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Mención E S E S D N D N U I Q V Q V O ES S E E A E E E O R U I A E S O. por Gabriela Urrutibehety

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Academic year: 2021

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101 Tengo un gato que estornuda los viernes.

¿Sólo los viernes? ¡Qué le parece!

Todos los viernes, a las ocho menos veinte de la ma-ñana, el señor González toma un café negro sin azú-car, come una tostada sin manteca ni dulce de leche, se pone su abrigo verde musgo, acaricia a su gato Ata-liva que duerme en su almohadón azul, abre la puerta de casa y se va a trabajar. Al señor González lo pone de malhumor levantarse temprano, por eso los viernes sale de su casa dando un portazo y no silbando un tanguito, como habitualmente. El señor González trabaja en el turno tarde todos los días, me-nos los viernes. Es remisero y los viernes está contratado para llevar al gerente del Banco a la reunión semanal de gerentes de banco que se realiza en la Ciudad de Al Lado. Parten todos los viernes a las 8.30 y vuelven a las 12. Y cuando regresa a su casa, a las 12 y 30, encuentra que Ataliva está estornudando.

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golpazo hace temblar la lámpara del co-medor del departamento. El temblor pro-voca que se tense más de lo habitual el hilo de la tela que teje una araña desde la pantalla de la lámpara hasta el barral de la cortina del ventanal.

El barral se mueve de manera imperceptible, pero eso es más que suficiente para que se agite el cordón con una borla de metal que sirve para descorrer la cortina.

La borla de metal empieza a mover-se lentamente, tomando cada

vez más impulso. Es ahí cuando golpea en el te-léfono que está en la mesita junto al ven-tanal, más precisa-mente sobre la tecla

de marcado rápido que contacta con la mamá del señor González, que vive en Calamuchita, a unos 1252 kilómetros de la casa del señor González.

La mamá del señor González se alar-ma porque sabe que la tecla de alar-marcado rápido indica que su hijo está en peligro. Así que sale corriendo hasta la casa del vecino, que es bombero voluntario, para pedirle consejo y ayuda.

El vecino duerme hasta tarde los viernes por-que los jueves hace guardia nocturna en

el cuartel de bomberos, por lo que nadie la atiende

aun-que la mamá del señor González se cuelgue del timbre, porque el timbre está desconectado.

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103 La mamá del señor González grita tanto

para despertar al bombero que llama la atención de la chica que atiende la caja de la carnicería de enfrente que aprovecha a decirle al carnicero que vaya a ayudarla, mientras ella se escapa para llevarle una cartita de amor al pibe de la otra cuadra que no se da por enterado de nada. Desliza la cartita por debajo de la puerta, toca el timbre y sale corriendo, para estar de regreso en la carni-cería antes de que el carnicero se dé cuenta. El pibe de la otra cuadra deja los auri-culares sobre el teclado de la computa-dora para abrir la puerta y, como nunca encuentra nadie, camina hasta la vere-da para ver quién es. Por la ventolera –siempre hay viento en esa esquina de Calamuchita- los auriculares resbalan y

se enroscan en el cable del televisor que está al lado de la compu. El televisor se tambalea y el pibe se tira de plancha para agarrarlo antes de que toque el piso. Eso hace que el kiosquero de enfren-te, que es además entrenador de vóley de la ciudad, salga corriendo para intentar ficharlo para su equipo.

El kiosquero entrenador cruza la calle sin mirar, aunque sabe que a esa hora siempre pasa el puntualísimo camión recolector de basura que clava los frenos para no pisar al kiosquero. Como para esa altura del recorrido el ca-mión viene lleno, en la frenada una bolsa negra sale disparada de la caja del camión y va a aterrizar cerca de la mamá del se-ñor González que conversa con el carnicero

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El bombero, medio dormido, se asoma y grita que nadie toque nada porque podría ser una bomba. La chica de la carnicería llama al canal de televisión local que llega al ins-tante con cámaras y movileros.

La noticia se propaga como reguero de pólvora y un corresponsal del canal de Calamuchita sale corriendo hasta la casa del señor González, para cruzarlo

al aire con su madre. Como nadie le

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105 próximas elecciones y la temperatura que se

espera para los próximos días.

Después de los comentarios, el portero lleva al movilero hasta la puerta del depar-tamento del señor González, pero en cada piso se detienen porque los ve-cinos desean plantear sus inquietudes por la falta de barrido de la calle, el

atraso en el pago de las jubilaciones, la necesidad de apoyar a los artistas del barrio, el agradecimiento a la enfermera que pone vacunas sin que duela nada y un saludo para mi mamá que me estará escuchando.

Cuando llegan a la puerta del señor González son poco más de cuarenta y cinco personas en el pequeño espacio junto a la escalera. Entonces, suena la alarma de la señora del portero porque son casi las 12 y hay que ir a buscar los chicos a la escuela. Todos salen corriendo, escaleras abajo, porque todos tienen hijos en edad

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107 Se sienta en el piso, decepcionado, la espalda contra la puerta,

un minuto antes de que, en el departamento del señor González, el reloj de péndulo comience a dar las 12.

A las 12 en punto abre la puerta la vecina del señor González que al ver al movilero tan cansado lo invita a tomar una sopa de ver-dura. Cuando el movilero prueba la sopa, mira a la vecina y ella, inmediatamente, recuerda que le gusta con pimienta. Pero como ella no cocina con pimienta, sale corriendo hacia el departamento del señor González, que le deja la llave para que alimente a Ataliva mientras él no está en casa, cosa que siempre termina olvidando. La vecina entra al departamento del señor González y, apu-rada para que no se enfríe la sopa, busca la bolsa de alimento para gatos en la alacena donde también se guarda la pimienta. Con una mano llena el plato de Ataliva mientras que con la otra sostiene el frasco de la pimienta.

En ese momento despierta el gato que ama dormir toda la ma-ñana y, ante el olor de la comida, se lanza sobre la vecina que cae

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fin

y el frasco de pimienta justo sobre el almohadón azul de Ataliva. El gato devora rápidamente todo el alimento, la vecina se acomoda el peinado y el vestido y alcanza a salir con lo que queda de pimienta para su casa justo cuando el movilero está a punto de morir de hambre y el señor González estaciona su auto en la vereda.

El señor González sube la escalera y abre la puerta un segundo después de que Ataliva, satisfecho con su almuerzo, se acurruca en el almo-hadón azul para lamerse las patas y limpiarse los bigotes. Pero como está lleno de pimienta, el gato empieza una seguidilla de estornudos que no lo abandonan hasta que el reloj de péndulo da las 12 de la noche y el señor González agradece que se haya terminado el viernes.

Referencias

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