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¿Por qué nos estamos enfermando?

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Academic year: 2021

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¿Por qué nos estamos

enfermando?

Why are we getting sick?

Resumen

Pese a los avances de la medicina, las técnicas modernas de exámenes de diagnósticos y el efi ciente sistema de producción y abastecimiento de alimentos, los índices de enfermedades crónicas y degenerativas son cada vez más alarmantes en todo el mundo. Este artículo propone una refl exión a la pregunta de por qué nos estamos enfermando, a partir de una visión Epigenética y de la constatación que nuestra microbiota intestinal es considerada un órgano (virtual) en nuestro organismo. La alimentación basada predominantemente en plantas, ayuda en la mantención de la salud previniendo enfermedades, por los nutrientes y compuestos funcionales que entrega y además por ser fuente de pre y probióticos, garantizando así el equilibrio de la fl ora intestinal.

Palabras claves: Epigenética, salud, microbiota intestinal, alimentación basada en plantas.

Abstract

Despite advances in medicine, modern techniques of diagnostic tests and effi cient system of production and food supply, rates of chronic and degenerative diseases are increasingly alarming worldwide. This article proposes a refl ection on the question of why we are sick, from Epigenetics vision and the realization that our intestinal microbiota is considered an organ (virtual) in our body. The diet based predominantly in plants, helps in maintaining health by preventing diseases, delivering nutrients and functional compounds and as a source of pre and probiotics, thus ensuring the balance of intestinal fl ora.

Keywords: Epigenetics, health, intestinal microbiome, plant based food.

María Paula Junqueira Departamento de Ciencia y Tecnología de Alimentos.

Facultad Tecnológica Universidad de Santiago de Chile mpaula.junqueira@usach.cl

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I

ntroducción

N

unca antes contamos con tantos

recursos terapéuticos como en la actualidad. Excelentes sistemas de prestación de servicios en salud y un eficiente sistema de abasteci-miento y distribución de alimentos, operando en muchos países del mundo. Sin embargo, en estos mis-mos lugares, es alarmante el aumen-to de enfermedades crónicas y de-generativas.

Se observa que las nuevas genera-ciones están aparentemente más débiles que las anteriores y cada vez aumenta más el número de enfermedades autoinmunes, que significan una reacción del organis-mo contra sus propias células. Cada vez hay más evidencias de que los eventos prenatales influyen en el desarrollo fetal intrauterino y se asocian con el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas cuando adulto, como la obesidad, la diabe-tes y las enfermedades cardiovas-culares que, además, van siendo transmitidas de una generación a otra. La Epigenética es uno de los mecanismos moleculares que expli-can estos fenómenos potenciales, a menudo llamado “programación metabólica fetal” (Hivert et al., 2013).

La salud de los niños funciona como un termómetro para evaluar la salud general de la población de un país. En los Estados Unidos, como en varios países de Sudamérica, es muy preocupante los niveles del disturbio de deficiencia de atención, asma y alergias (Gonzalez, 2008), sin nom-brar la tan problemática obesidad. La constipación crónica se volvió endémica en pleno siglo XXI. ¿Cuál es el factor común que con-lleva a una epidemia de enfermeda-des? ¿Por qué nos estamos enfer-mando?

Este artículo propone una reflexión sobre relatos científicos, hábitos alimentarios y el destino de la relación alimento-salud en la era de la Epi-genética.

La Epigenética y el quiebre

de paradigmas

Los últimos siglos fueron esenciales para la humanidad en términos de descubrimientos científicos sobre los mecanismos de la Genética, herencia, nutrición y salud. En el siglo XIX, Darwin y Mendel contribu-yeron con la Biología, estableciendo

la era de la evolución y de la gené-tica. Watson y Crick, en el siglo XX, además de Franklin, Wilkins y Pauling, lo marcaron como la era del ADN (ácido desoxirribonucleico), aclaran-do el mecanismo de interacción entre genética y evolución, posibili-tando el inicio de los trabajos para el estudio del genoma humano y tantas aplicaciones prácticas en el mundo actual, como el test de pa-ternidad, de diagnósticos prenatal, las células madres, los alimentos transgénicos, etc. Sin embargo, es en el siglo XXI que una nueva disci-plina, llamada Epigenética, está desvelando mucho de lo que tenía-mos como dogma y reconstruyendo de una forma infinitamente más amplia, más compleja y todavía más hermosa, nuestros conceptos cien-tíficos (Carey, 2011).

El término ‘epigenética’, acuñado por Conrad H. Waddington en 1942, se deriva de la palabra griega ‘epi-génesis’, que originalmente describe la influencia de los procesos gené-ticos en el desarrollo de un nuevo ser. Fue utilizada para describir las interacciones causales entre los genes y sus productos, que aportan el fenotipo a la existencia

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(Waddin-gton, 1942). Actualmente el término ‘epigenética’ se refiere a la regulación potencialmente hereditaria de la transcripción del ADN que es inde-pendiente de su secuencia (Hivert

et al., 2013). Johnson y Belshaw (2014) en otras palabras, explican que el fenotipo de un organismo eucariota emerge tanto desde el código genético, que se define por la secuencia de bases en el ADN, como de patrones de expresión génica, codificados por modifica-ciones químicas a la cadena princi-pal de ADN o a las proteínas estruc-turales vinculadas al ADN dentro de los cromosomas. Y son estas modi-ficaciones químicas, o marcas, que constituyen el código epigenético. El conjunto total de las marcas epi-genéticas realizado por una célula, se refiere a menudo como el epige-noma, pero a diferencia del geepige-noma, la codificación epigenética varía notablemente entre los órganos, tejidos y células individuales. Ade-más, el epigenoma puede ser mo-dificado por factores ambientales a lo largo de la vida de un organismo, y es esta plasticidad inherente que da cuenta de la importancia de fe-nómenos epigenéticos en el contex-to de la nutrición y metabolismo. La epigenética describe los proce-sos celulares que definan si un determinado gen se transcribe y traduce en su proteína correspon-diente. El mensaje puede ser trans-mitido a través de pequeños y re-versibles modificaciones químicas a la cromatina. Por ejemplo, la adición de grupos acetilo (acetilación) a las proteínas de la cadena del ADN (histonas) mejora la transcripción, o sea activa el gen. En contraste, la adición de grupos metilo (metilación) a algunas regiones reguladoras del propio ADN reduce la transcripción de genes, o sea desactiva el gen. La publicación del genoma humano en el inicio de este nuevo siglo re-presentó un revolucionario avance en las investigaciones relacionadas

con nutrición y salud, modificando el paradigma de que la genética mandaba en la biología y eviden-ciando cada vez más, que quien manda en la biología es la Epigené-tica. Hoy en día se sabe que nada sucede por casualidad, pero si por “causalidad”, existiendo por lo tan-to una causa, o en otras palabras, dentro del contexto abordado, una forma de alimentarse, que explique las expresiones de nuestros genes. La Nutrición y la Ciencia de Alimen-tos están en la era de la genómica y es evidente que los nutrientes y otros componentes de los alimentos, son factores claves en la alteración de la transcripción génica, niveles y funciones de proteínas y de me-tabolitos, que eventualmente se traduce en un estado de salud o enfermedad sobre la base de un genoma dado. Así, la Nutrigenómi-ca es un abordaje en nutrición y salud humana, que lleva en consi-deración y estudia los efectos de las diferentes respuestas de los genes humanos a los alimentos (Ghosh, 2009).

La crisis mundial de la salud

y su relación con la dieta

Vivimos actualmente una seria crisis mundial de salud. Pese el avance de la medicina y a los sofisticados y precisos exámenes de diagnósti-cos, la población mundial está cada vez más enferma. Los índices ac-tuales de enfermedades crónicas y las estadísticas para el futuro son desmotivadoras.

Las enfermedades no transmisibles (ENT) –incluidas la obesidad, la

diabetes mellitus, las enfermedades cardiovasculares, la hipertensión, los accidentes cerebrovasculares y algunos tipos de cáncer–, re-presentan uno de los mayores de-safíos del siglo XXI para la salud y el desarrollo, tanto por el sufrimien-to humano que provocan como por los perjuicios que ocasionan en el

conjunto socioeconómico de los países, sobre todo en los ingresos bajos y medianos, donde se registran casi el 75% de las muertes por ENT (OMS, 2003).

De acuerdo al documento titulado ‘Consulta Mixta OMS/FAO de Exper-tos en Régimen Alimentario, Nutrición y Prevención de Enfermedades Crónicas’ (OMS, 2003) la relación de la nutrición con la crisis mundial de salud se debe a que los alimen-tos y los producalimen-tos alimenticios se han convertido en productos básicos, fabricados y comercializados en un mercado que se ha ampliado desde una base esencialmente local a otra cada vez más mundial. Los cambios de la economía alimentaria mundial se han reflejado en los hábitos alimenticios; por ejemplo, hay mayor consumo de alimentos muy energéticos con alto contenido de grasas, en particular grasas satura-das y bajos en carbohidratos no refinados. Estas características se combinan con la disminución del gasto energético que conlleva un modo de vida sedentario: transpor-te motorizado, aparatos que ahorran trabajo en el hogar, disminución gradual de las tareas manuales físi-camente exigidas en el trabajo y dedicación preferente del tiempo de ocio a pasatiempos que no exigen esfuerzo físico.

En 2012 el relator especial de la ONU sobre el derecho a la alimen-tación, Olivier de Schutter, presen-tando su informe al Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra, afirmó que “nuestros sis-temas alimentarios están haciendo que las personas enfermen”, “una de cada siete personas en el mundo están desnutridas, y muchos más sufren el ‘hambre oculta’ de la defi-ciencia de micronutrientes, mientras que 1,3 mil millones son obesos o con sobrepeso. Atribuyó la revolución en los hábitos alimentarios tradicio-nales a la urbanización, la super-mercadización y la difusión mundial

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de los estilos de vida modernos, que causaron por consiguiente “un de-sastre de salud pública” y aseveró que “los gobiernos se han centrado en el aumento de la disponibilidad de calorías, pero a menudo han sido indiferente a qué tipo de calorías hay en oferta, a qué precio, a los que pueden acceder, y la forma en que se comercializan.” De Schutter tam-bién identificó la abundancia de alimentos procesados como una amenaza importante para la mejora de la nutrición. Las empresas agro-alimentarias multinacionales son las que ganan siempre, procesando y distribuyendo alimentos a gran es-cala, gracias a ingredientes baratos y subsidiados y el aumento de su vida útil. Pierde la población quien consume cada vez más alimentos artificiales, con poquísima oferta de enzimas y nutrientes y lleno de quí-micos como saborizantes, colorantes, edulcorantes y preservantes. Ya es posible sacar una conclusión entonces del porqué nos estamos enfermando. Hipócrates, hace apro-ximadamente 2400 años ya alertaba de la importancia del consumo elevado de frutas, vegetales, granos y semillas como forma de mantener la salud por la biodisponibilidad de nutrientes. Sin embargo, en los últi-mos 50 años, con la llegada de la comida rápida o fast food, se au-mentó demasiado la ingesta de ali-mentos muy procesados, que llevan a dietas ricas en ácidos saturados y grasas trans, sal y azúcares. Los consumidores de estos alimentos, especialmente los niños, se vuelven adictos a esta dieta, y lo peor es que en general pasan a rechazar horta-lizas, vegetales y frutas dulces. Además, el fácil acceso, rapidez de preparación y el bajo costo contri-buyen para el consumo desenfrena-do de estos alimentos, cuyos impac-tos en la salud han sido totalmente ignorados; hasta que las estadísticas mundiales apuntaron a la obesidad como un serio riesgo a la salud de niños, jóvenes y adultos. Se estima

que en sociedades donde la comida

fast food predomina, dieta conocida como Standard American Diet (SAD - que curiosamente la traducción del inglés significa ‘triste’), los niños están condenados a tener una menor expectativa de vida en comparación con la de sus padres, debido al desarrollo de las ENT. Según la OMS (2014), la obesidad ha alcanzado proporciones epidémicas a nivel mundial, y cada año mueren como mínimo 2,8 millones de personas a causa de la obesidad o sobrepeso. Según Loomis Jr. (2011) en los últi-mos 200 años de avance científico nos hemos adaptado a un enfoque reduccionista de la nutrición, permi-tiéndonos aislar de los alimentos todos los nutrientes, como vitaminas, minerales, ácidos grasos, carbohi-dratos y proteínas, y considerarlos de forma muy separada en la dieta, poniendo en una píldora los buenos compuestos y creyendo que su in-gestión podría reemplazar el consu-mo del alimento integral, llevándonos a una desconexión con la comida en su forma natural. Afirma además que el mensaje de comer saludable fue transformado por la industria alimentaria y mal fiscalizado u orien-tado por los órganos de salud pú-blica, llevando a las personas a sentirse confusas a la hora de con-siderar lo que es realmente un ali-mento saludable.

La flora intestinal, un importante

ecosistema que influye en la

salud

Hace algunos años la Organización Mundial de la Salud (OMS) recono-ció la existencia de un nuevo órgano (virtual) en el organismo humano: las bacterias del intestino, que pueden llegar a pesar hasta 2 kg, con fun-ciones en la nutrición, en el desarro-llo y crecimiento, en la regulación de la inmunidad, en el sistema endocri-no y en la inflamación sistémica. Los animales hoy somos considerados superorganismos regulados en

par-te por los microorganismos (micro-biota) que hospedamos en nuestro tubo digestivo (Icaza-Sanchez, 2013). Más de 100 trillones (1014) de

micro-bios habitan en el tracto gastrointes-tinal del ser humano. En el estómago de los adultos humanos sanos, un número relativamente bajo de bac-terias se puede encontrar, aproxi-madamente 104 unidades

formado-ras de colonias (UFC) por mililitro de contenido gástrico, que correspon-den principalmente a bacilos, cate-na bacteria, enterococos y lactoba-cilos (Roberfroid et al., 2010). Nuevas investigaciones han revela-do que las bacterias del intestino juegan un importante papel en todo, desde la obesidad y alergias hasta el Alzheimer. Estudios recientes han revelado que la microbiota intestinal regula muchas de las funciones fi-siológicas, que van desde la regu-lación de la energía y los procesos cognitivos a la neutralización de la toxina y la inmunidad contra los patógenos. En consecuencia, alte-raciones en la composición de la microbiota intestinal (disbiosis) han demostrado que contribuyen para el desarrollo de diversas enferme-dades crónicas (Lin et al., 2014). La flora del adulto está influenciada por una serie de factores intrínsecos (secreciones intestinales, predispo-sición hereditaria) y extrínsecos (envejecimiento; dietas ricas en alimentos procesados y refinados, fritos, azúcar, café, bajas en pro-ductos frescos de origen vegetal; estrés; tabaco; alcohol; tratamientos con antibióticos).

Existe una relación compleja entre la dieta, los microbios, y el epitelio intestinal. Durante la disbiosis, en el que unos pocos géneros o especies de bacterias potencialmente pató-genas se propagan, se crea una situación propensa a la enfermedad. La disbiosis inducida por la dieta fue identificada como un factor que

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contribuye al desarrollo de enferme-dades tales como las alergias, en-fermedades autoinmunes, enferme-dad de Crohn, obesienferme-dad, diabetes de tipo 2, y la colitis ulcerosa. Además, nuevas enfermedades se han añadido recientemente a la lista, incluyendo los trastornos car-diovasculares, el cáncer colon rectal y el síndrome del intestino irritable (Chan et al., 2013).

Sobre la base de este nuevo cono-cimiento, un gran interés se ha de-sarrollado en el uso de probióticos (organismos que actúan a favor de la vida) y prebióticos (alimentos para los microorganismos benéficos, como carbohidratos fermentables y no digeribles) para reducir el riesgo de la disbiosis en el colon y modular la microflora intestinal para prevenir o incluso tratar enfermedades hu-manas (Butel, 2014).

La reconexión con

los alimentos de

origen vegetal

La dieta moderna, rápida y procesa-da, es pobre en vegetales, llena de azucares, grasas trans, ingredientes refinados y altamente deficiente en minerales. El consumo de alimentos de origen vegetal (fuentes de macro-nutrientes y además ricos en fibras, vitaminas, minerales y compuestos antioxidantes) en muchos países, incluyendo a Chile, está muy por dabajo de las recomendaciones in-ternacionales. La OMS y la FAO (Federación de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) recomiendan a la población la inges-ta de un mínimo de 400 gramos diarios de frutas y verduras, es decir, 5 porciones al día de productos de origen vegetal, exceptuando las papas y otros tubérculos, para prevenir enfermedades crónicas como las cardiopatías, el cáncer, la diabetes o la obesidad, así como para prevenir y mitigar varias carencias de micro-nutrientes, sobre todo en los países menos desarrollados (OMS, 2003).

Diferentes investigaciones en el área de alimentos vegetales y salud, apuntan a la necesidad de un con-sumo superior de estos productos, por ejemplo, el equipo de investiga-ción del University College London, liderado por la Dra. Oyebode, ase-gura que el consumo de siete por-ciones de vegetales al día reduce el riesgo de morir de cáncer o de alguna enfermedad cardíaca en un estudio reportado por ella, especial-mente en vegetales frescos (Oye-bode et al., 2014).

De acuerdo a la OMS en su publi-cación ‘Estrategia mundial sobre régimen alimentario, actividad física y salud’ de 2004, las frutas y las verduras son componentes esen-ciales de una dieta saludable y un consumo diario suficiente podría contribuir a la prevención de enfer-medades importantes, como las cardiovasculares y algunos cánce-res.

En general, se calcula que cada año podrían salvarse 1,7 millones de vidas si se aumentara lo suficiente el consumo de frutas y verduras; que la ingesta insuficiente de frutas y verduras es uno de los 10 factores principales de riesgo de mortalidad a escala mundial y se calcula que la ingesta insuficiente de frutas y verduras causa en todo el mundo aproximadamente un 19% de los cánceres gastrointestinales, un 31% de las cardiopatías isquémicas y un 11% de los accidentes vasculares cerebrales.

Muchos son los científicos que están evidenciando la relevancia de una dieta basada en plantas para ga-rantizar la oferta de nutrientes esen-ciales, y por el aporte combinado de vitaminas, minerales y compues-tos antioxidantes que neutralizan los radicales libres producidos en nuestro organismo. Entre ellos, el Dr. T. Colin Campbell, profesor honorario de Bioquímica Nutricional de la Universidad de Cornell, USA,

quien publicó el estudio poblacional de nutrición más grande hecho en el mundo, conocido como “Estudio de China”, que examina la relación entre el consumo de comidas de origen animal y enfermedades cró-nicas. Las conclusiones a las que llega el estudio están basadas en 20 años de investigación, en los cuales se examinaron los índices de mortalidad y la incidencia de enfer-medades en toda China, incluyendo 48 formas de cáncer, enfermedad coronaria y diabetes. El estudio encontró una correlación entre die-ta y enfermedad. En áreas donde la dieta era alta en consumo de comi-das de origen animal, existían índi-ces más altos de enfermedades crónicas. En áreas donde las dietas estaban más basadas en plantas, había una incidencia significativa-mente menor de dichas enfermeda-des (Campbell y Campbell, 2005). Existe actualmente en la comunidad médico-científica un movimiento incipiente, pero creciente, de aso-ciación de la medicina con la nutri-ción para el tratamiento y prevennutri-ción de enfermedades y además, en defensa de una dieta basada en vegetales como promotora de la salud. Informaciones científicas están disponibles por el Instituto Americano de Investigaciones del Cáncer, y por páginas webs de profesionales del área médica, entre ellas la del Dr. Michael Greger (www. nutritionfacts.org), Dr. Joel Fuhrman (www.drfuhrman.com) y Dr. John McDougall (www.drmadougall.com).

Consideraciones finales

La alimentación es un importante factor epigenético para explicar la actual crisis de la salud

Existe un creciente interés en la posibilidad de que la disponibilidad de micronutrientes puede modular el epigenoma y por lo tanto modificar la susceptibilidad al desarrollo de enfermedades en los individuos. En

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la actualidad existe un interés parti-cular en los alimentos donantes de metilo, incluyendo el ácido fólico, lo que podría modificar directamente la metilación del ADN en los seres humanos. La microbiota intestinal humana es similar a un verdadero órgano, que desempeña un papel

Referencias

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Lin CS, Chang CJ, Lu CC, Martel J, Ojcius DM, Ko YF,

crítico en la salud humana y en la enfermedad.

La modificación de la microbiota in-testinal con prebióticos y probióticos, representa una importante estrategia terapéutica para la prevención y tra-tamiento de enfermedades humanas.

Una dieta basada predominante-mente en plantas ayuda en la man-tención de la salud, previniendo enfermedades por los nutrientes y compuestos funcionales que oferta y además por ser fuente de pre y probióticos, garantizando así el equilibrio de la flora intestinal.

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