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CUADERNILLO VI – LA ANGUSTIA

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Academic year: 2020

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PSICOPATOLOGÍA

INFANTO

JUVENIL

USAL – Universidad del Salvador

Prof. Lic. Leandro M. Sánchez

CUADERNILLO VI

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LA ANGUSTIA

DICCIONARIO FREUDIANO JOSE LUIS VALLS

ANGUSTIA

Afecto, o estado afectivo displacentero particular, que va acompañado de un tipo de proceso de descarga corporal también típico, y la percepción de este proceso de descarga. El proceso corporal consiste predominantemente en hiperpnea, taquicardia, aumento de la sudoración y secreciones en general.

El modelo de la respuesta corporal es tomado por un lado del primer tipo de reacción de la cría humana ante el trauma del nacimiento -trauma producido esencialmente, y entre otras cosas, por el aumento tremendo de la cantidad de excitación corporal que se produce al pasar de la oxigenación onfalomesentérica a la respiración pulmonar- por otro lado es un relicto de lo que otrora, en la prehistoria de la humanidad, fueran acciones acordes a un fin y ahora permanecen simplemente como alteraciones internas, expresiones afectivas.

El bebé al nacer expresa la alteración interna (expresión de emociones, grito, inervación vascular); esta forma de respuesta es adecuada al principio ya que así el cuerpo recibe la oxigenación necesitada. Pero después será adoptada por el yo como el prototipo de la reacción contra el peligro. La primera reacción en la vida posterior frente a una situación de peligro, interior o exterior, consistirá en la angustia.

En algunos momentos de su obra -manuscritos a Fliess, los trabajos sobre la neurosis de angustia- Freud considera otro modelo de la angustia: las reacciones producidas durante el acto sexual. Ambos se complementan.

El modelo de reacción frente al peligro está más cercano en general al concepto de señal y el de acumulación tóxica a la homologación con la excitación sexual.

La angustia es el afecto displacentero por excelencia y es la moneda común a la que remiten los otros afectos displacenteros. El yo no quiere sentirla. Se defiende de ella. Así surgen las neurosis.

TEORÍA DE LA ANGUSTIA

Suele decirse que Freud postuló dos teorías de la angustia. Sin embargo, seguiremos la hipótesis de que hay una sola que se va complejizando a medida que se profundiza el conocimiento del funcionamiento mental.

En el fondo la angustia es una y la misma, lo que puede variar son los motivos que la ocasionen o las diferentes explicaciones que tengamos sobre ella.

En sus trabajos sobre la neurosis de angustia, la explica como producto de la acumulación de tensión sexual somática (cantidad de excitación no transformada en libido, en deseo sexual, al no estar unida a representaciones).

Cuando por alguna causa no psíquica (la causa no es la represión de las representaciones psíquicas, sino un efecto mecánico actual producido en el hecho mismo de la acción sexual, por ejemplo: una incorrecta relación sexual, o una relación sexual insatisfactoria) se produce una inadecuada descarga sexual, la cantidad de excitación acumulada, sin ligadura psíquica, deviene automáticamente en angustia.

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La conclusión es que la cantidad de excitación acumulada es percibida automáticamente por el aparato perceptual como angustia.

Esta base teórica influirá hasta 1925 en la teoría de la represión y junto con ella, en la teoría de la angustia de la primera tópica. En ese período, Freud dice que la represión genera la angustia, en tanto separa la representación de su investidura, que se transforma en afecto y principalmente en angustia.

Al ir profundizando su conocimiento del yo y luego de describir su segunda tópica o teoría estructural en 1923 en El yo y el ello, interrelacionará la explicación de la formación de los síntomas neuróticos con la de los mecanismos de defensa contra la angustia, además de diferenciar y vincular la angustia ante las pulsiones con la angustia ante los peligros exteriores. Entonces se enhebrarán todas estas teorías contradictorias hasta ese momento. La síntesis brillante se expone en Inhibición, síntoma y angustia (1925). Mantiene la primitiva explicación:

«Vemos ahora que no necesitamos desvalorizar nuestras elucidaciones anteriores, sino meramente ponerlas en conexión con las intelecciones más recientes» (A.E. T.XX, pág. 133); sirve aún para explicar las neurosis actuales o el factor actual neurótico de toda psiconeurosis, incluso la angustia automática en el brote esquizofrénico, a lo que se podrían agregar neurosis traumáticas y alguna patología psicosomática.

La acumulación de cantidad de excitación explica el trauma del nacimiento y aquella es la máxima sensación de desvalimiento temida. Ella, prácticamente, es la que se vuelve a producir cuando la angustia automática es síntoma.

Para defenderse el yo va generando mediaciones, gracias a las cuales va a poder dominar al ello. El yo será «el almácigo de la angustia». La cultivará en él transformándola en señal y la insinuará a la pulsión proveniente del ello y a la parte inconsciente del yo para que el mecanismo defensivo yoico, guiado por el principio de placer, reprima a la pulsión y se evite entonces el displacer al que podría conducir su satisfacción.

Este tipo de angustia es angustia señal, es una señal que utiliza el yo para manejar a la pulsión y reprimirla, para que no se descargue.

Es la angustia señal la que genera entonces la represión y no a la inversa. A esta angustia no se necesita explicarla tampoco por acumulación cuantitativa, es una tramitación, un recuerdo de lo que podría pasar si..., que consigue que la pulsión retroceda y el proceso no siga adelante (cuando la represión tiene éxito, obviamente, pues cuando falla resurge la angustia automática, que sí requiere explicación económica).

La angustia señal nace en íntima vinculación con la realidad, pues se basa en hechos reales o vividos como reales en determinados momentos de la vida, como lo son la pérdida del objeto, la amenaza de castración o de pérdida de amor.

Podemos decir que la angustia de castración va a ser el prototipo de las angustias señales y a ella van a remitir las otras angustias como la de pérdida de objeto, la de pérdida de amor, la angustia ante el superyó y la angustia social.

Como ya vimos, todas estas angustias señales pueden fallar -por alguna causa psíquica (esquizofrenia), o no psíquica (neurosis actuales)- y entonces el aparato psíquico es invadido por la cantidad de excitación y, por lo tanto, la angustia automática ocupa el panorama.

ANGUSTIA AUTOMÁTICA

Angustia producida por la presencia en el aparato psíquico de una hipercantidad de excitación libidinal. Es como una repetición del trauma del nacimiento, tal es la indefensión o desvalimiento del psiquismo ante la tensión de necesidad.

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En la psicosis esquizofrénica, dados la grave alteración del yo y el retiro de la investidura de las representaciones-cosa Inc. con la pérdida del deseo objetal consiguiente, la cantidad de excitación queda sin posibilidad de ser ligada y se expresa automáticamente como angustia o, mejor dicho, como angustia automática.

ANGUSTIA SEÑAL

Señal producida y sentida por el yo, el que la utiliza para lograr dominar a la pulsión. Esto lo hace mediante los mecanismos de defensa ante ella. Utiliza para ello el principio de placer en contra de la satisfacción pulsional, paradójicamente, pues tras la instalación de la represión primaria la posibilidad de la satisfacción pulsional le generaría displacer (angustia) al yo.

Al enviar el ello una investidura de deseo pulsional Inc. (o lo que es lo mismo, una representación-cosa investida buscando representación-palabra para poder ser conocida por la consciencia perteneciente al yo), el yo puede no aceptarla como propia produciendo la angustia señal, para lo que utiliza el recuerdo de momentos de angustia que fueron reales en la infancia, por ejemplo: la visualización del genital femenino en el caso de la angustia de castración.

La angustia señal está basada, entonces, en la experiencia. Éste es el caso de la angustia de pérdida de objeto cuando el bebé comienza a reconocer al objeto como tal. También el de la angustia de castración que surge en la etapa fálica del varón, cuya contrapartida en la mujer es la angustia de la pérdida de amor del objeto. En el adulto no neurótico (a excepción del neurótico obsesivo en el que predomina la angustia ante el superyó, pero como amenaza de castigo inconsciente) las angustias señales suelen ser las que se producen ante el superyó y la angustia social.

La angustia señal es para el yo un recurso sumamente eficaz para dominar a la pulsión, si bien muchas veces costosísimo, los daños en su estructura son un efecto no buscado (por lo menos dentro del principio de placer) que no puede atribuirse a la angustia señal sino a los mecanismos defensivos que produce el yo gracias a ella. Así y todo, es de subrayar la eficacia defensiva; ante la señal automáticamente se desinviste la representación (de palabra o de cosa según el caso, lo que también va a indicar niveles de gravedad en la patología o alteración del yo) y la pulsión, «desactivada», pierde su eficacia.

ANGUSTIA REALISTA

Estado afectivo displacentero particular que se siente frente a la percepción de un peligro exterior. Se asimila al miedo, afecto que queda después de la vivencia de dolor.

Dice Freud: «[...] la angustia realista aparece como algo muy racional y comprensible. De ella diremos que es una reacción frente a la percepción de un peligro exterior, es decir, de un daño esperado, previsto; va unida al reflejo de la huida, y es lícito ver en ella una manifestación de la pulsión de autoconservación» (1917, A.E. T. XVI, pág. 358). Renglones más abajo pone en tela de juicio la adecuación de la respuesta angustia ante el peligro, diciendo que la respuesta adecuada sería enfrentarlo o huir. Entonces la angustia realista es adecuada si es una simple señal que permite al yo encontrar la acción adecuada, si la angustia por el contrario paraliza al yo, éste pierde la posibilidad de autoconservarse.

En Inhibición, síntoma y angustia (1925) incluye como angustias realistas, las angustias sentidas por el niño en su proceso de reconocimiento del objeto como fuente de placer: como son la angustia de pérdida de objeto y la angustia de castración. Son angustias realistas desde que (en esa época) el peligro proviene del exterior. Dejan de ser realistas cuando son usadas a posteriori por el yo, como señales basadas en recuerdos para generar los mecanismos de defensa contra las pulsiones provenientes del interior del cuerpo.

ANGUSTIA DE CASTRACIÓN

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En este período (fálico) el niño comprende el genital femenino confundiéndolo con la falta del masculino, merced a un juicio basado en la percepción (que lo es de una falta), el que le acarrea la angustia realista de que sea una posibilidad cierta el que ese peligro le pueda ocurrir a él.

A posteriori deviene en la angustia señal por excelencia (posteriormente al hundimiento o represión del complejo de Edipo e instauración del superyó en el aparato psíquico).

La angustia de castración aparece, entonces, en la cumbre del complejo de Edipo y es generadora de las neurosis infantiles (el pequeño Hans, el hombre de los lobos), generalmente zoofobias, relictos del totemismo; luego va tomando las características del símbolo mnémico que cultiva en su «almácigo» el yo para producir sus mecanismos de defensa ante lo que siente como el peligro pulsional.

La angustia de castración es también un nivel de angustia señal, más alto en su complejidad que la angustia de pérdida de objeto. Se la siente básicamente ante el padre, rival edípico, y es resultado, en la hipótesis filogenética freudiana, de que, en las épocas de la horda primitiva, éste castraba a sus hijos para poder poseer a todas las mujeres de la horda.

En Inhibición, síntoma y angustia (1925) dice Freud que la angustia de castración remite a la angustia de pérdida de objeto, pues la posesión del pene sería la condición para, en este nivel, poder tener a éste. El reconocimiento definitivo de la diferenciación sexual, con toda su conflictiva a cuestas, trae mayor complejidad al vínculo con el objeto.

La carencia objetal remite, en última instancia, al peligro de volver a caer en la tensión de necesidad, la angustia automática. La angustia de castración sería una angustia señal que llevará al yo a hacer efectivos, automáticamente, sus mecanismos de defensa, generando así nuevas mediaciones que lo alejen de ese peligro. En el adulto la angustia de castración es reemplazada por lo general por la angustia ante el superyó y la angustia social, cuyo sustrato es en el fondo. Pero esas angustias implican un grado aún mayor de mediación y complejidad. La angustia de castración será factor principalísimo en la creación de síntomas neuróticos, en las así llamadas neurosis históricas o de transferencia, principalmente la histeria de angustia y sus fobias.

Es interesante acotar que el yo realidad definitivo culmina su constitución en el período fálico, cuando el falo haciendo caer bajo su supremacía al resto de las zonas erógenas les da una unidad, la que va a ser llamada yo. Esto es otra muestra de la importancia de la angustia de castración en la constitución del aparato psíquico masculino (mayor imperativo categórico, mayor dramaticidad en la formación del superyó, la que a su vez es más temprana, termina con el complejo de Edipo y no en la pubertad, como en el caso femenino).

Por lo demás, esta angustia es realista en el niño durante el complejo de Edipo, luego deviene en angustia señal cultivada por el yo Y usada como símbolo mnémico ante las pulsiones que pretenden retornar desde lo reprimido y satisfacer la sexualidad infantil reprimida primariamente, y de las cuales el yo se defiende con sus represiones secundarias o mecanismos de defensa.

ANGUSTIA DE PÉRDIDA DE OBJETO

Angustia sentida por el bebé cuando en su camino de salida del yo placer purificado (en el que el objeto en la medida en que producía placer era considerado yo) va reconociendo poco a poco a la madre como objeto de placer, como no-yo, por lo que pasa a ser deseada (recordemos que en el yo placer se reconocía como no-yo todo lo odiado).

Comienza a pasar de la categoría ser, a la categoría tener, por lo tanto, a la posibilidad de no tener; esta posibilidad generará angustia pues la presencia del objeto se ha mostrado importantísima, hasta imprescindible, para no ser invadido por la tensión de necesidad, la cantidad de excitación, en otras palabras, la angustia automática del trauma del nacimiento.

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La angustia de pérdida de objeto se expresa en la clínica básicamente como angustia ante la soledad, la oscuridad, la presencia de extraños, etcétera. De todas maneras, también esta angustia tiene como trasfondo a la angustia de castración.

La angustia de pérdida de objeto consiste en una señal que es producida en ínfima cantidad por el yo, lo que hace que automáticamente y en forma inconsciente surja el mecanismo de defensa que originará una formación sustitutiva, una transacción, la que producirá el efecto buscado de inconscientizar a la pulsión, y en este sentido será eficaz. Esta forma de angustia no necesita explicación económica, es producida por el yo (como todas las angustias señales) con ínfimas cantidades y basándose en el recuerdo, la representación peligrosa. El resultado del mecanismo defensivo puede ser la generación de síntomas, rasgos de carácter, etcétera. En el adulto se puede producir por regresión yoica, pues es más primitiva (la distinción yo-objeto de placer, en el período infantil en que este tipo de angustia predomina, es menos clara) que la angustia de castración, la angustia ante el superyó y la angustia social, aunque se pueden mezclar y ser difíciles de distinguir. Es el tipo de angustia predominante en los mecanismos defensivos (desmentida) de la amencia de Meynert.

Si por alguna causa los mecanismos defensivos yoicos fallan, puede devenir el ataque de angustia y producirse la angustia automática, la cual sí tiene explicación económica, pues es producida por la cantidad de excitación, o lo que es lo mismo, la invasión de la tensión de necesidad.

ANGUSTIA DE PÉRDIDA DE AMOR

Tipo de angustia señal percibida principalmente por la niña al entrar en el período fálico, por lo tanto, en el complejo de castración.

Al comprender la diferencia de su cuerpo con el del niño, en fin, con lo que ella entiende como niño no castrado, comprende ésta como si a ella le faltara el genital y no como sexo femenino (proceso al que deberá llegar trabajosamente el yo, tras un esfuerzo de actividad de pensamiento complejo y al que arribará en la pubertad, en el mejor de los casos). Por lo tanto, en la época de este crucial descubrimiento, sucumbe a la envidia del pene. Se agrega a la diferencia anatómica el hecho de que aparece una desigualdad con respecto al niño en la constitución del yo, dado que el falo no tendría en este caso la suficiente primacía (véase: primacía fálica) sobre el resto de las zonas erógenas (el falo es el clítoris en todo caso, de ahí la envidia). Lo que en el período del complejo de castración en la niña es entendido como falta de genital, paulatinamente es reemplazado por el cuerpo erógeno todo, y la vagina en particular (pensemos en lo difuso y generalizado del orgasmo femenino). Por eso el narcisismo de la mujer no se constituye de un principio como

«amor propio» sino que predomina en ella una necesidad de ser amada, lo que la hace más dependiente del objeto. También esto puede ser otro elemento que puede ayudar al hecho de que algunas mujeres constituyan su yo más como objeto que como sujeto.

En el período del complejo de castración, en la niña la necesidad de ser amada (en un principio por la madre) se hace extrema; de ahí lo intenso de la angustia de la pérdida de su amor.

Posteriormente viene, por lo común, un tiempo en el que culpa a la madre por su minusvalía, rompe con ella, y pasa a querer poseer un hijo, símbolo del pene anhelado (a este pasaje se lo llama ecuación simbólica). Por este camino conducente a su feminidad, encontrará al padre como objeto y pasará a sentir angustia ante la pérdida de amor de éste, de quien ahora espera su hijo-pene.

Más tarde, en la adolescencia, hará su elección definitiva de objeto exogámico, elección que llevará incluida la historia con sus objetos primarios y las angustias correspondientes.

El superyó femenino tarda más que el masculino en constituirse, asimismo es menos drástica su forma de estructuración. La angustia de la pérdida de amor femenina se prolonga más en el tiempo y probablemente esto influya incluso en la generación de diferencias respecto de las angustias posteriores, frente al superyó y la angustia social.

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ANGUSTIA NEURÓTICA

A diferencia de la angustia realista, esta angustia no se siente frente a la percepción de un peligro exterior sino frente a uno interno, aunque éste sea inconsciente, o mejor, a pesar de que el yo lo desconozca.

Es la angustia del yo frente a sus pulsiones, mejor dicho, frente al peligro exterior que paulatinamente las pulsiones implican a medida que se distingue al yo del objeto de placer (la pérdida, la castración), su satisfacción o el deseo de su satisfacción.

En el niño, durante el período del complejo de Edipo, la angustia de castración es realista, luego, en el adulto, es una señal recordatoria de aquella angustia; pasa así a convertirse en angustia generadora en el yo de mecanismos de defensa, los que cuando fallan pueden ser origen de síntomas.

Entonces angustia neurótica es, a la vez, producto de neurosis y generadora de neurosis.

Otro capítulo es el de las neurosis actuales en que la angustia no está ligada a representaciones, expresión automática de la cantidad de excitación.

En la esquizofrenia, la angustia se explica como en las neurosis actuales pero las causas son diferentes. En este padecimiento psicótico narcisista, el arrasamiento del aparato psíquico por la cantidad de excitación que se produce ante la desinvestidura de sus representaciones-cosa Inc., deja a la cantidad de excitación sin ligadura, o con una ligadura endeble porque la representación-palabra no está sustentada por la representación-cosa, ahora desinvestida o proyectada (como, por ejemplo, en los delirios paranoides).

ANGUSTIA ANTE EL SUPERYÓ

Tipo de angustia señal sentida por el yo, debido al hecho de que éste produce mecanismos defensivos frente a la moción pulsional, ante la amenaza de castigo recibida desde el superyó, cuando existe el peligro del avance pulsional proveniente desde el ello. Implica la formación del superyó, entonces, producida merced a la introyección de la figura de los padres (principal- mente el padre), como identificaciones secundarias prohibidoras y castigadoras de la satisfacción pulsional. Así los sentía el sujeto en su infancia. Después del hundimiento del complejo de Edipo devinieron en identificaciones.

La sola presencia del deseo Inc. investido es pasible de sanción para el superyó. Esto refuerza, por un lado, la necesidad de su desconocimiento con la utilización de los mecanismos de defensa del yo, los que producen el desconocimiento del deseo, de todas maneras, insuficiente para el yo, ya que al tener el superyó una parte inconsciente, capta al deseo Inc. pulsional in statu nascendi, produciendo el yo de todas maneras la señal de angustia,que luego toma el matiz del sentimiento de culpa.

La angustia ante el superyó remite a la angustia de castración en el varón y a la angustia de pérdida del amor del objeto en la mujer, que eran las angustias más temidas durante el período del complejo de Edipo, cuyo sepultamiento y represión originó la formación del superyó.

Para evitar la angustia ante el superyó, también se generan entonces mecanismos de defensa. Este tipo de angustia señal es el que predomina en la neurosis obsesiva, en la que son típicos el aislamiento y la anulación de lo acontecido.

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ANGUSTIA DE MUERTE

Tipo de angustia realista preconsciente, que resulta una forma de elaboración secundaria de la angustia ante el superyó inconsciente (por ejemplo: como angustia ante el destino), y en ocasiones la angustia de castración, también inconsciente (por ejemplo: angustia ante los accidentes, enfermedades venéreas, etcétera).

No hay representación-cosa inconsciente de la muerte propia, pues no pudo haber vivencia de ella. Las representaciones surgen de las vivencias, son huellas de éstas en última instancia.

Para tener una noción de la muerte propia e incluso de la ajena, hay que poseer representación-palabra que permita pensarlas preconsciente o conscientemente.

A partir de ahí, entonces, se vinculan la muerte ajena con lapropia, pero apenas si se tienen teorías, fantasías y representaciones exteriores básicamente creadas merced a las palabras («el frío de los sepulcros») hablando de la muerte y no una representación cabal o vívida de lo que es. Por lo tanto, la angustia de muerte resulta una elaboraciónpreconsciente de la angustia.La angustia señal se produce ante el peligro. El peligro real durante el complejo de Edipo es la castración; antes lo había sido la pérdida del objeto, y después el castigo del superyó, todos a su vez niveles de mediación ante la indefensión o desvalimiento" frente a la cantidad de excitación o tensión de necesidad, cuyo prototipo es el trauma del nacimiento.

APRONTE ANGUSTIADO

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Diccionario de Psicoanálisis

J. Laplanche – J. B. Pontalis

DESARROLLO DE ANGUSTIA

Término creado por Freud: la angustia considerada en su desarrollo temporal, su incremento en el individuo. Incluimos aquí este término, que se encuentra en varios lugares de los escritos de Freud, especialmente en las Lecciones de introducción al psicoanálisis (1915-1917) y en Inhibición, síntoma y angustia (1926), porque merece ser traducido por un equivalente único, lo que no ocurre en todas las traducciones. Este término descriptivo adquiere su sentido especial en el marco de una teoría de la angustia que distingue una situación traumática, en la que la angustia no puede ser controlada (angustia automática), y una señal de angustia destinada a evitar que ésta surja. El «desarrollo de angustia» indica el proceso que hace pasar de una a la otra, si la señal de angustia no ha resultado eficaz.

ANGUSTIA AUTOMÁTICA

Reacción del individuo cada vez que se encuentra en una situación traumática, es decir, sometido a una afluencia de excitaciones, de origen externo o interno, que es incapaz de controlar. La angustia automática se opone, en la opinión de Freud, a la señal de angustia.

La expresión «angustia automática» fue introducida por Freud al reformar su teoría de la angustia en Inhibición, síntoma y angustia (1926); se comprende comparándola con el concepto de señal de angustia.

En ambos casos, «[...] como fenómeno automático y como señal de alarma, la angustia debe considerarse como producto del estado de desamparo psíquico del lactante, que evidentemente constituye la contrapartida de su estado de desamparo biológico». La angustia automática es una respuesta espontánea del organismo frente a esta situación traumática o a su reproducción.

Por «situación traumática» debe entenderse un aflujo no controlable de excitaciones demasiado numerosas e intensas: esta idea es muy antigua en Freud; la encontramos en sus primeros escritos acerca de la angustia, en los que la define como el resultado de una tensión libidinal acumulada y no descargada.

El término «angustia automática» se refiere a un tipo de reacción; no prejuzga el origen interno o externo de las excitaciones traumatizantes.

ANGUSTIA ANTE UN PELIGRO REAL

Término (Realangst) utilizado por Freud en el marco de su segunda teoría de la angustia: angustia ante un peligro exterior que constituye para el individuo una amenaza real.

La palabra alemana Realangst fue introducida en Inhibición, síntoma y angustia (1926). Puede prestarse a algunos equívocos, que nuestra traducción intenta evitar.

1. En Realangst, Real es un substantivo; no califica la angustia, sino lo que la motiva. La angustia ante un peligro real se opone a la angustia ante la pulsión. Para algunos autores, en especial para Anna Freud, la pulsión sólo sería ansiógena en la medida en que ofrece el riesgo de suscitar un peligro real; pero la mayoría de los psicoanalistas sostienen la existencia de una amenaza pulsional generadora de angustia.

2. " La traducción por «angustia ante lo real» tendría el inconveniente de dar a entender que es la realidad, como tal, la que motiva la angustia, cuando se trata de ciertas situaciones. Es por ello que proponemos «angustia ante un peligro real».

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miedo que produciría un objeto determinado, y la angustia, que se define por la ausencia de objeto, no concuerda totalmente con las distinciones freudianas.

SEÑAL DE ANGUSTIA

Término introducido por Freud en la reestructuración de su teoría de la angustia (1926) para designar un dispositivo puesto en acción por el yo, ante una situación de peligro, con vistas a evitar el ser desbordado por el aflujo de excitaciones. la señal de angustia reproduce en forma atenuada la reacción de angustia vivida primitivamente en una situación traumática, lo que permite poner en marcha operaciones defensivas.

Este concepto fue introducido en Inhibición, síntoma y angustia (1926) y constituye la idea principal de lo que generalmente se denomina la segunda teoría de la angustia. No intentaremos exponer aquí esta reestructuración ni discutir su alcance y su función en la evolución de las ideas freudianas. Sin embargo, el término Angstsignal, creado por Freud, reclama, aunque sólo sea por su concisión, algunas observaciones.

1. Condensa lo esencial de la aportación de la nueva teoría. En la explicación económica dada al principio por Freud acerca de la angustia, ésta se considera como un resultado: es la manifestación subjetiva del hecho de que una determinada cantidad de energía no es controlada. El término «señal de angustia» pone en evidencia una nueva función de la angustia que la convierte en un motivo de defensa del yo. 2. El desencadenamiento de la señal de angustia no se halla necesariamente subordinado a factores

económicos; en efecto, la señal de angustia puede funcionar como «símbolo mnémico» o «símbolo afectivo» de una situación que todavía no está presente y que se trata de evitar.

3. La promoción de la idea de señal de angustia no excluye, sin embargo, toda explicación económica. Por una parte, el afecto, reproducido en forma de señal, debió ser experimentado pasivamente en el pasado en forma de angustia llamada automática, al encontrarse desbordado el sujeto por el aflujo de excitaciones. Por otra parte, el desencadenamiento de la señal supone la movilización de cierta cantidad de energía.

4. Observemos, finalmente, que la señal de angustia la relaciona Freud con el yo. Esta función recién descubierta de la angustia es asimilable a lo que Freud describió constantemente dentro del proceso secundario, al mostrar cómo los afectos displacenteros repetidos en forma atenuada son capaces de movilizar la censura.

Diccionario del psicoanálisis

bajo la dirección de Roland Chemama

ANGUSTIA

Afecto de displacer más o menos intenso que se manifiesta en lugar de un sentimiento inconciente en un sujeto a la espera de algo que no puede nombrar.

La angustia se traduce en sensaciones físicas, que van de la simple contracción epigástrica a la parálisis total, y frecuentemente está acompañada de un intenso dolor psíquico.

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operaría en la neurosis de angustia. Después, en 1926, escribe en Inhibición, síntoma y angustia: «Antes, yo consideraba la angustia como una reacción general del yo sometido a condiciones de displacer». Y vuelve sobre esta concepción señalando estos dos límites: establecer entre la angustia y la libido sexual una relación particularmente íntima; considerar al yo como solo y único lugar de la angustia. Freud reconsidera sus posiciones gracias al aporte de O. Rank, que juzga inaugural de la angustia el trauma de nacimiento. Y se remonta de la reacción de angustia a la situación de peligro, cuyo prototipo seguirá siendo el nacimiento. Freud le da entonces a la angustia dos fuentes diferentes: una, involuntaria, automática, inconciente, explicable cuando se instaura una situación de peligro análoga a la del nacimiento y que pone en riesgo la vida misma del sujeto; otra, voluntaria, conciente, que sería producida por el yo cuando una situación de peligro real lo amenaza. La angustia tendría allí como función intentar evitar ese peligro.

Freud desemboca entonces en una nueva definición de la angustia, en la que distingue dos niveles. En el primero, «es un afecto entre, sensación y sentimiento, una reacción a una pérdida, a una separación» (ibid.). Es esta parte de la angustia, que Freud califica de “originaria”, la que sería producida por el estado de desamparo psíquico del lactante separado de la madre, «que satisface todas sus necesidades sin demoras» (ibid.). En el segundo, la angustia es un afecto señal, como reacción al peligro de la castración en un tiempo «en que el yo del sujeto intenta sustraerse de la hostilidad de su superyó» (ibid.). Se trata aquí, para Freud, de la angustia que sobreviene en un sujeto “en el momento de la fase fálica” (ibid.). Así, para Freud, la irrupción de la angustia en un sujeto es siempre articulable a la pérdida de un objeto fuertemente investido, ya se trate de la madre o del falo.

Lacan dedicó un año de su enseñanza a elaborar, después de Freud, una articulación tan precisa como fuese posible de ese concepto que es la angustia (Seminario X, 1962-63, “La angustia”). Para él, se trata no tanto de comprenderla o describirla como de registrarla en su posición estructural y en sus elementos significantes. He aquí cómo retoma la definición de Freud: la angustia es un afecto cuya posición a mínima es ser una señal. Pero para Lacan la angustia no es la manifestación de un peligro interno o externo. Es el afecto que captura a un sujeto, en una vacilación, cuando se ve confrontado con el deseo del Otro.

Si para Freud la angustia es causada por una falta de objeto, por una separación de la madre, o del falo, para Lacan la angustia no está ligada a una falta de objeto. Surge siempre en cierta relación entre el sujeto y ese objeto perdido antes aun de haber existido, aquel del que habla Freud en el Proyecto de psicología y que llama «das Ding», la cosa. Para Lacan, este objeto no está tan perdido como nos inclinamos a creerlo, puesto que volvemos a encontrar sus huellas visibles y patentes en las formas del síntoma o en las formaciones del inconciente. Reconocemos, en el hecho de decir que la angustia «no es sin objeto», la relación estrecha que la liga con el falo o sus equivalentes. Se trata de la castración simbólica, como Freud también lo afirmaba. La angustia, para Lacan, es la única traducción subjetiva de la búsqueda de ese objeto perdido. Sobreviene en un sujeto cuando ese objeto, equivalente metonímico del falo, estructuralmente ausente, se convierte en un objeto de reparto o de intercambio. Pues, para Lacan, no hay imagen posible de la falta.

A este objeto faltante y específicamente concernido en la angustia, Lacan lo califica de «soporte», luego de «causa del deseo» y lo denomina «objeto a». Este objeto a, dice Lacan, es el objeto sin el cual no hay angustia. Es la roca de la castración de la que habla Freud, reserva última e irreductible de la libido. “De él se trata en todo lugar en el que Freud habla del objeto respecto de la angustia” (Lección del 28 de noviembre de 1962, Seminario X, 1962-63). Para Lacan, la angustia se constituye «cuando algo, no importa qué, viene a aparecer en el lugar que ocupa el objeto causa del deseo» (ibid.). La angustia siempre es suscitada por este objeto que es el que dice «yo» en el inconciente y que intenta expresarse a través de una necesidad, de una demanda o de un deseo.

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pérdida del seno en un lactante no es que ese seno pueda llegar a faltarle, sino que lo invada con su omnipresencia. Es la posibilidad de su ausencia la que preserva para el niño un más allá de su demanda, constituyendo así un campo de la necesidad radicalmente separado del campo del deseo.

Toda respuesta que pretenda colmar no puede, para Lacan, sino acarrear el surgimiento de la angustia. La angustia, por lo tanto, es “la tentación, no la pérdida del objeto, sino la presencia, los objetos que no faltan” (Lección del 5 de diciembre de 1962, ibid.). Lacan da cuenta de la angustia usando tres puntos de referencia (el goce, la demanda y el deseo), en los que la dimensión de la relación con el Otro es dominante. Según Lacan, la angustia se caracteriza entonces por lo que no engaña; es el presentimiento, lo que está fuera de duda. No es la duda, sino la causa de la duda. La angustia es la espantosa certidumbre, es lo que nos mira, como el Hombre de los Lobos, a través de la claraboya, en el colmo de la angustia, se veía mirado por los cinco pares de ojos de su fantasma. La angustia es siempre lo que nos deja dependiendo del Otro, sin palabra alguna, fuera de simbolización.

DICCIONARIO INTRODUCTORIO DE PSICOANALISIS LACANIANO

DYLAN EVANS

ANGUSTIA (Angoisse, Anxiety)

Durante mucho tiempo, la angustia ha sido reconocida en psiquiatría como uno de los síntomas más comunes del trastorno mental. Las descripciones psiquiátricas de la angustia por lo general se refieren a fenómenos mentales (aprensión, preocupación) y corporales (sofocación, palpitaciones, tensión muscular, fatiga, vértigos, sudor y temblor). Los psiquiatras también diferencian los estados de angustia generalizados, en los que hay una " angustia flotante" casi continua, y los "ataques de pánico", que son "episodios intermitentes de angustia aguda" (Hughes, 1981, 48-9).

La palabra alemana empleada por Freud (Angst) puede tener el sentido psiquiátrico que acabamos de definir, pero no es en modo alguno un término exclusivamente técnico, sino también común en el lenguaje corriente. Freud desarrolló dos teorías de la angustia en el curso de su trabajo. Entre 1884 y 1925 sostuvo que la angustia neurótica es simplemente una transformación de la libido sexual que no ha sido adecuadamente descargada. Pero en 1926 abandonó esta teoría, a favor de la idea de que la angustia es una reacción a una "situación traumática", una experiencia de DESAMPARO ante una acumulación de excitación que no se puede descargar. Los traumas son precipitados por "situaciones de peligro" tales como el nacimiento, la pérdida de la madre como objeto, la pérdida del amor del objeto y por, sobre todo, la castración. Freud distingue entre la "angustia automática", en la que el estado surge directa- mente como resultado de una situación traumática, y la "angustia como señal", reproducida activamente por el yo para alertar sobre una situación prevista de peligro.

Lacan, en sus escritos de preguerra, relaciona primordialmente la angustia con la amenaza de fragmentación que enfrenta el sujeto en el estadio del espejo (véase Cuerpo Fragmentado). Dice que sólo mucho después del estadio del espejo estos fantasmas de desmembramiento corporal se fusionan en torno al pene, dando origen a la angustia de castración (Lacan, 1938, 44). También vincula la angustia al miedo a ser absorbido por la madre devoradora. Este tema (con su tono claramente kleiniano) subsiste en adelante como aspecto importante de la explicación lacaniana de la angustia, e indica una diferencia aparente entre Lacan y Freud: mientras que Freud postula que una de las causas de la angustia es la separación respecto de la madre, Lacan sostiene que lo que induce angustia es precisamente la falta de tal separación.

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Además de vincular la angustia a lo real, Lacan la ubica en el orden imaginario y la contrasta con la culpa, que sitúa en lo simbólico (Lacan, 1956b, 272-3). "La angustia, como sabemos, está siempre conectada con una pérdida [...] con una relación bilateral a punto de desvanecerse para ser reemplazada por alguna otra cosa, algo que el paciente no puede enfrentar sin vértigo" (Lacan, l956b, 273).

En el seminario de 1956-57 Lacan continúa desarrollando su teoría de la angustia, en el contexto de su discusión de la FOBIA. Sostiene que la angustia es el peligro radical que el sujeto intenta evitar a cualquier precio, y que las diversas formaciones subjetivas que se encuentran en psicoanálisis, desde las fobias hasta el fetichismo, son protecciones contra la angustia (S4, 23). De modo que la angustia está presente en todas las estructuras neuróticas, pero es especialmente evidente en la fobia (E, 321). Incluso una fobia es preferible a la angustia (S4,345); una fobia por lo menos reemplaza la angustia (que es terrible precisamente debido a que no está enfocada en un objeto particular, sino que gira en tomo de una ausencia) por el miedo, que sí está centrado en un objeto particular y de tal modo puede ser elaborado simbólicamente (S4, 243-6).

En su análisis del caso Juanito (Freud,1909b), Lacan dice que la angustia surge en el momento en que el sujeto está suspendido entre el triángulo preedípico imaginario y el cuaternario edípico. En esta conjunción el pene real de Juanito se hace sentir en la masturbación infantil; la angustia se produce porque él puede entonces medir la diferencia entre aquello por lo que la madre lo ama (su posición como falo imaginario) y aquello que él realmente tiene para dar (su órgano real insignificante) (S4, 243). La angustia es ese punto en el que el sujeto está suspendido entre un momento en el que ya no sabe dónde está y un futuro en el que nunca podrá volver a encontrarse (S4, 226). Juanito habría sido salvado de esta angustia por la intervención castradora del padre real, pero ésta no se produjo; el padre real no intervino para separar a Juanito de la madre, y por lo tanto el niño desarrolló una fobia como sustituto de esta intervención. Una vez más, de la explicación lacaniana de Juanito surge que lo que da origen a la angustia no es la separación respecto de la madre sino el fracaso de esa separación (S4, 319). En consecuencia, la castración, lejos de ser la fuente principal de la angustia, es en realidad lo que salva al sujeto de la angustia.

En el seminario de 1960-1, Lacan subraya la relación de la angustia con el deseo: la angustia es un modo de sostener et deseo cuando el objeto está ausente y, a la inversa, el deseo es un remedio para la angustia, algo más fácil de soportar que la angustia misma (S8, 430). También sostiene que la fuente de la angustia no siempre está en el interior del sujeto, sino que a menudo proviene de otro, así como se trasmite de un animal a otro en el rebaño; "si la angustia es una señal, significa que puede venir de otro" (S8, 427). Por esto el analista no debe permitir que su propia angustia interfiera en el tratamiento, exigencia ésta que sólo puede satisfacer porque él mantiene un deseo propio, el deseo del analista (S8, 430).

En el seminario de 1962a, titulado simplemente "La angustia ", Lacan dice que la angustia es un afecto, no una emoción, y, además, el único afecto que está más allá de toda duda, que no es engañoso (véase también S 11, 41). Mientras que Freud trazaba una distinción entre el miedo (focalizado en un objeto específico) y la angustia (sin focalizar) Lacan sostuvo que la angustia no es sin objeto (n 'est pas sans objet); simplemente involucra un tipo distinto de objeto, un objeto que no puede simbolizarse del mismo modo que todos los otros. Este objeto es el objeto a, el objeto causa del deseo, y la angustia surge cuando aparece algo en el lugar de este objeto. La angustia surge cuando el sujeto es confrontado con el deseo del Otro y no sabe qué objeto es él para ese deseo. También en este seminario Lacan vincula la angustia con el concepto de falta. Todo deseo surge de la falta, la angustia surge cuando falta esta falta; la angustia es la falta de falta. La angustia no es la ausencia del pecho, sino su presencia envolvente; es la posibilidad de su ausencia la que, de hecho, nos salva de la angustia. El acting out y el pasaje al acto son las últimas defensas contra la angustia.

La angustia está también vinculada al estadio del espejo. Incluso en la experiencia habitualmente confortadora de ver el propio reflejo en el espejo puede haber un momento en el que la imagen especular se modifica y de pronto nos parece extraña. De este modo, Lacan asocia la angustia con el concepto freudiano de Jo ominoso (Freud, 1919h).

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