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El uso público de la razón cómo aprender a callar sobre sí mismo desde la Crítica de la Razón Pura

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Academic year: 2017

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Señores

BIBLIOTECA GENERAL Cuidad

Estimados Señores:

El suscrito Nicolas Felipe Díaz Guatibonza, con C.C. No. 1026260028, autor del trabajo de grado titulado “El Uso Público de la Razón. Como aprender a Callar sobre sí mismo desde

la Crítica de la Razón Pura” presentado y aprobado en el año 2010 como requisito para

optar al título de filósofo; autorizo a la Biblioteca General de la Universidad Javeriana

Alfon-so Borrero Cabal para que, con fines académicos, muestre al mundo la producción intelec-tual de la Universidad Javeriana, a través de la visibilidad de su contenido de la siguiente manera:

Los usuarios puedan consultar el contenido de este trabajo de grado en Biblos, en los sitios web que administra la Universidad, en Bases de Datos, en otros Catálogos y en otros sitios web, Redes y Sistemas de Información nacionales e internacionales “Open Access” y en las redes de información del país y del exterior, con las cuales tenga con-venio la Universidad Javeriana.

Permita la consulta, la reproducción, a los usuarios interesados en el contenido de este trabajo, para todos los usos que tengan finalidad académica, ya sea en formato CD-ROM o digital desde Internet, Intranet, etc., y en general para cualquier formato conoci-do o por conocer.

Continúo conservando los correspondientes derechos sin modificación o restricción alguna; puesto que de acuerdo con la legislación colombiana aplicable, el presente es un acuerdo jurídico que en ningún caso conlleva la enajenación del derecho de autor y sus conexos.

De conformidad con lo establecido en el artículo 30 de la Ley 23 de 1982 y el artículo 11 de la Decisión Andina 351 de 1993, “Los derechos morales sobre el trabajo son propiedad

de los autores”, los cuales son irrenunciables, imprescriptibles, inembargables e inaliena-bles. ¨

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AUTOR: Nicolás Felipe Díaz Guatibonza

DIRECTOR DEL TRABAJO DE GRADO: Gonzalo Serrano Escallón

TRABAJO PARA OPTAR AL TÍTULO DE: Filósofo

FACULTAD: Filosofía

PROGRAMA: Carrera _x__ Licenciatura ___ Especialización ____ Maestr-ía ___ Doctorado ____

NOMBRE DEL PROGRAMA: Carrera de Filosofía

NOMBRES Y APELLIDOS DEL DIRECTOR DEL PROGRAMA: María Cris-tina Conforti

CIUDAD: BOGOTA

AÑO DE PRESENTACIÓN DEL TRABAJO DE GRADO: 2010

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comentarios a partir de la Crítica de la Razón Pura. Sin embargo, ese es

nuestro propósito. Para esta tarea hemos dividido el desarrollo del problema en tres partes. En primer lugar, nos ocupamos del uso público de la razón dentro de los textos ¿Qué significa orientarse en el pensamiento?, y Res-puesta a la pregunta “¿Qué es Ilustración?”. En segundo lugar, hemos trata-do de mostrar la primera Crítica como un espacio para generar procesos

dentro de los que le sea posible a la razón superar sus propios conflictos a partir de su uso público. En la última parte, hemos intentado confrontar los pensamientos de Kant y Descartes, manteniéndonos en la línea de exaltar lo público en el ejercicio del pensamiento.

ABSTRACT: This work is about the public use of reason. It is not usual to

find interpretations or statements about this topic based on the Critic of Pure

Reason. Apparently, it is a matter developed only in two short writings.

How-ever, we want to show that there is a narrow relation between this first Critic and these two writings in three parts. The first one is about public use of

rea-son in An Answer to the Question:What is Enlightenment? and in What does

it mean to orient oneself in thinking? In the second chapter the Critic is

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NICOLÁS FELIPE DÍAZ GUATIBONZA

EL USO PÚBLICO DE LA RAZÓN

Cómo aprender a callar sobre sí mismo desde la

Crítica de la

Razón Pura

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA Facultad de Filosofía

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EL USO PÚBLICO DE LA RAZÓN

Cómo aprender a callar sobre sí mismo desde la

Crítica de la

Razón Pura

Trabajo de Grado presentado por NICOLÁS FELIPE DÍAZ GUATIBONZA, bajo la dirección del Profesor GONZALO SERRANO ESCALLÓN,

como requisito parcial para optar al título de Filósofo

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA Facultad de Filosofía

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ÍNDICE

CARTA DEL DIRECTOR ... 4

AGRADECIMIENTOS ... 9

1. SOBRE EL USO PÚBLICO DE LA RAZÓN ... 13

1.1 ¿Qué significa: orientarse en el pensamiento? ... 14

1.2 Las prácticas de comunicación y la libertad de comunicar ... 19

1.3 La autodelimitación racional ... 22

2. EL TRIBUNAL DE LA RAZÓN PURA ... 27

2.1 “Hubo un tiempo en que la metafísica fue considerada la reina de todas las ciencias” (AVIII) ... 30

2.2 “Podemos considerar la crítica de la razón pura como el tribunal de todos los conflictos” (B768) ... 33

2.3 “[...] No debemos llevar nuestro conflicto adelante más que por medio de un proceso” (A751/B779) ... 37

3. ANTIFUNDACIONALISMO KANTIANO ... 42

3.1 “Sobre nosotros callamos...” ... 46

3.2 Filosofía y matemáticas ... 53

CONCLUSIONES ... 58

BIBLIOGRAFÍA ... 60

o De Kant en Alemán ... 60

o De Kant traducida al español ... 60

o Secundaria ... 61

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AGRADECIMIENTOS

Agradecer de manera afectuosa trae consigo el que las palabras que más buscamos sean las más esquivas. A pesar de esto, no puedo dejar de

diri-girme con un efusivo aunque simple “gracias” a las personas que recorrieron

el camino del que este trabajo representa una culminación; a mis padres, que siempre han insistido, con el tesón que más admiro, en que su hijo Ni-colás se forme como una persona digna y feliz en todo lo que acometa; a mi hermano, que con su manera de ver el mundo no sólo ha cambiado mi pro-pia perspectiva sino que me ha hecho querer más la vida; a mi familia, en general, que con sus constantes buenos deseos han impulsado en mí an-helos inesperados, que me hacen sentir orgulloso. A todos mis amigos que, sabiéndolo o no, han nutrido de manera desinteresada mi experiencia con el mundo. A Gonzalo Serrano, que con sus acertadas indicaciones, su admira-ble forma de entender la filosofía y su inmesa paciencia ha intentado, de la mejor manera, mostrarme un camino que trasegar para convertirme en pro-fesional.

Finalmente -y aquí es cuando más me evaden las palabras- quiero agrade-cer a Ana María Giraldo, mi compañera infatigable de todo un tiempo maravi-lloso pero con sus obstáculos. Sin ti, Ana, no me puedo imaginar este mo-mento, ni tampoco los que vendrán;

“cuanto tengo confieso yo deberos;

por vos nací, por vos tengo la vida,

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INTRODUCCIÓN

El presente trabajo nació de una sospecha que se fue volviendo una

fir-me convicción a fir-medida que las páginas de la Crítica de la Razón Pura

se nos hicieron más familiares. Sin embargo, lo que hoy presentamos

como El Uso Público de la Razón: Cómo Aprender a Callar Sobre sí

Mismo desde la Crítica de la Razón Pura se debe mucho a un texto que,

por su forma, no tiene mucha similitud con la primera Crítica.

Fue a partir del artículo Cómo Orientarse en el Pensamiento que nos

hicimos una imagen clara de aquello que es denominado por Kant “uso

público de la razón”, que es un lugar común en muchos comentaristas del filósofo alemán. Si bien ese uso de la razón es un tema más famoso gra-cias a Qué es la Ilustración –al que también recurrimos-, con aquel

artícu-lo hallamos el oriente por medio del que queríamos dirigir este trabajo.

En general, este trabajo se ocupa de lo relativo al uso público de la razón

en la Crítica de la Razón Pura. Siendo un texto que condensa de manera

clara y precisa lo expuesto en la Crítica nos pareció oportuno dedicar el

primer capítulo, entonces, al texto que trata sobre la orientación en el pensamiento y en el que claramente encontramos en la razón la única responsable de dirigir todo tipo de acciones nuestras y dirigirse a sí mis-ma.

En Cómo Orientarse se mencionan dos cosas que nos sirven como punto

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ámbito de la razón práctica, es decir, en aquel estrato de la razón en el que todo depende de su libertad. (2) Esta libertad de la razón tiene un sentido público, es decir, su razón de ser es su ejercicio en un ámbito que comprenda a muchos individuos y no a uno solo; por medio de su autocrítica, la razón esta ejerciendo esta libertad y propiciando unas de-terminadas prácticas comunicativas entre los muchos individuos que puedan interesarse en que la razón progrese en los conocimientos que más le importan.

Teniendo en cuenta lo anterior, en el segundo capítulo hemos intentado mostrar, desde la Crítica de la Razón Pura, el proceso que permite

al-canzar este tipo de libertad que podemos denominar política. Puede

decírsenos, como es natural, que esta obra no es la única de Kant ni, tal vez, la que en mayor medida se ocupa de los asuntos prácticos de la razón. Sin embargo, consideramos que sí es la primera e imprescindible etapa del pensamiento kantiano en la que se exalta lo práctico sobre lo teórico desde lo que nos interesa considerar, es decir, desde el uso público de la razón. Por ese motivo nuestro interés se centra

principal-mente en esta Crítica, que abordamos, principalmente, desde su

segun-do gran cuerpo o Metodología Trascendental.

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Ese sistema de la razón es comparado por Kant con un edificio; dichos sujetos que debaten y formulan el sistema son comparados con obreros que construyen ese edificio. A partir de esta metáfora concluimos el tra-bajo con un tercer capítulo que contrasta la actitud filosófica que caracte-riza el inicio de la modernidad en la figura de Descartes con la actitud de Kant.

Para Kant el sistema de la razón humana no puede depender de funda-mentos que resulten de un ejercicio introspectivo. Si bien ese sistema es un edificio, su construcción debe ser el resultado de un proceso de largo aliento en el que se practique la razón de manera pública. La crítica tras-cendental no es la raíz del árbol de las ciencias sino una convocatoria pa-ra regar las semillas; de este modo la responsabilidad de esa edificación no corresponde a un solo individuo que habla sobre sí mismo como el que realiza los propósitos de todo el género humano, corresponde, mejor, a todo un grupo de individuos que aprenden a callar sobre sí mismos en tanto miembros de un gran grupo humano y a actuar en nombre del bien

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1. SOBRE EL USO PÚBLICO DE LA RAZÓN

Como sabemos, uno de los aspectos fundamentales de la filosofía kantiana es que, luego de su detenido examen crítico de la razón y de sus diferentes usos, nos muestra que el práctico es más importante que el teórico. En la

Dialéctica Trascendental Kant ha hecho un examen minucioso de las vanas

elaboraciones de la razón especulativa hasta sus fuentes primarias para “a r-chivarlas en la razón humana con el fin de prevenir en el futuro errores de

esta clase” (A704/B732)1. Todos los malentendidos ocurridos mientras se ha intentado avanzar en el conocimiento humano se han debido al mal uso de la razón en asuntos especulativos; así, la formulación de principios a priori

para el correcto uso de la razón sólo podrá ser elaborada en referencia al uso práctico de ésta. Tal uso nos es presentado por Kant como un camino abierto a la investigación filosófica en la Metodología Trascendental: “de

haber un uso correcto de la razón pura, caso en el que tiene que haber tam-bién un canon de la misma, éste no se referirá al uso especulativo de la

razón, sino que será un canon de su uso práctico”. (A797/B825).

Con lo anterior se nos sugiere que si nos proponemos utilizar la razón pura

de una manera legítima podría haber un canon para un uso tal. Y como el

principal objetivo de la Crítica es ese uso justificado, entonces,

conducién-donos racionalmente por el camino de lo práctico, podemos conseguir lo que

Kant llama el objetivo final del uso puro de nuestra razón. De ese modo, si

1Las citas de la

Critica de la Razón Pura están hechas según el uso estándar en el que se

cita la edición (A o B) y el número de página correspondiente (por ejemplo, “A838/B866”).

Las de los demás textos de Kant están hechas de la siguiente manera: el título abreviado de la obra citada, el número del volumen en el que aparece dentro de la edición de las obras completas de Kant en 10 tomos de Wilhelm Weischedel, de la Wissenschaftliche Buchge-sellschaft y la página dentro de ese tomo (por ejemplo, “COP, V, 276”). En caso de que la

cita sea de la traducción al español de alguna de estas obras, el número de página de la

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se alcanza este fin último, el punto de culminación de la Crítica habrá de

co-nectar la posibilidad de la metafísica, a la que no podemos renunciar (liber-tad de la volun(liber-tad, inmortalidad del alma y la existencia de Dios), con los intereses prácticos de la razón.

No obstante, ante todo lo anterior se nos presenta el siguiente interrogante: ¿Cómo evitar, al proponer este uso práctico como un camino seguro, que la razón caiga de nuevo en las mismas trampas peligrosas en que cayó el uso especulativo? Como nos lo enseña Kant, no se trata ya de que podamos inferir soluciones prácticas de postulados y demostraciones teóricas sino que importa, a partir de la filosofía trascendental, reconocer que los propios prin-cipios de la racionalidad práctica nos van a conducir por el camino seguro del buen uso de la razón. De ese modo, tal vez la mejor respuesta a la ante-rior pregunta la podemos encontrar en un principio práctico que formula Kant, a saber: la razón tiene que ser, ante todo, pública y libre.

1.1 ¿Qué significa: orientarse en el pensamiento?

En primer lugar hay que decir que para Kant debemos encontrar la raíz de la legitimidad del uso de la razón en el ámbito de lo público o aquel que implica prácticas de racionalidad intersubjetiva. Esto nos lo expone como un princi-pio de racionalidad en una pequeña obra cuyo valor se cifra, según nuestras intenciones con este trabajo, en ser un escrito público y a través del cual nuestro autor quiere zanjar una polémica filosófica, rasgo característico de

su actitud intelectual. Este texto es el llamado ¿Cómo Orientarse en el

Pen-samiento?, opúsculo que por su extensión y su manera de salir a la luz

pública2 difiere formalmente de la Crítica de la Razón Pura3; pero que, no

obstante, guarda una estrecha relación con ésta en la medida en que contie-ne sus ideas fundamentales y las expocontie-ne en un orden que nos presenta un nuevo sentido de toda la empresa crítica Kantiana. Este sentido se halla en

2 El texto

¿Cómo Orientarse en el Pensamiento? Fue publicado por primera vez en octubre

de 1786 en la Revista Mensual de Berlín (Berlinische Monatsschrift)

3

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la manifestación de una relación estrecha entre asuntos que se refieren a prácticas intersubjetivas y asuntos epistemológicos.

En ¿Cómo Orientarse en el Pensamiento?, Kant se involucra en una disputa

en torno al panteísmo entre Mendelssohn y Jacobi, ambos conocidos en el ámbito académico del siglo XVIII en Alemania. El primero de ellos abogaba por la necesidad de un principio orientador en la razón especulativa que legi-time todas las investigaciones relativas a la existencia de objetos suprasen-sibles, como Dios; el segundo oponía lo racional a lo que consideraba que debían ser cuestiones de fe. Kant, por su parte, en aras de ofrecer una alter-nativa a tono con sus posiciones filosóficas, mostrará que es por la mera

razón por lo que hay que orientarse y “no por un oculto sentido de verdad o

una intuición exaltada en la que se podría apelar, sin consentimiento de la razón, a la tradición y la revelación” (WhDO, V, 267; 42)

Como sabemos desde la Estética Trascendental, para Kant los conceptos

siempre deben estar referidos a un uso empírico en la medida en que tengan adheridas representaciones imaginativas y subyazcan a ellos intuiciones sensibles. En efecto Mendelssohn propone un principio que podría

denomi-narse de la orientación en el uso especulativo de la razón, que comprende la

subsunción de la intuición al concepto; no obstante del principio orientador

que aquel filósofo judío propone hay que “rechazar la alta pretensión de la facultad especulativa de la razón y sobre todo su autoridad por demostración

que es puramente imperativa” (WhDO, V, 268; 43).

Sobre la razón especulativa Kant nos deja claro las que cree deben ser sus únicas dos labores, a saber: (1) examinar bien el concepto con el que que-remos aventurarnos más allá de toda experiencia posible respondiendo a la naturaleza de la razón, a fin de ver si tal concepto está libre de

contradiccio-nes; (2) someter bajo conceptos puros del entendimiento la relación del

obje-to con los objeobje-tos de la experiencia. “Con esto, por cierto, no sensibilizamos

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de nuestra razón. Sin esta precaución no podríamos hacer uso alguno de semejante concepto, sino que deliraríamos en vez de pensar” (WhDO, V,

271; 49-50).

Todo esto ocurre con el fin de defender contra sus propios ataques sofísticos a las máximas de una sana razón, es decir a las máximas que están dentro de los límites de la experiencia. Y aunque esto no nos proporcione el cono-cimiento seguro de la existencia de los objetos de tales conceptos, este pro-cedimiento o, como Kant lo llama, principio subjetivo de orientación, hace

legítimo el derecho de la razón de hablar de objetos suprasensibles.

Este derecho responde a una tendencia natural de la razón que la arrastra a

“rebasar su uso empírico y a aventurarse en un uso puro, mediante simples

ideas, más allá de los últimos límites de todo conocimiento, a la vez que a no encontrar reposo mientras no haya completado su curso en un todo

sistemá-tico y subsistente por sí mismo” (A797/BB825). Atendiendo a esa exigencia

natural, la razón debe procurar orientarse, pues al ir de lo sensible a lo su-prasensible transita hacia un espacio inmenso y lleno de tinieblas para ella por el que no puede evitar andar.

Ahora bien, esa exigencia no supone que debamos regular nuestra relación con todo tipo de objetos en el campo de lo suprasensible. De hecho, Kant señala en este opúsculo que sólo en cuanto a uno de esos objetos la explo-ración del reino de lo suprasensible cobra valor para nosotros. Tal objeto es el del concepto de un ser originario que debe ser abordado por la razón sólo gracias a su uso legítimo y más importante, el práctico; esto teniendo en

cuenta las dos funciones principales de esta razón que Kant nos ha mencio-nado, a saber: el examen del concepto del objeto y su relación con las cate-gorías del entendimiento.

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inteligibilidad de todos los fenómenos que se nos presentan. Sin esta supo-sición no es posible para la razón indicar ningún fundamento satisfactorio de la contingencia de las cosas del mundo, y aun menos de la finalidad y orden que uno encuentra en todas esas cosas.

De lo anterior se desprende que el supuesto del ser supremo originario es un

fundamento subjetivo con suficiencia teórica4 para admitir una causa

incau-sada de las cosas. Sin embargo, la preocupación de Kant se centra en expli-car la necesidad práctica que tiene dicho principio, pues es lo práctico lo que condiciona lo teórico; esto debido a que juzgar acerca de las causas de todo

lo existente contingente debe ser hecho en relación con los fines

efectiva-mente situados en el mundo(WhDO, V, 274; 56).Además, este principio, surgido de una tendencia natural de la razón, no es objetivo sino subjetivo para el uso de la razón permitido por sus límites.

De ahí que Kant considere “mucho más importante la exigencia de la razón

en su uso práctico” (WhDO, V, 274; 56); pues bien, la razón de esto es que

el hombre o sujeto racional en el mundo tiene y no sólo quiere juzgar sobre

todas las actividades que realiza, incluida el pensar. Esto lo comprueba el máximo ejercicio práctico de la razón pura, a saber: el de la prescripción de leyes morales todas las cuales llevan a la idea de un bien supremo. Tal prescripción lleva a lo que depende de la libertad humana (en la medida en que ésta es su condición) y a lo que depende de la naturaleza, es decir, la

felicidad que está “repartida en proporción con la moralidad” (WhDO, V, 274;

57).

A partir de esta relación entre uso práctico de la razón y libertad, ésta em-pieza a ser el punto de conexión entre los intereses especulativos de la razón y sus intereses prácticos. Recordemos que el propósito de Kant es elaborar un pensamiento sobre las más altas máximas de uso de nuestra

4 Este fundamento es lo que Kant denomina creencia racional y a lo cual le otorga la

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razón o “principios subjetivos no derivados de la naturaleza del objeto, sino del interés de la razón” (A666/B694) lo cual debería ser con miras a un co-nocimiento perfecto de ese objeto. Pero como no tenemos un coco-nocimiento perfecto de ese objeto, es decir no tenemos un fundamento objetivo trascen-dente sobre el cual basar todas nuestras especulaciones hay que dirigir los intereses de la razón por otro camino.

En ese momento aparece en este debate racional sobre los principios orien-tadores de la razón especulativa la mención del precepto de la defensa de la libertad de pensar. En la discusión alrededor del panteísmo, Kant llama la atención de los contendientes Mendelssohn y Jacobi con la intención de hacerlos comparecer ante la idea de una defensa tal que se refiere a un asunto público más que individual,

¡Hombres de gran espíritu y de amplias disposiciones de ánimo. ¡Honro vues-tro talento y venero vuesvues-tro sentimiento de humanidad! Pero ¿habéis pensado bien lo que hacéis y adónde llegará la razón con vuestros ataques? Sin duda queréis que la libertad de pensar se mantenga intacta, pues sin ella pronto se terminarían incluso vuestros bríos de genio! (WhDO, V, 280; 71)

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1.2 Las prácticas de comunicación y la libertad de comunicar

Es verdad, dice Kant,

que se dice que la libertad de hablar, o de escribir, puede sernos quitada por un poder superior, pero no la libertad de pensar. Pero ¡qué tanto y con cuanta exactitud pensaríamos, si no lo hiciéramos en comunidad con otros, comu-nicándoles nuestros pensamientos y ellos a nosotros los suyos! (WhDO, V,

280; 71)

Lo que interesa a Kant en relación con su apuesta en investigaciones teóri-cas y las subsiguientes investigaciones práctiteóri-cas es que el único ámbito válido para el ejercicio pleno de la razón o pensamiento es el de lo público. Como la razón no se fundamenta en poderes externos y obtiene la autoridad

que necesita de sí misma, un poder tal privaría a los “hombres de la libertad

de comunicar públicamente sus pensamientos [y] los priva también de la

li-bertad de pensar” (WhDO,V, 280; 71)

De este modo el primer problema que surge de trasladar la razón desde lo teórico a lo práctico es examinar bajo qué condiciones puede darse mi parti-cipación en el ejercicio del pensamiento y la de los otros. En principio, esto podría entenderse como un asunto que comporta asumir una actitud toleran-te frentoleran-te a las formas de expresión de otros sujetos que participan en el ejer-cicio de la razón. Sin embargo, el problema va más allá.

Lo que importa a Kant no es que en una comunidad racional las diferentes formas de pensar sean posibles sólo porque cada sujeto racional puede ex-presarse ante los demás. Esto porque la tolerancia entendida como una for-ma de no reaccionar de ninguna for-manera ante lo que otros piensan y expre-san públicamente está lejos de cumplir con ciertas estándares de una verda-dera comunicación.

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expresan los sujetos sean actos individuales o solitarios que no tienen una función comunicativa. Cuando se habla de la libertad de pensar, y de esto derivamos la necesidad de envolvernos en la intersubjetividad, la acción co-municativa que resulta debe ser más que una acción expresiva. Lo que se dice en aras de la comunicación es algo que debe resistir la interpretación de una audiencia5.

Hacer parte de un proceso intelectual en el que se beneficie la libertad de pensar es, entonces, tomarse en serio o pensar lo que los demás expresan y esto no es otra cosa que involucrarse en un proceso comunicativo. De esa forma sólo la comunicación, así entendida, será la base de todo uso de la razón que pretenda ser público y por tanto, un uso relevante de la facultad de pensar.

En Respuesta a la Pregunta ¿Qué es Ilustración?, texto que comparte las

características del artículo sobre la orientación en el pensamiento, Kant re-afirma lo que ya ha nos ha dicho y apunta hacia la comunicación como pie-dra de toque de la libertad intelectual6. En este texto la noción de “uso públ

i-co de la razón” está puesta en términos de un conjunto de personas que pueden expresar dentro de toda una sociedad sus propios pensamientos. Esos actos de expresión contribuyen a la ilustración de ese ámbito social en la medida en que los unos se nutren de lo que piensan los otros poniendo en juego su propia capacidad de aceptar o cuestionar los pensamientos ajenos. De esta manera, la Ilustración no sería otra cosa que la motivación a hacer uso de la propia razón en un contexto en el que operen regulaciones para el pensamiento, superando esa peligrosa práctica de hacer uso de ideas im-propias como si fueran im-propias.

5 lo cual implica una clase “de reconocimiento o captación de lo que los demás dicen,

con-sista esto en una comprensión de lo dicho o simplemente en un reconocimiento del interés

que tiene el otro de comunicarse” (recognition or uptake by others, whether it consist in an understanding of the content communicated or merely in a recognition that the others seeks to communicate) (O´Neill, 1996, p. 31).

6 Este texto también fue publicado por primera vez en la Revista Mensual de Berlín

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Al uso público que posibilita la Ilustración se opone el uso estrictamente pri-vado que no sólo consiste en el ejercicio de cargos oficiales, como parece indicar Kant, sino además en la transferencia de toda responsabilidad inte-lectual a los que ejercen esos cargos. De ahí que la minoría de edad o

auto-incurrida inmadurez [Unmundigkeit] intelectual parezca ser tan conveniente;

“si tengo un libro que entienda por mí, un consejero espiritual que tenga consciencia por mí, un doctor que juzgue una dieta por mí, y así

sucesiva-mente, no necesito hacer ningún tipo de esfuerzo en absoluto” (WiA, IX, 53;

83).

El máximo desarrollo intelectual esperado por una razón que tiende al pro-greso en el conocimiento se ve afectado si la libertad de pensar es entendida sólo dentro de los límites de ese uso privado. Por eso la libertad intelectual a la que apunta Kant desde el principio de su apuesta filosófica no es sólo un compromiso con la reflexión solitaria. Lo que se piensa debe ser expuesto a la consideración de un público. No es de otra forma como se puede alcanzar la ilustración y de ese modo el progreso de la razón en todos sus intereses. Pero debe hacerse en el marco de una razón que conoce y respeta sus lími-tes y de esa forma tiene autoridad sobre sí misma.

El uso público de la razón, entonces, se basa en la libertad de pensar que posibilita la intersubjetividad manifiesta en la comunicación. Ésta, que en últimas es la que preserva y nutre los intereses más importantes de la razón, sólo ocurre cuando lo que se piensa y se quiere expresar es puesto dentro de ciertos estándares racionales. Estos surgen de la propia razón que en la crítica de sí formula todo tipo de pautas para cualquiera de sus usos.

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par-tir de su autoexamen todavía no están todas las condiciones que le permi-tirán progresar. Como el ejercicio de la libertad de la razón se da en unas prácticas intersubjetivas lo importante es tener buenas bases comunicativas;

si la razón no se autorregula se ocasiona una “una confusión en el lenguaje7 (A678/B720), que sólo es posible remediar permitiendo a la razón disponer de su propio destino con la “validez universal” (WhDO, V, 281; 75.) de la que

sólo ella es capaz.

Asimismo, todo aquello que es expresado vía escrita u oral no puede ser un uso público de la razón sólo en la medida en que lo transportan esos vehícu-los de comunicación. La exhortación de Kant es la de hacer de eso medios también vehículos de las condiciones necesarias de racionalidad de lo que se piense; La razón debe disciplinarse a sí misma, regularse a sí misma, y en el transcurrir de su autoexamen debe lograr la autoridad necesaria para que cualquier proceso comunicativo tenga un buen desarrollo. No es en otra parte que en el examen de sus límites especulativos en donde la razón al-canza esa autoridad. A continuación mostraré que la base de esos estánda-res de racionalidad y de posibilidad de interpretación que Kant defiende se

encuentran principalmente en la Crítica de la Razón Pura.

1.3 La autodelimitación racional

En la primera crítica se nos dice que las categorías del entendimiento bastan

para determinar “el plan completo de toda una ciencia” (A83/B109). Sin e m-bargo, también se nos sugiere lo que ya hemos visto en lo precedente, a saber: que la referencia a la estructura categórica del entendimiento humano

– que Kant se conforma con mencionar como “todos los momentos de una

proyectada ciencia especulativa” (B110)- no satisface ni destierra nuestra necesidad natural de completitud en asuntos racionales.

7

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Esa estructura tampoco es una referencia para dar respuesta concreta a las preguntas de si podemos tener otras categorías o de dónde provienen las que tenemos. Lo que nos sugiere esta referencia es un aspecto negativo, a saber: los asuntos sobre los que más queremos tener una respuesta concre-ta no pueden ser traconcre-tados dentro de los conceptos del entendimiento, pues se encuentran fuera de estos; tal vez están en la razón práctica. De ahí que Kant omita de manera intencionada las definiciones de las categorías a

pe-sar de poder conocerlas, y “descomponga esos conceptos sólo en la medida

en que ello es necesario en relación con la doctrina del método” (A83/B109).

En ésta se nos sugiere, como lo hemos señalado hasta ahora y como lo ve-remos más adelante, centrar nuestra preocupación en los intereses prácticos de la razón.

Por eso queremos ver la Crítica de la Razón Pura, atendiendo a esos

inter-eses prácticos, como una guía de las más altas máximas de uso de nuestra razón teniendo presente lo público como un aspecto necesario donde debe

darse el pleno ejercicio de la razón. Esto mismo es entender la Crítica como

una exposición de los “principios subjetivos no derivados de la naturaleza del

objeto (...) [y no] del interés de la razón en relación con cierta posible

perfec-ción del conocimiento de ese objeto” (A666/B694).

Por un lado, los problemas de la especulación son los instrumentos que Kant propone para regular la dirección de nuestro pensamiento y de nuestra co-municación, lo que ya nos mostró en Cómo orientarse en el pensamiento.

Por otro lado, con el uso de las Ideas de la razón se propicia la unidad sis-temática de la experiencia aunque no podamos dar completitud legítima a esos problemas de manera racional. Lo único que podemos es aproximarnos

a discernir un “horizonte colectivo” (A659/B685)8 de los conceptos que utili-zamos para responder las preguntas más naturales de la razón. Ésta puede suponer en su ámbito práctico cosas que no puede suponer en el terreno

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especulativo, pues el interés práctico no es la perfección especulativa9. Por ese motivo, el horizonte universal y verdadero en el que toda comprensión racional tiene lugar ocurre en las prácticas.

Un aspecto útil para la razón es cuando se supone en el terreno de lo prácti-co un objeto que pertenece al ámbito de lo especulativo. Tal suposición se puede basar en hipótesis que sirvan, sobre todo, para rebatir lo que se pue-de pue-decir en contra pue-de dichos objetos, más que para tratar pue-de fundarlos en la razón como cognoscibles y existentes. Las hipótesis de la especulación10 son sólo armas de guerra destinadas a defender un pretendido derecho de la razón desde un objeto que se supone; no son instrumentos que pretendan fundar dogmas racionales que sirvan de principios de conocimiento univer-sal.

Y como el propósito de la crítica es restaurar el orden en la razón, se trata entonces de que las hipótesis de ésta tengan un sentido constructivo y sean una manera de dar forma a ese horizonte colectivo. La crítica construye ese horizonte colectivo, que debe ser universal, al que hemos de mirar todos los sujetos racionales descubriendo en la propia razón al enemigo o lo que nos estanca en el progreso del conocimiento, pues

La razón especulativa, en su uso trascendental, es dialéctica en sí misma. Las objeciones más temibles se hallan en nosotros mismos. Tenemos que cuidar de ellas como si se tratara de pretensiones antiguas, pero nunca prescritas, para fundar sobre su destrucción una paz perpetua. La tranquilidad externa es puramente aparente (A777/B805)

Kant hace de la razón un tribunal. Y el propósito de éste es instaurar un pro-ceso lento pero seguro de ilustración. En él van surgiendo las condiciones de comunicación que no esgrimen en su favor ninguna otra legitimidad que la proveniente de la razón misma. En el debate, es decir en el ejercicio público de la razón, se confrontan los pensamientos que como condiciones unos u

9 Que por demás es una ilusión.

(25)

otros proponen. No es de otra forma como se arranca el germen de los con-flictos, pues

¿Cómo podemos hacerlo si no damos a ese germen libertad, incluso si no lo nutrimos incluso, de modo que broten sus hojas y se manifieste, para cortarlo después de raíz? Buscad en vosotros mismos, por consiguiente, refutaciones en las que aún no haya caído ningún adversario y prestadle armas o conce-dedle el puesto más oportuno que pueda anhelar. En esto no hay nada que temer. Al contrario, podéis esperar la obtención de un bien que ya jamás será impugnado (A778/B806)

En la visión kantiana de crítica de la razón confluyen tanto la ya tratada idea de libertad entendida en términos públicos como la idea de comunicación como propiciadora de estructuras de legitimación racional. Considerando que una autoridad externa a la razón impediría su libre desarrollo, los ciuda-danos deben someterse a una discusión racional en la que se tomen en cuenta las múltiples perspectivas que quieran contribuir al avance de su razón. Esto se debe a que exponer de manera pública dudas y

pensamien-tos propios “entra ya en el derecho originario de la razón humana, la cual no

reconoce más juez que la misma razón común, donde todos tienen voz

(A752/B780)11

El criticismo, y la clase de comunicación que comprende, son esenciales para que la razón tome el camino seguro de la ciencia en relación con sus mayores preocupaciones; esto, siempre y cuando se hable en términos ra-cionales y se dispute sólo con armas de razón, es decir, siendo cuidadosos en determinar cuáles son sus verdaderos poderes y limitaciones.

Sobre todo es importante mantener la crítica como una disputa que no va a desangrar nuestra capacidad racional; va a afinar nuestras herramientas en la comparecencia de unos con otros

A la razón le hace mucha falta esa lucha. Ojalá se hubiese desarrollado antes y con ilimitada y pública autorización. Tanto más pronto hubiese surgido la

(26)

crítica, ante la cual tienen que desaparecer por sí mismas todas esas disputas, ya que los que en ellas intervienen descubren entonces la ceguera y los pre-juicios que provocaban su enfrentamiento. (A747/775)12.

De esta manera vemos cómo la Crítica, siendo una obra referida al

conoci-miento humano en general, compendia una labor que la razón debe realizar al mismo tiempo que fija los límites de lo que puede conocer. Esa labor no es otra que la de propiciar las condiciones para que se dé la libertad de pen-samiento necesaria que permita a los seres humanos, en tanto racionales,

cumplir el interés de la humanidad “que no está subordinado a ningún otro

interés superior” (A798/B826).

Lo más importante sobre el uso de la razón que Kant propone referido a lo práctico, es que se entienda el movimiento que debe hacer la razón de acuerdo con su naturaleza para lograr una verdadera utilidad, es decir, un uso aceptable de acuerdo con los objetos de la experiencia. Este movimien-to podemos describirlo, a partir de lo que hemos mostrado hasta ahora, de la siguiente manera: primero, la razón necesita tratar sobre objetos que sus propios límites no le permiten conocer; luego esa misma razón, que no cesa de tender hacia su propia libertad, nos muestra que, aunque esos objetos no nos hagan ninguna falta para el saber y no obstante la razón insista en pene-trarlos, su importancia sólo afectará a lo práctico que es lo que depende de la libertad. Finalmente, vemos como esa libertad sólo debe ser pública y ejercida en el marco de una crítica de la razón.

(27)

2. EL TRIBUNAL DE LA RAZÓN PURA

Teniendo en cuenta que el salto en la razón de lo teórico a lo práctico se da en función de una razón pública, creemos necesario encontrar las pautas de

ese salto en la Crítica de la Razón Pura. En esta obra, antes que en las

de-más relevantes en el desarrollo de la filosofía trascendental, Kant riega la semilla de la disposición política de todo su pensamiento. Esto se da por medio de un proceso que mostraremos desde tres aspectos mencionados en dicha obra, a saber: la consideración histórica que Kant hace del estado de la metafísica, la instauración de un tribunal de la razón pura y, finalmente, la propuesta de transformar las disputas en el dicho proceso de legitimación de la razón a partir del la tarea que realiza el tribunal.

Teniendo en cuenta la apuesta kantiana de hacer público el uso de la razón, su compromiso es también la revisión de formas de razonar anteriores que no lograron este cometido. Ese es el motivo para poner a consideración to-dos los problemas que han tenido manifestaciones privadas y por lo tanto

aisladas de la razón, que han ido en detrimento del interés de la humanidad.

El problema de esas expresiones racionales ha sido que los asuntos in-herentes a la razón no han sido en realidad objetos de un conocimiento científico y por lo tanto han causado confusión a la razón. Entonces, ésta debe inmiscuirse en un proceso que le permita a todos los sujetos racionales interactuar y comparecer de manera que entre todos se logre el propósito de ejercer el pensamiento de manera libre, esto es, en referencia a un bien común y no a uno individual.

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la forma kantiana de entender la reforma de la razón, que además, nos sitúa en un plano más político que epistemológico. En el siglo XVIII, siglo de Kant, una monarquía fuerte parecía ser el requisito previo de todo un estado pode-roso y el principal motor de progreso (Anderson, 1968). Aquellos sitios donde la monarquía era débil la sociedad se estancaba y el verdadero modelo polí-tico a seguir eran los grandes monarcas que se apoyaban en la tradición de su linaje. Sin embargo, también es una época que se caracteriza por las grandes tensiones dentro de las formas de gobierno establecidas.

La causa de esas tensiones era que ciertos grupos sociales sin un origen noble-algunos plebeyos- querían tener participación activa dentro de los asuntos políticos; entonces, la inclusión de más agentes dentro de la organi-zación de los estados generaba reflexiones como las reformas que se deb-ían llevar a cabo para calmar los ánimos. ¿Se debía conseguir un equilibrio satisfactorio entre las partes y aumentar la autoridad del gobierno para este fin a expensas de algunos grupos influyentes como la aristocracia o la igle-sia? ¿Debían fortalecerse los cuerpos estatales que mediaban entre el go-bierno y el pueblo para hacerle frente a la corona? ¿Se debía encontrar el remedio a las nacientes inconformidades del pueblo fortaleciendo el elemen-to popular dentro de las constituciones de la época? (Rudè, 1978).

(29)

esfera del mero poder y voluntad tradicionales sino en la pura razón (Cassi-rer, 2002).

La forma en que se imparte justicia en todos los asuntos humanos, espe-cialmente en los asuntos de organización política, es un objeto de reflexión importante en este siglo y por eso la importancia del derecho y las teorías sobre él son rasgos característicos del llamado siglo de las luces; aquí la noción de justicia es la de algo que permanece inmutable ante cualquier su-jeto racional que la conciba, ya sea contemplada por Dios, por un ángel o por un hombre. La idea fundamental del siglo XVIII es que

Tendríamos que amar la justicia aun en el caso de que no existiera Dios, y hacer todo lo posible para semejarnos a un ser del que poseemos una idea tan sublime y que de existir, tiene que ser por fuerza justo. Librados del yugo de la religión, estaríamos sometidos al dominio de la justicia. El derecho que propor-ciona esta justica tiene su estructura objetiva, como la matemática tiene la su-ya (Cassirer, 2002, p.271).

En Kant encontramos que las preocupaciones por el derecho en relación con la política y los asuntos sobre el conocimiento humano están relacionados, como ocurre con otros pensadores de esta época. Tal relación se da a partir de su consideración sobre la libertad de la razón en sentido público y de la historia que en, cierto sentido, debe ser corregida por la noción de razón li-bre pública. La historia de la razón se muestra en el panorama de la crítica kantiana como llena de tensiones que generaron hechos convulsos; así, re-sulta normal que, al intentar darle un orden al curso del pensamiento, un au-tor de la ilustración piense de la misma forma como lo hacían en su época, esto es, acudiendo a instancias de legitimación para sus propósitos teóricos.

Nos parece, entonces, que lo ya dicho sobre el derecho y la política en el siglo XVIII y el método de Kant de recurrir a imágenes jurídicas en la primera

Crítica no son dos cosas aleatorias. En esta obra nuestro autor nos habla de

(30)

que deben reemplazar esas guerras y procedimientos legales que se consti-tuyan en dichos procesos.

2.1 “Hubo un tiempo en que la metafísica fue considerada la reina de

todas las ciencias” (AVIII)

Al presentar el estado de la razón y sus preocupaciones en el siglo XVIII la metafísica se halla en un deplorable estado del cual son responsables

diver-sas “disputas, guerras, tribunales de justicia privada” (Höffe, 1998, p. 328)13 y

quizá otros tantos aspectos que ciertamente hacen de esta pretendida cien-cia un completo caos a la luz de la historia que empieza a contar la crítica.

Esta historia toma como punto de partida la monarquía de la metafísica en

el reino de todas las ciencias y su consecuente fracaso en la pretensión de

ser ciencia. Este fracaso la llevó a ser “un reina rechazada y abandonada”

(AIX)

Para Kant hay tres aspectos que, en la revisión crítica de la razón son princi-pales en el desarrollo y en las reformas que se le deben hacer a ésta. Estos aspectos son los siguientes: el origen de los objetos, los objetos mismos, y el método del conocimiento. Tales aspectos se relacionan entre sí, pues de-pendiendo del origen del conocimiento y de sus objetos se plantea un méto-do para conocer. Con respecto al métométo-do, Kant nos dice: “para que algo

pueda recibir el nombre de método tiene que ser un procedimiento de acuer-do con principios. Podemos dividir los métoacuer-dos ahora preacuer-dominantes en este

terreno de la investigación de la naturaleza en método naturalista y método

científico” (A855/BB883). El método naturalista se abstiene de usar la cien-cia, por lo que no es relevante. “Por lo que se refiere a los seguidores del

método científico, pueden elegir entre uno dogmático y uno escéptico, pero

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en cualquier caso contraen la obligación de proceder sistemáticamente”

(A856/B884).

Las dudas sobre la metafísica que Kant señala en el prefacio a la primera edición son relativas al primer aspecto, es decir, al origen de los objetos de la metafísica. Sin embargo, también se refieren, en principio, al método, pues como dijimos, están relacionados. Así nos lo confirma Kant cuando nos dice que la forma en que se ha resuelto el valor de la metafísica como el más alto dentro del grupo de todos los saberes no ha sido la adecuada por-que el método dogmático no ha legitimado el pretendido origen noble de la metafísica.

En referencia estricta al método y las clases que Kant distingue -dogmático y escéptico- Kant nos insta a asumirlas como formas que han de ser supera-das por la crítica; (1) por un lado los dogmáticos han tenido un método espe-cial de asumir las preocupaciones de la razón sin revisar si ese método es legítimo, es decir sin considerar si se acomoda a los límites de la razón; su objetivo, en todo caso, ha sido unificar tanto las pretensiones de la razón como la forma de usarla a partir del origen no empírico de los objetos de la metafísica, lo cual no ha dado resultado. (2) Por otro lado los escépticos han tratado de atacar, de manera sistemática, todo tipo de unificación de las

pre-tensiones de la razón, destruyendo “de vez en cuando la unión social” (AXI).

En efecto, para Kant el pretendido origen noble de la metafísica que defend-ían los dogmáticos ya no debe instituirla como reina de todas las ciencias, pues el origen de la supuesta reina se encuentra en la experiencia común; esto le ha hecho caer en un desprestigio total a los ojos de todos los que antes la veían como un reina. Sin embargo, no se trata de agravar el pro-blema negando valor a los objetos que en calidad de reina la metafísica pre-tendía resolver y sucumbir ante la indiferencia que produce esta negación.

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obje-tos que más le interesan a la razón aunque su conocimiento sea imposible para nuestras capacidades. La metafísica, por su objeto, es algo inherente a la razón; lo urgente, según Kant, es no darle la espalda al problema aunque ello signifique encararlo a partir de las disputas por el método, que no por el origen, sobre lo que ya se ha concertado.

Lo primero es que Kant considera vano “querer simular indiferencia en rel a-ción con investigaciones con cuyo objeto la naturaleza humana no puede ser

indiferente” (AX,); es por tal indiferentismo que se inclina por hacer una crít i-ca que trate de superar disputas como la del origen -resuelta de inmediato- o la del método –que implica un examen más minucioso- pues la actitud, de sospecha que reina en las ciencias de su época no es tampoco una salida facilista del problema. Se trata del efecto del “juicio maduro de una época

que no se deja entretener con un saber aparente y encarga a la razón la más

ardua de todas sus tareas, a saber: la de su autoconocimiento” (AXI).

Ese juicio maduro vaticina una luz de esperanza para la razón inmersa en el caos que reina en las ciencias; la crítica responde a esas esperanzas al permitir el abandono de ese caos. De este modo el examen de la razón su-pera las discusiones con respecto al origen de su pretensión científica más alta, la metafísica, y enfila baterías hacia la determinación de su propia auto-ridad o potestad para hacer de sus avances verdaderos progresos en el co-nocimiento de todo cuanto le es posible conocer.

(33)

Kant nos lleva a entender que un proceso de la razón no puede ocurrir de-ntro de unas sectas de manera privada; la época de la crítica marca una nueva pauta al ejercicio de la razón, a saber: el de someterse a la libertad en lo público14. A partir de esto puede decirse que para Kant el poder de la razón no se puede justificar midiendo su capacidad de imposición.

En ese sentido, no se puede decir entonces que la filosofía trascendental sea una forma autoritaria de legitimar la razón. Precisamente esta filosofía crítica no puede ser impositiva ni dictatorial. Antes bien, debe procurar a la

razón un gobierno “duradero y tranquilo [...] sobre los sentidos y sobre el e

n-tendimiento” (B493) restando fuerza a las hostilidades en su interior. Ahora

vemos que superar los conflictos es dar paso a otras discusiones que no propicien determinaciones u oposiciones radicales; es necesario desarrollar procesos conjuntos que pretendan ser constructivos.

2.2 “Podemos considerar la crítica de la razón pura como el tribunal de

todos los conflictos” (B768)

Para Kant no hay nada tan útil ni tan sagrado en el ámbito de la razón que

pueda sustraerse a la crítica15; posiblemente algunas manifestaciones

priva-das de la razón puedan hacerlo. No obstante, en donde el pensamiento pue-de encontrar su mejor forma pue-de ser expresado y, por enpue-de, pue-desarrollado es en lo público y por eso es que la razón sólo debe buscar desarrollarse allí, donde es la herramienta de consenso entre ciudadanos de libre pensamien-to.

Este consenso comporta el primer paso por el que debe pasar la razón en la formación y organización de su contenido, es decir, del conocimiento. Esto es lo primero a tener en cuenta cuando ya Kant se concentra en el método de la razón. Luego vendrá el verdadero sistema. Esta debe ser la parte por donde empiece la formulación del método, pues Kant considera que la

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prescindible labor de la razón de determinar su rumbo debe ser un asunto común. Dos aspectos han impedido que esto se lleve a cabo antes de la crítica de la razón de manera pública.

En primer lugar, para Kant es claro que los más grandes avances en la ela-boración de un sistema racional no han sido más que privadas y aisladas manifestaciones individuales; por lo menos, han sido formas desarticuladas de estructurar la razón. Estas formas privadas de estructuración han sido múltiples conocimientos relacionados de manera rapsódica con la idea de un

“todo arquitectónico según los fines de la razón”16.

Todos los pretendidos sistemas han sido sólo esbozados y parecen haberse creado mutilados, “como los gusanos, por generatio aequivoca, por pura

confluencia de conceptos reunidos” (A835/B863). Así, de la filosofía trasce n-dental en adelante, será necesario acentuar la pretensión de sistema de la razón buscando una unidad articulada y no amontonada. El establecimiento de la arquitectónica debe ser la reunión de todo el material que ha servido de esbozo sistemático, es decir, una arquitectónica de todo el conocimiento

de-rivado de la razón pura, “empezando por la base general de nuestro aparato

cognoscitivo”(A836/B864)

En segundo lugar la razón no ha contado con un sistema de previsión y co-rrección de esta falta de unidad sistemática. Esto significa que ha faltado una instrucción negativa que lleve a la razón a sus propios confines y la contenga de violarlos. Tal instrucción consiste en que la razón se da a sí misma la ta-rea de ser su propio juez en el tribunal que será el espacio dedicado a exa-minar en qué le ha impedido tener un desarrollo progresivo. A partir de este tribunal la razón misma se garantiza legitimidad en sus pretensiones de co-nocimiento. Esto no es otra cosa que la apelación a los propios recursos de los que ella consta. La autoridad que necesita sobre sus propios asuntos, entonces, la adquiere por medio de sentencias que surgen de su

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amen y no de imposiciones externas, y en eso consiste su papel como

legis-ladora.” Un tribunal semejante (...) no es uno diferente a la misma Crítica de la Razón Pura” AXII.

Pero, ¿son sus sentencias la muestra de autoridad absoluta, fundamento de

un régimen autoritario? Se podría suponer que “tribunal”, en este caso, i m-plica la idea de una autoridad de la razón legitimada en términos de fuerza y poder como principios de toda acción racional. Esto comportaría cierta difi-cultad en la manera en que Kant expone sus ideas, teniendo en cuenta que, incluso, él mismo evoca el contrato social hobbesiano en el que “para un estado de injusticia y violencia (…) no tenemos otro remedio que abandona

r-lo y someternos a la fuerza de la ley” (1956, A752/B780).

En ese caso, si la razón garantiza cierta estructura contractual que le permita a los seres racionales salirse de su estado salvaje no habría otra opción que perder toda la autonomía en ese estado; luego de esto, iniciar un proceso impuesto por la autoridad coercitiva de la razón. Así se tendría que concluir que su tribunal lleva a los confines de la fuerza y la coerción máximas.

Pero para Kant la razón no se erige como una fuente impositiva de máximas prácticas y teóricas. La crítica tampoco es una forma de imposición sobre cómo se ha de pensar. Si bien el diagnóstico histórico de la razón ya esbo-zado dé para pensar que la razón debe ser coercitiva no es así. El punto

central del recurso al tribunal de la razón es mostrar que la labor de examen

de las bases de la razón, y lo que se deriva de esto, debe partir de la delibe-ración seria que comprende toda una audiencia de justicia; es decir, no se trata de una tarea privada. Esto nos sugiere que para Kant la tarea de un investigador de la razón no debe ser la de emplearse de manera individual en formular las raíces de un pretendido árbol de las ciencias, como pensó Descartes en los albores de la modernidad. La crítica que se le ha de hacer

(36)

cuales una todos los sujetos interesados puedan interactuar sin tener que apelar a supuestas autoridades externas a la razón misma

Aquellos medios que sean propicios para concertar un uso establecido de la razón serán los elementos propicios para decidir posteriormente cuáles de-ben ser aquellas bases de nuestro aparato cognoscitivo. De este modo, se-guir a la razón como tribunal no es sese-guir una serie de preceptos legales establecidos; por el contrario, se trata de tener la ocasión de establecerlos. Y así como en un tribunal jurídico estatal, lo que debe primar es la deliberación de la cual se extraerá un veredicto o sentencia.

Si Kant compara la autoridad de la razón con un tribunal de justicia que juz-ga y delibera es porque él considera que la razón es, ante todo, un espacio para ejercer esa deliberación. De este modo la metáfora del tribunal es usa-do para mostrar que el punto central debe ser el de enfrentarse a la crítica sin esperar principios teóricos.

En la crítica debemos encontrar garantías para que todos los ciudadanos dedicados al examen de la razón participen en esta obra; en tanto tribunal, esta crítica debe ser entendida como una propuesta clara, como el plantea-miento de una nueva vía de investigación que tiene que tener una organiza-ción colectiva y que tiene unos elementos bien determinados antes de la consecución misma de un plan que permita contar con todo un andamiaje bien establecido de la razón.

Esto es claro cuando Kant nos dice que además de ser libres para aceptar el dominio de la ley de la razón, cada uno de los ciudadanos que examinan la razón es libre de exponer a pública consideración sus pensamientos más

(37)

comuni-cativos que permiten, como hemos señalado, el ejercicio crítico que nos propone la filosofía trascendental.

La razón primero debe ser libre para poder ser usada. De esta manera se

garantiza para ella una pleno desarrollo que se da “con honradez al sopesar

los fundamentos racionales de una mera especulación” (A750/B778). Y au n-que por esa libertad la respuesta a interrogantes sobre algunos asuntos im-prescindibles para la razón tarde en llegar, en todo caso

siempre y sin ninguna duda, es provechoso conceder a la razón, tanto a la in-vestigadora como a la examinadora, libertad completa con el fin de que pueda preocuparse por su propio interés sin traba ninguna, lo cual se ve beneficiado si ella misma pone límites a sus especulaciones como si los ensancha, y lo cual encuentra dificultades tan pronto como intervienen manos extrañas para dirigir el paso natural de la razón hacia fines impuestos coercitivamente (A744/B772).

2.3 “[...] No debemos llevar nuestro conflicto adelante más que por m

e-dio de un proceso” (A751/B779)

Si históricamente los intereses especulativos del ser humano han sido diri-midos en campos de batalla, tribunales de justicia privada y guerras intesti-nas de los propios bandos en conflicto, ahora hay que tomar otro camino. Por eso la idea de Kant de redireccionar la razón se basa en instaurar, un

“proceso en vez de una guerra” (Höffe, 1998, p. 328). Este proceso al que Kant convoca tiene el sentido de un llamamiento a juicio de la razón como procedimiento jurídico. Por esto adquiere sentido la intervención de la razón como tribunal

(38)

Trascendental, sección de la Crítica en el que cobra más sentido esta

rela-ción entre asuntos políticos y asuntos epistemológicos que nos plantea Kant.

El proceso en cuestión se da, en lo referente al método para usar la razón, como una reforma de ésta que sirva para dirimir las disputas que en ella han tenido lugar y que han detenido el avance del conocimiento humano. La apuesta de Kant es que a partir de reformar la razón ésta emprenda un

ca-mino seguro en las investigaciones especulativas en las que se concentra17

y esto no será posible si no es gracias a una crítica que reúna ciertas condi-ciones previas.

Primero se ha establecido cuál es el verdadero estado de la razón por medio del examen de sus elementos. Luego para que encuentre un camino seguro y se fortalezca la razón instaurar el ya mencionado tribunal sin el cual se

en-cuentra en “estado de naturaleza, sin poder hacer valer o asegurar sus tesis

y sus pretensiones de otra forma que mediante la guerra” 18 (A751/B779). La

solución a esto “es la sentencia que, por dar con la fuente misma de los

con-flictos, debe procurar una paz imperecedera. Finalmente, los conflictos dura-deros de una razón dogmática necesitan también buscar la paz en una

críti-ca y en una legislación basadas en ella misma”19 (A752/B780).

Para esto el proceso que instaura esa legislación tiene que tener, en princi-pio, un carácter negativo, es decir, tiene que empezar no por avanzar sino por reprimir ciertas inclinaciones de la facultad criticada. Esta represión

con-siste en una disciplina. Al final de la Doctrina Trascendental de los

Elemen-tos, Kant nos dice que ha redactado las actas del proceso que ha dado por

superada la cuestión de la Ilusión trascendental. Esto le ha parecido aconse-jable debido a que pueden ser útiles como archivos de la razón pura que

17 Teniendo en cuenta hasta dónde puede llegar la razón humana con esos objetos y en qué

sentido puede asimilarlos

18 El subrayado es de Kant.

19 Die Sentenz, die, weil sie hier die Quelle der Streitigkeiten selbst trifft, einen ewigen

Frieden gewähren muβ. Auch nötigen die endlosen Streitigkeiten eine bloβ dogmatischen

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sirvan como “prevención de esta clase en el futuro” (A704/B732). Sin emba r-go, ese almacenamiento, que da por concluida la primera parte, no agota el

proceso, sino que le da inicio, pues después de esa frase empieza la

Meto-dología Trascendental, cuya primera parte se titula Disciplina de la Razón

Pura.

En esta disciplina Kant introduce su consideración con respecto al método con una metáfora referente al sistema completo de los conocimientos de la razón. Según esa metáfora, el sistema es un edificio cuya construcción ha fracasado por falta de materiales por lo que ese edificio no ha podido ser la modesta construcción a la que alcanzan nuestras capacidades sino que se

ha creído que debe ser una “torre que alcance el cielo” (A707/B735).

Ahora bien, para asumir la tarea de esta construcción de una manera res-ponsable, es decir sin estar cerca de repetir los errores que se han cometido antes, se debe reconocer que el problema no han sido los materiales con que se ha contado para la labor de la construcción del edificio racional. El problema ha sido el plan que se ha seguido. Éste debe ser inclusivo, en la

medida en que sea un plan ejecutado por “trabajadores” libres y no regido por armonía preestablecida. Por eso, dentro de los tres aspectos relevantes en la revisión crítica antes mencionados (origen, objeto, método) el del método no se resuelve inmediatamente.

Si para hablar del sistema de la razón Kant nos propone esta metáfora, es porque este edificio en especial tiene obreros reunidos en torno al proyecto. Una vez más la comunicación entra en juego y problemas en ella son la cau-sa del fracaso; “la confusión lingüística que ha dividido a los obreros (...) dis-persándolos por todo el mundo de forma que cada uno edificara a su aire, de

acuerdo con su propio proyecto” (A707/B735). Además hay que examinar qué plan y cómo ejecutarlo

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por otro lado, no podemos dejar de construir una casa sólida. Se trata, pues, de proyectar un edificio que corresponda a los materiales de que disponemos y que sea, a la vez, conforme a nuestras necesidades. (A707/B735)

Según lo anterior, el propósito de la Metodología Trascendental consistirá en

considerar qué clase de plan, revestido de la legitimidad que sólo la razón puede otorgarle, sirve para emplear los materiales con los que se cuenta. Y lo primero en esa consideración es realizar una instrucción negativa conden-sada en la Disciplina.

Si una crítica es posible entonces la razón debe disciplinarse a sí misma con respecto al método que ella sigue. La disciplina no le puede venir de afuera sino que tiene que darse en sí misma, pues la única autoridad válida es la que la razón extrae de sí. Esto significa que ésta requiere de una fuer-za que restrinja su tendencia de ir más allá de los límites posibles de la ex-periencia y de este modo la guarde contra la extravagancia y el error.

Así, desde que la razón se impone una disciplina debe ponerla en marcha y

confiar en la eficiencia de ese “sistema de previsión y autoexamen”

(A711/B739)20. En él están las bases de la autoridad de la razón; él nos

muestra en qué sentido es legítima la razón. En “La Disciplina de la Razón pura en su Uso Polémico” Kant argumenta que la razón sólo puede depe

n-der del proceso racional que implica la crítica:

La razón debe someterse a la crítica en todos sus asuntos y no puede limitar la libertad de esa crítica sin perjudicarse y sin que suscite sospechas que la afec-tan. Nada hay tan importante, en relación con su utilidad, ni nada tan sagrado que pueda eximirse de esta investigación examinadora y comprobadora, que no reconoce prestigios personales. Sobre la libertad de esta crítica se basa la

existencia de la misma razón, que no tiene autoridad dictatorial. Su dictado

sólo es el consenso de ciudadanos libres, los cuales tienen que poder expre-sar sin temor sus dudas o su veto” (A739/B767).

(41)

Esa disciplina de la razón es contrastada por Kant con un modo de disciplina político. Aquellos que interactúan en la construcción del edificio confían en la disciplina que ellos mismos proponen y no en una impuesta desde afuera del proceso de construcción, de manera dictatorial. La autoridad de la razón, entonces, sólo queda indeterminada si se apela a fuerzas externas.

Según lo anterior se puede decir que la crítica trascendental, considerada en

conjunto como una disciplina de la razón21, es una forma de hacer

compare-cer a varios ciudadanos libres alrededor de una empresa común; así, hay que decir, una vez más, que lo político va de la mano con lo epistemológico en la crítica kantiana.

De este modo el problema de encontrar límites para la razón también es lo-grar que no sea una tarea solitaria. Kant no pretende decir que la filosofía,

por naturaleza, es una actividad reservada; tampoco que, por ocuparse “de

la facultad que proporciona los principios del conocimiento a priori” (B24),

deba poner sobre esa verdad que da la conciencia común, la casi certeza de una verdad superior. Con la filosofía crítica lo nos encontramos con una búsqueda de las condiciones de participación de muchso individuos en todos los asuntos de la razón.

A continuación mostraremos cómo se acomoda esta disciplina racional que propicia la integración al propósito general de la primera Crítica y por qué

desde aquella podemos hallar un sentido enteramente político en esta obra.

21

(42)

3. ANTIFUNDACIONALISMO KANTIANO

Puede ser exagerado afirmar que el propósito principal de la Crítica de la

Razón Pura sea encontrar un método para direccionar bien la razón. Esto,

pues antes que ocuparse del método, Kant ha dedicado su atención a los elementos de la razón en dos inmensas partes que ocupan más de la mitad de la obra, relegando la consideración sobre el método a unos cuatro cortos capítulos. No obstante, consideramos que para Kant el método sí es lo prin-cipal por lo que él mismo dice en el prólogo de la segunda edición.

Como hemos dicho, la crítica pretende que la razón pura se use de manera legítima para que no siga estancada en conflictos internos sobre cuestiones metafísicas. Es así como en la primera parte se le niega a la razón todo avance teórico en el terreno suprasensible; esto para tratar de encontrar

da-tos en su “conocimiento práctico para determinar aquel concepto racional y

trascendente de lo incondicionado y sobrepasar, de ese modo, según el de-seo de la metafísica, los límites de toda experiencia posible con nuestro

co-nocimiento a priori, aunque sólo desde un punto de vista práctico” (BXXI).

Siguiendo ese procedimiento la razón especulativa ofrece la posibilidad de que se dé la tan anhelada ampliación del conocimiento de los objetos de na-turaleza suprasensible. Aunque tal posibilidad sea vacía, en la medida en

que no implica un conocimiento objetivo, “tenemos, pues, libertad” para ll

e-nar ese vacío. “Estamos incluso invitados por la razón a hacerlo, si

(43)

Todo lo que podemos encontrar en la Crítica, a partir de lo anteriormente

dicho, todo el giro copernicano que tiene su base en el estudio de la natura-leza de nuestras representaciones de espacio y tiempo y de las categorías del entendimiento, no es otra cosa que el resultado de la tentativa de

cam-biar “el procedimiento hasta ahora empleado por la metafísica” (BXXII).

De esta manera, creemos que la primera Crítica debe entenderse como una

obra con sentido revolucionario que pretende dar a la metafísica el prestigio que tenían algunas ciencias en el siglo XVIII, -las de los geómetras y los

físi-cos-. Ante todo es “un tratado sobre el método, no un sistema sobre la cie

n-cia misma. Traza, sin embargo, el perfil entero de ésta, tanto respecto de sus

límites como respecto de toda su articulación interna” (BXXII).

Esos límites se van trazando a medida que la razón se va orientando, es

decir, va haciendo compatibles los objetos suprasensibles al uso empírico. Como vimos antes, la razón especulativa requiere orientarse midiendo su capacidad de acuerdo con la naturaleza de sus objetos de pensamiento. Y

esto lo hace enumerando exhaustivamente “las distintas formas de prop

o-nerse tareas y bosquejar así globalmente un sistema de metafísica” (BXXIII).

Así, en tanto que estamos frente a un tratado sobre el método que atiende a la orientación del pensamiento a través no de una sola sino de varias for-mas, en este capítulo nos proponemos responder la siguiente pregunta: ¿cómo encaja esto con el hecho de que la construcción de la razón debe ser participativo o darse en un uso público de la razón?

Al principio de la Metodología Trascendental, Kant considera que ya ha

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