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Iglesia en Coria-Cáceres

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Iglesia

en

Coria

-

Cáceres

SEMANARIO DIOCESANO DE INFORMACIÓN

Suplemento al Boletín Oficial del Obispado de Coria-Cáceres

www.diocesiscoriacaceres.es / N.º 3.410 – Fecha: 7 / 2 / 2021

Precio del ejemplar suelto: 0,25 euros

JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO

El próximo 11 de febrero, festividad de Nuestra Señora de Lourdes, se celebra la Jornada Mundial del Enfermo.

Este año bajo el lema

“Cuidémonos mutuamente”.

El departamento de Pastoral de la Salud, dentro de la Subcomisión Episco-pal de Acción Caritativa y Social, ha edita-do los materiales (que pueden consultarse en la web de la Conferencia Episcopal Española) para esta campaña que en España tiene dos momentos: el 11 de febrero, es el Día del Enfer-mo, de carácter mundial. La Iglesia en España celebra el 9 de mayo la Pascua del Enfermo.

El mensaje del papa Francisco desta-ca la importancia de este momento para brindar una atención especial a las personas enfermas y a quienes cuidan de ellas, tan-to en los lugares destinados a su asistencia como en el seno de las familias y las comu-nidades. En particular, señala a las personas que sufren en todo el mundo la pandemia del coronavirus, así como a los más pobres y marginados.

Esta crisis sanitaria “ha puesto tam-bién de relieve la entrega y la generosi-dad de agentes sanitarios, voluntarios, traba-jadores y trabajadoras, sacerdotes, religiosos y religiosas que, con profesionalidad, abne-gación, sentido de responsabilidad y amor al prójimo, han ayudado, cuidado, consolado y servido a tantos enfermos y a sus familiares”:

“Una multitud silenciosa de hombres y mujeres que han decidido mirar esos rostros,

haciéndose cargo de las heridas de los pacientes, que sentían prójimos por el hecho de pertenecer a la misma familia humana”, escribe el papa en el marco de la 29 Jornada Mundial del Enfermo, bajo el lema: “Uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos (Mt 23, 8). La rela-ción de confianza, fundamento del cuidado

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EDIT

ORIAL

No son pocos los que ven zozobrar la fe ante la

pan-demia. En las conversaciones, en el ambiente a la salida

de la Misa, en las redes sociales... Muchos manifiestan sus dudas, que vienen muchas veces motivadas por el miedo y la incertidumbre ante el futuro.

El sufrimiento forma parte de nuestra condición humana y, como todas las criaturas somos seres

limi-tados, estamos sometidos al dolor, la enfermedad y la muerte. No obstante, Jesús, que tuvo especial atención

con los enfermos, nos enseñó cómo sacar algo grande de estas situaciones. Él mismo vivió esas limitaciones

como verdadero hombre que era. En el Evangelio, en el pasaje de la oración en el Huerto, también Él pasa por la duda: “Padre, si es tu voluntad, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22, 42). Y finalmente el propio Jesucristo, gritará en la cruz: “Padre, ¿por qué me has abandonado?”. Para Jesús, más importante que el dolor o la muerte, es el cumplimiento de la voluntad del Padre, que no es otra que establecer el Reino de Dios.

Dios nos ha dado la libertad, de modo que actúa, no sustituyéndonos, sino a través de nuestros esfuer-zo. Podemos verle en cada acción y persona que tra-baja por un mundo mejor: en quien tratra-baja por la

justi-cia; en quien cumple las normas, se protege y protege a los demás; en los sanitarios que cuidan la salud de todos;

en los sacerdotes que atienden las dudas y acompañan espiritualmente a enfermos y personas que sufren en hospitales y en las parroquias; en cada seglar que en su día a día se esfuerza en su trabajo, siendo justo y hon-rado; en los padres de familia que luchan por transmitir los valores del Evangelio por encima del hedonismo y el consumismo. Ahí también está Dios.

El papa Francisco en la homilía de la Bendición Urbi et Orbi, el pasado 27 de marzo, refiriéndose al pasaje de la tormenta en la barca (Mc 4, 35), nos llama a reflexionar:

“Hemos avanzado rápidamente, sintiéndonos fuer-tes y capaces de todo, codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa, no nos hemos despertado ante guerras e

injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de

los pobres y de nuestro planeta. Continuamos

imper-turbables pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo”. Es hora de escuchar la voz de Dios,

también en la dificultad, no aprovechar la situación

para culparle de los males. Dice el salmo de las lecturas de este domingo: “Alabad al Señor, que sana los corazo-nes destrozados”. Refugiémonos en él, en el miedo, la duda, y pidamos: “Auméntanos la fe”.

Lorena Jorna,

delegada de Medios de Comunicación

Asociaciones del Foro de Laicos

FRATERNIDAD LAICAL DE SANTO DOMINGO

La Fraternidad Laical de Santo Domingo es una Comunidad de Laicos que, siguiendo el carisma y el ideal de vida de Santo Domingo de Guzmán, buscan su crecimiento espiritual y fortalecer su compromiso Misionero en la Iglesia.

Su objetivo es predicar el Evange-lio con nuestra vida desde la oración, el estudio y la fraternidad a imagen de Santo Domingo.

En la parroquia de San Juan Macías realizan los siguientes apos-tolados: catequesis, asistencia, visita a enfermos, llevar la comunión, Cári-tas y colaborar en todo en lo que se les necesite.

Procuran rezar la liturgia de las horas. Asisten a Misa y rezan el Rosa-rio. Se reúnen una vez al mes para la oración y la formación y compartir su vida personal.

¿Por qué Dios

permite la

pandemia?

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ESTUVE ENFERMO Y

ME VISITASTEIS

† Diego Zambrano López

Administrador diocesano

Correspondencia

del Administrador Diocesano

El próximo 11 de febrero, festividad de Nuestra Señora de Lourdes, se cele-bra la Jornada Mundial del Enfermo bajo el lema “Cuidémonos mutuamente”.

Una jornada, que en este contexto de emergencia sanitaria, nos ayuda a invo-lucrarnos en la historia y en las necesi-dades de tantas personas que sufren la enfermedad; con el convencimiento de que cada vez que nos acercamos y aten-demos a un enfermo, es al mismo Cristo a quien asistimos. Las palabas de Jesús son muy claras en este sentido: “Venid vosotros benditos de mi Padre, here-dad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo... porque estuve enfermo y me visitasteis... cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 34. 36. 40). Al final de nuestros días nos examinarán del amor, especialmente de nuestro amor a los enfermos, que hemos de tener los cristianos en nuestra vida personal y comunitaria. Nuestro amor a Cristo se vive y se muestra en nuestro amor a los enfermos, que están unidos a la carne de Cristo sufriente.

Un aspecto importante de nuestra vida como cristiano, de toda comuni-dad y de toda parroquia, es la aten-ción, el cuidado, la ayuda y el acom-pañamiento de los enfermos. Estamos

viviendo un tiempo de desconcierto ante esta pandemia que ha llegado con fuerza hasta nosotros y está tocando a la puerta de nuestras casas dejando a su paso enfermedad y muerte. En estos momentos la Iglesia quiere estar muy cerca de los afectados por la enferme-dad y de sus familias, al tiempo que agradece el trabajo que están realizan-do los profesionales sanitarios, que son como el buen samaritano que curan, consuelan y animan.

El dolor y la enfermedad forman parte del misterio del hombre en la tierra. Es justo luchar contra la

enfer-medad, porque la salud es un don de Dios. Pero es importante también saber leer el designio de Dios cuando el sufri-miento y la enfermedad llaman a nues-tra puerta. La clave de dicha lectura es la cruz del Señor. Jesucristo acogió nuestra debilidad y nuestro dolor, asu-miéndolos sobre sí en el misterio de la cruz. Desde entonces, el sufrimiento tiene un sentido, que lo hace singu-larmente valioso. Desde hace más de dos mil años, desde la pasión de Cristo, la cruz brilla como suprema manifes-tación del amor que Dios siente por nosotros. Como a su Hijo, Dios nunca nos abandona, tampoco en la enfer-medad. Quien sabe vivirla así, experi-menta cómo el dolor, iluminado por la fe, se transforma en fuente de gracia, de esperanza y de salvación, no solo para los enfermos sino también para quienes los cuidan.

A Santa María, salud de los enfer-mos, encomendamos a todos los que sufren la falta de salud, especialmente a los que padecen la enfermedad del coronavirus. Bajo su protección mater-nal ponemos a quienes los cuidan, a todos cuantos trabajan en el mundo de la salud así como a la Pastoral de la Salud de nuestra diócesis que, con tan-to esmero y solicitud atiende las nece-sidades de estos destinatarios.

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Especial Jornada Mundial del Enfermo

JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO

Que la fe no se limite solo a palabras, sino a involucrarse en la historia y las necesidades

del prójimo. Este es el deseo de nuestra Iglesia ante la celebración de la Jornada Mundial

del Enfermo que se celebra el 11 de febrero. Hablamos sobre el mensaje del papa y la

celebración de esta jornada con el delegado de Pastoral de la Salud, Juan Carlos Moro.

1. El papa Francisco ha publicado un mensaje en el que recuerda la importancia de apoyar a quienes sufren una enfermedad “con el bálsamo de la cercanía”. En plena pandemia de la Covid-19, ¿cómo se puede poner esto en práctica?

— Efectivamente, hacer realidad este “bálsamo de la cer-canía”, en este entorno social que prohíbe las visitas a hospitales, residencias de ancianos e incluso a los hogares, resulta difícil. Pero en vez de lamentarnos, entre todos hemos hecho de la necesidad “virtud” y, aunque no sea lo mismo, hemos aprendido a usar las tecnologías, como las vídeo llamadas, que han permitido a muchas

personas despedir a sus seres queridos, gracias a la humanidad del personal sanitario. También hacer uso

frecuente de las llamadas de teléfono, que permite entrar en los hogares de quienes sufren la punzante soledad, y transmitirles nuestro cariño y cercanía.

2. El papa hace hincapié en que la experiencia de la enfermedad “hace que sintamos nuestra propia vul-nerabilidad”. ¿Nos ha servido esta situación para vol-ver a mirar en nuestro interior, a nuestros hermanos y volver la mirada a Dios?

— Desgraciadamente, esta crisis nos revela que solo

cuando nos rompen nuestras seguridades, certezas o

bienestar, y experimentamos crudamente nuestra

vul-nerabilidad, es cuando nos surgen las preguntas fun-damentales sobre el sentido de la vida, lo que sostiene

nuestra existencia. Y ojalá nos haga redescubrir nuestra condición de criaturas, frente a una falsa omnipotencia; mirar con ojos nuevos al que sufre como yo. Y al captar

lo importante de sentirse amados, volver a percibir a ese Dios que es amor.

3. Estamos viviendo situaciones dramáticas de enfer-medad, soledad y muerte, ¿qué podemos aportar los cristianos?

— En estas situaciones dramáticas, los cristianos

única-mente podemos aportar algo si vivimos nuestra fe realmente y no como algo cultural. Si somos capaces

de testimoniar que vivimos la enfermedad confiando en Dios, ofreciendo nuestros dolores por la salvación del mundo. Si nos llega la soledad forzosa, y es una soledad habitada por el Señor, y no dejamos de preocuparnos por los demás, en vez de encerrarnos en la queja. Y ante la

muerte testimoniamos una paz fundada en nuestra concepción de la muerte como un tránsito a la vida eterna, y una esperanza real de vivirla en la gloria de Dios.

En estos casos sí seremos luz y esperanza para quienes viven en la tristeza y desesperanza.

4. El Santo Padre afirma que esta Jornada “es un momen-to propicio para brindar una atención especial a las personas enfermas y a quienes cuidan de ellas, ya sea en los lugares destinados a su asistencia como en el seno de las familias y las comunidades”. ¿Cuál ha sido la labor del personal sanitario en esta crisis? ¿Y la atención a las familias?

— Casi todos conocemos el tsunami que supuso para el personal sanitario y trabajadores de la sanidad la llegada de esta pandemia. De repente se llenaron los

hospitales de enfermos que se les morían en sus manos sin saber cómo ni por qué. Sacaron de sí unas capacidades impresionantes, para hacer en un día el protocolo que antes era de una semana. Y un fenómeno nuevo, ellos también se contagiaban de la misma enfermedad que trataban de combatir sin saber bien cómo. Esto dio lugar a una extraordinaria empatía entre enfermos y cuida-dores, y entre las distintas escalas del personal sanitario entre sí. Y los enfermeros también colaboraron con los

capellanes, que al no poder acceder hasta el enfermo o

moribundo por carecer de traje protector, eran ellos quie-nes ungían con aceite sagrado o daban la comunión,

mientras el capellán realizaba las oraciones.

La atención de los familiares quizás ha sido la más perjudicada por las limitaciones impuestas por las

autori-dades, sin poder despedirse adecuadamente de sus seres más queridos. Habiendo necesitado un acompañamiento que aliviase esa impotencia de no poder acompañar o el duelo por sus seres queridos.

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Especial Jornada Mundial del Enfermo

5. ¿Está desbordada la Pastoral de la Salud en las parro-quias? ¿Cómo se está viviendo esta situación con un voluntariado eminentemente mayor? ¿Hay algún cam-bio significativo?

— Precisamente cuando más se necesita en nuestras comuni-dades parroquiales ese “bálsamo de cercanía”, dos fuertes impedimentos impiden desempeñar como desearíamos la misión pastoral. Por un lado, las limitaciones de movi-mientos impuestas por la autoridades, presentes aun por esta tercera ola de la pandemia, hace imposible visitar a los ancianos de las residencias o en sus casas. En segundo lugar, la edad media del voluntariado, que los convierte en personas de riesgo. El cambio viene impuesto por la necesidad de emplear, de manera metódica, la llamada telefónica o vídeo llamada para llegar a los más necesita-dos de compañía. Y para mantener la comunión entre los grupos, recurrir a las reuniones por Zoom o Meet, en espera de poder reunirnos un día “como siempre”. Y por último, ahora también hemos redescubierto la importancia de

reforzar nuestra fe en el poder de la oración de interce-sión, y la necesidad de invocar el Espíritu Santo, confiando

plenamente en su ayuda para superar esta situación.

6. Francisco expresa que, por un lado, la pandemia actual ha sacado a la luz numerosas insuficiencias de los sistemas sanitarios y carencias en la atención de las personas enfermas: “Los ancianos, los más débiles y vulnerables, no siempre tienen garantizado el acceso a los tratamientos, y no siempre es de manera equi-tativa”. ¿Estamos ante una nueva desigualdad en el mundo con el tema del acceso a las vacunas?

— Esta pregunta tiene una respuesta clara según vemos cómo evolucionan los hechos, realmente hay una

desi-gualdad. No solo dentro de los países, donde hay altos

cargos que se saltan los protocolos para vacunarse antes de quienes tienen preferencia, sino a nivel mundial, don-de se observa una lucha don-desigual para conseguir más dosis de vacunas. Aunque el poder contagioso del virus no conoce fronteras, la lucha contra él, si varía mucho de unos países a otros, en detrimento de los más pobres.

7. Cuéntenos alguna experiencia personal que le haya marcado este tiempo.

— Todos hemos sufrido por no haber podido acompañar adecuadamente a tantas personas que perdieron a sus seres queridos en condiciones difíciles. Pero quizás la

experiencia más lacerante ha sido la muerte de un matri-monio, con quien me unía una gran amistad, y de su hija mayor. Los tres se fueron con el Señor en el espacio de tres meses. Y especialmente duro fue no poder acompañarles con nuestra presencia. Como diácono, me impresionó

celebrar un funeral consistente en rezar un responso ante el coche fúnebre a la puerta de un cementerio

en medio de las encinas, prácticamente sin parientes del fallecido, teniendo problemas para subir el féretro al nicho por falta de personal.

8. El papa finaliza su mensaje enfatizando que el man-damiento del amor, que Jesús dejó a sus discípulos, también encuentra una realización concreta en la relación con los enfermos: “Una sociedad es tanto más humana cuanto más sabe cuidar a sus miembros frágiles y que más sufren, y sabe hacerlo con eficiencia animada por el amor fraterno. Caminemos hacia esta meta, procurando que nadie se quede solo, que nadie se sienta excluido ni abandonado”. ¿Quiere transmitir un último mensaje?

— El problema de la soledad es tan grave en nuestra socie-dad occidental que ya el papa la definió como “pandemia” hace dos años, y fue el tema central de la Pastoral de la salud de la Iglesia en España. Esta crisis ha agravado y aumentado el número de personas que la sufren de manera exponencial. Para afrontarla desde la Pastoral de la Salud debemos trabajar desde las parroquias en varios niveles. Primero buscar voluntariado donde no exista y formarle adecuadamente para asistir y acompa-ñar a quienes atraviesan ese sufrimiento que genera la

soledad no deseada, una de las grandes causas del sufrimiento en las personas mayores y más vulnera-bles. Por otra parte, la misión antigua y siempre nueva

de evangelizar en el sentido de enseñar a vivir desde nuestra fe en Cristo la enfermedad y la muerte, que tarde o temprano, a todos nos llega. En nuestra Iglesia tenemos una excelente doctrina y un magisterio enriquecido a lo largo de los siglos. Y para terminar me atrevo a indicar una

asignatura pendiente, muy importante para abordar la

soledad, es enseñar hacer oración personal, como un

diálogo. Quien se acostumbra hablar con Dios, está muy preparado para enfrentarse a la soledad, y hacer

frente a esta crisis existencial que daña tantas almas.

Quisiera agradecer en nombre de nuestra Iglesia de Coria-Cáceres a los capellanes de los hospitales, clínicas

o residencias de ancianos, que han hecho presente a

Cristo y su misericordia desde que se decretó el estado de

alarma hasta hoy. Y pido que oremos por ellos y por los nuevos capellanes que han sido instituidos recientemente en nuestra diócesis.

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Testimonio

Noticias Diocesanas

EL COVID-19 HA VENIDO A

CASA POR NAVIDAD

Nadie lo llamó, nadie lo invitó, es más, las precau-ciones y cuidados que hemos tenido para que este bicho no apareciera en nuestras vidas, han sido, en palabra de quienes nos conocen, exageradas. Pero, en fin, el virus llegó y con todo, agradecida de que no atacase con violencia a mi familia, que no han tenido apenas síntomas, porque esta enfermedad es capri-chosa y maneja a unos y a otros, como si de un juego macabro se tratase. Yo en cambio sí lo he conocido más a fondo, aunque gracias a Dios, no he necesitado ir al hospital y eso ya, con la que está cayendo, es una gran bendición, porque hablamos de una dolencia que te chupa la energía con avaricia, y que a muchas personas les viene quitando la vida.

Di positivo y me encerré en mi cuarto, con la angus-tiosa certeza de pensar que mi familia ya podría estar contagiada, como así fue. ¿Quién fue el primero? No lo sabremos, aunque los síntomas más fuertes comen-zaron y acabaron en mí (cuántas gracias doy a Dios por eso).

A mi familia, al coincidir varios días festivos, tar-daron en hacerles la prueba, y mientras yo, “viví” (es mucho decir), en mi habitación, muy duros momentos, solo de lejos, al dejarme en la puerta alimentos, que no conseguía comer, o cosas que necesitaba, mi mari-do y mis hijas se ponían al fonmari-do del pasillo y al abrir mínimamente la puerta me decían ¡aguanta mamá, estamos aquí y te queremos! ¡Cómo me hacían sonreír con lo que me costaba!

En esos días de “encierro”, esta es una enfermedad, también de terrible soledad, qué pena quienes tienen que permanecer completamente solos, puedo decir, que la fe, la mía, la de mi familia y la de todos los que habéis rezado por nosotros, es la que me ha ayudado, ¡Gracias Señor por la fe!

Ofrecer por mi Mozambique amado estos días de soledad y dolor ha sido una gracia. No dejemos nunca de ofrecer nuestro sufrimiento, porque el ofrecimiento, tiene que tener recompensa, dejas de pensar en ti, y piensas en quienes lo ofreces, eso tranquiliza y da mucha paz.

Un amigo misionero me dijo: “Aprovecha y habla con Dios en estos momentos de quietud y soledad y escúchalo, está ahí, contigo”. Y lo creí y lo viví.

Cuando ya crees que no puedes más, Dios te sujeta y te abraza, no estás sola. ¡Nos hemos dicho tantas cosas! Me emociono al recordarlo. Sé que Él ha cuida-do de mí y de los que tanto amo. He experimentacuida-do la fuerza y la compañía de la oración, es la caricia de la Madre, ante el dolor de su hija amada.

SEGUNDA FASE DE VACUNACIÓN

EN LAS RESIDENCIAS

Transcurridos los 21 días desde la primera dosis, des-de finales des-de enero ha dado comienzo la vacunación des-de la segunda dosis de la vacuna frente al Covid-19 en nuestras residencias diocesanas. A fecha de cierre de este semanario (1 de febrero), ya se había continuado lo establecido por las autoridades sanitarias y habían realizado la segunda fase de la vacunación las Residencias de Nuestra Señora del Rosario en Cáceres (26/01/2021), La Inmaculada en Coria (26/01/2021), San Nicolás de Bari en Coria (28/01/2021), Familia Masides en Aldeanueva del Camino (29/01/2021) y Nuestro Hogar en Brozas (01/02/2021).

La previsión es que Santa Isabel en Torrejoncillo sea el 02/02/2021 y San Rafael en Membrío el 06/02/2021. Por últi-mo los pisos Tutelados Nuestra Señora del Rosario (Cáceres) el 08/02/2021.

Por otro lado, cabe destacar que la Federación Laresha donado a las Residencias de Mayores de la Diócesis de Coria-Cáceres 19.600 mascarillas quirúrgicas, que han sido distribuidas según el número de residentes y personal de las residencias. Las residencias diocesanas y la diócesis agradecen el apoyo constante y la labor que tanto Lares Extremadura como la Federación Lares España realiza en favor de los mayores.

DE

MONTAÑA MALPARTIDA

RELATO TRAS SUPERAR LA COVID-19

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La mesa de la Palabra

DOMINGO V

DEL TIEMPO ORDINARIO

Para vivir

la

liturgia

Primera Lectura,

Lectura del libro de Job, Job 7, 1-4. 6-7

Job habló diciendo: «¿No es acaso milicia la vida del hombre sobre la tierra, y sus días como los de un jornalero?; como el esclavo, suspira por la sombra; como el jornalero, aguarda su sala-rio. Mi herencia han sido meses baldíos, me han asignado noches de fatiga. Al acostarme pienso: “¿Cuándo me levantaré?”. Se me hace eterna la noche y me harto de dar vueltas hasta el alba. Corren mis días más que la lanzadera, se van consumiendo faltos de esperanza. Recuerda que mi vida es un soplo, que mis ojos no verán más la dicha».

Salmo responsorial,

Sal 146, 1bc-2. 3-4. 5-6 (R/.: cf. 3a)

R/. Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados. O bien: R/. Aleluya.

Alabad al Señor, que la música es buena; nuestro Dios merece una alabanza armoniosa. El Señor reconstruye Jerusalén, reúne a los deportados de Israel. R/.

Él sana los corazones destrozados, venda sus heridas. Cuenta el número de las estrellas, a cada una la llama por su nombre. R/.

Nuestro Señor es grande y poderoso, su sabiduría no tiene medida. El Señor sostiene a los humil-des, humilla hasta el polvo a los malvados. R/.

Segunda Lectura,

Lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios, 1 Cor 9, 16-19. 22-23

Hermanos: El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero, si lo hago a pesar mío, es que me han encargado este oficio. Entonces, ¿cuál es la paga? Precisamente dar a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación del Evangelio. Porque, siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles. Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo para todos, para ganar, sea como sea, a algunos. Y todo lo hago por causa del Evangelio, para participar yo también de sus bienes.

Aleluya,

Mt 8, 17b

R/. Aleluya, aleluya, aleluya.

Cristo tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades. R/.

Evangelio

, Lectura del santo Evangelio según San Marcos, Mc 1, 29-39

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a la casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le hablaron de ella. Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agol-paba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca». Él les responde: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido». Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.

El Pan de la Palabra de cada día

Lunes, 8: Gn 1, 1-19 • 103, 1-5 • Mc 6, 53-56. Martes, 9: Gn 1, 20-2, 4a • 8, 4-9 • Mc 7, 1-13. Miércoles, 10: Gn 2, 4b-9. 15-17 • 103, 1-30 • Mc 7, 14-23.

Jueves, 11: Gn 2, 18-25 • 127, 1-5 • Mc 7, 24-30. Viernes, 12: Gn 3, 1-8 • 31, 1-7 • Mc 7, 31-37.

Sábado, 13: Gn 3, 9-24 • 89, 2-13 • Mc 8, 1-10. Capellán del Hospital San Pedro de Alcántara de CáceresJesús Luis Viñas

CUIDÉMONOS

MUTUAMENTE

La experiencia de Job, que escuchamos en la primera lectura de este domingo, bien podría ser la experiencia de tantos hombres y mujeres que, confinados en casa o postrados en la cama de un hospital, están pasando por la experien-cia del Covid-19 o alguna otra enfermedad cruel que le va robando la vida. Ciertamente, el Señor no quiere este sufrimiento. La res-puesta clara la vemos en el Evangelio de hoy, cómo cura primeramente a la suegra de Pedro y después a todos los enfermos que le llevan.

Esta pandemia que estamos viviendo nos está haciendo experimentar el dolor en sus muchas formas. Por una parte, están los con-tagiados, sobre todo los que necesitan hospi-talización, por otra los obligados a confinarse durante días, ya sea por ser asintomáticos o por contacto con algún contagiado. Por supuesto, están los muchos que ya han sufrido la pérdida de un ser querido, muchos de ellos sin siquiera haber podido despedirse de ellos. Están tam-bién otros muchos enfermos que, teniendo otro tipo de dolencias, no pueden ser atendi-dos debidamente por la saturación hospitala-ria. Por último, no faltan los que, por miedo, no salen de sus casas, aislándose cada vez más de la vida de la comunidad humana y también cristiana a la que pertenecen.

A todo ello se suma el hecho de que, sea por estar en un hospital, sea por estar confi-nado, sea por miedo a salir, la soledad se está apoderando de nuestros corazones. De hecho, es la soledad, el no poder compartir la expe-riencia del dolor, una de las mayores dolencias manifestada por todos los afectados.

Jesús no quiere el dolor, la enfermedad, el sufrimiento, por ello nos está invitando a llevar la vida, la salud y los cuidados a todos los que lo necesiten. La Campaña del Enfermo de este año, que comienza el próximo 11 de febrero, nos invita a “cuidarnos mutuamente”, a velar unos por otros. ¡No puede ser que sigamos siendo tan irresponsables en nuestros comportamien-tos sociales y que el número de contagios no pare de crecer! Respetémonos y cuidémonos. Que el Señor os guarde a todos.

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Directora: LORENA JORNA BOTICARIO

Edita: DELEGACIÓN DIOCESANA DE MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL

E-mail: comunicacion@diocesiscoriacaceres.es

Imprime: Gráficas MORGADO - CÁCERES • graficasmorgado@gmail.com • graficasmorgado.es • 927 24 90 66

Iglesia

en

Coria

-

Cáceres

www.diocesiscoriacaceres.es

SEMANARIO DIOCESANO DE INFORMACIÓN

Suplemento al Boletín Oficial del Obispado de Coria-Cáceres

De conformidad con la LOPD 15/1999, informamos a nuestros suscriptores, que sus datos de carácter personal serán gestionados por la Delegación Episcopal de M.C.S de la Diócesis de Coria-Cáceres, con la finalidad de coordinar los envíos y de la gestión administrativa. Si desea ejercer sus derechos ARCO puede dirigirse a: Diócesis de Coria-Cáceres en Plaza de Santa María, n. 1, de Cáceres.

SEMANA DE UNIDAD Y DE FRATERNIDAD

Cada año es una alegría compartir oraciones, actividades y formación ecuménica con herma-nos y hermanas de otras confesiones cristianas, durante la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Este año, bajo el lema “Permaneced en mi amor y daréis fruto en abundancia” (Jn 15, 5-9) elegido por la Comunidad Ecuménica de Grand-champ (Suiza), nos hemos sentido auténticamente

como sarmientos unidos a la vid verdadera, que es Jesucristo.

La semana comenzó unidos en el Padre Nues-tro diario y culminó con algo inesperado: una CELE-BRACIÓN ECUMÉNICA sin precedentes en Extre-madura, compartida con cristianos de distintas confesiones (Evangélicos, Ortodoxos y Católicos de dos diócesis). La situación de alerta sanitaria nos empujó a buscar nuevas formas de celebrar y de sentirnos unidos; a ser más creativos. En estos encuentros han surgido lazos de fraternidad, amistad y cooperación. La alegría y el buen humor que ha predominado, nos llevan a tener esperanza en lo que esté por venir.

Las redes sociales nos han permitido llegar a lugares a los que antes era difícil. Gracias a la Delegación de Medios de Comunicación por faci-litarnos todas las “herramientas” y a quienes os habéis conectado. Como sabéis, nuestra diócesis es bastante grande. De esta forma las actividades de la Semana de Oración y la Celebración Ecu-ménica se han vivido desde cualquier rincón. Los vídeos están en el canal de Youtube de la diócesis para verlos, compartirlos...

Queremos dar las gracias a doña María José Delgado y a don Mariano Arellano por sus

char-las de formación ecuménica. Tuvimos después diálogos muy amenos que nos ayudaron a “abrir los ojos” ante realidades desconocidas en torno a las diferentes formas de vivir el ecumenismo. Una forma más de sentir la catolicidad (universalidad) de todos los cristianos.

Con la oración al estilo de Taizé, guiada por el Seminario y la misa joven por la unidad de los cristianos (Pastoral Juvenil y Universitaria), nos emocionamos con un mismo sentir en la oración común. Gracias por la alegría, esperanza e ilusión que transmitís.

Agradecemos a la Iglesia Ortodoxa Rumana en Extremadura, la Iglesia Bautista de Badajoz, la Iglesia Cristiana Evangélica “El Puente” (Cáceres), la Iglesia Evangélica Española en Mérida y Miaja-das, y a la Archidiócesis de Mérida-Badajoz, por los momentos compartidos durante esta semana para preparar una celebración más variada, más fraternal y ecuménica de lo que podíamos esperar. Después tuvimos una reunión virtual con todos los partici-pantes y colaboradores, más de cuarenta. Estuvi-mos hablando, conociéndonos y enriqueciéndonos, con la sensación de estar “construyendo puentes”. Gracias también a don Diego Zambrano, nues-tro administrador diocesano, que nos ha acompa-ñado y apoyado en todo momento.

Una semana vivida de forma inesperada, de sorpresa en sorpresa. Una semana de unidad y de fraternidad. Damos gracias a Dios porque “la música del Evangelio” nos ha removido y nos ha transformado.

Sigamos unidos a la vid verdadera; Jesucristo. Pongámonos en camino para dar fruto abundante y duradero.

¡Únenos, Señor, con tu Espíritu de Amor!

María José Sánchez García

Delegada de Relaciones Interconfesionales

Modificado el rito

del Miércoles de

Ceniza en tiempo de

pandemia

Para poder respetar las medidas sani-tarias de seguridad y evitar el contagio del COVID-19, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha modificado el rito del Miércoles de Ceni-za adaptándose a este tiempo de pandemia. Tal como se lee en la nota difundida por la congregación, «pronunciada la oración de bendición de las cenizas y después de asper-jarlas, sin decir nada, con el agua bendita, el sacerdote se dirigirá a los presentes, dicien-do una sola vez y para todicien-dos los fieles, la fórmula del Misal Romano: “Convertíos y creed en el Evangelio”, o bien: “Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás”. Des-pués, el sacerdote se limpiará las manos y se pondrá la mascarilla para proteger la nariz y la boca. Posteriormente, impondrá la ceniza a cuantos se acercan a él o, si es oportuno, se acercará a los fieles que estén de pie, permaneciendo en su lugar. Asimismo, el sacerdote tomará la ceniza y la dejará caer sobre la cabeza de cada uno, sin decir nada». La nota fue firmada en la sede de la Congre-gación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el 12 de enero de 2021, por el cardenal Robert Sarah, prefecto de la Con-gregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos desde 2014 y monseñor Arthur Roche, arzobispo secretario.

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