Jesús a todos nosotros y a cada uno en particular nos dice: Entra en mi Corazón, que es lo mismo que decir: Vive en mi Corazón.
Pero vivir en el Corazón de Jesús es vivir en lo alto, porque es una atalaya desde donde se contempla muy de otra manera el panorama del cielo y de la tierra. Por consiguiente, para entrar y vivir en el Divino Corazón, necesitamos subir alto y no bajar, porque si lo hacemos nos estamos alejando de El.
Pero ¿cómo se entra en el Corazón de Cristo?. Son dos las entradas que nos llevan al Corazón de Cristo: el conocimiento y el amor.
Entrar en el Corazón de Jesús es ahondar mas y más en los misterios de su amor y su dolor. Y vivir en ese Divino Corazón es una comunión con El de intenso amor.
Cuando conocemos un corazón hemos penetrado en él. Por eso, tener un conocimiento profundo y un amor inmenso a Jesús, nos hace penetrar en su Corazón. Nos hace llegar a una gran intimidad con Él.
El conocimiento sobrenatural del Corazón de Jesús lo obtenemos por la fe. La fe nos descubre la grandeza y belleza de Dios y enciende en nuestros corazones su amor hacia El
Entremos en el Corazón de Jesús y vivamos por la fe en Él. ¡Que nada ni nadie, nos arranquen jamás de ese Divino Corazón!.
La Biblia dice
¡Ay del mundo por causa de los escándalos!.
Es inevitable que vengan escándalos.
Más ¡ay de aquel por quién vendrá el escándalo!
¡Alerta!
Hay un peligro muy común en la vida espiritual del que nadie está exento, incluso quienes viven consagrados a Dios.
Se trata de convertir en criterio humano el criterio sobrenatural. Este peligro es tal que el alma puede quedarse estacionada para siempre en este espíritu racional.
Sucede sin apenas percibirse, porque si se percibiera claramente, se notaría la diferencia, pero no es así, de ahí que debamos estar en alerta permanente.
Estas personas en su vida cotidiana siguen teniendo los mismos hábitos y las mismas prácticas de devoción. Van a misa; rezan el rosario; hacen oración, comulgan, confiesan etc. Pero cada día, estas prácticas se van convirtiendo en hábitos exteriores en los que el espíritu sobrenatural va desapareciendo paulatinamente.
Esto no se debe confundir con la desolación que a veces le viene a un alma. Porque el alma desolada sufre por crecer mas en Dios, tiene hambre de Él y pone todo su empeño en vivir sobrenaturalmente.
No así en la persona que ha perdido el espíritu sobrenatural, porque su estado se convierte en una mediocridad insoportable y se palpa a su paso. Una persona que perdido el espíritu sobrenatural será todo lo que se quiera, menos mortificada, se vuelve comodona. Todas las demás virtudes van entrando en decadencia.
El fervor se convierte en rutina. El trato con los demás es educado, cortés pero le falta amor de Dios. Va extinguiéndose el celo apostólico y poco a poco va insensibilizándose su corazón a las cosas sobrenaturales por falta de una vida interior profunda.
¡No bajemos la guardia!. No vaya a ser, que seamos nosotros una de esas personas.
Corazón docente
Uno de los magníficos atributos del Sagrado Corazón es el de la docencia.
Se podría decir que este atributo está en todos los demás porque Jesús no quiso perder ni un solo instante de su vida para enseñarnos, y así, apareció en el mundo dándonos una enseñanza que sería la base de su vida: desprendimiento y pobreza.
¿Acaso predicó el Señor algo que El mismo no cumpliera?. Su Evangelio no comienza en su vida publica. Su Evangelio, su sapientísima doctrina empieza en el mismo instante de su nacimiento, o mejor aún, comienza en el mismo instante de su Encarnación. Su predicación fue lo que había cumplido a lo largo de toda su vida.
Aunque no nos hubiera predicado el Evangelio y sólo supiéramos de Él por su forma de vivir, su enseñanza –a la vista de sus obras- hubiera sido la misma. Porque Jesús, primero nos da ejemplo y después predica, NO AL REVÉS.
El y su Santa Madre vivieron todo aquello que luego nos enseñó. Todo aquello que hoy llamamos Evangelio.
MÁXIMA EVANGELICA
La fe sin obras está muerta.
(Sant 2, 26)
S I M O N I A
¿Que es la simonía?. La palabra simonía viene de Simón el Mago que quiso comprar a Pedro y San Juan el don de conferir el Espíritu Santo (Hch 8, 9-24).
La simonía está condenada por la Iglesia y es un pecado contra la virtud de la religión y significa la compra o venta deliberada de cosas espirituales, como los sacramentos o beneficios eclesiásticos, o de cosas temporales, unidas inseparablemente a una espiritual como por ejemplo un cáliz consagrado.
Los bienes espirituales tienen su fuente en Dios de quien se reciben gratuitamente y por lo tanto gratuitamente se deben dar (Mt 10,8)
No obstante no debemos confundir simonía con estipendio u ofrenda que se da a la Iglesia para que se aplique la Misa por una determinada intención. Porque el pueblo cristiano debe contribuir al sostenimiento de la misma y de sus actividades.