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Apuntes de Historia de España tema 3. Isabel II 1

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Tema 3. Revolución liberal en el reinado de Isabel II. Carlismo y Guerra civil. Construcción y evolución del Estado liberal.

Introducción: La vuelta al absolutismo de Fernando VII (1814-1833). El conflicto dinástico.

A su regreso (marzo, 1814), Fernando VII, con el apoyo de los absolutistas (Manifiesto de los Persas), declara sin valor la Constitución, disuelve las Cortes, restablece el régimen señorial y la Inquisición e inicia una persecución de los liberales (exilio).

El liberalismo recurre a la clandestinidad (conspiración) con sociedades secretas y pronunciamientos militares que fracasan, pero que evidencian el rechazo del absolutismo radical. En 1820, el pronunciamiento de Riego por la Constitución de 1812 consigue que Fernando VII acepte jurar la Constitución, dando paso al trienio liberal (1820-1823). La reacción de los realistas (Iglesia, nobleza, ejército tradicional, campesinado) con el auxilio Santa Alianza le reponen como rey absoluto.

En la última década de su reinado (1823-1833) se abre a tímidas reformas (ministros Cea Bermúdez, Calomarde). Ahora, a la oposición de los liberales (nuevos pronunciamientos fracasados: Torrijos) se sumará la de los realistas intransigentes (carlistas que reivindican los derechos dinásticos de Carlos María Isidro).

Crisis sucesoria: En marzo de 1830, poco antes de nacer su hija Isabel (octubre,1830), Fernando VII publica la Pragmática Sanción aboliendo la Ley Sálica (en perjuicio de su hermano, Carlos María Isidro).

En 1832 Fernando VII enferma; entonces aumenta la presión carlista sobre el rey ("Sucesos de la Granja”) que deroga la Pragmática. Su mujer, Mª Cristina (reina y regente durante la enfermedad) buscará apoyo de los liberales para la causa de su hija (da amnistía a exiliados). Las Cortes proclaman heredera a Isabel.

En 1833, antes de morir, el rey reconoce a Isabel (II) como heredera. Los carlistas, por su parte, proclaman rey a Carlos (V). (Manifiesto de Abrantes, 1 octubre 1833)

1. Carlismo y Guerra civil.

a) El enfrentamiento ideológico. Además de la cuestión sucesoria los carlistas mantienen diferencias ideológicas con los isabelinos:

El carlismo representaba a los sectores más conservadores de España (eran los continuadores de los realistas exaltados o apostólicos). Políticamente eran absolutistas que se regían por el lema

“Dios, Patria, Rey”. Defendían el Antiguo Régimen, la monarquía de origen divino, el tradicionalismo, una sociedad más rural que urbana; reivindicaban el mantenimiento de los fueros tradicionales que contemplaban el mantenimiento de un conjunto de instituciones propias, un sistema judicial propio y la exención fiscal y de quintas. La preservación de esta serie de privilegios chocaba frontalmente con la política centralizadora y de igualdad jurídica del régimen liberal.

Por su parte los liberales (isabelinos o cristinos) eran partidarios de las libertades económicas, políticas y sociales, así como de la separación de la Iglesia del Estado y de la uniformidad territorial (no fueros).

Este enfrentamiento ideológico y dinástico fue motivo suficiente para el desarrollo de tres guerras a lo largo del siglo, en los que uno y otro bando contaron con diferentes apoyos:

Los carlistas recibieron el apoyo de: campesinos, especialmente pequeños propietarios que temían convertirse en jornaleros de grandes terratenientes; baja nobleza del norte de España opuesta a la desaparición de los mayorazgos; sectores más conservadores de la Iglesia y contrarios a la desamortización; grupos de artesanos temerosos ante la desaparición de los gremios; algunos oficiales del ejército y diversas áreas rurales especialmente del País Vasco, Navarra, norte de Cataluña y zona del Maestrazgo..

 Por parte del bando isabelino. Contaron con la colaboración de: grandes ciudades, incluso las del País Vasco; burguesía; trabajadores urbanos; altas jerarquías eclesiásticas; alta nobleza y la mayor parte del ejército.

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b) La primera guerra carlista (1833-1840). Fue la más extensa y destacada de las tres que hubo en el siglo. También se caracteriza por la considerable cifra de muertos (hasta 200.000 según algunas fuentes).

-Primera fase (1833-1835): los carlistas intentaron sin éxito provocar una revuelta generalizada en todo el país. Su fracaso condujo a una guerra civil en la que los carlistas se hicieron fuertes en País Vasco y Navarra de la mano de su coronel Zumalacárregui. No obstante, las tropas carlistas no lograron ocupar ni las capitales vascas ni Pamplona, hecho que sin duda les restó empuje y credibilidad. También hubo partidas carlistas en Levante, norte de Cataluña, bajo Aragón (General Cabrera).

-Segunda fase (1836-1840): los isabelinos toman la iniciativa de la mano del general Espartero. Éste pone fin al sitio carlista sobre Bilbao (1836) en el que muere Zumalacárregui. Los carlistas realizan expediciones hacia otras regiones (expedición de Don Carlos hacia Madrid, 1837), pero fracasan, y los carlistas, fundamentalmente los afines al general Maroto, se muestran cada vez más partidarios de alcanzar la paz (transaccionistas). Esta se materializó en el Convenio de Vergara (1839), celebrado entre Espartero y Maroto, que supuso el fin de las hostilidades en el País Vasco y Navarra, la incorporación de los militares carlistas al ejército isabelino sin degradación alguna y la promesa isabelina de remitir la cuestión foral a Cortes para su discusión.

Los carlistas intransigentes contrarios al pacto (Cabrera) mantienen las acciones armadas en el Maestrazgo. Espartero pondrá fin a la resistencia carlista con la toma de Morella (Castellón). Carlos María Isidro se exilió a Francia, destino de los últimos combatientes carlistas.

Posteriormente habría otras guerras carlistas. La segunda (1846-49) se desarrolló en Cataluña, con el pretexto del fallido enlace entre Isabel II y el pretendiente carlista (Carlos VI). Después se produjeron otras sublevaciones carlistas, como la ocurrida también en Cataluña en 1855 o la conocida como “Ortegada”, frustrado pronunciamiento de Carlos VI en el monasterio de San Carlos de la Rápita en 1860. La tercera guerra tendría lugar en 1872-1876, en el marco del sexenio revolucionario.

2. Construcción y evolución del Estado liberal durante el reinado de Isabel II 2.1. Significado del reinado en el proceso de la revolución liberal en España

Durante el largo reinado de Isabel II asistimos a una serie de cambios que consolidarán definitivamente el estado liberal, asentado sobre unos nuevos principios políticos, económicos y sociales:

 monarquía constitucional y parlamentaria con división de poderes,

 derechos individuales y fin de los privilegios estamentales,

 transformación de la propiedad feudal en propiedad privada capitalista

 defensa de la libertad económica, base del capitalismo (libertad de contratación, de industria y de comercio);

 sustitución de la sociedad estamental por la sociedad de clases.

La lucha contra el carlismo une los intereses de Isabel a la causa de los liberales, pero la reina siempre se inclinó por la concepción moderada, dejando fuera a los progresistas que tendrán que recurrir a la conspiración y al pronunciamiento para acceder fugazmente al poder.

Esta implantación del liberalismo resultó, pues, un proceso lento, con sucesivos avances y retrocesos, con un tono dominantemente moderado, pero que puso de manifiesto que ya era irreversible la sustitución del sistema económico, político y social del Antiguo Régimen por un estado liberal y una economía al servicio de los intereses del capital privado. Triunfa definitivamente el sistema constitucional, aunque las constituciones serían un hecho de partido, y se modifican y cambian con los cambios de gobierno (inestabilidad constitucional).

Otro rasgo de este triunfo del liberalismo en España en el s. XIX será el protagonismo de los militares: los grandes políticos son altos mandos militares y serán ellos el instrumento de los progresistas para acceder al poder mediante los pronunciamientos.

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2.2. Etapas del reinado

a) 1833-1840: Regencia de María Cristina. Triunfo del liberalismo. Partidos liberales.

El conflicto carlista favoreció el paso del absolutismo al liberalismo. La regente María Cristina y los liberales tuvieron que apoyarse mutuamente. La Regente para atraerse a los liberales pone al frente del gobierno a un liberal doceañista (moderado), Martínez de la Rosa, que promulga el Estatuto Real (1834) (carta otorgada) limitando el poder del rey.

El Estatuto Real, 1834: la corona delega parte de su poder en unas Cortes bicamerales: Estamento de Próceres (cargos eclesiásticos, nobles, grandes propietarios…) y Estamento de Procuradores (propietarios elegidos), parlamento que sólo representa a los sectores “responsables” de la sociedad. Pero este Estatuto no reconoce la división de poderes, ni la soberanía nacional.

Esta reforma muy moderada resulta insuficiente y provoca la definitiva escisión entre los liberales moderados y los exaltados o progresistas. Los progresistas alientan las revueltas urbanas de 1835 (aparición de nuevas juntas revolucionarias que exigen reunión de Cortes, libertad de prensa, extinción del clero regular…). El motín de los sargentos en la Granja(agosto, 1836) obliga a María Cristina a restablecer la Constitución de 1812.

Con los progresistas en el poder se desmantelan definitivamente las instituciones del Antiguo Régimen, se pone en marcha la desamortización (Mendizábal) y se elabora una nueva Constitución.

La Constitución "progresista" de 1837 fue resultado de un acercamiento de los progresistas y los moderados:

Principios progresistas: división de poderes, soberanía nacional, amplios derechos y libertades (prensa, opinión, asociación), aconfesionalidad del Estado.

 Elementos moderados: fuerte papel de la Corona (veto leyes, disolución Cortes, nombramiento ministros), bicameralismo (Congreso y Senado), sufragio censitario (por ley posterior), financiación culto católico (para compensar las pérdidas de la desamortización).

Pero la vuelta al poder de los moderados (1837-1840) supone frenar y limitar el alcance de estas reformas:

mayor restricción del sufragio, devolución de los bienes del clero secular desamortizados, nombramiento (no elección) de los alcaldes de las capitales de provincia.

Para este momento han quedado claramente dibujadas las diferentes corrientes dentro del liberalismo español: moderados y progresistas, a los que se unirá en 1849 el partido demócrata, y en 1854 el partido de la Unión Dinástica.

Moderados: Es el partido de gobierno durante el reinado de Isabel II, salvo el bienio progresista. Su líder es Narváez; también destaca Bravo Murillo. Son apoyados por los terratenientes, grandes comerciantes e intelectuales conservadores, así como por los restos de la vieja nobleza, alto clero y altos mandos militares. Son partidarios de un régimen liberal conservador:

 moderan la idea de soberanía nacional proponiendo la soberanía compartida (Rey y Cortes);

 proponen más competencias para el rey;

 limitan los derechos colectivos (libertad de prensa, opinión, reunión y asociación);

 defienden el peso y la influencia de la Iglesia católica;

 defienden la propiedad, el orden y el sufragio censitario muy restrictivo;

 a ellos se les deben las reformas administrativas.

Progresistas: Después de la regencia de Espartero no son nunca llamados al gobierno, por lo que recurren a los pronunciamientos militares. Sus líderes son Espartero, Prim y Serrano. Encuentra sus apoyos en la media y pequeña burguesía industrial y financiera, clases medias y artesanos, una parte de la oficialidad media o inferior del ejército, y profesionales liberales:

 Defienden la soberanía nacional,

 Mantienen el sufragio restringido pero ampliando la base electoral.

 Limitan más el poder del rey dando preponderancia al poder legislativo (Cortes).

 Partidarios de robustecer los poderes representativos (ayuntamientos, milicia nacional, jurado popular...) y de ampliar los derechos individuales y colectivos.

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 Menos clericales.

 Realizan las reformas económicas.

b) Regencia de Espartero (1840-43).

Un nuevo movimiento insurreccional lleva al gobierno al general Espartero que había alcanzado notable prestigio por su papel en la guerra carlista: adopta medidas progresistas, pero las medidas liberalizadoras del comercio provocan un levantamiento de la burguesía y de las clases populares de Barcelona. La dura represión (bombardeo de Barcelona, 1842) le hace perder apoyos. Finalmente Espartero se exilia (1843) y como solución se proclama la mayoría de edad de Isabel.

c) El reinado de Isabel II. La década moderada (1844-1854)

Los moderados (general Narváez) acceden al poder, en el que permanecen diez años. El régimen moderado se caracteriza por su prioridad por la autoridad y el orden, así como por la represión contra los progresistas, que recurren al exilio. En esta década destacamos la Constitución de 1845, modelo de constitución moderada y las reformas administrativas que analizaremos más adelante.

La Constitución moderada de 1845 es el prototipo de constitución conservadora:

 gran poder del rey (soberanía rey-Cortes, disolución Cortes, veto, designa al Senado);

 estado confesional (exclusividad de la religión católica),

 sufragio censitario más acentuado que en la del 37,

 senado vitalicio y no electivo.

 Las libertades son las mismas que la del 37 salvo la libertad de prensa;

 no contempla las elecciones municipales, ni la milicia nacional, ni el jurado popular.

Del partido progresista se escinde en este tiempo el Partido Demócrata (1849) que defiende el sufragio universal, ampliación de las libertades, intervención del Estado en la enseñanza, en la asistencia social y en la fiscalidad. Son anticlericales. Jugarán un papel fundamental en el sexenio revolucionario.

Los últimos años de esta década están marcados por la inestabilidad, la corrupción política y el autoritarismo. se proyecta una reforma de la Constitución de 1845 de signo ultraconservador (Bravo Murillo, 1852). La deriva autoritaria de Bravo Murillo disgusta a parte de los moderados y a las clases populares. Un nuevo pronunciamiento, la Vicalvarada (Manifiesto de Manzanares, 1854), lleva a los progresistas (Espartero) y moderados descontentos (O´Donnell) al gobierno. Éste ha creado el partido dee la Unión Liberal (1854), como partido centrista que atrae a los más moderados de los progresistas.

Juegan un papel en el bienio progresista y en los últimos años del reinado.

d) El bienio progresista (1854-1856)

Con la llegada al poder de los progresistas se redacta una nueva Constitución (1856), que recoge los principios del progresismo, pero que no llega a ser promulgada. Las medidas legislativas más importantes tienen carácter económico: desamortización civil de Madoz, creación del sistema financiero, Ley General de Ferrocarriles (sistema radial, posibilidad de inversiones extranjeras y franquicia arancelaria).

La inestabilidad política aumenta, abundan las huelgas (estamos asistiendo al nacimiento del movimiento obrero español). O´Donnell (ministro de la Guerra), que había creado el partido Unión Liberal, pacta con la corona en contra del presidente Espartero y se pasa al conservadurismo (contrarrevolución de 1856).

e) Descomposición del sistema isabelino (1856-68)

Las primeras medidas del gobierno de O´Donnell son significativas: restauración de la Constitución de 1845, interrupción de la desamortización (reactivada poco después), disolución de la milicia nacional y abolición de la autonomía municipal. En esta etapa final destaca la activa política exterior: campañas en Indochina, México y Marruecos (1859).

En 1863, la presión de los moderados por volver al poder, como deseaba también la reina, precipitaron la sustitución de O’Donnell por Narváez. Las formas más autoritarias de los moderados radicalizaron a los progresistas, que, con apoyo de los demócratas, recurrieron de nuevo a la conspiración y la sublevación hasta acabar destronando a Isabel II.

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2.3. Mecanismos de funcionamiento al margen de lo establecido: la Camarilla, el fraude electoral, los pronunciamientos.

La debilidad del liberalismo en el reinado de Isabel II se manifiesta en la existencia en la práctica de mecanismos que alteraban los principios de participación, igualdad y respeto a las leyes que enunciaban sus textos constitucionales. Entre ellos destacamos:

a) "La Camarilla": Isabel II se rodeó de una «camarilla» palaciega con influencia política extraconstitucional, causa adicional de su descrédito ante el pueblo y la opinión liberal. Las camarillas eran así un centro de poder informal en la que intervenían personajes de todo tipo, algunos tan excéntricos como el Padre Claret o Sor Patrocinio, monja milagrera conocida como la "monja de las llagas".

b) El fraude electoral: las elecciones en España tuvieron una doble limitación en esta época: por un lado, el sufragio censitario reducía el censo a un pequeño porcentaje de propietarios contribuyentes lo que daba un resultado conservador a las comicios; por otro lado, el fraude se institucionaliza, de modo que los progresistas no esperaban nada de las elecciones y en muchas ocasiones se abstienen de participar (política de retraimiento) en unas elecciones que consideraban amañadas.

c) Los pronunciamientos: aunque los hubo de diferente color ideológico, los pronunciamientos fueron el instrumento de que dispusieron los progresistas para acceder al poder, al no poder obtenerlo por convocatoria de la reina. El pronunciamiento venía precedido de una conspiración en la que participan militares y civiles de carácter progresista, a veces amparados por la clandestinidad de las logias masónicas; llegado el momento, un grupo de oficiales militares declara públicamente su oposición al gobierno de turno (publicación de un manifiesto). Los rebeldes esperan entonces que el resto de las fuerzas armadas se declaren a favor o en contra del gobierno de turno. No hay lucha armada; si la rebelión carece de apoyo, los organizadores pierden, y deberán abandonar el país, retirarse de las fuerzas armadas o sufrir arresto; algunos fueron fusilados. Pero si la mayor parte de las fuerzas armadas se declaran a favor del pronunciamiento, entonces el gobierno de turno renuncia.

2.4. Las grandes reformas liberales

a) La reforma agraria liberal fue obra de los progresistas: se centran en las desamortizaciones de Mendizábal y de Madoz. Su detalle se desarrolla en otro tema. Sus principales aspectos fueron:

 disolución del régimen señorial, aunque muchos señores mantienen la propiedad de aquellas tierras que los campesinos no pueden acreditar como propias.

 desvinculación tierras (supresión de mayorazgos), para que entren en el mercado.

 desamortización eclesiástica (nacionalización y venta de bienes eclesiásticos; ayudan a los gastos de la guerra).

 desamortización civil: venta de los bienes comunales de los ayuntamientos

 liberalización de.la economía: abolición de la Mesta, libertad de arrendamientos agrarios, abolición privilegios gremiales y diezmos eclesiásticos, eliminación aduanas interiores.

b) Reformas administrativas: Diferentes leyes servirán para la consolidación del estado liberal, la mayoría de ellas llevadas a cabo por los gobiernos moderados:

 Centralización del estado (sólo País Vasco y Navarra conservan derechos forales por temor al carlismo), división provincial de Javier de Burgos (1834), creación de la figura de los gobernadores civiles y militares en las provincias dependientes del poder central.

 Ley de Administración Local: control de los ayuntamientos por el gobierno (alcaldes nombrados por la Corona o por el gobernador civil si menor de 2000 habitantes);

 Reforma fiscal (Ley Mon-Santillán, 1845): reduce la multiplicidad de impuestos a sólo cuatro.

Refuerza la contribución directa;

 Código Penal, que supone unificación de leyes anteriores.

 Concordato con la Santa Sede (1851): el Estado español se compromete al sostenimiento de la Iglesia y le da amplias competencias en educación;

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 Reforma de la administración pública (Ley de funcionarios y de la administración territorial (criterios centralizadores);

 Creación de la Guardia Civil (1844), cuerpo armado de carácter conservador, rural y pseudo militar, en contraposición del carácter progresista y urbano de la milicia nacional;

 Organización de la Instrucción pública (Ley Moyano,1857), asumiendo el Estado la obligación de la enseñanza como asunto público.

3. El final del reinado

En los últimos años del reinado el descrédito de la corte se hizo mayor. Los progresistas se retiran de las Cortes, comenzando una política de "retraimiento" (1863). Unos artículos periodísticos críticos con la reina escritos por el catedrático de Historia de la Universidad de Madrid, Emilio Castear, fueron respondidos con represión -cese de Castelar y del rector de la Universidad de Madrid- que desencadenan la protesta estudiantil, reprimida en la noche de San Daniel en la que hubo 11 muertos y 193 heridos (abril, 1865).

Más tarde se produjo el levantamiento del cuartel de San Gil (junio, 1866) tras el que hubo una dura represión gubernamental: fueron fusilados 66 personas, la mayoría sargentos y algunos soldados.

Esta situación restó definitivamente apoyos a la corona, incluidos los unionistas. Toda la oposición se unió en el Pacto de Ostende (agosto, 1866), por el cual progresistas y demócratas, a los que se unirían después los unionistas, acordaban que cuando llegasen al poder, se expulsaría a Isabel II y se formaría un gobierno provisional que convocaría una asamblea constituyente por sufragio universal.

En septiembre de 1868 se produce en Cádiz la revolución preparada por el comité revolucionario salido del pacto de Ostende, llamada "la Gloriosa", que supondrá la salida de Isabel II de España.

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