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Revista chilena de historia y geografía: año V, tomo XV, n° 19, 1915

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1915 Mura. 19

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DE

HISTORIR

Y<5EO<3JÍBFÍH

PÜBUCRCIÓN TRIMESTRAL

Órgano

de la

Sociedad

ChUena de Historia y

Geografía

i'/

l¿'¿-'-5g/WRio.

p¿es. .Ebbííuriz, Cníceriie.—Dosexpedicionesdesastrosas....i....".';

Latoham, Ricardo E.— 1.a capacidad guerrera de los araucanos: -~: 8üi.8]9u6sVu¿i»báoímiUtái^^..;:!/^.^-...'...'...:.' 22

Wilson,Ralph JS.—Recientes observaciones de.las nebulosas y,. - ausproyeccionesenelproblemade laevoluciónestelar.. 94 BoaSa, ■Jifan,—f,SLFernandina. ....:...::./...'.*.... 116 rViónSiMackenna,B;T-OonFelipePardoAliagaenChile ,.- 187 CartaanónimasobreélsitiodaChillanenAgostode1818,.:... , Í4Í Alda?, y Aspeb, Aíonuei.^Cireular"pasada a losSuperiores de '"

.rlosConventosy Monasterios-conmotivo delaexpulsión / c'délosJesuítas..;...'....;.,...•..:..-?.:...;:...:„.... „".'.-... ¿ Í60 deMontessus dk Ballore, Fernando.—

Bibliografíageneral,de tembloresy terremotos.:. .:..."...^...^Sr. :.ts?.:."...' 161 ^Covarrubias, luí».—Monedanchileuas desdela Independencia

''

¿asta,lafecha..;';l:...:...,.-.'. .'.,.-.'./...-...'..:...'.>>.:'.'...';,,£.■....'....,.., 2áí Thayee Ojeda. Thomát.—hos héroesindígenasde -La Araucana» 306 Prietp,Imís Frañeüco.—¿Cómo se llamaba la madre del abate .

.Molina?... ..^...i»-...,.'...,..^'. :..',L: r36& VicüSa Cifuentes, .Julio.—Mitosysuperstteionés\,recogfrlosaela .

tradiciónoralchilena(Conausión). .,...:/.'.' .:■-S69 CartadedonFrancisco délaLastraadon -BernardoO'Higgins 423 Uñfolletodepropaganda^hasta ahoradesconocido,-sobrelaRe-'-f'^ ;voli)slóñdélaIndependenciadéCÜile....^.. .." 426 AmunXteouÍ Solar, Domingo.—Bosquejo Histórico dela Litera

turaChilena(CanUnuatUny.T....:.. ...:..." *.... 447 . Zentiíno, Jos¿ Ignacio.—ÉlGeneralZentéD9(ContípuactónJ...

.^. 464 ''"Actas déla Sociedad Chilenade Historiay.Geogíaíüv Zl...l. 479 Comunicaciones. -..Vi,..-.-...::._., .-ff... 481 Nómina de los sociosdelaSociedad Chilena de Historia yGeogra

fíaen16 deSeptiembrede1915.:.... ...-..;...:. 490

u

y"

Imprenta

Universitaria Bandera 130

(2)

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'■'~'!-'-&A7-i----í--:~'-:'

•A COLABORADORES

-- - y., " :'^"'.

' •■ hasta el présente número

&'.'>-Aqostini, Alberto De Aldana,Artenro- ; Ambeega,Fray Jerónimo de Amunátegui

SoLAR,<Í5ómingo

,_ .Ayala l¡?>A. "

BallivíáNjMrV. '-, -' BarahonaVega,Clemente Berthling Hans: ,

BertRand,Alejandro,

'

. , , Blanchard-Chessi, Enrique ~. Blanco Fombona, Rufino ,:-; Cabrera, Arturo . •'.* Cañas Pinochet,Alejandro .,-Cavada,Francisco J. ,, :Coíázzi*Antonio ,

t Cóváerubías, Luis Cuadra, Guillermo Cuneo Vidal,B.■■'■'-.. Cumming,.Alberto de laCruz, Ernestq DíazMeza,Aurelio Donoso;Armando

EcheverríayBeyes, Aníbal Echegoyen, Horacio

Edwards,'Alberto;'= . Encina, FranciscoA. .

--'">'■- "-Espejo, JuanLuis , Espinosa, AurelioM. >■ Errázuriz,Crescente Fonck, Francisco_ FuenzAlida,José delO GajardoBeyes, Ismael GAldames,Luis

-García

lluiDOBRCvElías

Gatica Martínez,^Tornas

" GómezGarcía, Agustín Guevara) Tomás

GümmáyMartí,Alfredo Guzmán,C. A,

Hañssen,Federico ; HübnerBezanilla;Jorge Huidobro Gutiérrez, Bamón

Vi,-.. ír"'1'

S--LAGOS/P/Boberí»/

-Lat¿ham,

BicardoE. ,; LÁVÍALj BamónA, "''-'■ 1> Lizana, Desiderio ,

• •„; Lizana M., Eíías .',: '/. / Machado, MiguelR. *

^ Magallanes, Manuel M MarIn VicqNÁi -Santiago MatusZ.VLeoterdp MattaVial, Enrique Mardones,Francisco . Medina,JoséToribio ;* Molina,Evaristo

-''---3 Molinare; Nicanor .--'.-. MontanerBello, Ricardo MONTEBRUNO, Julio J .

V 'V deMontessusdeBallore,F. Nietodel-Ríó,Félixv -y-Oyarzún,Aureliano

POSNÁÑSKYyATthttr

?_;. PeñaMunízaga,Nicolás

f-.

: . Prirto, LuisFrancisco,.:

.Portee, CarlosE.

-^

^ Ramírez,Tomás A., ¿ -RisoPatrón,

Eui$7

*

Ristenpart,F.W., ,

SÁNCHÉz/Pedro

O.'/;- '¿ *-:: '

Santa

Í&UZ,

Joaquín* Silva Cotapos,Carlos . SilvaVildósola,Carlos

ThayerOjeda,Tomás , Toro,Gaspar

Uhle, Max

ÚRZÚA; MiguelRafael Vaísse,

Emilio{OmerjEmethJ

Valenzuela;II

tino.Fr.Pedro ValdésVergara, Francisco VarasVelázquez, Miguel Vicuña Mácjcénña Carlos T VicuñaCifuentes,Julio Villanueva,CarlosE,

A.

NOTA

LaDirección de la Revista no se hace responsable de las ideas que emitan los autoresen sus escritos. '\x

(3)
(4)
(5)

REVISTA

CHILENA

DE

HISTORIA

Y

GEOGRAFÍA

ÓRGANO

DE LA

SOCIEDAD CHILENA DE HISTORIA Y

GEOGRAFÍA

TOMO XV

Santiagode Chile IMPRENTñ UNIVERSITARIA

BflMDERA 130

(6)

REVISTA CHILENA

DE

HISTORIA

Y GEOGRAFÍA

Dos

expediciones

desastrosas

Con

desgracia

principió

para los

españoles

el año 1564.

Después

de haber recorrido durante cuatro días los alre dedores de

Concepción

para recoger

sembrados,

envió Vi

llagra

con

igual

objeto

más

lejos

al

capitán

Francisco Yaca. Dióle unos treinta y cinco hombres

(1),

a fin de

que, retirándose como seis

leguas

españolas

de la

ciudad,

por la

costa,

siempre

al lado sur del

Itata,

cosechase el

trigo

que en

aquellas

comarcas tenían sembrado en sus

encomiendas los

españoles.

Llevaba Vaca instrucciones

precisas

acerca «del sitio

que habían de tomar y de lo que habían de hacer». Ellas muestran cuánto temor

inspiraban

tales excursiones

(1) Juan de Ahumada, en su información deservicios (XXIII, 319)i

hacesubira treintay nueveloscompañeros de FranciscoVaca; la

trela-ción de lo sucedido en ChiledespuésquelGobernadorPedro de Villagra entróenél...» (XXX, 196),dicequefueron treintayseis;Juan Pérez de

Zurita,en sucarta al Cabildo deSantiago (XXIX, 353), treinta ycuatro; porfin,este Cabildo, por los informes que ledaba el mismo Francisco

Vaca,escribeqne fueron treintay dos.Adoptamos untérmino medioen

(7)

a

Villagra.

Eran,

empero, de absoluta necesidad: en vís peras de un cerco,

urgía

proveerse de alimento y

urgía

quitar

esos sembrados a los

indígenas

enemigos.

Se

previno

a Francisco Vaca que no debía exponerse a los azares de un

combate,

en el caso de verse amenazado por los de guerra, «porno ser

tiempo

de aventurarnada». En

lugar

de

combatir,

seretiraría a

Concepción.

Másaun: si tuviese noticias de la

presencia

del

enemigo

en lascer

canías,

fingiría

partir

de noche contra él y tornaría «a la ciudad sin ser sentido».

Llegó

Vaca al

punto

designado,

«que era muy

bueno»,

una llanura «a

propósito

para los caballos y donde

podía

estar al seguro»

(1).

Como no se divisase

peligro

y

queriendo

coger más abundante comida al lado norte del

río,

instaron los sol dados a su

capitán

a pasar el Itata. Era desobedecer las órdenes

recibidas;

pero,

engañado

también Vaca por la

aparente

tranquilidad

de la comarca, condescendió con el deseo de los suyos.

Creyó

hacer cosecha mucho más abundante sin correr

peligro alguno.

Equivocóse.

Diestramente oculto en los contornos con tres mil hombres de guerra,

según

calcula

Góngora

Mar

molejo, espiaba

Loble,

«indio belicoso y valiente» los mo vimientos de los

españoles.

Apenas

los vio atravesar el

río,

preparó

el

ataque

y cautelosamente avanzó hacia ellos.

Su cautela y

precauciones

para no

despertar

alarma entre el

enemigo, consiguieron

ocultar su

movimiento;

pero no

lograron impedir

que

llegase

a Francisco Vaca vago rumor de la cercanía de los indios de guerra.

(8)

Sin

creerlo, vaciló,

no

obstante,

conociendo cuan grave era su

responsabilidad

en el abandono del sitio

designado

en las

instrucciones

del Gobernador

y en haber

pasado

el río.

Indicada estaba la resolución que debiera tomar: vol ver inmediatamente sobre sus pasos, atravesar de nuevo el Itata y tornar en el acto a

Concepción.

En

iugar

de hacerlo así y

desoyendo

la

opinión

de

alguno

de sus

compañeros,

que se lo indicaban

(1),

limitóse a enviar a

Villagra

una carta con uno de los indios

amigos,

que con él iban. Le refería en ella elrumor que había

llegado

a sus oídos y cuya

exactitud, agregaba,

no creía.

Muy

de otra manera

pensó

el

Gobernador,

cuando al amanecer recibió la carta de Francisco Vaca. En el acto le contestó renovándole sus

primeras

órdenes de no

pelear

y de volverse a

Concepción.

Y tanta

importancia

atribuyó

a lanoticia

despreciada

porsu

capitán,

que una hora

después

de recibido el aviso salían «cuarenta muy buenos soldados» en busca de los

expedicionarios

con or den de tornar con ellos a la ciudad.

Llegaron

tarde. Cuando

pasado

el Itata se vieron en el sitio donde habían estado los

españoles,

no los encontra ron ni encontrarona persona

alguna

que los

impusiese

de lo sucedido.

Volvieron a referir su insuceso a Pedro de

Villagra

y en el camino

supieron

los acontecimientos por

algunos

indígenas.

En la misma mañana que el

mensajero

de Vaca

llegaba

a

Concepción

y de allí salíancuarenta

hombres,

el sábado

(9)

15 de Enero de 1564

(1),

habían caído al amanecer los indios de Loble sobre la

partida

de

españoles.

Otros avi sos debía de-haber recibido el

capitán

Vaca,

después

del

primer despreciado

rumor, acerca de la

presencia

del

enemigo;

porque éste no

logró

sorprenderlo:

tenía a su

gente

«poniendo

mucha

guarda

en las velas y

rondas,

todos armados

esperando

lo que harían»

(2).

Ello les

valió,

sin

duda,

para no pagar con la vida de todos los soldados la

imprudente desobediencia;

pero no les dio la victoria. Había ido Loble por las

márgenes

del Itata y caía so bre el campo

español

cortándole el acceso al río y, por lo

tanto,

la retirada a

Concepción.

La fuerza de las cosas

obligaba

ahora a Vaca a deso bedecer nuevamente. Tenía orden de retirarse y de no

empeñar combate;

pero para tornar a

Concepción

—mandato

principal

de sus instrucciones—necesitaba combatir y abrirse paso por entre lasfilas

enemigas.

Otro

cualquiera

movimiento,

con los de guerra al

frente,

que nofuese atacarlos y deshacerlos era, nóretirada sino

fuga

vergonzosa y funesta.

Equivalía

a abandonar los

bagajes,

las cosechas

recogidas,

y a ser

perseguido

y

dejar

también

(1) La cartade Juan Pérez de Zurita al Cabildo de Santiago, publi. cada por DonClaudio Gay,en el volumenI de susdocumentos, págs. 331a 336,dice «diecinueve deEnero». Es error decopiafácil de corre

gir—

como lo hacorregido DonTomás ThayerOjeda,Los Conquistadores d Chile, II, 62—

comparando esa fecha con las que posteriormente apuntael mismo Pérez deZurita; fácil decorregiryfácil de explicarsi tal fechaseescribióennúmeros. YaDonDiego Barros Arana lacorrigió también, como otras que mencionaremos,comparando lacopia publi cadaen susdocumentos por Don ClaudioGay conotramucho másexac

taque consultóenlahistoria manuscrita de Pérez García.

(2) En lo relativo al combate de Francisco Vaca con los indígenas

nos sirveprincipalmente lacrónica de Góngora Marmolejo, cuyas son

(10)

no pocas víctimas en su

viaje

a

Concepción,

cuando repa sara el Itata.

Era menester atacar y así lo hizo Francisco Vaca. Rudo fué el combate. En él

cayó

muerto,

a vista de todos los

españoles

y sin que nadie

pudiese

socorrerlo,

«un sol dado llamado

Giraldo,

vecino de la

Concepción

>••

Largo

rato duró la

lucha,

en la cual

pelearon

valientemente el

capitán

y

algunos

soldados;

pero la

generalidad,

desani mada por la multitud de los

enemigos,

comenzó

pronto

a

flaquear

(1).

A poco se vieron envueltos

por los indios y otros cuatro o cinco cayeron muertos

(2).

Pronuncióse entonces franca derrota de los

españoles,

que ya no

pudieron

pensar en tomar el camino de Con

cepción. Emprendieron

hacia el norte

precipitada fuga,

dejando

en

poder

de los

indígenas

muchos

caballos,

«el

bagaje

y todo lo que tenían».

Siguieron

los vencedores cinco

largas leguas

a los

fugitivos,

que tomaron la direc ción de

Santiago,

resueltos a venir

acá,

por distante que estuviese.

Llegaron,

en

efecto,

«rotos,

maltratados y he ridos»

(3)

a sembrar el

espanto

en la

capital

el 26 ó 27 de Enero

(4).

Mientras

tanto,

cuando supo Pedro de

Villagra

en Con

cepción

laderrota de

Vaca,

lamuerte de cuatro o cinco

es-(1) Relación de losucedidoenChiledespués quel Gobernador Pedro deVillagraentróen él... (XXX, 196).

(2) Góngoea Maemolejo,capítulo 44,dice quelosmuertosenesteen cuentro fueron cuatro españoles; Juan deAhumada, en su mencionada información deservicios,loshace subir a cinco,oncediceporerrorde copiao deimprentael documento. (XXIII, 319).

(3) Góngoea Maemolejo, capítulo 44.

(4) En lasesión del Cabildo deSantiago,celebradaenla noche del l.o deFebreroselee: «el capitán Francisco Vaca podrá haberseisdías que

(11)

pañoles

y la

desesperada fuga

de los demás a

Santiago,

reunió

apresuradamente

el Cabildo. La

pujante

audacia del

enemigo

y la disminución de cerca de cuarenta hom

bres

agravaban

notablemente la situación de la ciudad Esos hombres hacían tanto mayor falta cuanto que pocos días antes había enviado en socorro de

Angol

a Lorenzo Bernal del Mercado con otros veintinueve.

De acuerdo todos en la necesidad de fortalecer

presta

mente a

Concepción,

resolvieron enviar en el acto a An

gol

por los soldados que acababa de llevar Bernal. No se hallaban en el caso de

ayudar

a otra ciudad en

aquellos

angustiosos

momentos.

Para el

desempeño

de esa

comisión,

no sin

peligro

des

pués

de los recientes sucesos,

eligieron

a Juan Pérez de Zurita.

Llegado

en calidad de

prisionero

de su Gobierno de

Tucumán,

fué muy

luego

puesto

en libertad y su renom bre de

distinguido

guerrero, aumentado con las victorias que había alcanzado al otro lado de los

Andes,

cobrómás fama cuando se

supieron

las

desgracias

que abrumaron a

su sucesor Castañeda.

Este,

que había enviado preso a Pérez de

Zurita,

llegaba

entonces a Chile casi

fugitivo.

Preparábase

Pérez de Zurita a

partir

al Perú: «yo es

taba, escribe,

de

partida

para ir a Lima a mis

negocios

y por haberme enviado a llamar el

Rey

y los de su

Conse-jo» (1).

Muy

justos

títulos

podría

tener de ser considerado diestro y valiente

capitán;

pero al

fijar

en él los

ojos

para

(12)

esta delicada misión no se hubiera debido olvidarsu com

pleta inexperiencia

acerca de los

hábitos,

el valor y la manera de

pelear

del

indígena

chileno,

de sus ardides de guerra y aun de la

topografía

del

país

a que acababa de

llegar.

Esta

inexperiencia

lo tornaban

peligroso

jefe,

so bre todo si se atiende a lo mucho que de sí mismo presu mía. En carta al Cabildo de

Santiago

lo manifiesta pocos días

después:

«Por mí visto el

trabajo

tan

grande,

escri

be,

que en tierra había sucedido y el

riesgo

en que el

Gobernador,

la ciudad y todos

estaban,

y no había

quien

a esto con poca ni mucha

gente

seofreciese asu remedio... tomé esta empresa».

Recibí de Pedro de

Villagra

plenos poderes,

continúa,

«para que en

aquella

ciudad de

Angol

yentodaslasdemás de esta Gobernación hiciese y ordenase en todo

aquello

que me

pareciese

convenir al servicio de Dios y de Su

Majestad

y sustentación deesta

tierra,

para sacar y mudar

gente

de una

parte

a otra, y otras

cualesquier

cosas que a mí me

pareciesen

convenir.»

El ilimitado

poder

concedido a Pérez de Zurita—tanto más ilimitado cuanto menos

podía

comunicarse el Gober

nador,

casi ya sitiado en

Concepción,

con las demás ciu dades—

y la

presteza

con que

aquello

se hizo manifies tan lo crítico de las circunstancias.

En

efecto,

a las doce de la noche de ese

domingo

16 de Enero, en que se supo en

Concepción

la derrota de Francisco

Vaca,

acaecida la

víspera,

salió Juan Pérez de Zurita para

Angol

a la cabeza de doce o catorce hombres de a caballo

(1).

(13)

12 CRESCENTE ERRÁZURIZ

Dióle

Villagra precisas

instrucciones. Andaría toda esa noche hasta

llegar

a

Angol,

de donde sacaría «otros vein ticinco buenos soldados». Con ellos

emprendería

la vuelta a

Concepción. Fijóle

el camino por el cual debía volver —el de

Itata,

dice

Góngora

Marmolejo (1)

«e las

jor

nadas que había de traer para que

pudiese

venir seguro».

Conduciría,

en

fin,

a

Concepción

no menos de cien caba llos que, de residentes en esa

ciudad,

había entonces en

Angol.

Con toda felicidad

llegó

Pérez de Zurita a

Angol

el martes 18 de Enero. Se obedecieron allí

puntualmente

las órdenes del Gobernador yse dieron a Pérez de Zurita los soldados y ciento veinte caballos.

Todo

preparado,

salió el

capitán

para

Concepción

el

jueves

20 de Enero con treinta y ocho o cuarenta hom

bres

(2),

aunque de

hombres, según

él

pretende,

«los ocho o diez dellos no tenían sino la maestra».

Usando de las facultades de que se hallaba

investido,

convino en sacarde

Angol

al

Corregidor Diego

deCarran zay lo llevó entre sus

compañeros

(3).

Probablemente para ir a ver al Gobernador y hablar con él acercade las nece sidades y de la defensa de la ciudad que se le había con

fiado;

tal vez a fin de reclamar la fuerza que en esos mo mentos se le

quitaba

y que poco antes se lehabíaenviado

(1) Capítulo45.

(2) Pérez de Zurita dice que saliócon treinta'yocho soldados;con cuarenta dicenPedro de León y su testigo Lope deAyala (XVI, 427 y 449);también en suinformación de servicios Baltasar Pérez de la Mata (XXIII, 302)yGóngoraMaemolejo,cap. 45.JEsclaro elerrorde Simón Alvarezen suinformación deservicios,que habla de «treintaespañoles, poco máso menos»(XIX, 377).

(14)

como necesaria para la sustentación de

Angol;

o por otra causa, salió con Juan Pérez de Zurita.

Y,

pues su ausen cia debía ser

corta,

la ciudad y lacomarca

quedaron

a car go de los Alcaldes Ordinarios

(1).

Los acontecimientos y la

imposibilidad

en que estuvo

Angol

de comunicarse con Pedro de

Villagra,

iban a

prolongar

aquella

situación,

de

suyo

provisional

y en las críticas circunstancias del

país

no exenta de

peligro.

¿Vio

o

sospechó imprudente

confianza o

presunción

Lo renzo Bernal del Mercado en Pérez de Zurita?

Algo

de eso hubo de mover al

experto

y diestro

capitán

a reco mendarle mucha

precaución

para

elegir

el camino.

Según

parece, le

aconsejó

como se lo había ordenado

Villagra

que no abrazase el más corto sino el más seguro.

—«Señor

capitán,

le

dijo,

por el camino que Vuestra Merced ha venido nodebe volver. Pues

hay

otros caminos

muchos,

tome el más seguro; porque creo, a lo que soy in

formado,

que los indios lo esperan a la vuelta.»

El cronista que esto refiere continúa: «Juan Pérez de

Zurita,

como hombre de

grande

ánimo y que no se había visto en reencuentro

alguno

con

aquellos

indios,

despreció

lo que le fué

dicho,

y

respondió

que porel mismo camiuo

(1) GóngoeaMaemolejo,capítulo45,escribe queDiegodeCarranza «dejóelcargo deCapitán para irse a Españay ansí quedó laciudad de Angolsin Capitánque la tuviesea sucargo, porque Gabriel deVillagra Behabía vuelto a sucasaalaImperial, y elcapitán Lorenzo Bernal aun que estabaenAngol, notenía cargo ningunomás queun particular ve cino. Los Alcaldes ordinarios proveeíanenlo públicolo queseles ofre cíacomojusticiaordinaria. Enestetiempollegó el capitánZurita...»

(15)

había

de volver y entrar en la

Concepción

contodo el far

daje

que llevaba: que era

flaqueza

con tan valientes sol

dados buscar nuevos y no usados caminos»

(1).

Nó pensa

ba,

pues,

entonces,

como

después

escribía que

algunos

de esos «valientes soldados» no tenían de hombres «sino la muestra».

Lo que le decía Bernal era cierto. El

cacique

Millalel-mo,

jefe

en esta ocasión de los

indígenas,

ya al corriente

de la

partida

de Pérez de Zurita «por los humos que los

comarcanos

hacían»,

lo

dejó

pasar por muchos

lugares

peligrosos,

en los cuales debía

aguardar

una

celada,

yfué

a

esperarlo

en las cercanías de

Concepción,

como a dos

leguas

de

ella,

en una

ciénaga

junto

al río

Andalién,

en

el

punto

denominado Lebocatal.

Mientras más se acercaba a la

ciudad,

menos temor

abrigaba

Pérez de Zurita y así

llegó,

sin

sospecharlo,

hasta el sitio en donde se ocultaba Millalelmo.

Cuando éste lo vio casi

encima,

habló a su

gente.

Mostróle las

ventajas

del sitio que

ocupaban

y la de ha bérselas con hombresnuevosen la guerra. Les recomendó

que no

pretendieran

apoderarse

del

fardaje:

eso vendría

después

de la victoria. Durante la

lucha,

no distraerían

ellos

parte

de sus fuerzas en tomar los

bagajes

y los espa ñoles tendrían que ocupar

algunas

en custodiarlos. En se

guida

destacó unos treinta guerreros, armados de arcosy

lanzas,

a acometer al

enemigo.

Apenas

los

primeros

hombres de Pérez de Zurita divi saron esta

partida,

dieron la voz de alarma. El

capitán

«mandó

juntar

el

bagaje

para

pelear

y

pasó

adelante a

(16)

reconocer que

gente

era». Resistieronun poco los

indíge

nas

y

luego

emprendieron

la

retirada,

perseguidos

de

cerca por los

españoles.

Eso

esperaba

Millalelmo. Salió de la emboscada con tres mil guerreros, lanzando ensordecedor chivateo: «te

rrible

grita,

que como era valle y estrecho atronaba la

comarca, tocando

grande

número de cornetasy una trom

peta

que había

ganado

a los cristianos». El

capitán

Pérez de

Zurita, después

de

dejar

diez soldados en la custodia

de los

bagajes

justificando

conesto, sin

saberlo,

la astuta

previsión

del caudillo

indígena

atacó valientemente al

enemigo.

El combate se trabó encarnizado. Una de sus

primeras

víctimas entre los

españoles

fué un

joven

y valiente hi

dalgo

sevillano,

donPedro de

Godoy. Llegado

aChile con

don García de

Mendoza,

era encomendero y alcalde ordi

nario de Osorno

(1)

y conocido

generalmente

por el ardor de su denuedo. Metióse con

imprudencia

en las filas ene

migas

y en el acto se vio rodeado y en gran

peligro.

Acu

dió en su auxilio «otro

soldado,

valiente

hombre,

llamado

Rolón»;

pero uno y otro fueron

presto

derribados de sus

caballos y muertos

(2).

Pusieron los rebeldes las cabezas

de esos soldados «en unas lanzas

largas»,

las mostraban

como trofeo de victoria y animaban más y más asuscom

pañeros

a

pelear

con entusiasmo.

A esas dos

primeras

víctimas se

siguieron

otras dos:

(1) Don TomásThaybeOjeda, LosConquistadoresdeChile,tomoIII, página 107.

(2) Adon Pedro de Godoy, sinduda el más notablede los muertos,

(17)

«luego

matarona otrosoldado llamadoHinostrosa y aotro llamado Villero»

(1).

El

Corregidor

de

Angol,

Diego

de

Carranza,

estuvo también a

punto

de perecer. Mal herido y derribado del

caballo,

debió la vida a Baltasar Pérez de la

Mota,

que,

aunque

igualmente

«muy mal

herido»,

lo subió a las an cas de su caballo y

consiguió

huir con él

(2).

Por

grandes

esfuerzos que hiciera Juan Pérez de Zuri

ta para

impedir

la desbandada de su

tropa

(3),

introdújo-se el desorden en las filas y comenzó la

fuga.

Quedaron

en

poder

de los asaltantes los

«caballos,

ropae oro e

plata

e otras

joyas,

que valieron gran cantidad de pesos de oro»

(4),

valor que otro

testigo

hace subira «más de vein te mil pesos»

(5).

Por entre los montes fueron los

fugitivos

«asalir alpa

saje

donde habían desbaratado al

capitán

Vaca»

(6).

No pensaron ya en tentar el paso del Itata y, como los

otros,

sin que fuera

«parte

el

capitán

ni

algunos

soldados bue nos para detenerlos»

(7).

tomaron el camino de

Santiago

«con solas sus armas a cuestas y sin capas ni fresadas ni

(1) Enla «relación de lo sucedidoenChile...» (XXX, 197)sehabla de 'tres soldados muertos; pero confirman el número dado por Góngora Marmolejo,entreotros,el mismoPérez deZuritaen su carta alCabildo de Santiago (XXIX, 355), Pedrode León,en su información de servicios ysutestigo Lope de Ayala (XVI, 427 y449) yJuan deAhumadaen su información de servicios(XXIII,319).

(2) Información de servicios deBaltasarPérezde la Mota(XXIII, 297). (3) Góngora Maemolejo,lugarcitado.

(4) Declaración de Bartolomé de Morcilloenlainformación de servi cios de Pedro de León (XVIII,308).

(5) Información de servicios de Juan Pérez de la Mota (XXIII, 302). (6) GóngoeaMaemolejo, lugarcitado.

(18)

otras cosas, porque todo se lo tomaronconel dichohato y servicio los naturales»

(1).

El combate de Lebocatal se efectuó el sábado 22 de

Enero,

a las doce del día y tardó poco en

pronunciarse

la

fuga

de los

españoles.

Súpose

en

Concepción

la derrota esa misma noche «al

punto

del alba»

(2)

por

algunos

indiosde servicio

queiban con Pérez de Zurita.

Siguió

éste su

rápido

viaje

a la

capital.

El 27 deEnero estuvo ya en salvo a orillas del Teño. Desde allí envió a los

capitanes

Diego

de Carranza y Juan de Lozada con una carta al Cabildo de

Santiago

carta que nos ha pro

porcionado

muchos de los

apuntados

datos—

en la cual le avisa lo sucedido y le

pide

órdenes y socorros.

Cinco días tardaron los enviados en

llegar:

estuvieron acá el 1.° de Febrero. Seis días antes había

llegado

Fran cisco Vaca. Se

imaginará

la

alarma,

más aun, la conster nación que

esparció

en la

capital

esta

noticia,

unasemana

después

de haberse recibido a Vaca. Por

segunda

vez, ve nía al norte una

partida

de soldados

huyendo

de

Concep

ción. Derrotados a dos

leguas

de

aquella

ciudad,

ni

siquie

ra habían intentado

llegar

a

ella,

¿cuál

no sería el

poder

y la

pujanza

del

enemigo;

cuan estrecho el cerco de Con

cepción? ¿No

se debería considerar

perdido

al

Gobernador,

si tal situación se

prolongaba?

Tanto fué el temor, que no

aguardó

el Cabildo el día

siguiente

para reunirse. Esa misma

noche,

a las

9,

apenas

llegados

los

mensajeros,

celebró sesión el 1.° de Febrero.

Componían

el Cabildo en 1564 los Alcaldes Juan

Bau-(1) Información de servicios de Juan Pérez de laMota (XXIII, 302). (2) «Relaciónde lo sucedido en Chile...»(XXX, 197).

(19)

tista de Pastene y Juan de

Cuevas;

los

Regidores

Alonso de Córdoba el

viejo, Diego

García de

Cáceres,

Gonzalo de los

Ríos,

García Hernández y Juan de

Barros

yel

Algua

cil

Mayor

Alonso de Córdoba el mozo

(1).

Abierta la se

sión,

dióse lecturaala carta de JuanPérez de Zurita

(2).

Después

de resumir en ella los sucesos que hemos re

ferido,

habla de la terrible situación de esas comarcas.

«La

tierra, dice,

está en

punto

de ser

perdida;

el Gober

nador y toda la

gente

de

aquella

ciudad está en gran

riesgo

y

peligro,

como el

capitán Diego

Carranza infor

mará a Vuestras Mercedes: y si el socorro no lo tuviesen

de Dios y de Vuestras

Mercedes,

temo se

pierdan,

y aun

lo creo; porque toda la tierra está sobre

ellos,

así los del Estado

(Arauco)

como los de los cerros, y

conjurados

todos

denoalzar el cerco hasta haber rendido

aquel

pueblo

o ser

ellos

vencidos;

todas las

mujeres

e

hijos

tienen

consigo

para que los

ayuden

a

sustentarse;

cógenles

las comidas a

los de la

Concepción.

Desbaratado el Gobernador y per

dido

aquel

pueblo,

lo que Dios no

quiera

ni

permita,

ellos

dicen que han de

probar

hacer lo mismo desta ciudad y de las demás del reino».

f

(1) TomásThayerOjeda, Lasantiguasciudades de Chile, pág.32. (2) Lacopiade estacarta,publicada por don Claudio Gayen elpri mertomo de sus documentos, páginas 131 ysiguientes,yreproducida por el señorMedinaen el volumen XXIX, páginas353ysiguientes de susDocumentos, contiene,como lo notaelseñorBarros Arana (tomoII,

pág.336 de suHistoria General deChile) notableserrores.En ellaapare cederrotadoVaca el 19 deEnero en lugardel 15; Lorenzo Bernal lleva aAngol veintinuevehombresy no veintisiete,y la fecha delacartaes2 de Eneroen vez de 27.Estos errores desaparecen enlacopiainsertaen

lahistoria manuscritade Pérez García. Deestecronistatomamoslos da

tosrelativosal Cabildo de Santiago, cuyasactas y acuerdoscopiao ex

(20)

Continúa con tristes noticias acerca de toda la comar ca desde los Llanos de

Concepción

hasta el Maule. Los

indígenas

de ella estaban «alzados y en la

junta»,

menos

los de las encomiendas de Juan Jufré y de Cuevas. Con

cluye:

«Todo se

pierde

si Dios con su misericordia no lo

remedia y Vuestras Mercedes con brevedad no dan so

corro».

Habiendo expuesto lo terrible que era, a su

juicio,

la situación en el sur, decía a los

concejales:

«Si hasta

aquí

Vuesas Mercedes han dado auxilio por el servicio del

Rey

y por sus

Gobernadores,

ahora lo

hagan

por servira Dios y por

proximidad.»

Pedía que la

capital

elevase has ta «ciento veinticinco hombres con veinte arcabuces» los sesenta de las dos

partidas

derrotadas.

Con estos ciento veinticinco

hombres,

él iría en el acto

on socorro del Gobernador. «Esto no lo

pido

ni lo

quiero,

añadía,

por cosa

ninguna

de

pretensión

que a ello me

mueva, sino sólo por servir a Dios y a Vuesas Mercedes o remediar y favorecer

aquella

gente

que tanto

riesgo

corre. De mí

digo

que serviré a Vuesas Mercedes en esta

arriesgada

jornada

y que

ninguna

cosa de ella

quiero

hacer ni

pedir

como

Capitán

General,

sino

suplicarles

y

ayudar

como Juan Pérez de Zurita y como

amigo

y ser vidor de todos y porque con la

ayuda

de Dios se excusa rá la

perdición

y daño tan

grande

que de no lo hacer po dría resultar».

Manifiesta la necesidadque urge deauxiliar a sus hom bres «muy maltratados y destrozados y faltos deun todo» y se ofrece a venir a

Santiago,

si así lo

juzga

convenien

te el Cabildo y si no

prefiere

enviarle fuerzas y socorro •con Francisco Vaca.

(21)

que se

podría

hacer para remediar la situación. Por su

puesto,

comienzan por asegurar que tanto ellos como los vecinos «están muy

pobres

e

adeudados,

e faltos de lo ne cesario así de armas como

de

caballos»;

pero,

cualesquiera

que fuesen las dificultades y la

pobreza,

en tan graves circunstancias era

indispensable

dar «el socorro al Gober

nador,

de

gente,

armas y

utensilios,

el más y

mejor

que se

pueda

proveer».

A fin de que «el auxilio fuese más

copioso»,

sedecidió

convocar para el día

siguiente,

2 de

Febrero,

fiesta de la Purificación de María

Santísima,

al

pueblo

de

Santiago,

con el

objeto

de que en Cabildoabierto «todose

platique,

vea y provea lo que más necesariosea al servicio de

Dios,

y de Su

Majestad,

e bien de este reino».

Reunióse el

Cabildo

abierto y en él se acordó llamar a Juan Pérez de Zurita y—dice el

cronista,

que extractalo sucedido en

aquella

reunión—el vecindario

se mostró por

extremo generoso. Ofreciéronse los vecinos a

proporcio

nar cada cual un soldado

equipado

y muchos dé ellos air

personalmente

a la guerra.

(1)

Por

desgracia,

esa

generosidad

y tales ofrecimientosno

pasaron de ofrecimientos y

generosidad

verbales: ni en tonces ni

después llegaron

a realizarse. Ni tan sólo volvió

a

Concepción

en socorro del Gobernador y de la sitiada ciudad lo que de allí había venido a la

capital,

los

fugiti

vos de Francisco Vaca y Juan Pérez de Zurita. Permane cieron en

Santiago

los

primeros (2)

y

llegaron

acá los se

gundos

y también

permanecieron

dos meses.

(1) Suministraestosdatos lahistoria manuscrita de Don José Pérez García.

(22)

En la escasez de recursos del

vecindario,

necesitóse-tai vez ese

tiempo

para proveer de caballos y armas a los

fugitivos

de

Concepción.

Sólo a

principios

de Abril

logró

Pérez de Zurita salir para el sur y, como veremos, no pa

só el Maule en ese año.

Crescente Errázuriz.

Francisco Vacaysussoldadosenla«relación delosucedidoenChile...» (XXX,197): «No pudieronvolver donde estaba eldicho Pedro de Villa gra,queeran siete leguas de allí,efueronaparara Santiago queeran sesenta,donde,sin teneratención alpeligroen quequedabanallí,se es

(23)

SUS ARMAS YMÉTODOS MILITARES I

I. Condición de los araucanos antes de la

conquista

española

El

grado

de

capacidad

de una

tribu, nación,

o raza, no

se estima por el estado moral o cultural en quese encuen

traen un momento

dado,

porque eso

generalmente

obedece

a ciertos factores de otranaturaleza. Un

pueblo

puede

per

manecer por

largas

épocas

en un estado de barbarie o de

salvajismo,

siempre

que ese estado sea más o menosapro

piado

a las circunstancias y medios en que se encuentra.

En

general

todo progreso naturales extremadamente len

to,

y se acelera sólo a

impulsos

de

grandes

necesidades,

como ser la necesidad de

subsistencia,

que provocaun me

joramiento

en los métodos de procurarse el alimentoeim

pulsa

la

ganadería

y la

agricultura;

lanecesidadindustrial

o falta de medios naturales para proveerse de los

objetos

o utensilios de uso

diario;

la necesidad

militar,

producida

por la

proximidad

de vecinos

poderosos

o

codiciosos,

etc. Cuando un

pueblo

se hallamás o menos

aislado,

en una

(24)

a permanecer en estado

estacionario,

y el mayor o menor

progreso

depende

en gran

parte

de la facilidad de susten tarse. Para salir de ese estado

precisan

nuevos factores

que vengan a dar

impulso

a las actividades

latentes;

por

ejemplo,

una escasez de

alimentos,

un cambio de clima o

la invasión de otros

pueblos.

El encontrar un

pueblo

en un estado cultural talocual

no

implica

queno

haya

podido

progresar

más,

ni que suca

pacidad

evolutiva sea inferior o nula. Para medir esa ca"

pacidad

es

preciso

observar el

poder

que posee paramodi ficar sus sistemas o asimilar otros nuevos, cuando por

cualquiera

causa las condiciones del medio cambian.

En cuanto a los araucanos, a la entrada de los

españo

les los encontramos

perfectamente adaptados

alos medios

en que vivían. El territorio

ocupado

por ellos era de na turaleza abundante para una

población

no muy densa

(no

tomamos en cuenta las cifras de

algunos

de los cronis

tas,

cuyo

objeto

eraaumentar yensalzar las proezas de los

españoles);

abundaba en

productos

naturales,

que

proveían

de una alimentación nutrida y variada a los

pobladores,

pero cuya recolección

impedía

las

grandes

aglomeraciones

de

gente

en zonasreducidas. Los campos

producían

depor sí una cantidad de

frutos,

semillas,

raíces,

tallos y

hojas

comestibles,

que no

exigían

más

trabajo

que el de buscar

(25)

caban a una

primitiva

agricultura,

cosechando ciertos ce

reales para pasar el invierno.

Esta manera de subsistir sólo se

puede practicar

don

de la

población

es poco densa. Cuandose

acrecienta,

prin

cipia

a sentirse escasez y

requiere

la

adopción

de otros

medios;

la

migración

a territorios no

ocupados,

o lamodi ficación del sistema de procurarse el alimento por el cul

tivo de

plantas

comestibles,

o sea por la

agricultura,

etc. Como sólo en

pequeña

escalahabían sentido los araucanos

esta

necesidad,

sería atrevido asegurar que no tenían ca

pacidad

para

semejante

desarrollo.

Su constitución social se basaba en la familia. Cuando

crecía ésta y se hacía demasiado numerosa para el fácil

sustento del grupo en el

lugar

habitado,

se

apartaban

las ramas menores, y buscaban nuevas localidades en que establecerse en condiciones favorables para sus necesida

des. Estos grupos mantenían relaciones estrechas con los

originarios

y el

conjunto

de ellos formaba la tribu. Por

eso vemos en toda

época

que los araucanos se hallan re

partidos

en

pequeñas

agrupaciones,

más o menos

alejadas

unas de

otras,

ocupando

cada una elterritorio que reque rían sus necesidades y modo de vivir.

Tampoco

se

puede

deducir deesto, que eran poco capa

ces de progresar: obedecían

simplemente

a la

ley

natural del menor

esfuerzo,

y su sistema económico estaba per fectamente adecuado a los medios en que se

encontraban.

Igual

cosa se

puede

decir en cuanto a sus cualidades y

capacidad

militares. La evolución de éstas

depende pri

mariamente del número y calidad de los

enemigos

contra

quienes

es

preciso

luchar,

y

luego

dei

poder

de asimila

ción de nuevos

métodos,

cuando la necesidad los hace

(26)

Miremos por un momento los

posibles enemigos

de los araucanos antes de la

llegada

delos

españoles

para

poder

estimar el

grado

relativo de adelanto o de atraso militar en que se encontraban. .Por el sur, moraban los chi

lotesy los cuneos,

pueblos pacíficos,

y dominados fácil

mente por los

españoles.

A pesar de ser numerosos,

no

podían

ser

enemigos

temibles para los araucanos,

que los miraban con

desprecio.

Por el lado de la cor dillera

habitaban,

durante ciertas

épocas

del

año,

tri bus nómades de las pampas de la otra

banda,

como los

puelches, pehuenches

y poyas,

pueblos

más

atrasados,

menos consistentes y numéricamente inferiores a ellos.

Por el norte se encontraban

pueblos

más domésticos y de

una cultura

superior,

no muy guerreros, y que fueron fácilmente dominados tanto por los incas como por los es

pañoles.

Durante el último

período

también tenían las

tropas

y

guarniciones

peruanas; pero parece que

después

de la

primera

embestida no se

produjeron

entre los dos

bandos encuentros de

importancia,

conformándose cada cual con

guardar

sus fronteras. Además estaban separa

dos de ellos por una

región

escasamente

poblada

y de po

cos recursos, que se extendía entre el Itata y el

Maule,

especie

de frontera

neutral,

fuera de la

jurisdicción

de

ambos,

y que constituía la verdadera

provincia

de los

purum-aucas o promaucaes de los incas.

Por el lado de la costa no tenían

enemigo

que temer. De modo que sólo por dos fronteras

pudo

llegar

alguna

amenaza de

enemigos

extraños;

por el norte y por el oriente. Por esteúltimo

lado,

jamás

tendrían que sostener

una guerra

formal» sino,

cuando

más,

malones

repentinos

de tribus aisladas y poco numerosas contra

parcialidades

(27)

por los

pobladores

de la zona

amagada. Aquellas

tribus de

cazadores

nómades,

por su modo de

vivir,

nunca

podrían

reunirse en

grandes

números y por lo tanto

jamás

cons

tituirían un serio

peligro

nacional.

El norte era la única frontera

expuesta

a invasiones de

importancia;

pero, en cuanto

sabemos,

antes de la inva sión incaica

tampoco

sería muy

amagada.

Con la

llegada

de los peruanos, cambió la

probabilidad;

pero al parecer,

no se

tradujo

en hechos

reales, después

del

primer

en" sayo, cuando la invasión fué contrarrestada por las tribus fronterizas.

Por lo

tanto,

se

puede

deducir claramente que antes de

la

llegada

de los

españoles,

no existían razones para una

mayor cohesión entre los diversos grupos araucanos; sino

que al

contrario,

todas las condiciones naturales condu cían a la

segregación

delas

parcialidades

y su subdivisión en grupos poco numerosos e

independientes.

Los factores que más influían para establecer este estado de cosas eran:

primero,

la poca

capacidad

de un

lugar

determinado

para

soportar

con sus

productos

naturales una

población

densa;

y

luego

el poco

peligro

de

ataques

de un

enemigo

extraño que corrían las

pequeñas

agrupaciones.

Indu dablemente existirían muchas

peleas

y guerras intertri

bales,

como

siempre

sucede entre

pueblos

de poca

cultura;

peroen

ningún

casouna guerra formal y

prolongada,

y se

reducirían a una serie de

ataques

sorpresivos

y represa lias de poca

importancia

que cesaban ante un

peligro

común.

Por lo

general,

no se

presentarían

peligros

de carácter nacional y en las guerras con sus

vecinos,

como ya hemos

dicho,

bastaría la reunión de los

pobladores

de las fronte

(28)

solici-tar socorro de otras

parcialidades.

En

consecuencia,

no

hubo entre ellos una

organización

que

permitiese

reunir

grandes

unidades de combate en un

tiempo

relativamente

corto,

ni un mecanismoque hiciese

posible

aprovisionar

y

apertrechar

un gran

ejército

durante una

campaña

pro

longada.

Cada guerrero llevaba

consigo

sus

propias

armas

y

provisiones,

cuantas consideraba necesarias para la ex

pedición

en que tomaba

parte,

que, por lo

general,

se re ducía a una

rápida

entrada a sangre y

fuego

al territo rio

enemigo

y una no menos

rápida

salida. Tal era la si tuación del

pueblo

araucano cuandoentraron los

primeros

españoles.

II. Las nuevas condiciones que tenían que afrontar los

araucanos con la entrada de los

españoles.

Con la

llegada

de los

españoles

a

Chile,

estas condicio nes cambiaron para los araucanos y se les

presentó

una serie de nuevos

problemas imprevistos,

que tendría que

producir

un cambio absoluto y

repentino

en su

régimen

militar y economía

política.

Es nuestra tarea ver cómo afrontaron esta situación y de

qué

medios se valieron para combatirla.

Hasta entonces los araucanos, como todos los

pueblos

americanos,

eran exclusivamente

infantes,

y no conocían el caballo. Más aun, la fauna del

país

no

presentaba

nin

gún cuadrúpedo

de gran tamaño. El mayor que ellos co nocían era el

chilihueqiie

o llama y el guanaco, animales inofensivos. Con toda

probabilidad ignoraban

la existen

cia de otros mayores.

(29)

que les alcanzaban en pocos saltos y les

atropellaban

sin

compasión, pisoteándoles

con sus herrados cascos, se pue de

imaginar

cual sería su sorpresa y

espanto.

Ni su expe riencia ni su valor les servían en este trance. Su arma

mento resultó

ineficaz,

su

formación,

o más bien su falta

de formación

regular,

porque

peleaban

en

tropel,

les ha

cía una fácil presa para el nuevo y terrible

enemigo.

Si agregamos a esto que, tanto los caballos como sus

ji

netes,

iban ferrados con relumbrantes

armaduras,

contra

las cuales no hacían mella las

pobres

armas

indígenas,

es

fácil concebir cuan terroríficos

aparecerían

ante los

ojos

de los atónitos indios.

Un

segundo

elemento aumentó el

supersticioso

terror de los araucanos: las armas de

fuego;

no tanto por el es

trago

que

causaban,

que en los

primeros tiempos

no ha brían de ser muy

grandes,

cuanto por el efecto moral que

producirían

en un

enemigo ignorante.

Su

estruendo,

las llamaradas que

vomitaban,

y su

poder

(para

los indios so

brenatural)

de matar a la

distancia,

sin causa visible y

aparente,

sembraron entre ellos el

espanto.

Inmediata

mente

atribuyeron

a los

españoles

atributos sobrehuma

nos,

creyendo

que

disponían

del rayo y del

trueno,

y hasta dudaron si fuera lícito o

prudente

lidiar contra ellos.

Puestos en contacto inmediato con sus nuevos enemi

gos y viendo el

pobre

resultado de sus armas contra las

aceradas fornituras con que éstos se

cubrían,

más debie

ron de convencerse que tenían que habérselas con seres

superiores.

Vendrían a

completar

su

desengaño

las armas ofensi

vas de los

invasores,

que

segaban

sus cuerpos desnudoso

semidesnudos con sus acerados filos y contra las cuales

(30)

Bien ha

comprendido

lasituación el

insigne

historiador don Crescente

Errázuriz, quien,

en un

párrafo

que nopo

demos

dejar

de

citar,

dice: «Las armas

blancas,

la lanza

y sobre todo la

espada,

quenunca abandonaba el

soldado,

diestramente

manejada,

eran las que llevaban el desorden

y muerte a las filas

enemigas.

Pero la verdadera

superio

ridad del

conquistador

se hallaba en la caballería. Hom

bres casi cubiertosde

fierro,

invulnerables para las armas

arrojadizas

del

indígena,

eran,

principalmente

en los

prin

cipios,

irresistibles».

(1)

Vemos entonces que en los comienzos de la

conquista,

ni las armas

ofensivas,

ni las defensivas de los

indígenas

eran capaces de oponer resistencia a los

españoles,

quie

nes, si es verdad luchaban como

titanes,

lo hacían con un

mínimum de

peligro.

Pero esto no losabían los araucanos,

y

después,

sabiéndolo,

no se amedrentaron. A pesar del

supersticioso

terror a los nuevos elementos que debían de

afrontar,

su natural valor y fiereza no les

permitieron

acobardarse,

y vez tras vez, no obstante sus tremendas

pérdidas

y el poco daño causado en las filas

enemigas,

se lanzaron animosos a la

pelea,

contando por bien

empleado

el día si

conseguían

la muerte o cautiverio de

siquiera

un

español.

Y

luego

tuvieron que hacer frente a un nuevo elemen

to,

no menos

imprevisto

que los ya mencionados. Los es

pañoles principiaron

a levantarfortificaciones,

artilladas,

y

protegidas

además con suficiente número de arcabuces y

mosquetes.

En ocasión de gran

peligro,

se retiraban al

abrigo

de sus muros, donde para los indios era doble mente

peligroso

y difícil intentar vencerlos.

(31)

Para

comprender

el

grado

de

preparación

que

pudieron

haber tenido los araucanos para afrontar elementos tan

noveles ytan terribles para

ellos,

es

preciso

tener en cuen

ta

lo.

que hemos dichomás atrás. Marino de

Lobera,

quien

se encontró

presente

casi desde los

primeros

tiempos

de la

conquista,

resume lasituación

admirablemente,

cuando

refiere la

primera

entrada que hizo Pedro de Valdivia a

las

provincias

de Itata y Biobío. Dice:—«Todos estos

(los

indios)

no habían visto en su vida

español

alguno,

niotra

persona

forastera,

excepto

el

capitán

Gómez de Alvarado

que había

llegado

diez

leguas

de allí en

tiempo

de Don

Diego

de

Almagro.

Poresta causa estaban los indios muy

poco o nada diestros en cosas de guerra, ni tenían otra cosa que les diese avilantez para

acometer,

mas que su

natural ánimo y ferocidad: aunque ésta en

parte

les era

detrimiento,

pues los hacía abalanzar sin orden y concier to a cosa que

jamás

en suvidahabían

experimentado» (1).

También da una breve relación del encuentro que tuvo

Gómez de Alvarado con ellosen

Renogüelén.

«El número

de los indios era excesivo: su

esfuerzo,

y fuerzas aventa

jadas;

su

arrojamiento

y ánimo

temerario;

pero su expe

riencia

ninguna

en tal modo de

pelear.

No estaban

hechos

a

entendercon

gente

de acaballo: nocursadosen escaramucear

en campo raso: no diestrosen

evadirse,

y

defenderse

del

gol

pe de la

espada,

y

punta

de la

lanza;

entraban y salían co mo

gente

brutaly

arrojada,

abalanzándose de lamesma suer

te que si la hubieran con otros bárbaros como ellos*

(2).

Góngora

Marmolejo,

hablando del mismo

combate,

escri be: «Allí se

juntaron

grande

número de

naturales,

co-(1) Historiadores de Chile.Tomo VI, p.67.

(32)

márcanos a

aquel

territorio,

para

pelear

con él.

Después

de haberlos

desbaratado,

como •

gente

que venía sin or

den,

ni

escuadrón,

sino tendidos por

aquella

campaña

rasa, que son

grandes

los llanos que por allí

hay».

(1)

Como se ve, antes de la entrada que hizo Pedro de Val

divia,

en

1546,

cuando

llegó

hasta el

Biobío,

los arauca

nos habían tenido un solo encuentro con los europeos; y

no tenían ni

organización,

ni formación

regular

de bata

lla,

ni

tampoco

armas adecuadas para hacer frente al in

vasor. Cada uno entraba a combate a su modo y abando

naba el campo cuando lo creía conveniente.

Poco se habían

preocupado

hasta ese momento en pre

parar una combinación

poderosa

y sistemática de defensa.

Habían visto que

después

de las

primeras

escaramuzas, el

capitán

don

Diego de¿Almagro

abandonó la

jornada,

reti rándose al

Perú,

como también que Pedro de Valdiviaen

los cuatro años que

ocupaba

las

provincias

centrales no se

había atrevido a pasar el Maule. Cuando por

fin,

en vista

de las nuevas fuerzas que le habían

llegado,

resolvió em

prender

una

expedición

de reconocimiento más al sur,

con una

pequeña tropa

queno

pasaba

de sesenta

hombres,

tampoco

se

despertarían

grandes

recelos por

parte

de los

indios,

quienes

confiados en el

número,

consideraban fácil destrozarlos.

Por eso, cuandoValdivia

avanzó,

no reunieron un gran

ejército,

sino que cada

cacique juntó

susguerreros y salió a cerrarle el paso, a medida que avanzaba. En

Quilacura

ocho rail indios le

presentaron

combate y a pesar de su

falta de

organización

le dieron bastante que hacer para

librarse de

ellos,

retirándose los indios sólo

después

de

Figure

taba con una débil amarra. El otro extremo de la soga, que sobraba, formaba un lazo con nudo corredizo, que se
Tabla de Materias de la Segunda Parte

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