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La gran recesión y los desequilibrios de la integración monetaria europea

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La gran recesión y los desequilibrios de la

integración monetaria europea

Juan Pablo Mateo Tomé

Dossier: Acumulación y crisis

Universidad Pontificia Comillas

Resumen

En este artículo, se analiza la crisis europea como parte de una crisis global del capital que tiene una expresión particular como resultado ineludible del proyecto euro. El autor muestra que dicho proyecto ha sido un fracaso en términos de contribución al relanzamiento de la acumulación y el crecimiento económico, pero al mismo tiempo ha sido un arma para erosionar el Estado del bienestar y el patrón de distribución del ingreso con éxitos notables.

Palabras Clave: Crisis - Proyecto Euro - Europa Abstract

This paper analyzes the European crisis as part of a capital global crisis with a particular expression as inevitable result of the Euro Project. The author shows that this project has failed in terms of its contribution to the capital accumulation and economic growth recovery but at the same time has been a successful weapon to undermine the Welfare State and the income distribution pattern.

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Introducción

En este artículo, analizamos la crisis económica en la Unión Europea y Monetaria (UEM), centrándonos en los elementos parti-culares asociados a la existencia del euro. El propósito es mostrar las consecuencias de un proyecto de integración monetaria que ha incor-porado a países con diferente nivel de desarrollo productivo, y que se ha construido a partir de las necesidades del capital. Junto a los linea-mientos del marco institucional, establecido fundamentalmente por Alemania, veremos cómo el propósito supremo de la estabilidad mone-taria para el fortalecimiento de euro está agravando los costes de la crisis, generando una profunda divergencia entre países y en términos sociales.

La crisis económica en la UEM es en primer lugar parte de una crisis global del capital, que si bien estalló en el mercado de las hipo-tecas subprime en Estados Unidos, constituye una crisis del capitalis-mo mundial. Es el primer apunte metodológico a señalar a la hora de caracterizar la forma bajo la que se expresa un determinado fenómeno que en su origen no es imputable a la región que se analiza, en este caso la que conforma la eurozona, sino al sistema global del cual es una pieza fundamental. Ahora bien, la crisis mundial ha tenido una expresión muy particular en el viejo continente, lo que sin duda remi-te al proceso de configuración de la moneda única. Creemos que esta crisis es la culminación ineludible de un proyecto, el del euro, que con-tenía en su seno todos lo elementos para la divergencia nacional que la

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Gran Recesión ha puesto encima de la mesa. No es ni mucho menos un accidente histórico producto de políticas económicas erradas. Muy al contrario, desde la perspectiva del capital, no lo olvidemos, la políti-ca económipolíti-ca de signo monetarista que políti-caracteriza a la UEM es per-fectamente lógica, lo que no es óbice para que pueda resultar contra-producente para las fuerzas motrices de esta Europa ante los conflictos sociales que está generando.

El proyecto de esta Europa

Los propósitos

La configuración del euro y las instituciones de la UEM responden a los intereses del capital europeo. Lo señalo así porque no responde esencialmente a un análisis teórico respecto de la idoneidad o no de esta área para construir una moneda única. Es un proyecto práctico ante todo, y con un carácter de clase absoluto. En este sentido, se pue-de afirmar que la integración monetaria europea es la forma específica por la cual se introducen medidas de ajuste que permitan impulsar la valorización del capital, y por tanto es un proyecto contra los trabajado-res y cualquier concepto mínimamente coherente de democracia. Cabe hablar así de un triple objetivo en cuanto a su dimensión económica.

En primer lugar, mediante la consecución de un mercado común europeo, se trasciende el limitado marco del Estado-nación para el logro de economías de escala. La necesidad de aumentar el tamaño empresarial es una exigencia ante la competencia internacional de los capitales.

En segundo lugar, la integración monetaria proporcionaría mayor estabilidad monetaria y sentaría las bases para que el euro se convierta en la moneda de reserva de valor a nivel internacional. De esta forma, el capital se beneficiaría de disponer de los privilegios del señoreaje.

Y en tercer lugar, se trata de proceder al desmantelamiento del mar-co de relaciones laborales, y más en general del Estado del bienestar, característico de la Europa de posguerra. Es decir, en última instancia, la pretensión de modificar el patrón de distribución del ingreso, lo que requiere la subversión de la soberanía nacional.

Este conjunto de objetivos constituyen la base necesaria sobre la que elaborar cualquier intento de teorización, que en este caso no puede ser sino los preceptos ortodoxos de raíz monetarista. Sólo en este mar-co podemos hablar del carácter neoliberal del proceso de integración

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europea. La estabilidad monetaria era vista como prioritaria en tan-to que condición sine qua non para lograr un crecimientan-to sostenido. Permitiría así reducir los tipos de interés reales a largo plazo, apoya-do a su vez por la fortaleza de la unión, lo que abarataría los costes de financiación de las empresas para la inversión productiva. De esta for-ma, el crecimiento traería mayor empleo, recaudación fiscal, equilibrio presupuestario, y todo lo que uno quiera añadir siguiendo a Alicia en

su maravilloso país.

El funcionamiento

La unión monetaria se caracteriza por una política monetaria común decidida por el Banco Central Europeo (BCE) de manera inde-pendiente de los gobiernos. En verdad, el BCE es la prolongación del Bundesbank alemán, ya que fue Alemania quien se encargó de dise-ñar su funcionamiento, exigir su independencia del marco democrá-tico europeo y fijar su sede en Frankfurt, frente a otras veleidades de mayor control que deseaba el gobierno francés1.

Esta ascendencia se ilustra por los rasgos de su funcionamiento. En sus propios estatutos, figura que el objetivo esencial es lograr la esta-bilidad de precios. Y sólo en segundo lugar declara los propósitos del artículo 2 del Tratado de la Unión Europea respecto de un alto nivel de empleo y un crecimiento no inflacionario, que en cualquier caso se supeditan a la inflación moderada.2 El BCE tiene asimismo prohibido adquirir deuda soberana de los países, es decir, financiar la emisión de deuda pública. Sin embargo, no tiene impedimentos para prestar dinero a las instituciones financieras privadas.3 Esta asimetría, reflejo del carácter de clase del proyecto europeo, ha contribuido a alimentar la divergencia entre economías y a beneficiar al capital, precisamente

1Véase Marsh, David: The euro. The battle for the new global currency. Yale University

Press, New Haven, 2011.

2De ahí su monetarismo extremo, incluso respecto de la Reserva Federal

estadouni-dense, que en teoría debe lograr también el crecimiento económico. Tal vez pueda decirse que es la diferencia entre la economía hegemónica y la que hace esfuerzos por hacerla sombra.

3En el marco de la crisis ha generado un proceso regresivo de subsidios a la banca,

por el cual el BCE presta dinero a un bajo tipo de interés para que los bancos saneen sus balances y/o adquieran deuda pública, encarecida debidamente mediante la espe-culación que estos bancos, salvados con dinero público, realizan utilizando fondos también públicos.

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porque los rasgos de funcionamiento del BCE no remiten a elementos técnicos, sino que se ubican en el ámbito social. En otras palabras, y como bien apuntan Murillo y Rosal: “…lejos de ser un asunto pura-mente, técnico, como pretende la ortodoxia”, supone “una cuestión política con enormes implicaciones sociales”. Y añaden que “de todo ello, concluimos que, en última instancia, la independencia política de un Banco Central, con vocación monetarista exclusivamente enfocada a la lucha contra la inflación, tiene como objetivo el incremento de la masa de plusvalía y la tasa de explotación por la vía de la contención salarial.”4

Así, la apreciación del euro estimula a los inversores a invertir en activos denominados en esta moneda y favorece a los capitales euro-peos para que lleven a cabo fusiones y adquisiciones en otras áreas. Por tanto, el euro como moneda mundial responde a los intereses tanto de las dimensiones o fracciones productivas como financieras del capital5. Pero mientras que la política monetaria es común, no existe nin-guna armonización de la política fiscal. Este ámbito es por tanto el residuo de soberanía económica del que todavía disponen los gobier-nos, pero es más teórica que real. En un contexto de libre movilidad de capitales, se genera una presión por competir mediante impuestos reducidos al capital, o lo que es lo mismo, la voluntad de un gobierno por impulsar la progresividad del sistema fiscal se enfrenta a la ame-naza de una huida de capitales.6 Esta contención implícita por el lado de los ingresos limita la posibilidad de incrementar el gasto público de manera sostenida en el tiempo, esto es, sin recurso al endeudamiento. Y para evitar un déficit excesivo, por si acaso, se decidió establecer el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC).7 La necesidad de asegurar

4Murillo, Javier y Mario del Rosal: “El euro como mecanismo de aplicación del ajuste

salarial”, ponencia presentada en las XIII Jornadas de Economía Crítica, Sevilla, 9-11 de febrero, 2012, pp. 6 y 9.

5Lapavitsas, Costas y otros: “Eurozone crisis: beggar thyself and thy neighbor”, RMF

occasional report, marzo, 2010, p. 37.

6Por ejemplo, en España se utiliza el argumento de la libre movilidad de capitales, y

su correlato de amenaza de huidas, para justificar que ciertos productos financieros donde invierten los capitalistas más poderosos, como las conocidas SICAV, sólo tri-buten al 1%. En un contexto además en el que se declara que es inviable el Estado del bienestar por la insuficiencia de ingresos del sector público.

7El PEC significa que si un país excede el 3% de déficit, y se considera por parte de las instituciones comunitarias que es excesivo, se activa un procedimiento de déficit excesivo (PDE) por el cual el Consejo Europeo formula recomendaciones al Estado para que lo corrija en determinado plazo, bajo la amenaza de sanciones.

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por todos los medios la disciplina fiscal se deriva del objetivo de que el euro sea “dinero mundial” y compitiera con el dólar8.

Así pues, esta asimetría posee un contenido social importante para blindar las políticas neoliberales de la libre voluntad de los ciudadanos. A pesar de las limitaciones de la política fiscal, no ha existido ningún mecanismo de estabilización ante situaciones recesivas a excepción de la fe en la capacidad reguladora del libre mercado. Como no existe un presupuesto comunitario que pueda llevar a cabo una redistribución territorial en beneficio de las áreas menos desarrolladas, pues los fon-dos de cohesión y similares no poseen la cuantía necesaria, resulta que la flexibilidad de precios y la movilidad de la mano de obra (descon-tada la de capitales, claro está), se erigían en los objetivos a lograr por las autoridades comunitarias. Expresado de otra forma, la construc-ción del proyecto europeo generaba desde los mismos lineamientos de partida las condiciones para avanzar en el objetivo supremo del neo-liberalismo, la flexibilidad de precios, a partir de lo cual se trataría de impulsar una movilidad de trabajadores que, en la práctica, y debido a las diferencias de idioma sobre todo, no dejará de ser ciertamente limi-tada. Lo cual, en definitiva, deja a la relación salarial como variable de ajuste esencial ante cualquier perturbación económica.

Este asunto no es baladí, ante la posición de vanguardia que his-tóricamente ha tenido el movimiento obrero europeo para lograr con-quistas sociales. Sin embargo, esta Europa ha tratado de eliminar las conquistas obreras mediante una configuración económica e institu-cional que ineludiblemente haría aparecer los derechos sociales como barreras para la recuperación económica, como de hecho el discurso del capital fomenta actualmente. Es irrelevante, al fin y al cabo, que este entramado fuera o no premeditado, la cuestión a considerar es que el análisis de este proceso permite visualizar perfectamente una línea de causalidad verdaderamente lógica desde los intereses del capital en su versión más “liberal”. Por tanto, reafirmamos el carácter de clase del euro, un proyecto que supone un ataque a las condiciones de vida de la clase trabajadora.

Lo expuesto justifica la presencia constante del discurso de la des-regulación en las recomendaciones que emanan de Bruselas. En la Cumbre Europea de Luxemburgo sobre el Empleo de 1997 se lanza la primera “Estrategia Europea para el Empleo”. Considerando que

Véase http://ec.europa.eu/economy_finance/economic_governance/ sgp/index_es.htm.

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para entender el lenguaje comunitario hay que interpretar y saber dis-tinguir los objetivos de las medidas concretas que se establecen, y más allá del tradicional decálogo aliciano de más y mejores empleos, la estra-tegia se basa fundamentalmente en dos ejes, i) «apoyo a las inversiones productivas mediante políticas salariales moderadas» y ii) «mejora de la eficacia de las instituciones del mercado laboral». Traduciendo, se trata de lograr una caída del poder adquisitivo de los salarios y elimi-nar los derechos laborales de los trabajadores. Este será el camino que se transite en los años siguientes con la Estrategia de Lisboa del año 2000, el informe de Kok de 2004 y otros como el reciente Pacto del Euro de junio de 20119. En éste, la solución de la crisis financiera pasa por una reducción de los costes laborales unitarios, para lo cual, ade-más de incrementar la productividad (es que un objetivo, no una medi-da de política económica), se proponen cuestiones concretas para la regresión salarial. Resumiendo: revisar los acuerdos de fijación de sala-rios, el nivel de centralización del proceso de negociación (apoyando la individualización de las relaciones laborales), garantizar que el sector público reduce salarios y así contribuir a que disminuyan los del sector privado, reducción de las cotizaciones sociales (y de paso, argumentar la insostenibilidad del sistema público de pensiones), sustituir fiscali-dad directa por indirecta (más regresiva), avanzar en la privatización del sistema de pensiones y la sanidad, aumentar la edad de jubilación (reducción del salario global del trabajador), etc.10

Desequilibrios y crisis en la eurozona

Un crecimiento decepcionante

La zona euro ha tenido un nivel de crecimiento en la década de los 2000 bastante pobre, con un promedio de 1,36% anual frente al 3,59% de aumento del PIB mundial. Detrás de esta evolución se encuentra una inversión que ha permanecido en torno al 20% del PIB, alcanzan-do un máximo en vísperas del colapso de la crisis económica, cuanalcanzan-do

9Consejo Europeo: Conclusiones - 24 y 25 de marzo de 2011, 20 de abril, Bruselas, 2011.

En internet: http://www.consilium.europa.eu/uedocs/cms_data/docs/pressdata/es/ ec/120310.pdf.

10Remitimos a la crítica de Torres, Juan y Alberto Garzón: “19-J: Contra el pacto

del euro. Democracia real en Europa ¡ya!”, Rebelion, 13 de junio, 2011. En internet: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=130341.

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en 2007-08 llega al 22%11. El crecimiento del stock de capital neto ha sido magro, del 2,25-2,30% anual promedio en el ciclo largo de expan-sión (1996-2008) y en el corto desde la implantación del euro (2002-20). En consecuencia, la relación capital-trabajo ha permanecido casi estancada, ya que el ritmo de incremento ha sido muy débil, del 1,15-1,30% anual.12

En vista de esta ausencia en cuanto a la mecanización del proce-so productivo, los resultados en términos de productividad no podían ser alentadores. En efecto, tanto en el período 1996-2007 como en 2002-07 el PIB por empleado ha aumentado menos del 1% anual en Italia, España y Portugal, poco más de 1% en Alemania, Francia y Bélgica, mientras que Irlanda, Holanda y Austria rondan el 1,7-1,8% y Finlandia y Grecia llegan al 2%. No puede extrañar que, producto del estancamiento de la productividad y el carácter antisalarial de la ins-titucionalidad ya resaltada en la UEM, entre 2002 y 2011 los salarios reales apenas hayan aumentado un 5-6% acumulado, y que el prome-dio de aumento anual del área euro en los años de crecimiento oscile en torno al 0,30%. Por tanto, la eurozona ha carecido de un proceso álgido de acumulación, a pesar de lo cual la incidencia de la crisis ha sido profunda.

La divergencia centro-periferia en Europa

El aspecto más relevante no es únicamente este desempeño tan mediocre y regresivo, sino los profundos desequilibrios que se han pro-ducido dentro de la propia eurozona. Y es que serán estos desequili-brios los que terminarán por definir la forma que adopte la crisis global del capitalismo en esta Europa.

El breve ciclo expansivo que se inicia con la moneda única ha gene-rado una divergencia tal en el seno de la UEM que justifica que alu-damos a los términos centro y periferia. La manifestación más visible, y por tanto más popularizada en los análisis de la crisis, es el dualis-mo en cuanto a las dualis-modalidades de inserción externa de las distintas economías de los países miembros, reflejado en las balanzas de pagos. Por una parte, un centro industrial liderado por Alemania, junto a

11Fondo Monetario Internacional (FMI): World economic outlook database.

Washington D.C., 2012.

12A no ser que se especifique lo contrario, la fuente de los datos expuestos en adelante

corresponde a AMECO: “Anual macro-economic database”, European Commission,

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Finlandia, Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo y Austria. Estos países cuentan con un elevado desarrollo productivo en las ramas de mayor valor añadido (composición del capital). Su dinámica de crecimiento se ha apoyado en las exportaciones, y en gran medida hacia la perife-ria. Frente a este núcleo mercantilista, existe una periferia compuesta por Portugal, España y Grecia, a quien se puede sumar Irlanda, si bien tienes rasgos atípicos, e incluso hasta Italia, mientras que Francia ha ocupado una posición intermedia, pero más cerca del núcleo duro por su peso específico, aunque en términos de inserción externa y especia-lización en bienes de consumo se asemeja más a Italia13.

No obstante, los desequilibrios en forma de capacidad y necesidad de financiación externa remite a las condiciones de producción media-tizadas por el marco económico de la moneda única. Es la heterogenei-dad en cuanto a los niveles y características del desarrollo productivo el fenómeno subyacente a los desequilibrios comerciales y financieros. En la medida que el tipo de cambio responde en primer lugar a las productividades relativas, y de forma complementaria a otros variables macroeconómicas coyunturales, así como a los movimientos de capi-tales especulativos, si se establece una moneda única y no se introdu-cen mecanismos compensadores para las recesiones y los desequilibrios sectoriales y geográficos, los países menos avanzados deberán presio-nar a la baja sus precios o perderán cuota de mercado y necesitarán recibir flujos de capital para equilibrar su balanza de pagos. En estas circunstancias pueden experimentar una apreciación real de su mone-da en relación a su desarrollo productivo producto de un diferencial de inflación. Por tanto, en este marco la existencia de tipos de interés reales reducidos durante los años anteriores a la crisis ha supuesto una pulsión añadida a tales desequilibrios.

Entre 2000 y 2008, cuando aparece la crisis, el tipo de cambio real de la periferia se había apreciado entre 8 (Portugal) y 17% (España), sien-do Irlanda un caso especial, ya que llega a un 32% en 2008 (gráfica 1), e incluso economías como la de Holanda, Francia y Bélgica han tenido la misma suerte (7-9%), llegando Italia hasta el 14%.14 Con la crisis se ha reducido esta apreciación, si bien Alemania tiene estabilizado el tipo

13Véase Halevi, Joseph: “Por qué esta integración de la UE no funciona en una

econo-mía globalizada”, Sin Permiso (edición digital), 22 de junio, 2008.

14Téngase en cuenta que tras la apreciación real del marco entre 1991 y 1995, con

la reunificación alemana y la crisis del sistema de cambios, la moneda alemana se deprecia en términos reales un 18% en la segunda mitad de los noventa y en 2000 está ya al mismo nivel que en 1989.

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de cambio real. Esta evolución dispar muestra que la inflación ha sido relativamente inferior en Alemania que en el resto de países, sobre todo los periféricos, erosionando la competitividad externa de estos.

Gráfico Nº 1: Tipos de cambio efectivos reales (2000-2011). Series en relación a la UE-15 (índices 2000= 100)

85 90 95 100 105 110 115 120 125 130 135

2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011

Alemania Irlanda Grecia

España Portugal

Fuente: AMECO (2012)

Pero es que esta apreciación del tipo de cambio real efectivo de las economías mencionadas se ha producido incluso en un nivel superior respecto de otros países industrializados, perjudicando la competi-tividad con el resto del mundo, a lo que se suma la propia aprecia-ción nominal del euro generada por la política restrictiva del BCE. De hecho, el propio BCE (2008) destaca la asimetría en cuanto a la evolu-ción de la competitividad externa de las distintas economías de la UEM a partir de la introducción del euro.15 Mientras que Alemania e Irlanda ganaron cuota de mercado en el período 1998-2008, los países menos avanzados la perdieron. Una de las causas ha sido su especialización en

15Banco Central Europeo (BCE): Monthly bulletin: tenth anniversary of the ECB

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procesos productivos relativamente intensivos en trabajo (menor com-posición del capital), que en la última década han sufrido la compe-tencia de nuevos competidores como China. Así, la contrapartida del incremento del 13% de promedio anual en la cuota de mercado mun-dial por parte de este país, en este decenio ha traído como consecuen-cia un deterioro del 1,7% anual en las exportaciones mundiales de la eurozona16.

Aunque el saldo de la balanza por cuenta corriente (BCC) del con-junto de la eurozona esté equilibrado, con un saldo positivo hasta 2007 inferior al 1% del PIB, que luego pasó a ser ligeramente negativo, el aspecto más relevante es la asimetría entre el centro y la periferia, habi-da cuenta de la importancia del comercio intraeuropeo. En la gráfica 2 se puede apreciar que el establecimiento de las paridades fijas ha gene-rado una divergencia que en los años noventa se corregía mediante devaluaciones periódicas en los países menos adelantados, lo que per-mitía contener los desequilibrios de la BCC.

Gráfico Nº 2: Saldos de la balanza por cuenta corriente (1991-2011). Series en porcentaje del PIB

-19 -17 -15 -13 -11 -9 -7 -5 -3 -1 1 3 5 7 9

1991 1993 1995 1997 1999 2001 2003 2005 2007 2009 2011

Alemania Grecia

España Portugal

Fuente: AMECO (2012)

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El caso de Alemania es revelador porque justo antes de la aparición del euro mantuvo un déficit en la BCC. Entre 1991 y 2001 el promedio fue de -0,99% del PIB, pero en cuanto se incorpora a la moneda única pasa a acumular excedentes. Si bien todavía en 2000 el déficit era del 1,77% del PIB, en 2002 ya logró un saldo positivo del 2%, y hasta 2011 ha promediado un 5% de capacidad de financiación.

Así pues, los desequilibrios reflejados en las balanzas de pagos, con un centro con amplios superávit en la BCC cuya contrapartida son las necesidades de financiación de la periferia, es la manifestación de una heterogeneidad de desarrollos productivos, un bajo ritmo de acumula-ción y una espurea mejora de la competitividad mediante el mecanis-mo de la reducción salarial.

El papel de Alemania

Este conjunto de objetivos económicos se solapa con una competen-cia entre países. Por ello, cabe igualmente afirmar que responde a los intereses de los principales gobiernos, sobre todo el alemán, para lograr así su sempiterno proyecto de dominación en Europa. Junto al Benelux (Bélgica, Holanda y Luxemburgo) y el Norte de Italia forma el cen-tro del sistema productivo europeo continental, al que se puede añadir Escandinavia en virtud de sus vínculos intersectoriales.17

Alemania se caracteriza por su elevado nivel tecnológico en la industria y su gran capacidad exportadora, en gran medida orientada al propio continente, ya que en torno a dos tercios de sus ventas tienen como destino la propia Europa. Por ello posee un especial interés en evitar las devaluaciones competitivas de los países periféricos y supedi-tar cualquier consideración al control de la inflación, disponiendo así de un área sin riesgos de modificaciones cambiarias que alterasen el poder adquisitivo de sus flujos de capitales.18 El euro suponía de esta forma una protección frente a esta competencia considerada desleal. Esto explica que Alemania siempre haya tenido interés en blindar las decisiones económicas del debate político y democrático, frente a la pretensión francesa de lograr un cierto control político del BCE, y así

17Halevi, op. cit.

18El último ejemplo de estas fluctuaciones cambiarias se produjo con la crisis del

sis-tema de cambios en 1992-1993. Por ejemplo, la devaluación del 30% de la lira supuso que muchas empresas del sur de Alemania que competían con italianas quebraran, lo que convenció a los líderes alemanes de que no se podría volver a repetir algo así. Véase al respecto Marsh, David: The euro. The battle for the new…, op. cit., p. 191.

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de los intereses hegemónicos germanos, es decir, el peligro de su unila-teralismo. El control de la inflación permitiría además, como presupo-nían los dirigentes alemanes, que Frankfurt se convirtiera en un gran centro financiero más poderoso, condición necesaria para impulsar el papel del euro en la economía mundial.19

Por otra parte, la actuación del BCE, proporcionando amplia financiación a las entidades privadas pero permitiendo que el coste de financiación de la deuda soberana de las economías periféricas se eleve extraordinariamente (y sólo en momentos muy convulsos interviene, pero por la puerta de atrás, en los mercados secundarios) hay que inter-pretarla a la luz del interés por llevar a cabo un proceso de centraliza-ción del capital y de restriccentraliza-ción salarial. En la medida que no se emite deuda a nivel de la UEM (los denominados eurobonos) y se permite que se especule contra la deuda soberana, se impulsan salidas de capi-tales de la periferia al centro, lo que beneficia a Alemania y Francia, que pueden financiarse en los mercados de capitales a tipos de interés reales negativos. Por extensión, se contribuye a agudizar la crisis fiscal del Estado y a imponer medidas contras los trabajadores, como privati-zaciones, reformas del mercado laboral, etc.

Sin embargo, la evolución macroeconómica de Alemania ha sido poco satisfactoria en términos de crecimiento del PIB, productividad e inversión. Aunque sí ha tenido éxito en controlar dos variables, relacio-nadas entre sí, los salarios, que no han crecido entre 2000 y 2010, y la inflación, que entre 2000 y 2011 sólo se ha elevado un 11% acumulado, con diferencia el menor nivel del área. Se trata de una estrategia cuasi-deflacionista de ajuste permanente en el que se supedita cualquier otra consideración a la estabilidad monetaria.

La ampliación de la Unión Europea hacia el Este ha sido funcional para esta estrategia “mercantilista” de llevar a cabo una recomposición geográfica y social del proceso de acumulación, con Alemania en el centro del mismo. En la medida que ciertas partes del proceso produc-tivo se pueden fragmentar y deslocalizar, el sector industrial alemán ha podido aprovechar la cualificación y bajos salarios de la mano de obra del Este. Así, la existencia de este ejército industrial de reserva posibi-lita reducir costes de producción y presionar a la baja los salarios en la propia Alemania. Por tanto, si nos atenemos sólo a la industria manu-facturera, los resultados son ahora bastante favorables para Alemania y los países más industrializados de la eurozona.

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Gráfico Nº 3:

La industria manufacturera en Alemania

(2002-2007). Series en índices (2002= 100)

85,0 90,0 95,0 100,0 105,0 110,0 115,0 120,0 125,0 130,0

2002 2003 2004 2005 2006 2007

Productividad Salario real por hora

CLU (euro) CLU (dólar)

Fuente: Bureau of Labor Statistics (2012)

La productividad industrial en Alemania se ha incrementado en 2002-2007 un 3,8% anual promedio, que incluso ha sido superado por Finlandia y Holanda, con 7,5 y 4,2% respectivamente. Ante el estanca-miento salarial producto de la reorganización empresarial y las refor-mas laborales, pues el incremento acumulado en este sexenio ha sido de un 1%, que se eleva a 2,9% si llegamos a 2010, los costes laborales unitarios (CLU) en la manufactura han caído un 12,3%, como tam-bién ha ocurrido en Finlandia (19%) y Holanda (7%). Esta dinámi-ca signifidinámi-ca que la totalidad de las ganancias de productividad en la industria han ido a parar a los empresarios. No obstante, desde que estalló la crisis la productividad ha caído en Alemania, por lo que el aumento de los salarios, aun siendo pequeño, ha originado un incre-mento de los CLU.

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Un crecimiento desestructurado en la periferia

La dinámica de acumulación ha sido más intensa en las áreas peri-féricas. El stock de capital en los países centrales apenas se ha incre-mentado entre 2002 y 2008 un 1,8-2%, siendo Alemania la que peor desempeño ha tenido, un 1,1% de aumento anual. En los 10 años posteriores a la introducción del euro el ratio capital-trabajo sólo ha aumentado un 9-13% acumulado en Austria, Holanda y Finlandia, y en Alemania ha sido del 4% total, mientras que en la periferia ha sido superior, aun con amplios diferenciales, desde el 8% de Grecia al 21% de Irlanda.

El problema no obstante radica en los fundamentos de esta expan-sión y en los desequilibrios que ha generado. Los tipos de interés rea-les han sido extremadamente bajos, y dada la estructura de costes y la inflación superior, ha llevado, como vimos, a amplificar los desajustes de la inserción externa. Y es que el crecimiento económico se ha apo-yado sobre el consumo, en el caso de Portugal y Grecia, y en burbujas inmobiliarias en Irlanda y España. El común denominador ha sido en cualquier caso una explosión del endeudamiento del sector privado, tanto de empresas como de familias. Sin embargo, y pese al discurso ortodoxo, este fenómeno ha respondido a elementos muy diferentes, una búsqueda de rentabilidad para el capital privado y una desigual distribución del ingreso, aunado a un retroceso salarial, en el caso de los hogares de los trabajadores. Es decir, mientras que para el capi-tal el endeudamiento constituyó el mecanismo para su obtención de beneficios prestando dinero a terceros o generando procesos especu-lativos que le reportaban ingentes ganancias, para los trabajadores el endeudamiento ha sido un coste por mantener sus niveles de consu-mo, fundamentalmente el acceso a la vivienda, o bien bienes de con-sumo duradero. O lo que es lo mismo: un endeudamiento en tanto que desembolso con miras a su fructificación frente a un gasto o coste para satisfacer las necesidades de consumo. En vista del discurso que se desarrolla en Europa al respecto de la orgía especulativa y la irrespon-sabilidad de los deudores, es absolutamente vital conformar un análisis en términos de clase para comprender esta asimetría en cuanto al papel que el endeudamiento ha desempeñado para el capital y el trabajo.

Esta dinámica ha generado procesos de desindustrialización como en el caso de España, donde las ramas industriales han perdido un 30% su contribución relativa al PIB entre 1995 y 2009, y hasta un 40% la

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agricultura.20 La productividad industrial apenas se ha incrementado, un 0,7% anual en 2002-07 y 1,2% desde 1995, en abierto contraste con Alemania. La otra cara de la moneda ha sido el auge de las activida-des más sensibles a la caída de los tipos de interés y no expuestos a la competencia foránea, como las ramas de servicios (véanse los seguros o la banca), y sobre todo la construcción, que ha aumentado un 44% su participación en el PIB.21

Por otra parte, hay que aclarar en relación a este endeudamiento que han sido los inversores europeos, como francés y alemanes, los que han obtenido importantes ganancias, ya que la contrapartida de sus excedentes comerciales ha sido una salida de capitales hacia la peri-feria. Así pues, frente al discurso neoliberal, nos encontramos en esta crisis con un efecto “crowding out”, pero inverso al popularizado. Ha sido el libre mercado el que ha generado un colapso del crédito que ha tenido como consecuencia el encarecimiento de la financiación del sec-tor público, y que cuando el pánico arreciaba ha mostrado su cara más agria, pero también más verdadera, la de erigirse en el sostén del mer-cado y del proceso de acumulación para más gloria de quienes le sitúan como el origen de todos los problemas.

Reflexiones finales

Una vez señalado el carácter del euro y las asimetrías generadas, nos podemos preguntar, para complementar la exposición, si ha sido o no un fracaso y su viabilidad. Y ello depende por tanto de la perspec-tiva adoptada.

Es cierto que no ha logrado un proceso de crecimiento económi-co sostenido, ni especialmente intenso. El proyecto del Euro ha sido un fracaso en términos de contribución al relanzamiento de la acu-mulación y el crecimiento económico. Asimismo, la ausencia de un Estado a nivel europeo, con las bases neoliberales de pactos y sancio-nes para mantener la ortodoxia de la estabilidad monetaria ha traí-do como consecuencia una divergencia absoluta en las dinámicas de las diferentes economías, estando las periféricas a merced de los espe-culadores, y convirtiendo la prima de riesgo en la noticia diaria.22 Se

20Instituto Nacional de Estadística (INE): “Economía. Cuentas económicas”, 2012.

En internet: http://www.ine.es/.

21Idem.

22En este sentido, Arriola señala certeramente que “los intereses de la deuda

(17)

demuestra así que el mercado requiere un Estado, pero esta moneda única tiene un Estado dominador, el alemán, sólo preocupado por la imposición del programa monetarista. Y en la medida que el FMI par-ticipa de la restructuración económica europea, supone la presencia de Estados Unidos, lo que ha revelado una importante debilidad del capital europeo.

Pero al mismo tiempo ha sido un arma para erosionar el Estado del bienestar y el patrón de distribución del ingreso con éxitos notables. En este sentido, una última y clarificadora reflexión: el BCE señala que pese a todos los problemas económicos y la segmentación dentro de la eurozona, y cierta caída en la demanda y emisión (por no residentes) de títulos de deuda pública denominados en euro, el rol internacio-nal del euro ha permanecido casi iinternacio-nalterado en términos de cotización y de participación en las reservas mundiales de divisas, representan-do un 25% del total. Al fin y al cabo, de eso el proyecto de la unión monetaria.23

Recibido: 18/9/2012 - Aceptado: 20/11/2012

importante o más que por ejemplo la estabilidad del tipo de cambio, porque la garan-tía del valor de una moneda, en última instancia, es el poder del Estado. Y un Estado o un grupo de Estados sometidos a los cambios de opinión de los prestamistas, difí-cilmente puede garantizar la estabilidad monetaria y acaso tampoco la política más general.” Arriola, Joaquín: “Hasta aquí hemos llegado”, Deia, 24 de julio, 2012.

23Banco Central Europeo (BCE): The international role of the euro, julio, Frankfurt,

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