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Sobre las personas viejas en Bogotá

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Academic year: 2017

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SOBRE LAS PERSONAS VIEJAS EN BOGOTA

Trabajo de grado para aspirar al título de Psicología

Martha Isaza Salcedo Autora

Daniel Caicedo Soler Autor

Nubia Esperanza Torres Calderón1 Co-autora

Mercedes Cecilia Escudero de Santacruz2 Co-autora

Bogotá D.C. Diciembre de 2013

1 Psicóloga psicoanalista, Magister en psicología comunitaria, candidata al programa de doctorado de Ciencias Sociales de Tilburg University, profesora asociada de la facultad de Psicología de la Pontificia Universidad Javeriana

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Contenido

1. Resumen y Abstract ... 3

2. Introducción y Planteamiento del Problema ... 4

3. Fundamentación Bibliográfica ... 5

a. Vejez, improductividad y exclusión. ... 5

b. Imaginarios y estereotipos sociales alrededor de la vejez. Del terreno de lo económico a lo simbólico. ... 17

c. Diferentes formas de organización de la familia desde una perspectiva psicoanalítica .. 19

d. Resignificación de la vejez a partir de la emergencia de nuevas estructuras familiares . 23 e. La vejez actualmente en Colombia ... 25

4. Objetivos ... 27

5. Método ... 28

Procedimiento ... 31

Categorías de análisis ... 32

6. Qué encontramos. ... 32

7. Discusión ... 50

8. Bibliografía ... 54

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1. Resumen y Abstract Resumen:

El presente Trabajo de Grado realiza un análisis secundario a entrevistas semi-estructuradas realizadas a personas viejas en Bogotá en el marco del Estudio sobre Salud Bienestar y Envejecimiento SABE, para acercarse a una comprensión sobre la vida de éstas personas a partir las categorías descriptivas planteadas; Estructura y dinámica familiar, Relación Abuelo/Abuela-Nieto/Nieta, Concepción de la vejez, Significado y sentido de vida, Participación y Apoyos, Condiciones materiales de vida (factores socio-económicos), y Representaciones sobre la salud. Para esto, se realiza primero una descripción de los hallazgos generales y elementos más relevantes de las entrevistas a la luz de las categorías descriptivas, y después se realiza un análisis interpretativo, recreando a manera de testimonios las narraciones de las personas viejas. Se encuentra, en términos generales, que las relaciones familiares, especialmente con los nietos, y la religión, son los aspectos más importantes y significativos en las vidas de las personas viejas, como también que la historia personal y trayectoria de vida forja una manera de ser particular, el carácter.

PALABRAS CLAVE: Vejez, Estudio SABE, Salud, Envejecimiento

Abstract:

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family relationships, particularly with grandchildren, and religion are the most important and significant aspects in the life of the elderly, as well as the fact that personal history and life paths taken forge a particular way of being: our character.

KEYWORDS: Old age, SABE study, Health, Ageing

2. Introducción y Planteamiento del Problema

El envejecimiento supone un proceso propio de todos los seres vivos, y “es una verdad empírica y universal que a partir de cierto número de años el organismo humano sufre una involución” (De Beauvoir, 1980), pero pareciera ser que sólo los seres humanos le atribuyen un significado específico, el cual depende del sujeto y su interrelación con su contexto cultural e histórico. Así, desde un punto de vista biológico, la vejez supone un deterioro progresivo estructural y funcional del organismo, deterioro que a nivel social se traduce generalmente en los estereotipos y prejuicios negativos alrededor de la vejez, que tienden a entender a la adultez mayor como un enfermedad, es decir solamente desde la pérdida y no la posibilidad.

Aunque la historia dominante en cuanto al tema de la vejez ha sido comúnmente descrita y puesta en escena críticamente, el arraigo de estos estereotipos es muy fuerte en términos culturales. Esto puede deberse al hecho de que las ideas sobre el viejo hayan sido repetidas más nunca realmente pensadas. Así asumidas y repetidas por generaciones, estas creencias han llevado a la inmovilidad de las mismas y a la dificultad para elaborar verdaderamente esta condición. El carácter estático y aparentemente inamovible del concepto de la vejez, con todo lo que éste trae consigo, implica también la falta de movimiento que existe al tratar con ella y hace que se mantenga en el plano de las descripciones estereotipadas.

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2050. Para este entonces, por primera vez en la historia, será la población anciana mayor a la de niños (entre los 0 y los 14 años). Hoy en día alrededor del 7% de la población del mundo tiene más de 64 años.

En el censo del año 2000 en Estados Unidos, se reportó que en Puerto Rico las personas mayores de 65 años constituyen el 11,2% de la población total (425,137 personas), y 92,673 de estas personas siguen siendo jefes de familia. Al mismo tiempo se calculó que el 25.4% de las familias en Puerto Rico tienen personas mayores de 65 años de edad como parte de su familia (Sierra, s.f.). Son precisamente estos cambios progresivos en la forma de constituir la familia, y de la condición social del viejo, los que repercuten en la inclusión o exclusión de los abuelos y abuelas en las dinámicas familiares y en la sociedad, puesto que, por ejemplo, son cada vez más los abuelos y abuelas que deben asumir las responsabilidad de sus nietas y nietos (Simson en Sierra, s.f.).

Es claro que no sólo han cambiado las condiciones de los abuelos y abuelas en las estructuras familiares, económicas y sociales, sino que lo siguen haciendo con el pasar del tiempo y estas cifras van en aumento. Dada esta alza, es necesario comprender las diferentes alternativas al concepto de la vejez que, no sólo sean coherente con las nuevas circunstancias que se le presentan al viejo, sino que le permita a la sociedad y al viejo mismo entender su condición desde la oportunidad y no desde la pérdida.

Para esto, se propone la presente investigación como una forma de comprender tanto las condiciones de vida de los viejos en Bogotá, como la significación y representación que ellos mismos le dan a su condición. Así, resulta necesario partir de los mismos viejos para entender el concepto de envejecimiento y vejez, puesto que es su propia experiencia la que debe moldear los constructos sociales en torno a ella.

3. Fundamentación Bibliográfica

a. Vejez, improductividad y exclusión.

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y el costo” (p. 16) por lo que empieza a considerarse la palabra viejo casi como un tabú, ahora refiriéndonos a términos como personas mayores, seniors o ancianos (Pellissier, 2013).

Hablando particularmente de la situación de Francia, Pellissier afirma que hoy en día, a diferencia de épocas pasadas en las que había muchos más desequilibrios, por ejemplo, entre jóvenes y viejos, se vive con un estado de salud mejor y se vive por más tiempo, en general. Por esta razón tiende a retrasarse la aparición de la vejez: durante varios siglos fueron las edades entre los 60 y los 65 años las que eran consideradas una entrada a la vejez; hoy en día es necesario tener entre 75 y 80 años para asemejarse a los sexagenarios de la época, en términos de salud, esperanza de vida, tipos de actividades, etc. (Pellissier, 2013, p. 16). Si bien por ejemplo en el siglo XIX efectivamente había muchas más personas jóvenes, esto también se le atribuye al hecho de que las personas morían más tempranamente por enfermedades que no tenían ni tratamiento ni cura en esa época, como la diabetes, el cáncer, y una serie de enfermedades neurológicas que hoy en día hacen parte del diario vivir de muchas personas que siguen aún con vida. “No todos los viejos son enfermos, pero, como uno se enferma cada vez más tarde, suele asociarse vejez con enfermedad” (p. 17). En Francia en el siglo XVIII, donde 1 de cada 2 niños moría antes de los 5 años, los viejos eran considerados excepcionales por haber sobrevivido tanto tiempo.

Hoy en día, contrario a dichas épocas pasadas, suelen morir más las personas siendo viejas, cosa que aumenta la fusión de los conceptos de vejez y de muerte. Reconociendo la tendencia que hay en la cultura occidental a “ocultar” la muerte, son los viejos quienes le recuerdan al resto de la sociedad de que la muerte existe y está presente.

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estereotipos, al igual que cuando se habla de manera tan generalizada de grupos como “los extranjeros”, “las mujeres”, etc., sin la posibilidad de admitir la diversidad dentro del grupo (Pellissier, 2013).

Entonces empieza a verse desdibujada esta categoría de vejez y empiezan a ser más relevantes otros elementos que tienen que ver, por ejemplo, con los factores socio-económicos. Un elemento llamativo es el de las cosas que comparten los jóvenes con los viejos, por ejemplo, en el ámbito laboral: ambos tienen las mismas oportunidades de conseguir trabajo, aunque por razones distintas, los primeros por la falta de experiencia y los segundos por su obsolencia. En este sentido, en el ámbito económico macro, los jóvenes y los viejos tienen en común la precariedad.

Pellissier (2013), citando a Hannah Arendt, dice “si nos obstinamos a concebir nuestro mundo en términos utilitarios, masas de personas se verán constantemente reducidas a convertirse en superfluas” (p. 18).

Es claro, sin embargo, que la vejez no le llega a todas las personas al mismo tiempo y no todas las personas se vuelven viejos simultáneamente, también depende de las categorías que Pellissier llama “socio-profesionales”, refiriéndose a su ocupación. Existe, claramente, una revolución demográfica en el sentido en el que hay ahora más personas de edades superiores a los 60, pero eso no significa, necesariamente, que haya ahora más viejos ni que la vejez dure más tiempo que antes (Pellisier, 2013)

Para poder caracterizar la vejez, resulta pertinente abordar en primer lugar un trabajo realizado en el contexto colombiano sobre adultos mayores, recogidos en textos como “Los Viejos” de Cecilia Muñoz (1984). En éste libro, se plasman testimonios de viejos de Bogotá en diferentes contextos socio-económicos, como la indigencia, el trabajo, la jubilación, y los adultos mayores asilados. Muñoz (1984) resalta que el trabajo en la vejez es un privilegio de pocos en el contexto del país, y sobre todo de Bogotá, en donde la población creció a partir de la migración de familias rurales a la ciudad, y en donde la mayoría de trabajos eran informales y no suponían ninguna seguridad social a largo plazo para los individuos, todo bajo el contexto de altos índices de pobreza y miseria del país.

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improductividad social. No existe un lugar en la sociedad para la mayoría de adultos mayores, pues por “incapacidades físicas o psicológicas” no pueden seguir trabajando, y esto supone, según la misma lógica del sistema, que “Los viejos, que no constituyen ninguna fuerza económica, no tienen los medios de hacer valer sus derechos” (De Beauvoir, 1980, p.9). Los protegidos son únicamente los trabajadores formales que han aportado durante toda su vida productiva al sistema de pensiones, y así garantizan alguna entrada económica para sus años de no producción, pero estos protegidos son la gran minoría del total de adultos mayores en Bogotá (Muñoz, 1984).

El panorama para quienes no están bajo el amparo de este sistema de pensiones, no resulta nada favorable. La población de adultos mayores no protegidos no son solo improductivos, sino excluidos de todo el sistema de derechos y deberes que la sociedad contemporánea supone, lo cual se refleja en falta de garantías del Estado para esta población (Muñoz, 1984). Lo realmente impactante es que el mismo sistema justifica el olvido de la población de adultos mayores a partir de esta improductividad, y “Es posible, pues, negarles sin escrúpulo ese mínimo que se considera necesario para llevar una vida humana” (De Beauvoir, 1980, p.10). Toda esta idea social del adulto mayor como improductivo y excluido, proveniente en principio del ámbito económico, se traduce en los estereotipos negativos sociales que más adelante serán abordados.

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mayoría de la población de adultos mayores, a través de la idea de haber superado su edad productiva social (Muñoz, 1984).

Como ya se venía señalando, uno de los primeros hitos que marcó al asilamiento de la vejez en Colombia particularmente, fue el hecho de que las familias se vieron en la obligación de trasladarse a las poblaciones urbanas habiendo estado históricamente ligadas únicamente al sector rural (Muñoz, 1984). A partir de esta “industrialización”, las personas que constituían la familia y se encontraban dentro de una edad productiva, se trasladaron a las ciudades, dejando atrás a sus viejos en el campo (Muñoz, 1984).

Quienes llegaron a las ciudades se vieron obligados a entrar al mundo laboral a la fuerza. Quienes no tenían ningún tipo de cualificación válida para los estándares de la ciudad, debieron involucrarse en el mundo laboral de manera informal: en el caso de los hombres a través de los trabajos manuales y en el de las mujeres en las labores domésticas. Las repercusiones en la vejez de la entrada al trabajo informal radican en la falta de oportunidades a través del sistema de Seguridad Social colombiano.

La negligencia hacia los viejos no proviene únicamente de las entidades estatales; en esta condición, la indolencia se teme y se vive en la vida cotidiana. El riesgo de abandono es más alto para quienes no tienen una pareja y este riesgo aumenta más aún cuando el estrato socioeconómico es bajo. Lo que sí resulta ser una generalidad es que la vejez representa un periodo de “disminución”, como lo dice Muñoz (1984), en varios sentidos: las capacidades físicas se reducen, los sentidos empiezan a fallar, caminar empieza a ser más difícil y hay más vulnerabilidad a diferentes tipos de accidentes. Esto hace que sus prospectos de futuro empiecen a reducirse notablemente.

Dado este “declive” que no sólo acompaña sino que caracteriza la vejez, los ancianos empiezan a quedarse solos: “es como si en la vejez se diera el proceso inverso al de la primera infancia” (Muñoz, 1984, p. 20). Producto de este rechazo a los ancianos, estos no tienen otra opción que amoldar el sentido que le dan a su vida a su condición particular, tornándose entonces a una “espera de la muerte”.

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Como se había mencionado anteriormente, el factor económico es determinante para la manera en la que es percibido el anciano, tanto desde su propia óptica como la de los demás. Es dentro de esta lógica, aparentemente regida únicamente por un sentido capitalista, que resultan ser los viejos jubilados los que más beneficios tienen. El elemento que primero llama la atención de esta mínima población es cómo los relatos de los pertenecientes a ésta incluyen, a diferencia del resto, una reflexión acerca de la vejez que no se centra en los “achaques” –como ellos mismos los llaman-, que ésta trae. Empieza a ser claro un elemento que marcará la diferencia con la mayoría de los otros viejos: la falta de necesidades inmediatas lleva a que las personas tengan la capacidad de pensar sobre cosas que sobrepasen la urgencia.

También dependiendo de cómo se haya realizado la transición del mundo del trabajo al de la jubilación, y las condiciones en que ésta se haya dado, es que se puede identificar cómo suelen reaccionar las personas a este cambio tan importante. Unos optan por hacer cosas que nunca hicieron, como don Julio (Muñoz, 1984) que decidió invertir su tiempo con la literatura; otros optan por seguir trabajando para no quedarse “quietos”; otros, sin embargo, se quedan haciendo nada viendo los días pasar.

Quienes trabajan no necesariamente lo hacen por el ingreso extra sino también, y en algunos casos principalmente, por no quedarse desocupados (Muñoz, 1984). En este caso, estas personas pueden incluso a llegar a tener cierta capacidad de ahorro y, como se dijo anteriormente, después de cierta edad el conseguir empleo o algún tipo de ocupación resulta ser muy difícil. Estas nociones de ahorro y de planeación fueron las que se construyeron a lo largo de su formación laboral y es lo que les permite tener acceso a lugares de vivienda estables, ingresos permanentes -sin entrar a discutir si son suficientes o no- y en general ciertas condiciones que hacen que este grupo tenga privilegios que los otros grupos no tienen, que a la vez abren ventanas de posibilidades distintas a las de los que tienen recursos mucho más limitados.

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1984). Esto, evidentemente, se relaciona con el hecho de que pueden darse la oportunidad de efectivamente verla como un lujo.

Esto no sucede en todos los sectores de esta población. Uno de los ejemplos más extremos a los que Muñoz (1984) hace referencia, es al de los viejos indigentes. Su situación es bastante particular y se hace crítica al ser uno de los sectores más vulnerables de la población, y a la vez uno de los menos atendidos y más olvidados por el Estado.

Si bien es difícil encontrar un hilo conductor en los discursos de estos viejos, mostrados por Muñoz (1984), hay elementos que resultan ser recurrentes no sólo dentro del discurso de cada uno sino también se encuentran en común entre sujetos, que hacen posible pensar en características similares no sólo concretas del espacio y de las condiciones sino un poco más subjetivas y de la psique de estas personas. La soledad, por ejemplo, no sólo se convierte en un elemento implícito y obvio sino que los personajes de estos relatos se encargan de resaltarlo. Don Jorge, en su relato, hace mención a esto en repetidas ocasiones, por ejemplo: “Yo vivo en esta enramada hace como unos 8 meses; y así solo” (Muñoz, 1984, p. 27).

Es por esto que muy hábilmente la autora del texto opta por empezar su reflexión alrededor de los espacios de congregación de esta población: el dormitorio compartido, una escuela, y principalmente la parroquia. Esto da cuenta, en primer lugar, que si bien lo que prima en la vida de estas personas es la soledad, viven en función de estos sitios que apuntan a la creación de “comunidad”, de alguna u otra forma.

En lo referente a estos viejos, resulta evidente que se parte de la escasez. La autora hace énfasis en cómo incluso por 5 pesos están dispuestos a horas de espera. Todo, por mínimo que sea, resulta ser un plus en las vidas de estas personas. Desayunar un tinto, tener “un pedazo de cobija”, la “sopita”, entre otras cosas, todo es considerado por ellos mismos una bendición (Muñoz, 1984). Es así como empieza a dársele relevancia al espacio de la calle: es allí donde la vida del anciano indigente tiene lugar, ya sea para la vivienda, para el lugar del “rebusque”, la mendicidad, donde están los amigos, etc. Cualquier extra a esta condición que tiene de base la precariedad, resulta ser una mejora.

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cumplan las normas impuestas, todas alrededor de simples actividades, principalmente de rezar y de comer. Don Luis da testimonio de una rutina cristalizada, inmutable; “todos los días yo me levanto a las cinco y media, me baño, me visto, tiendo mi cama y salgo faltando veinte para las seis a la iglesia a rezar” (p.102). Así comienzan todos los días, y continúan con un desayuno, que difícilmente se puede considerar como tal, pues “aquí a uno lo alimentan con limosna y a uno le toca comer lo que hay” (p.103). Don Luis trabaja por las mañanas y tardes haciendo artesanías, por las cuales no gana dinero, solo gana pasar el tiempo. A su vez, por su larga experiencia en artesanías, a Don Luis le han ofrecido varias personas que se salga del ancianato para que trabaje con ellos, pero nunca lo ha hecho pues sabe que por lo menos allí está “asegurado” (p.104), tiene techo, comida y rutina. El viejo continúa con una reflexión sobre lo que la vida es: “después de que uno tuvo todo, llegó el momento en que se acabó con todo ... Pero siempre hay un recuerdo, eso es la vida” (p. 104). Y es que, como Muñoz (1984) nos resalta, “muchos ancianos en la institución, esperan la muerte” (p.104), y ven toda su historia de vida como un recuerdo lejano, que a veces aparece como si no fuera propio.

Como cuenta Muñoz (1984), los ancianatos son lugares con características muy particulares. Vale la pena aclarar que los anciantos se diferencian de los llamados hogares, en la medida en que éstos últimos requieren de mayores recursos económicos, y por ende brindan una especial atención y cuidado, mientras los ancianatos suelen referirse a instituciones caritativas manejadas por fundaciones, muchas de ellas católicas. En primer lugar, se resalta la primera impresión que dan estos lugares, “corredores largos llenos de ancianos inactivos, ciegos, sordos, inválidos. Personas empequeñecidas por la edad, habitantes de un mundo desconocido envueltos en pañolones, encorvados, caminantes despaciosos, caras inexpresivas” (p. 113). Así, el mismo sitio irradiaba muerte, quietud, no-vida, y “era una realidad que no manejábamos y nos mostraba un futuro indeseable” (p. 113). Aunque los ancianatos en Bogotá varían drásticamente en cuanto a su infraestructura, su equipamiento y recursos, y su administración, todos tienen un factor común: carecen de una supervisión estatal: “…el Estado no tiene más que un ancianato pequeño y no presta asesoría técnica, ni realiza programas de capacitación de personal, ni ejerce ninguna supervisión sobre los ancianatos. Tampoco da ningún tipo de apoyo económico” (p.124)

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una situación difícil, muy rara vez como algo que se desea” (Muñoz, 1984, p.126). Ya sea que el viejo llegue por su cuenta o traído por su familia, la soledad es un factor determinante para entrar a un ancianato, pues a medida que pasa el tiempo hay menos personas para que cuiden de ellos, teniendo en cuenta que la familia, en términos generales, no se hacen cargo de ellos. Vale la pena aclarar que esta generalización de la estructura familiar, a la cual ya nos habíamos referido, hace cuenta principalmente de la familia urbana, pues los valores y normas que rigen las dinámicas familiares rurales difieren drásticamente. Así, Muñoz afirma que “la estructura familiar urbana, sometida a un proceso de descomposición, es prácticamente incapaz de mantenerse, cumplir la función de protector con un productor ineficiente” (p. 128)

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Es alrededor de estas ideas que se tienen sobre el ancianato que muchos prefieren ni siquiera considerarlo. Por ejemplo, los ancianos indigentes de los que se había hecho mención anteriormente. Ellos viven en la calle y ocupan sus días con actividades como recoger chatarra y basura, pedir limosna, etc. Quienes no logran arrendar un espacio para dormir o conseguir dormir gratis en una institución, deambulan en las calles y viven en ellas. Algunas de estas personas vienen de familias de bajos recursos que ya no pueden hacerse cargo de ellos, en otros casos simplemente son personas que nunca tuvieron familia o perdieron contacto con ella. En caso de que reciban alguna ayuda de algún familiar o institución, se valen de ésta, junto a la limosna, para sobrevivir.

Para ellos no es una opción el entrar a un ancianato ya que creen perder su “libertad” en tanto se están acomodando al horario impuesto por alguien más y no creando uno propio. Esto, en el mismo sentido, impactaría sus actividades diarias, siguiendo una obligación más no una voluntad (Muñoz, 1984).

Aun así la autora también afirma que el riesgo de la institucionalización es cada vez más alto a medida que se más avanza la edad, perjudicando más a la mujer que al hombre en tanto, estadísticamente, se sabe que el hombre trabaja más tiempo y muere más joven. Estos datos son impactantes porque las condiciones que tienen los ancianatos en Bogotá suelen ser muy precarias y las necesidades que se tengan deben adaptarse al presupuesto que se tenga que, de por sí, es bastante inestable ya que la fuente de ingresos son donaciones y limosnas que no garantizan estabilidad económica para la institución. Esto influye en la cantidad de personal y a su vez en la capacitación que éste recibe. Es también la escasez de recursos lo que determina las actividades y los cuidados que reciben los ancianos, independiente de su condición particular. Más de mil ancianos en Bogotá (Muñoz, 1984) viven en estas condiciones y, según ellos mismos reportan, en total desprotección del Estado.

Es así, entonces, como empieza a crearse una idea de que es el trabajo lo único que les permite subsistir, pero más allá de eso, es el arma con la que pueden rebatir este sentido de inutilidad o improductividad: El sentido de utilidad que se auto-atribuyen radica en conseguir los medios para subsistir mas no en la real importancia del trabajo que hacen en la sociedad (Muñoz, 1984).

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tengo ni 5, no puedo ahorrar nada” mientras que don Carlos dice “eso pasa uno sin almuerzo o me como un pan con gaseosa”. No existe la noción de la planeación y no existe, tampoco, posibilidad de ver más allá de cómo no morir. Además de esto, como se dijo anteriormente, es en función del trabajo que se construye el discurso, y la autora lo precisa muy adecuadamente: “Se trabaja para poder comer y se come para poder trabajar” (Muñoz, 1984, p. 69)

Aparece, a partir de esto, un elemento que llama la atención. Precisamente el sentido de vida se lo otorga el trabajo, el trabajo mismo adquiere una condición especial porque no es solo un “aspecto de su vida”, nada más y nada menos el más importante. En los casos expuestos por Muñoz (1984) de Don Hernando y Don Marcos, al referirse a las plantas que es a lo que se dedican, utilizan términos que parecieran estar dirigidos a seres animados. Don Hernando por ejemplo afirma “No les echo abono, nada de ninguna clase, únicamente mi preocupación de desyerbarlas, acariciarlas, en fin, me producen” y Don Marcos habla de “componer” a las plantas como en términos de “aliviarlas”.

La autora de este texto concluye rápidamente que los viejos que trabajan se desempeñan principalmente en el sector de servicios también considerando que su edad productiva ya pasó. La forma en la que los ancianos se vinculan al mundo del trabajo resulta ser muy variada y oscila entre la independencia y la dependencia. Muñoz (1984) afirma que entre los 60 y los 70 años todavía es factible encontrar posibilidades de contratación, aunque estas posibilidades se restringen cada vez más hacia los jóvenes y adultos por condiciones socioeconómicas particulares de la sociedad contemporánea, ya dilucidadas anteriormente.

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empleadas domésticas, o de las modistas, profesiones tan comunes en los estratos bajos de la ciudad. En otras situaciones, la madre nunca trabajó, y se dedicó al hogar, al cuidado de éste como su trabajo de vida, lo cual normalmente “lo considera como la obligación que tiene que cumplir sin cuestionarse siquiera una necesidad de remuneración” (Muñoz, 1984, p. 160). En éstos casos, en el momento en que se desestructura la familia por ejemplo al quedar viudas, estas mujeres ancianas no tienen más salida que acudir a un ancianato para su cuidado. Y es que, como muestra la autora, el problema base está en el hecho de que “el Estado no tiene ningún esquema que contemple la cobertura básica de la población de edad que se encuentra en estas condiciones” (Muñoz, 1984, p.161).

A este hecho se suma también la falta de conocimiento que muchas veces el trabajador posee sobre sus derechos como ciudadano y las obligaciones del empleador. Como resume Muñoz (1984):

“El anciano se queda solo a medida que la edad avanza. El Estado no lo protege, si no ha sido parte de la fuerza de trabajo institucional; la familia

tiende a desaparecer y las difíciles condiciones de vida no le permiten ninguna

capacidad de ahorro ni de renta; si esta existe, la inflación la reduce a nada en

corto tiempo. El anciano pasa a ser un desposeído similar al niño, con la desventaja de haber perdido inclusive sus fuerzas” (p. 165).

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población de adultos mayores, y a la misma vez la creciente exclusión de ésta población como sujetos de derechos valorados por su sabiduría y su afecto (De Beauvoir, 1980).

b. Imaginarios y estereotipos sociales alrededor de la vejez. Del terreno de

lo económico a lo simbólico.

Para hablar de imaginarios y estereotipos sociales, se debe partir de la relación de éstos con lo que se entiende por subjetividad. Lo primero que se debe resaltar es la relación individuo-sociedad, para lo cual es pertinente partir de los postulados de Freud, quien dice que “desde el comienzo mismo, la psicología individual es simultáneamente psicología social. La relación del individuo con sus padres, hermanos, con su objeto de amor, vale decir, todos los vínculos tienen derecho a reclamar que se los considere fenómenos sociales” (Freud, 1921). A partir de este entendimiento de la relación sujeto-otro, sujeto-sociedad, se afirma entonces que la subjetividad solo puede ser entendida desde un contexto histórico-cultural particular, pues entre subjetividad y sociedad (cultura) existe una relación de “mutua implicancia, una mutua producción (…) lo psíquico y lo social (…) son radicalmente irreductibles lo uno a lo otro y al mismo tiempo, absolutamente indisolubles, lo uno es imposible sin lo otro. El hombre sólo existe en y por la sociedad, sociedad que además es siempre histórica” (Ruiz, Scipioni y Lentini, s.f., p.2). Bajo esta lógica, los significados sociales son lo que mantienen a una comunidad específica unida y bajo un mismo marco de entendimiento del mundo. Estos significados son un consenso de subjetividades, que orientan y dirigen la vida en sociedad.

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de la vida. Así, la concepción que tienen unos sujetos de una comunidad determinada sobre la vejez varía enormemente por referentes culturales propios de esa comunidad.

Es importante resaltar como varias investigaciones, como la realizada por Ruiz, Scipionio y Lentini (s.f) titulada “Vejez e Imaginarios Sociales”, han abordado el tema del envejecimiento desde la perspectiva socio construccionista, siempre recalcando que los resultados de éstas no puedan ser universalmente aceptados, pero sí se pueden utilizar como punto de referencia para abordar el tema desde Colombia, dadas las similitudes culturales y sociales que los países latinoamericanos comparten. A su vez, como ya se había mencionado, el hecho de que las investigaciones sobre este tema sean pocas en el país, muestra a su vez el prejuicio latente y el abandono del tema en el conjunto de la sociedad, y sustenta la pertinencia de generar conocimiento sobre la vejez.

En cuanto a los imaginarios sociales sobre el tema específico de la vejez, Ruiz, Scipionio y Lentini (s.f) afirman que éstos se han venido transformando históricamente a partir de coyunturas culturales, políticas, económicas y sociales, y resaltan el comienzo del siglo XX, el auge de la industrialización y la sociedad de consumo y producción, y sobre todo en donde “comienza a instalarse el desencanto de la humanidad” (Ruiz, Scipionio y Lentini, s.f, p.3). Como se ha venido abordando, el norte de las sociedades contemporáneas es el progreso a través de la ciencia y la tecnología para la productividad económica. Bajo ésta idea sobre el desarrollo de las sociedades, es que se instaura el imaginario social del viejo como residuo de la sociedad, imaginario que se sostiene en la idea de que a medida que el sujeto va envejeciendo, pierde sus capacidades de ser productivo en una sociedad, lo cual equivale, en muchas ocasiones, a la inutilidad completa para la sociedad.

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afecto; “lo que en el pasado era signo de la valorizada experiencia, a menudo es ahora considerado como desactualización” (Ruiz, Scipionio y Lentini, s.f, p.3).

En términos generales, los imaginarios sociales encontrados a través del instrumento aplicado por Ruiz, Scipionio y Lentini (s.f),-que es predominantemente cuantitativo-, se refieren todos a un mismo eje conceptual: la pérdida. El envejecimiento se toma desde la pérdida del trabajo, de la belleza, de la capacidad física y mental, de la familia, de los amigos, etc. A su vez, la pérdida de todas estas características de la vida plena del sujeto se asocia directamente con la muerte, temor principal de los sujetos al entrar a la vejez, y principal imaginario social asociado al envejecimiento propio de los seres humanos. Otras investigaciones, como la titulada “representaciones sociales de los roles de género en la vejez: una comparación transcultural”, realizada por Duque (2002), también muestran resultados de representaciones sociales de la vejez completamente cargadas de elementos negativos, como la soledad, la inutilidad, el abandono y la muerte. A su vez, todas estos imaginarios se traducen en la acción concreta de las sociedades, principalmente en la exclusión y discriminación de la que los adultos mayores son víctimas, como se expuso en el apartado anterior.

Sin embargo, Duque (2002) también encuentra una particularidad en los imaginarios sociales de la vejez, en cuanto a las mujeres adultas mayores, especialmente las que ya son abuelas, a las cuales se les atribuyen imaginarios sociales que tienden hacia elementos más positivos. En términos generales, la investigadora encontró que a las abuelas se les suele percibir como ejes de cohesión afectiva en la familia y en el hogar, y también como apoyo y cuidadoras de otros. Así, surge entonces el imaginario social que connota a la adulta mayor como una guía, a partir de su sabiduría y experiencia adquirida, de las relaciones y dinámicas familiares. Valdría la pena explorar el sesgo de género que presenta estos resultados, pero se resalta la emergencia de aspectos positivos asociados a la vejez.

c. Diferentes formas de organización de la familia desde una perspectiva

psicoanalítica

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(Sierra, s.f.). Sierra (s.f.), haciendo mención a Roque, dice: “los padres como subsistema rector elaboran paulatinamente su representación del modelo social de familia” (p. 5).

Lo que resulta problemático es cuando se evidencia que hay un gran porcentaje de grupos familiares en los que esta estructura no está tan claramente definida: los integrantes no son exactamente los estipulados y sus roles, a la vez, no funcionan como tradicionalmente se ha creído. ¿De dónde viene esta concepción, entonces? Friedrich Engels (citado por Sierra, s.f.) busca hacer un recorrido histórico en donde se le da explicación al concepto de familia patriarcal que se conoce hoy en día. El autor narra cómo los romanos, motivados por la fuerte intención de crear un nuevo organismo social, designaron que fuera el “jefe” de éste quien tuviera bajo su poder a la mujer, a los hijos y a algunos esclavos junto con el derecho a la vida y a la muerte de todos ellos.

Todavía haciendo referencia a Engels, Sierra (s.f) afirma que el concepto familia proviene de “Famulus” que quiere decir directamente esclavo doméstico. Este grupo es, por lo tanto, el que pertenece a un mismo hombre. Ligado a este concepto está el de la monogamia, que surge por la necesidad de que la riqueza de un hombre fuera concentrada en las mismas manos, o a la misma sangre, evitando que se fueran a manos de cualquier otro. Además de esto, según Marx y Engels (citado por Sierra, s.f.), “La vinculación de las condiciones económicas con la monogamia y lo que conocemos como familia, fue entonces exagerada por la religión” (p. 5)

Por lo anterior es posible deducir que fueron, en principio, los intereses socioeconómicos los que llevaron a que el concepto de lo que hoy conocemos como

familia tradicional se consolidara. La visión dogmática religiosa, respaldada por los

asuntos e intereses estatales, empezó a acoger los principios formados alrededor de esta institución. Esta “política social romana”, que tenía en su base múltiples intereses económicos, se ha ido asentando y enraizando en las diferentes culturas y sociedades a lo largo del tiempo (Sierra, s.f.).

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concepciones para la explicación de la organización familiar propia de todos los seres humanos.

Antes de abordar los tipos de organización familiar propuestos por Harris y Meltzer (1990), es necesario aclarar que los autores parten de una concepción del psicoanálisis como “metapsicología hexa-dimensional” (p.1), considerando así que la totalidad de la “vida mental” (ibid.) debe ser considerada desde seis dimensiones: la estructural, la dinámica, la económica, la genética, la geográfica y la epistemológica. Nótese que a las cuatro primeras dimensiones propuestas desde los inicios del psicoanálisis por Freud, Harris y Meltzer adicionan la dimensión geográfica y la epistemológica, ésta última siendo de especial interés para el entendimiento de las formas sociales de organización, como la estructura y dinámica de la familia. En esta dimensión, delinea categorías de aprendizaje y su estado mental subyacente, todo bajo la lógica del desarrollo psíquico de la personalidad (Harris y Meltzer, 1990). Se destaca la categoría de aprendizaje llamada “Aprender de la experiencia” (Harris y Meltzer, 1990, p. 5), la cual “requiere un cambio de valores en armonía con el paso de la posición esquizo-paranoide a la depresiva” (p. 6), por lo cual es la única forma de aprendizaje, según los autores, con capacidad de estructurar la personalidad del individuo. Es así que se entiende que ésta forma de aprendizaje depende de “la asistencia y guía de objetos benévolos (ya sean internos o externos) con los cuales puede compartir la carga de angustia que acompaña al impacto de una idea nueva” (Harris y Meltzer, 1990, p. 6). Ésta posición de objetos benévolos debe ser asumida, principalmente, por los familiares del individuo.

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en que el dolor genera o impide el desarrollo psíquico del sujeto, su familia y su comunidad, lo cual depende de las formas predominantes de organización familiar, ya que el sujeto por sí solo no puede cumplir esta función, y mucho menos en los determinantes años tempranos de vida del individuo.

Es bajo este marco de entendimiento del dolor psíquico, y su relación con el desarrollo y el aprendizaje, que Harris y Meltzer (1990) comprenden y explican diferentes formas de organización familiar como sistemas, dependientes de la estructura y dinámica particular adoptada por una familia, y definidos a partir de los roles (estructura nominal) y funciones (estructura real) de cada miembro en relación con los otros (Harris & Meltzer, 1990). Es importante aclarar que los autores no pretenden crear modelos ideales de funcionamiento y estructura de las familias, sino más bien generan un modelo dinámico que se debe entender “como la descripción de un estado momentáneo y como una tendencia general” (Harris & Metlzer, 1990, p. 36). La estructura nominal de una familia se refiere a los roles clásicos propios de esta estructura social, como los padres, el bebé, el niño en edad escolar, abuelos, adolescentes etc. Por otro lado, la estructura real se refiere a las funciones, y es de particular interés para entender la dinámica económica propia de una familia, al referirse a la capacidad de los miembros para “generar amor, promulgar odio, promover esperanza, sembrar desesperanza, contener el dolor depresivo, emanar angustia persecutoria, crear confusión, pensar” (Harris & Meltzer, 1990, p. 36). Estas funciones son responsabilidad de los miembros de la familia, ya sean asumidas por un individuo, o impuestas por otro, normalmente la autoridad y líder de la estructura, y “las funciones pueden estar en suspenso sin ser llevadas a cabo por nadie, formando así un foco de caos con la angustia catastrófica implícita” (ibid.). A su vez, se aclara que la organización familiar, como sistema, depende de factores culturales y tradicionales propios del contexto particular de la familia, por lo cual, por ejemplo, las familias matriarcales, abordada más adelante, son más comunes en países como Jamaica, donde culturalmente esta organización particular predomina (Harris & Meltzer, 1990).

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hace las veces de madre (en general una mujer, aunque no necesariamente), parece arrogarse todas las funciones introyectivas” (Harris & Meltzer, 1990, p.38), ya sea a partir de la incapacidad del sujeto con el rol nominal de padre para llevar a cabo estas funciones, y por la “fortaleza y vitalidad de la mujer” (ibid.).

En el caso contrario al anterior, en donde la figura paternal es dominante y asume las funciones introyectivas, se genera el tercer tipo de organización familiar, “la familia patriarcal” (Harris & Meltzer, 1990, p. 40). El paternalismo, aunque no necesariamente, puede tender a tener un carácter dominante agresivo, en donde prevalecen los regaños intimidatorios y punitivos como modo de aprendizaje, y comúnmente se remite a “restos de religiosidad para apuntalar la autoridad del padre” (Harris & Meltzer, 1990, p. 40). Otra forma de organización familiar es “la familia -pandilla” (Harris & Meltzer, 1990, p. 42), en donde la dinámica funcional depende de la “pseudo-madurez” (Harris & Meltzer, 1990, p. 42) de la persona dominante de la familia, en donde “tanto el matriarcado como el patriarcado tienden a caer fácilmente en el estado más narcisista de la formación de la pandilla” (Harris & Meltzer, 1990, p. 41). Por último, se explica la organización de “la familia invertida” (Harris & Meltzer, 1990, p. 44), la cual se caracteriza por la inversión de los valores en comparación con la comunidad circundante, tendiendo a formas aisladoras, en donde las figuras dominantes, maternales y/o patriarcales, “son psicóticas o están dominadas por perversión sexual o tendencias criminales” (Harris & Meltzer, 1990, p. 44).

d. Resignificación de la vejez a partir de la emergencia de nuevas

estructuras familiares

Entonces no es sólo que las dinámicas tradicionales hayan empezado a cambiar sino que dentro de cada una de estas diferentes dinámicas nuevas empiezan a encontrarse variaciones, aparentemente sutiles, que definitivamente marcan la diferencia para los miembros de la familia, incluyendo a los viejos.

Las perspectivas ecológica y psicosocial que utilizan Pinazo y Ferrero (2003) las llevan a mencionar los efectos positivos y negativos de ser abuelos cuidadores todos en un mismo nivel. A los efectos positivos de los cuidados en los abuelos cuidadores les llaman los factores de protección y mencionan los siguientes:

 Sentimientos de amor y ayuda hacia sus hijos y nietos

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 Revitalización por la relación con los nietos

 Disfrute de la presencia y de la relación con sus nietos

 Aumento de la autoestima por el sentimiento de utilidad y apoyo familiar

 Gusto por ver crecer a los nietos

 Encontrar sentido a sus vidas en el cuidado de sus nietos

 Encontrarse felices por la relación con sus nietos

 Percepción de ser importantes para sus familias e importantes socialmente.

Además de los efectos negativos que mencionan en el texto, que incluyen, entre otros, “Alteraciones y conflictos en las relaciones con los miembros de la familia y de amistad en general; Dolor por la pérdida, dificultad o incapacidad del propio hijo; Dificultades económicas; Dolor por su propia pérdida de libertad; Cansancio físico y psicológico” (Pinazo y Ferrero, 2003, p. 92), es claro que los aspectos positivos mencionados tienen de base varios aspectos negativos que rodean al concepto de vejez. La noción de improductividad e inutilidad que parece atribuírsele a la vejez, por ejemplo, es compensada por las actividades que realizan con sus nietos y por las responsabilidades que tienen con ellos.

También la diferencia de roles adquiridos se debe al género, normalmente cuando los hombres asumen el papel de cuidadores lo hacen sólo en caso de que no exista o no haya disponibilidad del miembro femenino de la familia (Pinazo y Ferrero, 2003). Sin embargo, la inclusión de los abuelos es inminente en muchos casos y entre hombres y mujeres se distribuirán las diferentes tareas de cuidado con diferentes condiciones de intensidad y de tiempo.

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El hecho de que los niños puedan vivir con un miembro de la familia, independiente de lo que haya pasado con sus papás, les permite vivir en un ambiente conocido, de confianza. Esto a la vez le genera al niño un sentido de familia, algún tipo de identidad familiar que a la vez apoya la formación de su identidad cultural; labor que está implícita en la toma de responsabilidad en este caso de los abuelos.

En términos de implicación y cuidado, es muy diferente ser abuelo o abuela “distante” a abuelo o abuela “cuidador”, pero ambas condiciones, y todos los matices en el medio de estas dos, están atravesadas por la condición de la vejez y por las implicaciones que esta condición tiene en términos sociales. Las nuevas condiciones, en este caso con respecto a la familia, con las que los viejos están teniendo que lidiar instan en darle oportunidades a alternativas a los estereotipos.

Sí existen una serie de características, evidenciadas por Pinazo y Ferrero (2003) en su texto, que diferencian a los abuelos cuidadores y los no-cuidadores y lo referente a los cuidadores afirma la existencia de elementos como: más estrés cotidiano; menos apoyo instrumental y emocional; más problemas de salud física y mental; mayor aislamiento social; mayor conflicto familiar; mayores dificultades económicas; y más problemas legales. Por otro lado al hablar de abuelos no cuidadores principales se tienen en cuenta elementos como: menos estrés cotidiano, más apoyo instrumental y emocional; menos problemas de salud física y mental; menos aislamiento social; menos conflictos familiares; menos dificultades económicas; y menos problemas legales. Evidentemente dentro de esta categoría de abuelos no cuidadores existen los abuelos distantes y los abuelos esporádicos o de diversión, como los llaman los autores. “Ser abuelo constituye un rol ambiguo y a menudo conflictivo, ya que carece de una definición precisa en nuestro contexto sociocultural y engloba una amplia diversidad de facetas” (p. 99).

e. La vejez actualmente en Colombia

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una “protección especial” que intenta garantizar las condiciones básicas de supervivencia, como alimento, hogar y salud, y también “ejecutar programas laborales específicos destinados a conceder a los ancianos la posibilidad de realizar una actividad productiva adecuada a sus capacidades … y estimular la formación de organizaciones sociales destinadas a mejorar la calidad de vida de los ancianos” (Convención Americana de Derechos Humanos, 1999).

Posteriormente, y específicamente dentro de la legislación colombiana, varias leyes fueron también creadas en miras hacia la protección diferencial de la población de adultos mayores, considerando en ésta las personas mayores de 62 años. La ley 1171 de 2007 del Congreso de la República, “por medio de la cual se establecen unos beneficios a las personas adultas mayores”, intenta crear una serie de beneficios que permitan a ésta población un mayor acceso a los derechos que tienen, y sobre todo, a una mayor calidad de vida. Así, los artículos trascienden los parámetros de obligación y garantía de los derechos fundamentales, velando también por la inclusión de los adultos mayores en espectáculos, la prioridad en el transporte público, la atención médica y las entidades públicas en general, y la inclusión dentro de la educación superior. Además, la normatividad distrital también ha incluido en sus planes públicos la necesidad de atender diferencialmente a esta población, como por ejemplo en el Plan de Desarrollo Distrital Bogotá Humana 2012-2016.

Colombia se encuentra en los países que más rápido envejecen con una condición particular: con altos niveles de pobreza e indigencia, indicando que entre el 40 y el 48 por ciento de personas mayores de 60 años actualmente viven en la pobreza. A esta cifra se le añade el hecho de que tres de cada cuatro personas mayores de 60 años, para el 2010, recibían una pensión que se igualaba o era inferior a dos salarios mínimos (siendo el salario mínimo de año 2010 515.000 pesos) (Márquez Herrera, 2013).

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de 1996 instituyó el último domingo de agosto como el día Nacional de la Tercera Edad y los pensionados, siendo también el 1º de octubre el día designado por las Naciones Unidas.

Esta reglamentación se contrasta un poco con lo que le sucede cotidianamente al viejo, enfrentándose a diferentes formas de maltrato: falta de respeto, desconocimiento de su participación, familiar, social, económica. La autora habla, entonces, de una relación entre vejez, pobreza y vulnerabilidad propia de la población vieja de Colombia. Es de reconocer, sin embargo, que el área rural y el área urbana tienen sus diferencias y se ha creado una nueva categoría denominada “desplazados mayores”. De acuerdo con la Cepal en el periodo de 2000-2050, en América Latina y el Caribe se duplicará la cantidad de personas con dependencia moderada pasando de 23 a 50 millones. Además, es importante resaltar que los países donde los sistemas de pensiones o de beneficios asistenciales tienen gran cobertura, las personas mayores son menos propensas a vivir en la pobreza en relación al resto de la población (Márquez Herrera, 2013)

En el Programa de Protección Social al Adulto Mayor (PPSAM) consiste en un subsidio económico que se entrega a la porción de la población de la tercera edad que cumpla con una serie de requisitos teniendo como base la integralidad, la solidaridad y la participación. El monto entregado oscila entre los 40.000 y los 75.000 pesos para cubrir Servicios Sociales Básicos que pueden ser alimentación, alojamiento, y medicamentos no incluidos en el POS (Plan Obligatorio de Salud) ni financiadas por otro tipo de fuentes. Con respecto al monto otorgado, la autora resalta que así fueran 100.000 pesos, seguirían manteniéndose por debajo de la línea de pobreza.

La autora no busca desconocer los esfuerzos y recursos que efectivamente se han invertido en la protección a las personas viejas, pero sí le resulta llamativo lo insostenible que resulta en el tiempo y cómo estos enfoques asistencialistas no dan respuestas verdaderamente efectivas, teniendo en cuenta que se han dejado desatendidos problemas referentes a la alimentación y la nutrición; a la salud; al abrigo; a la vivienda; al cuidado, entre otros (Márquez Herrera, 2013). Es por lo expuesto anteriormente que la intención de las palabras de la autora busca en principio reconocer cuáles han sido los esfuerzos del Estado, pero a la vez una creciente preocupación por que esos derechos que se buscan consolidar para las personas viejas, no se queden sólo en el papel.

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Objetivos Generales

 Acercarse a comprensiones sobre las condiciones y significados de vida de los viejos de Bogotá de diversos contextos socio-económicos, relacionales, y afectivos.

 Ahondar en el concepto de vejez partiendo de la voz de quienes la viven como principal herramienta para ello.

Objetivos Específicos

 Contrastar los desarrollos tradicionales del concepto de la vejez con las vivencias narradas por los viejos.

 Encontrar los elementos centrales que favorecen que el adulto mayor mantenga una relación vital, de desarrollo y bienestar, con su entorno familiar, social, económico y cultural.

 Establecer relaciones entre el sentido vital y el bienestar, con otras condiciones contextuales de vida de los viejos.

 Acercarse a una comprensión de las estructuras y dinámicas relaciones de los viejos con sus familias, y particularmente con sus nietos.

5. Método

En un principio, el presente proyecto de grado se planteó bajo el título “Abuelas y abuelos criando nietos: una alternativa a los imaginarios predominantes de la vejez”, en el cual se pretendía abordar específicamente la relación entre los abuelos y abuelas a cargo del cuidado y crianza de sus nietos y nietas, bajo el norte de la estrategia de intervención-investigación, y a través de encuentros grupales donde se esperaba surgieran elementos que permitieran dar luces comprensivas sobre la temática abordada.

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apartándonos de la propuesta inicial de intervención-investigación, y girando hacia el método cualitativo documental. Para esto, con la ayuda de las entrevistas cualitativas realizadas en el marco del Estudio SABE (más adelante explicado) a viejos y viejas mayores de 60 años, se comenzó a investigar sobre la condición de ellos en Bogotá, y a la vez, la representación y significado que ellos mismos le dan a su condición, bajo las categorías descriptivas anteriormente expuestas: las categorías fueron planteadas en base a las establecidas por es SABE las cuales fueron surgiendo a partir del análisis de algunas de las entrevistas exploradas.

El Estudio sobre Salud, Bienestar y Envejecimiento SABE

El Estudio sobre Salud, Bienestar y Envejecimiento – SABE corresponde a una iniciativa de la Organización Panamericana de la Salud y otros, en el inicio de este siglo, para realizar una investigación multicéntrica con el objetivo primario de “(…)

evaluar el estado de salud de las personas adultas mayores de algunas ciudades de la

Región, para proyectar las necesidades de salud que es probable que resulten del rápido crecimiento de la población adulta mayor.” (Albala, et al, 2005). También con la pretensión de fortalecer el trabajo interdisciplinario (demografía, geriatría, sociología, epidemiología), en torno al envejecimiento en el ámbito de la salud pública.

Con tal finalidad se eligieron 7 ciudades las cuales representaban las diferentes etapas del envejecimiento poblacional, así: Etapa avanzada: Buenos Aires, Bridgetown, La Habana en Cuba y Montevideo. Etapa intermedia: Santiago de Chile, México, D.F. y São Paulo. En éstas se entrevistó a personas mayores de 60 años en su residencia. (Albala, et al, 2005). Posteriormente, se ha llevado a cabo en otros lugares, por ejemplo en Ecuador en donde se amplió para cubrir las 5 provincias del país continental, de acuerdo con las Regiones Costa y Sierra, área urbana y rural, Quito y Guayaquil. En Colombia se planea, así mismo, la Encuesta SABE nacional para el año entrante.

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Objetivo general: Construir, con base en los resultados de la encuesta SABE,

conocimiento propio respecto a la situación de salud y bienestar de las personas mayores de 60 años del Distrito Capital, cuya sistematización permita así mismo la comparación con otras ciudades de América Latina y contribuya al diseño y desarrollo de políticas, programas y servicios que respondan a las necesidades y posibilidades del creciente envejecimiento poblacional.

Objetivos específicos: 1. Mediante una encuesta de representatividad, valorar las condiciones de salud y bienestar de los adultos mayores de Bogotá considerando: Su caracterización básica (sexo, edad, escolaridad, ubicación geográfica), los procesos de salud y enfermedad (percepción de salud y morbilidad referida, incluida discapacidad, acceso y uso de servicios de salud, antropometría, estado cognoscitivo y estado funcional), La familia y las redes de apoyo (familia y hogar de residencia, otras redes sociales de apoyo), experiencias de violencia (maltrato, violencia), condiciones materiales de vida (pobreza por NBI y por LP, estrato del barrio, SISBEN) y las trayectorias de vida principales (migración, conyugalidad, familia, trabajo, percepción de salud y enfermedad) en la medida en que influyen sobre el bienestar y la salud actuales. 2. Mediante relatos de vida, analizar el estado de bienestar y salud del adulto mayor bogotano a partir de las redes de relaciones, representaciones y contextos sociales en los cuales su trayectoria de vida se ha configurado.

Para ello, además de los aspectos tradicionalmente estudiados en la encuesta SABE, a saber, características demográficas y socioeconómicas del hogar y la vivienda, antecedentes laborales e ingresos, propiedad y activos, transferencias familiares e institucionales, autoevaluación de la salud y enfermedades crónicas, cognición y depresión, uso y acceso a los servicios de salud, medicamentos, evaluación nutricional, actividades de la vida diaria (AVD) e instrumentales de la vida diaria (AIVD), y antropometría, aplicada en capitales latinoamericanas, se consideraron para el caso específico de Bogotá algunas adecuaciones y ajustes basados tanto en la experiencia de los investigadores, como en un juicioso análisis de la bibliografía y en las indicaciones de expertos internacionales.

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entrevistas individuales, ampliado posteriormente el número, e incluyendo grupos focales con el apoyo de una agencia internacional. Así, se lograron 2000 encuestas, 48 entrevistas cualitativas y 4 grupos focales con personas viejas.

Procedimiento

Para la investigación del presente trabajo de grado, se tomó parte de los resultados del módulo cualitativo del Estudio SABE, específicamente 30 entrevistas cualitativas, realizadas a 15 hombres y 15 mujeres de más de 60 años, y a la luz de las categorías propuestas, se realizó un análisis secundario de éstas (Zúñiga, 2011), en tanto se utilizan los datos e información recolectada con una intención investigativa diferente a la original propuesta por el SABE. Así, nuestra metodología utilizó las entrevistas realizadas en el marco del Estudio, pero se apartó de éste en tanto se plantean categorías propias, lo cual supone un análisis e interpretación diferente al intencionado originalmente por el SABE. Es importante resaltar que las entrevistas se plantearon de una manera semi-estructurada, en tanto respondían a las categorías propuestas por la sección cuantitativa del Estudio anteriormente abordadas, y por ende las preguntas estaban dirigidas según el foco particular del SABE, lo cual no implicó que durante las narraciones surgieran elementos nuevos dignos de nuevos análisis y comprensiones.

En un primer momento procedimental, tras la adaptación del proyecto anterior a la pregunta de investigación, marco teórico, objetivos, categorías y metodologías nuevas ya abordadas, se realizó la revisión de las 30 entrevistas a la luz de las categorías propuestas, y abiertos a la posibilidad del surgimiento de elementos que permitieron nuevas categorizaciones. Así, la revisión apuntaba a encontrar características y elementos que respondieran a los objetivos ya explicados, bajo las categorías propuestas.

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Por último, y como parte del análisis de los hallazgos, se utilizó la herramienta metodológica cualitativa del testimonio para recrear interpretativamente las historias, vivencias y experiencias narradas durante las entrevistas cualitativas, intentando resumir los elementos principales y a la vez conservar características particulares de cada entrevistado, interpretadas por los investigadores y autores del presente trabajo. Se aclara que en estos productos, mostrados también más adelante, se utilizan seudónimos para conservar la confidencialidad y anonimato de los participantes. Para finalizar, se realizó la discusión de los elementos hallados e interpretados, a la luz del marco teórico y el planteamiento de la investigación.

Categorías de análisis

Dado el carácter metodológico de la presente investigación, se esperaba que varias categorías descriptivas emergieran a partir de la exploración, análisis e interpretación de los elementos encontrados en las entrevistas cualitativas. Las categorías centrales planteadas y emergentes fueron las siguientes:

Estructura y dinámica familiar

Relación Abuelo/Abuela-Nieto/Nieta

Concepción de la vejez

Significado y sentido de vida

Participación y Apoyos

Condiciones materiales de vida (factores socio-económicos)

Representaciones sobre la salud

6. Qué encontramos.

a) Descripción de los hallazgos generales y elementos más relevantes de las entrevistas a la luz de las categorías descriptivas

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Esta categoría aborda principalmente los elementos concernientes a con quién o quiénes viven los entrevistados actualmente, es decir la estructura familiar del hogar, y cómo se relacionan tanto con las personas con que conviven, como también con el resto de familiares, referido a la dinámica familiar. Así, la categoría trata la conformación del hogar actual de los viejos, incluyendo elementos sobre las relaciones entre miembros que de luces sobre el funcionamiento de la familia particular.

En la mayoría de casos, los entrevistados viven acompañados, muchos únicamente con su pareja, otros con algunos de sus hijos y sus respectivas familias, o también con parientes políticos. Sin embargo, los que viven con su pareja tienden a ser visitados constantemente principalmente por sus hijos y en cierta forma habitan y conforman el mismo hogar. Por otro lado, hay algunos que viven solos, y reciben esporádicas visitas o llamadas de sus hijos y nietos, o en ocasiones pierden por meses el contacto por diferentes razones.

Se evidencia una gran variedad entre los entrevistados en cuanto a los miembros que conforman actualmente el hogar. Hay varias personas viejas que viven y perduran con su pareja de muchas décadas, y otras que siguen viviendo bajo el mismo techo con su pareja de larga data, a pesar de ya estar separados. Otros comparten hogar con sus hijos, esposos y esposas, y nietos, como también hay quien vive con su madre o suegra y tías, dentro de una estructura matriarcal. También están algunos que viven solos que cuentan con la esporádica visita de sus hijos y nietos.

Aunque los miembros familiares no necesariamente convivan juntos, se establece una relación de dependencia económica, muchas veces los hijos ayudan al sostenimiento de sus padres, quienes cuando tienen los medios (pensión o empresas independientes) también aportan. Otras veces, aunque pocas, las personas viejas son abandonados y dependen de ellos mismos para sostenerse y sobrevivir. Así, a pesar de no ser siempre el sostén económico en la estructura familiar, algunas personas viejas sienten todavía una posición jerárquica frente a sus hijos y nietos, muchas veces afirmando que siguen siendo los jefes de la casa.

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Relación abuelo/abuela-nieto/nieta

Esta categoría agrupó elementos referentes las relaciones entre las personas viejas y sus nietos teniendo en cuenta las diferentes formas, procesos y pautas de crianza y cuidado. La gran mayoría de los entrevistados tienen nietos, algunos una docena. En términos generales, se reflejan en las entrevistas relaciones de cuidado entre abuelos/abuelas y nietos, debido a que ellos asumen responsabilidades que los padres de esos niños les delegan. Se encontró también que hay relaciones que giran en torno a la transmisión de conocimiento a partir del aprendizaje y experiencia de los abuelos y abuelas, y como esto produce placer y satisfacción para ambas partes.

En ocasiones se describen también relaciones muy cercanas, de apego, y también permisivas y “alcahuetas”, bajo la idea de que al no ser padre sino abuelo, se pueden permitir más flexibilidad en las pautas de crianza y en el trato a los pequeños. Se resalta cómo el cariño y el amor son mutuos, siendo los nietos otra pieza fundamental del sentido de vida en la vejez para los entrevistados.

Para algunos pocos entrevistados los nexos son lejanas, considerando que deben ser educados con más rigidez que sus hijos, puesto que afirman que la juventud cada vez pierde más valores considerados como indispensables para la vida, y que con autoridad se imparten. Por último, pocos casos muestran cómo los abuelos y abuelas creen que la responsabilidad de crianza es exclusiva de los padres, y por ende intentan no interferir ni asumir de ninguna manera este proceso.

Concepción de la vejez

Esta categoría abordó la idea que las personas viejas tienen sobre la vejez y el envejecimiento, tanto desde el aspecto de un constructo social establecido sobre qué es ser viejo, expresado explícitamente durante las entrevistas, como también la vivencia particular de cada viejo referida al sentimiento subjetivo de la vejez.

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pérdida, como la dependencia de la persona vieja hacia otros, en términos físicos, materiales, y emocionales.

Otra tendencia recurrente en las entrevistas es la de relacionar la vejez con la soledad, proceso que consideran natural, por ejemplo dado que sus hijos ya conforman sus propias familias nucleares y deben ocuparse de ellas. A su vez, suelen relacionar esta concepción de soledad con ideas de muerte, en tanto a medida que pasan los años, más amigos y personas cercanas mueren, y aceptan la condición de quedarse solos como un acercamiento al final de la propia vida.

Otro aspecto que las personas viejas referencian durante las entrevistas es que no tienen muchos sueños ni proyecciones a futuro, más que pasar los años restantes acompañados por familiares en la medida de lo posible, y con el menor dolor posible. Algunos pocos rescatan la sabiduría y experiencia que todos sus años vividos suponen, y resaltan este aspecto como gratificante y placentero del ser viejo.

Bajo ésta lógica, la tendencia general es a asumir que la dignidad en la vejez reside en la buena salud, la productividad (a través del cuidado de la familia y de las labores del hogar generalmente), y la aceptación de los límites en diferentes esferas que la edad trae consigo. Sin embargo, la mayoría de entrevistados muestran dificultades en esta aceptación del envejecimiento, generando un distanciamiento entre la concepción social de vejez y la vivencia particular de cada sujeto, en tanto muchos reflejan un sentimiento subjetivo y personal que no concuerda con su concepción de lo que se dice que es ser viejo.

Significado/sentido de vida

Esta categoría abordó los elementos concernientes al sentido subjetivo que las personas viejas le dan a su vida actual, y cómo ésta se relaciona con la historia y trayectoria vital de cada sujeto. Se exploraron los elementos fundamentales que guían la vida de los sujetos y les proporciona a su existencia un significado que funciona como motor para continuar viviendo.

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Así, sin importar las vicisitudes de cada historia individual, también se evidencia una tendencia a recordar retrospectivamente la vida como un logro, que reflejado en el ejemplo constituye un legado, sintiéndose merecedores de tranquilidad y descanso.

Un aspecto clave para la gran mayoría de entrevistados gira en torno a la religión, no sólo como forma de ocupación durante la vejez, por ejemplo a través de grupos de oración, sino también como acompañamiento durante la soledad y la enfermedad, creando así una forma principal de afrontamiento a las consecuencias de la vejez.

Además, la familia es el otro eje fundamental que le da sentido a la vida de los entrevistados, no sólo en cuanto al aspecto de legado ya abordado, sino también, como ya se anotó, en cuanto a la compañía, cuidado y cariño que las relaciones familiares les siguen proporcionando, y que en muchas ocasiones es lo único que sienten les queda e impulsa para vivir.

En algunas pocas ocasiones, se evidencia también una tendencia hacia la desesperanza, acompañada de condiciones materiales de vida muy precarias y por la enfermedad y la soledad, lo que pone en evidencia una pérdida del sentido de vida en la vejez, que parece ser una continuidad de lo vivido.

Participación y Apoyos

Esta categoría se refiere, en primer lugar, a los diferentes ámbitos de participación de los entrevistados, como la participación social, política, ciudadana y comunitaria, agrupando elementos sobre la incidencia activa de los viejos en sus diferentes ámbitos sociales. Además, la categoría también se refiere específicamente a los elementos que los entrevistados referencian como soporte para sus vidas, incluyendo así apoyos materiales, instrumentales, emocionales y cognitivos-cognoscitivos. Para más profundidad se hace uso de lo planteado por Guzmán, Huenchuan y Montes de Oca (2003) con respecto a los apoyos, y por Montaño (2005) con respecto a la participación: Existen cuatro figuras básicas o formas de participación:

Social: “(…) implica la agrupación de los individuos en organizaciones de la sociedad civil para la defensa y representación de sus respectivos intereses.”

Referencias

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