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ICONOSI11
Revista de FLACSO-Ecuador No 11. Julio, 2001
ISSN 1390
12'49-Los artículos que se publican en la revista son de exclusiva responsabilidad de sus autores, no reflejan necesariamente el pensamiento de ICONOS Director de Flacso-Ecuador
Fernando Carrión
Consejo editorial
Felipe Burbano de Lara (Editor) Edison Hurtado (Ca-editor) Franklin Ramírez Alicia Torres Mauro Cerbino Eduardo Kingman
Producción:
FLACSO-Ecuador
Diseño e ilustraciones:
Antonio Mena
Impresión:
Edimpres S.A.
FLACSO-Ecuador Ulpiano Páez N 19-26 y Av. Patria Teléfonos: 232-029/ 030 /031 Fax: 566-139
E-mail: fburbano@flacso.org.ec ehurtado@flacso.org.ec
ICONOS agradece el auspicio del Instituto Latinoamericano de Ciencias Sociales (ILDIS)
Indice
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Dialogo y poder.
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Fenómeno s ligados al cambio de las po líticas publicas: el caso dellNNFA
Nathalia Novillo
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un paso hacia la definición de polít icas públicasEq
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Debate
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La frontera ét nica en el espacio de la crít ica
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los person ajes mascul ino s de Pablo Palacio:
orden y desord en del buen cab allero quiteño
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Fronte
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El zapatismo y la nueva ley indíge na en México
Jorge Alonso
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¡Chiapas es Méx ico! Autonomías indíge nas:
luchas potitica s con una gramática moral
X
ochitl l eyva Solano
Dialogo
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Reseñas
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164
Sugerencias bib
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_-_._._--La frontera étnica
en el espacio de la crítica
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CONOS
Andrés G
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Quicls lo m:l! fecund o su, ron la inrencién de inicia r UD espacie públiro <k debare, que mi Íectura aftia de
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arrlculos dediClldos a ana-lizar
el
levantamiento indigen a de enero de: 2001,e
n
elnúme
ro
anterior de: Icono s (N0.1
0
,
abril 2001), se cencenue ante todo en los.11-~ impIkitos que los autora dejan de lado,
corno
p':!nto derrkrencia
de sus argumentos, alitc:5.que tratar de terciar co n cada autor y en cada uz;¡o de los temas que proponen. Por lo tanto, apenas si me: dCTc:nd rt en rd'ac:nciu ex-plicim. .
Me
cifi.o a un problema general. Tiene que ver conel
puntode
vista Yel
de fuga de los en-f
oques
o. quiús mú bie n, por un lado, con una descolocaci6 n dd lugar desdeel
cual (en el campo social) los auto res enfocan los temu y ensamblan un discurso, y,po
r
otro, co n un d i-fuminuel
ajuste del foro en los objCTivos..En
.
~c:nrro que en
ese
número. saI'iQ una ~ciéno dosque talVtt mencionart. la mirad a del
analista pretende situarse en una exterioridad .1bsrraaa con respecto a la posición que ocupa y desde la
cual
discurrer
compagina d .1nálisis. Sin emb.argo. posición y discursos: ambos le constituyenhistdrica
meme
en ciudad ano im -plicado y. sobre todo, cuestionado.Ocurre como si. para. poder rc:fIexionar so-bre
el
levantamient o. fiH,ra imprescindible:dar
un
paso
al costado. hacia un lugar <ksubicado o indefinido (en todo caso exterior); respecto a~
nuuIm
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nur tilUluú1U) COIl i"JiDI ($.1CO provecho dd mati:z arbitrario que: escinde -en• Doc'o••n C;"I\<:WSoc..t.,. PO' La E.<:udade Ah...
E.-ludios .... GmcW
SocWn.
I'uk.español- al mismo ~rbo en dos, y dinin gue al
.l<'Tdd n titl': la orncia de la comingencia h
istó-rica).
Eses
modos de esta r ciud adano son una formaci6n histórica que, al menosen esta paree de: los Andes. sedesdoble en una relacién j erdr-quica. cuando no de do m inación yexplotacióo. Ocurrealgo
.111. cuando identificados en el grupo ciudadano blanco-meslÍl.O, los autoresh
ablan
(hablo y hablamos) de indígen as yde le. va.ntam ie:mos y quedan (quedamos) comoana-lisras
ciudadano s en una evasiÓn hisr6rica no explicada, una imagen de espejo vacía frente al ind io que manifiesta su derech o histórico a la iguald.1d. Sucede como si, par.t ajusta r un a1u de mira .11 análisis. sen.1 condición necesaria si. tuarse en un punto de pareida en elcualla fron. lera étnica seomitepo
r
volumad subjCl iva, qui-ús
para discurrir desde un lugar donde cesanpor fin
las
implicaciones tqlC'fitivas de la h isro-ria, social e individ ual. Sim arsc en un lug;¡r neutro es plant ear una suerte de gambito depo-der: la cond<"SCendencia hacia el dominad o que sacrifICa un peón.
En
ese lugar se hace CISOom iso del proceso
de
identificaci6n que recrea -mOi en cu anto amagamos en la plaza pública un acto de comunicación. ya sea esee concreto o irruginado;hecho <k gestosy discu rsos;de in. reteses materiales o simbólicos; de expresiones de deseo o de indiferencia.Al
leer los artículos me queda la impresión de que cuando "01 (enfitiz.o una perten en cia ala
comunKbcl) ubicamos como ciemiflCOSso-ciales
(no me queda otra manera de calificarnos en las p~ginas de Iconos), sucede co mo que en1
0$
an~lisis se esfumarala
histo ria que nos co ns-lituye: d hecho de que, como individ..-,so-mos productosde tkstillOS "/atiDn"fn
(N.
Elias) en una sociedad a la VCl colonia! y republicana,esas csrraregias de poder tan sutiles y complejas
(que manejándolas, nos manejan y que hablan
en nosotros), urdidas a la escucha de los sile n-cios recónditos de los saberes prácricos del s
en-tido co mun blanco-mestizo e indíge na. Aquel
mundo simbólico co mplejísimo que es una fo
r-mación cultu ral
(lI
ua fra
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ultura,
co mo se escu-cha decir): un acervo histórico común -gru pal-de co hesiones implícitas; una armazón de co n-sensos y disensiones int uitivos; un ensamblado de matices y espejos de marcado res simbólicos que leen, en cada quien, anricipadamenre ima-ginarias distincion es infiniresimales, cada vez
resignific adas . Una cultura que recon oce e i
ns-trumenra con an telació n las prefe rencias y r e-gu,to' de lo, Kntidos; los rechaws y añoranzas
en los afectos; la endogamia de grupo social; el manejo del poder entre los Inrimos, inrerpares
desdeeste lado de la fronrera dediscrim inació n. Al impoSTar la VOt de analisras sociales nos
ocurre como si esfumá ramos roda esa porción de nuestro mundo CUITUf31 que en
el
accionar diario (un conrexro que se impo ne compulsivo, fuera de nuestra voluntad individual) nos co ns-truyey
nos ubica en un nivel de diferencia je-rárquica como ciud ada nos que ide ntifica n y ex-cluyen a ind ígenas y que, en conrraaraque, son id entificados y excl uidos. Ocurre como si, ate -rrad os por esa realidad (aun cuando en nuest raexistencia cotidiana rechazamos las situaciones de dominio), huyéramos
d
el
mundo de la c ul-turapolfrica
histórica que evitándola nos habi-ta, que huyéndcla nos asedia y que, en las
cri-sis, nos inrerrogacomo e! Orro [Íacaniano y
so-cial) que
se
manifiesTa en el lapsus urbano, ese vad o que es e! parque del Arbolito.Al escapar lejos del casco antiguo de la poll-rica, desde e!erre lado del río, una vez alca nza-da la montaña de enfreme y descendido a
I.a
planicie, como en b alego ría de las estatuas de mármol de N. Elias (La
socüdad
tÚlos i
ndivi-duos,
Península S.A. Ediciones, 2000) , nos da -mos la vuelta para evaluar (con un escrurarreí-ficanre y protegido) e! levanTam ienro que nos reconsriruye (se lo quiera o no) en una distinta modalidad histé rica de!
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Pohlacio nes que ya no acep ran la armonía secular de las leyes de la República y plantean losconflictos de ahora en la vidacotidiana de lapolírica; inTerrogan al sentido co mú n ciudad a-no, incluido aquel que rige en los mandatarios:
del Presidente y los demás que gobiern an. E xi-gen la igualdad;
el
derecho de opinar, decid ir, ejecutar en la cosa pú blica.Fl fenóm eno
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paf3dójico cuando, precisameme, se consta ta que casi rodas los au-.
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de los ind¡genas, sus dirigenres, organizaciones y discursos, rod a eso en una co-yuntura política que sin embargo a todos SaCU· de y encara; que a todos nos interroga pública.mente.
AbOf3 bien, hay que tener en cuenta que
el
desconcierto cread o por
el
levantamiento, esa dificu ltad que enfrentamos paf3 asumir la s itua-ció n histórica de ciudadano como punt o de vi s-ta en un campo social que se desdobla (y que nos de~dobla) en jerarq ula de dominació n, noes de orden individual sino social. Conciern e a la cc nfiguracién
histérica
del espacio público y1"Qued••!>olido en l. Replibliea d irnpuelto conocido con el nornb", de Conrribuáón Personalde Ind ígen.., y
lo. ind ividuo.< deellO el..., igwalAdo, d {q, dntuIs""""0· ridnl"" 30 de ",.ub", de [857, 13G de la Libenad; firma; F. Robles, P",.ideme. (Archivo Biblio,eca del Palacio Le-gi.Io,'vo).
vengan de un presente por devenir fururos y un pasado que siempre esd.siendo ahí significado; los métod os de encuesta que no pueden consti
-tuir en un ir de ciudadano po r el campo o las
ciudades a recoger información de las poblacio
-nes (¿colon iales?). Ya Wright Milis nos hahía ad veni do hace rantas décadas sobreun hacerde burocráeico de lasociología.
El discurso de las ciencias sociales, que es parre ccnsrinmva de lo público, no queda in có-lume: el levantamient o nos interpela en cuanto a asumir o evadir el mar m
ti
mundo de blanco mestizo. ¿Que implica ese estar cuando se va porla vida de ciudadano ant ropólogo, ci udada-no sociólogo, ciudadano historiador, ciudadano pclirclogo en relación co tid iana con sujetos in -dios que se levantany
dicen,y
a los cuales se prerende estudiar? No es problema de un juicio moral personal, sino de ética históri ca.El desdoblamiento (colo nial
y
republicano) de ciudadaníaen tiominioparriculAr,es una atri -bució n de poder que ejerce un grupo hisrórico en el Ecuado r. Po r un prouso raeiro d~ dt úga-eión de la adm inistración de poblaciones (a finde cuentas: una delegación de soberanía estatal) al mundo del sentido común bla nco mestizoen el siglo XIX, cualq uierciudadano (como p
erso-na pa rticular) puede ejercer sobre los indígenas,
poten cialmente, como rosa privada una estr
are-gia de tiominioen las zonas públicas de co ntac-to con las poblaciones. Dicho ejercici o, que es una virtualidad
y,
como ral, siempre se puede efeceivizarco mo estrategiade violencia simbóli-ca, impone una relación de jerarq uía que pesa en exclusiones sob re las poblaciones ide ntifica-das de sujeros (indios) en la vida cotid iana y en
la esfera pollrica. Además, carga de violencias y rechazos, con acciones de discriminaci ón a fecti-va (q ue va desde la esrraregia de rnetafora
clasi-ficaroria oral -de sobrenombre, por e jemplo-hasra una homología con las accio nes que o cu-rren usualmente en el proceso de identificación en lo público) a la esfera panicular
y
el ámbito dcrnésrico de losciudadanos. Desde luego, des-de ambos lados de la frontera étnica,
el
d esdo-blamiento instrumenta una panopli ade esrrare-gias binariasqueconstruyen marcadores simbó -licos de discriminación . Se insnruyen en una cárcel de larga duración para el pensamien to, la
creat ividad y la libertad de auto definición
y
niega las ambigüedades y las ambivalencias.
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el dominio fÚ 10 particuldrque, en la República del Ecuador gobierna a indios. Un dominiopo -tencial, un hecho cotidiano del que gou cada ciudadano como atributo híscórico (del modo
d~tuary en el mundo a! alcancede su mano. Te-ma que no ha sido estudiado hasta ahora en sus dimensiones de un pliegue de administración de poblaciones (en es-... te caso indígenas) por
los ciudada nos. Sin una reflexión sobre e s-te tema no se puede entende r las ins
isten-cias del movimiento indígena en reiterar la ocupación espacial de lo público para repre
-sentarse. Sin esa n o-ción , tampoco se pue -de entender la tozuda repetición de las estra
-tegias del gobiern o y el sistema político de los ciudadanos de que aqul nunca pasa tOM
luego de cada leva nta-miento: como si nada cambiara luego de ca-da levantam iento. Tal vezporque no pasó to-do, al estil o de la a
no-ranza de la antigua to
-ma del poder.
Sin embargo. cada vez.
y
en cada l evanta-miento. se reinvenra el espacio público (urbanoy
de trá nsito, las redes de distribución y los me-dios de comu nicación).
La
ocupación de los in-dígenas crea un acto
políeicc
y redefine a los agentes sociales de la acción: modifica las con-dicionesde su relacionarse en el mundo del se n-tido común.
Este problema tiene ramificaciones de sign i-ficación critica que habrla que explorar. Alean -un (mediados por lógicas propias), por e jem-plo, las orillas lejanas de la formació n acedé mi-ca en ciencias sociales y sugieren la pregunra de cómo hacernosde un instr ument a! teórico ad e-cuado a la historia de este mundo andi no (¿to r-elendo o ende rezando los conceptos to rn ados de otros lados y autores, como sugería M. Fo u -caulri): la reform ulació n de prc:guntas que nos
Como toda divisió n dual, niega la diversidad.
La
estr:ategia de binaridad compulsiva (i m-plemen tada desde ambos lados de la frontera: sea como dom inació n por los ciudadanos o seacomo resistencia por los indígen as) reverbera en
el quehacer del cienrfficc social. Impone una
cerrazó n en la imag inación creativa
y
vuelve aBs ica a la crítica. En los an.iJisis sociales setransmuta en es... difuminar la fromera
y
una deser¡enración frenre al lugar de emisión d... losdiscu rsos, cuando lo que requier... el rnovimien
-ro ind ígena es inrerlocurores crñicos para co ns-truir un futuro conju nto.
Sin ernbargo. aquel los grandes ritualesy
ac-tos pohricos que son los levantam ientos nos obligan (..-n un nos de ciudadanos y cientí ficos blanco rnesrizos) a situarnos en alguna parte dd
tejido rtMcional entre los ciud ada nos
y
los in-dios. Esto , desde luego , siempre y cuando
que-ramos comprender lo que nos sacude y pro yec-tarnos hacia alguno de lo spresentes por devenir
fururos.
Para explicitar el problema al que me
refie-ro, sob re
las
condiciones de posibilidad (his tó -ricas en el aquíy
ahora) de un inunto (con su riesgo) de superar los esco llos (ciudadanos his-tóricos) que se erigen a un enfoq ue crítico des-de las ciencias socialesa, tomaré como ejemplo el artículo que presenta al lector E. Kingmana.
El trabajo de E. Kingman me paro:ce que
ejemplifica un co rrer el riesgo de leer algunos
aspectos de la transformación de la relación en
-tre ciudadanos blanco-mestizos e indegenas en el espacio público urbano de Quito durante el levantamiento de enero. Desde el lugar de una
experiencia inmersa en los sucesos, que no es
-conde la triple ambigüedad de mar de e
spccr:a-dar, de ciud adano y de implicado , el autor ob
-serva los cambios de sign ificación que se dan en
esos días de catarsis- en el sentido de una pur
-2 Un. acción comunica.;.... en un• •i.uoción de """isió...
(si", quiere ""h.. mano alconccplOde
J
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Habermas, paradesignar una ,i'u>ción de cri, i, del contell'O de .igni6ca
-<i6nque ~uiere undi~ogo, y la conmucci6n de un nue
-VQ contexto de en ..ndimi""to;o una "">logiaen una,i_
1U:>C;Ón de h¡'múis, la deocompaginación enlre el habit...
yun <ampo socialque .. remodelaen e1 lev:lnlam;"nro, lo
que exige un replan l«l de l.. dispooicionesde comporta·
miento ciudad. n... si 50 prefiere. P. Boutdieu). Ambas.i·
.u.eion.. 0011 ere.d.. por el lev. nlamien.o.
3 VerIconos No. 10, Flaeso, huado:.
ga de los gesTOS atávicos en lo urbano; modifi -cacio nes de las vivencias
y
las percepciones de laciudad por sus habira nres perrnanenrcs
y
los re-cién llegados de las com uni dades. Constara la recreación de antiguos referen tes simbólicos enla nueva formación urbana (espacial) de discri
-minació n. Indica la rernodelación de la imagi -nación y la memoria de los ciudadanos (la
reinscripcidn del pasado en
el
presente) por me-dio de la imagen dd sujeto salvaje que presu
po-ne al ciudad ano blanco-m estizo civilizador. Describe: los juegos de fuerza que se enfrentan simbólicamente en la ropogtafla urbana: reh a-cen e instauran desdoblarnienros ciudada nos de
dominació n en lo público y lo espacial de la
ciudad: el norte,
el
centro yel
sur.En
sinresis, a través del problema de oto rgar sign ificado a las vivencias en la cartografía ima-ginariay
simbólica de Quito, lo que estudia sonlas Iransformaciones del vínculo relacional que hace al uno
y
al airo: a los ciudadanos bl anco--mestizosy
a los indios en sus esrrategias mu-tuas que otorgan una nueva defin ición a lo p
o-llcico
,
en un mome nto dado de esa relació n defuerza.
La
conclusión en la que parece desem-bocar Kingm an parecerla ser que
el
movim ien -to indíge na no encuentra inrerlocurores del otro lado de la fronreraé
mica
sino más bienuna fuga de los ciudadanos hacia un r eforza-miento defen sivo de los espacios co mparti me n-tados de discrim inació n. (Es un indicio de v
io-lencia poten cial, ese cavar de trinche ras?
Quizás tambi~n alude
J
.
León a este fenó-meno, pero en arra dimensión y lugar poltricc,
cuando menci ona la construcción durante el 1...•
vanramjenro de un espacio local (una
resig
nifi-cación del antiguo cuadrilátero gamonal: e! pueb lo, la hacienda , la iglesiay
e! Estado) comonf"
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indígena «en lugar denf
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bli-ca ciudada na: un sitio rechazado por las ubicuas
prácelcas de discriminación , como era
el
parqueo e! mercado públicos de! pueblo~). Esa m
odifi-cació n en las parroqu ias y canto nes es la ccn
di-ció n previa para, desde allt, dar e! salto a la
re-presenración eo la <:$Cena nacional.
T
a
m
bién
ad viere... sob re e! peligro de una contracción de
los márgenes de lo que califica como una "tole
-rancia émica" de los ciud ada nos , aunque qu izás
seda mejo r decir: (el agotarnieneode una est
ra-tegiade condescen dencia de losdom inantes? El
fenómeno es contradicto rio porque va de par
con una extensión nacional de la política social
del movimiento, mientras se reducen los c
ana-les de negociación con
el
Estado. Otros auto resseñalan que el movimiento indígena. cuyos i
n-telectuales han elaborado un discurso político
altamente elaborado. solo busca un interlocuto r
en el Esradc.
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Si menciono este
problema es porque
soy de la opinión que
en el ámb ito de las
ciencias sociales p er-siste una acent uada querencia a repro du
-cir uno los mayores
prob lemas (c ultura-les, políticos. sociales) que encuen tra
el
m o-vimie nto ind ígena para rmagmar y ex-presar alternativas, tal como se constató en
el
últ imo levanta-miento ; me refiero a la ausencia de i nterlo-cuto res ciudad anos
(ya sean estos intelec
-tuales individuales o asociados, organi za-ciones políticas foro
males o infotmales). Durante esos días del le-vanrarnie nrc no hubo voces de conrraparre
ciudadana, un pensamiento crítico que form
u-le discursos y suscite actos políticos que pr
o-ponga, confronte, disienta o confluya con el
levantamiento.
Si de alguna manera queremos abrir un
es-pad o de crítica, reflexión y debate desde lo es-pedfico de las ciencias sociales, dicho espacio, de todas maneras, debería conSTitu irse en un
es-fuerzo de Macción comun icativa" (quizás a lo
J
.
Habermas. o sea, llegar. en diálogo, a un con -senso de signifi cación del mundo) con el m oví-miente indígena, desde OTro punto de vista. D i-cho diálogo, a mi parecer. no se puede propo -nerm
ás
que desde una ubicación que asum a lasformaciones históricas que nos constitu yen y cond icionan; desde lascuales podernos intentar
98
I
CONOS
establecer un intercamhio con los dirigemes e
intelectuales indígenas sobre
el
presente enel
que navegamos y el devenir común al que nos
dirigimos. El levanta miento consiguió adhes io
-nes y apoyos imponantes. pero casino tuvo i n-terlocmores del OTro lado de la frontera, d uda
-danos que debatieran sobre sus vidas en el ha
-cerse haciéndose del presente, que ind uye a los
tiempos de un presente dd pasado y un pr
esen-te del futuro.
El movimiento indígena en el último levan-tamiento adoptó la estrategia de expand irse ha -cia
la
po1ftica wcialy,alcalor de las negociacio-nes con
el
Estado, formu ló propuestas que abarcan a casi todos los ecuatorianos. Sinem-bargo, ese nada sólo pam íos indios nos adviene
de una soledad. No hay por qué admirarse de que su accionar busque ante rodo al Estado co
-mo inte rlocutor: es la única insrirución política ciudada na que no puede escabullir el bulto y
debe responder. ya sea por la negociación o con la violencia. El "nada sólo para los indios" es la enunciación de una ausencia de propuestas en
la OTra cara de la sociedad civil y en
el
sisre ma político puesto que el movimiento tiene queasumir las demandas sociales a escala nacional, sin casi diálogo ni COTejo con orros actores s
o-ciales (por ejemplo. emanados de lasclases m e-dias y populares) con los cuales pueda formular
y negociar sus pedidos, e imaginar alremanvas. A mi parecet. laconsecuencia más álgida del
monólogo en la
polírica
,
es que quien emite eldiscurso a lo sumo escucha un eco.Con lo cual
sigue un rumbo de deriva por los márgenes es-casos de la invención política: esto ocurre en ambas caras del sistema ciudadano. En algún
momento, hace algunos levantamientos
ya,
las intelectua les del movimiento de mujeres t uvie-ron lacapacidad de interpelar a las organizacio-nes indígenas sobre la polftica de género. Qui
-zás ese sea un ejemplo que se pueda seguir en el
é
rn biro
de la refl exión social ypolítica
:
es table-cer un diálogo critico con los intelectuales ydi-rigentes indígenas desde lo especifico de las ciencias sociales, individualmente o en grupo. ubicados en lo relacional, desde un punto de