• No se han encontrado resultados

1 i 5 O S. ^ -M^w ^^

N/A
N/A
Protected

Academic year: 2021

Share "1 i 5 O S. ^ -M^w ^^"

Copied!
72
0
0

Texto completo

(1)

^

-M^w

¿^^

(2)

¿6l'£ 9HlMftK OSOí?l!J[

^QÍOVHXSINIMdV

(l9

? 89

SBxfoi^na sbjdnei^noQ)

sepej

J7—J

^

oiuap-BiiQ

lOAiaa

ocm;v£i.cEa;

EOd

[139

V3IIPOT

(3)
(4)

Esta obraes propiedad de suautor,y nadie podrá,

sinsu permiso, reimprimirla ni representarla en Es-paña y sus posesionesde Ultramar, ni enlos países con loscualeshayacelebradosó se celebren en ade-lantetratados internacionalesde propiedadliteraria.

El autorsereservaelderecho de traducción.

Loscomisionados de la Administración

Lírico-dra-mática de

DON EDUARDO

HIDALGO, sonlos

encar-gados exclusivamentedeconcederónegarelpermiso

de representaciónydelcobrode los derechos de

pro-piedad.

(5)

ÜN

LIBRO

VIEJO

COMEDIA EN TRES

ACTOS, EN

PROSA

ORIGINALDE

DON

JOSÉ

FELIU

Y

CODINA

Estrenada con extraordinario aplauso en el TEATRO DE LA COMEDIA

la noche del 47 de Octubre de 4891

MADRID

R.

VELASCO, IMPRESOR,

RUBIO,

20

(6)

REPARTO

PERSONAJES ACTORES

EULALIA

Srta.D.aCarmenCobeña.

ÁNGELES

Sra. D.aSolíaAlverá.

CARMEN

» » Rafaela García.

FELISA

Srta.D.aMaríaCancio.

ANDREA

» » Adela Molina.

DON

EUGENIO

Sr. D. Antonio Vico.

DON

GERMÁN

» » Emilio Thuiller.

EL

MARQUÉS

» » JoséMontenegro.

MISTER

BEEDERS

(l) » » JuanBalaguer.

MUÑOZ

» » Federico Tamayo.

DON

LAMBERTO

» » Francisco Urquijo.

JUAM LÓPEZ

» j> JavierMendiguchía.

VALENTÍN

« » AlbertoMorales.

Acción contemporánea, en Madrid

Derecha éizquierda, las del actor

(7)

ACTO PRIMERO

Salónbiblioteca, artísticoylujoso, en casa de donEugenio.-»-A lo

largo delasparedesunaestantería corrida, de nogal, con

dife-rentes altos,todaocupada porlibros ylegajosque acusenla

de-bidaclasificación pormedio de tarjetones ó etiquetas.—

A

la

iz-quierdadelfondo,puertaconmamparavestidadebaquetaópaño rojo, y guarnecida de clavos deacero. Esta puerta,quees ancha,

dapaso áunsaloncillo también Heno de libros.—

A

la derecha del fondo, unaventanaqueda aljardín.—Ala izquierda, tercer

término, puertaque conduce alinterior de la casa.—Enprimer término delmismo lado, chimenea.—Delantedeellase forma un

estrado que señalaunaalfombra sobrepuesta á la quecubre el

suelode todoelsalón,yagrupados convenientementevarios

sillo-nesysillasde lujo.—

A

laderechaunagranmesa escritorio car-gadadelibros, papelesypergaminos. Un sillónácada lado dela mesa. Sobre lamisma unpupitre doble,que caeáambos lados.

En el centro delaestantería una vitrina llenadelibros viejos yraros.--Unamesita veladoren elcentrodelaescena.

Bronces, cerámica, cuadros y otrosobjetos de arteantiguo adornan los huecosdelsalón ydel saloncillo. Este tiene una lámpara pen-dientedeltecho.—Sillasy taburetes de despacho, colgaduras.

Ha anochecido.—Sobrelamesaescritorioardeun velón degran

ta-maño y con pantalla.—En la chimenea dos candelabros.—Enel

reladoruna lámpara.—Enelsaloncillo lalámparacolgante.

(8)

_

6

ESCENA PRIMERA

DON

EUGENIO,

GERMÁN

y EULALIA. -El primero, sentado junto álamesaescritorio en el sillón demás al centro, conpergaminos

ylibros abiertos delantedesí; dictaáGermán, que escribe sentado

al otro lado.Eulaliabordaenunpequeño bastidor,junto á la

chi-menea

Eug. (Dictando.)«Esa que

hemos

descrito, fuéla vieja

y

principalciudad delasierra

andalu-za,

manida y

fortaleza de árabes, rivalde

Granada y

por

Granada

finalmente

ven-cida.»

Ger. Vencida.

EüG. (Despuésde pararse áreflexionar.)

VamOS

áVer... (Cogeel papeldondeescribo Germán, ylo lee atenta-mente.) Sí, señor. Déjelo usted así. (vuelve á colocarel papel delante deGermán.)

Esa

es la

Ver-dad, la historia,elEvangelio.

Ger.

Según

los árabes.

Eug.

Y

segúnlaconcienciadeeste cristiano viejo. (Dicta.) «Sus moradores la abandonaron,

atraídosporla belleza

y

comodidad

de

Gra-nada, elaño...»(cesa dedictar.) ¡Ea! la

indeci-sión de siempre. Pero,hombre,¡qué

no haya

podido sacaren limpio la dichosafecha!...

Creí

que

en el Escorial la descubriría;

he

revueltoaquellabiblioteca,

y

¡nada! regreso

tan ignorante

como

me

marché. Paraeso

he

tenidoá

mi

pobre

mujer

allíconmigo,

fasti-diándose

más

de

mes

y

medio.

Ger.

Dos

meses.

Eul.

Y

algunosdías.

Eug.

En

fin,ahílodejamos.

Ger. ¿Quiere ustedque yo registre?...

Eug. No; loharéyo con calma, con

muchísima

calma, (se levanta.)Usted, ocúpese, mientras,

enotra cosa.

Ger. Usted

me

dirá.

Eug. Cojalascuartillasdelcapítulodelospoetas

.

(9)

Eug. Bueno.

¿Y

la poesía que nos faltaba

tra-ducir?

GER. (Sacandounpapel delpupitre.)Véala USted.

Con

ella

he

entretenido eltiempo delaausencia

deustedes.

Eug. (Leyendoel papel.)Perfectamente; es

una

ver-siónfiel

y

primorosa. ¡Cuando digoque

us-ted

ha

nacido

más

para trovador que para

anticuario!...

Ger. ¿Quiere usted poner la equivalencia

espa-ñola debajodel texto árabe?

Eug.

Ya

sabeusted.

Ger. Entonces, ¿se serviráusteddictarme?

Eug. [Quél ¡Si yo

voy

á alcanzarlibros

y

legajos,

á versi pesco esa fecha! Pero ahí está

mi

mujer.(LlegándoseáEulalia.)Eulalia, hija mía...

Eul. ¿Sesolicita

mi

colaboración?

Eug.

Ya

ves... ¡Esos capítulos

me

corren tanta

prisa!...

Quedé

en leérselos esta noche á

nuestrosamigos. Dispensa.

EUL. (Levantándose.)

Voy

allá.

Eug. ¡Qué condescendiente eres,

y

qué

buena!

Con

este secretario, digno de haberlo sido del

Rey

Sabio,

y

contigo,que nossocorresen

los apuros, ¡cómo

no há

desalir

mi

obra

una

maravilla!

Ger. Gracias, porelsecretario del

Rey

Sabio.

EuG. (Conduciendo áEulalia, haciala.mesaescritorio.)

Te

interesará.

Es

un

hermoso

canto del

poeta Assid, vertido al castellano poreste

otropoeta. (Daelpapel áEulalia, quese sienta en

el sillónque hadejado él.)

Eul.

¿Y

tútevas?

Eug. ¡Oh, hija mía!

Yo

atiendo á cosa de

mayor

empeño.

(Dirígeseálaestantería del fondo.)

Ger. (aEulalia.)¿Dictausted?

Eul. (Dictando.)«

Yo

heredélasangredelosUsras.» (Germán escribe; don Eugenioentre tanto buscay

al-canzalibrosdelosanaqueles,prosiguiendo parasí, el

monólogo que empieza.)

Eug.

A

ver si

pongo

yo enclaro...

Eul. (Dictando aGermán.) «Aquellos del Desierto.»

Eug.

Veremos

si en

mi

obra

ha

de haber cosa

(10)

Eul. (lo mismo.)

«La

tribu de los que

morían

amando.»

Eug. ¡Punto

más

dificultoso

y

más

oscuro!...

(pa-sandoal saloncillo, de cuyos estantes siguecogiendo

libros. Desaparece un instante, suponiéndose que con-tinúabuscandoen losestantes demás adeatro; sigúe-seleoyendo, quemurmura su monólogo.) ¡Mire US-tedl... ¡Unafecha!Pero loquees ahora...

yo

lereveloá laciencia ese secreto. ¡Vayasi se lo revelo!

Eul. (aidesaparecerdonEugenio.)

Germán,

es

nece-sario

que

hablemos. Ger.

¿Cuándo?

Eul.

Hoy

mismo.

No

te vayas.

Ger. ¿Ocurrealgo?...

Eul. Estoyaterrada. Silencio.

Ger. Pero,¿quésucede?

EuL. ¡Calla! (Germán vuelve áescribir.)

EuG. (Apareciendocargadodevolúmenes.)

Vengan

acá

moros y

cristianosá desvanecer la tenebro-sa duda. (Dejalos librosoobreuntaburete contiguo álamesa escritorio.)

ESCENA

II

DICHOS, ANDREA,por la izquierda

And.

La

señora deAlpedrete.

EüL. (Levantándose y soltandoel papel.) ¡Ay!...

¿Ha

Ve-nido Angeles?

Eug.

Eso

es;

anda y

deteníapor allá dentro.

No

venga aquí áestorbar,

como

de costumbre.

(Eulaliase va porlaizquierdaseguidadeAndrea.)

GER.

Yo

iré Copiando. (Recogiendo el papelque ha

sol-tado Eulalia.)

Eug. Despacio,¿eh?...

Muy

despacio.

Que

eso no

esfantasear,

amigo

poeta.

Ger.

No

olvido que estamos haciendo historia.

(sigueescribiendo; don Eugenio se sienta á la dere-cha yempieza á consultarlos tomos que ha traído.)

Eug. '

(11)

y

ESCENA

III

DON

EUGENIO, GERMÁN, ANGELESy EULALIA

Ang. Bueno, hija... ¡pero si vengohelada!

Ya

me

callaré.

Buenas

noches.

Eug. (Ya sabíayo que de esta

no

nos

librába-mos.)

Muy

buenas. (Sinlevantar los ojos del

li-broé incorporándose ligeramente.)

GeR.

A

los pies de USted. (Tambiénsin levantarlos

ojos.)

Ang.

¿Conque

ya

han

vuelto ustedes de su

Esco-rial?

Eul. (Moderando la voz.) Sí;esta

mañana.

Siéntate

aquí. (Tomanasientoá laizquierda.)

Ang.

No, si

me

voy,

me

voy.

No

subo

más

que por

un

momento.

Pero

déjame

entrar en

calor; estoy arrecida.

¡Como no

tienes

lum-bre entu gabinete!.

EuG. ¡Chist!.. (Sinlevantarlacabeza.)

Eul. Mujer, bajalavoz.

Ang. ¡Ay,cuidado que... ni enmisa! Pues vengo paradecirte

que no

salgas esta noche.

Eul.

No

salía.

Ang.

Acordamos

con la

marquesa

y

con Felisa

reunimos

aquí, porque

hay

que resolver

eso del abono...

Eug. ¡Chist!..

Ang.

¡Jesús! ¿Todavía

más

bajo?¿Cuálesen esta

casa el diapasónnormal?

Eul.

¿No

ves queestán trabajando?

Ang.

Don

Eugenio:usted

me

perdone la

expre-sión,pero

no

he vistogentuza

más

inhospi-talaria queustedes los sabios.

Eug. ¿Inhospitalaria?

No

diráusted eso por mí.

(cierra el libro de golpeyse levanta.) VamOS...

aunque

sólosea paradejarla á usted mal:

3^a

puede

usted hablar

y

cantar

y

llenarme

el estudio depajaritas.

Ang.

Sobre que esacto de caridad sacarlesá

us-tedesde ese in pace de

mamotretos

en el

(12)

10

-Eug.

Cada

beato tienesu devoción.

Ang.

Pase enustedes, los viejos; pero, vamos...

¿no es

un

dolor verá

un

pollo

como

Ger-mán,

un muchacho

enlaflor de suvida,

y

que

ya le

hayan

ustedes metido á sabio?

Ger. ¡Oh!

Yo

no

soysabio, señora,

desgraciada-mente. (Levantándose.")

Ang.

A

lo

menos

lo premedita usted. Lástima,

hijo, porqueesusted

muy

guapo...

Ger. Señora...

Ang.

No; si eso

no

vaá ser duradero. Pronto se

le

pondrá

áusted

un

busto

como

elde

una

moneda

de Vespasiano.

Ger. ¡Quéhorror!

Yo

me

adobaré conveloutine

y

y

agua divina.

Eug.

No

le

haga

usted caso.

Ang.

¡Si esloquesucede!

Todos

acaban por

pa-recerseálos ochavos viejos. Así que

una

constantementese

imagina

vivir en

medio

de

un

monetariosuelto.

Eug.

Vamos,

que viene usted

hoy

empecatada. Eul. Siempre.

En

cogiendo esta la hebra por

ahí...

Ang.

No

sea usted sabio, joven inocente. Mire

ustedquese lodice

una

sabia; porque

yo

soysabia, sí, señor,para

mal

de

mis

peca-dos. Aquí,

donde

usted

me

ve, yo estoy

en-teradadeloque sonmonedas... consulares

y

monedas... ibéricas... en fin, toda esa

me-tralla que

no

corre.

Eug.

Cuyo

valor

no

sabe ustedapreciar.

Ang.

Calle usted, cristiano. ¡Si las encuentran

ustedes enterradas! ¡Conque...

cuando

las

enterrabanlosantiguos!..

A

ver si

enterra-mos

nosotroslos duros... ni los perros chi-cos!...

Eul. ¡Qué Angeles esta!

Ger. ¡Hablarasí la esposa del doctor Alpedrete,

un

numismático

éhistoriador tan ilustre!..

Eug. ¡Tan

admirado

de todo el

mundo!

Ang.

Menos

de mí, queestoy conélen

una

gue-rracontinua. Pero ¡anda! que por

más

que

lesermoneo,

no

renunciaáesasexcursiones

(13)

¡Valiente sabio,que

no

sabe estarse quieto!

Ger.

¿Y

qué

esahora deél?

¿Ya ha

regresado?

Ang.

Regresóde Simancas; pero

marchóse

ense-guida alEscorial.

Eul. Sí, allí le vimos.

Ang.

Y

regresó del Escorial; pero al instante

volvió á

tomar

carrera, y, por el presente,

le

tenemos

en el archivo de Alcalá,

trase-gando

protocolos.

No

qué

caramillo

anda

ahora buscándolealsecretario deFelipeII.

Ya

ve usted qué cuidadoledará al otro.

Eul. Bueno,

y

¿á quévenías?

Ang.

Tienes razón. Siestamos todas con la

ca-bezaá las once,

como

ustedes. Pues

ven-drán estanoche

Carmen

y

Felisa.

Eug.

Aguardo

á sus maridos.

Ang.

Ustedes tratarán de sus antiguallas.

El

asunto nuestro es de historia

contemporá-nea: á versi nos

quedamos

con ese palco

que dejan losde Martínez.

,Eug.

Ya

suponía yo

que

no

las juntaba usted

para

ninguna

novena.

Ger. Parece quelas señoras de los sabios

no

se

aburrentodo loqueusted dice.

Eug. ¡Claro! ¿Para qué preside ella la comisión defestejos?

Ang.

¡Lástima fuera!

¿Habíamos

de morirnos

confinadas entre cacharros

y

libros viejos?

Nosotras en casa,

y

ustedes depicospardos

porlos archivos

y

bibliotecas. (Levantándose.)

Pero, bastantehe interrumpido.

Eug. Gracias que se loavisa elcorazón.

Ang.

He

de llegarme á casade losdeNanclares.

Ya

saben ustedes lo que pasa allí.

Voy

á

ver sicontengo á aquel

marido

desbordado.

Eug.

No

hay

queentrometerseen estas cosas.

Ang.

¡Siloquieretodo! Divorcio, querella

crimi-nal... el escándalo completo...

Aún

quiso

Dios que pudiéramosdesconcertarel due]o

e_

Eug.

Muy

mal

hecho.

x

^

Ang.

¡Jesús,doctor!

-e

^

a Eug. Esosoficios deustedes

y

esas

comjS^

sonlas que nos echanáperderla;

j

n

¿¿¿Lg

(14)

-

12

porque sin castigo

no hay

ejemplo. ¿Es

cosa de risa

una

fidelidad que se rompe,

una

honraquesepierde?Esas sonmaterias

de drama;

y

haciéndose de ellas tanto

aco-pio por ahí, ¿cuántos

dramas

seven?

Algu-no

de tarde en tarde. Los

demás

casos...

como

llevan

acompañamiento

de amigas

y

de

hombres

buenos, se

quedan

en comedia. Alta comedia, si usted quiere, con alguna

que

otra escena brava...

no

muy

brava...

llovizna de lágrimas

y

cóleras sin pistón,

que

duranlos tresactos consabidos. Luego,

el desenlace apacibledel abrazo, el olvido, la bendición

y

elaplauso. ¡No, señor!

¿Han

rototu felicidad?

A

la calle los pedazos,

y

que lasgentesapedreen con ellosá los cul-pables.

Ang.

¡Ay, doctor! ¡Cuántos títeres andarían sin

cabeza!

Eug.

En

fin, yo discurro con la ferocidad del

hombre

dichoso,

y

cadamaestrillo tienesu

librillo.

Vaya

ustedcon elsuyoá convertir

en saínete el

drama

de casa de Nanclares.

Ang.

Ya

se ve quevoy;y vuelvo al instante.

Eul.

Te

esperamos.

ANG.

Que

no

Se

marchen

esas.(Encarándosecon don

Eugenio.)

Y

tenemos

mucho

que hablar...

Conque no

nos haga usted ¡chist!.. ni

dis-ponga

el

paño

paratenderlo en elpulpito,

porque

no

nos callaremos.

Eug.

Eso

que

no.

Tenemos

lectura...

ANG.

Que

no nOScallaremos.(Vase porelfondo, acom-pañadaporEulalia.)

ESCENA

IV

DON

EUGENIO, GERMÁN, ápocoEULALIA

"^VG.

Ya

no

piense usted enseguir trabajando.

Eug. ¿Por qué?

Ang.

¿No

haoído usted la invasión de mujeres

que

nosaguarda?

(Volviendo á entrar.) ¡Qué graciosa Se

pone

(15)

Ger.

Es

tremenda. ¡Y quécosas dice!

Eug.

¿A

que

no

diceesas cosas

mi

mujercita?

Eul. ¡Ay, yo no!

Eug. Porque su

marido

no

pertenece á la banda-da de esas eminencias torcaces.

Cuando

concluya nuestra obra... nuestra, porque es

tuya

y

mía... Pues

cuando

la concluya,

voy

á descansar.

Eul. Sí; que bien tehace falta

Eug.

Echo

lallavealestudio

y

á labiblioteca,

y

nos salimos por el

mundo

declarados en

huelga. ¡Aviajar!

Eul. ¿Sí?¿Viajaremos?

Eug. ¡Aja! ¿Ves

cómo

ya se tealegran los ojos?

Un

viaje

muy

largo,á todaspartes... á don-de nos déla gana; viendo cuanto

haya que

very paseando

ufanamente

nuestra gloria.

¿Lo

has oido?Nuestra gloria. Porque, ¡si

he

acertado, si sale lo que yo aquí tengo

con-cebido!...(Dándose palmadas en lafrente.)

Ger.

Ya

sevé que sí.

Dará

ustedal

mundo

una

obraadmirable.

Eug. ' El pensamiento de

mi

vida; la piedra en

que

dejaré escrito

mi

nombre, (aEulalia.)

no

sabesla

empresa

de loco en que

me

he

.

metido.

Eul. Porloqueá

se

me

alcanza...

Eug. «Reconstruccióngeográfica éhistórica dela

España

árabe.» ¿Será osadía lade este

vie-jo?... ¡Pues, sí, señor, la tengo! Alláirá

mi

libro, vertiendoluzdelmediodía, luz

espa-ñola, sobre oscuridades quehastaahora

na-die

pudo

iluminar. Porque... mira; yo les

digo á mis españoles:

Vamos

áver; ¿qué

sabenustedesde aquel pueblo que nosdejó

su sangre,

y

su ciencia,

y

sumúsica,

y

sus

versos...

y

sus mujeres...

y

sus pecados?

¡Bueno! conocenustedes sus batallas

y

con-quistas, las riquezas de los alcázares, las

fiestas enBibarrambla...

y

todo eso, á

me-dias. Pues iaquí está

un

valiente que

ha

husmeado

portodoslos escondrijos, que

ha

rascadoelherrín detodaslas monedas,

que

(16)

_

i4

sospechas,

y

entrega á ustedes la

España

mora, restauradapueblo por pueblo

y

calle-juela por callejuela.

Y

les presento, hija

mía, lespresento á

mis

españoles, aquella

muchedumbre

de emires,jeques

y

alfaquíes

que

anduvieron pornuestratierra cobrando

tributos y repartiendo la justicia

menuda.

Pasan por

mi

libroaladeshilada,envueltos

en susalquiceles, y el lectorlessigue

con-migo, y luego

conmigo

entraensuscasas. .

¡en suscasas! ásorprender los misteriosde

aquella vida desconocida, áoirlas bachille-rías delahistorianarradas por el

agua

so-nora depilas

y

atarjeas, porla

música

de

guitarras

y

salterios,porelrun-rundeltelar

y

del torno... ¡Oh, silohelogrado!...¡silohe

logrado,Eulalia mía,voyállenarte estacasa

de laureles,

y

elcorazón desoberbias,

y

la

vida de caricias!

Eul. ¡Sí, sí! Alcanzarás esetriunfo

que

esperas.

Eug. Pero

aún quedan

leguas de

mal

andar, ¡A

ver, áver! yo

no

pierdo

una

hora; trabajaré

en

mi

chiribitil; huiré de este sitio,que es

un

hervidero. ¡Valentín! (Tocaunbotón.)

ESCENA

V

DICHOS; VALENTÍN por el fondo

Eug. Mira, Valentín;coge estoslibros...

y

estos...

(cargándole de volúmenes ylegajos.)VaniOSá

tras-ladarlos alpabellón del jardín, (cargaél con

otros libros.)

Desde mañana,

allí

me

instalo. (a Eulalia.)

Que

tengo impaciencia, delirio

porqueveas loque he sido capaz de hacer

al

amor

y amparo

detucompañía, (vasecon

Valentín, porla derechadel saloncito.)

ESCENA

VI

EULALIA,

GERMÁN

Ger.

¿Qué

quieres,Eulalia?¿quésucede?

(17)

45

Ger. ¡Esa estuprimerapalabradespués de

una

ausencia!...

Eul.

Es

que

ya

seacabó laclicbaparanosotros; si dicha era aquel sobresalto constante en

que

hemos

vivido.

Ge.i.

¿Qué

dices?...

EuL. (Conduciéndole al fondo y enseñándole la vitrina.)

Mira. Nuestrolibro

ha

desaparecido.

Ger. ¡Qué! ¡eldenuestras cartas! (se dirige ai

escri-torio y sacadel pupitre un xnanojitodellaves; con

unade ellasabre precipitadamente la vitrina.)

Eul.

No

lobusques; sé

que

no

está.

Lo

he

busca-do yo,

tomo

por tomo. ¡No está!

Ger. ¡No está! (Después de buscar.)

Eul

Y

ellibrotenía dentro

una

carta mía.

Ger. ¡Nos

han

sorprendido!

Eul.

Yo

no

sé loque

ha

pasado.

Te

escribí la

noche

antes de

marcharme

con

Eugenio

al

Escorial.

No

habíamos

podidohablarnos, tú

queríasirá

verme y yo

terogaba,te

impo-nía que

no

fueras. Tarde ya de la noche, vineaquí; dejélacartaentre las hojas del

libro,

y

me

alejésegura de que nadie

me

habíaobservado.

Ger.

¿Y cómo

no

hallé sobre esta

mesa

laseña de costumbre, pararecogerlacarta?

Eul.

No

lleguéá ponerla. Escucha.

A

la

mañana

siguiente, quiseañadir á

mi

billete algunas

palabras:

una

súplica

más

para que

no

fue-rasá

comprometer

nuestro secreto.

Madru-gué

mucho,

entré

y

fui á sacar el billete.

¡Qué espanto el mío,

Germán!

¡Aquellibro

ya no

estabaallí!

Ger. ¡Y partiste sin habérmeloadvertido!

Eul.

Fué

imposible; á lospocos

momentos

sali-mos

de Madrid. Escribírtelo,

más

imposible

aún.

Era

otra carta; era ponernos en otro azar.

Ger. ¡Quéextraño suceso!

Eul. Lleno de sospecha y de amenaza, ¿no es verdad?...

¿Qué

piensas tú?

Has

de investi-gar, has dedescubrir...

Ger. ¡Oh,sí!

Yo

iré alencuentrodelpeligro...

(18)

-

16

mi

carta... ¿Esnii marido?

Muerta

el

alma

de miedo,ni á

una

pregunta, ni á

una

indi-caciónhe sabido atreverme.

Dos meses he

pasado queriendo sorprender en él

una

se-ñal deenojo ó depena.

Acabas

de verlo; si

ese

hombre

conoce elultraje que le

hemos

hecho, su disimulo es tan hábil que hace

temblar.

Ger.

¿Y

si él

no

fuese quien hubiera sacado el

libro?

Eul. ¿Quiénsería entonces?

Ger. El

tomo

deque nos servíamos era

un

viejo

ejemplar, cuyo valor consistía en surareza;

igual que sucede conlos otros quetu

mari-do guardatras deaquelloscristales. Nadie

abre esos libros para consultarlos; su solo

uso estáen lavanagloriadeposeerlos,

y

por

esta razón elegí

uno

de ellosparaescondrijo

seguro denuestras cartas. Si

no

es tu

mari-do

elquelo

ha

quitado desutablero... en

ese caso, debehaber sido alguno que

cono-cía el valor delejemplar,

y que

lo

ha

sus-traído para venderloó paraguardarlo. Si es

así... Dios sabe por

dónde

el libro

anda

á

estas horas ó en

qué

biblioteca está ya

se-pultado.

Eul. ¡Y allácon élcorre ó

duerme mi

billete!

Geí<.

¿Tú no

lo firmaste?

Eul. Pero,¿y

mi

letra,

y

tu nombre?...

Ger. ¡Lopusiste!... ¡Qué imprudencia!

Eul.

Toda

la denuestra locura.

¿Qué

más

im-prudencia que escribirnos?

Ger.

Es

verdad.

Eul.

Además,

cada palabra de las quete dirigía es

un

indicio. Si esepapel aparece, él será nuestra denuncia.

Ger. No; tranquilízate; yolodescubriré.

Todo

mi

ahincose consagra desde ahoraárastrearel

paradero deeselibro,

y

como

seacierta

mi

presunción de quealguienlo

ha

hurtado...

Eul.

¿Y

sies él... ¡él! quienlo tiene... quienlo

ha

abierto?...

Ger. Entonces, Eulalia... dijiste bien; estamos

(19)

Eul. Nosotros... sería justo; pero ese

hombre

también

lo está. ¡Ese

hombre

que

cree en

mí, quesentirá

envenenada

suvejez

tran-quila

y

sonriente!...

Ger. ¡Oh,

no

temas!

Lo

evitaremos.

Eul. Sí,sí;

no

pensemos

ya en nosotros, ni en

nuestraimpunidad, ni en nuestralocura....

Todo

el esfuerzo...toda

mi

vida,todala

tu-ya

porsalvar aquelcorazón del desengaño quelemataría. ¡Silencio!

ESCENA

VE

DICHOS,

DON

EUGENIO, por la derecha del saloncillo, ápoco

VALENTÍN, porel fondo

Eug.

¿Ha

seguido usted

mi

consejo?

Muy

bien.

¡Sienllegandoesta hora, aquí

no

seda

plu-mada

buena!

Eul.

Y

menos

hoy,

que

con motivo de nuestra

llegada...

Ger.

Además,

tengoquesalir.

Me

he acordado de

cierto asunto...

Eug.

Vamos;

le

huye

usted á la lectura.

Ger. No; si

doy

enseguidalavuelta, (saleValentín

llevandounatarjetaenuna bandeja.)

Eug.

¿Qué

hay?

Val. Estecaballero pregunta porel señor.

Eug.

(Leyendola tarjeta.)

«Edward

Beeders.» ¡Mister

Beedersen Madrid!

Que

pase, (vase Valentín.)

Eul.

¿Un

extranjero?

Eug.

Escocés.

Gran

coleccionador de

antigüeda-des.

Un

dichoso mortal que

ha

podido

gas-tarsequince millonesen

un

museo. EUL.

Te

dejo COn él.(Vaseporla izquierda.)

Ger.

También

yo...

Eug. Deténgase

un

instante: quiero

que

conozca usted á

mi

visita.

(20)

18

ESCENA

VIII

DON

EUGENIO, GERMÁN, VALENTÍNy MISTER BEEDERS.

lentínintroduce áesteúltimoyse retira

Va-Eug.

MlSTER

Bug.

MlSTER

Eug.

Ger.

MlSTER

Ger.

Eug.

Ger.

Mister

Eug. Ger. Eug.

Mister

Ger.

Eug.

Mister

Eug.

(Corriendo al encuentro de Mister Beeders.) ¡AnilgO

mío!

Buenas

noches, señor.

Adelante. (Mister Beeders y Germán se saludan,

don Eugenio les presenta.)

Mi

Secretario por amistad

y

por gracia;

don

Germán

de

Vi-vanco, hijosegundo del baróndel

Almude-30.

Muy

amante

delascostumbres de Ingla-terra,en

donde

se

ha

educado.

¡Oh!...

Mister

Edward

Beeders,gran

magnate

dela

bibliografía

y

de lanumismática.

Entre cuyos envidiosos

me

cuento desde

hoy. (Sedanla mano.)

Usted debe contar entre

mis

amigos, señor.

Yo

conozcoásu padredeusted,(siéntanse.)

¿Ha

estado usted enSevilla?

En

todas partes de España.

Biensele echa dever.

¡Oh,

muchas

gracias! Usted, de este

modo,

haber hecho

una

granconquista,doctor;

por-que

no

escosa acostumbradaverá

un

galán jovenmetido enelestudiode

un

anticuario. Eso... ¡Qué diantre! ¿se lo decimos todo á

Mister Beeders?

¿Qué

le quiere usted decir?

Pues... para

que

la presentación sea

com-pleta. Este

mozo

queusted veaquí,

no

es

un

anticuario,

mi

queridoamigo, nitiene fuste

detal.

¡Ah!...

¡Bravo!

¿Opina

ustedque

no

aprovecho?...

Es

un

poeta.

Un

poeta con todo el

campa-nariotocando á vuelo.

¡Oh, cuántoruido!

Aquí

está auxiliándome eficazmente en la

conclusión de

mi

libro,peronileimportael libro,nila ciencia...

(21)

Ger.

No

digaustedeso,

don

Eugenio...

Eug. Nada, nada;laverdad. Elseencuentraaquí

gustoso

y

embelesado, ¿sabeustedpor qué?

Porquele tengo entre moros, departiendo con zegríesy abencerrajes,

y

paseando alcá-zares

y

mezquitas.

Ger.

Lo

que yo busco es

una

carrera.

Míster

¡Usted!... ¡un Almudejo!

Ger.

Segundón y

no

muy

bien avenido con

mis

parientes.

Y

á falta de quietud

y

estancia

solariega,

me

salí á'pedírselasálasuerte

y

álaaventura.

Yo

tengo

mis

ambiciones...

Eug.

Todas

enverso.

Ger.

Y

mis esperanzas...

Eug.

Todas

enmúsica.

Ger.

Y

ahí tiene usted.

Eug. ¡Pero

vengamos

á la grata reaparición de

usted enEspaña!... Bien venido poracá.

Y

emplazo á usted para las lecturas de

mi

obra,que

mañana mismo

empiezoádar ála

imprenta. Esta

noche

leemos el prólogo

y

los dos primeros capítulos.

Míster

¿Y

qué obraestáusted escribiendo? (Mirando lascarpetas.) ¡Ahí Usted está reconstruyendo

la

España

árabe. ¡Oh! ¡yo

no

puedo

faltar!

¿A

qué hora?

Eug. Dentro de

un

rato...

A

las diez.

Míster

Yo

tendré tiempo de salir y de volver á

entrar.

Eug. ¡Y

cómo

bendigola coyuntura feliz

que

me

trae

un

consultor de tanta estima!... ¡Quién

podía sospechar!...

Ya

son

muchos

años que yo

no

venía

nin-guna

vez.

Vivirá usted cautivo de las delicias de su

Míster

Ger. Eug. Ger. Eug. Ger. Míster museo.

Aquel

museo

de Glasgow, admiración del

mundo

arqueólogo.

¡Laspreciosidades que contendrá!

¡Figúreseusted!...

La

primera colección de

ejemplaresúnicos, del

mundo.

¡hjemplares únicos!

Sí,señor.

Yo

hegastado

muchísimo

dinero,

(22)

20

chifladura,

como

dicenustedes.

Es

un

orgullo

decir: de este libro

que

se

imprimió

hace

cuatrosiglos, se

han

perdidotodoslos

ejem-plares,

menos

sólo uno,

y

este sólo

uno

lo

tengo yo.

Eug.

En

las

almonedas no hay

quiense le

ponga

delante. Confieso

mi

pecado,pero

me

muero

de envidia, yo, coleccionadordetresal

cuar-to, viendolasesplendidecesdeeste

hombre.

Ger. (Levantándose.)

He

tenido el

mayor

gusto...

Mister

Adiós, señor.

Yo

deseo que usted consiga

poner enprosa sus ambiciones,(vase Germán.)

ESCENA

IX

DON

EUGENIO yMISTER BEEDERS

Mister

(volviendo asentarse.)

Y

bien, doctor...ustedes

envidiosodemí;yo deboantesserenvidioso

de usted.

Siempre

rodeado de sus libros,

siemprefeliz

y

siemprejoven.

Eug.

¡Ay,

amigo

mío!

Ya

diel

tumbo

de los

se-senta.

Mister

Además;

á

me

han

dicho

que

usted ha-berse casado.

Eug. Sí,señoi;

y

tengo

una mujer

encantadora.

Ya

laveráusted.

Es una

niña.

Mister

¡Ah! ustedse

ha

casadocon

una

niña.

Eug.

Huérfana

de

un

amigo

mío... Usted le co-noció. PacoRasueros, eldelmonetario.

¿No

seacuerdausted dePaco Rasueros?

Mister

Un

militar...

Eug. Capitán de Estado Mayor...

Dueño

de

un

monetario...

Mi

mejor amigo. Iba

ya

para

viejo,

cuando empezó

á picarlela

ambición

y

quisoirse al Norte en busca del ascenso.

Dijóme

alpartir: ahí te dejo

mi

hija

y

mi

monetario,

mis

dos riquezas. Protege á

mi

Eulalia, siporallá

me

encuentro

una

bala;

y

de

mis

monedas

viejas se tú el heredero.

Fuese

el pobre

y no

volvió.

Mister

No

encontró elascenso.

(23)

aunque

estaba algo revuelto, loordené en quince días.

No

valía lo que el pobre

Ra-suerossehabíafigurado. Pero, ¿yla

mucha-cha?...

Cáteme

usted á mí, que

me

había pasadolavida entera con elsanto al cielo,

convertido de la noche á la

mañana

en

guardador de

una

huérfana joven,

hermo-sa... Porque es

hermosa

como

un

rayo de

gloria;

ya

laveráusted.

¿Qué hacerme

con

aquellacriatura,expuestaá losriesgosde su

soledad?

La

tribulación alteraba

mis

estu-dios;losestudios

me

distraíande

mi

tutela...

En

semejante apuro, tornépartido;

me

casé

con la huérfana,

y

me

la traje acá, con el

monetario. Asísecumplió todoel

testamen-to deRasueros.

Mister

Ustedes

enamorado

de su mujer.

Eug.

Pues... aquíque

no

han

de

demandármelo

claustros ni academias... ¡Sí,señorl

Enamo-rado

como

un

cadete.

Mister

¿Y?...

Eug.

¿Fruto de bendición? ¡Vaya! lo tenemos;

una

niña decuatro años, quees nuestra

de-licia.

Supongo

que honraráusted esta casa.

Mister

Yo

no

podré

mucho

honrarme

enella.

Eug.

¿Se

marcha

ustedpronto?

Mister

Yo

no

teníapensado de venir áEspaña.

Yo

soyprocedente de Dresde.

Eug.

¿Vieneusteddela

almoneda

de

Klemm?

Mister

Yo

he

comprado

allísieteejemplaresúnicos.

Eug.

¡Se

me

extremecenlas carnes!

Mister

Y

allí

yo

he escuchadoádosbibliófilos

fran-ceses que hablaban

muy

bajo

y

muy

miste-riosamente.

He

sorprendido su secreto,

y

yo estoy por esto en

Madrid

ábuscar á

us-ted,porqueustedes elprefectodelapolicía

delos anticuarios españoles.

Eug.

Eso

es verdad.

No

sale en

Madrid

una

pil-trafa de pergamino, ni

una

llave

herrum-brosa,que

no

la traigan al

momento

á

mi

examen.

Vamos

á ver quésecreto esese.

Misier

Que

ha

aparecido

un

ejemplar rarísimo:

un

incunable.

(24)

22

MlSTER

EüG.

MlSTER

Eug.

MlSTER

Eug.

MlSTER

Eug.

MlSTER

Eug.

MlSTER

Eug.

MlSTER

Eug.

MlSTER

Eug.

MlSTER

Eug.

MlSTER

Eug.

MlSTER

¡Oh, sí!

Un

(EliusDonatus, edición de

Nico-lás¡Schceffer,Maguncia.

¿Y

veníaustedparaadquirirlo?

A

todoprecio.

Mister de

mi

alma,

puede

usted volverseá

Escocia

mañana

mismo.

De

ese libro

que

usted dice,

no

existenen el

mundo

más

que

dossolos

y

únicos ejemplares.

Yo

haber creído hasta

hoy

que

no

existía

más

que

uno.

Son

dos.

Ya

lo sé,ahora.

El

que sevendió enla

almoneda

del conde Máccarty, elaño diecisiete...

Y

bien; este le tengo yo en

mi

archivode Glasgow.

¡Usted es elqueloposee!

Y

yo lo estimaba

como

uno

de

mis

ejem-plares únicos.

En

los catálogos

no

figurael

otro.

¿Y

paraquénecesitaustedelotro?

¡Oh, parahacerlo desaparecer!

Yo

lobusco,

yo

lo

compro

y

no

lo cíejo figurar en

ningu-na

colección.

Pues,

amigo

mío,seráimposible;porque ese

segundo ejemplar queustedcodicia, sehalla

en

manos

de quien

no

lovende.

¿En

qué

manos

está?

Lo

tengo yo. ¡Ah! Usted letiene.

Y

lo va USted á ver. (Levantándose.)

Yo

nQ

mando

insertar

mis

joyas arqueológicas en

los catálogos.

Anda

por ahí

mucho

envidio-so

y mucho

ratero. (Dirigiéndose al escaparate, después de cogerlas llavesde sobre lamesa.)

AqUl

lo tengo, en esterincón,

donde

está el

sa-grario. (Abreel escaparate.)¡Diantre!... ¡Qué es esto!...

¿No

lo encuentrausted?

¡No, señor!... Falta de susitio.

Aquí

estaba invariablemente. (Busca entre los otros libros.)

¡Nada,en

ninguna

parte!

¿Me

lo

habrán

ro-bado?

(25)

Eug.

Me

lo

han

robado. ¿Pero cómo?... ¿Quién?..*

(Dandovoces.) ¡Valentín!.. ¡Eulalia!..

¿Ha

visto

usted qué escándalo, qué piratería?... ¡Va-lentín, enseguida!...

ESCENA

X

DICHOSyEULALIAporlaizquierda,luego

VALENTÍN

porelfondo

Eul.

¿Qué

es eso, Eugenio?

¿Qué

tepasa? EuG.

Ven

acá, hija mía... (EulaliayMister Beeders se

saludan.)¡Me

han

robado!

Eul. ¡Ah!...

Eug.

El

mejor de

mis

ejemplares...

Eul. ¡Telo

han

robado!

Val. ¡saliendo.)

¿Llamaba

elseñor?

Eug.

Un

libro viejo,

muy

viejo,que

ocupaba

este

sitio, quefaltadeél, que

ha

desaparecido...

¿dónde

está?

Eul. (Lo

han

robado).

Val.

Yo

no

sé decirle alseñor...

Eug.

¿Que no

sabeusted?...

Ahora

veremos...

Eul.

¿Lo

das porseguro?

Eug.

Porinfalible.

Yo

no

lo

he

tocado...Lasllaves

habrán quedado

algún

momento

aquí

des-cuidadas.

Val. ¡Señor,que yo

no pongo

nunca

mano

enla

librería!

Eug.

Bueno; estábien. Vayaseusted.

Val.

No

me

dejeDiosmentir...

Eug.

Digo

quetevayas,(vase Valentín.)

ESCENA

XI

DICHOS menos

VALENTÍN

Eug.

No

ha

sido este.

Eul. No;

no ha

sido. Creoyo,

que

no

debe haber

sido.

Eug.

Esees

un

buen muchacho. Las

criadas

tam-poco...

Eul.

¿Qué

sabenellas?

(26)

24

"Eul.

Eug.

Eul.

Eug.

Eul.

Eug.

Eul.

Eug.

MlSTER

Eug.

MlSTER

Eug.

MlSTER

Eul.

MlSTER

Eug. Ese... esposible.

(aBeeders.)El criadoque despedí

cuando

nos

marchamos

alEscorial.

Aquél

bribón sabía

enloque andaba. Pero yo sé á qué madri-guera debehaberllevadosu rapiña.

¿Sospechasádónde?...

Como

SÍ loviera.

A

casa de...(Mirando á

Bee-ders.)

Ya

sé yo dónde.

¿Y

piensashallar?...

La

pista,

cuando

menos.

(¡Oh! ¡Diosmío!)

Porque en cuanto al libro...

ya

séyo loque

ha

pasado.

Tomás

se lo venderíaporcinco

ochavos á algún chalán de antigüedades,

y

esehabrá

hecho

su negociolejos de Madrid,

donde no

aparezca indicio.

En

fin, salgo á

explorar. Mister,usted perdone; pero á esa

pesquisa quieroirsolo.

¡Ah! usted

no

sefía...

Con

muchísimo

respeto... no, señor.

Era

usted capaz de

tomar

elatajo.

¡Oh,seguramente!

En

eso deloslibrosraros

yo

navego en corso. Usted

no

está en los catálogos.

Pero

tampoco

estoy enBabia;

y

recobro

mi

libro, ó pierdo

mi

nombre. Adiós,Eulalia.

Yo

tendré

más

tarde elhonor... (saludandoá

Eulalia.)

Hasta

luego. (Qué zozobra; ¿habrá llegado

Germán

átiempo?)(Vase porlaizquierda.)

Saldremos juntos...hastala calle.

No

me

detengo.

Vamos

allá. (Cierrael

escapa-rate, seguarda elmanojitodellavesy se dirige ála

puerta.)

ESCENA

XII

DICHOS, menosEULALIA.ANDREA,

CARMEN

y FELISA, por el

fondo; después ANGELES, también porelfondo

Eug.

¿Qué

hay?

And.

Estasseñoras...

Eug. ¡Oh, marquesa! ¡Felisa!...(aAndrea.)Pasa

(27)

Car.

¿Cómo

va,doctor?

Fel.

¿Y

Eulalia?

Eug. Vieneal

momento.

Yo

salía á

un

negocio urgentísimo...

Car.

No

se detenga.

EuG.

Hasta

ahora

mismo.

(Desdelapuerta,viendo apa-recerá Angeles.)

A

bien

que no

sentirán

uste-des

mi

ausencia...

Aquí

viene esta señora,

conlas últimas noticias de casa de

Nan-clares.

Ang.

Sí,señor, quelas traigo.

Eug.

¿No

lo dije?

La

hoja extraordinaria, (vase. Beederslesigue, después de saludar álasseñoras.)

ESCENA

XIII

ANGELES,

CARMEN

yFELISA

¡Cómo

nos

queremos

con ese sabio!

¿Y

quécuentasdelos Nanclares?

Horrores,hija. Se

van

á separar. El

marido

está ciego.

En

fin,queallí

tenemos

desdicha pararato.

Hemos

deir porallá.

Mañana

mismo.

Es

un

debersagrado. Yo, ya lo estoy

cum-pliendo.

ESCENA

XIV

DICHOS,

ANDREA

La

señora, queladispensenpor

un

momen-to.Saleenseguida.

¿Estáindispuesta, acaso?

No

sé decírseloá las señoras.

En

sucuarto

estaba encerrada

cuando

la avisé...

Está bien. (Vase Andrea.)Otraquesufre.

Verdad.

Aquí

también

hacemos

mucha

falta.

¿No

la has observado?

Siempre

inquieta,

siempre nerviosa...

(28)

ner-—

26

vios;pero alguna causa los agita.

Cuando

suena elteléfono...

Ang.

Cierto; alguien

hay

que pide comunicación.

Car. ¡Si

una

fueramédicol

Fel. ¡Y si

una también

lofuera!

Ang.

Tú, tocaríasádescasar.

Car.

Y

á casar otra vez.

Fel. Pero, ¿quién esél?

Ang.

¿Qué

sabemos?...

No

será otro sabio.

Car.

Eso no

esposible.

Ang.

Esa

criatura

no

abrela boca...

Fel. Sin embargo, por

más

quecalle,

ya

sesaben

muchas

cosas.

Car.

¿A

ver, á ver?

Fel. Indicios,pero seguros. Madrugaditas enla

Moncloa; tardecitasen el

Museo

delPrado...

Ang.

Y

las sesentacuaresmasquelleva

ayunadas

esemarido.

Car.

Hay

quedespojar esa incógnita.

Ang.

Ese

incógnito.

Yo

me

encargo.

Fel. justo.

A

ver sise

anima

un

poco esta tertu-lia. Porque, hasta ahora, son

unos

viernes

muy

insípidos.

Ang.

Tertulia desabios; vigiliarigurosa.

ESCENA

XV

DICHOS.EULALIA, porlaizquierda.

A

poco,

DON

LAMBERTO,

porel fondo

Eul.

Ya

sabía

que

me

honraban

ustedes esta

noche.

Car.

¿Cómo

les

ha

ido áustedesensuexcursión?

Fel.

Pensábamos

haber venido

mañana,

pero

como

eslafunción dela parroquia de

San

Andrés...

CAR. ¿Usted

no

irá?(DonLambertoentra por elfondo;

va á entrar enel salón y al verqueen él estánlas

damassolas, retrocede yse queda en el'saloncillo, mirando loslibrosdelos estantes.)

Eul.

Mi

marido

viveahoratan atareado...

Car.

Y

eso, ¿quélehace?

(29)

Ang.

Eul. Car. Fel. Eul. Fel. Eul.

Ang.

Lam.

Ang.

Ellos estudian,

y

así

no

selesdistrae.

Pues Dios reúne aquíesta noche á los

ma-trimonios.

¿Sí, viene

mi

marido?

¿Y

el

mío?

Me

alegro; nos veremos.

Les aguarda Eugenio, para leerles

unos

ca-pítulosde su obra.

(Mirando al saionciiio ) Pues por allí

anda

ya

uno

de los oidores.

Es don

Lamberto.

(Llamándole.) ¡Don Lamberto!

(volviéndose.)

¡Hum!

Servidor...

Paseusted, hombre, que

no

nos

comemos

á

losacadémicos.

ESCENA

XVI

DICHOS,EL

MARQUÉS

y MUÑOZ,por elfondo

Mar.

Car.

Mar.

Muñoz

Ang.

Mar.

Muñoz

Lam.

Ang.

Mar.

Fel.

Ang.

Señoras...

Manuel, dale escoltaá

don

Lamberto,

que

no

seatreve á entrarsolo.

(Volviéndose á don Lamberto.) ¡Oh,

mi

Sabio

amigo!

Señor

don

Lamberto. (Entran.)

¡Yle llaman sabioá estehombre!

Eulalia... Señora...

¿Tú también

por aquí?

(A Carmen.)

Muy

buenasnoches.

(Saludando á lasseñoras con cortedad y embarazo.)

Bien, ¿y usted?

Muchas

gracias,(so aparta,

cogeun tomoy sepone áleer.)

(aiMarqués.) Pero,¿porqué alternan ustedes

con semejante hurón?

¡Ah, es

un

sabio!

¿Y cuándo

se

han

enteradoustedes, si

nun-cadice

una

palabra?

(30)

28

ESCENA

XVII

DICHOS, GERMÁN, porel fondo

Ger.

¿No empezó aún

lalectura?

Car. Llegausted á tiempo.

Ger. ¡Oh, cuánto

bueno

aquí reunido!

Ang.

Toda

la facultad; los doctores

y

las

doc-toras.

Ger.

Doctorasen nigromancia.

Ang.

¡Anda!

Un

piropo del siglotrece. Asíse los

echarían á Maricastaña.

Fel.

¿Y

de

dónde

venía usted tan acelerado?

Mar.

De

ver á algunanovia.

Ang.

¡Qniá! Este aprendiz de sabio

no

piensa en

novias.

Ger.

Venía

de perder eltiempo,señoras.

EUL. (Con emoción disimulada.) ¿Sí?...

¿Ha

perdido

ustedeltiempo?

Ger.

Una

recomendación quehe depresentar al

ministrode

Fomento.

Pero eseseñor

no

es-taba. (Conintención, mirandoá Eulalia.)

Mañana

espero ser

más

afortunado.

ESCENA

XVIII

DICHOS,

DON

EUGENIO por el fondo

Eug.

Señores, pido áustedes milperdones. Les

he tenidoesperando... (Dalamanoátodos.)

Mar.

¡PorDios, doctor!

Eug.

Pero

me

asisteexcusa plausible.¿Saben

us-tedes lo que

me

pasa?

Me

han

robado

mi

(EliusDonatas,

mi

preciosoincunable.

Mar.

¡Q,ué dice usted!... ¡Aquella maravilla!

Eug.

De

allílo

han

sustraído.

Muñoz

¡Québarbaridad!

Eug.

He

volado á casa de

Dago

, elcorredor de

libros viejos; á casa deJorge, otro corredor.

(31)

29

¿Ha

visto listed qué fechoría? (Á don

Lam-berto.) ¡Oh!

Ustedesse tienen laculpa. Si

no

le dieran tanto valor á

un

libraco...

Y

lo peor

no

es que

me

lo

hayan

robado.

Nosotros nos juntaríamos, nos daríamos

buena maña,

revolveríamos

Roma

con

San-tiago,

y

rescatábamos ellibro

aunque

noslo

escondieran bajo elséptimo suelo.

¡Ya sevé que sí!

Lo

peor es que

anda

venteándolo

un

hom-bretemible, misterBeeders, elricachón

es-cocés.

¡EseAtila!

Vieneresueltoá encontrar

y

adquirirel

vo-lumen.

¡Yá Inglaterraconél!

Ha3^ que frustrar ese propósito.

¿Y

de qué

manera?

Siendo ese

hombre

tan poderoso...

Y

no

conociendo elparadero dellibro...

A

mí, á ustedes que son mis amigos, noslo

ocultarán. Mientras tanto, elescocéslo des-cubre, le echa

mano

y

se lolleva.

Y

yo

me

alegraré.

¡Vaya usted á paseo!

ESCENA

XIX

DICHOS, VALENTÍN con unacarta

Señor...

Un

joven que desea ver á usted con

mucho

empeño.

No

puedo

recibirle.

Tres veces

ha

venidohoy,

y

ahora insiste

detalmodo...

Me

obliga á pasar esta carta,

¡Quédiantre de importuno! (Tomandolacarta, la abre ymirala firma.)Miguel Lozano. Este6»

un

amigo

mío.

Alguna

recomendación.

(Leyendo.) «Eldador de la presente...» Sí, en

efecto. «El dador de lapresente,

don

Juan

(32)

-

30 Eul. Ger.

Eug.

Mar.

Eul.

Muñoz

Eug.

Mar.

Eug.

Muñoz

Eug.

Ger.

(Quesehalevantado, aparte áGermán.)Ellibro

ha

sido robado.

Y

su huella

ha

desaparecido. [Esto nos

salva!

¡Señores!... ¡Mi libro!

¿Esposible?

(¡Dios mío!...)

A

ver,á ver...

(A Valantín.)

Que

entre ese joven. (Vase

Va-lentín.)

Me

leenvíaLozan... por supuestosin

pensar

que

el libro tenga la historia que

tiene...

¡Mireustedsi

hay

Providencia!

Y

viene suactualposeedor, á finde quele

instruya sobre el mérito del ejemplar

(Mos-trando la carta.)

Un

(EliusDonatus.

Cayó

enlaratonera.

(A los otros, que seentregan á extremos inquietos.)

Prudencia, señores. Disimulo

y mala

inten-ción.

Déjenme

ustedes á mí.

(¿Será, enefecto, ellibrorobado?)

ESCENA

XX

DICHOS, JUAN LÓPEZ, porel foro

Juan

¿El señor

don Eugenio

Olivenza?(parándose

álápuerta.)

MAR.

PaseUSted.(Corriendo á su encuentro.)

MUÑOZ

Adelante.(Lomismo.—DonLamberto también acu-de, y los tres rodeanáJuaninvitándole á entrar.)

Juan

(Abrumado.) Pregunto por el señor de

Oli-venza.

Eug.

Servidor de usted.

Juan

¡Ah!

Buenas

noches. (Entra )

Eug.

¿Trae ustedese libro?

Juan

Sí,señor.

Mar.

¿Y como

paróen supoder?

Ang.

¿Es usted delRastro?

JUAN

(Suspendiendolaacciónquehabía indicado de sacarel

libro de bajodel chaleco.)No,Señora, 110.

Verán

- ustedes; verá usted, (a don Eugenio.)

Somos

(33)

nuestro tío, canónigo de la Santa Iglesia

catedral de Tarazona.

Fel.

Que

sea enhorabuena.

Juan

Parecequesí; que habrá por qué nosladen.

El canónigotenía

un

caserón todollenode

libros.

Ang.

Diosse lo

haya

perdonado.

Juan

Los que

no

se lo

perdonábamos

éramos

no-sotros, porque

no

dejaba

más

fortuna.

Ya

digo: librotes

y

más

librotes.

A

nosotrosnos hubierahecho mejorcualquier pico de

di-nero, porque

tenemos

en Calahorra

una

in-dustria de pimientos que nos

anda

muy

de-caída porfaltadecapitales.

Y

ya

nos

dispo-níamos

ávender laherencia alpeso,

cuan-do

un

beneficiado de la propia Santa

Igle-sia,

que

habíaestado

hurgando

en el

mon-tón, apartóunos cuantoslibros, cosa de

me-diadocena,

y

nos dijo, así

como

inspirado:

«Esta eslaherenciadevuestro tío.» Parece

que

se trata de libros

muy

buenos, para quienlos entienda,

y

dice el beneficiado

que

al tío le habían costado

un

dineral,

y

que

ahora

podremos

sacar nosotros

una

buena

hijuela.

Vamos

á venderlos libros,

y

empezamos

por el que nos

han

dicho que

parecíade

más

mérito,

y

es el

que

traigo á

ustedparaque sesirvaverlo

y

aconsejarme.

Eug.

Vamos

á verlo.

Juan

Nos

dijo elbeneficiado que

mi

tío lo había

adquirido el

mismo

día que cayó en cama,

y

poreso

no

lodejó clasificado en su catá-logo. x\síes

que no

sabemos...

Eug. Bien,pero ¿dóndeestá ese libro?

JUAN

Aquí

está. (Sácase de bajo del chaleco un libro, quedejasobrelamesa.)

Mar.

¡Oh, maravilloso!

Juan

No, sieste

no

es. Esteeseldefacturas,que

también

me

lohe traído, áversirealizo

al-gunos cobros.

Mar.

¡Ah! Bien,bien. Porelforro

me

parecía...

Ang.

Es

decir,que nipor el forro conoce usted

los libros.

(34)

32

delpecho ellibro, quetraeenvueltoen un pañuelo y luego en unpapel. Es un tomo en4.°mayor, de

unas 200páginas, papel amarillento, caracteres góti-cos, impresos en negro y rojo,congrabadostoscos

intercalados, y cubiertas de pergamino arrugado y roído, quesujetan cuatrotirasdebadana anudadas.— Los bibliófilosacuden ávidamente ámirarlo.)

Mar.

Que

se vea.

Muñoz

Que

se examine.

EüG. (Cogiendoelejemplar.)(¡Eselmío!)

Ger. (¡Lo reconozco!)(Se lo revelaenunamiradaá

Eu-lalia, lacual quedaaterrada.)

Eug. ¡Calma, calma, señores! (a ios bibliófilos, que

quieren cogerel libro.)

Juan

A

ver quévalor

puedo

ponerle.

Mar.

¡Oh,incalculable!

Eug. Parala ciencia, este

tomo no

tiene precio.

Juan

Ya... peroen electivo... paralaindustriade

Calahorra.

Ang.

Este joven desea saber el valor en

pimien-tos...

Eug.

Ese

es asunto para

más

despacio.

Mar.

Usteddejaaquíel ejemplar...

Juan

(adonEugenio.) Perfectamente.

Lo

dejo.

Ya

me

ha

dichoel señorde

Lozano

quees

us-ted

una

personarespetable.

Eug.

Yo

lo examinaré conreposo,

y mañana

le

digo á ustedloque

haga

alcaso.

Mar.

Eso

es; loque

haga

alcaso.

Juan

Pues, hasta

mañana,

¿verdad?(Recogeellibro

defacturas.)

Eug.

Vaya

usted con Dios.

Juan

Temprano,

¿verdad?

Y

anticipo á ustedlas gracias. (Yendo y volviéndose.)

EüG.

Muy

buenas

noches. (Acompañándole hasta la

puerta.)

Juan

Ustedes lopasenbien.

ESCENA

XXI

DICHOS, menosJUAN LÓPEZ

EuG.

(Volviéndose triunfalmente con ellibroen lamano.)

Ahora

vamos

áver.

(35)

(¡Estoymuerta!)

(¿Se conservará ahí dentrola carta?)

Es

elmío. (A los sabiosque le rodoan afanosa-mente.)

Si

no

podíaserotro.

Vean

ustedeslaetiqueta. (Mostrandolaque el libro tieneenel lomo.)

Pero

hay

que ocultarlo, porque ese

mozo

volverá...

Ábralousted, doctor.Desatelas badanas.

Sí,que tengo afánde acariciarlo.

Página por página.(Eugeniosesientayse

dispo-ne áabrirellibro; los sabiosy Germánlerodean.)

ESCENA

XXII

DICHOS, VALENTÍN porelfondo

Mister

Edward

Beeders.

¡John Bullí

Esconda

usted eselibro.

(Guardando apresuradamente el libro.)

Aquí en

estepupitre.

¡Y silencio,

don

Lamberto!

¡Aquién seloencarga!

ESCENA

XXIII

DICHOS; MISTER BEEDERS

¡Oh,ilustreMister!(Saliéndole al encuentro.)

¿Yo

llegoá tiempo paralalectura?

Vamos

á empezarla;

y

suplico á ustedes

mucha

atención, porque desde aquí salen

las cuartillasparalaimprenta, (saleValentín

con el serviciodelté.)

Eso

es;á nosotras que nostraiganel té.

Sentarse, señores, (siéntase delante delamesa, 3

(36)

34

desataunacarpetay sacaun legajo decuartillas; los demásse sientanalrededor, Valentínsirve té á las

señoras; EulaliayGermán semiran con muestras de inquietud yterror.)

Mar.

Y

mucho

silencio, (alasseñoras.)

Eug.

(Leyendo.) «Reconstruccióngeográfica é his-tóricadela

España

árabe.»(caeel telón.)

(37)

ACTO

SEGUNDO

ESCENA

PRIMERA

DON

EUGENIO y EULALIA. El primaro duermeprofundamente,

sentado enelsillón máscercano álapared. Sobre la mesaseven

esparcidas las cuartillas de laobra. La lámparaestá en la mesa, .apagada. Eulaliaasoma después deunmomento,concautela,porla

puerta izquierda

EuL. (Desde la poerta.) ¡Todavía!... (Avanza algunos

pasos.) Se

ha

dormido. (Llega álamesa.)¡Oh!

¡Si

me

atreviese! Este era elinstante. El

li-bro estáaquí. (Señala el pupitre dondelo guardó donEugenio.) ¡Oh! ¡Es forzoso! ¡Cuántas veces

se perpetúa

un

papel suelto entrelas

pági-nas de

un

libro! ¿Se conservará en ese

mi

carta? ¡Valor!... Nadie antes que yo

ha

de

Saberlo. (Abre elpupitre y sacaellibro.)

De

pri-sa... no vaya á despertar. Si Dios hiciera...

(Se apartabaciaelfondo, cercade laventana, y

em-pieza ádesatar apresuradamente las badanas que

tie-nen ellibrocerrado. Las voces de Juan y Valentín

suspendensu operación.)

ESCENA

II

DICHOS, VALENTÍN y JUAN LÓPEZ

Val. (En elsaionciiio.) Entrará usted

cuando

le

re-ciban.

(38)

36

EUL. (¡Oh, Diosmío!) (Pone rápidamente ellibro entre

losdeun estante, elmásinmediato áella, y se

ade-lanta.)

Eug.

(Despertando.) ¿Quién dávoces?

Hombre,

me

había dormido. (ÁEulalia.) ¿Quiénestáahí?

(ÁJuan.) ¿Esustedel que grita en

mi

casa?

Juan

Me

dijo usted que podíavenirtemprano,

y

ya es cercade

medio

día.

Eug.

Pues,

me

encuentraustedocupado.

Val.

Ya

ledecíayo...

Juan

Es

que tengo

mucha

urgencia.

Eug.

Y

yo más. Estoy trabajando.Todavía

no

he

visto el ejemplar.

Me

lo

ha impedido

otra

atención preferente.

Conque,

luego,

más

tarde...

Juan

Bueno; pero que sea

hoy mismo.

Eug.

Sí, corriente.

Juan

Doy

una

vueltapor ahí...

Eug.

Vaya

usted enhorabuena. (Acompañándole.)

Juan

Hasta

ahora. Dentro de

un

rato ¿eh?

Vol-veré después dealmorzar. (Don Eugeniole

con-ducehastalapuertadel saloncillo, enlacualle des-pide.PorellaentraGermán)

ESCENA

III

EULALIA, EUGENIO, VALENTÍN (En elsaloncillo.)

GERMÁN

Ger.

¿Qué

pasa?(aEulalia.)

¿Han

mirado

ellibro?

Eul. No; ellibrolotengo ensalvo.

Ger.

¿Y

no

lo

ha

vistoél?

Eul. No; estoysegura.

Ha

trabajado en sus

cuar-tillas toda la noche

y

todolo que va dela

mañana.

Ger. ¿Estáscierta?

Eul. Sí,yo

también

hevelado;heestadoen cons-tante acecho.

EuG.

(Volviendo al salón después de despedir á Juan.)

¡Vayaá paseo!(aValentín.)

No

ledejesentrar

cuando

vuelva.

VAL. Está

muy

bien. (Vase, llevándose lalámpara de

(39)

ESCENA

IV

EULALIA,

DON

EUGENIO,

GERMÁN

Para tenercon él

un

altercado...

Yo

ellibro

no

selohe de devolver.

¿Conque

se

ha

pasado usted la nocheen

blanco?

Como

que en laimprentaestánaguardando

las cuartillas,

y he

tenidoquecorregirtodas

las faltas observadas en lalecturadeesta

noche.

La

concluímosyacercadelas tres,

y

luego mister Beeders estuvo

dándome

ja-queca hasta

más

de la cuatro...

He

tenido

quesacrificarelsueño.

No

tienesjuicio.

Y

tú, ¿letienes?¿Piensas

que

notehevisto

cuantas veces te has

asomado

porallí...

y

por allí... (señalando las puertas de laizquierda

ydel fondo.)

aunque

lo hacías

muy

sigilosa-mente?

¿Y

de quéleestuvohablandoel escocés? Calle usted, hombre... Dellibro viejo,

y

dale

con el libro viejo.

De

que

yatenía

descu-bierta la pista.

Y

ellibro,mientrastanto,

estabaaquíá

buen

recaudo.

Pues, si dá con el sobrino del canónigo

y

empiezaá ofrecerle dinero...

¡Quién sabesi ya poresovenía el

mozo

tan

apremiante! ¡Ah!

Y

luego...otra ventolina

quelehasoplado.

¿Alescocés?

Empeñado

en que he devenderle la

pro-piedad de

mi

manuscrito para llevárselo á

Inglaterra.

Ya

digo,

una

hora estuvo por-fiando.

Que

iba á imprimir

un

solo

ejem-plar...

La monomanía

de los ejemplares únicos.

Ni

por

una

fortuna,ni por

mi

salud, nipor

mi

vida,

vendo

yo estos papeles cuyos

ren-glones centellean confósforode missesos.

(40)

38

Ger.

¿Y

se

ha

pasadousted ahísietehoras?

Eug. Pero casi

me

hesalidoconlamía.

Queda ya

muy

poco.

Eul.

Y

lodejas ahora.

Eug. ¡Qué he de dejarlo! Hastaconcluir.

Usted

lleve estefajoá laimprenta. (ÁGermán.)

Ger.

¿En

seguida?

Eug. Sinperder

un

instante. (Dándole el fajo.)

Dos-cientas quince.

Y

queestatardeirá

fijamen-te elrestodel primerenvío.

Ger. Pues,voy allá.

Eug. ¡Ahí

Y

luego á la

Academia

áregistrar

un

Códice. Allí estála fechaquetanto

hemos

buscado.

Ger.

¿En

seguidatambién?

Eug.

Ya

vé ustedsi esurgente.

ESCENA

V

DICHOSj ÁNGELESporlaizquierda

Ang.

¿Se

puede

pasar?

Eul. ¡Hola!Adelante.

Ang.

¿Y

se

puede

hablartambién?

Porque

sino,

me

marcho.

Eug.

Puede

usted quedarse, porque los

que nos

marchamos

SOmOS

nosotros. (A Germán

dándo-leunanota.) Esta es la nota del legajo

que

debeusted consultar.

Ger.

Hasta

luego. (Dirigiendo á Eulalia unamiradade

inteligencia. Vase.)

Ang.

Vaya

enhorabuena.

Eug.

Y

yo también

me

traslado.

Ang.

¿Alpabellón del jardín?

Eug. Sí, señora; pero allí

no

entran mujeres.

Lo

tengo acordonado.

Ang.

Asíle tendríayoá usted siempre.

Eug.

Y

yoá usted con

un

candadito.

Ang.

Lo

rompería para decirle á usted las

ver-dades.

Eug.

Quede

ustedcon Dios.

ANG.

Usted lopasebien.(Vase donEugenio,

(41)

ESCENA

VI

ÁNGELESyEULALIA

ANG. (Haciendosentar áEulalia.) ¡GraciasáDÍOS

que

estamos solasl

¿Cómo

sigues, hijamía?

¿Y

tu indisposiciónde anoche?...

Eul.

No

fué nada.

Ang. ¡Oh! ¡Túestabas indispuestal

Eul.

Te

dije que

no

eranada.

Ang. Puesyo

me

marché

muy

cuidadosa,

y

toda

la noche he estado

pensando

enti.

Eul.

Te

loagradezco.

Ang.

Y

vengoáque conversemos

un

ratoen

con-fianza.

Eul. ¿Tienes algo que decirme?

Ang.

á mí... Conque, vamos,

descúbreme

el

alma. Eul. Yo...

Ang. Esto

no puede

durar, Eulalia de

mi

vida;

túte hallasenferma, túsufres.

Eul. Pero,¿qué estásdiciendo?

Ang.

no

eresfeliz.

Eul. '¡Qué

disparate! ¡Felicísima!

Ang. «Piensan los enamorados,

piensan,

y no

piensan bien,...»

Eul. Pero, ¿qué desatino es ese? ¡Qué infamia!

Y

erestú la que...

Ang. Pues, ¿quiénhabíadeser

más

que

una

ami-ga?... ¡Ea! Puestoque

ya

vinimos al caso,

¿quién eseltenor deese dúo?

Ya

sabes

que

enlas óperas selo cuenta todola tiple ála

comprimaria...

Eul. ¿Quieresquetedejeaquí hablando sola?

Ang.

Vamos,

tonta,si alcabolohe de saber.

Eul.

Me

estás ofendiendo.

Ang.

¿No

vésque

ya anda

lacosa enlenguas?

Eul. ¡Basta!

Ang. Eres

una

desagradecida. Tras quetus

ami-gasse preocupan...

Eul.

No

son mis amigaslas que

comprometen

el

Referencias

Documento similar

Mi informante anónimo me aseguró que la carne de anciano es un alimento delicioso y con un sin fin de propiedades nutricionales (muchísimas más que las que contiene la porcina o

La Poza, W El Regato EL Teso, N Casa Juan García El Teso, linda con casa de las Animas Calle del Pozito. Calle del Pozito, S La Rivera Casa

Cuando la respuesta automática está desactivada NOT SELECTED, debe presionar el botón de control de llamadas del auricular para contestar una llamada entrante.. Cuando la

Si el software de Plantronics no está instalado y no tiene un teléfono Softphone compatible, primero debe presionar el botón de control de llamada y, a continuación, utilizar

Tendremos servicio médico disponible en la transición de la bici a la carrera. A los atletas que requieran de atención médica en este punto, no se les permitirá continuar. La

En su discurso anual a la Unión Nacional de Agricultores de Escocia (NFUS) AGM , el secretario de Asuntos Rurales, destacó cómo el Gobierno del Reino Unido ha conducido a Escocia

De manera preliminar y durante el proceso exploratorio en la elección del tema problema para este trabajo de profundización, se observó que dentro de las prácticas de

Abstract:  We  present  preliminary  results  of  recent  work  developed  in  the  Guadamez  river  (Serena  region,  Spain).  Several  sites  were  detected