Mi Profesor de Química Parte 2
Fic de Ignacio Pelozo Capítulos 11 - 15
Beshoshs.Notas de MizukyChan: Esta entrega es muy especial, tienen que leerla con mucho detalle, para que disfruten cada momento, en especial el final. Beshoshs y gracias por venir.
& Capítulo 11 &
& Por Bill &
Entonces era cierto. Nick tenía razón, los superhéroes no existen.
Seis días que no veo a mi superhéroe, seis días que no tengo junto a mí su cercanía, su dulce mirada ni siquiera la melodía de su voz. Seis días en los que muero lentamente encerrado entre las cuatro paredes del departamento, siendo abusado por Nick —quien ahora no es más que un demente desconocido o al menos eso prefiero pensar antes que creer que la persona que ha estado a mi lado es un puto abusivo y yo haya sido un ciego—, seis días que se burla de cada vez que me golpea y me lo hace sin piedad. Mi dolor físico me impide respirar, caminar, comer, moverme, ducharme y hasta beber. Las heridas en mi piel aún están moradas y enrojecidas; mi labio inferior ligeramente morado e inflamado y un corte a lo largo de mi mejilla provocado por su anillo —al golpearme de una bofetada cuando intenté liberarme— adorna mi rostro y me produce comezón. Seis días de querer morirme y no conseguir hacerlo. Seis días sobreviviendo sin saber siquiera que me ayuda a hacerlo.
Y todo parece ser obra del destino. Jamás he hablado sobre él, porque ni siquiera recuerdo si alguna vez ha hecho algo bueno por mí, pero… ¿Cómo puede ser que todo esté tan bien armado? ¿Es posible que el destino sea un vil desalmado que juguetee con las personas como si fuésemos sus fichas de tablero? Nick es el hijo de la directora del jardín de infantes donde yo trabajo, él le dijo que yo estaba gravemente enfermo y que busquen un reemplazo hasta nuevo aviso. A su vez, es empleado de Tom… y el muy listo ha dado parte de enfermo para evadir a sus preguntas. ¿Por qué? ¿Por qué no tengo como comunicarme con aquel hombre? ¿Por qué me sucede esto a mí?
Hace dos noches esperé a que saliera luego de destrozarme. Apenas oí el golpe de la puerta, respirando con dificultad me puse de pie y caminé hasta la cocina sosteniéndome de las paredes. Abrí el segundo cajón y de él saqué una filosa amiguita… recuerdo cuando mi labio inferior comenzó a temblar con ligereza y una lágrima cayó sobre su plateada y afilada hoja. Arremangué las mangas de mi camiseta, la misma que llevaba puesta hace seis días y apoyé el filo sobre mi piel; mi piel la que si rasgaba hasta llegar a mis vasos sanguíneos me dividía entre la línea de la vida y la muerte. ¿Mi piel, la puerta a otro mundo? Exageradamente cierto. ¿Realmente quería morir? ¿Realmente merecía la pena morir? ¿Qué sentido tendría apostar al suicidio después de haber peleado meses y meses en estado de coma? Ninguno… dejé caer aquella arma cortante, al mismo tiempo que me desplomaba sobre el suelo limpiando la suciedad de mi cuerpo, con mis lágrimas.
Sucio, estaba sucio y me sentía impuro. Entonces lo recordé…
Era otra de las rehabilitaciones terapéuticas, esta vez psicológica. Ante mí, tenía un psiquiatra que se mostraba neutro y tranquilo. Tendría unos cuarenta años y ya era calvo.
Siempre me repetía que era un caso especial, un milagro. Sonreía cada vez que me decía que mi vida merecía la pena pero, me reveló algo que jamás creí que iba a oír.
— Antes de despertar, Bill tú llamabas a alguien — Claramente, yo no podría recordarlo pero asentí incentivándole a que continuara lo que quería comunicarme — Creemos que el nombre de esa persona ha sido la responsable de que lucharas. Ahora dime, ¿qué o quién crees tú que te ha incentivado a luchar?
No lo pensé dos veces, y desde mi corazón se expulsó la respuesta:— El amor, el amor sin lugar a dudas.
Miré mi cuerpo y lo decidí: sobreviviría para hallar el amor que me había salvado una vez.
Sobreviviría porque ahora necesitaba conocer de Tom, y por sobre todo, porque quería ayudarle, quería ser su compañía si realmente necesitaba de alguien a su lado. Me puse de pie, caminé hasta la cama y me dejé caer rendido de dolor.
Dos días después Nick me pidió disculpas pero no le dirigí la palabra. No tenía fuerzas para hablar. Le pedí con un gesto que se marchara y sin decir más lo hizo sin más rodeos. Tomé una toalla, ropa limpia y unas vendas del botiquín que conservaba aún dentro de una de mis maletas. Me adentré en el baño y atemorizado, le eché el cerrojo a la puerta. Me desnudé lentamente, temblando ante los roces con las heridas de mi cuerpo y abrí el grifo de la ducha. ¿Había algo más doloroso que los golpes en mi cuerpo? Sí, el de mi alma, el de mi corazón. ¿Había posibilidades de sanarles? Probablemente, pero el salvador no estaba a mi alcance. No sabía siquiera donde encontrarle.
Dejé que el agua calmara uno a uno mis poros, brindándoles tibieza y humedad. Ardía y escocía como la puta hostia pero necesitaba relajarme y huir… Lavé mi cabello y al sentir como el agua caliente se acababa cerré el grifo y salí. Con calma y tranquilidad me vestí, recogí mis rastas y me calcé unos zapatos. A los pocos segundos, me quedé estático frente a la ventana de la habitación algo pensativo. Miré a lo lejos, a través del cristal. El viento era algo fuerte, podía sentir algo de frío desde aquí dentro por lo que cogí mi abrigo, una bufanda, unos guantes y seguidamente, abrí la puerta después de seis días hallándome nuevamente ante la libertad y el aire puro.
Sin rumbo comencé a caminar, mis piernas pesaban un poco y aún conservaba ese nudo en la garganta anunciando un llanto que no llegaba; estoy seguro de que cuando lo haga nada ni nadie podrá acallarlo. Suspiré y relamí mis heridos labios, luego cogí la bufanda y con ella me oculté mis heridas del mentón y mi boca. Tuve una verdadera suerte, de que en medio de tantos golpes no me haya roto un diente, o me haya bajado todos.
Debo confesar algo. Sí, ¿para qué negarlo? No sé si antes he creído o no, pero al menos ahora tengo fe en el amor a primera vista. Cada vez que me sentía mal, herido y solo me bastaba —y me basta— con recordar aquel acercamiento entre el padre de Ritter y Lizzie, y yo. Sólo bastaba con que cerrara mis ojos llenos de lágrimas de desesperación e imaginara esos brazos apretujándome y brindándome protección. Imagino que me besa y me repite: ‘todo estará bien’ entonces puedo descansar al menos un momento y creer que realmente, todo estará bien.
Me detuve ante un parque de niños, frío y solitario. Como yo. Miré al cielo, en cualquier momento comenzaría a nevar… Caminé entre los columpios y al llegar a una banqueta me senté sobre ella dejando descansar mi espalda sobre su respaldo, cerrando los ojos respirando por fin un poco más tranquilo dejando de pensar en lo sucedido…
Una pequeña y fría bolita cayó sobre mi nariz a los pocos segundos. La tomé entre mis dedos: nieve. Sonreí de medio lado y al mirar al frente vi un auto muy familiar.
La ventanilla de una de sus puertas se deslizó lentamente hacia abajo, y vi como Tom dejaba a sus niños mientras se disponía a bajar. Me iba a ver. ¿Iba a dejar que me vea en este estado? No, claro que no. ¡Le espantaría! No, no puedo dejarlo no…
— ¡Bill! — me llamó caminando hasta mí, pero automáticamente eché a correr cerrando los ojos y llorando como el estúpido que era. Le quería, necesitaba de él pero no permitiría que me viese en este estado — ¡Bill espera!
Pero mis fuerzas no eran suficientes, pronto tendría que detenerme en busca de aire.
Seguí corriendo hasta que tropecé y me fui de boca al suelo. Tan torpe como siempre. Me giré y eché a llorar con fuerza ocultándome el rostro con las manos, a su vez cubierta por el calor de los guantes de lana.
— Bill, Bill, Bill — repitió cogiéndome de los brazos, reincorporándome apenas sobre el suelo. — Bill…
Abrí los ojos y me encontré con su mirada apenada:— ¿Qué te han hecho, precioso?
Acarició las heridas de mi rostro con el revés de su mano. ¿Cómo es posible que la mano de un hombre pueda golpear y la mano de otro pueda sanar? Gritos lastimeros escaparon de mi garganta, ese llanto del que había hablado —y necesitaba salir— ahora era expulsado con todo su potencial. Me tomó entre sus brazos y me abrazó dejando que escondiera mi cabeza en su pecho.
— Tranquilo, tranquilo — susurró mientras yo temblaba y sollozaba en sus brazos; con la nieve comenzando a cubrirnos a los dos — Llora todo lo que necesites. Aquí me tienes todo para ti.
— No me sueltes Tom… — le miré apretando el agarre — No me sueltes, no me sueltes por favor.
Entonces delineó mis labios con su dedo y se acercó a ellos con los suyos… sé que esperábamos un beso, pero volví a esconderme, esta vez en su cuello. No era el momento. Besé la piel de su cuello a modo de disculpas, y le oí a suspirar. Allí fue cuando le oí lo que necesitaba oír…
— Todo estará bien, te lo prometo — Y la calma reinó en mi alma tras seis días de constante dolor.
& Por Tom &
— Pasa Bill — le susurré mientras los cuatro ingresábamos en el departamento. Bill y yo, cubiertos de nieve. Le tomé del brazo con suavidad y le saqué lentamente el abrigo y la bufanda. Volví a acariciarle sus heridas, y le senté sobre el sofá — Niños, quédense con Bill. Encenderé la calefacción y prepararé chocolate caliente para todos.
Él me miró atemorizado, rogándome con la mirada que no le dejara solo y mi interior se quebró de pena:— Volveré enseguida— entonces su expresión se relajó, y sonrió a duras penas.
Millones de hipótesis se me cruzaron por la cabeza. Una pelea callejera, una discusión que se fue de las manos o Nick. ¿Cuál sería la más acertada? Hace casi una semana, luego de vernos por segunda vez al horario de salida de mis hijos casi nos habíamos besado, casi de no ser por la directora apareciera y le llamara; como ya he dicho antes.
Luego, nada. Él desapareció de la faz de la tierra y la explicación que les dieron a los niños de su clase fue que estaba muy enfermo. Pero lo cierto, es que el estado de Bill no parecía muy enfermo, sí podría considerarse algo deprimido. Por otra parte, había una extraña coincidencia… Nick de Imon había dado parte de enfermo en la empresa, y mi padre me había dicho que no él no había entregado ningún informe que informara sobre su paradero, ni domicilio, ni número telefónico. ¿Sería posible que se haya enterado y se haya cabreado hasta irse de las manos y golpearle? Eso sólo podría decírmelo mi pequeño. Coloqué la leche al fuego, y eché un vistazo. Mis hijos veían televisión abrazados en el suelo, despatarrados sobre la alfombra, mientras Bill se quitaba vendas de sus brazos y pequeñas lágrimas silenciosas corrían por sus mejillas. Estaba… joder, estaba completamente herido. Giró su cabeza, al sentirse observado y nuestras miradas se encontraron. Negué con la cabeza y suspiró, puse mi mano a la altura de mi corazón y le sonreí consiguiendo que él también lo hiciera. Luego, imité como si tomara mi corazón entre mis manos, y soplé suavemente. Río tranquilo y tomó aquel corazón imaginario para apretarlo contra su pecho y cerrar los ojos hasta que se fundiera con el suyo. Le hice un gesto que me esperase, la leche estaba lista así que me apresuré en preparar el chocolate, tomar unas galletas de vainilla del frasco y colocarlo todo en una charola.
— ¡Hey, trío de niños! — al oírme decir esto, creí que había metido la pata hasta el fondo por llamarle niño, pero no dijo nada. Claro no recordaba. Sonrió ruborizado y me senté a su lado. — Ustedes dos, mientras se les enfría un poco van a su habitación, se ponen los pijamas, se lavan las manos y regresan.
— Aaaaah, pero quería comer galletas — se quejó Ritter— ¿qué importan los microbios?
— Niño imbécil — río mi princesa, y nos miró a ambos para luego tomarle de la mano a su hermano — ¿No ves que se quieren quedar solitos los dos?
Ambos se rieron, mientras me removí sobre el sofá algo inquieto. Negué riendo viendo como desaparecieran rumbo a sus habitaciones, y luego miré a mi pequeño a los ojos.
Su mirada lucía tan igual y diferente a años atrás. Igual a cuando me miraba arrobado, pero diferente porque necesitaba su luz particular. Repentinamente se puso de pie y se quitó la camiseta mordiéndose el labio inferior entre avergonzado por su casi desnudez y… por los moretones en su piel.
— Joder — murmuré y le miré de inmediato, pasando por alto que ahora llevaba un arete en su pezón — ¿Qui-quién ha sido el animal?
Sollozó en silencio, y corrí hasta el baño en busca de alguna crema. Tomé la primera que estuvo a mi alcance y al regresar noté heridas en su espalda también. Destapé aquel frasco elaborado por mí y le obligué a permanecer de pie, mientras yo sentado le esparcía la sustancia por su cuerpo.
— Aug, está fría — le entregué el frasco, y lo miró girándolo en sus manos — Elaborado por ¿ti?
— Sí — mi mano se paseó por sus hombros lentamente, masajeando sin dañarle más — si es que se podía—.
— Si es elaboración tuya, me hará bien — sonreí ante el cumplido y untando un poco más, bajé por su espalda. A cada centímetro expulsaba un quejido de dolor de su garganta, quejándose ante la frialdad de la crema que no tardaba en entibiarse ante mis masajes — Lo haces bien, está pasando…
— ¿Quién te ha hecho esto, Bill? — se giró y comencé a masajear con mi mano cremosa, por todo su pecho. Bajó la mirada siguiendo el recorrido de mi mano con su vista — ¿Ha sido el tipo con el que vives, cierto? ¿Ese que no has querido mencionarme aquella vez, verdad? Él me conoce, y lo sabías. ¿Nick te ha golpeado?
— Sí — genial, la ira se me trepó por todo mi cuerpo y me puse de pie dispuesto a coger las llaves y devolverle los golpes multiplicado por diez. — ¿Dónde vas?
— ¡A romperle la cara a ese tío! — grité sobresaltándole e intenté conservar la calma, probablemente ya estaba lo suficientemente asustado. — No te mereces lo que te ha hecho. ¡Te ha golpeado!
— No vayas, no estará — regresé hasta donde él estaba, y tomándole del mentón le obligué a mirarme — Además, no sólo me ha golpeado.
Sin comprender, me quedé mirándole con atención. ¿No sólo le había golpeado? Claro, probablemente le habría gritado, insultado y hasta quizás humillado.
— ¿Me abrazas? — susurró, y no lo dudé ni un instante. En medio del abrazo, temblequeó un poco y lo comprendí. Volví a separarme y le miré interrogante, alcé una ceja y asintió — Estos últimos seis días, me ha golpeado, humillado, insultado, gritado y…
violado.
Me quedé absolutamente sorprendido. Mi pequeño, mío. Quien me había encargado de cuidar durante mucho tiempo, a quien había amado con locura todos estos años siendo poseído en contra de su voluntad por otra persona. Se me llenaron los ojos de lágrimas, con imaginarlo destrozado rogando que parase y se me revolvieron las entrañas. ¿Puede existir tanta escoria humana? Lo mataré… Acuérdate Nick de Imon. Te buscaré, te encontraré y cuando lo haga… te mataré.
— Es una basura — susurré abrazándole por la cintura, y borré sus lágrimas. Él hizo lo mismo con las mías y sonrió — Lo mataré.
— Ahora no deseo que lo mates — miró en dirección a las escaleras, y al voltear su vista dijo algo que no creí que iba a oír jamás — Sé que estoy feo, el maquillaje no ha logrado tapar totalmente las heridas de mi rostro. Bueno, supongo que sanaré pronto ¿no?
— Eres bonito de todas las maneras existentes, incluso si un tren te pasara por encima serías jodidamente hermoso — Se rió sonoramente ante la ocurrencia y me contagió la gracia — ¿Por qué lo dices?
— ¿Podrías besarme? — preguntó en voz baja acercando sus labios a los míos. Una llama de calor me quemó por completo, sentí como un fuerte calor me azotaba de pie a cabeza. — ¿Quieres…
Y le callé. Fundí nuestros labios como tanto había deseado. Me quedé quieto, la emoción que latía en mi interior era demasiado fuerte como para moverme, quería inmortalizar aquel momento. Sus manos me rodearon por el cuello tironeando sin querer de algunas de mis finas trenzas azabache, y le sujeté de la nuca con suavidad al mismo tiempo que ladeaba la cabeza profundizando el beso. Mi cuerpo tembló, era increíble lo intenso que podía llegar a ser… mucho más de lo que mi imaginación había alcanzado a soñar.
Nuestras lenguas se encontraron y sentí como me derretía y me fundía para siempre a él en esa mágica humedad. Después de cuatro años, mi mente, mi cuerpo y mi alma recordaban una de las experiencias más hermosas que había vivido, y que hoy vencía al Destino y la volvía a vivir: besar los suaves y dulces labios de Bill.
Thomas dos — Destino uno. ¿Quién es el superhéroe y vencedor ahora?
& Capítulo 12 &
& Por Bill &
Hace días me había preguntado: ¿Y el color de rosa? ¿Y las mariposas en el estómago?
¿Por qué no me siento especial o importante para la vida de otra persona? ¿Por qué no me siento flotar? ¿Por qué no me pierdo del mundo con una sonrisa de oreja a oreja?
¿Los nervios, las risas tontas y las miradas insostenibles dónde están? ¿Dónde están esas sensaciones que produce ese tal sentimiento denominado amor? ¿Por qué no puedo sentirlas o por qué nadie puede dármelas? ¿Por qué ni siquiera puedo recordarlo? Claro está, porque la respuesta más acertada podría ser: Bill aún no conoces el amor.
— ¿Podrías besarme? — pregunté luego de ese debate mental al sentir como mi cuerpo adolorido se estremecía ante las caricias que las suaves manos de Tom me brindaban, paseándose por mi espalda. Se quedó estático con los ojos muy abiertos ante mi pregunta y me acerqué a sus labios buscando ese beso que las circunstancias nos habían negado, y pensé: es ahora o nunca — ¿Quieres…
No me dejó continuar, y unió nuestras bocas de un suave movimiento. Un solo paso, el paso de ser dos desconocidos a compartir algo, lo cual dejaré en manos de la Vida para que decida que será. Ambos permanecimos quietos, pero la sensación fue instantánea.
Apenas sentí el roce de sus labios sobre los míos, mi corazón se disparó acelerando y emitiendo latidos desesperados. Sentía un extraño deseo de abrazarle, así que no lo dudé ni un minuto más y, mis manos rodearon su cuello tironeando de sus trenzas. Iba a separarme por aire, cuando él ladeó la cabeza y delineó mi labio inferior con su lengua. Mi cuerpo sufrió un temblor de tal magnitud que mis piernas comenzaron a sentirse flojas de puros nervios, y por ello expulsé el aire que contenía en mi pecho por mi nariz, respirando con suavidad sobre su rostro. Mientras sus manos sujetaban con suavidad ambos lados de mi cara, tirándome el cabello hacia atrás, nuestras lenguas se encontraron y lo que sucedió fue increíble. No, sumamente increíble; casi mágico. Mi corazón estaba experimentando algo desconocido, que me recordaba vagamente a una síncopa musical.
Primero comenzó débil, nervioso, con temor; y luego del beso latía tan fuerte que podría haberme dado algo —un paro cardíaco quizás— y haber muerto allí mismo. Pero no lo hice. No lo hice porque era él quien ahora, me transmitía ganas de vivir y amar.
Nos separamos lentamente y la humedad de nuestros labios causó que un sonido gracioso nos arrebatase un suspiro. Abrí con lentitud mis ojos, sintiendo como mis mejillas ardían y le miré. Estaba sonriendo ampliamente aún con los ojos cerrados, sin soltarme de la cintura. Con el corazón en un hilo de tantas emociones juntas volví a acercarme y le abracé. Caí en la cuenta, de que mi mente y mi corazón se cuestionaban cosas totalmente diferentes enfrentándose en un juicio único: Mi amor y Tom. Mi mente, agobiada y confundida por no poder recordar me acusaba de regalado, de promiscuo, de sucio —tal y como Nick lo había hecho mientras abusaba sexualmente de mí—. Mi mente me señalaba por entregar mis labios a un tipo que apenas conocía y no dejaba de
repetirme: ¿Qué estás haciendo Bill? Tom... Tom es un desconocido. Porque eso es lo que es en tu vida, ¿cierto?
Pero mi corazón, alegaba lo contrario y no dejaba de discutirle a mi cabeza que el tiempo y la memoria no eran prioridad para enamorarme. Además, de sentir que mi corazón y el de él siempre han estado unidos, ligados y fundidos en un mismo sentimiento. Siempre he querido saber quién era Thomas, cuatro años de búsqueda implacable y ahora le tengo ante mí. ¿Hacerle caso a mi mente cuando no me ha ayudado en nada? El juicio de mi vida ha finalizado, a la mierda los recuerdos, a la mierda mi memoria. Quiero a Tom, le quiero a él. Caso cerrado.
— Me estoy enamorando de ti — le susurré al oído y nuestras miradas se cruzaron. Cerré los ojos esperando sentir sus labios una vez más, listo, para perderme en sus besos. Y cuando lo hizo no lo dudé ni un segundo, le llevé hasta el sofá entre besos y risas nerviosas y caímos sin separarnos. — Gracias por ser tan bueno conmigo.
— No me agradezcas peq…— su sonrisa se esfumó y calló de inmediato, pero ante mi expresión seria continuó hablando como si nada le hubiese perturbado — precioso.
— Tom — le hablé por lo bajo — ¿Tus hijos? Creí que bajarían pronto.
Me tomó de la mano reincorporándonos y cogí mi camiseta. El calor del departamento era tan acogedor, tanto como la protección que sentía cuando permanecía a su lado. Subimos las escaleras casi en puntillas, conteniendo el deseo de descojonarnos de la risa.
Cualquiera diría que éramos un par de adolescentes que huían de su casa a medianoche sin permiso de sus padres. Miré el pasillo y noté que la decoración era preciosa. Un corto pero ancho pasillo, portador de cuatro puertas y fotos colgando por doquier. No quería mirar, o más bien sentía temor. Esperaba toparme con una fotografía de la ex mujer, pero no. Sólo él, él y sus mascotas, él y su guitarra, él y su…
— ¿Bill? — me llamó por lo bajo, pero mi mirada estaba fija en una fotografía — ¿Q-qué sucede?
— Este traje — contesté mirándole, como si realmente necesitara de una explicación — Olvídalo, estoy confundido. Sentí que antes te he visto vestido de ese modo.
Se acercó a mi silencioso, me tomó del mentón y coló rápidamente su lengua en busca de la mía y otra vez. Ese pasillo fue testigo del modo en que mi corazón acalló a mi mente e incluso, al separarse y susurrarme lo que deseaba, necesitaba y quería oír:— Te amo.
¿Estás bien?
Asentí, y abrimos juntos la puerta que estaba a nuestro lado, encontrándonos con una escena tan tierna que me fue imposible no gemir de dulzura. Ritter abrazaba a su pequeña hermana dormida y le cantaba una canción de cuna sin soltarle de la mano. Al vernos, nos hizo un gesto de silencio con sus manos y sonreímos obedeciéndole.
Todo fue bonito, hasta que lo que sucedió luego me dejó de a cuadros. Con sus pequeños labios dejó un beso en la frente de la niña, luego en su nariz y posteriormente… en sus labios — Descansa Lizzie.
Miré a Tom repetidamente, pero al parecer no le resultó nada extraño ya que cerró la puerta de la habitación suspirando feliz. ¿Debía decirle que era… raro? Joder, eran hermanos y, ¿se daban besos en los labios? ¿Qué quedaba para cuando crecieran?
— Tom… — le llamé y se volteó sonriéndome — ¿Has visto lo que ha hecho Ritter?
— Arropar a su hermana — contestó de modo natural — Oh, lo dices por el beso de buenas noches. Siempre es así, sólo quiere cuidarla. ¿Por qué?
— Hm., bueno yo no tengo hermanos pero nunca he visto que los hermanos se despidan de ese modo — Mi comentario pareció molestarle, porque carraspeó incómodo — Sé que son niños, ¿pero si se gustan?
— ¿Y qué hay? — alcé una ceja sin dar crédito a lo que mis oídos estaban oyendo — Joder, sé que no es común ver eso, ¿vale? ¿Pero qué tiene de malo? Si juzgamos por leyes naturales, entonces tú y yo también cometemos un pecado, un error, algo antinatural al besarnos, ¿verdad? El amor no tiene límites, Bill. El amor no se limita a la religión, la ciudadanía, las apariencias, la edad, la sangre o el sexo. ¿Quién determina que una persona deba amar a otra?
Sus palabras me conmovieron, realmente aclararon partes de mi corazón y miré en dirección a las escaleras. Suspiré y volví mi mirada hacia él: No lo sé, ¿quién?
Se acercó a mi, nuevamente sereno y sonriente. Tomó mi mano y la apoyó sobre su pecho, ejerciendo una considerable presión que pude sentir los latidos de su corazón — Él, siéntelo. ¿Lo sientes? Pues él nos dice a quién amar, cómo hacerlo, con cuánta intensidad. Únicamente el corazón establece las normas del amor. Así que cuando alguien se meta contigo, deja que te juzgue. Sólo de ese modo sabrás quién tiene corazón, y quién no.
— Yo lo tengo — sonreí. Definitivamente Tom, es el ser más dulce que existe sobre la faz de la tierra — Y quiero que tú cuides de él.
— Si me dejas, lo haré con gusto — Y otro beso más. ¿Puedo vivir en sus besos? — Ven, los chocolates se han enfriado ¿no importa?
Negué con la cabeza, y miré el reloj.
— Debo irme, va a llegar a casa — se relamió los labios y bebió un poco de su tazón — Perdóname Tom, no quiero que vuelva a cabrearse conmigo.
— Escúchame…— resopló, y me cogió por los hombros— Si te hace algo, no dudes en llamarme por favor. Ten, toma mi número y mándame un mensaje de texto cuando llegues, o si me necesitas. No podré estar calmado sabiendo que estás bajo el mismo techo que ese monstruo.
Cogí la tarjeta y asentí. Claro que lo haría, no resistiría estar fuera de contacto.
— Te llevo — añadió rápidamente y me puse de pie, cogí mi abrigo y mi bufanda.
— No, no está bien — Pero insistió, y yo comenzaba a alterarme ante la idea de un Nick fuera de sí — Por favor… tomaré un taxi en la esquina ¿de acuerdo?
— Déjame acompañarte — Y como un enamorado sin remedio, dejé que me abrigara y caminara a mi lado. Deseaba más que nada en este momento quedarme en su casa, dejar que me abrazara, sanara mis heridas, me besara sin control… pero Nick. Él prometió no volver a golpearme y yo… ¡Qué va! Le creo. ¿Por qué mentiría? Soy un idiota, lo sé. Pero prefiero ser un imbécil, antes que un mal agradecido.
— Bill, ¿quieres ir el sábado a cenar conmigo?— cuestionó de repente, inquieto acariciando mi mano con sus dedos en un suave movimiento. ¿Una cena? La verdad, necesitaba salir un poco. — Aún no sé dónde, pero si aceptas prometo encontrar rápidamente el lugar adecuado a tu belleza.
— Oh, ¿qué dices? — me ruboricé de sobremanera. — Y sí, acepto. ¡Claro! A los niños les encantará. Me han tomado mucho cariño tanto como yo a…
— No, sólo tú y yo — me interrumpió y dejamos de caminar. Me atrajo por la cintura y su espalda dio contra la pared de un edificio — Solos. Solitos los dos…
Nuestros cálidos alientos se transformaron en vaho producido por el frío del atardecer. Al verme en medio de sus piernas, el calor que trepó por mi cuerpo me dio una dosis de inmunidad contra el frío y ataqué sus labios sin piedad, dejando atrás mis golpes y mis heridas.
— ¡Un taxi! — Gritó de repente rompiendo nuestro beso y corrimos hacia la esquina entre risas — Dame un toque cuando llegues o no dormiré tranquilo.
— No te preocupes, estaré bien — me abrió la puerta trasera de aquel transporte y luego fundió nuestros labios una vez más — Hasta pronto Tom.
— Hasta pronto precioso…
A cada centímetro que me alejaba de él, sabía que en casa me esperaba el martirio, el dolor y la soledad. ¿Acaso una prueba de supervivencia? Vamos destino, desafíame.
Ahora sé cual es la cura a mi enfermedad. Sí, ¿quién más que Tom? Ahora veremos si puedes contra él. Mi superhéroe.
& Por Tom &
El pequeño reloj de mi escritorio marcaba las tres de la madrugada y yo, continuaba sin poder pegar un ojo. Todo se sentía tan bien de la noche a la mañana, que no podría ser real. O más bien… no podía durar como yo deseaba. ¿Qué te traes villano? ¿Por qué ahora me regalas una pizca de felicidad? ¿Estarás planeando tu próxima coartada? ¿O estás entretenido en busca de otra víctima? ¿Tan pronto he dejado de ser tu blanco?
Confiesa capullo…
Tenía ante mí cinco sustancias terminadas. Todas con un nombre general poco creativo:
Small. Tomé la sustancia de color verde, cerré los ojos y dejé que el perfume penetrase en mi nariz y que el primer recuerdo se instalara en mi mente…
— Sí existe — su seguridad me aterró, y carraspeó un poco — quiero decir, alguien en todo este planeta en este mismo momento puede estar esperándote y hasta incluso amándote…en silencio.
— ¿Tú crees?
Asentí y escribí: Secrets.
Luego cogí el perfume violeta, y lo llevé hasta mi nariz. Inhalé y cerré los ojos…
— No me interesa cuantas reglas rompa al estar contigo, no me importa cuantas faltas saque en este juego llamado vida, si al estar contigo tengo la ficha más bonita de todas, la ficha del amor.
Tomé el bolígrafo y noté como mis manos temblaban, del mismo modo que una extraña sensación penetraba en mi pecho inquietando a mi corazón. Respiré profundo y anoté:
Love.
— ¿Te gusta lo que te hago? ¿Quieres que deje de tocarte así?
— No — gimió, tanteé su entrada por sobre el boxer otra vez — No dejes de hacerlo...
Una lágrima rodó por mi mejilla: Passion.
— Nunca dejes que nadie te toque, sé que siempre te lo he dicho. Pero sólo yo debo tener este tipo de acceso a ti — sonrió asintiendo, únicamente mío.
¿Qué he hecho? ¿Por qué me has jugado tan sucio pequeño? ¡No tienes una puta idea de cómo me has roto! No te imaginas cómo la vida se me ha ido en un segundo, como los deseos de estar contigo para siempre titubean.
Lo que hacía minutos había sido una lágrima, ahora era un llanto imparable: Lies
— ¡Bill! ¡Pequeño! Mi amor no. No, no, no...
Cerré los frascos, les alejé de mí y le di el nombre al último: Pain.
Entonces lo comprendí. Todos los sentimientos dependen del Destino, la vida depende del destino. Pero mi pequeño y yo, siempre hemos sido sus prisioneros favoritos. Tomé el informe y borré el nombre de la línea, para cambiarlo por: Small destiny.
¿Qué sucedería si un día Bill lo recordase todo? ¿Qué haría yo, si él me odiara por ser el responsable de su estado? ¿Si me culpaba? ¿Si me aborrecía hasta odiarme? ¿Qué iba a hacer? ¿Sufrir más de lo que pude sufrir más de lo que he sufrido cuatro largos años?
Definitivamente no sería capaz de resistir. ¿Y si era capaz de perdonar a Nick, y a mí no?
— ¡Ah! — Grité dando un bote, arrojando todos los papeles sobre mi escritorio — ¡Maldita sea la hora en la que apareciste en nuestras vidas, capullo hijo de puta!
¿Hasta cuándo? Dime, hasta cuándo tendré que vivir en la tortura. Quiero estar con él en paz, quiero que me recuerde. Quiero… quiero volver a ser feliz.
No quiero un Bill que no sabe si quiera qué es lo que siento por él, quiero a mi pequeño. A mi pequeño de regreso. Quiero al niño que correteaba en los recesos, quiero al niño que discutía en clase, quiero a ese niño con aires de inocente pero atrevido que me enloquecía, quiero a ese niño que se ruborizaba con un beso pero, que a la hora de hacer el amor se tragaba su timidez y dejaba que reine la pasión. Ese niño. ¿Dónde está mi pequeño? No puedo llamarle pequeño, a un desconocido que ocupa el cuerpo de mi niño…
— Papá — murmuró Lizzie, y me di la vuelta — Ya vi cómo estabas llorando eh.
— Déjame solo princesa — pero no me obedeció, se acercó hasta mí y me abrazó —
¿Quieres a Bill? ¿Lo quieres mucho?
— Sí…—suspiró— pero lo quiero para ti.
— Yo también — agregué abatido — Y no soportaría que me odiase. Prefiero morirme,
antes que volver a perderle.
Alcé la vista, y no supe si lo que vi fue real o producto de mi imaginación. El pequeño lloraba frente a la ventana, estirando sus brazos para alcanzar una estrella. Me puse de pie y caminé sigiloso pero al detenerme a su lado y cuando fui a dársela, se evaporó. Y nuevamente, esa pregunta se adentró en mi pecho: ¿Dónde esta mi pequeño? ¿Por qué no permanece junto a mí?
& Capítulo 13 &
& Por Tom &
Miércoles. Me gustan los días miércoles, son la mitad de la semana. Sabes que estas cerca del lunes, pero también a centímetros del fin de semana. Los miércoles, son días más atareados en la oficina; hoy sobre todo. Los publicistas y accionistas conocerán mi nueva propuesta, y si todo marcha correctamente la línea de fragancias Small Destiny, podrá salir al mundo de una vez. Mi discurso será sencillo: Si quieres vivir, si quieres sentir, entonces hazle un pequeño desafío al Destino y verás, qué tiene resguardado para ti.
Tal vez, lo he tomado como algo personal pero lo cierto es que es inevitable. Imposible, le llamaría yo. Sientes como el aroma se instala en tu sistema poco a poco, carcomiéndote con lentitud; y tienes la seguridad de que posees un sentimiento latiendo dentro de tu pecho, y nadando en las profundidades de tu mente en forma de recuerdos.
Bill siempre ha sido mi inspiración a la hora de trabajar —si puedo considerar mi pasión científica como un arte—. Desde que le he conocido, todo aquello que hago, cada paso que doy es directa o indirectamente, fruto del amor que siento por él. Ahora, que le tengo cerca, que le tengo conmigo emocionalmente una vez más, ahora que hemos vencido al destino por segunda vez me pregunto: ¿Tendremos la felicidad al alcance de nuestras manos? ¿Podremos volver a tocar el cielo y sentir la magia de las nubes escurrirse por nuestros dedos? ¿Seremos sólo nosotros dos?
Y la respuesta es no. La serpiente del paraíso acaba de llegar, arrastrándose amenazante y venenosa, vestida de hombre y regalando una sonrisa de hipocresía y maldad. ¿Quién más que Nick de Imon? ¿Quién más que el puto, abusivo y ladrón?
Al adentrarme en mi despacho, por quinta vez en el día tomé mi móvil y marqué el número de mi departamento. Esperaba ansioso a cada tono, por oír su voz del otro lado, hasta que por fin lo hizo.
— ¿Hola? — Permanecí en silencio. Podía notar como intentaba retomar el ritmo de su respiración. Oí risitas a carcajadas de mis hijos, gritando y seguramente correteando,
entonces comprendí que probablemente había jugado con ellos. — Diga.
— Soy yo otra vez — suspiré, y oí como me imitaba y emitía un largo y sonoro suspiro —
¿Cómo están todos?
— Los niños están bien, no tienes porque llamar cada diez minutos, Tom.— Estaba casi seguro, que del otro lado de la línea sonreía tímidamente. Lo sabía, porque lo sentía. — Y yo, estoy recuperándome de los golpes. Así que, ya deja de preocuparte.
— No llamo por eso — murmuré, joder pequeño. Me puedes tanto…— llamo para oírte a ti.
— Eres muy dulce, ¿sabes? — Sí, sólo porque tú siempre me lo has dicho. Y siempre moría lenta y gustosamente cuando lo susurrabas. — Tanto como tus besos.
— Ahora, estoy ansiando besarte. — Hablé por lo bajo y sentí como segundo a segundo, mi temperatura amenazaba con aumentar. — Pero tú eres como mis perfumes. Algún día dejaré que los huelas, verás las hermosas sensaciones que te producen.
— Ah, ¿sí? Pues con ser creados por ti bastarán para encantarme. — le agradecí el cumplido y cerré los ojos. Tenía demasiadas ganas, moría de deseo y hervía de cuánto anhelaba en esos momentos, sus labios — ¿Qué sensaciones podrían producirme, tus perfumes, Tom?
— Amor, mentiras, dolor, secretos y pasión — enumeré desordenadamente y ante su silencio sepulcral continué — Todas aquellos detalles de la vida que tú quieres recuperar.
— ¿Cómo sabes tú eso?— Me quedé perplejo ante su tono de voz enojado y molesto. Un nudo se formó en mi garganta y me acojoné. Me acojoné mucho ante la idea de perderle por un simple comentario así que miré a mi alrededor en busca de una excusa, que me haga pasar desapercibido. — ¿Qué sabes, tú de mi vida? ¿¡Qué sabes tú de mí!? ¡Habla!
Joder… habla.
Nick. Le vi atravesar el pasillo con rapidez y pensé en voz alta:— Nick, tu vida con Nick.
— Ah — suspiró, y le comprendí. Bill temía que yo descubriese su falta de memoria, a pesar de no tener que ser mago ni adivino para poder hacerlo. No me revelaría su pasado, tal vez, se sentía frustrado por no poder conocer sus orígenes. Y le entendí… — Lo siento, yo… no quise tratarte de ese modo, es que…
— Tranquilo precioso, tú no me debes ninguna explicación — Necesitaba abrazarle, y repetirle por lo bajo que todo estaría bien. — Imagina que estoy abrazándote, ¿vale?
— Es lo que necesito — Su tono me transmitía un extraño dolor, aquel mísero punto de dolor que vive en tu pecho cuando sientes el deseo de llorar — Necesito estar entre tus brazos, y olvidar. Olvidarme de todo y de todos, excepto de ti.
Por un momento, sentí que aquellas palabras eran del pequeño. De mi pequeño. Pero caí en la cuenta que con quién estaba hablando era Bill, no mi pequeño. Dos toques a la puerta, interrumpieron nuestra charla, debía trabajar.
— Y yo de ti Bill, yo de ti — añadí con el corazón en un hilo — Debo dejarte mi vida, hoy comenzaremos a trabajar con la línea de fragancias.
— Te irá muy bien. No hay algo que tú no puedas hacer — Sí. Traer a mi pequeño de regreso, porque créeme que si en mis manos estuviese ya le tendría a mi lado desde hace mucho tiempo. — Nos vemos cuando llegues, te amo.
— Y yo a ti — sonreí de medio lado. Este Bill, me había devuelto las ganas de vivir, ahora
faltaba que el pequeño me devolviese la vida entera — Adiós.
Al colgar, sólo conté hasta cinco repitiendo para mis adentros: Aguanta, resiste. Ese tipejo no merece que le apalees, ni siquiera merece tu odio. Tranquilo.
Tres toques más, y mis casillas se desencajaron por completo — ¡Que pases, que pases joder!
— Buenas tardes señor Kaulitz — Buenas noches Mr. Ironía. Sí, sólo lo pensé. Ojalá pudiera borrarle su sonrisa de un solo golpe y advertirle que se despida de su preciosa hilera de dientes blancos y perfectos — ¿Cómo está?
— ¿Usted cómo coño me ve? — le desafíe y le señalé la banqueta frente a mi escritorio.
Acto seguido se desplomó sobre ella cruzando las piernas. — ¿Has realizado el presupuesto para las fragancias?
— Sí, y de hecho creo que no resultará ni con una publicidad de más de medio millón de euros. — Arqueé una ceja interrogante y sonrió de lado a lado — ¿Qué? ¡Pero Tom, tío te creía un tipo más inteligente! Esos simples perfumes no valen ni más de dos pavos.
Subestimaba mis sentimientos, mi recuerdo… subestimaba al puñetero destino.
— No me mires de ese modo, estoy siendo sincero. — Parpadeó acercando nuestros rostros, acortando la distancia hasta el límite de rozar nuestras narices — ¿No confías en tu fiel empleado, Tom?
— Deja de llamarme Tom, para ti seré Thomas. ¿Vale? — Me alejé con indiferencia y volteé mi silla dándole la espalda. ¿Qué si tenía razón? ¿Qué si mis productos eran una puta mierda? — Llama a Klerson, tal vez el diseño no sea llamativo.
— Llámalo tú — gruñí entre dientes y rió — De acuerdo, pero no olvides que más allá del envase nadie querrá perfumarse con cursilerías baratas, ni con la colonia de las abuelas.
— Vete a la mierda — resoplé, y como si cumpliera a mis órdenes la puerta se cerró y nuevamente la soledad y el silencio reaparecieron como mis fieles amigos. Suspiré dolorosamente. No quería cambiar el producto, no quería cambiar mis sentimientos.
Me giré sobre la silla y con los brazos sobre el escritorio me quedé absorto.
El pequeño niño estaba bailando y jugueteando en la pared, posando como modelo de revistas. Entonces, cogió en sus manos una bola imaginaria y la aventó contra mi cuerpo.
De inmediato supe que se trataba de un recuerdo…
— ¿Siempre te dedicarás a enseñar? — me preguntó dibujando imaginariamente sobre la tela de mi pantalón. Su cabeza descansaba sobre mis piernas, y yo me desperezaba sobre el sofá tomando entre mis dedos algunos de sus cabellos, acariciándole con suavidad — ¿O piensas que podrías no sé… trabajar de otra cosa?
— Pues me gusta mucho la docencia, amo tener un grupo de niños expectantes a mis palabras, pero definitivamente mi pasión más grande es la química… — Sonreí. Siempre había imaginado cómo sería trabajar para la empresa de mi padre. Ser yo el Amo y señor, aunque sabía que eso jamás pasaría. Él no confiaba en mí desde que yo poseía uso de razón. — Y podría realizar cualquier trabajo vinculado a ella.
— Am. Entiendo. Pues yo, estoy jodidamente confundido — rió— Me atrae la medicina, la literatura y tú. Pero, siempre me han enamorado los niños pequeños y el arte.
— ¿El arte? — ¡Si supiera cuán grande e indefinible es el arte! — ¿Qué ramas del arte?
— La pintura, el dibujo y la televisión. También los diseños para publicidad — No conocía el lado artístico de mi pequeño —excepto el canto. — Me gustaría trabajar algún día de eso, pero no sé si triunfaré. Por eso, creo que el camino más rápido son los niños.
Andreas siempre me dice que… escoja por los niños. Pero no lo sé.
— Vale, estás enredado — Volví a acariciarle el cabello. A veces, olvidaba que era un adolescente y que debía dejarle madurar solo. — Pero creo que te confundes dos cosas, tal y como yo me las he confundido a tu edad.
— A ver señor anciano. ¿Me quiere explicar? — Le golpeé suavemente, a modo de broma y sonrió. Me enamoraba perdidamente su inocencia.
— Bien, yo cuando terminé la preparatoria me planteé: ¿La docencia o la química? ¿Una u otra? Pero a diferencia de lo que a ti te gusta, pude complementarlas en una sola.
¿Pero qué sucede? La docencia siempre me ha gustado, es decir, como un trabajo fácil.
Siento que así es como tú ves a dedicarte a los niños. Te gusta y no más de allí. — Asintió y fijó su mirada en mí. — Pero, la vocación es algo sumamente grande. Es aquello para lo que has nacido y que ni siquiera tú mismo puedes cambiar. Yo, he nacido para la química, ¿cierto? Pues tú, has nacido para el arte.
— Entiendo, ¿entonces… que debo hacer? — besé sus labios en un corto y húmedo beso. — Creo que dejar que seas mi orientador vocacional.
— No es mala idea…— bromeé. ¿Sería a caso Bill, mi pequeño artista?
Me quedé de a cuadros. Ahora recuerdo por qué aquella tarde que hicimos el amor por primera vez, le habían castigado en la clase de Arte. Se había cabreado porque le habían arruinado su dibujo. ¿Y qué peor que dañarle la obra a un artista, verdad? ¿Por qué después de cuatro años pequeños detalles se transforman en grandes ideas? Porque mi pequeño... también ha crecido.
De inmediato, tomé el teléfono y Lucy muy animada me contestó del otro lado:— Dime Tom.
— Tom — bromeé — Vale, Lucy debo pedirte un favor. Cancela mi reunión con los publicistas, creo que debo estrenar uno nuevo. Alguien puede hacer un mejor diseño, creo haber encontrado la persona perfecta para éste caso.
— ¿Quién? — Cuestionó curiosa — ¿Uno nuevo? ¡Tú! ¿Uno nuevo? No lo creo, definitivamente estás bromeando. ¡Pero si tú odias a gente nueva en la empresa!
— Debo recordarle a alguien, cuánto ha amado el arte.
& Por Bill &
— Hazme una casa
— No, a mi hazme una casa.
— ¡Que te jodan niña estúpida!
— ¡Eh, Bill! ¡Ritter me ha dicho que te jodan!
— Ya, cálmense — les ordené intentando contener la risa. Dejé reposar la charola de aluminio sobre la mesa y les invité a sentarse. Recogí uno a uno nuestros dibujos y me
los guardé en la mochila. — Merienden o de lo contrario cuando venga su padre me dirá que yo no les alimento y me regañará.
— Papá jamás podría regañarte — Si supieran cuán dulce podía llegar a ser ese hombre.— ¿Papá te da besitos en la boca? ¿Es eso cierto?
— ¡Hey te he dicho que no le cuentes eso! — Comenzaron a discutir y yo, me sentí un niño completamente avergonzado ante los comentarios de dos criaturas que no superaban el metro del suelo. Aunque, ¿qué tenía de malo? Pues nada, a decir verdad no habría mejor sensación que los labios de Tom. — Bill..
Pero el móvil no dejaba de vibrar dentro de mi bolsillo. Miré la pantalla: Nick.
No puedo atenderte.
Enviar. Tragué saliva. Temía profundamente tener que volver a enfrentarme ante un Nick cabreado y fuera de control. A los pocos segundos, volvió a vibrar esta vez en dos cortos toques. Un mensaje nuevo. ¿Leer?
¿Dónde estás? Acabo de llegar y no te encuentro.
¡Me cago en la puta! Mi cuerpo temblaba de tan sólo tener que recordar cuán fuerte eran sus puños golpeándome saña por todas partes.
No te cabrees, no llegaré tarde. Estoy con unos niños.
Al enviarlo, sólo desee que me creyera o sino, tendría que juntar coraje y soportarle otra vez. Mis manos temblaron exageradamente cuando leí su nuevo mensaje.
Yo no me cabreo, tú me das motivo para alimentar mi mal humor. Te espero con la cena lista, y deja de evadirme como si fuera el villano de la película. Yo te amo Bill,
¿tú me amas?
Cerré la tapa del móvil y miré la pantalla. Una foto de ambos juntos, ¿por qué continuaba con él? ¿Sólo porque me había ayudado a caminar? Tampoco era la gran cosa… o sí, o no. ¡Joder!
La puerta de la sala se abrió, y mi superhéroe ingresó por ella. Me giré sonriente mientras sus hijos se trepaban por su cuerpo. Un beso, un abrazo. Eso necesitaba para alejar las condenadas confusiones de mi cabeza.
— Buenas noches — le saludé tímidamente y con Ritter y Lizzie aferrados a sus hombros se acercó a mi. Era muy graciosa la situación, tanto que me parecía tan… familiar. Algo así como cuando la esposa le ayuda con las tareas a sus hijos, y le espera a su marido con la cena lista para cuando llegue agotado de trabajar. Al quedar frente a frente, los niños nos miraron a uno y a otro, y sin esperar ni un segundo más fundimos nuestros labios en un romántico beso. Al cerrar los ojos, oí las risitas burlonas de los niños, festejando y se deslizaron hacia abajo. Así, Tom pudo rodear mi cuerpo con sus brazos brindándome el abrazo que tanto necesitaba.
— ¡Billy y Tomi se van a casar! — comenzaron a corear correteando alrededor de nosotros. Y nos separamos suspirando tibiamente. —¡Billy y Tomi se van a casar!
— Ya niños — rió él, relamiéndose los labios insistentemente — ¿Te quedas a cenar?
— Debo irme temprano… — Su expresión cambió radicalmente, sabía que le molestaba que obedeciera las reglas de Nick — Lo siento, el sábado cenaremos. No lo olvides.
— No, no lo olvido — Forzó una sonrisa y me miró de reojo — Como llevarte a tu casa no puedo, porque te negarás pregunto: ¿puedo acompañarte a tomar un taxi?
— Claro que puedes — respondí con calma y le tomé de su bello rostro con ambas manos — No te enojes conmigo, prometo que pronto se terminará todo eso. ¿Si?
— No duermas con él, no dejes que te acaricie, no dejes que te bese. ¿Vale? — asentí.
Me derretía de ternura cuando se ponía en…plan de celoso. — Vamos.
— ¡Hey! No nos ignoren — se quejó Lizzie y nos volteamos hacia los niños — Queremos preguntarles algo.
— Sí, es cierto — agregó su hermano y Tom me cogió de la mano. Me sentí protegido tan sólo con su agarre, y al entrelazar nuestros dedos, mi corazón se encogió de felicidad.
— Pues dígannos — dijo mi superhéroe con impaciencia.
— Las preguntas son las siguientes:… — Lizzie sacó de su bolsillo un pequeño papel arrugado y leyó en voz alta — Uno: ¿Cuándo vendrá Bill a vivir con nosotros? Dos:
¿Cuándo dormirán en la misma cama? Tres: ¿Cuándo van a casarse? Cuatro: ¿Cuándo será por fin nuestra mamá-papá?
Tom y yo nos miramos. Todas eran muy complicadas, y difíciles de explicar.
— ¿Se te olvida algo? — bromeó Tom, y la pequeña asintió efusivamente.
— Cinco: ¿cuándo tendremos más hermanos?
Tom liberó mi mano y me atrajo por la cintura para luego decir claramente: Si fuera por mí, haría todo ya de ya. ¿Tú no, Bill?
Sonreí ruborizado y asentí. No recordaba a mi familia, ¿pero quién decía que no podía crear mi propia familia? ¿Y qué mejor marido, padre y amante que Tom?
& Capítulo 14 &
& Por Tom &
El frío acunaba a la ciudad y el viento le daba el toque fantasmal, cantándole a la soledad de la noche. Bill se estremecía ante la falta de calor y mis brazos intentaban transmitirle la máxima protección y cobija. Ambos permanecíamos en silencio, avanzando a través de las solitarias calles en busca de un taxi y yo, sólo dejaba que mi cabeza trabajara por sí sola como una máquina automática sin cansancio.
Le tenía ante mí y estaba feliz por ello, pero no por completo y eso, eso dolía. Dolía no ser reconocido, dolía no poder tocarle sin detenerme a pensar que Bill era tan sólo el envase exterior de mi pequeño. Dolía y confundía. Y en ese instante, que por mí mismo podía comprobar que vivía, sentía, respiraba, caminaba y sonreía, es cuando me pregunto:
¿Tan mal agradecido soy ante la nueva oportunidad? ¿Por qué insisto e insisto? ¿Por qué necesito de mi pequeño? ¿Por qué no puedo conformarme con lo que se me ha devuelto?
¿Por qué continuo irritado contra el Destino? Por la sencilla razón de que el dueño de mi corazón no es Bill a secas, sino aquel jovencito de diecisiete años que me cautivó y enamoró con su forma de ser, con su personalidad, con su inocencia y picardía.
— ¿En qué piensas? — susurró de repente, y nos detuvimos. En el centro de mi pecho, una extraña y horrible sensación me invadía. Sí, sentía una opresión que me cortaba la respiración y me impedía hablar con tranquilidad, sin titubear. — ¿Tom?
Le miré. Sus ojos brillando de preocupación y su mirada fija en mí intentando leer más allá de mi alma, me inmovilizaron. Le acaricié la mejilla con el revés de mi mano y acerqué nuestros labios anhelando el contacto. Sabía a los labios de mi pequeño, el sabor era el mismo. Incluso la forma de besar era la misma, pero algo funcionaba mal. El responsable de enviar información a mi corazón para hacerle latir como un loco desquiciado, se olvidaba la correspondencia. Latía, sí fuerte. Muy fuerte quizás, pero no me sentía un idiota sin cabeza completamente entregado a él. Y eso, me preocupaba. Le oía, le tocaba, le sentía, le veía y hasta —incluso— podía olerle. Todo tenía aspecto de Bill, pero la esencia del pequeño no estaba. Tenía que regresar, yo le estaba esperando con las puertas de mi corazón abiertas de par en par y con mi amor intacto, fuerte para dárselo una vez más.
— En nada — mentí. Le abracé con fuerza, rogando porque muy pronto me dijera:— Eres tú mi amor, te he extrañado. Y si el secreto a ésta amarga situación es tan sólo esperar, lo haré gustoso. — En quién te espera. Pero olvida mis celos, soy un grandísimo imbécil.
— Es que tú no entiendes, no es fácil — Al oír sus palabras se me desencajó la mandíbula. ¿Fácil? ¿¡No es fácil!? ¿Y quién dice que para mí las cosas han sido fáciles?
¿Quién ha dicho que es fácil tener a tu lado al amor de tu vida, y que él no tenga la seguridad de que eres el suyo? — No es únicamente decirle: adiós Nick, lo nuestro ha
acabado.
— Él te golpeó y abuso de ti. — le interrumpí y clavó sus ojos sobre el suelo. — No es que quiera recordarte todo el daño que te ha hecho, sólo que entres en razón.
— Sí, lo ha hecho — admitió y resoplé. Que tío tan ciego. — Pero también ha dicho que no volverá a hacerlo. Y no sé, pero le creo. Yo quiero creerle. ¿Vale? No quiero pensar que he estado cuatro años junto a un tipo tan vil, tan hijo de perra.
— Déjale Bill... ¿Por qué no lo dejas? — Mi tono sonó a súplica, a ruego. Pero no era yo, sino mi corazón quién le rogaba amor. — Él te ha dicho que no volverá a hacerlo, ¿pero qué garantías tienes de que no lo hará otra vez?
— ¿Qué garantías tienes tú para demostrarme lo contrario o para ofrecerme? — Le tomé del rostro y me quedó mirando perplejo sin parpadear. — Mencióname tan sólo una, y así terminarás de enamorarme.
— Mi amor, el amor que siento por ti es la garantía. Y puedes respirar tranquilo, porque ésta garantía no tiene plazo de vencimiento, dado que pienso amarte toda mi puta vida. — Susurré entreabriendo sus labios con los míos, y mordiéndolos con suavidad — ¿Te basta con eso?
En respuesta, atrapó aún más mis labios con tanta intensidad que el corazón subió a mi garganta bombeando con fuerza. Bajo una farola, sin romper el beso, le tomé de la cintura y le apegué a mí tanto que pude sentir cada rincón de su cuerpo. Pero no le molestó, sólo permaneció fundido contra mí y ese pequeño momento me resultó maravilloso.
Pero, el pequeño que descansaba en mis recuerdos estaba celoso y no dejaba de mirarme con lágrimas en los ojos reclamando un poco de atención. Entonces, recordé que debía hacerle una propuesta.
— Oye, precioso — hable por lo bajo, aún con nuestros rostros lo más cerca posible —
¿Quieres trabajar en mi empresa?
Me miró con cara de ‘¿qué coño me estás contando?’ y me reí repartiendo cortos besos por su mejilla y su cuello.
— Necesito de alguien que realice la publicidad de mis perfumes, alguien que sepa dibujar y diseñar — entrecerró los ojos sin dejar de gemir débilmente ante mis besos —
¿Y quién mejor que tú? Los niños me han dicho que dibujas en tu tiempo libre y no sé tal vez quieras…
— No — añadió de inmediato — Me cuesta hacerlo, me tiembla el cuerpo.
No fue gran trabajo relacionar sus temblores al accidente, pero me tocó los huevos que abandonara su vocación por el puñetero pasado.
— ¿Y eso qué? — Negó con la cabeza efusivamente, pero no dejaría de insistirle — ¿Te rindes? Sí, te rindes a lo que amas sólo por requerir más tiempo en hacerlo.
— No digas chorradas — murmuró y retomó su andar sobre la calle — Lo siento Tom, no soy publicista.
— Pero eres muy bueno en los diseños. — alegué y rió negando nuevamente. — y mis perfumes necesitan de un buen diseño para llegar a captar la atención del mercado.
— Gracias, pero soy maestro. — caminé hasta a su lado. ¡Antes muerto que rendirme! — ya tengo un empleo.
— ¿Por qué no aceptas? — Cuestioné y luego, me miró entornando los ojos — ¡Estoy dándote un trabajo extra!
— Porque no tengo paciencia para el arte. — Definitivamente, necesito a mi pequeño de vuelta. — Porque como quién diría ‘No es lo mío’, ¿entiendes?
¿Cómo puñetas decirle que sí, sin que sospeche? Joder...
— ¡Inténtalo! — Sonreí ampliamente. — lo intentas, y descubres qué bien podrás hacerlo.
— Nick dice que el arte, es para los muertos de hambre. — Otra vez el chulo.
— Nick es un puto cabrón al cual un día le bajaré los dientes. — Se río ante mis tan notorios celos y junté mis manos como si fuese a rezar — ¿Aceptas? Vamos... hazlo por mí por fis.
— Pero…— no le dejé hablar, me arrodillé ante él con expresión de cordero degollado — Uf, Tom levántate del suelo.
— ¿Por fis? — insistí y tras hacerle ‘ojitos’ repetidamente se cruzó de brazos. — Por fis Bill.
— Es que tú no entiendes que…
—Por fis, por fis. ¿Por fis? — repetí.
— Yaaaaaaaaaaaaa, está bien. Acepto, pero ya levántate. No seas payaso. — Pegué un bote lanzándome sobre él, llenándole el rostro de besos y, robándole risas a carcajadas.
— Eres un chantajista, no podría resistirme a esa carita.
— Si fuese por mí, le vendería hielos a un esquimal — y tomándole de la mano continuamos el rumbo.
— Y el príncipe atravesó todos los obstáculos y después de muchos años besó a la princesa y juntos vivieron felices por siempre. Fin — leí en voz alta ante la mirada expectante de mis hijos— Bien, ahora a dormir escuincles.
— Tengo una duda — me interrumpió Lizzie gateando hasta quedar junto a su hermano.
Gruñí a modo de respuesta y se rascó la cabeza pensativa — ¿Por qué coño el príncipe ha tardado tanto en ir a buscarle? Podrían haber sido felices desde el principio si no se tardaba, ¿verdad?
— ¡Oh! Ha dicho coño — bromeó Ritter — Pero tiene razón, es como tú y mamipá Bill.
Sonreí ante la comparación. Hm, Bill princesa.
La idea de compararle con una mujer no me resultaba muy agradable, pero en este caso el toque inocente de mis hijos me resultaba tierno, sensible y hasta dulce.
— Déjense de hablar sobre nosotros y duérmanse — les tapé a ambos, y dejé sobre sus mejillas un sonoro beso — Que sueñen bonito.
— Soñaré que tú y Bill se casan. — Mi pequeña hija cerró los ojos tras decir eso, y negué con la cabeza riendo ante su ocurrencia. — Que él lleva un bonito traje blanco y dicen: sí, queremos.
— Yo soñaré que los dos nos cuentan un cuento, luego se dan besitos por el pasillo y…
— ellos comenzaron a descojonarse de la risa, pero a mí se me puso el corazón a mil. La versión infantil de Ritter apareció en mi mente algo más…atrevida. — Se acuestan juntitos abrazados, y duermen.
Duermen, claro dormir. Sacudí la cabeza repetidamente y terminé de arroparles.
— Buenas noches pequeños demonios — caminé hasta el umbral de la puerta y les miré— Lizzie, ¿dejo encendida la luz del pasillo?
— No papi, dormiré con Ritter. Él siempre sabe cómo vencer a los monstruos. — El corazón se cubrió de ternura y sonriente les dejé descansar.
Eché un vistazo al pasillo, y a través de la penumbra, luego de tantos años mi cuerpo comenzó a arder ante lo que mi imaginación ponía ante mí. Me mordí el labio inferior.
Imaginaba al pequeño en mis brazos comenzando a suspirar tibiamente ante mis besos.
Imaginaba que le arrastraba sin dejar de acariciarle hasta la habitación y que al llegar a la puerta, me daba la espalda danzando contra mi pecho. Su espalda subía y bajaba restregando su cuerpo suciamente contra el mío.
Suspiré sintiendo el calor envolverme. ¡Cómo desearía tenerle para mí en estos momentos!
El pequeño me tomaba del cuello y enseñándome cuan excitado estaba me arrastraba hacia la cama, arrojándome sobre ella. Luego se sentaba sobre mí a horcajadas comenzando a desnudarme y por fin susurraba en mi oído — Voy a montarte, voy a montarte como la perra que soy.
Cerré la puerta y dejé descansar mi espalda sobre ella. Entrecerré los ojos, sentía mi cuerpo comenzando a sudar lentamente y mi mano se deslizó sola hacia abajo perdiéndose entre mis pantalones. Hacía tanto que no me tocaba, que no tenía un encuentro cercano con mi cuerpo que el vello se me había puesto de punta al sentir mi erección en mi mano. Tragué saliva y me dejé caer sobre la cama sin dejar de acariciarme desde arriba hacia abajo con el pequeño revoloteando entre mis pensamientos. Joder…
en cuatro años casi se me había olvidado, lo que era sentirse enamorado de la mismísima pasión.
& Por Bill &
El arte. El dibujo y la pintura. ¿Cómo es que Tom había podido colarse entre recuerdos inalcanzables y darme a conocer algo que ni siquiera yo mismo alcanzaba a recordar?
¿Cómo era posible que mi mente me hubiera privado de algo tan placentero? Cada día, estoy más seguro de que la mente es una jodida hija de puta que pretende torturarme durante mucho tiempo. Pero también, a cada día que vivo y siento, desde que he conocido a Tom, tengo la certeza que el vencedor será mi corazón obligándole a la condenada que tenga piedad de mí y, me deje de una vez por todas saber quién coño soy.
Ingresé silencioso en el departamento. Había llegado tarde, y Nick seguramente me esperaba cabreado dispuesto a volver a maltratarme, quizás. Pero la escena con la que me encontré, no me pareció nada semejante. El departamento se sentía solitario, y parecía no sufrir la presencia de nadie. Me despojé de mi mochila y mi abrigo. Caminé
hasta la habitación en busca de ropa para dormir, y al girarme casi me caigo de culo al suelo, por culpa del susto. Nick estaba semi desnudo sobre mi cama abarcando toda su longitud. Resoplé abatido y cogí una manta del clóset. ¿Qué mas podría hacer, que irme esta vez al sofá? En el trayecto, pensé en Tom. Siempre me sentía protegido y amado por él, y en momentos como ese daría todo por pasar una noche con él, entre sus brazos, bajo sus besos y esclavo a sus caricias. ¿Cómo es posible quererle de este modo?
¿Existe acaso un lazo más fuerte que el que siento por él?
Me desvestí apresurado, por miedo. Miedo a que la bestia despertara y encontrara a su presa regresar luego de su huida. Tras colocarme una camiseta de algodón, me acurruqué y cubrí todo mi cuerpo con las mantas frisadas. Me coloqué de costado y dejé que mi imaginación volara…
Tom besaba mi espalda. Yo boca abajo sobre la cama, sumiso como un gatito, me entregaba a su disposición dejando que hiciera de mí, lo que quisiera a su antojo. Su lengua recorría mi espalda centímetro a centímetro arrancándome gemidos de satisfacción.
Ronroneé ante mis pensamientos, acariciando mi cuerpo siempre imaginando que eran sus manos quienes lo hacían.
Luego, comenzó a embestirme. Mi boca se abrió de par en par ante la intrusión de su miembro en mi entrada, y cerré los ojos con fuerza conteniendo el deseo de gritar de puro placer. Se movió dentro de mi en círculos y los ojos se me fueron hacia atrás de puro gusto…
Mi mano se cerró en torno a mi miembro y comencé a acariciarme. Jamás lo había hecho, no al menos desde que podía recordar; y la sensación era tan extraña y sofocante al mismo tiempo. Imaginando a Tom sobre mí gimiendo contra mi oído y yo como un loco rogando por más, me corrí y tuve que llevarme una mano a la boca para no gemir sonoramente ante esa agradable sensación… Tom, sólo él podría enseñarme a hacer el amor. Sólo él.
El cansancio me roció de sueño. Acto seguido, caí en una profunda y calma oscuridad...
— Tomó mi mano y la colocó en su pecho — Siéntelo — me susurró contra mis labios y cerré los ojos con una sonrisa pintándose en mi cara. Podía sentir sus latidos, acelerados como los míos y de repente sentí como se acercaba cada vez más. Sus labios atraparon los míos.
Comencé a temblar débilmente mientras me tomaba la mano que estaba situada en su pecho y la llevaba hasta sus hombros. Rodeé su cuello al mismo tiempo que entreabría mis labios y él atrapa el inferior con sus dientes. Una de sus manos continuó acariciándome, mientras la otra ejercía una débil presión en mi nuca.
Un beso sencillo. El primero, el inolvidable. El que había marcado en mi boca quién era mi dueño. Se separó lentamente y la ruptura del beso provocó un gracioso sonido. No quería abrir los ojos. Mi respiración estaba muy agitada, mi pecho subía y bajaba rápidamente.
— Te amo — lo oí susurrar y adueñarse de mis labios otra vez. Sonreí dentro del beso sintiéndome inmensamente feliz, mientras su lengua pedía tímidamente permiso para ir en busca de la mía. La dejé pasar con miles de emociones corriendo a través de mis venas al mismo tiempo. ¿Cómo decirle que era el primero? El primero en enamorarme, el primero en hacerme feliz, el primero en besarme…
Me desperté sobresaltado, relamiéndome los labios con insistencia. ¿Eso había sido un sueño o un recuerdo? ¿Cómo era posible…? ¿O acaso mi primer beso había sido también, por ese misterioso hombre llamado ‘mi profesor’?
¿Tom? ¿Profesor? ¿Qué más quieres enseñarme villano? Qué más...
& Capítulo 15 &
& Por Tom &
Un antes y un después, una línea divisoria entre el pasado y el presente, una nueva proyección a futuro y el sentido de mi vida se hicieron presentes cuando menos lo esperaba. Por varios años he creído que la Vida, el Destino y el Amor remeditaban acerca de mi persona y los sentimientos que ello involucraba, y filosofaba que su opinión no era más que: ‘Jodele la vida’, ‘Es un jodido maricón, ¡No le dejemos ser feliz!’, ‘Castígale y hazle saber que permanecerá solo el resto de su vida’.
Además, he sentido que la esperanza se esfumado de mi red —cuerpo— y sin esperanzas no había sentido alguno de supervivencia. No había sido más que un hombre inerte, caminando sin rumbo, incapaz de sentir otra cosa que no fuere dolor. ¿Por qué?
Porque el dolor era el único código que mi alma aceptaba, reconocía y podía sentir.
Porque era el único fulgor vivo en mi interior, y aquella flama quedaría activa para siempre, incluso en los momentos en los que pudiera sentir una chispa de alegría o un mínimo respingo de felicidad. Porque mi vida estaba basada en crueles premisas del pasado que me hostigaban a toda hora y por las noches se transformaban en acusadoras de cobardes gritando en mis adentros: ¡No has luchado por él, ahora sufre maldito!
Y luego de pasar años esperando a que la luna fuese mi compañera nocturna, y testigo del desconsuelo más oscuro y destrozado que un ser sobre esta tierra pudiese sentir, ahora con lentitud se asomaba una alborada que me esperaba del otro lado de una colina
—que no era más que la figura de aquel niño de pie ante mí, sudando del nerviosismo a punto de dar una lección sobre los hidrocarburos—. Una lágrima, un segundo; un gimoteo, un minuto; un sollozo, una hora; y una rabieta histérica rogando piedad a cada día, de cada semana por cuatro años. Cuatro años en que la noche, era sinónimo de soledad, desesperación, culpa, calvario y un crepúsculo que desaparecía en menos de lo que canta un gallo.
Ahora, cuatro años después, el alba se emergía de manera sonriente, incitándome a caminar, floreciendo esperanzas en aquellos campos de azufre que el mismísimo Destino había puesto en mi camino impidiéndome el paso, y un brote de ilusión echaba fuertes raíces en mi corazón. El Romeo que se suicidaba por perder a su Julieta, hoy ansiaba vivir para buscarle donde fuere que se hallase. ¿Sería posible que el Destino se haya apiadado de mí? ¿O tras tanto sufrimiento, suministraba en mi alma un poco de bonanza y satisfacción? De ser así, si realmente el Destino no era un infame canalla, yo le debía una disculpa. Tiempo atrás sólo podía culpar al Destino, y filosofar acerca de él como si fuese una putada. Hoy, me retracto y desde lo más profundo de mi ser me arrodillo ante él. Hoy, Amo y señor... tu esclavo te susurra: Perdóname.
Estoy nervioso. Hace años que no tengo una cita, una cena romántica con Bill. Esta vez será como una primera cita con el hombre que muchas veces he pensado como sería —