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LOS ERRORES MÁS COMUNES

Por: Fredy R. Vallenilla Solórzano El presente documento estudiará algunos de los errores más comunes a la hora de escribir. Si aprende a evitarlos, mejorará considerablemente su forma de escribir.

Como es lógico, resultará imposible que en este corto espacio le enseñemos gramática. Por ello deberá disponer de una buena gramática como fuente de referencia en el caso de encontrarse con problemas que el presente documento no abarque. En este análisis se tratarán de evitar los términos gramaticales, en la medida de lo posible.

A. CUANDO SE ESCRIBE

Ideas sobre la comunicación

Cuando proceda a redactar sobre un tema de su interés, recuerde que su principal objetivo es transmitir la información a los lectores de la manera más clara posible.

Existen reglas que debe seguir al escribir, de igual modo que existen reglas que debe obedecer al conducir. Hay que aprenderse el código de circulación, aprobar un examen para demostrar que conoce la reglamentación y cumplir con las normas si no quiere sufrir un accidente. Si se va de un punto A a un punto B es porque se conocen las reglas y se siguen.

De idéntica forma, se aprenden las reglas gramaticales y hay que seguirlas si desea que los demás puedan entenderle. Considere, por ejemplo, la puntuación similar (en su función) a las señales de pare, los semáforos, las señales de dirección, etc. Si, por ejemplo, se salta un semáforo en rojo, puede recibir una multa, verse implicado en un accidente o ambas contingencias. Si no pone un punto al final de una oración o no usa comas para indicar a los lectores donde hacer una pausa, los inducirá a confusión.

Cuando se es investigador, docente o comunicador, la mayor parte de su tarea es informar a los lectores sobre los resultados de sus proyectos de investigación, o sobre temas interesantes (eso cree usted) y cómo los realizó. Este tipo de escritura, conocido como escritura explicativa, no debe ser pesado o aburrido, pero no utiliza el lenguaje como lo haría, por ejemplo, un novelista; para entretener a los lectores.

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Fragmentos de oración (oraciones incompletas)

Hace bastantes años, un lingüista suizo, Ferdinand de Saussure (1999), sostuvo que el significado se basa en las diferencias. Mantenía que el aspecto más importante de los conceptos radica en ser lo que los demás (conceptos) no son. En otras palabras, el significado tiene que ver con las relaciones. Por consiguiente, es necesario que creemos algún tipo de relación entre los elementos que integran una oración para que hallemos un significado.

Si completan las relaciones en una oración (un sujeto, un verbo y un objeto), evitarán las oraciones incompletas. El secreto consiste en tener (al menos) dos elementos (dos personas, lugares o cosas) y un verbo que explique la relación. Tomemos como ejemplo a Eva, Nelson, Carlos y la filosofía.

"EVA, quien acaba de regresar de un viaje alrededor de Venezuela, durante el cual exploró el Caroní, participó en una excavación arqueológica en la Gran Sabana y escaló los tepuyes, SE ESTÁ ESPECIALIZANDO EN la asignatura que encuentra más interesante (si bien no le ayudará a conseguir un empleo), SEGURIDAD Y DEFENSA."

Los elementos básicos de esta complicada oración aparecen en mayúsculas y conforman un pensamiento completo: Eva se está especializando en Seguridad y Defensa.

Supongamos que escribiésemos: "Puesto que Eva se está especializando en Seguridad y Defensa." Ésta es una oración incompleta; la expresión puesto que implica que, a continuación, se va a dar algún tipo de descripción de un acto o una situación.

Supongamos que escribiésemos: "Puesto que Eva se está especializando en Seguridad y Defensa, (ella) no podrá encontrar un empleo." En esta oración, "Puesto que Eva se está especializando en Seguridad y Defensa" se relaciona con "ella", que funciona como sujeto de la oración, y nos informa de por qué Eva tendrá dificultades para encontrar un empleo.

Oraciones ininterrumpidas

Las oraciones ininterrumpidas son aquellas que contienen varias frases completas sin la adecuada separación. El significado se basa en las relaciones entre las oraciones y dentro de las mismas, de modo que resulta fundamental no olvidar establecer dicho significado mediante el uso de locuciones y una correcta puntuación. El lector espera una pausa momentánea entre dos oraciones, así que si une dos frases sin la puntuación correcta, puede confundirlo.

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He aquí un ejemplo de una oración ininterrumpida: "A Eva le gusta la filosofía le costará encontrar un empleo."

EL problema radica en que contamos con dos oraciones completas ("A Eva le gusta la filosofía" y "le costará encontrar un empleo") que no están separadas. Esta dificultad puede superarse de diferentes maneras. Una conjunción o locución coordinante podría vincular ambas oraciones:

"A Eva le gusta la filosofía, de modo que le costará encontrar un empleo."

También podría usarse un punto y coma para separarlas:

"A Eva le gusta la filosofía; le costará encontrar un empleo."

Observe que no podemos usar la conjunción "y" para unir ambas oraciones, porque estamos tratando, en esencia, con una causa y un efecto. "Y" enlazaría las dos oraciones, pero no mostraría su relación.

Mal uso de los pronombres

Un pronombre es una palabra que sustituye a un nombre o a otro pronombre que le precede. Se usa para evitar la reiteración en el uso de un nombre propio (o común).

Existen dos reglas fundamentales a tener en cuenta cuando se emplean los pronombres:

 Un pronombre hace referencia a un nombre o pronombre que le precede (el antecedente). Asegúrese de que la relación entre el pronombre y su antecedente carece de ambigüedad.

 Un pronombre debe concordar con su antecedente en género y número.

A continuación, se presentan algunos ejemplos de una utilización indebida de los pronombres:

"Sujetando un muslo de pollo asado, Nelson entró en su carro y comenzó a comérselo."

Según esta oración, Nelson se comió su coche. Podemos evitar la ambigüedad escribiendo:

"Nelson entró en su coche y comenzó a comerse un muslo de pollo asado."

Errores de puntuación

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En ocasiones se usa erróneamente una coma, en vez de un signo de puntuación más fuerte (un punto y coma, dos puntos, un guión o un punto y seguido), para separar dos oraciones. Una coma no es más que una breve pausa entre dos elementos de una oración. Sin embargo, no puede separar dos oraciones.

Examinemos el siguiente ejemplo:

"Eva y Nelson se aman, ella consiguió un empleo para poder casarse."

La coma no es apropiada en este caso. Cualquiera de las siguientes alternativas sería aceptable:

"Eva y Nelson se aman. Ella consiguió un empleo para poder casarse."

"Eva y Nelson se aman, de modo que ella consiguió un empleo para poder casarse."

"Ya que Eva y Nelson se aman y desean casarse, ella consiguió un empleo."

El problema con la primera alternativa es que no se hace evidente ninguna relación entre ambas frases. Sabemos que Eva y Nelson se aman y que Eva consiguió un empleo. Podemos deducir la situación, pero sería preferible que una locución o alguna otra expresión indicase la relación de forma más clara.

Errores de concordancia

Los verbos deben concordar con los sujetos en número y persona. La razón es hacer evidente las relaciones. Si tenemos un verbo en singular y un sujeto en plural, seremos presa de la confusión. Tomemos de nuevo a Nelson, Eva y Carlos.

Supongamos que Nelson quiere a Carlos, Eva quiere a Carlos y Carlos les quiere a ambos.

La sola presencia de la palabra "quiere" ya nos indica que se trata de un único sujeto:

"Nelson quiere a Carlos."

"Eva quiere a Carlos."

Sin embargo, si el sujeto está compuesto por Nelson y Eva (el equivalente de

"ellos"), debemos emplear el verbo en plural:

"Nelson y Eva quieren a Carlos."

Si nos centramos en Carlos (el equivalente de "él"), utilizaremos el verbo en singular:

"Carlos quiere a Nelson y a Eva."

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El verbo "querer" se conjuga así:

Singular Plural

Yo quiero Nosotros queremos Tú quieres Vosotros queréis Él/Ella quiere Ellos/ellas quieren Errores ortográficos

Asegúrese de escribir correctamente todas las palabras; consulte un diccionario. Si emplea un ordenador, existen muchas posibilidades de que éste cuente con un programa de corrección ortográfica. Haga uso de él una vez haya concluido el primer borrador de su escrito. Si no dispone de un corrector ortográfico o de un procesador de textos, use un buen diccionario para comprobar cualquier palabra de la que no esté seguro.

En ocasiones, al mecanografiar un texto, es preciso dividir una palabra al finalizar una línea. Sin embargo, las palabras únicamente se pueden dividir al final de la sílaba. La mejor manera de asegurarse de separar correctamente una palabra es consultar un diccionario. En líneas generales, resulta conveniente no dividir las palabras en sílabas, pues de este modo puede estar completamente seguro de no haber cometido ningún error.

Errores de significación

Son muchos los términos que, a causa de su similitud fonética, pueden inducirle a confusión. Un ejemplo:

Porqué/porque/por qué

Porqué es sustantivo, y va siempre precedido de artículo o de cualquier otro determinante (posesivo, numeral, indefinido, etc.): "No manifestó el porqué de su trabajo."

Porque es conjunción causal; introduce oraciones que explican la causa de otra principal: "No iré porque estoy disgustado."

Por qué sirve para preguntar: " Por qué no estudias más?"

Los circunloquios

Los circunloquios consisten en utilizar 30 palabras para decir algo que bien pudiera expresarse sólo con 6. Los estudiantes los suelen emplear, pues andan escasos de ideas y precisan escribir un número concreto de palabras. Así pues, dan rienda suelta a su verborrea y se repiten constantemente.

Circunloquio: Me gustaría afirmar que soy de la creencia...

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Sucintamente: Pienso que...

Escritura inconexa

Hablamos de un estilo de escritura que no fluye adecuadamente, sino a saltos, dejando al lector sumido en un mar de confusión. Una manera de redactar de forma más conexa la constituye el empleo de locuciones que guíen al lector. Las locuciones nos indican qué esperar. Si, por ejemplo, escribe "por una parte" sobre algo, es de suponer que aparezca también "por otra parte", que nos informará sobre la otra cara de la moneda.

La escritura más elemental o primaria suele ser inconexa: "Mira, Nelson. Allí está Juan. Mira como corre. Mira como Juan juega al fútbol. " La escritura más elemental suele estar construida de oraciones cortas y muy sencillas, del tipo que encontramos en los libros infantiles. Este tipo de escritura suele ser inadecuado para escritos destinados a un público adulto.

Escritura ininteligible

A veces el estilo de escritura de un autor puede resultar, en el mejor de los casos, confuso y ambiguo, cuando no ininteligible. Las causas suelen ser los errores gramaticales y un uso inapropiado del lenguaje. En ocasiones puede que no siga, incluso, las reglas y convenciones gramaticales. Las oraciones ininterrumpidas, las locuciones fuera de lugar, la utilización indebida de los pronombres y los errores de concordancia pueden contribuir a la confusión. Es posible que un escrito contenga tantos errores que uno no sepa por donde empezar a corregirlo.

El estilo de escritura debe resultar siempre diáfano e inteligible. En algunos casos, lo que ocurre es que los escritores olvidan que tienen almacenado en sus cerebros un material que les ayuda a entender un párrafo. Saben lo que quieren escribir, pero aquello que realmente reflejan induce al lector a confusión, pues éste no tiene acceso a dicha información oculta. En otros casos, los autores simplemente no han estudiado ni la gramática elemental y no saben escribir correctamente.

Escritura coloquial

En ocasiones, la construcción de las oraciones y el vocabulario empleado carecen de elegancia. En consecuencia, el estilo resulta pesado y desaliñado. La escritura coloquial carece de gracia y resulta torpe, como un bailarín que conoce los pasos de un merengue, pero no los ejecuta con precisión y confunde a su pareja.

Lo coloquial puede estar también provocado por una repetición accidental de la estructura oracional ("Creo que", seguido por "Pienso que", seguido por "Opino que", etc.). Esta reiteración suele darse en el caso de autores que sólo conocen una manera de construir una oración (sujeto, verbo y objeto) y la repiten una y otra vez.

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Leer en voz alta sus escritos es una buena forma de detectar partes coloquiales. Es preferible reescribir aquellos párrafos poco elegantes a intentar arreglarlos.

Normalmente la reescritura es la mejor escritura y le ahorrará tiempo, esfuerzo y hasta dinero.

Frases hechas

"En fin", concluyamos este apartado analizando brevemente las expresiones más trilladas y las frases hechas. Hay que huir de ellas "como de la peste", por así decirlo. Este tipo de expresiones son "moneda de cambio" que todo el mundo emplea por conveniencia. Desgraciadamente, resultan monótonas y están muy vistas, de modo que busque otros modos de expresión siempre que sea posible. Por supuesto, en ocasiones no podrá evitar usarlas porque reflejan una idea a la perfección, pero procure restringir su manejo.

B. CUANDO RAZONAMOS PARA ESCRIBIR

Escritura y pensamiento

El propósito del presente párrafo es centrarse en algunos de los errores más

“comunes” que cometemos al razonar, errores que convierten nuestras conclusiones en cuestionables. Si el lector puede encontrarse con fallos en su cadena de pensamiento, tendrá buenas razones para sospechar que sus conclusiones no son correctas. No nos centraremos en la lógica formal, sino en los aspectos relacionados con el "sentido común" del pensamiento y en los errores de razonamiento que se cometen a causa de nuestros descuidos o confusiones.

La escritura y el pensamiento están íntimamente ligados. Usted puede ser un autor con un estilo literario maravilloso, pero si su pensamiento esta lleno de vacíos, nadie se tomará en serio lo que escriba acerca de sus investigaciones u otro tipo de escritos. Usted puede ser un gran conversador, pero sólo cuando refleje sus ideas sobre el papel y demuestre lo que haya hecho (y aporte evidencias de modo que los demás puedan valorar sus ideas), se podrá ver si su investigación o sus escritos poseen o no algún valor o sentido. En esta misma línea, usted puede realizar un estudio muy bueno y estar lleno de ideas maravillosas, pero si no puede expresarse correctamente (utilizando bien la gramática), los lectores de sus escritos se mostrarán escépticos, cuando no confundidos. A continuación se presentarán varios de los errores más comunes que cometen las personas inadvertidamente (por lo general) al razonar.

Manipulando las cartas

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Manipular las cartas significa emplear ejemplos seleccionados. En otras palabras, al llevar a cabo la argumentación, se emplea únicamente aquel material que respalda las conclusiones y no se presta atención a aquél otro que las contradice. (Cuando se manipulan las cartas, se dispone la baraja de tal modo que se reparte de la forma deseada, no de modo aleatorio.) Al utilizar sólo ejemplos escogidos, estará diciendo la verdad, pero no toda la verdad. Evitando el uso de determinado material acabará con una visión distorsionada e incorrecta de aquello que esté describiendo.

Esta manipulación de las cartas no siempre se realiza a propósito. Veamos a continuación un conocido caso de investigación en comunicación y política.

Durante la carrera presidencial de 1936, que enfrentaba a Franklin Delano Roosevelt con Alf Landon, la revista Literary Digest publicó un sondeo que vaticinaba la derrota de Roosevelt a manos de Landon. El error que cometió la publicación fue obtener su lista de personas a encuestar de las guías telefónicas, obviando la existencia de grandes masas de población pobre que carecían de dichos aparatos (los teléfonos eran, en términos relativos, mucho más caros entonces y sólo las clases más acomodadas podían permitírselos). Roosevelt recibió en las elecciones 26,7 millones de votos, frente a los 16,6 que recibió Landon, quien únicamente venció en Maine y Vermont. Este hecho dio lugar al dicho "Donde va Maine, le sigue Vermont", usado habitualmente al analizar las elecciones presidenciales norteamericanas.

Por consiguiente, el Literary Digest inadvertidamente "manipuló las cartas" y sondeó solamente a personas que iban a votar por los republicanos. Al efectuar su argumentación, asegúrese de no manipular las cartas “por error”.

Apelando a la autoridad

Por lo general, apelar a la autoridad como medio de probar la exactitud de ciertas ideas resulta peligroso. Por otra parte, son muchos los casos en los que no queda más remedio que hacer uso, en alguna medida, de las voces autorizadas. El mundo se ha vuelto tan complejo que ninguno de nosotros puede dominar todos los campos y sus sub-áreas, visto lo cual tendemos, por naturaleza, a buscar expertos que

“esperamos” se expresen de forma imparcial y sobre la base de su autoridad.

El empleo de voces autorizadas supone problemas concretos. Así, por ejemplo, es la persona una autoridad en el área investigada o en un campo diferente? Un doctor puede ser una autoridad en alguna especialidad médica, pero puede desconocer las complejidades de la seguridad y defensa o de la política. Habrá que emplearse solo las voces autorizadas circunscribiéndolas a sus planos de conocimiento, pues, de otro modo, se tratará de un uso espúreo.

Qué hacer cuando los expertos discrepan? Este caso se produce con frecuencia.

Las autoridades poseen perspectivas diferentes sobre determinadas cuestiones, citan tipos distintos de evidencias y llegan a conclusiones discrepantes. En estas

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situaciones, lo mejor que puede hacer es conjeturar cuál de ellos cuenta con un mayor respaldo para sus aseveraciones. A medida que nos enfrentamos a un dilema, por ejemplo, parecido al que tenemos para ser discutido frente de algún comité parlamentario, donde acuden a testificar expertos con puntos de vista totalmente contrapuestos. Determinar quién lleva la razón resulta complejo, pues, en ocasiones, un experto acierta en una cuestión y otro especialista atina en una diferente.

La moraleja de esta disquisición es que hay que andar con pies de plomo al citar a autoridades. Que una persona sea famosa o posea unas credenciales excelentes no significa que tenga la razón (o que no tenga convicciones ideológicas o políticas que empañen su visión). Si va a hacer uso de voces autorizadas, como en el caso de la investigación documental, procure citar los estudios disponibles más recientes procedentes de publicaciones o libros especializados, no partidistas.

Emotividad

Existe un chiste popular acerca de las notas que reseña un sacerdote en los márgenes de su sermón: "Aquí, argumentación floja... Gritar!" El uso de palabras teñidas de emoción es una forma de evitar la lógica. Si consigue que la gente se entusiasme, ésta no actuará con prudencia, ni se preocupará demasiado si le dicen la verdad. Esta técnica suele utilizarse en publicidad, donde se intenta motivar al público para que consuma determinados productos o servicios sobre bases no racionales.

Las técnicas emotivas incluyen:

 Apelar a los prejuicios de la gente: Se les excita usando proclamas y expresiones despectivas ("Antes muerto que vencido").

 Desacreditar a la persona que expresa su opinión: La atención se desvía de la argumentación y se centra en el sujeto que la realiza, atacándolo personalmente.

Este fenómeno es conocido como el razonamiento "ad hominem" (contra la persona).

 Asociar el punto de vista de uno a personajes famosos: Se usa el prestigio de personajes célebres (Simón Bolívar) para convencer a la gente de la irreprochabilidad de nuestros puntos de vista. Se intenta "transferir" la confianza en una persona a un argumento, un ejemplo de lo que, en ocasiones, se denomina "efecto halo": atribuir que una característica positiva (o negativa) de una persona significa que en todo lo demás será positivo (o negativo).

 Flirtear: Se emplea un tono absolutamente confiado para ocultar una argumentación frágil. Los flirtreadores aparentan estar tan seguros de tener la razón y argumentan con tal vehemencia, que nos dejamos arrastrar y no

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prestamos tanta atención a sus palabras como debiéramos. Este fenómeno puede producirse tanto verbalmente como por escrito, adoptando un estilo de naturaleza extremadamente autoconfiada.

Generalización excesiva

El término generalización proviene del vocablo latino genus (tipo, clase) y hace referencia a una aseveración que puede aplicarse a cada miembro de algún grupo o clase. Aquí, el concepto crítico es “cada”. Cuando efectúe una generalización acerca de un grupo, a menos que lo califique de alguna manera, su afirmación debe incluir a cada integrante del mismo. Un solo ejemplo discordante echará por tierra su generalización. Por tanto, resulta recomendable evitar el uso de palabras como todos o cada, a no ser que esté seguro de su conveniencia y de que no hallará ejemplos que le contradigan.

Los investigadores u otros escritores tienden a usar un lenguaje que califique sus generalizaciones, empleando expresiones como "por regla general", "normalmente"

o "suele ser éste el caso". Estas expresiones atenúan ligeramente la generalización y tienen en cuenta la posibilidad de ejemplos discordantes.

Significa esto que no se debe utilizar nunca generalizaciones? En absoluto. A veces, las generalizaciones transmiten una información valiosa. Una generalización consigna la constancia de determinadas relaciones. Hay que precisar esta información para moverse en la sociedad. Si todo lo que hacemos es relacionar estudios de casos y somos demasiado específicos, la gente no aprenderá nada de nuestros escritos. Debemos poder generalizar, pero sin hacerlo excesivamente. En otras palabras, no debemos generalizar a partir de un número limitado de casos estudiados o de ejemplos, ni efectuar generalizaciones demasiado rotundas (empleando "todos" o "cada").

Aseveraciones en las que una parte es verdad, pero se da a entender el todo.

Un amigo mío (estudiante de filosofía en la Universidad Central de Venezuela) era un anglófilo declarado. Vestía chaquetas de tipo inglés, buscaba afanosamente tabaco inglés para fumar en su pipa inglesa, leía literatura inglesa y soñaba hasta con chicas inglesas. Por casualidad de la vida tuvo la gran oportunidad de realizar un curso corto de inglés en Londres y por ello pasar un par de semanas conociendo su idílica Inglaterra y volvió cambiado. Pensaba que todos los ingleses eran como el protagonista de la serie de televisión “El Santo”; cultos diplomáticos y actores, con maneras aristocráticas, que hablaban con una pronunciación exquisita y simbolizaban para él a Inglaterra. Después de visitar el país, descubrió que mantenía unos estereotipos irreales acerca del pueblo inglés. Existen, por supuesto, multitud de ingleses cultos y refinados, que hablan primorosamente, que estarían a la altura de las expectativas de mi inocente amigo. Sin embargo, Inglaterra (y toda Gran Bretaña) está llena de gente de clase obrera que habla con una gran variedad de

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acentos (algunos de los cuales resultan incluso ininteligibles para los que dominan el idioma inglés).

Mi amigo daba por sentado que lo que era verdad sobre algunos ingleses (los diplomáticos y otros por el estilo como el había visto en su serie de televisión preferida), lo era para todo el pueblo inglés. Sobre la base de una muestra muy limitada e irreal de ingleses e inglesas, realizó generalizaciones ficticias sobre la totalidad de la población. De idéntica forma, a menudo caemos en la trampa de afirmar cosas que puedan ser verdad de una parte, pero que, en resumidas cuentas, no son verdad para el todo. Con frecuencia, estas aseveraciones incluyen las palabras los ("los ingleses", "los venezolanos", "los católicos" o "los negros") o ellos (en representación de grupos de uno u otro género). Nuestras mentes suelen funcionar intentando generalizar cualquier información que tengamos a mano. Con mucha frecuencia, no obstante, hacemos generalizaciones erróneas o excesivas, que denominamos estereotipos cuando referimos a grupos sociales.

Una cosa que pueda ser verdad de un venezolano, colombiano, peruano, católico o negro en particular no tiene por que ser verdad para todos (o incluso la mayoría de) ellos. Hay que evitar estereotipar y cometer el mismo tipo de error racional acerca de otras cuestiones en las que una parte es verdad (algunos son bajos y morenos), pero no del todo (algunos venezolanos son bajos, morenos y tienen los ojos castaños).

Este error por "una parte es verdad/se da a entender el todo" se asemeja mucho al de los "ejemplos seleccionados", anteriormente analizado, en el que las generalizaciones se realizan sobre la base de una muestra no representativa y limitada. La diferencia radica en que mientras en el caso de los ejemplos seleccionados, uno elige selectivamente entre diversos ejemplos a la hora de construir una argumentación, en el caso de "una parte es verdad/se da a entender el todo", uno únicamente da por supuesto, equivocadamente, que lo que es aplicable a ciertos integrantes de un grupo puede aplicarse a la totalidad.

Analogía imperfecta

Una analogía es una afirmación que sugiere que dos cosas se asemejan en alguna característica fundamental. Técnicamente, el término que se emplea para las analogías más rotundas es el de metáfora (p. ej., el cuerpo es una máquina), mientras que para las analogías más endebles es el de símil (p. ej., el cuerpo es como una máquina). En el lenguaje poético, las metáforas y los símiles no provocan problema alguno, pues su función es esencialmente expresiva. Sin embargo, el empleo de metáforas, símiles y analogías en general en informes de investigación u otros escritos resulta, a menudo, peligroso, porque suelen aplicarse inadecuadamente.

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Así, por ejemplo, en períodos históricos ya pasados, los reyes sostenían que la autoridad real era algo natural, afirmando que el estado (lo que ahora llamamos nación o país) es como un cuerpo que necesita un corazón o cerebro. La mayoría de los pensadores contemporáneos sostiene que esta analogía es falsa, que las naciones no funcionan como cuerpos, y espúrea, que fue creada para justificar la autoridad real. Es cierto que, en algún sentido, el cuerpo humano es como una máquina, pero este parecido resulta forzado, pues no presta suficiente atención a todas las diferencias existentes entre ambos.

Las analogías son un recurso perfectamente aceptable, pero es fundamental asegurarse de no emplearlas inadecuadamente, comparando cosas extremadamente diferentes o haciéndolas abarcar demasiado. Cuando desee utilizar analogías, compruebe si éstas son apropiadas.

Argumentando en extremos absurdos

Esta técnica supone tomar un argumento y llevarlo a extremos que lo convierten en ridículos. En ocasiones se usa esta técnica para atacar ideas contrarias a las nuestras, pero también puede ocurrir que inconscientemente llevemos nuestra argumentación demasiado lejos. Tomemos, por ejemplo, el famoso argumento de "la mano y el codo". Según éste, hay que tener cuidado al dar la mano, pues una vez dada, le tomarán el codo. Esta argumentación conlleva implícitamente que una vez ocurre algo, no se puede evitar que ocurra una consecuencia (este argumento también es conocido como "la bola de nieve").

Asegúrese de no llevar una idea, que pueda ser válida, tan lejos (y de no generalizarla tanto) que pierda credibilidad.

Ideas tergiversadas

Por lo general, la tergiversación de las ideas de otra persona viene motivada por la falta de atención y de interés. Muchos investigadores y escritores cometen esta clase de deslices, que pueden conducir a errores muy graves en sus conclusiones.

Asegúrese de que el material que emplee refleja con precisión las ideas de una autor. Así, por ejemplo, un escritor puede reseñar algo de índole general en un párrafo y modificarlo en el siguiente. No incluir esa modificación al analizar su obra significaría tergiversar y distorsionar su forma de pensar.

Supongamos, por ejemplo, que un estudioso de las costumbres populares escriba:

Los chistes sobre buhoneros se basan en un supuesto básico: los buhoneros son estúpidos. Esto, como es obvio, resulta absurdo.

Si al citar a dicho autor obviásemos la segunda parte de su afirmación, estaríamos distorsionando su modo de pensar. Y si sólo citase la frase "Los buhoneros son

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estúpidos", lo estaría tergiversando aún más. En ocasiones, prescindir de una única palabra (como no) puede llevar a tergiversaciones importantes.

Proceda con cautela al citar a cualquier autor. Siempre resulta recomendable confirmar las citas, de modo que pueda estar seguro de reflejar sus palabras con exactitud, sin dejarse ni una coma (como, a veces, ocurre). Por esta razón, es conveniente guardar fotocopias del material que se cite.

El medio entre dos extremos

Creemos en los compromisos, en los acuerdos entre las partes contendientes en los cuales todo el mundo cede algo para alcanzar una solución a un callejón sin salida.

Sin embargo, la idea de que justo el punto medio entre dos extremos es aceptable o apropiado no puede aplicarse al área de la lógica y el razonamiento, y puede conducir a situaciones absurdas. Supongamos, por ejemplo, que un presidente de un país imaginario decide extraditar a todos los extranjeros ilegales. Su esposa le dice que está loco, que no debe extraditar a nadie. Si decidiese llegar a un compromiso y extraditar únicamente a la mitad, significaría eso que su postura es razonable? Como es lógico, no. En ocasiones, una postura extrema (no extraditar a nadie) puede ser la correcta y una postura "moderada" (extraditar sólo a la mitad) puede ser absurda.

Deberíamos examinar las ideas en términos de sus méritos y sus consecuencias, no en términos de si ocupan una posición entre dos, por así llamarlos, extremos.

C. CONSIDERACIONES FINALES

En estos párrafos se han examinado algunos de los errores más comunes que se cometen a la hora de escribir. Los condicionamientos de espacio no permitieron alertarles más que algunas de las peores incorrecciones. Todo autor debe disponer de unos buenos diccionarios, de una gramática y consultarlos con frecuencia. Todos olvidamos alguna vez las diferentes reglas gramaticales o cómo se deletrea una palabra. Es natural. Sin embargo, al escribir tenemos la obligación hacia nuestros lectores de hacerlo correctamente; es lo menos que podemos ofrecer.

Si emplea un ordenador personal, le sugiero que imprima su primer borrador una vez lo haya sometido al corrector ortográfico, es mejor revisar sobre una copia impresa.

Las correcciones al teclado, en la pantalla, de alguna manera no acaban de funcionar. Es por ello que si repasa sus escritos impresos cuatro o cinco veces, como recomiendan múltiples autores, se evitará también el cansancio de la vista.

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Referencias

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