PERSPECTIVAS BÍBLICAS
SOBRE LA CIUDAD
ROGER S. GREENWAY
(TRADUCCIÓN DE FLORIANO RAMOS ESPONDA)
PARTE 1
La mitad del mundo actual vive ahora en ciudades y el ritmo de urbanización continúa en la mayor parte del mundo.
De acuerdo con los reportes del Banco Mundial, en la década de 1980 un billón de personas, aproximadamente 20% de la población de la tierra, emigró de las áreas rurales a las ciudades. Esta es la más grande migración en la historia humana. Consecuentemente, no exageramos cuando decimos que el futuro de la iglesia y de la misión será determinado (le dará forma) en gran medida por la ciudad y los retos que ella presenta, y por la manera en que la igle- sia responda a esos desafíos.
Este año es el 200 aniversario del movimiento misionero protestan- te. En mayo de 1792, William Carey, el autoeducado inglés quien hacía zapatos durante la semana y predicaba los domingos en una iglesia bautista, hizo dos cosas que tuvieron un impacto de gran alcance. En mayo 12, publicó un panfleto titulado, "Un estudio acerca de las obligaciones de los cristianos para usar los medios para la conversión de los paganos." Siguiendo esto, en mayo 31, Carey predicó un sermón en Nottingham, Inglaterra, que estuvo basado en Isaías 54:2-3: "Ensancha el sitio de tu tienda, y sean extendidos los tapices de tus moradas. No te limites; alarga tus cuerdas y afirma tus estacas." El sermón tuvo dos divisiones:
1) Espera grandes cosas de Dios; y 2) Intenta grandes co-
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sas para Dios. La verdad principal del mensaje fue que Dios desea la evangelización del mundo no salvo y ordena a la Iglesia en todo lugar, y todo el tiempo, a ser responsable por esa misión. Un año más tarde, Carey y su familia partieron a la India a comenzar lo que llegó a ser conocido como la Misión Serampore.
“…Dios desea la evangelización del mundo no salvo y ordena a la Iglesia en todo lugar, y en todo tiempo, a ser responsable por esa misión.”
DE UN MUNDO RURAL A UNO URBANO
El mundo de los días de Carey y el siglo que lo siguió fue sobre todo un mundo rural. En 1800, solamente cinco por ciento de la población mundial vivió en ciudades. La porción urbana del mundo se incrementó a solamente 14 % a finales del siglo 19.
Londres fue la ciudad más grande del mundo occidental. Creció aproximada-mente de un millón de habitantes en 1800 a 6.5 millones en 1900. Por ese tiempo, la ciudad de Nueva York tuvo una población de 4.2 millones y pronto sobrepasaría a Londres en tamaño. El punto que debe ser subrayado es que, durante el siglo 19 entero y bien entrado en el 20, la vasta mayoría de la gente, especialmente aquellos que habitaron los países que representaban el campo misionero de esa era, no vivieron en ciudades sino en áreas rurales. Consecuentemente, la
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mayoría del trabajo misionero fue rural, y muy conveniente, porque fue donde la mayoría de la gente vivía.
Hoy la situación ha cambiado radicalmente en varias maneras.
Debido al crecimiento masivo en la población en los países del mundo de los dos tercios y la enorme migración a sus ciudades, la mitad de la población mundial ahora vive en las ciudades. La mayor parte del crecimiento urbano en las pasadas cuatro décadas ha ocurrido en Latinoamérica, Asia y África.
La ciudad más grande del mundo, México D. F., tiene 23 millones de habitantes, y otras ciudades Latinoamericanas tales como Lima, Perú y Sao Paulo, Brasil, no se quedan muy atrás.
Lo más inquietante para la Iglesia y la misión cristiana es el hecho de que vemos enormes ciudades no-cristianas y anti-cristianas, súper-gigantes con más de 10 millones de habi- tantes cada una, brotando en áreas del mundo dónde la Igle- sia es relativamente débil y la oposición al evangelio es fuerte. Tokio-Yokohama, Shanghái, Beijing, Calcuta, Osaka, Bom- bay, Yakarta, El Cairo, Bagdad, Estambul, Teherán, Karachi, Dacca, Madrás, Delhi, Bangkok— la procesión de nuevos súper-gigantes sigue viniendo, y todas ellas están sobre todo en las áreas del mun- do más resistentes al evangelio. Es una procesión que probable- mente continuará desarrollándose en el siglo 21 (Barrett, 1989:10).
Al cerrar el siglo 20, la ciudad se convirtió en el centro del escenario para la misión cristiana. Es aquí que la fe cristiana encuentra su más grande oportunidad, y al mismo tiempo es la oposición más severa. Aquí también, los fundamentos teológicos de la misión cristiana son probados más profundamente. Hemos retornado en muchas maneras a las condiciones que más se parecen a los de la era apostólica y sus grandes ciudades con sus religiones y culturas compitiendo.
Es animoso recordar que el cristianismo temprano fue casi
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enteramente urbano. Aunque nació en la cultura pueblerina de Palestina, el movimiento cristiano experimentó su mayor éxito en las ciudades hasta después del tiempo de Constantino (Meeks, 1987:8).
¿Qué perspectiva nos proveen las Escrituras respecto a las ciudades? En el libro “Ciudades: Nueva Frontera de las Misiones”, he argumentado que a pesar de las cosas negativas que frecuen- temente se atribuyen a la vida de la ciudad, las ciudades en sí mismas no son la raíz del problema. Las ciudades habrían surgido aún si la Caída no hubiese ocurrido. La raza humana fue creada en un jardín, pero su destino como portadores de la imagen de Dios y como seres sociales y creativos descansa en la ciudad (Greenway, 1989:3). Eugene Rubingh razona de la misma manera cuando dice en “Estrategias para Evangelización en Ciudades” que la ciudad misma está en el glorioso plan de Dios desde el inicio, y las maldiciones descargadas sobre las ciudades por los profetas del Antiguo Testamento no son debido a que son ciudades, sino debido al mal que la gente pecaminosa cometió en ellas (Rubingh, 1986:36).
En la Biblia, no hay dos ciudades más prominentes que Babilonia y Jerusalén. Ambas son ciudades históricas con significados teoló- gicos y simbólicos adjuntos a ellas. En las Escrituras son retratadas como estando en tensión continua. Una antítesis irremovible per- manece entre ellas hasta el fin de los tiempos. Yo pienso que una examinación cercana de estas dos urbes nos proveerá con importantes ideas respecto a las ciudades y nos ayudará a entender la naturaleza de la misión urbana de la iglesia.
Puede también levantar nuestros espíritus cuando nos sentimos abrumados por las tensiones de la ciudad, y darnos una esperanza nueva y fresca al recordarnos la amplia perspectiva que necesita- mos mantener.
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“En la Biblia, no hay dos ciudades más promi- nentes que Babilonia y Jerusalén. Ambas son ciudades históricas con significados teológicos y simbólicos adjuntos a ellas.”
BABILONIA
En los capítulos finales de la Biblia, uno de los ángeles del cielo guía al pueblo de Dios en un gozoso grito, diciendo:
2 Gritó a gran voz: ¡Ha caído! ¡Ha caído la gran Babilonia! Se ha convertido en morada de demonios y en guarida de todo espíritu maligno, en nido de toda ave impura y detestable. 4 Luego oí otra voz del cielo que decía: «Salgan de ella, pueblo mío, para que no sean cómplices de sus pecados, ni los alcance ninguna de sus plagas; 10 Aterrorizados al ver semejante castigo, se mantendrán a distancia y gritarán: ¡Ay!
¡Ay de ti, la gran ciudad, Babilonia, ciudad poderosa, porque en una sola hora ha llegado tu juicio!» 20 ¡Alégrate, oh cielo,
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por lo que le ha sucedido! ¡Alégrense también ustedes, santos, apóstoles y profetas!, porque Dios, al juzgarla, les ha hecho justicia a ustedes.» 21 Entonces un ángel poderoso levantó una piedra del tamaño de una gran rueda de molino, y la arrojó al mar diciendo: «Así también tú, Babilonia, gran ciudad, serás derribada con la misma violencia, y desapare- cerás de la faz de la tierra. (Apocalipsis 18:2, 4, 10, 20, 21).
¿Cuál fue esta ciudad, Babilonia, cuya caída trajo tanto gozo a los santos en la tierra y a los ángeles en los cielos?
¿Fue la ciudad antigua de los tiempos del Antiguo Testamento localizada junto al Río Éufrates en Mesopotamia? ¿O fue Roma, capital del Imperio Romano? Y ¿por qué fue tal su amenaza al Reino de Dios que, de acuerdo a la revelación de Juan, Babilonia y su influencia tenían que ser destruidas antes de que la manifestación final del reino de Dios pudiera aparecer?
UNA CIUDAD HISTÓRICA
La primera cosa que observamos es que Babilonia fue una ciudad real en la historia. Su historia data de dos mil años antes de Cristo. Fue el centro de un pequeño reino Akkadiano dedicado al dios Marduk. En el siglo 18 antes de Cristo, el rey y legislador Hammurabi volvió a Babilonia un imperio pequeño. En el siglo diecisiete antes de Cristo, Babilonia se convirtió en un gran imperio. Fue renombrado para sus vastos proyectos de edificación, su elaborado sistema de canales, y sus grandes monumentos.
Babilonia fue embellecida con espectaculares jardines colgantes que causaron que la ciudad fuese considerada como una de las siete maravillas del mundo.
CIUDAD DE PODER Y CONQUISTA
Esta Babilonia fue responsable de haber llevado a muchas naciones a la cautividad, incluyendo a los judíos. Es así como se convirtió en la ciudad del profeta Daniel, un joven hebreo tomado cautivo de
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Palestina a Babilonia a servir en la administración del poderoso imperio. Daniel sirvió a los reyes Nabucodonosor y Belsasar su hijo, y más tarde a Darío el Medo, quien capturó a Babilonia en la noche cuando Daniel interpretó la misteriosa inscripción en la pared del salón de banquetes de Belsasar.
UN CENTRO RELIGIOSO
Babilonia fue famosa como un centro religioso con muchos templos grandes. Marduk fue su principal deidad, pero Babilonia adoró a muchos otros dioses. Babilonia llegó a ser conocida por sus ritos mágicos, adivinación, y los secretos de la astrología. Toda clase de idolatría y adoración oculta fue practicada en Babilonia, y en lo que a moralidad se refiere, la reputación de la ciudad fue de maldad y degradación.
“Babilonia fue una ciudad real, famosa como un centro religioso con muchos templos grandes.”
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SÍMBOLO DE PECADO Y REBELIÓN
No es sorpresa, por tanto, que en la Biblia el nombre de esta antigua ciudad se convirtiera en el símbolo del pecado humano y rebelión contra el verdadero Dios. Mirando atrás a la historia de la Torre de Babel (Génesis 11:1-9), este lugar representó los ma- yores esfuerzos combinados de una raza humana caída para establecer a sí misma como independiente de Dios. En su rebelión, estuvo dedicada a su propia glorificación e intenciones malignas. Desde sus inicios, Babilonia se mantuvo por el orgullo humano, desobediencia a Dios y hambre por el poder y gloria humanos. Sus logros culturales fueron considerables, pero fueron gobernados por propósitos malvados y alcanzados por medios injustos. Detrás de la grandeza cultural de Babilonia permanecieron las fuerzas demoníacas de idolatría, corrupción y opresión.
Consecuentemente, los profetas Isaías (capítulos 13-14) y Jeremías (capítulos 50-51) denunciaron a Babilonia en el lenguaje más fuerte. Ellos predijeron el tiempo cuando Babilonia sería derrotada, sus ídolos rotos y quemados, y su anterior gloria recordada con burla por los pueblos una vez oprimidos por ellos.
La Biblia sugiere que detrás del orgullo y rebelión de Babilonia acechan Satanás y los poderes de las tinieblas que él gobierna. Así, Pablo se refiere al "dios de este mundo"
quien ciega las mentes de los no creyentes de tal modo que ellos no puedan ver "la luz del evangelio de la Gloria de Cristo quien es la imagen de Dios," aun cuando el evangelio es claramente proclamado (2a Cor. 4:4); los profetas del Antiguo Testamento detectan en la corrupción de Babilonia y sus reyes algo aún más siniestro que el pecado y la rebelión humana. Sienten que Satanás mismo tiene el control de esta ciudad y dirige sus asuntos (Breneman, 1990:19).
La visión de la caída de Babilonia representada tan gráficamente en la revelación de Juan tiene su trasfondo en los escritos de los
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profetas. Los profetas percibieron o sintieron que el paganis- mo y el mal estaban encarnados en Babilonia, cuya estructura social entera era dominada por los poderes del mal. Babilonia en las Escrituras es el símbolo de la sociedad humana en todas sus dimensiones culturales, económicas, religiosas y políticas, inclinadas todas en una dirección que desafía a Dios, niega su autoridad, e ignora sus estándares. Babilonia dedica sus talentos y energías a la auto-exaltación humana. En su corazón, la Babilonia de Apocalipsis 18:7-8 se jacta de sí misma: "Yo estoy sentada como una reina; y no soy una viuda, y nunca veré duelo,"
lo cual es el eco de las palabras del profeta en Isaías 47:7-8 (Breneman, 1990:19).
Babilonia eventualmente es destruida. Este es el mensaje de ánimo tanto de los profetas como de los apóstoles para el pueblo de Dios en la ciudad. Babilonia puede representar el cenit del humanismo y el éxito de las búsquedas impías, pero al final no triunfa. Sus poderes engañosos son grandes, y a través de la historia la gente y las naciones son seducidas por los dichos hechiceros de Babilonia (Ap. 18:23). Ella da riqueza y honor a quienes le siguen su juego, mientras derrama la sangre de los que hablan en contra de sus males y rechazan comprometer su propia integridad (Ap. 18:24).
Pero la victoria final no pertenece a Babilonia; en vez de eso, ella recibe desgracia y destrucción. La corrupta Babilonia finalmente es desechada, y las alegres fiestas empiezan cuando los humos de la fuente de los sufrimientos de la tierra suben al cielo; y la salvación, y la gloria y poder de Dios son revelados en el reino que permanece por siempre (Apoc. 19:1-10). Esta es la esperanza no vista de los santos urbanos, quienes toman en serio la Palabra de Cristo cuando dijo que vio caer a Satanás (Lucas 10:18).
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PODERES DEMONÍACOS
Concerniente a los poderes demoníacos que operan en Babilonia a través de sus sistemas y estructuras, Mervin Breneman nos recuerda que estos poderes de las tinieblas no sean tomados a la ligera. Citando a Jacques Ellul, Breneman dice que mientras Cristo ha conquistado a Satanás y sus demonios, sus actividades aún no han sido detenidas, y en los últimos días ellos manifiestan una superabundante cantidad de actividad (Ellul, 1970:164 en Breneman, 1990:19). La treta más ingeniosa de Satanás es hacer que la gente crea que él no existe, o no está presente y trabajando. Esto puede llevar a los habitantes de la ciudad a pensar que por sus buenas intenciones y arduos esfuerzos ellos puedan transformar ciudades en la clase de lugares que les gustaría que fueran. Pero esto es ilusorio, la verdad es que la victoria sobre los efectos de Satanás es alcanzada solamente a través de Jesucristo y la "otra ciudad" sobre la cual Él reina. En esta época tenemos solamente los primeros frutos de esa victoria.
Consecuentemente, conforme trabajamos por el bienestar de la ciudad, buscando su mejoría en mil maneras, sentimos frustración en cada ocasión que tratamos, porque Babilonia esta aún presente. Aún no está destruida, y aún esperamos la obra terminada de Cristo. Al llevar a cabo la misión urbana, por lo tanto, es el colmo de la tontería ignorar la influencia de aquellos diabolos cuyas frenéticas actividades llegan a ser más violentas y sin freno conforme el día su destrucción se acerca (Ellul 1970:164- 168, citado en Breneman, 1990:19).
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“Al llevar a cabo la misión urbana, es el colmo de la tontería ignorar la influencia de aquellos diabolos cuyas frenéticas actividades llegan a ser más
violentas y sin freno conforme el día de su destrucción se acerca.”
Babilonia es una ciudad histórica, simbólica y profética. ¿Ves el espíritu de esa ciudad en la ciudad donde tú vives?
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¿De qué formas tangibles se percibe el espíritu de Babilonia en el lugar en que vives?
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