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MOISÉS y el modo de hacer las cosas

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Academic year: 2022

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© Equipo de Didáctica de CETR (www.otsiera.com)

MOISÉS

y el modo de hacer las cosas

FRIDA Y EL SEÑOR LIN

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MOISÉS

y el modo de hacer las cosas

– Mamá, sobre pescar con anzuelo o con red, ¿qué dice la Torá?

Así irrumpió Romina en casa; sin ni siquiera decir : “hola, ya estoy aquí”. Pero es que tenía prisa por aclararlo.

– ¿Sobre pescar con anzuelo o con red? ¡Nada!

– ¿Cómo que nada? ¡No puede ser! ¡Pero si habla de qué peces conviene pescar!

¿Cómo podía ser que la Torá no dijera nada de las redes?, se preguntaba sorprendida Romina.

– ¿Y rén ? ¿Qué es rén, mamá?

– ¿Rén? No lo sé, Romina.

Romina se quedó muy decepcionada. A su madre no se le escapó que algo pasaba... Ya sentadas en la cocina, ante el chocolate caliente y las galletas, las palabras salieron más ordenadas: Frida, el cartel del señor Lin, el hanzi y tener rén para poder ser una persona. “¿O es que acaso sólo en China se debe tener rén para ser persona?” -preguntó Romina.

– No, no sólo en China, Romina; ¡ahora te explicas mejor! Y sí, en cierto modo, sí que Moisés enseñó algo importante que tiene que ver con lo que tu estás buscando... ¡Por supuesto que sí!

– ¿Qué quiere decir “en cierto modo”? ¿Sí o no?

– Sí. Pero no al pie de la letra. Te doy una pista: la cosa no va de peces. ¡No te fijes en los peces, sino en el modo de pescar!

“El modo de pescar”... Aquello volvía a parecerle un embrollo. Romina estuvo pensando.... No re- cordaba haber oído nunca nada del modo de pescar. De la manera de hacer las cosas, sí, claro, pero de pescar...

– Si cambias el orden de las preguntas, quizás podrás ver cosas que todavía no has visto –insistió su madre.

– ¿Qué quieres decir?

– Cuando Moisés desciende del Sinaí, da unas orientaciones, ¿no es cierto? Pues, si en lugar de em- pezar por la pesca, te preguntas por qué pueden ser importantes las cosas que dijo... ¡vete tu a saber qué descubres! ¿Tenían algo que ver con llegar a ser personas de verdad? Yo de ti, me fijaría incluso en el orden en el que dijo esas cosas.

Romina y su madre estuvieron un buen rato repasando las palabras de Moisés y pensando, y Romina apuntó algunas para poderlas compartir en clase. Aunque, bien pensado, quizás que antes de leerlas ...

¿Qué sabemos de Moisés?

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EN AQUEL TIEMPO...

Había una vez... ¿Quién no ha oído hablar del nacimiento de Moisés? De aquel niño en un ces- to, rescatado de las aguas del Nilo por la hija del Faraón...

¿Quién no ha oído hablar de cómo, siendo mayor, se enfren- tó al Faraón para hacer salir de Egipto al pueblo de Israel? ¿O de todos los hechos excepcionales y las desgracias que sucedieron?

¿Quien no ha oído contar que las aguas del Mar Rojo se abrie- ron para dejar pasar al pueblo que huía y de lo que sucedió con el ejército del Faraón?

La extraordinaria historia de Moisés y de la salida de Egipto quedó grabada en el recuerdo, pasando de padres a hijos, de boca en boca, durante muchas genera- ciones. Hasta que la escribieron. Y es así como nos ha llegado.

Cuando sólo hacía unos meses que andaban a través del desierto, Jetró, el suegro de Moisés, de- cidió ir a buscarle, acompañado de su hija Séfora, esposa de Moisés, y de sus dos hijos, Guersom y Eliezer.

Jetró vio que Moisés tenía que atender cada día una larga fila de gente que le exponía sus pro- blemas: “que este ha hecho...”, “que el otro me ha dicho...”, “que aquel me ha robado...”

“Así no irán muy lejos” –pensó Jetro. Y acon- sejó a Moisés que eligiera unas cuantas personas sinceras y de confianza, para que hicieran de guías de los distintos grupos. Solo hacía falta que los orientara sobre cómo actuar y cómo vivir.

A Moisés le pareció una buena idea. Se despi- dió de su suegro que quería regresar a su casa, en Madian, donde le esperaban sus otras hijas.

Pero, ¿qué orientaciones les daría? –se pre- guntaba Moisés. Cuando eran esclavos era fácil, bastaba con obedecer y callar. Pero ahora que eran libres, ¡era mucho más complicado!

¿Donde podemos encontrar las histo- rias de Moisés y del pueblo judío? En la Torá, el texto sagrado del judaísmo.

La Torá se compone de cinco docu- mentos, o libros, que son también los primeros cinco libros de la Biblia.

Los diez mandamientos (Cecil B. DeMille, 1956)

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Desde que habían salido de Egipto, Moisés escuchaba caso por caso, procuraba comprender desde lo hondo de su corazón y después habla- ba. Pero, ¿qué les podía decir que les sirviera en situaciones distintas?

Las leyes del Faraón habían quedado atrás. Aho- ra estrenaban una nueva vida. ¿Cómo debían hacer para vivir en paz y felices? No lo tenía claro. Desea- ba pensar sobre ello a fondo. Necesitaba estar solo.

Así pues, dejó las responsabilidades en manos de Aarón y de los otros jefes y subió a la montaña.

En la cima del Sinaí, Moisés pasaba los días y las noches en escucha interior, muy alerta;

reflexionaba, pedía sabiduría para no equivocarse.

Y poco a poco empezó a comprender y a saber.

Un día, allá en lo alto, en aquella cumbre casi siempre tan nublada, ¡las palabras parecían lle- garle muy claras! Supo que lo más importante era aprender a amar. Amar a Dios, amar a los de- más, amar la tierra que nos sustenta. Pero todo esto no sería posible si la gente no disponía de

tiempo para escuchar por dentro, como estaba haciendo él en la cima de la montaña.

Los días trascurrían y Moisés no regresaba. La gente se inquietaba. ¿Acaso le había sucedido algo? Empezaron a olvidar sus consejos. Miraban hacia la cumbre: llevaban días viéndola muy en- capotada de nubes… Pero no; ¡nada le había suce- dido! Finalmente le vieron bajar. ¡Habían pasado cuarenta días! Cargado con dos grandes losas con palabras escritas, parecía que el sol lo acompaña- ra mientras descendía.

Todo el mundo se congregó para recibirle. Y para escucharle. Y él les habló de lo que Dios que- ría. Les dijo que amaran a Dios y les habló del día especial: trabajarían seis días, pero el séptimo día sería un día especial. Un día para escuchar por den- tro; un día para descansar, compartir, estar juntos, celebrar, agradecer, cantar... Seis días para trabajar y un día muy especial, en el que nadie haría trabajar a nadie, ¡ni tan siquiera a los animales! También les dijo que amaran a todo el mundo, que cuidaran de los padres, que no hicieran daño ni se quedasen con lo que no era suyo; que hablaran con sinceridad.

Pensaron mucho sobre el sentido de todo aquello que les decía Moisés y buscaron for- mas de organizarse lo mejor posible. Finalmente volvieron a ponerse en camino. El viaje fue lar- go hasta llegar a las tierras de Canaan, cerca del río Jordán. Y no faltaron las dificultades. Moisés murió poco antes de llegar; fue Josué quién los guió en el último tramo del trayecto. ¡Habían transcurrido muchos años desde la salida de Egip- to! Cuarenta, dicen las Escrituras.

El príncipe de Egipto (B. Chapman, 1998).

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Estas son las palabras de Moisés que Romina llevó a la escuela. Y sí, os puedo asegurar que descubrie- ron unas cuantas pistas interesantes...

Pueblo de Israel, ¡escucha!

¡Cuídate de practicar aquello que te hará feliz!

¡Escucha Israel! El Señor es tu Dios, sólo él. Lo amarás con todo tu corazón, con toda el alma, con toda la fuerza. Esto quiere Dios de su pueblo.

Guarda el séptimo día, para santificarlo. Trabaja durante seis días y ocúpate en tus tareas, pero el día séptimo es día de reposo, día dedicado a Dios. No te ocuparás en ningún trabajo ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tus sirvientes, ni tu buey, ni tu mula, ni ninguna de tus bestias, ni los forasteros que habiten con vosotros; que todos puedan descansar, tal como tú, tu sirviente y tu sirvienta. Recuerda que tú también fuiste esclavo.

Haced honor al padre y a la madre, cuidaros de ellos. No matéis, no actuéis por la vía torcida, no robéis, no mintáis, no hagáis daño. Respetadlo todo y cuidadlo. Pensad en todos los que os necesitan.

También dejaréis descansar la Tierra. Seis años sembraréis y re- cogeréis el fruto de lo que hayáis sembrado; pero el séptimo año dejaréis descansar la Tierra; y aquello que crezca, dejadlo para que lo coman los pobres. Y lo que quede, será para los animales de los campos. Haced lo mismo con las viñas y los olivos.

Si cuando siegas tus campos te dejas alguna criba olvidada, no des marcha atrás para recogerla. Déjala para el pobre, para el forastero, para la viuda, para el huérfano.

Cuando vendimies, no pases dos veces. La uva que quede será para el pobre, para el forastero, para la viuda, para el huérfano.

Si hay algún pobre cerca de ti, o en alguna de las ciudades que ha- bites, no endurezcas tu corazón ni cierres la mano, más bien abre la mano y dale aquello que necesite.

Pueblo de Israel, medita en tu corazón los preceptos que te doy, para ser feliz, tú y tu descendencia.

Fragmentos del Deuteronomio, capítulos 5 y 6; y 24, 19-22

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Niara contó que cuando habló en casa de rén y de la pista que dio el señor Lin sobre las dos partes del hanzi, sus padres dijeron: “¡ubuntu!”

– ¿Ubuntu? ¿Qué significa? ¿Es lo mismo que rén?–preguntó Frida a Niara.

– No lo sé, quizás sí –respondió Niara-. Es el nombre que se da en África a lo que se necesita para ser personas de verdad. Es cuando sabes que aquello que haces para ti lo haces para todo el mundo y para la tierra.

Como hacía Wangari Maathai. Niara admiraba mucho a Wangari y todo aquello de cuidar de las cosas le recordaba a ella. Explicó en clase que Wangari era una bióloga que había nacido a Kenia; ella se dio cuenta que muchos de los problemas que había en África, venían del hecho de haber cortado tan- tos árboles. No quedaba madera para cocinar ni para nada. Pero, además, sin árboles, la tierra se había echado a perder y las plantas no podían crecer bien. Había guerras por culpa del hambre. Wangari vio claro que la tierra, las personas y los animales necesitaban de los árboles.

¡Había que plantar muchos árboles! Animó a la gente a hacerlo; al principio les pareció un proyecto imposible. Pero ella insistía:

si mucha gente colaboraba, lo harían posible. ¡Y así fue!

Consiguieron semillas, y poco a poco....

¡Hasta ahora ya han plantado más de 50 millones de árboles!

En el año 2004 Wangari Maathai recibió el pre- mio Nobel de la Paz por su esfuerzo por el bienestar de la tierra y de las personas. “Ayudando la tierra a curarse nos estamos ayudando a nosotros mismos”

–dijo ella.

A Niara le gusta mucho un pequeño vídeo en el que Wangari Maathai habla de un minúsculo colibrí que lu- cha por apagar un gran fuego, mientras los demás animales lo miran y le dicen que todo es inútil. Y ella explica que prefiere ser como el colibrí, y no como los que miran sin hacer nada.

MÁS PISTAS PARA INVESTIGAR

Los seres humanos dedicamos mucho tiempo a acumular cosas echándolo todo a perder y pisando a los demás. Pero

en el fondo, ¿cuáles son las personas que admiramos y nos inspiran, incluso mucho tiempo después de su muerte? Son aquellas

que se dedicaron a cuidar de los otros y del planeta, aquellas que se pusieron

al servicio de los demás..

(Wangari Maathai)

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