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ANÁLISIS DE LOS RESULTADOS DE LAS ELECCIONES GENERALES DEL 26 DE JUNIO DE 2016 Equipo de Análisis Electoral de IU

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ANÁLISIS DE LOS RESULTADOS DE LAS ELECCIONES GENERALES DEL 26 DE JUNIO DE 2016

Equipo de Análisis Electoral de IU

En las próximas páginas tratamos, a partir de los datos disponibles por el momento, de ofrecer algunas de las claves, hipótesis e interrogantes sobre los resultados electorales del pasado 26J, con el objetivo de que la militancia de Izquierda Unida disponga de bases para su interpretación, con el ánimo de abrirlos al debate y la reflexión.

Los resultados de las elecciones del 26 de junio de 2016 seguramente serán de los más analizadas de nuestra historia. En primer lugar, por relevancia en la reconfiguración del sistema de partidos en nuestro país. En segundo lugar, por la discordancia entre los pronósticos de los sondeos y encuestas a pie de urna con los resultados definitivos. Ambos elementos están ligados: la inestabilidad del sistema de partidos y la alta movilidad del electorado, dificulta la realización de pronósticos sobre la base de encuestas. A continuación, presentaremos algunas conclusiones de los análisis preliminares.

GRÁFICO 1: Resultados en las elecciones generales de 2015 y 2016

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Los dos datos más relevantes que debemos destacar son el giro a la derecha y la relativa estabilización del sistema de partidos respecto al 20D. Lo primero resulta obvio: el PP aumenta en número y porcentaje de votos (4,31 %), así como de escaños; mientras que por la izquierda Unidos Podemos pierde 3,27 %, respecto a la suma de las partes que componen la coalición el 20D (gráfico 1). Sin embargo, el impacto de los resultados ha ocultado la otra gran conclusión: no encontramos la enorme volatilidad electoral de diciembre y el apoyo electoral a las cuatro principales formaciones se ha mantenido relativamente estable, dato destacable tras la sucesión de terremotos en el sistema y subsistemas de partidos que se vienen dando desde 2014.

El ranking de las cuatro formaciones de ámbito estatal se mantiene estable, no produciéndose el llamado sorpasso. La abstención (tras la inclusión de los resultados de los residentes en el extranjero) ha alcanzado un mínimo histórico del 66,4 %, tres puntos inferior a la de diciembre. Tampoco se produjo un retorno al bipartidismo anterior. Como se puede observar en el gráfico 2, los resultados conjuntos de PP y PSOE pasaron del 50,7% al 55,7%, lejos del 70-80 % de los votos habitual en el período 1982-2011 y de su máximo histórico obtenido en 2008 (83,81 %). Para el PP es su segundo peor resultado desde su refundación en 1989, mientras que para el PSOE es el peor desde la Transición. Fruto de esto es la dificultad para construir alianzas parlamentarias mayoritarias sobre la base de cualquiera de las dos formaciones: sólo la suma de ambas garantiza un apoyo parlamentario estable de, al menos, 176 escaños.

El resultado electoral está mediado, merece la pena recordarlo, por un sistema electoral definido para beneficiar a las grandes formaciones y darle un plus de representación a la derecha. Como observamos en el gráfico 3, la derecha recibe 20 diputados más que lo que les correspondería en un reparto proporcional. La relativa concentración de votos en el PP ha “encarecido” el precio de los escaños, lo que ha afectado especialmente a C’s, y en menor medida a UP y al resto de formaciones, incluido el PSOE (que pierde 5 diputados a pesar de aumentar en porcentaje).

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GRÁFICO 2: Evolución de los principales partidos de ámbito estatal en las elecciones al Congreso (porcentaje de voto válido)

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GRÁFICO 3: Reparto de escaños con el sistema electoral vigente y con un sistema estrictamente proporcional de una única circunscripción

Fuente: Elaboración propia a partir de los resultados electorales provisionales (www.mir.es).

Un hecho destacable es la evolución desigual de Unidos Podemos por CC.AA. En la distribución geográfica de los apoyos a Unidos Podemos y a las confluencias destaca la fuerza en las nacionalidades históricas. Euskadi, Navarra, Illes Balears, País Valencià y Catalunya son las comunidades con más apoyos, seguidas de Asturias y Galicia (gráfico 4). Este apoyo en las comunidades “periféricas”, la mayoría con subsistemas de partidos propios, puede dar lugar a diversas interpretaciones.

Un hecho evidente es que las comunidades con confluencias más asentadas y amplias (Catalunya, Galicia y País Valencià), a pesar de perder apoyos y quedar por debajo de las expectativas previstas en los sondeos, han resistido mejor el 26 de junio. Pero lo más destacable es la evolución diferenciada de Euskadi y Navarra, en lo que aparente ser la reaparición del fenómeno de “voto dual”. Esto es, la movilización en las elecciones estatales se decantaría por un voto útil contra la derecha (incluída una parte del voto nacionalista). Este tipo de voto estratégico benefició durante casi tres décadas al PSOE en las elecciones generales (recordemos las victorias de Zapatero en ambas CCAA en épocas recientes) y parece que ahora se decanta por UP.

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GRÁFICO 4: Resultados de UP por CCAA en 2015 y 2016

Fuente: Elaboración propia a partir de los resultados electorales provisionales (www.mir.es).

GRÁFICO 5: Evolución del apoyo de UP por CCAA entre las elecciones generales de 2015 y 2016

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El gráfico 8 compara por circunscripciones los resultados de Unidos Podemos el 26J frente a la suma de Podemos, las confluencias e IU el 20D. Como se puede apreciar, con algunos matices, la tendencia general fue la de quedarse por debajo de lo obtenido el 20D en todas las provincias y, con la excepción de las provincias vascas, catalanas y Navarra, de manera relativamente uniforme en el resto del territorio del estado.

GRÁFICO 6: Resultados de UP para el 26J y el 20D por provincias

Fuente: Elaboración propia a partir de los resultados electorales provisionales (www.mir.es).

El descenso de Unidos Podemos no fue previsto por las proyecciones previas ni tampoco por las encuestas a pie de urna. Como puede en el gráfico 7, que refleja el promedio de las distintas encuestas publicadas (aunque hay que tomar este dato con cautela pues los datos proceden de fuentes muy distintas), se esperaba que el resultado de las confluencias rondara el 25% de los votos. Este error de las encuestas

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es una de las primeras incógnitas a resolver y, aunque seguramente tomará algo de tiempo, podemos adelantar alguna de las claves. Como se recordará, había una evolución a la baja, previa a la confluencia, de Podemos, el principal componente de la coalición. La intención directa de voto (es decir, el voto sin cocinar de las encuestas) para Podemos y las confluencias, en el CIS, registró una fuerte caída entre enero y abril, pasando de un 18,4 % al 12,6% (-31,5%). Sin embargo, la cocina posterior amortiguaba esta caída, haciéndola parecer menor de lo que realmente era. Así por ejemplo, en la estimación que hizo el CIS pasó del 21,9% en enero al 17,7% en abril (-19%). A día de hoy, va cobrando fuerza la hipótesis de que la cocina de los sondeos cometió un error a partir de este punto y de que, en realidad, Podemos arrastraba una pérdida mayor de votos de la que aparentaba desde abril, de la que nunca se llegó a recuperar del todo, y que no fue bien medida por los sondeos.

GRÁFICO 7: Evolución del promedio de los sondeos de intención de voto

Fuente: Promedio de las encuestas de www.electograph.com

Tenemos que tener en cuenta que nos movemos en un terreno de alta volatilidad electoral, con un sistema de partidos en formación. Como podemos observar en el gráfico 8, que recoge la intención directa de voto recogido por los barómetros del CIS desde 2007 a 2016, las tendencias son cambiantes (especialmente para los nuevos partidos); e incluso podemos suponer que los barómetros, realizados cada 3 meses,

0 5 10 15 20 25 30 35 U. Podemos PP PSOE Podemos Ciudadanos IU

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no recogen los cambios que se producen entre ellos. De cara a realizar previsiones, la rápida modificación del sistema de partidos y el comportamiento político, hacen que se pierdan las referencias de cara a hacer previsiones. La evolución de los electorados de los nuevos partidos es muchas veces una incógnita. No obstante, estos errores en las previsiones no son nuevos: en el año 2000 las encuestas tampoco anunciaron la victoria contundente del PP. Como veremos hay similitudes entre la situación actual y este particular “efecto 2000”.

GRÁFICO 8: Evolución de la intención directa de voto (CIS)

Fuente: Elaboración propia a partir de los barómetros del CIS (www.cis.es).

En los resultados de UP parecen haberse impuesto la tendencia de fondo descendente de Podemos. Veamos la intención directa del CIS (Gráfico 8): Entre octubre de 2014 (17,6 %) y enero de 2015 (19,3 %) había llegado a su techo en solitario, para iniciar después una etapa de fuerte caída hasta el 8,8 %. La suma de las confluencias autonómicas y su exitosa campaña de las elecciones de diciembre de 2016 supuso un revulsivo (18,4 %), pero como hemos dicho en abril había caído al 12,6 % de intención directa. La evolución de IU seguía una tendencia inversa: había pasado del 3,1 % en octubre (incluyendo ICV) al 4,5 % en abril (sin ICV ni las

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confluencias). La unidad (y recordemos que el preelectoral del CIS se realizó en plena celebración de la confluencia) supuso un pequeño revulsivo que supero la suma de las partes (18,2 % de intención directa en el pre-electoral del CIS), aunque parece que este se fue agotando según avanzaba la campaña electoral, al igual que pasó en Catalunya con la candidatura de CSQEP.

La unidad tuvo un efecto positivo (un punto más en intención directa de voto) aunque efímero, y no registraba un gran rechazo entre las partes. UP mantenía niveles de fidelidad más altos que el resto de formaciones, aunque la proporción de ex votantes de Podemos y de IU que dudaban era alta.

El comportamiento final de los votantes de Podemos e IU lo tendremos que analizar sobre la base de encuestas postelectorales, aunque dada la alta movilidad del electorado y los errores en el recuerdo del voto y los sondeos deberá hacerse analizarse con extrema cautela. Las primeras aproximaciones apuntan a que entre tres cuartos y cuatro quintos de la pérdida de votos proceda de ex votantes de Podemos (incluyendo a las confluencias, que fueron más estables) y que entre un cuarto y un quinto podría provenir de electores de IU desmovilizados o que se inclinaron por otras opciones; y a que en conjunto la campaña fue ineficiente en la captación de nuevos votos que sustituyeran a los desmovilizados.

En este punto tenemos que señalar que habitualmente la fidelidad en el voto de IU suele ser inferior a la de los partidos tradicionales. De momento, las encuestas nos dicen que la fidelidad en 2016 ha sido similar o, incluso superior, a la habitual en elecciones generales para IU, no detectándose ninguna tendencia fuera de lugar al respecto.

En todo caso, si hubiera una relación fuerte entre una hipotética desmovilización del voto de IU y la pérdida de apoyos de UP del 26J esperaríamos encontrar covariaciones entre el peso de IU en la coalición y los retrocesos de Unidos Podemos. Es decir, en este supuesto, y si realmente hubo desmovilización clara y fuerte del electorado de IU, donde más peso tenía más debería haber bajado Unidos Podemos. En el gráfico 9 tenemos esa asociación representada: Los puntos son las provincias (los puntos rojos son las provincias con candidatos y candidatas de IU con posibilidad de ser elegidas); se excluyen las provincias de Catalunya y Galicia, dado que en estas no tenemos referencias.

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GRÁFICO 9: Evolución de UP entre el 20D y el 26J y peso de IU en la coalición en función de sus votos el 20D

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Según podemos observar los puntos no dibujan una relación clara. Si vemos la regresión lineal de los distintos puntos dibuja una línea de tendecia (azul clara), vemos que existe una relación negativa, es decir a mayor peso de IU peor comportamiento electoral de la coalición; pero esta tendencia es muy débil (sólo explicaría un 7,4 % de la variabilidad de resultados entre provincias). Sin embargo, un vistazo al gráfico nos indica que existen cuatro provincias con un comportamiento distintos y muy diferencia (las cuatro provincias vascas), donde por cierto el peso de IU siempre ha sido bastante bajo. Si excluimos las cuatro provincias vascas del análisis comprobamos que la relación es positiva (línea de tendeica azul oscuro): contra mayor peso de IU mejor evolución de UP (aunque en este caso la relación también es muy débil: sólo explicaría el 2,7 % de la variabilidad).

Tampoco parece influir el hecho de que haya un candidato o candidata de IU con posibilidades de obtener escaño. Este hecho no ha provocado una mayor movilización aparente del electorado de IU. El descenso respecto a la suma de las partes es muy similar, tanto en las provincias con mayor presencia de IU en las listas como en el resto.

Analizando los datos pre-electorales del CIS podemos acercarnos, con mucha cautela también, a algunas de las posibles explicaciones de la desmovilización de parte de voto de IU. En las gráficas 11 a 15 se muestra la posibilidad de votar a Podemos únicamente entre las personas entrevistadas que indicaron votar seguro a Izquierda Unida. Teniendo en cuenta que la pregunta no diferencia entre votar una coalición o no, entre estas personas vemos cómo la posibilidad de votar a Podemos desciende según lo hace su interés en la política y, respecto a la autoubicación ideológica, desciende ligeramente la posibilidad de votar a Podemos cuanto más al centro se posiciona el votante.

En resumen, el descenso de UP no tiene una explicación sencilla ni evidente, sino que hay que considerar factores a corto, a medio y a largo plazo. Entre los primeros, todos aquellos que rodearon la elección y la campaña. Como se señaló en su momento, esta ha tenido mucho “ruido” (mensajes discordantes y contradictorios), se ha incidido poco en las propuestas y en la capacidad de gobierno (en unas elecciones en que en principio se optaba a gobernar) y se le han regalado importantes elementos discursivos al PSOE. También ha podido pesar, y se relaciona con lo anterior, la

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caracterización de UP como “partido protesta” que, al igual que en otros países de nuestro entorno, va perdiendo apoyo a medida que se acercan las elecciones. En definitiva, la campaña expansiva, orientada a continuar captando electores del PSOE, no ha funcionado y la campaña de movilización del electorado propio, realizada en la última semana, fue posiblemente extemporánea. Entre los factores a medio plazo, ya se ha señalado la tendencia descendente de Podemos desde enero: tendencia que al final ha acabado imponiéndose.

Sin embargo, estos análisis son también insuficientes, pues no explican el importante giro a la derecha que se ha producido en España y que, por otro lado, es un fenómeno que se está produciendo en otros países de Europa o América. La gráfica 10 nos muestra algunos indicadores que podrían ayudarnos a entender el cambio de ciclo político que se está produciendo en España, y que apuntábamos en los materiales preelectorales. En la gráfica se muestra, por un lado, la intención de voto a las dos formaciones de bipartidismo; por otro lado un indicador subjetivo, que mide la confianza en la evolución futura de la economía; y por último la tasa de paro. En la gráfica se incluyen (representados con líneas verticales discontinuas) varios hitos clave del ciclo de movilizaciones: el 15-M y las tres huelgas generales. También las elecciones europeas, que señalaron el inicio del cambio profundo en el sistema de partidos en España.

Como puede observarse el inicio de la crisis económica no provoca una inmediata desconfianza o desligitimación del régimen político y social. En los primeros años se confía en el PSOE y luego en la alternancia con el PP, para resolver los problemas. Es la permanencia de la crisis, combinada con el ciclo de movilizaciones (que tampoco tienen un efecto inmediato), va minando la confianza en el sistema y electoralmente el apoyo a los dos grandes partidos. Gradualmente el paro se reduce y, aunque aumenta la precariedad, la confianza en el futuro de la economía sigue subiendo, lo que puede ser la gran baza del PP. Aunque la mejoría en las perspectivas económicas también puede ser su gran debilidad. Si se percibe que la crisis económica va a quedar atrás, la idea de que el PP es el partido necesario para gestionarla se irá debilitando y podrán pasar a primer plano los problemas de distribución de la renta y los costes de la crisis, así como el mayor deseo de recuperar y/o favorecer políticas de bienestar. Cómo romper este ciclo de conformismo y generar un nuevo ciclo de amplias movilizaciones sociales es el reto que nos reclaman los resultados del 26J.

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GRÁFICO 10: Evolución de varios indicadores del ciclo político y económico.

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de los barómetros del CIS y de la Encuesta de

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GRÁFICO 11: Probabilidad de voto a Podemos entre las personas que indican que con toda seguridad votarán a IU en función del grado de interés por la

política

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GRÁFICO 12: Probabilidad de voto a Podemos entre las personas que indican que con toda seguridad votarán a IU en función de la autoubicación ideológica

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GRÁFICO 13: Probabilidad de voto a Podemos entre las personas que indican que con toda seguridad votarán a IU en función de la ubicación ideológica a

Podemos

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GRÁFICO 14: Probabilidad de voto a Podemos entre las personas que indican que con toda seguridad votarán a IU en función de la edad

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GRÁFICO 15: Probabilidad de voto a Podemos entre las personas que indican que con toda seguridad votarán a IU en función del sexo

Referencias

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