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Caída libre

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Academic year: 2020

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Proyecto [final] 

Néstor Andrés Peña     

 

Mi taller está en una fábrica de textiles abandonada, habitada solo por grandes máquinas que        poco a poco empleados de una chatarrería han venido a desguazar y se las han llevado de la        misma forma como llegaron: descuartizadas. El espacio, sin embargo, permanece inalterable.        Es demasiado grande, demasiado monumental como para aspirar a modificarlo de alguna        manera. Desde hace un tiempo han decidido renovarlo para convertirlo en un centro cultural.        Lo maquillarán e intentarán darle un nuevo uso que nada tiene que ver con lo que fue        pensado en un principio. Sin embargo, los pisos seguirán siendo tres, las columnas no        podrán moverse, las escaleras no irán a ningún lado y el ascensor tampoco. Después de        todo ese trabajo, el esqueleto del edificio permanecerá intacto. 

 

Durante el periodo de transformación de fábrica a centro cultural, el espacio se usa para        muestras colectivas de arte. A primera vista, esta fábrica es un lugar       virgen, en donde      cualquier intervención es bienvenida. En otras palabras, parece ser un lugar idóneo para una        exposición. No obstante, un conjunto de columnas con poco más de cuatro metros de altura        se alzan y demarcan una cuadrícula. Existen algunas paredes blancas y unos tímidos muros        de drywall, pero el recuerdo de lo que fue se hace presente. A pesar de la inmensidad de la        bodega y de la libertad que es capaz de conceder, existe una limitante espacial, unas        restricciones para cualquier proyecto que intente alzar la voz. El recuerdo de la vieja fábrica        predomina por encima de todo. Cuanto más lo pienso, más creo que este espacio tiene una       

agresividad silenciosa  , sea cual sea el trabajo que se ponga allí, el espacio intentará atacarlo        y callarlo. Surge entonces una pregunta: ¿Cómo puede una obra sobrevivir en tales        condiciones? 

 

A lo largo de toda mi carrera universitaria ha existido una regla tácita: las obras se exponen        en un cubículo blanco con la iluminación correcta. Un espacio callado, hermético, acomodado        para la obra y no lo contrario. Rara vez nos han confrontado con un espacio como el de la        fábrica, en donde no existen las paredes blancas. Un espacio que está cargado con su propia        historia y, por ende, con un carácter propio y dominante. Creo que para que una obra tenga        éxito en ese espacio debe cumplir con al menos una de las siguientes condiciones: 

 

● Evitar hablar de la particularidad del espacio. El espacio en sí ya es y se muestra                                paprticular, no necesita nada que lo haga por él. 

● Si el espacio es agresivo, no se defienda, haga lo mismo con él. O puesto de otra                                  forma, si el espacio ataca la obra, ésta, a cambio, debe atacar ya sea al sitio o al                                    espectador. Confrontar a este último con una obra que impacte la convertirá en dueña                            del sitio. 

● Use la sorpresa a su favor. Hay obras que son capaces de existir por sí solas. No                                  necesitan autor ni texto ni ficha técnica. Estas piezas no deben ser                       expuestas, deben   

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ser dispuestas. Deje que se topen con ellas por accidente. No se preocupe por la                            visibilidad, el goce para el que las encuentre será mucho mayor si entiende que la                              obra no ha sido puesta ahí para él. 

 

La preocupación principal de este proyecto es entonces la de cumplir con todos o al menos        algunos de los puntos anteriores. 

 

Se suele pensar que un proyecto final de un programa de pregrado en Arte debe ser la        culminación de la carrera, el final de un camino que generalmente dura cuatro años. Yo no lo        veo así. Encontré un camino pero no he empezado siquiera a recorrerlo y creo firmemente        que para hacerlo lo que importa no es en la obra terminada, sino el proceso. Una profesora        una vez me dijo: “Uno no piensa       pensando, uno piensa     haciendo”. Y el     hacer     no es encontrar  la receta y repertirla, el         hacer es plantearse problemas nuevos todos los días, a toda hora. El       

proceso es resolverlos y llevarlos a buen término. Para seguir       pensando, me salgo de mi          zona de confort, pruebo cosas que no he hecho antes, no opto por la solución fácil ni la más        obvia. A veces tengo éxito, otras no tanto, y quiero que mi proyecto final y este texto que        tiene ahora en sus manos den cuenta de eso. Por esta razón iré completando este escrito a        medida que el proceso avance, con notas sobre la construcción de las piezas, los problemas        que surgirán y los ajustes que haya que hacerle a la idea para que ésta funcione, teniendo en        cuenta siempre los tres puntos señalados anteriormente. 

 

Mi proyecto aborda la problemática del espacio en sí: el espacio como delimitador de la obra,        como un agente activo que la afecta, la modifica. El espacio se convierte en un lugar en el        que la obra no solo se expone sino que también se gesta. Y dadas las condiciones tan        particulares del sitio me parece un error no tratarlo ni tenerlo en cuenta a la hora de trabajar        en un proyecto que será expuesto allí. Quiero que el proyecto dé cuenta del sitio. El texto por        su lado, dará cuenta de cómo el espacio altera la obra. 

 

Entre las cosas que me han dicho que debo hacer en un proyecto final está el hablar de mí        mismo,de lo que me gusta y lo que no, de por qué hago lo que hago, de lo que hacía de        chico y de cómo eso marcó lo que hago ahora. No. 

Prefiero omitir las     conexiones que se puedan trazar entre la persona que soy y lo que hago.        Creo que mi trabajo debería poder ser visto sin un bagaje personal que conecte mis intereses        con mis obras: quiero que mis piezas sobrevivan por sí solas. 

               

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claro que no lo puedo conseguir cumplirlos con una sola pieza. Es por esto que el proyecto        esta dividido en dos y por ende, este texto también lo esta: 

 

1. No se exponen, se disponen        : para tratar el tercer punto me propongo hacer una       

colección de objetos que estarán dispuestos en el espacio teniendo en cuenta que el        lugar en el que se encuentren dependerá de la pieza en sí y no de su visibilidad al        público. El texto será tratado a manera de archivo y dará cuenta del proceso en la        gestación de las ideas y de su realización. 

2. Precaución: una obra que ataque el espacio y al espectador. Es una pieza que da        cuenta de la historia del sitio y de esa inamovilidad que hablaba en un principio. Esta        idea nace directamente del sitio en el cual estará expuesta. De nuevo, el texto        profundiza en el marco teórico de la obra y en su proceso de realización. 

     

NO SE EXPONEN, SE DISPONEN 

 

 

 

Pieza 1 / Recurrencia (o bombillo dentro de otro bombillo)

 

La idea había nacido hace algo más de un año y había cobrado su primera forma en dos        dibujos. El primero mostraba varios bombillos pequeños dentro de uno más grande, al final        todos los   bombillitos debían alumbrar. El segundo retrataba un bombillo dentro de otro,        dentro de otro, dentro de otro... 

 

Cada una de estas ideas implicaba problemas técnicos que no pudieron ser resueltos en su        momento además que las ideas no me terminaban de convencer. Al llegar al sitio que ahora        es mi taller me percate que las máquinas que estaban desguazando tenían pequeños        aparatos y que cada uno de estos usaba un pequeño bombillo como indicador, lo que hoy en        día ha sido reemplazado por los LEDs. Recolecté todos los que pude, separe los que aún        alumbraban y caí en cuenta que lo mejor era uno solo dentro de otro más grande. El segundo        serviría a manera de       escudo para el más pequeño y este seguirá alumbrando, esta vez sin        indicar sino recordando de manera febril pero persistente lo que alguna vez estuvo allí.   

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Pieza 2 / Un día de estos, como todos

 

 

 

 

Es curioso haber empezado esta tesis con la convicción y la completa seguridad que no        hablaría de mi y estar sentado ahora escribiendo estas líneas, dedicando mis trabajos a        situaciones y personas. A medida que avanzo en este proyecto me doy cuenta de lo difícil        que es distanciarse emocionalmente de lo que uno hace y estoy empezando a creer que la        riqueza de este vaya a quedar consignado en este texto y en el registro cuidadoso que haga        de cada uno de los recuerdos y las personas que rodearon el proceso. Al final la suma de        todas ellas, de todas esas situaciones, puede llevar a una lectura distinta, a nuevas ideas y        porque no, a nuevas situaciones. 

 

Esta pieza consiste en un tornillo que gira lentamente con la aparente intención de        atornillarse. Sin embargo, nunca lo hace y sigue girando sin conseguirlo jamás. Un tornillo        que se ha quedado en un limbo del cual nunca saldrá. 

 

La obra consistía en un principio en una pequeña tabla de madera con varias tuercas y una        de ellas giraría. Con el paso del tiempo, considere mejor alejarme de la objetualidad, puesto        que esta puede caer en la redundancia y convertir la pieza en una instalación que tuviera        más sentido con el espacio en el que se expone. 

 

Esta instalación consiste en vigas de madera que he recolectado de sitios de demolición y las        unidos entre si. La viga resultante de esos tres pedazos sera dispuesta entre dos columnas y        una de las tuercas que las mantienen juntas tendra el mecanismo que nunca dejara de girar.   

A pesar de la sencillez de la idea, las dificultades técnicas son muchas. En primer lugar, el        motor que va dentro de las vigas y que es el responsable del movimiento no puede estar        alimentado por una fuente externa. Es decir, que para esta pieza en especial y a diferencia        de las que he hecho hasta entonces, no quiero que los cables que proporcionan la energía        sean visibles. Para conseguirlo, tuve que acomodar una batería al interio, pensando en su        fácil retiro para su posterior recarga. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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PRECAUCIÓN 

(En caída libre) 

 

 

 

 

Origen

 

La primera vez que se entra en la bodega de la fábrica y uno se enfrenta al espacio, lo siente        inmenso. Dadas las condiciones del sitio, se puede pensar incluso erróneamente que se        asemeja a un hangar en el cual se dispone de un gran espacio sin obstrucciones. Sin        embargo, cuando lo recorrí la primera vez intentando solucionar el problema del “¿Qué?”        para mi proyecto final me di cuenta del recorrido implícito que imponían las columnas y fue        en ese momento en que las convertí en el tema de mi tesis. 

 

Sin embargo, saber sobre       que se quiere hablar       no basta si no se tiene claro el       cómo se va a        hablar

 

Tenía que tomarme el tiempo de detallarlas y observalas, no solo son grandes e imponentes        sino que tienen una característica que me llamó inmediatamente la atención. La demarcación        de una cuadrícula y por ende de un recorrido se ve directamente influenciado por la        inamovilidad de estas. Fueron hechas para quedarse y por mucho que redefinan el sitio,        estas columnas no se irán a ningún lado. Hablar sobre esta característica en particular debía        hacerse proponiendo lo contrario: fabricaría una columna, o algo similar, que aludiera a las        que se encuentran en la bodega y que esta intentara moverse por si sola. Este boceto rápido        de la idea tachaba al menos uno de los puntos de la lista que había enumerado        anteriormente: confrontar al espectador con algo grande e impactante. 

 

En un principio pensé en replicar de la manera más fiel posible las columnas que se        encuentran en el espacio. Es decir, fabricaría un armazón de acero corrugado y, dejando un        espacio en el centro, vertería concreto en los bordes de la columna. Terminaría la escultura       

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pintándola de manera similar a como están pintadas las columnas en el sitio y la dispondría        respetando la cuadrícula que está trazada. 

 

Luego, al pensar en un mecanismo que me permitiera “mover” la columna, me termine        decantando por un movimiento de tambaleo. Me imagine una columna que se inclina        lentamente, llegando a estar en un punto crítico de equilibro y luego la fuerza que la levanta        desaparece y vuelve a estar en su sitio inmóvil después de haberse tambaleado unas        cuantas veces. Esa acción se realiza de manera aleatoria. Entre cada intento de inclinación        la longitud del intervalo de tiempo es       random, pueden pasar dos minutos como puede pasar        media hora y no hay manera de conocer ese tiempo. No se impondría un ritmo regular que        pueda preparar al espectador, al contrario, cada inclinación debe ser por sorpresa. 

 

En este punto me enfrenté a mi primer problema. Una vez listo el diseño del mecanismo,        rápidamente me percate que la columna era demasiado pesada y la logística para su        construcción escapaba mis habilidades y conocimientos. Era un problema técnico grave y por        un momento pensé en usar concreto liviano, pero mis conocimientos en ese tema son casi        nulos y la información un poco escasa así que decidí volver a empezar. 

 

Mi primer trabajo usando motores y materiales reciclados fue una máquina que a través de        una serie de poleas, motores y relevadores generaba la energía apenas suficiente para        encender un bombillo que sirviera para alumbrarla a ella misma. Y desde ese momento no        me gusta esconder nada. Si hay un mecanismo, ¿porque no mostrarlo? Fue siguiendo esa        linea de pensamiento que caí en cuenta que a la columna no hacía falta pintarla y vaciarla        con concreto. En el momento de la exposición todo el mundo iba a saber que había sido        hecha recientemente y por ello no hacía falta intentar camuflarlo. El diseño terminó siendo el        armazón de acero con el mecanismo expuesto en la parte de arriba.

 

 

 

 

 

Empezando

 

En el momento en que se inclina, el punto crítico de equilibrio depende en gran parte de dos        variables: la altura y el ancho de la columna. Para determinar los valores óptimos de estos        dos y obtener el ángulo de inclinación máximo escribí un programa que simula la columna        tambaleando y calcula la altura y el ancho ideal. 

 

Con las medidas listas es la hora de empezar a construir la columna para terminar acoplando        el mecanismo y hacer las primeras pruebas. La estructura tiene cuatro varillas de acero        corrugado en las aristas horizontales y aproximadamente ocho anillos del mismo acero        perpendiculares a estas. La altura final es de cuatro metros, setenta y cinco centímetros por        un ancho de cuarenta y cinco centímetros. 

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Mi idea inicial era cortar y armar las varillas soldándolas entre si. El problema con esta        manera de hacer es que en la eventualidad de un error tendría problemas para “desoldar” y        probablemente tendría que volver a empezar. Por esto, en un principio, voy a sostenerlas        usando nudos con alambre y cuando esté seguro de la disposición procederé a soldarlas.   

En esta etapa del proceso reafirme algo de lo que siempre he estado seguro: las ideas son        una cosa, la realidad es otra. Los primeros cortes de las varillas me presentaron el tamaño        real de la pieza y por primera pude ver los cuatro metros, casi cinco, en persona. 

 

Es curioso como uno se acomoda sin percatarse. Como uno se acostumbra a algo y lo        aterrador que se vuelve cambiar. Hasta ahora siempre había trabajado obras de tamaño        relativamente reducido, fácilmente transportables y poco ambiciosas en cuanto al espacio        que ocupaban. De repente, tengo en frente la verdadera envergadura de lo que quiero hacer.        Todo funcionaba como un reloj en mi cabeza, la columna no se veía tan grande, el proyecto        en si no se veía imposible. En general... yo no me sentía tan pequeño. Al parecer había        llegado la hora de cambiar y enfrentarse a algo nuevo. ¿Y si no sirve? Quedaría en ridículo.        Hubiera preferido limitarme a seguir haciendo objetos redundantes que se que gustan y se        que puedo hacerlos. 

 

Quizás me esté comportando como ella, me llegó la hora del primer tambaleo y espero que        pase. 

 

Al parecer la angustia dentro del proceso creativo es buena. Prueba una cosa: me estoy        enfrentando a algo nuevo, el éxito o no de mi proyecto depende de ahora en adelante de mi.        Por el momento no quiero pensar en la obra terminada: paso a paso, se llega lejos

 

Mientras preparo la columna para el ensamblaje he empezado a trabajar en el mecanismo.        Está compuesto de dos motores y un controlador. Cada motor levanta un lado opuesto de la        columna y el controlador calcula el intervalo aleatorio de tiempo y decide que motor        encender. El primer paso para que el mecanismo funcione es tener el controlador listo.        Después de varias versiones diseñadas en el computador es hora de imprimir el primer        prototipo, escribir el programa que lo va a controlar y esperar que funcione. 

 

El primer intento de levantar la columna uniendo las varillas con el alambre resultó ser un        fracaso. La estructura final es demasiado débil como para hacer pruebas con ella. Sin        embargo, me permitió darme cuenta de algo: si quería presencia y fuerza haría falta cambiar        de material puesto que las varillas de acero para construcción parecían demasiado débiles y        no respondieron al sitio como me esperaba. Al ser un material comúnmente visto por la        ciudad en diversas construcciones me percate que su uso, en vez de remitir al sitio de la        fábrica, hablaba de una problemática exterior. El material y el proceso de construcción tenían        que cambiar. Me decante por ángulos de hierro y en vez de “probar” la estructura antes de        soldar decidí empezar a soldar desde el principio. 

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Este nuevo enfoque me obliga a pensar en la pieza como escultura. ¿Qué puedo hacer para        convertirla en un objeto más interesante de ver? En un principio las varillas transversales        estaban dispuestas de forma regular a lo largo de la columna, como respuesta al problema        decidí disponerlas de manera aleatoria con mayor densidad en la parte baja de la columna lo        cual contribuirá a bajar el centro de gravedad. 

 

La primera vez que levante la columna y la balancee me di cuenta que los dos motores que        había pensado en un principio no hacían falta y podía usar uno solo, de esta manera el        mecanismo se simplifica y puedo ahorrarme mayores problemas mas adelante cuando        decida acoplar el mecanismo a la escultura final. 

 

Con la obra terminada y andando, me percate de algo que nunca había considerado hasta        ahora: el sonido de la pieza. Cuando se tambalea el acero suena como si fuera a ceder y eso        aumenta el efecto que esperaba conseguir. 

           

Texto sobre la obra 

 

Hablemos de la obra.   

Siempre he creído deshonesto hablar de significados y dárselos a una obra sin que estos        hayan estado ahí desde un principio. Aún así, últimamente me he preguntado si los        significados pueden aparecer a medida que una pieza avanza y que la obra madura. 

 

Al principio de este texto la importancia estaba en el proceso, en el       hacer en vez de pensar        .  Lo curioso es que el proceso provee nuevos problemas que dan pie a intereses hasta        entonces escondidos, a razones ignoradas. 

 

Antes de intentar descifrar cuales pueden ser las razones o interpretaciones que han surgido        a medida que he trabajado en estas piezas, quizás sea importante hablar de mi. En un        principio había dejado claro que no iba a hacerlo y que creía que los intereses o situaciones        personales de un artista no deberían entrar en una interpretación de la obra, ahora más que        antes me parece oportuno reconsiderar aquella afirmación. El final de esta tesis se acerca y        no puedo pensar en mi trabajo y desligarlo de intereses que nacieron gracias a mis padres,        en obras que surgieron por personas que estuvieron acompañándome y alimentando mi        trabajo sin que ninguno de nosotros estuviera consciente de ello. Solo un idiota no es capaz        de cambiar opinión, por eso me siento ahora y escribo estas líneas. 

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Mi padre es ingeniero eléctrico y desde pequeño aprendí que si una toma se daña uno        mismo la cambia, no hace falta llamar a alguien que lo haga por uno. Si algo deja de        funcionar es posible arreglarlo sin acudir a un tercero. Aquella disposición al cacharreo        siempre ha sido innata y con el tiempo aprendí que pocas cosas son más gratificantes que        comprender cómo algo funciona y darle “vida” nuevamente. Siempre he sentido la        fascinación por hacer cosas, lo que sea. Cuando era más pequeño y a falta de herramientas        o taller, me di cuenta que podía hacer que una máquina hiciera lo que yo quisiera. Un primer        contacto con una computadora y unas pocas líneas de código después, apareció en la        pantalla el legendario “Hola mundo”. Entonces comprendí la vastedad de posibilidades que        tenía en aquella maquina que me habían dado y que estaba a mi disposición. No faltó mucho        para que buscara libros por internet y aprendiera a programar. Poco a poco aquella habilidad        se volvió natural y me parecía normal programar cosas que cumplieran una tarea especifica,        algo que yo necesitara. En el colegio había programado en mi calculadora algoritmos que me        devolvían resultados con tan solo ingresar unas cuantas variables y para cuando me aburría        había escrito un programa para jugar blackjack en la calculadora. Al llegar el momento de        escoger una carrera, y no sin muchas dudas, me decante por Arte y ahora estoy seguro que        lo hice porque así tendría una excusa para hacer cosas porque me gusta hacerlas. 

 

Si me preguntan ahora porqué hago lo que hago supongo que la respuesta correcta es        porque es lo que hago mejor. No aprendi a programar o a diseñar pequeños circuitos porque        quisiera hacer Arte con ellos. Siempre he visto esas habilidades como herramientas para        hacer algo más. Me percate que podía usar todo eso que sabía para hacer cosas inútiles, no        tenían que devolver los resultados de un examen o encender las luces de mi cuarto, podían        ser por el simple hecho de ser. 

 

Viendo las cosas desde esa perspectiva quizás pueda ver mi trabajo como una excusa por        hacer y solo eso. Hay un goce detrás de cada objeto que pienso y no esta en el resultado        final, el verdadero goce está en el proceso, en conseguir materializar esa idea y disfrutar        cada instante de eso, incluso cuando algo sale mal. 

 

Cuando la obra va tomando consistencia y madura, aparecen intereses que van más allá del        simple hecho de hacer. Veo lo que he hecho hasta ahora y me percato de la presencia de un        factor común, una razón de ser que une a cada una de las obras y las agrupa, la cual no        había sido intencionalmente pensada en un principio. E insisto en esto porque me parece        deshonesto decir que lo que ahora me parece obvio ha estado ahí intencionalmente desde        un principio, porque no es así. El significado apareció con el proceso no sólo de la obra, sino        mío como artista. 

 

Significados pueden haber muchos y, como todo, los hay más apropiados que otros, más        honestos que otros. Es fácil caer en la escritura de relleno o como se le conoce comúnmente,        “echar mierda”. Especialmente en una tesis de arte, en la cual se       concluye una carrera de      cuatro años (cuatro y medio en mi caso) y hay que       impresionar   a los jurados con la adquirida         

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habilidad para razonar, explicar e interpretar. Las líneas que leen ahora han reemplazado        otras donde hacía justamente eso,         echar mierda     y terminar la página. Intentar apropiarse de        la explicación cliché porque tiene que sonar verídica, no sirve de nada si parece que uno no        se cree el cuento. 

 

Al fin de al cabo todo esto es subjetivo, lo que para mí es hablar mierda puede ser lo obvio        para alguien más. O viceversa. 

 

He intentado escaparle a este final de texto, porque explicar implica destaparse. Lo que hago        puede ser el resultado de una rebeldía tardía. Toda la vida me han dicho que hubiera podido        ser un ingeniero o un físico o un matemático. Al fin de al cabo, ¿Si eso es lo que me gusta,        porque no? Por eso el “hacer porque me gusta” no basta. Hay ingenieros que disfrutan lo que        hacen y no están haciendo obras que no sirven de nada. 

 

Tener habilidades en nuevas tecnologías no implica estar destinado a la utilidad. Dedicarme        a esto es una manera de ponerlo en duda, de decir: “Pues no”. No todo tiene que servir para        algo hoy día, pueden existir máquinas inútiles que no son por el hecho de lo que hacen sino        que son por lo que son. Lo que hacen lo hacen para sí y para nadie más. Y de esta forma        adquieren un grado de personalidad, se tornan menos humanas pero no por ello sin alma.   

   

“Me gusta cómo lo que el hombre abandona se deteriora y empieza a ser otra vez inhumano                                  y bello.” 

 

Referencias

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