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La poesía no quiere adeptos, quiere amantes. Federico García Lorca.

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Academic year: 2021

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“La poesía no quiere adeptos, quiere amantes”.

Federico García Lorca.

“Mientras existan sueños, tienes el derecho de perseguirlos y el deber de ejecutarlos”

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PRESENTACIÓN

Esta novela nació al calor de una experiencia, junto con el poe-ta Manuel González, en las webs de poesías. Dando respuespoe-tas a mis prosas y versos, desde a mi Balcón desde su Mirador del mar, un sitio mágico que me imagino e invento, para plasmar en el mismo instante de comentar.

Así nace la idea de concebir una historia de amor y dolor en poesía, entre Mi Balcón y El Mirador del mar. Un relato escrito en prosa, inspirada bajo la pluma fantástica de mi musa del “Brillo del mar”. Allí descubrí la maravilla de escribir a orillas de la playa.

Todo los días, después de caminar por el mirador abandona-do, salía al Balcón. Al contemplar el mar. Plasmé en ellos, los de-seos más profundos que mi corazón podía soñar. Yo declamé des-de mi rincón marino y el poeta respondió a mi voz y a mi pluma. Les invito a que vibren y se estremezcan en el sutil erotis-mo, que acompaña a esta historia, entre las lágrimas derrama-das por la cruel distancia, que separa a estos amantes. No les dejará indiferentes.

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Origen

Eran tiempos difíciles, tiempo de cambios, tiempos en que los miedos de forma impávida nos empujaban a tomar decisiones insospechadas. A principios del 2003 había dejado mi patria herida de muerte, por un teniente coronel, frente al cual no estaba dispuesta a dejarme doblegar, ni por sus falsas prome-sas, ni por un dictador princpiante bajo su pensamiento úncio, que nos llevaría a mediano plazo a unas de las tiranías mas crueles de nuestra historia reciente. Atrás dejé una vida entera de triunfos y fracasos, de amores y desengaños. Desembarqué en la isla de Tenerife, una de las afortunadas de Canarias, mi segunda patria, la tierra de mis padres.

Me sumerjo en una atmósfera desconocida e incierta, no sabía lo que estaba por venir. Mi soledad remotamente pol-vorienta, llena de atajos y de preguntas sin responder, envuel-ta en un silencio donde todos los ruidos caben pero ninguno te dice nada. Era un laberinto de cómo empezar a decir “no” sin herir. Pareciera que me gustaba vivir así por no molestar, olvidándome de sentir y de crear. La resignación me había cautivado, adueñándose de mi. Evitaba vivir de verdad. Solo

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me mantenía quien era mi esposo en aquel momento, y mi hija. Fueron ellos la fuerza e inspiración que necesitaba para comenzar de nuevo.

Llegué, pues, a Tenerife, una isla mágica de grandes contras-tes, micro-climas por saborear, verdes intensos en su norte, y al sur, una costa atlántica por descubrir,… ¡el brillo del inmenso mar!, todavía no sabía el regalo que me tenía preparado,… mi “Brillo del mar”, mi inspiración poética, mi eterna musa.

Regresar a Canarias era el sueño de mi madre pero no el mío, durante muchos años me decía: – Valentina, quiero regre-sar a mi tierra; yo siempre le contestaba: – ¡No!; y ella respon-día – Sin mis hijos no me voy de Venezuela-, pero el Teniente Coronel cambió los planes y yo decidí tomar otro rumbo, así que el sueño de mi madre se realizó y me vine con ella al cen-tro del Chicharro.

Recuerdo llegar al umbral de mi nueva casa, un piso va-cío, de paredes blancas desgastadas, poca luz en su interior, en pleno centro de Santa Cruz. Al entrar me recosté de la puerta, sentí el frío helado de sus paredes. De inmediato, el peso de un equipaje de añoranzas de mi tierra se apoderó de mi. En un instante rememoro a mis amigas, mis primas, mis calles, mi piso caraqueño. Se me vino el mundo encima, esa mochila pesaba como un amasijo de hierro. Las piernas no me reaccio-naban, mientras veía la película de mi vida pasar por mis ojos. Eché un vistazo a lo que sería mi nuevo hogar, sin muebles, solo una mesa blanquecina, casi de amarillo viejo y abrazada por cortinas deshilachadas de un gris soñoliento y opaco. Al cruzar la vista un pasillo largo y oscuro, las habitaciones,…

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Entré en la que sería la mía, me llamó la atención, sus ventanas daban a un patio interior, casi meto mi nariz en el salón de la vecina de enfrente, ¿Pero estoy en su casa ó aquí?, me dije. En seguida, mi hermano comentó: – Aquí es muy normal que los edificios tengan un patio interior, es una forma de aprovechar el espacio. – Me costó interiorizarlo, los primeros días casi no podía ni dormir, tenía una sensación nueva: me vigilan, me huelen, me oyen..., incluso en mi propia casa hablaba en voz baja temiendo que me escucharan.

En fin, empecé mi nueva vida llena de proyectos y de sue-ños,… sobre todo por tener mi propio hogar,… pero el deve-nir diario, las salidas y las entradas de cada día, entre trabajar, ser madre, esposa, ama de casa, me iban desgastando. Pasaron los años sin novedad, añorando, detenida en el tiempo en Ve-nezuela, negándome casi a vivir, con la única esperanza de re-gresar a mi tierra. Todos los días lloraba por ella.

En el 2004 aparece Facebook, abrí una cuenta emocionada, sin embargo la nueva aplicación seguía siendo prácticamente una desconocida para mi. Los años se hojeaban de prisa, en el 2010 recalé de nuevo en ella, descubriendo un mundo nuevo: las redes sociales, una experiencia fantástica, pero de alto ries-go. El ordenador me iba enganchando y me fui rindiendo a sus deseos. Cada día me era más difícil salir de sus encantos. Escribía, denunciaba, gritaba, la gente respondía. Allí fui ha-ciendo nuevos amigos, eso sí, en el mundo virtual todo era tan bonito.

Entre ellos conocí a un poeta, Juan Carlos. Comenzó con bellos halagos a mis fotos, como tantos otros, el guión era el

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mismo, pero él fue más listo que los demás, se detuvo en las notas que escribía, las que colgaba en mi muro para hacer ca-tarsis, o, simplemente, expresar mis sentimientos. Así nació “El Balcón de Vale”, un espacio que creé cuando llegué a Canarias hace ya 10 años, en messenger para plasmar mis letras, una es-pecie de diario que me ayudaba a sanar heridas.

Juan Carlos me decía, – ¡Tienes magia para escribir!, de-berías seguir haciéndolo. – Al principio no le creí, pero fue perseverante, tuvo paciencia, y yo me dejé atrapar. Me invitó a participar en las webs de poesías, y yo comencé a perder el miedo,… empecé a desnudar mi alma con mis letras.

Entretanto, seguí con mi vida diaria. A primera hora, luego de hacer mi meditación, iba a caminar por el muelle de Santa Cruz hasta llegar a un mirador abandonado. Me detenía allí para disfrutar del paisaje marino. Siempre invitaba a Dios para conversar y darle las gracias por el maravilloso regalo de con-templar el mar.

Un día percibí que el mar tenía un brillo especial, aún me estremezco al recordarlo, fue un brillo que me cautivó, entró por mis pupilas, como bálsamo. Cuando regresé a casa, escribí una prosa, la titulé “El Brillo”. A partir de ese momento todas mis poesías y mis escritos se inspiraron en el mar

Desde ese mirador abandonado, sentí, soñé, amé, lloré, me estremecía, el brillo del mar tocaba mis ojos, y era inevitable no emocionarme. No hubo un solo día sin que dejara caer al-guna lágrima.

De regreso a casa, la realidad era distinta, estaba bañada en lágrimas solo estábamos, el mirador y yo. No quería despertar

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porque la dicha era plena, los deseos se cumplían. Creo que a partir de ese momento Juan Carlos se convirtió en mi verdade-ro compañeverdade-ro virtual. Sin darnos cuenta nos fue uniendo una relación muy especial, el límite entre la ficción y la realidad a veces se perdía: entre la empatía que nos producía escribir poesías ó ¿quizás algún sentimiento más allá de la simpatía y la pasión por la poesía? No creo que haya sido amor, ¿o sí?,... siempre en mi interior he tenido la duda, si lo que sentía era real o simplemente era el fruto de la experiencia virtual de nuestra aventura poética, en el marco de mi propia soledad.

Pero es más fácil evadirse y rendirse al amor de las letras, sí, de las letras, amigo lector, ¡me he enamorado de las letras! Quizás sea difícil de comprender.

– Para nada Valentina – Una voz que se oculta bajo el sol sale a mi encuentro.

– Y ¿tú quién eres?

– Yo soy Beatriz, ¿ no me reconoces?, soy yo.

– No, se supones que tú no existes, déjame en mi mundo. La Neblina invade mi balcón, mi espacio y un silencio lar-go me abruma.

– De momento te dejaré, pero no me olvides, recuerda que yo te cree.

Su voz suave, dulce pero dominante logra suscitar du-das en mi.

Desde luego esa voz perdida es indiscreta. Me ha puesto de los nervios.

Cómo les decía, estas prosas enamoran, te dan la sensación de vivir en unos labios húmedos, en un abrazo cálido, el de un

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príncipe azul en pleno Siglo XXI, así como una lágrima amar-ga, un suspiro desgarrador.

Mi alma se desnuda y la puesta en escena desde “Mi Bal-cón” y el “Mirador del Mar”, se desata para dar paso a la poe-sía. Nuestras letras llevan esencia secreta del alma, por lo que aquello que escribimos entre el Balcón, y el Mirador del Mar, a su modo es cierto. Además, les aseguro que disfrutamos cuan-do escribimos de cada encuentro de amor y de cuan-dolor, vibramos con pasión, eso se sentía hasta en el aire.

Seguimos con nuestro trato diario, compartíamos desde la ventana de nuestro ordenador de nuestras cosas. Desde un “buenos días” y hasta despedirnos al terminar la jornada con un “buenas noches”. Algunas veces nos enfadamos por tonte-rías, teníamos mucho en común valores, ideologías,… tenía-mos temas para rato y tertulias queriendo arreglar el mundo, en fin nuestras vidas estaban virtualmente enganchadas.

En dos oportunidades nos distanciamos, nos parecía que estábamos cansados el uno del otro, pero a los pocos días vol-víamos a reanudar nuestros encuentros por la ventana virtual. La pasión por las letras nos tenía atados. Somos poetas apasio-nados, y amigos entrañables, pero poetas por encima de todo.

Juan Carlos, el amigo con quien tropecé por el ordenador, es mi dulce amado del Mirador del Mar, donde nacieron estos encuentros apasionados que he plasmado en estas prosas, es-critas desde Mi balcón.

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DESDE MI BALCÓN…

Pasiones dormidas

Hoy es un día en que el letargo se ha adueñado de mi espíritu, dentro de mi alma, vivo un largo viaje sin retorno, cuyo final desconozco. Camino hacia el infinito sucumbida en la desilu-sión y sin esperanza.

Ya me olvidé de los ingredientes que tiene la pasión, su fuerza de erotismo, su sabor, sus olores, los dulces placeres, y el amor, ese sentimiento indispensable para la gran cena fan-tástica, que preparaba con esmero en nuestra gran celebración, la unión de dos seres enamorados, unidos a la pasión exquisita que el amor brinda.

La adornaba con mimos, caricias interminables, miradas de ternura, lencería fina para la ocasión, copas de cristal para saborear los dulces néctares, junto con un especial juego de seducción, como aperitivo principal para la cena.

En el ambiente, un grito silencioso rompiendo la noche con nuestros susurros y clamando goces de pasión….Vienen a mi memoria, su luz tenue, cortinajes blancos, sábanas de seda, como si para dioses fueran, espejos y la presencia de nuestros cuerpos sedientos, con hambre de darse el uno al otro, como si

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fuera el último minuto de sus vidas… Hoy solo queda de todo ello un vago recuerdo ya casi olvidado…. Triste es pensar que de ello ya no queda nada.

Mis pasiones dormidas, reposan en mi balcón, a la espera de un nuevo amor.

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DESDE EL MIRADOR

DEL MAR…Tus Pasiones

despertaran a mi lado

Ven a mi lado, amada mía, y olvida la soledad porque desde nuestro Mirador del Mar te colmaré de dicha y mas nunca vol-veré a vivir apartado de ti, mi dulce amor….

Adormecido por el encanto de tu figura en mi mente te lla-mo , en este dichoso lla-momento, porque vienes hacía mi colla-mo si una dulce sirena fueras emergiendo de las aguas del mar, te abrazo y siento tu cuerpo lleno de ardor y pasión junto a mi piel… Los sufrimientos que está causando en mi la sole-dad, me están llevando al borde de la mas maravillosas de las locuras…

Eres una maravillosa realidad en mi inconsciencia. Así me siento muy dichoso… Hemos sido en la distancia dos cuerpos ardientes enamorados que solo deseaban quererse en plenitud y disfrutar de los más bellos placeres.

Las arenas de la playa serán nuestras sabanas todas las no-ches, mientras la luna plateada dibujará su luz sobre nues-tros cuerpos desnudos… Caricias gozosas cubrirán nuestra piel, mientras nos besamos . Mi hombría junto a tu enerva-do celo de mujer embravecida por la espumas del mar, harán

Referencias

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