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La manipulación de la información: mentiras de guerra en la invasión a Irak

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Academic year: 2017

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Título del Trabajo:

LA MANI PULACI ÓN DE LA I NFORMACI ÓN:

MENTI RAS DE GUERRA EN LA I NVASI ÓN A I RAK

1

Autor:

Pablo Ram irez

Ponencia presentada en el

I I Congreso en Relaciones I nternacionales del I RI

La Plata, Provincia de Buenos Aires, Argentina

11 y 12 de noviem bre de 2004

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I n t r odu cción

La m anipulación de la inform ación y la divulgación de datos infundados m ediante docum entos y declaraciones de distintos funcionarios por parte de la adm inistración Bush en los m eses previos, e incluso durante la invasión a I rak de m arzo de 2003 constituyó una grave m aniobra de tergiversación que fue utilizada com o la principal herram ienta para, prim ero, m anipular a la opinión pública a fin de ganar el apoyo popular y, segundo, para intentar lograr el respaldo de la Organización de Naciones Unidas ( ONU) con el fin de obtener una autorización para el uso de la fuerza.

Luego del atentado terrorista contra las Torres Gem elas en Nueva York el 11 de septiem bre de 2001, que se ha reconocido, fue perpetrado por la organización terrorista transnacional islám ica Al Qaeda, tuvo lugar lo que se podría definir com o la prim era fase de la lucha antiterrorista de Estados Unidos. Esta prim era fase adquirió una “ dim ensión m ilitar” cuyo principal obj etivo fue la captura del líder de Al Qaeda, el m illonario saudí Osam a Bin Laden, y descansó en un principio sencillo: buscar a los terroristas donde quiera que se encontrasen. No podía haber santuarios y un Estado podía serlo según respaldara a los terroristas o se negara a expulsarlos ( el Afganistán de los talibanes)2. De esta m anera, la cam paña de Afganistán en

el transcurso de los cinco m eses subsiguientes al atentado en Nueva York constituyó la respuesta por parte de Estados Unidos a dicho ataque y configuró lo que se ha definido com o prim era fase3.

Ahora bien, tras la tom a de Kabul por la Alianza del Norte y la rendición del régim en talibán en Kandahar, la posibilidad de extender el obj etivo del com bat e t errorist a a I rak y ot ros países –com o I rán, Siria y Corea del Nort e- com enzó a tom ar fuerza entre los funcionarios de la adm inistración Bush hasta que finalm ente ésta se cristalizó en la categoría de “ ej e del m al” .

Durante la cam paña en Afganistán, el secretario de Estado, Colin Powell elaboró una estrategia de corto plazo: “ la prioridad im placable” era el régim en talibán; luego se desarrollaría una estrategia contra el terrorism o en general. Powell intentó im poner una estrategia diferente para Afganistán e I rak, no sólo por los riesgos m ilitares de abrir dos frentes sim ultáneos, sino tam bién para no perj udicar el respaldo m undial a la guerra antiterrorista en Afganistán con un ataque contra I rak que no contaba con el consenso internacional4.

2 Olivier, Roy (2002): Las ilusiones del 11 de septiembre. El debate estratégico frente al

terrorismo, Fondo de Cultura Económica S. A., Buenos Aires, pág. 22.

3 Esta primera fase es abordada ampliamente por I glesias, Marcela (2002): 11 de septiembre y

después, ¿choque de civilizaciones?. El atentado terrorista a Estados Unidos y la primera fase de su retaliación. Tesis de Licenciatura en Relaciones I nternacionales, FCH-UNCPBA, Tandil, marzo de 2002.

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Sin em bargo, Paul Wolfowitz, subsecretario de Defensa y colaborador del vicepresidente Dick Cheney, j unto con el secretario de Defensa Donald Rum sfeld apoyaban una respuesta m uy superior a la planeada por el m oderado Powell. Entre sus obj etivos estaba el régim en de Saddam Hussein j unto con otros Estados que apoyaron el terrorism o en el pasado, com o Siria e I rán.

Aún m ientras la guerra en Afganistán no había concluido, en Estados Unidos, los halcones del partido republicano encabezaban una ofensiva para que I rak fuera el próxim o blanco del accionar antiterrorista.

A pesar de las críticas que suscitó la inclusión de I rak com o próxim o obj etivo, a m ediados de octubre de 2001 Bush afirm aba: “ El líder Saddam Hussein es un hom bre m aligno a quien Estados Unidos está vigilando de cerca. A Hussein le conviene perm itir las inspecciones en I rak para asegurarse que esté respetando su palabra de no fabricar arm as de destrucción m asiva”5.

Al m es siguiente, en una sesión de preguntas y respuestas con reporteros en la Casa Blanca, el presidente Bush declaró: “ Afganistán todavía es apenas el com ienzo. Si alguien aloj a a un terrorista, entonces es un terrorista. Si financian a un terrorista, son terroristas. Si fabrican arm as de destrucción m asiva para utilizarlas para aterrorizar a las naciones, serán responsabilizados. En cuanto al señor Saddam Hussein, debe perm itir que los inspectores regresen a su país, para dem ostrarnos que no está fabricando arm as de destrucción m asiva”6.

Aún cuando no se había logrado probar conexión alguna de I rak con Al Qaeda, Saddam Hussein era visto por Washington com o uno de los líderes m ás peligrosos del m undo por su posibilidad de acceso a arm as de destrucción m asiva7.

5 I bidem. Pág. 144.

6 Servicio Noticioso desde Washington, 27 de noviembre de 2001, sitio en la Web:

http:/ / usinfo.state.gov/ español/ .

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Sim ulación y engaño siem pre fueron arm as para vencer en una guerra. En el caso analizado, en cam bio, se apeló a ellas para provocarla. Difundidas a escala planetaria por los m edios m asivos de com unicación y repetidas por intelectuales, analistas y gobernantes, esas falacias para inducir y j ustificar la invasión a I rak constituyen una herida severa a la dem ocracia y al derecho a la inform ación en todo el m undo.

El present e t rabaj o se propone ayudar a com prender la gravedad de la situación poniendo al descubierto las m entiras y denunciando el avasallam iento de las leyes internacionales por parte de Estados Unidos en su afán por enfrentar al m al –una sobredim ensión interesada la am enaza iraquí- . George Bush y sus asesores intentaron engañar a los ciudadanos estadounidenses y a la opinión pública m undial. Según el profesor Paul Krugm an, esas m entiras constituyen “ el peor escándalo en la historia política de Estados Unidos, peor que el Watergate y que el I rangate” 8. En el m ism o sentido, la representante dem ócrata por California, Jane Harm an, señaló que estaríam os en presencia de “ la m ayor m aniobra de tergiversación de todos los tiem pos” 9.

La se gu n da fa se de la lu ch a con t r a e l t e r r or ism o: e l “e j e de l m a l”.

Más allá de que Afganistán constituyó la prim era fase de la lucha contra el terrorism o, I rak, I rán y Corea del Norte no dej aron de estar en la m ira com o los siguientes blancos norteam ericanos.

El presidente Bush, en la búsqueda por am pliar su guerra contra el terrorism o, bautizó a estos países com o el “ ej e del m al” . La “ Doctrina Bush”

10 que anticipó las “ guerras preventivas” , no sólo apuntaba a castigar a los

terroristas sino tam bién a sus patrocinadores.

En su m ensaj e sobre el Estado de la Unión, el m artes 29 de enero afirm ó que todavía había decenas de m iles de terroristas que habían sido

8The New York Times, 4-06-03.

9 Libération, Paris, 28-05-03. Citado por Ramonet, I gnacio, “Mentiras de Estado”, Le Monde

diplomatique, Edición Cono Sur, Buenos Aires, año V, número 49, julio de 2003.

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entrenados en los cam pos afganos y constituían bom bas de tiem po en cuenta regresiva dispersos en todo el m undo. Sin em bargo, señaló a las arm as de destrucción m asiva ( WMD, por sus siglas en inglés) com o el peligro m ás grande del m undo que enfrentaba Estados Unidos, m anifestó: “ No m e quedaré quieto m ientras el peligro se acerca m ás y m ás. Estados Unidos no perm itirá a los regím enes m ás peligrosos del m undo que lo am enacen con las arm as m ás destructivas del m undo” 11.

El 10 de febrero, el presidente norteam ericano volvió a exhortar a cerrar filas contra el “ ej e del m al” y advirtió a I rán, Corea del Norte e I rak que Washington estaba listo y dispuesto a tom ar acciones en su contra: “ Deben saber que nuestra intención es responsabilizarlos ( por el desarrollo continuo de arm as de destrucción m asiva y tecnología de m isiles balísticos) , y el resto del m undo debe estar de nuestro lado, porque estas arm as pueden ser apuntadas hacia ellos tan fácilm ente com o hacia nosotros, y no podem os perm itir que este chantaj e terrorista y m aligno continúe” 12.

Habiendo acusado la peligrosidad de un enem igo de tales características pocos indicios quedaban a com ienzos del 2002, para no pensar que tarde o tem prano la potencia hegem ónica em bestiría contra alguno de los integrantes del “ ej e del m al” .

El pasaj e al nivel de am enaza representado ahora por I rak, no hizo sino racionalizar en térm inos de legítim a defensa una política hostil definida m ucho antes del 11 de septiem bre.

Desde esta perspectiva, la adm inistración Bush intensificó su ofensiva verbal en contra de uno de los vértices de su nueva creación y en adelante el contexto se convirtió en el m ás adecuado para explicitar la supuesta am enaza representada por el régim en de Bagdad13.

En m arzo de 2002, en una serie de audiencias sobre arm as quím icas y biológicas ( CBW, por sus siglas en inglés) organizadas por la Com isión de Relaciones Exteriores del Senado, cuyo propósito fue identificar “ las am enazas m ás urgentes a Estados Unidos” , Carl Ford, secretario de Estado adj unto para I nteligencia e I nvestigaciones declaró respecto a I rak: “ Es probable que haya continuado su program a de guerra biológica. Es uno de los pocos países que han utilizado sus arm as quím icas, en el caso de I rak aún en contra de su propia gente” . Y agregó: “ Si se tiene en cuenta el com portam iento de I rak en el pasado, es probable que Bagdad haya reconstituido program as prohibidos por las resoluciones del Consej o de Seguridad de las Naciones Unidas. Desde la suspensión de las inspecciones

11 Discurso sobre el estado de la Unión, 29-01-2002. Distribuido por la Oficina de Programas de I nformación I nternacional del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Sitio en la Web:

http:/ / usinfo.state.gov/ español.

12

Página 12, 11 de febrero de 2002, pág. 19.

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de la ONU en diciem bre de 1998, Bagdad ha contado con tiem po m ás que suficiente para reiniciar sus program as de arm as quím icas, program as que habían dem ostrado su capacidad de producir arm as letales antes de su desm antelam iento por las inspecciones de las operaciones Torm enta del Desierto y Zorro del Desierto y de la Com isión Especial de las Naciones Unidas para I rak” ( UNSCOM)14.

Al m ism o tiem po, el director de la Agencia Central de I nteligencia ( CI A) , George Tenet, al declarar ante la Com isión de Servicios Arm ados del Senado en Washington, afirm ó: “ Saddam sigue siendo una am enaza. Está decidido a obstruir las sanciones de la ONU, presionar para seguir adelante con sus arm as de destrucción m asiva” . Y agregó: “ Creem os que Saddam nunca abandonó su program a de arm as nucleares. I rak retiene un núm ero significativo de científicos nucleares, docum entación para el program a y, seguram ente, alguna infraestructura industrial de uso dual que pueda apoyar un revigorizado program a de arm as nucleares” 15.

La Casa Blanca ya había colocado para entonces a I rak en el tope de la agenda de seguridad. En pocos m eses un estado débil y previam ente desarm ado tras una década de em bargo, se había convertido en la principal am enaza de la m ayor potencia m ilitar que conoce el m undo desde el fin de la Guerra Fría.

Com o señalan Stella Caloni y Victor Ego Ducrot, cuando se trata de construir un m onstruo fantástico siem pre se produce una ofensiva ideológica, seguida de cam pañas para aniquilarlo16.

Pocos días después de que el Consej o de Seguridad de las Naciones Unidas aprobara por unanim idad el 14 de m ayo de 2002 un nuevo sistem a de control de exportaciones con respecto a I rak17 el gobierno de los Estados Unidos continuó en su carrera por denunciar la peligrosidad del régim en iraquí ante la opinión pública. El secretario de Estado adj unto para no proliferación, John Wolf señaló: “ Es m uy obvio para nosotros y para otros m iem bros del Consej o que I rak no ha cej ado en su desafío a la resolución 687” 18.

En una entrevista reciente con el diario británico The Guardian, Noam Chom sky señaló que los gobernantes estadounidenses saben que el apoyo a

14 Servicio Noticioso desde Washington, 19 de marzo de 2002, Sitio en la Web:

http:/ / usinfo.state.gov/ español/ .

15 I bidem.

16 Caloni, Stella y Ego Ducrot, Víctor (2003): La invasión a I rak, guerra imperial y resistencia, Ediciones I nstituto Movilizador de Fondos Cooperativos C.L., Buenos Aires. Pág. 87.

17 Esta resolución y la “Lista de Exámen de Mercancías” (LEM) que estableció, fueron los elementos centrales de una iniciativa de las Naciones Unidas para revisar las sanciones de las Naciones Unidas contra I rak, a fin de asegurar el flujo rápido y sin obstáculos de las mercancías civiles al pueblo iraquí, mientras se mantenían controles críticos sobre artículos militarmente útiles.

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las guerras es m uy frágil, por lo que tienen que ganar rápida y decisivam ente sus enfrentam ientos con poderes m ás débiles. Para j ustificarlo “ tienen que aterrorizar a la población para que sientan que existe una am enaza enorm e a su existencia y realizar una victoria m ilagrosa, decisiva y rápida frente a este gran enem igo y m archar hacia el próxim o” .

Todo esto no es nuevo, afirm ó: “ I nvocar enem igos que están a punto de destruirnos, es m uy conocido. No lo inventaron, otros han hecho lo m ism o, pero éstos se han convertido en m aestros de este arte y lo están haciendo de nuevo” 19.

Los intentos por aterrorizar a la población a los que hace referencia Noam Chom sky continuaron cuando el secretario de prensa de la Casa Blanca, Ari Fleischer, en su sesión inform ativa regular del m ediodía del 31 de j ulio, indicó que “ I rak es un problem a m undial para la paz” y recordó lo que el presidente George Bush pronunció en varios discursos. Citó las palabras de Bush en su visita a Alem ania, donde dij o: “ si ignoram os esta am enaza, invitam os a cierto chantaj e y ponem os en grave riesgo a m illones de nuestros ciudadanos” 20.

En vísperas del prim er aniversario de los atentados terroristas del 11 de septiem bre, la Consej era de Seguridad Nacional, Condoleeza Rice, en una entrevista con la cadena BBC, sentenció: “ No podem os perm itirnos el luj o de no hacer nada con respecto I rak” . Y consideró que derrocar a Saddam Hussein “ está j ustificado” .

Los conceptos de m aldad y la noción, de am enaza global no faltaron durante la entrevista de Rice con la BBC. “ Este es un hom bre diabólico y m alvado que ( ...) hizo estragos en su propia población, sus vecinos, y si obtiene arm as de destrucción m asiva y los m edios para utilizarlas, hará estragos entre todos nosotros” , advirtió. Y señaló que el próxim o indicio de las intenciones de Saddam Hussein bien podría ser una nube en form a de hongo, presum iblem ente sobre Nueva York.

“ Esto j ustifica, desde un punto de vista m oral, un cam bio de régim en” , aseguró21.

Los conceptos de Rice coinciden con los que expresó en 2000 en un artículo publicado en For eign Affair s, donde señaló que la política exterior estadounidense de un gobierno republicano tendría que redefinirse siguiendo el interés nacional y buscando prioridades. Una de las tareas era confrontar con decisión la am enaza de regím enes deshonestos que cobran la form a de la posibilidad del terrorism o y el desarrollo de arm as de destrucción m asiva. Según Rice, I rak era el prototipo, y por lo tanto nada cam biaría hasta que

19 Chomsky, Noam, “El control de los medios de los medios de comunicación” y artículos varios, en El Día, La Jornada, The Guardian. Citado en Caloni, Stella y Ego Ducrot, Víctor (2003): op. cit. Pág. 33.

20 Servicio Noticioso desde Washington, 1 de agosto de 2002. Sitio en la Web:

http:/ / usinfo.state.gov/ español/

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Saddam se fuese, de m odo que Estados Unidos debía m ovilizar todos los recursos que pueda para derrocarlo22.

La puesta en escena del gobierno estadounidense llegó a su punto m áxim o cuando el secretario de Defensa, Donald Rum sfeld, presentó un inform e difundido el 18 de agosto, sobre la capacidad iraquí para lanzar m isiles Crucero hacia el propio territorio norteam ericano23. Este inform e se enm arcó dentro de la necesidad de “ arm ar el caso” contra Saddam . Fue uno de los intentos por buscar una j ustificación a lo que George Bush denom inó com o “ ataque preventivo para defender nuestra libertad” . Por entonces, Bush ya parecía inclinado a tom ar una decisión unilateral sin el apoyo de las Naciones Unidas, ni de sus aliados árabes o europeos.

Luego de varios m eses de esfuerzo por parte de la Casa Blanca aún no contaba con un j ustificativo para llevar adelante la invasión que, según el vicepresidente, Dick Cheney, im pediría que Saddam Hussein “ logre la dom inación de todo Oriente Medio ( ...) , am enace directam ente a Estados Unidos y a sus am igos, y som eta a Estados Unidos u otro país al chantaj e nuclear” 24.

No había en ese m om ento ni un m andato de las Naciones Unidas ni el j ustificativo de la “ legítim a defensa” sobre el que se apoya el sistem a internacional contem poráneo. Se trataría, en tal caso, de la prim era intervención m ilitar basada en argum entos prim ordialm ente “ m orales” , en la que la principal potencia m undial se arroga el liderazgo de las “ fuerzas del bien contra el m al” .

Esta ha sido la explicación que diera, la consej era de Seguridad Nacional, Condoleeza Rice, para j ustificar el supuesto “ deber m oral” que anim aba una eventual invasión de I rak para term inar con la am enaza que representaba su gobierno para el m undo.

El 9 de septiem bre, m ientras el vicepresidente Dick Cheney insistía con la “ necesidad” de lanzar un at aque prevent ivo sobre I rak para derrocar al régim en de Saddam Hussein; Washington recibió un nuevo revés diplom ático cuando el ex- j efe de los inspectores de la ONU para el desarm e de I rak, el norteam ericano Scott Ritter, aseguró: “ Mi país está en el punto de com eter un error histórico” , porque –dij o- no hay evidencias que confirm en la existencia de arm as de destrucción m asiva en I rak25.

22 Condoleeza Rice: “La promoción del interés nacional” en Revista Foreign Affairsen español, enero-febrero de 2000.

23 El memorándum titulado “La amenaza creciente planteada por los misiles de Crucero”, entregado por Rumsfeld y otros colaboradores, advertía sobre la proliferación de misiles del tipo Crucero, capaces en algunos casos, de despegar de barcos cercanos a la costa y de maniobrar por debajo de los radares. El informe advirtió sobre la posibilidad de que grupos terroristas o países como I rak e I rán puedan usar tecnología rudimentaria de misiles Crucero para atacar instalaciones de Estados Unidos. Clarín, 19 de agosto de 2002, pp. 20-21.

24Clarín, 28 de agosto de 2002, pág. 20.

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El discurso del “ ej e del m al” m arcó un hito en la política exterior estadounidense, que pasó de ser una política de disuasión a ser una política de prevención activa del terrorism o. Esta doctrina fue desarrollada por George Bush cuando declaró que “ la guerra contra el terror no debe ganarse desde un punto de vista defensivo” , para continuar diciendo que “ debem os dar batalla al enem igo, deshacer sus planes y enfrentar a sus peores am enazas antes de que surj an” .

De esta m anera sólo le quedaba a la superpotencia definir cuando y cóm o com enzaría la guerra contra un país débil cuya capacidad destructiva había sido elim inada durante y con posterioridad a la Guerra del Golfo26.

Con el aniversario del 11 de septiem bre com o telón de fondo, el 12 de septiem bre, el presidente George Bush dem andó en un discurso ante la Asam blea General de las Naciones Unidas el inm ediato e incondicional desarm e de I rak baj o la am enaza de em prender acciones m ilitares. Durante el discurso que pronunció ante la 57º Asam blea de la ONU, Bush afirm ó: “ Washington está dispuesto a lanzar la ofensiva contra Bagdad unilateralm ente si no cuenta con respaldo” .

Después del m odo en que George Bush conm inó a la com unidad internacional, quedó claro que Estados Unidos tendría la “ segunda guerra del Golfo Pérsico” . La secuencia en el m ensaj e de Bush estuvo im plícita. No se obligó a nada eludiendo los plazos explícitos, pero dej ó en claro que el Consej o de Seguridad no contaba con dem asiado tiem po para enviar a I rak a los inspectores y el equipo necesario para desarticular el aparato m ilitar de Saddam Hussein. Bush aprovechó la ocasión para desplazar al desaparecido Osam a bin Laden del lugar de “ enem igo público núm ero uno” en el im aginario m undial y reinstalar allí a Hussein, que desde el 11 de septiem bre de 2001 había perdido ese dudoso privilegio.

La inferencia era sencilla para el resto del m undo: no alcanzaba con inspecciones, ni siquiera con la destrucción del m aterial bélico; el castigo para el “ enem igo núm ero uno” era otro, su elim inación. Por lo dem ás, casi la prim era reflexión posdiscurso del presidente norteam ericano fueron las confesiones de su escepticism o acerca de la capacidad de la ONU para estar a la altura del “ desafío” y de que el obj etivo real de Washington seguía siendo la rem oción del líder iraquí del poder27.

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En una prim era reacción oficial al discurso del presidente estadounidense, Moham m ed Aldouri, el em baj ador iraquí en la ONU, dij o que “ Bush se lam enta de la suerte de nuestro pueblo, al tiem po que ignora expresam ente…los sufrim ientos [ del m ism o] por culpa del em bargo” im puesto por la ONU desde 1990. Y sostuvo que Bush “ elige engañar al m undo y a su propio pueblo con la m ás larga serie de m entiras que j am ás fueron dichas por un líder de una nación” 28.

El tono unilateral de Bush se increm entó cuando reclam ó a las Naciones Unidas que “ dem uestre que no es irrelevante” a la vez que advirtió que Estados Unidos estaría dispuesto a enfrentar a Saddam Hussein en form a unilateral.

El j efe de la Casa Blanca sentenció: “ Ahora basta, la ONU debe m ostrar que tiene incidencia, y que no es irrelevante” 29.

Ante la presión de Estados Unidos, Europa y varios países árabes, I rak aceptó el regreso de los inspectores de las Naciones Unidas para elim inar todas las dudas que existían acerca de la presencia en ese país de arm as de destrucción m asiva. El régim en iraquí envió una carta al secretario general, Kofi Annan, el 16 de septiem bre, en la cual inform ó acerca de su decisión de perm itir el regreso de los inspectores, sin condiciones, para continuar sus labores.

La oferta iraquí no detuvo la escalada bélica de la Casa Blanca. El presidente Bush ignoró la decisión de Saddam Hussein y dij o: “ En nom bre de la libertad y la j usticia de todos, el Consej o de Seguridad de las Naciones Unidas debe reaccionar, es hora de actuar contra Saddam Hussein para garantizar la paz” . Com o m uestra de su determ inación, al día siguiente, solicitó autorización al Congreso norteam ericano “ para utilizar todos los m edios, incluyendo la fuerza” con el fin de desarm ar a I rak.

El escepticism o de Estados Unidos fue acom pañado por el despliegue de sus bom barderos B- 2 en la I sla Diego García luego de obtener el perm iso de Londres. Así las cosas, y un día después de que un ex inspector de la ONU asegurara que entre el 90 y 95 por ciento de las arm as de destrucción m asiva de Bagdad habían sido elim inadas30, Estados Unidos lanzó oficialm ente su nueva doctrina m ilitar basada en el ataque preventivo.

específico de I rak, las rigurosas medidas que se necesitan para implementar las propias resoluciones de la ONU casi con seguridad son incompatibles con la permanencia de Saddam en el poder”. Clarín

(Copyright), 30 de septiembre de 2002. Pp. 18-19. 28Clarín, 13 de septiembre de 2002, pp. 24-25. 29Clarín, 15 de septiembre de 2002, pág. 30.

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Luego del lanzam iento de la categoría de “ ej e del m al” en enero de 2002, la crisis previa al conflicto con I rak fue llevada progresivam ente a su paroxism o y aún durante el desarrollo de la invasión la cam paña de desinform ación fue concebida com o un arm a para m anipular las m entes.

La Est r a t e gia de Se gu r ida d N a cion a l de los Est a dos Un idos ( N SS 2 0 0 2 ) .

Con el pretexto de “ com unicar” todos los gobiernos practican –en m ayor o en m enor m edida- la desinform ación. La m anipulación de la inform ación es aún m ayor en tiem pos de guerra. De esta m anera, cuando un Estado tom a la iniciativa bélica, violando las convenciones internacionales –destinadas precisam ente a abolir la ley de la selva en las relaciones internacionales- entonces la guerra se llam a “ preventiva” .

La doct rina m ilit ar anunciada el 20 de sept iem bre de 2002 por el presidente norteam ericano George Bush puso fin oficialm ente a las estrategias de disuasión y contención que prevalecieron durante la Guerra Fría31. Según la Casa Blanca: “ La naturaleza de la am enaza durante la Guerra Fría requería que los Estados Unidos – con sus aliados y am igos – enfatizaran la disuasión aplicada al uso de la fuerza por parte del enem igo, generando una form idable estrategia de destrucción m utua asegurada. Con el colapso de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría, nuestra seguridad ha padecido una profunda transform ación” 32.

La significancia de la National Security Strategy ( NSS 2002, por sus siglas en inglés) se encuentra en el capítulo 5, titulado “Pr event Our Enem ies fr om Thr eat ening Us, Our Allies, and Our Fr iends w it h Weapons of Mass Dest ruct ion” .

Al inicio de dicho capítulo se señala: “The gr avest danger t o fr eedom lies at t he crossroads of radicalism and t echnology. When t he spread of chem ical and biological and nuclear w eapons, along w it h ballist ic m issile t echnology - when t hat occurs, even weak st at es and sm all groups could at t ain a cat ast rophic power t o st rike great nat ions. Our enem ies have declared t his ver y int ent ion, and have been caught seeking t hese t er r ible w eapons. They

de la inspección de armas de destrucción masiva. Clarín, 20 de septiembre de 2002. Pág. 29. Sección Política I nternacional.

31 Las doctrinas de la contención y la disuasión se examinan, entre otros en Powaski, Ronald, La guerra

fría. Estados Unidos y la Unión Soviética, 1917- 1991, Editorial Crítica, S.L., Barcelona, 1998; y Gaddis, John Lewis, Estados Unidos y los orígenes de la guerra fría, 1941- 1947, Columbia University Press, New York, 2000 y en Estrategias de la contención, una evaluación crítica de la política de seguridad norteamericana de posguerra, Oxford University Press, 1990 del mismo autor. 32 White House,

The National Security Strategy of the United States of America (Washington,

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w ant t he capabilit y t o blackm ail us, or t o har m us, or t o har m our fr iends- and w e w ill oppose t hem w it h all our pow er” 33.

El docum ento m arcó el inicio de un período en el que la guerra ya no sería la continuación de la política por otros m edios, com o decía el estratega alem án Von Clausewitz34, ya que, en adelante, Estados Unidos estaría dispuesto a atacar sin antes haber agotado todos los esfuerzos diplom áticos. De hecho, se señala que los tratados de no proliferación de arm as de destrucción m asiva serán reem plazados por acciones m ilitares contra la proliferación nuclear. Según el propio inform e, la estrategia de Estados Unidos para com batir las arm as de destrucción m asiva en m anos de enem igos, debe incluir un esfuerzo por la contraproliferación, entrenando y equipando sus fuerzas y las de sus aliados para que sean capaces de prevalecer en un conflicto contra adversarios dotados con dichas arm as de exterm inio m asivo.

Con la NSS 2002, Bush hizo oficial lo que ya todo el m undo sabía: el enem igo principal de los Estados Unidos desde los atentados contra las Torres Gem elas, en Nueva York, y el Pentágono, en Washington, es el terrorism o internacional j unto con la am enaza representada por el grupo de países incluidos en el “ ej e del m al” , y se com prom etió a derrotarlos “ identificando y destruyendo la am enaza antes de que llegue a nuestras fronteras” . Lo precedente constituye una absoluta inobservancia del derecho teniendo en cuenta la conducta que debería seguir un Estado en caso de sent irse am enazado por ot ro35.

El docum ento tuvo com o propósito inm ediato el de j ustificar un eventual ataque a I rak pero, adem ás, supuso el fin de la era de la contención y la disuasión que im peró desde la últim a guerra m undial y durante el período de la Guerra Fría, y el ingreso en una búsqueda abierta y explícita de legitim ación para la suprem acía de los Estados Unidos com o sostén de la seguridad internacional.

33 Traducción al español: “El peligro más grave para la libertad se halla en la superposición entre radicalismo y tecnología. Cuando la propagación de armas químicas, biológicas y nucleares, junto con tecnología de misiles balísticos- cuando eso ocurra, incluso estados débiles y pequeños grupos podrán alcanzar un poder catastrófico para golpear a las grandes naciones. Nuestros enemigos han declarado que éste es su propósito, y han sido atrapados buscando estas terribles armas. Quieren la capacidad para chantajearnos, para dañarnos, o para dañar a nuestros amigos- y nos vamos a oponer a ellos con todo nuestro poder”. I bidem. La traducción es propia.

34 Carl Von Klausewitz, general y escritor prusiano (1780-1831), es ampliamente reconocido como el padre de la estrategia moderna. Desarrolló sus ideas en la década de 1820 cuando era Superintendente de la academia prusiana Kriegs. Aunque polémico, es el más venerado y citado teórico militar del pasado y del presente siglo.

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El punto m ás sobresaliente de la estrategia, sin duda, lo constituye la inclusión del concepto de ataque preventivo. A pesar de tener significados distintos, los térm inos pr eem pt ion, pr event ion y ant icipat or y action son utilizados de m anera indistinta en el inform e36. En la actual estrategia se

argum enta: “ Los j uristas internacionales frecuentem ente condicionan la legitim idad de la prevención a la existencia de una am enaza inm inente- m ás frecuentem ente a una m ovilización de ej ércitos, navíos, y fuerza aérea preparándose para at acar. Debem os adapt ar el concept o de am enaza inm inente a las capacidades y obj etivos de los adversarios actuales. Los Estados canallas y los terroristas no buscan atacarnos con arm as convencionales. Ellos saben que esos ataques fallarían. Es por eso, que confían en los actos de terror y, de ser posible, en el uso de arm as de destrucción m asiva. …Para prevenir esos actos hostiles, los Estados Unidos act uarán, de ser necesario, prevent ivam ent e” . Y agrega que “ cuant o m ayor es la am enaza, m ayor es el riesgo de la inacción y la obligación de tom ar acciones preventivas para defendernos, inclusive si perm anece incierto el lugar y el m om ento en que atacará el enem igo” .

No m enos alarm ante es la afirm ación según la cual se desbaratarán y destruirán las organizaciones terroristas con el apoyo de la com unidad internacional, pero de no contar con él: “ ... Estados Unidos no vacilará en actuar sólo, si fuera necesario” , en defensa de sus intereses. Obsérvese que no se habla de seguridad, sino de intereses37.

Con la NSS 2002, Estados Unidos om itió explícitam ente que es de la ONU y no de Washington de donde em ana la fuente de legitim idad de todo uso de la fuerza, incluso en defensa propia.

Algunos defensores de la estrategia reconocen que ésta atropella la legislación internacional, pero no ven problem a alguno en eso. El aparato entero del derecho internacional es m era “ palabrería” , escribe el legista Michael Glennon: “ El m agno intento de suj etar el im perio de la fuerza al

36 François Heisbourg señala que esta ambigüedad en el discurso norteamericano no se trata de un detalle menor, ya que, en el debate estratégico, numerosas consecuencias prácticas se derivan del “uso y del mal uso” de las palabras prevention (privar del poder o de la esperanza de actuar o de lograr el éxito); y preemption (tomar la iniciativa). Y agrega que cuando el término preemption es usado indistintamente con prevention y ambos son sometidos a una interpretación amplia, la legitimación del uso de la fuerza en el ámbito del derecho internacional puede resultar profundamente afectada. A su vez, otra consecuencia del mal uso de los dos términos es provocar confusión en el debate público en la arena internacional. Heisbourg, François (2003), op.cit. Pág. 79.

Se dice preventiva y no prioritaria porque se trata de legitimar la destrucción de una amenaza que aún no se materializó, que puede ser imaginaria o incluso inventada. La validez jurídica de una guerra “prioritaria” depende de la existencia de pruebas materiales que demuestren la inminencia del peligro y la necesidad de actuar. En contrapartida, la guerra preventiva se apoya, no en el temor de una agresión inminente, sino en un miedo más lejano, en una amenaza estratégica. Ver Falk, Richard, “Esquivando el derecho internacional”, en Le Monde diplomatique, Edición Cono Sur, Buenos Aires, año I I I , número 29, diciembre de 2002.

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im perio de la ley” debería ser arroj ado al cenicero de la historia; una postura conveniente para el único Estado que está en capacidad de abrazar la nueva ausencia de reglas a favor de sus designios38.

Los Estados Unidos declararon que, en adelante, no respetarían el principio de la soberanía absoluta de los Estados. Por otra parte, la “ am enaza o uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado” está proscrita por la Carta de las Naciones Unidas. La NSS 2002 desechó esos principios, e introduj o en cam bio el reclam o de que, según la Casa Blanca, su propio interés en la seguridad nacional está por encim a de todo.

El anuncio de la “ doctrina de la guerra preventiva” tuvo com o telón de fondo el conflicto con I rak. Pese a que Bagdad había accedido a que regresaran los inspectores de arm as de las Naciones Unidas sin condiciones, Bush siguió adelante con sus planes para lanzar un ataque y derrocar a Saddam Hussein.

Luego de introducir el caso de I rak en las Naciones Unidas, sin esperar la luz verde de alguna instancia internacional, las autoridades de Washington enviaron a las fronteras de I rak una tem ible fuerza m ilitar de alrededor de 200.000 hom bres, dotada de una potencia de destrucción colosal.

La falta de disposición de parte de la adm inistración Bush de encontrar una solución pacífica al entredicho con I rak se reveló tem pranam ente. Ya en agosto de 2002, aún cuando el caso no había sido incluido en los debates de Naciones Unidas, el Senado de Estados Unidos aprobó un presupuesto para gast os m ilit ares en 2003 que represent ó el equivalent e a la sum at oria de los gastos m ilitares de los 15 países que siguen a Estados Unidos en gastos de este rubro. Bush señaló que era im perativo contar con los recursos necesarios ya que su país se encontraba en guerra. Pero cabe aclarar que, por entonces, el fantasm a de una guerra agitado por Estados Unidos no era com partido por otros países occidentales ni por una parte im portante de la opinión pública internacional que estim aban que som etido hacía doce años a un em bargo devastador, a la autoritaria lim itación de su soberanía aérea y a una vigilancia perm anente, el régim en iraquí no parecía constituir una am enaza inm inente.

Pese a ello, Estados Unidos continúo con su em bestida contra el régim en de Saddam Hussein desoyendo las distintas ofertas que éste hizo para detener la escalada bélica. La Casa Blanca desestim ó la prim era oferta del régim en para que se reanudaran las inspecciones en su territorio e inm ediatam ente solicitó la autorización del uso de la fuerza al Congreso norteam ericano que le fue otorgada con posterioridad.

Sucesivam ente, Estados Unidos siguió presionando a las Naciones Unidas y a la Com isión de Naciones Unidas de Vigilancia, Verificación e I nspección

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( UNMOVI C) en su afán por obtener una resolución severa en contra de I rak. De esta m anera, rechazó el acuerdo al que habían llegado la ONU y representantes iraquíes que reanudaría las inspecciones en el m arco de las resoluciones de 1998. Frente a ese acuerdo, la adm inistración Bush presentó un nuevo borrador advirtiendo que bloquearía cualquier acuerdo con I rak hasta que se aprobase una resolución a la m edida de Washington. En esta búsqueda de una resolución acorde a los intereses estadounidenses se presentaron tres borradores distintos en ocho sem anas de negociaciones.

La aprobación de la Resolución 1441 del 8 de noviem bre de 2002, no im pidió que Washington continuara con sus am enazas contra I rak y contra la ONU. Así lo hizo saber cuando advirtió que la ONU podía discutir pero que Estados Unidos no necesitaba ninguna autorización para atacar.

Mientras en I rak se desarrollaban norm alm ente las inspecciones im puestas por la Resolución 1441, Estados Unidos intentó em pañar la labor de los inspectores de arm as y afirm ó que la m archa de la m ism a era desalentadora. Seguidam ente, Estados Unidos calificó de “ flagrante violación” el inform e iraquí sobre sus program as nucleares, quím icos, biológicos y de m isiles que había entregado a Naciones Unidas y que Estados Unidos había obtenido fraudulentam ente antes incluso que el j efe de la com isión de inspectores, Hans Blix, luego de ej ercer una fuerte presión sobre el entonces presidente del Consej o de Seguridad de Naciones Unidas, el colom biano Jaim e Valdivieso.

La falta de voluntad para cooperar con Naciones Unidas de parte de Washington y, en definitiva, con la com unidad internacional, a fin de evitar una guerra, se hizo evidente cada vez que sufrió un nuevo revés diplom ático en Naciones Unidas ante el avance de las inspecciones dispuestas por la Resolución 1441. En este sentido, el 27 de enero de 2003, los inspectores de la ONU afirm aron a dicho organism o que hasta el m om ento no se había identificado ninguna actividad nuclear prohibida. Frente a ello, Washington debió reaccionar y anunció que a través de su secretario de Estado dem ostraría de m anera irrefutable la culpabilidad iraquí.

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“ Este organism o corre el riesgo de ser irrelevante si perm ite que I rak continúe desafiando su voluntad sin responder efectiva e inm ediatam ente” , advirtió Powell, desafiando una vez m ás a la ONU39.

El resultado de la presentación fue exactam ente el contrario al esperado por el secretario de Estado. Rápidam ente se vio que algunos de los “ docum entos” invocados no tenían el m enor valor, com o el inform e sobre las arm as nucleares iraquíes, que era en realidad, un trabaj o universitario realizado en 1994 y ya conocido por todo el m undo, o el otro inform e, sum inistrado por el gobierno británico, plagiado de una tesis antigua de un estudiante californiano. A eso se agregó un toque ridículo, cuando se vio a Colin Powell denunciar que I rak podía usar el bacilo del ántrax, m ientras agitaba en su m ano un pequeño frasco, que - luego se supo- sólo contenía un polvo inofensivo.

Ni apelando al m ayor dram atism o Powell logró revertir la opinión m ayoritaria del Consej o por la paz y a favor de que continuasen las inspecciones. Si bien la presentación de Powell no tuvo el efecto deseado, para entonces, el presidente George W. Bush había dicho ya, en repetidas ocasiones, que Estados Unidos se reservaba el derecho de lanzar la ofensiva m ilitar unilateralm ente ( prem isa que se desprende de la propia NSS 2002) . A j uzgar por el despliegue de tropas en la región del Golfo Pérsico, la decisión ya había sido tom ada.

El fracaso de la estrategia estadounidense fue aun m ás evidente en la reunión del Consej o de Seguridad del 14 de febrero, cuando los inspectores de la ONU entregaron un nuevo inform e sobre la situación iraquí a este organism o. La declaración de los veedores estuvo lej os de ser lo que los Estados Unidos estaba esperando, entre otras cosas, teniendo en cuenta que durante la m ism a sem ana, la asesora de Seguridad Nacional del presidente George W. Bush había viaj ado a Nueva York para advertirles personalm ente a Blix y El Baradei que querían escuchar un lenguaj e dem oledor y contundente contra Bagdad.

Por el contrario, Hans Blix, señaló que: “ las inspecciones han efectivam ente ayudado a cubrir la brecha de conocim iento que se dio debido a la ausencia de los inspectores entre diciem bre de 1998 y noviem bre de 2002” y que los resultados de las m uestras biológicas y quím icas que se habían tom ado eran consistentes con la declaración de I rak” 40.

El últim o proyecto de resolución presentado por Washington a la ONU exhortó a I rak para que se desarm ara com pletam ente o de lo contrario enfrentaría un ataque m ilitar. Al no contar con los votos necesarios para la aprobación de dicha resolución, el presidente de los Estados Unidos reunió una cum bre en las islas Azores en la que se ultim ó a Saddam Hussein para que se desarm ara antes del 17 de m arzo, luego de lo cual la Casa Blanca

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anunció que aunque Hussein se fuera al exilio sus tropas ocuparían su país “ de cualquier m odo” .

Así, el m undo se pr epar ó par a ver , im pot ent e, com o el país m ás poder oso del sist em a int ernacional at acaría a ot ro alegando defender a la m ism a com unidad int er nacional que no lo r espaldaba. Después de m ar chas y cont ram archas en el Consej o de Seguridad, Washingt on decidió int erpret ar que las Resoluciones 678 y 687 –vot adas ant es y después de la Guer r a del Golfo- y la 1441, que am enazaba a Bagdad con “ gr aves consecuencias” const it uían la base legal suficient e par a el uso de la fuer za. Lo cier t o es que la Resolución 1441 había est ablecido una secuencia en dos t iem pos par a aut or izar el uso de la fuer za. I r ak se expondr ía a gr aves consecuencias en caso de incum plim ient o de sus obligaciones. Ese incum plim ient o ( de pr oducir se) debía ser infor m ado por el Pr esident e Ej ecut ivo de la UNMOVI C y por el Dir ect or Gener al de la Agencia I nt er nacional de Ener gía At óm ica ( AI EA) al Consej o de Seguridad el cual se reuniría a fin de exam inar la sit uación. Com o se señaló, no se pr oduj er on incum plim ient os por par t e de I rak y en sus present aciones ant e la ONU los inspect ores habían pedido m ás t iem po para cont inuar con sus labores.

La Com isión I nt ernacional de Jurist as, organism o consult ivo de la ONU con sede en Ginebr a, aler t ó desde el 18 de m ar zo de 2003 cont r a un at aque a I r ak sin m andat o de la ONU. “ Un at aque así ser ía ilícit o y const it uir ía una guer r a de agr esión” . “ No hay ningún fundam ent o j ur ídico posible par a una int ervención de esa nat uraleza” , declaró la com isión41. “ En ausencia de una aut or ización del Consej o de Segur idad, ningún Est ado puede r ecur r ir a la fuer za cont ra ot ro Est ado, salvo en caso de legít im a defensa, com o respuest a a un at aque arm ado” 42.

La Car t a de las Naciones Unidas afir m a solem nem ent e en su pr eám bulo: “ Nosot ros los pueblos de las Naciones Unidas, resuelt os a preser var a las gener aciones venider as del flagelo de la guer r a ( ...) y a inst aur ar m ét odos que garant icen que no se recurrirá a la fuer za de las arm as salvo en aras del int er és com ún ( ...) hem os decidido asociar nuest r os esfuer zos par a r ealizar est os designios” . Desde su ar t ículo inicial, la Car t a subr aya que el obj et ivo

41 A pesar de que el derecho internacional clásico reconocía la legalidad de la intervención en muchos casos, en el derecho contemporáneo, la prohibición de la intervención por la fuerza de las armas debe ser enunciada como un principio que no admite excepciones. En la resolución 2131 (XX) del 21 de diciembre de 1965, que comprende la Declaración sobre la I nadmisibilidad de la I ntervención en los Asuntos I nternos de los Estados y la Protección de su I ndependencia y Soberanía, la Asamblea General expresó el derecho en los siguientes términos (párrafo I ): “Ningún Estado tiene derecho a intervenir, directa o indirectamente, por ninguna razón, en los asuntos internos o externos de cualquier otro Estado. En consecuencia, la intervención armada y todas las otras formas de interferencia o de amenazas intentadas contra la personalidad del Estado o contra sus elementos políticos, económicos y culturales, están condenadas”. Sorensen, Max (1994), op. cit. Pág. 697.

42 Ramonet, I gnacio: “Una agresión ilegal”, en

Le Monde diplomatique, Edición Cono Sur, Buenos

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pr im or dial de la ONU es “ m ant ener la paz y la segur idad int er nacionales” y “ reprim ir t odo act o de agresión u ot ra rupt ur a de la paz” .

El ar t ículo 51 de la Car t a de las Naciones Unidas est ablece que un Est ado debe ut ilizar la fuer za sólo en caso de defensa pr opia o colect iva43. Lo cier t o es que la diplom acia est adounidense nunca logr ó convencer a la m ayor ía de los m iem br os del Consej o de Segur idad por qué I r ak er a una am enaza inm inent e. Tam poco había conseguido explicar por qué, pese a que no er a una am enaza inm inent e, un at aque pr event ivo est aba j ust ificado.

Washington colocó a Naciones Unidas en el peor de los escaños. El trabaj o de los inspectores enviados por la ONU fue interrum pido abruptam ente a pesar de que los j efes lograban avances y solicitaban m ás tiem po. Pero para el m undo queda otra im agen: los inspectores desarm aban a I rak, m ientras casi m edio m illón de soldados y la m ás sofisticada tecnología m ilitar esperaban en las fronteras cercanas para atacar a la nación inerm e.

Com o bien señala I gnacio Ram onet: “ Al lanzar en la m adrugada del 20 de m arzo una guerra preventiva contra I rak y al invadir ese país sin m andato de la ONU, Estados Unidos y sus aliados británicos violaron la legalidad internacional, pisotearon los principios fundam entales de las Naciones Unidas, se colocaron fuera de la ley y se com portaron inequívocam ente com o agresores”44.

El e n ga ñ o de libe r a do: la fa r sa de l r e sca t e de Je ssica Lyn ch .

En tiem pos de guerra, cuando todo recurso es bueno para m ovilizar a la población, la m anipulación de la inform ación se vuelve m oneda corriente, ya sea por la difusión de verdades a m edias, o de m entiras, obrando por om isión o propagando rum ores inverificables.

En m edio de las som brías inform aciones sobre los intensos y costosos com bates en I rak y sobre los civiles m uertos, el rescate de la soldado Jessica Lynch, de 19 años, dio un respiro a la Casa Blanca.

Los principales m edios de Estados Unidos difundieron esa historia con im presionante luj o de detalles. La versión indicaba que Jessica Lynch form aba parte de un grupo de 10 soldados estadounidenses capturados por las fuerzas iraquíes. Luego de caer en una em boscada el 23 de m arzo, la m uchacha había resistido hasta últim o m om ento disparando contra sus atacantes hasta agotar sus m uniciones. Finalm ente fue apuñalada, atada y llevada a un hospital en territorio enem igo, en Nassiriya. Una sem ana después, fuerzas especiales estadounidenses transportadas por helicópteros lograron liberarla en un operativo sorpresa, en m edio de una lluvia de

43 Carta de la Organización de las Naciones Unidas, firmada el 26 de junio de 1945 en San Francisco al terminar la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Organización I nternacional y entrada en vigor el 24 de octubre del mismo año.

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disparos y de explosiones. A pesar de la resistencia de los guardias iraquíes, los com andos lograron llegar al hospital, rescatar a Jessica y llevarla en helicóptero hasta Kuwait.

La m ism a tarde, el presidente Bush anunció a la nación desde la Casa Blanca la liberación de Jessica Lynch. “ Esto es genial” , dij o45. Por su parte, el general de división Vincent Brooks, agregó: “ Algunas alm as valientes pusieron sus vidas en peligro” 46.

Pero term inadas las operaciones bélicas, algunos periodistas –en particular de Los Angeles Tim es, de The Tor ont o St ar, de El País y del canal BBC Wor ld- fueron a Nassiriya para verificar la versión del Pentágono sobre la liberación de Jessica Lynch.

Según lo que pudieron averiguar con los m édicos que habían atendido a la j oven soldado –datos que fueron confirm ados por los m édicos estadounidenses que la revisaron luego de que fuera liberada- las heridas de Lynch no provenían de disparos sino sim plem ente del accidente que había sufrido el cam ión en que viaj aba. Tam poco había sido m altratada. Al contrario, los m édicos habían hecho todo lo posible para curarla.

En declaraciones al diario El País, el doctor Saad Abdul Razak explicó que la j oven “ había perdido m ucha sangre y tuvim os que hacerle una transfusión. Felizm ente, algunos m iem bros de m i fam ilia tenían el m ism o grupo sanguíneo que ella, cero positivo, lo que nos perm itió obtener suficiente cantidad de sangre. Cuando llegó tenía 140 pulsaciones por m inuto. Creo que le salvam os la vida” 47.

Al am anecer del 2 de abril, la irrupción de los com andos especiales equipados con una im presionante panoplia de arm as sofisticadas sorprendió al personal del hospital. Dos días antes los m édicos habían inform ado a los m ilitares estadounidenses que el ej ército iraquí se había retirado y que Jessica los esperaba. El doctor Anm ar Uday relató la escena a John Kam pfner de la BBC: “ Era com o en una película de Hollywood. No había ni un solo soldado iraquí, pero las fuerzas especiales estadounidenses utilizaron sus arm as. Disparaban balas de fogueo y se oían explosiones. Gritaban: Go! Go! Go!. El ataque contra el hospital era una especie de show…” 48.

Las escenas fueron film adas con una cám ara de visión nocturna. Según Robert Scheer, de Los Angeles Tim es, esas im ágenes fueron enviadas luego al Com ando central del ej ército estadounidense, que se hallaba en Qatar,

45 Clarín, “Estallido de júbilo en Estados Unidos por la liberación de una soldado”, 3 de abril de 2003, pág.8.

46

La Nación, “El dramático rescate de la marine capturada”, 3 de abril de 2003, pág. 4. 47

Diario El País, Madrid, 7-5-03, citado por Ramonet, I gnacio: “Mentiras de Estado”, en Le Monde diplomatique, Edición Cono Sur, Buenos Aires, año V, número 49, julio de 2003.

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para el m ontaj e. Una vez supervisadas por el Pentágono fueron difundidas por todo el m undo49.

Desde la controvertida victoria de Bush en las elecciones presidenciales de noviem bre de 2000, la m anipulación de la opinión pública se convirtió en una de las preocupaciones centrales de la nueva adm inistración. Michael K. Deaver, am igo de Donald Rum sfeld y especialista de la psy war o “ guerra psicológica” , resum ió así el nuevo obj etivo: “ Actualm ente, la estrategia m ilitar debe ser concebida en función de la cobertura televisiva ( pues) si uno logra tener a la opinión pública de su lado, nada es im posible. Sin ella, el gobierno es im potente” .

Desde el inicio de la guerra contra Afganistán, en coordinación con el gobierno británico, se habían creado en I slam abad, Londres y Washington Centros de I nform ación sobre la Coalición. Un portavoz de la Casa Blanca explicaba así la función de esas dependencias: “ Las cadenas televisivas transm iten inform ación las 24 horas del día. Así es que esos Centros les sum inistrarán inform aciones 24 horas por día, todos los días…” 50.

El 20 de febrero de 2002 The New Yor k Tim es reveló el m ás im presionante proyecto destinado a m anipular las m entes. Para llevar adelante la “ guerra de la inform ación” , y siguiendo consignas de Rum sfeld, el Pentágono había creado secretam ente una m isteriosa Oficina de I nfluencia Estratégica ( OI E) . La OI E tenía por m isión difundir inform aciones falsas para servir a la causa de los Estados Unidos. Estaba autorizada a utilizar la desinform ación, en particular en dirección de los m edios de com unicación extranj eros. El diario neoyorquino precisó que la OI E había firm ado un contrato de 100.000 dólares m ensuales con la agencia de com unicación Rendon Gr oup, ya ut ilizada en 1990 en la preparación de la Guerra del Golfo. Por ent onces, la agencia había fabricado la falsa declaración de la “ enferm era” kuwaití que afirm aba haber visto a los soldados iraquíes saquear la m aternidad del hospital de Kuwait, “ extraer los bebés de las incubadoras, y m atarlos sin piedad y tirarlos al piso” 51.

Oficialm ente disuelta luego de las revelaciones de la prensa, la OI E sin dudas se m antuvo en actividad, siendo reem plazada por otra que lleva el discreto nom bre de Oficina de Planes Especiales. La historia de la liberación de Jessica Lynch así lo confirm a y, dada su repercusión quedará en los anales de la propaganda de guerra. En Estados Unidos quizás sea considerada com o el m om ento m ás heroico del conflicto. Bush y su entorno, engañaron a los ciudadanos estadounidenses y a la opinión pública m undial.

49 Los Angeles Times, 20-5-03. Ver También La Nación, “Jessica Lynch y mentiras que matan”, 31 de mayo de 2003, pág. 4.

50

The Washington Post, 1-11-01, citado en Ramonet, I gnacio, “Mentiras de Estado”, op. cit.

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George W. Bush había bautizado “ Una década de m entiras y desafíos” al célebre inform e de acusación contra Saddam Hussein que presentó el 12 de septiem bre de 2002 ante el Consej o de Seguridad de Naciones Unidas. Sin em bargo, era esa lista de “ pruebas” presentadas por Bush la que constituyó un rosario de m entiras y un desafío concreto a la credibilidad de la ONU.

Term inada la invasión, en abril de 2003, la decisión tom ada por Estados Unidos de enviar sus propios inspectores a I rak con el obj eto de buscar arm as de destrucción m asiva introduj o la polém ica en el seno de los debates que en las Naciones Unidas se realizarían para levantar las sanciones, m edida pedida por Washington, pero acogida con reserva por París y Moscú. Ni Francia ni Rusia querían entregar un cheque en blanco a Washington, por tem or a que el levantam iento de las sanciones dej ara a la ONU sin influencia en el futuro de I rak.

Por otra parte, fuentes diplom áticas en París, señalaron que la decisión de Estados Unidos de enviar sus propios inspectores dem ostraba que Washington no deseaba el regreso de los inspectores de la ONU a I rak y representaba, adem ás, un “ desaire” a Hans Blix, j efe de los inspectores.

El propio Hans Blix, en su prim era crítica directa a Estados Unidos, acusó al gobierno del presidente George W. Bush de presentar pruebas falsas en contra de I rak con el fin de conseguir respaldo para la invasión y de utilizar com o excusa el desarm e de Saddam Hussein para ocupar el país. Blix llam ó la atención sobre “ la habilidad de los servicios de inteligencia anglo-norteam ericanos para m ostrar evidencia falsificada” , com o la acusación de que el régim en de Saddam Hussein había intentado com prar uranio, que se basó en docum entos falsos. Según Blix, “ es sorprendente que no lograran determ inar que aquella evidencia era falsificada” . “ Estoy convencido de que el m undo y el Consej o de Seguridad, que se preocuparon ( por el desarm e de I rak) durante diez años, querrían una inspección y una verificación que sea independiente y que provenga de una institución autorizada por el conj unto de la com unidad internacional” , agregó el diplom ático, en referencia a las inspecciones que estaban realizando sobre el terreno expertos norteam ericanos52.

Las arm as de destrucción m asiva iraquíes fueron desde un principio m otivo de una polém ica en la que, de un lado, Estados Unidos probaba su existencia con evidencias de dudosa procedencia, y por el otro, los inspectores de la ONU aseguraban no hallar nada. A m ediados de m ayo de 2003, el equipo norteam ericano de inspectores de arm as tuvo que abandonar I rak con las m anos vacías. El llam ado Grupo de Tareas 75, tal com o fue form alm ente conocido, había sido calificado com o el principal com ponente del plan de la Casa Blanca para descubrir y m ostrar las arm as iraquíes presuntam ente ocultas por el régim en derrocado.

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En un clim a de frustración oficial, el equipo no pudo encontrar lo que había descrito el secretario de Estado, Colin Powell, el 5 de febrero de 2003. Una verdadera requisitoria que brindaba una serie de precisiones sobre los vínculos entre I rak y Al Qaeda, a la que se sum aban cientos de toneladas de agentes quím icos y biológicos; m isiles cargados con sustancias prohibidas y evidencias de un program a en m archa para construir una bom ba nuclear.

Sin em bargo, unos días antes del inform e de Powell al Consej o de Seguridad, los diarios estadounidenses habían revelado que en la CI A y el FBI se habían sorprendido ante las afirm aciones perentorias de los m iem bros del gobierno. Algunos funcionarios de la CI A se habían quej ado de la exageración de los resultados de sus investigaciones sobre I rak, especialm ente sobre los vínculos potenciales con el terrorism o53.

Más de un año después, se com probaba que los dos argum entos principales que j ustificaron el inicio de la guerra por parte de Estados Unidos eran falsos: no se encontró ninguna arm a de destrucción m asiva ni existían vínculos con Al Qaeda. Frente a esta realidad, en varias oportunidades los gobiernos estadounidense y británico intentaron desviar las críticas hacia los servicios de inteligencia, cuando fueron precisam ente los m iem bros de estos dos gobiernos quienes realizaron lo que aparece com o una operación de m anipulación.

La controvertida saga de las arm as de destrucción m asiva iraquíes escaló a un nivel inesperado cuando, en una entrevista con la revista Vanit y Fair, el núm ero dos del Pentágono, Paul Wolfowitz, reconoció que el tem a sólo fue un pretexto para que “ todo el m undo se pusiera de acuerdo” para intervenir en el país árabe. “ Por razones burocráticas, nos pusim os de acuerdo sobre un punto, el de las arm as de destrucción m asiva, porque era en lo único en que todo el m undo estaba de acuerdo” , afirm ó Wolfowitz sólo un m es después del final de las hostilidades54.

Poco antes la Casa Blanca, a través de Donald Rum sfeld había salido a la palestra para tratar de detener un escándalo en ciernes. “ Puedo asegurarles que esta guerra no fue llevada a cabo baj o ningún pretexto falso” . “ Creíam os en ese entonces com o creem os ahora que los iraquíes tenían arm as quím icas, biológicas y un program a nuclear, aunque no arm as necesariam ente” , declaró Rum sfeld.

Los funcionarios de la adm inistración Bush no eran los únicos que cruzaban los dedos para que alguna arm a prohibida apareciera en el desierto iraquí. El prim er m inistro británico, Tony Blair, tam bién tuvo que salir al paso de unas inform aciones de la cadena BBC, en las cuales un agente de espionaj e británico aseguraba que el gobierno de Londres había m odificado un inform e del servicio secreto sobre el arm am ento iraquí. El Parlam ento británico, por

53 Adam, Bernard, “Mentiras de guerra y aumento de la inseguridad”,

Le Monde diplomatique, Edición Cono Sur, Buenos Aires, año V, número 58, abril de 2004.

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su parte, acusaba virtualm ente a Blair de haber m entido con inform es de inteligencia “ fraguados” sobre que I rak tenía arm as de destrucción tan letales, que en sólo 45 m inutos podían ser activadas y arrasar con las tropas aliadas.

En Estados Unidos, aunque de m odo m ás lento, com enzaba a suceder lo m ism o que en Gran Bretaña. Fuentes de la CI A –la Agencia Central de I nteligencia- reprocharon el accionar de Rum sfeld y del vicepresidente Dick Cheney. Am bos, dij eron, pusieron una enorm e “ presión” sobre la CI A para que la inteligencia que ésta producía sobre I rak se aj ustara a las “ necesidades políticas” de una guerra que estaba decidida m ucho antes de que se lanzara el prim er m isil inteligente55.

En m edio de la creciente polém ica por las denuncias de que Estados Unidos y Gran Bretaña habrían exagerado la am enaza de las arm as para j ustificar la guerra, el presidente norteam ericano, George W. Bush, prom etió revelar pronto al m undo “ la verdad sobre las arm as de destrucción m asiva” del régim en de Saddam Hussein. “ Encontrarem os las arm as y m ostrarem os la verdad al m undo. Pero una cosa es segura: ningún grupo terrorista recibirá arm as de exterm inio del régim en de I rak porque éste ya no existe m ás” , advirtió Bush56. La intervención de Bush se produj o en m om entos en que

tanto el gobierno estadounidense com o el británico afrontaban cada vez m ás presión por la falta de hallazgos de arm as de destrucción m asiva en I rak, cuya supuesta existencia fue el principal argum ento de Washington y Londres para desencadenar la invasión.

Un día después de que el presidente George Bush prom etiera dar a conocer “ la verdad” sobre el arm am ento iraquí no convencional, nuevas revelaciones com prom etieron aún m ás a los gobiernos de Estados Unidos y de Gran Bretaña. En este sentido, un inform e del Pentágono había advertido en septiem bre de 2002 que no había elem entos que probaran de m anera “ confiable” la existencia de arm as de destrucción m asiva en I rak, según reveló la prensa norteam ericana, m ientras que en Londres trascendió que el gobierno de Blair había m odificado en hasta seis oportunidades un inform e secreto sobre las arm as iraquíes, con el fin de reforzar la idea de la “ necesidad de una guerra” .

Paralelam ente, adem ás, se m ultiplicaron las declaraciones de ex inspectores de la ONU que cuestionaban las afirm aciones de Washington y Londres para iniciar el ataque. Al respecto, el j efe de los inspectores de la ONU, el sueco Hans Blix, declaró a la cadena británica BBC su decepción por la calidad de la inform ación aportada por los servicios de inteligencia británico y estadounidense y reiteró que “ no se halló nada” en I rak57.

55 Cardoso, Oscar, “Mentiras y secretos de una guerra”,

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El 8 de j unio de 2003, en m edio de las crecientes dudas sobre la existencia de arm as de destrucción m asiva en I rak, el gobierno británico adm itió que “ hubo fallas” en los inform es de inteligencia que presentó al público para j ustificar la guerra. Alastair Cam pbell, director de com unicaciones del prim er m inistro Tony Blair, se disculpó por escrito con el j efe del servicio de inteligencia MI 6, sir Richard Dearlove, por uno de sus controvertidos dossier s sobre el régim en de Saddam Hussein, prom etiéndole “ ser m ás cuidadoso” en el futuro.

El polém ico inform e, dado a conocer en febrero de 2003, se basaba, según el gobierno, en inform aciones del MI 6. Sin em bargo, poco después, Dowling Street tuvo que reconocer que el dossier había sido copiado en parte de la tesis de un estudiante californiano, escrita hacía 12 años y baj ada de I nternet.

Pero frente al tím ido reconocim iento del gobierno británico, en Estados Unidos, el secretario de Estado norteam ericano, Colin Powell, y la consej era de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, desm intieron enérgicam ente las acusaciones sobre la presunta m anipulación de inform es de inteligencia para j ustificar la guerra. Am bos funcionarios aseguraron que las afirm aciones sobre la existencia de arm as quím icas en I rak estaban basadas “ sobre sólidos inform es” y pidieron paciencia en la investigación58. Colin Powell, por

su parte, culpó a la prensa por el “ sinsentido” de calificar a los inform es de inteligencia oficiales sobre arm as en I rak de “ fraudulentos” . “ El pueblo estadounidense está m uy seguro” de la veracidad de esos inform es, dij o el funcionario, en una conferencia de prensa a la salida de los estudios televisivos de la Fox New s59.

El cruce de palabras entre la CI A y el gobierno de Bush alcanzó el otro de los controvertidos puntos que por entonces m ás inquietaban a la Casa Blanca, la conexión Hussein- Al Qaeda. En octubre de 2002, en un discurso en Cincinnati, en el cual intentó ganar el apoyo parlam entario para una resolución que autorizara la guerra, el presidente Bush había declarado que el gobierno de Saddam Hussein representaba una am enaza inm ediata para los Estados Unidos y subrayó que había pruebas de sus vínculos con Al Qaeda. Sin em bargo, según analistas de inteligencia y fuentes

58La Nación, “Londres admite ‘errores’ sobre I rak”, 9 de junio de 2003.

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parlam entarias estadounidenses, el inform e Evaluación de I nteligencia Nacional ( NI E, por sus siglas en inglés) al que tuvieron acceso cuando todavía era secreto, describía un cuadro m ucho m enos claro que el presentado por el presidente en cuanto a la vinculación entre I rak y la red terrorista.

El discurso presidencial había cristalizado la afirm ación de que la com binación de arm as quím icas y biológicas de I rak y una organización com o Al Qaeda planteaba un peligro grave e inm inente. En cuatro días, la Cám ara baj a y el Senado habían respaldado de m anera aplastante una resolución que autorizaba al presidente a ir a la guerra.

Si bien Bush presentó esencialm ente pruebas circunstanciales, sus observaciones no contenían ninguna de las advertencias sobre la fiabilidad de esta inform ación contenidas en el docum ento de inteligencia nacional.

Bush se defendió y calificó a sus críticos de “ historiadores revisionistas” . “ Los servicios de inteligencia de m uchos países llegaron a la conclusión de que ( I rak) tiene arm as ilegales, y el régim en se negó a dar pruebas de que han sido destruidas” , dij o Bush60.

Asim ism o, días m ás tarde, el presidente norteam ericano no dudó y responsabilizó a la CI A de haber aprobado la inclusión de un dato falso en su discurso, que se refería a los intentos de I rak para com prar uranio en Níger para fabricar arm as nucleares. Por su parte, el director de la CI A, George Tenet, adm itió que la agencia se equivocó al perm itirle a Bush que le com unicara al pueblo norteam ericano que I rak buscaba m aterial nuclear en África. “ Esas 16 palabras nunca debieron ser incluidas en el texto escrito por el presidente” , adm itió Tenet61.

La estrategia de la Casa Blanca de cargarles a la CI A y a Tenet toda la responsabilidad sobre el uso de esos datos falsos surgió en m om entos en que Bush era blanco de fuertes ataques de los precandidatos presidenciales dem ócratas que exigían una investigación independiente sobre cóm o fue el m anej o de inteligencia que había j ustificado la invasión a I rak.

En m edio de la fuerte polém ica por el presunto uso de inform ación falsa, el presidente norteam ericano, George Bush, y el prim er m inistro inglés, Tony Blair, cerraron filas el 17 de j ulio de 2003, durante una reunión en Washington en la que hicieron una fuerte defensa de su decisión de ir a la guerra y en la que intentaron enterrar definitivam ente la controversia de las arm as de destrucción m asiva. En una conferencia de prensa conj unta en la Casa Blanca, Bush y Blair se unieron en defensa del trabaj o de los servicios

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de inteligencia de sus dos países sobre las presuntas arm as de exterm inio iraquíes62.

“ Consideram os genuinos los inform es que recibim os de la inteligencia británica. Apoyam os esos datos de inteligencia” , dij o Blair. “ No tengo absolutam ente ninguna duda de que aparecerá la prueba ( de la existencia) de arm as de destrucción iraquíes. En las próxim as sem anas y m eses vam os a dar form a a estas pruebas y las presentarem os a continuación” , afirm ó.

Bush, por su parte, expresó que los inform es eran datos de “ inteligencia sólidos” y criticó a “ los escépticos” que sólo apuntaban a la frase que había pronunciado en su discurso sobre el estado de la Unión sobre el intento de I rak de com prar uranio en África. “ Él ( Saddam ) era una am enaza. Me responsabilizo por haber enfrentado esa am enaza” , señaló Bush y sum ándose a las declaraciones de Blair agregó con un razonam iento que invierte la prueba: “ No se ha probado que estem os equivocados… Les presentarem os la inform ación sobre las arm as cuando las hallen” 63.

Cuando las fuerzas m ilitares que ocupan I rak no lograron desenterrar las arm as de destrucción m asiva que supuestam ente j ustificaban la invasión, la posición del gobierno pasó de la “ certeza absoluta” de que I rak poseía ADM en una escala que exigía una intervención m ilitar inm ediata, a la afirm ación de que los cargos levantados por Estados Unidos se j ustificaban “ por el descubrim iento de equipos que potencialm ente podrían ser em pleados para la producción de arm as” . Altos funcionarios propusieron “ refinar el controvertido concepto de guerra ‘guerra preventiva’” para otorgarle a Washington el derecho de em prender acciones m ilitares “ contra el país que posea arm as letales en cantidades m asivas” . La revisión “ indica que ahora la adm inistración actuará contra cualquier régim en hostil que tenga apenas la intención y la capacidad de desarrollar [ ADM]64

A m ás de un año de que George W. Bush anunciara el final de las operaciones m ilitares en I rak, una a una han term inado de caer las pruebas con las que el presidente norteam ericano y su par, el prim er m inistro inglés, Tony Blair, j ustificaron la invasión a ese país. Su decisión se ha cobrado ya m iles de vidas, sacudió la integridad del sistem a de Naciones Unidas,

62 Como el ejército de ocupación nunca encontró las famosas armas de destrucción masiva, la posición de la administración Bush pasó de la “certeza absoluta” de que I rak las tenía, a la idea de que “el descubrimiento de equipamiento potencialmente utilizables para fabricar armas” justificaban las acciones lanzadas. Autoridades de alto rango propusieron entonces un “ajuste” del concepto de guerra preventiva que autorizaba a Estados Unidos a atacar “a un país que posee armas mortales en gran cantidad”. Esta modificación “propone que la administración estadounidense actúe contra todo régimen hostil susceptible de querer y poder producirlas”. De modo que la principal consecuencia de la falta de fundamentos para las acusaciones invocadas para justificar la invasión fue el relajamiento de los criterios que autorizan el recurso a la fuerza. Chomsky, Noam, “El mejor de los mundos, según Washington”, en Le Monde diplomatique, Edición Cono Sur, Buenos Aires, año V, número 50, agosto de 2003.

63

La Nación, “Bush y Blair justificaron la guerra”, 18 de julio de 2003.

64 Dana Milbank, Washington Post, 1 de junio de 2003. Guy Dinmore, James Hardihg y Cathy Newman,

Referencias

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