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Donde Hay Amor, Está Dios

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«Lo que tú haces, no lo puedo hacer yo; lo que yo hago, no lo puedes hacer tú, pero juntos estamos haciendo algo hermoso para Dios y ésa es la

grandeza de Su amor por nosotros. Nos da la oportunidad de convertimos en santos a través de nuestras obras, porque la santidad no es el lujo de unos pocos. Es un simple deber para vosotros, en vuestra posición, en vuestro trabajo, y para los demás y para mí, cada uno en su tarea, en la vida, pues hemos dado nuestra palabra de honor a Dios. […] Debéis poner vuestro amor a Dios en acción viva, no sólo porque debáis, sino porque amáis hacerlo.»

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Las sencillas pero profundas reflexiones de la «Santa» de Calcuta La relación de la Madre Teresa con Dios y su devoción hacia los más pobres se exploran aquí en profundidad y con sus propias palabras, ya que se recogen los escritos y las notas que la «Santa» utilizaba para las clases privadas que daba a sus hermanas y las reflexiones que compartía con ellas. Se publican ahora por primera vez y desvelan la fe incomparable de esta mujer extraordinaria y su sometimiento total a la voluntad de Dios. Este libro es, en cierto modo, una continuación de Ven, sé mi luz, en el que se

relataban sus luchas internas y su noche oscura. Cuando sintió la llamada para aliviar el sufrimiento de los pobres, ella asumió las penalidades de éstos y le llegó hasta lo más hondo del corazón. Esto la llevó a sufrir una profunda angustia que sobrellevó con valentía heroica y férrea fidelidad. Este aspecto de su vida es tremendamente importante y este sobrecogedor testimonio aumenta la necesidad y el deseo de saber más acerca de su pensamiento. Ella nos puede enseñar mucho mientras nos enfrentamos a nuestras particulares luchas o sufrimientos diarios, que en ocasiones pueden ser de gran dureza. Donde hay amor, está Dios no es una antología de las

enseñanzas de la Madre Teresa, pero sí es una muestra de sus creencias y del pensamiento que intentaba transmitir sobre cuestiones importantes que afectan a gentes del mundo entero.

El título refleja lo que proclamó a lo largo de su vida: «Dios está vivo y está presente, y ama el mundo a través de ti y de mí». Madre Teresa sintió la llamada para ser misionera de la caridad, para transmitir el amor de Dios a cada persona, especialmente a los más necesitados. Sin embargo, no pensaba que la vocación fuera algo exclusivo de ella; cada persona está destinada a ser, de una forma o de otra, la transmisora del amor de Dios. A través de los consejos prácticos y siempre actuales que ofrece, la Madre Teresa nos pone en el camino de una unión más cercana a Dios y un amor mucho más profundo hacia nuestros hermanos.

La Madre Teresa de Calcuta nació en Skopje, en la actual Macedonia, en 1910. En 1928 entró en la Orden de las Hermanas de Loreto, en Dublín, desde donde fue enviada a la India para iniciar su noviciado. Allí se dedicó a la enseñanza hasta el año 1948, en que abandonó la orden para fundar las Misioneras de la Caridad. Con la ayuda de las personas que formaron parte de su congregación, su esfuerzo para ayudar a los más pobres se extendió por el mundo entero. Recibió numerosos premios, entre los que se cuenta el Nobel de la Paz en 1979. Tras su muerte, en 1997, se abrió el proceso de canonización y fue beatificada en 2003.

El Padre Brian Kolodiejchuk nació en Winnipeg, Canadá. Conoció a la madre Teresa en 1977 y trabajó con ella hasta su muerte, en 1997. Entró a formar parte de los Padres Misioneros de la Caridad en 1984, el mismo año en que la fundó la Madre Teresa. Brian es postulador de la Causa de

Beatificación y Canonización de la Madre Teresa de Calcuta y director del Centro Madre Teresa, que tiene sedes en California, México, la India e Italia. Fue el editor del libro anterior de la Madre Teresa Ven, sé mi luz, también publicado en Planeta.

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Lo más hermoso de la existencia Es amarnos los unos a los otros, Del mismo modo que Dios nos Ama a todos y cada uno de nosotros. Ésta es la razón de que estemos en este mundo.

* * *

SUMARIO Capítulo 1. Dios es amor

Capitulo 2. Jesús

Capítulo 3. Lo que me impide amar Capítulo 4. La fe en acción es amor

Capítulo 5. Sed motivo de alegría los unos para los otros * * *

Capítulo 1 . Dios es amor

En respuesta a la pregunta «¿Qué o quién es Dios?», la Madre Teresa dijo en una ocasión: «Dios es amor y te ama, v nosotros somos preciosos para Él. Nos ha llamado por nuestro nombre. Le pertenecemos. Nos creó a su imagen y semejanza para grandes cosas. Dios es amor, Dios es alegría, Dios es luz, Dios es verdad.» Esta afirmación sintetiza su creencia en Dios y su

experiencia de Él: Dios existe y es la Fuente de todo lo que existe; el amor es Su verdadero ser; nos ha creado a su imagen con los poderes espirituales del intelecto y la libre voluntad, con la capacidad de conocer y amar; Él es el Padre que nos ama a cada uno de modo único y personal, y desea

ardientemente nuestra felicidad. Ninguna dificultad o sufrimiento, fuera suyo o de sus pobres, podía socavar la convicción de la Madre Teresa de que Dios ES amor, que todo lo que Él hace o permite es en última instancia por un bien mayor y, por lo tanto, una expresión de Su inmenso e incondicional amor. Al principio de sus Confesiones, san Agustín escribió: «Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón estará

inquieto hasta que descanse en ti.» La Madre Teresa estaba convencida de que todos, «en el fondo de sus corazones, creen en Dios». Hay un anhelo de Dios en cada uno de nosotros, y aunque no lo reconozcamos o lo

expresemos como tal, la búsqueda de la alegría, la paz, la felicidad y —por encima de todo— el amor constituye una manifestación de ese anhelo. Pese a que el deseo, o el «hambre» de Dios, tal como lo expresaba la Madre Teresa, anida en todos los corazones humanos, establecer una relación con Él depende en buena medida de nuestra cooperación con Su gracia. La libertad de colaborar o no es una expresión más del amor y el respeto que Dios tiene por cada una de Sus criaturas humanas. Él no fuerza a nadie, lo deja a nuestra elección. No obstante, la respuesta propia de una criatura ante

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su Creador, que es amor y sabiduría infinitos, debe ser el amor y la

confianza, la alabanza y la adoración, el reconocimiento y el agradecimiento. Amados por Dios con tal intensidad, cada uno de nosotros es llamado a compartir ese amor. Como solía decir la Madre Teresa: «Hemos sido creados para cosas más grandes: amar y ser amados.» Para amar como Dios lo hace es esencial encontrarse a diario con él mediante la oración. Sin ella, el amor muere. La Madre Teresa insistía en la importancia de la oración: «Rezar es para el alma lo mismo que la sangre para el cuerpo.» Pero para entrar en la oración es necesario el silencio, pues «en el silencio del corazón, Dios habla». El aforismo 1 con el que expresaba dichas verdades es bien conocido:

El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz.

Estas sencillas aunque profundas palabras sitúan el silencio en el punto de partida para llevar a la práctica el amor, la paz y el servicio. Como aseguraba la Madre Teresa: «En el silencio arraiga nuestra unión con Dios y con los demás.» El silencio y el recogimiento son condiciones indispensables para la oración. Una atmósfera de silencio exterior es sin duda de gran ayuda, pero la Madre Teresa, que pasó buena parte de su vida en ciudades grandes y superpobladas, aprendió a permanecer en silencio y recogimiento internos en medio del bullicio y la actividad. Nos enseñó que, para practicar el silencio, no es necesario huir del mundo y vivir como un ermitaño. Lo que sí hace falta es aprender a aquietar la mente y el corazón para estar en disposición de orar. La oración impregnaba el día a día de la Madre Teresa: empezaba,

terminaba y llenaba todas las jornadas con su oración. Sus primeras palabras, al levantarse, las dirigía a Dios, y a lo largo del día le hablaba espontáneamente de su amor y de su gratitud, de sus planes, esperanzas y deseos. En cuanto tenía que enfrentarse a alguna necesidad o dificultad, por más pequeña o insignificante que fuera, acudía a Dios y le pedía ayuda con la misma confianza y expectativas con que un niño recurre a su padre.

Además de la Santa Misa diaria y la Liturgia de las Horas matinal y vespertina (que incluía los Salmos, la lectura de las Escrituras y peticiones), oraciones tradicionales como el Rosario, el Vía Crucis, las letanías y las novenas la mantenían en continua unión con Dios.

Uno de los momentos de oración más importantes

para la Madre Teresa era su media hora diaria de meditación sobre las Sagradas Escrituras. Formada en el método tradicional ignaciano de

meditación sobre la Palabra de Dios —principalmente en los Evangelios—, la Madre Teresa alcanzó una comunicación y comunión íntimas con Dios. Mediante esta devota lectura, la Palabra de Dios enraizó en ella inflamando su amor, influyendo en sus palabras y dirigiendo sus acciones. También alimentaba a diario su alma con otra media hora dedicada a la lectura de las vidas y hechos de los santos u otras obras ascéticas. Para contribuir al recogimiento a lo largo del día, la Madre Teresa rezaba «jaculatorias», oraciones cortas destinadas a elevar el corazón y la mente hacia Dios en

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medio de las actividades cotidianas. Estas repeticiones la ayudaban a sentirse siempre en presencia de Dios. Gracias a todo ello creció en el conocimiento y el amor a Dios, y fue capaz de responder a Él y a sus hermanos y hermanas en el amor.

Dado que «el amor es de Dios» (1 Juan 4, 7), el amor humano debe reflejar y participar del amor divino, que es completamente desinteresado y sólo

pretende el bien del otro. El verdadero amor significa entregarse, sacrificarse, «morir a uno mismo» con el fin de amar y servir a los demás, y ése es el que ejemplificaba la Madre Teresa. En una cultura en que el «amor» se identifica generalmente con los sentimientos más que con un acto de voluntad, con el placer más que con el sacrificio, la vida y las enseñanzas de la Madre Teresa, modeladas en las de Cristo, ejemplifican el ideal cristiano del amor. En una ocasión, mientras le realizaban una entrevista, le preguntaron: «¿Podría usted resumirnos qué es realmente el amor?» Ella respondió con rapidez: «El amor es entrega. Dios amó tanto al mundo que le entregó

a Su hijo. Jesús amó tanto al mundo, te amó tanto, me amó tanto, que Él dio Su vida. Y lo que quiere es que nosotros amemos como amó Él. Por eso ahora tenemos que dar, tenemos que vivir la entrega, hasta que duela. El verdadero amor es dar, y seguir dando hasta que duela.»

¿Quién es Dios? Dios es.2

Dios es amor.3

Dios está en todas partes.4 Dios es el Autor de la vidas Dios es un Padre amoroso.6 Dios es un Padre misericordioso.'

Dios es todopoderoso y puede cuidar de nosotros.$ Dios es amor y Dios te ama y me ama.9 Dios es alegría.10

Dios es pureza en sí mismo. Dios está con nosotros."

Dios está enamorado de nosotros. Dios está en tu corazón.12 Dios es fiel.13

Dios es amor, Dios es alegría, Dios es luz,14 Dios es verdad. is Dios es delicado.

Dios es tan bueno con nosotros. Dios es tan generoso. Dios está tan preocupado por ti. Dios es un amante fiel. Dios es un amante celoso.16

Dios es tan maravilloso."

Cuando Dios nos creó, nos hizo de amor. No hay otra explicación, porque Dios es amor. Y nos creó para amar y ser amados. Si pudiéramos tenerlo siempre presente no habría guerras, ni violencia ni odio en el mundo. Así de hermoso. Así de sencillo.

Debe de haber un Dios, ¡en alguna parte!

El otro día, un voluntario con el pelo largo [...] hablaba conmigo y no paraba de repetir: «Yo no creo en Dios.» Así que le dije: «Supongamos que ahora

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mismo, mientras estamos hablando, tuvieras un ataque al corazón; ¿podrías detenerlo?» Se quedó tan sorprendido que no volvió a repetir su afirmación. Se estaba percatando de que, en definitiva, por más que hablemos no podemos cambiar el momento de nuestra muerte. Algunos días después oí que, tras darle muchas vueltas, empezaba a considerar que debe de haber un Dios, ¡en alguna parte!

Donde hay amor, está Dios

Un hombre me dijo: «Soy ateo», pero hablaba de una forma muy hermosa del amor. La Madre le dijo: «No puedes ser ateo si hablas tan bellamente del amor. Donde hay amor, está Dios. Dios es amor.»

Amor, no de palabras

En primer lugar, Dios demostró que nos amaba. Dios amó tanto al mundo que le entregó a Su hijo Jesús.18 Y Jesús te amó, me amó, y se entregó en la Cruz por nosotros.19 No tuvo miedo de amarnos y lo hizo hasta el final.20 Se desprendió de todo lo hermoso y fue realmente como nosotros, un ser humano en todo, menos en el pecado.21 Pero nos amó tiernamente y, para asegurarse de que entendemos Su amor, de que no olvidamos que nos amó, se hizo pasar por hambriento, por desnudo, por vagabundo. Y dice: «Lo que haces al más pequeño de Mis hermanos, a Mí me lo haces»,22 y nos explica qué hacer y cómo hacerlo. Antes de instruir a la gente, se apiadó de la multitud y la alimentó. Realizó un milagro. Bendijo el pan y dio de comer a cinco mil personas.23 Porque amaba a la gente. Se compadeció de ellos, vio el hambre en sus caras y les dio de comer. Y sólo entonces les instruyó. Por eso es maravilloso pensar que tú y yo podemos amar a Dios. Pero ¿cómo? ¿Dónde? ¿Dónde está Dios?

Nosotros creemos que Dios está en todas partes. Creemos que nos ha hecho a ti y a mí, no sólo para convertirnos en un número más en este mundo, sino con un prop6sito. Hay una razón para estar aquí... y esa razón es amar. Has sido creado para amar y ser amado, por eso s tan negativo no amar. Porque el amor es lo más hermoso que un ser humano tiene o puede dar; no con palabras, pues somos seres humanos y queremos ver, queremos tocar... Ésa es la razón de que los pobres nos ofrezcan mas de lo que nosotros les

entregamos, porque nos dan la oportunidad de amar a Dios en ellos. Cuando le doy un trozo de pan a un niño hambriento, creo en lo que dijo Jesús: «Me lo dais a Mí.» Y yo se lo doy a ese niño.

El amoroso cuidado de Dios

Hace unas semanas tuve una extraordinaria experiencia de esa ternura de Dios por los más pequeños. Vino a nuestra casa un hombre con una receta del médico. Dijo que su único hijo se estaba muriendo en las chabolas de Calcuta que no podía conseguir esa medicina en ningún lugar de la India. Había que traerla de Inglaterra. Mientras hablábamos, llegó un hombre con un cesto de medicinas. Ha visitado a varias familias y recogido las medicinas que

les sobraban para nuestros pobres (tenemos clínicas móviles de este tipo repartidas por todas las chabolas de Calcuta, en todas partes: ellos van a ver a las familias, recogen las medicinas usadas y nos la traen, y nosotros se las damos a los pobres). Así que el hombre llegó y en el cesto, encima de todo,

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estaba la medicina que necesitaba el padre. No podía creerlo: de haber estado entre las demás no la hubiera visto, y si él hubiera llegado antes o después, yo no habría relacionado ambas cosas. Me quedé inmóvil enfrente del cesto, contemplando atentamente la botella, y me dije: «Hay millones y millones de niños en el mundo... ¿cómo es posible que Dios se preocupe por este pequeño niño de las chabolas de Calcuta? Mandar esta medicina,

mandar a este hombre justo en este momento, colocar la medicina encima de las demás y en la cantidad exacta que le ha recetado el médico.» Ved lo precioso que era ese pequeño para Dios. Cuán consciente era de él. Él es nuestro Padre

La ternura del amor de Dios; nadie puede amar como Dios. Nos ha hecho a Su imagen. Él nos hizo. Es nuestro Padre.

Padre e hijo

«El Padre me ama, me quiere, me necesita.» Este tipo de actitud constituye nuestra confianza, nuestra alegría y nuestra convicción. Venga lo que venga: impaciencia, fracasos, alegría, repítete a ti mismo: «El Padre me ama.» Dios ha creado el mundo entero, pero es nuestro Padre. En la oración, deja que esta convicción fluya desde tu interior: Padre e hijo.

Nadie nos consiente tanto corno Dios

En todo el mundo se discute sobre si la Madre Teresa consiente a los pobres dándoles cosas gratis. En Bangalore, con motivo de un seminario, una monja se levantó en nombre de todo el grupo y me dijo: «Madre Teresa, consiente usted a los pobres dándoles las cosas gratis. Así pierden su dignidad

humana. Debería cobrarles al menos diez naya paisa24 por lo que les da, de este modo se sentirían más dignos.» Cuando todo el mundo volvió a guardar silencio, le respondí con calma: «Nadie nos malcría tanto como el mismo Dios. Fíjense en los regalos maravillosos que nos ha ofrecido sin pedir nada a cambio. Nadie aquí lleva gafas, y todos podéis ver. Pongamos que Dios os cobrara por la vista, ¿qué ocurriría? Gastamos un montón de dinero en Shishu Bhavan25 comprando oxígeno para salvar vidas, y sin embargo nosotros respiramos continuamente y vivimos del oxígeno, y no pagamos nada por ello. ¿Qué pasaría si Dios dijera: "Trabajad cuatro horas y tendréis dos horas de sol"? ¿Cuántos de nosotros sobrevivirían?» Y también les dije: «Existen muchas congregaciones que consienten a los ricos, así que está bien tener una congregación en nombre de los pobres, para consentirlos a ellos.» Se hizo un profundo silencio y nadie dijo ni una palabra después de esto.

El cuidado de Dios

Un día, al principio, no teníamos arroz para la cena, y entonces llegó una señora y trajo arroz. Dijo que regresaba a casa de la oficina y «algo me dijo que fuera a ver a la Madre Teresa y le llevara arroz». Y eso hizo. Yo dije: «Discúlpeme un momento, voy a medirlo primero y luego le digo.» Era la cantidad exacta que cocinamos para la cena, ni media taza de más o de menos. Se lo conté a la señora y ella

rompió a llorar. Era hindú, y me dijo: «Pensar que Dios me ha utilizado, que le ha hablado a mi corazón... En todo el mundo hay millones y millones de

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personas, sólo en la India hay millones y millones de personas, y Dios se preocupa por la Madre Teresa.» La ternura de Su amor... debéis

experimentarlo incluso cuando resulta difícil, cuando hay sufrimiento, cuando hay humillación.

El silencio

Si hablamos siempre, no podemos rezar. Jesús no está presente dentro de mí. Debemos guardar silencio. Cuando una persona guarda verdadero silencio, es una hermana santa.

Dios habla en el silencio

En el silencio del corazón Dios habla, y es en este momento cuando Él te hablará a ti. Para poder escucharle debes ser como un niño pequeño. Intenta tener mayor devoción por santa Teresita,26 que tan bien comprendió, a través del Evangelio, que debía convertirse en una niña pequeña. Lee su vida; no encontrarás nada realmente especial o extraordinario, pero esa fidelidad en las pequeñas cosas con gran amor resulta sorprendente; esa fidelidad al silencio.

Escuchar la voz de Dios

Escuchar es el punto de partida de la oración y lo que escuchamos es la voz de Dios; Dios, que no puede engañar ni ser engañado. Por lo tanto, si

guardamos silencio éste no puede ser corregido; si hablamos, si contestamos, nos equivocamos.

En el silencio del corazón Dios habla; dejemos que Dios nos llene, y hablemos sólo luego. A menudo pronunciamos palabras poco caritativas. Salen de nosotros, de nuestros corazones, no es Dios que habla a través de nosotros porque no Le estamos escuchando.

Si quieres saber cuánto amas a Jesús no tienes que preguntárselo a nadie, ya eres mayor. En la sinceridad de tu corazón, lo sabrás por ti mismo si practicas el silencio. [..,] Busca momentos de soledad. Intenta mantener ese silencio realmente profundo para librarte del odio o la amargura.

Llenas de silencio

Pienso que esta unión con Dios es muy importante. Debes llenarte de silencio porque en el silencio del corazón, Dios habla. Dios llena los corazones

vacíos. Ni siquiera Dios Todopoderoso puede llenar un corazón que está lleno —de orgullo, de amargura, de celos—, antes debemos vaciarlo de todas esas cosas. Mientras sigamos albergándolas, Dios no puede llenarlo. El silencio del corazón, no sólo de la boca —que es también necesario—, pero aún más el silencio de la mente, de los ojos, del tac

Entonces podrás oírle a Él en todas partes: al cerrar una puerta, en esa persona que te necesita, en los pájaros que cantan, en las flores, en los animales... Ese silencio que es maravilla y alabanza. ¿Por qué? Porque Dios está en todas partes y puedes verle y oírle. Ese cuervo está alabando a Dios —puedo escuchar bien su sonido —, ese cuervo estúpido; podemos ver a Dios y oírle en este cuervo y rezar, pero no podremos verle ni oírle si nuestro corazón no está limpio.

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A solas con Jesús

Quiero que paséis vuestro tiempo a solas con Jesús. ¿Qué significa estar a solas con Jesús? No significa sentaros

solas con vuestros propios pensamientos. No, pues incluso en medio del trabajo y de la gente, sientes Su presencia. Y eso significa que sabes que está junto a ti, que te ama, que eres preciosa para Él, que está enamorado de ti. Te ha llamado y Le perteneces. Si sabes eso, estarás bien en cualquier parte; podrás enfrentarte a cualquier fracaso, cualquier humillación o sufrimiento si eres consciente del amor de Jesús por ti y del tuyo por Él. ¡Nada ni nadie!27 De lo contrario, estarás tan preocupada por lo

intrascendente que, poco a poco, te convertirás en una hermana rota. [...] No tiene sentido dejar padre, madre y casa si no nos entregamos por completo a Jesús.

La necesidad de silencio

El silencio del corazón: si no lo tenemos, podemos rezar muchas oraciones, pero no saldrán de nuestro corazón. Necesitamos ese silencio interno, esa pureza [...], el amor indiviso por Cristo antes de que podamos ofrecer nada a las hermanas [...]. En el mundo, la gente también guarda a menudo ese silencio, que sólo puede adquirirse mediante la pureza del corazón y el sacrificio.

El perdón precede al silencio

Y no puede haber silencio real en mi corazón si hay algo que no perdono, si hay algo que no olvido. Al estar ocupada con ello, no puedo escuchar... ¿Cómo puedo oír lo que me dice Dios si hay algo ahí en mi corazón? Un signo de la unidad con Dios

Debemos rezar, dejar entrar por completo a Nuestra Señora en nuestra vida, porque fue ella quien nos enseñó cómo encontrar a Jesús. ¿Y cómo encontró ella a Jesús? Pues sencillamente siendo la esclava del Señor. Se sorprendió cuando la llamaron «llena de gracia».28 No lo entendía, pero sí lo entendió maravillosamente cuando dijo: «Soy la esclava del Señor»,29 y siguió siéndolo. Podría haber ido por ahí [hablando de ello], pero ni tan siquiera se lo dijo al pobre san José, que no lo supo hasta el final. No podía decir nada, era la esclava, ese silencio... Porque Dios habla en el silencio de nuestros corazones. Nuestra Señora conocía ese silencio y —puesto que lo conocía— era capaz de amar desde la plenitud de su corazón, y eso es lo que los jóvenes quieren ver: ese silencio. El silencio es un signo de nuestra unidad con Cristo, de nuestra entrega a Él, de que somos completamente Suyos; y, para que afloren las vocaciones, debemos enseñar ese silencio. Porque [...] necesitamos de él para aprender a rezar [...] y los jóvenes quieren aprender a rezar. No en medio del ruido, sino en el silencio de sus corazones, debemos enseñarles a oír esa voz, a escuchar a Dios en sus corazones. Por eso

quieren ver en qué consiste nuestro silencio. Tienen que aprender viéndonos, estando con nosotras, pues como sabemos el silencio no puede ser

corregido. Es tan hermoso... Veo a esos jóvenes durante nuestra adoración (tenemos una hora diaria). He visto a esa gente, a esos jóvenes, a esas hermanas, a esas chicas que acuden a las jornadas de puertas abiertas

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convertirse completa y realniente en uno con Jesús [...], porque sus corazones han comprendido que «tú eres precioso para Mí, tú eres Mío». ¿Buscamos un tiempo?

Hoy en día Dios sigue llamándonos —a ti y a mí—, pero ¿le oímos? «Yo os he elegido; no me habéis elegido vosotros a mí.»30 ¿Hemos oído Su voz en el silencio de nuestras corazones? ¿Buscamos un tiempo para «estar

quietos, saber que yo soy Dios»?31

Pues no podemos oír a Dios en medio del ruido y el clamor del mundo.

¿Buscamos un tiempo para la oración a lo largo de nuestro día? ¿Le amamos lo suficiente para querer escuchar Su llamada a que lo abandonemos todo y le sigamos en la libertad de la pobreza, con un amor íntegro en la castidad, mediante una entrega total en la obediencia? Desde la Cruz Jesús grita: «Tengo sed. »32 Su sed era de almas, incluso cuando estaba ahí colgado, a punto de morir, solo, despreciado. ¿Quién traerá esas almas para saciar la sed del Dios infinito que muere por amor? ¿Podemos permanecer, tú y yo, como meros espectadores? ¿O pasar de largo y no hacer nada?

Mantendré el silencio de mi corazón con el mayor cuidado para poder oír Sus palabras de consuelo y, desde la plenitud de mi corazón, consolar a Jesús con el angustioso disfraz de los pobres.

Nuestra Señora meditó Sus palabras en su corazón. [...] También nosotros, como Ella, debemos encontrar ese silencio que nos permitirá meditar Sus palabras en nuestros corazones y así crecer en el amor. No podemos amar ni servir a menos que aprendamos a meditar Sus palabras en nuestros

corazones. El conocimiento de Cristo y de Él en Su pobreza nos llevarán al amor personal, y sólo este amor puede convertirse en nuestra luz y nuestra dicha para servir con alegría a los demás.

Tarjeta de visita

El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor.

El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz. ¡Se trata de un buen negocio! Y hace pensar a la gente.

Algunos sostienen la tarjeta en sus manos y la leen una y otra vez. A veces, me piden que se la explique. Pero, corno véis, todo empieza con la oración que nace en el silencio de nuestros corazones. Entre vosotros, y también con las hermanas y hermanos, podéis compartir vuestra propia experiencia sobre la necesidad de rezar, cómo encontrasteis la oración y cuál ha sido su fruto en vuestras vidas.

Si estás hambriento de oír la voz de Dios, la oirás. Para oir, tienes que eliminar todas las otras cosas.

La oración

¿Qué es la oración? Para mí, la oración es sentirse uno con Dios. Un corazón limpio ve a Dios

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Necesitamos rezar porque la oración proporciona un corazón limpio, y un corazón limpio puede ver a Dios en cada persona. Si vemos a Dios en los demás nos amaremos con naturalidad los unos a los otros, como Dios ama cada uno de nosotros. El amor engendra la paz. Las /iras de amor son obras de paz.

Nuestros cimientos

Si en nuestra vida no hay oración, es como si fuera una casa sin cimientos. El otro día vi un edificio de diez pisos Precioso, completamente terminado, pero tuvieron que derribarlo porque los cimientos eran para un edificio de un solo piso. Ya estaba pintado y con todos los acabados, pero al final se vieron obligados a echarlo abajo. Que nuestra vida de oración constituya los cimientos, el comienzo; después, una vida de entrega completa y confianza amorosa [...] serán los pisos que nos ayudan a ascender y nos acerquen cada día un poco más, y un poco más. Tal como decíamos, lo primero es ese corazón limpio, esa unión real, esa adhesión completa a Cristo. Si no existe, es como construir un edificio de diez pisos sobre los cimientos hechos para uno. ¿Y qué pasa? Que se cae.

Sé un alma de oración

Una Misionera de la Caridad debe ser un alma de oración. Si no aprendemos a rezar durante el noviciado, seremos toda la vida personas incapacitadas. Así que hacedlo, escuchad a Dios hablando en vuestros corazones, guardad silencio con la lengua, los ojos y los pies (no haciendo ruido).

La oración es estar unidos a Dios

Para rezar, necesitamos un corazón puro. La oración es estar unidos a Dios. ¿Por qué fue escogida María? Porque su corazón era limpio, y la oración nos dará siempre un corazón limpio. Sentid a lo largo del día la necesidad de rezar, mientras estéis lavando, estudiando... esa unión con Jesús. Cuanto más recéis, más amaréis rezar.

La oración es ser uno

La oración no puede ser encendida o apagada. La oración es ser uno. La atención total no es posible, pero sí la intención total ¿Hacia quién? Ese acto de amor es una pequeña cosa.

Aprender a través de la oración

No tenemos tiempo para no aprender. ¿Cómo aprendemos? Mediante la oración. Conversamos con Dios, escuchamos y luego hablamos: eso es rezar. Si no hemos escuchado, no tenemos nada de que hablar. Por eso debemos tomarnos la molestia de escuchar y para ello necesitamos el

silencio de la mente, el silencio del corazón, el silencio de los ojos, el silencio de las manos... Aprender a rezar es maravilloso, pues a través de la oración nuestro corazón se limpia, y a menos que tengas el corazón limpio no podrás hablar con Dios. Un corazón limpio verá a Dios,33 y si Le vemos podemos obedecer. San Ignacio, ese gran hombre, dijo: «El sonido de la campana es la voz de Dios.» Podía ver a Dios diciéndole que fuera, y obedeció porque era capaz de ver Su voluntad. ¿Quién obedeció mejor a Dios? ¡Nuestra Señora!, que dijo: «No lo entiendo, pero obedezco.»

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Rezad las oraciones

No basta con decir las oraciones, hay que rezarlas; orad con el corazón y la mente. Prestad atención a quien estéis hablando, prestad gran atención a quién le habléis —sea Jesús, Nuestra Señora, Dios, al ángel de la guarda o los santos— porque os están escuchando. Podéis hablar con cualquier santo; están esperando. «¿Qué va a decir?» Obtendrás la respuesta de inmediato si la oración es verdadera y nace del corazón, pues los milagros ocurren. Y os sorprenderá lo que suceda. «¡Es un milagro!»

Lo importante no es decir las oraciones sino rezar las oraciones. Se reza desde el corazón, la mente, el alma... desde el fondo de nuestros corazones. Al recitar las oraciones, sólo pronunciáis palabras, pero no vienen del

corazón. La oración va de tu corazón al de Jesús. Si le rezas a María, de tu corazón al de María; o al de tu ángel de la guarda. La oración debe ser de corazón a corazón.

El Espíritu Santo

Lee algo muy sencillo acerca de la oración, [...] no una gran explicación teológica sino algo muy simple, quizá cómo rezaban María, san José o cómo lo hace tu ángel de la guarda. Todos tenemos un ángel de la guarda que reza e intercede continuamente por nosotros; pídele que te enseñe. Sobre todo, pídele al Espíritu Santo que rece en ti, que venga a ti para rezar. [...] Aprende a rezar, ama la oración y reza a menudo. Siente la necesidad y el deseo de rezar.

Lleno de oración

Llénate de oración. Es un don hermoso. Reza para que a través de la pobreza los pobres crezcan en santidad; reza con ellos y por ellos, y reza siempre para que tú misma crezcas en la santidad para la que Dios te ha creado. Es necesario que hagamos nuestra esa santidad para que amemos de verdad la oración y así podamos difundir Su amor, Su compasión y Su presencia allá donde vayamos. El silencio es un tiempo para hablar con Jesús. Cuanto más en silencio permanecemos, más cerca estamos de Jesús y más nos asemejamos a Él, más santas nos hacemos. Profundiza en tu relación con Él a través de tu vida de oración. Oremos pues y pidámosle a Nuestra Señora que ruegue para que lleguemos a ser santas. Si sabemos cómo rezar, cómo hablar con Jesús, no hay duda de que llegaremos a ser santas.

¿Adónde vas?

Con frecuencia, con mucha frecuencia, se habla de la oración; se han escrito muchos libros sobre ella. San Ignacio [dice que, al principio] de la oración, [debemos preguntarnos]: «¿Adónde vas? ¿Ante quién te presentas?» A veces vamos muy, muy de prisa. Él era el maestro de la oración; no escribió mucho acerca del tema pero dejó alguna indicación: detente un momento antes de tomar el agua bendita, da las gracias antes de las comidas... Son pequeñas cosas, y aunque algunas hermanas tienen grandes ideas sobre la oración, son estas pequeñas cosas realizadas deliberadamente las que ayudan al silencio del corazón y de la mente. Un gran teólogo que vino a nuestra casa vio el agua bendita y dijo: «Ésta debe de ser una comunidad

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fervorosa, pues hay agua bendita.» Lo mismo ocurre cuando oímos la campana por la mañana, y con la primera palabra que pronunciamos, la primera persona a la que nos dirigimos. Las mujeres hindues se estampan la tikka34 para estar bellas, pero también tiene un profundo significado:

«Centrada en Dios.» La meditación

Meditar es hablar con Jesús. No se trata sólo de pensar, eso es lo que haría un filósofo. Debes hacer que la Palabra de Dios sea la tuya. Es una

conversación profundamente intima con Jesús. Debes oírle a Él y Él debe oírte a ti.

Tu tesoro

Puedes estar rezando y tener la mente y el corazón muy lejos,.. lo cual significa que no estás rezando en absoluto. ,Adónde van tu mente y tu corazón? Donde está tu tesoro, allí está tu corazón.35 En cuanto te levantas por la mañana, ¿es Jesús lo primero hacia lo que se dirigen tu mente y tu corazón? Eso es la oración: volver tu mente y t u corazón a Dios. En tiempos de dificultades, penas, sufrimientos y tentaciones, en cualquier momento, ¿adónde se dirigen antes que nada tu corazón y tu mente?

Ser uno con la Palabra

Eso es lo que un hermano de la Palabra tiene que lograr: hacerse uno con la Palabra de Dios. Y esa Palabra de Dios que recibes en la oración, en la adoración, en la contemplación, en tu soledad con Dios, esa misma Palabra la debes dar a los demás. Algo real: deja que Dios se encarne durante el día, durante tu meditación, durante la Sagrada Comunión, la contemplación, la adoración, durante tu labor silenciosa, y luego entrégala a los demás. Por eso es necesario que la Palabra viva en ti, que entiendas la Palabra, que ames la Palabra, que vivas la Palabra. No podrás darla a menos que la tengas allí, y para ello es necesario un amor continuo y total.

Sin complicaciones

¿Dónde puedo aprender a rezar? Jesús mismo nos enseñó. «Rezad así: Padre nuestro... hágase Tu voluntad... Perdónanos como nosotros

perdonamos.»36 Es tan sencillo y sin embargo tan hermoso... Nos acompaña a lo largo de la jornada, cada día de nuestras vidas. Si rezamos y vivimos el Padre Nuestro, seremos santos. Está todo ahí: Dios, yo misma, mi prójimo. Si perdono, puedo ser santa y puedo rezar... Todo surge de un corazón humilde y, si lo tenemos, sabremos cómo amar a Dios, como amarnos a nosotros mismos y a los demás. Hay en todo ello un amor sencillo por Jesús. No existe ninguna dificultad, y sin embargo nos complicamos tanto la vida... Lo único importante es ser humilde y rezar. Cuanto más reces, mejor rezarás. ¿Cómo hacerlo? Deberías presentarte ante Dios como un niño pequeño. Los niños no tienen dificultades para expresar lo que les pasa por la cabecita con palabras sencillas, pero de gran significado. Dijo Jesús a Nicodemo:

«Conviértete en un niño pequeño.»37 Si rezamos el Evangelio, permitiremos que Cristo crezca en nosotros.

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Cuando no podemos rezar

Y cuando llega el tiempo en que no podemos rezar, es muy sencillo: si Jesús está en mi corazón, que rece Él en mi, que hable a su Padre en el silencio de mi corazón. Si yo no puedo hablar, Él hablará; si no puedo rezar, Él rezará. Por eso deberíamos repetir a menudo: «Jesús en mi corazón, creo en Tu fiel amor por mí», permanecer unidos a Él y también dejarle libre y, cuando no tengamos nada que dar, démosle esa nada a Él. Si no podemos rer.ar, entreguémosle dicha incapacidad a Él. [...] Dejemos que rece al Padre en nosotros. Pidámosle que ore en nosotros, pues nadie conoce al Padre y puede rezar mejor que Él. Y si mi corazón es puro, si Jesús está en él, si es un sagrario del Dios vivo que santificar con la gracia, Jesús y yo somos uno. Él ora en mí, piensa en mí, trabaja conmigo y a través de mí, Él utiliza mi lengua para hablar, mi cerebro para pensar, se sirve de mi mano para tocar Su cuerpo roto.

También disfrutamos a diario del precioso don de la Sagrada Comunión. Ese contacto con Cristo constituye nuestra oración. Ese amor por Cristo, esa alegría en Su presencia, esa entrega a Su amor constituye nuestra oración. Pues la oración no es sino amor, entrega completa, unión completa.

Lo que Jesús nos enseñó

Lo más importante es aprender a rezar. Resulta extraño, pero Jesús no se metió en largas discusiones de lenguaje elevado sino que dijo: «Cuando recéis, rezad así: "Padre Nuestro..."»38 De nuevo esa cercana unión con el Padre.

Estaba tan íntimamente unido a Él que quería ser como Él. Una y otra vez, esa palabra tan sencilla y tan hermosa: padre. «Mi padre», hasta los niños pequeños pueden decirlo. No hacemos más que añadir todo tipo de

dificultades a nuestra oración. Volvamos a lo que Jesús nos enseñó, una oración sencilla e íntima: el Padrenuestro. Evitad todo lo que os aleje de eso, para que en vuestras enseñanzas, en vuestras vidas, podáis escuchar todo lo que Él dice y cumplir con la voluntad del Padre. Para ello, necesitamos un corazón limpio.

El fruto de la oración

El fruto de la oración es profundizar en la fe y el fruto de la fe es el amor; y el fruto del amor es el servicio, en cualquiera de sus formas, incluso en nuestra familia. El amor empieza en el hogar. ¿Y cómo empieza? Rezando juntos, pues la familia que reza unida, permanece unida, y así ama a Dios como ti la ama. Amaos los unos a los otros como Él os ama. ¡Qué pensamiento tan hermoso! Dios me ama, y yo puedo amarte a ti y tú a mí como ti a nosotros. ¡Qué maravilloso regalo de Dios!

Reza para tener fe

Recordemos que Jesús siempre alababa la fe de la gente,39 así que durante el día rezaremos: «Jesús que estás en mi corazón, aumenta y fortalece mi fe, y permíteme experimentarla mediante la obediencia viva y humilde.»

El amor empieza con Dios

El amor, para ser verdadero, debe empezar con Dios en la oración. Si rezamos seremos capaces de servir; por

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ello, prometamos todos hoy que entregaremos nuestras manos para servir a los pobres. Que entregaremos nuestros corazones para amarles, pues ellos también han sido creados para grandes cosas y son gente magnífica, los pobres.

«Qué bien se está aquí»

¿Estás realmente enamorado de ti con ese amor íntimo, ese vínculo personal que tenía con El san Pedro? «Qué bien se está aquí.»40 ¿Es bueno para ti estar con Él?

Tu mano en Su mano

Pon tu mano en la mano de Jesús, recorre con ti todo el camino. Intentamos apoyarnos en otro, somos seres humanos; por eso la gente necesita

sujetarse, por eso se agarra de la mano de Jesús. ¿Conocemos ese amor?

[Jesús] no se lamentaba de los grandes pecadores ni de las personas que hacen cosas malas, sino de gente como tú y yo, cristianos que deberíamos ser conocidos por nuestro amor los unos por los otros.41 Los cristianos, vosotros y yo, el sagrario del Dios vivo; vosotros y yo que quizá Le recibimos a diario en la Sagrada Comunión. Y Él dijo con gran claridad: «Míos, Míos.» Vosotros y yo somos Suyos. ¿Conocemos ese amor? ¿Hemos

experimentado la alegría de amar a Cristo? ¿Hemos experimentado [la alegría de] amar a los demás como Cristo nos ama a vosotros y a mí? Recemos, entonces. Recemos para que cada familia se convierta en otra Nazaret donde lleguen la oración, la alegría, el amor y la paz, pues, si hay todo esto, habrá santidad.

Nada nos separará

La Madre de Jesús nos ama con ternura porque sabe que pertenecemos a su Hijo, que Él nos ha escogido para Sí. Recordemos las palabras de Isaías, 43, cuando dice: «Te he llamado por tu nombre, eres mío. El agua no te cubrirá, el fuego no te abrasará. A cambio de ti, entregaré naciones. Eres precioso para mí. Te amo. »42 Eso es lo que nos dice Dios a cada uno de nosotros. Somos preciosos para Él. Nos ama. Y como nos ha grabado en la palma de Su mano43 nada nos separará del amor de Cristo, porque somos preciosos para Él. Él nos ama.

El amor es entrega

Pues Dios amó tanto al mundo, tanto, que entregó a Su hijo.44 El amor es un camino de un solo sentido: va siempre de uno mismo hacia los demás. Es la entrega última. Cuando dejamos de dar, dejamos de amar, cuando dejamos de amar, dejamos de crecer. Y, a menos que crezcamos, no alcanzaremos jamás la realización personal, no podremos abrirnos para recibir la vida de Dios. Es a través del amor como encontramos a Dios.

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La caridad es amor, es entrega: Dios amó al mundo y entregó a Su Hijo; Jesús amó al mundo, dio Su vida y dijo: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado»,45 así que si realmente lo hacemos debemos ofrecer hasta que duela. Es una entrega, un amor comprensivo con la debilidad, la miseria, la alegría y la felicidad humanas, y que conlleva su aceptación. [...] Resulta muy difícil de explicar, es más fácil vivirlo y compartirlo. [...] Por eso necesi 40

amas un corazón limpio, para poder comprenderlo [...]; debéis ser capaces de amar para ser capaces de actuar. Y con Dios no se trata de cuánto hayas dado, sino de cuán

amor has puesto en ello, y ese amor a Dios en acción se materializa en el servicio a los pobres o a la familia. [...] El servicio a la familia también puede santificaros, si hacéis con amor.

Queríamos compartir la alegría de amar»

[Una joven pareja hindú] vino a nuestra casa y me

entregó un montón de dinero. Yo les pregunté: «¿De dónde habéis sacado tanto dinero?», y me respondieron: «Nos casamos hace dos días, pero decidimos que no íbamos a comprar trajes de boda ni a celebrar banquete, y que le daríamos el dinero a usted.» Les miré. «Pero ¿cómo?

dije—. Eso no se hace en una familia hindú, ¿por qué lo habéis hecho?» Nunca olvidaré su respuesta: «Madre, nos queremos tanto el uno al otro que queríamos compartir la alegría de amar con la gente a la que usted sirve.» A pesar de ser gente rica ella llevaba un sari de algodón, como el mío, y las ropas de él eran corrientes. Lo único que tenían eran los anillos, nada más. Ella podría haberse comprado un sari de mil rupias y tenía uno de cuarenta. Así que podéis imaginaros el sacrificio que hicieron esos jóvenes para

compartir la alegría de amar. Por eso es tan grande nuestra vocación, porque cada vez que cuidamos de un enfermo podemos compartir esa alegría. No se trata de dinero

Ayer vino un hombre rico de Holanda y dijo: «Tengo montones de dinero.» Le sorprendió que le respondiera: «No necesito su dinero», y se quedó

mirándome. Esperaba que me entusiasmara y empezara a enumerarle los lugares donde necesitamos dinero para esto y lo otro. Entonces me dijo: «Pero quiero hacer algo.» Así que, naturalmente, le proporcioné las señas de nuestras hermanas en Tanzania, donde la gente se muere de hambre. [...] Cuando le di la dirección, se podía ver la alegría en su rostro. Al principio era sorpresa, y luego alegría. Necesitamos mostrarle a la gente que lo importante no es su dinero, sino la «entrega».

Ese hombre también me dijo: «Tengo una gran mansión en Holanda. ¿Quiere que la regale?» «No», le respondí. «¿Quiere que viva en esa casa?» Y yo dije: «Sí.» «Tengo un coche grande, ¿quiere que dé el coche en lugar de la casa?» «No —le dije—. Lo que quiero es que regrese a casa y vea a alguna de las muchas personas que viven solas en Holanda. Quiero que de vez en cuando se lleve a algunos y les entretenga. Que monten en su gran coche y disfruten algunas horas de su preciosa casa, y así ésta se convertirá en un centro de amor, lleno de luz, de alegría, de vida.» Me sonrió y declaró que estaría encantado de traer a esas personas a su casa, pero que quería

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renunciar a algo en su vida. De modo que le sugerí lo siguiente: «Cuando vaya a una tienda a comprarse ropa o un traje nuevo, o cuando alguien vaya por usted, en lugar de adquirir lo mejor y gastarse cincuenta y cinco dólares, elija una prenda que valga cincuenta y destine ese dinero de más a comprar algo para otra persona o, mejor aún, para los pobres.» Cuando terminé de hablar parecía realmente sorprendido y exclamó: «¡Oh! ¿Es así como se hace, Madre? Jamás se me había ocurrido.» Cuando finalmente se marchó parecía feliz y lleno de alegría ante la idea de ayudar a nuestras hermanas, y ya estaba planeando mandar cosas en cuanto llegara a Holanda.

Capitulo 2. Jesús

En una ocasión, le pidieron a la Madre Teresa su opinión ,,obre el hecho de que hoy en día muchas personas tenan dificultades para aceptar plenamente la presencia de Cristo. Su respuesta al entrevistador fue sencilla y franca: «Eso es porque no Le conocen.» Evidentemente, ése no era su caso. Jesús fue, sin duda alguna, el centro de su vida, como puede acreditar cualquiera que la conociera bien. El Hijo Encarnado de Dios no era ni un concepto, ni un ser lejano ni una imagen en la pared, sino una realidad viva, ama Persona a quien conocía y con quien mantenía una amistad íntima y profunda. Amaba a Jesús «con toda la capacidad de un corazón de mujer», hasta el punto de desear «amarle como nadie le había amado antes». La intimidad y la totalidad de dicha relación queda bien reflejada en sus propias palabras: «Para mí, Jesús es mi Dios. Jesús es mi Esposo. Jesús es mi Vida. Jesús es mi único Amor. Jesús es mi Todo en Todo. Jesús lo es Todo Para mí.» Ocupaba un lugar prioritario en su vida y «nada ni nadie» podían separarle de Él.

La Madre Teresa se esforzaba por comprender, apreciar e imitar las distintas características de la vida de Jesús en la Tierra. Así, la vida oculta y sencilla que el Hijo de Dios escogió para Sí al hacerse hombre la inspiró a lo largo de toda la vida. Mientras vivía en Nazaret, un lugar recóndito, trabajando como un humilde carpintero y realizando sus tareas cotidianas durante treinta años en obediencia a la voluntad de Su Padre y en sumisión a Sus propias

criaturas, nos reveló la cercanía de Dios y el valor de lo ordinario. Esa vida de humildad y sencillez, de silencio y servicio en obediencia a la voluntad de Dios, fue lo que ella se esforzó por emular.

En Su breve vida pública, Jesús «anduvo haciendo el bien» (Hechos 10, 38). El apostolado de la Madre Teresa como Misionera de la Caridad consistió en seguir el ejemplo de Jesús, sobre todo en Su amor preferencial por los pobres y Su amor misericordioso por los pecadores. Sus obras de amor por los más desafortunados constituyeron su participación en la misión que Cristo le encomendó a Su Iglesia y que se ha llevado a término a través de los distintos carismas' a lo largo de los siglos.

De todos los misterios de la vida de Jesús, sin embargo, el que más profundamente impresionó el alma de la Madre Teresa fue Su Pasión. Se maravillaba ante la profundidad y las dimensiones del amor de Dios demostrado en las horas finales de Jesús en la Tierra, durante Su agonía

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tanto en el huerto como en la crucifixión. La Cruz fue la prueba definitiva de Su amor: «No hay amor más grande que dar la vida por los amigos» (Juan 15, 13). La Madre Teresa reflexionaba a menudo sobre los acontecimientos de la Pasión de Jesús, hablaba de ellos y, lo más importante, basaba su respuesta al sufrimiento —parte inevitable de toda vida humana— en el ejemplo del mismo Jesús.

En su deseo de convertirse en una con su Amado, quien amó hasta el final y sufrió por amor a nosotros, la Madre Teresa aceptó sus muchos sufrimientos en unión con Él para mostrar así un «mayor amor» a Dios y obtener la gracia para las almas.

Mientras profundizaba en su comunión con Jesús mediante la meditación frecuente de los misterios de Su vida, revelados en el Nuevo Testamento, la Eucaristía, en todo su misterio y su realidad sacramental, fue el camino predilecto para encontrarse a diario con Jesús. Ésta resultaba indispensable para su vida de unión con Él. La misa, en la que los misterios de la fe que tuvieron lugar en el pasado se hacen presentes, era para ella el momento más importante del día. Para hacer de su vida un auténtico sacrificio de amor, en la celebración de la Eucaristía se asociaba a sí misma con el sacrificio de Jesús, y se ofrecía con Él para ser «partida» y «entregada» a los más pobres entre los pobres. Allí, en la misa, recibía las gracias necesarias para cumplir lo que Dios deseaba de ella ese día. Cuando se le brindaba la ocasión de «completar en su propia carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo»,2 lo aceptaba como una manera de seguir viviendo la misa.

La adoración eucarística diaria suponía una oportunidad suplementaria de sentarse a los pies del Señor y escucharle. Era un momento para amarle, para dejarse amar por Dios; para hablarle de su amor, de su deseo de calmar Su sed. Estaba allí para consolarle y, a su vez, para que ti la consolara, no con sentimientos sino con la realidad de su fe. Aunque silenciosa, Su

presencia la llenaba de paz, fuerza y celo para irradiar Su amor a los demás, especialmente a los más pobres de los pobres, a cuyo servicio la había llamado Él.

El verbo hecho carne

Él vino para darnos la buena nueva de la ternura y el amor de un Padre para quien somos preciosos, porque nos ha creado a imagen y semejanza de Sí mismo para cosas más grandes: amar y ser amados.

Leemos en las escrituras que Dios amó tanto al mundo que pronunció la Palabra, y la Palabra se hizo carne; y Él viene y habita en y entre nosotros.' ¿Cómo nos ama Jesús?

Jesús vino del cielo, se hizo hombre, empobreció y murió en la Cruz (hoy en día vemos una cruz hermosa, con adornos y todo), pero sobre todo vino a darnos el mensaje de que Dios nos ama. Le pregunté a un gran teólogo de Bombay: «¿Cómo nos ama Jesús? Dios amó a Jesús entregándolo a nosotros y Jesús nos amó entregándonos al mundo. Así es como yo lo entiendo.» El sacerdote respondió: «Es un misterio.» Estamos entrando en este misterio y estamos proclamando este misterio: que Dios ama a esa persona.

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Confianza incondicional

La confianza de Jesús es incondicional. Aceptó convertirse en hombre como nosotros en todo menos en el pecado. No comprendemos lo que significa que «siendo rico, se hizo pobre».4 Que Él es «Dios de Dios, Luz de Luz,

engendrado, no creado, consustancial con el Padre, por quien todo fue

hecho, [...] nacido de la Virgen María». El Creador eligió hacerse criatura, uno con nosotros, ser dependiente de los demás, necesitar comida para comer, ropas para vestirse, bebida para saciar Su sed, descanso, cansarse como nosotros. [...] Uno con nosotros en todo. ¿Por qué? Por amor a nosotros, con confianza incondicional en el Padre. Escogió nacer de una mujer, la Virgen María, tomar forma en carne y sangre humanas. «Vivir en Nazaret.»5 «¿Puede acaso algo bueno salir de Nazaret?»,6 preguntó Natanael. Cristo aceptó pertenecer a ese lugar completamente recóndito que no tenía buena reputación, trabajar como carpintero. «¿No es éste el Hijo de María y

José?»7 Ya sabéis que en Nazaret no aceptaron a Cristo porque Él aceptó tener a María y José por padres. No querían que predicara y su intención era lapidarle por afirmar que era el Hijo de Dios.8 Fue totalmente rechazado. «Vino a los Suyos, y los Suyos no Le recibieron.»9

La elección de Jesús

En el cielo, la Santísima Trinidad debe de haberlo discutido. «¿Cuál es la mejor manera?» Dios amaba tanto al mundo —es decir, a ti y a mí—, que no eligió las riquezas ni la grandeza, sino que se hizo pequeño; no [nació] en un palacio sino de una virgen, y ni siquiera como un niño cualquiera sino en un pesebre. Su madre, María, no esperaba que naciera de este modo, tan extraño. ¿Por qué? Detengámonos y pensemos, ¿por qué? La pobreza debe de ser muy hermosa en el cielo si Jesús se hizo tan pequeño, con la sencillez de los niños, los animales... La pobreza debe de ser muy hermosa en el cielo. Jesús podía tenerlo [todo], pero así lo escogió. Podría haber tenido un

palacio. Preguntaos: «¿A qué se debe la elección de Jesús?» Para facilitar la respuesta debemos conocer de veras [lo que es la pobreza]; para ser

capaces de entender a los pobres debemos saber lo que es la pobreza. ¿Por qué se hizo Jesús tan pobre? Para poder comprender mi pobreza, mi

pequeñez, mi debilidad, mi poquedad. Vino a darnos la paz del corazón

Él nos hizo llegar la buena nueva cuando dijo: «Mi paz os dejo. Mi paz os doy.»10 No vino a traer la paz del mundo, que sólo consiste en que no nos molestemos los unos a los otros, vino a traernos la paz del corazón, que nace de amar, de hacer el bien a los demás. Y Dios amó tanto al mundo que

entregó a Su hijo a la Virgen María, y ¿qué hizo ella? Lo mismo. Un acto de entrega. En cuanto Jesús llegó a la vida de María, ella fue de inmediato a comunicar la buena nueva, y al llegar a casa de su prima Isabel cuentan las Escrituras que el niño que ésta esperaba, el niño que llevaba en su seno, saltó de alegría al ver el seno de María." Jesús trajo la paz a Juan Bautista, quien saltó de alegría en el seno de Isabel. Y si no bastara con que el Hijo de Dios fuese uno más entre nosotros y nos trajera paz y alegría estando aún en el seno de María, Jesús también murió en la Cruz para demostrarnos lo grande que era Su amor.12 Murió por ti y por mí, y por este leproso y por este hombre que se está muriendo de hambre, y por ese otro, desnudo, que yace

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en las calles no sólo de Calcuta sino también de Africa y de cualquier parte del mundo.

La humanidad de Cristo

La Navidad nos muestra lo pequeño que es Dios. Id a la cuna y ved cuán pequeño se hizo Dios. [...] Hermanas, debemos comprender que Dios que lo creó todo, que os creó a vosotras y a mí,13 se hizo muy pequeño. Vivió esta entrega completa en su máxima expresión. Nosotros cantamos preciosos himnos, pero debió de ser una experiencia terrible para María y José, con ese frío. Por eso, hermanas, debemos aprender a ser ese niño, con su entrega total, su confianza y alegría. Contemplad la dicha de la Navidad y del Niño Jesús. No seáis nunca hermanas malhumoradas, no dejéis que nada os quite nunca esa alegría. La Navidad nos muestra lo mucho que el cielo valora la humildad, la entrega, la pobreza, porque el mismo Dios, el que nos creó a vosotras y a mí, se hizo muy pequeño, muy pobre y humilde.

Ni Jesús ni María

La última vez que estuve en Holanda, un hombre protestante se acercó con su mujer y me dijo con brusquedad: «Ustedes los católicos se vuelven locos por Nuestra Señora.» Yo le dije que, sin María, no hay Jesús. En aquel momento no me contestó, pero al cabo de unos días me mandó una gran postal en cuya parte superior había escrito con letras grandes: «¡Sin María, no hay Jesús!» ¡Observad cómo cambió su manera de pensar! Lo mismo deberíamos hacer nosotras. ¿Recordáis el primer milagro de Caná? María se dio cuenta del apuro del anfitrión y, cuando quedaba poco vino, se lo dijo a Jesús. A continuación indicó a los sirvientes: «Haced lo que Él os diga.» 14 Ved qué lista fue, porque es gracias a que conocía bien a Jesús que pudo decírselo.

En la lectura del Evangelio, me llamó mucho la atención que se mencionase a Nuestra Señora en la Anunciación. Dios no habló directamente con ella, envió al ángel para comunicar ese mensaje tan importante. Ella le respondió: «Hágase en mí según tu palabra.» 15 ¿La palabra de quién? Del ángel, que es sólo una criatura. Vemos de nuevo [a Nuestra Señora] en Belén, cerca del pesebre, con un pequeño arrullo.16 Supongo que no se

imaginaba que iba a dar a luz en ese momento, así que no tenía más que lo imprescindible. Contemplad el pesebre lleno de paja, y nada más. La vemos de nuevo buscando a Jesús y, al encontrarle al cabo de tres días, le dijo: «Tu padre y yo te estábamos buscando.» Su respuesta: «¿No sabéis que debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?»17 [Nuestra Señora] avanzó con la multitud hacia el Calvario y se encontró con Jesús en el camino, cara a cara. Debió de ver su cuerpo golpeado, lleno de heridas, la cabeza sangrando por la corona de espinas, el rostro sucio de escupitajos e hinchado por los golpes, las manos llenas de sangre. ¡Qué visión! ¡Qué debió de sentir! Tuvo el valor de mirar a su Hijo y sufrir con Él. No oímos la voz de María, que siguió a Jesús hasta la Cruz; es el amor desinteresado de una madre. Aguantó con Él sus humillaciones hasta la Cruz.'8 Debió de oír a la gente hablar mal de Él, al sumo sacerdote, a los fariseos y los demás maldecir y decir cosas horribles. Su silencio fue grande; sabía quién era su Hijo. No desfalleció, ni tampoco trató de llamar la atención. Se quedó junto a la Cruz. Ni juzgó, ni se quejó ni les insultó. Pero, sorprendentemente, su nombre no

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se menciona en la Resurrección. María Magdalena, Juan, Pedro: todos están ahí menos María.19 Ella no está en la gloria. El verdadero amor de la madre se pone de manifiesto cuando sus hijos sufren. Ahí es donde vemos la maternidad de María. Podíamos darla por sentada.

Manso y humilde de corazón

La vida entera de nuestro Señor —de principio a finconsiste en mansedumbre y bondad.

Creo que cuando Jesús pasaba los niños gritaban: «La dulzura está

pasando.» En tu comunidad, ama como María amó a Jesús y Jesús a María. Cuando se enteró de que Nuestra Señora había concebido a un niño, José podría haberlo hecho público... [pero] observa su mansedumbre.20 No hizo nada extraño. Podría haber sido duro con María, pero no le importó arriesgar su propia vida. [ ,.] Observad a Jesús en su Pasión. Nunca culpó a nadie, nunca gritó.21 «¿Por qué me pegaste?», sólo una pregunta.22 Contemplad la delicada mansedumbre de Jesús, que supo en todo momento lo que iba a hacer Judas.23 Pidamos para nosotros esa mansedumbre. Mantengamos esa mansedumbre, esa bondad, esa solicitud. Jesús quería enseñarnos humildad: Él lavó sus pies24 sin dar explicaciones. «Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón. »25 Jesús enseñaba con sencillez. Debemos ser pacientes y solícitos. Midamos nuestras palabras. Una palabra [puede causar] mucho dolor. Jesús mostró el camino a la mansedumbre en las pequeñas cosas: Belén, Nazaret.

¿Quién es Jesús?

En el Evangelio leemos que la gente preguntaba a Jesús: «¿Quién eres?»26 Hoy en día siguen haciéndose la misma pregunta. Los discípulos de Juan también llegaron a preguntarle a Jesús: «¿Eres tú el Mesías o debemos esperar a otro?»27 La Biblia nos cuenta que Jesús les respondió: «Id y decidle a Juan: los ciegos ven, los cojos andan, los mudos hablan, los leprosos quedan limpios, los muertos resucitan y el Evangelio se predica a los pobres.» Nuestro trabajo es el mismo. ¡Qué maravillosa es nuestra

vocación! A través de nuestra labor también hacemos presente a Jesús en el mundo de hoy en día. Proclamamos que Jesús es el Cristo, el Mesías, y que está entre nosotros. La gente seguía preguntando: «¿Quién eres?», pero Jesús no les respondía directamente. Él deja que las buenas obras

proclamen la buena nueva y que de este modo la gente encuentre a Dios. ¡Que vea Su amor! Debía de irradiar alegría.

Cristo quería compartir Su alegría con los apóstoles «para que Mi alegría esté en vosotros y vuestra dicha sea completa».28 Queda muy claro. Alguien estaba diciendo: «Me pregunto si Jesús sonreía alguna vez.» Yo no he visto ninguna imagen. ¿Y vosotros? ¿Con una gran sonrisa? No obstante, debía de irradiar alegría. La alegría se refleja en tus ojos, en tu actitud, en tu manera de andar, de escuchar. Todo va unido.

Cristo nos enseña que, cuando muramos, seremos juzgados por este punto en concreto, y dice: «Tuve hambre y me disteis de comer, estuve desnudo y me vestisteis, no tenía casa, y me recibisteis.»29 El hambre no es sólo de pan, es hambre de amor, de ser amado, de ser querido. Esa terrible soledad de los ancianos y la gente aislada conlleva un hambre terrible. La desnudez no significa sólo ausencia de ropa, sino que es también falta de dignidad, ese

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hermoso don de Dios, la pérdida de la pureza de corazón, de la mente, del cuerpo. Carecer de hogar no es sólo carecer de una casa hecha de ladrillos; estar sin techo significa también ser rechazado, ser «expulsado» de la

sociedad, no querido, no amado, no cuidado. Ahí, entre todas esas personas, es donde tú y yo podemos poner en acción nuestro amor por Dios. Estoy segura de que hay mucha gente en los hospitales que no tiene quien la vaya a ver. Tal vez una pequeña visita, una pequeña sonrisa, un pequeño apretón de manos puede llevar algo de alegría a la vida de esa gente solitaria que no tiene a nadie.

Enséñanos a amar a Jesús

pidámosle a Nuestra Señora que nos enseñe a amar a Jesús como ella Le amó. Nadie puede amar más a Jesús que María, por lo tanto ella será la más indicada para enseñarnos. Pensad en santa Margarita María; cuando Jesús le pidió que Le amara como Él la amó, ella dijo: «¿Cómo? Si me das Tu corazón y tomas mi corazón, entonces Te podré amar como Tú me amas a mí.» Jesús sigue sediento.30 Escribidlo: «Dile a la Madre Teresa: "Tengo sed."» Pregúntate a ti mismo por qué Jesús está sediento. ¿Es porque yo no soy lo que debería ser?

Nuestra Señora y la Sagrada Familia La Anunciación

Según la tradición, la Santísima Trinidad discutió sobre cómo el pecado había penetrado en el hombre y decidió que éste debía ser salvado. Y la Segunda Persona de la Santísima Trinidad dijo: «Padre, usadme. Yo iré. Me convertiré en uno de ellos.» María era de una pureza tan impoluta que atrajo la

presencia de Dios, hasta el punto de que se hizo hombre antes de tiempo. Cuánta gratitud le debemos a María, que nos dio su carne. Él no podía nacer en cualquier persona; el Espíritu Santo no podía bajar a un cuerpo pecador. No hubo ningún otro ser humano implicado; ni siquiera san José, por quien siento un gran amor debido a su profunda caridad.

La primera comunión de María

Lo que María recibió lo recibimos también nosotros en la Sagrada Comunión. El obispo Fulton Sheen solía decir: «La Anunciación fue el día de la Primera Comunión

de María», ¡y nosotros recibimos a Jesús cada día! Qué cosa tan hermosa. Eso es amor

Cuando [san José] vio que Nuestra Señora estaba embarazada, que iba a tener un bebé, de entrada se sintió herido. Pero la amaba. En el fondo de su corazón la amaba y sabía que «si voy a contárselo al sacerdote, de inmediato la lapidarán». No sabía que Nuestra Señora había concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, pero no tenía dudas de que si lo contaba la

lapidarían.31 Y si permanecía en silencio, le lapidarían a él. Así pues, ¿cuál fue su decisión? «No diré nada. La dejaré y me marcharé, y así la gente me culpará a mí.»32 Eso es amor.

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La primera Misionera de la Caridad

Ella «es la más bella, puesto que, entre todas las criaturas, es la que refleja con más perfección la semejanza con Dios». Es una criatura, sí, pero es muy semejante al Creador. De todos los seres humanos, María es la que más se parece a Dios. Es la reina del cielo y de la tierra, la mediadora de todas las gracias. Todas las que has recibido, recibes o recibirás vienen únicamente a través de María. Creo que nadie se ha dado cuenta de la parte más

maravillosa de la misión de nuestra congregación.

La congregación está dedicada al Inmaculado Corazón de María, Causa de nuestra Alegría y Reina del mundo. Una vez más nos encontramos con la palabra «mundo». ¿Qué estamos haciendo en el mundo? A través de nuestra vida y nuestras obras de amor, hacemos que la Iglesia esté presente en el mundo actual. La congregación fue fundada para difundir el reino del Inmaculado Corazón entre los más pobres de los pobres. María fue la primera

persona de toda la creación que recibió a Jesús físicamente en su cuerpo y es la que llevó a Jesús hasta Juan. Se dio mucha prisa.33 Fue la primera que le crió, que le vistió, que le alimentó, que le protegió, que cuidó de Él, que le enseñó.34 Por eso fue la primera MC35 —portadora del amor de Dios— y nosotras hacemos lo que hizo ella: recibir a Jesús y entregarlo sin tardanza. Pensad en la pureza y el atractivo de Nuestra Señora para hacer que Jesús abandonara el cielo y descendiera para estar en ella, con ella, para recibir su carne y su sangre, su amor y su afecto, sus cuidados y su devoción. San Bernardo dijo que la pureza de Nuestra Señora era tan grande y tan atractiva que Dios decidió hacerse hombre antes de tiempo. Cristo podría haber

nacido en generaciones más tarde, pero no pudo esperar debido a la hermosura de María. Hasta Dios Todopoderoso se enamoró de ella. Ella puede llevarte a Jesús

No puedes ser todo por Jesús si tu amor por Nuestra Señora no es una realidad viva. Acércate tanto a ella como para que pueda llevarte a Jesús. Evita las distracciones, permanece a solas con Él y pídele a Nuestra Señora: «Hazme uno con Jesús.» Sé santo como Jesús y María. Piénsalo, rézalo. San José

Ya sabemos qué ocurrió; por la noche vino el ángel y le dijo a José: «No, no te vayas. El niño de María es del Espíritu y tú cuidarás de los dos.» San José había decidido: «Deja que me maten.» No sabía ni cómo ni de quién había concebido María, pero lo cierto era que esperaba un bebé, y cuando el ángel le dijo que era del «Espíritu», lo aceptó.36 ¿Qué hubiéramos hecho

nosotros?

Era un hombre justo, es decir, un hombre santo. Le dio a Dios lo que pertenecía a Dios y a las criaturas lo que pertenecía a las criaturas.37 Ser «justo» significa darle a cada persona lo suyo y demostrarle amor, porque todas pertenecen a Dios. Dios nos ama, y ama a los demás también. Creemos que somos sagrarios del Dios vivo; las otras hermanas, la gente también... San José [tenía] dos talentos —fidelidad y amor— para servir a Jesús. Era un carpintero corriente y se convirtió en padre custodio de Jesús y en esposo de la Madre de Dios. Con sinceridad, todos deberíamos decir: «He

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usado lo que me ha tocado. Debo ser justo con los demás...» La gente que quiere alcanzar la santidad debe rezarle a san José.

La más hermosa presencia

Leemos en las Escrituras que Dios amó tanto al mundo que entregó a Su hijo Jesús,38 y dio Jesús a una virgen, María, la Madre más pura, y cuando Él llegó a la vida de María, ésta fue de inmediato a compartir la alegría de la presencia de Cristo con su prima Isabel.39 Y ahí empieza la maravillosa historia del niño no nacido, que reconoció la presencia de Cristo en el mundo. Leemos en las Escrituras que el niño saltó de gozo cuando María llegó con Jesús en su seno. Ésta es la más hermosa prueba de la presencia del amor de Dios por el mundo: el niño.

María al pie de la Cruz

Al pie de la Cruz, Jesús le entregó María a Juan: «Ésta es tu Madre, éste es tu hijo.»40 Desde ese momento, Juan tomó a María bajo su cuidado. ¿Tengo yo a María bajo mi cuidado? ¿Qué lugar ocupa en mi vida? ¿Es mi Madre? ¿Se lo confío todo? Cuida a María, ella te mostrará el camino hacia Jesús.

Cuando reces el Vía Crucis, en la décima estación pídele a Jesús que te libre de cuanto no sea Él en ti, de cualquier orgullo, si realmente quieres ser santa. La santidad es «Él en ti» después de despojarte de ti misma. Recitad también esa oración tan útil que rezaba san Francisco [de Sales]: «Jesús manso y humilde de corazón, toma mi corazón y hazlo como el Tuyo». El Vía Crucis no es más que un continuo acto de humildad. Fijaos en la sexta estación: es posible que la prenda que Verónica le dio a Cristo fuera algo común —un pañuelo, una toalla o algo por el estilo—, así que hay que reconcer su

valentía. Pensad: ¿habéis ayudado a alguna hermana en vuestra comunidad o a algún pobre de vuestra ciudad? Vosotras y yo, pidamos la gracia de obtener el valor para ser Verónica en nuestra comunidad. Puedo vivir esas estaciones si las conecto con mi vida. El Vía Crucis es una oración

maravillosa si la hacéis vuestra, en vuestro trabajo. Busqué quien Me consolara

En la Biblia está escrito: «Busqué quien Me consolara y no encontré a

nadie.»41 Jesús pasó cuarenta días a solas con Su Padre, y rezó.42 Durante estos cuarenta días, esforzaos por ser esa persona [a quien Él buscó].

«Busqué a alguien.» ¿Estáis ahí? ¿Podéis decir: «Sí, estoy aquí»?

¿Pertenezco realmente a Jesús como Él pertenece al Padre? Y fue voluntad del Padre la terrible soledad en el huerto,43 en la Cruz.44 Estuvo

completamente solo. Si somos verdaderos seguidores de Jesús, también debemos experimentar su soledad. Sudó sangre;45 fue tan difícil para Él pasar por la humillación de Su Pasión46 que de ahí viene su frase: «Busqué quien Me consolara y no encontré a nadie».47 Acudió a los apóstoles, y estaban profundamente dormidos.48 Muchas veces Jesús acude a nosotros en el sufrimiento; la Cuaresma es sólo eso, compartir la Pasión de Cristo. No podemos hacer a Jesús lo que le hicieron los apóstoles después de que les invitara a compartir Su Pasión. Ese amor, esa compasión que hubiéramos querido darle, estamos llamados a dárselos aquí y ahora, pues el amor empieza en el hogar.

(25)

Cuando Judas fue a traicionarle, [Jesús dijo]: «Amigo, ¿Me traicionas con un beso?»49 No le soltó: «Tú, traidor», y lo mismo ocurrió cuando les lavó los pies,50 pese a que había agonía en Su corazón [...]: nunca fue duro. Mientras permanecía colgado en la Cruz, mirando a Su Madre, mirando a san Juan, pensó en nosotros.51 ¿Quién cuidará de Mi Madre? ¿Quién cuidará de Juan? Cuando alguien os corrige, os regaña, en lugar de llenaros de

amargura recordad a Jesús, acordaos de cómo pensó en los demás incluso durante Su agonía y Su dolor. Nunca dejéis que el resentimiento permanezca en vuestros corazones. Pienso muy a menudo en Jesús, que desde el

principio sabía que Judas iba a traicionarle. Lo supo durante tres años, e incluso al final, cuando fue a destruirle, Jesús no le tachó de traidor, no le rechazó, sino que le llamó «amigo».52 Maravilloso, maravilloso ejemplo del tierno amor de Jesús.

Perdonar a Pedro

Todos los apóstoles dijeron: «Nos quedaremos junto a Ti, jamás Te abandonaremos»;53 sin embargo, cuando llegó el

momento, salieron corriendo.54 Cuando la mujer le dijo a Pedro, quien dos días antes había proclamado a Jesús como el verdadero Hijo de Dios: «Tú también eres un seguidor», por miedo a esa mujer Pedro respondió: «¿Qué dices? ¡Yo no Le conozco!» Palabras muy contundentes. Jesús le había dicho: «Antes de que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces.» Lee con detenimiento la Pasión. Cuando [Pedro] miró y vio a Jesús, ¿qué ocurrió? Salió y lloró, lloró amargamente porque él, Pedro, había negado a Jesús con las palabras más contundentes: «No tengo nada que ver con Él.» ¿Qué hizo Jesús? Sus ojos se encontraron con los ojos de Pedro.55 Qué realidad tan viva, qué herida tan tremenda le causó Pedro a Jesús, sin embargo, qué tierno amor había en los ojos de Jesús; y Pedro vio ese perdón y salió llorando amargamente. Leí en un libro que lloró tanto que se le marcaron surcos en la cara. Tras la Resurrección, Jesús le preguntó: «¿Tú me amas?»,56 y Pedro lloró. Esto es caridad. Cuando alguien te hiera, mírale con bondad y hazte el propósito de no acumular amargura en tu corazón. Jesús podría haber dicho: «Pedro, ¿qué estás diciendo?» o haberle mirado con ojos llenos de ira. Recibimos el perdón de Jesús para que podamos también nosotros dar ese perdón. Mantened limpios vuestros corazones. Si habéis hecho algo, id a confesaros.

Bastaba con la Cruz

Cuando miramos la Cruz y el sagrario nos preguntamos por qué, tras semejante prueba de Su amor y Su misericordia como para morir por nosotros, nos dejó Jesús la Eucaristía. Hubiera bastado con la Cruz, pero quiso darnos la oportunidad de compartir Su crucifixión, de perpetuarla en nuestras vidas. Durante la Última Cena sabía de las espinas, de los escupitajos, sabía de todo y, sin

embargo, asoció ese sufrimiento y la crucifixión con el sagrario, Su cuerpo con la Eucaristía, de tal modo que decimos que éste es partido de nuevo en pedazos. Un sacrificio que se repite diariamente.57

Referencias

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