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El ensueño conservador : ¿existe utopía en el pensamiento político de G. K. Chesterton?

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Academic year: 2020

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FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES

EL ENSUEÑO CONSERVADOR:

¿Existe utopía en el pensamiento político

de G. K. Chesterton?

Tesis doctoral presentada por: Mario Ramos Vera

Director: Ángel Rivero Rodríguez

Co-directora: Alicia Villar Ezcurra

Madrid

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TESIS DOCTORAL

EL ENSUEÑO CONSERVADOR:

¿Existe utopía en el pensamiento político de G. K.

Chesterton?

Mario Ramos Vera

Director: Ángel Rivero Rodríguez

Co-directora: Alicia Villar Ezcurra

Universidad Pontificia de Comillas ICAI-ICADE Madrid

Facultad de Ciencias Humanas y Sociales

Departamento de Filosofía, Humanidades y Comunicación

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ÍNDICE DE CONTENIDOS

AGRADECIMIENTOS Y DEDICATORIA... 7

RESUMEN Y PALABRAS CLAVE ... 11

INTRODUCCIÓN: OBJETIVOS Y SENDAS DE LA INVESTIGACIÓN ... 13

1.- Punto de partida: planteamiento de la pregunta de investigación ... 13

2.- Status quaestionis: breve esbozo ... 19

3.- Estructura de la investigación ... 21

CAPÍTULO I. ... 25

CLAVES DE LA NECESARIA INTERDISCIPLINARIEDAD: UNA FUNDAMENTACIÓN METODOLÓGICA ... 25

A modo de introducción ... 25

1.- Tipo de investigación e implicaciones epistémico-metodológicas ... 27

1.1.- Discusión metodológica sobre nuestro mapa del conocimiento ... 27

1.2.- ¿Qué tipo de investigación pretendemos realizar? ... 30

2.- Justificación de la interdisciplinariedad temática de la investigación, con una atención especial a la filosofía política y la teoría política ... 32

2.1.- Disposición interdisciplinaria de la investigación ... 33

2.2.- ¿Son intercambiables las disciplinas de la filosofía política y la teoría política? 34 3.- Enfoque metodológico desde las distintas denominaciones de la historia de lo político: tradiciones del pensamiento político, de las ideas políticas, de los conceptos… 39 3.1.- El problema del objeto en nuestra investigación sobre lo político ... 40

3.2.- Variantes historiográficas en el estudio de lo político... 45

3.3.- La historia conceptual y la historia del tiempo presente ... 49

3.4.- Nuestra propuesta: un enfoque intermedio ... 54

4.- Últimas aclaraciones formales ... 55

CAPÍTULO II. ... 57

MAPA DE LA UTOPÍA: EL PENSAMIENTO SOBRE EL NO-LUGAR ... 57

Introducción: el camino hacia el Empíreo ... 57

1.- Definiciones y vocabulario de la utopía... 59

1.1.- Definiciones de la utopía ... 61

1.2.- Vocabulario utópico ... 67

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3.- Estado de los estudios e intérpretes utópicos contemporáneos ... 90

4.- La variedad de retratos de una humanidad feliz: taxonomías y características del discurso utópico ... 103

4.1.- Clasificaciones de la utopía ... 103

4.2.- Características de las propuestas utópicas ... 106

5.- Contenido político de la utopía ... 109

5.1.- Utopía y teoría política ... 110

5.2.- Relación entre la ideología y la utopía ... 113

6.- Contenido práctico e intencionalidad de los proyectos utópicos ... 119

7.- Quaestiones et responsa ... 127

7.1.- “Sicut in Caelo et in Terra”: cristianismo y utopía ... 127

7.2.- ¿Existe un impulso o tendencia utópica en el ser humano? ... 134

7.3.- ¿La utopía es patrimonio exclusivo de Occidente? ... 139

CAPÍTULO III. ... 145

EL VALOR DE LO PERMANENTE Y LA FILOSOFÍA DE LA IMPERFECCIÓN: EL PENSAMIENTO POLÍTICO CONSERVADOR ... 145

Introducción: el nostálgico y literario anhelo del ideal conservador ... 145

1.- Definición y presentación de la teoría política del conservadurismo ... 147

1.1.- Definición ... 147

1.2.- Orígenes del término “conservador” ... 150

1.3.- La relación del pensamiento conservador con la Revolución Francesa y la Ilustración ... 152

2.- Dimensiones, vocabulario y características del pensamiento político conservador . 153 2.1.- Dimensiones del conservadurismo: naturaleza humana, visión de la sociedad, economía y cambio social ... 154

2.2.- El vocabulario del conservadurismo ... 158

2.3.- El pensamiento conservador: rasgos compartidos ... 160

3.- Fuentes, tipologías de los linajes intelectuales y geografías de la mentalidad conservadora ... 171

3.1.- Tipologías y escuelas de los distintos linajes intelectuales conservadores... 172

3.2.- Concreciones geográficas del pensamiento conservador ... 181

3.3.- El conservadurismo y su relación con otras ideologías... 204

4.- Relación entre conservadurismo e ideología: ¿el pensamiento conservadurismo es paradójicamente anti-ideológico? ... 210

5.- Concepción espacial del conservadurismo: eje izquierda-derecha ... 214

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LA PARADÓJICA Y (APARENTEMENTE) ANTITÉTICA RELACIÓN ENTRE

CONSERVADURISMO Y PENSAMIENTO UTÓPICO ... 219

Introducción: In media res ... 219

1.- Adversus utopía: la impugnación conservadora de los bocetos de la perfección ... 220

2.- Pro utopía: El anhelo conservador del ideal merecedor de custodia y preservación228 CAPÍTULO V. ... 237

ESTUDIO DE CASO: LA UTOPÍA EN EL PENSAMIENTO POLÍTICO CONSERVADOR DE GILBERT KEITH CHESTERTON ... 237

Introducción ... 237

1.- Biografía y producción literaria de Gilbert Keith Chesterton... 239

2.- Obras seleccionadas, explicación y síntesis ... 249

2.1.- The Napoleon of Notting Hill ... 250

2.2.- Heretics ... 252

2.3.- Orthodoxy ... 253

2.4.- The Man Who Was Thursday. A Nightmare ... 255

2.5.- The Ball and the Cross ... 258

2.6.- The Ballad of the White Horse ... 260

2.7.- The Flying Inn ... 260

2.8.- The Utopia of Usurers ... 262

2.9.- The Return of Don Quixote ... 262

2.10.- The Everlasting Man ... 264

2.11.- Artículos ... 265

3.- Rasgos conservadores de G. K. Chesterton ... 266

3.1.- La dimensión antropológica en la obra de Chesterton ... 268

3.2.- El vocabulario y las características conservadoras en el pensamiento político chestertoniano ... 273

3.3.- Conclusiones ... 305

4.- El pensamiento utópico en Chesterton: líneas argumentales a favor del no-lugar conservador ... 306

4.1.- Impugnación de las distopías progresistas y de la utopía como borrador de una sociedad ideal ... 309

4.2.- Utopía como género del viaje al no-lugar y fantasía geográfica ... 328

4.3.- La utopía nostálgica: el Edén ... 333

4.4.- La utopía agustinista de la Ciudad de Dios ... 338

4.5.- La Historia como no-lugar: las utopías del Medievo y de la caballería ... 341

4.6.- Los cuentos de hadas como un no-lugar de fantasía: la utopía feérica ... 348

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CONCLUSIONES: ¿EXISTE UNA UTOPÍA CONSERVADORA? ... 359

1.- La imprescindible interdisciplinariedad y la metodología ... 360

2.- Cartografía de las utopías ... 362

3.- El pensamiento político conservador: una filosofía de lo perenne ... 372

4.- La paradójica relación entre el pensamiento político conservador y el utopismo ... 379

5.- Estudio de caso: la utopía en el pensamiento conservador de G. K. Chesterton ... 383

6.- Perspectivas y pertinencia de continuar con esta línea de investigación ... 393

APÉNDICE: ... 399

CRONOLOGÍA DE LAS PUBLICACIONES DE G. K. CHESTERTON ... 399

BIBLIOGRAFÍA ... 405

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AGRADECIMIENTOS Y DEDICATORIA

Una tesis doctoral no es una empresa intelectual solitaria. Por el contrario, sólo resulta posible con el apoyo, el afecto y el aliento de muchas personas a las que quiero expresar mi más profundo agradecimiento en las siguientes líneas.

Cronológicamente, me gustaría comenzar por mis amigos del Colegio Joyfe. Gema Isabel Gallardo Martín, Amparo Sanz Colomer, Patricia Guisado Barrado, Diana García, Alfonso José Botas, César García Parro, José María Gordo Escribano y Óscar Palanco. Con ellos mantengo la conversación de la amistad desde hace décadas.

A mis profesores Amor Rodríguez, Vicente Camarasa, Antonio García Gil y Juan Aranda. De cada uno de ellos aprendí algo muy valioso.

A Rocío Martín Repoller y Mei-Lan María Lee Acebo. Su sincera amistad me honra desde nuestros años estudiantiles en la Universidad Autónoma de Madrid.

A Juan José Hernández de la Fuente, adepto de saberes no convencionales y amigo leal.

A aquellos amigos que conocí en mi recorrido por un think tank y por las Administraciones: Carmen Iglesias Caunedo, Alma Ezcurra Almansa, Moisés Rubias Barrera e Ignacio García Salgado.

Al linaje de soñadores iniciado por unos estudiantes vascos, porque lo importante es estar del lado correcto. Y a Jorge Crespo Cano por ilustrar cada día esta epopeya con una sonrisa.

A los presbíteros Ignacio González Sexma SJ, Daniel Barroso, Gonzalo Pérez-Boccherini Stampa, Dr. Jaime Pérez-Pérez-Boccherini Stampa y Dr. Guillermo Giménez Gallego SJ –sin él nada de esto hubiese sido posible–. Caeli enarrant gloriam Dei.

A los doctores-profesores universitarios que me han apoyado, aconsejado e iluminado con sus ideas durante esta investigación: Henar Pizarro Llorente, Isabel Romero Tabares, Sara Molpeceres Arnáiz, José María Marco Tobarra, José María Hernández

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Losada, Antonio García-Santesmases Martín-Tesorero, Rafael Herrera Guillén, Rubén Herrero de Castro, Eduardo Segura Fernández, Albert Florensa Giménez, Juan Pro Ruiz, Guillermo Graíño Ferrer, Jorge del Palacio Martín y Miguel Ángel Quintanilla Navarro. Muy especialmente a Miguel García-Baró López, porque él me abrió la puerta de esta Universidad con hospitalidad y siempre me ha demostrado su afecto.

Al Servicio de Acceso al Documento y Préstamo Interbibliotecario de la Universidad Pontificia de Comillas ICAI-ICADE, especialmente a Ana García Valencia, por demostrar su pericia y paciencia en la búsqueda de oscuros y arcanos textos.

A la Universidad Francisco de Vitoria, especialmente a su Rector Magnífico, por su amabilidad al facilitarme el acceso a la colección completa del periódico G. K’s Weekly.

A Javier Zarzalejos Nieto. Por sus acertados consejos, su pensamiento estratégico y su afecto. En él confluyen la gravitas, humanitas y auctoritas del verdadero estadista.

A los profesores que han dirigido esta tesis. A la Dra. Alicia Villar Ezcurra, codirectora, por su paciencia, su amabilidad y su sentido del orden. Todo reconocimiento a su sabiduría y su inteligencia es escaso. Rousseau y Unamuno han encontrado en ella a su mejor intérprete. Al Dr. Ángel Rivero Rodríguez, maestro, erudito y, muy especialmente, amigo. Recorrer este camino que emprendimos en la asignatura

Ideologías políticas –en octubre de 2001– ha sido la mejor aventura intelectual que podría haber soñado. Ambos han sido mis mentores, consejeros y defensores en el mejor sentido de la palabra. Por esta razón, los aciertos de esta obra son mérito suyo.

A Carmen Piñeiro Lebrero. Mi más lúcida, fiel y mejor lectora. Su apoyo intelectual ha sido inmerecido.

A Carmen Stampa Piñeiro. Su sagacidad hizo posible esta tesis doctoral. Esta obra en buena medida es suya.

A mi familia. En especial a mis padres –Esther Vera Guerrero y José Antonio Ramos Lapeña–, por demostrarme el valor del conocimiento, el esfuerzo y el trabajo, por educarme en el respeto hacia el legado de las anteriores generaciones y por su apoyo

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permanente. Son mucho más que un ejemplo moral e intelectual. A mi hermano, Gabriel, por acercarme al mundo de la fantasía y de la mitopoiesis. Este camino verdaderamente lo comencé gracias a él. A mi sobrino, Antonio, con la esperanza de que continúe con su afecto a los relatos que recogen el vuelo de la imaginación.

A mi prima, y doctoranda también, Cristina Ruiz-Poveda Vera. Gracias a sus consejos sobre teoría cinematográfica mi texto “La ciudad celestial de la Sra. O’Brien: una interpretación utópica de El árbol de la vida” ganó el primer premio del Memorial

Florencio Segura 2016 en su categoría de ensayo.

A María Azpeitia Stampa. Su presencia contribuyó a esta investigación –y a mejorar mi propia vida– de maneras que seguramente no puede ni imaginar. Siempre ha estado incondicionalmente a mi lado para animarme a continuar sin ceder ante el tentador abrazo de la desesperanza. Su integridad, fortaleza e inteligencia representan para mí una lección de amor ab imo pectore.

Finalmente, este trabajo de investigación está dedicado a los mitopoetas, con independencia de sus nombres, ya sean servidores del Fuego Secreto, miembros de la Hermandad del Rey Pescador, caballeros y damas de la Liga del León, guardianes del Símbolo Arcano o defensores de la Orden de la Coinherencia. Ellos saben por qué.

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RESUMEN Y PALABRAS CLAVE

Resumen: El pensamiento utópico y el conservadurismo político mantienen una relación de contraste. Los conservadores rechazan el orden social de la perfección. En esta investigación interdisciplinar analizaremos este vínculo que encierra una paradoja: la mentalidad conservadora rechaza una acepción imperativa y prescriptiva de utopía sin atender al resto de definiciones de la misma. Para demostrarlo, recurriremos al estudio de las ideas políticas para exponer las características y particularidades del ámbito académico del utopismo así como para definir las dimensiones y rasgos del pensamiento político conservador. Tras exponer el estado de la cuestión de este vínculo discutido, ejemplificamos nuestra investigación en el estudio del literato y ensayista G. K. Chesterton. Reconocemos nítidamente en él rasgos del pensamiento conservador y éstos fundamentan distintas dimensiones utópicas. Podemos, por tanto, afirmar la existencia de una utopía conservadora.

Palabras clave: Utopía, distopía, conservadurismo, tradicionalismo, ideologías políticas, filosofía política, teoría política, naturaleza humana, clase dirigente, tecnocracia, ciencias del comportamiento, G. K. Chesterton, mitopoética, fantasía, ciencia ficción.

Abstract: Utopianism and conservatism sustain a controversial relationship. Conservatives reject the social order of perfection. In this interdisciplinary research we will analyze this link that involves a paradox: the conservative mind rejectes an imperative and prescriptive meaning of utopia regardless its other definitions. In order to demonstrate this, we will refer to use of the study of political ideas so as to present the characteristics and particularities of the academic field of utopianism as well as to define the dimensions and features of conservative political thinking. After presenting the state of the art of the aforementioned controversial relationship, our research will focus on the study of the writer and essayist G. K Chesterton. We clearly recognize in him traces of conservative thinking that are based on different utopian dimensions. We can, therefore, claim the existence of a conservative utopia.

Keywords: Utopia, distopia, conservatism, traditionalism, political ideologies, political philosophy, political theory, human nature, power elite, technocracy, behavioural sciences, G. K. Chesterton, mythopoeic, fantasy, science fiction.

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INTRODUCCIÓN: OBJETIVOS Y SENDAS DE LA INVESTIGACIÓN

“Si reforzamos constantemente la idea de que los seres humanos somos aberraciones antinaturales que van a la deriva en un Vacío que no hace más que

crecer, esta historia se arraigará en las mentes influenciables y dejará su huella

en el arte, la política y el discurso general de nuestra cultura por medios

contrarios a la vida, a la creatividad y potencialmente catastróficos. Si damos a

una historia de culpa y fracaso un final infeliz, viviremos dicha historia hasta su

conclusión y, en un futuro no muy lejano, una ignara y última generación

pagará las consecuencias. Si, por el contrario, enfatizamos nuestra gloria,

nuestra inteligencia, nuestra gracia, generosidad, buen criterio, honestidad,

capacidad de amar, creatividad y genialidad nata, dichas cualidades se

manifestarán en nuestro comportamiento y en nuestros trabajos” (Morrison,

Grant, 2012, pos. 8.030-8.034).

1.- Punto de partida: planteamiento de la pregunta de investigación

La utopía, el no-lugar, presenta una profunda densidad de significados y acepciones. Por medio de este recurso imaginativo podemos accedemos a ensoñaciones etéreas relativas a sociedades mejores donde no tienen cabida las aristas del dolor y el conflicto; lugares idílicos donde reina la armonía perfecta; anhelos morales y ejemplarizantes que persiguen la dicha elusiva; así como proyectos antipolíticos y diseños para implantar una sociedad nueva en la que ondea el estandarte de la perfección –en esta última acepción reside la más terrible de sus críticas y la constatación de sus nefastas consecuencias–. La utopía deviene entonces en género literario, pensamiento reflexivo, filosófico y teórico-social e incluso en el reflejo imaginativo del moralismo político. La mirada utópica puede englobar todas estas acepciones o acotarse a un único género. En cualquier caso, el vuelo de la imaginación relativa al orden de perfección formulará la sociedad ideal y excelsa desde un ángulo profundamente innovador. De ahí que nos encontremos ante una reflexión que ejerce su fascinación en el ámbito académico, pues goza de su propia rama de estudios científicos, al tiempo que su potencia polémica queda vigente en los discursos políticos e ideológicos. Queda de manifiesto que este recetario de medidas para alcanzar el no-lugar mantiene un significado polisémico y no agota sus potencialidades pese a los posibles reduccionismos en los que incurra. El pensamiento político conservador, por su parte, se caracteriza por su defensa de la

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continuidad del vínculo –tanto individual como comunitario– con el pasado; el papel relevante de la experiencia; la imperfección de la naturaleza humana; el rechazo de los políticos visionarios; el respeto por las instituciones; la desconfianza hacia el gobierno y el rechazo del racionalismo político1. Descansaría sobre unos pilares fundamentales: (a) el tradicionalismo, frente a su reverso del cambio revolucionario; (b) el organicismo, que hace de la sociedad un cuadro unitario de crecimiento natural; y (c) el escepticismo político, que parte de la creencia de que la sabiduría política no se encuentra en las especulaciones teóricas y abstractas sino en el caudal de experiencia social acumulada por cada comunidad (Quinton, 1978). Estos rasgos tendrían una consecuencia: la reivindicación del pensamiento político como conciliación, acomodo y ajuste gradual de intereses divergentes por medio de la experiencia y en circunstancias siempre cambiantes (Eccleshall, 1990)2. La política adoptaría así la forma de factoría o taller artesano antes que la de laboratorio cartesiano de planos perfectos emanados de la razón humana. Podríamos colegir que, de acuerdo a esta línea argumental, no habría lugar para la utopía en el seno de este pensamiento político.

En nuestra investigación atenderemos a esta relación discutida y de contraste entre la utopía –como discurso que desde la extrañeza espacio-temporal genera significados complejos en la relación poder-orden social– y el pensamiento político conservador. Convencionalmente esta relación ha sido presentada como una polaridad de términos antitéticos y hostiles. Por este motivo la literatura académica ha establecido una categoría fuerte que señala el rechazo implícito de la utopía por parte del conservadurismo. Frente al boceto para construir un futuro excelso, la crítica del presente o el sueño de un orden de vida justo, esto es, la convocatoria utópica al deber ser y el ideal de la perfección, encontraríamos el aparente apego conservador a la

1 Este conjunto de ideas se reconocen en la actividad destinada a preservar esa identidad y evitar que

dicha herencia cultural se deteriore, porque el rechazo de lo abstracto –el buen ideal– en beneficio de lo concreto y particular dirige la lealtad conservadora siempre hacia un país y una forma particulares de vida (Oliet, 1993). Encontramos las palabras precisas de Russell Kirk al respecto: “conservadora es aquella persona que se siente más cómoda con lo permanente que con el Caos y la Noche de los Tiempos” (2009). Sin embargo, los conservadores no se oponen per se al progreso. Lo que es definitorio es su actitud hacia éste, pues el progreso no sería un despliegue teleológico, ni un ideal de autoperfeccionamiento sujeto a un determinismo histórico ascendente (Rivero, 1998).

2 La política es, entonces, una “conversación con la tradición”, algo que nos acompaña como parte de

nuestra condición humana, pero no sería ni argumento ni método para realizar nuevos descubrimientos o para defender dogmas políticos (Crick, 1962).

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realidad y su rechazo a la fantasía3. Para ilustrar mejor esta premisa conviene señalar que estas dos categorías guardan una relación polémica entre sí, empleadas habitualmente como términos de contraste. Así, el conservadurismo apela a lo concreto frente a lo abstracto y lo teórico, su intuición está dirigida a lo particular antes que a la ingeniería de la planificación y utiliza los mapas conceptuales de lo conocido pese a su –o tal vez precisamente por eso mismo– imperfección. En última instancia, el conservador se orienta por el mundo con la precaución que confiere una adecuada dosis de escepticismo ante el canto de sirena de la perfección y los sueños melancólicos del ideal. Por su parte, la utopía como categoría explicativa del pensamiento imaginativo presenta a grandes rasgos distintas acepciones: desde una imagen fantástica e irrealizable de la sociedad para presentar el sueño de un orden de vida justo hasta la crítica implícita del presente o el boceto para construir un futuro excelso y descubrir potencialidades dentro del horizonte de facticidad. El esquema mental de la utopía, por tanto, se sitúa en un no-lugar –que puede ser un emplazamiento geográfico, la transferencia de los anhelos de salvación y felicidad al Trasmundo celeste, un orden histórico de progreso traumático, un mundo mejor perdido en las sombras del pasado o un sueño futuro de planificación–, frente al rechazo a la fantasía que caracteriza, o parece hacerlo, a la aproximación y compromiso del conservadurismo respecto de la realidad. En consecuencia, todos los conservadores que cayesen rendidos a los encantos del ideal de una sociedad perfecta carente de conflictos pasarían del conservadurismo al autoritarismo o el totalitarismo. Si admitimos esta hipótesis –propia de una corriente intelectual que si bien es mayoritaria no ostenta la hegemonía– la cuestión quedaría académicamente zanjada y ninguna tesis a sensu contrario tendría vigor. Pese a ello, creemos posible y recomendable aventurarnos a abordar esta cuestión desde una perspectiva original, puesto que consideramos que o bien no se ha investigado la latencia utópica en el pensamiento de determinados autores conservadores o bien se malinterpretó desde el seno del conservadurismo el significado del concepto de utopía.

En este sentido, defendemos que el aparente rechazo conservador del utopismo esconde una relación profundamente paradójica, pues encontramos una latencia utópica en distintas ideas, valores y recepciones históricas que caracterizan el conservadurismo y

3 Así, si empezamos por el pensamiento conservador, implica preferir, en palabras de Michael Oakeshott,

“los hechos al misterio, lo real a lo posible, lo limitado a lo ilimitado, lo cercano a lo distante, lo suficiente a lo superabundante, lo conveniente a lo perfecto, la felicidad presente a la dicha utópica” (2007, pág. 43).

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que permiten acomodar el anhelo del deber ser dentro del orden perdurable y del equilibrio entre permanencia y progreso. En el marco teórico de esta oferta de sentido, creencia y realidad, algunos pensadores conservadores optaron por encerrarse en la formulación de sueños nostálgicos, otros situaron la utopía en un referente moral de mejora personal y los restantes intentaron ensalzar el potencial utópico subyacente en la democracia occidental como el ideal alcanzable. Por ejemplo, el nacimiento del pensamiento político conservador en respuesta a las esperanzas utópicas milenaristas desplegadas por la Revolución Francesa supuso en sí mismo una contrautopía sustentada por un orden concreto de instituciones, valores y costumbres, que a su vez recreaba una selección de elementos, códigos o estructuras contingentes frente al mundo nuevo impuesto por el fuego redentor jacobino. Serían los profetas del pasado que alzaban su voz para defender la concreción de la historia y la experiencia así como para censurar la Modernidad como la “ciudad de la noche espantosa” (Quinton, 1995).

En consecuencia, nuestra pregunta de investigación quedaría formulada en los siguientes términos: ¿existe utopía en el pensamiento político conservador? El objeto de esta indagación se encamina a demostrar que, efectivamente, existe una corriente utópica que transita a través de conceptos, ideas y valores cercanos a la constelación del conservadurismo especialmente ejemplificados en un autor relevante para el pensamiento conservador como es el literato Gilbert Keith Chesterton. Pretendemos entonces matizar el vínculo de polaridad convencionalmente asentado entre esta corriente filosófico-política adherida al principio de adscripción a la realidad y el orden ideal de la perfección para saber si resulta admisible aludir a la existencia de un ensueño conservador. En este sentido, la originalidad de la investigación descansa en su orientación discrepante respecto de la trama interpretativa –asentada como corriente académica mayoritaria– que contrapone utopía y conservadurismo. Desde el punto de partida disentimos de la convención establecida comúnmente y que conforma el estado actual del conocimiento del problema, según la cual conservadurismo y utopía son dos términos antitéticos (Herrera Guillén, 2008, pág. 33). Por esta razón consideramos que la paradoja de nuestra pregunta de investigación encierra un atractivo significativo, susceptible de despertar el interés específico de quien se acerca a ella. Por su plausibilidad, nuestra hipótesis conllevaría, además, un afán enriquecedor tanto para la filosofía como para la teoría política por su novedad, su pertinencia intelectual y sus implicaciones teóricas. En última instancia, buscamos encontrar respuesta a la pregunta

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sobre cómo es posible conciliar la acepción de lo imperfecto del mundo con la orientación hacia la perfección. Razón por la cual impugnamos parcialmente una justificación asentada de manera casi hegemónica porque consideramos que el consenso académico que la estableció no era consciente de su existencia o porque se malinterpretó el significado del concepto “utopía”, que no es en absoluto unívoco. Trataremos de demostrarlo descubriendo los rasgos conservadores del pensamiento político de Chesterton y, a continuación, extrapolando estas características respecto las notas utópicas de algunas de sus obras más célebres o de mayor contenido teórico.

Si esta pretensión académica se atreve a contravenir la convención trazada y no se contenta con tramas significativas, esquemas y rutinas ya adquiridas es debido a la premisa defendida por el investigador español Ramón y Cajal, que aseveraba que “la construcción científica se eleva a menudo sobre las ruinas de teorías que pasan por indestructibles” (1999, pág. 34)4. Para sustentar entonces la necesidad de articular un método que permita conformar un cuerpo de conocimiento sólido de acuerdo a criterios de reflexividad y selección, conviene seguir el planteamiento de Skinner, para quien pensar es una actividad que implica un esfuerzo y no la mera manipulación de un caleidoscopio de imágenes mentales (2002, pág. 78). Hay que mencionar, además, que al abordar el conservadurismo y el utopismo como propuesta del ideal de orden político más perfecto y genuino, bien sea como conjuntos de ideas, disposición vital o tradiciones de pensamiento, debemos ser precavidos por la naturaleza misma del objeto de estudio. Por este motivo, el carácter evanescente de la utopía, en contraposición con el elevado grado de adscripción a lo real que caracteriza el conservadurismo, debe ser razón más que suficiente para dotarnos de unas pautas analíticas que permitan aprehender conceptualmente este vínculo dialógico dentro de su relación dialéctica con la facticidad. Exploremos esta particularidad porque si queremos abordar la historia de la utopía debemos ser conscientes de que hemos de introducirnos en la historia de una

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En este contexto, Innerarity aboga por la fragilidad del control disciplinado del saber reflexivo y la necesidad de ahondar en el carácter no absoluto, contextual y siempre flexible del conocimiento científico: “Saber es saber lo precario que es el saber, lo disperso que está, su fácil acceso, su vulnerabilidad…” (2011, pág. 91). De hecho, nuestro peregrinaje por situar esta investigación en su justa pertinencia implica un cierto sabotaje “contra la exactitud de las soluciones habituales; supone una revisión de las competencias y de las expectativas, una fuerte disposición a aprender fuera del saber y de las prácticas establecidas” (Innerarity, 2011, pág. 202). Cabe añadir que planeamos dentro de nuestro ámbito de investigación decir algo que no ha sido dicho previamente y revisar el estado de la cuestión desde una óptica diferente para revisar lo que ya ha sido dicho, realizando una observación nueva sobre algo que creemos útil comunicar para enriquecer esta parcela del saber (Eco, 2001, pág. 44).

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yuxtaposición de géneros –memorias, viajes, cuentos y novelas fantásticas– (Hernández, 2007, pág. 5).

Dentro de esta fantasmagoría, hablar de utopías es hacerlo de Estados imposibles, pero excelsos, en competencia con otras formas políticas. Es decir, para escrutar el vínculo entre utopía, conservadurismo y política es preciso considerar los materiales que, creativamente nos permitan dialogar con el pasado5. Así seremos capaces de dilucidar si encontramos autores conservadores para quienes la utopía no equivale a abolición de la política sino a una construcción creativa con la potencia imaginativa suficiente para ahondar en los problemas filosóficos, morales o políticos que afectan a una comunidad. Esto es, entender ambas corrientes implica comprender su pasado, de dónde vienen y qué ideas encierran porque “el reino de la utopía es vasto pero tiene fronteras. La utopía, a pesar de que libera la imaginación, también establece ciertos límites” (Kumar, 2007, pág. 66). Por esta razón, porque la utopía es un reino proceloso de incierta cartografía, debemos establecer dichos límites, que vendrán dados por el carácter de interdisciplinariedad de la investigación. De esta manera, al transitar desde el punto de partida en forma de hipótesis hasta su conclusión por una senda iluminada gracias a varios ámbitos del saber trataremos de formular y sostener la tesis con entereza intelectual. Motivo por el cual precisamos de una metodología rigurosa para que actúe, merced a su mecanismo analítico, como brújula y andamiaje intelectuales, capaces de propiciar una respuesta ante nuestro paradójico interrogante académico.

5 Respecto al interrogante sobre la relación con la realidad, con las condiciones sociológicas, tecnológicas

y de moralidad de la utopía así como su carácter difuso y discutido, podemos mostrar un pequeño abanico del mismo en los siguientes ejemplos que mencionamos. Como señala Rivero en su artículo “Utopía versus política”, el mecanismo del espejo que proporciona la utopía, tiene valor moral y, para algunos, valor político, pero a fin de cuentas se trata de un lugar que no existe (outopia). Por tanto, no estamos ante un mapa detallado de cómo debe ser una sociedad ideal, lo que lleva a ésta a compartir el carácter de los sueños con un pensamiento piadoso para la vida social: “la utopía inyecta valores nuevos en la vida de la comunidad” (Rivero, 2007, pág. 84). No obstante, permanece un grado indeterminado de irreconciliación de la utopía con la realidad, lo que alejaría a la primera de apreciar la creatividad de la política real, cayendo en el campo de la antipolítica: “La política redentora de la utopía es, sencillamente, la abolición de la política” (Rivero, 2007, pág. 94). Una objeción que se puede formular consiste en que, desde su origen, la utopía ha mostrado vinculación con la realidad del momento. Por ejemplo, Herrera Guillén defiende que la utopía es indirectamente política: puede o debe incidir en la política (2008, pág. 32). En esta línea se postula Sissa cuando afirma que el pensamiento utópico ofrece una respuesta novedosa a la cuestión clásica sobre cuál es el mejor orden político (Sissa, 2007, pág. 10 y 11).

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19 2.- Status quaestionis: breve esbozo

Si deseamos conocer el estado del conocimiento sobre nuestra pregunta de investigación –¿existe una utopía conservadora especialmente evidenciada en Chesterton?–, resulta necesario abordar cómo está organizado y estructurado el conocimiento de nuestro marco conceptual en relación con un nivel operativo anterior. Esto es, precisamos saber qué se ha estudiado respecto a la relación entre utopía y pensamiento político conservador para, a continuación, señalar cuáles son los debates respecto a la paradójica existencia de un utopismo conservador. Finalmente, comprobaremos que el autor que centra nuestra atención no ha sido interrelacionado ni estudiado sistemáticamente respecto a la existencia de una latencia utópica conservadora. De ahí justificamos que ninguna teoría explica en grado suficiente la pregunta de investigación formulada y que trasciende lo convencional.

Aunque posteriormente desarrollaremos el estado de la cuestión, tras analizar con minuciosidad el pensamiento utópico y el pensamiento político conservador, a continuación presentaremos un sucinto esbozo. Así, respecto a la aparentemente antitética y paradójica relación entre utopía y conservadurismo, destacaremos que los mayores críticos a la posible afinidad entre ambos pensamientos serían los estudiosos del conservadurismo. Éstos se centran en el hilo generacional de prudencia, humildad, realismo y gradualismo así como en la defensa de un estilo limitado de política orientado a establecer salvaguardas para la legalidad, la libertad y la moderación antes que en la titánica tarea de redimir el mundo (O’Sullivan, 1976 y 2003; Quinton, 1978; Kirk, 2001 y 2009). De esta manera, los proyectos ideales guardarían poca relación con la acumulación de costumbres o el aprendizaje ensayo/error intergeneracional, lo que llevaría a considerarlo una “falacia utópica” (Bidegain Ponte, 2010). La utopía como proyecto de transformación e ingeniería social y política sería la heredera, a juicio del conservadurismo, del asalto ilustrado por medio del relato del progreso indefinido a las tradiciones heredadas y al realismo político (Gray, 2011; Scruton, 1982, 2005, 2009 y 2010). Circunscriben estos prototipos reflexivos del orden ajeno al dolor y el sufrimiento respecto de la crítica conservadora de la política del “libro” o del “manual”. Opondrían su concepción de la política del escepticismo, como acomodo de las diferencias en un orden pacífico (Oakeshott, 1962, 1996 y 1999; Corey, 2006; López Atanes, 2010). En la censura conservadora del pensamiento utópico subyacería que este

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último parte de un presupuesto reduccionista, pues se trata de una distorsión antropológica, sólo indirectamente política, que diviniza la redención futura y ejerce una corrosiva influencia contra el principio de realidad (Herrera Guillén, 2008).

Simultáneamente a este rechazo del discurso utópico, el debate continúa con una pléyade de argumentos a favor, que encontramos en el ámbito del estudio del pensamiento utópico y que impugnan la objeción conservadora del rechazo de la utopía como criterio para fijar la adscripción ideológico-política. La existencia de las contrautopías conservadores fue formulada por Coleridge y se acentuó con Louis de Bonald, Joseph de Maistre o Auguste Comte, siendo analizada en la obra de Mannheim

Ideología y utopía (1941). El conservadurismo se convertiría entonces en un ideal, una ilusión imposible de aplicar a la realidad, que compele al conservador a encerrarse en la formulación de una utopía, del que se llega a formular una teoría platónico-conservadora del cambio (Auerbach, 1959). Por consiguiente podríamos hablar de latencia utópica en la nueva derecha anglosajona, en el neoconservadurismo, el conservadurismo y el liberalismo-conservador (Levitas, 2011; Goodwin y Taylor, 2009). A mayor abundamiento, existiría una utopía del “fin de la historia”, que señalaría el punto final de la evolución histórica –sería la utopía del statu quo– (Mardones, 1991a

y 1997; Gómez, 2007 a; Herrero de Miñón, 2008). Desde el resurgir de las utopías de los años 70, no todas han seguido ideales socialistas. En este sentido, la coexistencia diádica del par utopía-socialismo puede ser resultado de factores históricos antes que una evidencia del contenido político del pensamiento utópico (Fitting, 1991). Además, se ha abundado en lo utópico conservador del eslavofilismo ruso del s. XIX (Walicki, 1975). Respecto al escritor G. K. Chesterton –nuestro caso de estudio más detallado–, destaca su pensamiento reactivo a las utopías dogmáticamente progresistas de H. G. Wells (Kumar, 1991a) y su oposición a los proyectos de construcción de una sociedad ideal en la tierra o como un proyecto de eficiencia racional (Mackey, 2008; Hillier, 2010). También encontraríamos la conexión entre la utopía geográfica, moral y medievalizante en algunas de sus obras (Vega Rodríguez, 2005 y 2008; Cifo, 2013).

Una vez que hemos podido anticipar que la relación entre utopía y el conservadurismo queda lejos de admitir una única interpretación canónica –que expondremos con mayor detalle en un capítulo posterior–, abordaremos a continuación una exposición ordenada de la estructura de la investigación.

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3.- Estructura de la investigación

Llegados a este punto, vamos a exponer la estructura organizativa que vertebra nuestra investigación. En primer lugar, estableceremos las premisas metodológicas que han de orientar el estudio de la controvertida existencia de una relación de afinidad subyacente entre utopismo y conservadurismo. La originalidad e interdisciplinariedad del trabajo, que aborda esta latencia utópica, requiere garantizar la fortaleza epistemológica y el rigor analítico de nuestra respuesta a la pregunta de investigación. No en vano, los ámbitos académicos del pensamiento utópico y de las ideologías políticas presentan sus particularidades formales y sustantivas así como sus afinidades teóricas y filosófico-políticas. Por este motivo, en el primer capítulo “Claves de la necesaria interdisciplinariedad: una fundamentación metodológica” justificaremos el recurso a las aportaciones intelectuales de la teoría y la filosofía políticas, concretamente desde la perspectiva del estudio de la historia de la teoría y el pensamiento políticos. Con estas prevenciones epistémico-metodológicas analizaremos las teorías y doctrinas políticas de los pensadores que consideramos significativos en nuestro viaje intelectual al tiempo que establecemos las apreciaciones de carácter formal que orientarán nuestra investigación.

Si avanzamos en nuestro esquema analítico, dedicaremos los capítulos II y III –“Mapa de la utopía: el pensamiento sobre el no-lugar” y “El valor de lo permanente y la filosofía de la imperfección: el pensamiento político conservador” respectivamente– a conocer los rasgos, clasificaciones y concreciones teóricas de ambos tipos de pensamiento. Nuestro objetivo será definir utopía y conservadurismo, conocer el vocabulario y la retórica que vertebran su discurso persuasivo, construir un canon de autores y obras que los conforman, presentar las distintas taxonomías, características y funciones de sus ámbitos teórico-prácticos. Además, abordaremos cuestiones puntuales de precisión terminológica que incidirán en la respuesta nítida a nuestra hipótesis de investigación. En el ámbito del utopismo, trataremos de dilucidar el contenido político (o antipolítico) de los mundos soñados a través de su relación con la teoría y la filosofía políticas así como por su controvertida con las ideologías políticas. También plantearemos varias preguntas relativas a la utopía relativas a su relación con el paraíso terrenal, al carácter natural o convencional del utopismo y si éste es patrimonio

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intelectual exclusivo de Occidente o, por el contrario, si es universal. En relación con el pensamiento conservador, esclareceremos su polémica relación con las ideologías políticas en sentido estricto, su ubicación espacial en el eje espacial de la política y sus diferencias respecto a otras familias ideo-políticas del ámbito de la derecha (e incluso de la izquierda).

El cuarto capítulo, “La paradójica y (aparentemente) antitética relación entre conservadurismo y pensamiento utópico”, desarrollará la presentación realizada con anterioridad sobre el estado de la cuestión. De esta manera pretendemos dar a conocer las principales investigaciones elaboradas sobre la controvertida relación entre el pensamiento del orden social ideal y la preservación de las cosas permanentes. Con una función axial en nuestro mecanismo analítico, confluyen en este capítulo la impugnación del posible vínculo entre ambas y la apología de una relación menos problemática que contraviene el criterio convencional y académicamente establecido. Podremos comprobar así qué autores, y sus respectivos ámbitos de estudio, resultan relevantes en este debate que aún está lejos de cristalizar definitivamente. Esta investigación, como todo recorrido teórico y reflexivo, entraña decisiones que conforman su desarrollo. En este caso hemos decidido situar el análisis del estado de la cuestión tras la exposición del pensamiento utópico y de la mentalidad conservadora porque así, consideramos, será más fácilmente constatable las particularidades del estudio de tan paradójica relación y sus posibles errores de orientación y enfoque conceptual motivados por reduccionismos terminológicos a la hora de estudiar la utopía.

En quinto lugar, una vez que hemos acreditado que conservadurismo y utopismo no son necesariamente excluyentes, el capítulo “Estudio de caso: la utopía en el pensamiento político conservador de Gilbert Keith Chesterton” servirá para la constatación práctica de nuestra hipótesis de trabajo. Es decir, por medio de nuestro estudio y acotación de una serie de obras de este literato y apologeta cristiano trataremos de evidenciar dos aspectos de su pensamiento: (1) la disposición conservadora, tanto prepolítica como evidentemente política, de nuestro autor objeto de estudio que se encuentra tanto en su concepción antropológica como en su retórica, en su teoría y en su praxis que nos permiten afirmar que Chesterton fue un pensador conservador vinculado a una metanarrativa trascendente y celeste; (2) a continuación, expondremos su pensamiento utópico, profundamente crítico con los proyectos de sociedades ideales, los esbozos de

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un mundo que proscriba el conflicto por medio del racionalismo político y los intentos de construcción de regímenes donde impere el mito del progreso indefinido para articular un utopismo moralizante e inspirador de sistemas políticos cristianos y dignos de emulación que se sustentan sobre su propio un conservadurismo nítido y coherente con su familia ideológica.

Finalmente, expondremos nuestras conclusiones, que recogen la respuesta a la pregunta formulada al comienzo de la investigación: ¿existe una utopía conservadora? Por medio de nuestro esquema analítico y expositivo hemos tratado de responder a esta cuestión con la suficiente solidez epistemológica, tanto por medio de un acercamiento a las fuentes primarias y secundarias como a través de una estructura metodológica que permita deslindar los ámbitos de contraste con aquellos de afinidad entre conservadurismo y pensamiento utópico. Somos conscientes de la envergadura y audacia requeridas por la empresa intelectual propuesta y, por esta razón, hemos acometido la tarea con humildad. Hemos profundizado en el estado de la cuestión para sistematizar esta región del conocimiento y aplicar un esquema de análisis solvente a nuestro estudio de caso, correspondiente al literato G. K. Chesterton. No obstante, las conclusiones dejan abiertas varias posibles líneas de investigación que consideramos sugerentes y de singular interés que apuntamos con la esperanza de continuar, en la medida de lo posible, con una futura exploración de los reinos de la imaginación conservadora donde el orden de la perfección establece su asiento. En última instancia, los capítulos y anexos venideros tratan de justificar una premisa polémica, original y, creemos, atractiva: en el núcleo del pensamiento conservador, en su recurso a los principios de conservación, gradualismo y prudencia subyace una alusión normativa al deber ser que actúa como criterio de custodia y preservación de determinados valores, costumbres e ideas. Este acervo teórico-práctico existe, empero, como núcleo nostálgico, como ejemplo digno de emulación y como elogio de una oferta de sentido – o cosmovisión– que no difiere de determinadas definiciones de la utopía.

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CAPÍTULO I.

CLAVES DE LA NECESARIA INTERDISCIPLINARIEDAD: UNA

FUNDAMENTACIÓN METODOLÓGICA

“Admitimos que el mapa es solo papel coloreado, pero hay dos cosas acerca de

él que debéis recordar. En primer lugar, está basado en lo que cientos de miles

de personas han averiguado navegando... En este sentido, tiene detrás una

inmensa experiencia tan real como la que podría tenerse desde la playa; sólo

que, mientras que la vuestra sería una única y aislada mirada, el mapa hace que

todas esas experiencias diferentes concurran en él. En segundo lugar, si queréis

ir a alguna parte, el mapa es absolutamente necesario” (Lewis, C. S., 1995, pág.

166)6.

A modo de introducción

La originalidad de la investigación que proponemos descansa en el sentido discrepante y novedoso respecto de la trama interpretativa asentada como corriente académica mayoritaria que contrapone utopía y conservadurismo. De ahí el interés específico para quien se acerque a la misma desde el consenso convencionalmente establecido. Para exponer esta premisa –la existencia de una latencia utópica en la disposición prepolíticamente conservadora de varios humanistas cristianos con especial atención en el literato G. K. Chesterton– destacaremos la necesidad de evitar la fragilidad epistemológica en nuestro empeño intelectual. En consecuencia, consideramos significativo destacar el carácter interdisciplinario de esta investigación. Así, por medio de la filosofía política y con el estudio de la utopía como ámbito de especialización, recurriremos al auxilio de otras disciplinas que mantienen relaciones de afinidad, a saber, la teoría política y la historia del pensamiento político, junto con la teología política y la cosmología, tal y como justificaremos en las siguientes páginas.

Por otra parte, se podría objetar que, en el ámbito en el que nos proponemos dilucidar nuestro interrogante, la tradición teórica occidental de rigor conceptual consideraría “la imaginación como una forma devaluada de pensamiento que distorsiona y falsea la

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realidad y que no nos conduce hacia la verdad” (Carretero Pasín, 2005, pág. 42). De aquí inferimos la necesidad de garantizar la firmeza de los anclajes que sustentarán el rigor analítico y expositivo de la tesis. Por esta razón consideramos que dirigir los esfuerzos investigadores a las tradiciones de pensamiento político, disposiciones o corrientes del conservadurismo y utopismo ofrece una perspectiva ventajosa desde una orografía intelectual panorámica. Así lo reconoce Sheldon Wolin cuando afirma que una tradición continua sirve para causar la sensación de familiaridad, un paisaje ya explorado, y cuando no lo ha sido, ofrece numerosas sugerencias sobre vías opcionales (2012, pág. 45).

Partir de esta forma de organización de unos contenidos intelectuales persigue un objetivo: permitir un análisis crítico de las bases filosófico-políticas sobre los que se erige esta relación antitética y polémica profundamente asentado que pretendemos poner en cuestión. En este sentido, necesitamos articular nuestra investigación de tal modo que podamos descubrir un patrón que sustente y justifique nuestra tesis y es aquí donde entran las consideraciones metodológico-epistemológicas a seguir (Chuliá y Agulló, 2012, pág. 13; Booth, Colomb y Williams, 2001, pág. 107).

Para ser más específicos, recuperamos la necesidad de interdisciplinariedad antes aludida para exponer el enfoque metodológico en nuestro intento por dar cuenta de los aspectos coincidentes entre utopía y pensamiento conservador y poner de manifiesto las similitudes que avalan nuestra tesis. Razón por la que no se puede buscar la reducción utópica a mera sistematización abstracta, ajena a tradiciones, contextos y análisis concretos. La utopía no es simplemente un ejercicio de escapismo. Al contrario, se trata de un campo de estudios en expansión desde hace décadas, abordado desde una perspectiva de múltiples ámbitos académicos: historia, literatura, teología, antropología cultural, sociología, teoría política y psicología (Levitas, 2011, págs. 1 y 2). De ahí que nuestra prospección conceptual sea ciertamente singular, por lo que creemos relevante transitar por una geografía intelectual interdisciplinaria que, sin ser estrictamente teoría política, historia del pensamiento, teología política o filosofía política, sí recurra a sus aportaciones intelectuales.

Llegados a este punto, en el marco de nuestra estrategia cognitiva, es preciso mantener el propósito de escrutar los textos de una pléyade de pensadores conservadores que

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alberguen resonancias o reminiscencias utópicas. Así podremos conformar una suerte de canon cronológico y temático que sustente y clarifique argumentativamente nuestra tesis sobre la aparentemente contrapuesta vinculación entre utopía y conservadurismo. Un canon, en todo caso, necesariamente incompleto, e incluso provisional, pero que a efectos de nuestra investigación debe resultar lo suficientemente sólido como para sustentar nuestra argumentación. Nuestro propósito, como toda investigación, no aspira a cerrar esta cuestión de profunda relevancia –y de significativos efectos prácticos en la acción política– pero sí suscribimos, tal y como postulaba Wolin, la necesaria continuidad en las preocupaciones y no así la unanimidad de la respuesta (2012, pág. 25).

Con estas salvaguardas presentes, en las líneas que siguen se propone mostrar las cuestiones metodológicas que permitan generar un marco de estudio estable y riguroso capaz de sustentar nuestra propuesta de resolución para el problema de investigación. En primer lugar, (1) intentaré exponer una serie de consideraciones sobre las implicaciones epistémico-metodológicas en nuestra perspectiva para contribuir al desarrollo del conocimiento; (2) trataremos de justificar la interdisciplinariedad en la investigación, a través del recurso a disciplinas no tan lejanas pero que revisten matices sustanciales; (3) por medio del recurso a la historia del pensamiento político y a la historia conceptual intentaremos establecer nuestras consideraciones metodológicas para analizar, como cuerpo analítico de la investigación, las teorías y doctrinas políticas de los pensadores que consideramos significativos en nuestro viaje intelectual; y (4) realizaremos una serie de apreciaciones de carácter formal que orientarán nuestra investigación.

1.- Tipo de investigación e implicaciones epistémico-metodológicas

1.1.- Discusión metodológica sobre nuestro mapa del conocimiento

Para iniciar el camino intelectual propuesto debemos establecer una suerte de metodología que haga viable indagar en el conjunto de ideas y argumentos que un conjunto de pensadores conservadores han hecho girar, consciente o inconscientemente alrededor de una cuestión filosófica intemporal: la utopía como ideal de perfección por

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medio de su relación polémica con el principio de realidad y su adscripción al ser antes que al deber ser. En esta tarea de identificar a los autores que han tratado de dar respuesta a la relación antitética entre utopía y conservadurismo, vamos a tomar prestado del filósofo e historiador Robin George Collingwood un término, el de mapa del conocimiento que nos proveerá de una topografía de referencia (Collingwood, 1924, pág. 39)7.

Dicho mapa del conocimiento nos proporcionará el andamiaje intelectual para que, por medio de una serie de reglas procedimentales, resulte factible identificar las teorías y conceptos fundamentales, las argumentaciones, los conceptos clave de nuestro ámbito de estudio y las definiciones que de cada uno han dado los distintos autores así como las observaciones críticas vertidas por el propio investigador a todos los elementos anteriores (Chuliá y Agulló, 2012, pág. 97). De ahí que en el centro de nuestra discusión metodológica subyace la necesidad de vertebrar un discurso parsimonioso, cohesionado en torno a unos pensadores que permitan aprehender sus postulados dentro de la corriente conservadora para ponerlos en conexión y dependencia unos con otros porque, como señala Vallespín, “es evidente que todo texto debe comprenderse en relación con algo… El problema estriba precisamente en definir los contornos de ese algo, en delimitar los elementos capaces de insuflarle un significado” (1990, pág. 25).

De acuerdo con lo anterior, Prieto apunta que ideas y creencias estarían articuladas en torno a una mentalidad, conjunto de creencias o repertorio (1989, pág. 195). Por esta razón, vamos a entablar un diálogo con unos autores a quienes hemos de preguntar por las latencias utópicas de su pensamiento. Unas latencias que, sin ser suficientemente ponderadas, consideramos pueden ser rastreadas con entereza argumental. Subrayemos lo que nos señala Rivera de Rosales:

“Es a esa apertura constitutiva y a esa confrontación a lo que llamamos diálogo. Un

diálogo, decía, primariamente horizontal, sincrónico, con los coetáneos. Pero también

un diálogo vertical, diacrónico, con el trasfondo histórico de nuestra cultura; de ese

modo nuestra comprensión no será sólo plana, como el punto central en un círculo de

7 Así, en su libro Speculum Mentis or the Map of Knowledge nos recuerda que este ejercicio cartográfico

intelectual es, como todos los mapas, imperfecto y abstracto (Collingwood, 1924, pág. 306). La experiencia humana, apunta Collingwood, estaría dividida en provincias, como el arte, la religión o la ciencia (1924, págs. 39-46).

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circunstancias presentes, sino que adquirirá volumen y con ello peso y realidad” (1994,

pág. 22).

Junto a la necesaria contextualización de nuestra reflexión, Vallespín apunta que son necesarios el rigor analítico, la capacidad para observar procedimientos lógicos y la articulación de un discurso coherente dentro de un sistema de pensamiento si perseguimos un enfoque filosófico-político (1990, pág. 41). Esta aseveración es matizada por Collingwood, para quien la única forma en que las acciones y pensamiento del hombre pueden llegar a ser objeto del conocimiento humano es a través de los métodos de la historia (Collingwood, 2005, pág. 193)8.

Para garantizar la dependencia de las ideas con su entorno intelectual y respetar una presentación histórica, acotaremos el alcance de nuestro mecanismo analítico a las obras representativas –ya sean reflexiones académicas, especulaciones literarias o textos de aplicación política– del principal autor sobre el que vertebraremos nuestra investigación. Pese a ello, las alusiones a otros pensadores y literatos contribuirán a profundizar en nuestra hipótesis de trabajo: el anhelo del ideal encaja dentro de la disposición conservadora de unos pensadores que en ningún caso creyeron en la política de la perfección, por lo menos en este mundo secular. En el ámbito de la reflexión política, todos fueron escépticos. Rechazaron la utopía como praxis política para acomodar la realidad existente en el proyecto racional de la ingeniería social9. Con esta premisa, partiremos del principio metodológico de concentración de los materiales lo que, a juicio de José Antonio Maravall, obligaría a ensanchar la visión y tomar nuevos puntos de vista para, a continuación, reorganizar el campo de observación, advirtiendo

8 Una historicidad que, aplicada al enfoque filosófico-político, no parte de una sustancia cerrada o de un

solipsismo auto-referenciado, sino de una cultura, un lenguaje ya dado, de unos materiales disponibles, de unas relaciones sociales y unos problemas concretos pero que “tampoco son inmanentes al proceso histórico… O sea, están condicionados, pero no determinados por las relaciones que estudia el historiador” (Rivera de Rosales, 1994, 27). También podemos apuntar: “El hecho de que exista una especulación filosófica de la política es, ni más ni menos, un hecho histórico como otro cualquiera” (Maravall, 1955, pág. 52). Por tanto, en cada época, junto a las grandes obras y autores también existiría una fantasmagoría de anhelos, ideales y valoraciones.

9

En la defensa que hacía Collingwood sobre la comprensión a través de la historia, añadimos: “Toda comprensión humana se realiza en el espacio cultural de una comunidad gestado en un transcurso histórico. Eso no ocurre sólo en sus momentos más cotidianos, sino también en sus actos más creativos, ya sean mitológicos, artísticos, tácticos o políticos, de creación de paradigmas científicos o de sistemas filosóficos” (Rivera de Rosales, 1994, 24).

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nuevos vacíos (1955, pág. 63)10. Esta perspectiva ampliada y enriquecida conlleva un acto de originalidad intelectual, algo que, recordemos, es el fundamento y la meta en el estudio de la filosofía para “que cada uno reconstruya desde sí, desde su libertad, la comprensión del mundo (sólo así habrá verdadera comprensión), y no primariamente la originalidad por la originalidad, el decir cosas que nadie haya dicho antes; esa vendrá por añadidura” (Rivera de Rosales, 1994, pág. 13).

1.2.- ¿Qué tipo de investigación pretendemos realizar?

El objeto de nuestra tesis versa sobre la metapolítica, esto es, un discurso de segundo orden acerca de la política, que incluye doctrinas, teorías políticas o ideologías (Rivero, 2001, pág. 83). Por esta razón, no contaríamos con un método reglado y sistemático ante la imposibilidad de contrastar empíricamente las conclusiones de las preguntas formuladas pero, pese a todo, existen ciertos criterios que nos pueden ayudar a orientar nuestra tesis por medio de un buen análisis conceptual (Chuliá y Agulló, 2012, págs. 83 y 84). A nuestro juicio y en aras de la necesaria interdisciplinariedad esta precisión también sería aplicable al ámbito cercano y tangencial de la filosofía política. Por tanto, hacemos nuestra la clasificación de los tipos de investigación sobre el pensamiento político que nos presentan: a) investigación evaluativa; b) análisis conceptual; c) investigación prescriptiva; investigación evaluativa; y e) investigación histórica (Chuliá y Agulló, 2012, págs. 86-93).

Para empezar por los tipos de investigación relativos a nuestro objeto de análisis, encontramos un nutrido conjunto de autores que defienden el carácter normativo de la teoría y la filosofía política por cuanto pretenden establecer normas, reglas o criterios ideales, esto es, descubrir cómo deberían ser las cosas, qué es lo justo y qué lo moralmente correcto (Wolff, 2001; Arteta, García Guitián y Máiz, 2003; Vallespín, 1990; Sabine, 1945; y Prieto, 1989)11. No obstante, pese al carácter eminentemente

10 La implicación epistémico-metodológica de este enriquecimiento en nuestra indagación acarrea

consecuencias de mayor calado: “Nuestra epistemología es, literalmente, nuestra teoría del conocimiento y concierne, por lo tanto, a los principios y reglas por las cuales decidimos si y cómo un fenómeno social puede ser conocido y cómo el conocimiento que producimos puede ser demostrado” (Vasilachis de Gialdino, 2006, pág. 43).

11 Como señala Wolff, la política puede ser tratada desde una perspectiva normativa o descriptiva. Así, los

estudios descriptivos, que pretenden averiguar cómo son las cosas, en la política los llevan a cabo científicos políticos, sociólogos o historiadores. (2001, págs. 18 y 19). Hay que mencionar que contamos con más autores acordes. Por ejemplo, dentro del carácter de la teoría y la filosofía política, según Arteta,

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31

normativo del estudio teórico de lo político, dentro de nuestro análisis conceptual creemos fundamental clarificar, precisar y depurar una serie de conceptos políticos que no son utilizados con significado unívoco y que orbitan alrededor de los núcleos sustantivos de nuestra tesis –el pensamiento conservador y el utopismo–. Exploraremos esta idea a lo largo de la tesis al sostener que la teoría política no sería un conocimiento desinteresado, sino que estaría cargado de intencionalidad (Rivero, 2001, pág. 84).

Es sabido que el propio concepto de utopía ha presentado múltiples acepciones y ha servido para representar diversos significados, desde sus inicios como mirada hacia una Arcadia pretérita hasta llegar al mito del progreso futuro sin olvidar su condición de no-lugar. Esto es, se trata de “conceptos con una larga historia que han sufrido variaciones tanto en su uso como en su significado, y con frecuencia variaciones muy profundas” (Chuliá y Agulló, 2012, pág. 87). Este trabajo de análisis conceptual reclama una metodología interpretativa, que imbrique los textos dentro de la trayectoria de sus autores y con su contexto12.

Existe, empero, una salvedad que ha de tenerse en cuenta, puesto que nuestra investigación, al poner de manifiesto la conexión entre utopía y conservadurismo, corre el riesgo de situarse claramente en un punto normativo y prescriptivo. Esto es, si consideramos la utopía como buena (eu-topia) o mala (distopía o kakotopia), e incluso como reactiva (contrautopía o antiutopía), habremos definido un estado ideal de cosas, proyectando “instituciones o procedimientos concretos para hacer realidad ese mundo deseable” (Chuliá y Agulló, 2012, págs. 88 y 89). Al pasar de juzgar la realidad por medio de criterios utópicos a proyectar su posible bondad o perversidad sobre éstos, García Guitián y Máiz, debemos hablar de un cometido descriptivo y explicativo para dilucidar lo político, pero éstas también ofrecen una vertiente normativa ajena a la pretendida neutralidad axiológica postulada por la ciencia política empírica (2003, pág. 14). Puesto que para entrar en la práctica es preciso distinguir entre lo deseable y lo factible sin oponer utopía y eficacia –en filosofía política deben ir de consuno–. En otras palabras, lo moralmente preferible casi siempre se aleja de lo políticamente posible, lo que implica que el drama ético de la política reside en el conflicto permanente entre el ser, el deber ser y el poder ser (Arteta, García Guitián y Máiz, 2003, pág. 16). Vallespín también incide en el carácter normativo de ambas disciplinas, que coexiste con los enfoques empírico y normativo (1990, pág. 8). Por su parte, Sabine reconoce que, en última instancia, subyace la vertiente normativa de la teoría política puesto que no sólo demuestra lo que es una práctica política, también lo que significa. Más aún, al demostrar lo que dicha práctica significa, o debería significar, la teoría política puede modificar lo que en realidad es (1945, pág. 20). Finalmente, si la visión política incluye valoraciones y, por tanto, un pensamiento normativo, no deja de ser distinta de la utopía, lo que crea una sociedad distinta de la presente (Prieto, 1989, pág. 200).

12

Para conocer una eventual sistematización taxonómica de carácter crítico-descriptivo de la disciplina del análisis político, vid. Sánchez garrido, 2011, págs. 44 y 45.

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nutriendo así las reflexiones contemporáneas sobre la política nos estaríamos situando en un plano puramente prescriptivo (Chuliá y Agulló, 2012, 92)13. También debemos dotar de una adscripción histórico-intelectual a nuestra investigación14.

En síntesis, tal y como se ha expuesto, en la búsqueda de un carácter argumentativo y coherente para la resolución de la pregunta formulada como objeto de la tesis, consideramos que la misma no puede responder a un único tipo de investigación. Nos referimos a una materia fuertemente orientada por su carácter normativo, pero tampoco podemos hacer de ésta el paradigma de nuestra investigación. Por todo ello, sería preciso acometer un trabajo de refinamiento conceptual además de un trabajo historiográfico, sin olvidar los matices prescriptivos que comporta el caudal utópico. El carácter interdisciplinario de nuestra indagación también condiciona esta multidimensionalidad de la metodología a la hora de buscar respuesta a nuestra pregunta sobre la compatibilidad y pervivencia del conservadurismo y el utopismo por lo que seguirá una exposición sobre la necesidad de aplicar ámbitos del saber cercanos entre sí.

2.- Justificación de la interdisciplinariedad temática de la investigación, con una

atención especial a la filosofía política y la teoría política

Como se ha afirmado en las líneas anteriores, nuestra investigación precisa del auxilio y concurso de varias disciplinas aparentemente lejanas al deslindar los límites tradicionales entre varios ámbitos del saber y escuelas del pensamiento, puesto que, como señala Krishan Kumar, la utopía no tiene fin en sus posibilidades de uso, puesto que casi todas las especialidades intelectuales la han estudiado (1991 b, pág. 98). Nos referimos a disciplinas académicas que, no obstante, mantienen relaciones de afinidad. Por consiguiente, consideramos necesario abordar desde una perspectiva multidimensional las dos tradiciones de pensamiento que hemos designado como objeto de este estudio.

13 El mérito de este argumento debe ser agradecido al profesor Rafael Herrera Guillén, que tuvo la

amabilidad de reunirse con este investigador el 18 de marzo de 2015.

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