• No se han encontrado resultados

Sucesivos aportes al concepto de adolescencia en la obra freudiana

N/A
N/A
Protected

Academic year: 2017

Share "Sucesivos aportes al concepto de adolescencia en la obra freudiana"

Copied!
31
0
0

Texto completo

(1)

Sucesivos aportes al concepto de

adolescencia en la obra freudiana*

Successive contributions to the concept

of adolescence in Freud’s work

Maur icio Fer nández-Arcila**

Resumen

Se hace un seguimiento a las relexiones puntuales hechas por Freud en torno a la

adolescencia, buscando deter m inar su cor respondiente contexto teór ico en cada época. Se encuentra que los sucesivos apor tes teór icos están en m arcados en tres momentos de la obra freudiana: las pr imeras explicaciones psicopatológicas acerca

de las neurosis a ines del siglo XIX, el replanteamiento que induce el desarrollo de

la teor ía de la sexualidad in fantil, y, por último, la revaloración del papel etiológico del Complejo de Edipo, asociada al m anten im iento de la noción de après-coup

(Nacht räglichkeit). De esta manera no solamente se identiica y esboza el peril de

las teor izaciones m ás generales que subyacen a las proposiciones dispersas, sino que se reconocen algunos de estos enunciados como contr ibuciones indispen sables a la concepción contemporánea de la adolescencia.

Palabras clave: Puber tad, adolescencia, angustia virginal, neurosis, après-coup

(poster ior idad), Complejo de Edipo.

* El pr esente ar t ícu lo der iva del pr im er capít u lo del in for m e de in vest igación “Concepciones psicoan a lít icas de la adolescencia” (Medellín , Un iver sid ad de Ant ioqu ia - Cod i, 20 11), a cuya redacción inicial contribuyó también Ricardo Moreno Chía. Antes de ser reconi -gurado en su versión actual, tuvo otra versión intermedia, en mayo de 2013, como lec -t u r a par a u n cu r so de la Especia lización en Pr oblem as de la In fancia y la Adolescencia del Depar tam ento de Psicoan á lisis de la Un iver sid ad de Ant ioqu ia (Medellín , Colom bia). Se agr adece a l pr ofesor Mor eno su autor ización par a h acer u so aqu í de a lgu n as in for m a-ciones docu m enta les e ideas que int r odujo, tanto en esa pr im er a r ed acción conju nta del capít u lo del in for m e (20 11), com o poster ior m ente en su libr o (20 12).

(2)

Abstract

A follow-up work is established to the speciic relections made by Freud around

adolescence, tr ying to deter m ine the cor responding theoretical context in each per iod. It is found that successive theoretical contr ibution s are framed in three

moments of Freud’s work: the irst psychopathological explanations of neurosis in the

late n ineteenth centur y, the rethin king that induces the development of the theor y of

infantile sexuality, and inally, the revaluation of the etiological role of the Oedipus

Complex, associated to m aintain ing the notion of après-coup (Nachträglich keit). This

way, the proile is not only identiied and outlined from the more general theories

underlying the dispersed proposition s, but some of these statements are recogn ized as essential contr ibution s to the contemporar y conception of adolescence.

Key w ords: Puber t y, adolescence, virginal an xiet y, neurosis, après-coup (poster it y), Oedipus complex.

Muchas de las discusiones actuales en tor no al conten ido y el lugar que ocupan las nociones de puber tad y adolescencia en la obra de Sigmund Freud, suelen estar afectadas por burdos an acron ismos, en la medida en que a las relexiones freudianas se le atribuyen una serie de conceptos y distinciones que todavía no habían sido con str uidos en su época, sino que fueron de m ás reciente apar ición.

Aunque Freud desar rolló múltiples con sideraciones teór icas y clín icas acerca de fenómenos presentes en la adolescencia, ésta no fue diferenciada n i por él n i por sus pr imeros discípulos como un a entidad independiente, y, por lo m ismo, sólo fue objeto de teor ización sistem atizada m ás tardíamente y por par te de otros autores.

(3)

Por otro lado, a excepción de ese relativamente exten so estudio de 190 5, Freud no hace n ingún otro tratam iento amplio del tem a; en cambio, a lo largo de sus obras, alude a múltiples aspectos de la adolescencia, pero a m anera de breves desar rollos dispersos, sin n ingún orden am iento metódico.

Esto signiica, de entrada, que no se puede esperar encontrar en las relexiones freudianas ni una deinición completa de pubertad o de adolescencia, ni términos constantes o uniicados para designarlas, ni mucho menos deiniciones idénticas a las que poseemos en la actualidad. La condición etar ia o biológica es ten ida en cuenta en muchas ocasiones para diferenciar a algunos pacientes como “jóvenes”, “hombres en crecim iento” o “adolescentes”, pero, desde un punto de vista psíquico, para los pr imeros psicoan alistas estos sujetos eran todavía “niños”, no se les reconocía explícitamente un estado especíico de n aturaleza psíquica, o incluso sociocultural, distinto al del n iño o al del adulto.

La m anera de ocuparse, o mejor, de restar impor tancia a las m an ifestaciones o problem as adolescentes estaba deter m in ada, en gran par te, por el tipo de presencia que los jóvenes ten ían en la cultura alem an a. La Vien a post-n apoleón ica y colon ialista del siglo XIX, orgullosa de su progreso y orden, desconiaba constantemente de la juventud, la cual hallaba contrar ia a los valores sociales de moderación y tranquilidad en todas las for m as de vida, que proclam aba y trasm itía a través de un a educación autor itar ia.

(4)

el incesto, el parricidio o la educación sexual (Nunberg & Federn, 1962/ 75).

Adem ás, en razón del hecho de que un a buen a proporción de los pacientes de Freud eran jóvenes adolescentes,1 parece posible

encontrar en su obra concepciones implícitas sobre la adolescencia, muy especialmente en sus trabajos clín icos. En sentido inverso, cabe im agin ar retrospectivamente, a la luz de los nuevos desar rollos teór icos, que si Freud se hubiera preocupado m ás por la adolescencia y sus “metamor fosis”, la suer te del tratam iento de la joven Dora, por ejemplo, el cual concluyó cuando ten ía 18 años, hubiera sido diferente.

Pero en el presente ar tículo no se avan zará en esta últim a vía hipotética. Se tratará, en cambio, en primer lugar, de identiicar las elaboraciones que sobre problem as o condiciones adolescentes hace Freud en su obra, orden ándolas por per íodos teór icos, en función de la per m anencia, durante cier tos lapsos de tiempo, de esbozos de concepciones relativamente globales. Se espera así poder obser var las var iaciones que van ten iendo las proposiciones sobre la adolescencia, como efecto de las modiicaciones de conjunto de la teoría. En segundo lugar, se indagará cómo, a par tir de aquellas elaboraciones, van emergiendo algunos criterios psíquicos especíicos que se adicionan o se ar ticulan con los puramente etar ios o biológicos, posibilitando así la con stitución de la perspectiva m ás contemporánea sobre la adolescencia en cuanto proceso caracter ístico de reestr ucturación psíquica.

En otras palabras, se pretende mostrar que las relexiones freudianas acerca de algun as m an ifestaciones de la adolescencia o de procesos que le son concom itantes, representan apor tes teór icos indispen sables para la subsiguiente con str ucción de un a concepción de la adolescencia como proceso psíquico, con caracter ísticas e incidencias propias —m ás allá de la noción de un per íodo de la vida (con lím ites temporales, con

(5)

cambios biológicos o rasgos socioculturales deter m in ados o var iables), usada para clasiicar o localizar los fenómenos que se presentan durante ese lapso.

1. La pubertad y etiología de las neurosis

Al seguir los pasos del pen sam iento freudiano2 en sus in icios, se

capta que, antes de descubr ir el sentido de los sueños y de proponer un a metapsicología, Freud estuvo ocupado ante todo en la elaboración de un a nueva teor ía psicopatológica de las neurosis. Por esta razón, para presentar algunos de los pr imeros elementos teór icos relativos a la concepción de la adolescencia en Freud, se tom arán como guía las elaboraciones acerca de la et iología de las neurosis.

El desar rollo de esta teor ía psicopatológica durante los tres últimos lustros del siglo XIX comprenderá dos etapas. La pr imera se caracter iza por un a integración progresiva de los factores psíquicos. Com ien za con una visión de tipo isiológico que se aplica a las neurosis actuales, y pasa a plantear los mecanismos de defensa como factores especíicos de las psiconeurosis. Durante la segunda etapa de la teor ización, se atenúa el dualismo psique-som a, al ar ticularse los factores sexuales y la defen sa en un nuevo modelo etiológico, gracias a la teor ía de la retroactividad traum ática {Nacht räglichkeit} y de la angustia.

En las subsiguientes coyunturas del pen sam iento freudiano, la m anera de entender la puber tad y su papel etiológico sufr irá var iaciones, en función de los nuevos componentes que se integran en la teor ización atinente a la for m ación de las neurosis.

1.1 Dos condiciones puberales: quantum somático y déficit psíquico.

En un a de las pr imeras referencias de Freud a la puber tad, ésta se encuentra asociada a la emergencia de la h ister ia: “El per íodo que

(6)

antecede y sigue a la puber tad suele traer con sigo, en n iños y n iñ as de inten sa disposición h istér ica, un pr imer estallido de la neurosis” (Freud, 1888 c, p. 57).

De igual modo, a ines de 1892 (en el Manu scr ito A),3 se vuelve a asociar la puber tad a la neurosis, pero esta vez a la neurasten ia. Se hace alusión a la m asturbación, pero no es claro si allí Freud tiene en mente la m asturbación puberal o aquella de que podr ía ser objeto un n iño por par te de un a person a m ayor.

A pesar de que la neurasten ia4 era con siderada como la neurosis

m ás impor tante al lado de la h ister ia, y que frecuentemente se la comparaba con ésta, las car tas y las publicaciones de Freud anter iores a 1893, es decir, anteriores al Manu scr ito B, cuya pr imera par te está especialmente dedicada a este síndrome neurastén ico, apen as contienen comentar ios ocasion ales sobre ella. Todo parece indicar que Freud inalmente le prestó atención a la neurastenia cuando reevaluó el papel de la sexualidad, gracias a sus an álisis de la h ister ia.

Freud compar te la concepción de sus predecesores y contemporáneos, al atr ibuirle un papel central a los hábitos sexuales en la etiología de esta neurosis actual.5 En otras palabras, también creía que la m asturbación

habitual podía explicar el agotam iento mental y físico caracter ístico de la neurasten ia.

3 Desde 1985 se dispone de la edición completa de las Cartas a Fliess (Freud, 1887a). En ade -lante se d ist in gu ir á la ed ición fr agm entar ia con la abr eviat u r a AE, y la ed ición com pleta con EC.

4 Desde 18 69, el m éd ico nor team er icano Geor ge Beard car acter izó la neu r asten ia por u n a debilid ad gener a l física y m enta l. En la Eu r opa del siglo XIX, t uvo u n a gr an d ifu sión y fue motivo de una amplia producción bibliográica en los 80 y comienzos de los 90. Muchos de los autor es eu r opeos aceptar on la idea de Beard de que el exceso de esfuer zo m enta l y físico, a l igua l que las exigencias de la vid a m oder n a, er an los factor es et iológicos m ás im -por tantes, per o tam bién r eca lcar on en la her encia y las anor m a lid ades de la vid a sexua l, sobr e todo la m ast u rbación y el coit u s inter r upt u s.

(7)

Esta práctica sexual la integra en un a fór mula etiológica que preigura la del ensayo sobre las neurosis actuales (Freud, 1894c). Según este modelo etiológico, debe existir: “1) la condición necesar ia, sin la cual el estado no sobrevendr ía, y 2) los factores ocasion adores” (Freud, 1887a EC, p. 28). Si la pr imera condición ha ten ido fuerza suiciente, ella misma causará la afección de manera necesaria, pero si no es el caso, se convier te en un a predisposición que sólo tras el adven im iento de los factores ocasion adores produce la afección. La condición necesar ia es entonces indispen sable y en algunos casos puede ser suiciente, mientras que los factores ocasionadores serán au xiliares imprescindibles cuando el pr imer factor carezca de la fuerza deter m in ante.

En este contexto, el supuesto “habitual extravío sexual” atr ibuido a la puber tad, hace par te de la caden a de factores que deter m in an el adven im iento de la neurasten ia, al lado de factores como el inten so trabajo de la vida estudiantil, entre otros; es decir, se desempeñ a como un factor ocasion ador, adicion able a la predisposición tempran a. Pero, también sin tener en cuenta la exper iencia in fantil, puede con siderarse que la m asturbación puberal, por sí m ism a, puede generar un a predisposición que se activa con la “segunda nocividad”, esto es, con el

onanism u s conjugalis, “que cor responde a otra edad de los hombres” (Freud, 1887a EC, p. 29).6

Según este en foque, la puber tad tiene un a incidencia etiológica en función de la excitación sexual que desgasta o incrementa, es decir, debido a las prácticas cor porales que le son caracter ísticas, pero esa sexualidad y esas prácticas se las concibe todavía de un modo

(8)

isiológico. No obstante, están sugeridos los nexos con las experiencias pasadas, sobre todo en la idea de que las vivencias in fantiles puedan llegar a ser la condición suiciente de las afecciones psíquicas, y de que la m asturbación de la puber tad puede no operar por sí m ism a. Si el “abuso sexual temprano”7 tanto como la m asturbación puberal crean

o la predisposición o la neurasten ia m ism a, cabe suponer que aquel abuso es visto como del m ismo tipo que la práctica on an ista.8 {no son

tan radicalmente som áticas, habla de la “tram itación” en lo psíquico}

A pesar de su ad hesión a cier tas ideas psiquiátr icas tradicion ales, Freud hará nuevos apor tes en el campo de la psicopatología al deslindar la neurosis de angustia como un síndrome distinto de la neurasten ia, y proponer que ella tiene un a etiología diferente: el coit u s interr upt u s,

práctica de la vida sexual actual que conduce a un a situación en la cual es “…desviada de lo psíquico la excitación sexual som ática y … (recibe), a causa de ello, un empleo anor m al” (Freud, 1894c, p.10 8). Ahora bien, esta “…debilidad para el dom in io psíquico de la excitación sexual som ática”9 (Freud, 1887a EC, p. 88) presente en la neurosis de

angustia, no se explica por la m asturbación juven il sino por el hecho de que la excitación no pueda ser ligada mediante libido psíquica. La neurosis de angustia no está deter m in ada, como en la neurasten ia,

7 Un poco antes decía: “sin abu so sexua l, em per o, n in gu no de estos factor es (es decir, los secu nd ar ios) es capaz de pr oducir neu r asten ia” (Fr eud, 18 8 7a EC, p.29). Esta m ism a fr ase, tom ad a de la nueva ed ición com pleta de las Car tas a Fliess, se t r aduce así en la ed ición fr agm entar ia: “Per o sin desgaste sexua l todos esos factor es no ser ían capaces de pr oducir neu r asten ia” (Fr eud, 18 8 7a AE, p. 218).

8 Esta inter r ogación de si u n a pr ed isposición her ed itar ia a la neu r asten ia se cr ea a par t ir de u n a seducción en la in fancia o bien “…si tam bién la neu r asten ia de apar iencia her e-ditaria se remonta a un abuso sexual temprano” (Freud, 1887a EC, p. 31), establece una apr oxim ación ent r e las dos categor ías de neu r osis que Fr eud d ifer enciaba por entonces: las neu r osis act ua les y las psiconeu r osis. Tam bién el Manu scr ito B m uest r a que Fr eud concibe u n itar iam ente estas neu r osis, en concord ancia con su bú squed a de u n a teor ía gener a l de las neu r osis, basad a en u n a et iología sexua l. No puede decir se que en d icho

Manu scr ito B las neurosis actuales estén deinidas exclusivamente por la actualidad de su

cau sa, n i que su s síntom as obedezcan a u n a cau sa sim ple que se r esu m e en la in adecuación de la sat isfacción sexua l. Estas d ist inciones, en cam bio, se establecer án en 18 94 , cuando las neu r osis act ua les se las opon ga a las psiconeu r osis, en cuanto con for m aciones cuya “… ocasión par a la per t u rbación , r eside en el ám bito som át ico y no, com o en la h ister ia y la neu r osis obsesiva, en el ám bito psíqu ico” (Fr eud, 18 94c, p.114).

(9)

por los desgastes físicos proven ientes de actos m asturbator ios, sino por un “factor de en ajen ación entre som ático y psíquico” (Freud, 1887a EC, p. 88) favorecido por el acto sexual inter r umpido o también por la eyaculación precoz, es decir, en razón de un déicit psíquico, de un déicit de representación psíquica.

Ahora bien, este “déicit psíquico”, central en la nueva concepción de la etiología, aunque de momento, reser vado para la neurosis de angustia, per m itirá integrar a la adolescencia, en la medida en que Freud encuentra que los jóvenes también son vulnerables a la neurosis de angustia, tanto como lo son a la h ister ia o la neurasten ia. Precisamente, un a de las for m as de neurosis de angustia que Freud descr ibía en pr imer lugar en su en sayo, la denom in aba “angustia virgin al o angustia de las adolescentes”:

Com o angu st ia vir gin al o angu st ia de las adolescentes. Cier to nú m ero de obser vaciones indud ables m e h an m ostrado que u n pr im er encuentro con el problem a sexual, u n a revelación algo br usca de lo h asta entonces velado —sea por la visión de u n acto sexual, por u n a comu n icación o por lect u ras—, puede provocar en n iñ as adolescentes u n a neu rosis de angu st ia que de m anera casi t ípica se com bin a con u n a h ister ia (Freud, 18 94c, p. 10 0).

La contracción de esta neurosis, empero, se presenta preferentemente del lado femen ino, por cuanto en las n iñ as adolescentes “no se han desar rollado todavía lo bastante los gr upos de representación con los cuales está destin ada a en lazarse la excitación sexual som ática” (Freud, 1894c, p.110).

1.2 Pubertad: enajenación après-coup de lo somático y lo psíquico

Para el año 94, entonces, con la profundización del estudio de la neurasten ia, que lo lleva a separar las neurosis de angustia (Freud, 1894c)10 y con la con str ucción de un a teor ía psicológica de las neurosis

10 El est ud io “Sobre la justiicación de separar de la neurastenia un determinado síndrome

(10)

de defen sa (Freud, 1894a)11, la teor ización de Freud incursion a m ás

en el orden de lo psíquico, opon iendo las neurosis actuales y las psiconeurosis. Toma así distancia respecto a la relexión de los años 92 y 93, en la que se lo veía estancado en una idea somática de la sexualidad y en una visión isiológica de la etiología.

Este aparente dualismo som ato-psíquico, sobre cuyas bases se oponen las dos categor ías de neurosis, todavía no era explícito en la

Com unicación prelim inar (Freud, 1892f)12 aunque en esta con ferencia

se introducía la idea novedosa de un mecan ismo psíquico de la h ister ia. Freud concibe allí que la disociación de los “gr upos psíquicos” generada por la defen sa, impide el desgaste de las excitaciones y emociones ligadas a los traum as, de los que se sigue sufr iendo por rem in iscencias.

Para el año 94, el funcion am iento postulado para las neurosis actuales se diferenciará todavía m ás del de otro conjunto de neurosis (fobia, obsesiones, histeria, confusión alucinatoria), uniicado ahora en tor no al concepto de defen sa (Freud, 1894a). En las pr imeras neurosis, al con siderarse el carácter actual de los factores o “impasses” que las causan, no parece tenerse en cuenta la posibilidad de que ellos den lugar a asociaciones de las representaciones del presente con las representaciones del pasado, tal como ocur re en las neurosis de defen sa. En éstas, en cambio, el factor causal especíico reside en el pasado.

Pero en el en sayo sobre la neurosis de angustia (Freud, 1894c), ésta todavía coincide con la h ister ia, en cuanto que en ambas afecciones, a consecuencia de “una insuiciencia psíquica…se producen unos procesos som áticos anor m ales” (Freud, 1894c, p. 114). Es m ás, la h ister ia concuerda tanto con la neurosis de angustia en los síntom as y en los mecan ismos, que esta últim a aparece “como el cor respondiente

el en sayo sobr e las psiconeu r osis, está fech ado “d iciem br e 18 94”; r epr esenta la cu lm in

a-ción de una relexión adelantada en los Manuscritos A, B, D y E.

11 El ar t ícu lo “Las neu r opsicosis de defen sa”, au nque publicado en m ayo de 18 95, es ter m in a-do de r ed actar en ener o de 18 94 .

(11)

som ático de la h ister ia” (Freud, 1894c, p. 114). Entonces, la diferencia reside, dice Freud, meramente en que la excitación en la neurosis de angustia es puramente som ática (la excitación sexual), m ientras que en la histeria es psíquica (provocada por un conlicto) (Freud, 1894c, p. 114).

Con todo, en este contexto, la puber tad, vista como un factor causal actual, comen zará a establecer nuevos puentes con el pasado in fantil. El paralelismo entre lo actual y lo in fantil continuará desdibujándose, al menos en dos escr itos del año 1895, y en el momento de elaborar las explicaciones etiológicas sobre la h ister ia en Est udios sobre la hister ia

(aparecidos en m ayo) y en el m anuscr ito Proy ecto de psicología (cuya redacción se concluyó en octubre del m ismo año).

Ahora bien, este desdibujam iento se presenta precisamente cuando los autores de Est udios sobre la hister ia tratan dos tem as relacion ados con la adolescencia: la predisposición a la h ister ia y la angustia virgin al.

A la predisposición a la h ister ia se le atr ibuye un carácter in n ato, y no solamente por par te de Breuer, sino también de Freud, quien también integra dicha noción en su esfuerzo por entender los fenómenos h istér icos.13 En la par te teór ica de los Est udios…, Breuer deine dicha

predisposición como un a excitabilidad anóm ala del sistem a ner vioso, consistente en la facilidad de aluencia de excitación desde el órgano central a los aparatos ner viosos de la sen sación (Freud, 1895d, pp. 220 , 250). En este sentido, Breuer concluye —dada la existencia de adolescente excitables, pero sanos, que contrajeron la h ister ia durante el desar rollo puberal—, que el proceso puberal crea la predisposición allí donde no existía, en la medida en que la m aduración genésica afecta el sistem a ner vioso en su totalidad, dado que produce “algo m ás que el simple acrecentam iento del quantum de excitación” (Freud, 1895d, p. 254), al aumentar su excitabilidad general.

(12)

La puber tad, entonces, en la medida en que se reconoce “a la sexualidad como uno de los grandes componentes de la h ister ia” (Freud, 1895d, p. 254), se vuelve relevante para la etiología de ésta y se la deine como un momento propicio para su aparición. Con todo, pudiera pensarse que Breuer está limitando el inlujo de la pubertad a su condición puramente som ática; con mucha m ás razón si plantea que los síntom as ideógenos, de condicion am iento psíquico, se levantan sobre la base de la predisposición (Freud, 1895d, p. 254). Pero entre los acrecentam ientos endógenos de excitación que caracter izan a la puber tad y los afectos psíquicos que son los que alimentan las conversiones h istér icas, se encuentran, a modo de tran siciones, la excitación sexual y el afecto sexual.14

Fin almente, Breuer adm itirá que la base de la “h ister ia de puber tad” con sistirá en representaciones de conten ido sexual, combatidas por la defen sa y conver tidas (Freud, 1895d, p. 255). De m anera semejante, plantea un a objeción a la concepción freudian a de la neurosis de angustia, o mejor, hace un a m ayor aproxim ación de esta neurosis a la histeria cuando airma que en la primera “la excitación del afecto sexual es conver tida har to a menudo en fenómenos som áticos h istér icos” (Freud, 1895d, p. 256).

Freud parece haber aceptado esta idea, en vista de que, cuando an aliza los síntom as de angustia de Kathar in a —a pesar de que menciona en dos ocasiones (Freud, 1895d, pp. 143, 148-9) el nexo descubier to antes por él entre el conocim iento en las person as vírgenes de los asuntos sexuales y la producción de angustia—, también cataloga como h istér ica la angustia que padecía esta joven campesin a (Freud, 1895d, p. 149).

Este papel atr ibuido a la puber tad en la deter m in ación de las psiconeurosis, se hará m ás explícito por su ar ticulación con el traum a

(13)

a poster ior i {nacht räglich}, con ocasión de la elucidación del caso Em m a, hecha en el Proy ecto de psicología para neurólogos.15 Allí,en

el apar tado titulado “La proton pseudos h istér ica”, Freud expone que esta adolescente no puede ir sola a la tienda. La razón: el recuerdo de haber visitado un a tienda cuando ten ía 12 años y salir ater ror izada de allí al notar que los tenderos se reían de ella. Se le ocur re que uno de ellos se reía de su vestido y que el otro le había gustado sexualmente. Pero este recuerdo encubre otro, de cuando Em m a ten ía 8 años, y en el que visita dos veces la tienda de un pastelero quien en la pr imera ocasión “le pellizca los gen itales” por sobre el vestido, a la vez que se r íe socar ron amente de ella. Sin embargo, ella vuelve.

Algunos elementos, como el vestido y la r isa, revelan en laces simbólicos entre las dos escen as, que adem ás per m iten in fer ir que lo acontecido a los doce años suscita el recuerdo de los eventos de los ocho años. Pero el hecho de que un empleado le había gustado sexualmente, es atr ibuido por Freud a la entrada en la puber tad de Em m a, condición que estim a deter m in ante del nuevo valor que ahora tom a el recuerdo. Es decir, debido a la puber tad, el recuerdo del antiguo atentado sexual desper tado por la escen a actual va acompañ ado ahora de un as cualidades y efectos que su vivencia m ism a no provocó.

Las relexiones teóricas en torno a esta viñeta introducen una acción retroactiva {nacht räglich}, es decir, la incidencia en un nuevo tiempo tanto de un “desprendim iento” de excitación como de un a ligazón de representaciones, en el cual los acontecim ientos pasados de la in fancia son reactivados en el presente, con un a nueva cualidad sexual. Esa reactivación se entiende en tér m inos de descarga de excitaciones, de desprendimiento sexual y de signiicado psíquico, es decir, de “otra comprensión de lo recordado” (Freud, 1895e, p. 403). La maduración sexual de la puber tad hace posible que los recuerdos de vivencias

(14)

pasadas tengan un efecto y una signiicación nuevos, que escapan al dom in io de los actuales recursos psíquicos.

Cabe resaltar que, a través de este déicit de recursos, se integra también, en este modelo per feccion ado de la defen sa psíquica, la idea de la “en ajen ación de lo som ático de lo psíquico” ya descubier ta en la neurosis de angustia. En efecto, en el nuevo contexto de la puber tad “el recuerdo despier ta (cosa que en aquel momento era incapaz de hacer) un desprendim iento sexual que se traspone en angustia. Con esta angustia, (Em m a) tiene m iedo de que los empleados pudieran repetir el atentado, y se escapa” (Freud, 1895e, p. 401).

***

De este modo, la represión h istér ica br indó a la teor ía psicoan alítica el modelo de la con stitución del traum a, según el cual sólo se repr ime un a representación cuando por su efecto après-coup {nacht räglich}

deviene angustiosa, displacentera. En resumen, traum ática (Freud, 1895e, p. 403).16

Es por tanto un a par ticular idad de las representaciones sexuales, dados los dos tiempos de desar rollo de la sexualidad, la que hace prácticamente ineludible que en este en lace entre el recuerdo y la antigua vivencia, advenga un a excitación que tom a al Yo por sor presa, para la cual no estaba preparado y que le suscita un displacer. En el segundo tiempo, en uno de los extremos de este proceso de producción del traum a y de las neurosis se encuentra a la puber tad como

(15)

protagon ista. Es claro que a la puber tad se le otorga un papel etiológico en el lorecimiento de todas las psiconeurosis.

Por otro lado, cabe tener en cuenta que estas con sideraciones se en m arcan en la teor ía de la seducción, quizá en el tiempo de su m ayor fuerza y vigencia. En efecto, en la m ism a car ta del 8 de octubre de 1895, con la que le envía a Fliess los bor radores que probablemente conten ían las dos pr imeras par tes del Proy ecto de Psicología, Freud expresa el impor tante cambio teór ico que ha efectuado al reevaluar los sucesos infantiles y otorgarles un papel más especíico, más allá del de simples traum as en general. Pr imero lo hace en función del carácter pasivo o activo de su ocur rencia,17 y luego, el motivo de adquisición de la h ister ia,

la neurosis obsesiva o la psicosis (lo que Freud denom in ará elección de neurosis), lo atr ibuirá a la edad en que se exper imentó la vivencia.18

Como con secuencia de esta nueva concepción del traum a, la puber tad se con stituye para el psicoan álisis como un proceso cuyas par ticular idades y potencialidades quedan in scr itas en el tiempo de la retroactividad, del après-coup. La or igin alidad de este apor te freudiano en tor no a la adolescencia reside, en buen a par te, en con siderarla justamente como un proceso psíquico en plen a actividad a poster ior i, deter m in ado por la segunda oleada pulsion al y los imperativos de la gen italidad. Desde este punto de vista, la puber tad es también un “tiempo” impor tante de retran scr ipción.19

17 Véase Car ta a Fliess del 8 de oct ubr e de 18 95 (Fr eud, 18 8 7a EC, p146).

18 Esta idea sobr e el r ol de la tem por a lid ad de las exper iencias in fant iles se ve cor r obor ad a por las explicaciones de los dest inos d ifer entes de dos her m anos, que Fr eud expr esa en la Carta a Fliess del 11 de enero de 1897 (Freud, 1887a EC, p. 235). Así mismo, en la carta del día siguiente (Freud, 1887a EC, p. 238) explica con la misma idea la suerte de las dos her m an as m enor es de aquel paciente.

19 Clar o que par a poder establecer que la adolescencia t iene esa potencia lid ad, se par te de u n a noción de apar ato psíqu ico m uy par t icu lar, segú n la cua l — ta l com o está planteado en la fam osa car ta del 6 de d iciem br e de 18 96 (car ta nú m er o 52, en la ed ición fr agm en -tar ia) — su m ecan ism o está con for m ado por u n a ser ie de “huellas m ném icas” que “de t iem po en t iem po” son r eorden ad as “segú n nuevos nexos”; es decir, que d ich as huellas son su scept ibles de r et r an scr ipción . Este m odelo, elabor ado a cont inuación del m odelo de arch ivos de Est udios sobre la hister ia, y del apar ato neu r ón ico del Proy ecto de Psicología,

(16)

Los razon am ientos de Freud en el Proy ecto (muy sim ilares a los de Breuer), indican que el poder de sexualización de las antiguas vivencias que tiene la puber tad se muestra como un iversal, como un a caracter ística de la adolescencia que podr ía llam arse “pr imordial”, tanto que se ve necesar ia la inter vención de otros factores.

Toda persona adolescente tiene huellas m ném icas que sólo pueden ser comprendidas con la emergencia de sensaciones sexuales propias; se dir ía entonces que todo adolescente por ta dentro de sí el germen de la hister ia. Y es evidente que hará falta la cooperación de otros factores para que este universal constreñim iento se lim ite al escaso número de personas que efectivamente se vuelven histér icas (Freud, 1895e, p. 40 4).

2. La metamorfosis hacia la genitalidad

Durante la década subsiguiente (1896 -190 5) al Proy ecto de Psicología, Freud reelabora y modiica considerablemente sus apreciaciones sobre las causas de las neurosis y, en par ticular, su teor ía de la sexualidad. Luego del desar rollo de la teor ía del traum a in fantil après-coup, en el otoño de 1895, Freud reconoce los factores sexuales in fantiles como las condiciones necesarias y especíicas en la etiología de las neurosis, coloca a la predisposición hereditar ia en un rol secundar io y sugiere que la edad del niño en el momento del suceso patógeno es deinitoria de la “elección de neurosis”. Siguió apoyando esta teor ía de la seducción hasta septiembre de 1897, cuando maniiesta su desengaño, aduciendo var ias razones que podr ían haber sido citadas meses antes y que no son muy convincentes.

2.1 La importancia de los impulsos somáticos

(17)

Un segu n do d iscer n im ien to im p or t a n te m e d ice que el pr oducto p síqu ico que en la h ister ia es a fect ado p or la r epr esión n o son en ver d ad los r ecuer dos, pues n in gú n ser hu m a n o se en t r ega sin r a zón a u n a act ivid ad m n ém ica, sin o u n os im pu lsos que der iva n de la s escen a s pr im or d ia les (ca r t a a Flies del 2 m ayo 18 97) (Fr eud , 18 8 7a EC, p.126) .

Ahora bien, luego del abandono parcial de la teor ía de la seducción, el én fasis ya no se pone en los acontecim ientos o exper iencias, n i tampoco en las fantasías, sino en esos impulsos. Todo parece indicar que Freud siguió convencido de que sólo una isiología podía explicar cómo la puber tad cambia un a vivencia neutral o incluso placentera en un recuerdo displacentero. En este sentido, airmaba en el Manuscrito K (enero 1896):

Me atengo al m odelo de la neu rosis de angust ia del adu lto, donde de igual m odo u n a cant id ad que proviene de la vid a sexual cau sa u n a per t u rbación en lo psíqu ico que de lo contrar io h abr ía h allado d iver so em pleo en el proceso sexual. Mientras no exista u n a teor ía cor recta del proceso sexual, per m anecerá ir resuelta la pregu nta por la génesis del

displacer eicaz en la represión (Freud, 1887a EC, p.172).

La m ism a opin ión es expresada por él cinco años después, en el Epílogo al caso Dora:

Aquellos colegas que ju zgan pu ram ente psicológica m i teor ía de la h ister ia, y por eso la declaran de antem ano incapaz de d ar solución a u n problem a patológico, deducirán de este en sayo que su reproche

trasiere ilícitamente a la teoría lo que constituye un carácter de la

(18)

intoxicación y abst inencia, en el caso de u so crón ico de cier tos venenos (Freud, 190 1b, p. 99).

Si bien conviene tener en cuenta que en ese marco teórico “isiológico” se elaboran los Tres en say os de teor ía sexual, no se debe olvidar que, simultáneamente, Freud ahonda en el conocim iento de los aspectos psíquicos de la sexualidad, y que identiica su presencia en la vida an ím ica del in fante y el n iño, en sus exter ior izaciones espontáneas, afectivas y fantasm áticas.

2.2 El apuntalamiento en la infancia

Es cor r ien te escuch a r la apr eciación de que Tres en say os de teor ía sex ual con st it uye u n a obr a cuyo va lor r eside en pla n tea r u n a nueva teor ía acer ca de la sexu a lid ad in fa n t il. Em p er o, si p on em os aten ción a l pla n globa l del libr o, puede decir se que t a m bién t r at a de la p ér d id a del in st in to sexu a l y de su “r ecup er ación” du r a n te la puber t ad . Este pr op ósito se deja p er cibir a l h acer el esquem a de la obr a:

“Las aber raciones sexuales” (pr imer en sayo) muestra que la sexualidad no está predeter m in ada n aturalmente, sino que es el resultado contingente de un a evolución h istór ica que podr ía haber tom ado otros cam inos y puntos de llegada. El segundo en sayo, “La sexualidad in fantil”, trata de la génesis pulsion al de la sexualidad hum an a, y por último, el tercero, “La metamor fosis de la puber tad”, an aliza la m anera como se establece un a tendencia u organ ización sexual que en cier ta for m a “im ita” o “recupera” el in stinto.20

Ahora bien, el tercero de los Tres en say os de teor ía sexual (Freud, 190 5c) es, sin duda, como ya se dijo, el pr imer texto psicoan alítico en ocuparse, de m anera relativamente exten sa, de los efectos psicosexuales de la puber tad. Es un a composición de añ adidos y var iaciones que

(19)

da como fr uto un escr ito con cinco apar tados,21 algunos de ellos con

subtítulos aparentemente ajenos al tem a pr incipal.22

La introducción de este en sayo enumera los cambios que se in ician con el adven im iento de la puber tad y que “llevan la vida sexual in fantil a su conformación normal deinitiva” (Freud, 1905c, p. 189): hallazgo del objeto, emergencia de un a nueva meta sexual, pr im acía de un a nueva fuente de excitación, integración de las cor r ientes tier n a y sen sual.23

Las metamor fosis a que son sometidas las metas sexuales in fantiles son tratadas pr incipalmente en el pr imer apar tado de este en sayo, “El pr im ado de las zon as gen itales y el placer previo”. Estas tran sfor m aciones plantean problem as relativos a la excitación en general, y a la ar ticulación entre los placeres previos y el placer gen ital, en particular. Ellas son objeto de relexiones en los dos siguientes apar tados: “El problem a de la excitación sexual” y “La teor ía de la libido”. El tercero, aunque se presenta en función del concepto de n arcisismo y es añ adido en 1915, trata un tem a afín al anter ior, a saber, el del repositor io-fuente de la libido y la n aturaleza de ésta. Por último, las tareas psíquicas abordadas en los apar tados cuar to y quinto “Diferenciación entre el hombre y la mujer” y “El hallazgo de objeto”, completan, en cier to sentido, la reorgan ización sexual que con llevan los cambios in icialmente enunciados, esto es, la pr im acía gen ital y la subordin ación al placer gen ital del placer previo que sum in istran las pulsiones parciales.

21 Tres en say os de teor ía sex ual (Fr eud, 190 5c) fue objeto de ad iciones y r evisiones pr ác-t icam enác-te cad a cinco años, du r anác-te las dos décad as sigu ienác-tes a su apar ición . En cad a ocasión , Fr eud act ua lizó esta obr a con su s nuevos desar r ollos teór icos, ta l com o el del n arcisism o, el m asoqu ism o y ot r os aspectos de la teor ía de la libido o de la m etapsicolo-gía. Un excelente an á lisis de las sucesivas t r an sfor m aciones de esta obr a se desar r olla en Gut iér r ez-Ter r azas (20 0 5).

22 Es cu r ioso por ejem plo que en el qu into apar tado, t it u lado El halla zgo de objeto, la m ayor par te de las ideas concier n an a la sexua lid ad in fant il, com o lo r evelan los subt ít u los Objeto sex ual en el p er íodo de lactan cia y An gu st ia in fan t il.

(20)

De este modo se individualiza la puber tad como un a condición que da com ien zo al desar rollo de la organ ización gen ital y que se vincula con la sexualidad in fantil. No se la trata pues como un simple per íodo de crecim iento de los gen itales exter nos e inter nos. Este necesar io apuntalamiento o articulación de lo genital con lo infantil se releja en la metáfora del túnel que Freud emplea:

La nor m alid ad de la vid a sexual es garant izad a ú n icam ente por la exacta coincidencia de las dos cor r ientes d ir igid as al objeto y a la m eta sexuales: la t ier n a y la sen sual. La pr im era de ellas reú ne en sí lo que

resta del temprano lorecimiento infantil de la sexualidad. Es como la

per foración de u n t ú nel desde su s dos extrem os (Freud, 190 5c, p. 18 9).

Ahora bien, la presentación panorám ica de todos estos cambios, sobreven idos a par tir del adven im iento de la puber tad, no debe inducir a creer que con stituye un a explicación completa. En este sentido, cabe resaltar lo airmado por Freud: “Vemos con toda claridad el punto de partida y la meta inal del curso de desarrollo que acabamos de descr ibir. Las tran siciones mediadoras nos resultan todavía oscuras en muchos aspectos; tendremos que dejar subsistir en ellas m ás de un en igm a” (Freud, 190 5c, p. 189 —subrayado nuestro—).

Pero para captar mejor la nueva perspectiva presente en el pen sam iento freudiano de 190 5, en lugar de sintetizar sus con sideraciones acerca de los cambios psicosexuales de la puber tad, conviene m ás bien en focarse en el subtítulo sobre la angustia, el cual adem ás per m ite empatar con el h ilo tem ático que recor r ía los apor tes freudianos anter ior mente an alizados, relativos a la etiología de las neurosis.

(21)

aquellos que, como los adultos, “tan pronto como no puede satisfacer su libido, la muda(n) en angustia” (Freud, 190 5c, p. 20 4). En otras palabras, como lo recalca en la nota al pie de 1920 , se trata de “uno de los resultados más signiicativos de la investigación psicoanalítica” (Freud, 190 5c, p. 20 6n) el reconocer que la angustia es un producto de trasmudación de la libido.

Estos hechos dan pie a Freud a señ alar un a de las condiciones o “tran siciones mediadoras” requer idas para que la pulsión sexual in fantil cumpla su cometido de llevar hasta la elección de objeto sexual. Ella con siste en que la ter nura que los padres vuelcan sobre el n iño no le haya desper tado prem aturamente la pulsión sexual, en par ticular, “que la excitación an ím ica (no se haya abier to) paso de m anera inequívoca hasta el sistem a gen ital” (Freud, 190 5c, p. 20 5).

Dicho en otros tér m inos, la libido no debe haber sufr ido prem aturamente un a som atización o “conversión”, que catectice los órganos gen itales. De allí que “la elección de objeto se con sum a pr imero en la (esfera de la) representación” y que sea difícil “que la vida sexual del joven que m adura pueda desplegarse en otro espacio de juego que el de las fantasías, o sea, representaciones no destin adas a ejecutarse” (Freud, 190 5c, p. 20 6).

(22)

y fantasías in fantiles, pero con un refuerzo som ático, se hace m ás impor tante la bar rera del incesto. Fin almente,

Contem poráneo al doblegam iento y la desest im ación de estas fantasías claram ente incest uosas, se con su m a u no de los logros psíqu icos m ás im por tantes, pero tam bién m ás dolorosos, del per íodo de la puber tad: el desasim iento respecto de la autor id ad de los progen itores, el ú n ico que crea la oposición , tan im por tante para el progreso de la cu lt u ra, entre la nueva generación y la ant igua (Freud, 190 5c, p. 20 5).

La falta de tal desasimiento, derivada de una ijación de los lazos con los padres, puede conducir al predom in io de la ter nura en los vínculos amorosos e incluso a la in h ibición sexual. Según Freud, aun cuando se quiera evitar la “ijación incestuosa”, nadie escapa a esta deter m in ación, como puede evidenciarlo la inclin ación sexual de los jóvenes por mujeres u hombres m ayores. La inclin ación hacia los padres m arca inevitablemente la elección de objeto en el adolescente, pero pueden desar rollarse otras vías, apuntaladas siempre en la in fancia, para deter m in ar otras elecciones de objeto. Otros factores, otra “ser ie sexual”, dice Freud, pueden dar lugar a elecciones de objeto distintas (Freud, 190 5c, p. 20 8).

En resumen, todo este m ayor peso que adquiere la sexualidad in fantil en el pen sam iento freudiano, repercute en la m anera de concebir el papel de la puber tad en los procesos del après-coup. En otras palabras, en adelante las exper iencias pospuberales no serán ten idas como las ún icas que otorguen valor y carga sexual a los recuerdos, pues, en un sentido inverso, las huellas in fantiles se reactivan y deter m in an la sexualidad gen ital que emerge en la puber tad.

(23)

que cualquier otra sobre la tram a vital de los seres hum anos” (Freud, 190 5c, p. 20 0).

Y como lo anota Moreno (2012, p. 49) es un a idea persistente, pues dieciocho años después, en La organización genital infant il, se sintetiza en la frase siguiente de un a for m a m ás acabada: “Sólo con la culm in ación del desar rollo en la época de la puber tad, la polar idad sexual coincide con m asculino y femen ino. Lo m asculino reúne el sujeto, la actividad y la posesión del pene; lo femen ino, el objeto y la pasividad” (Freud, 1923b, p. 149).

3. La pubertad bajo el imperio del Edipo

Se capta, pues, en el en sayo que se acaba de revisar, que en la teor ía freudian a de 190 5 en gran medida pr im a el an álisis de la vida psíquica in fantil sobre el de la adolescencia. Ello era de esperar, pues la perspectiva sobre la sexualidad in fantil, así como muchas de las proposiciones de la teor ía sexual, ya habían sido adoptadas años atrás. El h istor ial clín ico de Dora (Freud, 1901b) que, como se sabe, lo ter m inó Freud de redactar en enero de 1901, es un a buen a pr ueba de ello.24 El caso Dora, que de

cier to modo habr ía podido br indar elementos impor tantes atinentes a la adolescencia, se centra en el problem a de la sexualidad in fantil, dando sólo pequeñ as pinceladas acerca de la adolescencia. Incluso las peculiar idades adolescentes de esa joven paciente (quien acude a los 16 años por pr imera vez donde Freud), tales como su bisexualidad m arcada, la reactivación del complejo edípico y, en par ticular, del Edipo negativo, las diicultades en relación con el desasimiento de las iguras parentales, la seducción por parte del señor K, las fantasías masturbatorias y el deseo de desloración, son abordadas sin considerar la din ám ica psíquica propia de la adolescencia.

(24)

En el h istor ial de “El hombre de las ratas” (Freud, 190 8 j; Freud, 190 9c), se trata la cuestión de la m asturbación, que había sido tratada bajo otros ángulos en los Tres en say os... Igualmente allí se airma que

la am nesia de la actividad sexual in fantil se produce en la adolescencia cuando se ijan los recuerdos infantiles. Por otro lado, se subraya la incidencia de la frustración real y de la ijación incestuosa, como factores que interieren el desarrollo amoroso normal. Se tocan, pues, también algunos tem as nuevos relacion ados con la adolescencia, pero otra vez sin considerar su dinámica especíica.

En general, en los textos poster iores a 190 5, los planteam ientos acerca de algun as tareas y condiciones de la adolescencia, que ya habían sido esbozados en los Tres en say os…, van a ser retom ados, ampliados y precisados.25

En este sentido, el papel que tiene el Complejo de Edipo en la adolescencia y en la deter m in ación, tanto de las neurosis como de la vida amorosa del adulto, se hará más evidente y especíico. Así es como en Sobre un t ipo especial de elección de objeto en el hom bre (Freud, 1910 d) Freud explica con el Complejo de Edipo un tipo de relación amorosa que se deine por las condiciones que algunos hombres exigen a la mujer de su elección, así como por las actitudes que asumen con ellas. El Edipo empieza a ser vir entonces para explicar la diversidad de las conductas sexuales maniiestas de los hombres, sus “destinos amorosos” par ticulares: per juicio del tercero, actitud de rescate o salvación de la person a am ada, separación de la ter nura amorosa de la cor r iente sen sual, repetición de los vínculos a pesar de la auto-exigencia de idelidad, entre otros.

(25)

Pero un a cosa m ás impor tante de este ar tículo es la mención de la ocasión en que al joven

… aquellas comu n icaciones de esclarecim iento le h an desper tado las huellas m ném icas de su s im presiones y deseos de la pr im era in fancia y, a par t ir de ellas, h an vuelto a poner en act ivid ad cier tas m ociones an ím icas. Em pieza a an helar a su propia m ad re en el sent ido recién adqu ir ido y a od iar de nuevo al pad re com o u n com pet idor {Neben buhler} que estorba ese deseo; en nuestra ter m inología: cae bajo el im per io del com plejo de Ed ipo (Freud, 1910 d, p. 164).

Este establecim iento del Complejo de Edipo (positivo), como complejo nuclear de las neurosis, acaparó el pen sam iento freudiano en tor no a la etiología hasta los años 20 , cuando en El y o y el ello (Freud, 1923a) se modiican los problemas planteados a raíz del descubrimiento de su faceta negativa (o inver tida).

Pudiera pen sarse entonces que el papel etiológico creciente que asum ió el Complejo de Edipo y la sexualidad in fantil, habr ía hecho dism inuir la impor tancia del après-coup. No obstante, al exam in ar las cosas m ás de cerca, se descubre la presencia continua de la retroactividad {Nacht räglichkeit} como operación deter m in ante de las remodelaciones psíquicas en la adolescencia. Así, por ejemplo, en 1915, en el en sayo metapsicológico sobre Lo incon sciente, al hablar de la discr im in ación del conten ido de los sistem as del aparato psíquico (Inconsciente y Preconsciente-Conciencia), Freud airma que “una división tajante y deinitiva del contenido de los dos sistemas no se establece, por regla general, hasta la puber tad” (Freud, 1915d, p. 192).

(26)

Empero, se m antiene la concepción de la puber tad como un momento con potencialidad reorgan izadora. Paradójicamente, cuando la etiología de las psiconeurosis llega a estar refer ida a un per íodo cada vez m ás temprano, el papel retroactivo {nacht räglich}

de la adolescencia se aumenta y complejiza, puesto que los elementos sometidos al a poster ior i son m ás numerosos y de distinta condición. En todo caso, el modelo del Edipo completo (negativo y positivo, u homosexual y heterosexual) en r iquece el momento de la adolescencia al incrementar el material que debe ser sometido a resigniicación.

Así m ismo, el vínculo entre la sexualidad in fantil y la adolescente seguirá siendo concebido por Freud en vir tud de la acción a poster ior i.

En este sentido, cabe llam ar la atención sobre la exten sa nota que Freud incluye en el h istor ial del “Hombre de las ratas” (Freud, 190 9c), en la cual —tal como lo hacía en Sobre los recuerdos encubr idores (Freud, 1899a)— atr ibuye a la puber tad el establecim iento de los recuerdos in fantiles y su sexualización, no sin dejar de adver tir:

…Qu ienqu iera que h aya leído m i ‘An álisis de la fobia de un niño de cin co años’ (190 9b) m e creerá si d igo que no es propósito de estas pu nt ualizaciones rebajar con poster ior id ad la sexualid ad in fant il, por m í aseverad a, reduciéndola al interés sexual de la puber tad…[]…

(Freud, 1909c, p. 163n).

También el caso del Hom bre de los lobos (Freud, 1914k) con stituye otro claro testimon io de la super vivencia de la idea del a poster ior i, y a pesar de la renuncia parcial a la teor ía de la seducción. En este h istor ial Freud trata de demostrar que el paciente, a la edad de año y medio, percibió el coito entre los padres pero que sólo lo “comprendió” a los cuatro años, como se maniiesta en el sueño de los lobos, en razón de los nuevos desar rollos de su sexualidad.

(27)

su importancia en la formación de síntomas y de sueños. Añade que, en cuanto a su contenido, se trata sobre todo de aquellas “que se singularizan por su universalidad y su considerable independencia de lo vivenciado por el individuo” (Freud, 1905c, p. 20 6n), es decir, de las fantasías originarias (escena originaria, seducción, castración), de las fantasías de permanencia en el vientre materno y de la llamada “novela fam iliar”.26

4. Momentos de la concepción freudiana de la adolescencia

Se ha podido con statar, a lo largo del presente escr ito, que no existe un tratam iento sistem ático de la adolescencia en la obra freudian a. En este artículo se ha querido superar esa diicultad por medio de la recopilación, el seguim iento, los an álisis de los cambios de conten ido y signiicación que puedan representar las elaboraciones puntuales hechas por Freud en tor no a la adolescencia. Ello ha per m itido identiicar la presencia de concepciones más generales, que parecen subyacer a los aportes dispersos y comenzar a deinirlas mejor.

En un primer momento, las relexiones de Freud relacionan la puber tad con la etiología de las neurosis. Esto no solamente porque durante ella se produce el lorecimiento de determinadas enfermedades ner viosas, sino, sobre todo, porque puede ser su factor deter m in ante. En un com ien zo, según la perspectiva charcotian a, se entiende que la sexualidad puberal incide en la “distr ibución nor m al, sobre el sistem a ner vioso, de las m agn itudes de excitación estables” (Freud, 1888 c, p. 54), sum ándose a la predisposición neurótica o bien creándola. Luego, durante un tiempo, ese quant um de excitación, aumentado o desgastado, prem aturo o retardado, se lo juzgará de acuerdo con el umbral psíquico-isiológico que propone la diferenciación entre la neurasten ia y la neurosis de angustia. Pero en 1895, gracias a la concepción de la angustia, se uniican las teorías al articular la n aturaleza sexual-presexual de las vivencias de seducción de la in fancia

(28)

con la acción retroactiva {nacht räglich} de la sexualidad puberal {ver también Estudios sobre la h ister ia}. Seguidamente, como con secuencia del ahondam iento de esta teor ía psicopatológica, vendrá un a cr isis en 1897 m arcada por el abandono de la visión realista del traum a de seducción, que abr irá el cam ino para un a teor ización ambivalente, la cual, por un lado, reinter preta biológicamente la par ticipación de la sexualidad in fantil en la etiología de los diferentes trastor nos, pero, por otro lado, no descar ta la injerencia de los procesos psíquicos, en par ticular los que tram itan por medio de representaciones y de fantasías las excitaciones an ím icas.

El desarrollo de la teor ía de la sexualidad infantil m arcará un segundo momento teór ico, en el que se plantea a la puber tad (en su sentido biológico) como punto de arranque del desarrollo inal de la libido, del inicio de la genitalización de la sexualidad. Algunos autores opinan que, en este momento de su investigación, Freud había relegado tanto la puber tad como la adolescencia a un plano secundar io, tom ándolas solamente como una etapa en el desarrollo sexual del niño, sin atr ibuirles alguna especiicidad. No obstante la lectura que se ha hecho aquí de los

Tres en say os de teoría sexual,27 perm ite sostener que muchas veces, con

el térm ino “puber tad”, Freud designa m ás bien los procesos psíquicos en torno a la organización de la genitalidad. Es decir, que deja en un segundo plano los cambios biológicos que la acompañan, a excepción de las nuevas capacidades de excitación que ellos con llevan, pues lo que estim a esencial es considerar la reorganización de la sexualidad pr ior itar iamente en su constante relación con la sexualidad infantil.

Se debió entonces esperar otro lustro para que la adolescencia dejara de ser un simple factor au xiliar en la etiología de los trastor nos psiconeuróticos o la fase de culm in ación del desar rollo sexual, y pasara a ser deinida más explícitamente como un momento de la reedición

(29)

del Complejo de Edipo.28 Es entonces cuando es tom ado en cuenta

el Complejo de Edipo en su condición de “complejo nuclear de las neurosis”, que puede hablarse de un tercer momento de la concepción freudian a de la adolescencia. En efecto, en escr itos poster iores a los Tres En say os…, a la reedición del Edipo y al conocim iento m ás completo de las relaciones sexuales que se presentan en el joven, Freud les atr ibuirá el en r iquecim iento de las fantasías puberales, m ientras que de la ijación de dichas fantasías responsabilizará a la masturbación. Todo ello sin abandon ar la concepción del après-coup.

Ahora bien, que estos momentos teór icos se puedan diferenciar no implica que ellos sean incompatibles o no tengan relaciones mutuas. Por el contrar io, la reconstr ucción de su trayector ia sugiere que los planteam ientos tempranos se integran en los poster iores, aunque al m ismo tiempo haya puntos de “r uptura”. En este último sentido, el cambio de perspectiva respecto a la visión popular sobre la sexualidad, tal como se expresa oicialmente en los Tres en say os…, le da a la puber tad una nueva dimensión. La sexualidad infantil, lejos de restarle funciones a la puber tad, la convier te en la ocasión para elaborar y sexualizar

après-coup los “recuerdos encubr idores de la infancia” (Freud, 190 8j; Freud, 190 9b), y, en sentido inverso, en la opor tunidad para expresar la sexualidad infantil como un retom ar de la actividad libidinal sobre el trasfondo de vivencias edípicas (Freud, 1910 d; Freud, 1914b).

En consecuencia, la acumulación progresiva de todas estas relexiones freudianas perm ite reconocer a la adolescencia como un momento clave para múltiples tareas psíquicas: para renunciar al incesto, para hallar el objeto, para establecer ijaciones en la elección de objeto, para consolidar nuevas form as de placer al igual que desviaciones y diferenciaciones sexuales o reestr ucturaciones tópicas. En resumen, la adolescencia deviene m ás bien el momento de unos procesos de reorganización del psiquismo, y pierde aquella condición inicial que la relegaba a ser un factor secundar io en la etiología de las neurosis.

(30)

Referencias bibliográficas

An zieu, D. (1959/ 75). [Aaf] El autoan álisis de Freud- el descubr im ien to del psicoan álisis, 2 vol. México: Siglo XXI, 1978/ 79.

Assou n , P. L. (1981). [Aef] In t roducción a la epistem ología f reudian a. México: Siglo XXI, 198 2.

Bercher ie, P. (198 4). L’ocu laire quad r ifocal - épistém ologie de l’hér itage freud ien . Or nicar? rev ue du cham p f reudien, 29, 66 -8 5.

Fer n ández, M (20 14). Notas sobre las t r an sfor m aciones psíqu icas de la adolescencia en la h istor ia del psicoan álisis. Affect io Societat is, Vol. 11, N° 21 ( ju lio-d iciem bre 20 14), pp. 8 8 -10 1.

Freud, S. (18 8 7a) :

_ _ _ _ _ _ _ (18 8 7a AE). Fr agm entos de la cor respondencia con Fliess. En Obra s com pleta s, Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1976/80, Tomo 1 (pp 215-232).

_ _ _ _ _ _ _ _ (18 8 7a EC). Car ta s a Fliess 18 87-190 4. Buenos Aires: Am or ror t u, 1994 .

Freud, S. Obra s com pleta s, 24 vols. Buenos Aires: Am or ror t u Ed itores, 1976/ 8 0 . ________(1888c). Histeria (Artículo para el Diccionario Villaret), Tomo 1 (pp. 45-63) _ _ _ _ _ _ _ _ (18 92f) . Com u n icación prelim in ar (sobre el m ecan ism o psíqu ico de fenóm enos

h istér icos), Tom o2(pp.29-043)

_ _ _ _ _ _ _ _ (18 94a). Las neu ropsicosis de defen sa, Tom o3(pp.47-61).

________(1894c). Sobre la justiicación de separar de la neurastenia un determinado sín -d rom e en cali-d a-d -de neu rosis -de an gu st ia, Tom o3,(pp.91-115).

_ _ _ _ _ _ _ _ (18 95d). Est ud ios sobre la h ister ia, Tom o 2 (pp. 9-309)

_ _ _ _ _ _ _ _ (18 95e). Proyecto de u n a psicología par a neu rólogos,Tom o1 (pp.139-446) _ _ _ _ _ _ _ _ (18 96a). La herencia y la et iología de las neu rosis, Tom o3 (pp.143-156) _ _ _ _ _ _ _ _ (18 98 a). La sexualid ad en la et iología de las neu rosis,Tomo 3(pp.257-276) _ _ _ _ _ _ _ _ (18 98 b). La inter pretación de los sueños, Tom os 4 y 5

_ _ _ _ _ _ _ _ (18 99a). Sobre los recuerdos encubr idores, Tom o3 (pp 297-315)

_ _ _ _ _ _ _ _ (190 1b). Fr agm ento de an álisis de u n caso de H ister ia (Dor a),Tom o 7 (pp. 7-10 7).

_ _ _ _ _ _ _ _ (190 5c). Tres en sayos par a u n a teor ía sexual,Tom o 7 (pp. 123-222).

_ _ _ _ _ _ _ _ (190 8 d). Sobre las teor ías sexuales in fant iles,Tom o9(pp. 18 7-20 1).

_ _ _ _ _ _ _ _ (190 8 i). La novela fam iliar de los neu rót icos, Tom o 9, (pp. 217-220).

_ _ _ _ _ _ _ _ (190 8 j). Apu ntes or igin ales sobre el caso de la neu rosis obsesiva (Hom bre de las r atas, Tom o10 (pp. 203-249).

_ _ _ _ _ _ _ _ (190 9b). An álisis de la fobia de u n n iño de cinco años (J uan ito), Tom o10 (pp. 7-117).

_ _ _ _ _ _ _ _ (190 9c). A propósito de u n caso de neu rosis obsesiva (Hom bre de las r atas),

Tom o10 (pp. 123-194).

_ _ _ _ _ _ _ _ (190 9d). Cinco con ferencias sobre Psicoan álisis. Tom o11 (pp. 7-51).

_ _ _ _ _ _ _ _ (1910 a). Un recuerdo in fant il de Leon ardo de Vinci. Tom o11 (pp. 59 -127).

_ _ _ _ _ _ _ _ (1910 d). Sobre u n t ipo par t icu lar de elección de objeto en el hom bre, Tom o11 (pp. 159 -168).

_ _ _ _ _ _ _ _ (1912c). Sobre la m ás gener alizad a degr ad ación de la vid a am orosa. Tom o11 (pp. 173-183).

(31)

_ _ _ _ _ _ _ _ (1914d). Cont r ibución a la h istor ia del m ovim iento psicoan alít ico. Tom o14 (pp. 7-64).

_ _ _ _ _ _ _ _ (1914e). Int roducción del n arcisism o. Tom o14 (pp. 71-98).

_ _ _ _ _ _ _ _ (1914k) “De la h istor ia de u n a neu rosis in fant il” (hom bre de los lobos) Tom o 17 (pp. 9 -110).

_ _ _ _ _ _ _ _ (1915d). Lo incon sciente, Tom o14 (pp.163-201).

_ _ _ _ _ _ _ _ (1916a). Algu nos t ipos de car ácter d ilucid ados por el t r abajo psicoan alít ico. Tom o14 (pp. 317-339).

_ _ _ _ _ _ _ _ (1920 a). Sobre la psicogénesis de u n caso de hom osexualid ad fem en in a. Tom o 18 (pp. 141-164).

________(1923a). El yo y el ello, Tom o19 (pp.15-66).

________(1923b). La organización genital infantil – una interpolación en la teoría de la sexualid ad, Tom o19 (pp. 145-149).

________(1938d). Esquema del psicoanálisis, Tom o23 (pp. 143-209)

Gut iér rez-Ter r azas, J . (20 0 5). La ed ición de 1915 de los “Tres en sayos de teor ía sexual”. Alter: rev ista de psicoan álisis, 1, 1-15. Recuperado de http://www.revistaalter.com/

Laplanche, J . (1970). Vida y m uer te en psicoan álisis. Buenos Aires: Amorrortu, 1973.

_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ (198 9). Problém at iques 6 - l’après-coup. Par ís: PUF, 20 0 6

Levin , K. (1978). Freud y su pr im era psicología de la s n eurosis. México: Fondo Cu lt u r a Económ ica, 198 5.

Moreno, R. (20 12). Creerse hom bre - Est udio psicoan alít icos sobre m a sculinidad y adoles-cencia. Medellín: Ed itor ial Un iver sid ad de Ant ioqu ia.

Referencias

Documento similar

H1) La presencia en Internet (PI) influye positivamente en el e-listening. A efectos de nuestro estudio, consideramos que una empresa está en el primer nivel cuando usa

Volviendo a la jurisprudencia del Tribunal de Justicia, conviene recor- dar que, con el tiempo, este órgano se vio en la necesidad de determinar si los actos de los Estados

(29) Cfr. MUÑOZ MACHADO: Derecho público de las Comunidades Autóno- mas, cit., vol. Es necesario advertir que en la doctrina clásica este tipo de competencias suele reconducirse

Como asunto menor, puede recomendarse que los órganos de participación social autonómicos se utilicen como un excelente cam- po de experiencias para innovar en materia de cauces

El Gobierno del Primer ministro, por su parte, funcionaría de la siguiente mane- ra (67): posibilidad de introducir las primarias en los partidos; nombramiento del candidato a

Aparte de la existencia de otras diferencias de procedimiento respecto a la relación jurídica con la Administración, hay que insistir sobre la idea, como ya hemos dicho en el

Observando los grabados y los dibujos de Jacques Moulinier, Francois Ligier, Constant Bourgeois, Dutailly y Alexandre de Laborde, es fácil comprobar que todos ellos

Así, antes de adoptar una medida de salvaguardia, la Comisión tenía una reunión con los representantes del Estado cuyas productos iban a ser sometidos a la medida y ofrecía