así t omar prest ada o adapt ar una t écnica para explot ar una vulnerabilidad ignorada por el Gobierno. Por ejemplo, en Agost o de 1972, el IRA provisional int rodujo la t áct ica ef ect iva del f rancot irador que sólo hacía un disparo. Sean M ac-St iof ain, jef e del Est ado M ayor del IRA af irma haber sido el invent or de la idea: “ me pareció que los disparos prolongados de un t irador parapet ado t ras una posición est át ica t enían t ant o en común con la t eoría de la guerrilla como las conf ront aciones masivas”1313131313. Se ent renó a los mejores t iradores para hacer un solo disparo y escapar ant es de que su posición f uera localizada. La sorpresa es, por supuest o, una de las vent ajas clave de una est rat egia of ensi-va. También lo es la disposición a violar las normas sociales sobre las rest ricciones en cuant o al uso de la violencia. La hist oria del t errorismo revela una serie de innovaciones, en la medida en que los t errorist as seleccionaban deliberadament e blancos considera-dos t abú, y locales en los que no se esperaba la violencia. Des-pués, est as innovaciones se dif undieron con rapidez, sobre t odo en la era moderna de la comunicación inst ant ánea y global.

12 Paul Avrich, “ The Haym arket Tragedy” , Princet on Universit y Press, 1984, pág. 166.

13 Sean M acSt iof ain, “ M em oirs of a Revolut ionary” , Gordon Crem osi, 1975, pág. 301.

(11)

Result a part icularment e int eresant e que en 1968 aparecieran dos de las t áct icas t errorist as más import ant es de la era moderna: los secuest ros diplomát icos en América Lat ina y los secuest ros de aviones en el Orient e próximo. Las dos f ueron innovaciones signi-f icat ivas porque implicaban el uso de la ext orsión y el chant aje. La t oma de rehenes como f orma sist emát ica y let al de negocia-ción coact iva era algo esencialment e nuevo, aunque los f enianos del Siglo XIX habían hablado de secuest rar al príncipe de Gales, la Volunt ad del Pueblo (Narodnaya Volya), en la Rusia del Siglo XIX, había of recido det ener su campaña t errorist a si se garant iza-ba la promulgación de una Const it ución, y las f uerzas de Cast ro secuest raron a marines est adounidenses en 1959.

Hast a el moment o el t errorismo se ha presen-t ado como la respues-t a que da un movimien-t o de oposición a una oport unidad que se le of rece. Est e enf oque es compat ible con los ha-l ha-l azg o s d e Har vey Wat erman, quien

con-sidera que la acción polít ica colect iva est á det erminada por el cálculo de recursos y oport unidades1414141414. Sin embargo, ot ros t eóri-cos como James Q. Wilson sost ienen que las organizaciones polí-t icas se originan en respuespolí-t a a una amenaza a los valores de un grupo1515151515. Ciert o que el t errorismo puede ser t ant o def ensivo como oport unist a. Puede ser la respuest a a un descenso repent ino en la buena f ort una de una organización disident e. El t emor a parecer débil puede impulsar a la organización clandest ina a la acción, con objet o de demost rar su f uerza. El IRA ut ilizó el t errorismo para neut ralizar la impresión de debilidad, incluso al precio de alienarse a la opinión pública. El período de negociaciones con los brit ánicos en la década de los años set ent a se caract erizó por los est allidos t errorist as, pues el IRA quería hacer creer a la gent e que est aba negociando desde una posición de f uerza1616161616. Frecuen-t emenFrecuen-t e, las organizaciones derechisFrecuen-t as recurren a la violencia para responder a lo que consideran como una amenaza cont ra el st at us quo por part e de la izquierda. Por ejemplo, a part ir de 1969 la derecha it aliana promovió una “ est rat egia de la t ensión”

La historia del terrorismo revela una

serie de innovaciones, en la medida

en que los terroristas seleccionaban

deliberadamente blancos

considera-dos tabú, y locales en los que no se

esperaba la violencia

14 W at erm an, “ Insecure Ins and opport une Out s” , y “ Reasons and Reason” .

15 “ Polit ical organizat ions” , Nueva York, Basic Books, 1973.

(12)

que incluía la colocación de bombas en zonas urbanas, lo que provocó un elevado número de víct imas civiles, con el propósit o de evit ar que el Gobierno y el elect orado it aliano se desplazaran hacia la izquierda.

IV- ¿Tiene vent ajas el t errorismo?

El t errorismo t iene una f unción sumament e út il a la hora de det erminar los t emas a plant ear. Si se art iculan diest rament e las razones que subyacen en el empleo de la violencia, el t errorismo puede lograr que se plant ee el t ema del cambio polít ico. Al llamar la at ención, se consigue convert ir las demandas de la resist encia en un asunt o sobresalient e ant e la opinión pública. El Gobierno puede rechazar, pero no ignorar las demandas de una oposición. Por ejem-plo, en 1974 la organización palest ina Sept iembre Negro est aba dispuest a a sacrif icar una base en Jart um, ponerse en cont ra al Gobierno sudanés y crear ambivalencia en el mundo árabe al t omar la emba-jada de Arabia Saudí y asesinar a diplomát icos estadounidenses y belgas. Est os cost os f ueron apa-rent ement e sopesados f rent e al benef icio de t ransmit ir al mundo el mensaje de “ t ómennos en serio” . Salah Khalef (Abu Iyad), líder de la corrient e principal de Al Fat ah, explicó: “ est amos plant ando la semilla. Ot ros la cosecharán…para nosot ros es suf icient e con leer en el Jerusalén Post , por ejemplo, que la señora M eir t uvo que hacer su t est ament o ant es de visit ar París, o que el señor Abba Eban t uvo que viajar con un pasaport e f also”1717171717. George Habash, del PFLP, coment ó en 1970 que “ obligamos a la gent e a pregunt ar qué est aba ocurriendo”1818181818. En est as declaraciones, los ext remist as cont emporá-neos se hacen eco de los anarquist as del Siglo XIX, que acuñaron la idea de la propaganda del act o t errorist a, t érmino ut ilizado ya en 1877 para ref erirse a un act o de insurrección como “ un medio poderoso para despert ar la conciencia popular” , y a la mat erializa-ción de una idea a t ravés de las acciones1919191919.

El terrorismo puede lograr que se

plantee el tema del cambio político.

Al llamar la atención, se consigue

convertir las demandas de la

resis-tencia en un asunto sobresaliente

ante la opinión pública

17 Véase Jim Hoagland, “ A Com m unit y of Terror” , W ashingt on Post , 15 de M arzo de 1973, págs. 1 y 13; t am bién New York Tim es, 4 de M arzo de 1973, pág. 28. Se considera que Sept iem bre Negro dependía de Al Fat ah, la m ayor organización palest ina, liderada por Yasser Araf at .

(13)

El t errorismo puede t ener la int ención de crear condiciones f avo-rables para la revolución. Se prepararía el t erreno para la revuelt a masiva act iva al socavar la aut oridad del Gobierno y desmoralizar a sus cuadros administ rat ivos: Tribunales, Policía y Fuerzas Armadas. Al ext ender la inseguridad hast a el punt o de lograr que el país sea ingobernable, la organización espera presionar al régimen para que haga concesiones o disminuya los cont roles coact ivos. Una vez per-t urbado el imperio de la ley, la genper-t e esper-t ará en liberper-t ad de unirse a la oposición. La espect acular humillación inf ligida al Gobierno de-most raría f uerza y volunt ad por part e de la oposición, que mant en-dría así el ent usiasmo de sus part idarios y simpat izant es. La primera oleada de revolucionarios rusos declaraba que los f ines del t erroris-mo eran agot ar al enemigo, hacer que la posición gubernament al f uera insost enible y lesionar el prest igio del Gobierno asest ándole un golpe mort al y no f ísico. Los t errorist as esperaban paralizar al Gobierno con su presencia, most rando simplement e señales de vida de vez en cuando. La vacilación, la indecisión y la t ensión que producirían minarían los procesos gubernament ales y convert irían al zar en un prisionero en su propio palacio2020202020. Tal como explicaba el revolucionario brasileño Carlos M arighela: “ la gran arma del t erro-rismo revolucionario es la iniciat iva, que garant iza su supervivencia y su act ividad cont inua. Cuant o mayor sea el número de t errorist as compromet idos y de revolucionarios dedicados al t errorismo ant i-dict at orial, más poder milit ar se gast ará, más t iempo se perderá siguiendo pist as f alsas, y más t emor y t ensión se suf rirá al descono-cerse dónde se lanzará el siguient e at aque y cuál será el próximo blanco”2121212121.

Est as declaraciones ilust ran una vent aja adicional del t erroris-mo en lo que podríaerroris-mos denominar su f unción de inst igación: inspira resist encia mediant e el ejemplo. Como propaganda del hecho en sí, el t errorismo demuest ra que se puede desaf iar al régimen y que la oposición ilegal es posible. Act úa como cat aliza-dor, no como sust it ut o de la rebelión masiva. Así, se puede evit ar t odo el t edioso y prolongado t rabajo organizat ivo de movilizar a la gent e. El t errorismo es un at ajo hacia la revolución. Al descri-bir su propósit o, la revolucionaria rusa Vera Figner dijo que el t errorismo era “ un medio de agit ación para sacar a la gent e de su let argo” , y no un signo de pérdida de f e en la gent e”2222222222.

19 Jean M ait ron, “ Hist oire du m ouvem ent anarchist e en France (1880-1914)” , 2a Ed. , París, Sociét é Universit aire d’ Édit ions et de Librairie, 1955, págs. 74-75.

20 “ St epniak” (seudónim o de Sergei Kravshinsky), “ Underground Russia: Revolut ionary Prof iles and Sket ches f rom Lif e” , Londres, Sm it h, Elder, 1883, págs. 278-280.

21 Carlos M arighela, “ For t he Liberat ion of Brazil” , Harm ondsw ort h, Penguin, 1971, pág. 113.

(14)

Un benef icio más problemát ico consist e en la provocación de la represión gubernament al. A menudo los t errorist as piensan que al provocar la represión indiscriminada cont ra la población, el t errorismo int ensif icará el descont ent o popular, demost rará la just icia de las exigencias t errorist as y hará más at ract iva la alt er-nat iva polít ica que represent an los t errorist as. Por eso, la Facción del Ejércit o Rojo de Alemania Occident al int ent ó (en vano) hacer que el f ascismo se “ manif est ara” en ese país2323232323. En Brasil, M arighela int ent ó inf ruct uosament e “ t ransf ormar la sit uación polít ica del país en una sit uación milit ar. Ent onces el descont ent o se ext en-dería a t odos los grupos sociales y los milit ares serían considera-dos como los únicos responsables de los f racasos”2424242424.

Pero el aprovechamient o de la represión gubernament al de-pende de hast a dónde est á dispuest o a llegar un Gobierno para cont ener el desorden, y de la t olerancia de la población t ant o para la inseguridad como para la represión. Un Est ado liberal puede verse limit ado en su capacidad para reprimir la violencia, pero t ambién será dif ícil provocarlo para que comet a excesos. No obst ant e, la reacción del Gobierno ant e el t errorismo puede re-f orzar el valor simbólico de la violencia, incluso si aquél evit a la represión. Por ejemplo, la adopción de amplias medidas de segu-ridad t al vez sólo consiga que los t errorist as parezcan más pode-rosos de los que son en realidad.

La elección del t errorismo implica consideraciones sobre el moment o y la aport ación popular a la sublevación, así como sobre la relación ent re el Gobierno y los oponent es. Los radicales eligen el t errorismo cuando quieren acción inmediat a, creen que sólo con el empleo de la violencia se pueden f ormar organizacio-nes y movilizar a los part idarios, y acept an los riesgos de desaf iar al Gobierno de una f orma part icularment e provocadora. En cam-bio, las est rat egias graduales se ven f avorecidas por los oposit o-res convencidos de que t oda acción debe ir precedida por la creación de una inf raest ruct ura organizat iva, de que la rebelión sin la part icipación de las masas es un error, y de que un conf lict o premat uro con el régimen sólo puede llevar al desast re. Ellos pref ieren mét odos como la guerra rural de guerrillas, ya que el t errorismo puede echar a perder logros obt enidos penosament e o impedir un posible compromiso con el Gobierno.

La organización resist ent e t iene ant e sí una serie de alt ernat i-vas def inidas por la sit uación y por los objet ivos y recursos del grupo. El razonamient o que hay det rás del t errorismo t iene en

23 “ Text es des prisionniers de la Fract ion Arm ée Rouge et derniéres let t res d’ Ulrike M einhof ” , París, M aspéro, 1977, pág. 64.

(15)

cuent a el equilibrio de poder ent re las aut oridades y los que plant ean el desaf ío, un equilibrio que depende del apoyo popu-lar que pueda movilizar la resist encia. Los def ensores del t erroris-mo ent ienden est a limit ación y abrigan expect at ivas razonables sobre los posibles result ados de la acción o la inacción. Pueden est ar equivocados en cuant o a las alt ernat ivas de que disponen, o comet er errores de cálculo en cuant o a las consecuencias de sus acciones, pero sus decisiones se basan en procesos lógicos. Ade-más, las organizaciones aprenden de los errores propios y ajenos, lo que t iene como result ado una cont inuidad est rat égica y un progreso hacia el desarrollo de t áct icas más ef icient es. Así, las f ut uras acciones se modif ican según las consecuencias de las ac-ciones act uales.

V- El sust ent o de “legit imidad” t errorist a

Las f ormas más ext remas e inusuales de comport amient o polí-t ico pueden seguir una lógica inpolí-t erna, espolí-t rapolí-t égica. Si hay paupolí-t as consist ent es en el comport amient o t errorist a, ant es que idiosincrasias al azar, un análisis est rat égico puede ponerlas al descubiert o. La predicción sobre las conduct as del t errorismo del f ut uro sólo puede basarse en t

eo-rías que expliquen las paut as del pasado.

El t errorismo puede considerarse como una f orma razonable de per-seguir int ereses ext remos en el ámbit o polít ico. Es una más de ent re las

nu-merosas alt ernat ivas que pueden elegir las organizaciones radi-cales. Las concepciones est rat égicas, basadas en cómo aprovechar de la mejor manera las posibilidades de una sit uación dada, son un aspect o det erminant e e import ant e del t errorismo de oposi-ción, al igual que de la respuest a gubernament al. Sin embargo, ninguna explicación individual del t errorismo es sat isf act oria. El cálculo est rat égico sólo es un f act or en el proceso de t oma de decisiones que conduce al t errorismo. Pero es necesario incluir el razonamient o est rat égico como una posible mot ivación, por lo menos como un ant ídot o cont ra los est ereot ipos de los “ t erroris-t as” como f anáerroris-t icos irracionales. Dichos eserroris-t ereoerroris-t ipos subeserroris-t iman peligrosament e las capacidades de los grupos ext remist as. Los est ereot ipos t ampoco sirven para educar al público (o, de hecho, a los especialist as), sobre la complejidad de las mot ivaciones y los comport amient os t errorist as.

(16)

En primer lugar, t enemos que ent ender y acept ar que el t erro-rismo no es algo que surja de la nada, y que no es product o de personas ment alment e t rast ornadas.

El t errorismo, y el ideológico en part icular, es un f enómeno polít ico por excelencia y, por lo t ant o, explicable en t érminos polít icos. Es una ext ensión de la polít ica de oposición en una democracia, un caso especial de conf lict o ideológico de aut ori-dad. Es, además, el product o del comport amient o de un prolon-gado proceso de deslegit imación del régimen o de la sociedad est ablecida, un proceso cuyo comienzo es casi siempre no violen-t o y no violen-t errorisviolen-t a. En general, el proceso no af ecviolen-t a a individuos aislados que se conviert en en t errorist as por su cuent a, debido a que su psiquis se halla dividida o porque t ie-nen un bajo concept o de sí mismos y necesi-t an una compensación desmedida2525252525. En lugar d e eso , af ect a a u n grupo de verdaderos creyent es que desaf ían a la aut oridad mucho ant es de convert irse en t errorist as, de reclut ar seguidores, de enf rent arse desde una posición de debilidad a los organismos públicos encargados de imponer la ley, de t ener una dist int a visión colect iva del mundo y, con el t iempo, de radicalizarse dent ro de la organización hast a el punt o de convert irse en t errorist as. La colect ividad t errorist a casi siempre es un grupo de la elit e dirigida por jóvenes bien educados de la clase media o media alt a, que suelen ser est udian-t es universiudian-t arios o que han abandonado sus esudian-t udios2626262626.

Aunque no sea sobrenat ural ni racionalment e inexplicable, el proceso que conduce al t errorismo ideológico es, sin embargo, ext raordinario porque para la gent e af ect ada represent a una not able t ransf ormación personal y polít ica. Ent ender est e proce-so de grupo y sus dolorosas et apas de desarrollo parece ser mu-cho más import ant e que ent ender la psicología personal de cada t errorist a2727272727. Est a comprensión de la psicología evolut iva del gru-po de t errorist as es f undament al para explicar la f acilidad con que est as personas jóvenes, educadas, de clase media, normales y

25 Est a af irm ación no debería conf undirse con la de que los individuos se ven arrast rados hacia la organización t errorist a al azar. Los est udios sobre la psicología del t errorism o han dem ost rado ciert os aspect os peculiares com unes ent re los t errorist as; véase Jerrold M . Post , “ Not es on a Psychodynam ic Theory of Terrorist Behavior” , “ Terrorism : an int ernat ional journal” , 7, núm . 3, 1984, págs. 244-246. El argum ent o es que est as peculiaridades no explican el f enóm eno del t errorism o.

26 Para una sínt esis am plia de la sociolosicología de los est udiant es radicales y de los int elect uales jóvenes, véase Christ opher A. Root s, “ St udent Radicalism : Polit ics of M oral Prot est and Legit im at ion Problem s of t he M odern Capit alist St at e” , Theory and Societ y, 9, 1980.

(17)

sin experiencia previa con la violencia, son capaces de violar t odas las normas de la sociedad organizada, comet er las peores at rocidades y sent irse bien por lo que han hecho.

El proceso de deslegit imación a t ravés del cual se f orma el t errorismo ideológico, puede dividirse en t res et apas:

a- Crisis de Conf ianza; b- Conf lict o de Legit imidad; c- Crisis de Legit imidad;

Cada una de est as et apas se corresponde con una ident idad psicopolít ica colect iva en part icular, alcanzada por un grupo ideo-lógicament e mot ivado. Est a ident idad de grupo, que cambia rápi-dament e a medida que avanza la radicalización, cont iene una combinación de component es de comport amient o polít ico, de principios ideológicos y simbólicos y de rasgos psicológicos. Pare-ce ser que, a medida que se aPare-cent úa la radicalización, la ident i-dad colect iva del grupo se superpone y cont rola gran part e de la ident idad individual de sus miembros; y la ident idad de grupo alcanza su cúspide en la et apa t errorist a2828282828.

En las Democracias, el act ivismo violent o necesit a de la exis-t encia de un clima de acepexis-t ación de los medios no convenciona-les de acción polít ica ent re un grupo de apoyo, que puede est ar const it uido por cualquier segment o social (un grupo comunal, una f acción, una t endencia polít ica o una clase social) cuyos miembros busquen un t ipo part icular de cambio polít ico. Dos son las vías principales por las que esos grupos (o algunos de sus miembros) llegan a acept ar el empleo de medios ext remos: la radicalización y la reacción. La radicalización se ref iere a un proceso en el que el grupo se ha movilizado para lograr un objet ivo social o polít ico, pero ha f racasado a la hora de ef ect uar progresos suf icient es hacia el objet ivo como para sat isf acer a t odos los act ivist as. Algunos se desaniman mient ras que ot ros int ensif ican sus esf uerzos, pierden la paciencia con los medios de acción polít ica convencionales y buscan t áct icas que causen un mayor impact o. La reacción, en t ant o, es un proceso analít ica-ment e dif erent e en el que los miembros de un grupo regional, comunal o polít ico deciden recurrir al t errorismo como respuest a a la amenaza de las aut oridades cont ra el cambio social o a su int ervención. De est o hablaremos ahora.

27 Según Jerrold m . Post , “ el det erm inant e predom inant e de la acción t errorist a es la dinám ica int erna del grupo t errorist a” ; véase Post , “ Group and Organizat ional Dynam ics” , pág. 16. Véase t am bién Crensaw , “ The Psychology of Political Terrorism” , págs. 395-400; y Abraham Kaplan, “ The Psychodynamics of Terrorism ” , Terrorism : An Int ernat ional Journal, 1, núm . , 1978, pág. 248.

(18)

VI- El Terrorismo como Respuest a a una

“int romisión” Occident al en el llamado M edio

Orient e

Aquí culminamos el present e t rabajo: la presencia Occident al en el llamado M edio Orient e, pret endiendo –a los ojos de los locales- imponer los valores de Democracia y Libert ad como com-paración denigrat oria hacia los valores socio-polít ico-cult urales de la región, f ueron generando un “ caldo de cult ivo” para el surgi-mient o de una f orma dif erent e de reacción: Dijimos que surgi-mient ras la radicalización caract eriza a los grupos con objet ivos orient ados hacia el f ut uro, la “ reacción” se present a cuando un grupo ve amenazado su est at us o sus derechos2929292929. A menudo, el t errorismo de derechas es react ivo en est e sent ido, como sucede por ejemplo con el t errorismo pract icado por el Ku Klux Klan. El primer Klan f ue est ablecido por vet eranos conf ederados en 1867 y, junt o con ot ros grupos de la misma orient ación, llevó a cabo durant e cuat ro años una campaña de coacción, amenazas y violencia cont ra los part idarios y los agent es de los Gobiernos de los Est ados de la reconst rucción, que el Nort e había impuest o sobre el derrot ado Sur. Act uaban en nombre y, en general, con el apoyo act ivo de los sureños blancos. Alcanzaron muchos de sus objet ivos cuando los Gobiernos de los Est ados f ueron rest aurados bajo cont rol de los sureños blancos a principios de la década de 1870, y los negros se vieron ef ect ivament e privados de los derechos civiles.

El resurgimient o del t errorismo de los supremacist as blancos después de 1957 f ue una respuest a t radicional a las nuevas pre-siones ejercidas por part e de los t rabajadores y del Gobierno f ederal a f avor de los derechos civiles. El t error alcanzó su culmi-nación en los primeros años de la década de los años sesent a, cuando f ueron más int ensas las marchas por los derechos civiles y las campañas a f avor del regist ro en el censo elect oral, aunque, en est e caso, el t errorismo no logró det ener el cambio.

Las acciones t errorist as a f avor de las minorías regionales (como los germano-hablant es del Alt o Adigio, en el nort e de It alia a principios de la década de los años sesent a, y los vascos y los corsos desde los años sesent a hast a la act ualidad), t ambién t ienen algunas caract eríst icas react ivas. Sus milit ant es declaran act uar en def ensa de una comunidad más amplia cuya int egridad y bienest ar se encuent ran en peligro. No hace f alt a acept ar di-chas declaraciones como realidades para reconocer que, al invo-car t radiciones de aut onomía de grupo, est os t errorist as de base

(19)

comunit aria despiert an a menudo algún apoyo ent re la comuni-dad, debido a la exist encia de un resent imient o lat ent e produci-do por viejas injust icias, y a desigualdades act uales.

El t errorismo secular del llamado M edio Orient e que comenzó en la década de 1880), no t iene precedent es vinculant es, lo que signif ica que el grupo t errorist a mismo det ermina t ant o los me-dios como los f ines, o al menos cree hacerlo así y act úa en consecuencia. Los medios (es decir, las est ruct uras organizat ivas, las armas y las t áct icas), se modif ican const ant ement e, quizá para mejorar su ef ect ividad. Para cit ar un ejemplo, desde 1881 hast a 1914, los t errorist as promovieron su causa mediant e el asesinat o de f iguras polít icas dest acadas. Pero la paut a cambió, en part e como respuest a a la crít ica según la cual había vent ajas en permi-t ir que individuos “ despreciables” sobrevivieran como símbolos de un régimen odiado, y en part e debido al elevado cost o de eliminarlos y que había ot ros blancos disponibles que eran más f áciles. Tal como indican las muert es del Primer M inist ro it alia-no, Aldo M oro, y de Lord M ount bat t en, de Gran Bret aña, t odavía ocurren asesinat os hoy en día, pero ya no son la t áct ica principal y los t errorist as ya no se dejan inf luir por el hecho de que el asesinat o f uera alguna vez el medio más dest acado.

Un proceso similar se observa clarament e en cuant o a los f ines. Sin t ener en cuent a el propósit o de los t errorist as seculares ant e-riores, el t errorismo sirve ahora a una variedad de f ines muy diversos. Ahora t ambién ut ilizan el t error los anarquist as con visiones milenarist as, los ant icolonialist as con f ines amplios pero f act ibles, y los grupos que simplement e desean llamar la at ención sobre sit uaciones part iculares que consideran of ensivas. Incluso la hist oria recient e de los “ eurot errorist as” muest ra que un gru-po puede moverse de un t ema a ot ro, en un int ent o gru-por encon-t rar alguno que parezca promeencon-t erles un mayor apoyo3030303030.

Por ello, los t errorist as seculares han producido una “ cult ura” en la que los part icipant es se sient en con libert ad para hacer suyas las enseñanzas de cualquiera; se t rat a de una “ t radición” sin precedent es vinculant es que ref leja y caricat uriza al mismo t iempo una t endencia muy observada en la sociedad: la de some-t er some-t oda clase de acsome-t ividades a las pausome-t as de usome-t ilidad y ef icacia.

Sirva como prueba de t odo lo que ant ecede el hecho de que hace varios años, el líder del Hezbollah en el valle de la Beca, Sayyid Abbas al-M usaw i, just if icó los at ent ados diciendo que “ re-present aban la opinión de t odos los musulmanes”3131313131. Es que para

30 Bonnie Cordes, “ W hen Terrorist s Do t he Talking: A Look at Their Lit erat ure” , Journal of St rat egic St udies, 10, núm . 4, diciem bre de 1987, págs. 150-171; y Rapoport , “ Inside Terrorist Organizat ions” .

(20)

Sayyid Ibrahim al-Amin, port avoz de Hezbollah en Beirut , la in-t rusión agresiva por parin-t e de ese grupo en conin-t ra de f uerzas nort eamericanas era part e de una “ guerra “ con los Est ados Uni-dos, que había “ t ransf ormado el M edio Orient e en un laborat orio de pruebas milit ares de sus armas más avanzadas” . Teníamos “ el derecho a levant arnos cont ra nuest ros enemigos” , y los at aques “ merecen reconocimient o, homenaje y respet o adecuados” , pues “ no t ienen precedent es en la hist oria de la humanidad”3232323232.

El t errorismo mot iva-do polít icament e, como est e caso, que se lleva a cabo cont ra un Est ado en nombre de los movimien-t os de liberación, esmovimien-t á di-señado para que las in-just icias alcancen una amplia dif usión en los medios de comunicación. En consecuencia, los t e-rroristas buscan activamen-t e la publicidad para su causa, en un esf uerzo por conseguir el apoyo popular para los cambios polít i-cos o sociales que desean. A menudo t rat an de mi-nimizar o desplazar la at ención de los daños que han ocasionado mediant e sus act os t errorist as, cent rando la at ención en los act os inhumanos comet idos cont ra sus compat riot as por el Est ado.

Ciert a violencia t errorist a es realizada por cruzados que ac-t úan a f avor de un pueblo oprimido con el que se idenac-t if ican. Est án mot ivados en gran part e por imperat ivos ideológicos y por la recompensa mut ua de sus esf uerzos por part e de sus miembros. Sus t áct icas han sido calculadas a menudo para dejar al descu-biert o las debilidades de quienes det ent an el poder, y para pro-vocar la realización de acciones disparat adas y la adopción de medidas de seguridad represivas. Tales cont rarreacciones crean supuest ament e un amplio disconf ormismo y escándalo público, desacredit an el propio liderazgo de quienes det ent an el poder, y ayudan de ese modo a producir su propia caída y la del régimen que presiden. Est os grupos se apresuran a acept ar la responsabi-lidad por sus act os t errorist as. Tienen la mirada puest a en la radicalización de “ la conciencia de las masas” .

32 Ent revist a con Ibrahim al-am in, “ Kayhan” , 19 de Oct ubre de 1985.

(21)

Lógica consecuencia de t odo lo que ant ecede es que a f alt a de Est ado, vale decir, de “ act or convencional o clásico” que pueda conf ront ar con el hegemón occident al, aparece como act or int er-nacional “ prot ect or de cult ura, sociedad y religión locales” el t errorismo, el que es vist o como la única herramient a para gol-pear en cualquier lugar, sin ser descubiert o, con relat iva impuni-dad, y generando cont rarreacciones vist as a veces como irracionales, desmedidas y sanguinarias, t odo dent ro de una “ polít ica general de dominación” .

El Gobierno de los Est ados Unidos, part icularment e George W. Bush, ha comet ido el grueso error de ent rar en el juego y en el campo propuest os por Osama Bin Laden, y a part ir de allí se ent ra en una espiral de violencia que solament e sirve para cont inuar aliment ando la lógica de quienes enf rent an al Est ado en un t e-rreno en el cual ést e no es t odavía ef icient e para combat ir: es el enf rent amient o del “ act or convencional cont ra el act or no con-vencional” .

Por lo t ant o, la act it ud del Est ado-Nación occident al debe ser más que medida, y evit ar caer en la t ent ación en la que, reit era-mos, equivocadament e cayó el Gobierno nort eamericano, just if i-cando así la cont inuidad de la espiral violent a que es vist a como la única herramient a legít ima que puede det ener la “ nueva Cru-zada judeo-crist iana” cont ra el M undo Islámico.

(22)

Referencias

Documento similar

Estructura de la población bacteriana total (ADN) en la rizosfera de las diferentes especies vegetales y en el control de suelo desnudo..

equiseti, Macrophoma, Stemphylium, Verticillium y Ulo- cladium tan solo fueron aislados en uno de los análisis realizados (Tabla 4). De acuerdo con su expresión a lo largo de

Formación arbolada densa de alcornoques con matorral Con una superficie total de 10 760 ha, para esta estructura de alcornocal se observa en promedio un aumento de 1.98% en el ín-

El objetivo de este trabajo es analizar la relación entre estruc- tura de la vegetación y disponibilidad de alimento (biomasa de ar- trópodos), y el efecto de estos factores sobre

Las aproximaciones cuantitativas a nivel local representan una oportunidad para desarrollar recomendaciones de gestión (Montes y Sala 2007). En este sentido, la valoración económica

Aunque se trata de una disciplina en expansión y cuyas aplicaciones son numerosas y diferentes, los temas funda- mentales que se han abordado a través de la genética y genómica

El crecimiento y la calidad de corcho han sido caracterizadas para ocho alcornocales de la región de producción de Orán (Noroeste, Argelia), mediante una toma de muestras de 30

También existen antecedentes en bosques de ñire bajo uso como SSP de Patagonia donde se evaluó la producción de MS de gramíneas en diferentes niveles de radiación (o coberturas de