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Contribuciones de la educación superior al desarrollo social: En busca de medidas para alcanzar objetivos ineludibles en el ámbito supranacional

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Contribuciones de la educación superior al

desarrollo social:

en busca de medidas para alcanzar

objetivos ineludibles en el ámbito

supranacional.

Universidad Autónoma de Madrid

2015

Autor de la tesis doctoral: José María Nyssen González

Director de la tesis doctoral: Luis Enrique Alonso Benito

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AGRADECIMIENTOS

Qué mejor modo de comenzar que dando las gracias a todas aquellas personas que han hecho posible este trabajo.

En primer lugar, mi agradecimiento y reconocimiento a esos hombres y mujeres, entre ellos mi primo Javier, que, despreocupados del reconocimiento para sí, han trabajado y trabajan en pro de un propósito común de convivencia, donde los derechos y las libertades fundamentales de todos los que habitamos en éste nuestro planeta sean una realidad. Por su inspirador, generoso y esperanzador ejemplo.

A Luis Enrique Alonso, amigo y gran maestro, por acompañarme en este trabajo, pues si algo hay en éste de provecho, a buen seguro bebe de su impronta.

A Javier M. Valle, por sus útiles recomendaciones y por su excelente labor en el papel de tutor que muy amablemente accedió a desempeñar.

A Pep Lobera, Cristina Escrigas y GUNI, por su ayuda a la hora de facilitarme materiales que han sido de gran importancia para realizar la investigación.

A Laura Barrios, por sus expertos consejos en materia de metodología estadística. Por último, también sinceramente, a familia y amigos, y de forma muy especial a Federico y Julia, padres extraordinarios, y a Sonia, sin igual amiga y compañera de viaje, por su generosidad y apoyo incondicional también en este trabajo.

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TABLA DE CONTENIDOS

PARTE I. PRE-TEXTO ... 5

Objetivos y perspectiva de las aportaciones ... 7

‘Desarrollo social’: un concepto en definición. ... 13

Condicionamiento instrumental ... 53

Educación como instrumento prioritario ... 74

PARTE II. PROCESO DE LA INVESTIGACIÓN Y PLAN DE TRABAJO ... 105

PARTE III. DIÁLOGOS SOBRE DESARROLLO SOCIAL Y EDUCACIÓN SUPERIOR ... 109

PARTE IV. TEXTOS INSTITUCIONALES E INSTRUMENTOS VINCULADOS ... 123

Ámbito mundial. ... 124

Ámbito europeo ... 150

Conclusiones ... 221

PARTE V. IMPACTO DE LA EXTENSIÓN DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN EL DESARROLLO SOCIAL ... 225

La evolución de la educación superior en la sociedad europea con respecto a otros indicios de desarrollo social ... 232

La importancia de los contenidos sustantivos en los estudios superiores ... 302

PARTE VI. EL APROVECHAMIENTO DE DINÁMICAS DE ‘ARRASTRE’ PARA LA CONSECUCIÓN DE OBJETIVOS INELUDIBLES, A PARTIR DE DESARROLLOS INSTRUMENTALES. ... 317

Análisis de los ránquines universitarios a la luz del marco teórico de partida. ... 321

Ránquines universitarios internacionales y fomento del desarrollo social: propuesta instrumental... 333

Conclusiones ... 358

CONCLUSIONES FINALES ... 367

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ANEXOS ... 419

Anexo 1. Textos de respuesta a preguntas del estudio delphi de GUNI 2008. ... 419 Anexo 2. Figuras dinámicas. ... 475 Anexo 3. Cadenas de texto empleadas para la preclasificación de competencias de los títulos de Grado en España. ... 483 Anexo 4. Indicadores de ránquines internacionales... 485 Anexo 5. Universidades españolas que tienen en más de la mitad de las memorias de sus títulos de grado alguna competencia relacionada con un determinado

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PARTE I. PRE-TEXTO

La propia educación superior ha de emprender la transformación y la renovación más radicales que jamás haya tenido por delante, de forma que la sociedad contemporánea, que en la actualidad vive una profunda crisis de valores, pueda trascender las consideraciones meramente económicas y asumir dimensiones de moralidad y espiritualidad más arraigadas (…) Las instituciones de educación superior deberían brindar a los estudiantes la posibilidad de desarrollar plenamente sus propias capacidades con sentido de la responsabilidad social, educándolos para que tengan una participación activa en la sociedad democrática y promuevan los cambios que propiciarán la igualdad y la justicia (UNESCO, 1998).

Ante la complejidad de los desafíos mundiales, presentes y futuros, la educación superior tiene la responsabilidad social de hacer avanzar nuestra comprensión de problemas polifacéticos con dimensiones sociales, económicas, científicas y culturales, así como nuestra capacidad de hacerles frente. La educación superior debería asumir el liderazgo social en materia de creación de conocimientos de alcance mundial para abordar retos mundiales, entre los que figuran la seguridad alimentaria, el cambio climático, la gestión del agua, el diálogo intercultural, las energías renovables y la salud pública. (…) La educación superior debe no sólo proporcionar competencias sólidas para el mundo de hoy y de mañana, sino contribuir además a la formación de ciudadanos dotados de principios éticos, comprometidos con la construcción de la paz, la defensa de los derechos humanos y los valores de la democracia (UNESCO, 2009a).

En los comunicados de la UNESCO más recientes se pone de manifiesto el importante papel que, mundialmente, debiera jugar la educación superior, no sólo en el progreso económico, sino también, en el progreso social en su conjunto.

Asimismo, en Europa, el propio germen del llamado Proceso de Bolonia también otorga un papel de similar calado a la educación superior.

(…) al hablar de Europa no sólo deberíamos referirnos al euro, los bancos y la economía, sino que también debemos pensar en una Europa de conocimientos. Es deber nuestro el consolidar y desarrollar las dimensiones intelectuales, culturales, sociales y técnicas de nuestro continente. Éstas han sido modeladas, en gran medida, por las universidades, quienes todavía desempeñan un papel imprescindible en su desarrollo. (Ministros representantes de Francia, Alemania, Italia y el Reino Unido, 1998).

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De este modo, los países involucrados en el Proceso de Bolonia, hacen suyos estos objetivos. Por ejemplo, en España, se incorporan en la propia legislación, incluso llegando a formular la necesidad de que ciertos contenidos alineados con estos propósitos estén recogidos en los nuevos títulos universitarios.

Sin embargo, ni a nivel mundial, ni a nivel europeo, ni a nivel nacional parecen haberse evidenciado con rotundidad procesos y herramientas para hacer realidad estos objetivos dados hace más de una década.

El papel de la universidad como elemento para el desarrollo económico ha centrado buena parte de los discursos que han llamado a la transformación de las universidades en el contexto global. Así, desde ciertas perspectivas, se llega a transmitir que esta prioridad y las acciones tomadas en este sentido, también serán automáticamente motor para el desarrollo social.

Desde un extremo opuesto otras voces reclaman, sin embargo, una idea de desarrollo social más amplia, cuya consecución requeriría acciones en el ámbito de la educación superior, no sólo centradas en la esfera económica y laboral, o en la consecución de la “equidad” en el acceso, sino, seguramente, en muchas otras también de crucial importancia e íntimamente vinculadas con una asunción de valores de paz, igualdad, ciudadanía democrática, cooperación, solidaridad, respeto intercultural, etc. En definitiva, abogan por trabajar para superar lo que denominan una crisis moral y política en las sociedades actuales, enrocada en numerosas contradicciones como, por ejemplo, la que se da entre ciertas concepciones de 'cooperación' y 'competencia' o en manifestaciones de abierto 'desencuentro' intergeneracional.

Quizá, resulta ineludible en este punto preguntarse por la idea (o ideas) de “desarrollo social” que aparecen en los comunicados dirigidos, desde organismos supranacionales, a gobiernos, universidades y ciudadanos. ¿Qué nivel de consenso existe en torno a dicha idea a nivel internacional?, ¿cuáles son los elementos centrales que la conforman?, ¿dónde reside la legitimidad para tratar de establecer consensos en torno a la misma y a los valores subyacentes?,... Son sólo algunas cuestiones previas que podrían estar condicionando considerablemente la puesta en marcha de medidas específicas orientadas a objetivos concretos en pro del mencionado desarrollo social.

Centrando todos estos aspectos en el terreno de la educación superior y sus instituciones, cabe preguntarse por el papel que se espera jueguen en el desarrollo social. ¿Cuál es su responsabilidad? ¿Tiene la Universidad un rol que desempeñar en lo que se refiere a ocupar un espacio que, para algunos, ha quedado vacío de

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referentes –también morales y políticos- válidos? ¿Qué esperan de la Universidad en este sentido los diferentes actores clave? ¿Qué repercusiones potenciales podrían esperarse en la sociedad de darse, en mayor medida, un liderazgo por parte de las universidades (por ejemplo, a día de hoy, a través de la educación de la élite intelectual,…)?

Y, más concretamente en el Espacio Europeo de Educación Superior, ¿qué directrices y qué herramientas está proponiendo el Proceso de Bolonia a las universidades para fortalecer el desarrollo social? ¿Cuál es, en este sentido, su grado de implementación teniendo en cuenta que el mencionado Proceso comenzó a caminar hace más de tres lustros? ¿Contemplan los emergentes procesos en materia de garantía de la ‘calidad’ cuestiones de esta naturaleza? ¿Cómo llegar a los objetivos de desarrollo social respetando la autonomía universitaria? ¿Existen en diferentes partes del mundo ejemplos de buenas prácticas dignos de ser tenidos en consideración?

A pesar de la voluntad manifestada desde diferentes organismos para lograr que la educación superior juegue un papel relevante en el progreso social, como se verá, la plasmación de tal voluntad en medidas concretas y resultados demostrables sobre el fortalecimiento de su desarrollo no parece haberse dado en gran medida. Así, por ejemplo, en los últimos comunicados del Proceso de Bolonia se habla de la voluntad de poner en marcha iniciativas tangibles en este sentido; aunque las carencias del desarrollo instrumental, determinante a la hora de hacer realidad ciertos objetivos, son evidentes.

Objetivos y perspectiva de las aportaciones

La investigación que aquí se presenta tiene como objetivo último el convertirse en una modesta contribución para el fomento del desarrollo social en Europa y, por extensión, en el ámbito internacional, a través del diseño de una propuesta instrumental que, por una parte, concrete algunos de los compromisos adquiridos por los países en lo concerniente a la vinculación entre tal desarrollo y el papel de la educación superior y, por otra, aproveche las dinámicas que, a través de uso de determinados instrumentos, han demostrado tener un mayor impacto. Con esto, no se pretende tanto mostrar de forma equilibrada la realidad social, como enfatizar aspectos que contribuyan a hacer realidad un más justo equilibrio social.

Así, esta investigación tendrá el propósito de ser un grano de arena más en la construcción de una educación superior en Europa capaz de propiciar el cambio de dinámicas actuales, presididas por una lógica eminentemente economicista, hacia

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dinámicas que, sin obviar las anteriores, hagan posible el desarrollo social de todos los pueblos en convivencia, cooperación y paz a través, en este caso, de propuestas concretas para la puesta en marcha de instrumentos supra-institucionales que posibiliten dotar de un cuerpo tangible a algunas de las políticas de desarrollo social en el Espacio Europeo de Educación Superior.

Más concretamente, el trabajo comienza por plantear el importante debate sobre la definición del desarrollo social en sociedades contemporáneas de gran influencia y los factores primordiales en la consecución de dicho desarrollo, entre los cuales, sin duda, está el de la educación.

A partir de aquí, se ha apostado abiertamente por un marco interpretativo sustentado por el enfoque de las capacidades, aunque matizado en dos puntos complementarios sobre los que se ha hecho particular hincapié.

El primero, invita a la adoptar una determinada óptica -complementaria a la distinción kantiana entre medios y fines últimos- en la interpretación y motivación de los comportamientos humanos. Se trata de la observación de los comportamientos y su sentido, apoyado éste en tendencias movidas por la estima que experimentan los individuos hacia sí mismos, hacia otras personas, hacia cosas o hacia situaciones. Dicha estima -y el reconocimiento y la identidad aparejados a la primera- implica una interpretación de la realidad por parte de un sujeto limitado a priori en su capacidad de percepción y conocimiento de tal realidad, un ejercicio responsabilidad en la priorización y actuación del sujeto, y un empleo de elementos a su alcance para atender a las tendencias de la mencionada estima.

El segundo punto, estrechamente ligado a las anteriores implicaciones, gira en torno a la importancia dual de los instrumentos -entendidos en un sentido amplio- a la hora, por un lado, de posibilitar la superación de las limitaciones inmediatas en el proceso de percepción del entorno y actuación sobre éste y, por otro, de condicionar tal percepción así como el alcance de las actuaciones y los resultados desprendidos de aquellas. El aquí denominado condicionamiento instrumental, más allá de los florecientes entramados teóricos en materia de desarrollo social, enfatiza especialmente la necesidad de prestar atención al papel determinante de los instrumentos a la hora de hacer primar unos determinados objetivos sobre otros, a priori, tan o más importantes que los anteriores, y de configurar los resultados efectivos en la materia.

Si existe un lugar de importancia en lo que respecta a la confluencia entre el desarrollo social y el condicionamiento instrumental, éste es la ‘educación’. A lo largo de los

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siglos son variados y sobresalientes los objetivos a conseguir a través de la educación. Entre ellos, existe gran consenso en su papel transmisor del saber considerado valioso en una sociedad con el propósito de hacerlo permanecer en ella. Este papel instrumental se adapta a diversas formas y contenidos. Ahora bien, ¿en qué medida se están plasmando en éstos los objetivos internacionalmente consensuados sobre desarrollo social, como son, por ejemplo, los extraídos a partir de la Declaración de Derechos Humanos?

El debate inicialmente planteado sobre los objetivos perseguidos en la búsqueda del desarrollo social retoma aquí visibilidad, en la medida que la educación pasa a ser empleada como factor de primer orden en la consecución en forma y fondo de tales objetivos.

Si bien, dentro de la educación formal, la de nivel superior es llamada igualmente a servir al progreso individual y colectivo, cabe mencionar su particular posición en varios aspectos que aquí interesan ser destacados. Por citar algunos, en primer lugar, actúa como referente, ya que presume de albergar y transmitir un conocimiento más completo y vanguardista que otros niveles educativos inferiores, lo cual tiene efectos indiscutibles en otros ámbitos de la realidad social para las personas que participan de tal educación. En segundo lugar, encuentra entre sus estudiantes a las personas que formarán parte de los cuerpos docentes de todos los niveles educativos. Y, en tercer lugar, habitualmente, por tales niveles educativos pasa buena parte de las personas que formarán parte de la élite política, económica y cultural de las sociedades.

Con todo, resulta crítico estudiar en el presente trabajo el avance en el desarrollo social a través de la educación superior. O, dicho de otro modo, en qué medida las políticas e instrumentos actuales en materia de educación superior están propiciando el desarrollo social o cómo podrían hacerlo. Así, como punto de partida, la investigación analizará, vista su relevancia, las directrices políticas dadas en materia de educación superior y desarrollo social por diferentes organismos supranacionales de referencia reconocida a nivel mundial y europeo, en los últimos quince años. Tales directrices serán analizadas en función de sus marcos de valores y de teorías de referencia, de las responsabilidades que implican, de su ámbito, de los objetivos que persiguen, de los mecanismos puestos en marcha para lograr estos objetivos y de los resultados obtenidos.

De esta forma, estas directrices, que tratan de ser conscientes de una realidad compleja y contemplada eminentemente en términos globales, aparecen circunscritas por dos planos con los que entran en íntima relación: el plano teórico y el plano

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instrumental. En este sentido, resulta imprescindible comprender la situación y los cambios que, en esta materia, se están produciendo en el ámbito internacional, tanto a nivel de las ideas como, sobre todo, a nivel empírico.

A propósito de dicho nivel empírico, los objetivos, los procesos y los resultados de la educación son habitualmente puestos en tela de juicio en razón de su ‘calidad’. Este escurridizo concepto ha traído aparejados algunos de los instrumentos referenciales más determinantes en la configuración última de la educación formal contemporánea. Tanto los ránquines como otras herramientas relacionadas con la valoración de la calidad se orientan en buena medida a hacer posible el reconocimiento social y arbitran un camino tangible para procurarlo. Con ello, se han demostrado capaces, en la práctica, de orientar algunos de los objetivos en materia de política educativa en diversos ámbitos. Estos instrumentos han sabido encauzar, de un lado, poderosas dinámicas sociales elementales relacionadas con los procesos de estima y reconocimiento y, de otro, la tendencia a la simplificación en el momento de abordar la complejidad de conceptos y situaciones de esta naturaleza.

¿Cómo lidiar con esta tendencia a la simplificación a pesar de ser preciso esforzarse en la toma de conciencia de la complejidad? ¿Cómo equilibrar la tendencia a la persecución incesante del reconocimiento propio -fruto de la autoestima- con el necesario reconocimiento del otro para lograr avances significativos en el desarrollo social? Quizá en un instrumento como la educación se encuentren parte de las respuestas a estas preguntas.

Sólo una vez analizada la situación en los planos arriba descritos, será posible ofrecer, a partir de fuentes de relevancia, un diagnóstico (en todo caso parcial) sobre el papel de la educación superior en el desarrollo social, así como proponer medidas e instrumentos concretos para propiciar, de un lado, el cambio de rumbo de las dinámicas no favorables a tal desarrollo y, de otro, el fortalecimiento de aquellas que sí lo son. De este modo, a partir de, por una parte, los instrumentos de mayor repercusión y sus dinámicas y, por otra, aquellas consideradas como buenas prácticas1, resulta útil identificar aquello que es especialmente significativo y valioso en ellos para construir nuevos instrumentos más robustos y eficaces en la consecución de resultados evidentes en materia de desarrollo social.

En ocasiones, al revisar ciertos escritos académicos da la impresión de estar releyendo aquellas partes sobre las idas y venidas de aquel ingenioso hidalgo2en que

1

European Higher Education Area, 2014.

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Cervantes parecía mofarse de los casi infinitos reconocimientos y menciones a los personajes caballerescos, sin aportar, en definitiva, mensaje alguno más allá de esto. En otras ocasiones, lo que llama la atención es el, quizá, abuso en el empleo

aproblemático de referencias e ideas históricamente descontextualizadas, cual argumentos de autoridad sin matización. Como si la aportación del reconocido autor pasase a convertirse en un texto mítico o sagrado.

Sin duda en el acumulado de aportaciones pasadas, anónimas o no, escritas o no, reside el fundamento sobre el que se construyen “originales” aportaciones inspiradoras, que precisamente como tal pueden pasar a ser valoradas, y que no mueven verse endeudado, sino agradecido. Alain Touraine (1994) dirá “ahora sabemos que siempre se construyen cosas nuevas con otras viejas, y que la modernidad no consiste en borrar el pasado, sino en incorporar todo lo posible del pasado en todo lo posible del futuro”.

Estas ideas inspiradoras, que apuestan por una posición interpretativa enfatizándola, consiguen mover a la persona, en su contexto histórico particular, a la reflexión, a la conmoción, a la acción,… con independencia, por una parte, de la autoría radical de dicha idea -imposible de discernir en último término en la medida en que es ‘partícipe’ de otras ideas inspiradoras que la precedieron- y, por otra parte, de una toma de conciencia profunda de la realidad histórica particular en que se originó -dada la enorme dificultad de un ejercicio tal-. En este sentido, es habitual asistir a una práctica de simplificación hacia un contexto ‘imaginado’ –limitado- que pasa a ser parte de la propia idea en su conjunto.

Inicialmente, y como propuesta explicativa de un modo de aproximación coherente con algunos de los argumentos que se expondrán, se intentará aprovechar determinadas pautas características involucradas en ciertos procesos de creación musical.

- Estos procesos, lejos de ceñirse a rediseccionar posturas analíticas, adoptan otras aportaciones como propias e intentan armonizarlas para enriquecer el conjunto resultante.

-

Asimismo, el ejercicio de composición es capaz de separar el reconocimiento a los autores originales (por cierto, llevado al extremo, imposible de discernir quiénes fueron3) y la entidad (el valor) de la propia música al margen de la persona que la

3

Otorgar una autoría radical a una idea es un ejercicio tan atrevido como atribuir a Virgilio el haber inventado el amor. El hecho de que no pueda atribuirse una idea a alguien (con el consiguiente reconocimiento), no quiere decir que no tenga valor o que ya cese la motivación por indagar y recrearse en ella (a propósito de dar respuesta al típico argumento que presupone la falta de motivación individual ante la falta de reconocimiento particular; es cierto que el

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compuso. Es fundamental, en este sentido, saber valorar el interés de la propia idea (convenientemente contextualizada), con independencia del reconocimiento y posición de su autoría (Merton, 1968). Argumentos como los de J. Habermas (1987) o M. Nussbaum (2010)4 a este respecto, ponen sobre la mesa debilidades clave en las dinámicas de comunicación y, por tanto, de participación social.

- En la composición musical es evidente la importancia del énfasis y del equilibrio dentro de lo que se pretende transmitir, si bien ello no quiere decir que en la composición estén participando todos los tonos, ni todos los timbres, ni todas las intensidades, ni todos los ritmos. Del mismo modo, no es infrecuente que la apuesta por el ejercicio teórico omniabarcante subordine y ensombrezca precisamente aquello que es preciso enfatizar para lograr transmitir lo que se considera de mayor relevancia.

- El empeño en la integridad canónica (o posicionamiento teórico consolidado), aunque orienta y da seguridad (así ocurre argumentalmente, en lo admitido y valorado), lleva a la pobreza y el inmovilismo; mientras que la creatividad está del lado del riesgo y de la apertura no prejuzgada. Convenir por uno mismo el equilibrio ‘adecuado’ entre ambas esferas es incierto, en la medida en que, no solo juzga el autor, sino que también lo hacen los otros receptores –contemporáneos o no-.

- Es posible describir científicamente la frecuencia, la intensidad o la duración de los sonidos, cómo se produce el sonido en los instrumentos, el canal a través del cual se transmiten,… pero, a día de hoy, comparativamente, apenas se conocen los mecanismos por los que, al percibirlos como música, incitan a la emoción. La consciencia de las limitaciones en el conocimiento analítico del entorno y los fenómenos no necesariamente implica una limitación radical en la creación de herramientas con potentes efectos conocidos y utilizados. La importancia de la narrativa, como instrumento de transmisión social del pensamiento capaz de integrar armónicamente los elementos que subyacen en la percepción, la motivación y el comportamiento de las personas, y su estrecha vinculación a la educación, no ha pasado desapercibida en milenios.

- No se puede perder de vista el ritmo del conjunto ni cómo cada elemento participante es capaz de aportar a dicho ritmo. En este sentido, es indispensable

reconocimiento puede fomentar la motivación, pero no que la motivación solo se fomenta a través del reconocimiento, pues los propios objetivos contenidos en las ideas también pueden ser una poderosa fuente de motivación).

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ser consciente del devenir de acontecimientos en el contexto y, en su caso, la integración con las actuaciones de los diversos actores.

- La creación musical tiene plena pretensión de involucrar, de hacer partícipe al que escucha. Del mismo modo, una perspectiva del desarrollo social supone una propuesta ajena a la insensibilidad.

- Finalmente, tal creación no tiene razón de ser por sí, si no es interpretada y escuchada. De igual forma ocurre con ciertos desarrollos propositivos de la teoría social, que no se esfuerzan en facilitar en modo alguno los elementos para su realización. Al margen de eruditos ejercicios en busca del reconocimiento en virtud de la autoría, cabe dar valor al esfuerzo por crear las herramientas y los métodos que hagan factible el objetivo valorado. Ideas tan conocidas en la teoría sociológica como la de praxis y otras similares formuladas con anterioridad, advierten de este conflicto. Hay quien atesorando tanto, aporta tan poco; y, por contra, quien atesorando tan poco, aporta tanto…

‘Desarrollo social’: un concepto en definición.

Llegados a este punto, parece ineludible atender a un concepto elemental como es el de ‘desarrollo social’; concepto que, aunque no acabado ni fijado, encierra una discusión crítica para el presente trabajo.

El concepto de ‘desarrollo social’ se expresa en términos finalistas, en tanto en cuanto supone un avance en la consecución de un determinado objetivo. Habrá, pues, que comenzar por prestar atención a cómo se viene delimitando este último.

Un estudio en profundidad de los objetivos involucrados en la idea de desarrollo social, a lo largo del tiempo y en las diferentes sociedades, llevaría al presente trabajo a apartarse de su principal línea argumental. Baste decir que frecuentemente las virtudes perseguidas se asimilan en el término justicia. Es así que ésta está en permanente discusión y definición desde el propio hecho social y es sensible al juego de equilibrios que históricamente se van configurando. Entiéndase entonces el desarrollo social como el camino hacia la consecución de la justicia; y, por tanto, en función de cómo se perfile tal justicia, también lo hará la motivación hacia unos u otros objetivos legítimos y virtuosos en la forma y en el contenido.

En esta línea, la perspectiva de los Derechos Humanos e, íntimamente ligado a ésta, el llamado enfoque de las capacidades han puesto sobre la mesa inspiradoras ideas a partir de las que enriquecer líneas de pensamiento y de acción en diversos sentidos.

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Varias son las aportaciones que, a partir de este enfoque –y, a su vez, éste a partir de otros anteriores-, interesa aquí destacar.

Heterogeneidad en los objetivos elementales.

El enfoque de las capacidades, originalmente surgido como alternativa a los enfoques del ‘capital humano’ y económico-utilitaristas dominantes en los debates sobre calidad

de vida, pretende ser un contrapeso a dogmas que contemplan el fundamento del desarrollo social en términos casi exclusivamente económicos. Estos últimos, de acuerdo a la visión del enfoque de las capacidades, por una parte, no consideran a cada persona como un fin, sino que consideran legítimo la promoción de un “bien social” que, a la postre, utiliza a ciertas personas como “medios” para procurar el enriquecimiento económico de otras, obviando las desigualdades sociales. Y, por otra, más allá de las variables económicas, no ofrecen un planteamiento amplio que identifique los elementos esenciales o derechos básicos de la vida humana; por ejemplo, podrían mencionarse las expectativas de una vida saludable, con oportunidades de enriquecimiento educativo y libertad para participar y opinar activamente en la vida política, u otras (Nussbaum, 2007).

En palabras de M. Nussbaum (2010), “en algunas ocasiones los defensores del ‘viejo modelo’ argumentan que la búsqueda del crecimiento económico redundará por sí misma en otros beneficios, como la salud, la educación y la disminución de la desigualdad socioeconómica. Sin embargo, al estudiar los resultados, se aprecia el que viejo modelo no deriva de manera concreta en esos beneficios. Los avances en materia de salud y educación guardan una muy escasa correlación con el crecimiento económico” (p. 36). Y, en el mismo sentido, la libertad política tampoco sigue el camino del crecimiento económico, como se puede observar en países que en tal sentido han sido referente mundial en la última década.

Por su parte A. Sen (2000) llama la atención sobre el riesgo que supone, para un país con numerosas personas con rentas muy bajas, centrar su atención exclusivamente en el desarrollo económico, dejando de lado asuntos políticos como son el logro de la democracia o de la libertad política de los ciudadanos. En foros internacionales, frecuentemente se plantea el dilema siguiente cuando se habla de la situación de países en los que gran parte de su población tiene escasos recursos económicos para subsistir: “¿qué es lo primero que hay que hacer? ¿erradicar la pobreza y el sufrimiento? o ¿garantizar las libertades políticas y los derechos humanos que de poco les sirven, de todos modos, a los pobres?” (p.184). Ahora bien, para el autor, este

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modo de enfocar el problema es erróneo. Frente a los argumentos que presentan la resolución de esta coyuntura en términos de posibilidades excluyentes, Sen argumenta que es preciso prestar atención a las importantes relaciones que existen entre, por una parte, la comprensión y la satisfacción de las necesidades económicas y, por otra, las libertades políticas. Así, indica que “las acuciantes necesidades económicas se suman a –no se restan de- la urgente necesidad de reconocer las libertades políticas” (p.185).

Frente al “enfoque basado en los recursos” y a la visión “igualitarista” que tal enfoque propugna, Nussbaum (2012) explica que la renta y la riqueza no son muchas veces buenos indicadores de lo que las personas son capaces de hacer y ser, pues cada individuo tiene necesidades diferentes de recursos para alcanzar un nivel de

funcionamiento similar (p.78). El dinero sería solamente un instrumento. En ocasiones, el hecho de dedicar los mismos recursos en colectivos desfavorecidos que en colectivos favorecidos redunda en una reproducción del statu quo vigente.

Dado este diagnóstico, Sen (2000) señala como grandes retos a afrontar por parte del capitalismo las cuestiones de la desigualdad –singularmente la económica- y la de los ‘bienes públicos’ –bienes que pertenecen a todas las personas, pero que son aprovechados o agotados por una minoría, como, por ejemplo, los recursos medioambientales-. Así, subraya la posibilidad de que la creación de nuevos valores acordes a una ética sensible a estos problemas sirva para ir más allá de los límites de la lógica capitalista actual. Por tanto, no solamente considera la posibilidad de que en estos aspectos intervenga directamente el Estado, sino también el hecho de que se pueda trabajar para desarrollar valores sociales y con sentido de la responsabilidad para con estos asuntos comunes.

Con su propuesta, Sen pretende superar las perspectivas que entienden el análisis del “desarrollo” fundamentalmente en términos de crecimiento económico (a través de indicadores como el Producto Interior Bruto y otros similares), y propone el análisis de dicho desarrollo en términos de aumento de la ‘libertad’ del hombre, importante en sí misma a la hora de optar, y las oportunidades reales que tienen las personas para lograr aquellas componentes de sus vidas que tienen razones para valorar. Entre tales componentes no solamente cabe citar unos niveles de renta suficientes, sino que también hay muchos esenciales como pueden ser las oportunidades de vivir en condiciones saludables hasta la vejez, de gozar de un entorno seguro y pacífico, de poder expresar libremente y participar de ideas políticas y religiosas, u otras (p.349).

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Así, la perspectiva de la capacidad humana “centra la atención en la capacidad –la libertad fundamental- de los individuos para vivir la vida que tienen razones para valorar y para aumentar las opciones reales entre las que pueden elegir”. El autor resalta el contraste de esta perspectiva con la perspectiva del ‘capital humano’. Esta última, a diferencia de la anterior, centra particularmente la atención en la agencia de los seres humanos, a través de la educación o el aprendizaje, para aumentar las posibilidades de producción y, por tanto, de expansión económica. Es decir, se contempla, cada vez más, el recurso humano como elemento crítico para el crecimiento económico. En palabras de Sen, “las dos perspectivas están relacionadas, ya que ambas se ocupan del papel de los seres humanos y, en particular, de las capacidades reales que éstos logran y adquieren, pero el patrón de medida de la evaluación centra la atención en logros diferentes” (p.351).

El autor precisamente encuentra en la educación un ejemplo paradigmático en este contraste de perspectivas. “Si la educación aumenta la eficiencia de una persona en la producción de bienes, se trata de una mejora del capital humano, que puede aumentar el valor de la producción de la economía, así como la renta de la persona educada. Pero, incluso con el mismo nivel de renta, una persona puede beneficiarse de la educación, al poder leer, comunicarse, discutir, elegir teniendo más información, ser tomada en serio por los demás, etc. Los beneficios de la educación son superiores, pues, a su papel como capital humano en la producción de bienes. La capacidad más amplia de las capacidades humanas señalaría –y valoraría- también estos otros papeles. Las dos perspectivas están, pues, estrechamente relacionadas, pero son distintas” (p.351).

El autor, a través de esta reflexión, desemboca en una conclusión, aplicable al caso de la educación, que es central en el sustento teórico del presente trabajo, pues, como él mismo argumenta, tiene una significativa influencia práctica en las políticas económicas y sociales. Señala una diferencia valorativa crítica entre las perspectivas anteriormente comentadas, que está relacionada con la distinción entre los ‘medios’ y los ‘fines’. La perspectiva del ‘capital humano’, del lado de los primeros, estaría resaltando el papel de los conocimientos y habilidades de las personas en su contribución al crecimiento económico, pero no estaría entrando explícitamente a analizar la causa por la que se buscaría tal crecimiento. Sin embargo, la perspectiva de la ‘capacidad humana’, del lado de los segundos, estaría resaltando la libertad humana para vivir el tipo de vida que las personas tienen razones para valorar y el proceso de ‘desarrollo’ como una expansión de las capacidades humanas para conseguir llevar dicha vida satisfactoria y libre a la hora de tomar opciones y

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responsabilidades (p.353). A ello contribuirían, no solamente la prosperidad económica, sino también la mejora en materia de educación, seguridad, sanidad, derechos políticos y otras.

En definitiva, la perspectiva del ‘capital humano’ habitualmente se limita a contemplar las capacidades en tanto en cuanto son capaces de influir en la producción económica. Sin embargo, la perspectiva de la ‘capacidad humana’, además de asumir esta potencialidad, también subraya la importancia de tales capacidades para la consecución del bienestar y la libertad por parte de los individuos, así como su papel a la hora de influir en el cambio social (p.354). Este último papel de las capacidades, que Sen califica de ‘instrumental’, y que va más allá de los cambios económicos, apunta a otro de los ejes teóricos sobre los que pivota este trabajo, y que se entretendrá en mostrar la importancia del desarrollo de instrumentos (de primer orden, como pueden ser las capacidades, o de segundo orden, como pueden ser aquellos destinados a propiciar la aparición y desarrollo de las mismas) y del condicionamiento que supone carecer de los mismos a la hora de decantar los resultados efectivos.

En el contexto global, según Nussbaum (2007), el enfoque de las capacidades ha cuestionado la idea de desarrollo entendido como mero crecimiento económico y ha insistido en el concepto de “desarrollo humano”. Tanto es así que llega a afirmar que la principal alternativa frente al modelo basado en el crecimiento económico es el modelo conocido como el paradigma del desarrollo humano (Nussbaum, 2010, p.47). Esta postura significa un replanteamiento de los objetivos políticos y de las concepciones de cooperación social preponderantes a día de hoy.

Nussbaum reconoce estrechos vínculos entre las teorías contractualistas, especialmente la de Rawls, y la perspectiva de las capacidades a la hora de criticar el ‘utilitarismo’5, dado que las ideas de dignidad humana, inviolabilidad de la persona,

respeto mutuo, autorrespeto y reciprocidad son puntos irrenunciables que contraponen a diagnósticos sobre la realidad social sustentados en indicadores que, a través de la agregación y la compensación ficticia, enmascaran desigualdades sociales y económicas crecientes e ignoran el valor de todas y cada una de las vidas tomadas de forma individual. Para Nussbaum (2007) la “agencia” efectiva es tanto o más importante que la satisfacción en términos materiales. Así, poseer recursos no es suficiente para una vida plena y logro del bienestar, sino que se precisan también oportunidades de elegir y actuar.

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Distribución adaptativa.

Para J. Rawls (1999) la ‘equidad’ sería la idea fundamental en el concepto de ‘justicia’, aunque desde su teoría ambos conceptos no sean equivalentes. Tampoco ‘justicia’ es sinónimo de una ‘sociedad buena’, aunque sí existe una implicación de la búsqueda de la justicia como virtud en todos los niveles de la sociedad; entre ellos, de las instituciones sociales.

Este autor entiende que la ‘justicia’ consiste esencialmente en la eliminación de distinciones arbitrarias y el establecimiento de un apropiado equilibrio entre pretensiones rivales. Así, los actores sociales involucrados, en cuanto partes implicadas, participan de un ‘velo de ignorancia’ que teóricamente las sitúa en igualdad de condiciones ante los parámetros a respetar y adoptar. En esta línea, el ‘contrato social’ expresa parte esencial del concepto de justicia. Idea que en cierta medida retrotrae a la de justicia ‘ciega’, si bien es posible llegar a tal punto por un acuerdo entre partes.

Rawls enuncia su concepción de justicia mediante dos principios: “primero, cada persona que participa en una práctica, o que se ve afectada por ella, tiene un igual derecho a la más amplia libertad compatible con una similar libertad para todos; y segundo, las desigualdades son arbitrarias, a no ser que pueda razonablemente esperarse que redundarán en provecho de todos, y siempre que las posiciones y cargos a los que están adscritas, o desde los que pueden conseguirse, sean accesibles a todos” (Rawls, 2003).

A partir de la corriente contractualista y las aportaciones de J. Rawls6, Nussbaum (2007) rescata tres ideas que considera de gran interés y que constituirían un avance con respecto a otras teorías. En primer lugar, es consciente de la necesidad de un planteamiento ético normativo de las relaciones internacionales, capaz de poner límites. En segundo lugar, la descripción política de la justicia básica no puede sustentarse sencillamente en las preferencias de las personas, pues es consciente de que tales preferencias pueden estar condicionadas y desvirtuadas por condiciones injustas. Y, en tercer lugar, el establecimiento de unos términos equitativos para la cooperación como algo necesario; de modo que es importante que existan unos

6 Nussbaum encuentra en los escritos de Rawls un proyecto enmarcado en la tradición del contrato social, aunque, a

su entender, difiere de las concepciones previas de esta tradición en que, por una parte, Rawls se aparta de las tradición histórica que supone un derecho natural, apostando más bien por una ‘justicia procedimental pura’ en la que el procedimiento correcto, define el resultado correcto; y, por otra parte, Rawls incluye nuevos supuestos morales vinculados al término de justicia y a la idea del valor, las capacidades y la igualdad de las personas.

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principios básicos de gobernanza de las opciones vitales de las personas que sean equitativos con todas ellas y razonablemente no rechazables.

Nussbaum, llevando más allá los argumentos de Rawls, dice que “si partimos de la idea básica de que toda persona posee <<una inviolabilidad fundada en la justicia que ni siquiera el bienestar de la sociedad en conjunto puede anular>>, descubrimos poderosas razones para buscar unos principios de justicia que garanticen un trato plenamente justo y equitativo hacia las personas con discapacidades, hacia los ciudadanos de todas las naciones y hacia los animales no humanos (…). Los puntos de partida intuitivos de Rawls y los principios que emergen de ellos, se revelarán como una buena guía para dar respuesta a estos problemas no resueltos y nos ayudarán a ver por qué es importante resolverlos, a pesar de la carga económica que pueda suponer eso para los ciudadanos <<normalmente productivos>>” (Nussbaum, 2007, p.77).

Ahora bien, aun reconociendo la valía de muchas de las aportaciones de la corriente anterior, la autora se propone superar, con la perspectiva de las capacidades, la concepción de igualdad aproximada de las partes y de beneficio mutuo que defiende la corriente contractualista. Para lo cual aboga por una concepción de justicia social con implicaciones ideológicas y prácticas profundas, que hace hincapié en explicitar la necesidad de ampliar el alcance de dicha justicia.

Nussbaum (2007) encuentra que tal corriente responde de manera insuficiente a tres de los problemas que considera más acuciantes hoy en día:

- En primer lugar, no es posible asumir sin más que los agentes ‘contratantes’ sean personas aproximadamente iguales en capacidad y aptas para la vida económica productiva, pues aquellas que tengan graves discapacidades físicas y mentales en ocasiones quedarían, de partida, fuera de este grupo de ciudadanos que comparten derechos de elegir los principios básicos de convivencia. Así, Nussbaum ve la necesidad de prestar atención a la diferencia que hay entre cuestionarse, por un lado, quién diseña los principios básicos de la sociedad y, por otro, para quién están pensados tales principios. En este sentido, el beneficio mutuo y la reciprocidad entre las personas que establecen el contrato (los principios de convivencia), deja fuera, en cuanto a protagonistas, a personas y otros seres vivos que también se ven afectados por la definición de tales principios. Propone que muchos seres vivos, humanos o no, han de ser sujetos primarios de la justicia aunque no tengan capacidad para participar en el procedimiento por el cual se escogen los principios políticos, en tanto en cuanto todos esos seres están

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dotados de dignidad y son merecedores de respeto. Por tanto, argumenta, la capacidad para establecer un contrato y la posesión de las capacidades que hacen posible el beneficio mutuo en la sociedad resultante, no son condiciones necesarias para ser un ciudadano dotado de dignidad y que merece ser tratado con respeto en un plano de igualdad con los demás. La plena inclusión de los ciudadanos con discapacidades físicas y mentales es una cuestión difícil de abordar, pero que no puede dejarse en modo alguno de lado.

- En segundo lugar, Nussbaum se preocupa de analizar la justicia social a la luz de la influencia de la nacionalidad o del lugar de nacimiento sobre las oportunidades vitales básicas de las personas. En un mundo marcado por la economía global y la interdependencia en términos de desarrollo económico entre países, no se puede perder de vista la vulnerabilidad de los países económicamente menos desarrollados y sus gentes frente a las decisiones que toman los actores económicos más poderosos. De hecho, apunta, la brecha entre los países más ricos y los países más pobres es cada vez mayor. Las desigualdades en función del lugar de nacimiento son evidentes y palpables, y, cabría añadir en consonancia con lo argumentado por Nussbaum, en los últimos años se han visto agravadas en multitud de ocasiones las situaciones de supervivencia de millones de personas con escasos recursos económicos a raíz de decisiones de actores con capacidad de influir en los mercados internacionales de alimentos y materias primas. Las necesidades de estas personas que viven en naciones con situaciones muy desiguales con respecto a las naciones dominantes son generalmente contempladas como una cuestión de ‘caridad’ y no como una cuestión de ‘justicia’ básica.

La lógica de un contrato orientado al beneficio mutuo empuja a no considerar en pie de igualdad a aquellos agentes cuya contribución al ‘bienestar social’ general será probablemente inferior que la de los demás.

- En tercer lugar, hay una explícita invitación de la autora a extender las teorías sobre la justicia más allá del ámbito de los seres humanos; es decir, ser capaces de aplicarla también contemplando a animales no humanos que, si bien no son partícipes del diseño de los principios de justicia, en cambio sí debieran ser considerados como agentes que quedan afectados por tales principios.

Con los tres problemas enunciados, Nussbaum (2007) expone una grave asimetría de poder y capacidad entre grupos dominantes y otros que no lo son. Asimetría que, en su opinión, será importante para explicar por qué la perspectiva del contrato social y

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de la ‘justicia’ como ‘equidad’ no puede responder adecuadamente a estos problemas enunciados y, por tanto, a la plena consecución de la justicia social.

La autora estructura su crítica de la perspectiva contractualista de la justicia en varios puntos.

- Por una parte, la situación ideal imaginaria que se identifica con las circunstancias de la justicia en dicha perspectiva, al establecer una frontera de lo que definen como “normal”, estaría excluyendo, a su entender, por ejemplo, a personas con capacidades físicas y mentales disminuidas, a un buen número de personas pertenecientes a países económicamente más desfavorecidos o a animales no humanos. Así, la percepción de la consecución de atributos esenciales de la justicia en la concepción de Rawls, como son la libertad, la igualdad y la independencia, debiera ser revisada e incluso ampliada para que diese cabida a grupos como los anteriormente mencionados.

Este autor además, en opinión de Nussbaum, entiende que las partes cooperan unas con otras para obtener un beneficio mutuo que no podrían obtener sin la cooperación social; en definitiva, se expresa en la ficción de un contrato social entre ciudadanos “normalmente productivos” para el beneficio mutuo, aun sometiéndolo a limitaciones de la equidad y la reciprocidad en la sociedad en que se da; y que la imparcialidad y el respeto mutuo están en la base desde la que se generan los principios políticos.

En este contexto, no ha de establecerse ninguna presunción fuerte de benevolencia de unas personas para con otras. Para esta autora, Hobbes incluso se posicionaría en la idea de que la moral es un factor impotente en las relaciones humanas, y no puede ser la base de principios políticos de una sociedad política estable y viable.

- Por otra parte, a partir de Hume, rescata la idea de que la justicia es una convención cuya utilidad está relacionada con las circunstancias, físicas y psicológicas, en las que se encuentra una sociedad; y, en dichas circunstancias, figuraría una igualdad aproximada de facultades entre los seres humanos. Tanto para dicho autor como para Rawls, en palabras de Nussbaum, la idea de justicia está asociada a la idea de que la cooperación nos permite ganar algo que no ganaríamos con la simple dominación.

A estas y otras premisas Nussbaum, acudiendo a escritos de Hooker y Locke, enfrenta las ideas de benevolencia y de dignidad humana como fuente legítima de los derechos de las personas y de otros seres vivos; y, sobre todo, desarrolla el “enfoque de las

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capacidades” como perspectiva complementaria a la de Rawls, más válida, a su entender, para una consecución de una justicia social que sea capaz de velar por colectivos injustamente valorados y, consecuentemente, injustamente atendidos. Nussbaum observa que existe un paralelismo importante entre la situación de las personas de los países pobres, a los cuales no se les escucha como iguales en el concierto internacional, y las personas con discapacidad. En ambos casos, al no ser considerados como “iguales” en poderes y capacidades, se ignora su dignidad humana en el sentido anteriormente descrito y no se les contempla en pie de igualdad a la hora de establecer los principios básicos del contexto social del que forman parte. Ante este hecho, la autora defiende que, en el momento de diseñar un sistema de justicia global, es preciso dar cabida a priori a las personas con discapacidades o carentes de recursos económicos, y no a posteriori.

Esta línea lleva a Nussbaum al razonamiento de que, aunque no quepa esperar reciprocidad en la obtención de beneficio mutuo entre personas con plenas capacidades productivas y las que no las tienen (por ejemplo, personas con discapacidades), ello no implica que no sean dignas de justicia más que de “caridad”. Haciéndose eco de A. Sen, opina que la perspectiva de las capacidades es plenamente compatible con el hecho de que se dé una variabilidad de la necesidad de recursos de los individuos (temporal o permanente) y también en la variabilidad de la capacidad para convertir los recursos en funcionamientos, pues las variaciones en las necesidades son un rasgo omnipresente en la vida humana (Nussbaum, 2007, p.171). Esta premisa de adaptabilidad, no solamente conecta directamente con tradiciones de pensamiento religioso y filosófico anteriores, y que bien podrían resumirse en la idea de K. Marx “de cada cual, según su capacidad; a cada cual según sus necesidades”7,

sino que también, en cierto modo, recuerda a las propias dinámicas en el seno de las familias –donde unos individuos más dependientes necesitan del servicio de otros en ciertas fases de su vida-; con lo que, de fondo, permea una idea de ‘familiaridad’, de pertenencia al mismo grupo, de reconocimiento de valor del otro, de estima. Dinámicas de fuerte calado que, incluso, vinculan con el comportamiento de otros seres vivos.

Finalismo en la orientación de las prioridades.

Apoyándose en el pensamiento kantiano, el enfoque de las capacidades encuentra un punto de referencia clave en la idea de tratar a los seres humanos, en todos los planos

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(incluido el económico-laboral), como fines y no como medios. Actualmente muchas personas son utilizadas como medios; por ejemplo, al verse ‘obligadas’ a trabajar aceptando condiciones muy precarias, en contraste con los importantes beneficios económicos que, en ocasiones, obtienen sus empleadores. Nussbaum (2007) reivindica que “el deber de no utilizar a las personas como medios no puede separarse razonablemente de un examen crítico de la economía global y de su funcionamiento, y, por lo tanto, de un examen de la posibilidad de una redistribución global, así como de otros derechos sociales y económicos relacionados” (p.276).

Las ideas de la dignidad humana y de tratar a todas las personas como fines (y no como medios para los fines de otros) entroncan de lleno con dicho enfoque de las capacidades, entendiendo como capacidades humanas “aquello que las personas son efectivamente capaces de hacer y ser, según una idea intuitiva de lo que es una vida acorde con la dignidad del ser humano” (p.83). Así, frente al hecho de usar a la persona como un medio, estaría el respeto de su dignidad; y encuentra que la idea de lo que los seres humanos necesitan para vivir una vida plenamente humana es, además de intuitiva, en gran medida compartida por las personas. De ahí su pretensión de intentar reflejar el concepto de una vida acorde con la dignidad humana a través de una propuesta inicial orientativa concretada en una lista de capacidades, cuyo alcance sobre cierto umbral estima deseable para todas las personas.

Por su parte, Sen (2000) entiende que las libertades de las personas son diversas y que, en este sentido, es preciso una valoración explícita para determinar la importancia relativa de los diferentes tipos de libertades en la evaluación de las ventajas individuales y el progreso social (p.49). De hecho, en opinión de Sen, todos los enfoques político-económicos entrañan necesariamente valoraciones que, en muchos casos, no se presentan mas que de forma implícita. Ahora bien, todas estas valoraciones y valores debieran ser explícitos y susceptibles de ser debatidos libremente por las personas que conforman la sociedad.

Con todo, el enfoque de las capacidades utiliza en sus planteamientos la lógica ‘medios-fines últimos’ -con las posibles dificultades que, como se verá, ello pueda acarrear- y, en esta tesitura, no puede pasarse por alto su clara apuesta hacia unos determinados objetivos definidos (en cuanto a contenido y en cuanto a suficiencia). Es decir, a partir de esta premisa, se advierte explícitamente una necesaria toma posición y otorgamiento de importancia a diferentes elementos para la orientación de prioridades.

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La paradoja de los medios y de los fines

“(…) Nace, como la herramienta, a los golpes destinado, de una tierra descontenta y un insatisfecho arado (…)”.8

Una de las ideas inspiradoras más notables en el pensamiento contemporáneo occidental ha sido atribuida a Emmanuel Kant; se trata de la formulación del imperativo práctico “obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio"9; es decir, la invitación a considerar al ser humano racional como un fin en sí mismo y al reconocimiento de su valor per se. Tanto es así que, para algunos estudiosos, esta argumentación “ha contribuido esencialmente a la fundamentación filosófica de los derechos humanos” (Kanz, 2001).

Esta idea, al igual que otras inspiradoras, ha sido y es empleada para interpretar aspectos de la realidad del ser humano en el mundo y guiar su comportamiento. Así pues, en este sentido, invita a su contrastación con respecto a las acciones y las motivaciones ‘típicas’ de personas concurrentes en sociedades de las catalogadas como económicamente desarrolladas en los países occidentales, por tener estas últimas particular influencia en buena parte de las sociedades del mundo actual.

Insistiendo una vez más en la potencia y en el consabido reconocimiento del mencionado argumento kantiano, se tomará la indicada contrastación como punto de partida de las siguientes páginas.

Varias han sido las disonancias percibidas al hacer este ejercicio.

Parece obvio que en el argumento objeto de contraste se pretende enfatizar la orientación a considerar la persona como un fin en sí mismo y su valor en cuanto tal, no sin ser consciente de que, a lo largo de milenios y en muy diferentes ámbitos de relación social, es un comportamiento extendido el que unas personas utilicen a otras personas como medios, como herramientas,… para conseguir propósitos de muy

8

De "El niño yuntero" de M. Hernández (2010).

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diversa índole10. Por ejemplo, en el ámbito laboral, el propio término “empleo”, o términos derivados como “empleador”, “empleado” y “autoempleado”, aluden directamente a ello.

En virtud de este hecho, se han escrito prolijos desarrollos teóricos coherentes con esta postura, los cuales han desembocado en influyentes perspectivas como la del Capital Humano (Becker, 199611) u otras.

“(…) el concepto de capital humano incluye los conocimientos y técnicas especializadas contenidas en la gente, su salud y la calidad de los hábitos de trabajo. El capital humano es importante porque, en las economías modernas, la producción se basa en la creación, divulgación y utilización del saber. El saber se crea en las empresas, laboratorios y universidades; se divulga en la familia, la escuela y el trabajo; y lo utilizan las empresas para producir bienes y servicios. (…)” (Becker, 1996).

Es común en sociedades actuales que, a través de la participación como mano de obra en el mercado laboral, la persona pueda cubrir algunas de las necesidades básicas más elementales para vivir (alimentación, salud,…) y pase entonces a poder ocuparse, con una más plena voluntad y dedicación, de otras facetas como, por ejemplo, la participación de inquietudes racionales, científicas, artísticas, políticas, educativas, lúdicas, … En este supuesto, ¿cabría argumentar que, paradójicamente, se abre el desarrollo de capacidades propias de la persona como ‘fin’ a partir de una situación en la que ésta -o alguna que le sirve para cubrir algunas de tales necesidades básicas- es un ‘medio’?

Además, no pasa desapercibido el hecho de que, habitualmente, la persona es educada como un ‘medio’ (productivo más o menos especializado) para los demás y para sí misma –por ejemplo, para su propio sostenimiento-. ¿Cómo considerarse a uno mismo y considerar a los otros radicalmente como ‘fines’, cuando fundamentalmente nos desarrollamos en muchos aspectos como ‘medios’?

Si la interpretación de la idea kantiana, desde cierta óptica, está concebida como guía básica y común de acción o de comportamiento de todas las personas dentro de un grupo social, ¿no resultaría un tanto contraintuitivo y confuso considerar a un mismo ser humano como un ‘fin último’ y como un ‘medio’, ya sea simultaneando ambas consideraciones o compaginándolas? ¿No resultaría una posición un tanto ambigua especialmente de cara a actuar en pro de unos derechos vinculados? Si la formulación de medio-fin puede considerarse una dicotomía, precisamente éstas se caracterizan

10

De hecho, este fenómeno es habitual tanto entre las personas como entre seres vivos de otras especies.

11Traducción de la ponencia “Knowledge, Human Capital and Labor Markets in the Modern World”, presentada en

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comúnmente por la exclusión recíproca de cada una de las dos partes. ¿Es capaz el

común denominador de las personas de una sociedad partir, sin más, de esta paradójica base de manera aproblemática para guiar su comportamiento?

El ser humano no puede ser catalogado radicalmente ni de ‘fin’ ni de ‘medio’, salvo idealmente; y, de hecho, el imperativo antedicho, tal y como está formulado, alude al uso de las personas como un fin al tiempo que como un medio. La propia persona, en función de sus circunstancias vitales, puede al tiempo considerarse a sí misma (y a los demás) como fin y como medio. Dichas circunstancias pueden tener relación muy estrecha con la propia cobertura de las necesidades primarias. En este sentido, no es extraño encontrar personas que se presentan (y utilizan) a sí mismos como “máquinas de trabajo” de sol a sol, para así poder cubrir sus necesidades elementales de alimentación, salud, etc.

En este estado de enorme vulnerabilidad (al cual suelen aparejarse situaciones de bajo nivel educativo formal, etc.), habría quien hablaría de situaciones en las que la persona pasa a ser tratada como un medio y se trata a sí misma, por necesidad, como tal. En cambio, catalogaría a personas de países democráticos más educadas formalmente, con menor vulnerabilidad esencial y con más tiempo libre para la participación política, cultural,… como más próximas a ser fines.

Pero ¿qué es lo propio de considerar al otro como un fin o considerarlo como un

medio? ¿Acaso actitudes como el reconocer al otro y comportamientos como ser solidario con él? Comparando contextos en que los recursos elementales son escasos y contextos donde tales recursos no escasean, ¿dónde se da habitualmente una situación de solidaridad más radical? Desde esta óptica, ¿en qué contexto las personas consideran en mayor medida al otro como un ‘fin en sí mismo’? Las respuestas a estas preguntas dan pistas sobre la problemática que se quiere sacar a relucir en lo que respecta a la aplicación aquí de este esquema kantiano de interpretación.

Siguiendo con el tema, aunque desde otro punto de vista, son innumerables y variopintos los comportamientos de animales que se han documentado en los que las personas no pueden evitar percibir evidentes puntos en común con determinados comportamientos humanos12. Incluso, comportamientos observados en la naturaleza de competencia entre animales han sido utilizados como soporte para ‘naturalizar’ teorías económicas de gran repercusión, haciendo un trabajo de ‘racionalización’ a

12

Tanto es así, que incluso, en muchas ocasiones, de manera poco fundamentada, se han llegado a interpretar desde las motivaciones humanas comportamientos animales

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posteriori de supuestas lógicas socio-naturales deterministas. Más allá, en la literatura científica especializada algunos autores se han esforzado en dejar constancia de la existencia de percepciones y de comportamientos -incluso ‘morales’- atribuidas a ciertos animales, y que se creían exclusivos de las personas13.

Estos argumentos frecuentemente sirven de contrapeso al incesante empeño, por parte de algunas de las más florecientes corrientes de pensamiento, de enfatizar una

diferencia radical de las personas con respecto a otros seres vivos. M. Nussbaum (2012), entre otros autores, aportan fundamentos sobre los que, frente a dicha idea de diferencia radical, construir una idea de convivencia o de ciudadanía global (Morin, E., 1999; Stuart, M., 2008) respetuosa con los derechos fundamentales y el desarrollo de las capacidades de otros seres del planeta que viven afectados, en esto sí radicalmente, por la impronta humana. En definitiva, se trata de superar la concepción de los animales como seres sin derechos y que pueden ser utilizados, sin justo reconocimiento, como meros medios al servicio de los intereses de las personas.

The anthropocentric model based on the perception that humans are at the top of an universal evolutive ladder is no longer valid. The erroneous interpretation of this perspective has created considerable perceptual distortions, particularly the feeling that we are apart from or superior nature, rather than an inseparable part of it and members of a complex, highly interconnected system (Lumera, 2014, p.20).

Estas discusiones, salvando las distancias, recuerdan a las que, hace cinco siglos, se daban entre habitantes de países del continente europeo para discernir sobre la consideración de los habitantes de América y otras regiones del planeta y, en consecuencia, el tratamiento que era legítimo darles. No es hasta hace menos de un siglo, concretamente en 1926, con la Convención sobre la Esclavitud, cuando se crea un mecanismo para declarar ilegal la esclavitud a nivel internacional y condenar estas prácticas. Y, aun con todo, desde entonces y hasta hoy son innumerables las personas que, incluso dentro de la legalidad establecida, son utilizadas por otras, en posiciones dominantes con respecto a las anteriores, para sus propios fines, relegando a aquellas, en la práctica, a condiciones de ‘semiesclavitud’. El nivel del desarrollo tecnológico (y de recursos) que permite imponer determinadas condiciones estructurales a otros seres ha sido históricamente (y sigue siendo en la práctica) un

13 “I reviewed the latest evidence for animal altruism. For example, apes will voluntarily open door to offer a companion

access to food, even if they lose part of it in the process. And capuchin monkeys are prepared to seek rewards for others. (…) Such observations fit the emerging field of animal empathy, which deals not only with primates but also with canines, elephants, and even rodents. (…) Empathy requires awareness of the other and sensitivity of the other’s needs. It probably started with parental care, like that found in mammals, but there is also evidence for bird empathy”. (Waal, 2013, pp.5-6).

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factor decisivo para clasificar la ‘estima’ por los seres y reconocer sus derechos. Así pues, ha sido en función de los medios y no de los fines como se han establecido en numerosas ocasiones las relaciones sociales entre seres humanos y otros seres (humanos y no humanos).

Menos extrañeza suscitan las similitudes entre situaciones por las que algunos animales ponen trabajo al servicio de sus crías (para procurar su alimentación, su protección, etc.) y situaciones por las que las personas se ponen al servicio de otras con las que guardan parentesco cercano.

Es habitual que las personas sean tratadas y traten a otras y a sí mismas como un “instrumento” (como “aquello que sirve de medio para conseguir un fin”) subordinado a la consecución de objetivos muy diversos. Así viene sucediendo presumiblemente a lo largo de toda la historia de la humanidad. De hecho, en parte desde aquí se han consolidado determinadas estructuras sociales y el propio desarrollo de la persona en sociedad ha ido habitualmente muy ligado a esta premisa.

Con todo, a efectos prácticos, la consideración del ser humano como ‘fin en sí mismo’ -sin quitar valor a tal consideración-, se vuelve compleja por la inconsistencia en la

diferencia radical pretendida de ciertas personas con respecto a la percepción y al comportamiento de otros seres vivos. Esto es así tanto por el uso que unas personas hacen de otras en virtud de su superioridad (por ejemplo, tecnológica) –aun con la racionalización que se hace de esta situación a posteriori para dotarla de legitimidad-, como por el uso que de sí hacen las personas al servicio de otras a las que estiman (y, entre éstas, de su propia persona).

¿Qué diferencia efectiva hay entre el trabajo de una madre cuando prepara la comida a su hijo y el trabajo de la cocinera de un comedor escolar cuando prepara comida para alimentar a este mismo individuo? Ambos trabajos están compuestos por idénticas tareas y sirven a cubrir idéntica necesidad a la misma persona.

En la pretensión de efectivamente comprender y, en ocasiones, transformar el comportamiento del sujeto en sociedad, quizá no sea tan decisivo el ‘ser’ (medio o fin último) de las cosas del entorno -en sentido amplio- (incluidas las personas) como, en función de la percepción mediatizada formalmente que se tiene de éstas, la ‘consideración’ o la ‘estima’ que se siente y piensa hacia tales cosas y el consecuente comportamiento hacia ellas.

La postura de la diferencia radical, por ejemplo, podría en parte ser interpretada como un intento de evidenciar, a partir de una percepción habitualmente elemental y parcial, la no pertenencia de una cosa -algo o alguien- al grupo propio (como pueda ser, por

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