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Academic year: 2018

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(1)

Mi Revolución

Despertó como cada día a la misma hora de siempre. Remoloneó un poco más en la cama para despejarse, sus cinco minutos de rigor, como decía cada mañana, aquellos que necesitaba para repasar en su mente todo lo que tendría que hacer esa jornada, su apretada agenda le dejaba poco tiempo para ella.

Se levantó y se duchó, tras arreglarse salió de su habitación, saludando a todo aquel que se cruzaba en su camino. Bajó al salón pequeño donde como ya sabía, su madre la esperaba para desayunar.

- Buenos días, mamá – saludó antes de sentarse frente a ella que la miraba con una revista en las manos mientras daba cuenta de un café y unas tostadas - ¿Qué novio me toca este mes? – preguntó chistosa, recibiendo la mirada inquisidora de su madre.

- Como siempre tú tomándotelo todo a risa – recriminó – sabes que este tipo de fotos no son buenas para la familia – dijo mostrándole aquel reportaje donde se vio a sí misma junto a un joven con el que parecía reír encantada.

- Ah, venga, mamá – protestó quitándole importancia – Roberto es solo un amigo y simplemente hablábamos – se defendió.

- Solo digo que tengas más cuidado – dijo de nuevo – este tipo de cosas todos los meses afectan a mucha gente.

- No es mi culpa si esos periodistas no contrastan su información antes de publicarla – se defendió de nuevo al tiempo que una chica le servía un café – gracias – le dijo amable.

- En fin, dejemos el tema – terminó su madre apartando la revista - ¿Cuándo sale tu avión?

- En dos horas – contestó tomando un sorbo – ya está todo preparado… ¿y papá? – quiso saber al no verlo por allí.

- Salió temprano – informó – no le dio tiempo a esperarte.

- Pues nada, hablaré con el a mi vuelta – dijo comprensiva.

- ¿Algún problema? – se preocupó.

- No, no – contestó rauda – solo quería resolver con él un par de cuestiones sobre la cena del mes que viene.

- ¿A quien quieres invitar? – dijo sabiendo por donde iba su hija – Ya está todo cerrado.

(2)

Su madre la miró entrecerrando los ojos mientras se marchaba, aún no entendía como podía tomarse las cosas así, tenía una responsabilidad muy grande y aunque sabía que tenía la cabeza sobre los hombros a veces la sacaba de sus casillas, como ese día, por ejemplo, tomándose tan a la ligera aquella portada de la prensa rosa que podría ocasionar más de un problema, aunque esperaba, que no llegara la sangre al río. Miró de nuevo la portada, encontrándose con su hija y Roberto… frunció el ceño, “Es un buen chico, pero mi hija no debería dejarse fotografiar así como así” se dijo a sí misma.

- Llévate esto, por favor – le dijo a la chica tendiéndole la revista.

- Llévate esto, por favor – le dijo a la chica tendiéndole la revista.

- ¿Pero me lo estás diciendo en serio? – preguntaba sin dar crédito a lo que escuchaba.

- Que sí – reía al ver la cara de sorpresa de su amiga – se puso frente a mí, de rodillas me cogió la mano y me dijo que me casara con él – sonreía al recordarlo – imagínate, si hasta le pidió al camarero que quitara la música… todo le mundo mirando y yo no sabía donde meterme… - reía – la gente aplaudiendo, él esperando y yo ahí, sin saber qué hacer.

- Lo mandarías a la mierda como mínimo ¿no? – preguntó.

- Bueno… es que… - dijo bajando la cabeza – era muy mono y… no sé, esa forma de acercarse no me dirás que no fue original.

- ¡Claudia! – decía más que sorprendida por aquella actitud de su amiga, desconocida hasta el momento.

C: Qué quieres, me hizo gracia – contestó sonriente – además, tampoco es tan malo… tomamos unas cervezas y nos fuimos.

- ¿Juntos?

C: Sí, ¿qué pasa? – dijo mirándola para que se diera cuenta de que estaba sacando las cosas de quicio – no es nada del otro mundo, además tampoco pasó nada… simplemente dimos una vuelta, nos dimos un par de besos y para casa… cada uno a la suya. – apuntó mientras bebía de su taza.

- Si yo no digo que sea malo – se defendió – es más, me parece perfecto que después de lo de Aimé tengas ganas de salir y eso… solo que… perdona eh – rió – te hacía más modosita… C: ¡Pero bueno! – Protestó entre risas – no sé – dijo ya más seria – me gustó y hemos quedado para vernos el fin de semana.

- Bueno, pues si tú estás contenta yo que me alegro – sonrió. C: ¿Y tú qué? – se interesó - ¿Cómo van las cosas con Alex?

- Ahí vamos – contestó tomando un sorbo de su café – nada serio ya lo sabes… nos vemos de vez en cuando y pasamos el rato.

C: Ya sé yo que manera de pasar el rato tenéis – dijo entre bromeando y recriminando.

R: Hola, chicas – saludó Rai entrando en la cafetería encontrándose con ellas, sentándose a su lado y tomando un sorbo de la primera taza que pilló.

- Pero que morro que tienes, tío – recriminó – ponte uno tú.

R: Es que no me da tiempo – contestó – y a vosotras tampoco os da tiempo a terminarlo, han avisado que viene un tráfico, dos niños y tres adultos.

(3)

C: Sí, y aún nos queda un rato más… – contestó haciendo lo mismo – venga… vamos al lío. De nuevo al muelle, preparándose para la entrada de los heridos, junto a Rai miraba hacia la puerta por ¿quinta? ¿sexta vez en las dos horas que llevaba de turno? No lo sabía, solo sabía que ese seria una guardia demasiado larga y que para cuando terminara estaría tan agotada que lo único que querría era irse a dormir, pero había quedado con Alex… aunque en esos momentos no creía que fuera lo mejor… aquella relación estaba más que acabada, habían terminado hacía un par de meses pero aún así, se seguían viendo esporádicamente y era consciente de que aquello tendría que terminar si no querían hacerse daño mutuamente. Bajaba del avión encontrándose como ya esperaba con aquel comité de bienvenida. Miró hacia atrás, sonriendo a Carlos y Javier que miraban todo a su alrededor. Comenzó a bajar las escaleras del avión mostrando una sonrisa pintada en los labios, saludó a quien había ido a recibirla con cordialidad, cruzando un par de palabras con alguien que le daba la bienvenida. Un poco cansada llegó al hotel, el botones dejó la maleta y sin pedir propina se marchó, sonrió sabiéndose sola, a diferencia de la sonrisa anterior ésta era más liberadora que la primera, se cogió una coleta en el pelo y salió a la terraza, encontrándose en el balcón de al lado a Carlos que como ella también se asomaba.

- ¿Todo bien? – preguntó. C: Sí, sí – contestó – todo bien.

- Estupendo – dijo antes de meterse de nuevo hacia la habitación, necesitaba una ducha, después de tantas horas de avión su cuerpo lo necesitaba.

Un rato después, más relajada tras haberse quedado bajo el agua durante un buen tiempo, salió envuelta en una toalla y poniéndose ropa cómoda cogió su agenda electrónica y comenzó a mirar aquello que tenía programado para esos tres días de viaje.

Enfrascada estaba en su tarea cuando su teléfono móvil sonó, lo cogió y mirando la pantalla suspiró antes de cogerlo.

- Hola mamá – dijo a modo de saludo – mamá… mamá, habla más despacio que no te entiendo – decía al no comprender nada de lo que le decía debido a sus nervios - ¡qué! ¿Cuando? – se puso nervios – vale, vale – comenzó a andar por toda la habitación – sí, sí… voy a prepararlo todo – hablaba con nerviosismo - ¿dónde va? … allí nos vemos – colgó con rapidez y casi corriendo salió de la habitación para encontrarse con Javier y Carlos y explicarles a ambos lo que había pasado.

Mientras tanto, en Madrid, llegaba a urgencias andando con tranquilidad, había salido con tiempo de casa y no queriendo desayunar sola fue directa al hospital y allí tomarse un café con calma antes de comenzar su turno.

T: Buenos días – saludó dándole el parte de entrada – llegas temprano.

- Sí, me aburría en casa y he dicho, ale, ve a trabajar que te vendrá bien – contestó sonriendo mientras firmaba - ¿qué tenemos?

T: Pues de momento poca cosa, está todo muy tranquilo – informó – pero también es muy temprano así que…

- Ya, lo imaginaba – contestó - ¿Claudia ha llegado ya?

T: Aún no – miró su reloj – le queda media hora para entrar, el que sí que ha llegado es Rai – le dijo.

(4)

En ese instante vieron como los chicos del SAMUR entraban empujando una camilla, en sus rostros la preocupación y el desconcierto, andaban con prisas, Raúl le decía algo a Mónica, tanto ella como Teresa se extrañaron de que no dijeran el estado del paciente gritando nada más entrar, tal y como hacían habitualmente.

- ¿Qué tenemos? – dijo acercándose hasta la camilla.

R: Le ha dado un infarto – le informó mientras se cercioraba de que el paciente seguía estable, dentro de la gravedad.

- Teresa avisa a Rai – dijo antes de mirar al paciente, en cuanto lo vio levantó la cabeza sorprendida, volvió a bajarla para cerciorarse de que había visto bien - ¿pero este hombre no es…?

M: El mismo – dijo Mónica – se va a liar…

- ¡Joder! – Exclamó por la sorpresa – lo llevamos al box 1 – les dejó pasar para acercarse rápidamente a la recepcionista – Teresa, dile a Rai que estamos en el Box y avisa a seguridad… esto se va a llenar de periodistas, que no entre ni uno ¿entendido? – casi ordenaba.

T: Sí, claro – decía algo contrariada - ¿Pero quien es? – preguntó viendo como ya se alejaba – ¿algún famoso?

- Luego, Teresa – le gritó antes de entrar a urgencias dejando a la recepcionista quitándose las gafas y estirando el cuello intentando saber quién era el paciente, Diego llegó con los objetos personales del hombre, seguido de otros dos tipos que habían llegado justo tras el paciente y al ver de quién se trataba abrió los ojos como platos - ¡La leche!

Desde su posición en recepción de urgencias, Teresa miraba entre alucinada y sorprendida como iban llegando varios miembros de la familia del paciente que había entrado hacía tan solo unos minutos. Algo molesta o desilusionada observaba como ninguno llegaba hasta donde ella estaba siendo interceptados antes por el mismísimo director del hospital que tras saludarlos e intentar tranquilizarlos en un primer momento los acompañaba dentro, mientras les iba explicando lo que pasaba.

En el box, tras la sorpresa inicial de Rai se afanaban por mantener estable al paciente, ya habían pedido varias pruebas y en esos momentos estaban estudiando las posibilidades. R: Pues me parece que vamos a tener que ponerle un Bypass – informó a su compañera. - Vale, voy a ir avisando – contestó – y ahora vamos a hablar con Santiago – continuó. R: ¿Cómo va la cosa fuera? – quiso saber.

- No tengo ni idea, aunque supongo que ya se habrá enterado todo el mundo. R: Vamos que esto estará lleno de periodistas… - dijo algo fastidiado.

- Sí… habrá que preparar una rueda de prensa y todo eso.

R: De eso que se encargue Santiago, nosotros nos encargamos de curarlo – contestó. - Bueno… voy a ver qué tal va todo – terminó de decir saliendo del box.

Salió a la puerta de urgencias donde Teresa miraba hacia la entrada, volvió su cabeza y puso gesto algo incomodado, como ya suponía, la entrada de urgencias estaba llena de gente, bastantes periodistas y un cordón de seguridad evitando que entrara o que obstaculizaran el paso de ambulancias, suspiró, sería un día bastante largo.

C: ¿Es verdad lo que me han contado? – dijo Claudia llegando hasta ella.

- Sí, sí que es verdad – contestó – no tienes más que mirar a tu alrededor – dijo para que viera la que se había montado.

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- Y que lo digas…

T: Mirar, mirar – les llamó su atención para que vieran quién entraba.

En ese momento vieron como un coche con los cristales tintados paraba junto a la puerta y una chica de unos treinta y seis años salía de él, ataviada con uno traje de chaqueta oscuro, unas gafas de sol que ocultaban sus ojos, el pelo suelto y una seguridad que hacía que todos la admiraran, seguida de dos hombres vestidos con pantalón y chaquetas negros, que hablaban entre ellos y miraban todo a su alrededor, Santiago se acercó nada más verla y tras saludarla como debía y compartir con ella un par de palabras la acompañó hacia el mismo lugar que el resto de la familia.

- ¿Ya han llegado todos? – quiso saber.

T: Sí, ella es la última – contestó – por lo visto estaba de viaje y nada más llegar ha tenido que volver.

- Bueno, pues voy a avisar a Rai – les dijo – supongo que habrá que informar… - dijo volviendo a entrar a urgencias.

En el gabinete de médicos, la familia del paciente esperaban ansiosos noticias, la puerta se abrió y quitándose las gafas entró y sin mirar quién había o quien no en aquella habitación fue hasta su madre para darle un abrazo…

- ¿Cómo está? – preguntó – ¿Sabéis algo? – los miró.

F: Aún no – contestó Fernando – le están haciendo pruebas – dijo – solo sabemos que ha tenido un infarto.

S: Los médicos que le están atendiendo vendrán ahora para informarles – le indicó.

En ese instante la puerta se abrió dejando paso a Rai junto con su compañera, que miraron a todos con expectación, la familia se volvió esperando que les dijeran algo, cerraron la puerta para tener más intimidad y así comenzar a hablar…

R: Majestad – dijo Rai saludando a la Reina – soy el médico que ha atendido al Rey, ella es Esther, la enfermera.

En ese instante la puerta se abrió dejando paso a Rai junto con su compañera, que miraron a todos con expectación, la familia se volvió esperando que les dijeran algo, cerraron la puerta para tener más intimidad y así comenzar a hablar…

R: Majestad – dijo Rai saludando a la Reina – soy el médico que ha atendido al Rey, ella es Esther, la enfermera.

Tras los saludos que dictaban el protocolo, se sentaron en la mesa ala espera de noticias sobre la salud del Rey. Esther miraba a los allí presentes con una mezcla de admiración por lo que representaban, incredulidad por tenerlos cara a cara y tranquilidad al veros como cualquier otra familia de algún paciente.

R: Bien, el Rey está estable en estos momento – comenzó a explicar – aunque aún está grave podemos decir que saldrá adelante – todos respiraron – pero pensamos que lo mejor es ponerle un bypass, así evitaremos otro susto – esperó a que alguien dijera algo pero al no hacerlo continuó hablando – es una operación relativamente sencilla, no tienen de qué preocuparse.

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Re: Estamos de acuerdo con su criterio doctor – habló la Reina.

R: Estupendo… pues tiene que firmar la autorización y nosotros nos encargaremos de todo – dijo mirando a Esther.

E: sí, voy a ir preparando el quirófano – se levantó hizo una pequeña reverencia sintiéndose algo ridícula por ello y tras obtener el beneplácito de todos salió de allí para continuar con su trabajo.

S: Majestad – habló el director del hospital – no sé qué criterios se deben seguir en estos momentos en referencia a la prensa y demás…

Re: No se preocupe por eso – le dijo con amabilidad – nuestro jefe de prensa se hará cargo, lo que sí… si no tienen inconveniente sería necesario que tanto usted como director y el doctor – señaló a Rai – dieran un parte médico con el estado de salud del Rey.

S: Por supuesto – dijo rotundo – no haremos cargo.

R: Si me disculpan – intervino Rai sintiendo que ya nada más hacia allí – voy a ver como va todo.

Un rato después, el Rey era llevado a quirófano, donde Rai y Esther se afanaban en realizar lo mejor posible aquella operación que tantas veces habían hecho. Fuera, en la sala de médicos, la familia Real esperaba noticias, mientras fuera del hospital, la prensa hacía sus cábalas sobre el estado de salud del monarca dando palos de ciego esperando con ansias el siguiente parte médico…

Teresa por su parte, ponía firme a todo aquel que intentara entrar haciéndose pasar por enfermo siendo un nuevo periodista que intentaba sacar alguna nueva información, al tiempo que iba avisando cuando alguna personalidad importante del estado llegaba o llamaba para saber como se encontraba el Rey…

Terminada la operación, médico y enfermera fueron a informar a la familia que algo más tranquilos al saber el resultado satisfactorio de la intervención, pidieron verlo y tras la autorización del médico fueron conducidos hasta la UCI donde aún sin poder entrar permanecieron a la espera de que fuera llevado a planta para poder estar con él.

Parecía que ya estaba todo controlado, por lo que Esther fue en busca de Claudia para tomarse un café que llevaba necesitando desde que todo comenzó, entraron en cafetería y se sentaron en una de las mesas escuchando como no podía ser de otra manera que todo el mundo hablaba del mismo tema.

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E: Pues como van a ser, Claudia – dijo ya un poco harta de que todo el mundo le hiciera la misma pregunta – pues como toda familia que tiene a un allegado ingresado en el hospital… yo qué sé.

C: Hija perdona – contestó algo cortada por aquella manera de contestarle – pero no todos los días se tiene en frente a la Reina y a la Princesa… que por cierto, es más guapa al natural que en la tele.

E: No me he fijado, la verdad – dijo sin darle importancia.

C: Bueno y Don Fernando… - seguía diciendo – también gana bastante ¿eh? Y es más alto de lo que parece.

E: sí, supongo – continuó – ya te he dicho que no me he fijado demasiado.

C: ya lo veo, ya – la miró - ¿qué te pasa que estás medio ausente?

E: No, nada – le quitó importancia – que tengo muchas cosas en la cabeza.

C: Ya… Alex – afirmó cambiando radicalmente de tema. - ¿Qué ha pasado?

E: Nada… eso es lo que ha pasado, que ya no pasa nada – dijo bebiendo de su taza – que esto se ha acabado pero no somos capaces de terminarlo del todo… y me estoy empezando a agobiar.

De pronto se hizo el silencio en la pequeña cafetería, todos miraron a la puerta y descubrieron a la Princesa Heredera Macarena parada en el umbral, parecía incluso algo turbada por tanta expectación, cosa que a todos les extrañó dado que ya debería estar más que acostumbrada habiendo vivido de ese modo durante toda su vida.

Viendo que nadie se movía de su lugar y tomando la iniciativa, Esther se levantó disculpándose con su amiga y se acercó hasta ella.

E: Alteza – saludó de nuevo - ¿Puedo ayudarla en algo?

M: Sí… gracias – contestó – venía a tomarme un café pero…

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M: Bueno… en realidad – dijo mirando a su alrededor- necesitaba algo de aire, algo de tranquilidad y… mi madre… la Reina – se corrigió al instante sabiendo que de cara al público no podía utilizar ciertos términos – está un poco alterada.

E: Entiendo – sonrió levemente – Sí quiere sentarse… - le ofreció un lugar en su mesa.

M: No, gracias, no quisiera molestar – contestó viendo que seguramente habría cortado alguna conversación – me sentaré por aquí – señaló la mesa más cercana a la puerta y se sentó al tiempo que sus guardaespaldas se posicionaban cerca de ella pero dejándole su espacio.

E: Le traeré un café – anunció con amabilidad sin darle opción a negarse - ¿Cómo lo toma?

M: Con un chorrito de leche y sin azúcar – contestó agradeciéndole con un gesto su gentileza.

E: Muy bien, en seguida se lo traigo – se dio la vuelta y fue a servirle el café, viendo como todo el mundo allí parecía hablar entre murmullos por aquella presencia tan sorprendente, nadie habría imaginado a la mismísima heredera al trono sentada en la cafetería de aquel hospital como una persona más…

Como había prometido le llevó aquel café recibiendo una sonrisa de agradecimiento por su parte, se quedó mirándola unos segundos, a la espera tal vez de un permiso para marcharse, se rió de sí misma por la estupidez de la situación y volvió junto a Claudia sin poder ver la media sonrisa que había provocado en la Princesa.

C: Pues qué quieres que te diga – dijo una vez se sentó – viéndola ahí, en la cafetería, parece una persona normal.

E: Es que es una persona normal, Claudia – le contestó – que no es E.T ni nada por el estilo.

C: Ya lo sé idiota – le tiró la servilleta riéndose – lo decía porque no sé, parece accesible…

E: ¿Y por qué no tiene que serlo? – volvió a decir como si no estuviera allí, Claudia se dio cuenta que en ese momento no podrían hablar con tranquilidad, la enfermera tenía la mente bastante lejos de allí.

C: Mira, cuando se te pase la tontería, hablamos – dijo medio ofendida.

E: ¿Pero que…? – se preguntó contrariada sin saber por qué de aquella respuesta y viendo como su amiga salía de la cafetería no sin antes echarle un buen vistazo a uno de los guardaespaldas.

(9)

Esther quedó allí, metida en sus pensamientos mientras todo aquel que salía o entraba en la cafetería comentaban por lo bajo el hecho de ver a la princesa Macarena sentada tomándose una buena taza de café, sola y con la mente ausente.

En un momento dado le dio por mirarla, quedando su mirada fija en su perfil, realmente parecía agobiada, triste, la hospitalización de su padre seguramente le habría tenido que afectar bastante, sin embargo, había que fijarse muy mucho para ver en ella algún signo de aquel sentimiento, cualquiera en su situación querría estar acompañada, hablar con alguien, intentar que quien fuera le dijera que todo iría bien… sin saber como, se vio levantándose de su silla y dirigirse hacia aquella mesa…

- Esther, acaba de entrar un tráfico – le avisaron cerca de aquella mesa – te esperan en quirófano.

E: Voy – dijo mirándola por ultima vez y cambiando el rumbo de sus pasos.

Habían pasado cerca de dos horas cuando tuvo un nuevo descanso, en rotonda, Teresa continuaba con la tarea de no dejar pasar a ningún periodista que algo más tranquilos después del nuevo parte médico sobre la salud del Rey parecían no buscar más excusas para ingresar al hospital quedándose tras el cordón de seguridad.

S: Esther – dijo Santiago llegando hasta ella – te andaba buscando – la enfermera prestó atención – quiero que te encargues de las curas del Rey.

E: Claro – contestó diligente – en seguida voy, termino de firmar unas cosas y estoy allí.

S: Vale – dijo esperando que no tardara demasiado.

T: Hija qué suerte – decía ilusionada – a ver si consigues que se hagan una foto conmigo…

E: Teresa, por favor – protestó regañándola.

T: Mujer, no ahora, cuando esté recuperado y eso… que me hace mucha ilusión… que en casa siempre hemos sido muy monárquicos…

E: Mira, me voy – dejó las carpetas que llevaba sobre el mostrador – que estáis todos con una tontería encima…

(10)

El cuerpo del Rey estaba tendido en la cama, parecía dormir con tranquilidad, a su lado, con el rostro apoyado en su mano, Macarena miraba a su padre con devoción, incluso podía ver una lágrima escaparse de sus ojos. No supo porqué, pero aquella imagen le había impactado un poco.

E: Alteza – dijo con cautela de no asustarla, Macarena se limpió la cara y se repuso ante su presencia – venía a hacerle las curas, será mejor que salga.

M: Sí, claro – contestó aún algo aturdida aunque manteniendo el tipo y abriendo la puerta de la habitación - ¿La Reina? – preguntó a uno de los chicos.

- Hablando con el Director del hospital, alteza – informó, Macarena asintió y fue en busca de su madre.

Andaba por los pasillos cercanos a la UCI revisando el pedido de farmacia, estaba absorta en él cuando una voz su espalda le hizo cerrar los ojos y suspirar con algo de cansancio.

- Hola, guapa – escuchó, se volvió lentamente apoyando la carpeta en su pecho.

E: Alex, ¿qué haces aquí? – preguntó casi sin saludar. - ¿Cómo has entrado?

A: Pues… Teresa me ha dejado pasar y… - enseñó una libreta y una pequeña cámara de fotos que le había dejado su compañero, el cual no había podido entrar – tenéis la mayor noticia del año y bueno como tú y yo… pensé que…

E: No – dijo con rotundidad – de eso nada – se dio la vuelta comenzando a andar de nuevo, seguida de Alex que no se iba a aceptar esa derrota así como así.

A: Venga, Esther – la seguía, haciendo que se volvieran a parar.

E: He dicho que no, Alex – se cruzó de brazos, viendo que no se movía tomó su mano y la llevó hasta uno de los baños – no pienso hacerlo así que decide, o te vas por tu propio pie, o llamo a seguridad y que te saquen ellos.

A: Esther – dijo con seriedad – soy periodista y tú mi novia… o lo eras – se corrigió – deberías ayudarme, mi trabajo puede dar un giro de 180 grados si lo consigo.

E: Es que me da igual – contestó – no pienso ayudarte, yo también me juego mi trabajo, además… ¿no podéis dejarlos en paz? Confórmate con los informes que os vamos dando, con la rueda de prensa que está dando Santiago, y dejarlos en paz… están pasándolo mal.

(11)

E: Serán todo lo públicas que tu quieras, pero ahora mismo lo que necesitan en lo que cualquier otra persona – hizo una pausa – tranquilidad y descanso.

A: En la revista están dispuestos a pagarte una cantidad de dinero considerable – pinchó para que le ayudara – van a pagarte una pasta si nos ayudas.

E: Ya… - parecía que lo pensaba, Alex sonrió – mira diles a los de tu revista que se metan el dinero donde les quepa, yo no pienso ayudarte en nada, no pienso darte ningún tipo de información ni mucho menos dejar que hagas una sola foto.

A: No me hagas esto Esther – dijo cogiéndola del brazo con algo de brusquedad – no me jodas así… mi trabajo depende de…

E: Suéltame – se soltó con un movimiento rápido – o te vas, o llamo a seguridad y ellos no serán tan amables como yo, te lo aseguro.

A: Esther… dime al menos como está – intentó mantener la calma para así conseguir más información, sabía que si se alteraba se cerraría y no le diría nada.

E: Para eso tenéis los informes que os pasamos cada hora – volvió a decir.

A: ¿No piensas ayudarme no? – se cruzó de brazos como antes había hecho Esther – me estás jodiendo el trabajo.

E: Y tú pretendes joderme el mío, Alex, así que estamos en paz – se acercó a la puerta – ahora fuera.

A: Puedes ganarte mucho dinero si me ayudas… - insistió en el tema económico – más de lo que te imaginas.

E: Me da igual el dinero, ya te lo he dicho – contestó.

A: Si no me ayudas con esto, puedes ir olvidándote de lo nuestro – amenazó ahora con más seriedad.

E: Me parece perfecto – dijo con toda la seguridad del mundo – estaba buscando una manera de decirte que se terminó para siempre, pero acabas de ponérmelo en bandeja – seguía hablando con seguridad – así que adiós Alejandra.

(12)

E: ¿No te vas? – preguntó – muy bien, pues tú lo has querido – dijo sin dejarla contestar saliendo del baño - ¡Seguridad! – alzó un poco la voz.

A: ¡Joder! – protestó – está bien, me voy… pero lo nuestro se acabó…

E: Ya ves tú qué problema – contestó igual de enfadada que ella, estaba harta ya de todo aquello.

Alejandra se marchó con paso firme y el rostro totalmente enfadado, al ver que por los pasillos había más de una persona de seguridad no tuvo más remedio que salir del hospital sabiendo que si no lo hacía, Esther haría que la sacaran a la fuerza… por su parte, la enfermera quedó un segundo más en el baño, respiró profundamente, al final, todo se había acabado, no de la mejor manera, no de la forma que ella había querido pero se había acabado… suspiró una vez más y salió de allí para volver a su trabajo.

Cuando Esther había salido, la puerta de uno de los cubículos se abrió dejando salir a Macarena, que mirando a su alrededor, aún sonaban en su mente las palabras de la enfermera a aquella periodista que por lo que había escuchado era algo más que una simple amiga… Durante el resto del turno, Esther se centró en su trabajo, dejando a un lado el hecho de que la familia Real estuviera en el hospital, intentando no hacer caso a los comentarios de sus compañeros que quien más y quien menos le intentaba preguntar o sonsacar algo sobre la familia…

Macarena estuvo en todo momento pendiente de su padre, saliendo escasamente al pasillo cuando necesitaba algo de aire, junto con Don Fernando y la Reina, intentaban llevar la situación lo mejor que podían…

Terminado el turno, la enfermera salió del hospital encontrándose con un aluvión de periodistas que intentaban sacar algo de información, esquivándolos entró en su coche y puso rumbo a casa, necesitaba descansar… vaya si lo necesitaba…

Durante el resto de la semana la tónica habitual del hospital era la misma, esquivar a periodistas, dar partes médicos, tener que identificarse cada vez que entraba o salía de su centro de trabajo, volver a hacerlo cuando iba a entrar en la habitación para hacerle las curas, informes médicos que se publicaban a la prensa para intentar mantenerlos tranquilos… cotilleos y más cotilleos por parte de compañeros del hospital, protestas por parte de otros por lo molesto de aquella situación…y unas palabras resonando en su cabeza.

M: Perdona… - la había parado tras salir de curar las heridas al Rey – eras… ¿Esther verdad?

E: Eh… sí, Esther – confirmó – dígame.

(13)

M: Verá… tengo que salir de viaje, me es imposible posponerlo más y… bueno sé que no hace falta que lo diga, pero… me iré más tranquila si, sí sé que seguirá siendo usted quien haga las curas al Rey… he visto como lo hace y, me da confianza.

E: No se preocupe – dijo restándole importancia a aquello que le había dicho – mientras esté de turno seré yo quien las haga.

M: Gracias – contestó con una sonrisa antes de volver a la habitación.

Debía reconocer que se había sentido bastante halagada por aquel pedido, aunque ella seguiría tratando a cada paciente de la misma manera, fuera quien fuera, pero le había halagado que la propia Princesa fuera quien le pidiera aquello.

La normalidad llegó al hospital cuando el Rey fue dado de alta y todo pareció volver a ser como antes, aún con algunas personas rememorando aquella “visita” pero aún así, todo volvía a ser rutinario, algo que sin lugar a dudas, todos agradecieron.

En la entrada, Teresa miraba aquella revista donde se podía ver a la Princesa en su ultima visita oficial, leía con detalle el artículo donde se relataba con pelos y señales todo lo que había estado haciendo Macarena, cuando fue interrumpida por un mensajero.

- Buenos días – dijo amablemente – traigo un sobre para el Doctor Raimundo Ibáñez y para Esther García.

T: Pues, creo que están operando – contestó algo molesta por la interrupción, para un ratito que tenía esa mañana… - así que me lo va a tener que dejar a mí.

- Muy bien – asintió el chico – firme aquí. - espero a que lo hiciera – muchas gracias.

T: A ti… ale adiós – guardó el sobre y volvió a lo que estaba.

Veinte minutos después, tanto Esther como Rai llegaban junto a Teresa comentando algo sobre la operación, nada más verlos y con claros síntomas de nerviosismo, la recepcionista cogió aquel sobre y se lo entregó.

T: Han dejado esto para vosotros – hablaba casi entrecortadamente – tiene membrete de la casa real – se lo daba.

R: A ver… - lo comenzó a abrir – qué raro ¿no?

(14)

T: Hija, no sé, pero lo mismo os quieren recompensar por el buen trato que le disteis al Rey… ays… ya os veo, nombrados miembros honoríficos del servicio médico del Rey… qué nivel, hija, ¡qué nivel! – fantaseaba.

E: No seas peliculera Teresa – rió al escuchar aquella tontería - ¿qué dice?

R: Miembros honoríficos no vamos a ser Teresa – dijo quitándole la ilusión – pero sí nos han invitado a la cena de gala por el día de la hispanidad que dan dentro de dos semanas…

E: ¿Qué? – preguntó totalmente alucinada.

Aquella semana estaba siendo un caos, con su padre aún convaleciente, ella tenía que encargarse de toda su agenda e intentar compatibilizarla con la suya propia, su asistente personal hacía malabarismos para poder llegar a todo y sacar un momento para el descanso.

As: En quince minutos estará aquí el presidente del gobierno para la reunión semanal – le iba informando mientras andaban por uno de los pasillos del palacio – Luego tiene otra reunión con el Jefe de justicia, a las seis está citada para la inauguración del centro de rehabilitación contra la drogadicción – Macarena asentía mientras iba apuntando en su agenda electrónica algunos datos – Esta es la lista de los invitados a la cena de hispanidad que han confirmado asistencia – le pasaba el papel.

M: Bien – decía con aplomo - ¿Han confirmado todos?

As: Aún faltan algunos – confirmaba – el presidente Francés y el presidente Mexicano y alguno más, está todo detallado ahí.

M: Perfecto – guardaba la hoja en una pequeña carpeta - ¿Sabes si han terminado ya la obra de mi casa? – preguntó – con todo esto no he tenido tiempo ni de pasarme.

As: Creo que estaban dándole los últimos retoques – contestó – creo que la semana que viene ya la tendrá lista.

M: Estupendo – dijo llegando al despacho – gracias Susana, voy a revisar unos papeles antes de que llegue el presidente.

As: Claro, Alteza – se despidió al tiempo que Macarena cerraba la puerta y tras sentarse en la mesa del despacho de su padre sacó la lista de invitados ojeándola por encima.

- Alteza – escuchó que alguien decía abriendo la puerta – el Presidente está llegando.

(15)

En otro lugar de la ciudad, rodeada de medicamentos, Esther terminaba el pedido de farmacia mientras no dejaba de bufar, ¿en qué momento se había metido ella en ese lío? ¿Qué pintaba ella allí? Era algo que no dejaba de preguntarse desde que hacía dos días habían recibido aquella invitación que tan poca gracia le había hecho.

C: A ver – dijo Claudia entrando – que los medicamentos no tienen la culpa de nada, pobrecitos – decía viendo como estaba maltratando a los pobres analgésicos.

E: si es que yo no sé como acabo siempre metida en estos berenjenales – protestaba.

C: ¿Aún estás con eso? – preguntó – Esther por favor, que no es tan grave… si lo piensas hasta puede ser divertido.

E: Sí, divertidísimo – ironizó.

C: ¿Puede saberse por qué te molesta tanto que te hayan invitado? – preguntó – cualquier otro en tu situación estaría muy orgulloso… no a todo el mundo invitan a una cena en la casa real.

E: Ya… pues yo no – se dio la vuelta para mirarla – es que no pinto nada allí, ni yo, ni Rai… a ver, dime ¿qué pintamos allí? – no la dejó contestar – nada, absolutamente nada, además... que no tengo nada que ponerme y sinceramente eso de hacer el pasamanos ese o como se llame con toda la familia real y delante de todo el mundo…

C: Venga ya, es una tontería – cortó – vale que puede ser un tanto surrealista pero…

E: ¿Un tanto? – preguntó sin dejarla seguir - ¡Un mucho! Claudia, es muy surrealista que me pasen a mí estas cosas…

C: ¿Entonces qué? ¿No vas?

E: Pues no, no voy – contestó con rotundidad saliendo de farmacia y encontrándose de frente con Santiago.

S: Esther – la paró – ¿habéis confirmado ya la asistencia a la cena?

E: Ehh… pues no, aún no – contestó extrañada de que le preguntara aquello.

S: Vale pues hacerlo cuanto antes ¿eh? No se os vaya a echar el tiempo encima – pidió.

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S: ¿No me dirás que no vais a ir? – no la dejó seguir – Sería una gran publicidad para el hospital, así que nada de no asistir – sonrió para dulcificar la orden – venga, a trabajar – dijo sin darle opción a réplica – y confirma la asistencia cuanto antes – terminó de decir mientras se alejaba.

E: ¡Joder! – protestó.

C: Me parece a mí… que vas a tener que buscarte un buen vestido – dijo sonriendo mientras le pasaba el brazo por los hombros y Esther volvía a resoplar

Con gesto disgustado terminaba su turno para irse a casa, tenía escasamente dos y media para arreglarse antes de que Rai fuera a buscarla… aún no entendía como se había metido en todo aquello pero en cuestión de días se había dejado casi el suelo de tres meses en un vestido, había tenido que aguantar los comentarios de sus compañeros y se había tenido que rendir al hecho de que quisiera o no, tendría que asistir a esa dichosa cena…

R: Esther – la paró Rai antes de salir – a las ocho y media estoy en tu casa.

E: Que sí, Rai, que sí – contestó con desgana – de verdad… no sé por qué te hace tanta ilusión ir a esa cena… creí que no eras nada monárquico.

R: Esther, cariño – dijo acercándose con gesto pícaro – por volver a ver de cerca a esa maravilla que tenemos por Princesa yo soy monárquico, católico, apostólico y hasta románico si hace falta.

E: Mira que eres tonto – rió.

R: Sí… pero es que está buenísima… no me lo negarás…

E: Anda… déjate de tonterías que me tengo que ir o no me dará tiempo – terminó de decir volviendo a caminar hasta su coche.

A las nueve y media de la noche pasaban por el segundo control de seguridad, Esther refunfuñaba como no había dejado de hacerlo en todo el tiempo mientras Rai sonreía divertido, todo aquello le hacía gracia, verse rodeado de tanta gente importante, ver a su compañera malhumorada aun sabiendo que en el fondo también estaba encantada… cuando el chico de seguridad comprobó los datos los dejó pasar hasta el parking, donde ambos no pudieron evitar reírse al ver aquellos coches tan lujosos y el suyo tan normalito…

Anduvieron hasta el lugar donde suponían estaría la entrada, no era difícil encontrarla, solo habría que seguir el rastro de flashes y periodistas que se agolpaban queriendo sacar la mejor instantánea de los invitados, ellos por supuesto pasaron desapercibidos aunque pudieron escuchar algunos murmullos de reporteros preguntándose quienes eran.

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Pasado el ultimo control de seguridad, fueron acompañados hasta una sala que a ambos dejó impresionados, “Esto es mas grande que toda mi casa y la de mi vecina juntas” le susurró Esther a Rai, quien le dio toda la razón admirando aquel enrome salón que tan solo era una “sala de espera” como ellos la denominaron.

R: Mira Esther – dijo tomándola del brazo – aquel de allí no es…

E: Sí, sí que lo es – corroboró.

R: Pues es más bajito ¿eh? – comentó – y se parece mucho más a Mr Been al natural que en televisión.

E: Pero qué bruto eres – no pudo evitar soltar una carcajada mirando al presidente del gobierno junto a su esposa y varias personalidades más, echó un vistazo rápido y pudo ver a varios famosos y premiados periodistas, algún actor, cantante, escritores de prestigio… allí había tanta gente y tan famosa que una vez más, como tantas hasta el momento, se preguntó, qué hacía ella allí.

- Señoras y señores – les interrumpió un hombre vestido de uniforme – pueden empezar a pasar…

R: Ahora viene lo que más te gusta a ti – dijo divertido – el famoso pasamanos ese como tú lo llamas… procura no caerte cuando hagas la reverencia – pinchó.

E: Idiota – contestó.

Uno a uno los invitados fueron pasando saludando a toda la familia Real, Esther pensó para sus adentros que aquello debía ser un auténtico coñazo para ellos y que era extraño que no acabaran con un esguince de muñeca o alguna lesión en la mandíbula de tanto sonreír… en esas estaba, metida en sus pensamientos cuando se vio frente a la Reina.

E: Majestad – dijo al tiempo que hacía la reverencia correspondiente.

Reina: Buenas noches – escuchó – espero que disfruten de la cena – dijo con cortesía.

E: Majestad – volvió a decir al pasar frente al Rey, escuchando como la Reina decía la misma frase a Rai que pasaba tras ella – espero que se encuentre ya del todo recuperado – se atrevió a decir.

Rey: Sí, muchas gracias – contestó con amabilidad – estoy muy bien, gracias.

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M: Buenas noches, bienvenida – saludó Macarena casi sin mirarla.

E: Gracias – contestó ella pasando a saludar a Don Fernando con quien casi tampoco cruzó palabra y esperó a que Rai terminara para cogerse de nuevo a su brazo.

R: Bueno, pues ha pasado lo peor – dijo ya caminando hacia la nueva sala donde les estaban indicando ir.

E: Sí, menos mal…

R: Oye… no me dirás que no ha merecido la pena – la miró – Venga Esther… está preciosa… es un autentico bellezón.

E: Sí… la verdad es que sí – afirmó sin negar lo evidente. La princesa Macarena estaba realmente exultante aquella noche.

Al entrar en el salón donde tendría lugar la cena, un chico vestido de pingüino les preguntó sus nombres y verificándolos en una lista les acompañó hasta su mesa, con un cuidado exquisito pudieron ver que a aquella mesa no le faltaba de nada, incluso contaron más cubiertos de los que ellos mismos conocían, una enorme mesa para diez personas a las que no conocían de nada…

Dieron un rodeo buscando sus nombres encontrando los de sus compañeros de cena a cada cual más conocido mundialmente tanto por la fama debido al mundo del espectáculo como por el hecho de ser algún Duque, o algún miembro de alguna familia real extranjera… encontraron al fin sus nombres, y aunque no estaban sentados al lado sí estaban lo bastante cerca como para poder hablar entre ellos.

E: ¡Será una broma! – exclamó Esther al mirar el nombre de la persona que tenía justo a la derecha su compañero.

R: ¿Qué pasa? – preguntó acercándose a ella - ¡Venga ya! ¿En serio? – preguntó casi ilusionado.

Antes de poder seguir hablando del tema, comenzaron a llegar el resto de comensales, hablando entre ellos los que se conocían y algunos echándoles una mirada de extrañeza al no conocerlos.

R: Buenas noches – saludó con educación.

- Buenas noches – dijo una señora algo estirada al tiempo que se acercaba a Esther – Disculpe – le dijo - ¿Me permitiría sentarme? Está en mi sitio.

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E: Eh… ¡Ah! Sí, claro – se apartó – perdone… - dijo dando un par de pasos hasta encontrar su lugar.

Ya habían llegado todos los invitados y el murmullo generalizado en la sala era bastante abrumador, todo el mundo hablaba con alguien como si se conocieran de toda la vida, Rai y Esther se miraban sin saber muy bien qué hacer o qué decir.

- Hola – dijo un chico sentándose al lado de la enfermera – Roberto Salvatierra – dijo ofreciéndole la mano para que la estrechara – un placer.

E: Esther García, encantada – contestó tras la sorpresa inicial.

- ¿De qué gremio eres? – le preguntó con aire chistoso – ¿del de las super duquesas… las modelos superfashions o los políticos incansables en hacer campaña?

E: Del de las enfermeras – dijo algo menos tensa tras aquella broma – soy enfermera y él – señaló a Rai – es médico.

Ro: Roberto Salvatierra – le saludó incorporándose un poco para llegar a estrechar su mano.

R: Raimundo Ibáñez – contestó – pero llámame Rai – Roberto asintió – Somos los que atendimos al Rey cuando le dio el ataque al corazón.

RO: Ah ya, claro - dijo – Normal entonces que os hayan invitado, tengo entendido que hicisteis un gran trabajo.

E: Solo hicimos lo que haríamos con cualquier paciente – intervino Esther con naturalidad.

RO: Sois modestos… me gusta – sonrió.

R: ¿Y tú? – preguntó dejando a un lado el tratarle de usted puesto que Roberto no lo hacía - ¿De qué gremio eres?

RO: Mi padre es primo segundo del Rey y yo soy amigo de la Princesa – contestó sin intención ninguna de presumir.

E: Ya sé quien eres – dijo – saliste en una revista con la Princesa – se dio cuenta de lo que acababa de decir, ella no era dada a las revistas, Rai la miró enarcando una ceja – se la ví a Teresa – se defendió.

(20)

En aquel momento, alguien anunció que la familia Real haría su entrada en el salón, por lo que todos los allí presentes se levantaron, un poco más retrasados lo hicieron Rai y Esther que aún no sabían como iba todo aquello.

Saludo inicial de toda la familia y discurso de bienvenida del Rey para después, dispersarse todos por aquel enorme salón en busca de sus asientos.

M: Buenas noches – dijo llegando hasta su mesa y sentándose como así hicieron el resto de comensales – Espero que estén pasando una velada agradable.

RO: Sí, muchas gracias, alteza – dijo con una sonrisa que Macarena correspondió.

A partir de ahí, la cena comenzó y un aluvión de camareros comenzaron a entrar sirviendo a todo el salón, siguiendo un estricto orden de protocolo, primero fue servida la mesa del Rei, seguida de la de la Reina, a continuación la mesa de la Princesa y para finalizar, la de Don Fernando.

Las conversaciones poco a poco fueron fluyendo en todo el lugar, en concreto en la mesa de la Princesa los primeros en comenzar una amena charla fueron Roberto y Doña Macarena que aún manteniendo las distancias dejaban ver que ya se conocían. Macarena atendía a todos con una sonrisa imborrable y Ray, mucho menos vergonzoso que su compañera comenzó a llevar la voz cantante de casi todas las conversaciones, mientras que la enfermera se limitaba a contestar a alguna cosa que decían los que tenía al lado, sintiéndose demasiado fuera de lugar por mucho que Roberto intentara hacer que se sintiera bien…

Así transcurrió la cena y llegó el baile, donde todos se dispersaron y comenzaron a bailar en pareja, la Princesa volvió con su familia para después comenzar a bailar con un montón de personalidades que así se lo pedían y que ella no podía negar… Esther se limitaba a hacerlo con Rai y con algún otro que se le acercaba… de esa manera transcurrió la noche hasta que a altas horas de la madrugada decidieron marcharse a casa…

No tenía turno aquel día, por lo que no se preocupó de poner el despertador, había llegado tan cansada, le dolían tanto los pies por aquellos horribles zapatos que había decidido no salir de casa para nada aquel día, sin embargo, el sonido del teléfono le decía que tal vez sus planes serían frustrados…

E: ¿Diga? – dijo aún medio adormilada cogiendo el teléfono.

T: Esther… soy Teresa – escuchó – sé que no trabajas hoy pero tienes que venir al hospital.

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T: Santiago me ha pedido que te llame… tienes que venir, Esther – decía casi apurada – y tienes que hacerlo ya.

E: Joder – protestó… al garete sus planes de vaguear – ahora voy – dijo sabiendo que si las órdenes eran de Santiago no podía negarse y que además, si le pedían que fuera en su día libre, es que realmente debía ser importante…

Llegó al hospital y lo que vio le dio a entender por qué esa urgencia en que fuera, ambulancias que llegaban una tras otra dejando heridos y saliendo nuevamente sin casi reponer el material, médicos y enfermeras en el muelle preparados para atender a todo el que venía, un ir y venir de personas asustadas preguntando por sus familiares…

Se hizo un hueco entre la gente que allí se congregaba y por fin pudo ver a Teresa con un clarísimo gesto de desbordamiento.

E: Teresa ¿Qué ha pasado? – preguntó firmando el parte de entrada.

T: Se ha derrumbado un colegio, Esther, vienen un montón de heridos – decía con prisas.

E: Ahora entiendo las prisas – murmuró mientras dejaba el bolso a un lado.

SAMUR: Varón, siete años, múltiples contusiones en el tórax, traumatismo craneoencefálico, viene inconsciente y tiene un hierro clavado en la pierna derecha – escucharon que decía el médico entrando con la camilla.

G: ¡Esther! – gritó Gimeno haciéndose cargo del paciente – analítica completa, pruebas cruzadas, placas de tórax y de piernas, TAC craneal y pide el ecógrafo – dijo de carrerilla, a Esther casi no le dio tiempo de quitarse la chaqueta – al box 2

E: Voy – decía con premura – Teresa, guárdame esto – le tiró la chaqueta y salió corriendo para cambiarse rápidamente y asistir al médico.

SAMUR: Mujer, diez años, traumatismo leve y contusiones – escuchó que decían los médicos de la siguiente ambulancia…

- A la sala de curas – dijo un nuevo médico que ya estaba esperando la entrada…

El nerviosismo generalizado, la llegada sin pausa de heridos, el ritmo frenético de urgencias hacían que todos los trabajadores de urgencias se vieran casi desbordados y algo cansados cuando una hora y media después de su llegada, aún seguían trayendo a más heridos…

(22)

E: Mal, Santiago – contestó – no termino con un paciente cuando ya estoy con otro, y como yo, el resto…

S: ¿Con qué estás ahora? – preguntó.

E: Voy a entrar en quirófano con Claudia…

S: Vale, que vaya otra enfermera – le pidió – Necesito que hagas un vendaje compresivo por un esguince.

E: Santiago, eso puede hacerlo otra enfermera, yo estoy muy liada – intentó excusarse.

S: Ya, ya sé que lo puede hacer otra enfermera, pero quiero que lo hagas tú – dijo dejándole claro que no había discusión posible.

E: Está bien – asintió - ¿En la sala de curas? – preguntó por la localización del paciente.

S: No, en mi despacho.

E: ¿En tu despacho? – se extrañó.

S: Sí, Esther, en mi despacho – repitió – venga, no tardes…

E: Voy, voy – dijo comenzando a andar extrañada de que le mandara a su despacho.

C: ¡Esther! – la paró Claudia antes de subir al ascensor – nos vamos a quirófano.

E: Te envío a otra enfermera, Santiago me ha pedido que atienda a no se quien…

C: Vale, pero rápido – apuró.

Una vez encontró a una enfermera libre que asistiera a Claudia, cogió todo lo necesario para lo que le había pedido Santiago y subió hasta su despacho, decidió hacerlo por las escaleras puesto que ese día, habían decidido dejar los ascensores libres por si los necesitaban en el traslado de algún paciente, algo malhumorada por tener que atender un simple esguince cuando en urgencias seguramente la necesitarían más llegó al fin hasta el despacho y resopló al ver quien había allí.

(23)

Macarena, sentada en una de las sillas y con gesto dolorido aguardaba a que alguien la atendiera – Alteza.

M: Hola – saludó.

E: Vengo a ponerle el vendaje – informó.

M: Sí, gracias – dijo dejándole espacio para trabajar - ¿No tendríais nada para el dolor?

E: Sí, ahora le subo un calmante – contestó ocultando su asombro y actuando con normalidad.

M: Muchas gracias – le dijo de nuevo.

E: A ver… - tomó el pie de la Princesa y comenzó a palparlo, viendo un gesto de dolor en Macarena – lo siento…

M: No se preocupe – contestó – es solo que duele…

E: Ya… - cogió la venda - ¿Cómo se lo ha hecho? – preguntó olvidándose de con quién estaba tratando – perdón – dijo rápidamente al darse cuenta de quién era.

M: Tranquila – medio sonrió – estaba viendo las obras de mi casa, cayó un ladrillo y salté para evitar que me diera… supongo que apoyaría mal el pie…

E: Sí, esa suele ser la causa habitual de los esguinces… una mala caída o el apoyar mal… - decía comenzando a vendar.

Durante varios minutos quedaron ambas en silencio, Esther concentrándose en su labor, Macarena intentando disimular los gestos de dolor.

M: Es usted poco habladora ¿verdad? – preguntó un poco inquieta por aquel silencio.

E: ¿Perdón? – levantó la vista para mirarla al no esperarse aquella pregunta.

M: Bueno… lo digo porque como ayer en la cena casi no habló y hoy está tan callada… - expuso sus razones – no sé si es que es usted así o… ¿es por mi?- terminó de preguntar con una leve sonrisa.

(24)

M: ¿Lo pasó bien? – volvió a preguntar, Esther la miró como si no supiera a qué se refería – en la cena… ¿lo pasó bien?

E: Sí, sí… muy bien, gracias.

M: Me alegro – casi susurró.

E: Perdone mi atrevimiento pero… - quedó callada.

M: ¿Sí? – la invitó a seguir.

E: No, que… me preguntaba… es una tontería, disculpe.

M: Dígame, Esther, no se preocupe – la incitó para que preguntara.

E: Bueno… eh… pensé que tenían ustedes un médico en la Casa Real – dijo algo avergonzada por su atrevimiento – y bueno… esto… que digo yo que venir aquí…

M: Ya – sonrió por su nerviosismo – pedí que me trajeran aquí – le dijo – quería que me trataras tú – soltó, y Esther no supo como tomarse eso, Macarena se movió algo incómoda por lo que acababa de decir – hicieron ustedes un gran trabajo cuando el Rey estuvo ingresado y pude ver que son grandes profesionales – siguió diciendo.

E: Claro – fue lo único que dijo volviendo a prestar atención al tobillo de la princesa “baja de la nube, Esther, baja de la nube que lo que estás pensando es una tontería” se dijo a sí misma – Esto ya está – terminó de vendar.

M: Muchas gracias, Esther – dijo mirándola.

E: No hay de qué – contestó de igual modo… - Estooo… lo lamento pero tendría que volver a urgencias…

M. Claro, no la entretengo más, no se preocupe – contestó.

S: Con permiso – Escucharon que decía Santiago entrando en el despacho – Alteza, espero que Esther le haya atendido bien.

(25)

E: Bueno yo voy a seguir trabajando – les dijo a ambos – Alteza – dijo a modo de despedida, recibiendo un gesto de gratitud por parte de la princesa antes de salir de aquel despacho con gesto contrariado por lo que había pasado allí dentro…

… Afortunadamente el Rey ha vuelto a retomar su agenda con total normalidad tras la intervención a la que tuvo que ser atendido hace ya un mes debido a un problema cardíaco. Por esto hemos podido ver esta semana a Don Pedro asistir al aeropuerto de la ciudad para dar la bienvenida a los siete soldados que volvían de Irak.

Por otra parte, la Princesa Heredera Macarena ha presidido la inauguración de una nueva sala en el Museo de Historia Contemporánea, donde hemos podido apreciar una pequeña cojera en el tobillo derecho, según hemos podido saber, esta cojera se debe a una lesión que le ha producido un esguince.

E: Teresa – llamó Esther viendo como la recepcionista parecía demasiado absorta mirando la pequeña televisión de la cafetería.

T: Shhh – mandó a callar sin apartar la vista del televisor.

El Infante Don Fernando junto con la Reina doña Rosario viajaron ayer a Gran Bretaña invitados a la celebración del cumpleaños del Príncipe de Gales…

Sin poder más que refunfuñar, la enfermera veía como Teresa no dejaba de prestar atención a todos aquellos periodistas que en “corrillo” analizaban, criticaban o alababan todos y cada uno de los movimientos de la Familia Real…

E: Teresa – insistió - ¡Teresa! – dijo ya con más ímpetu.

T: Qué, hija, qué – dijo pareciendo molesta por aquella interrupción.

E: Que necesito el informe que te pedí hace ya una hora.

T: Voy, voy – decía andando y girando el cuello para poder ver las ultimas imágenes – ays, que no se puede tener ni un minuto de descanso…

E: Vale, sí, lo que tú quieras – andaba tras ella – pero el informe lo necesito para hoy.

T: Aquí está – se lo dio una vez llegaron a recepción – Consuelo, ya me quedo yo – le dijo a la compañera que la estaba sustituyendo.

(26)

E: ¿Para mí? – lo miró extrañada.

C: Sí, para Esther García – sonrió – y que yo sepa, tú te llamas Esther García.

T: ¿Pero quien te envía flores Esther? – dijo intentando coger la tarjeta, Esther por suerte fue más rápida y se la arrebató - ¿No me digas que te has echado novia? ¿Y no me lo has contado? – preguntaba totalmente indignada.

E: ¡Teresa que no tengo ninguna novia!

T: ¿Y entonces de quién es? – siguió interrogando

E: Yo que sé, Teresa – contestó un poco harta de aquel casi tercer grado.

T: ¿No lo sabes? Ay hija qué romántico… una admiradora secreta – dijo entrelazando las manos y apoyándolas en el mentón dejando clara su ilusión – pero mujer… mira la tarjeta ya, que me tienes en ascuas – apremió.

E: Pues te vas a quedar con las ganas – dijo metiéndola en el bolsillo y cogiendo el ramo – que tengo que trabajar, luego la leeré – terminó de decirle saliendo de allí y poniendo rumbo a otro lugar lejos, muy lejos del cotilleo de Teresa.

T: ¡Y se va! – protestó – ¡será posible!

Entró en vestuarios, sabiendo que allí, al menos por un rato estaría a solas, al igual que Teresa ella también se había quedado intrigada por aquel ramo que no esperaba. Pensó en quién podría habérselo mandado y la primera persona que le vino a la mente fue Álex… suspiró… ya habían dejado claro que todo había acabado entre ellas así que no entendía a qué venían aquellas flores… sin querer darle más vueltas sacó la tarjeta del bolsillo y comenzó a leerla.

“Gracias por el tratamiento que he recibido, simplemente excelente, tanto profesional como personalmente. Me gustaría agradecérselo en persona si no tiene inconveniente con… ¿Un café?

M”

(27)

En el palacio Real, en el despacho del Rey, Macarena y su padre discutían la agenda de ambos para la semana próxima, al tiempo que discutían sobre la nueva situación del país intentando hacer algo sin inmiscuirse demasiado en las tareas de los dirigentes del gobierno. Don Pedro andaba de un lado para otro tras su mesa mientras que Macarena, sentada frente a él miraba su agenda electrónica.

M: Estoy pensando – dijo dejando el aparato sobre la mesa y llamando la atención de su padre - ¿Y si hacemos una reunión a puertas cerradas?

P: ¿A qué te refieres? – quiso saber, toda idea era buena en esos momentos.

M: A ver – se irguió para explicarle mejor su sugerencia – convocamos una reunión con los dirigentes de los partidos políticos, Petazeta, Jojoy, Llamapares… y todos los pequeños partidos que quieran participar. Convocamos también a los directores de los bancos más importantes del país, que traigan todos un informe sobre las cuentas del estado, incluso podríamos convocar a un representante de empresas fuertes y pequeñas empresas, e intentamos buscar soluciones entre todos – lo miró esperando una reacción.

P: Continúa – dijo sentándose en su sitio.

M: Bueno, podemos estudiar las posibilidades, intentando buscar la mejor forma de solucionar este problema, nuestro cometido sería darle algunas sugerencias o directrices, intentar mediar entre ellos para que en lugar de tirarse los trastos a la cabeza o culparse unos a otros consigamos llegar a algo que pueda atajar el problema – explicó – sería algo entre todos, nos implicaríamos todos, tanto nosotros, como los políticos, los bancos, empresarios… - hizo una pausa y continuó – algo a puertas cerradas, donde intentemos llegar todos a un consenso…

P: Puede ser buena idea – dijo tras pensarlo durante un segundo – sí, me gusta – sonrió orgulloso de su hija – serás una buena Reina… - afirmó.

M: Voy a… - sonrió ligeramente ante su afirmación, sintiéndose bien al ver el orgullo en los ojos de su padre – a comenzar a decirle a tu asistente que convoque la reunión.

P: Estupendo – vio como se levantaba y decidió pararla para conversar sobre otro asunto que tenía e mente desde hacía tiempo – Macarena – la Princesa se volvió – espera un momento, quiero hablar contigo.

M: Dime – volvió sobre sus pasos.

P: Siéntate, hija – le pidió dejando a un lado su rango, Maca lo hizo sin saber por donde iban los tiros.

(28)

P: No… no, bueno – la miró – solo que… con todo esto del infarto he estado pensando mucho en vosotros… en ti…

M: Papá…

P: Tranquila – la calmó al ver su rostro algo inquieto – estoy bien, pero si es cierto que con todo esto me he dado cuenta de muchas cosas y… Maca, tienes ya una edad y va siendo hora que consideres casarte.

M: ¿Casarme?

P: Sí, casarte – repitió – vas a ser la Reina de este país y eso conlleva muchas responsabilidades, entre ellas, casarte y tener descendencia para así garantizar la continuación de la monarquía.

M: Ya – quedó callada.

P: Debes empezar a pensar en ello, Macarena – dijo al ver su poca predisposición - ¿no hay nadie en quien estés interesada?

M: Pues no, papá, no hay nadie – dijo mirándolo con total seguridad – y sinceramente, no tengo ninguna intención de casarme por el momento.

P: A tu edad, Macarena tu madre y yo ya llevábamos varios años casados y…

M: Papá, papá – lo cortó – que tú y mamá ya estuvierais casados no significa que tenga que hacerlo yo – terminó de decir algo molesta.

P: No te pongas de ese modo, solo estoy intentando hacerte ver que debes empezar a planteártelo – continuó – no digo que te cases mañana, pero sí que empieces a buscar a un hombre con quien compartir tu vida.

M: Es que ahora mismo no me interesa compartir mi vida con nadie – dijo de nuevo – estoy muy bien como estoy.

P: Es que no lo entiendes – comenzó a impacientarse – no se trata de ti, se trata de la continuidad de la corona.

M: ¿Cuándo he dejado de hablar con mi padre para hablar con el Rey? – preguntó totalmente molesta por aquella ultima frase.

(29)

P: Hablas con los dos – contestó – te hablo como padre y como Rey.

M: Bien, pues dile a mi padre que cuando encuentre la persona que haga que me enamore a lo mejor me caso, de momento no, y al Rey dígale, Majestad, que la Princesa no se casará por imposición – dijo saliendo del despacho y dando un sonoro portazo, ¿Casarse? ¿Ahora? Ni loca…

P: Tan obstinada como su madre – murmuró Don Pedro al verse solo…

Quedaban cinco minutos para terminar el turno, así que queriendo evitar que la llamaran para entrar en alguna operación o atender a algún paciente que le hiciera salir más tarde de su hora, decidió ir a vestuarios y cambiarse con tranquilidad. Una vez allí se sentó un segundo en la banqueta, sintiendo como sus músculos le pedían un descanso, en las ultimas dos horas casi no había parado y realmente su cuerpo le pedía un segundo de tranquilidad.

Se levantó y abrió la taquilla quitándose la parte de arriba del pijama para coger su camiseta, al hacerlo, vio las flores y la tarjeta que había recibido un rato después de entrar a trabajar… la miró, se había olvidado completamente de aquella tarjeta y de la invitación que se leía en ella. La tomó entre sus manos y volvió a leerlo… la princesa la estaba invitando a un café… ¿Pero cuando? ¿Donde? ¿Como? Aquello era absurdo, porque ¿qué hacia ella tomando un café con la princesa? Pero claro… aquella tarjeta no daba ningún dato más, así que ¿Cómo aceptar o rechazar la invitación? ¿De qué modo ponerse en contacto con ella? ¿Llamando a la Casa Real? Se rió de sus propios pensamientos.

E: Llamar a la casa real… - decía mientras volvía a dejarlo donde estaba y seguía cambiándose - Claro Esther, coges la guía de Teléfono, buscas por la “C” de “Casa Real” y llamas como si tal cosa… Hola, ¿Soy Esther, está la princesa? Jajaja – reía ella sola – O mejor… Hola, soy la enfermera del Rey, la princesa me ha invitado a un café pero no sé llegar a palacio, ¿me la pasas? – Terminó de abrocharse el pantalón – Anda Esther, vete a casa que realmente estás cansada…

- ¿Hablando sola jefa? – escuchó que le preguntaba una enfermera.

E: Sí, aquí, de locura transitoria – sonrió, la enfermera sonrió también – me voy a casa que necesito dormir – cogió la tarjeta y el ramo, pudo ver como la enfermera lo señalaba y antes de que hablara lo hizo ella – no preguntes… - y salió de allí poniendo rumbo a la salida.

Esquivando las preguntas de Teresa que cada vez que la había visto durante el turno le había preguntado por aquel envío, salió por fin a la calle, al llegar al coche dejó el ramo sobre el techo del vehículo y buscó las llaves en el bolso, abrió la puerta del copiloto, dejó la chaqueta, el famoso ramo el bolso y cerró para ir hacia la puerta del conductor.

- ¿Esther García? – le preguntó un chico vestido informalmente pero igual de grandote que en días anteriores.

(30)

- Soy Carlos – se presentó con amabilidad – me envía doña Macarena.

E: Doña Macarena… - el chico asintió – Macarena… la… la princesa vamos – dijo para cerciorarse.

C: La misma – dijo con una media sonrisa Carlos – quiere saber si acepta su invitación.

E: La… al invitación – repitió, como no creyéndose aún nada de aquello – ya… lo del café.

C: Sí – afirmó, esperó una respuesta y al ver que no la obtenía siguió hablando – si acepta le rogaría que me acompañara, pero está en todo su derecho de no aceptarla, es más, tengo órdenes estrictas de no insistir si no desea acompañarme.

E: Ah… - no supo qué decir, ¿se le puede decir que no a la princesa heredera? Se preguntó a sí misma.

C: No está obligada a ir, puede decir que no o decidir otro día, otra hora, o nunca… no está obligada a nada.

E: Eso ya lo ha dicho – ahora quien sonrió fue ella, al ver que aunque con palabras distintas le repetía lo mismo.

C: Sí, es que la princesa me ha pedido que insista en que no tiene que aceptar si no quiere – dijo excusándose – no quiere obligarla a ir por el echo de ser la princesa.

E: Bien pues en ese caso… - pensó unos segundos qué decir, una parte de ella le pedía que rechazara la invitación, sin embargo su parte curiosa ganaba la batalla haciendo querer ir – ¿le sigo o…?

C: Si no le importa – cortó la pregunta con una sonrisa al ver que aceptaba – sería mejor que usted viniera conmigo, luego la traeríamos de vuelta a por su coche.

E: Vale pues… ¿vamos?

C: Por aquí, por favor – señalo hacia donde tenía aparcado el coche, una vez la enfermera cogió su bolso y cerró el vehículo para seguirlo a poca distancia.

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Algunos años más tarde de la investigación de Van Ek, Bachman (1987) añade un término que hasta el momento no había sido estudiado explícitamente y que igualmente tiene mucho que