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El manto de Elías y Eliseo

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Recursos Escuela Sabática © COMENTARIO DE LA LECCIÓN

II Trimestre de 2011 Vestidos de gracia Vestiduras figuradas en la Biblia

Lección 6

(30 de Abril al 7 de Mayo de 2011)

El manto de Elías y Eliseo

Pr. Marcio Días Guarda 1

Introducción

Cubrirse con ropa es una característica distintiva de los seres humanos. Las tres ra- zones básicas que justifican el uso de vestimenta son: pudor, protección y adorno.

Desde que el ser humano perdió su inocencia y su gloria, y pasó a utilizar una vesti- menta, ese accesorio se transformó en una extensión de la personalidad humana.

Más que eso, las ropas causan una primera impresión. Cada vez que entramos en contacto con otra persona, nos contactamos, escuchamos su voz o leemos un texto redactado por ella, somos impactados por su presencia personal. Inconscientemente analizamos la vestimenta (con sus colores, modelos, calidad de tejidos, terminación, accesorios, correspondencia con el clima, etc.), porque los elementos materiales dis- ponibles que nos aportan informaciones objetivas, gratuitas y a distancia (o sea, sin compromiso alguno de nuestra parte) acerca de la persona que se está acercando a nosotros.

Los pensamientos que siguen a continuación, de diferentes épocas y autores, expre- san esta idea: “Las ropas hacen al hombre. Las personas que están desnudas tienen poca o ninguna influencia en la sociedad” (Mark Twain). “La vestimenta nunca será una frivolidad; ella siempre quiere decir algo” (James Laver). “Las ropas humildes son indicio de una mentalidad cándida” (Jerónimo). “Según las vestimentas que se usan, tales son los sentimientos” (François Rabelais).

El vestuario es un importante medio de comunicación. Umberto Eco dijo que el ves- tuario de un individuo es portador de un mensaje, una carta abierta a todos los que se cruzan con él. “Las ropas pueden sugerir, persuadir, connotar, insinuar, o real- mente mentir, y son un factor de presión sutil mientras el que las usa está hablando francamente y directamente de otros asuntos” (Anne Hollander).

Otro aspecto que justifica el estudio del vestuario para entender a una persona o grupo es su característica de instrumento de afirmación social. La ropa posibilita una identificación, o sea que la persona la utiliza para diferenciarse con determinado gru-

1 Editor asociado de libros del Espíritu de Profecía de la Casa Publicadora Brasileira

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po, destacarse en él o su asociación con él. Es, por lo tanto, un símbolo de identifi- cación económica, social, etaria y cultural. La exageración de esta connotación da como resultado la esclavitud a la moda, tan bien retratada, con fina ironía, en el poema “Yo, etiqueta” del poeta Carlos Drummond de Andrade:

“En mi pantalón hay pegado un nombre Que no es mi nombre de pila o el del registro, Un nombre… extraño.

[…]

Estoy, estoy a la moda.

Es lindo estar a la moda, aún cuando la moda Sea negar mi identidad

Intercambiarla por miles acaparando Todas las marcas registradas, Todos los logotipos del mercado.

[…]

Por ostentar así, tan orgulloso,

De no ser yo, sino un producto de la industria, Pido que mi nombre rectifiquen.

Ya no me conviene el título de hombre.

Mi nombre nuevo es “Cosa”.

Yo soy la Cosa, cosificada”. 2

El manto de Elías y de Eliseo

A pesar de haber sido uno de los más importantes profetas del Antiguo Testamento, no temeos en la Biblia un libro específicamente escrito por Elías, para que podamos analizarlo y así entender mejor al hombre y su mensaje. Por otro lado, nos damos cuenta de que el manto de Elías era omnipresente en los actos del profeta, y se des- taca y complementa muy bien con la figura del hombre de Dios, lo que merece ser observado cuidadosamente en cada gesto, en cada actitud. En tal sentido, lo que se hizo con el manto, cómo fue utilizado, cómo terminó siendo parte del mensaje, es lo que justifica una lección de la Escuela Sabática sobre el manto de Elías, que luego fue heredado por Eliseo.

Además de las tres razones básicas mencionadas en el primer párrafo de la intro- ducción a este comentario, el manto representaba un llamado al servicio y era además un símbolo de santidad y comunión con Dios. La palabra manto, especial- mente cuando hace referencia al de Elías, incluye los conceptos de gloria, poder y nobleza.

Existe una historia apócrifa mencionando que el manto de Elías fue guardado en un recipiente o cajón debajo del altar de oro del santuario y que, luego de cientos de años, fue retirada de allí por el sacerdote Zacarías para ser utilizada por su hijo Juan (el Bautista). Es poco probable que Juan el Bautista haya usado el mismo manto de Elías, pero el hecho de que él actuaba “con el espíritu y el poder de Elías” (Lucas

2 Carlos Drummond de Andrade (1902-1987), poeta, periodista y político brasileño

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1:17) es también reconocido por usar un manto diferente, cuya simplicidad, singulari- dad y dignidad se combinaban con la fuerza y la eficacia de su mensaje. Fue el pre- cursor del Mesías. Y de alguna manera las características del manto espiritual de El- ías reaparecieron en el ministerio de Juan, el Bautista. Y a modo de conclusión de esta línea de pensamiento, nosotros somos el tercer Elías, es decir que nuestro mensaje, inmediatamente anterior a la Segunda Venida de Cristo, debe tener ingre- dientes semejantes a los mensaje de Elías y de Juan, el Bautista.

¿Cuáles eran las características de ese manto?

1. Era una vestimenta que se utilizaba por encima de todas las demás (si se da- ba el caso de que hubiera otras), o era la única ropa que una persona utiliza- ba. Por lo tanto, era algo que todos podían ver y no había cómo esconderla.

2. Generalmente estaba confeccionada de lana o de piel de ovejas. O sea que dependía de la dádiva o el sacrificio de la oveja.

3. No tenía mangas, sólo aberturas para el cuello y los brazos. Por lo tanto, ofrecía protección sin comprometer los movimientos de la persona.

4. Curiosamente, la misma prenda servía de abrigo contra la luz del sol, un es- cudo contra el viento y una capa para la lluvia, además de calentar en el in- vierno.

5. Cuando una persona debía dormir a la noche, también era utilizada como una frazada.

6. No podía ser empeñado, ni tomado a cuenta de una deuda.

7. En algunas ocasiones, el manto servía para tapar artículos que un judío de- seaba llevar en un viaje.

8. Como era habitual en los israelitas de aquella época, y más aún por el hecho de ser el manto de un profeta, el probable que ninguna tintura se hubiera utili- zado en ese manto.

“Un silbo suave y apacible”

La primera mención bíblica del manto de Elías, en la Lección analizada en la sección correspondiente al domingo (1 Reyes 18:46), contiene informaciones muy interesan- tes. Luego de un día muy movido y extenuante en el Carmelo, Elías aún encontró fuerzas para correr ante la carroza real de Acab, de noche, en un trayecto sinuoso, hasta Jezreel (donde Acab tenía un palacio, en una elevación, un poco más arriba del valle de Esralom), en un recorrido total de 32 kilómetros. Pero, notemos, antes de eso, ¡tuvo que ceñirse el ciento que sujetaba su manto! No podía quedar suelto, ni muy ajustado en la cintura. El profeta estaba por cumplir con las funciones de guía y precursor del rey. Una persona corriendo frente a los fogosos caballos servía para indicarles el camino correcto y –al mismo tiempo– mantenerlos cabalgando adecua- damente, sin permitir que se dispararan (otra referencia bíblica a esta práctica está en 1 Reyes 1:5). Cualquier otra persona podría haber cumplido esa función, pero el hecho de que Elías (el profeta líder) se hubiera involucrado en esta tarea revela su extrema humildad, dedicación y apoyo al rey (hasta ese momento arrepentido). Si el rey corría en la dirección correcta, el profeta de Dios estaría con él, en cualquier cir- cunstancia.

Luego de tantos milagros y demostraciones del poder de Dios, incluyendo la recon- sagración de Acab, el profeta esperaba que Jezabel fuera conmovida y pasara a co-

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operar con el rey y el profeta en el proceso de retorno del pueblo a los caminos del Señor. Pero el texto de 1 Reyes 19+:1-4 muestra que no fue eso lo que ocurrió esa madrugada. La respuesta de la impía reina fue devastadora para el exhausto profeta.

“Mañana vamos a ajustar cuentas. Haré contigo lo mismo que has hecho con los pro- fetas de Baal”.

El texto bíblico no informa cuántas veces Elías tuvo que ajustar el cinturón sobre su sagrado manto, durante la precipitada fuga de más de 150 kilómetros, desde Jezreel hasta la frontera, escapando del reino de Israel y entrando en el reino de Judá. Lue- go de entrar en el territorio de Judá, para asegurarse, Elías caminó aún más un día entero por el desierto. En este punto, la depresión del profeta llegó a su punto más intenso, sólo pedía morir. Socorrido, animado, alimentado y protegido por Dios, pro- siguió sin embargo su fuga rumbo al sur. Al completar cuarenta días y más de 320 kilómetros de caminata. Elías llegó a Horeb (el Sinaí), el monte de Dios. Probable- mente en la misma grieta en la roca donde Moisés (Éxodo 32:22) había tenido una visión de la misericordia de Dios, el Señor fue al encuentro de Elías para fortalecerlo con una teofanía.

La tormenta de arena, el terremoto y el incendio fueron apenas un preludio; la comu- nicación con Dios vino después, en un murmullo, con una voz suave y apacible. En este punto, una vez más, el manto del profeta fue de utilidad (1 Reyes 19:13). Elías instintivamente cubrió su rostro con el manto, ante la presencia de Dios. Es intere- sante notar cómo esa comunicación promovió una reacción de reverencia, entrega, reavivamiento, como no habían generado los tremendos eventos del Carmelo. El agresivo e impetuoso profeta se tornó en manso y sumiso. Luego de este diálogo, El- ías aceptó hacer todo el trayecto de vuelta y retomar su misión en el reino del Norte (Israel).

El cambio de vestiduras

En esta parte de la Lección, vemos otra situación curiosa, en la cual el profeta Elías utiliza su manto: para lanzar el desafío de un llamado profético. Elías había recibido de Dios el nombre y la dirección de tres personas a quién debía buscar y ungir, para que cada una de ellas ejecutara una obra especial para Dios. El primero en ser hallado fue Eliseo, que debía ser un hombre de muchas posesiones, pues estaba usando una yunta de doce bueyes para arar sus campos. Una vez más, conviene re- cordar que Dios nunca llama a una persona desocupada. También es posible com- prender que Eliseo era un hombre de muchos amigos y todos trabajaban juntos en los campos, ayudándose y protegiéndose mutuamente.

Pero el punto más interesante en esta parte de la historia es que Eliseo conocía muy bien el significado de los símbolos proféticos, pues inmediatamente comprendió el gesto de Elías, al echar sobre él el manto (Números 20:28 es un pasaje que presenta un similar caso de “transmisión del mando”, en este caso, para el oficio sacerdotal).

El agricultor Eliseo sabía perfectamente que el manto era el distintivo de un profeta.

Elías lo lanzó sobre él, sin ejercer la menor presión. Y continuó su camino como si nada hubiera pasado. La reacción de Elías fue inmediata. Dejó de hacer su tarea, co- rrió atrás de Eliseo para avisarle que le comunicaría a sus padres su cambio de acti- vidad, despedirse de su familia, pues anticipaba un ministerio profético agitado, con

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frecuentes mudanzas, inestabilidad (en aquél momento, ¡el propio Elías estaba vol- viendo de un largo viaje de escape!), pero pleno de realizaciones para la gloria de Dios.

El siguiente acto de Eliseo demuestra la seguridad y la decisión con la que él abrazó el oficio profético. Hizo pública e irreversible su nueva vocación. Al matar a los bue- yes, asar la carne y confraternizar con todo el pueblo, dejó en claro que jamás vol- vería a su trabajo secular. No fue un sacrificio, pues no hay mención del altar en el texto bíblico, y tampoco fue una fiesta común de confraternización. Fue una despedi- da alegre, amplia y definitiva. Eliseo era muy querido en la región en la que vivía.

Otra lección de este acto de Eliseo es que la religión no combina con los negocios. El ministerio profético (o pastoral), exige una dedicación integral, un servicio no dividido.

Felizmente, sus padres no intentaron, o no lograron, apartarlo de su decisión de en- tregarse a la obra profética.

La lección incluye otros pasajes bíblicos en los cuales alguna clase de incidente es- tuvo involucrado con un manto:

• Job 1:20  Job rasgó su manto, un gesto que indicaba extrema tristeza en todo el Oriente. Teniendo en cuenta el alto precio de las ropas y la dificultad para obtener manualmente los tejidos, se puede entender el profundo signifi- cado de rasgar el manto.

• Salmo 109:29  La vergüenza como manto. Es una oración del salmista, confiado en que el Señor revertiría los actos de los enemigos. El manto aquí es sólo una figura de lenguaje.

• Judas 23, 23. Odiar la ropa contaminada por la carne. La idea es de que todo lo que entra en contacto con lo que está contaminado se vuelve impuro. Otro pasaje que no tiene demasiado para contribuir con el tema de la lección.

• 2 Samuel 10:4. Cortar las vestiduras hasta los muslos. En este caso, hubo una situación real, histórica, en la cual los embajadores no fueron heridos, pe- ro sicológicamente humillados y desmoralizados. Se les afeitó la mitad de sus barbas y se cortó su manto a la altura de los muslos. Un insulto como nunca antes se había visto. Rapar la barba era señal de afeminación en Oriente. Pe- ro en este caso, sólo se había rapado una parte; obligar a los representantes de David a volver con el manto recortado, cuando muchos no utilizaban una ropa debajo de ella, fue una afrenta abominable, una verdadera declaración de guerra.

• Ezequiel 16:16  Usar determinada ropa para adornar altares idolátricos.

Cada un intentaba contribuir para hacer más adornados y atractivos los luga- res de culto idolátrico, que también eran ámbitos para prácticas licenciosas.

Vestir un saco de cilicio

Acab se vistió de cilicio y ayunó (1 Reyes 21:25-27). El cilicio era un tejido fuerte y burdo, hecho con largos y oscuros pelos de camello o de cabra. Podía ser utilizado para el transporte de cereales y también servía para cubrir el suelo, cuando los mer- caderes pretendían ofrecer sus productos. Como era fuerte y barato, era utilizado por los pobres, por los pastores de ovejas y por los profetas. Generalmente, era la ropa considerada apropiada para momentos de crisis, de emergencia nacional, peligro o

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luto. En el caso de Acab, su uso indicaba contrición, arrepentimiento y humildad. An- tes orgulloso y tiránico, en esta ocasión Acab usó ropa de luto y se comportó como un penitente. Esto tuvo un valor pedagógico muy importante, pues todo lo que el rey hacía era observado por los súbditos, notado e imitado por muchos. Lamentablemen- te, fue un caso de arrepentimiento tardío. La condenación sería apenas suspendida por algún tiempo.

La ascensión de Elías

Elías se quitó el manto, lo dobló y golpeó con él las aguas (2 Reyes 2:8). Las aguas se dividieron y junto a Eliseo atravesaron el río en seco. Una vez más, Elías imitó un gesto de Moisés (Éxodo 14:21). El resultado fue más cerca de lo que aconteció con Josué, cuando las aguas del Jordán fueron separadas para que el pueblo lo atrave- sara en seco (Josué 3:13-17). Además de solucionar un problema, el milagro debió haber servido para recordarle al pueblo que Elías y Eliseo, tal como Moisés y Josué en la antigüedad, debían ser seguidos y obedecidos, pues eran profetas, portadores de la voluntad de Dios. En esta ocasión, específicamente, el poderoso Elías estaba por ser sustituido por otro profeta, aún desconocido en el oficio profético, y de una personalidad más contenida. Por lo tanto, había razón para que hechos maravillosos llamaran la atención del pueblo y destacaran el hecho de que el Señor aún perma- necía disponible para socorrer a su pueblo en momentos de necesidad.

Ante el requerimiento de Elías, si Eliseo hubiera pedido alguna cosa que Elías le hubiera podido entregar, como el manto o su bendición, habría sido más fácil. Pero Eliseo no estaba reivindicando una herencia material, sino algo que sólo Dios podía conceder, entonces Elías fue inspirado a indicarle una señal, por la cual sabría que su oración había sido escuchada por Dios. La prueba sería saber si Eliseo “tenía habilidad para ver y entender el mundo espiritual… y la visión necesaria para pene- trar los cielos”.

Cuando Eliseo vio (versículo 12) lo que estaba ocurriendo, gritó, y cuando no pudo ver más a Elías, tomó sus propias vestiduras y las rasgó. Por lo tanto la condición se había cumplido y Eliseo estalló de felicidad al ver a Elías ser llevado al cielo en el torbellino. El gesto de rasgar las propias ropas, en ese caso no indicó tristeza, sino exultación. El ya no necesitaba sus viejas ropas de agricultor, ni siquiera las de aprendiz de profeta. Ahora tenía el manto de Elías.

El manto de Eliseo

Eliseo tomó el manto de Elías que había caído, volvió a orillas del Jordán, golpeó las aguas del río con el manto, las cuales se dividieron, y los discípulos de los profetas vieron esto y dijeron “El espíritu profético de Elías descansa en Eliseo”.

El manto era la insignia del oficio profético para Elías. Cuando éste lo echó sobre Eli- seo, en su llamado para ser su sucesor como profeta (1 Reyes 19:19, el joven agri- cultor sintió en su peso, olor, y calor, la responsabilidad, el privilegio de ello. Desde entonces, aguardaba el momento de heredar definitivamente el manto, asumir el lide- razgo que tan bien había sido ejercido por el profeta Elías. Obviamente, no alcanza-

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ba con la posesión del manto, era necesario poseer el Espíritu de Dios, pero eso es- taba implícito, como bien había demostrado el pedido de Eliseo.

Para los que fueron al encuentro de Eliseo, el manto fue una señal de autoridad. Re- verenciaron al nuevo profeta y de inmediato asistieron a una demostración de que el mismo Espíritu que había controlado a Elías, ahora conducía a Eliseo, su sucesor. El Jordán, una vez más, representó una barrera que se transforma en oportunidades.

Todo lo que es problemático para las personas, para el siervo de Dios se puede constituir en una oportunidad para demostrar el poder de Dios.

Conclusión

Elías utilizó el manto para imponerse como profeta, para protegerse en las situacio- nes más diversas, para adorar a Dios, para realizar milagros en la obra de Dios, para proclamar a las futuras generaciones a participar de la predicación, y dejó ese manto a su sucesor.

Como respondiendo a un pedido semejante al de Eliseo, aunque no expresado explícitamente, Jesús también prometió que haremos mayores obras que las de Ël.

En cierta forma, Él nos está transfiriendo su manto (Juan 14:12).

Un último pensamiento relacionado con la lección de esta semana: “La ropa no nos lleva a ningún lugar. Es la vida que tú vives lo que lo hace” (Diana Vreeland).

Marcio Días Guarda Editor asociado Casa Publicadora Brasileira

Traducción: Rolando D. Chuquimia

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