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Qúe es el determinismo biológico

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Academic year: 2018

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El determinismo biológico es la doctrina según la cual la biología, representada fundamentalmente por el patrimonio genético de los individuos, es el condicionante fundamental del ser humano y de la conducta de éste en la sociedad. Como sostiene el paleontólogo de Harvard Stephen J. Gould en La falsa medida del hombre, “el de-terminismo biológico […] consiste en afirmar que tanto las normas de conducta compartidas como las diferencias sociales y económi-cas que existen entre los grupos –básicamente diferencias de raza, de clase y de sexo- derivan de ciertas distinciones heredadas, inna-tas, y que, en este sentido, la sociedad constituye un reflejo fiel de la biología”.

El determinismo biológico, que se fundamenta en el individualis-mo, tiene sus raíces en una visión concreta de la naturaleza huma-na. Según esta visión, la condición humana se deriva de la biología humana, y se enmarca en posturas filosóficas basadas en el reduc-cionismo, es decir, el intento de explicar las propiedades de conjun-tos complejos dividiéndolos en las unidades simples de que están compuestos. El reduccionismo puede ser una herramienta útil en el estudio de las ciencias que lleve a descubrimientos importantes. Pero, especialmente en el campo de las ciencias de la vida, cuando no se comprenden sus restricciones y se lleva demasiado lejos, el reduccionismo provoca tremendos errores.

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mundo:

«Para Descartes el mundo era como una máquina, y los orga-nismos vivos simplemente tipos particulares de mecaorga-nismos de relojería o máquinas hidráulicas. Es esta imagen cartesiana de la máquina la que ha venido a dominar la ciencia y actúa como metáfora legitimadora de una particular visión del mun-do, en la que se tomaba la máquina como modelo para los or-ganismos vivos y no al revés. Los cuerpos son unidades indi-solubles que pierden sus características esenciales si los dividi-mos en piezas. Las máquinas por el contrario se pueden des-montar y volver a des-montar. Cada parte sirve para una función separada y analizable, y el todo funciona de un manera regular que se puede describir por la operación de sus partes compo-nentes incidiendo las unas en las otras.» (A. Woods y T. Grant, Razón y Revolución)

Aunque el determinismo genético pretende cobijarse bajo un manto científico, numerosos genetistas, médicos, biólogos y psicólogos han criticado profusamente esta ideología. Científicos como Stephen Gould, Steven Rose, o Richard Lewontin, han criticado extensamente las posturas deterministas o ultra-darwinistas de autores como Richard Dawkins (autor de El gen egoísta), Steven Pinker, Matt Ridley o Da-niel Dennett.

Ruth Hubbard, profesora emérita de biología de la Universidad de Har-vard, ha escrito varios ensayos sobre la relación de la biología y la so-ciedad, entre los que figuran The politics of women’s biology y The shape of red. En la obra El mito del gen (Exploding the Gene Myth), publicada en 1993, Hubbard y su hijo Elijah Wald, coautor del libro, desmienten el determinismo:

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las demás moléculas reaccionen con él. En cierto sentido, el ADN se parece a un libro de cocina.» «El mito del gen todopo-deroso se basa en un enfoque científico erróneo que descarta el medio en que nosotros y nuestros genes existimos. Es muy peligroso; da cabida a discriminación genética y a manipula-ciones médicas arriesgadas.» (R. Hubbard y E. Wald, El mito del gen)

En este mismo sentido, la genetista Abby Lippman, profesora del de-partamento de genética humana de la Universidad de McGill, Canadá, insiste en la importancia de todos los factores que actúan junto al ge-noma, llamando “genetización” a la tendencia a centrar el enfoque en los genes olvidando los demás factores actuantes. La genetización se-ría entonces el proceso a través del cual se reducen las diferencias en-tre individuos a su secuencia de genes, atribuyendo un origen funda-mentalmente genético a las causas de los trastornos, comportamientos y variaciones fisiológicas. También se ha referido a los procesos que emplean tecnologías genéticas para resolver problemas de salud: “En estos procesos la biología humana es equiparada incorrectamente a la genética humana, asumiendo que ésta actúa por sí sola para hacer de cada uno de nosotros el organismo que nos caracteriza”.

«La violencia, el sexismo y la sordidez son biológicos, puesto que representan un subapartado de todo un posible abani-co de abani-comportamientos. Pero la tranqui-lidad, la igualdad y la amabilidad son igual de biológicas -y veríamos su in-fluencia si pudiéramos crear una estruc-tura social que les permita florecer.» Stephen J. Gould

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mujeres, insistiendo en la diferencia entre el origen de las desigualda-des sociales y las fuerzas que lo mantienen. Para Hubbard, aunque las diferencias entre los sexos y especialmente la función reproductora tengan relación con el origen de la división social del trabajo, el man-tenimiento continuado de las diferencias de trabajo y poder depende de circunstancias históricas, sociales y económicas. Ruth Bleier, neurofi-sióloga de la Universidad de Wisconsin, afirma en su obra Science and gender (Ciencia y género) que “las distinciones de las características humanas y temperamentos en naturalezas innatas masculina y femeni-na han sido construcciones sociales y culturales, y no son femeni-naturales. Forman parte de una ideología que intenta hacer que lo que en realidad son distinciones sociales y políticas parezcan ser naturales y biológi-cas.” Bleier rechaza también la aseveración de algunos científicos de que existen diferencias en la estructura cerebral de hombres y mujeres que corresponden a diferencias en la habilidad cognoscitiva, agregando que se trata de estudios poco convincentes impulsados por prejuicios ideológicos.

Para Bertrand Jordan, biólogo molecular del CNRS francés, la evolu-ción ultraliberal de nuestra sociedad ha producido un gran número de teorías que atribuyen el destino de las personas a los genes más que a la educación, el ambiente o las condiciones sociales, para proporcionar así una justificación biológica a la existencia de la desigualdad social. En su obra, Los impostores de la genética, publicada en 2001, Jordan critica el discurso mediático que habla del descubrimiento del gen de la homosexualidad, el del alcoholismo, el de la hiperactividad infantil, etc.; un uso de la genética que es, para el autor, erróneo y peligroso.

Los impostores de la genética pretende mostrar que la exageración del papel de los genes que difunden actualmente ciertos medios es una doctrina falsa, basada en una simplificación incorrecta de las últimas investigaciones en el campo de la genética. La obra se inicia critican-do el llamacritican-do "gen de la criminalidad" y prosigue con cuestiones tan complejas como las afirmaciones sobre el carácter hereditario de la inteligencia, la esquizofrenia o la homosexualidad:

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de hecho, que ha efectuado una localización, y no un aislamien-to efectivo del gen. Entidad que, subrayémoslo de paso, no sería de todos modos «el» gen de la esquizofrenia, sino más bien un gen algunas de cuyas variantes conferirían a su portador un ries-go superior a la media de desarrollar la enfermedad.» (B. Jor-dan, Los impostores de la genética)

Jordan resalta también la necesidad de ser prevenidos ante las afirma-ciones deterministas aunque vengan desde el mundo de la profesión científica, poniendo como ejemplo el caso del científico norteamerica-no Dean Hamer, genetista del Instituto Nacional del Cáncer. Hamer ha publicado varios artículos sobre el papel de los genes en la orientación sexual masculina. En un artículo publicado en Nature Genetics en 1995, afirmó la localización de un gen que influye sobre el comporta-miento sexual, asegurando que se había encontrado un ligacomporta-miento ge-nético entre el gen, Xq28, y la homosexualidad masculina (Hu et al 1995). Por supuesto los medios de comunicación se apresuraron a pro-pagar la noticia: se había encontrado el “gen de la homosexualidad”. Cuando en 1999 un equipo canadiense dirigido por George Ebers refu-tó la noticia al publicar en Science que sus experimentos mostraban la ausencia de tal ligamiento genético (Rice et al 1999), la noticia no tuvo tanto eco.

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El neurobiólogo Steven Rose, Profesor de Biología y Director del Gru-po de Investigación sobre Cerebro y Conducta de la Open University en Reino Unido, ha dedicado gran parte de su trayectoria científica a rebatir el determinismo biológico en el comportamiento humano. Se-gún Rose, actuaciones cuyas causas se suelen atribuir a los genes (agresividad, tendencia al alcoholismo, etc.) se definen más que nada socialmente:

«He pasado mi vida de investigador intentando responder a una cuestión muy simple: ¿que ocurre en el cerebro de un ani-mal (un polluelo, en particular) que aprende una nueva tarea? Para hacerlo, he tenido que tratar con detenimiento o simple-mente analizar, teóricasimple-mente, y después de forma experimen-tal, algunas cuestiones como la atención, el despertar, la per-cepción, la agudeza visual... todos estos elementos son inde-pendientes entre sí. La idea de hablar globalmente de los genes de aprendizaje o de los genes necesarios para que el polluelo le dé un picotazo a un grano determinado (lo que constituye el paradigma del aprendizaje que utilizo), no tiene sentido, y mu-cho menos en el contexto de los fenómenos humanos.» (Entrevista en I+DT info, Abril 2005)

Para Rose, es muy difícil diferenciar entre la influencia de los genes y la del medio en el complejo proceso del desarrollo humano. Los gene-tistas tratan de determinar qué porcentaje de la variación de una carac-terística dentro de una población puede atribuirse a los genes y si hay algún gen específico que determine esa característica, pero ,según Ro-se, “mientras que es posible hacer eso en el caso de enfermedades cuyo diagnóstico es relativamente claro y donde sólo existe un gen anormal relacionado con el padecimiento (la enfermedad de Huntington es un buen ejemplo), esto dista mucho de poder afirmar que un gen específi-co determina que uno sea criminal o alespecífi-cohóliespecífi-co. Ciertamente los genes contribuyen a la formación de nuestro comportamiento, pero ese

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portamiento está profundamente influenciado por los procesos de desa-rrollo, la cultura, el medio social e, incluso, la tecnología.”

«Es imposible hablar de genes que “determinan” cualquier aspecto comple-jo de la forma de pensar o de actuar del ser humano.» Steven Rose

«Con el surgimiento de la conciencia ocurre un salto adelante evolutivo cualitativo, formando la distinción crítica entre los humanos y las demás especies, de tal manera que los humanos se han convertido en mucho más ampliamente variados y están sujetos a interacciones mucho más complejas que lo que es posible en otros organismos. El surgimiento de la conciencia ha cambiado cualitativamente el modo de existencia humana; con ella aparece un nuevo orden de complejidad, un orden de organización jerárquica superior. Pero debido a que hemos definido la consciencia no como una forma estática sino como un proceso que implica la interacción entre individuo y entor-no, podemos ver cómo, en la medida en que las relaciones humanas se han ido transformando a lo largo de la evolución de la sociedad, también la conciencia humana se ha transfor-mado. Nuestra capacidad craneal o número de células puede no ser muy diferente de la del primitivo Homo sapiens, pero nuestros entornos -nuestras formas de sociedad- son muy dife-rentes y de ahí que también lo sea nuestra conciencia, lo que significa que también los son nuestros estados cerebrales.» (S. Rose, The Conscious Brain)

“Me preocupa que muchos de nosotros en neurociencia estemos quedándonos en la investigación de nuestras peque-ñas cajas de datos: no estamos viendo el elefante completo, sino sólo las uñas de los dedos de sus pies” S. Rose

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sus-criben por entero el determinismo biológico en el comportamiento humano. En 1995, Yudofsky afirmaba: "Con los nuevos avances, sere-mos capaces de diagnosticar a muchas personas cuyo cerebro es bioló-gicamente propenso a la violencia” “Ahora estamos a punto de una revolución en la medicina genética. En el futuro la genética compren-derá los desórdenes agresivos e identificará aquellas tendencias que se convierten en violentas."

La justificación de la existencia de violencia en la sociedad ha sido frecuentemente la de que el ser humano es violento “por naturaleza”. A esta característica pretendidamente innata del hombre se le suele añadir la del egoísmo y la competitividad. En La falsa medida del hombre, Stephen Gould critica esta postura defendida también por Wilson, el padre de la sociobiología:

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cantidad de técnicas antropométricas para cuantificar distintos aspectos del comportamiento humano. En su libro Hereditary Genius, trazó los árboles genealógicos de científicos, jueces, intelectuales y otras perso-nalidades de su época, y tras observar que los padres y abuelos tendían a ser también científicos, jueces, e intelectuales concluyó que el genio se heredaba y que estaba desproporcionadamente concentrado entre los varones de las clases altas victorianas. Otras clases sociales británicas y otras naciones europeas poseían menos “genio” y curiosamente los grupos que menos tenían eran las razas no blancas. Estas ideas han penetrado profundamente en nuestra sociedad y siguen hoy vigentes en muchos ámbitos, aunque expuestas de una forma más sofisticada. En cuanto a las consecuencias, los postulados extravagantes del movi-miento de la eugenesia y sus crímenes sociales, incluyeron la esterili-zación forzosa de miles de personas (en su mayoría, mujeres) en Euro-pa y los Estados Unidos.

Numerosas opiniones remiten el problema de la apropiación desigual del conocimiento y de las desigualdades sociales a causas determinis-tas basadas en las características genéticas de los individuos y en la naturaleza de la inteligencia. Desde estos puntos de vista, las diferen-cias sociales proceden de diferendiferen-cias entre la naturaleza de los indivi-duos, pre-determinadas ya desde el nacimiento. A través de estos argu-mentos se ocultan las verdaderas causas de la desigualdad social, favo-reciendo las explicaciones que se basan en supuestas deficiencias inna-tas de los grupos desfavorecidos.

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los factores sociales no importan; así las explicaciones genéticas de la delincuencia son una justificación muy conveniente para los que bus-can desmantelar los programas de bienestar social". También en este sentido Lewontin, haciendo referencia al determinismo biológico, ha manifestado que "la ideología de la nueva derecha se ha desarrollado en Europa y Norteamérica en respuesta a las crisis social y económica de la década pasada".

El determinismo biológico afirma que la naturaleza humana está deter-minada por nuestros genes, y que las causas de los fenómenos sociales se hallan en la biología, utilizando la herencia genética como expresión de la inevitabilidad. Un enunciado básico reduccionista y determinista biológico es que los fenómenos sociales son la suma de los comporta-mientos de los individuos, y el determinismo biológico ha sido un deroso medio para explicar las desigualdades de estatus, riqueza y po-der. Por lo tanto, el determinismo biológico es la excusa perfecta para justificar las ideas sociales conservadoras: la culpa del paro, la pobre-za, la violencia, etc., no es de la sociedad sino del individuo, debido a sus características biológicas o genéticas.

También en el campo de la educación ha penetrado la idea de un deter-minismo biológico y de un innatismo que justifican la desigualdad educativa, el fracaso escolar y la exclusión social. La obra Desigual-dad educativa La naturaleza como pretexto -surgida de unas jornadas académicas que bajo el título Determinismo biológico, innatismo y exclusión en las tesis neoliberales sobre las desigualdades educativas se celebraron e la Universidad de Buenos Aires en 2002- es un aporte en contra de las posturas deterministas en la educación. Las ponencias debatidas en esas jornadas y que fueron recopiladas por esta obra (Reflexiones sobre lo heredado y lo adquirido, Desigualdad, fracaso, exclusión: ¿cuestión de genes o de oportunidades?, La construcción social del “alumno violento”: más allá del determinismo y la naturali-zación, etc.) pretenden aportar una visión crítica a los discursos que legitiman la exclusión en el ámbito educativo.

La curva de campana

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investi-gación, propaganda y divulgación de ideas) conservadores durante la segunda mitad del siglo XX. En 1955 creó en Londres el Institute of Economic Affairs y en 1977 el International Center for Economic Po-licy Studies (ICEPS) en Nueva York, con la ayuda del eminente aboga-do estaaboga-dounidense William Casey, que se convertirá más tarde en di-rector de la CIA. Como resultado de su política de difusión de los think tanks, a lo largo de 30 años Fisher creó 90 centros de investigación en 39 países. Posteriormente, el ICEPS cambió de nombre pasando a ser el Instituto Manhattan, cuya línea de acción pasaba por el apoyo a las políticas sociales neoconservadoras y el respaldo a Ronald Reagan.

Como ejemplo del discurso promovido por el Instituto Manhattan, véa-se la obra de George Gilder Wealth and Poverty, donde explica que la causa de la miseria en Estados Unidos se encuentra en «la anarquía familiar entre los pobres concentrados en la inner city» favorecida por las ayudas sociales cuyos efectos no son otros que «pervertir el deseo de trabajar, minar la familia patriarcal y erosionar el fervor religioso, que son los tres resortes de la prosperidad». El Instituto ya había publi-cado obras de este mismo autor en las que se decía que los negros «llevan una vida desenfrenada en espera de la marea verde de cheques gubernamentales» o que la liberación de la mujer conduce al fin de la raza humana ya que todo hombre que no se case se ve esencialmente desestructurado.

En busca de apoyos para sus teorías, el Instituto Manhattan eligió un artículo del entonces desconocido Charles Murray y lo transformó en un libro, que fue publicado en 1984: Perdiendo terreno: la política social americana, 1950-1980 (Losing Ground: American Social Poli-cy, 1950-1980). La argumentación era simple: «la excesiva generosi-dad de las políticas de ayuda a los pobres puede ser responsable del aumento de la pobreza en Estados Unidos. Esta política recompensa la inactividad y conduce a la degeneración moral de las clases populares, sobre todo a las uniones "ilegítimas" que son la causa última de todos los males de las sociedades modernas, incluyendo la "violencia urba-na"».

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American Life (La curva de campana: inteligencia y estructura de cla-se en la vida americana). En el libro de Herrnstein y Murray, cla-se com-paran las distribuciones de aptitudes sociales o intelectuales entre po-blaciones de distintas razas. La obra, que resucitó la vieja idea de que la genética explicaba el abismo entre el coeficiente intelectual medio de blancos y negros en Estados Unidos, sostiene que la población afro-americana es genéticamente inferior a la población blanca en capacida-des intelectuales. Afirma también que el cociente intelectual, supuesta-mente transmitido por los genes, sería el factor determinante del éxito social y de otras capacidades como la de relacionarse con la pareja, con los hijos o con los conciudadanos. Un cociente intelectual bajo aumentaría según este autor la propensión al crimen y, por consiguien-te, la probabilidad de acabar en prisión. Es decir, uno no se convertiría en criminal a causa de privaciones materiales sino a causa de carencias mentales y morales. Esta argumentación da lugar a dos conclusiones. En primer lugar, si entre la población reclusa abundan las minorías étnicas, no es a consecuencia del aumento de las desigualdades en el seno de la sociedad, sino más bien por el bajo cociente intelectual de dichas minorías. En segundo lugar, según el autor «el Estado debe abs-tenerse de intervenir en la vida social para tratar de reducir desigualda-des fundadas en la naturaleza o correría el riesgo de empeorar los ma-les que trata de aliviar al perpetuar "las perversiones del ideal igualita-rio surgido con la Revolución Francesa", ya que "jacobitas [sic] o leni-nistas, las tiranías igualitarias son peor que inhumanitarias pues son inhumanas"». El texto, que según numerosos expertos carecía de vali-dez científica, fue brillantemente refutado por Stephen Gould en su obra La falsa medida del hombre, aunque a pesar de las críticas y ma-nifestaciones públicas que numerosos científicos le realizaron, este libro sirvió como excusa para que grandes grupos económicos retiraran sus aportes para educación, sosteniendo el argumento de Murray: “si estos grupos tienen un techo biológico de crecimiento intelectual: ¿para qué vamos a seguir aportando?”.

Como justificación del fundamento ideológico del determinismo bioló-gico y para darle respaldo científico, surgió una nueva disciplina, la sociobiología, doctrina según la cual los fundamentos de la conducta

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social se basan en la biología de los individuos. La sociobiología in-vestiga las bases biológicas de la conducta social desde una perspecti-va teórica fundamentada en la premisa de que los comportamientos sociales tienen una base genética y que los procesos evolutivos favore-cen aquellas conductas que mejoran el éxito reproductivo y la supervi-vencia.

El fundador de esta teoría fue el biólogo norteamericano Edward Os-borne Wilson quien, tras sus trabajos sobre los efectos de la selección natural en ciertas comunidades animales, extendió sus conclusiones a otras especies. Wilson, que era un experto en hormigas, extrapoló sus teorías al ser humano. Los resultados de estas primeras investigacio-nes, que sentaron las bases de la sociobiología, fueron publicados en 1975, bajo el título Sociobiology: The New Synthesis (Sociobiología: la Nueva Síntesis). En esta obra, Wilson atribuye una causa biológica a manifestaciones humanas como la religión, la ética, la guerra, la co-operación, la actividad empresarial, el rencor o la conformidad. En palabras de Wilson, los condicionantes biológicos determinan el dis-tinto papel de los individuos en la sociedad:

«La tendencia genética es lo bastante fuerte como para provo-car una sustancial división del trabajo incuso en la más libre e igualitaria de las sociedades futuras… Incluso con la misma educación e igual acceso a todas las profesiones, los hombres continuarán probablemente desempeñando un papel desigual en la vida política, científica y de los negocios.» (E. O. Wil-son, Human decency is animal, The New York Times Maga-zine)

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En la obra No está en los genes, Richard Lewontin, Steven Rose y Leon Kamin fundamentan una visión radicalmente distinta de la relación entre individuo y sociedad:

«La sociobiología es una explicación reduccionista y determi-nista biológica de la existencia humana. Sus partidarios sostie-nen en primer lugar, que las particularidades del orden social, actual y pasado, son la manifestación inevitable de la acción específica de los genes. En segundo lugar, mantienen que los genes particulares que constituyen el fundamento de la socie-dad humana han sido seleccionados durante la evolución debi-do a que los rasgos que determinan redundan en una mayor capacidad reproductiva en los individuos que los poseen.» «En el libro de Voltaire Cándido, el filósofo Dr. Pangloss insiste en que éste es el “mejor de los mundos posibles”. La sociobiolo-gía es Pangloss convertido en científico por mediación de Charles Darwin. Esta coincidencia de lo óptimo y lo posible es, desde hace tiempo, un argumento típico a favor del capita-lismo. Quienes defienden este punto de vista aseguran que es el único modo posible de organización económica en un mun-do con escasez de recursos y gente codiciosa, y a veces afir-man que es la organización más eficaz de la producción y la distribución.» (Lewontin, Rose y Kamin, No está en los ge-nes).

También Stephen Gould dedicó muchas páginas al análisis de la socio-biología. Para Gould, la base de los fenómenos sociales se asienta fun-damentalmente en la cultura humana, y no en condicionantes biológi-cos innatos:

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cuando afirmaba que la capacidad craneal de los hombres de Cro-Magnon era igual o superior a la nuestra.) Todo lo que hemos hecho desde entonces […] es el producto de la evolu-ción cultural. La evoluevolu-ción biológica (darwiniana) continúa en nuestra especie; pero su ritmo, comparado con el de la evolu-ción cultural, es tan desmesuradamente lento que su influencia en la historia de Homo sapiens ha sido muy pequeña. En el tiempo en que el gen de la anemia falciforme ha disminuido de frecuencia entre los negros norteamericanos, hemos inventado el ferrocarril, el automóvil, la radio, la televisión, la bomba atómica, el ordenador, el avión y la nave espacial.» (S. Gould, La falsa medida del hombre)

En su obra La falsa medida del hombre, Stephen Gould hace un repaso profundo de la historia del determinismo biológico en el campo de la psicología, en concreto de los intentos de medir la inteligencia huma-na. Comienza con una crítica a la teoría sobre la medición de los crá-neos, que relacionaba el volumen del cerebro con la capacidad intelec-tual, dedicando un capítulo a Paul Broca, maestro de la craneometría. A continuación, hace una crítica de los alegatos pseudocientíficos que defienden las teorías hereditaristas del cociente intelectual (C. I.), in-cluyendo un análisis en el que refuta los argumentos de “La curva de campana” de Herrnstein y Murray. Pero lo más importante de la obra podría ser la crítica que Gould hace del concepto en sí de inteligencia como algo reificable o cosificable. La reificación (del latín res, “cosa”) es la tendencia a convertir los conceptos abstractos en entidades, y una vez cosificada una entidad abstracta como es la inteligencia, se proce-de a su cuantificación y medida con un número único para cada indivi-duo y a la clasificación de las personas de acuerdo a ese número. Sólo queda, por parte de los argumentos deterministas, afirmar que ese nú-mero es heredable e inmuntable.

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“Me pregunto si conseguiremos librarnos al-guna vez del peor legado de la teoría del CI en su interpretación unilineal y hereditaria: la idea de que la inteligencia puede ser captada por un único número, y que las personas pue-den disponerse a lo largo de una secuencia simple, que va del idiota a Einstein.” Stephen J. Gould

Además de Gould y otros científicos, también Peter Medawar, Profe-sor del University College de Londres, ha criticado la “ilusión que en-traña querer asignar valores numéricos simples a cantidades comple-jas.” Medawar, que recibió el Premio Nobel de Medicina en 1960, cri-ticó a los psicólogos que pretendían captar en un solo número -el co-ciente de inteligencia - fenómenos tan complejos como la inteligencia humana. Rechazó que la constitución genética determine las facultades y el destino de los individuos, y denunció también que estas creencias están en la raíz del racismo, del fascismo y de todo intento de hacer cómplice a la naturaleza en el crimen de la desigualdad.

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Binet insistió siempre en tres puntos básicos para poder interpretar correctamente sus pruebas de inteligencia: 1.) Las puntuaciones no definen nada innato ni permanente, no sostienen ninguna teoría sobre el intelecto y no definen la “inteligencia” ni ninguna otra entidad cosi-ficada; 2.) La escala es una guía empírica para identificar niños con problemas de aprendizaje, y no establece jerarquía alguna entre los niños normales. 3.) Las pruebas pretenden ayudar a los niños a través de una educación especial, no colgarles un rótulo de incapacidad inna-ta.

Sobre la base del uso incorrecto de los tests de inteligencia se levantó todo un edificio de ideas basadas en la cosificación y el hereditarismo. Los psicólogos norteamericanos Goddard, Terman y Yerkes acabaron elaborando la teoría hereditarista del CI.

«Pasamos una sola vez por este mundo. Pocas tragedias pueden ser más vastas que la atrofia de la vida; pocas injusti-cias, más profundas que la de negar una oportunidad de competir, o incluso de esperar, mediante la imposición de un límite externo, que se intenta hacer pa-sar por interno». Stephen J. Gould

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to-dos sus casos, era exactamente el mismo con los tres decimales siem-pre idénticos. La permanencia de tal coeficiente de correlación siem-preciso es altamente improbable cuando el tamaño de la muestra es pequeño.

En 1976, Oliver Gillie (periodista del Sunday Times, de Londres) des-cubrió que, para recoger los datos de sus encuestas, Burt había utiliza-do la colaboración de utiliza-dos "colegas" que jamás habían existiutiliza-do. Gillie, que también preparaba un libro acerca del debate sobre la naturaleza y lo adquirido, fue atando cabos. El artículo de Gillie en el Sunday Ti-mes, titulado “Datos cruciales fueron falsificados por un eminente psi-cólogo” (“Crucial data was faked by eminent psychologist”) se basó en sus propias investigaciones, en su lectura de Kamin, y en consultas realizadas con el matrimonio Clarke, dos psicólogos británicos de la universidad de Hull.

El psicólogo norteamericano D.D. Dorffman, demostró también en 1978 que Burt se inventaba sus resultados. Finalmente, la prueba defi-nitiva del fraude, o aún mejor de los fraudes de Burt, la aportó el psi-cólogo británico Leslie Hearnshaw en una biografía sobre Burt, que fue curiosamente encargada por la hermana de Burt. Hearnshaw llegó a la conclusión de que, prácticamente, Burt no había hecho observacio-nes reales después de la Segunda Guerra Mundial. Los propios defen-sores de Burt acabaron reconociendo que los datos no eran fiables, aunque lo achacaron sólo a negligencia.

Pero no hay que acudir al fraude científico para deslegitimar las teorías sobre la inteligencia de los deterministas genéticos. En La falsa medi-da del hombre, Gould explica también que el factor g de Spearman, elaborado a partir de matrices de correlación de pruebas mentales y que supuestamente representa la “inteligencia general” de un indivi-duo, es sólo un artificio matemático que no representa necesariamente la complejidad de la mente.

Para Leon Kamin, la pretensión de hacer pasar por científica la medida de la inteligencia tiene un origen ideológico y político:

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comprome-tidas con una determinada visión de la sociedad. Tal visión incluye la creencia de que los de abajo son víctimas genética-mente inferiores de sus propios defectos inmutables. La conse-cuencia de ello es que los tests de CI han servido como instru-mento de opresión contra los pobres, revistiéndese con el man-to de la ciencia y no con el de la política. El mensaje de la ciencia se recibe respetuosamente, especialmente cuando las noticias que trae son tranquilizadoras para conciencia pública. Pocos mensajes hay más tranquilizadores que los histórica-mente suministrados por los tests de CI. En ellos se demostra-ba que los pobres, los extranjeros y las minorías eran estúpi-dos. Se demostraba que habían nacido así. [...] El intento de achacar las desgracias sociales a causas biológicas fijas posee una larga, ya que no honrosa, historia. Los tests de CI constitu-yen la contribución fundamental de la psicología a este conti-nuo esfuerzo.» (L. Kamin, Ciencia y Política del Cociente In-telectual)

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capaci-dad (intelectual o de otro tipo) que tal vez sea incapaz de desempeñar las ocupaciones comunes, que no podrá competir por el éxito y el triunfo y que lo más probable es que nazca de padres que han fracasa-do igualmente.” Estas ideas burdas se han ifracasa-do sofisticanfracasa-do con el tiem-po, pero su esencia, la idea de que el destino de las personas está mar-cado principalmente por sus características innatas, está hoy más vi-gente que nunca.

La obra científica del paleontólogo norteamericano Stephen Jay Gould comprende principalmente el estudio de los procesos evolutivos. Par-tiendo del darwinismo, creó una nueva teoría evolutiva que ha trans-formado profundamente los anteriores puntos de vista sobre el desarro-llo de la vida en nuestro planeta. Stephen Gould y el también paleontó-logo Niles Eldredge publicaron en 1972 el artículo Punctuated equili-bria: an alternative to phyletic gradualism (Equilibrios puntuados: una alternativa al gradualismo filético) al que siguieron otros dos artí-culos también fundamentales en la exposición de su nueva teoría sobre los equilibrios puntuados: On punctuated equilibria, (Science, 1997) y Punctuated equilibrium comes of age (Nature, 1993).

Darwin defendió que el proceso evolutivo se desarrollaba lenta y gra-dualmente y sin saltos súbitos. Dado que el registro fósil no apoyaba este gradualismo (ya que éste no da testimonio de cambios morfológi-cos graduales, sino de abruptas discontinuidades), Darwin argumentó que el registro era incompleto, como un libro al que sólo le quedasen pocas páginas. Gould y Eldredge, en cambio, plantearon un modelo evolutivo que cuestionó el gradualismo de Darwin: el modelo de los equilibrios puntuados, modelo que sí es compatible con el registro fó-sil. Según esta teoría, las especies viven largos periodos de estabilidad, periodos de equilibrio de millones de años, que se ven cortados brusca-mente por fases breves de cambios (miles de años) en las cuales apare-cen nuevas especies. Este razonamiento entró en contradicción con los evolucionistas tradicionales que apoyaban una evolución "gradualista" y a tasa constante.

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Otra de las aportaciones brillantes que nos ha dejado Gould, es su cri-tica a la idea de progreso en la evolución, representadas por la escala y el cono, “iconografías de progreso”. Según su punto de vista, la vida “es una narración de eliminación masiva seguida de diferenciación en el interior de unos cuantos estocs supervivientes, no el relato conven-cional de un aumento constante de excelencia, complejidad y diversi-dad” (La vida maravillosa). La vida se representaría entonces no como un árbol de navidad invertido, que simbolizaría un aumento de diversidad progresivo, sino como un árbol que se ramifica en su parte baja -diversidad inicial-, con pocas ramas en la parte superior: “la vida es un arbusto que se ramifica copiosamente, y que es continuamente podado por el torvo segador que es la extinción, no una escala de progreso pre-decible” (Ibid.). Gould niega, por tanto, la iconografía convencional del “cono de diversidad creciente, un árbol de Navidad al revés”, y niega también que la vida empiece de lo restringido y lo simple y pro-grese siempre hacia arriba, yendo a más e, implícitamente, a mejor.

Estas ideas fueron expuestas con profundidad, además de con una gran capacidad divulgadora y belleza literaria, en una de sus obras más po-pulares, La vida maravillosa, publicada en 1989. La obra resucitó el hallazgo de unos fósiles que se encontraron en 1909 en una cantera de Canadá llamada Burguess Shale. Entre estos fósiles se hallaban los restos de unos organismos tan distintos entre sí y tan diferentes de los organismos actuales, que cada uno de ellos debería figurar como un phylum distinto.

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fauna posterior se repite la riqueza anatómica de este yacimiento. De los 120 géneros analizados, 20 son diseños de artrópodos únicos, y además de estar representados los 4 grupos de animales que hoy exis-ten, hay 8 diseños que no encajan en ningún grupo animal conocido.

La época de Burguess Shale fue, por tanto, una época de gran diversi-dad de grupos animales que fue seguida de una gran extinción. Gould utiliza la palabra «diezmación», que combina dos significados clave para expresar las características de ese proceso de extinción, aleatorie-dad y eliminación en masa: “En este sentido combinado, la diezmación es la metáfora adecuada para el destino de la fauna de Burguess Shale: la eliminación al azar de la mayoría de linajes” (Ibid.). Pero, ¿Por qué desaparecieron unas especies y sobrevivieron otras? Para dar respuesta a esta pregunta, Gould introduce el término «contingencia». Esta pala-bra, cuyo significado en el diccionario es “cosa que puede suceder o no suceder” da sentido a su concepción filosófica de la evolución. No hay

ninguna evidencia de que las especies que sobrevivieron a la diezma-ción de Burguess Shale gozasen de mayores ventajas o diseños prede-ciblemente mejores ni de que las especies que desaparecieron fueran inferiores en diseño adaptativo. De hecho, los tres artífices de la revi-sión de Burguess Shale -Derek Briggs, Conway Morris y Harry Wit-tington- acabaron por llegar a la conclusión de que un observador que hubiera podido contemplar la fauna de Burguess Shale antes de la ex-tinción, no habría sido capaz de señalar qué organismos serían los su-pervivientes. Como señaló Briggs, quizá algunas especies simplemente

Modelo convencional: el cono de diversidad creciente

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“tuvieron más suerte que otras.” “Rebobínese la cinta de la vida y déjese tocar de nuevo. ¿Ofrecerá esta nueva interpretación algo pare-cido a la historia que conocemos?” “La idea de la diezmación como una lotería convierte la nueva iconogra-fía de Burguess Shale en una con-cepción radical sobre las rutas de la vida y la naturaleza de la historia” (Ibid.)

«La historia de la vida no es necesaria-mente progresiva; en realidad es impre-decible. Las criaturas de la tierra han evolucionado a través de una serie de eventos contingentes y fortuitos» Step-hen J. Gould

Gould defiende también el indeterminismo en la aparición del Homo sapiens. En su opinión, éste no apareció como resultado natural del perfeccionamiento inherente al proceso evolutivo, sino, al contrario, como un resultado fortuito y contingente de miles de eventos ligados, cado uno de los cuales podría haber ocurrido de forma diferente man-dando la historia de la vida por una ruta distinta a la que ha producido la conciencia.

En su obra The Dialectical Biologist (El biólogo dialéctico) Richard Levins y Richard Lewontin rechazan el mecanicismo y el reduccionis-mo en las ciencias naturales. Por el contrario, apuestan por un enfoque dialéctico que considera que el mundo “está en constante movimiento. Las constantes se convierten en variables, las causas se transforman en efectos, y los sistemas se desarrollan destruyendo las condiciones que los crearon”. El universo sería entonces considerado como una unidad de cambio surgida de contradicciones que evolucionan y transforman el mundo: “Las cosas cambian debido a la acción de fuerzas opuestas, y las cosas son lo que son, como resultado del balance temporal de

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esas fuerzas opuestas”.

Existe una relación dialéctica entre los organismos y el ambiente, que existen como un todo, ya que el organismo es parte de la naturaleza y ambas se transforman a través de su relación mutua. Mientras que el ultra-darwinismo consideraba las fuerzas externas como motor princi-pal de la evolución, muchos genetistas, al analizar el proceso de desa-rrollo del organismo individual (ontogenia), se enfocan con frecuencia en las fuerzas internas. En contra de este determinismo genético, Le-vins y Lewontin, en El biólogo dialéctico, explican:

«Un organismo no se computa a sí mismo a partir de su ADN. El organismo es consecuencia de un proceso histórico que va desde el momento de la concepción hasta el momento de la muerte, y en cada momento los genes, el ambiente, el azar y el organismo como un todo están participando. La selección na-tural no es consecuencia de lo bien que el organismo soluciona una serie de problemas planteados por el ambiente; al contra-rio, el ambiente y el organismo se co-determinan activamen-te.» (R. Levins y R. Lewontin, El biólogo dialéctico)

Lewontin hará hincapié en esta idea en obras posteriores:

«Desgraciadamente, para hacer un organismo vivo hace falta algo más que ADN (...). Ni siquiera el organismo se computa a sí mismo a partir de su ADN. Un organismo vivo en cualquier momento de su vida es la secuencia única de una historia de desarrollo que procede de la interacción de fuerzas internas y externas que además lo determinan. Las fuerzas externas, eso que normalmente imaginamos como «ambiente», son en parte consecuencia de las actividades del organismo mismo, en cuanto que éste produce y consume las condiciones de su pro-pia existencia. Los organismos no encuentran el mundo en el que se desarrollan. Lo hacen. Las fuerzas internas no son autó-nomas, sino que actúan en respuesta a las externas.» (R. Le-wontin, El sueño del genoma humano y otras ilusiones)

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eventos independientes, sino que surge de las complejas interacciones que tienen lugar en su seno. En El biólogo dialéctico, explican que un organismo es tanto sujeto como objeto, y es necesario un análisis dia-léctico para entender la interacción entre los organismos y el ambiente. Los organismos determinan lo que es relevante para ellos en el am-biente, y al utilizar lo que necesitan interactúan con el medio transfor-mándolo, tanto para ellos como para otras especies. Este consumo de partes del mundo externo constituye también la producción de nuevos ambientes. Por supuesto, las condiciones del ambiente no son sólo de su elección, dado que hay procesos naturales independientes de una especie en particular. Visto así, el organismo es el resultado de una compleja interacción entre sus genes y el ambiente, y el organismo toma parte en la creación de ese ambiente y en su propia construcción. Así, establece –en parte- las condiciones de su selección natural, al ser tanto sujeto como objeto.

En su obra Genes, organismo y ambiente (The triple helix) Lewontin arremete de nuevo contra el reduccionismo y el determinismo genéti-co, en resumidas cuentas, contra lo que él llama la “mala biología”:

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indi-viduo no es otra cosa que la realización de un programa genéti-co inmanente en el óvulo fecundado, las variaciones en los resultados del desarrollo deben ser la consecuencia de varia-ciones de ese programa.» (R. Lewontin, Genes, organismo y ambiente)

«El problema del esquema explicativo general contenido en la metáfora del desarrollo consiste en que aquí se trata de mala biología. Si tuviéramos la secuencia completa del ADN de un organismo y una posibilidad ilimitada de elaboración, de cual-quier manera no podríamos elaborar ese organismo, porque un organismo no se elabora con sus propios genes. Un ordenador que elaborase datos de manera aproximada, como hace un or-ganismo partiendo de su “programa” genético, sería inmediata-mente echado a la basura y el fabricante sería denunciado por el comprador. Naturalmente, es cierto que los leones son dife-rentes de los corderos porque tienen genes difedife-rentes y para dar una explicación satisfactoria de su diferencia, no es nece-sario apelar a otros factores. Pero si queremos saber por qué dos corderos son diferentes uno del otro, una descripción de sus diferencias genéticas no es suficiente y algunas de sus ca-racterísticas hasta podrían ser irrelevantes. […] Existe ya des-de hace mucho tiempo, una amplia serie des-de pruebas que des- de-muestran el hecho de que la ontogenia de un organismo es la consecuencia de una interacción única entre los genes de que es portador, de la influencia de los ambientes externos con los que el organismo entra en contacto en su vida y de las interac-ciones moleculares casuales de las células individuales. Son estas interacciones lo que se tiene en cuenta para explicar có-mo se forma un organiscó-mo.» (R. Lewontin, Genes, organiscó-mo y ambiente)

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En El sueño del genoma humano y otras ilusiones, Lewontin explica la causa de las diferencias fenotípicas durante el proceso de desarrollo con un ejemplo: la diferencia entre el número de cerdas sensoriales en los lados derecho e izquierdo de Drosophila, una mosca muy utilizada en biología del desarrollo:

«Las moscas de la fruta tienen largos pelos que les sirven de órganos sensoriales, parecidos a los bigotes de un gato. El nú-mero y la ubicación de estos pelos difieren entre los dos lados de una mosca (como difieren entre los dos lados del hocico de un gato) pero no de modo sistemático. Algunas moscas tienen más pelos en el lado izquierdo, otras en el lado derecho. Ade-más, la variación entre los lados de una mosca es tan grande como la variación media de una mosca a otra. Pero los dos lados de una mosca tienen los mismos genes y han tenido el mismo ambiente durante su desarrollo. La variación entre los lados es consecuencia de movimientos celulares aleatorios y de incidentes moleculares casuales dentro de las células duran-te el desarrollo, el llamado “ruido del desarrollo”. Esduran-te mismo ruido del desarrollo explica que gemelos idénticos tengan hue-llas dactilares diferentes y que las huehue-llas dactilares de muestra mano izquierda sean diferentes de las de la derecha.» (R. Le-wontin, El sueño del genoma humano y otras ilusiones)

En Genes, organismo y ambiente, Lewontin explica nuevamente la causa de este ruido del desarrollo:

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diversos tipos de moléculas de las células hijas en el momento de la división.» (R. Lewontin, Genes, organismo y ambiente)

“El organismo no está determinado ni por sus propios genes ni por el ambiente y ni siquiera por la interacción de estos factores, sino que lleva la señal de pro-cesos fortuitos. La metáfora del agente elaborador es sólo una modernización de la metáfora cartesiana de la máquina. Como cualquier otra metáfora, ésta cap-ta algunos aspectos de la realidad, pero si la tomamos demasiado en serio, nos descamina.” R. Lewontin

El funcionalismo de la adaptación

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desgracias diciendo que vivimos “en el mejor de los mundos posibles”. Así, Gould y Lewontin, explican cómo los ultra-darwinistas intentan asignar una función a cada rasgo de un organismo, para la cual, según ellos, ha sido seleccionada.

En un artículo posterior, Gould defini-ría los spandrels evolutivos como “la clase de formas y espacios que surgen como subproductos necesarios de otra decisión en diseño, y no como adapta-ciones útiles en sí mismas” (The exap-tive excellence of spandrels as a term and prototype, Gould, 1997). La in-tención era utilizar el término para expresar la característica de un orga-nismo que existe como consecuencia necesaria de otras características y no ha sido seleccionada por sí misma.

En su última obra, Estructura de la teoría de la evolución (The Structure of Evolutionary Theory), terminada poco antes de morir, Gould analiza los pilares del darwinismo clásico y las nuevas ideas que lo han ido modificando. En uno de los capítulos, dedicado a estructura y función en la ontogenia, ilustra estas ideas poniendo el proceso de desarrollo de los caracoles como ejemplo. Los caracoles que crecen por arrolla-miento de un tubo alrededor de un eje, tienen que generar un espacio cilíndrico, llamado ombligo a lo largo de ese eje. Aunque unas pocas especies usan esa oquedad como cámara de incubación para proteger sus huevos, la mayoría no lo hace. La evidencia sugiere que esas cá-maras de incubación ocupan sólo unas pocas puntas en algunas ramas laterales en el árbol evolutivo de estos caracoles, no una posición cen-tral cerca de la raíz del árbol. Por tanto, parece claro que este ombligo no apareció por razones adaptativas, sino como una enjuta no-adaptativa.

Para definir estos rasgos surgidos inicialmente por una razón distinta de la base selectiva de su nueva función, Gould no encontraba el

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blo adecuado. Para llenar el hueco de un concepto clave en biología evolutiva para el que no había término, Gould y su colega Elisabeth Vrba, paleontóloga de la Universidad de Yale, crearon una nueva pala-bra: «exaptación»: “Vrba y yo propusimos que los rasgos cooptados para una utilidad actual subsiguiente a un origen para una función dis-tinta (o inexistente) recibieran el nombre de exaptaciones –esto es, útiles (aptus) , como consecuencia de (ex) su forma- en contraste con las adaptaciones o rasgos directamente construidos para su utilidad actual” (Estructura de la teoría de la evolución). Gould cita a Darwin para ilustrar el significado de esta nueva palabra:

«Se han señalado las suturas del cráneo de los mamíferos jóve-nes como una hermosa adaptación para facilitar el parto, y sin duda lo facilitan e incluso pueden ser indispensables para este acto; pero como estas suturas están también presentes en los cráneos de las aves y los reptiles jóvenes, que no tienen más que salir de un huevo roto, podemos inferir que esta estructura ha surgido de las leyes de crecimiento y se ha obtenido de ella un beneficio en el parto de los animales superiores.» (C. Dar-win, El origen de las especies)

Otro ejemplo curioso hace referencia a un rasgo que comparte nuestra propia especie:

«¿Por qué los varones desarrollan pezones aparentemente no funcionales? […] Simplemente porque las hembras los necesi-tan para un propósito evidente, y muchos aspectos del desarro-llo embrionario de ambos sexos siguen una misma vía ontogé-nica. Así pues, las hembras desarrollan mamas como una adap-tación para la lactancia, y los machos desarrollan versiones menores y no funcionales interpretables como enjutas deriva-das de la unicidad del canal ontogénico.» (S. Gould, Estructu-ra de la teoría de la evolución)

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Algunos datos biográficos

Stephen Jay Gould nació en Nueva York en 1941 y murió el 20 de mayo de 2002. En 1963 se graduó en Geología en el Antioch College, doctorándose en la Universidad de Columbia en 1967. En 1982 fue pasó a ocupar la cátedra "Alexander Agassiz" de zoología en la Universidad de Harvard. Destacado paleontólogo y eminente divulgador, se le puede considerar uno de los cientí-ficos más importantes de su siglo. Fue calificado por Carol Yoon, periodista del New York Times, como “uno de los biólogos evolucionistas más influ-yentes del siglo XX, y quizá el más conocido desde Charles Darwin”. Entre sus numerosas obras figuran La vida maravillosa, El pulgar del panda, La falsa medida del hombre y La estructura de la teoría de la evolución.

Richard Charles Lewontin, nacido en Nueva York en 1929, es biólogo evo-lucionista y genetista. Licenciado en biología por la Universidad de Harvard, y doctorado en zoología por la Universidad de Columbia, lideró el desarrollo de las bases matemáticas de la genética de poblaciones y de la teoría evolu-cionista, y fue pionero en la aplicación de técnicas bioquímicas como la elec-troforesis a cuestiones de variación genética y evolución. En dos artículos publicados en 1966 en la revista Genetics, Lewontin contribuyó a sentar las bases del moderno campo de la evolución molecular. Actualmente es Profesor de Investigación en Harvard y miembro de la Academia Nacional de Cien-cias. Entre sus obras destacan El sueño del genoma humano y otras ilusiones, Genes, organismo y ambiente, La Doctrina del ADN y No está en los genes, escrito junto a Steve Rose y Leon Kamin.

Steven Rose, nacido en Londres en 1938 es neurobiólogo y profesor de biolo-gía en la Open University (Reino Unido). Allí dirige igualmente el Grupo de Investigación sobre Cerebro y Comportamiento. Sus investigaciones sobre el cerebro se centran en la comprensión de los mecanismos celulares y molecu-lares del aprendizaje y de la memoria. Su última obra, The 21st Century Brain acaba de ser publicada esta primavera de 2005. Entre sus principales libros hay que citar No está en los genes, escrito junto a Lewontin y Kamin, Trayec-torias de vida, y The Making of Memory. Preside la sección de biología de la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia.

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junto a Lewontin y Rose, La confrontación sobre la inteligencia y Ciencia y política del cociente intelectual.

Bertrand Jordan, biólogo molecular del CNRS francés, dirigió el centro de Inmunología de Marsella-Luminy y fue coordinador del Génopole de Marse-lla -Niza. Fue el primer investigador que aisló y secuenció un gen HLA, en 1982, y es miembro de la Organización Europea de Biología Molecular (EMBO) y de la Organización Genoma Humano (HUGO), además de revisor habitual de revistas científicas como Nature o EMBO Journal.

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Bibliografía

Libros

1.

Bleier, R.: Science and gender, Pergamon New York 1984

2.

Gould, S. J.: La estructura de la teoría de la evolución, Tusquets Editores, Barcelona 2004

3.

Gould, S. J.: La falsa medida del hombre, Editorial Crítica, Barce-lona 1997

4.

Gould, S. J.: La vida maravillosa, Editorial Crítica, Barcelona 1995

5.

Hubbard, R. y Wald, E.: El mito del gen, Alianza Editorial, Madrid 1999

6.

Jordan, B. Los impostores de la genética, Ediciones Península, Barcelona, 2001

7.

Kamin, L. J.: Ciencia y Política del Cociente Intelectual, Siglo XXI de España Editores, Madrid 1983

8.

Lewontin, R.C.: El Sueño del Genoma Humano y Otras Ilusiones, Paidós, Madrid 2001

9.

Lewontin, R.C.: Genes, organismo y ambiente, Gedisa, Barcelona 2000

10.

Lewontin, R.C., Rose, S., Kamin L.: No está en los genes. Racis-mo, genética e ideología, Editorial Crítica, Barcelona 2003

Rose, S. Lifelines,Oxford University Press. Oxford 1998

Revistas

1.

Eldredge N, Gould S. J. Punctuated equilibria: an alternative to phyletic gradualism Models in paleobiology 1972 82-115

2.

Eldredge N., Gould S. J. On punctuated equilibria, Science. 1997 Apr 18;276(5311):338-4.

3.

Gillie, O. Crucial data was faked by eminent psychologist London Sunday Times, Octubre 24, 1976.

4.

Gould S. J., Eldredge N. Punctuated equilibrium comes of age Na-ture. 1993 Nov 18;366(6452):223-7

(35)

Panglossian paradigm: a critique of the adaptationist programme Proc R Soc Lond B Biol Sci. 1979 Sep 21;205(1161):581-98

6.

Gould S. J., The exaptive excellence of spandrels as a term and prototype. Proc Natl Acad Sci U S A. 1997 Sep 30;94(20):10750-10755

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Hu S., Pattatucci A.M., Patterson C., Li L, Fulker D. W., Cherny SS., Kruglyak L., Hamer D.H, Linkage between sexual ori-entation and chromosome Xq28 in males but not in females. Nat. Genet. 1995 Nov;11(3):248-56

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Referencias

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