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Academic year: 2020

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Conozco haciendo

Martín Palacios

Escuela de arte “Carlos Torrallardona” Pehuajó.

witoldoda@hotmail.com

Formatos escolares y enseñanza de teatro/ experiencia educativa teatral

En el año 2006 me tocó hacerme cargo del Taller para Adolescentes que se brinda en

el TIP (Teatro Independiente Pehuajó), agrupación con 35 años de trayectoria, que cuenta con

una sala propia (con capacidad para 70 espectadores), que es adonde se brindan los talleres, lo

que les permite a los alumnos, además de tomar clases, “respirar” teatro y sobre todo ver

teatro, ya que la sala tiene una actividad generosa y casi todos los fines de semana hay algo

para ver. La sala está ubicada en el centro de Pehuajó, pequeño pueblo de 35.000 almas,

básicamente de clase media, situado hacia el oeste de la provincia de Buenos Aires,

podríamos decir: en el corazón de la pampa argentina.

Tenía bastante experiencia como actor, algunos cursos de teatro y un breve paso por el

todavía Conservatorio Nacional y estaba terminando el Profesorado en Teatro, pero era la

primera vez que me tocaba conducir un grupo. Adolescentes de entre 14 y 18 años, que

concurren una vez por semana, aunque siempre terminábamos agregando días extras. Todos

estaban cursando la escuela secundaria, lo que daba al grupo una particular movilidad, ya que

todos los años había algunos que se habían ido y otros nuevos que entraban, aunque hubo un

grupito de tres que concurrieron los cinco años que les duró la secundaria, que fueron como el

alma del grupo porque aportaron mística. No casualmente los tres continuaron estudiando

teatro en instancias superiores (en La Plata y en Mar del Plata).

Estos fueron el lugar y el grupo humano donde y con los que desarrollé esta

experiencia que se extendió hasta el 2014.

El proceso

Es costumbre que todos los talleres, hacia fin de año, hagan una muestra pública. Y

fue este condicionamiento de tener que mostrar un producto, de tener que enfrentar a un

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teníamos que responder a la pregunta: ¿Qué vamos a mostrar? Las opciones que se nos

ofrecían eran dos: o recurrir a un texto ya escrito, lo cual no era sencillo pues no abundan los

textos dramáticos para adolescentes y siempre había que hacer una adaptación (no obstante, lo

intentamos con “Fando y Lis” de Fernando Arrabal), o bien crear nuestros propios textos,

opción que ganó la partida y que fue la que más nos entusiasmó.

Porque la pregunta: ¿qué mostrar?, nos llevaba a preguntarnos: ¿Qué queremos

mostrar? ¿De qué queremos hablar?, sabiendo que el actor habla con el cuerpo y que sus

palabras son acciones que suenan en el espacio. Qué nos pasa, qué nos conmueve, qué nos

asusta, qué nos preocupa, en fin, quiénes somos. Hablar de nosotros, y con nuestro propio

lenguaje, con nuestras palabras, y de esta manera trabajar, descubrir, nuestra propia identidad.

Fue de esta necesidad y de este deseo de crear nuestros propios textos, que adoptamos el

formato de “creación colectiva” porque era el que mejor nos expresaba. Éramos un grupo de

personas intentando crear algo juntos, con la participación de todos y lo que surgiera iba a ser

nuestro común denominador. Nuestra forma. Una forma que nos sea propia.

La improvisación fue la herramienta fundamental con la que nos fuimos abriendo

paso. Las improvisaciones fueron como nuestro potrero. Ahí aprendimos a jugar, a respetar

las convenciones y experimentar que el teatro es una convención. Las improvisaciones podían

tener diferentes estímulos para echarse a rodar: una imagen, un objeto, una palabra, algo que

había pasado en nuestro pueblo o en el mundo. Cualquier excusa era válida. Improvisábamos,

hasta que en medio del improvisar aparecía algo, alguna acción, alguna situación, algún

entramado, algún texto o alguna postura, algo que se destacaba del resto, que resonaba en

nosotros con más intensidad, o que capturaba nuestra atención y nos hacía distinguirlo y

retenerlo. Era la punta del ovillo. A partir de ahí había que empezar a tirar para que fuera

apareciendo la historia que queríamos contar.

Por ejemplo: en “La Virgen Barbuda” (2011) la punta del ovillo fue un carro. Un

carrito de madera, hecho en miniatura, para que jueguen los niños, que había aparecido en el

teatro. El objeto nos sedujo, nos llamó y lo introdujimos en una improvisación. Las

dimensiones del carro permitían que hasta dos de los actores pudieran subirse y un tercero

podía arrastrarlos. Esto sucedió y el carro empezó a dar vueltas. Este movimiento fue lo que

definió lo que iba a ser el espacio escénico: un círculo. El deambular del carro, además, nos

remitió a las compañías ambulantes y eso es lo que fueron: una compañía de cómicos y, como

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triángulo amoroso. La compañía de teatro ambulante nos hizo pensar en el circo y el circo nos

dio uno de los personajes: La Mujer Barbuda. Una de las dos chicas tenía barba. Esto nos

llevó a reflexionar en las mujeres y la estética, en todos los procedimientos y operaciones que

existen hoy en día para que las mujeres sean cada vez más “bellas” y aquí surgieron los otros

personajes: el Capitalista que quiere comprar a La Mujer Barbuda pues está por lanzar al

mercado una crema depilatoria infalible y la Barbuda le viene de maravillas para realizar un

gran show exhibición. Como los teatreros, como suele suceder, están con aprietos

económicos, se ven obligados a venderla. La Barbuda se sacrifica. El Capitalista la entroniza

como si fuera una virgen y luego le arranca la barba con sus cremas infalibles y luego la

descarta, ya no le sirve. La Barbuda vuelve al teatro, a la compañía, pero vuelve sin barba. El

triángulo se ve modificado. El carromato del teatro retoma su eterna marcha.

Otro ejemplo de “punta de ovillo” fue que un alumno había escuchado en las noticias

que se había caído o se estaba por caer una estrella y esto le llamó la atención y lo propuso a

su grupo de improvisación y se preguntaron (y lo improvisaron): ¿qué pasaría si la que se cae

es una de Las 3 Marías? Esta punta de ovillo nos dio para dos espectáculos: “Estrellas”

(2008), donde todo transcurría arriba, en el cielo, entre las estrellas y los dioses y luego

“Deseos celestiales” (2013), donde al fenómeno se lo veía desde abajo, entre los humanos que

veían que una de Las 3 Marías caía. Y resultó que caía en el patio de uno de ellos, que

enseguida hacía lo que solemos hacer los hombres: un negocio, sacar un rédito económico

(reaparecía acá, bajo otra forma, el capitalista de la Barbuda). Otra punta de ovillo fue una

llave que apareció en una improvisación. Esa llave debía abrir alguna cerradura y apareció

entonces un maletín/cofre que tenía cerradura y la pregunta entonces fue: ¿qué contiene el

maletín? De esta punta de ovillo surgieron dos espectáculos: “Las andanzas de Teodelina”

(2012) y “Ensueños” (2014).

En fin, he intentado graficar con estos ejemplos nuestro modo de proceder, la forma

que encontramos de contar nuestras historias, través de una investigación activa, con los

cuerpos en escena, interrelacionándose, muy atentos y despiertos a dejarse llevar por el

devenir del juego/la improvisación.

Este modo de proceder, que narrado aquí parece sencillo y fluido, en la realidad no lo

era tanto. Lo fuimos perfeccionando con el tiempo. Entendimos que cada vez que

encontrábamos una punta de ovillo y empezábamos a tirar, le estábamos abriendo la puerta al

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QUÉ: ENCONTRAR LA HISTORIA: CAOS

CÓMO: ENCONTRAR LA FORMA: ORDEN

A la pregunta QUÉ vamos a contar correspondía el CAOS, encontrar la punta del

ovillo y empezar a tirar hasta ENCONTRAR LA HISTORIA que queríamos contar. Una vez

que la teníamos había que poner ORDEN a ese caos y esto era ENCONTRAR LA FORMA,

el CÓMO, de qué forma íbamos a contar esta historia.

Ahora bien, se sabe que el teatro es el arte de lo fugaz, que las improvisaciones se

desarrollan en el tiempo. ¿Cómo hacíamos para capturar lo “incapturable”? Esto nos llevó a

estar muy atentos, tanto los que estábamos afuera de la improvisación como los que estaban

adentro, jugándola. Había que estar muy conscientes y con el registro muy afilado. Al

finalizar cada jornada hacíamos una reflexión y tratábamos de que nos quedara algo (algún

gesto, alguna palabra, alguna acción, algún objeto al que intuíamos que le podíamos sacar más

jugo, algún dato que nos sirviera para ir construyendo la historia. Y el trabajo no terminaba al

finalizar la clase puesto que nos íbamos diciendo que teníamos que continuar “al acecho”. Esa

era la actitud para ir detectando aquello que nos podía servir y que llevaríamos al ensayo

siguiente. Proponer, estar íntimamente conectados con el asunto, saber que dependía de

nosotros, de nuestro trabajo y de nuestra imaginación, el poder llegar a buen puerto.

De obra en obra también fue apareciendo nuestra “poética”, nuestra forma de poner en

escena, que podemos sintetizar en los siguientes elementos:

-espacios austeros, vacíos, donde lo que resaltaba era el juego del actor. Era el

cuerpo del actor el que iba creando todos los espacios por los que transcurría la historia y era

en el cuerpo del actor donde la historia iba quedando inscripta.

-utilización de algunos objetos muy puntuales (el carro, la llave, el cofre, una flor) y

todos los demás objetos y elementos que la acción requería eran producidos por el juego

actoral.-

-un cuidado muy especial de todo lo visual de la escena (los vestuarios, los colores,

las texturas) y de la banda sonora (que a veces la producían los mismos actores y a veces

estaba grabada)

En el hacer fueron surgiendo logros y decepciones, pero estábamos dispuestos a seguir

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aparecieron claramente las fortalezas y las debilidades de todo proceso creador, donde todos

enseñan y todos aprenden.

Algunas de las fortalezas para señalar fueron:

Los alumnos-actores pudieron conocer-experimentar-apropiarse de los diferentes

lenguajes artísticos que participan y se reúnen en el hecho teatral.

La continua y permanente investigación de la escena, ya que se está constantemente en

contacto con los elementos de la estructura dramática (conflicto-acción-entorno-sujeto-texto).

El gran obstáculo con que nos encontramos fue:

Los alumnos no cuentan con propuestas teatrales para ver en Pehuajó, las que son muy

pocas y, en general, no son realizadas por grupos de adolescentes.

Reflexión sobre nuestra experiencia:

Creo que en los procesos de construcción se pueden generar textos con sello propio a

partir de improvisaciones, al participar activamente en el proceso de composición de una obra

creada colectivamente. Conozco haciendo, los mecanismos propios de la maquinaria teatral.

También miro la capacidad creadora de cada individuo, en una instancia de trabajo donde se

le solicita al otro que cree, que proponga…es un confiar en el otro, confiar en lo instantáneo

del producir teatral. De este arte tan vivo y en movimiento, fugaz como ningún otro.

Bibliografía:

Pinta, M. F. (2005) “Dramaturgia del actor y técnicas de improvisación. Escrituras teatrales

contemporáneas”, en Telón de fondo. Revista de teoría y crítica teatral, N° 1-Agosto 2005,

U.B.A.

Urraco, J. M. (2007)-“El imaginario actoral: en busca del actor prisma" Revista La Escalera N° 16. Facultad de Arte. UNCPBA. Pp: 233-238.

Pavis, P. (2008) Diccionario de teatro: Dramaturgia, estética, semiología, Buenos Aires,

Paidós.

Serrano, R. (2004) Nuevas tesis sobre Stanislavski: Fundamento para una teoría pedagógica,

Buenos Aires, Atuel.

……… (2003) Lo que no se dice: Una teoría de la actuación, Buenos Aires, Atuel.

Referencias

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