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Un fic de Maca Esther

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Academic year: 2018

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Un fic de Maca & Esther

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De brazos cruzados y algo desesperada por todo el tiempo que llevaba de aquella misma manera, miraba de nuevo el reloj, su hora de ir a trabajar se acercaba haciendo caso omiso de sus suplicas silenciosas.

Girando sobre sus talones clavaba la vista en la espalda de grande dimensiones que a unos metros seguía en la misma posición. Únicamente se escuchaba el sonido del hierro chocar y algunos tortillos y herramientas caer. A esas alturas debería estar lista, por lo que apretando los labios comenzaba a caminar hasta él mientras ya tomaba el aire necesario para hablar. -¿Me vas a tener aquí toda la mañana? Porque te recuerdo que me dijiste para ayer y tengo que ir a trabajar.

-Ya acabo. Parecía más sencillo de lo que es en realidad.

-Pues date prisa, por favor. –hablaba una vez más sin moverse de allí, pero suspirando antes de erguirse y mirar a su alrededor.

Más de veinte minutos después conseguía subirse sobre el asiento de su moto, arrancando el motor en cuestión de un instante para comprobar que el sonido de este volvía a ser el mismo. Sonriendo aceleraba sin soltar el freno.

-¿Contenta?

-Gracias, Mariano. –sin más salía de allí para incorporarse al tráfico, uno que ya era complicado de evitar en cualquier punto del centro, aunque no para ella mientras zigzagueaba entre los vehículos sin borrar su sonrisa.

A falta de dos minutos para que empezase su turno ya se deshacía del casco para caminar con prisa hasta la entrada, esquivando a las personas que salían en dirección contraria a la suya. Ya sobre el mostrador soltaba una bocanada de aire dejando ver su estado a quien a medio metro la observaba en silencio desde que llegase.

-¿Empiezas el día con prisas? –preguntaba deslizando la hoja que debía firmar.

-Llevo una hora en el taller esperando a que me devuelvan la moto. Y he tenido que venir como una loca para no hacerlo tarde.

-No seas tan exagerada. –negaba colocándose las gafas- Javier quiere que pases por su despacho antes de empezar.

-¿Está de buen humor? Porque no estoy para aguantar chorradas esta mañana. -Yo lo veo como siempre, hija. –respondía dejadamente y encogiéndose de hombros.

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Ataviada con su uniforme y colocándose el fonendo alrededor del cuello volvía a salir. Sonriendo como saludo a algunos compañeros cuando ya llegaba hasta la puerta del despacho, una que golpeaba un par de veces avisando de su llegada antes de abrir.

-¿Querías verme?

J: Sí, Maca. Pasa. –asentía bajando de nuevo la vista sin poder ver cómo tomaba asiento frente a él- En el turno de anoche llegó un niño que me gustaría que vieses.

M: ¿Por qué?

J: No me he quedado muy contento con el informe del turno anterior. Me fio mas de ti. –la pediatra enarcaba una ceja exceptiva- ¿Lo harás?

M: Claro. –asintiendo apretaba los labios- ¿Algo más?

J: Solo era eso, gracias. Busca a Héctor y que te acompañe, él sabe quién es. M: Está bien, hasta luego.

El ritmo del aquel día seguía su curso, parecía que las constelaciones se habían unido para no darle un respiro y que así no abandonase el ritmo que apenas le dejaba pararse a respirar. Firmando un alta caminaba hasta la entrada de urgencias, escuchando el barullo a su alrededor, las camillas ir y venir, los médicos y enfermeras corriendo para liberar cuantas camas fuera posible a la espera de los heridos del accidente del que ya estaban avisados. M: Toma, Teresa. El de la cortina cinco, ahora viene a por ella.

T: Vale. ¿Menudo día, no? Yo no doy a basto y me empiezo a volver loca. –sin haber dejado de moverse iba de un lado a otro haciendo que la pediatra sonriese- ¿Qué?

M: Tranquila, mujer. Que a ese ritmo te va a dar algo y voy a tener que llevarte en camilla. T: Deja, deja. –sacudía la cabeza- Por cierto, busca a Alicia que tiene que venir y la he llamado ya tres veces.

M: Está en quirófano con Claudia, no puede venir.

T: ¡Muy mal! –se detenía entonces mirándola- ¿Nadie me lo podía decir? Porque tengo a la pobre esperando ya más de media hora.

M: ¿A quién? –frunciendo el ceño miraba a su alrededor sin entender a qué se refería.

T: ¿Pues sabes qué? Te vas a encargar tú. –cerrándose la bata sobre el pecho salía del mostrador para ir junto a ella y agarrarse a su brazo cuando ya caminaban hacia la sala de espera.

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fija en la pantalla, más bien con ansiedad cuando parecía incluso morderse el labio inferior con frustración.

T: Perdona que te haya hecho esperar tanto. –su rostro se alzaba sorprendido y cruzándose por primera vez con los ojos de una Maca que sonreía mirándola aun.

-Ah. –se levantaba con rapidez- No, tranquila. Si no pasa nada. –guardaba de forma atropellada su teléfono para después quedar de forma erguida frente a ambas compañeras. T: La chica que te iba a enseñar todo esto está ocupada, operando vamos… y no puede acompañarte, así que lo hará Maca.

M: Un placer. –extendiendo su mano seguía mirándola, viendo como estiraba la suya al ver que había tardado más de la cuenta.

E: Esther.

T: Pues un placer, Esther. –obligando a que aquella unión desapareciese, se precipitaba sobre ella para darle dos besos.

M: Teresa, vas a asustar a la pobre chica en su primer día. –sonreía mirándola y viendo como su rostro reflejaba la impresión de aquel gesto- Déjala, venga… que tenemos que hacer ruta turística.

T: Sí, sí. Que hoy hay mucho jaleo. Ella se encarga de ti.

Marchándose las dejaba en aquella sala, Esther seguía mirándola mientras la pediatra sonreía observándola.

M: ¿Enfermera?

E: Enfermera. –asentía mirándola.

M: Pues has elegido el mejor día para venir al hospital. Si terminas el día sin perder la cabeza este será tu sitio. –sonreía dejando sus manos atrás antes de dar un primer paso- ¿Vienes?

Lo que debería haber sido un paseo tranquilo, había pasado a ser una ruta acelerada para que supiese mínimamente donde estaba cada zona. Maca intentaba explicarlo todo de forma lenta y concisa no queriendo agobiarla, aunque el rostro de la enfermera reflejaba exactamente el estado contrario.

M: Mucha información ¿Verdad? –la miraba pinzándose el labio e intentando no sonreír. E: No, no. –miraba su alrededor- Cortinas, farmacia, lencería, box, rotonda… -repetía mientras miraba cada lugar conforme lo nombraba- Creo que puedo. –suspiraba.

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J: Os estaba buscando. –miraba a la enfermera- Javier, director del hospital. –extendía su mano.

E: Esther, nueva enfermera. –tanto Javier como Maca sonreían mirándola.

J: Gracias por haberte ocupado de ella, Maca. Iba a hacerlo yo pero cuando llegué ya me dijo Teresa que…

M: Nada, ha sido un placer. –la miraba durante un segundo antes de volver su vista al frente- Iba a llevarla al vestuario, esto empieza a ser una locura.

J: Por eso venia. –la miraba- Quiero que esté contigo hoy. –la señalaba mirando después a la enfermera- Ya que más o menos os conocéis estará más cómoda y…

M: Vale, ningún problema. –asentía. J: ¿Vale? –preguntaba entonces a Esther. E: Claro.

J: Bien. Pues… suerte. –tocando su hombro durante apenas dos segundos caminaba de nuevo dejándolas atrás.

E: Parece simpático.

M: Exacto. Lo parece. –sonriendo negaba mínimamente antes de volver a caminar- Vamos, que hoy hay mucho trabajo.

E: Estoy impaciente.

Tras unos cuantos metros llegaban hasta el vestuario, Maca buscaba la taquilla con su nombre para dejarla entonces a solas para que se cambiase, esperando en la puerta y de brazos cruzados mientras se miraba la punta de los zapatos.

-¿Qué haces ahí parada con todo el follón que tenéis en urgencias? –la pediatra alzaba la vista encontrándose con Claudia.

M: Esperando a la nueva adquisición, Javier la ha dejado conmigo hoy para que se habitúe. Cl: Ah. –asentía- Pues nada, suerte. –sonreía- Y acuérdate de que esta noche hay cena en mi casa.

M: Lo sé, lo sé. Entre Cris y tú no se me olvida, tranquila. –sacudía la cabeza sin dejar de mirar a su amiga.

El reloj parecía no tener fin. Los heridos entraban uno tras otro sin dejar un respiro a ningún miembro de urgencias. Los pasillos permanecían abarrotados de camillas y sillas de ruedas que no permanecían en el mismo sitio más de unos minutos. Todo resultaba frenético.

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6 E: Listo.

M: Perfecto. –sonriendo terminaba de anudar la seda para mirar entonces la cara del pequeño- ¿A que no te ha dolido?

-No.

M: Porque estás hecho un hombre. –girándose dejaba espacio para que Esther pasase a tapar la herida mientras ella se quitaba los guantes- Y como te has portado muy bien te doy tu premio. –metiendo la mano en el bolsillo sacaba un caramelo- ¿Te gusta de fresa? –le veía asentir- Pues toma.

-Gracias.

M: Esther, ¿lo llevas con su madre y le das el alta? Ya he apuntado la medicación y que pida cita en una semana en su ambulatorio.

E: Vale.

Saliendo del box comprobaba entonces que la tranquilidad parecía hacer acto de presencia por primera vez aquella mañana. Suspiró antes de ir a rotonda, la pizarra ya estaba casi vacía y ningún niño necesitaba de su presencia.

M: Genial. –sonriendo se giraba, viendo como Esther ya se acercaba a ella- ¿Te apetece un café? A mí sí, y es el momento perfecto para descansar.

E: Bien, porque mi estómago ya pide algo sólido. M: No se hable más.

Nada más llegar comprobaban como no habían sido las únicas en encontrar un hueco para almorzar. La pediatra iba directa hacia la barra para servir un par de cafés mientras la enfermera miraba lo que podría llevarse al estómago. Decantándose finalmente por una palmera de chocolate.

M: Píllame a mi otra, anda. E: Claro.

Con todo listo para tomar caminaban de nuevo, Esther siempre tras ella cuando veía como se dirigía hasta una mesa al fondo, donde una mujer de pelo oscuro leía el periódico.

M: Te vamos a hacer compañía. –tomaba asiento- Esther, ella es Claudia, neuróloga de urgencias.

E: Encantada. –se aproximaba para darle dos besos.

Cl: Igualmente. –sonreía sentándose después y mirando a la pediatra durante un segundo- ¿Te ha tratado bien?

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M: Yo las trato mejor que nadie, Claudia. Me ofende que lo pongas en duda a estas alturas. – removiendo su café bajaba la vista.

Cl: Solo preguntaba. –miraba entonces a la enfermera- ¿Qué tal el primer día? ¿Volverás mañana o prefieres no volverte loca tan joven?

E: Está siendo de locos, pero me gusta. –tras dar un trago de su café empezaba a comer. Cl: ¿Dónde trabajabas antes?

E: En el hospital de mi pueblo, mucho más pequeño que esto y por supuesto más tranquilo. Me he mudado hace poco.

Mientras comenzaba a relatar lo que la había llevado a la capital, la pediatra se dedicaba a mover la cuchara en el interior de su café sin perder de vista un solo segundo su rostro. Sonriendo mínimamente al final y antes de bajar la vista para dar un trago.

Vestida de nuevo con su ropa miraba su móvil antes de salir del vestuario y encaminarse hasta la entrada de urgencias. Un mensaje de texto la hacía sonreír cuando ya llegaba al mostrador. T: ¿Primeras impresiones?

Aquella pregunta le hacía elevar la vista hasta Teresa, que ya le ofrecía la hoja de registro para firmar su salida.

E: Me gusta como trabajáis aquí. No da tiempo a aburrirse. –sonreía. T: ¿Maca te ha tratado bien?

E: Muy…

M: Otra que pone en duda mi capacidad de atención con los nuevos. –negando cogía el bolígrafo de los dedos de la enfermera para firmar también- ¿A qué te has sentido siempre tranquila y a gusto con la pediatra más simpática que has conocido? –sonreía mirándola. E: Eh… -miraba a una y a otra- Sí.

M: ¿Ves? –Teresa chasqueaba la lengua haciéndola reír- Hasta mañana, chicas. Que me esperan y no puedo llegar tarde.

E: Hasta mañana. –mirándola durante unos segundos se giraba de nuevo- Hasta mañana, Teresa.

En el vagón de metro miraba la hora, estaba deseando llegar a casa y descansar. Había sido realmente un día duro, y aunque era cierto que le había gustado, aun debía habituarse a esa forma de trabajar. Había pasado de la tranquilidad más absoluta a la locura.

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-¡En la cocina! –siguiendo la voz sonreía de nuevo, y nada más cruzar la puerta iba hasta el cuerpo que permanecía de espaldas a ella.

E: Hola. –saludaba entonces abrazándole.

-¿Qué tal el primer día, cariño? –girándose la abrazaba también antes de dejar un primer beso en su frente para después separarse y mirarla.

E: Muy bien. He estado todo el turno con la pediatra, pero ha habido un accidente y ha sido una mañana de locos. –tras un pequeño beso en los labios se separaba para mirar lo que estaba preparando- Qué bien huele.

-La mesa ya está puesta, así que si quieres darte una ducha rápida o cambiarte estas a tiempo. E: Tengo que llamar a mi madre antes.

-Vale, cariño.

Saliendo de la cocina ponía rumbo fijo al salón, concretamente al pequeño sofá junto al teléfono para después comenzar a marcar y esperar a que descolgase al otro lado.

En: ¿Si?

E: Soy yo, mamá. Que ya he llegado. –estiraba las piernas sintiendo como la tensión seguía presente.

En: ¿Qué tal ha ido el primer día? Se te nota voz de cansada.

E: Ha estado bien, no he parado un segundo. Es normal, se trata de urgencias y ahí no se para… además se ve que he llegado en un día movidito.

En: Bueno, pues poco a poco. Que encontrar trabajo hoy está difícil. Tú aguanta lo que sea y a ver si están contentos contigo. –la enfermera sonreía mientras negaba mínimamente- ¿Rubén está contigo?

E: Está haciendo de comer. Así que te dejo y le echo una mano. En: Vale, hija. Llámame mañana si eso.

E: Claro, mamá. –suspiraba al mismo tiempo en que veía entrar a Rubén con ambos platos y una sonrisa- Hasta luego.

Colocándose las botas escuchaba su voz alzándose de nuevo, lo que la hacía chasquear la lengua y levantarse con prisa para ir hasta el armario y sacar su cazadora. Un minuto después salía hacia el pasillo encontrándola de brazos cruzados junto a la puerta.

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M: ¿Tanta prisa tienes? –caminaba de nuevo con una sonrisa, cogiendo las llaves del coche y sus llaves- No vamos al Palace.

C: No me gusta llegar tarde. –suspiraba saliendo del piso y llegando al ascensor- Tenias que haberte duchado antes.

M: No lo creo. –dándole un pequeño beso conseguía que se quedase en silencio pasando antes- Vamos bien. Nos esperaban a las nueve.

C: Vale.

M: No te enfades, tonta. –de nuevo la besaba dejándole paso esa vez para que saliese antes- De verdad que vas a tener un mal día, eh. Pensaba que bromeabas.

C: Tú es que te lo tomas todo a broma.

M: Uis… que esto me suena a discusión y yo no tengo ninguna gana. –arrastrando la ultima vocal con lo que le quedaba de aire, llegaba al coche para abrirlo y sentarse frente al volante- Maca está de buen humor y no va a discutir.

C: Yo no he dicho que vaya a discutir. –se cruzaba de brazos después de colocarse el cinturón. M: Hoy ha llegado una enfermera nueva, es simpática. –salía del garaje incorporándose- Además de buena enfermera.

C: Me alegro.

M: Vale, ya me callo. –suspirando se incorporaba al tráfico, deteniéndose casi al instante por un semáforo.

En silencio comenzaba a dejar pequeños golpes en el volante, tarareando alguna canción que había recordado y mirando al frente mientras esperaba que la luz cambiase para pisar el acelerador. Así seguía cuando sentía los labios de Cris llegar a su mejilla.

C: Perdona. Te estoy dando la noche.

M: Tampoco te creas tan buena. –la miraba con una pequeña sonrisa.

C: ¿Entonces es simpática la enfermera esa nueva? Me dijiste que Javier no quería contratar a nadie más para urgencias.

M: Ya, no sé que le habrá picado. Pues eso, que es simpática… vivía en el pueblo donde nació y se ha mudado hace poco aquí a Madrid.

C: Pues ya la veré.

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unos minutos, y el incesante movimiento de los dedos en su pelo estaban terminando de hacer el trabajo.

E: Me voy a quedar frita.

R: Pues deberías hacerlo. –apenas susurraba junto rostro- Si quieres te puedo llevar en brazos a la cama cuando lo hagas.

E: También podíamos ir ya y no esperar a que me duerma. –girando la cabeza lo miraba entonces- Me gustaría dormirme en mi cama y no tener que hacer movimientos bruscos en el camino.

R: ¿Movimientos bruscos? ¿Estás insinuando que no puedo llevarte a la cama con toda la tranquilidad del mundo?

E: No, cielo. –negando decidía echarse sobre su pecho y abrazarle.

R: Ahora verás. –cogiéndola en cuestión de un segundos se ponía en pie arrancando una carcajada de la enfermera, que ya se aferraba a su cuello por no caer al suelo- ¿Qué decías, eh?

E: ¡Me vas a tirar al suelo! ¡Y cómo me tires al suelo vas a dormir en el sofá un mes entero! Entraban en casa pasadas las doce. La primera era la pediatra que dejaba las llaves y la cazadora antes de caminar hasta el dormitorio. Nada más llegar se sentaba en la cama para desprenderse de las botas y dejarse caer después sobre la cama.

C: ¿Estás cansada?

M: Sí. –asentía ya con los ojos cerrados y sintiendo el peso de su cuerpo sentarse sobre ella- Muy cansada.

C: ¿Te duelen los pies? –inclinándose llegaba hasta su rostro, concretamente a su oreja para atraparla entre sus labios- Puedo darte un masaje.

M: Mmm. Me encanta esa idea. –sonriendo la abrazaba para girarse, quedando ambas de lado- Pero prefiero dormir. Porque voy a caer en un segundo.

C: ¿Entonces dormimos?

M: Dormimos. –asintiendo terminaba por besarla antes de ponerse en pie- Voy al baño. Después de cepillarse los dientes y peinarse se sentaba en la banqueta, quitándose los calcetines para masajeárselos durante un momento, lo que le hacía soltar un pequeño suspiro antes de cerrar los ojos y acodarse entonces sobre sus rodillas.

Su mente se quedaba en blanco durante unos segundos, no los suficientes cuando en su memoria se reproducían imágenes de aquel día.

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C: Te pongo ya el despertador. Que yo me voy muy temprano y seguro que ni te das cuenta. M: Vale.

Girando las llaves de la moto entraba por el muelle. Sonriendo al ver a Teresa enfrascada en algún tipo de discusión con uno de los celadores, una que acababa cuando ya se disponía a firmar.

M: Veo que has llegado con fuerzas, Teresa. –hablaba sin mirarla.

T: Hoy mi humor está lo suficientemente torcido para que no me calle cuando un listillo quiere encasquetarme un problema que no es mío.

M: Di que sí. –asentía con fuerza para terminar riendo al ver el rostro de su compañera- No te enfades, Teresita. –pasando a su lado dejaba un beso en su mejilla- ¿Han llegado todos? T: Los que tenían que llegar sí.

M: Pues voy cambiándome. Que si no empiezo pronto me va a entrar el sueño que dejé en la cama hace una hora.

Después de ponerse el uniforme salía hacia rotonda, esperando tener algo que hacer nada más llegar y no tener así que ir a su despacho para encerrarse entre historiales e informes. Ya frente a la pizarra no alcanzaba a leer cuando escuchaba una risa que le hacía girarse para buscar su procedencia. Tras unos segundos sus ojos encontraban el rostro de Alicia también sonriente frente a Esther.

Con una sonrisa se acercaba hasta ellas observando como la enfermera la veía llegar y la miraba llamando también la atención de Esther.

M: Buenos días, chicas.

Al: Hola, Maca. –contestaba abrazaba a unas carpetas- ¿Has dormido? Menudas ojeras que tienes.

M: He dormido poco. –sonreía metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón antes de mirar hacia la derecha- Hola, Esther.

E: Hola.

M: ¿De qué os reíais? –miraba a una y a otra sucesivamente y viendo como otra vez reían- Debe ser gracioso.

Al: Estaba contándome una cosa de su novio. –la pediatra alzaba ambas cejas antes de volver a mirarla.

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E: Sí, vivo con él. –asentía con otra pequeña sonrisa- Nos mudamos porque lo trasladaron aquí y decidí venir con él.

M: Qué bien. –asentía también- ¿Lleváis mucho? E: Unos años.

Sin cambiar su postura miraba entonces a Alicia, que a su vez miraba a Esther antes de regresar a la pediatra que miraba de nuevo a la enfermera.

M: Voy a ver qué puedo hacer por aquí y si hoy me gano el sueldo.

Al: Hay un niño esperando con su madre, creo. –alzaba la voz consiguiendo que detuviese sus pasos y se girase.

M: ¿Vienes conmigo?

Al: No puedo, tengo que ir a rayos a por unas pruebas de Héctor. Puede ir Esther. –la miraba. E: Claro.

M: Vamos.

Permanecían en el box con un niño de apenas un par de años. La pediatra estaba sentada a su lado y sobre una banqueta mientras examinaba su oído intentando a la vez producir las menos molestias posibles al pequeño.

M: Eso de mudarse de ciudad por tu pareja quiere decir mucho de ti.

La enfermera, que intentaba que el niño no se moviese, giraba su rostro sorprendida por las palabras que Maca dirigía a ella sin haber empezando antes ningún tipo de conversación. E: Supongo, sí.

M: Hombre, es cambiar radicalmente tu vida por otra persona, y debes quererle mucho para eso. No creo que todo el mundo estuviese dispuesto a un esfuerzo tan grande.

E: ¿Tú tienes novio? –preguntaba mientras la pediatra aun seguía sin mirarla.

M: Novio no. –se erguía entonces para mirarla durante un segundo antes de hacer que el pequeño se girase y mirar el otro oído- Pero sí novia.

E: ¿Novia?

M: Ajá. –asentía casi imperceptiblemente- También vivo con ella. –viendo que el silencio no se rompía, decidía incorporarse y buscar algún motivo- Te has callado.

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M: Puedes decirlo, eh. No me ofende. –sonreía de lado antes de dejar lo que sujetaba- Tiene una pequeña infección. –comenzaba a escribir- Vamos a taparle el izquierdo y antibiótico. E: Vale.

M: Vamos, campeón. –cogiéndolo lo sentaba para que Esther empezase con su parte mientras salía a hablar con la madre.

E: Eres un niño muy guapo ¿sabes? Pero se te ve revoltosillo. –sonreía- Sí, tienes pinta de ser un buen trasto tú.

M: Bueno, pues su mami ya está esperando. ¿Has terminado? –la veía asentir- Pues vente conmigo, grandullón. –tomándolo por las axilas lo cogía en peso consiguiendo que sonriese por primera vez- Anda, si también se ríe.

Dentro del box la enfermera se quedaba mirando como Maca salía de allí haciendo algunas carantoñas al pequeño, terminando por pinzarse el labio antes de comenzar a ordenador todo aquello.

Minutos después la enfermera entraba en la cafetería, yendo directamente hacia el frigorífico para sacar un botellín de agua y abrirlo allí directamente antes de dar un trago. Cuando ya se giraba descubría a Teresa y a Maca en la misma mesa.

T: ¡Esther! –alzaba el brazo llamándola y viendo como caminaba hasta ellas- Siéntate con nosotras y descansa un poco, anda.

E: Solo venia a por un poco de agua. –negaba mirando durante un segundo a Maca, que sonreía recostada sobre su silla y sin apartar su vista de ella.

T: Venga, tonta.

M: Déjala, Teresa… que tendrá cosas que hacer y la estás entreteniendo. –Esther giraba su rostro hacia ella- ¿No?

E: Sí, tengo cosas que hacer.

Tras asentir se giraba para marcharse de allí, Maca la había seguido mirando hasta que desaparecía de la cafetería. Teresa seguía con el ceño fruncido.

M: Esta se cree que la voy a violar o algo. –mascullaba aunque no lo suficiente para no ser escuchada.

A un par de metros de Teresa, y escribiendo sin prestar atención a nada mas, la pediatra se dedicaba a terminar lo que Javier ya llevaba rato esperando. La neuróloga la encontraba de la misma manera cuando se sentaba frente a ella.

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M: Nada ¿por? –contestaba sin mirarla ni dejar de escribir- Tengo que terminar esto para que Javier me deje tranquila de una vez.

Cl: ¿Seguimos con la conversación de antes? Me has dejado con la curiosidad. ¿A qué venía todo eso?

M: Nada, tonterías mías.

Cl: Me interesan esas tonterías que dices que tienes. –cogiendo su mano terminaba por obligarla a dejar de escribir.

M: Solo era curiosidad, Claudia. ¿Tan difícil es de entender? Es como el que pregunta ¿alguna vez has soñado que volabas? –preguntaba entonces como si todo tuviese un punto absurdo. Cl: No es igual, Maca.

M: Por supuesto que es igual. –terminaba entonces de escribir y erguirse, viendo como Javier pasaba en ese momento por allí- ¡Javier, espera!

J: ¿Lo tienes ya?

M: Sí, toma. –le tendía el papel- No puedo decir más, supongo que bastará.

J: Vale, gracias. –asentía antes de seguir con su camino, dejando que la pediatra se girase de nuevo hasta su amiga.

M: ¿Todavía estás aquí? –suspiraba alejándose- Me da que te voy a tener que mandar trabajo eh, Claudia. Veo que te aburres.

Cl: Maca. –casi corría tras ella- ¡Maca! M: ¿Qué?

E: Maca. –llegaba junto a ella e interrumpiendo lo que la neuróloga iba a decir, pero sobre todo consiguiendo la atención de una Maca que la miraba quizás demasiado fijamente mientras permanecía de brazos cruzados.

M: Dime.

E: Alicia y Héctor quieren que vengas un… un momento. –miraba a Claudia extraña- ¿Vienes? M: Ahora voy. –asentía- ¿Algo más?

E: No. –negando daba un paso atrás, sin dejar de mirarla hasta que se giraba por completo marchándose de allí.

M: ¿Tú qué querías? –miraba otra vez a Claudia.

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Permanecía sentada en el banco junto a la entrada de ambulancias. No sabía ni por qué había decidido sentarse allí, pero lo único que sabía es que no le apetecía llegar a casa. No miraba a ninguna parte cuando alguien se colocaba justo delante llamando su atención.

E: Hola.

M: Hola. –la miraba teniendo que guiñar ambos ojos por la luz del sol- ¿Ocurre algo?

E: ¿Me puedo sentar? –señalaba el lado libre a su izquierda, viendo como se limitaba a asentir antes de bajar la vista- Quería pedirte disculpas.

M: ¿Disculpas por qué? –la miraba sorprendida.

E: No supe reaccionar cuando me dijiste que tenías novia. Yo vengo de un pueblo pequeño y… llámame tonta o lo que sea, pero no supe qué decir en ese momento. Y me da la sensación de que te lo has tomado como algo… personal. –la miraba entonces- Y no era mi intención. M: No pasa nada, Esther. Estoy muy acostumbrada a reacciones como la tuya, no te voy a lapidar por eso.

E: Ya, pero es que mi reacción no ha sido como tú la piensas. Solo no supe qué decir. Pero… no me gustaría empezar con mal pie contigo. De verdad que no es ningún problema para mí. M: Vale. –asentía mirando de nuevo al frente.

E: Hablo en serio. Apenas te conozco, pero he hablado contigo lo suficiente para saber que no eres mala gente. Y me caes bien.

M: Claro.

E: Si te digo que me caes bien, me caes bien. No soy ninguna imbécil que habla por hablar y quedar bien ¿Sabes?

El rostro de la pediatra se había girado con la primera palabra de volumen más alto que la anterior, abriendo los ojos todo cuanto estos eran capaces por la sorpresa en ese arrebato de la enfermera. Uno que parecía esfumarse rápidamente para dejar paso a la timidez cuando ya sus mejillas se iban enrojeciendo.

E: Perdón, tengo un pronto muy malo. –se tapaba la cara.

M: Tranquila. –sonreía- Qué carácter, eh. –seguía mirándola cuando se quitaba las manos de la cara para mirarla.

E: Lo decía en serio… No esto, sino lo otro de que no me… M: Ya. –asentía cortándola- Te creo.

E: ¿Hacemos un nuevo intento? –se colocaba de forma más cómoda y mirando al frente- ¿Tú tienes novio?

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E: Y si tu novia te dice que le han dado un trabajo en otra ciudad y tienes que elegir entre quedarte o irte con ella ¿qué harías?

M: Pues no lo sé. –los ojos de la enfermera volvían a buscarla cuando daba su respuesta, a su vez la pediatra miraba al frente sin ocultar su sonrisa- Tendría que quererme mucho durante unos días para convencerme… ¡pero quererme mucho!

E: Jajaja.

Girando su rostro la veía reír entonces en ese momento, sonriendo a su vez mientras se mantenía en silencio.

E: Menudas cosas tienes.

M: ¿Cómo vas a casa? ¿Vienen a por ti, tienes coche o usas el metro? E: Uso metro.

M: ¿Quieres que te lleve? Voy en moto, y tardo una media de quince minutos en llegar a todas partes, a veces diez.

E: No hace falta, gracias. –se levantaba- No quiero interrumpir tu descanso. M: Como quieras. –sonreía.

E: Hasta mañana.

Moviendo apenas la mano se despedía de la pediatra, que de brazos cruzados y sin mover un centímetro su cuerpo, seguía observándola hasta que varios metros por delante se perdía entre la gente.

Corría sujetando su identificación para que esta no se moviese con brusquedad. Le habían hecho llamar y parecía algo realmente urgente. Cuando llegaba al mostrador Teresa y una Maca aun más sonriente, la esperaban.

E: ¿Qué pasa? ¿Qué ocurre? –preguntaba fatigada.

Sin esperar más tiempo era Teresa la que sacaba un pastel con un par de verlas que la misma pediatra se encargaba de encender, consiguiendo que los hombros de la enfermera cayesen de forma inmediata mientras fruncía el ceño.

M: Feliz cumpleaños. –sonreía ya frente a ella y sosteniendo el pastel- Aunque no has dicho nada, Teresa ha estado hábil, lo miró hace semanas y...

E: ¿Sabes el susto que me has dado? –casi gritaba- ¡Pensé que pasaba algo!

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T: No te enfades con ella, lo ha hecho con la mejor intención.

E: Ya, ya. –asentía cogiendo aire y apagando después las velas de un solo soplido antes de mirarla de nuevo.

T: Feliz cumpleaños. –se adelantaba para darle dos besos- ¿Vas a hacer algo especial?

E: Supongo que Rubén me sacará por ahí a cenar, aun no lo sé. –restaba importancia- Ya veremos cómo se porta.

M: Pues como mínimo una cena, y si no es así me lo dices que le canto las cuarenta. –se acercaba también para darle un beso en la mejilla- O le doy una patada en el culo, como quieras.

Tras una sonrisa se giraba para marcharse de allí, dejando a la enfermera con Teresa y su artístico pastel. No había llegado a su despacho cuando escuchaba el móvil, sacándolo entonces del bolsillo de su bata para contestar.

M: ¿Si?

C: Soy yo… ¿a qué hora saliste de casa? No me has dicho nada.

M: Tenia una operación a primera hora y parecías dormir a gusto, no quise despertarte en tu día libre.

C: Hubiese preferido que lo hicieses. –suspiraba- Bueno… pues nada. Felicita a Esther de mi parte, o si eso me acerco a recogerte y ya la veo. ¿Quieres?

M: Eh… no creo que sea lo mejor, tengo mucho trabajo y no tengo ni idea de a qué hora podré salir de aquí. Yo le doy un beso de tu parte, no te preocupes por eso. –se sentaba ya frente a la mesa- ¿Vale?

C: Vale… hasta luego entonces.

M: Hasta luego. –nada mas colgar dejaba el móvil sobre la mesa para apoyarse después en ambas manos mientras perdía la vista, pero no durante mucho tiempo cuando unos golpes en la puerta le hacían erguirse de nuevo- Adelante.

Cl: Hola. –se asomaba apenas con una sonrisa- ¿Puedo pasar? M: Claro.

Cl: Anoche me llamó Cris… -decía sin perder tiempo y a la vez que se sentaba frente a ella- ¿Qué pasa, Maca? Y no me digas que nada… Porque te conozco.

(18)

18 M: ¿Recuerdas… lo que te pregunté hace tiempo?

Cl: ¿El qué? Me has preguntado muchas cosas desde que nos conocemos. –se apoyaba sobre la mesa sin dejar de mirarla.

Caminaba pensativa por los pasillos, no sabía cuándo exactamente había empezado a hacerlo, pero nada conseguía despertarla de ese pequeño estado de silencio.

Cl: Ey. –sonriendo cogía su brazo- ¿Dónde vas con esa cara? ¿Todo bien?

M: Sí. –asintiendo decidía sentarse en un lado de aquel pasillo, viendo como la neuróloga la imitaba haciéndolo a su lado- ¿Crees que podrías enamorarte de una persona a la que realmente no conoces?

Cl: ¿Eh?

Cl: Maca… eso fue hace ya más de cuatro meses. –fruncía el ceño- ¿A qué viene eso otra vez? M: Creo que… -bajaba la vista extendiendo ambas manos encima de la mesa- Creo que ya no quiero a Cris. Por lo menos no como antes.

Cl: ¿Qué estás diciendo?

M: He intentando hablar con ella mil veces, pero siempre que me siento delante de ella con el valor de hacerlo… me vuelvo una cobarde.

Cl: Espera, espera. –alzando una mano seguía mirándola- ¿Has conocido a otra persona? ¿Le estás engañando?

M: Claudia, no seas ridícula. –se levantaba nerviosa- Por supuesto que no, jamás haría eso y lo sabes. –se cruzaba de brazos- Y menos a ella.

Cl: ¿Entonces?

M: No lo sé… simplemente ocurrió. –se encogía de hombros- Y en realidad no… -girándose comenzaba a caminar de un lado para otro- Me siento una mierda cuando hablo con ella, cuando la veo con ilusión por hacer algo y yo simplemente no puedo. –se giraba otra vez hacia su amiga- Llevo tres meses sin hacer el amor con ella porque no puedo ni tocarla.

Cl: ¿Quién es? –la veía apretar la mandíbula- ¿Quién es, Maca?

En ese momento alguien llamaba a la puerta, consiguiendo que ambas llevasen su vista hacia allí cuando ya esa se abría y Esther entraba con un plato y una porción de pastel.

E: Lo siento. ¿Interrumpo?

M: Tú nunca interrumpes. –con una expresión seria que no cambiaba su rostro, la veía acercarse para dejarlo sobre la mesa.

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19

Cl: Gracias. –sonreía de lado antes de que su expresión cambiase por completo cuando miraba de nuevo a la pediatra.

E: Me voy, que os he cortado la conversación. Hasta luego.

M: Hasta luego. –la seguía con la vista hasta que la puerta se cerraba de nuevo, algo que no hacia porque mirase a otra parte.

Cl: Esther.

Escuchar su nombre como respuesta a todo conseguía hacerle caer de nuevo sobre su silla, mirando a Claudia mientras esta ponía en orden muchos recuerdos en su memoria.

Cl: ¿Cuándo?

M: Ni yo misma lo sé… -negaba mirando la mesa- Creo que desde el primer momento en que la vi, y ni siquiera yo me di cuenta. Solo sé que desde ese día pienso en ella incluso cuando no la veo. O vengo antes porque ella entra antes… y me voy más tarde porque… -no terminaba la frase cuando necesitaba respirar- Te cruzas con alguien que no conoces, con sus ojos… de repente te sientes una imbécil cuestionando toda tu vida, preguntándote por qué en ese momento, por qué no antes… por qué parece de repente que todo deja de tener sentido, y solo puedes seguir mirándola.

Cl: Maca… Maca, escúchame. –se adelantaba colocando los brazos sobre la mesa- La conoces unos meses, y vale que es simpática, muy amable… pero ¿y Cris? ¿Qué pasa con los años que la conoces? La quieres.

M: Pero no la amo. –la miraba entonces- Ya no. –negaba- Y no soy capaz de mentirle, ni besarla ni tocarla porque todo me sabe a una mentira que cada vez se hace más grande y le hará más daño.

Cl: Entiendo. –suspiraba- ¿Y… lo has hablado con ella? M: ¿Con quién?

Cl: Con Esther. –asentía.

M: Claro que no. –se levantaba nerviosa- ¿Qué iba a conseguir con eso? Ella tiene a Rubén, y… no hay nada que decir. No.

Cl: Bueno, quizás ella… -la pediatra enarcaba una ceja- No lo sabes, Maca.

M: ¿Esther? Sí lo sé, Claudia. Aun me acuerdo del día que le dije que era lesbiana y como estuvo todo lo que quedó de turno sin saber qué decirme.

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Cl: Pues intenta encontrarlo pronto, porque cuanto más tiempo lo dejes pasar peor será, y más daño le harás.

M: ¿Te crees que no lo sé?

Cl: Sí, sé que lo sabes, sé que no quieres hacerle daño, y que lo estarás pasando muy mal con todo esto, pero no puedes dejar pasar más tiempo.

M: Ya.

Cl: ¿Estás segura de que no hay nada que hacer? ¿Qué no se pasará?

M: No es cuestión de hacer o de pasar… -tragaba cuando una vez más, y como desde algunos días atrás, las ganas de llorar la inundaban- Es conocer a una persona con la que desde el primer segundo sientes algo especial, y cada vez se hace mas y mas grande hasta el punto de no poder controlarlo, de pensar continuamente en ella, soñar con ella… y saber que ella está con otra persona. –apretaba los labios sintiendo las lágrimas caer por fin- Y no hay nada que se pueda hacer para cambiar eso. Y mientras tanto… otra persona espera a que vuelva a sonreír al verla, y lo único que siento es que necesito llorar y abrazarla para pedirle perdón.

El turno ya terminaba y mirando su móvil salía hasta la calle después de haberse despedido de Teresa. No había terminado de alejarse de la entrada cuando veía a Maca colocarse los guantes junto a su moto, por lo que cambiando mínimamente sus pasos se acercaba hasta ella. E: Ey. –sonreía frente a ella- ¿No salías hace una hora?

M: Sí. –mirándola dejaba que otra pequeña sonrisa saliese de sus labios antes de sentarse de lado en la moto- Pero tenía trabajo acumulado y he aprovechado que no tenía nada que hacer para quedarme.

E: ¿Estás bien? –ladeaba el rostro- Te veo rara hoy.

M: Estoy bien. –asentía cruzándose de brazos y sin dejar de mirarla- ¿Algún plan para esta noche o sigues sin saberlo?

E: Me va a llevar a cenar, es mas… me ha dicho ‘No tardes que te tienes que poner tu regalo’ – sonreía aun mas- Así que a saber.

M: Pues como tiene que ser… -suspiraba- Pásatelo muy bien.

E: Gracias. –dando un paso hacia delante dejaba un beso en su mejilla antes de caminar hacia atrás- Mañana te veo.

M: Hasta mañana.

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Nada más entrar en casa veía a Rubén frente a ella con una percha en la mano, pero sin mostrar lo que colgaba de ella tras un plástico negro.

R: Feliz cumpleaños. –sin esperar más llegaba hasta ella buscando sus labios. E: Gracias.

R: Este es tu primer regalo. –sonreía- Te lo tienes que poner para que vayamos a por el segundo.

E: Espero que ese segundo regalo tenga algún nombre, como mínimo francés. –sonriendo se alejaba no sin antes recibir una palmada.

R: No tardes que nos conocemos y no podemos ser impuntuales.

E: Te vas a pasmar de lo súper puntual que voy a ser hoy. –se giraba con una sonrisa y sin dejar de caminar hacia atrás.

Dejando las llaves y el casco notaba y sentía el silencio que llenaba la casa. Suspiraba antes de caminar de nuevo y llegar hasta la entrada del salón, pudiendo ver como Cris estaba sentada en un rincón de sofá abrazando sus piernas flexionadas.

M: Hola. –apenas alzaba la voz lo suficiente para ser escuchada mientras metía ambas manos en los bolsillos de su pantalón.

C: Hola.

Sus manos se apretaban alrededor de la tela de su pantalón. Sentía la mandíbula tensa, con cada vez más presión en cada centímetro mientras intenta retener a toda costa sus lágrimas. Cris había comenzado a llorar sin poder evitarlo.

C: ¿Por qué no hablas conmigo, Maca? Por favor. Te lo suplico.

M: No quería hacerte daño. –bajaba apenas la vista cuando se giraba hacia ella- Y siento que te lo voy a hacer.

C: ¿Por qué? –cogía sus manos- ¿He hecho algo mal? Dime si he hecho algo mal, por favor, lo arreglaré, lo hablamos y…

M: No eres tú, Cris. Soy yo.

C: ¿Qué te pasa, Maca? –se incorporaba aun mas sin soltarla- ¿Qué pasa? Dímelo

M: No soy esa Maca que tú quieres, Cris… y lo siento muchísimo, de verdad… te juro que si pudiese hacer algo por cambiar esto lo haría sin dudar un segundo. Pero no puedo.

C: ¿Hay otra mujer? –su voz salía quebrada, rota por el llanto que intentaba manejar sin poder hacerlo, no pudiendo controlar su fuerza cuando apretaba su mano- ¿Hay otra?

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Había tomado todo el aire posible, expulsándolo como si fuese el fuego procedente de su mismo estómago, sintiendo como su cuerpo temblaba tan fuerte que debía incluso agarrarse aun estando sentada. La fuerza en las manos que sujetaban la suya aminoraba, quedando en un simple tacto.

C: ¿Has… has estado con ella? –debía pinzarse el labio limitando el temblor de este.

M: No. –negaba con fuerza mirándola- Nunca te mentiría así. Jamás. No he estado con ella, ni lo estaría… tú no te mereces eso.

C: Pero la quieres. –susurraba viendo como apretaba a mandíbula- ¿Y a mí? –el silencio se hacía aun peor que cualquier contestación, consiguiendo que llorase aun más fuerte y golpease con ambas manos su hombros- ¡Me quieres a mí, Maca! ¡Dime!

M: Te quiero, sí. –tragaba cerrando los ojos- Pero no como…

C: ¡Cállate! –se levantaba en un arrebato y haciendo que Maca igualmente se pusiese en pie para seguirla- ¿Desde cuándo? –preguntaba girándose de nuevo- ¿Eh? ¿Desde que no me besas? ¿Desde que no me tocas?

M: Cris.

C: Yo te he dado mi vida. –hablaba entre dientes mientras se señalaba el pecho- Te he dado años de mi vida, he estado ahí por ti, siempre por ti… ¿y ahora qué pasa?

M: Lo siento… pero no es algo que pueda controlar. Te quiero mucho, de verdad. Pero ya no puedo corresponderte de la misma manera.

C: ¿Así sin más? ¿Y yo debo aceptarlo sin más? –se acercaba despacio hasta ella- ¿Es eso?

Sentada en la mesa mas privada del restaurante, Esther sonreía mientras daba un trago de su copa de vino. Frente a ella y sin dejar de mirarla, Rubén sonreía por igual mientras acariciaba el mantel de forma despreocupada.

R: ¿Te gusta? No sabía si sería demasiado o se quedaría corto.

E: Es perfecto. –se acercaba para besarle- Es el mejor cumpleaños de todos los que he tenido. R: Me alegro. Porque aun hay más. –sonriendo de manera nerviosa buscaba entre los bolsillos interiores de su chaqueta, dando finalmente con lo que buscaba.

E: ¿Qué es?

R: Toma. –despacio deslizaba una caja rectangular que conseguía que la enfermera prestase su total atención- La chica me dijo que no podía no gustarte. –sonreía de nuevo sin ocultar su nerviosismo- Y espero que sea así, porque si no me dará un infarto.

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torpe en un primer momento, pero consiguiéndolo finalmente para descubrir una fina cadena de donde pendía un diamante que le hacía llevarse la mano a los labios.

E: Rubén…

La pediatra había regresado al sofá, en el momento en que la conversación había tomado un camino muy distinto al que esperaba, en el momento en que el llanto se hacía tan ahogado que ella misma comenzaba a no soportar verla así.

C: Por favor, Maca. –se sentaba a su lado- Puedo arreglarlo… quédate conmigo, por favor. M: No puedes querer eso, Cristina. No puedes pedirme eso. –la miraba girando su cuerpo al mismo tiempo, quedando frente a ella- No puedes querer que yo siga a tu lado cuando no siento lo mismo que tú.

C: Pero eso puede cambiar, cariño. Hemos pasado por muchas cosas, y se han arreglado ¿no? M: Esto es distinto. –negaba- Esto no es una discusión, no es una diferencia de opiniones… es que no estoy enamorada de ti, Cris. Y no me hagas repetirlo porque me siento la peor persona del mundo.

C: Si me has querido algo, Maca… por favor, no te vayas.

De espaldas a él se dejaba colocar la gargantilla mientras no podía aun dejar de sonreír. Sintiendo finalmente el frío de aquel diamante que se pegaba a su piel deslumbrando cualquier tipo de luz cercana.

R: ¿Te gusta entonces?

E: Me encanta. –con una mano en su rostro se acercaba de nuevo- Te quiero. R: Y yo a ti.

Sentada aun en la cocina miraba el fondo en su taza, preguntándose en qué momento había perdido el control de su vida, cuándo se dejo arrastrar de esa manera por el simple destino que parecía jugar a zarandearla sin cuestionarse los daños que dejaría al final.

Los pasos en el pasillo le hacían levantar la vista, aunque despacio cuando ya sabía qué encontraría. Cris la miraba un segundo antes de ir hacia la cafetera y servirse.

C: ¿A qué hora entras?

M: A las ocho. –respondía apenas antes de levantarse para dejar la taza en su sitio de lavavajillas- Deberías ducharte o llegarás tarde.

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M: Que tengas buena mañana. –dejando el beso finalmente en su cabeza se movía para comenzar a caminar hasta la puerta.

De manera muy distinta, Esther salía mientras se colocaba la chaqueta, viendo una sonrisa en el rostro de Rubén, que sostenía su taza para que apurase el tiempo antes de ir a trabajar. R: ¿Quieres que pase a recogerte? Me pilla de paso hoy.

E: Claro. –le besaba tras beber su café y dejar la taza- Llámame antes por si saliese tarde no estés esperando.

R: Vale.

Aparcaba la moto sin prisa, tomándose su tiempo en bajar, y viendo algo que le hacía ralentizar sus movimientos cuando sus pies ya tocaban el suelo.

E: Buenos días. –sonreía ampliamente.

M: Qué contenta. –sonreía- ¿Estamos de buen humor post-cumpleaños?

E: Algo así. –acercándose a ella estiraba el cuello de forma descarada y sin poder dejar de sonreír cuando ya sabía que la pediatra había descubierto la novedad.

M: Joder. ¿Regalo de cumpleaños? –la enfermera se limitaba a asentir- Es muy bonito. Debes portarte muy bien para que te hagan esos regalos. –colgándose el casco al brazo comenzaba a caminar mientras no dejaba de mirarla- ¿La cena bien?

E: Genial, me llevó a un restaurante muy pijo.

M: ¿Te gustan los restaurantes pijos? –sonreía sorprendida- No te veía yo a ti de esas.

E: Hombre, una vez al año no hace daño. –llegadas al mostrador, rodeaba este para ir junto a Teresa y colocarse a su lado para que viese también su regalo.

T: ¿Qué le pasa a esta?

M: ¿No crees que le brilla mucho el cuello a la niña, Teresa? –comentaba sin levantar la vista de la hoja de guardia de la noche anterior.

T: ¡Hala!

Después de medio turno su cuerpo parecía no llevar muy bien el cansancio. Por lo que buscando un momento de tranquilidad había decidido ir al gabinete, echándose en el sofá mientras tapaba la mitad de su rostro con el ante brazo. Ignorando minutos después como se abría la puerta haciéndole ver que dejaría de estar sola.

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Cl: ¿Has hablado con Cris? –acodándose en sus rodillas observaba como la pediatra deshacía la posición de su brazo dejando ver su rostro.

M: Sí. Pero no ha ido para nada como pretendía. –soltando el aire se incorporaba para quedar sentada y reclinar la cabeza antes de mirar a su amiga- No la entiendo.

Cl: ¿Qué ha pasado?

M: No quiere que me vaya de casa, quiere que siga allí pase lo que pase. –apretaba la mandíbula marcando su mentón- Acabó llorando como jamás la había visto pidiéndome que no la dejase.

Cl: Joder.

M: ¿Qué se supone que debo hacer yo ahora, eh? Porque haga lo que haga le hago daño y yo me estoy envenenando con todo esto. –se cogía la cabeza- Yo no puedo estar allí habiéndole dicho que no la quiero, Claudia. Es como comprarla por unas migajas de compañía… se conforma de una manera muy humillante.

Cl: Porque te quiere. Y prefiere tenerte de esa forma que de ninguna.

M: Así solo le haré más daño. –negaba irguiéndose de nuevo- Y yo no puedo evitar eso, ojalá pudiera, pero no puedo.

Cl: ¿Y con Esther?

M: Eso no va a cambiar, ya te lo he dicho. –llevaba su vista al lado contrario- No voy a entrometerme en una relación aunque sea para perder. No soy así.

Cl: Pues menudo panorama.

La puerta volvía a abrirse dejando paso a una Esther sonriente que abrazaba una carpeta contra su pecho, y que se detenía apenas durante un segundo antes de continuar hasta el sofá. E: ¿Venimos todas a lo mismo? –hablaba casi fatigada- Necesito un momento de no pacientes. M: ¿Mucho lio? –la miraba con una pequeña sonrisa.

E: No sé tú, pero a mí no me dejan por ninguna parte. Que si ve a esto, que si pasa por allí, que no sé quién te llama para… -resoplaba- De verdad, eh.

M: Eres buena y la gente lo sabe. –seguía mirándola cuando se cruzaba de brazos- ¿Le has enseñado a Claudia tu regalo de cumpleaños?

E: ¡Ah, no! –moviéndose iba rápidamente hasta el brazo del sillón donde permanecía sentada la neuróloga para dejar ver su gargantilla- ¿Es bonita, eh?

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Sobre el mostrador una pila de carpetas que Maca iba ojeando, dejando algunas a la derecha para que a su vez, Esther las cogiese y se las llevase a Teresa que sobre la escalera las colocaba de nuevo en su archivador correspondiente.

La pediatra sostenía una que llevaba lentamente hasta un lado, haciendo que la enfermera se acercase, viendo como de nuevo la recogía no dejándola y haciéndole esperar otra vez. Pero tras unos segundos de nuevo estiraba el brazo, reculando cuando la enfermera hacia amago de cogerla.

E: ¿Me vas a tomar el pelo mucho tiempo?

M: No. –sonriendo terminaba por ofrecérsela- Era para comprobar tu paciencia. –la miraba entonces- No te enfades.

E: Ais. –cogiéndola iba hacia la escalera- Toma, Teresa. Que hoy tenemos a la pediatra muy chistosa y graciosa. –se giraba descubriéndola apoyada de espaldas mientras la miraba- ¿Qué? M: Nada. –negaba.

E: ¿Ya no hay más que colocar? –miraba las restantes apiladas- ¿Todo esto necesitas?

M: Sí. –se daba la vuelta- Tengo que darle unos datos a Javier y tengo que revisarlos todos antes de mañana para que esté listo su informe. Me tiene frita.

E: ¿Quieres que te eche una mano? El día está tranquilo y no hay problema.

M: No te preocupes, puedo hacerlo sola y no quiero acapararte para esa tontería. –con una pequeña sonrisa comenzaba a coger todo aquel trabajo.

E: Te ayudaré te pongas como te pongas. –cogiendo un montón de los que ya sostenía, pasaba a caminar hacia el despacho- ¿Vienes o tengo que ir sola?

M: Voy, voy. –con la misma sonrisa miraba a Teresa, que ya comenzaba a bajar de la escalera. Recorrían los pasillos de urgencias sin dirigirse ninguna palabra. La primera en entrar era la pediatra, colocando su montón sobre la mesa y viendo como segundos después Esther hacia lo mismo, sentándose para comenzar a ordenar todas aquellas carpetas.

M: Me sabe fatal, que lo sepas. –se sentaba también.

E: Eso sí es una tontería. A mí no me cuesta ningún trabajo ayudarte y lo hago encantada. Cuando no pueda pues me tendré que ir, pero mientras tanto… aquí estaré. –la miraba durante unos segundos antes de volver a bajar la vista.

M: Te lo agradezco entonces. –asentía- Te devolveré el favor en cuanto pueda.

E: No tienes que devolverme nada. –se paraba a leer una de las portadas- ¿Qué tienes que buscar exactamente?

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E: Pues que gracia, oye… ¿no podía ponerte a picar piedra como se hace de toda la vida? M: Jajaja.

Salía de su despacho habiendo acabado ya su turno, cerrándose la cazadora cuando del vestuario de enfermeras también salía una Esther sonriente que miraba su móvil en todo momento, hasta el punto en que la pediatra, sin quitarse de su camino, casi se veía envestida por su compañera.

E: Perdona. –colocaba la mano sobre su brazo- No te vi, lo siento.

M: Ya. –sonreía asintiendo- Ya me he dado cuenta. Siempre estás ahí medio hipnotizada con el móvil–comentaba avanzando junto a ella.

E: No sé. –encogiéndose de hombros lo guardaba- Es una manía, mirar si alguien me llama, leer los mensajes… no es que no pueda vivir sin él, solo que… lo miro.

M: Vale. –asentía.

Ya en el mostrador la pediatra era la primera en firmar, escuchando las últimas palabras que Teresa les ofrecía aquel día. Cuando ya le tendía el bolígrafo a la enfermera veía llegar también a Claudia, que fruncía el ceño mirando hacia la entrada, consiguiendo que su amiga se girase buscando el motivo de aquel cambio.

M: Cris. –la miraba extrañada- ¿Qué haces aquí? –miraba a sus compañeras durante un segundo.

C: Pensé que podía venir a recogerte. He llamado a casa y no estabas, así que pasé primero por aquí… podemos ir a comer algo. –mirando por encima de su hombro observaba como las tres mujeres miraban la escena- Hola, chicas.

Cl: Hola, Cris. –intentando que su sonrisa fuese lo más natural posible, se acercaba hasta ella para darle dos besos, viendo cómo iba después hasta la enfermera.

C: Felicidades, Esther. Que aunque sea tarde…. E: Gracias. -sonreía.

M: Será mejor que nos marchemos. –tomándola por el brazo despacio conseguía que se girase- Hasta mañana.

E: Hasta mañana.

Saliendo por fin, la pediatra la soltaba, deteniéndose cuando se habían alejado lo suficiente, mirándola e intentando no decir las primeras palabras que su mente había elegido.

M: ¿Por qué has venido? No debiste hacerlo.

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M: No está bien. ¿Es que no te das cuenta? –susurraba entonces- No está bien lo que estás haciendo, lo único que consigues es lo peor para ti.

C: Lo peor para mí es lo que tú estás haciendo. –espetaba con rabia- Yo intento solucionarlo y tú simplemente te cruzas de brazos permitiéndolo. ¡Te importa una mierda lo que pase! M: No alces la voz, por favor.

Apretando la mandíbula miraba a la pediatra, que seguía aguantando su semblante, sin cambiar un ápice su gesto cuando terminaba por meter ambas manos en los bolsillos de su cazadora mientras bajaba la vista.

Cuando de nuevo miraba al frente encontraba la figura de Cris lejos de allí, caminando hacia su coche para después montar y marcharse.

Abría la puerta encontrándose de lleno con la oscuridad y el silencio, bajando la vista cuando dejaba las llaves y el pequeño tintineo era lo único que rompía aquella tranquilidad que le hacía saber que no había ido a casa como suponía.

Después de una ducha y de prepararse algo de cena, el sofá en el salón era la siguiente parada, sin dejar de preguntarse dónde podría estar. Y así pasaban los minutos, consiguiendo que la inquietud y los nervios comenzasen a apoderarse de ella, llamando incluso a su móvil no recibiendo respuesta cuando comprobaba que este permanecía apagado.

M: ¿Dónde coño estás?

El reloj marcaban casi las tres de la madrugada cuando la puerta se abría de nuevo y por última vez esa noche. Incorporándose la esperaba en el centro del salón, donde sus pies se habían detenido tras horas de recorrer aquel pequeño espacio de la casa.

M: ¿Dónde estabas? –preguntaba acercándose a ella, viendo entonces como se tambaleaba sin poder mirarla directamente a los ojos- ¿Estás borracha?

C: ¿Y qué coño te importa cómo esté? –dejaba caer el bolso al suelo junto a las llaves, mirándolo todo después y teniendo que agarrarse a la mesa para no caer.

M: Deja que te ayude. –dando otro paso veía como reculaba débilmente. C: No se te ocurra tocarme.

M: Cris, por favor. –dejando escapar el aire bajaba los brazos, pero sin alejarse de ella- Te acompaño a la cama.

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Cerrando los ojos dejaba los brazos caer de nuevo. Quedando tras ella y viendo como sin dejar de tocar la pared seguía avanzando. Yendo siempre tras ella sin dejarse ver ni escuchar, comprobando como finalmente entraba en el dormitorio cerrando la puerta y dejándola al otro lado. Momento en que pegaba la frente a la madera prestando atención a lo que pudiese escuchar. Apenas un cajón cerrarse, o una bota caer… hasta que algo más contundente parecía precipitarse hasta el suelo, momento en que decidía entrar no importándole nada más. Viendo como permanecía echada en la cama semidesnuda mientras el teléfono aun se iluminaba a sus pies.

Con un pequeño suspiro se acercaba hasta ella, quitándole las prendas de ropa que aun cubrían su cuerpo. Terminando finalmente por meterla bajo las sabanas y arroparla antes de sentarse a su lado.

M: Lo siento mucho.

Con cuidado apartaba los mechones que confundían la imagen de su rostro. Dejándolo libre y acariciando su frente mientras la veía dormir profundamente.

Girándose clavaba los codos en sus rodillas, llevándose las manos a la cabeza mientras cerraba los ojos con fuerza, maldiciéndole por estar causando eso, por saberse el dolor de la persona a la que había protegido y cuidado durante años. Y mientras tragaba el dolor que se había alojado en su garganta otro rostro aparecía entre sus pensamientos, haciéndole girarse de nuevo para mirarla.

M: Espero que algún día puedas perdonarme. –inclinándose se acercaba hasta poder besar su frente, sintiendo como se removía en sueños.

Un sonido bastante desagradable le hacía salir de su sueño, uno que apenas un par de horas antes había podido alcanzar. Palpando a malas penas conseguía detener aquel estridente ruido para soltar después todo el aire que retenían sus pulmones de forma brusca y por la nariz. Girándose para quedar bocarriba cuando abría los ojos. Aquel techo le hacía recordar donde se encontraba.

M: Buenos días, Maca.

Cerrando los ojos unos segundos más se giraba para poder sentarse en el borde de la cama y desentumecer apenas sus músculos. Mirando después a su alrededor, más concretamente su maleta, la que seguía exactamente igual que cuando la dejó allí nada más llegar.

Después de una ducha y vestirse, decidía que mejor tomar algo en el hospital, no le apetecía pararse a pensar demasiado en aquel rápido cambio de planes.

Aparcaba la moto casi una hora antes de lo normal, viendo la mirada extraña de quien la miraba tras el mostrador.

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P: Hola, Maca. –le tendía la carpeta- ¿Qué haces tan pronto aquí? No ha llegado nadie de tu turno.

M: Calculé mal el tiempo y ya aprovecho para tomarme aquí el café. –sonreía mínimamente antes de dejar el bolígrafo y dirigirse hasta el vestuario.

Ya cambiada su destino era la cafetería, donde comprobaba como aun permanecían los compañeros del turno anterior, saludando a algunos que conocía.

Café en mano ocupaba una de las mesas vacías para leer el periódico de aquella mañana queriendo distraer sus pensamientos.

E: Si quieres puedes venir luego y comemos juntos.

R: No creo que pueda, pero igualmente te llamo y te lo digo ¿Vale? –se inclinaba para besarla cuando ya abría la puerta del coche.

E: Vale, cariño. –sonriendo salía finalmente para dirigirse hasta urgencias- Buenos días, Teresa. T: Hola, guapa. Que contentas venimos ¿no? Como se nota que te cuidan bien y te miman por ahí fuera.

E: Claro, Teresa. –sonreía de nuevo- ¿Ha venido alguien ya?

T: Sí, Maca está ya un buen rato trabajando. Creo que incluso tiene una operación con Claudia ahora en un ratito. –se miraba el reloj.

E: Bueno, voy a empezar yo.

Cl: ¿Y por qué no me has llamado? Me parece estúpido que estés en un hotel teniendo mi casa, Maca. Creo que tenemos confianza para eso.

M: No te voy a llamar en mitad de la noche, Claudia. –seguía con la mirada fija en sus manos y el jabón.

Cl: Pues esta noche te vienes a casa. –cuando la pediatra se disponía a contestar de nuevo la puerta de la zona aséptica se abría dando paso a Esther, que las miraba a ambas antes de sonreír.

M: Buenos días.

E: Entro con vosotras. –las miraba hasta que también comenzaba a lavarse y la pediatra la observaba a través del espejo.

M: ¿A quién debo agradecer tu presencia?

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Cl: ¿Quieres que te diga una cosa que quizás deberías tener en cuenta? –caminaban sin prisa por uno de los pasillos.

M: Claro. –mirándola dejaba las manos atrás.

Cl: Miras mucho y muy fijamente a Esther. –enarcando una ceja miraba al frente- Y no sé si ella se da cuenta de esas cosas. Pero no me extrañaría.

M: ¿En serio?

Cl: Sí. Creo que no te llegas a dar cuenta, y por eso te lo digo. Pero además de sonreír como una pava no dejas de mirarla.

Llevando de nuevo la vista al frente la pediatra sonreía de lado, sintiendo un golpe de hombro contra hombro que le hacía negar con la cabeza sin dejar de caminar.

M: No puedo evitarlo. Tampoco es que esté muy pendiente de esas cosas… solo que tenerla cerca me incita a mirarla.

Cl: Ya lo sé. –asentía cuando ya llegaban al gabinete y abría dejándole paso.

J: Ya estamos todos. –sentándose en uno de los laterales esperaba para que todos estuviesen atentos.

La reunión se le hacía pesada y larga. Las quejas de Javier referente al servicio, aunque más concretamente en las labores de algunos compañeros con los que ella no tenía que ver, hacia que su mente se alejase cada vez mas. Al mismo tiempo su mano, que sostenía un bolígrafo, pintaba una y otra vez líneas sobre una mínima parte del papel que tenia frente ella. Cada una un pensamiento, un recuerdo, una sonrisa que había quedado grabada en su retina, una voz que podía reproducir en cualquier momento del día, una culpa que le pesaba por mucho que intentase hacerse ver que no podía haberlo evitado de ninguna forma.

Cl: Maca.

M: ¿Eh? –perdiendo el apoyo con el que su rostro había permanecido miraba a su alrededor- ¿Ya?

Cl: Sí, cariño, sí. –asentía repetidas veces- ¿Dónde estabas?

M: Me distraje. –levantándose arrugaba el papel hasta hacerlo una bola para lanzarlo a la papelera más cercana- Qué rollo ¿no?

Cl: Pues sí.

M: ¿Te apetece un café? Yo estoy que me caigo. Me pienso meter en la cama en cuanto llegue. Cuando ya llegaban escuchó una risa familiar, demasiado familiar, haciéndole entonces recular y retroceder para con una sonrisa asomarse y descubrir a Esther riendo junto a Gimeno. Claudia ya observaba a su amiga cuando se acercaba a ellos.

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E: Aquí Gimeno. –señalaba con la cabeza- Que sabe cómo hacer reír a las chicas. –abrazaba su carpeta.

M: Pues voy a tener que quedar con él para que me de unos consejitos. –sonreía. G: Uy… esto es de… muchos años. –abría los ojos de forma exagerada.

M: Vamos a tomar café, ¿Te vienes? –preguntaba a la enfermera que asentía antes de caminar.

E: ¿Qué tal la mañana?

Cl: Aquí la amiga casi se duerme en la reunión con Javier. Tenía que haberla dejado allí para que echase una cabezadita.

E: Ya me han dicho que se ha puesto pesado y ha sido un rollo. M: Justo lo que yo decía.

T: ¡Maca! –alzaba la voz haciendo que las tres se girasen para mirarla- Cris al teléfono. Parece importante.

M: Id yendo vosotras ¿Vale?

Cl: Te esperamos allí, tranquila. –asintiendo y caminando junto a Esther la dejaban por detrás cuando ya iba hacia el mostrador.

M: Gracias, Teresa. –tomando el teléfono daba la espalda al mostrador- Si.

C: ¿Por qué está la mitad del armario vacio? –su voz, aunque tranquila, detonaba un llano anterior que hacía a Maca cerrar los ojos un segundo.

M: ¿Cómo has pasado la noche?

C: Contéstame, Maca. –decía con más fuerza que antes- ¿Te has ido?

M: Es lo mejor para las dos, pero sobre todo para ti. Espero que lo entiendas, pero si no es así no puedo hacer mas, lo siento.

C: Maca… -cerraba los ojos al tiempo que los apretaba con los dedos de su mano libre.

M: No sé si recuerdas cómo llegaste anoche. Pero sinceramente yo no puedo consentir que estés así por mi culpa, y quedándome no ayudo en absoluto.

C: Y aprovechas cuando no puedo hacer nada para irte.

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La llamada se cortaba al otro lado, los tonos en la línea le hacían suspirar y mirar el teléfono después antes de dejarlo de nuevo sobre el mostrador.

T: ¿Pasa algo?

M: No, Teresa. –sin más se giraba para ir de nuevo hasta la cafetería, donde Claudia y la enfermera ya ocupaban una mesa con un café para ella- Ya estoy aquí. –tomaba asiento. Cl: ¿Todo bien?

M: Sí. –con una pequeña sonrisa reafirmaba sus palabras ante una Esther que la miraba con una mirada diferente- ¿Me habéis criticado mucho?

Cl: Por supuesto, le estaba contando todas las locuras que has hecho, incluso cuando te desnudaste en la fiesta de navidad de hace dos años.

M: Yo no me desnudé. –fruncía el ceño.

Cl: Ya, pero se lo he contado igualmente. –sonreía bajando la vista.

E: Pero yo no la he creído, eh. –apuntaba haciendo sonreír a la pediatra- Que yo puedo parecer que me caí ayer del guindo pero no.

M: ¿Ah, no? –sonreía aun mas por aquellas palabras.

E: Pues no. –encogiéndose de hombros ladeaba la cabeza haciendo reír a sus compañeras- A ver qué os pensáis de mí.

Otra vez sentada en uno de los bancos que rodeaban la entrada de urgencias permanecía con la vista perdida y las manos en los bolsillos de su cazadora. Tan absorta que no se percataba del cuerpo que se acomodaba a su lado.

E: ¿Estás bien? –sorprendida se giraba, sonriendo automáticamente al ver que se trataba de la enfermera.

M: Hola.

E: Hola. –cruzándose de brazos se quedaba mirándola- No te quise preguntar esta mañana, pero me pareció que te ocurría algo. Tampoco sé si te sentará bien que me meta de esa manera…

M: No te preocupes. –negaba- Sé que lo harías siempre con la mejor intención.

E: Entonces ¿te ocurre algo? –la pediatra suspiraba bajando la vista- ¿Tiene que ver con el hospital?

M: No.

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M: Es algo más serio que eso. –apretaba los labios mirándola- Digamos que nuestro camino juntas llegó a donde tenía que llegar y no hay nada que se pueda hacer. –la enfermera abría los ojos sorprendida.

E: Pero ¿habéis hablado? Seguro que tiene alguna solución. –la pediatra negaba en silencio- No te habrá engañado ¿verdad?

M: No, que va. –negaba con más firmeza- En absoluto. –el rostro de la enfermera cambiaba de nuevo dejando ver su intención en la siguiente pregunta- Ni yo a ella. –respondía sorprendida porque pudiese creerlo.

E: Ya, ya. –miraba al frente- No te creo capaz de algo así.

M: Bien, porque me hubiese dolido. –ladeaba la cabeza suspirando y mirando también al frente.

E: Entonces… ¿no hay ninguna manera de arreglarlo? M: No.

Mirando al frente cada una seguía en silencio, Esther intentando unir aquella información y Maca dejando la mente en blanco por un momento. Aunque su instinto tardaba apenas un minuto escaso en advertirla para que volviese a mirarla. Quedándose de esa manera hasta que la enfermera de nuevo se giraba hacia ella.

E: Lo siento.

M: No te preocupes. –encogiéndose de hombros seguía mirándola- Aunque no es el mejor momento de mi vida, es algo que ha pasado y no hay nada que se pueda hacer.

E: Bueno, pues cualquier cosa que necesites, si puedo ayudarte, no tienes más que decírmelo. M: Gracias.

Un claxon se hacía escuchar con firmeza haciendo que ambas mirasen hacia delante, donde a unos metros un coche blanco estacionado a un lado hacia a Esther sonreír. Justo antes de que Rubén saliese para quedarse allí mismo.

M: Tu príncipe azul viene en su caballo blanco a salvarte. –la enfermera sonreía mirándola- No le hagas esperar.

E: Hasta luego, Maca. M: Hasta luego.

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