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La parroquia de San Miguel Arcángel de Morón de la Frontera en el siglo XVIII

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Academic year: 2022

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La parroquia de San Miguel Arcángel de Morón de la Frontera en el siglo XVIII

Manuel Martín Riego

Profesor del CET.

Director de la Cátedra “Beato Marcelo Spínola”

Resumen: El presente trabajo de investigación tiene como objetivo ofrecer una panorá- mica general de la parroquia de San Miguel Arcángel de Morón de la Frontera en el siglo XVIII. En doce apartados nos acercamos a la visita pastoral de 1758 con el análisis del clero parroquial, religiosos y religiosas, entre ellos el colegio de los jesuitas hasta su expul- sión en 1767. También los aspectos sociales, benéficos y religiosos -capellanías, hospitales, patronatos cofradías y ermitas-.Y no podía faltar el análisis económico de las cuentas de la fábrica parroquial. El estudio finaliza con cinco apéndices.

Palabras Clave: Visita pastoral, siglo XVIII, parroquia, Morón, cura, presbítero, religio- sos, vicaría, Sevilla.

Abstract: This research paper has as target to offer a general view of the parish of St.

Michel Archangel, from the city of Moron de la Frontera, during the 18th Century. By means of 12 sections, we approach to the pastoral visit in 1758, analyzing the parish priests, male and female religious orders, including the Jesuit school until their expulsion in 1767. We will also study social aspects, charity and religious issues- hospitals, patrona- ges, brotherhoods, little chapels…We could not conclude without any economic study of Parish accounting books. The paper ends with five annexes.

Keywords: Pastoral Visit, 18th Century, Parish, Moron, Priest, Religious, Vicar, Seville.

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1. Introducción

No es la primera que que nos acercamos al estudio del clero parroquial de la dióce- sis de Sevilla a través de los libros de visitas pastorales. En la década de los noventa del siglo XX nos centramos en el clero de las vicarías más importantes de la sede hispalense:

ciudad de Sevilla1 Écija2, Utrera3, Ayamonte4, Jerez de la Frontera5 y El Puerto de Santa María6. Y una síntesis de la visita pastoral como fuente para el estudio del clero parro- quial podemos encontrarla en otro trabajo con motivo del congreso de archiveros de la Iglesia, celebrado en Sevilla en 19977. Por último, en 2016, con motivo 750 aniversario de la construcción de la iglesia parroquial de Santa Ana, fue una ocasión propicia para ofrecer una sociología clero de dicha iglesia y de su auxiliar Nuestra Señora de la O en el siglo XVIII8. Y este año le toca a Morón con la visita pastoral a la villa en julio de 1758 por el doctor Juan Martín de Oliva9, bajo el título La parroquia de San Miguel Arcángel de Morón de la Frontera en el siglo XVIII. Para dicho estudio hemos manejado varios li- bros de visitas y otras fuentes del archivo diocesano y del catedralicio.

El trabajo está vertebrado en torno a doce apartados. En el primero ofrecemos una vi- sión general de la diócesis -las vicarías foráneas, los vecinos y número de vecinos y personas de comunión-. En el tercero nos acercamos a la dotación económica de la sede hispalense con un breve análisis del reparto de los diezmos. Una parte importante del trabajo está dedicada a la visita pastoral -finalidad de la visita, modo de realizarla en las parroquias, recomendaciones para los visitadores, mandatos de visitas y los aranceles de la misma-. El apartado quinto se centra en el estudio del clero parroquial: figura del visitador, los presbíteros -curas y curatos, beneficiados, capellanes, diáconos y subdiáconos-, clérigos de menores y tonsurados. Pasa- mos después al estudio de los religiosos de la vicaría de Morón -Sancti Spiritus, San Pablo de la Breña, franciscanos, mercedarios descalzos, mínimos y hermanos de San Juan de Dios y, sobre todo los jesuitas con su famoso colegio hasta su expulsión en abril de 1767-. También los conventos femeninos: Santa María, de jerónimas y Santa Clara, de franciscanas.

1 M. MARTÍN RIEGO, “Los párrocos de la ciudad de Sevilla a través de los libros de visitas pastorales”, La Sevilla de las Luces, Madrid, 1991, pp. 103-119.

2 M. MARTÍN RIEGO, “El clero parroquial astigitano en el siglo XVIII”, Isidorianum 5, 1994, pp. 224-253.

3 M. MARTÍN RIEGO, “La vicaría de Utrera en el siglo XVIII a través de los libros de visitas pastorales”, Isidorianum 6, 1994, pp. 233- 254.

4 M. MARTÍN RIEGO, “El clero parroquial de la vicaría de Ayamonte en el siglo XVIII”, Aestuaria 3, 1995, pp.

132-150.

5 M. MARTÍN RIEGO, “El clero parroquial de la vicaría de Jerez en el siglo XVIII”, Trivium. Anuario de Estudios Humanísticos 6, 1994, pp. 165-192.

6 M. MARTÍN RIEGO, “El clero parroquial de El Puerto de Santa María a través de los libros de visitas pastorales, Año 1764”, Revista de Historia de El Puerto 15, 1995, pp. 53-19.

7 M. MARTÍN RIEGO, “La visita pastoral de las parroquias”, Memoria Ecclesia XIII, 1998, pp. 157-203.

8 M. MARTÍN RIEGO, “El clero parroquial de Santa Ana de Triana en el siglo XVIII”, Santa Ana de Triana: Aparato histórico-artístico, Sevilla, 2016 pp. 66-82.

9 ARCHIVO GENERAL DEL ARZOBISPADO DE SEVILLA (AGAS). Fondo Arzobispal. Sección II: Gobierno- Visitas, n. 05224.

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Determinados aspectos relacionados con la piedad, fines sociales y benéficos y religio- sidad popular aparecen también en este artículo: capellanías, hospitales, patronatos, cofra- días y ermitas. Aquí ofrecemos una visión general de estas instituciones y las finalidades de las mismas. Las cuentas de la fábrica parroquial son analizadas en este artículo. Por último, este trabajo de investigación finaliza con cinco apéndices en los que ofrecemos la relación nominal de todos los eclesiásticos -nombres, órdenes recibidas, edades y cargos desempe- ñados- y los ministros de la parroquia: sacristanes, pertigueros, organista y músicos.

2. La archidiócesis

En el siglo XVIII la archidiócesis hispalense estaba formada por las actuales provin- cias de Sevilla y Huelva, una gran parte de la de Cádiz (la actual diócesis de Asidonia-Je- rez) y varias localidades de la de Málaga. La división administrativa y pastoral de la archi- diócesis estaba constituida por la ciudad de Sevilla y cuarenta y ocho vicarías foráneas.

2. 1. Las vicarías foráneas

Como nos recuerda el profesor Martínez Díez, “menor atención se ha prestado a las divisiones internas de cada diócesis, primero en arcedianatos, de tanta importancia en la Edad Media, y luego en el interior de los arcedianatos en arciprestazgos”10. La diócesis de Sevilla a lo largo de su historia se organizará internamente en arcedianatos, vicarías foráneas y arciprestazgos11. Todas estas estructuras administrativas y pastorales nos conducirán a la parroquia12. La sede hispalense no se dividió en arciprestazgos sino en vicarías foráneas13. Éstas agrupaban en torno a sí un número indeterminado de pa- rroquias -urbanas o rurales-, con cabeza en un núcleo de población cercano de mayor importancia. La vicaría tiene su origen en la necesidad de una mayor eficacia fiscal en la recogida y administración de los diezmos14 . Sin embargo, su función es mucho más amplia15. Al frente de cada vicaría está el vicario foráneo16, presbítero que ha sido desig- nado por el prelado usque ad beneplacitum suum para ejercer como delegado suyo del

10 G. MARTÍNEZ DÍEZ, “Las diócesis hispánicas durante la Alta y Baja Edad Media hasta la unión de Castilla y Aragón”, Memoria Ecclesiae XVIII, 2005, p. 179.

11 M. MARTÍN RIEGO, “Configuración geográfico-administrativa de la Iglesia de la Andalucía Occidental (Sevilla, Huelva, Jerez, Cádiz y Ceuta)”, Anuario de Historia de la Iglesia Andaluza V, pp. 14-33.

12 A. GARCÍA GARCÍA, “Parroquia, arciprestazgo y arcedianato”, Memoria Ecclesiae VIII, 1996, pp. 19-40.

13 M. MARTÍN RIEGO, “Organización interna de la archidiócesis hispalense: arcedianatos, vicarías foráneas y arci- prestazgos (1248-1911)”, Archivos de la Iglesia de Sevilla, Córdoba, 2006, pp. 430-450.

14 AGAS. Fondo Arzobispal. Sección II: Gobierno-Asuntos Despachados, n. 04528. El vicario foráneo estaba obligado a informar al arzobispo sobre las vacantes de beneficios, curatos, prestameras y capellanías de cada una de las locali- dades de su distrito.

15 J. P. MORALES ALONSO, Tratado eclesiástico general y particular de España, Sevilla, 1881, pp. 519-520; Acta Eccle- siae Medionalensis I, Lugduni, 1683, pp. 688-697.

16 G. ARTECHE, Derecho práctico parroquial, Santiago de Chile, 1934, pp. 811-831.

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mismo distrito17. Al vicario competía vigilar la vida de los fieles y, de una forma especial, la de los eclesiásticos de su demarcación18. Podían ser removidos cada vez que el prelado quisiese y, en función de su cargo, no gozaban de ningún tipo de prerrogativa19. Lo más frecuente era que simultanearan dicho cargo con el de cura de una de las parroquias de su demarcación. De una muestra de 47 vicarios foráneos, 33 de ellos eran a la vez titula- res de una de las parroquias de sus respectivas vicarías20.

Es posible que la división interna del arzobispado de Sevilla en vicarías date de co- mienzos del siglo XIV. El Libro Blanco contempla 23 vicarías foráneas21, cuyas cabezas eran: Alcalá de Guadaira, Almonaster la Real, Antequera, Arcos de la Frontera, Aznalcá- zar, Carmona, Constantina, Écija, Gibraleón, Huelva, Jerez de la Frontera, Lebrija, Mar- chena, Morón de la Frontera, Niebla, El Puerto de Santa María, Sanlúcar de Barrameda, Sanlúcar la Mayor, Tejada, Utrera y Zufre. Aparecen algunas nuevas en el siglo XVI y desaparece la de Antequera que pasará a la diócesis de Málaga en la segunda mitad del XVI. En el concilio provincial de 1512 se citan 28 vicarías y 37 en el sínodo diocesano de 1572. Siempre figura la de Morón.

En un documento de finales del XVI aparecen 45 vicarías foráneas22. Según los Li- bros de Visitas y el Plan de Curatos de 1791, en el siglo XVIII tenemos 47 vicarías a las que hay que añadir la de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena, formada por La Luisiana, Fuente Palmera, Cañada del Rosal y aldeas anexas23. De gran importancia para la histo- ria económico-social son los Libros de Valores de las Vicarías, conservados en los fondos del archivo de la catedral de Sevilla24.

De tiempo inmemorial el arzobispado estaba dividido en tres veredas, en torno a las que se ubicaban las vicarías y las localidades. Las visitas pastorales se hacían siguiendo la línea de estas tres veredas: la banda morisca, la del condado de Huelva y Écija con la sierra de Cazalla25.

17 Mª. L. CANDAU CHACÓN, Iglesia y sociedad en la campiña sevillana : la vicaría de Écija (1697-1723), Sevilla, 1986; pp. 46-54; M. MARTÍN RIEGO, Diezmos eclesiásticos. Rentas y gastos de la mesa arzobispal de Sevilla (1750- 1800), Sevilla, 1991, pp. 12-21.

18 M. TERUEL GREGORIO DE TEJADA, Vocabulario básico de la historia de la Iglesia, Barcelona, 1993, pp. 448- 455; L. FERRARIS, Promta Bibliohteca, Matriti, 1787, t. I, pp. 201-220.

19 A. VERMEERSCH, Theologia Moralis, Romae, s/f, t. II, pp. 73-74; J. DEVOTI, Institutio canonicarum, Romae, 1923, t. II, pp. 385; 758-762.

20 M. MARTÍN RIEGO, “Sevilla de las Luces”, Historia de la Iglesia de Sevilla, Barcelona, 1992, p. 548.

21 J. PÉREZ EMBID, La Iglesia catedral de Sevilla en la Baja Edad Media, Sevilla, 1977, p. 15; J. SÁNCHEZ HERRE- RO, “La Iglesia andaluza en la Baja Edad Media. Siglos XIII-XV”, Actas del I Coloquio de la Historia de Andalucía Medieval, Córdoba, 1977, pp. 277-281,

22 A. DOMÍNGUEZ ORTIZ, “Un informe sobre el estado de la Iglesia hispalense en 1581”, Hispania Sacra VI, p. 10.

23 A, M. LLANES Y ARGÜELLES, Plan de decreto y erección de curatos del arzobispado de Sevilla, Sevilla, 1791, pp.

23-125.

24 ARCHIVO CATEDRAL DE SEVILLA (ACS). Fondo Capitular. Sección II: Mesa Capitular, nn. 08824, 08828, 08829, 08831 y 08832.

25 M. MARTÍN RIEGO, “La visita pastoral de las parroquias”…, o. c., pp. 166-170.

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De las 48 vicarías foráneas del siglo XVIII, 23 estaban ubicadas en la actual provin- cia de Sevilla: Alanís, Alcalá de Guadaira, Arahal, Aznalcázar, La Campana, Cantillana, Carmona, El Castillo de las Guardas, Cazalla de la Sierra, Constantina, Écija, Fuentes de Andalucía, Lebrija, Mairena del Alcor, Marchena, Morón, Nuevas Poblaciones de Sierra Morena, Osuna, El Pedroso, Puebla de Cazalla, Sevilla y Utrera.

En la provincia de Huelva aparecen 16 vicarías: Almonaster la Real, Aracena, Cala, Cumbres Mayores, Gibraleón, Huelva, Lepe, Moguer, Niebla, La Palma del Condado, Paterna del Campo, Puebla de Guzmán, Santa Olalla, Trigueros y Zufre. Desde el 22 de octubre de 1953 forman la diócesis de Huelva26.

En la provincia de Cádiz, desde el 3 de marzo de 1980 actual diócesis de Asidonia- Jerez27, 8 vicarías foráneas: Arcos de la Frontera, Bornos, Jerez de la Frontera, El Puerto de Santa María, Rota, Sanlúcar de Barrameda, Villamartín y Zahara de la Sierra.

Por último, en la provincia de Málaga dos vicarías: Cañete la Real y Teba. Pasaron a la diócesis de Málaga en 1958, cediendo a la diócesis de Sevilla los arciprestazgos de Olvera y Grazalema en cumplimiento del artículo noveno, título primero, del concor- dato de 195328.

El 79 por ciento de las vicarías se encontraba entre las provincias de Sevilla y Huel- va. De estas 48 vicarías, 12 estaban formadas por una sola población, 12 con dos, 8 con tres o cuatro y las 16 restantes con cinco o más localidades. La vicaría más extensa era la de Sevilla, formada por la ciudad y veintitrés poblaciones cercanas a la misma29.

La archidiócesis hispalense contaba con 204 parroquias y 14 iglesias auxiliares, de las que 25 parroquias y 5 filiales estaban ubicadas en la ciudad de Sevilla.

2.2. La vicaría de Morón de la Frontera

La vicaría de Morón en el siglo XVIII estaba formada por Morón de la Frontera y las localidades de Montellano y Puerto Serrano. Contaba Morón con tres mil ciento sesenta y cuatro vecinos, es decir, una feligresía con nueve mil cuatrocientas noventa y tres personas de comunión.

2.3. Vecinos y personas de comunión

A finales del siglo XVIII contaba el arzobispado de Sevilla con 125.005 vecinos y 399.004 personas de comunión. El término vecino es empleado como unidad fiscal fa- miliar. Por persona de comunión se entiende todo aquel que ha cumplido los siete años

26 M. J. CARRASCO TERRIZA, “La diócesis de Huelva (1953-1993)”, Historia de las diócesis españolas 10. Iglesias de Sevilla, Huelva, Jerez, Cádiz y Ceuta, Madrid-Córdoba, 2002, pp. 535-537,

27 A. LÓPEZ FERNÁNDEZ, “La diócesis de Jerez”, Historia de las diócesis españolas 10. Iglesias de Sevilla, Huelva, Jerez, Cádiz y Ceuta, Madrid-Córdoba, 2002, pp. 575-597.

28 M. MARTÍN RIEGO, “Configuración geográfico-administrativa...” o. cit., pp. 33.

29 M. MARTÍN RIEGO, “La vicaría de Utrera en el siglo XVIII...” o. c., 213-217.

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de edad, estando por ello obligado a confesar y comulgar. Los párrocos tenían que hacer anualmente el padrón de sus feligreses30.

La ciudad de Sevilla tenía 17.118 vecinos y 67.674 personas de comunión. La co- llación más habitada era la de Santa Ana, en Triana, con 10.410 personas de comunión.

Por su población sobresalen ciertas parroquias del centro: el Sagrario con 9.480 personas de comunión; la Magdalena con 6.000; el Salvador con 4.862; San Vicente, una de las collaciones más nobles de la ciudad, con 3.620 y San Lorenzo con 3.264 personas de co- munión. En zonas extremas destacan Omnium Sanctorum con 3.445; San Roque -igle- sia auxiliar del Sagrario- con 3.170 y San Gil con 2.145. Las parroquias que no llegaban a las 1.000 personas de comunión eran Santa María la Blanca -auxiliar de la parroquia del Sagrario-, San Nicolás, San Esteban, Santa Cruz -auxiliar del Sagrario-, San Ildefon- so, Santiago, San Andrés, San Miguel y San Julián.

Las ciudades más habitadas del arzobispado eran Jerez y Écija. La de Jerez tenía 8.081 vecinos con 25.161 personas de comunión entre sus ocho parroquias y la iglesia de San Juan de Letrán. Entre sus ocho parroquias figura la prestigiosa colegiata de San Salvador, hoy catedral. Hay que resaltar que solamente una parroquia, la de San Miguel, contaba con 13.500 personas de comunión. La vicaría de Jerez es seguida por la ciudad de Écija con 7.305 vecinos y 22.695 personas de comunión, distribuidas entre sus 6 parroquias, contando la mayor de Santa Cruz con 2.893 vecinos y 7.547 personas de comunión.

El Puerto de Santa María aparece con 13.500 personas de comunión en una sola parroquia, Nuestra Señora de los Milagros, la prioral. Es seguida por Osuna con 12.408 personas de comunión en una parroquia -la colegiata de Nuestra Señora de la Asun- ción-, Carmona con 11.199 en siete parroquias, Sanlúcar de Barrameda con 10.200 en una parroquia, Morón de la Frontera con 9.493 en la iglesia parroquial de San Miguel Arcángel, Utrera con 9.280 en dos parroquias -Santa María de la Mesa y Santiago-, Ar- cos de la Frontera con 8.448 en dos parroquias -Santa María y San Pedro- y Marchena con 8.038 personas de comunión en tres parroquias: San Juan Bautista, San Sebastián y San Miguel.

Las restantes localidades de cierta importancia, cabezas de vicarías, distaban mucho de las anteriores en población: Valverde del Camino con 6.200 personas de comunión;

Rota con 4.968; Arahal con 4.768; Ayamonte con 4.458 en dos parroquias -el Salvador y las Angustias-; Fuentes de Andalucía con 4.500; Huelva con 4.354 en dos parroquias -la Concepción y San Pedro-; Moguer con 4.207; Lebrija con 4.160; Bornos con 3.600;

La Campana con 3.443; Puebla de Guzmán con 3.100 y Constantina con 3.100 perso- nas de comunión.

30 M. MARTÍN RIEGO, “La Sevilla de las Luces (1700-1800)”, Historia de las diócesis españolas 10. Sevilla, Huelva, Jerez, Cádiz y Ceuta, Madrid-Córdoba, 2002, p. 247.

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3. La dotación económica. Los diezmos

La fuente principal es el diezmo eclesiástico, renta totalmente madura en su funda- mentación y justificación teórica y en su funcionamiento práctico cuando se implanta en la archidiócesis de Sevilla31. Era la décima parte de toda la producción de bienes, aun- que se limitó a los de tipo agrario, siendo el fundamental el diezmo de cereales o granos.

El documento más antiguo acerca de los diezmos que se cedieron por parte de Fernando III a la Iglesia de Sevilla es el Fuero de Sevilla en 1250. El 20 de marzo de 1252 dio a la Iglesia hispalense un privilegio rodado de donación de los diezmos32.

En virtud de la bula de Alejandro IV, dada el 5 de mayo de 1258, en la archidiócesis hispalense los diezmos se dividían, en líneas generales, de la siguiente manera: un 33’33 por ciento para las mesas arzobispal y capitular, un 33’33 por ciento para los beneficios y prestameras dotados en la iglesia correspondiente y el otro 33’33 por ciento restante para las fábricas parroquiales que tenían que atender a la construcción, mantenimiento y mejora de los edificios, ornamentos, vasos sagrados y litúrgicos, etc33.

El tercio de arzobispo y del cabildo se repartía por igual entre ambas mesas, pero con ciertas peculiaridades. La parte del arzobispo “rediezmaba” a la del cabildo por ser esta ins- titución “único y perpetuo administrador de Sevilla y su Arzobispado”, de modo que del 33’33 por ciento, el arzobispo recibía el 15% y el cabildo el 18’3334. En los lugares sujetos a señorío feudal del prelado o del cabildo percibía el diezmo completo el que fuera titular del mismo. Por último, en 33 iglesias del arzobispado, el tercio del prelado y del cabildo recibía el nombre de pontifical. En estos casos disponía libremente de estos pontificales, salvo el rediezmo propio del cabildo, para cederlos a clérigos, según su voluntad.

El tercio correspondiente a los beneficios y prestameras se destinaba a pagar los bene- ficios dotados y una parte menor de las prestameras, especie de bolsas de estudio que el arzobispo concedía a clérigos de la diócesis o de fuera. En el siglo XV tenemos 376 be- neficios y 154 prestameras, Más tarde, algunos de estos beneficios y prestameras fueron concedidos a instituciones eclesiásticas: colegios jesuíticos, conventos, hospitales, fábrica y cabildo de la catedral, etc35.

Inicialmente las fábricas fueron dotadas con un 33’33 por ciento de la masa de- cimal. En el siglo XIII los papas concedieron a los reyes de Castilla, como subsidio de

31 M. MARTÍN RIEGO, Diezmos eclesiásticos. Rentas y gastos…, o. c., pp. 12-21; M.ª. L. CANDAU CHACÓN, Iglesia y sociedad en la campiña…, o. c., pp. 46-54; M. Á. LADERO QUESADA.- M. GONZÁLEZ JIMÉNEZ, Diezmo eclesiástico y producción de cereales en el reino de Sevilla ((1408-1503), Sevilla, 1978, pp. 10-34.

32 A. MUÑOZ TORRADO, La Iglesia de Sevilla en el siglo XIII. Estudio histórico, Sevilla, 1914, pp. 43-54.

33 M. MARTÍN RIEGO, “Diezmos eclesiásticos en la Marchena del siglo XVIII. Su participación en la mesa arzobis- pal”, Actas de las VII Jornadas de Historia de Marchena. Política e Instituciones. El poder eclesiástico, Sevilla, 2003, pp.

16-20; IDEM. “Diezmos eclesiásticos en la Écija del siglo XVIII”, Ecija, ciudad barroca, Écija, 2007, pp. 83-149.

34 ACS. Fondo Capitular. Sección IX: Fondo Histórico General, n. 11015; D. ORTIZ DE ZÚÑIGA, Anales eclesiás- ticos y seculares de la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla, t. I,Sevilla, 1988, pp. 240-241.

35 M. MARTÍN RIEGO, “El plan de erección y dotación de curatos de 1791. Una reforma en la archidiócesis de Sevilla. Siglo XVIII” Isidorianum 4. pp. 199-245.

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cruzada, la tercera parte de los diezmos de las fábricas y de los beneficios. Son las llama- das tercias reales. Fue el primer ingreso importante que obtuvo la Hacienda de Castilla.

La proporción de las fábricas quedó reducida al 22’22 por ciento. Posteriormente para compensar el noveno (11’11%) que los servidores de las iglesias habían perdido en be- neficio de las tercias reales se le añade un noveno detraído de la porción de las fábricas, quedando éstas definitivamente con un 11’11 por ciento de la masa decimal36.

4. La visita pastoral

Tres son las obligaciones principales del obispo: predicar el evangelio, conferir las órdenes sagradas y visitar la diócesis37. El obispo es un pastor y una de las competencias del munus episcopale, quizás la más importante es la visita pastoral. Se trata de un acto de jurisdicción episcopal: Ius visitandi esse actum iurisdictionis Episcopi38. El concilio de Trento nos habla del obispo como el responsable de toda la vida diocesana. De aquí la obligación y necesidad de residir en su sede. La visita pastoral, por tanto, es un acto de gobierno del obispo -visitatio est gubernatio- y que tiene como objetivo la reforma de costumbres y la corrección. Con las siguientes palabras ha sido definida por Paulus Fuschi, obispo de Cerdeña:

“Potest ergo dici, quod visitatio est munus quoddam pastorali officio incumbens, ex iurisdictione competens, qua praelatus facit in sua dioecesi, reformando et corrigendo, quae noverit neccesaria pro executione officii”39.

La visita pastoral es uno de los acontecimientos más importantes de la vida de la Iglesia desde sus orígenes40. Está en estrecha relación con la decadencia y reforma de la Iglesia. Cuando decaen las visitas pastorales, la vida de la Iglesia languidece. De aquí que el concilio de Trento las regule con un reglamento riguroso, haciendo de ellas un instru- mento radical de la reforma que se pretendía. El Tridentino impuso al obispo la obliga- ción de hacer la visita pastoral personalmente (salvo en caso de legítimo impedimento), con una periodicidad anual o bianual (para las diócesis más grandes) y redujo el número de los institutos que gozaban privilegio de exención41. Una figura tan representativa del espíritu reformado como la de Gerson, habló de la visita pastoral como “cardo totius reformationis ecclesiasticae”42. Los decretos de los concilios, los rescriptos de las Sagradas

36 Q. ALDEA VAQUERO, “La economía de las Iglesias locales en la Edad Moderna”, Hispania Sacra 26, 1973, pp.

42-44; M. MARTÍN RIEGO, “La vicaría de Utrera en el siglo XVIII…” o. cit., pp. 223-224.

37 D. BOUIX, Tractatus de Episcopo 2, Parisiis, 1873.

38 P. LEURENIUS, Forum Ecclesiasticum in quo ius canonicum universum 1, Venetiis, 1729, p. 347.

39 P. FUSCHI, De visitatione et regimine Ecclesiarum, Romae, 1616, p. 16.

40 T. M. ALFANI, Vita de uffizi del vescovo, Napoli, 1729. Aquí podemos encontrar todos los cánones de la historia de la Iglesia referentes a la visita pastoral desde el concilio de Tarragona del 506 hasta el ecuménico de Trento. En la primera parte de la obra se nos habla de las virtudes y cualidades que debe tener un obispo y en la segunda sobre las obligaciones del mismo.

41 M. MAROCHI, La Riforma cattolica. Documenti e testimonianze 2, Brescia, 1967-1970, p. 13.

42 L. THOMASSINO, Vetus et nova Ecclesiae discipolina circa beneficia, et beneficiarios 2, Lucca, 1728, p. 793.

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Congregaciones del Concilio, de los Obispos y de Ritos, los concilios provinciales, los síno- dos, directorios, manuales y muchos tratados nos hablan de la visita pastoral de los obispos, de los frutos de las mismas y de las formas concretas de realizarse43.

Al ser una de las obligaciones del obispo, ha sido analizada desde la teología, la pastoral y el derecho canónico, guardando siempre una estrecha relación las tres disciplinas al describir la visita44. Agustín Barbosa, célebre canonista portugués, nos describe la visita pastoral y la forma de proceder el obispo en las mismas45. La de- fine como el alma del ministerio episcopal, ya que en ella se concentra el munus episcopale:

“Inter pastorales curas, et virtutum exercit praecipium lucum habet solicitudo dioe- cesim visitandi. Est enim visitatio quasi anima Episcopalis regiminis, quoniam per eam Pastor se diffundit, et expandit omnium suarum ovium commodis et utilitatibus.

Vero quidem Episcopus dum exit ad discurrendum per onmes parochias, est quasi sol egrediens ad ilustrandas terras, ut vidilicet tres actus illos hierarchicos exerceat, qui sunt purgare, illiminare et perficere”46 .

4.1. Finalidad de la visita

El canon 3 de reformatione de la sesión XXIV del concilio de Trento, después de hablar de la obligación que tiene el obispo de visitar la diócesis, nos aclara la finalidad de la visita pastoral:

“Visitationum autem omnium istarum praecipuus sit scopus, sana orthodoxamque doctrinam, expulsis haeresibus, inducere, bonos mores tueri, pravos corrigere, populum cohartationibus et admonitionibus ad religionem, pacem innocentiamque accendere, cetera, prout locus, tempus et ocassio feret, ex visitantium prudentia ad fidelium fructum constituere”47.

La visita pretende la reforma de las costumbres y la erradicación de los pecados pú- blicos48. Responde al principio salus animarum suprema lex Ecclesiae. Los visitadores, al inicio de su inspección, reúnen al pueblo y le indican el fin de la misma: “desarraigar los vicios e implantar virtudes”49.

43 T. M. ALFANI, Vita de uffizi…, o. c., p. 143-160; L. THOMASSINO, Vetus et nova…, o. c., pp. 779-793.

44 G. DE JANUA, De visitatione cuiuscumque praelati ecclesiastici, et simul de iurisdictione eisusdem extra actum visitandi.

Dubitationes, Romae, 1748, pp. 1-688. Se trata de una obra canónica sobre la visita, abundando también en los aspectos teológicos.

45 A. BARBOSA, Pastoralis solicitudinis, sive de officio, et potestate episcopi 2, Lugduni, 1708, pp. 216-237.

46 Ibid. p. 80.

47 G. ALBERIGO, Conciliorum Oecumenicorum Decreta, Friburgi, 1962, p. 738.

48 E. VALTON, “Évêques. Questions théologiques et canoniques”, Dictionnaire de Théologie Catholique 10, París, 1924, col. 1719-1720.

49 Constituciones Sinodales del Arzobispado de Sevilla, Sevilla, 1862-1864, p. 124.

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Los edictos de visitas estudiados nos indican , con suma claridad, el objetivo de las mismas. Uno de los edictos de Carlos Borromeo, publicado el 22 de junio de 1566, se- ñala entre los objetivos de la visita los siguientes: “Quae ad animarum salutem, ad cultis divini rationem, ad Ecclesiarum statum, ad cristianum morum institutionem, ad cleri, et fidelis populi vitae atque officii disciplinam spectare iudicabimus”50. Y en uno de Lo- renzana, arzobispo de Toledo, podemos leer:

“Sabed que los Santos Padres alumbrados por el Espíritu Santo en sus santos Concilios, santa y justamente ordenaron que todos los Prelados y Pastores de la Iglesia universal, una vez cada año, y todas las demás que fuere necesario, por sí, y sus Visitadores a hacer una general Visita, e inquisición de la vida y costumbres de sus súbditos, assí Clérigos, como legos, y el estado de las Iglesias, Hospitales y Ermitas, Cofradías y otros lugares píos, lo cual todo fuesse enderezado a la salud de las almas, que consiste estar en gracia y caridad, y apartadas de pe- cados, mayormente de los públicos, con que Dios nuestro Señor más se ofende”51.

Por medio de la visita pastoral, el prelado se acercaba al pueblo cristiano y era reco- nocido por él, administraba los sacramentos, sobre todo el de la confirmación, y conocía el estado espiritual y moral del clero y de sus feligreses. No era una simple inspección ni una medida administrativa, aunque tenga aspectos relacionados con el gobierno y lo administrativo. Con suma brillantez ha sido definida por Bernard Peyrous:

“La visite pastorale n’etait donc pas seulement un acte juridique et formel, una simple inspection. Elle n’etait pas devantage une tournée de confirmation. Elle n´etait beaucoup plus que cela: un rencontre et un dialogue profond entre l’archevêque et son peuple, dans lequel le prélat payait de sa personne, n’ hésitant pas á interpeller directe- ment les populations et á s´occuper de la direction des consciences”52.

Son clásicos los estudios y referencias de las visitas pastorales de determinados obis- pos, auténticos reformadores de la vida cristiana en sus respectivas diócesis. Destaca- remos a Carlos Borromeo en Milán53, François de Sourdis en Burdeos54 y Bartolomé de Carranza en Toledo55. La figura de Carlos Borromeo (1538-1584) ejerció una gran influencia en todas las naciones por el movimiento renovador que fue imponiendo en su diócesis de Milán. Los sínodos diocesanos y los concilios provinciales celebrados por Borromeo se hicieron notar en toda la Iglesia, ya que editados bajo el título Acta Ecclesiae Medionalensis, sirvieron de referencia y modelo a muchos obispos56. Según la expresión

50 C. BOROMEO, Acta Ecclesiae Mediolanensis 1, Lugduni, 1863, p. 369.

51 Sínodo Diocesano del Arzobispado de Toledo, Madrid, 1894, pp. 481-482.

52 B. PEYROUS, “La Réforme instituionnelle de l’Archidiocèse de Bourdeaux au temps du cardinal François de Sour- dis”, Revue d` Histoire Ecclésiastique 76, pp. 19-20

53 R. MOLS, “Sainr Charles Borromée pionner de la pastorale moderne”, Nouvelle Revue Théologique 8, 1957, pp. 660- 747.

54 B. PEYROUS, “La Réforrme…”, o. c., pp. 5-47.

55 J. I. TELECHEA IDÍGORAS, “El formulario de visita pastoral de Bartolomé Carranza, Arzobispo de Toledo”, Anthologica Annua 4, 1956, p. 420; IDEM. El Obispo ideal en el siglo de la Reforma, Roma, 1963, pp. 113-156.

56 C. BORROMEO, Actae Ecclesiae Mediolanensis. Vols. I-III, Lugduni, 1863. Se trata de los tres tomos de la

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del historiador Majo, las Actas de Borromeo representan una verdadera “summa legisla- tiva, unica nella storia della Controriforma”57.

El contacto con el pueblo, a través de la visita pastoral, permite al obispo tener el cuadro de la situación, conocer de cerca las condiciones de vida humana y cristiana de sus feligreses y, más en general, tocar con la mano el estado de sus Iglesias para poder elaborar un plan pastoral en función de las necesidades concretas de su diócesis.

De la lectura de los libros de visitas pastorales sacamos como conclusión que uno de los aspectos más importantes es el relacionado con la conducta de vida y formación intelectual del clero y, sobre todo, con la preparación del mismo en la administración de los sacramentos y en la enseñanza y predicación de la doctrina cristiana. La toma de contacto con el clero es una oportunidad de oro para instituir estructuras adecuadas de cara a la formación del clero -seminario58 y conferencias morales59 - y establecer escuelas de la doctrina cristiana para la instrucción religiosa del pueblo60. También para controlar los libros, maestros, escuelas, mé- dicos, parteras, etc. Se trata, por tanto, de una promoción a nivel religioso, pero también de una acción de represión de clara tendencia contrareformística61.

La visita pastoral es una ocasión de promoción del culto eucarístico, potenciando las hermandades existentes62 y, en definitiva, de control de la aplicación de las disposi- ciones tridentinas en materia de sacramentos y liturgia. Por último, es una oportunidad para curar las discordias internas de la comunidad cristiana y para adoptar medidas y sanciones canónicas contra los ministros y clérigos indignos.

En definitiva, los objetivos fundamentales de la visita son predicar la palabra de Dios, exponer al pueblo los principales misterios de la fe, administrar el sacramento de

editio nova. Hemos tenido acceso a esta monumental obra en la Biblioteca Capitular y Colombina de Sevilla, 88-6-9, 10 y 11.

57 A. MAJO, Storia della Chiesa ambrosiana 2, Milano, 1988, p. 204.

58 AGAS. Fondo Arzobispal. Sección II: Gobierno-Asuntos Despachados, n. 05134; AGAS. Fondo Arzobispal. Sección II: Gobierno-Visitas, n. 05231. El doctor Francisco Mesa y Jinete, canónigo de la colegiata de Jerez y visitador general del arzobispado entre 1722 y 1741, manifiesta al arzobispo, a través de los datos obtenidos de sus visitas, la necesidad de la creación del seminario conciliar de Sevilla. La misma recomendación encontramos en un informe anónimo de un visitador en 1780. El seminario conciliar de Sevilla no se creará hasta 1831 en Sanlúcar de Barrameda; M. MARTÍN RIEGO, La formación intelectual del clero. El seminario conciliar de Sevilla (1831-1931), Sevilla, 1994.

59 M. MARTÍN RIEGO, Las conferencias morales y la formación permanente del clero en la archidiócesis de Sevilla (Siglos XVIII al XX), Sevilla, 1997, pp. 67; 75-81.

60 M. MARTÍN RIEGO, “Enseñanza y clero parroquial en la archidiócesis de Sevilla”, Escuela Abierta 5, 2002, pp.

232-245.

61 AGAS, Fondo Arzobispal. Sección II: Gobierno-Visitas, n. 05192. Se trata de la visita a la parroquia de San Miguel de Morón en 1722. Aquí podemos encontrar en los libros de visitas muchos aspectos relacionados con la vida del pueblo: número de vecinos y casas, médicos, cirujanos, matronas, maestros. A estos últimos los examinaba de sus respectivas materias -gramática y latinidad- y sobre la doctrina cristiana y libros que usaban.

62 M. MARTÍN RIEGO, “La eucaristía en la archidiócesis hispalense a través de los libros de visitas pastorales”, Isido- rianum 3, 1993, pp. 216-230; IDEM. “Las hermandades sacramentales de la ciudad de Sevilla a través de los libros de visitas pastorales. Siglo XVIII”, Eucaristía y Nueva Evangelización, Córdoba, 1994, pp. 146-157; J. RODA PEÑA,

“Orígenes de las hermandades sacramentales en Sevilla”, Eucaristía y Nueva Evangelización, Córdoba, 1994, pp. 135- 140; IDEM. Hermandades Sacramentales de Sevilla. Una aproximación a su estudio, Sevilla, 1996, pp. 19-198.

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la confirmación, reformar las costumbres del clero y de los fieles, examinar el estado ma- terial de las iglesias, los libros de registro parroquiales y castigar los pecados públicos con las penitencias correspondientes63.

4.2. Ordo et modus ad visitandas parochias

La obligación de la visita recaía sobre los obispos y, en caso de estar legítimamente im- pedidos, en sus vicarios generales o visitadores. Las diócesis solían estar divididas en distritos para la mejor organización de las mismas. En la archidiócesis hispalense tenemos siete visita- dores: uno para las parroquias de la ciudad de Sevilla, uno para los conventos de monjas de la ciudad, dos para los conventos de monjas de los otros lugares del arzobispado y tres para las parroquias de las vicarías foráneas, según la división del arzobispado en tres veredas para los visitadores -la banda morisca, el condado de Niebla y Écija con la sierra de Cazalla-.

En los formularios y en las instrucciones a los visitadores se describe el modus visitandi y todo lo que tenía que ser objeto de inspección. Esta fuente documental, complemento de los libros de visitas, nos permite acercarnos a la reforma tridentina tal como se estaba realizando en las diócesis. Según la profesora María Luisa Candau, “las instrucciones de visitadores constituyen un importante medio de conocimiento de la realidad material y moral de la diócesis e ilustran especialmente acerca de las verdaderas preocupaciones de la jerarquía eclesiástica”64.

Para el estudio de las visitas pastorales en la sede hispalense hemos manejado cinco instrucciones a los visitadores: la instrucción para los visitadores, aprobada por el cardenal Rodrigo de Castro (1581-1600)65 e incluida en las sinodales de 160466; el interrogato- rio por el cual el señor visitador ha de examinar a los testigos, folios sueltos redactados en 161167; los apuntamientos que se hacen a los visitadores de esta diócesis para el mejor método de las resultas de visitas, redactados probablemente por Palafox68 en 169969; la instrucción

63 J. CAPARRÓS, Disciplina eclesiástica general del Oriente y Occidente, particular de España y última del Santo Concilio de Trento, Madrid, 1807, pp. 158-159.

64 Mª. L. CANDAU CHACÓN, Iglesia y sociedad en la campiña sevillana: la vicaría de Écija…, o. c., p. 37.

65 Nació en Valladolid el 5 de marzo de 1523. Hijo de Álvaro Osorio y Beatriz de Castro, tercera condesa de Lemos.

Canónigo y chantre de la catedral de Cuenca. Obispo de Zamora y después de Cuenca. Nombrado arzobispo de Sevilla en 1581, Gregorio XIII lo creó cardenal con el título de los Doce Apóstoles en 1583. Para reformar la vida del clero y otros aspectos de la vida eclesiástica y cristiana del pueblo, celebró dos sínodos: uno en 1586 y el segundo en 1592. Amante y protector de la Compañía de Jesús, murió el 18 de septiembre de 1600.

66 Constituciones Sinodales…, o. c., pp. 124-143. Consta de 88 puntos. Es la más completa, juntamente con la de 1705, y a las de 1604 se remiten las instrucciones posteriores.

67 AGAS. Fondo Arzobispal. Sección III: Justicia, n. 012442.

68 Nació en Ariza (Zaragoza) en 1642. Hijo de Juan Francisco de Palafox, marqués de Ariza, y de María Felipa de Cardona.

Estudió en Salamanca, donde fue rector de la universidad. Dignidad de la catedral de Zaragoza, el 3 de enero de 1678 fue promocionado como arzobispo de Palermo. El 13 de noviembre de 1684 fue promovido al arzobispado de Sevilla. En esta sede fue famoso por sus pleitos con el cabildo y la universidad de beneficiados. Gran limosnero. En su pontificado se fundó el convento de Santa Rosalía y el Oratorio de San Felipe Neri. Falleció en Sevilla el 2 de diciembre de 1701.

69 AGAS. Fondo Arzobispal. Sección II: Gobierno-Visitas, n. 05168. Sigue el modelo de las instrucciones del cardenal Rodrigo de Castro. Hace especial hincapié en la inspección de la conducta del clero parroquial.

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para los visitadores del Arzobispado70, aprobada el 20 de septiembre de 1705 por el ar- zobispo Manuel Arias y Porres71; la instrucción que ha de servir del gobierno a los señores visitadores, redactada por el arzobispo Romualdo Mon y Velarde en 181972.

Según las instrucciones estudiadas, los visitadores tenían que llevar consigo los si- guientes libros y papeles: el concilio de Trento, las sinodales del arzobispado, algunos libros prácticos sobre los asuntos pertinentes a la visita, los itinerarios, los nombramien- tos, los libros de resultas de anteriores inspecciones, los libros de cuentas y los edictos de pecados públicos.

La visita comienza con una oración y una breve plática para explicar el fin de la mis- ma, exhortando a que le ayuden con noticias para conseguir los frutos que se pretenden.

El visitador debe ganarse al aprecio del pueblo. En todo debe aparecer como un padre, procurando la enmienda y no el castigo. Inmediatamente, pasará a visitar la iglesia, ex- terior e interiormente. Inspeccionará la limpieza y decencia de todo lo relacionado con lo sagrado: tabernáculo, pila bautismal, santo crisma, vasos sagrados, ornamentos, libros de coro, libros del archivo, altares, sacristía y cementerio. Luego, como parte más im- portante de la visita, se ha de ha de ocupar de la vida y costumbres de los eclesiásticos:

vicarios foráneos, curas, beneficiados y clérigos en general. Es lo que se llama el escruti- nio secreto del clero. También debe informarse de los sacristanes, organistas, sochantres, alguaciles, notarios y demás ministros eclesiásticos. Posteriormente, para conocer mejor la realidad, debe preguntar sobre las cosas que hay que remediar en el pueblo cristiano.

A partir de este momento, la visita cobra un aspecto más administrativo: inspección de las cuentas de fábrica, capellanías, patronatos, colecturías particulares y cofradías. La visita se cierra con una inspección a los hospitales, escuelas, capillas, ermitas, oratorios, juzgados de testamentos y casas de recogidas.

Puede servirnos como modelo del modo de visitar las parroquias la visita de 1722 a la de San Miguel de Morón de la Frontera: lectura del edicto de pecados públicos; sagra- rio del altar mayor donde hallé colocado a Nuestro Señor en el relicario en su custodia de plata dorada con la decencia necesaria; sagrario comulgatorio donde encontré a Nues- tro Señor colocado en tres relicarios de plata, dos grandes con sus capillos y seda y una cajita pectoral que se lleva a los enfermos y todos dorados por dentro con la suficiente decencia; pila bautismal; vasos de los sagrados óleos; libros de bautismos, desposorios y velaciones y todo lo hallé en buena forma y con bastante aseo y custodia; concluí con la procesión de Ánimas en la forma ordinaria; reconocí los altares, que son ocho, y los hallé

70 AGAS. Fondo Arzobispal. Sección III: Justicia, n. 12332. Consta de 23 puntos y se trata de una ampliación de la de Rodrigo de Castro. Es una instrucción muy completa.

71 Nacido en Alaejos, diócesis de Zamora, el 1 de noviembre de 1638. Ingresó en la orden de San Juan de Jerusalén.

Estudió matemáticas y filosofía en Malta. Obtuvo las encomiendas de Benavente y Yébenes y la bailía de Olmos, ocu- pando los principales cargos de la orden. El 2 de febrero de 1702 es promocionado a la mitra hispalense. Es creado cardenal el 30 de enero de 1715. Gastó grandes sumas en la parroquia del Sagrario, en la colegiata del Salvador y en la de Jerez, a la que dejó como heredera de todos sus bienes. Concluyó las obras del palacio arzobispal. Falleció el 16 de noviembre de 1717.

72 AGAS. Fondo Arzobispal. Sección II: Gobierno-Visitas, n. 05174.

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aseados y decentes; asimismo registré los ornamentos en la sacristía donde hallé surtidos de ropas de seda y lienzos bien guardados y decentes. Por último, el visitador añade las siguientes palabras de cara a los mandatos: “Para lo que hallé digno de reparo dejé pro- videncia en los mandatos”73.

4.3. Recomendaciones para los visitadores

Los visitadores necesitaban un tacto especial para el desempeño de su oficio. De aquí que en las instrucciones manejadas aparezcan una serie de recomendaciones, ten- dentes a asegurar la libertad y objetividad de las visitas y a evitar todo lo que pudiera significar gula, pereza y codicia de los visitadores y de sus acompañantes. Para que sus informes fuesen objetivos y libres de influencias y halagos, se les prohíbe lo siguiente:

hospedarse en casa de eclesiásticos; aceptar regalos, aunque sean de cosas comestibles;

entablar amistad con clérigos o seglares y dejarse visitar por ellos. Se pretende que los visitadores se muestren ejemplares y libres de parcialidades. Existen tratados sobre el perfecto visitador eclesiástico. Entre las cualidades del perfecto visitador se enumeran las siguientes: ciencia, amor y temor de Dios, caridad, justicia y fortaleza74.

Los mismos visitadores nos previenen sobre la objetividad de sus datos. Muchas denuncias secretas debían de ser investigadas. En más de una ocasión, están supeditados a rencillas, envidias, acaloramientos y todo tipo de pasiones humanas. Así podemos ver- lo en la visita pastoral realizada a Morón en 1728 por el doctor Andrés Mastruccio de Tejada, visitador general del arzobispado: “Y para informar sin pasión y con toda inde- pendencia no es fácil hallar sujeto entre los seglares a quien se pueda creer con seguridad que informe sobre la realidad y así no expreso sujeto particular que lo pueda hacer”75. Se ve más claro en la visita a Valverde del Camino en 1758:

“Los informes en particular de cada eclesiástico son los mismos que llevo expuestos.

He procurado con mucha prolijidad y escrúpulo discernir la mentira de la verdad, Pero es mucho el artificio de las gentes en este pueblo, muchas las maquinaciones y enredos y mucho el fuego que tienen encendido para destruirse, de suerte que aún hoy mismo estoy sospechoso de lo que escribo”76.

4.4. Los mandatos de visitas

Los Libros de Visitas, después de ofrecernos todo lo que era objeto de inspección, suelen incluir unos folios llamados Mandatos de Visita. Se trata de ciertas normas y re- comendaciones que guardan relación con la mejora de la vida parroquial y cristiana.

Unas iban encaminadas a la recta administración de los bienes parroquiales, capella-

73 AGAS. Fondo Arzobispal. Sección II: Gobierno-Visitas, n. 05192.

74 S. GÓMEZ DE SENABRIA, Aparato del perfecto visitador eclesiástico, Madrid, 1645, pp. 70-228..

75 AGAS. Fondo Arzobispal. Sección II: Gobierno-Visitas, n. 05201.

76 AGAS. Fondo Arzobispal. Sección II: Gobierno-Visitas, n. 05224. En 1758 tenemos en Valverde del Camino 26 presbíteros 10 clérigos de menores y un tonsurado.

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nías, patronatos, fundaciones, diezmos, colecturías de misas, piezas eclesiásticas, etc.

Otras, a la mejora intelectual, moral, espiritual y pastoral del clero, recomendado la asistencia al coro, a las conferencias morales, al estudio permanente, la utilización de determinados libros, la atención pastoral a los fieles, la enseñanza de la doctrina y del catecismo, la recta administración de los sacramentos, el traje eclesiástico, la modestia y la compostura clerical, por citar algunas de las que aparecen con más frecuencia como el precepto dominical y pascual, asistencia a los actos de piedad y devoción, mejora moral, etc. Por último, el visitador suele recomendar al mayordo- mo de fábrica la adquisición de ornamentos y vasos sagrados, arreglo de los usados y deteriorados, adquisición de imágenes, reparación de templos y altares, etc.77. Estos mandatos suelen ofrecernos aquellos aspectos de la vida y de la realidad parroquial que, a juicio de los visitadores, necesitaban ser mejorados. En la utilización de estos mandatos debemos ser cautos, ya que a veces dan la impresión de encontrarnos ante modelos esteriotipados78.

Hasta el siglo XIX la casi totalidad de los mandatos de visita se registraban en los libros de cuentas de fábrica, conservados en los respectivos archivos parroquiales, Según el cardenal Cienfuegos y Jovellanos, arzobispo de Sevilla (1824-1847), esta costumbre impedía que los eclesiásticos los tuvieran a la vista, en detrimento del cumplimiento de las normas de dichos mandatos. En 1830 dispuso que se registra- ran en un libro que “sirva para este efecto solamente”79. Al inicio de este libro había que registrar los mandatos de visitas del arzobispo Llanes y Argüelles (1783-1795), ya que el citado prelado había recopilado los más antiguos en un modelo. Se trata de unos mandatos con diecinueve puntos y que podemos encontrarlos en el archivo diocesano y en muchos parroquiales80.

4.5. Los aranceles de la visita

La visita, a la vez que un acto de gobierno, conllevaba un aspecto administrativo por parte de los visitadores y de los contadores. Cuando no la realizaba el prelado, era tam- bién una actividad remunerada. Los visitadores cobraban por su trabajo de inspección 200 ducados y los derechos de procuración de todas las fábricas parroquiales visitadas.

Si el visitador era canónigo, que solía ser lo más habitual, tenía derecho a percibir todas las distribuciones propias de su prebenda y las horas de coro como si estuviera presente.

De aquí que existieran unos aranceles concretos. En el siguiente cuadro ofrecemos la

77 M.ª, L. CANDAU CHACÓN, “Los libros de visitas parroquiales como fuente de estudio del clero rural a comien- zos del siglo XVIII”, en Actas de las II Jornadas de Metodología y Didáctica de la Historia, Cáceres, 1990, p. 442; M.

MARTIN RIEGO, “La Eucaristía en la archidiócesis hispalense...”, o. c., pp. 206-207.

78 Hemos llegado a esta conclusión a través del estudio pormenorizado de más de un centenar de mandatos de visitas.

79 AGAS, Fondo Arzobispal. Sección II: Gobierno-Visitas, n. 05148.

80 AGAS. Fondo Arzobispal. Sección III: Justicia, n. 012442; Sección II: Gobierno-Visitas, n. 05148. También hemos visto dichos mandatos en el archivo parroquial de Santa Cruz de Écija, en el de la prioral de El Puerto de Santa María y en el de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Cantillana.

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relación de los aranceles81 de los visitadores, según lo mandado por el arzobispo Luis de Salcedo y Azcona82 en 1746.

ARANCELES DEL VISITADOR EN 1758

CONCEPTO REALES

Visita sacramental 11

Auto y aprobación de cuentas 4

Nombramiento y carta de mayordomo 4

Visita de cada capellanía 2

Cada libramiento de misa 2

Por la asistencia al reconocimiento de todas las alhajas y demás bienes de la iglesia que se hace por inventariar solo lo que cada iglesia tiene estipulado. Por patronatos y obras pías no se llevarán más derechos que los tasados por el visitador y contador en la diócesis que sigue la costumbre de partirlos por mitad entre el visitador y el contador.

En el siguiente cuadro ofrecemos la relación de los aranceles de los contadores en el desempeño de sus funciones.

ARANCELES DEL CONTADOR EN 1758

CONCEPTO REALES

Asistencia de la visita sacramental Nada

Acta de visita y cuentas 4

Nombramiento de mayordomo 4

Capellanías al corriente y renta fija 4

Cada libramiento de misa 1

Nueva taxación de capellanías 8

Capellanías sin taxación 2

Libramiento de misas 2

Capellanías con quiebra 2

81 AGAS. Fondo Arzobispal. Sección II: Gobierno-Visitas, n. 05174.

82 Nació en Valladolid en el seno de una familia noble. Su padre, Luis de Salcedo y Arbizu, fue asistente de Sevilla desde el 13 de noviembre de 1683 a finales de 1685, Estudió gramática y filosofía en el colegio mayor de Santo Tomás y en la universidad de Sevilla y leyes y cánones en la universidad hispalense. En 1686 ingresó en el colegio de San Bartolomé de Salamanca, siendo rector del mismo en 1690. Oidor de la audiencia de Sevilla y de la cancillería de Granada. Se ordenó de sacerdote en 1706. Tomó el hábito de la orden militar de Calatrava y renunció al nombramiento de las diócesis de Orense y Lima. En 1714 es designado obispo de Coria y en 1717 arzobispo de Santiago. En 1722 es promovido a la archidiócesis hispalense. En Umbrete edificó el palacio arzobispal y la parroquia de Nuestra Señora de Consolación.

Tenía intención de fundar el seminario conciliar en la collación de Triana, pero su muerte truncó el proyecto. Legó su biblioteca para la mitra. Murió el 3 de mayo de 1741. Está enterrado en la capilla de la Antigua, de la que fue su mecenas.

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Para evitar todo deseo de codicia y de buena vida, tenemos una serie de recomenda- ciones. Entresacaremos las más importantes: debían hacer los menos gastos posibles; su acompañamiento lo más reducido y sencillo -un criado, un contador y varios oficiales-;

posada conveniente, pero no en las moradas de los eclesiásticos; presentar cuenta de to- dos los gastos realizados en hospedajes y alimentos; no visitar más de una parroquia en el mismo día; detenerse lo necesario, ni más ni menos; los gastos ocasionados por lavande- ría, bagajes y alimentos, a cargo de los visitadores; en las cuentas presentar por separado los gastos realizados por los visitadores y su familia y los propios de los derechos de visita.

De una manera especial se recomienda una mesa frugal y sencilla y se hace hincapié en no aceptar regalos.

5. El clero parroquial de San Miguel en 1758

Los libros de visitas constituyen una fuente de rango primordial para el estudio del clero parroquial por los datos que nos dan sobre el mismo. Podemos verlos en el escru- tinio secreto del clero. En líneas generales, aunque no siempre es así, suelen ofrecernos los siguientes datos: edad, fecha de ordenación y nombre del ordenante, cargo que des- empeña, rentas y nivel económico, instrucción y títulos o grados, nivel moral, espiri- tualidad, cumplimiento de sus obligaciones, etc. Siempre suele decir el visitador “me he informado” y “me ha parecido”83. Con los datos obtenidos de varias visitas podemos analizar la evolución de los eclesiásticos desde la tonsura hasta los finales de su vida. Con esta fuente y otras que se conservan en el archivo diocesano podemos acercarnos al clero parroquial y ofrecer una sociología del mismo.

5. 1. La figura del visitador: Juan Martín de Oliva

Partimos de los datos ofrecidos en el escrutinio secreto del clero de la visita pastoral realizada a la iglesia parroquial de San Miguel Arcángel de Morón de la Frontera en julio de 1758 por el doctor Juan Martín de Oliva, graduado en teología, colegial y catedrático en el mayor de Santa María de Jesús (universidad de Sevilla), examinador sinodal y vi- sitador general del arzobispado84. Según su fe de bautismo y las pruebas de limpieza de sangre, Juan Martín de Oliva había nacido en Alájar (Huelva)85 . Hijo legítimo de Juan Martín de Oliva y María Pablos Morilla, naturales de Alájar. Nacido en marzo de 1715, fue bautizado en la parroquia de San Marcos de Alájar el 11 de marzo de 1715. El 1 de julio de 1768 el deán y cabildo in sacris nombraron e hicieron colación y canónica insti- tución de la media ración a Martín de Oliva, visitador general del arzobispado. Falleció el 16 de enero de 1777 en las casas de su morada, en el número 8 de la calle Príncipe. En su testamento dejó 50 ducados para la fábrica de la catedral y 600 misas a 3 reales cada

83 AGAS. Fondo Arzobispal. Sección II: Gobierno-Visitas, n. 05192.

84 AGAS. Fondo Arzobispal. Sección II: Gobierno-Visitas, n. 05224.

85 ACS. Fondo Capitular. Sección I: Secretaría. Pruebas de Sangre, n. 07614 (147).

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una en la capilla de la Antigua86. Conocer la figura del visitador es muy importante, ya que su personalidad, como es obvio, influye en los informes que realiza para posterior- mente pasarlos al prelado.

5.2. Los presbíteros

En 1758 tenemos adscritos a la parroquia de San Miguel un total de cuarenta y tres presbíteros. Ofreceremos una visión general de dichos sacerdotes, pormenorizando en curas, beneficiados y capellanes.

5.2.1. Curas y curatos

Los curas o titulares de las parroquias eran designados por el arzobispo87. A partir de 1791 todos los curatos serán perpetuos o colativos88. En el siguiente cuadro ofrecemos la relación de los curas de Morón en 1758. Junto con sus nombres, aparecen sus edades y rentas anuales en reales.

CURAS DE LA PARROQUIA DE SAN MIGUEL DE MORÓN EN 1758

CURAS EDAD RENTA ANUAL EN REALES

De la Peña, Pedro 40 5.700

García Nieto, Cristóbal 48 3.500

Guisado Angulo, Francisco 54 3.500

Peñalosa, Francisco Javier 45 3.500

En la parroquia de San Miguel tenemos cuatro curatos dotados con una renta de 2.400 reales anuales89. En esta visita tenemos que cuatro presbíteros ejercían el oficio de cura. En esta época lo normal era que las parroquias de cierta entidad tuvieran más de un titular como cura. Los cuatro tenían carta de cura, es decir, el nombramiento del prelado. Uno de ellos, Francisco Guisado Angulo, era a su vez el vicario foráneo90 y ejer-

86 ACS. Fondo Capitular: Libro de entrada de prebendados (100-1800), fol. 102.

87 Los curatos, llamados también beneficios curados, son aquellas piezas eclesiásticas que llevan anexa la cura de almas y exigen el deber de residencia de los titulares. En la archidiócesis de Sevilla hasta finales del siglo XVIII, salvo raras excepciones, la casi totalidad de los curas eran nombrados por el prelado usque ad beneplacitum suum. Así sucedía en varias diócesis españolas. No eran curas propios ni podían ser considerados auténticos párrocos, ya que eran amovi- bles según la voluntad del obispo. De aquí que en una parroquia, como en el caso de la de San Miguel de Morón, pudiera haber varios curas a la vez. Para el mejor servicio pastoral y evitar pleitos, en determinadas épocas, cada cura se hacía cargo de la parroquia durante una semana -cura semanero-. A partir del plan beneficial o de curato de 1791 se accederá a la titularidad de las mismas mediante concurso, siendo a partir de entonces verdaderos párrocos.

88 M. MARTÍN RIEGO, “Plan de erección y dotación de curatos. Una reforma...”, o, c., pp. 199-245; IDEM. Los concursos a parroquias en la archidiócesis de Sevilla (1611-1926), Córdoba, 1999.

89 A estas rentas del curato hay que añadirles las percibidas por al administración de los sacramentos y 88 fanegas de trigo y 24 de cebada al año.

90 AGAS. Fondo Arzobispal. Sección II: Gobierno-Asuntos Despachados, n. 04528. Es interesante destacar la labor de

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cía el oficio de cura desde 1740. Por otra parte, Cristóbal García Nieto era el cura más antiguo91. Ejercía desde 1738. Concentraba en su persona el oficio de colector.

Pedro de la Peña92 servía el curato desde 1754 -cura más moderno93- y era a su vez servidor de un beneficio -vicebeneficiado- que gozaba en la parroquia de San Miguel la colegiata de Lerma. Por último, Francisco Javier Peñalosa ejercía el oficio de cura desde 1751.

En relación a las costumbres y actitudes sacerdotales y pastorales el visitador ano- tó lo siguiente de Cristóbal García Nieto, cura más antiguo: “Bueno en costumbres.

Asiste bien. Genio ostentoso y obsequioso. Es un eclesiástico muy racional, aplicado y prudente”94. En la visita de 1761, realizada por Domingo Pérez de Rivera95, obispo au- xiliar de Sevilla y titular de Gadara, se dice que “es aceptado por todo el pueblo”96. Tam- bién se dice que era bueno en costumbres, prudente y humilde el cura Francisco Javier Peñalosa. Cumplía las obligaciones propias del ministerio.

Los otros dos curas, Francisco Guisado Angulo y Pedro de la Peña, aún siendo cum- plidores y sin nota especial, aparecen con genio dominante y dados a los litigios. Tal es el caso de Guisado Angulo que ejercía también como vicario. Aparece como de gran viveza y astucia, actuando por pasión y respeto humano. Por estas actitudes, sus compañeros se quejan de su acrimonia. No obstante, el visitador anota que “no me pude formar dic- tamen cierto”97. De Pedro de la Peña se dice que tenía un genio dominante, vano y pre- suntuoso, aunque el visitador anota que no “tiene tanto desvarío y presuntuoso y pudo tener alguna pasioncilla el que me informó”98.

mediación llevada a cabo en marzo de 1756 por el vicario Guisado y Angulo en relación a un conflicto entre Francis- co Romana, vicario foráneo de Marchena y el clero parroquial de dicha localidad. Estaban los ánimos muy divididos en el pueblo entre los seglares y eclesiásticos por las actuaciones del vicario de Marchena. De todo ello informó al arzobispo. Pero esto forma parte de otra historia.

91 El cura más antiguo constituyó, por su antigüedad al frente de la iglesia, la figura más representativa de su parroquia y de la vicaría, en ausencia el vicario foráneo.

92 Morón 1751. Según las respuestas generales del Catastro de Ensenada, Madrid, 1992, pp. 48. Existía en Morón un hospital, bajo la advocación de Santiago, para enfermas e impedidas. Según el Catastro estaba a a cargo de Juan de la Peña. Las rentas de dicho hospital ascendían a 14.800 reales.

93 Se dice del cura que tenía menos antigüedad en el cargo.

94 AGAS. Fondo Arzobispal. Sección II: Gobierno-Visitas, n. 05224.

95 Nacido en Sevilla el 20 de septiembre de 1692, recibió el bautismo en la parroquia de San Vicente. Doctor en teolo- gía por el colegio de las Becas, desempeñó los cargos de confesor de la capilla de Nuestra Señora de la Antigua y cura del Sagrario en 1729. Electo auxiliar de Sevilla en marzo de 1741, ejerció como auxiliar en los pontificados de Luis Antonio de Borbón y de Solís. Ejerció como visitador general del arzobispado. Murió el 12 de noviembre de 1771 en las casas de su morada, en la collación de San Vicente. Fue sepultado en la capilla de Nuestra Señora de los Dolores de la parroquia de San Vicente.

96 AGAS. Fondo Arzobispal. Sección II: Gobierno-Visitas, n. 05226.

97 AGAS. Fondo Arzobispal. Sección II: Gobierno-Visitas, n. 05224. En el informe de Manuel Fernández, presbítero de 54 años de edad, se dice que dio con un cuchillo al vicario foráneo, aunque en el pueblo se comentaba que en dicho lance tuvo mucha culpa el vicario por su provocación y genio acre y crudo.

98 AGAS. Fondo Arzobispal. Sección II: Gobierno-Visitas, n. 05224.

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En relación a las rentas tenemos la siguiente variante. El cura mejor pagado es Pedro de la Peña con 5.700 reales anuales -2.400 por el curato, 2.200 por el servicio del beneficio y 1.100 por las capellanías-. Es seguido por Francisco Guisado Angulo, vicario, y Cristóbal García Nieto, cura y colector. Figura cada uno con 3.500 reales -2.400 por el curato y 1.100 de capellanías-. Nada se dice de lo que percibía el vicario por su cargo ni el colector por su oficio. Por último, con 3.500 reales anuales tenemos a Francisco Javier Peñalosa -2.400 por el curato y los 1.100 restantes en concepto de capellanías-.

En nuestra relación del clero parroquial aparecen dos presbíteros que ejercían como teniente de cura99. Tenemos, en primer lugar, a Juan de Morillas con 51 años. Era ayu- dante de Francisco Guisado Angulo, vicario foráneo y cura de San Miguel. Según el escrutinio secreto del clero, Juan de Morilas era buen hombre y sin nota. El segundo teniente era Jerónimo Jiménez, de 39 años de edad. Era ayudante de Cristóbal García Nieto, cura más antiguo. Es definido como “hombre bueno, recogido, conocedor de sus obligaciones y pendiente de visitar a los enfermos”100. Según el escrutinio del clero de la visita de 1758, nos encontramos con un cura jubilado. Se trata de Alonso González Mo- rón, de 77 años de edad. Estaba impedido y no tenía ninguna nota que desdijera de su estado sacerdotal. Como es obvio, todos los curas y tenientes tenían licencias absolutas de celebrar101, predicar y confesar102.

5.2.2. Los beneficiados

En la parroquia de San Miguel de Morón tenemos 6 beneficios, de los que 4 eran de libre provisión y los dos restantes estaban unidos a instituciones eclesiásti- cas: uno al colegio mayor de Oviedo en Salamanca y el otro a la colegiata de Lerma.

Cada beneficio estaba dotado con 6.061 reales al año -los curatos con 2.400 reales reales anuales-. En el siguiente cuadro ofrecemos la relación de los servidores de beneficios.

99 Con la palabra teniente de cura se define al sacerdote que antiguamente se llamaba coadjutor y que hoy se le da el nombre de vicario parroquial. Eran elegidos y designado por los mismos curas a los que ayudaban. Cada cura pagaba de su peculio a su respectivo teniente.

100 AGAS. Fondo Arzobispal. Sección II: Gobierno-Visitas, nn. 05224 y 05226.

101 AGAS. Fondo Arzobispal. Sección II: Gobierno-Asuntos Despachados, nº. 4530. He aquí el documento de una licencia de celebrar: “Por cuando nos consta de la habilidad y suficiencia del presbítero……….. por examen que ha hecho de latinidad, y rezo, pronunciación, y defectos ocurrentes en la Misa y estar bien y canónicamente ordenado:

Por el tenor de las presentes, le concedemos licencia para que por el tiempo de………. pueda celebrar el Santo Sa- crificio de la Misa en nuestro Arzobispado”.

102 La licencia de confesar también se daba por un tiempo determinado, después de su respectivo examen. Para confesar a mujeres el presbítero debía tener al menor 40 años. Para confesar a religiosas era preciso una licencia especial.

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