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Bienvenidos a la Semana 6

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Academic year: 2021

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Bienvenidos a la Semana 6

La evangelización en perspectiva profética y

liberadora ante el reto de la interculturalidad

1. Orientaciones generales para la reflexión de la Semana 6

Una opción latinoamericana

La relación entre teología y liberación fue planteada por vez primera en el encuentro de

teólogos realizado en la Facultad Franciscana de Petrópolis, en Brasil, en 1964, donde se hizo un intento por analizar la realidad de la Iglesia latinoamericana a partir de los vientos de cambio que comenzaban a sentirse en esos años de realización del Concilio Vaticano II. A esto le siguió una conferencia que dio Gutiérrez en el II Encuentro de Sacerdotes y

Laicos organizado por el movimiento sacerdotal ONIS de Perú, en Chimbote, del 21 al 25

de julio de 1968. La conferencia llevaba como título: «Rumbo a una teología de la liberación».

Sin embargo, la consolidación del lenguaje liberador y la asunción del sujeto popular en la Iglesia acontecieron, propiamente, en la II Conferencia General del Episcopado

Latinoamericano reunido en Medellín (1968), lo que fue recibido posteriormente en Argentina por los teólogos de la Coepal y el Movimiento de los Sacerdotes para el Tercer Mundo, que había nacido como respuesta al Manifiesto de los Obispos del Tercer

Mundo (del 15 de agosto de 1967).

Medellín representó la recepción situada de la Gaudium et Spes en América Latina. El

documento presenta una visión crítica de las estructuras globales que afectan el desarrollo humano, especialmente de los pobres, y que atentan contra de la integridad de los pueblos y sus culturas. En este sentido, la crítica deMedellín es hacia una «estructura de pecado» existente que no permite crear condiciones de vida digna para todos, sino para unos pocos. Denuncia que:

«el sistema liberal capitalista y la tentación del sistema marxista parecieran agotar en nuestro continente las posibilidades de transformar las estructuras económicas. Ambos sistemas atentan contra la dignidad de la persona humana; pues uno, tiene como

presupuesto la primacía del capital, su poder y su discriminatoria utilización en función del lucro; el otro, aunque ideológicamente sostenga un humanismo, mira más bien al hombre colectivo, y en la práctica se traduce en una concentración totalitaria del poder del Estado. Debemos denunciar que Latinoamérica se ve encerrada entre estas dos opciones y

permanece dependiendo de uno u otro de los centros de poder que canalizan su economía» (Medellin 1,10).

Como respuesta a la realidad:

«la evangelización debe orientarse hacia la formación de una fe personal, adulta,

interiormente formada, operante y constantemente confrontada con los desafíos de la vida actual en esta fase de transición. Esta evangelización debe estar en relación con los “signos

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de los tiempos”. No puede ser atemporal ni ahistórica. En efecto, los “signos de los

tiempos”, que en nuestro continente se expresan sobre todo en el orden social, constituyen un “lugar teológico” e interpelaciones de Dios» (Medellin, Introducción 7,13).

Será, pues, mérito de Medellín, el «que se presente cada vez más nítido en Latinoamérica el rostro de una Iglesia auténticamente pobre, misionera y pascual, desligada de todo poder temporal y audazmente comprometida en la liberación de todo hombre y de todos los hombres» (Medellin 5,15).

De los sínodos de los Obispos a la Evangelii Nuntiandi

El tema de la liberación será asumido de nuevo por la III Asamblea General del Sínodo de Obisposcelebrado en 1974 bajo el lema «La evangelización del mundo contemporáneo». Pero ya había sido tocado el II Sínodo de 1971. Sin embargo, en el III Sínodo, los obispos de todo el mundo trataron la liberación como función propia de la obra evangelizadora de la Iglesia en cada cultura. En la exposición de Mons. Eduardo Pironio durante el Sínodo se expone la necesidad de una nueva evangelización con base en tres pilares: a) el anuncio de la praxis de Jesús, b) la proclamación de la fuerza transformadora del Reino, y c) el llamado a la conversión eclesial. Se trata de una acción de diaconía de todo el pueblo de Dios cuyo fruto es la salvación entendida como liberación ante la nueva etapa que se abría en la Iglesia latinoamericana (GALLI C., «En la Iglesia sopla un viento del sur» en Teología 108 (2012) 114).

Para Mons. Pironio, toda acción evangelizadora será significativa si responde a los signos de los tiempos porque «la evangelización dice relación directa a la promoción humana y la liberación plena de los pueblos, sin que ello signifique la identificación entre el Reino de Dios y el desarrollo humano» (PIRONIO E. F., «La evangelización del mundo de hoy en América Latina». Exposición presentada en el Sínodo Episcopal de 1974).

Las conclusiones del Sínodo fueron incorporadas por Pablo VI en la formulación de la Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi en 1975. En este documento, el Papa sostendrá que «la evangelización lleva consigo un mensaje explícito, adaptado a las diversas

situaciones y constantemente actualizado, sobre los derechos y deberes de toda persona humana, sobre la familia, sobre la vida comunitaria de la sociedad, sobre la vida

internacional, la paz, la justicia, el desarrollo; un mensaje, especialmente vigoroso en nuestros días, sobre la liberación» (PABLO VI, Evangelii Nuntiandi 29). Se trata de una liberación sostenida en tres órdenes: antropológico (que parte de ver los problemas sociales y económicos concretos de cada sujeto humano), teológico (en tanto no hay redención sin justicia) y evangélico (pues el amor al prójimo implica su crecimiento en humanidad) (PABLO VI, Evangelii Nuntiandi 31).

La senda de Puebla y el aporte de Bergoglio

Unos años más tarde, la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano reunida

en Puebla (1979) retomará esta novedad nacida de la teología latinoamericana y que había sido asumida por Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi. El Documento conclusivo

de Puebla sostendrá que «la finalidad de la doctrina de la Iglesia es siempre la promoción

de la liberación integral de la persona humana, en su dimensión terrena y trascendente, contribuyendo así a la construcción del Reino» (Puebla 475). Y especifica que: «es una liberación que se va realizando en la historia, la de nuestros pueblos y la nuestra personal y que abarca las diferentes dimensiones de la existencia: lo social, lo político, lo económico, lo cultural y el conjunto de sus relaciones. En todo esto ha de circular la riqueza

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transformadora del Evangelio» (Puebla 483). En fin, en el Documento conclusivo de

Puebla resuena el pensamiento de Gera, para quien la historia acontece mediante procesos

donde lo religioso y lo secular quedan unidos bajo la dinámica de la liberación como signo auténtico de Dios en medio de su pueblo (GERA L., «Teología de los procesos históricos» en Teología87 (2005) 265-267).

En este ambiente de debates y propuestas, posterior a la celebración de Puebla, es

importante destacar que el entonces padre Bergoglio organizó un congreso en el año 1985, siendo rector del Colegio Máximo, bajo el lema: Primer Congreso de evangelización de la cultura e inculturación del Evangelio. En suLectio, Bergoglio citó al padre Pedro Arrupe SJ, precursor en el uso del neologismo inculturación. Según Arrupe, «la inculturación es la encarnación de la vida y mensaje cristianos en un área cultural concreta, de tal manera que esa experiencia no solo llegue a expresarse con los elementos propios de la cultura en cuestión (lo que no sería más que una superficial adaptación), sino que se convierta en el principio inspirador, normativo y unificador que transforme y recree esa cultura, originando así una nueva creación» (ARRUPE P., Carta y Documento sobre la inculturación (14-5-78) en «Acta Romana Societatis Iesu» XVII (1978) 230).

Bergoglio hace suyo el llamado que hiciera Arrupe en su Carta sobre la inculturación escrita en 1978, así como el documento de trabajo dirigido a todos los miembros de la Compañía de Jesús. En dicha misiva se expone que «si la inculturación es un hecho vivencial, es claro que supone también la identificación con los sufrimientos de un pueblo y con sus ansias de liberación y crecimiento en los auténticos valores. Así, la inculturación exige que todos trabajemos, directa o indirectamente por los pobres y desde los pobres, en el sentido de que hay que evangelizar desde la perspectiva de los pobres de Yahwé, de la pobreza de espíritu que nos prepara para acoger a Cristo. Inculturación y promoción de la justicia se suponen mutuamente» (ARRUPE P., Carta y Documento sobre la inculturación (14-5-78) en «Acta Romana Societatis Iesu» XVII (1978) 247).

La novedad de Aparecida

En pleno apogeo de los procesos de mundialización se llegó a la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y el Caribe reunida en el Santuario de Aparecida, en Brasil, en el año 2007. Bergoglio jugará un rol decisivo como presidente de la comisión redactora del documento final. En esta cita se insiste en «llegar a los habitantes de los centros urbanos y sus periferias, creyentes o no creyentes» (Aparecida 518). El peso no se pone en la acción de ir a lugares de misión donde no se ha realizado el primer anuncio, como tampoco en la renovación de las estructuras parroquiales y sacramentales en aquellos lugares donde la fe y la participación en la liturgia se han perdido. El acento estará en el hecho de poner primero la mirada en todos los sujetos humanos que se encuentren en las periferias, es decir, las víctimas de la exclusión a consecuencia del actual proceso

globalizador, independientemente de su profesión religiosa o adhesión política. Son ellos en tanto seres humanos y las realidades que padecen, lo que la Iglesia debe asumir como el nuevo lugar social preferencial (Aparecida 65).

En la época actual no basta con pensar nuevos métodos pastorales o actualizar el lenguaje doctrinal, como tampoco reducirse a acciones sociales asistencialistas. «Ya no estamos simplemente ante el fenómeno de la explotación y la opresión, sino de algo nuevo: la exclusión social. Con ella queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está afuera. Los excluidos no son solamente explotados, sino sobrantes y desechables» (Aparecida 65). Este texto será incorporado en el número 53 de la Evangelii Gaudium. Se plantea como

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nuevo reto pastoral el rescate del sentido de pertenencia a la sociedad, a la propia cultura, ya que las consecuencias de este fenómeno afectan a la misma realización de la vocación e identidad de las personas y los pueblos.

La realidad global pone, entonces, un nuevo reto a la comunidad eclesial: repensar su lugar sociocultural desde las periferias (Aparecida 550) porque desde ahí es que la Iglesia podrá ser nuevamente signo de credibilidad, desde donde están los excluidos de todo orden, incluso los de orden eclesial. Para lograr esto y en continuidad con el magisterio y la teología latinoamericana, la Conferencia sostendrá que los procesos evangelizadores deben incorporar tres elementos que les son esenciales: a) la opción preferencial por los pobres, b) la promoción humana integral, y c) la auténtica liberación cristiana (Aparecida 146). En este sentido, el ímpetu de una nueva evangelización no puede estar en la recuperación de espacios perdidos, sino en generar procesos socioculturales de transformación, porque «todo proceso evangelizador implica la promoción humana y la auténtica liberación sin la cual no es posible un orden justo en la sociedad» (Aparecida 399).

La visión de Francisco conduce a un cambio en el modo como interactuamos y nos posicionamos socioculturalmente. No basta el reconocimiento multicultural y pluricultural sin la puesta en práctica misionera de una interculturalidad evangélica. Cuando hablamos de multiculturalidad y pluriculturalidad se pone el acento en cada cultura como diferente de las otras, destacando el respeto, la tolerancia, poniendo la mirada y el interés sobre el propio grupo, sobre su identidad. Mientras la interculturalidad pone de relieve las relaciones entre los diversos grupos existentes y la necesidad de lograr vínculos permanentes y puntos de encuentro entre ellos, la interculturalidad se basa en la praxis del encuentro, de la cooperación y la interdependencia, por lo que necesita de un estilo pastoral que parta de relaciones horizontales, de tú a tú, que conduzcan a un crecimiento mutuo, a una

reciprocidad de dones. En esta época, en la que gran parte de la humanidad vive del inmediatismo pragmático y localista, anulando la capacidad connatural de vivir desde relaciones, se hace, entonces, necesario más que nunca, si no urgente, recuperar un enfoque pastoral intercultural (Congreso Misionero Latinoamericano CAM 4 – Comla 9, Instrumento de participación, 77-78; 83-84), como lo fue en los primeros tiempos del cristianismo.

Este proceso de cotidianidad compartida lo describe con gran esplendor la Evangelii

Gaudium: «la comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de

los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así “olor a oveja” y estas escuchan su voz» (Evangelii Gaudium 24).

2. Preguntas para tu reflexión

Después de haber visto los videos y leído las lecturas recomendadas, lo invitamos a tomarse un tiempo para reflexionar las siguientes preguntas:

1. ¿Cómo propone Medellín la relación que debe existir entre la evangelización y la liberación? ¿qué caracteriza a la acción liberadora de la Iglesia?

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2. ¿Cuál es el aporte del Papa Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi? ¿en qué sentido asume lineamientos que estaban presentes en el magisterio latinoamericano? 3. ¿Qué aporta Aparecida al magisterio de Francisco? ¿qué temas encuentras

Referencias

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